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Full text of "Grandes y pequeños hombres del Plata"

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-Ska f^  ^    ^      i>^      «1 


JL 

A33 


DEL  GOBIERNO    . 

EN    SUEX-AMÉRICA 

SEGÚN    LAS    iMIlíAS    1)K    SU    liEVOLUCION 
FUNDAMENTAL 


ESCRITOS  POSTUMOS 


DE 


j:b:1lberdi 


.DEL  GOBIERNO 

EN  SUD-AMÉRICA 

SEGÚN    LAS    MIRAS 
DE    SU    REVOLUCIÓN    FUNDAMENTAL 


TOMO  IV 


BUENOS  AIRES 


"Imprenta  Europea"  de  M.  A.  Rosas,  Calle  Moreno  423 

1806 


^i  u^. 


DEDICATORIA 

A  SAN  MARTIN,  A  BELGRANO,  A  BOLÍVAR,  A  SUCRE 


Vosotros  sois  los  patrones  naturales  de  este  li- 
bro inspirado  en  vuestras  ideas,  animado  de  vues- 
tros deseos  y  esperanzas,  consagrado  al  servicio 
de  la  revolución  pura  y  alta  como  la  servísteis 
en  vuestros^ dias  de  gloria  inmortal. 

Somos  vuestros  humildes  intérpretes  y  ejecu- 
tores, publicando  este  libro,  que  nada  contiene  que 
no  haya  sido  vuestro  pensamiento.  Calificarlo 
como  erróneo  en  medio  de  los  extragos  y  miserias 
que  ha  producido  su  olvido,  es  una  nueva  miseria 
de  nuestra  conducta. 

Solo  para  los  enemigos  de  la  America  puede  ser 
crimen  tener  en  materia  de  gobierno  las  ideas  de 
Bolívar,  de  Be  Igra  no  y  San  Martin,  tenidos  por 
los  autores  de  su  independencia. 

Es  una  especie  de  insulto  d  su  memoria,  el  erigir 


VI   — 


sus  estatuas  en  medio  de  las  ruinas  y  de  la  sangre 
producidas  por  la  revolución^  salida  de  los  rie- 
les que  ellos  le  trazaron. 

El  verdadero  homenaje  á  su  memoria,  seria 
erigir  un  gobierno  mas  respetable,  mas  eficaz,  mas 
digno,  que  el  que  ellos  contribuyeron  d  arro- 
jar de  América,  en  interés  del  orden  y  de  la  li- 
bertad; un  gobierno  de  civilización  y  de  vida, 
en  lugar  de  los  gobiernos  de  ruina  y  devastación. 

Conocidos  son  sus  deseos  americanos  en  este 
punto. 

A  la  gratitud  piadosa  de  la  América  toca  con- 
vertirlos en  voluntad  testamentaria  y  darla  respe- 
tuosa ejecución. 


DEL  GOBIERNO 

EN    SUD-AMÉRICA 

SEGÚN   LAS  MIRAS    DE   SU"  REVOLUCIÓN 
FUNDAMENTAL 


PREFACIO 


Callaría  mi  nombre  solo  por  no  embarazar  con 
mi  persona  la  discusión  de  un  grande  asunto;  no  por 
eludir  una  responsabilidad  que  asumo  gustoso  ante 
el  buen  sentido,  ante  el  honor  y  ante  la  conciencia 
de  los  americanos. 

Pero  como  este  libro  está  destinado  á  ser  leído 
principalmente  donde  todo  libro  se  explica  por  la 
persona  del  autor,  no  debe  extrañar  el  lector  europeo 
que  el  del  presente  se  ocupe  de  sí  mismo  con  tanta 
frecuencia.  En  América  la  conducta  del  autor  es  (»l 
comentario  de  la  obra,  es  su  prefacio  y  bibliografía. 

II 

Si  se  me  pregunta  por  qué  lo  hago,  contestaré 
que  por  la  misma  razón  que  me  ha  determinado  A 
hacer  todos  los  demás:  no  por  negocio,  sino  por  el 


-  8  - 

anhelo  que  ha  ocupado  mi  vida,  de  estudiar  la  solu- 
ción del  í>obierno  capaz  de  dar  progreso,  bienestar  y 
respetabilidad  al  país  de  que  soy  miembro.  Quién 
desea  pertenecer  á,  un  país  miserable?  La  dignidad 
de  nuestro  país  íoima  parte  de  la  nueí^tl•a,  y  la  de 
América  toda  forma  parte  de  la  de  cada  nno  de  sus 
listados. 

lll 

— Y  quién  lo  mete  á  V.  en  esuV— Quien  le  ha 
dado  esa  misiony — No  hubiera  sitio  usted  mas  feliz 
absteniéndose  de  ilárselaV 

Hé  ahí  la  filosofía  dominante  en  8ud-Améri<;a. 
Ojalá  fuese  la  do  Sancho  l*an;5a.  Al  mejíos  él  aspi- 
raba á  hacer  la  felicidad  de  una  ínsula.  Si  alguno 
sale  de  la  abstención  del  colono,  es  tenido  por  loco; 
y  solo  se  le  dis<:ulpa  de  ello  cuando  lo  hace  para  i*e- 
cibir  un  empleo  y  ganar  con  él  una  fortuna.  Y  con 
esta  lilosofía  so  pretende  realizar  el  .sy7/  f/orcnfmmt 
da  los  ingleses !  V  la  América  es  como  celosa  de 
esa  condición,  pi!e<  no  permite  que  haya  excepciones 
capaces  de  desmentirla  i-n  su  honor ! 


IV 


Jjas  ideas  de  e^te  libro  no  son  para  mí  un  instru- 
mento de  partido,  de  venganza,  ni  de  ambición 
personal,  ni  son  tampoco  la  expresión  del  desencanta 
ó  desaliento.  Son  nu  paso  mas,  aconsejado  por   lo 


^.xperiencia,  de  las  que  he  tenido  siempre  en  todas 
posiciones. 

Neutral  y  ajeno  al  presente,  dedicándolo  á  la  glo- 
ria de  los  que  han  muerto  y  al  heneftcio  de  los  que 
no  han  nacido;  creo  hacer  un  homenaje  al  pasado  y 
un  servicio  al  porvenir. 

Esto  solo  revela  el  intert^s  d(*l  autor,  pues  los 
muertos  y  los  que  no  han  nacido  no  dan  hono- 
res al  que  vive,  ni  empleos,  ni  recompensas. 

Lo  único  que  reclama  del  presente  es  la  toleran- 
cia; la  lil)ertad  se  sustrae  á  su  dominio  para  vivir 
en  los  recuerdos  y  en  las  esperanzas. 


Nada  pierdo,  la  Amórica  con  que  sea  uno  dií  sus 
hijos  el  que  escriba  las  verdades  que  se  van  á  leer 
acercado  su  condición  actual. 

Soore  todo  desde  que  no  son  escritas  i)ara  halagiir 
it  la  Europa,  ni  para  servir  los  inteieses  de  sus  s:;- 
herano^í. 

Si  algo  contiene  el  libro  de  que  pueda  el  autwr 
sentirse  satisfecho,  no  es  la  instrucción,  no  es  lo  {\\u\ 
solo  la  mediocridad  pudiera  llamar  talento;  sino  í;í 
perfecta  sinceridad,  la  completa  indo})endencia,  t^l 
desinterés,  el  respeto  simple  y  honesto  á  la  verdiui, 
calidades  de  que  la  aristocracia  déla  Europa  se,  hace 
un  privilegio,  y  (¡ue  cree  completamente  desapare- 
cidas de  la  América  actual. 

Este  libro  no  necesitará  á  su  aparición  sino  de  la 


—  10  — 

tolerancia  de  mis  compatriotas  los  americanos,  para 
probar  á  la  Europa  el  progreso  del  buen  juicio  en  el 
nuevo  mundo. 

Será  prudente  su  publicación  en  medio  del  acceso 
de  americanismo  que  han  suscitado  las  cuestiones  de 
Méjico  y  del  Perú  ? — No  se  dá  la  medicina  en  estado 
de  salud,  sino  en  el  de  enfermedad,  porque  su  ob- 
jeto es  curarla. 

VI 

Toda  mi  vida,  todos  los  deseos,  las  esperanzas, 
los  esfuerzos  de  mi  vida  se  han  absorbido  en  el  anhelo 
activo  y  laborioso  de  ver  convertidos  en  brillante 
realidad  los  efectos  de  ese  movimiento  que  se  ha 
llamado  la  revolución  de  América.  He  perdido  en 
ello  mi  tiempo  ?  Debo  arrepentirme  del  uso  que  he 
hecho  de  mi  existencia?  Qué  es,  en  realidad,  la  re- 
volución de  AméricaV  Es,  por  acaso,  un  cambio  mal- 
sano, efímero  y  transitorio  como  todo  lo  que  es 
malsano?  Cuál  es  su  origen?  Quiénes  son  sus  au- 
tores? Cuáles  son  sus  causas,  sus  miras,  su  objeto? 
Cuáles  son  sus  resistencias  y  obstáculos?  Cuáles 
sus  fuerzas  y  las  condiciones  de  su  victoria  defini- 
tiva? Antes  de  dejar  la  pluma  para  siempre  quiero 
ensayar  la  solución  de  esta  cuestión  compleja  en  es- 
te libro  que  será  como  el  resumen  de  mi  vida  públi- 
ca, y,  si  no  me  engaño,  el  programa  político  de  mas 
de  un  pubMcista  americano.  (1) 

(1)    Conviene  tener  presente    que  estas  líneas  se  es«Til»iMn 
en  los  monentos  en  que  Napoleón  111  imponía  la  monarquía 


-  11  — 
vn 

Qué  circunstancias  han  hecho  que  la  revolución 
me  impresione  y  apasione  mas  que  á  otros  ?  Mu- 
chas que  se  ligan  de  un  modo  casual  á  los  inci- 
dentes personales  de  mi  vida.  No  pretendo  tener 
un  sentido  aparte  para  amar  la  libertad  más  que 
otros  de  mis  compatriotas.  Yo  he  nacido  con  la 
revolución,  me  he  criado  con  ella;  sus  intereses  se 
ligan  á  los  recuerdos  de  mi  niñez  y  del  país  de  líii 
nacimiento;  sus  dogmas  y  principios,  á  los  estudios 
de  mi  juventud;  sus  perspectivas,  á  las  quimeras 
doradas  de  mi  vida. 

Entre  mis  impresiones  de  la  infancia,  por  ejem- 
plo, me  acuerdo  de  los  repiques  de  campanas  que 
á  media  noche  despertaron  á  Tucuman  con  oca- 
sión de  las  noticias  de  los  triunfos  de  Maipú  y 
Chacabuco.  Mi  extrema  infancia  mi  impidió  emi- 
grar del  hogar,  y  pude  oir  el  estampido  del  ca- 
ñón del  24  de  Setiembre,  en  el  campo  de  honor, 
á  orillas  de  Tucuman.  Me  he  sentado  en  las  fal- 
das de  Belgrano,  que  se  entretenía  con  mis  niñeces. 
Aun  llegan  á  mi  oído  los  ecos  de  la  müsica  del 
baile  con  que  el  Congreso  de  1816  celebró  su  de- 
claración de  la  independencia,  el  í)  de  Julio.  Entre 
mis  primeras  impresiones  de  Buenos  Aires,  recuer- 
do los  repiques  y  salvas  en  honor  de  Bolívar,  por 

á  M(^jico,— y  se  había  í?eneralizado  la  idea  de  que  las  otras 
repúblicas  de  Sud-Ainórica  corrían  el  rnismo  rioí^íio.  Aunen 
el  caso  de  opiniones  que,  como  se  verá,  abandona  al  dar  lin 
á  sus  estudios,  si  el  autor  transi/ria  con  la  nionaniuia,  no 
transigía  con  la  imposición  extranjera.  (El  IC.) 


—  li- 
la victoria  de  Ayacuclio.  Eji  el  seno  de  mi  fami- 
lia de  los  Araoz,  la  revolución  eia  como  religión 
tle  la  casa.  Mi  padre,  aunque  español,  era  repu- 
Micano,  á  título  de  vascuence  instruido,  lielgrano 
lo  favorecía  con  su  amistad  y  sus  visitas  frecuentes. 
He  tenido  la  fortuna  de  conocer  de  un  modo  per- 
sonal á  muchos  de  los  grandes  veteranos  de  la  re- 
volución: á  López,  el  cantor  de  sus  glorias;  á  Riva- 
davia,  á  Las  Henis,  á  San  Martin,  á  Pinto  íde  Chile), 
á  Diaz  Velez,  á  La  valle,  á  Paz,  á  La  Madrid,  á 
Alvear,  á  Olazabal,  á  Flores  (del  Ecuador),  á  Ro- 
dríguez; así  como  á  los  héroes  afamados  y  equívocos 
dii  la  demociacia  triunfante,  tales  como  Fa^íundo 
Qniroga,  el  geneial  Rosas,  etc.,  etc. 

VIII 

Ni  honores,  ni  fortuna,  nada  le  debo  á  la  revolu- 
ción, para  que  el  amor  (]ue  le  tengo  se  parezca  á 
gratitud  inrei'esada.  En  la  edad  y  con  la  salud  que 
me  dejan  poca  aptitud  para  la  vida  pública,  nada 
espero  de  ella. 

Citaré  lo  que  he  hecho  por  la  revolución  en  lai)olí- 
tica y  en  la  diplomacia ? 

Las  cruces  brillan  en  mi  pecho  por  su  ausencia, 
sin  que  las  d  e^deñe  por  eso. 

Mis  sufrimientos  por  su  causa  en  la  emigración, 

la  pobreza,  el  olvido,  la  calumnia nada  me  indis 

lione  con  ella;  y  si  tuviese  que  i-ecomenzar  mi  vida, 
la haiía  del  mismo  modo. 


—  L^  - 

Creo  que  no  e^ctán  fuera  de  lugar  en  un  preíacio 
estos  recuerdos,  para  la  explicación  exacta  de  mis 
destinos  y  de  mis  opiniones  sobre  el  gran  drama  que 
absorbe  la  vida  de  América. 


IX 


Con  la  edad,  mis  opiniones  y  mis  juicios  sobre  la 
revolución  han  cambiado  en  este  sentido:  se  lian 
debilitado  y  modificado  con  respecto  á  los  h'm- 
hres:  se  han  completado  y  fortificado  con  respecto  á 
los  principios,  á  los  intereses,  á  las  fuerzas  natu¡*a- 
les  que  han  producido  la  jevolucion. 

Es  la  marcha  natural  de  las  ideas  en  todo  hombre, 
en  toda  í-ociedad.  A  las  primeras  impresioncís  de  la 
juventud,  en  que  los  hechos  se  muestran  personifi- 
cados en  hombres  y  traducidos  en  imágenes  gran- 
des, suceden  los  juicios  filos,  claros,  de  la  experien- 
cia de  la  vida  y  de  la  madurez  de  la  razí)n. 

La  revolución,  en  mi  primera  juventud,  era 
la  obra  exclusiva  de  nuestros  grandes  hombres; 
era  la  obra  de  Moreno,  de  (kistdli,  de  lieUira- 
no,  etc.  La  edad  me  ha  hecho  ver  simples  ins- 
trumentos auxiliares  de  las  fuerzas  que  han  pro- 
ducido nuestra  transformación,  y  que  la  prosiguen 
y  desarrollan,  sin  sus  primeros  autores,  y  á  favor 
de  la  iní>ub3istencia  de  ous  gobiernos  sin  poder  y 
sin  plan. 


—  14  — 


Dedicando  este  libro  á  San  Martin,  Belgrano,  Bo- 
livar,  O^Higgins,  etc.,  y  poniendo  su  doctrina  bajo 
los  auspicios  de  sus  nombres  gloriosos,  pruebo  que 
reconozco  lo  que  América  les  debe  y  el  respeto 
que  yo  mismo  les  profeso. 

Pero  yo  incurriría  en  una  iniquidad  muy  general 
si  no  respetase  mas  que  á  ellos,  á  nuestros  verdaderos 
libertadores. 

Esos  guerreros  no  han  sido  sino  instrumentos  y 
brazos  de  nuestros  libertadores,  que  no  son  otros  que 
los  grandes  intereses  generales  de  la  civilización 
(ó  los  2)nncipios,  como  se  dice  en  la  escuela),  que 
se  sentían  heridos  por  un  estado  de  cosas  que  arre- 
bataba al  género  humano  el  goce  de  una  cuarta  par- 
te del  globo  terráqueo,  en  obsequio  de  una  sola 
nación   perezosa  y  atrasada. 

Estos  libertadores  sin  cuerpo,  sin  nombre,  sin 
forma,  pero  mas  poderosos  que  los  Eeyes,  pues  triun- 
faron de  ellos,  son  acreedores  á  nuestro  respeto 
eterno,  como  es  eterno  el  apoyo  y  sosten  que  nos 
prestan. 

Los  guerreros  vivieron  y  pasaron.  Los  intere- 
ses de  la  civilización,  quedan  protegiéndose  pei'- 
pétuamente,  como  los  ángeles  terrestres  que  guardan 
nuestros  destinos  nacionales. 

Señalarlos,  respetarlos,  guiarnos  por  ellos,  ha- 
cerlos el  alma  de  nuestras  leyes,  la  regla  de  nues- 
tra  política,    los    consejeros  de  nuestros    gobier- 


^  15 

nos,  es  p:ini   Ainérica  el  arte  de   ser  grande    y 
de  ir  derecho  á    sus  grandes  destinos. 

EsQs  principios  son  los  que  en  Inglaterra  se  lia 
llamada  (leclaracion  de  ¡os  dcrecims;  lo  qne  en  Fran* 
eia  se  llama  principios  de  1789;  lo  que  en  el  Plata, 
m  apéliii!^  prinapios  dría  revoiucmi  de  MvtifO. 


XI 


La  revohicion  de  Anu^rica  exije  una  reforma  eii 

interés  de  su  honor  y  de  su   salvación.      Ha 
ido  alterada  por  lüs  demagogos,  que  han  hecho 
de   ella  un  mercado  sacrilego  y  un  medio  d«?  ex 
plotacion. 

La  han  convertido  en  un  mónstinio;  y  para  em- 
bellecer este  aborto  han  afeado  el  pensamiento  de 
sus  gloriosos  autores. 

Es  preciso  volver  á  la  patria  primitiva;  resta- 
blecer  el  sentido  genuino  de  la  revolución;  releer 
sus  grandes  textor  é  inspirarse  en  ellos. 

Solo  en  la  doctrina  primitiva  de  sus  apóstoles 
de  espada  y  de  pluma,  encontrará  la  América  1;* 
solución  que  debe  sacarla  de  su  crisis  present* 

Es  preciso  retrotraer  la  revolución  á  los  tiem 
:)s,  á  las  ideas  y  al  patriotismo  desinteresado  y 
rande  de  los  Sun  Miftiin^  Beíynino,  lÜvadavia 
BoHvar,  Suarez^  (rfíir/ffinSyC-arrern^  etc, — Losfa 
¡riscos  de  la  Repüblicaj  son  los  que  han  enc^^ntraflo 
fel  secreto  de  comer  y  beber  siu  trabajar,  disfra- 
2?ándose  ante  los  pueblos,  para  hacerse  simpáticos, 


—  IG  — 

con  los  trajes  y  vestidos  robados,  no  heredados, 
á  esos  grandes  hombres;  y  la  obra  que  estos  ayu- 
daron á  fundar  para  la  patria,  los  fariseos  .se  la 
han  apropiado  para  sí,  sustituyendo  al  evangelio 
del  orden  y  de  la  libertad,  el  de  su  egoísmo  in- 
solente y  parricida. 

xn 

No  doy  un  voto,  hago  un  estudio  en  lo  que  voy 
ii  decir  sobre  el  gobierno  en  América.  _Ni  doy 
un  estudio  acabado,  sino  apenns  comenzado;  pu- 
diera ser  que  de  él  saliera  mas  republicano  que 
monanjnlsta.  Tal  es  la  independencia  de  espíri- 
tu y  el  desinterés  con  que  le  emprendo. 

El  derecho  de  estudiar  y  de  examinar  el  go- 
bierno que  conviene  al  país,  es  el  mas  inherente 
á  todo  sistema  de  libertad;  así  como  el  votar  se- 
gún las  convicciones  debidas  al  estudio,  es  el  dere- 
cho mas  precioso  del  hombre  libre. 

Pensar  o  cre.r  á  priora  que  pueda  ser  un  insulto, 
para  la  América  atrasada,  la  adopción  del  gobierno 
que  no  es  un  insulto  para  la  culta  Europa,  es  preten- 
sión ridicula  y  desnuda  de  sentido  común. 

XIII 

Discutiendo  la  monarquía  o  la  república  no  en- 
tro en  sus  principios  metafísicos  ó  filosóficos;  no 
las  comparo;  no  establezco  preferencias  de  escue- 
la 6  de  sistema. 


17  — 


hm  considero  como  métodos  prácticos  da  vida  po 
títiea,  como  reglas  usuales  de  conducta,  y  deduzco 
de  las  neceííidades  y  conveniencias  del  suelo  y 
ale  la  época,  la  razón  de  preferencia  de  la  una  sobre 
la  otra,  dejando  á  cada  sistema  el  derecho  á  los 
l*e»peto8  que  merecen  de  sus  secuaces  bajo  el  as- 
IK'tio  de  los  principios. 

De  lo  que  puedo  responder  es  de  mi  intención  y 
de  mi  amor  zil  suelo  y  al  pueblo  americano,  en 
que  no  inrtn.ye  la  forma  de  gobierno,  sino  para  que- 
brantarlo cuanto  mas  desgraciado  es  por  la  que 
tiene- 

Por  ningún  honor,  por  ningún  rango  renun- 
ciiiria  á  ser  americano,  sin  perjuicio  de  mis  sim- 
patías por  Europa,  Lejos  de  buscaí-  su  humilla- 
cion,  no  quiero  sino  su  realce  y  grandeza,  viéndola 
gobernar  por  el  sistema  con  que  se  gobierna  la 
nación  mas  civilizad;!,  mt^^  po*lprosa,  mas  digna 
del  género  humano 

Lejos  de  ser  prueba  de  de^afecruon  á  la  Amé- 
rica el  desearle  un  gobierno  mejor  que  el  qur*  ha 
tenido  por  cincuenta  años,  yo  sostengo  que  es  pr<'- 
ciso  detestarla  para  desear  que  ella  no  tengan  otro. 

No  me  importa  la  forma  del  que  ha  de  bater 
su  felicidad,  con  Uil  que  no  sea  la  que  bn  i"- 1"> 
gu  desgracia  hasta  aquí. 

Si  en  lugar  de  la  monarquía  se  conociese  otra, 
yo  suscribiría  á  ella  con  doble  placer  ciue  «i  uiia 
forma  que  despierte  alarmas. 

Lo  que  yo  creo  es  que  la  América  del  Sud  no 
merece  la  suerte  que  le  cabe. 


—  18  — 

Que  la  revolución  anunciada  con  tanta  pompa 
al  mundo,  á  principios  de  este  siglo,  no  tuvo  ni 
pudo  tener  por  objeto  crear  el  estado  de  cosas  que 
prevalece  en  Boüria,  en  el  Plata ^  en  Venezuela^ 
en  Nueva  Granada^  en  Centro  America^  en  el  Pem. 

Con  toda  la  fuerza  de  mi  amor  á  la  América 
yo  deseo  el  fin  de  ese  estado  de  cosas;  yo  desea 
el  fin  del  sistema  de  gobierno  que  lo  produce  con 
una  generalidad  que  no  deja  duda  de  que  la  causa 
es  él  y  no  otra. 

XIV 

8e  necesita  detestar  á  la  América  del  Sud  para 
desear  que  se  prolongue  la  suerte  que  le  cabe  hoy 
(lia.  Yo  que  no  puedo  detestarla,  la  deseo  nue- 
vos y  mejores  destinos. 

La  deseo  un  cambio  tan  completo  como  es  com- 
pleta su  desgracia  presente. 

Pero  desearla  masbienlainamovibilidad  y  la  per- 
petuidad de  su  desgracia,  si  el  cambio  ha  de  ser  con 
otras  condiciones  que  las  siguientes:  pacífico  y  par- 
lamentario; sucesivo  y  gradual;  legal  y  constitucio- 
nal; sin  guerra,  ni  revoluciones;  sin  conquista,  ni 
protectorados;  sin  anexiones,  ni  recolonizacion;  sin 
perjuicio,  en  fin,  el  mas  pequeño  de  la  independencia, 
de  la  libertad,  de  la  soberanía  del  pueblo,  de  la  dig- 
nidad y  honor  de  la  América  y  de  los  americanos. 

Si  para  reformar  la  condición  de  América  es  de 
necesidad  sacrificar  estos  principios,  prefiero  la  guer- 
ra civil,  la  anarquía  y  el  despotismo,  en  que  vivi- 


-  lí»  - 

mos  de  continuo.  De  una  crisis  acompañada  de  esos 
principios,  puede  surgir  la  vida.  Con  el  sacrificio 
de  ellos,  la  mejor  condición  degenera  en  decadencia 
y  ruina.  Yo  combino  un  plan  de  reforma  que  no 
exija  el  sacrificio  de  ninguno  de  esos  principios. 
Puede  ser  que  rae  equivoque  en  la  eficacia  de  mi 
plan;  pero  lo  mas  que  puede  tener  de  malo  es  el  ser 
ineficaz. 

Tentar  nuevas  vías,  cuando  las  conocidas  son 
malas,  es  el  deber  mas  sencillo  de  prudencia. 

Cambiar  un  método  de  vida  conocidamente  inefi- 
caz, por  otro  cuya  ineficacia  es  discutible,  tampoco 
es  una  conducta  desacordada.  Este  puede  ser  en  el 
peor  caso  ti  carácter  de  la  política  que  yo  expongo 
en  este  libro. 

XA' 

Como  el  gran  cambio  previsto  en  él  (y  que  no 
es  sino  un  paso  de  la  revolución  de  América)  5>e 
opera  en  fuerza  de  una  lej''  superior  á  la  volun- 
tad de  los  pueblos  y  de  los  gobiernos,  todo  lo  que 
hoy  tiene  lugar  en  la  vida  práctica  de  los  unos 
y  los  otros,  sirve  y  conduce  á  su  realización. 

Unos  gobiernos  (son  los  menos)  lo  preparan  por 
lo  que  hacen;  otros  (los  mas)  por  lo  qwe  destru- 
yen ó  dejan  de  hacer. 

En  qué  cambio  no  es  requerido  un  trabajo  de 
demolición?  Es  posible  edificar  obra  alguna  en 
este  mundo  sin  empezar  por  demoler  lo  que  le  sirve 


—  20  — 

de  obstáculo?  Xo  sería  preciso  demoler  la  Re- 
pública para  fundar  la  monarquía? 

Así,  nada  de  lo  que  forma  el  tejido  de  la  vida 
presente  en  la  política  de  Sud-América,  merece 
la  pena  de  inquietar  3'  aflijir  nuestras  esperan- 
zas, fundadas  en  el  gran  cambio  complementario 
de  la  revolución  de  América. 

Para  calmar  á  esos  gobiernos  sobre  las  miras  de 
nuestro  cambio  de  salud  y  de  paz,  imitaremos  las 
palabras  del  divino  revolucionario:  Nuestro  reino 
110  es  de  este  tiempo:  damos  al  presente  lo  que  es 
del  presente  y  al  porvenir  lo  que  es  del  porvenir. 

Trabajando  por  el  presente  que  es  padre  del  por- 
venir, vosotros  mismos,  que  sois  nuestros  hermanos, 
colaboráis  sin  sospecharlo  en  la  obra  común  de 
la  regeneración  americana. 

XVI 

En  esta  campaña  estoja  solo,  no  tengo  aliados; 
trabajo  con  los  muertos.  Mis  companeros  de  armas, 
ó  mas  bien,  mis  generales,  son  Bolivar,  lielgra- 
no,  San  Martin,  Sucre,  porque  no  hago  sino 
asimilarme  sus  ideas,  cumplir  su  pensamiento, 
obedecer  sus  órdenes,  porque  la  posteridad  agrade- 
cida debe  tomar  como  órdenes  y  mandatos  las 
últimas  voluntades  de  sus  grandes  hombres 

Uno  de  los  efectos  que  ha  producido  la  república 
es  que  ha  dejado  el  suelo  de  América  sembrado  de 
ruinas  de  hombres  públicos  y  monstros  de  egoismo. 

Los  que  han  vivido  largos  años  en  la  emigración. 


^'21  - 

se  han  acostnmbrado  á  no  gatítar  ni  concurrir  con 
sacrificio  alguno  á  la  vida  piiblira;  y  como  los  judíos 
se  han  hahitnado  ú  ^^  ^'"^raja  de  la  abstención  forza- 
da del  cxlranjeiu 

Tara  estos  3'  i)ara  otros,  la  mejor  forma  de  gobier- 
no es  la  que  no  les  pide  el  desembolso  de  un  real. 

El  menor  sacrificio  los  echa  al  sistema  opues- 
to del  qne  se  los  exije.  Si  la  monarquía  les  pi- 
de nn  real,  se  yuelven  republicanos  frenéticos.  Mo- 
narquiistas  platónicos,  son  mas  inofensivos  que  los 
carneros  merinos  para  la  república  reinante. 

La  ingratitud,  que  es  inherente  á  la  república, 
ha  creado  en  Amt^rica  un  egoísmo,  que  no  es  menos 
inherente  á  ella:  tan  grande  como  la  ingratitud  ó 
mas  aun. 

Pero  egoísmo  tartufo,  <]Ue  idde  para  sí,  en  nom- 
bre de  la  patria:  es  un  comercio  que  se  aver- 
güenza de  serlo  y  que  hace  su  lucro  con  el  nom- 
bre de  una  virtud  que  míente. 

xvn 


Este  iirjio  no  es  un  pioy^ciu,  ni  nn  pian  de  niu- 
narquía.  No  es  ni  un  consejo  en  favor  de  esa  forma. 
Mucho  menos  es  partid  de  plan  ó  trabajo  alguno  di- 
rigido á  reemplazar  la  repüblica  por  la  monarquía. 
Cambios  semejantes  no  se  llevan  á  cabo  en  pocos 
ufios,  y  el  autor  que  ha  gastado  todos  ]os  de  su  vida 
en  ensayar  la  organissacion  republicana,  no  empeza- 
ría á  la  edad  (|ue  tiene  A  ensayar  la  forma  mo 
narquista.  con  la  esperanza    de    completarla  tras 


un  interés  personal.  íll  discute,  explica,  exami- 
na cuál  es  la  forma  de  gobierno  mas  capaz  de  dar  á 
América  del  Sud  el  orden,  la  libertad  y  el  progreso, 
que  su  revolución  tuvo  en  mira  y  que  ha  l)Uscado 
en  vano,  durante  cincuenta  años,  por  la  forma  re- 
publicana. 

El  autor  busca  lo  que  buscó  la  revolución;  quiere 
lo  que  ella  quizo;  cree  en  los  principios  que  ella  pro- 
clamó, y  solo  puede  disentir,  no  coi  la  revolu- 
ción, sino  con  la  actualidad,  en  cuanto  á  los 
medios  de  realizar  esos  principios. 

Discutir  la  forma  de  gobierno  á  la  faz  de  un  go- 
bierno que  nada  deja  por  desear,  es  cuando  mas 
una  impertinencia. 

Pero  dejar  de  discutirla  en  presencia  de  gobier- 
nos que  no  acaban  de  constituirse  definitivamente 
en  cincuenta  años,  es  gana  de  no  constituirse 
jamás. 

Los  dogmas  religiosos,  como  bases  del  orden  so 
cial  que  son,  pueden  estar   al    abrigo  de  la  dis- 
cusión.   Pero    llamar  dogma  á  la  república  para 
hacerla  indiscutible,  es  un  sacrilegio  tan  gratui- 
to, como  lo  seria  el  dar  ese  mismo  nombre  á  la  mo 
narquía. 

l'oda  discusión  es  santa  cuando  puede  contribuir 
á  desarmar  resistencias  sangrientas,  á  purificar  las 
reformas  exijidas  por  la  salud  del  país,  y  sol)re  todo 
á  resolver  por  la  paz  y  la  discusión  civilizada  los 
])r()blemi!s  (jue  la  sangre  y  las  armas  n«>  han 
podido  rL'solver  en  medio  siglo. 

El  autor,  gracias  á  Dios,  no  está  en  el  caso  de 


—  23  — 

l?olivar  y  San  Martin,  de  temer  que  digan  que 
üspira  á  coronarse,  si  tiene  que  decir  algo  en  favor 
de  la  monarquía. 

La  monarquía  asimilada  por  nosotros  al  des- 
potismo^ no  es  celosa  de  que  se  aplique  y  aún  aplau- 
da la  república.  La  repühUca,  que  nosotros  con- 
fundimos con  la  libertad,  probaria  su  liberalismo 
condenando  toda  discusión  favorable  á  la  nionar- 
^luía? 

Discutir,  no  es  conspirar;  es,  al  contrario,  preve- 
nir las  conspiraciones.  Toda  traba  impuesta  á  la 
libertad  de  discusión,  es  barbarie,  aunque  proce- 
da de  la  libertad  misma,  en  cuyo  caso  es  ade- 
más suicidio;  pero  sobre  todo,  es  imprudencia, 
provocación. 

La  discusión  dirijida  al  país  mismo,  en  lugar  de 
dirijirse  al  extranjero,  tiene  por  objeto  hacer  que  el 
país  haga  expontánea  y  pacíficamente  por  sí,  la  re- 
forma que  fuera  peor  dejar  al  extranjero,  constitui- 
do en  instrumento  de  la  civilización  de  ambos  mun- 
dos, en  nombre  de  nuestra  abyección. 

Discutir  una  ley  no  es  desconocerla  ni  desobe- 
decerla. 

Prestándole  obediencia  ciega  se  puede  discutir  su 
utilidad  y  las  mejoras  de  que  es  susceptible.  Esta 
es  nuestra  actitud  ante  la  república. 

Si  toda  constitución  puede  reformarse,  es  porque 
toda  constitución  puede  discutirse,  pues  no  se  refor- 
ma con  acierto  sino  lo  que  se  discute  con  libertad. 


—  24  — 

XVIII 

No  niego  que  muchas  de  las  ideas  de  este  libra 
estén  en  oposición  con  las  que  he  tenido  antes 
de  ahora  sobre  los  mismos  objetos. 

Puede  ser  que  en  las  actuales  esté  yo  equivoca- 
do y  no  en  las  pasadas.  Pero  dudo  que  uno  se  alejé 
déla  verdad  á  medida  que  mas  estudia,  que  mas  vi- 
ve, que  mas  observa,  que  mas  experimenta  y  que 
menos  interés  personal  tiene  en  las  reformas.  De 
lo  que  respondo  al  lector,  es  que  todo  el  interés  del 
cambio  reside  en  el  interés  exclusivo  de  la  verdad. 

De  dónde  y  desde  cuándo  me  vienen  mis  opi- 
niones actuales  sobre  el  gobierno  á  la  europea? 
Las  debo  acaso  al  hecho  de  haber  vivido  algunos 
años  en  Europa?  No  es  razón  para  odiarla  cen 
tralizacion  el  verla  florecer  de  cerca.  Pero  mi  de- 
cisión en  su  favor  tiene  otro  origen  mas  legítimo, 
y  es  el  haber  ensayado  sin  fruto,  durante  casi  toda 
nuestra  vida,  la  organización  de  un  gobierno  repu- 
blicano federal  en  el  Plata. 

He  sacado  mis  convicciones  de  la  misma  fuente 
en  que  tomaron  las  suyas  Bolívar,  San  Martin, 
Monteagudo,  Kivadavia,  Belgrano:  de  los  esfuerzos 
impotentes  por  llevar  á  ejecución  la  república  fe- 
derativa: de  la  experiencia. 

Se  dirá  que  esos  grandes  americanos  solo  estu- 
vieron por  el  gobierno  á  la  europea  cuando,  no  con- 
solidada la  república,  todavía  podía  restablecerse  la 
otra  forma  ?  Este  argumento  se  resolverla  en  es- 
te otro:  la  república  federal  era  inadmisible  cuan- 


^25- 


do  se  ignoraba  si  podría  plantearse  3^  estaba  iíio- 
eciite  de  todo  mal  cansado  al  país;  pero  Iioy  que  van 
corridos  cincuenta  afios  de  vanos  esfuerzos  para 
plantearla,  y  que  le  debemos  estragos  de  todo  génn- 
ro,  hoy  st»ría  iiracional  abandonarla. 

Se  me  dirá  que  boy  conocemos  menos  la  U'O- 
narquía  que  la  república?  Yo  tumbien  be  dado 
esta  razón  abora  diez  ailOi<,  cuanclo  creía  que  nues- 
tro ensayo  iba  á  ser  mas  feliz  que  los  de  nuestros 
padres.  Pero  mas  tarde  me  ha  venido  esta  relie- 
xión:  si  el  olvido  de  todo  régimen  de  centraliza- 
cion  es  razón  para  desecharlo,  también  podríamos 
desechar  torta  consolidación  nacional  y  vivir  sin  go- 
bierno, porqufc  en  cincuenta  afios  no  lo  baldamos 
teniílo  y  hoy  entendemos  menos  el  gobierno  que  la 
Jinarqüía. 

Son  dos  cuestiones  que  no  se  deben  ronfundir: 
primera— la  conveniencia  de  la  monarquía  en  toda 
América  v,  gr.: — segunda,— su  derecho  esclnsivo 
á  dállela  á  sí  misma,  y  á  no  recibirla  del  extran- 
jero.— Dársela  á  j^í  misma,  es  confirmar  la  inde- 
pendencia. Es  quitar  al  extrangero  el  derecho  de 
intervenir.  Es  adelantarse  á  los  sucesos,  y  hacer 
por  la  voluntad  lo  que  ellos  harian  por  la  gueri'a. 

Lo  expontáneo  de  su  establecimiento  es  tal  vez 
lo  que  mas  favorece  á  la  monarquía  del  Brasil;  pero 
esa  expontaneidíid  no  excluyó  la  cooperación  de 
Portugal,  poder  europeo,  en  la  creación  de  ese  tro- 
no americano.  Y  esa  cooperación  no  empaña  su 
americanismo. 


—  2t;  — 

XIX 

Pretender  que  en  la  república  no  es  lícito  emitir 
opiniones  favorable^,'  al  gobierno  á  la  europea,  e« 
probar  que  éste  es  mas  conciliable  con  la  libertad  de 
opinar,  pues  todo  liombre  tiene  la  de  coníesarse 
republicano  ante  las  monarquías  absolutas  de 
Europa. 

Pero,  admitir  una  opinión  favorable  á  la  monar- 
quía, no  es  votar  por  ella,  ni  declararse  monarquis- 
ta. Es  simplemente  discutir  una  cuestión  de  la 
mas  grande  vitalidad  y  declarar  admitible  lo  que  pa- 
rece admisible. 

Yo  me  siento  y  me  confieso  republicano  por  ins- 
tinto, por  educación,  por  simpatía.  Hay  alguien 
que  no  sea  republicano  en  este  mundo,  si  se  hace 
abstracción  de  la  realidad?  Quién  no  ama  la 
igualdad?  quién  quiere  ser  esclavo?  quién  desea 
ser  inferior  á  su  semejante? 

La  república  es  el  bello  ideal  del  gobierno;  pero 
el  liombre,  por  desgracia,  vive  en  el  mundo  de  lo 
real.  No  se  elije  el  gobierno  como  objeto  de  arte, 
sino  como  conveniencia,  como  hecho  i)osible.  Ha- 
bría ideal  mas  elevado  que  el  de  un  país  sin 
gobierno  alguno?  Pensad  en  la  realidad  de  esa 
hipótesis  y  os  hará  temblar  su  solo  pensamiento. 

Xo  es  por  (justo  que  se  adopta  la  monarquía;  es 
por  necesidad:  por  resignación;  por  una  necesidad  de 
nuestra  pobre  naturaleza  humana;  para  escapar  de 
la  tiranía  de  todo  el  mundo;  para  no  andar  de  mano 
en  mano,  sin  cambiar  de  tirano:  los  pueblos  jamás 


—  27  — 

dejan  lo  mas  bello  y  abrazan  lo  menos  dañoso. 
Todo  el  mundo  hace  como  (raribaldi:  cuando,  aman- 
do la  repúhUca,  sirve  la  monarqjuía,  es  la  expresión 
de  la  voluntad  de  su  país. 

Soy  republicano,  en  fin,  porque  la  república 
es  el  gobierno  de  mi  país.  Lo  seré  mientras  ten 
ga  la  sanción  de  los  argentinos;  por  respeto  á  mi 
país. 

No  seré  conspirador  contra  la  república,  mien- 
tras ella  sea  la  expresión  de  la  voluntad  de  mi  país. 

Pero  como  la  república  no  es  dogma,  yo  puedo 
discutirla,  como  be  dicho,  sin  faltarle  al  respeto  y 
sin  dejar  de  obedecerla. 

Si  la  hallo  menos  útil  que  la  monarquía  y  la 
respetaré  siempre  por  ser  el  gobierno  de  mi  país, 
pero  confesaré  mi  opinión  acerca  de  la  monarquía. 
Haré  con  ella  lo  que  con  una  mala  ley  civil. 

XX 

El  C.  du  G ,  belga,  y  otros  que  no  son  ame- 
ricanos, son  opuestos  á  la  monarquía  en  América. 

Yo,    que    soy   americano,    creo   tener    derecho 
á  pensar   de    otro    modo,    sobre  los  asuntos    que 
interesan  á  mi  país,  que  los  extranjeros,  sin  tenioi* 
deque  mis  disentimientos  prueben  falta  de  i)atrio 
tismo. 

Si  otros  son  pagados  para  atacar  la  nionaríinía 
en  América,  yo  puedo  asegurar  (|ne  no  lo  soy 
para  defenderla  en  Europa. 

Ni  espero  en  pago  futuros  rangos.  Si  no  estoy 


-  28  — 

por  la  república  en  el  gobierno  de  mi  país,  para 
el  gobierno  de  mi  persona  yo  no  tengo  ni  tentlré 
otra  forma.  Yo  tengo  la  república  en  mis  venas 
con  la  sangre  vasca.  Tengo  esta  competencia  para 
aplaudir  la  monarquía. 

He  firmado  tratados  importantes  en  España, 
que  yo  mismo  he  cangeado. 

Tenía  credenciales  de  Ministro,  que  pude  pre- 
sentar después  del  tratado.  Ni  las  presenté,  ni  vi 
á  la  Reina,  y  me  retiré  sin  pretender  condecoracio- 
nes, que  me  eran  tal  vez  debidas  por  los  usos,  pero 
que  habrían  sido  inútiles,  pues  todo  lo  que  me  dis- 
tingue del  comunes  un  suplicio  para  mí. 

En  los  seis  años  que  he  sido  ministro  en  las  cortes 
de  París  y  Londres,  jamás  mis  sirvientes  han  lleva- 
do librea,  ni  mi  coche  armas,  ni  mi  casa  letrero 
alguno  que  la  distinguiera  délas  otras. 

Si  mi  país  me  ha  pagado  de  algún  modo  mis 
servicios,  podría  decirse  que  era  con  un  laurel  favo- 
rito de  los  republicanos — el  del  Cristo — es  decir, 
con  una  corona  de  espinas,  que  nada  tiene  de  la 
vanidad  aristocrática.  Mi  despego  por  las  decora- 
ciones ha  sido  causa  que  ésta  quedara  oculta;  si 
hoy  revelo  que  la  tengo  es  para  mostrar  que  el 
(leseo  de  ver  á  mi  país  bien  gobernado,  no  signi- 
fica amor  á  los  honores. 

XXI 

Se  dirá  que  es  porque  no  entiendo  la  república 
íjue  me  quejo  de  la  que  tenemos? 


^29  — 


He  visto  las  dos  primeras  repúblicas  del  mundo. 
tos  Estados  Unidos  y  la  Stáui,  y  por  lo  mismo  ro 
n(»3^co  prácticamente  lo  tüstante  que  el  pueblo  de 

ul-Américíi  está  de  la  capacidad  exieriílíi  por  esa 

Será  que  no  conozco  á  fondo  la  república  en  Sud- 
América?     El  modo  de  organizaría  ha  sido  el  e> 
ludio  favorito  de  toda  mi  vida.     No  conozco  libn 
de  Sud  America  mi^í^pMmsos  (?)  que  los  mios;  so 
l>re  la  república.     Por  algo  ha  reimpreso  ella  mii4 
critos  y  decretado  el  depósito  de  sus  autógrafos  en 
I  archivos  públicos 

Si  la  he  representado  durante  ocho  ailos  en  las 

jriraera^  cortes,  nunca  he  conocido  mejor  su  poco 

liaren  el  mundo  (lae  representándola  en  Europa. 

Se  dirá  que  no  tengo  motivos  de  estar  agrade- 

||do  á  la  república. 

En  todo  caso,  menos  debo  á  los  reyes  que  á  los  i>re- 
"^identcg,     A  ningún  gobierno,  á  ningún  sistema 
íbo  nada.     No  los  he  explotado  como  industria 
fada  les  he  pedido. 
No  conozco  escritor  argentino  á  quien  la  Fran- 
cia deba  mas  simpatías  que  á  mí,  en  el  Rio  dr 
la  Plata,  su  país  favorito  de  emigración.   Dígalo 
Rosas  mismo.   Yo  presente  á  Lavalle  á  los  france- 
ses, en  1839;  yo  formé  la  coalición,  rfíTri¿awf/o(?) 
is  preocupaciones  popuhires  que  la  resistítin.   Di 
finio  Eclieverría  y  Florencio   Várela,  Yo  he  re 
dactado  Uis  leyes,  que,  según    Jules   Duval,   son 
modelo   de    hospitalidad   para  el  inmigrado  euro 
en   América.  Yo  he  vencido  en  la  diploma- 


—  :^)  — 

cia  las  últimas  resistencias  del  localismo  en  Buenos 
Aires  á  la  libre  navegación  de  los  afluentes  del 
Plata,  obligándole  á  prescindir  de  su  protesta  con- 
tra los  tratados  que  la  consagran.  He  cultivado 
siete  años  las  relaciones  de  mi  país  con  Francia. 
Pues  bien:  yo  no  tengo  la  cruz. 

España  me  debe  otro  tanto  6  mas:  yo  he  firmado 
allá  tres  tratados,  y  ningún  escritor  americano  ha 
trabajado  mas  que  yo  en  la  rehabilitación  de  su  nom- 
líj'o  en  la  América  española.  Pues  bien,  yo  no 
tengo  la  cruz. 

He  ahí  mi  título  á  ser  creido  cuando  hablo  en 
líuropa  de  la  monarquía,  que  me  ha  tratado  tan  mal 
como  la  república  en  América. 

Están  en  este  caso  los  repiihUcanos  que  me  atacan  ? 
Casi  todos  ellos  tienen  condecoraciones  debidas  á  los 
rej^cs,  y  fortunas  debidas  á  las  repúblicas.  Pero 
tal  vez  poi"  esta  doble  razón,  cortejan  á  la  república 
en  alto  y  á  los  reyes  en  secreto. 

Me  parece  ya  verlos  delante  de  mí  á  la  aparición 
de  este  libro.  Lo  leen  y  su  primer  pensamiento  es 
el  efecto  que  va  á  producir  en  las  preocupaciones  del 
pueblo;  los  veo  saltar  de  gusto  esclamando:  Está 
perdido:  nunca  será  elegido  para  ningún  empleo. 

Jamás  se  preocupan  ellos  de  lo  que  es  verdad  6 
error.     A  qué  fin  se  preocuparían  de  eso? 

No  han  de  decir  la  verdad  auníjue  la  crean  tal, 
si  piensan  (jue  puede  dañarles  en  las  simpatías  del 
pueblo  que  debe  darles  empleos. 

Decir  lo  que  agrada,  aunque  lo  crean  error;  sa- 
ber íiué  es  lo  que  agrada  á  la  ignorancia  del  pueblo; 


r^  u  — 

estmliar  á  fondo  esa  ignorancia  y  servirla  á  las  mil 
maravillas;  abstenerse  escruimlosamente  de  decir,  de 
e6crihir,deliarí'r  nada  <]Up  desagrade  al  pueblo, — he 
lüil  el  tipo  de  los  críticos  i|ue  van  tí  juzgar  este  libro. 

Y  son  esos  los  que  hablan  contra  los  cortesanos ! 
B^s  lo8  4ue  ílicen:  se  ha  perdido !  se  ha  llevado 
im  chasco  '  su  libro  va  A  atraerle  el  odio  de  Amé- 
rica' 

Pues  bien:  o^  engañáis:  no  me  he  llevado  chasco. 
Caento  desde  ahora  con  el  odio,  no  del  pueblo^ 
8ÍI1U  de  los  explottidores  del  pueblo- 

No  he  sac^ido  mis  cuentas  como  vosotros  Otros 
son  mis  cálculos,  no  los  empleos. 

Ym  sé  rumo  ganáis  vosotros  el  favor.  Podría  te- 
nerlo  á  ese  título.  No  lo  quiero.  Es  un  robo.  En- 
venenáis al  pueblo  para  agradarle  y  deberle  empleos. 
Kse  m  vuestro  patriotismo. 

XXll 


''onuierola  república  pui' simpatía  y  hábito;  la 
íspeto  como  ley  «le  mi  país;  la  obedeceré,  no  le 
iré  jamás  traición,     Pero  reconoceré  ante  ella, 
ífóilmente»  i|ue  na  es  el  gobierno  capaz  de  servir  las 
'Trr-ís  conque  se  hizo  la  revolución  de  América. 
miras  son  la  libertad,  la  independencia,  la  po- 
rania   del  pueblo,  la    civilización.     Puest^is  en 
lianza  con  la  trpúUica.yola^  prefiero. 
Todo  el  problema  está  en  saber  si  debemos  gober- 
namos nomo  nos  gusta,  ó  como  nos  conviene.     En 
umteria  de  conducta,  la  honestidad  manda  suhordi- 


^^  32  — 

nar  los  gustos  á  las  conveniencias  de  orden  y  de  bie- 
nestar general. 

Amando  lo  mejor,  nos  resignamos  á  lo  menos 
malo,  cuando  lo  mejor  se  nos  escapa  y  lo  menos  malo 
es  acequible. 

Seré  de  mi  país  antes  que  de  mi  gobierno;  seré 
americano,  antes  que  republicano  ó  monarquista. 

Mientras  la  república  sea  el  gobierno  de  mi  paí  >, 
la  respetaré  y  le  seré  fiel;  mi  respeto  por  ella  no  será 
otra  cosa  que  mi  respeto  á  la  voluntad  del  pueblo 
argentino,  á  la  ley  existente;  pues  nunca  seré  cons- 
pirador contra  el  orden  sancionado,  por  lasóla  ra- 
zón de  ser  conM'ario  á  mi  opinión  Este  principio  es 
de  la  esencia  de  todo  gobierno  y  superior  á  todas  las 
formas.     Es  el  de  la  soberanía  nacional. 

Ni  mi  opinión  es  monarquista.  Mi  anhelo  es 
discutir  comparativamente  con  esta  forma,  la  del  ré- 
gimen que  no  puede  darnos  lo  que  nos  promete  hace 
cincuenta  años.  Tal  vez  de  la  discusión  resulte 
ser  mayor  mi  amor  á  la  re]>ública.  No  es  un  fallo, 
según  esto,  no  es  mi  voto  lo  que  emito,  sino  un  es- 
tudio libre  y  franco  de  lo  que  todos  han  temido  estu- 
diar 6  discutir  por  motivos  que  á  mi  ver  no  favore- 
cen ni  á  la  república  ni  á  los  rrpuhlicanos. 

Escribiendo  y  publicando  mis  opiniones,  uso  de 
un  derecho,  no  conspiro.  No  sirvo  en  ello  liga, 
logia,  ni  plan  alguno  determinado.  No  hablo  á  nin- 
guna pasión,  no  ataco  interés  ni  persona  alguna; 
no  violo  juramento  alguno,  ni  falto  á  promesa,  ni 
quebranto  deber,  ni  infrinjo  ley  alguna.  Hablo  á  la 


-  :«  — 

razón  fria,  á  la  conciencia,  á  la  honradez  de  los  ame- 
ricanos. 

Como  soy  opuesto  al  aislamiento  incivilizado  y 
bárbaro,  lo  soy  á  los  protectorados,  anexiones,  re- 
conquistas y  todo  arreglo  capaz  de  cou^prometer  la 
independencia  americana. 

Prevenir,  alejar  la  necesidad  de  esta  humillación, 
es  el  objeto  principal  de  la  política  que  discuto,  de 
las  ideas  que  profeso. 

Y  para  no  dejar  duda  sobre  el  carácter  y  ten- 
dencia de  este  libro,  me  permito  poner  á  su  cabeza 
la  profesión  de  mi  fé  política,  de  que  todo  él  es  un 
mero  desarrollo. 

ha,  fornia  del  gobierno  ha  ocupado  á  nuestra  re 
volucion  mas  que  el  gobierno  en  57',  es  decir,  que  su 
objeto  principal. 

En  otra  parte  de  este  libro  doy  la  explicación 
de  este  fenómeno.  República  y  monarquía,  federa- 
ción y  unidad^  han  sido  las  formas  predilectas  de  los 
campos  rivales:  el  gobierno  en  sí,  poco  los  ha  ocupa- 
do y  dividido.  El  hecho  es  que  no  existe.  Cómo 
ha  sido  resuelto  este  problema  de  la  forma  en  el 
liio  de  la  Plata?  La  revolución  ha  encontrado 
allí  que,  siendo  impracticables  todas  las  formas  de 
gobierno,  el  medio  de  no  reñir  por  formas  era  vivir 
úví  gobierno  nacional  alguno.  (1) 

En  nombre  de  esa  teoría,  medio  siglo  ha  vivido 
el  país  sin  gobierno.  Los  únicos  gobiernos  que  se 
han  admitido  son  los  que  solo  tienen  de  tales  el  noiii- 

(1)  Cartn  del  general  Irosas  ol  general  Quiroga,  on  H33. 
3 


—  34  - 

bre  y  la  apariencia.  Haya  gobierno,  se  ha  dicliOy 
á  una  condición  sine  qua  non,  y  es  que  no  gobierne: 
haya  poder,  con  tal  que  nada  pueda.  Este  es  en 
el  Plata  el  estado  de  sus  cosas  públicas.  El  re- 
sultado natural  de  la  ausencia  de  todo  gobierna 
nacional,  debiaser  la  anarquía;  y  la  anarquía  perma- 
nente ha  sido,  en  efecto,  el  fruto  de  la  revolución, 
que  olvidó  su  objeto  primordial,  la  institución  de 
un  gobierno  nacional  an/entino,  en  lugar  del  (jo- 
hierno  general  realista  español. 

Protestando  contra  esa  teoría  de  desolación  y 
barbarie,  creyendo  que  la  revolución  de  Mayo  na 
ha  proclamado  utopias  ni  ficciones  imposibles  cuan- 
do ha  revocado  el  régimen  colonial;  desconocido  la 
autoridad  de  la  corona  de  España  y  todo  poder  ex- 
trangero  de  aquende  ó  allende  el  mar;  proclamado 
la  independencia  y  la  soberanía  nacional  del  pue- 
blo argentino:  creyendo,  protestando  y  conservan- 
do estos  principios  como  el  dogma  fundamental  de 
la  revolución  de  América;  tomando  esta  revolución 
como  un  triunfo  irrevocable  y  perpetuo  de  la  civili- 
zación de  este  siglo;  creyendo  que  es  un  insulto  á 
la  ley  de  las  Naciones  el  atentar  contra  los  resul- 
tados de  la  revolución;  respetando  sus  colores,  sus 
glorias,  sus  grandes  hombres,  sus  trofeos,  sus  mo- 
numentos, sus  cartas  sacramentales,  las  lej^es  que 
las  consagran  y  todo  lo  que  es  americano, — voy 
á  estudiar  en  este  libro  como  debe  ser  organizado 
el  gobierno,  ó  bien  cuál  es  la  forma  de  gobierna 
mas  capaz  de  salvar  y  asegurar  estas  conquistas  de 
ja  revolución  de  América,  contra  los  estragos  de  sus 


;?5 


i  y  linicus  rfirm]gn>,  eii  ]a  América,  á  saber-  — 
_£l  dt^sordeti,  la  (¡turra  civil,   la  barbaria,  que  son 

vaDgnardia  natural  del  enemigo  extrangero. 

El  americano  qiic%  después  de  cincuenta  ailos  «le 
anarquía  y  guerra  civil,  no  cree  llegado  el  tiempo  y 
la  necesidad  de  sentar  este  problema  y  estudiarlo^ 
no  es  digno  de  ser  libre.  La  tortura  de  las  ideas, 
el  encierro  del  pensamiento  en  un  calabozo  de  into- 
lerancia, el  círculo  estéril,  pobre  y  mezquino  en  que 
lian  girado  las  ideas  políticas,  explican  la  monoto- 
aía  y  miseria  en  que  se  ha  mantenido  nuestra  po- 
lítica activa  por  espacio  de  medio  siglo.  Si  no  es 
pasible  hablar  impunemente  en  América  de  los  bie 
nes  que  su  revolución  puede  recibir  de  la  monarquía, 
se  puede  aseguiar  que  la  inquisición  no  ha  muerto, 
sino  que  ha  cambiado  de  color.  En  vez  de  española, 
hoy  es  americana. 

Ccrcandn  de  trabas  y  dificultades  la  discusión 
de  este  punto  capital  de  nuestra  política,  hemos  da- 
llado y  creado  obstáculos  al  desarrollo  y  complemen- 
to de  la  revolución  misma,  porque  la  hemos  reducidr» 
los  medios  de  crear  el  gobierno  mas  capaz  de  asegu 
rar  y  extender  sus  conquistas  de  civilización, 

A  un  despotismo  hemos  sustituido  otro.  Bajo  el 
régimen  colonial  fué  prohibido  hablar  de  indepen- 
dencia y  bajo  el  régimen  de  esta  independencia  crea- 
da por  la  civilización,  para  ella,  sería  prohibido  ha- 
blar de  monarquía^  es  decir,  del  gobierno  favorito 
de  esa  civilización  europea  que  anhelamos  tríi<er  á 
América? 

Si  puede  ser  una  falta   el  tener  las   ideas  de 


-  \\(j  — 

Belgrano,  de  Rivadavia,  de  San  Martin,  de  Bo- 
lívar y  Sucre,  sobro  la  forma  de  gobierno  que 
conviene  á  la  América  del  Sud,  yo  tengo  á  ho- 
nor asumir  la  responsabilidad  de  esa  falta.  Si  hay 
quien  represente  la  revolución  de  América  y  sus  teii- 
<lencias  mejor  que  síis  autores  mismos,  yo  lo  niego. 
Desarrollo  las  ideas  que  tuvieron  esos  grandes  hom- 
bres sobre  la  forma  de  gobierno  conveniente  para 
América;  no  en  los  días  anteriores  á  la  revolución, 
sino  después  de  conseguidos  todos  sus  triunfos  milita- 
res.— IMcjrano  y  lücadaviu,  en  1815,  después  de 
Salta  y  lúcuma n\  San  MartirK  en  1821,  después 
de  Chacabuco  y  Maipú:  Bolivary  Sucre,  en  1828, 
después  de  Ayacucho. 

Qué  ha  sucedido  después  de  ese  tiempo  para  que 
sea  crimen  hoy  dia  tener  las  ideas  de  los  libertado- 
res de  América  de  aquel  tiempo?  Tenemos  victo- 
rias orgánicas,  como  las  de  Ma¡pú  y  Ayacucho? 
Hemos  creado  un  gobierno  tan  irrevocable  como 
lo  ha  sido  la  destrucción  que  ellos  hicieron  del  go- 
bierno español? 

Mi  objeto,  por  lo  demás,  es  ver  y  hacer  ver  de  cer- 
ca ese  fantasma  de  la  monarquía  con  que  se  preten- 
de asustar  á  la  América,  echarla  en  la  guerra  é  in- 
disponerla contra  la  Europa,  cuyo  contacto  es  su 
salud.  Mi  objeto  es  contribuir  (?)  por  la  reflexión 
y  la  discusión  serena  y  libre,  no  para  que  se  adopte  la 
monarquía;  sino  para  que  su  nombre  solo  no  sirva  de 
amenaza  y  señal  de  vanas  alarmas,  que  otras  causas 
tiene  América  para  no  estar  quieta. 

No  hay  que  confundir  la  nionarquía  en  sí,  como 


—  37  - 

foiina  (le  gobierno,  con  el  modo  de  introducirla ^  por 
la  ¿tUervenciou, 

Si  hubiese  de  venir  al  Plata,  no  quisiera  que  vi- 
niese por  el  camino  que  le  ha  ido  á  Mf^j'ico,  sino  co- 
mo le  vino  á  Holanda,  á  Grecia^  á  Bélgica,  á  Ita- 
lia: por  la  voluntad  libre. 

Por  lo  demás,  no  hay  razón  para  que  la  América 
del  Sud  pueda  verse  amenazada  con  la  monarquía. 
Es  cierto  que  la  que  ha  conocido  ha  sido  tan  mala 
que  bien  puede  excusársele  de  que  la  crea  incítpaz 
de  ser  buena  jamás.  Pero  como  Ja  república  ensa- 
yada desde  1810  no  ha  sido  mejor,  tampoco  hay  ra- 
zón para  que  ame  mas  la  mala  república  que  la  bue- 
na monarquía  y  bien  se  le  puede  escusar  el  que  espere 
de  otra  manera  de  gobierno  la  libertad  y  el  bien- 
estar que  no  le  han  dado  ni  la  monarquía  despótica 
y  estrangera,  ni  la  república  tiránica  y  anarquista 
de  la  era  independiente. 

Lo  cierto  es  que  el  problema  de  1810  sobre  cuál 
es  la  forma  de  gobierno  que  conviene  á  la  Amé- 
rica independiente,  no  ha  sido  resuelto  todavía. 

XXIV 

Por  malo  que  sea  un  gobierno  republicano  de  los 
que  hoy  existen,  no  merece  la  j)ena  de  caer  si  ha 
de  ser  reemplazado  por  otro  gobierno  republicano. 

Es  regla  infalible  que  el  último  ha  de  .ser  peor: 
la  historia  de  cincuenta  arlos  no  lo  ha  desmentido 
una  sola  vez:  ella  es  el  proceso  de  todas  las  revo- 
luciones que  han  sucedido  á  la  de  1810. 


—  38  — 

Ninguna  reforma,  ningún  cambio,  ningún  tras- 
torno es  justificable  ó  excusable,  si  no  tiende  á  sacar 
al  país  de  esa  calamidad  multiforme  que  se  llama  la 
república  como  en  escarnio  de  esta  bella  y  parado- 
jal  forma  de  gobierno. 

Entre  los  revolucionarios  y  los  gobernantas  en 
poder  no  hay  mas  difei'encia  que  una  gradación  de 
culpabilidad,  en  que  las  circunstancias  agravantes 
están  siempre  contra  los  revolucionarios  por  reinci- 
dentes. 

No  hay  mas  que  un  medio  de  componer  la  repú- 
blica: es  dejarla  para  tiempos  y  para  hombres  mas 
dignos  de  ella. 


CAPITULO  PRIMERO  o 
LA  EEVOLUOION  DE  SUD-AMÉRIOA 


§1 
La  simbólica  del  derecho  americano 

La  democracia  de  Sud  América  y  su  derecho 
especial,  tendrá  su  parte  simbólica,  su  modo  de 
presentarse  á  la  imaginación  de  los  pueblos  ame- 

(1)  romo  lo  habrá  echado  ya  de  ver  quien  haya  leido  los 
nnteriores  escritos,  el  doctor  Alberdi  no  alcanzó  á  djr  una 
forma  definitiva  á  los  libros  que  proyectaba  y  tenía  en  prepa- 
ración. 

Dejó  notas,  estudios,  materiales  aírrupndos  y  mas  ó   menos 
ordenados,  que  debieron  servirie  l\  In  formación  de  sus  libros, 
mediante  una  segunda  redacción  que,    naturalmente,  les  ha 
hria  hecho  sufrir  un  cambio  en  la  forma  y  aun  en   el  fondo; 
tarea  que  nos  hemos  guardado  bien  de  acometer. 

Nadie  pensó  en  hacer  el  libro  que  preocupaba  á  Pascal  en 
RUS  últimos  días,  sirviéndose  de  las  notas  que  él  dejó.  Los 
solitarios  de  Port  Royal  se  limitaron  i\  darlas  á  luz,  en  un  or- 
den cualquiera,  con  el  titulo  de  «Pensamientos  de  Pascal  so- 
J)re  la  religión»,  y  que,  alteradas  en  posteriores  ediciones,  se 
han  convertido  simplemente  en  los  «Pensamientos  de  Pásenlo. 

Aunaue  los  estudios  que  dejó  el  doctor  Alljerdi  eslñii  mas 
cei-ca  ael  libro  proyectado  que  lo  estaban  los  cPensamientos- 
del  que  se  quedó  en  el  cerebro  de  Pascal;  no  por  eso  hemos 
intentado  la  redacción  de  un  libro  valiéndonos  de  esos  estudios, 
íjue  publicamos  tales  cuales  los  dejó  su  autor. 

Nuestra  tarea  se  ha  reducido  hasta  el  presente  á  dar  á  las 
notas  un  encadenamiento  tan  lógico  como  nos  ha  sido  f»osihle 
y  parecido  conciliable  con  el  respeto  que  nos  hemos  impues- 
to por  la  obra  original. 


—  40  — 

ricanos,  como  la  tuvo  el  derecho  romano,  como 
la  tuvo  la  legislación  europea  de  la  edad  media, 
como  la  tiene  el  derecho  moderno  francés,  el  de- 
recho alemán,  el  derecho  español.  Los  símbolos 
son  una  ne(!esidad  de  la  naturaleza  impresionable 
del  hombre  de  todas  las   edades  y  regiones. 

A  ese  idioma  pintoresco  y  poético  de  los  sím- 
bolos pertenecen  las  armas  ó  escudos,  las  bande- 
ras, los  cantos,  las  palabras  simbólicas,  los  monu- 
mentos, los  (latos  célebres,  las  conmemoraciones, 
sus  héroes  legendarios.  La  patria,  como  la  re- 
ligión, tiene  necesidad  de  una  especie  de  culto,  y 
ese  culto,  aunque  profano,  necesita  de  símbolos, 
de  alegorías,  de  emblemas  misteriosos  y  velados 
en  su  sentido  sublime  y  elevado. 

Lo  historia  de  la  revolución  amei'icana  tendrá 
su  leyenda  como  tiene  su  filosotia.  La  política 
hará   servir  á  sus  miras  todos  los  medios  que  le 

KnruMiüoá  liíSíjuo  conslituyon  ol  proscntc  Yoirnnen,si  el  lee; 
;or  ha  «lo  juzgarlas  ••orí  MiMorto,  tendrá  f|iiií  trasiaílarsc  ó  In  épo- 
«•a  en  c|uc'  el  aulnr  las  t-snihi»),  como  n<"onseja  Montesquieu. 
De  este  modo  se  esplicará  tamhion  mejor  la  notn  ttnnl 
on(|iio  declara  que  los  experimentos  realizados  en  las  dos  Amé- 
ricas,  i\o>iU}  IS»;2  á  18(i7,  habían  modificado  profunJaniente sus 
ideas,  en  cuanto,  si  creía  siempre  que  la  civilización  de  Sud 
VnuM'ica  no  ha  de  ser  sino  lo  civilización  de  la  Iüuror)a,acliino- 
tada  en  el  nuevo  munilo;  dudaba  que  esa  aclimatación  envuelva 
la  del  Cíobierno  mnnán|uico,  como  elemento  de  civilización 
eurof)ea. 

El  /mhcc  con  arn^^rlo  al  cual  deb¡('>  el  «loclor  .Vlberdi  redac- 
tar el  libro,  y  que  el  lector  encontrará  al  fin  del  presente  vo- 
lumen, no  hace  sit)o  coníirmar  esa  declaración.  Los  títulos 
de  e.-^e //<''/(•/•  liii'en  bien  claramonle  ((ue,  lejos  «le  ver  el  autor 
en  la  monarquía  la  solución  del  problema  del  írobierno  ameri- 
cano, tsi  la  Hepñblica  débil  es  el;mal  de  Sud  América,  el  rc»- 
nn'ífui  tMi  su  í'onceplo, //O  es  fa  ¡noiinn/'fia,  .<ino  hi  Hepúblic't 
,/fíCircn  á  la  cual  solo  se  lle^íará  <^pn¡' in  cvutraU  nación  ücl  po  - 
ilcr  tuu'inital^  no  en  una  sola  mano,  sino  en  un  solo  j^obierno 
ilividiilo  en  tres  poderes-).— (N.  del  E.) 


-  41  - 

sugiere  la  historia,  tanto  las  preocupaciones  que 
arrastran  como  los  intereses  que  gobiernan. 

El  pueblo  puede  creer  que  tal  dia,  en  tal  lu- 
gar, á  tal  hora,  por  la  mano  de  tal  hombre,  re^ 
cibió  la  existencia  en  América  su  libertad  polí- 
tica, y  ver  en  ese  dia,  en  ese  lugar,  en  esa  hora 
los  objetos  de  su  culto  patriótico.  El  gobierno 
podrá  apoyarse  en  esas  creencias  para  hacer  mas 
fácil  el  trabajo  de  gobernar  á  su  pueblo;  pero  guár- 
dese bien  de  ignorar  los  verdaderos  orígenes  y 
causas  de  la  existencia  libre  de  su  país,  si  no 
quiere  exponerlo  á  grandes  y  desastrosos  emba- 
razos, cuando  menos. 

El  hombre  de  estado  argentino,  por  ejemplo, 
debe  convenir  con  el  pueblo,  en  que  Belgrano  y 
San  Martin  son  los  autores  y  creadores  de  la  Re- 
pública Argentina;  pero  sin  olvidar  dentro  de  sí 
mismo  que  ese  no  es  mas  que  el  origen  poético  y 
de  convención  de  ese  nuevo  Estado,  que  debe  en 
realidad  su  establecimiento  á  las  causas  genera- 
les que  han  sustraído  la  América  entera  á  la  do- 
minación temporal  y  artificial  de  la  Euroini. 

La  revolución  argentina  tendrá  su  historia 
poética,  fantástica,  legendaria,  que  le  escribirán 
sus  cortesanos  al  paladar  de  la  vanidad  nacional 
de  los  argentinos;  pero  su  política  irá  de  mal  en 
peor,  si  no  tiene  un  dia  su  historia  ñlosíjíica,  es 
decir,  la  historia  simple  y  veraz  de  las  causas 
reales  que  la  han  producido,  porque  solo  estas 
causas  podrán  descubrirle  la  ruta  y  direcc.'ion  en 
íjue  deba  marchar  para  lograr  los  fines  de  engran- 


—  42  —         M 

deciraiento  y  prosperidad  que  la  revolución  tuvo 
por  mira  y  que  el  gobierno  de  la  revolución  de 
be  tener  por  regla  cardinal  de  su  conducta. 

Esta,  es  la  parte  difícil  y  prosaica  de  su  histo 
ria,  porque  no  promete  á  sus  autores,  sino  dis- 
gustos, peligros  é  impopularidad.  Los  grandes 
nombres,  las  grandes  reputaciones  personales  de 
la  revolución,  son  rivales  y  concurrentes  de  los 
grandes  principios,  de  los  grandes  intereses,  como 
causas  productoras  de  la  revolución  y  de  la  inde- 
pendencia. Los  herederos  de  esos  nombres,  que 
deben  á  ellos  las  posiciones  influyentes  que  ocu- 
pan en  la  sociedad,  se  sublevan  contra  toda  idea 
que  ponga  en  duda  que  sin  las  batallas  de  Cha- 
cahuco  y  Maijnl,  los  pueblos  de  Sud  América 
serían  hasta  hoy  meras  colonias  de  la  Reina  de 
España.  Las  ciudades  que  se  pretenden  cwwaí? 
de  la  Revolución^  no  pueden  tolerar  la  idea  sa- 
crilega de  que  el  grande  acontecimiento  que  se 
llama  la  revolución  de  Sud  América,  ha  tenido  por 
precedente  inmediato  el  gran  cambio  que  se  lla- 
ma la  revolución  francesa  y  que  en  realidad  fué 
la  revolución  de  todo  un  mundo. 


No:  la  revolución  de  Mayo  no  fué  Moreno: 
como  la  guerra  de  la  independencia  no  fué  S^n 
Martin:  como  la  unidad  de  la  Nación  no  fué  Riva- 
davia:  como  la  ti)ania  de  Buenos  Aires  no  fué  Ro- 


—  4:^  — 

sas;  como  la  organización  general  no  fué  Ur quiza. 

Creer  que  sin  esa  media  docena  de  hombres  el 
país  habría  quedado  hasta  hoy  colonia  de  España,  y 
sin  lugar  la  revolución,  la  independencia,  la  orga- 
nización de  un  gobierno  nacional,  la  tiranía  desor- 
ganizadora de  Buenos  Aires  y  la  reacción  orgánica 
de  1852,  es  propio  de  cabezas  limitadas,  que  no  ven 
ni  se  dan  cuenta  de  la  fuerza  de  las  cosas;  para  quie- 
nes las  jjcrsonas  son  razones,  principios  y  le- 
yes, porque  se  rigen  los  acontecimientos. 

Se  dicen  demócratas  y  rejniblicanos,  y  no  con- 
ceden nada  al  poder  de  los  pueblos,  y  admiten 
conformes  que  los  destinos  de  su  país  dependan  de 
media  docena  de  soberanos  de  frac  negro,  á  quienes 
adjudican  toda  la  gloria  y  toda  la  acción  de  esas 
transformaciones  naturales  en  el  sentido  de  lo 
mejor  y  mas  progresista. 

Los  Bei/es  son  mas  espirituales  que  los  demócra- 
tas: ellos  se  dicen  reyes  por  la  gracia  de  Dios, 
— y  los  demócratas  no  quieren  creer  que  los  pueblos 
son  soberanos  por  esa  misma  gracia  divina  que  los 
destina  y  conduce  á  lo  mejor. 


Es  un  insulto  ni  buen  sentido  el  pretender  que  á 
no  ser  por  San  Martin  y  Bolívar,  hasta  hoy  una 
quinta  parte  del  globo  terrácjueo  continuaría  siendo 
el  anexo  ó  feudo  oscuro,  á  pesar  de  la  distancia  de 


—  u  — 

tres  mil  leguas,  de  una  de  las  naciones  mas  atrasa- 
das de  la  Europa. 

Es  una  simpleza  de  primer  orden  el  explicar  la 
independencia  americana  por  los  esfuerzos  de  dos  ó 
tres  generales,  y  no  por  la  sencilla  razón  de  que  un 
mundo  entero  abierto  á  las  aspiraciones  de  la  civi- 
lización general  no  podia  permanecer  cerrado  y 
guardado  exclusivamente  para  el  servicio  exclu- 
sivo de  una  nación  distante  tres  mil  leguas,  que 
carecía  de  marina,  de  ejércitos,  de  crédito,  de  indus- 
tria, de  hombres  de  estado,  etc. 

Xo  somos  ingratos  dando  á  la  civilización  su  par* 
te  de  gloria  en  nuestra  libertad,  sin  perjuicio  de  la 
gloria  de  sus  instrumentos. 

Queremos  establecer  que  la  independencia  ame- 
ricana reconoce  causas  mas  altas  y  mas  gi'andes  que 
la  voluntad  de  unos  pocos  hombres  ilustres;  y  que 
esas  causas  que  la  produjeron  son  las  mismas  que 
hoy  la  conservan  y  le  sirven  de  garantía  paralo 
futuro. 

Con  esta  manera  de  apreciar  los  hechos  de  nues- 
tra historia,  (inoremos  dar  confianza  á  la  América 
en  sus  destinos,  desvanecer  vanas  alarmas  y  hacerle 
ver  que  está  su  garantía  donde  ella  cree  que  están 
sus  escollos — en  la  Flnropa. 


Xo  es  el  menor  de  los  males  que  debemos  á  la  Re- 
])ül)lica  el  habernos  hecho  imposible  la  historia 
veraz. 


—  45  — 

Acostumbrado  á  la  fábula,  nuestro  pueblo  no 
quiere  cambiarla  por  la  historia. 

Toma  la  verdad  como  insulto.  Xo  quiere  (jue  sus 
guerreros  sean  hombres,  sino  héroes  y  semi-dioses. 

Xo  quiere  que  sus  batallas  y  sus  victorias 
sean  hechos  ordinarios  de  la  guerra,  sino  prodigio^;, 
hechos  sin  igual  ó  que  solo  tienen  igual  en  la 
historia  de  César,  de  Aníbal  de  Napoleón. 

San  Martin  es  el  (/enio  de  la  r/nerro,  el  prímrr 
soldado  del  nuevo  mundo.  Sin  embargo,  solo  (lió 
cuatro  batallas  en  América,  de  las  cuales  per- 
dió una — la  de  Cancha  Ranada.  En  la  de  Chaca- 
buco  venció  á  un  enemigo  de  2000  ^  do  nuil)  hom- 
bres y  en  la  de  San  Lorenzo  á  uno  de  oUO  (qui- 
nientos). 

Hizo  las  campañas  de  Chile,  del  Peni,  para 
libertar  las  cuatro  provincias  argentinas  ocupadas 
l)or  los  españoles.  A  los  siete  años  embainó  su  espa- 
da, dejando  las  dichas  cuatro  provincias  siempre  en 
poder  de  los  españoles.  Los  colombianos  acabaron 
de  libertar  el  virreynato  de  Buenos  Aires. 

San  Martin,  lejos,  pues,  de  llenar  la  misión 
i|ue  recibió  de  la  República  Argentina  (la  de  li- 
bertar de  los  españoles  la  parte  del  suelo  argentino 
que  antes  ocupaban)  fué  causa  de  que  la  Jiepiíblica 
])erdiera  las  provincias  que  tenia  encargo  de  li- 
bertar; causa  disculpable,  inintencional,  si  se 
quiere.  Pero  el  hecho  es  que  si  él  hubiese  llenado 
su  misión,  es  decir,  echado  á  los  españoles  del  Alto 
Perú,  Bolivar  no  habria  tenido  motivo  ni  pretexto 
para  erijir  de  esas  rroviucias  Argentinas  la  Xacion 


-  46  - 

aparte  que  hoy  lleva  el  nombre  de  su  libertador  Co- 
lombiano. 

Es  superior  á  Bolívar,  dicen.  Pero  Bolívar  no 
sirvió  veinte  años  á  los  opresores  de  la  América, 
ni  embainó  su  espada  sino  cuando  el  Chimborazo, 
elevándose  sobre  las  nubes  y  abriendo  sus  ojos  de 
titán,  no  vio  un  esclavo » . 

Que  la  Polonia  se  alce  contra  el  primer  im- 
perio de  la  Europa  y  dé  una  ó  dos  batallas  por  día: 
eso  es  grande. 

Pero  que  todo  un  continente  se  levante  con- 
tra un  poder  distante  tres  mil  leguas,  maniata- 
do y  vencido,  sin  ejércitos,  sin  tesoro,  etc., — es 
la  gloria  de  la  guerra  de  Sud  América! 

Donde  no  hay  historia  veraz  no  puede  haber  po- 
lítica veraz. 

Equivocar  los  hechos  de  lo  pasado  es  equivocaí* 
los  puntos  de  dirección. 

Ño  se  sabe  á  dónde  se  vá  cuando  no  se  sabe  de 
dónde  se  viene. 

AtribuyCiido  á  nuestros  guerreros  la  indepen- 
dencia que  nos  han  dado  los  acontecimientos  de 
la  Europa  y  del  mundo,  desconocemos  los  ver- 
daderos sostenes  y  garantías  de  nuestra  inde- 
pendencia. 

Pero  los  que  se  han  educado  adorando  á  los 
santos  en  lugar  de  adorar  á  Dios,  qué  extraño 
es  que  olviden  el  poder  del  derecho  por  el  poder  de 
los  hombres? 

Los  que  creen  que  no  estalla  una  peste  sin  que  la 
haya  decretado  San  Ro  lue;  que  no  cae  un  rayo 


—  47  — 

sin  el  permiso  de  Santa  Bárbara,  sucesora  de  Júpi- 
ter tenante,  ¿qué  extraño  es  que  crean  de  buena  fe 
que  sin  San  Martin  y  Bolivar,  la  América  seria 
hasta  estas  horas  colonia  de  España? 

Canonizados  por  su  paganismo  ó  idolatría  po- 
lítica, esos  hombres  serán  siempre  á  sus  ojos  la 
personificación  de  la  causa  á  que  debe  América  su 
independencia. 

Y  los  que  tal  creen  ¿podrían  ser  incapaces  de 
acostumbrarse  á  ver  la  autoridad  personificarse 
en  una  dinastía? 


El  mismo  paganismo,  la  misma  idolatría  en  la 
religión  de  nuestro  patriotismo.  Hemos  olvidado 
á  Dios,  el  progresista,  el  libertador  por  excelen- 
cia, para  adorar  en  su  lugar  como  autores  prin- 
cipales á  los  que  han  sido  un  instrumento  en  los 
intereses  de  la  independencia. 

Si  San  Martin  no  necesitó  sino  dar  dos  bata- 
llas para  libertar  el  nuevo  mundo,  es  porque  ya 
estaba  libertado  por  el  poder  providencial  de  las 
cosas. 

Por  qué  no  completó  su  campaña?  Porque  otro 
libertador  se  presentó  á  completarla. 

Si  hubiese  faltado  Bolivar  ¿  no  estaba  ahí  San 
Martin  para  remplazado? 

Ni  Bolivar  mismo  la  completó,  sino  Sucre^  que 
hubiera  podido  reemplazar  á  los  dos:  él  ganó  en 


—  48  — 

Ayacuclw  la  batalla  mas  completa  que  haya  dado 
la  revolución  de  América. 

Si  hubiese  íaltado  Sucre,  ahí  estaba  Córdoba^ 
que  fué  el  brazo  derecho  del  poder  americano  en 
esa  revolución. 

Los  cortesanos  del  pueblo,  los  que  compran  su 
pan  con  adulaciones  3'  lisonjas,  han  compuesto  una 
liistoria  de  la  revolución  de  América  al  paladar 
de  nuestra  vanidad  pueril  5^  crédula.  Nos  han 
dado  las  formas  5'^  la  actitud  de  Samson  demo- 
liendo las  columnas  del  templo  de  la  dominación 
castellana. 

Yo  que  soy  uno  de  ese  pueblo  engañado  y  ex- 
plotado, tengo  el  derecho  de  acusar  á  esos  por- 
dioseros de  empleos,  pobres  vergonzantes  de  su- 
fragios y  de  sueldos,  que  compran  con  lindas  pa- 
labras para  ahorrarse  la  pena  de  trabajar. 

Yo,  uno  del  p:ieblo,  aunque  sea  autor  de  este  libro. 
Para  ser  miembro  de  la  soberanía  popular  no  es 
r3quisito  esencial  el  no  saber  leer  ni  escribir  y 
el  llevar  calzones  rotos. 


§  n 


•  11  fuut  q*u*uiie  rovoIuUon  libérale 
•  enfante  un  gouvernemenl libre,  re- 
<i  pulier  el  durnble;  sans  quoi  elle 
«  n*est  qu'un  douloureux  et  stérile 
<s  Qvortement»  — ^Guizot.) 

La  revolución  de  Sud  América  fué  un  niovi- 


—  49  - 

Miento  de  progreso   y  de  civilización,   3^  ningún 
-  iibuso,  ningún  error  sobrevenido  en  su  marcha  ul- 
terior será  capaz  de  quitarle  ese    origen   y   ese 
cai-ácter. 

Como  movimiento  de  progi-eso  es  irrevocable;  ó 
la  historia  universal  es  una  mentira. 

Como  un  paso  de  civilización,  no  pudo  serlo  si- 
no de  la  única  civilización  conocida,  á  saber:  de  la 
civilización  de  la  Europa, 

Ella  tuvo  por  precedente  inmediato,  el  movi- 
miento europeo  conocido  bajo  el  nombre  de  revo- 
luáon  francesa^  de  la  cual  forma  como  un  desar- 
rollo trasatlántico. 

En  Sud  América,  como  en  Europa,  la  revolu- 
ción tuvo  por  objetos  y  miras,  como  condiciones 
esenciales  de  civilización: 

La  libertad  del  hombre  á  !a  faz  del  gobienio: 
libertad  i^olltica,  civil,  reliffiosn,  comercial. 

La  del  país  á  la  faz  del  extrangero:  indepen- 
dencia nacional. 

El  derecho  de  la  nación  á  gobernarse  por  sí 
misma:  soberanía  nacional  ó  del  pueblo,  demo- 
cracia. 

La  justicia  para  todos  por  igual:  if/uah/ad  an- 
te la  leí/. 

La  integridad  y  la  conservación  del  territorio 
nacional  ó  patrio. 

El  libre  trato  con  todas  las  naciones. 

El  bienestar,  el  progreso,  la  civilización,  la  ri- 
queza, el  aumento  de  población. 


-  50  - 

El  derecho  al  progreso  ó  %\  principio  de  reforma 
pacífica  garantizado  por  la  constitución. 

Garantías  públicas  y  privadas  para  todo  esto. 

Tales  fueron  los  fines  de  la  revolución,  como 
condiciones  esenciales  de  civilización; — tácito?  ó  ex- 
presos concebidos  á  priore  ó  á  posteriore,  es  un 
iieclio  que  la  revolución  de  Sud  América  tuvo  y 
tiene  esos  fines,  y  no  tiene  otros.  Por  eso  ha 
triunfado,  por  eso  vive,  por   eso  ,es   irrevocable. 

Los  medios  de  obtenerla  y  asegurarla  fueron 
dos:  un  nuevo  gobierno^  y  un  nuevo  régimen. 

Lo  primero  comprendía  dos  partes; 

P  Destruir  el  gobierno  español  en  América, 
porque  tenía,  y  era  natural  que  tuviese,  fines  y  mi- 
ras opuestas  á  esas,  como  metropolitano. 

2^  Fundar  un  gobierno  propio  y  nacional  para 
realizar  y  conservar  las  miras  del  cambio,  en  el  in- 
terés del  país  americano,  no  ya  de  España. 

Pero  no  bastaba  tener  un  gobierno  nuevo;  era 
preciso  emplearlo  de  un  nuevo  modo,  gobernar 
en  otro  sentido,  para  enconti'ar  por  él  la  civi- 
tizado rt.  Convenía  un  régimen  dr  libre  comercio 
con  la  Europa,  en  lugar  del  de  aislamiento  colo- 
nial  

í?  ni 

Por  la  revolución  vino  á  dejar  de  ser  el  pa- 
trimonio exclusivo  de  una  nación  atrasada  de  la  Eu- 
jopa  lo  mas  considerable  del  nuevo  mundo,  pai'¿v 


-  Til 


íjueíliir  per|iétuamente  abierto  al  acceso  libre  ile 
todos  loíi  pueblos  civilizados  dp  la  tierra. 

KealizHcion  íatal  de  lina  ueresidad  de  la  tiviliza 
(ion,  ese  cambio  es  iiTevocable  como  ella,  y  descansí 
para  lo  futuro  bajo  su  gai^antía. 

Atentar  contra  la  independencia  americana  ch 
Imir  de  frente  á  la  civilización  de  esta  época 
ea  uno  de  sus  primeros  intereses. 

Ya  la  América  no  podrá  ser  empleada  como  un 
eso  de  balanza,  para  daj*  ascendiente  á  un  poder 
-atlántico  en  el  equilibriü  de  la  Europa. 
Cerrar  lo  que  se  ha  abierto  para  el  mundo  y 
está  invadido  por  el  mundo,    sería    como    supri 
la^   plazas   y    calles    principales  de  París  o 
índres. 

Revolucionar  un  Estado  de  Amt^rica  en  pro- 
vecho <le  otro  de  Europa  y  daüo  de  todos  los  demás, 
seria  estrellar:  í^  rontra  los  cafjojies  de  Europa  y 
América 

Kso  no  excluye  la  preponderancia  que  nna'na- 
don  de  Europa  [pueda  adquirir  en  otra  de  América^ 
como  la  tienen  entre  sf  los  poderes  europeos.  La 
influencia  no  es  la  (lomnacion:  la  intervenciim  no 
la  eonf/uisla. 

Méjico  no  podría  ser  una  Argelia  francesa» 
por  mas  que  lo  deaese  el  Emperador  Napoleón, 
La  Europa  civilizada  ha  visto  con  placer  des- 
aparecer la  autonomía  de  los  Estados  italianos, 
para  entrar  en  la  dependencia  de  una  Jtalüi^ 
porque  ese  cambio  se  operaba  en  servicio  y  en  inte* 
res  de  m  libertad    Los  Estados  suprimidos,  léjo* 


—  52  — 

de  perder  su  nacionalidad  italiana,  son  mas  ita- 
lianos  que  antes. 

Otro  tanto  sucedería  si  los  Estados  de  Alemania 
desaparecieran  para  componer  una  Alemania  gran- 
ule y  émula  digna  de  las  naciones  mas  grandes:  la 
civilización  ganaría  en  que  las  ideas  é  instituciones 
nobles  de  ese  país,  se  armasen  de  ese  poder,  y 
conquistaran  en  el  mundo  la  autoridad  y  ascen- 
diente que  les  quita  la  división  actual. 

No  toda  independencia  es  signo  de  civilización. 
Cuando  la  independencia  se  opera  en  daño  de 
la  unidad  de  la  nación  y  en  sentido  de  su  dis- 
persión en  localidades  impotentes,  es  retroceso, 
feudalismo  y  barbarie. 

Basta  recordar  que  en  el  seno  de  toda  barbarie 
reina  cierta  independencia  á  su  modo,  para  conocer 
(lue  no  toda  independencia  es  prueba  de  civilización. 
Jlay  una  independencia  de  la  barbarie  y  otra  de 
la  civilización:  ésta  consiste  en  ser  independien- 
te del  extrajero,  la  otra  consiste  en  ser  inde- 
pendiente de  su  propia  nación;  la  una  en  no  depen- 
der de  poder  extraño,  la  otra  en  vivir  sin  su- 
gecion  á  autoridad  alguna  de  este  mundo,  en  la 
independencia  del  salvaje^  opuesta  á  la  del  hombre 
civilizado,  de  que  todo  el  mundo  tiene  nociones 
viejas  y  perfectas. 

Salir  de  esa  independencia,  entrar  en  la  sociedad 
civil  de  las  naciones,  aceptar  sus  leyes,  sus  deberes, 
la  autoridad  de  los  grandes  intereses,  de  las  gran- 
des conveniencias  del  género  humano,  es  civili- 
zarse,  porque   es   el    solo   medio  de  asegurar  la 


—  5:^  — 


hheiUul  y  su  wdepemlemia  legítima^,  apoyándolas 
en  la  libertad  y  en  la  independencia  de  los  demás. 


íí  IV 

Orig^eii  europeo  de  nuestra  rovolucion  y  sus  tendencias 
curopcistas 

Nuestra  revolución  de  América  es  europea  de 
origen,  índole  y  carácter,  en  el  sentido  que  fui* 
producida  por  los  acontecimientos  y  los  interese > 
de  la  Kuropa,  y  por  nuestra  parte  para  enti*ar 
en  libre  trato  con  la  Europa. 

De  quién  estábamos  aislados  bajo  el  antiguo 
régimen  colonial? — No  era  de  la  América,  ni  de 
la  madre  patria. 

Estábamos  aislados  de  la  Europa  en  general, 
con  ([uien  no  podíamos  tratar  y  contratar  sino  per 
el  órgano  forzoso  de  la  España  que  nos  impedía 
hacerlo  directamente.  Ya\  eso  consistía  el  crntH/uo 

Ser  libres,  proclamarnos  independien t(*s,  fué 
para  nosotros  entrar  en  roce  franco  con  todas  las 
naciones  de  la  Europa. 

Cada  acto  de  reconocimiento  de  nuestra  indepen- 
dencia, cada  tratado  público  en  calidad  de  na- 
cione^^  independiente,  era  pai'a  níxotiYw  una  vic- 
toria que  reportábamos,  de  conririTo  con  la  luiropa 
liberal,  contra  la  antigua  y  pasada  donnnacicn 
española. 


—  :)4  — 

'  A  pesar  de  esto,  el  sentido  europeo  de  la  re- 
volución de  América  se  perdió  de  vista  para  la 
política  que  no  supo  sentar  la  cuestión  de  la  eraan- 
ripacion  en  su  verdadero  carácter. 

Desconocido  este  origen  de  la  revolución,  nues- 
tra política  ha  pei'dido  su  sendero. 

Por  unos  fué  niiraílo  ese  movimiento  como  una 
explosión  del  odio  americano  contra  la  Europa.  Esa 
opinión  hizo  consistir  el  patriotismo  americano  en 
una  prevención  sistemada  ¿5  todo  lo  que  es  eu- 
ropeo. Era  tomar  por  patriotismo  un  odio  bastardo 
que  nos  había  inoculado  Kspafia  para  hacer  de  los 
mismos  americanos  los  guardianes  de  su  propio 
aislamiento  colonial.  .I^]ra  el  viejo  patriotismo  his- 
pano colonial,  confundido  con  el  |)aíriotismo  liberal, 
americano  y  modeino. 

Por  otros  fué  calitícada  la  revolución  como  una 
reacción  del  americ-mismo  indígena  y  salvaje  contra 
la  conquista  de  los  (»spailoles  y  europeos  en  ge- 
neral. Esa  opinión  comprendió  á  los  hispano-ame- 
ricanos  en  la  cau^a  de  los  Incas,  de  los  AraucrDios 
y  de  los  Pampas  y  (iuaramcs.  La  revolución  así 
tomada  era  una  reacción  salrajc/ {.-s  decir,  indi- 
ffma,  lejos  de  ser  un  movimiento  de  civilización. 
No  era  un  ccmpli miento  hecho  á  la  revíducion  que 
se  quería  exaltar. 

Es  constante,  sin  embargo,  que  los  indígenas 
apoyaban  mas  bien  A  las  autoridades  españolas;  y 
que  la  revolución  (ira  obi"a  exclusiva  del  pueblo 
de  las  colonias  españolas  establecidas  on  América. 
El  hombre  de  la  revolución  era  el  hispano  america- 


55 


d^ — esjmlúf  ]yov  e\  oñf/m  y  americano  por  el  ífuel 
*fc/  nacf miento. 

En  medio  de  esos  rtos  vínculos  le  pareció  ijue  la 
jruptura  del  último  era  la  renovación  d^l  prime- 
ro, que  la  guerra  i.oii  el  liermanu  de  sangre,  era 
la  paz  con  el  hermano  de  suelo. — La  verdad  es  que 
quedaba  independiente  de  los  dos,  sin  dejar  de  per- 
tenecer á  la  civilización  y  á  la  fumilaen  Europa. 

Lejos  de  ser  el  conquistado,  era  el  conquis- 
tador. 

Era  el  conquistador  respecto  del  indígena;  pero 
respecto  del  espi^nol,  era  el  coníiuistador  desarmado, 
avasallado  y  degradado  á  la  condición  de  rohtno. 
m  sentimiento  de  esa  inferioridad  fué  el  primer  es- 
tímulo de  m  independencia.  La  España  no  pueile 
negar  el  error  de  esa  injusticia,  Kn  vano  dice  hoy 
que  dividió  con  los  colonos  de  America  su  bue- 
na y  mala  suerte,  Ll>  que  no  dividió  nunca  fué  el 
poder,  pues  lo  conservó  todo,  hasta  el  último 
4ia  de  su  dominación  colonial,  en  que  tleclaró,  ya 
fuera  de  tiempo,  al  pueblo  de  sus  colonias  de  Amé- 
rica, parte  integrante  del  ile  la  monarquía. 

La  falta  de  inteligencia  para  gobernarse  á  sí 
misma,  de  que  es  víctima  la  América  del  Sud,  es  un 
hígado  que  debe  á  la  Espaila,  que,  al  revés  de  In- 
glaterra, le  mandó  desde  Europa  no  solo  sn^  man- 
datos, sino  hasta  sus  últimos  funcionarios. 

Sea  de  ello  lo  que  fuese,  por  su  nacionalidad, 
el  pueblo  que  hacía  la  revolución  en  América,  era 
el  pueblo  europeo  de  origen  y  de  raza,  no  el  pueblo 
4e  nacionalidad  indígena  ó  salvaje. 


—  5tí  — 

Habría  un  peligro  grande  en  confundir  nuestra 
causa   con  la  de  los  indígenas  para  condenar  la 
conquista  y  abolir    sus    efectos;  pues  si  los  mis- 
mos indígenas  no  ejercían  el  derecho  que  les  re- 
conocemos de  reivindicar  lo  que  tenemos  suyo,  de 
la   mano  de  los  usurpadores  eiu*opeos;  podían  lo»^ 
que  hoy  habitan  Pataqonla,  el  Chaco  y  la  Arauca- 
ria^ el  Malofjroso^  el  Orinoco^  territorios  de  po- 
sesión  nominal   para   la    América  latina,  asumir 
sus  derechos  sübe)*anos,  constituir  sus  gobiernos  in- 
dopentliente?  y  entrar    en    relaciones  políticas  y 
comerciales  con  la  Europa,  á  doble  título  que  lo  ha-^ 
cemos  nosotros   mismos;  aceptar  su  protectorado,.- 
venderles  sus  territorios. 

Qué  derecho  sino  el  de  la  raza  europea  conquis- 
tadora sería  el  que  invocásemos  para  llamarnos 
dueños  de  Fafaf/onia^  del  Cliaco^  de  'a  Arancania^ 
por  la  sola  razón  que  lo  fué  España  á  quien  hemos 
sucedido  en  sus  derechos  de  conquista? — P]l  de  po- 
sesión ü  ocupación  propia  no  lo  tenemos;  ni  tampoco- 
hemos  hecho  su  conquista,  después  de  la  emanci- 
pación de  España.  Es  en  nombre  de  la  Europa, 
(jue  somos  hoy  mismo  dueños  de  la  América  salvaje 
los  amí^ricanos  independientes  de  origen  español. 

El  Privcipc  do  Ja  Voz  (D.  Manuel  Godoy)  sien- 
do ministro  de  Carlos  IV,  propuso  á  éste  soberano 
una  idea  respecto  á  América,  que  se  parecia  á  la 
del  Conde  de  Aranda,  pero  de  la  que  difiere  esen- 


—  57  — 

<;ialmente,  según  su  autor,  en  los  términos  que  va- 
mos á  ver. 

Godoy  veía  que  los  sacudimientos  de  la  Europa 
á  principios  de  este  siglo,  y  la  ambición  creciente 
de  Napoleón,  hacian  de  mas  en  mas  insegura  la 
sujeción  de  la  América  á  España. 

Él  confiaba  en  la  lealtad  sin  precedente  de  los 
sudamericanos  á  su  Metrópoli,  pero  dccia  que  los 
americanos  no  eran  ya  niños;  y  aunque  cien  años 
de  preparación  apenas  bastarían  todavia  para  ha- 
cerlos capaces  de  un  orden  de  cosas  independiente, 
no  les  faltaba  la  conciencia  de  las  mejoras  de 
que  era  susceptible  el  sistema  que  las  regía. 

Que  adelantándose  á  las  necesidades  convenía 
que  el  gobierno  español,  para  prevenir  los  esfuer- 
zos separatistas  de  los  émulos  de  Españí»,  tratase 
de  mejorar  la  suerte  del  pueblo  americano,  reor- 
ganizar la  distribución  de  las  tierras,  (jue  esta- 
ban en  pocas  manos,  jn  beneficio  de  la  multitud: 
desparramar  la  instrucción,  dignificar,  elevar  á 
los  americanos  y  convertirlos  en  hermanos,  mas 
bien  que  en  esclavos  ó  pupilos  de  los  españoles. 

Godoy,  al  menos,  se  atribuye  estas  mira>. 

En  visia  de  ellas,  nos  dice  él,  propuso  A  Car- 
los 1\^  la  idea  de  establecer  en  América,  en  lu- 
gar de  los  Vireyes  temporales,  á  los  Infantes  de  Es- 
paña con  el  título  de  Friucqjcs  Jír/fcnfcs^  paia 
que  gobernasen  esos  países  con  la  ayuda  de  (.oii- 
sejos  (le  Estado  compuesto  de  españoles  y  ame 
ricaiios,  constituyendo  especie  de  senados  perma- 
nentes, que  iniciaran  la  reforma    de  la  h^gislacion 


—  r)8  - 

colonial  en  el  sentido  de  las  miras  progresistas 
arriba  indicadas,  y  sobre  todo  de  una  autonomía 
administrativa  y  judiciaria  que  solo  tuviese  ex- 
cepciones en  puntos  trascendentales  en  los  inte- 
reses  generales  del  Reyno. 

Godoy  pretende  que  en  esa  mira  se  proponía  no 
solo  la  salvación  de  América,  como  nación  es- 
pañola, sino  de  la  familia  misma  de  los  Borbo- 
nes,  enviando  al  nuevo  mundo  parte  de  sus  miem- 
bros, para  bacer  imposible  el  peligro  ya  previsto  de 
lo  que  sucedió  cuando  toda  ella  fué  hecba  cautiva 
l)í)r  Napoleón. 

( lodoy  dice  (¡ue  propuso  la  idea  al  liey,  y  fué 
acojida;  pero  éste  consulté  al  ministro  Caballero, 
émulo  de  (Jodoy,  que  la  rccbazo,  naturalmente.  El 
lley  consultó  aun  á  muchos  prelados;  y  ocho 
obispos  estaban  por  la  idea. 

Temiendo  el  Rey  que  sus  facultades  no  bas- 
taran á  un  cambio  semejante,  quiso  oir  á  otros 
de  sus  consejeros. 

Las  memorias  y  pareceres  en  todo  sentido  di- 
luviaron; el  tiempo  corrió;  la  oportunidad  pasó; 
la  Inglaterra  atacó  á  las  posesiones  de  América,  y 
el  Rey,  asustado,  desistió  de  toda  idea  de  enviar 
sus  hijos  al  nuevo  mundo. 

Esto  sucedía  entre  los  años  3  y  7.  Godoy 
cree  que  esa  medida  hubiera  podido  salvará  Espa- 
ña de  la  conquista,  quitando  á  Napoleón  las  faci- 
lidades que  le  dio  la  captura  de  toda  la  familia  reai 
e>pañola. 

Niega  (iodoy  que  su  idea  fuese  la  del  (5onde 


—  :>i)  — 

de  Ai'anda,  propuesta  veinte  años  antes  á  Car- 
los ni.  Aranda  proponía  la  independencia  com- 
pleta de  América,  y  su  distribución  entre  los 
Príncipes  erigidos  en  Reyes,  con  ciertas  condicio 
nes  remunerativas,  compatibles  con  la  independen- 
cia entera.  Godoy  no  quería  que  España  perdie- 
se una  pulgada  de  territorio  en  x\mérica,  y  que 
toda  ella  bajo  los  Príncipes  rcf/entes,  continuase 
siendo  propiedad  absoluta  de  la  España. 

Godoy  insinúa  la  idea  de  que  el  conde  de  Ai*anda, 
portador  de  una  idea  concebida  e/?  VersaiUes  (como 
si  no  fuese  por  él  mismo)  cayó  en  desgracia  pa- 
ra siempre  por  esa  <*.ausa  principal.  Si  fuese  es- 
to cierto,  tendríamos  que  la  idea  de  Aranda  es 
francesa,  como  la  de  Monróe  es  inglesa,  y  que 
la  Inglaterra  y  la  Francia,  regian  por  su  in- 
fluencia indirecta  los  destinos  del  nuevo  mundo, 
de  un  siglo    á  esta  parte! 

Godoy  dice,  que  tuvo  además  otros  planes  y 
otras  ideas  por  ese  orden  respecto  á  América, 
paro  que  los  documentos  probatorios,  corrieron  la 
suerte  de  sus  papeles,  que  le  fueron  arrebatados . 
— Será  uno  de  estos  el  concertado  con  Belgrano 
y  Rivadavia  en  1814?  Mal  comentario  para  es- 
tos dan  las  intenciones  inapeablemente  españolas 
que  Godoy  protesta  haber  tenido  en  todos  los 
proyectos  y  planes  aconsejados  á  Carlos  IV 
sobre  América. 


i\0 


s  VI 


Son,  ante  todo,  los  intereses  generales  los 
soldados  que  han  emancipado  el  nuevo  mundo. 
Los  intereses  económicos  de  la  Europa  han  des- 
truido el  sistema  colonial  que  reinaba  en  Amé- 
rica, porque  ese  sistema  les  era  hostil  y  desastroso. 

Es  necesario  señalar  esos  intereses?  Desde  el 
descubrimiento  de  América,  su  suelo  virgen  y  rico 
fué  el  campo  de  batalla  ó  el  teatro  de  la  libre  con- 
currencia de  las  naciones  comerciales  y  maríti- 
mas do  la  Europa.  La  presencia  en  ella  de  la 
PJspana.  del  Portugal,  de  la  Francia,  de  la  Ingla- 
tiírra,  de  la  Holanda,  desde  entonces  hasta  hoy 
mismo,  no  lo  prueba? 

Podría  el  continente,  de  donde  ha  salido  en  tres 
siglos  tanto  oro  y  plata  como  para  cambiar  las  pro- 
porciones económicas  de  los  valores  en  todo  el  uni- 
verso, quedar  perpetuamente  hecho  el  claustro 
oscuro  de  una  nación  de  tercer  orden. 

lia  decadencia  económica  de  España,  la  pérdida 
desumarinn,  de  su  industria,  de  su  comercio  ¿no 
le  habían  (|uitado  ya  de  antemano  la  posesión  del 
nuevo  mundo  antes  que  los  acontecimientos  de  la 
revolución  francesa? 

Perdido  el  (amff/n  por  la  Fraifcia ^  y  ]a  Nuetxt 
Inyhiterní  por  la  (irán  Bretaña,  por  manejos  en 
(jue  España  tomó  parte,  ^,podía  la  América  del  Sud 
seguir  siendo  colonia  española  mucho  tiempo?  Po- 
dría la  Amórica  misma  lui'-er  por  su  propia  emanci- 


^paeíoTt  raas  de  Toque  haríii  la  Inglaterra  por  sir 
|iropiii  venganza  y  por  la  giamleza  de  su  propio 
comercio  y  marina? 

No  son  contemporáneas  de  los  primeros  pai?o> 
de  la  revolución  de  Sud-América  las  doctrínaü 
de  Mallhas  y  Sat/  en  que  se  revelan  lo«  estragos 
•qne  hacia  en  Europa  el  desequilibrio  de  la  po 
blacion  con  las  subsistencias  y  la  la,lta  del  suelo 
um.TÍ*:ano  para  servir  de  agente  nivelador  de  ci^e 
desorden? 

Gobiernos  y  pueblos  eran  aKaltaílos  por  lo^ 
rn'^  '  >  de  la  Europa,  qne  tomaban  posesión  de 
1  ,' >s  mercados  si  no  los  abrían  ellos  nuimos; 

y  encontraban  colocaciones   espléndidas  eu  los  go 
biernos  que  les  tomaban   prestado  ú  interés,  para 
irirse  el  camino  de  que   la  Inglaterra  debia  sa- 
mas provecho  que  ellas  mismas. 
Los    interese  i    que  asi    arrancaron     el    nuevo 
mundo  al   ííistema  colonial  permitirían  que  cayese 
de  nuevo  eu  él,  ahora    que  son     mil    veces  mas 
poilerosos?     No  son   esos  intereses    generales  los 
mejores  gnardianes  y  sostenedores  de  la  Tndepen 
iilencia  que  ellos  crearon  á  la  América  del  Sud  en 
rovecho  propio? 
Recolonixar  la  América  llena  de  poblaciones  y 
^pítales  de  todas  las  naciones  de  Europa,   sería 
:har  de  allí  á  esos  capitales  y  &  esas  poblaciones. 
Consentirían  ellos  en  salirse  mas  que  la  América 
en  verlos  partir  y  quedarse  sola? 

Es  achic^ir  la  causa  de  América,  desconocer  el 
poder  de  los  grande-í  principios,  de  los  soberanos  de- 


-   62  — 

rechos  en  que  reposa,  el  atribuir  toda  la  obra  de  la 
Independencia  al  coraje  de  algunos  soldados. 

Nada  mas  ingenuo  ni  expresivo  que  la  confesión 
del  célebre  revolucionario  de  Buenos  Aires, — Saa- 
vedra — cuando  decia: — Espennos  que  las  bretms 
maduren;  entonces  las  comeremos  sin  trabajo;  —y 
sucedió  como  él  dijo.  La  independencia  de  Amé- 
rica es  la  breva  que  maduraron  los  acontecimien- 
tos de  la  Europa,  y  que  los  americanos  recogieron 
del  suelo  en  que  cayó  por  su  propia  madurez. 

§  VII 

La  Ruropa  es  el  guardián  de  la  independencia 
americana 

No  solamente  es  h  Europa  la  que  ha  forma- 
do la  independencia  de  la  América  del  Sud,  sino 
la  que  ¡a  ha  conservado  hasta  hoy. 

Esto  no  es  quitar  nada  al  valor  americano;  es 
dar  á  la  verdad  histórica  todo  lo  que  le  corres- 
ponde. 

Solo  en  la  verdad  históiica  podrá  América  en- 
contrar su  verdadera  política.  Los  cortesanos  y 
adulones  de  su  vanidad,  que  le  compran  con 
mentiras  lisongeras  sus  votos  y  sus  sufragios,  son 
los  que  la  alejan  del  verdadero  camino  de  su 
salvación. 

Este  camino  es  su  aproximación  á  la  Europa, 
manantial  pasado,  presente  y  futuro  de  su  civiliza- 
ción, de  su  poder  y  bienestar. 


—  6a  — 


La  Kuropa,  ó  por  mejor  decir,  la  Fruncía,  dejan- 
do á  la  España  y  á  la  América  del  Sud  sin  ¿ey, 
en   1810,  dejó  á  la  España  y  á  la  América  del 
.Sud  duefias  de  si  mismas. 

Para  España,  era  esa  posición  el  principio  de 
sa  i'iila  represcítiatira. 

Para  Sutl-América  lo  era  de  su  sobf^ranm  poptf^ 
htryút  su  independencia. 

Como  ella  drpendia  del  Beif  y  no  de  España^ 
^ la  caída  del  Rey,  el  cautiverio  del  Rey>  la  dejabn, 
j)or  el  hecho,  i/idependicntc. 

Este  doble  resultado  estaba  previsto    y  regido 
por  las  leyes  mismas  de  la  monarquía  que  facnl- 
íaban  al  pueblo    para   nombrar  Jitntas  guberfmtf 
ras  prúvimiales  en  lus  casos  de    mutiverio  ó  ai 
sencia  del  Rey. 

España,  conforme  a  c<a  Ley,  (3'^  Tít.  15,  Part. 
2**)  creó  la  Junta  fíe  SevUlUy  en  yista  del  canti- 
verlo  de  Fernando  VII  por  Napoleón 

La  Junta  de  Si^vUla  invitó  á  la  xVmérica  á 
hacer  otro  tanto,  como  parte  integrante  que  era 
de  la  Nación  Española, — Esta  declaración  es- 
pañola, nueva  en  el  dereclio  americano,  era  un 
pasii  mas  hacia  la  indejíendencia  espontánea  y 
^mal  de  íSnd  America, 

América  nombra  sus    Juntas  fjnbcrnativas 
"qñe,  como  las  de  España,  debían  gobernar  en  nom- 
l^re  del  Rey  prisionero. 

Este  pa»o  enteramente  legal,  oficial  y  pacífico, 
de  erijir  Juntas  gubernativas,  se  ha  llamado  en 
America  una  revolución  de  ¡udt pendencia ,—miei\' 


—  <;i  — 

tras  que  eii   España,  la   erección   de    Juntas  no 
significó  una  revolución,  como  tampoco  en  Anid- 
lica  al  principio,  sino  la   creación   legal  de  una 
liegmcia, 
^     Era  una  actitud,  no  una  revolución.  (1) 

Revolución  contra  quién?  .  Contra  el  Rey?  — 
Estaba  prisionero  y  cautivo.  —Contra  las  Juntas 
españolas  que  lo  representaban? — Ellas  mismas  ha- 
bian  invitado  á  Sud-Aniérica  á  crear  Juntas  de  su 
especie. — Contra  la  Lcif^ — La  ley  misma  autorizaba 
esas  J/í/2fo.s'. — Contra  los  Vircj/cs  y  los  represen- 
tantes del  Rey  ? — Ellos  mismos  renunciaban  su 
poder  y  convidaban  al  pueblo  á  crear  Jantas  guber- 
Uvas. — Contra  los  Cahiltlos? — Los  Cabildos  mis- 
mos nombraban  las  Juntas  de  acuerdo  con  el  pue 
blo,  conforme  á  la  ley. 

Si  babia  en  ello  un  cambio,  si  esc  cambio  era  una 
revolución,  esa  revolución  era  obra  de  la  Europa 
no  de  América,  que  era  ájente  pasivo  de  esa  no- 
vedad. Es  verdad  que  ese  cambio  empezado  euro- 
peo se  volvió  americano 

Hé  aquí  cómo  ese  cambio  legal,  pacífico  y  espa- 
ñol al  piincipio,  se  volvió  naturalmente  una  revo- 
lución americana  de  independencia  y  esta  inde- 
pendencia se  volvió  un  heclio  definitivo  y  peima- 
nente. 

El  Rey  de  P]spaña  habia  estado  representado, 

i\)  Vénse  las  palabras  de  Moreno,  p.  CVI  dol  ^^rr/acio  de 
las  memorias  de  su  hermano  cí  Dorfur. 

Véase  el  dis'íurso  de  Hosas  en  (lue.  oomo  ("Jobernador  de 
Buenos  Aires,  explicó  el  sentido  de  la  revolu<:ion  «le  Mavo 
de  ISIO. 


-^  il.)  ^- 


jiora  80  gobierno  eu  América,  sieínpre  \íoy  españo 
frjp,  nunca  por  criollos  ó  anuricams. 

La  creiíciün  de  las  Jnnias  ffubenirdivas  hizo  na- 
cer de  e^a  circun-itancia  en  América  una  divergen- 
Bi        ':    no  tenia  razón  de  ser  en  España,  entre 
>  y  criollos^  entre   europeos  y  americanos 

Los  españoles  quisieron  componer  las  Juntas  al 

mo  título    qne   liabian  desempeñado   antes  lo- 
le^os  de  gobierno. 

Loí  criollos  ó  americanos,  que  liabian  estado  ex 
cluidoa  del  todo  del  gobierno  de  sus  propios;  paí- 
sjes,    creyeron  que  la   interdicción    del    Rey.    les 
daba  á  ellos  el  derecho  de  representarlo,  no  á  los 
tspftfiohíf  miopeos. 

Esta  divergencia,  esta  lucha  personal  tué  el  prin- 
cipio ocasional  de  la  guerra  de  la  independencia. 

Los  americanos  6  criollos,  empezaron  i>or  ex- 
i.'laü'  de  su  gobierno  propio  á  los  españoles,  y 
atibaron  por  excluir  al  Reif  de  España  mismo. 

Posesionados  del  poder  por  la  interdicción  del 
líey,  empezaron  por  ejercerlo  en  nombre  del  Rey 

egencia^  y  acalmron  por  ejercerlo  en  nombre  del 
pueblo  americano  (repiiblica). 

La  Europa   no    española,  que  preparó  ese  re 
multado  sin  pencarlo,  acabó  por  ayudarlo  con  sus 
['O'     i   .,  con  su  dinero  y  con  sns  reconocimientos 
(icos,  en  su  interés  inmediato  y  directo  de 
comerciar  con  el  nuevo  mundo. 


VIII 


Búlivia,  ahogada  en  medio  del  desierto  arne- 
ricaiio,  siü  puertos  de  mar  que  la  pongan  en  co- 
municación con  la  Europa  civilizada,  es  el  ejempla 
práctico  del  modo  cómo  nn  error  de  historia  es- 
travia  toda  la  palitica.  Bolivia  carece  de  puertos, 
porque  al  'constituirse  no  m  dirt  cuenta  exacta  tlel 
verdadero  origen  de  su  revolnrioii.  y  <le  los  fines 
de  su  indepjndenciit. 

Todavía  en  IBfil.  un  historiador  boliviano,  se 
expresa  en  estos  términos: 

^Es  un  error  (lo  hi^mos  dicho  en  otra  parte,  dice 
D.  Manuel  José  Cortés),  atribuir  la  guerra  de 
la  independimcia  á  la  crítica  situación  en  que  se 
hallaba  la  lletropoli,  á  consecuencia  de  la  inva- 
cion  francesa.  El  conflicto  de  España  habría  sido 
indiferente  para  la  América,  si  otJ*as  causas  no 
hubieran  preparado  los  acontecimientos  que  tuvie- 
ron lugar  en  aquella  época.  ^ 

^  La  raíz  de  la  revolución  americana  ha  de  bus- 
carse en  laí^  ideas  á  la  sazón  difundidas  en  Amé- 
rica. Los  hechos  de  que  tiene  cuenta  la  historia 
son  siempre  !a  manifestación  del  pensamiento >,.., 
rLos  pueblos  como  los  individuos  no  ejecutan  sino 
lo  que  piensan.  > 

Esto  mismo  piensa  Mitre  ú  dice  que  piensa;  lo 
cierto  es  que  esto  halaga  la  vanidad  de  Améri 
—En   verdad    esto  ei  explicar  la  revolución 
las  colonias  de  América,  por  las  causan  de  H 


—  fi7  — 


volQcion  de  las  grainles    metrópolis   de  EuroiKi 

•  En  el  seno  de  la  servidumbre  se  formaban  Iíj 

eas   de  libertatl,  dice  Cort¿s.  Los  hombre??  iln> 

idog  conocían  el  cofíirata   social  de  liousseau  } 

la    (iecIaracioH  de  los  derechos  del  homhre,  bec'lia 

por  la  convención   francesa». 

Ya  esto  es  reconocer  i|ue  la  independencia  ve 
tlia  de  las  ideas  de  la  Europa,  ya  que  no  de  lu 
tíecJws^  no  de  las  ideas  americanas. 

La    revolución    que  se  pudo   llamar  ameñcanc 
de  origen  y  raiz,  fué  la  de  Tupac-Amaru  en  178<J 
pero  la  América  europea  de  raza,  la  de  que  ha 
bla  Cortés,  no  tomó  parte  alguna  en  esa  revohv 
cíon,  ni  pensó  en  la  independencia  hasta  que  no 
ocurrieron  los  acontecimient^Ds  de  U  metrópoli  . 
insecuencia  de  la   invasión  francesa. 
Si  nuestros  historiadores  americanos,  en  lugar  de 
apoyarse  en  las  lecturas  que  hacen  de  historias  d* 
la  Europa,  se  apoyasen  en  los  documentos  rclati 
vos   á    los    hechos  de    la    historia  americana,    no 
podrían  desconocer  ni  negar  el  origen  europeo  rli 
la  reyolucion  de  América. 

Las  actas  de  instalación  de  los  gobiernos  indr 
pendientes  declaran  todas,  sin  excepción  de  una  sola, 
Ia  realidad  de  los  hechos  y  causas  que  ciegan  al 
Sr,  Cortés  y  á  Mitre,  En  todas  ellas  se  dá  por 
causa  de  la  instalación  de  los  nuevos  goliprnos 
americanos,  el  cautiverio  de  su  soberano  Fernan- 
i^  VII  en  Francia,  en  mano  de  Napoleón;  y  no 
hay  documento  ni  paj)ei  de  esa  época  que  no  di- 
gp  1.^  tni'^tnn    ivmii  convencerse  de  que  Europa  es 


—  Ba- 
la que  hace  hoy  mismo  toda  la  prosperidad  de 
Siid-América,  no  hay  mas  que  notar  el  modo  de  ser 
geográfico  de  cada  República  y  companirlo  con  sus 
adelantos.  El  Atlántico,  mas  adelantado  que  el 
Pacífico:  V.  g.  el  Brasil,  Las  Repúblicas  con  puer- 
tos marítimos  y  fluvialeí^i,  mas  adelantadas  que 
las  que  no  los  tieíieti,  como  v.  g.  Boliiúa,  Ntieva 
Granada,  Aun  los  que  tienen  costas  mal  sanas» 
están  por  ello  relativamente  aisladas  de  Europa  y 
atrasadas:  v.   g.  Méjico^  Colombia. 


§  IX 

La  emancipación  de  América,  era  en  sí  un 
cambio  por  el  cual  lo  que  ganaba  América  lo  per- 
día Europa. 

Quien  hacia  la  pérdida  debia  saber  mejor  que 
el  que  hacia  la  ganancia  cuál  era  la  causa:  P  por- 
que  en  general,  una  pérdida  impresiona  mas  que 
una  ganancia;  2^  pjrqne  el  que  perdía  en  este  caso 
era  el  mayor,  mas  esperimentado  y  mejor  conocedor 
de  las  cosaí  comunes  á  ambos. 

Preguntad  á  la  Injlatena  ¿quién  le  hÍ5ío  per- 
der sus  colonias  de  América? — No  negará  el  valor 
de  los  americanos^  pero  no  vacilará  en  designar  á  la 
España  y  á  la  Francia,  que  se  ligaron  y  auxiliaron 
con  sus  grandes  recursos  á  la  revolución  de  Nor- 
te-América, la  causa  principal  de  esa  emancipa 
cion. 

Preguntad  á  Espai/a    quién  le  hizo  perder  sn,^' 
posesiones  de  Stal- América:  y  aunque  conozca   el 


—  69  — 

iw  de  los  americanos,  como  no  basta  el  valor  para 
emanciparse,  no  vacilará  en  señalar  á  Fraíciay 
á  IngUiterra  como  los  autores  de  la  revolución  de 
Snd' América.  (1)  La  Francia  les  dio  las  ideas 
leí  siglo  XVIU  y  1789,  y  las  creó  el  ejemplo  de 
Estados  Fnidos,  En  seguida  las  dejó  sin  Rey, 
haciendo  prisionero  á  Fernando  VU.  Al  mismo 
tiempo  las  dejó  sin  Metrópoli,  ocupando  á  España. 
Por  su  parte  Inglaterra^  con  su  neutralidad 
vengativa  hcícia  España,  en  su  lucha  con  las  colo- 
nias, habilitaba  á  éstas  para  recibir  empréstitos  y 
>corros  en  armas,  buques  y  dinero,  que  les  facili- 
iba  ella  misma  y  las  estimulaba  por  sus  con- 
sejos. 

Últimamente,  IJ^paña  nn'sma,  como  se  lo  dijo  el 
Conde  de  ^\j-anda  á  Carlos  III,  era  la  primera  en 
emancipar  sus  colonias,  desde  luego  por  el  ejem- 
plo que  ella  les  creó  en  los  EsUuhs   llnidon  m- 


(1)    Yo  exlrnñ*  no  ver  fnericíonndA  el  foinbfite  de  Trnfnlgar 

9ntre  Ia"5  <*nu^;js;  imnedialas  t\  U\    ÍTHteppnrJcncia  de   Aiuórií'a, 

íRpecta  1    Perder  su  niíni  rinde  «.uerm  fué  píirn  estn 

lfK*tAti  Y'.'.  -olonias  ñmerirnrirt.s,  pop  Ih  ley  nniurnl  se- 

\^  i  rj  t  íueie  un  pnís  iii  un  tener  lo  donunfioion  de   otras 

I  al  olro  Indo  ao  los  ninre*,    ?ií»  In  pasesinii    de  una 

Fuer/M  naval,  sobre  ludo  funndo  Ifi  colnnio    es  mos 

10  h\  Meinipcdi»  y  su    infle(>endcnHA  es   fodieiada  y 

ri  ^  por  y  pnra  (a  snlud  del   inunrlo  entero, 

,  Aíít  >e  viíí  queeri  seífuuln  del  de.^ns^tre  de  Trnfjiltrnr    ísufrído 

ar  KspHHu  el  "/I  de  (>'lul*re  de  Isor»;   U\    niíílíilerra    no    luvo 

'  en  dlrijir  suh  expcd:rirint'8  de  lt<06  y  IKíT  ni  Hio  de 


I 


-  irmnrínn  espnñoki,  quien  las  baUó,  sino  la  pobloeion 
.  FUitíi,  en  cuyos  eoinbntes  «j»rendn>  6  eonorer  el  olennce 
I  »u  propio  podí^r.  que  dos  íi nos  de«.i»upá  (líSM»)*  empezó  por 
—  ;  idíid  de  In  Espnñn  tnismn.  ron  niuelio  gu8- 

bien  entendido,  que  en  lo  futuro  reempla- 

,L  ( -  ..  .-.  tfxplolocton  eomercial  deesos  pnibesainert 

►  sobre  Im  base  ríe  §u  independeneia   reconocida  y  resp* 
KOei  A,) 


-  70  — 


dependientes  de  Norte-AmtHica  y  en  seguida  en- 
sellando  con  toila  la  Europa  á  los  americanos,  á 
no  ohed^ícer  al  soberauD  usurpador  de  la  Espa- 
ña, ni  á  España  misma  convertida  en  presa  del  ex- 
tranjero. Era  la  rrívolücion  erijida  en  do.it riña 
par  la  Europa  misma,  tanto  nionárqnica  como 
republicana, 

Francia,  por  un  lado,  emancipaba  á  la  América 
de  España,  y  España  la  emancipaba  de  Francia; 
así  la  América  se  encontraba  en  el  camino  de  la, 
independencia  gracia^-  á  las  rivalidades  de  la  mís^ 
nía  Europa. 

Esas  rivalidades,  que  fueron  causa  tle  su  eman- 
cipación, son  y  serán,  como  achaques  inherentes 
á  la  composición  de  la  Europa  política,  la  mai 
fuerte  garantía  de  su  estabilidai. 

A  esas  causas  se  afiaílen  otras  de  drden  natu- 
ral que  contribuyeron  á  la  caída  del  sistema  ca- 
lón ial  y  que  impediián  su  restablecimiento  me- 
jor que  todos  las  ligas  y  los  ejércitos  de  América. 

Si  aun  los  distritos  y  municipios  de  un  país  no 
se  administran  bien  sino  de  cerca,  era  el  colmo  del 
absurdo  que  Méjico  y  el  Perú  se  administrasen  dciide 
Madrid, 

Era  preciso  atravesar  el   Océano  para   buscar 
en  Madrid  la  justicia  que  amparaba  el  honor,  los, 
bienes,  la  vida  de  los  americanos. 

Esos  recursos  empleaban  años  y  dineros. 

Esperando  su  decisión  los  recurrentes  quedaban 
expuestos  á  la  venganza  de  jueces  y  gobernadores. 

En  Madrid  no  entendian  las  cosas  de  América, 


—  71  - 

XiOs  Tireyes  y  gobernadores,  españoles  siempr* 
tenían  amigos  y  convecinf»s  que   les    asegurabau 
la  razón  en  todos  los  reclamos   establecidns  íuj\- 
Ira  ellos. 

Lo  estéril  de  tales  recursos,  hacia  no  emplear- 
los, y  los  opresores  se  alentaban  por  esa  impu- 
nidad. 

Le  pasaba  entoneeá  á  España  en  América,  lo  qu< 
á  Euix)i>a  con  sus  diplomáticos  eu  el  nuevo  niui» 
lio:  le  han   hecho    su    diplomacia   al    paladar   d.^ 
los  diplomáticos,  y  se  hace  odiosa  á  la  América 
siii  saberlo, 

Kl  exclusivismo  colonial  era  un  nltrage  á  la  ley 
itiiral   del   comercio  libre,  y  una    vez   ocupado 
l>or  éste  el  mercado  americana,  no  podría  recoloni- 
ssar$e  sino  rompiendo  los  tratados  que  lo  garanten 
ú  conservándolos  en  beneticio  de  tudas  las  naciunes, 

que  dejarla  sin   objeto  el  trabajo  de  conquis 
UíT  y  revolucionar  un  pafs  con  sus  solos    recur- 
5S  propio >   pero  en  beneficia  de  todo  el  mundo. 

Esta  ley  económica  ha  hecho  caer  de  suyo  para 
í^iempre  el  sistema  colonial. 

§x 

Europa  dí¿  u  América  hasta  sus  revolueíonuríos 


La  América  debió  á  la  Europa  hasta  el  per- 
sonal de  los  revolucionarios  y  autores  de  su  in 
dependencia.    Sus  mas  grandes    hombres    recibie- 
ron la  pdnrarirm,  que  les  hizo  capaces  de  encabezar 


la  revolucioii,  en  las  monarquías  de  la  Eni-üpa. 
Tales  fueron  San  Maitin^  Bolívar^  Catrera ^  Jiet- 
grano^  Alvea¡\  Pueynedon^  Blanco  Encajada^  Lo- 
chrane^  Arenales^  Broum,  O'Brien,  O'Lmiberff, 
M'dkr,  Monfeaffttdo,  Anehorma,  Laprida. 

No  deben  ser  esencialmente  incompatibles  can 
la  independencia  de  América  las  doctrinas  rei- 
nantes en  Europa,  cuando  esta  Europa  inspira 
y  educó  á  los  que  libertaron  á  Sud-Araérica  de 
la  dependencia  de  España. 

San  Martin,  que  es  uno  de  los  que  mas  ha 
hecho  por  la  independencia  de  Snd- America,  es  el 
que  mas  probó  su  adhesión  á  la  monarquía,  prime- 
ro tentando  su  organización  en  Lima  en  1821,  de 
acuerdo  con  Laserna,  y  en  1822  de  acuerdo  con 
Bolívar  en  Guayaquil;  y  después  viniendo  á  Eu- 
ropa á  pasar  30  ailos  de  su  vida  bajo  su  som- 
bra, lójos  de  la  lepüblica,  que  desautorizó  por  su 
ausencia  perpetua,  después  de  haberla  fundado  In- 
directamente, solo  por  fundar  la  independencia.^ 
Así  conciliii  su  amor  á  la  iiideperdencia  con  su 
respeto  á  la  monarquía.  No  fué  inconsecuente. 

Rivadaria,  como  San  Martin,  después  de  fundar 
la  independencia,  de  tentar  en  vano  la  monarquía 
constitucional,  y  de  no  poder  constituir  la  república 
en  el  Plata,  vino  á  morir  en  Europa  bajo  la  monar- 
quía que  quizo  trasplantar  á  su  país  en  1814. 

BoHvar  no  hizo  lo  mismo  porque  careció  de 
medios  para  vivir  en  Europa.  Pero  es  sabido  que 
tal  fué  su  deseo;  y  conocida  es  también  su  opinión 
en  favor  de  la  monarquía  como  linico  medio  de  sal- 


?ar  la  revolución  y  la  indepeiirtencia   i|Ue  le  te 
nian  por  principal  autor;  y  aun  lo  que  hizo    en 
este  sentido  en  1H2\). 

Besffépo  y  todos  sus  confidentes,  FIoits,  Fraft- 
cisco  di2  Mili  fin,  lo  atestiguan. 

Es  constante  y  notorio,  que  mandó  suspender  la 
negociación  pendiente  en  Europa  para  nionarquizar 
á  Colombia — Eso  probaba  que  la  negociación 
existía,  Ko  la  liabria  emprendido  un  Consejo  de 
Ministros  sin  su  anuencia  á  no  ser  por  traición, 
j  ni  él  ni  nadie  acusó  ni  persiguió  al  Consejo 
por  ese  negocio,  que  Bolívar  desautori^iü  por  temor 
lie  perder  su  popularidad  amenazada  por  Taez  y  k^s 
representantes  de  Venezuela,  que  después  de  acón 
sejarle  que  se  coronase  é\  mismo,  le  acusaban  de 
traicionar  la   república. 

Bolívar  negó  de  tiente  y  de  firme  que  hubie- 
se querido  coronarse  él  mismo;  pero  no  negó  su 
convicción  de  que  solo  la  monarquía  pudría  sal- 
var la  independencia. 

Ese  convencimiento  común  á  casi  todos  los  hom- 
bres importantes  de  Amt?rica,  de  antes  y  de  ahora,  se 
mantenía  secreto  y  disimulado,  de  temor  de  in- 
currir en  el  cargo  de  traición  ala  causa  americana, 
como  sí  esa  causa  tuviese  mayor  enemigo  que  la 
lílíca  que  la  ensangrienta  y  atrasa,  ni  mejor 
i.,  .iü  de  salvarse  y  engrandecerse  que  la  monar- 
quía independiente,  libre  y  constitucional. 

Como  si  fuese  América  la  creadora  de  esa  re- 
pública imposible  y  bastarda  que  abrazó  fatal- 
mente solo  por  falta  de  apoyo  y  sostén  de  las  mo- 


„  74  — 

iiarqiiías  liberales  de  la  Europa,  qae  buscó  y  no 
obtuvo. 

Esos  americanos  llevaron  de  Europa  no  solo  la 
aptitud  militar  para  cambiar  la  faz  de  América, 
sino  el  plan  mismo  de  la  empresa. 


§  XI 

A  fines  del  siglo  XVIII,  el  general  Miran- 
da natural  de  Caracas,  con  el  objeto  de  emancipar 
á  su  país  de  la  corona  de  España,  fundií  en  Lon- 
dres  una  societlad  secreta. 

Base  primera,  ó  modelo  de  imitación,  ella  dio 
lugar  á  la  que  se  formó  en  seguida  con  miras 
extensivas  á  toda  la  América  del  Sud,  bajo  e| 
nombre  de  Sociedad  Luutaro  ó  Caballeros  racione 
leSf    á  princiiiics  de  este  siglo. 

Esas  sociedades  tuvieron  su  centro  en  Inglater- 
ra y  en  Espaüa. 

,  Su  ///■////   Oriente  estaba  en  Londres,  y  de  ese, 
centro  irratliaban  sus  ramas  y  conexiones  en  ioi 
da  América. 

En  Cádiz  estaba  el  grande  Oriente  de  la  sección 
relativa  á  la  Península,  y  alU  se  afiliaban  los 
americanos  que  entraban  ó  salían  de  aquel  puer* 
to.  En  Cádiz  solo  contaba  cuarenta  iniciados; 
allí  se  afiliaron  San  Martin  y  Bolívar,  De  modo 
que  en  el  Viejo  mundo  prestaron  arabos  juramenH 
to  de  servir  á  las  libertades  del  nuevo. 

También  se  afiliaron  en  esa  Logia,  en  España, 
los  que  mas  tarde   fueron  el  general    Alveai'    y 


—  75  — 


el  geneml  Zapiola,  qne  no  llegaron  á  Buenos  Ai 
res,  sino  en  1812. 

El  primer  trabajo  tle  San  Martin  y  Alvear, 
á  su  llegada,  fué  fundar  en  Buenos  Aires  la 
Logia  Latituro,  que  dirigió  secretamente  y  gobenni 
los  trabajos  de  la  revolución  y  de  la  guei'ra  de  la 
independencia,  hasta  ííu  completo  triunfo. 

Ella  creó  los  gobiernos,  lüzo  las  constituciones. 
y  desliizo  ambas  cosas  según  su  grado;  dio  todos 
los  empleos,  decretó  todas  las  campañas,  y  su- 
cuuibiü,  con  la  libertad  y  con  el  urden,  á  su> 
propias  pasiones  y  debilidades  anárquicas.  Mucho> 
IM  levados   de    España    estaban   afiliados  en 

Este  hecho  responde  á  los  que  dicen: — <iLos 
Anicíkanos  en  Europa  pierden  sus  sentimientos 
fie  arntiicüfios^  se  hacen  eyoistas,  se  vuelven  extra- 
f7ús  al  país  de  su  origen  • . 

Los  americanos  así  desamerkanizados  en  Eu- 
ropa íííjn  nada  menos  que  San  Martin,  Belgrano, 
Alvear,  Zapiola,  Bueyrredon,  Kivadavia,  Bolívar, 
Miranda,  Monteagudo. 

Todos  ellos  vivieron  en  Europa  y  se  hicieron 
aptos  para  sus  trabajos  por  la  independencia  de 
América. 

Quien  dice  Europa,  en  este  caso,  dice  monar- 
quía. 

Es  notable  que  la  revolución  de  América  y  la 
guerra  de  su  independencia  deben  todos  los  gran- 
des hombres  que  la  iniciaron  y  la  llevaron  á  cabo, 


7C 


i  la  monaniuía    europea  bajo  la  cual    recibieron 
su    educación  y  se  hicieron  hombres,  (1) 

§xn 

El  desconocer  el  origen  europeo  de  la  revolución 
de  América  puede  ser  un  mal,  y  no  es  un  deshonor 
el  reconocerlo. 

Lo  primero  es  una  especie  de  ingratitud  que  pue- 
de tener  por  castigo  la  privación  de  lo^3  eleraentoís 
que  la  revolución  podria  recibir  toduvia,  para  el 
cooipleto  de  sus  miras,  de  ese  mismo  origen  euro* 
peo  á  que  debió  su  primera  impulsión,  si  se  acer- 
case de  él,  en  vez  de  evadirlo. 

No  puede  deshon]-ar  á  la  América  del  Sud  lo 
que  no  ha  deshonrado  á  la  América  del  Norte,  á 
Inglaterra,  á  Francia,  etc. 

Las  cuatro  mas  grandes  revoluciones  que  se  ha 
yan  realizado  en  las  edades  modernas,  en  servicio 
de  la  libertad,  han  debido  al  extranjero  una  gi*an 
parte  de  su  buen  éxito:  la  Holandesa^  la  de  Im/la- 
tetra,  la  de  Estados- Unidos^  la  de  Francia. 

La  revüluciüu  inglesa  de  1688,  buscó  todo  su 
apoyo  en  un  ejercito  holandés,  y  dio  á  su  general 
libertador,  Guillermo  de  Orange,  la  corona  que 
arrancó  por  el  auxilio  de  su  espada  á  Jaime  U. 
— A  esa  revolución  debe  Inglaterra  la  libertad,  la 


ti)  Ved  lo  explicacMOn  dr  osle  fenómeno  observado  en  las 
Historias  de  Inglaterra  y  l'rancia,  en  Mackaufi/,  por  Guizot^ 
póg.  89.  ' 


I 


paz  y  la  gloria  de  que  disfnUH  hasta  hoy  y  que  la 
hace  ser  hi  escuela  liberal  de  ambos  mundos. 

La  revolución  francesa  de  178ÍI,  tomó  si  no  el 
auxilio  de  la  espada,  al  menos  el  del  ejemplo  y 
el  de  las  ideas  del  extranjero  para  dar  principio; 
pei*o  debió  su  coronamiento  á  la  coalición  de  la 
Europa,  bajo  el  poder  mas  libre  del  mundo,  qm 
se  retiró    de    Paris   sino   dejando  por  ley  d« 

monai^quía  regenerada,  nna  copia  de  las  car- 
las,  que  rigen  á  la  libre  Inglaterra,  y  cuya  re- 
novación es  el  programa  permanente  da  la  líber 
tad  francesa. 

Antes  de  eso,  la  revolución  de  Estados-Uni 
dos  de  1773,  que  debió  el  germen  de  las  libei* 

les  á  la  misma  Inglaterra,  no  consiguió  eman 
iparse  de  ella  sino  con  la  alianza  y  los  auxilioíj 
de  dos  monarquías  europeas,  la  España  y  la  Francia 
que  apoyaron  el  nacimiento  de  la  nueva  República 
con  sus  soldados,  su  dinero,  sus  armas  y  sus 
buques.—  No  por  eso  la  revolución  de  los  Enfados 
rnidos  deja  de  ser  mas  brillante  (}ue  la  de  Sud- 
América  que  no  formó  alianza  alguna  con  mo- 
uai'cas  de  Europa  (no  porque  le  hubiesen  faltado 
deseos,  es  verdad). 

Pero  antes  íjue  la  revolución  inglesa  de  1688 
ftiese  apoyada  por  una  intervención  holandesa,  la 
revolución  misma  de  la  Holanda  contra  la  domina- 
ción española  liabia  tenido  por  apoyo  ujm  inter- 
vención inglesa. 


78 


§  XUI. 


La  revolución  do  America;  lejos  de  ser  un  ex- 
travio, un  error^  un  precedente  que  convenga  aban- 
donarse, es  el  punto  necesario  de  partida  de  todo 
gobierno,  sea  cual  fuese  su  fonna  que  aspire  ú  servir 
la  civilización  de  America,  porque  el  objeto  que  la 
revolución  tuvo  en  vista  es  cabalmente  el  de  todo 
gobierno  culto  y  patriota. 

Ese  objeto,  lo  hemos  dicho  ya,  es  la  civiliza* 
cion.  Producto  de  la  civilizaciun  y  operada  paia 
su  servicio,  la  revolución  de  América  no  puede 
calificarse  de  otro  modo  que  como  un  movimien- 
to de  civilización  ella  misma. 

Basta  eso  solo  para  ver  que  su  causa  impulsiva,! 
no  podia  haberse  desenvuelto  en  el  seno  de  la  vida 
simple,  limitada,  oscura  que  hacían  las  colonias  de 
España  en  América,  hasta  el  día  que  estalló   la 
revolución. 

Ella  no  se  había  incubado  en  América  sino 
en  otra  pin* te. 

Es  preciso  admitir  que  esa  causa  estaba  ftiera, 
era  externa,  y  no  podia  estar  sino  donde  estaba 
el  poder  central  Je  la  América  misma,  la  metrópoli 
del  gobierno  á  que  ella  obetlecia,  contra  cuyo  poder 
debia  obrar  inmediatamente  esa  causa. 

La  revolución  de  América,  es  decir,  la  sustitu- 
cion  del  antiguo  régimen  por  el  nuevo,  era  una  re- 
volución que  se  operaba  en  Europa,  de  la  cual 
em  un  accesorio  la  de  América  propiamente. 


Donde  caía  el  poder  que  gobernaba  en  Ame 
Hca,  allí  tenia  lugar  sti  revolución;  y  la  fuerza, 
que  la  hacia  caer,  era  la  r;ins;i  ininr-iünta  \h.  i»s:i 
revolacion  aiuericana, 

Pero  el  gobierno  de  América  no  era  oUo  <jm 
el  gobieinode  Espafla  y  la  acción  que  derrocaba  ai 
gobierno  de  E^paila,  no  era  otra  que  la  acción  de  la 
revotuci  11    francesa,  servida  por   d   poder  de  Kn 
poleon  1, 

El  día  que  Napoleón  1  hizo  cautivo  á  Fernand-) 
YJJ,  cre^í  en  Sud-Ame^rica  catorce  Naciones  inde 
pendientes. 

Tomar  al   Rey,  era  destituir  á  los  Vireyes,  stv 
jigentí^s  que  goberriaban    las  catorco   colonias   <l 
remando  en  Sad- América. —La   América  lo  e^i 
gndió  asi,  y  lo^  desconoci<5  como  autoridades  legí 

jas  declarándolos  caducos. — Se    consideró  acé- 
fala y  vacante  y  en  viita  de  eso  se  dio  gobiernos 
projiios. 

Hesíaunido  Fernando  al  trono,  iio  <ini?.o  acei' 
tor  la  autonomia  de  América,  que  haliia  sido  i« 
saltado  natui-al  de  un  cautiveiio  y  dio  princiijio 
guerra  de  la  independencia,  en  que  trínnfi 
m  la  distancia,  el  valor  de  los  americanos,  y  1 
cooperación  de  la  Europa  liberal^  contra  la  pr 
breza,  la  ruina  y  la  mala   política  de  Kspaila. 

Una  revolución  nacida  de  ese  origen  no  podía 
marchar  sín  el  apoyo  <lc  la  causii  extorna  que 
la  había  hecho  nacer. 

Debía,  al  contrario,  cultivarla  propiciamente  y 


darle  una  gran  parte  de  calaboracion  en  la  ela- 
boración de  la  vida  moderna. 

La  revolución  de  America  que  debiri  marcliar 
apoyada  en  la  Europa,  hizo  al  contrario,  con- 
sistir su  política  en  evitar  su  cooperación. 

Ella  ere}  d  qn?  en  eso  consistía  el  americanismo^ 
sin  reparar  que  la  civilización  americana  en  todas 
las  formas  y  manifestaciones,  sistema  colonial,  y 
gobierno  independiente,  era  toda  obra  y  parte  de 
la  civilización  europea. 

Esa  política  extravió  la  revolución  y  la  man- 
tuvo estacionaria  ha^ta  hoy,  sin  alcanzar  las 
miras  de  civilización  que  tuvo  por  objeto. 

Aproximarse  de  la  Europa  era  aproximarse  de 
la  fuente  de  su  vida  y  de  su  civilización;  alejarse 
de  ella,  era  retroceder,  empcibrecerse,  morir. 

Gobernarse  como  la  Europa  era  el  medio  de 
aproximarse  de  ella;  separarse  del  gobierno  pa- 
rásito de  la  Europa,  era  crear  una  barrera  en- 
tre ambos  continentes. 

Lejo^  de  temer  al  gobierno  parásito  de  la  Eu^ 
ropa,  la  América  europea    o  latina    de  origen 
civilización,    abrazó  el   gobierno   antipático    á   la^ 
Europa. 

Medio  siglo  de  sufrimientos  ha  revelado  el 
eiTor. 

Ha  llegado  la  hora  de  salir  de  él. 

No  hay  mas  medio  de  volver  á  la  fuente  de  la 
civilización  americana,  que  tomar  el  gobierno  que 
la  acerca  de  ella,  en  cambio  del  que  sirve  para 
alejarla. 


Ese  cambio  sé  impone  con  toda  la  fuerza  íe  la 
ley  «leí  progreso,  y  hay  que  abrazarlo  ti  sucumbir. 

Es  tan  iuevitable  coiuo  fué  la  revolución  misnia 
de  la  cual  no  es  masque  un  paso  hacía  adelante. 
Bl  mundo  no  deja  de  marchar  porque  el  gobier- 
no no  se  ponga  al  frente  del  moviaiiento. 

8i  es  verdad  que  el  legislador  no  hace  la  leij 
aino  que  la  escribe  ó  expreaa,  también  es  cierto 
tratándose  de  su  ejecución,  que  el  gobierno  n*» 
hac4í  el  gobierno^  sino  que  lo  encamina  <>  dirije. 
Quien  gobierna  son  los  intereses,  las  ideas,  los  de- 
seos generales. 

§  XIV 


VA  roce  con  Europa,  la  intimidad  con  ella  muy 
lejos  de  perjudicar  á  la-s  miras  de  la  revolución 
de   América,  es  el  medio  de  satisfacerlas  y  cuní 
piulas. 

Que  la  revolución  de  ¡Sud-América  haya  sido 
un  producto  de  la  acción  de  la  Europa,  6  del  es- 
fuerzo propio  de  la  América,  ella  es  un  triunfo 
de  civilización  irrevocablo  y  constituye  un  inte- 
rés vital  del  mundo  entero. 

Cualquiera  tentativa  dirijida  á  sofocar  esa  gran 

'revolución,  á  recolonizar  América  y  restablecerla 

á  su  antigua  clausura,  seria  considerada  como  un 

atentido  contra  el  derecho  de  gentes,  un  insulto 

á  la  civilización  de  este  siglo,  una  declaración  de 

ierra  á  la  misma  Europa  civilizada,  que  por  su 
íropio  interés  se  daria  prisa  á  aceptar. 


?i2  — 


ííingnn  extravio,  nin^in  abuso,  ninguna  falta, 
de  las  qne  lian  señalado  la  marcha  de  la  revolu- 
ción en  los  Estados  independientes,  seria  capaz  de 
excusar  la  perpetración  de  esa  violencia  liecha  á 
la  ley  del  progreso  del  mundo. 

Pero  no  por  esto  ningún  airfericanoí]ne  se  res- 
pete á  sí  raismo  pretendería  que  la  revolución  de 
Sud-América  liaya  dado  todo  lo  que  debíJ  dar, 
todo  lo  (\\m  anunció,  lodo  lo  que  hizo  esperar 
el  día  de  su  inauguración. 

Diria  alguno  que,  lo  que  hoy  tenemos,  es  todo  lo 
que  la  revolución  tuvo  en  mira?  Que  lo  que  son 
boy  Bolivia,  el  Ecuador,  el  Peni,  Kueva  Granada, 
Venezuela,  etc,  fue  toda  la  esperanza  de  los 
autores  de  la  revolución  de  América?  Valia  la 
adquisición  de  este  estado  de  cosas  el  sacrificio 
de  su  sangre,  de  los  millones,  de  los  años  inver- 
tidos en  conseguirlo?  No  es  digna  América  de 
mejor  suerte?  Sus  buenos  hijos  se  consideran 
satisfechos  con  lo  que  hoy  tienen? 

Su  progreso  ha  sido  el  prugreso  inevitable  de 
un  ente  enfermo.  La  América  ha  crecido  con 
sus  achaques.  Son  Esfados  valetudinarios,  sujetos 
á  pérdidas  periódicas  de  sangre. 

Mientras  que  en  Francia  la  revolución  se  ha 
salvado,  poniendo  en  su  propia  cabeza  la  corona 
de  los  reyes,  es  decir,  asirailundo  la  forma  de  su 
gobierno  al  de  la  Europa  liberal;  la  revolución 
se  ha  quedado  estacionaria  en  América  por  no 
haber  entrado  en  la  misma  vía. 

La  revolución  ha    dejado  de    alcanzar   su  lin. 


porque  no  ha  cabido   encontrar  el   medio,  es  d 
cir^  nn  gobierno. 

Sin  iMiidirse  dt3  definir  con  toda  claridad  el 
panto  á  donde  se  iba,  la  revohinion  solo  supo  dp 
cierto  ona  coísia,  y  es  que  para  llegar  A  ese  pni 
til,  era  re'inidto  esencial  é  inevitable,  la  creación 
tie  nn  i^r/ibieniO  propio  y  nuev-v  í"-iMjiendiente  de 
todo  gobierno  extranjero. 

Ella  comprendió   que  el  primer  paso  hacia  la 
j:i....-.,  1  gj.,^  |.^  creación  de  un  gobierno  patrio  ^- 
¡.  La  revolncion  llegó  hasta  hacer  de  c^ 
U%s  dos  cosas  una    misma,  y,  en  el    Plata  el  2 
íie  3[ayo,  y  en  Chile    el    18    de    Setiembre    H 
1810,  entendió  crear  la  libertad  por  el  hecho  di 
instituir   el   nuevo    gobierno    compuesto    de   una 
Junia  Gnbemnfiva.  Los  que  no  hicieron  la  rev< 
lucion,  los  que  han  venido  ma«  tarde,  perdiendo 
eso  de  vista,  han  touiadü  como  obstáculo  á  la  li- 
bertaíl  la  institución   f]ne   los    revolucinnaríoB  de 
>f?iyo  y  de  Setiembre  habían  tomado  como  la  li- 
bertad misma,  á  saber:  la    ii^Htorinn  d^  nn  ^o^ 
biemo. 


S  XV 


La  libert-id  no  era  el  fin,  era  el  nmlio  de  la  r< 
volucion, 

La  libertad  no  es  un  tin,  es  un  i?istrumento, 
un  medio  para  llegar  al  fin,  que  e«  la  eivitimcion, 
es  decir,  el  bienestar,  el  perfeccionamiento,  la  rae- 


—  84  — 


jora  del  hombre,  física  y  moral,  la  riqueza,  el  i>a- 
der,  la  seguridad,  la  dignidarl. 

La  libertad,  no  es  el  pan,  iio  es  la  casa,  no 
no  es  la  ropa.  Identificarla  con  osas  cosas,  e?  ha- 
cer una  figura  de  retórica.  No  se  come  libertad, 
no  se  guarda  de  la  lluvia  y  de  la  intemperie  con 
solo  ser  Ubre,  no  se  viste  libertad;  pero  no  se  tie- 
ne nada  de  eso  si  no  se  tiene  libertad.  La  libertíMl 
conduce  á  todo  eso  y  por  eso  la  confunde  el  hom- 
bre con  eso. 

Cuando  el  obrero  tiene  sus  brazos  libres,  no  por 
ese  solo  hecho  está  caliente  su  cuerpo,  satisfecho 
su  estómago,  vestida  su  desnudez.  Es  feliz  en  te- 
ner Ubres  sus  brazos,  porque  con  ellos  puede  ti'a- 
bajar  para  tener  con  qué  vestir,  comer,  habitar. 
Aplicad  esa  doctrina  A  la  América,  y  su  ver- 
dad conservará  toda  su  fuerza. 

La  América  no  es  civilizada  y  feliz,  por  el 
simple  hecho  de  ser  ¡nde[*endíente  antes  de  sel 
descubierta  por  la  Europa,  vivió  siglos  indepen-' 
diente  al)solutíimente  de  ella,  tuas  independiente 
que  hoy  mismo,  Pero  su  independencia  no  le  im- 
pidió vivir  salvaje  y  mas  salvaje  que  hoy. 

Salió  de  la  barbarie  por  la  pérdida  de  su  in- 
dependencia primitiva,  y  ba  entrado  de  lleno  en 
la  civilización  que  la  conquistó,  reasumiendo  su 
independencia,  no  ya  de  América  salvaje,  sino  de 
América  civilizada,  no  ya  de  América  asteen, 
araucana^  guamm,  pampa ^  sino  de  ^wmm  sajona ^ 
y//Yi/¿7m,  es  decir,  europea  de  raza  y  civiUzacion. 
La  independencia  es  hoy  un  hecho  consumado, 


la  gestión  de  esta  independencia,  o  su  gobierna 
regular,  está  por  constituirse. 

Completar  este  tiabajo  es  el  tin  que  resta  á 
la  revoluoion  de  América,  para  lograr  la  civili- 
stacion,  que  no  se  desenvuelve  sin  la  garantía  de 
iin  goliierno  regular,  parte  elemental  de  ella 
misina. 

Pero  la  creación  de  un  gobierno  es  toda  una 
civilización,  obra  lenta  y  gradual,  tan  larga  como 
la  vida  de  un  pueblu  y  paralela  de  ííiu  desarrollo. 

Felizmente  en  todo  momento  y  por  el  hecho  de 
existir,  todo  pueblo  es  capaz  de  algún  gobierno, 
piiejs  de  otro  modo  no  existiría.  Kl  gobierno  no 
es  mas  que  su  regla  de  existencia. 

Pero  hacer  un  gobierno,  es  ya  un  acto  de 
gobierno,  es  gobernarse;  lo  que  supone  inteligen- 
(cía  y  hábito  de  gobierno. 

Asi,  para  un  pueblo  que  se  ha  gobernado  por 
sí  miíímo  antes  de  su  i evolución,  debe  ser  mas 
fácil  crear  su  nuevo  gobierno  propio.  Tal  es  la 
que  distingue  la  revolución  de  Estados*  Umidos, 
que  en  cierto  modo  fué,  como  la  revolución  ingle- 
sa, una  restauración    de   su    libertad  tradicional. 

Pero  como  la  América  ei^pailola,  en  vez  de 
gobernai*se  por  sí,  e?ítuvn  gobernada  por  Espafla 
desde  su  origen,  con  absoluta  exclusión  de  Amé- 
rica en  la  gestión  de  su  vida,  crear  un  gobierno 
para  ella  es  toda  una  novedad.  En  po-^esion  de  su 
independencia,  producida  por  causas  generales  mas 
que  por  el  desarrollo  de  su  capacidad  de  manejarla, 
se  vé  en  la  necesidad  de  buscar  la  cooperación  de 


St» 


ftterzas  extremas,  como  las  que  hau  producida  su 
independencia,  para  constituir  y  convocar  el  go- 
bierno que  debe  realizar  las  miras  de  su  revolución. 

Dóndi  bascará  esas  tuerzas? — Donde  existen 
las  que  trajeron  su  independencia,  en  Europa, 

Perú  puede  esa  Europa  que  le  dio  el  gobierno  de 
su  dominación,  darle  el  de  su  autonomía  r^ — Ya  se 
lo  ha  dado  cooperando  á  su  creación,  en  servicio  de 
intereses  propios  de  esa  misma  Europa. 

Si  la  independencia  de  América  es  un  interés  de 
la  civilización  europea,  puede  dejar  de  serlo  la  exis- 
tencia de  un  gobierno  recular  americano,  que  haga 
provechosa  y  útil  esa  independencia? 

Luego  la  revolución  de  Auiérica  n^jcesita  atraer 
á  esa  misma  Eui'opa  que  antes  necesitó  alejar  de 
América. 

Pero  la  política  para  alejar  no  puede  ser  la  po- 
lítica para  atraer.  íja  una  es  la  guerra,  la  otra  es 
la  unión  y  la  paz. 

El  gobierna  que  sirvió  para  echar  á  la  Euro 
pa  de  América,  no  es  el  que  conviene  á  América 
para   aclimatar   en   ella  la  civilización  deja  Eu- 
ropa. 

Para  echar  al  Rey  de  E^spaAa  fué  preciso  dar 
su  cetro  á  cada  ciudadano,  hacer  de  cada  ame- 
ricano un  Rey,  de  cada  pueblo  una  Nación,  de 
cada  localidad  un  Estíido.  De  ahí  la  Repiíhlíca 
federativa,  como  arma  de  guerra  contra  el  anti- 
guo gobierno  central  espaüoL 

Pero  cuando  este  poder  ha  pasado  á  manos  de 
los  americanos^  ¿para  qué  puede  servir  la  repú 


—  87  — 


bliea  federativa  sino  para  disolverlo  también  á  él, 
en  provecho  indirecto  del  antiguo  poder  caldo, 
ó  de  todo  enemigo  externo  de  América? 

Luego  la  centralización,  la  unidad  que  daba 
vida  y  estabilidad  al  antiguo  poder»  debe  pasar 
al  gobierno  independiente  y  patrio,  si  aspira  Á 
vivir  siglos,  como  el  gobierno  pasado. 

No  porque  la  centralización  haya  sido  la  for 
ina  de  la  monarquía  destronada,  debe  desecharla 
la  república  moderna.  Ella  ei  al  edificio  de  todo 
gobierno,  lo  que  las  leyes  fíííicas  de  la  mecánica 
y  del  equilibrio,  para  todo  edificio  cristiano  ó 
judio.  La  República  hará  diagonales  ó  inclinadas 
Uüs  columnas  de  su  gobierno,  >olo  porque  España 
las  Lacia  perpendiculares? 

Luego  la  República  centralizada  y  fuerte,  de- 
he  reemplazar  á  la  República  federalisU  y  débil 
en  interés  de  la  revolución. 


CAPÍTULO  SEGUNDO 


DE  LA  FOBMA  DE  GOBIERNO 


§1 


Conseguido  el  primer  medio,—  la  destrucción  del 
poder  español  en  América, —  el  segundo  está  toda- 
vía por  conseguirse  después  de  50  años. 

La  dificultad  de  su  constitución  depende  de  la 
forma,  naturalmente,  es  decii\  de  guien  será  el  que 
gobierne. 

Sobre  los  ¡principios  y  fines  todos  están  acorde^ 

La  Ami^rica  está  sin  gobierno  estable  y  eficaz, 
porque  no  ha  dado  con  la  forma  que  debe  darle  es- 
tabilidad y  eticacia. 

La  elección  de  forma  ú  cmtsfifHcioftj  no  es  arbi- 
traria. Está  sujeta  y  depende  de  las  tradiciones 
históricas,  de  los  usos  y  costumbres,  y  de  las  nece- 
sidades y  conveniencias  actuales. 

§n 

La  política  y  el  gobierno,  considerados  como 
ciencia  abstracta  y  especulativa,  ciencia  de  meras 


ti^ 


^¡^^ 


¡(leas  filosóficas,  es  estudio  de  escuela  que  no  me- 
rece inquietar  á  los  pueblos  ni  dividir  á  los  hom 
bres. 

La  política  aplicada,  los  hechos,  los  pueblos,  los 
intereses,  las  reglas  prácticas  que  son  objeto  de 
ella,  esto  es  realmente  la  política  que  njereee  este 
nombre  y  vale  la  pena  de  ocupar  al  mundo. 

Preguntar  cuál  es  mejor,  en  general,  es  decir 
en  abstracta),  si  la  forma  republicana  ó  la  ma- 
ifárqnica^  es  una  puerilidad  de  escuela. 

Se  debe  responder  al  instante:  ¿De  cuál  repú- 
bliaa  y  de  cual  monarquía  se  trata?  Por  que  no 
se  debe  discutir  jamás  semejantes  cuestiones  sino 
con  aplicación  á  la  república  A  ó  1?,  y  á  la 
monarquía  C  6  D, 

Entre  la  repúblim  de  Estados  Unidos  y  lamo 
narquia  rspffiíola^  v.  g.,  sería  estúpido  el  ser  mo- 
narqnista;  entre  la  república  de  BoHvia  y  la 
vionarquki  ittr/frsa  sería  estúpido  ser  republicano. 

No  personalizo,  no  aludo  á  los  pueblos,  sino  á  la 
forma  de  su  gobierno,  y  liablo  en  la  hipótesis  de 
que  el  gobierno  de  an  país  fuese  susceptible  de 
aplicarse  literalmente  en  otro,  lo  que  no  sucede  ni 
puede  suceder. 

En  Sud-América  no  condeno  la  república  abs 
tracta,  la  república  como  debiera  ser,  sino  la  repú- 
blica  que  existe,  la  república  tal  cual  es  hoy  dia 
Como  lleva  medio  siglo  de  existencia,  y  en  toda  ella 
ba  sido  siempre  la  misma,  esto  es,  mala  y  desgra- 
ciada,  no  estoy  por  una  república  que  ptneha  mal  (?) 


América,  justamente  poique  amo  á  la  Aniéríea 
la  rreo  digua  de  mejor  gobierna. 


m 


La  constitución  ú  organizacii>n  del  gobierno  po- 
[Utico  de  un  país  es  el  resultarlo  en  gran  parte  de 
¡KU  orden  iíocial,  de  su   orga)ii;5acion  civil  y  reH- 

Tocqueville  obseiTa  ijue  la  decadencia  política 
en  América,  nace  y  tiene  su  raiz  en  la  sociedad 

íncialraonte  demoí-ratica  fiel  jíUeblo  de  las  coló- 
ingle^ias.  Ella  lia  surgido,  en  el  gobierno  poli- 
Ico,  de  la  jguaUlad  normal  de  las  clases. 

Pues  bien,  nuet^íra  sociedad  Sud* Americana, 
por  la  obra  de  la  legislación  civil  monarquista 
y  de  la  religión  cafó! ira,  que  es  su  culto  de  es- 
t'ido,  es  una  sociedad  eminentemente  monarquista. 

El  derecho  vivil  organiza  el  gobierno  ile  la 
familia  en  una  de  las  tres  formas  conocidas.  8i 
0.8  en  la  monárqumt^  difícilmente  el  gobierno 
colectivo  de  un  estado  de  tamilias  monárquicas 
podrá  ser  una   República , 

El  derecho  civil,  reglando  la  naturalización^ 
forma,  ú  deshace  la  patria,  agranda  ó  dispersa 
el   Estado  politico. 

Reglando  la  trasmisión  de  la  propiedad,  hace 
del  país  una  monarqnki  ó  una  repúhhca. 


—  92  — 
§  IV 

La  eleccioD  de  forma  de  gobierno  no  es  ma- 
teria de  abstracciones.  Se  hace  por  motivos  prác- 
ticos de  conveniencia. 

La  primera  es  de  gobemarnos  como  se  go- 
biernan aquellos  con  quienes  vivimos  en  trato 
íntimo  por  una  necesidad  mntua  inevitable. 

Kn  este  trato  viven  América  y  Europa,  y 
basta  esto  solo  para  que  América  deba  gober- 
narse como  se  gobierna  Europa,  que  es  su  ma- 
yoría  en  todo  sentido. 

Asi,  si  América  debe  abrazar  la  monarquía, 
no  es  porque  la  monarquía  sea  mejor  en  sí  que 
la  república,  sino  porque  es  el  gobierno  que 
prevalecf^  en  la  Europa  civilizada,  con  quien  ne- 
cesitamos vivir  unidos  para  tener  civilización. 

Si  mañana  Europa  abraza  la  república,  aun- 
que cu  sí  fuere  un  mal  gobiernu,  nu  sería  polí- 
tico que  la  América  latina  ó  europea  de  raza^  y 
solidaria  hoy  mismo  en  sus  intereses  y  destinos 
con  la  Europa,  se  goliernase  por  un  sistema  anti- 
pátíeo  paia  ésta:^^ — tendría  que  ser  republicana 
como  el  mundo  civilizado. 

§  V 

Nos  úÁ  la  forma  de  gobierno  el  mundo  en  meillo  del 
eiial  vivimos.  Motivos  que  determinun  la  elección  de 
forma. 


Con    quién    fraternizáis?   de  quién  os  aproxi- 


mais  abra^aiulü   la   república? — De  las  Eslmhii- 

Pero  ¿qué  interés  real  os  vale  la  simpatía  ile 
loa  Estados  Unid i)S  y 

Alianza  militar,  protección  militar,  no  espe- 
réis de  ellos  en  ningún  conflicto.— No  nos  tlierotí 
la  n»as  peiiuena  en  la  guerra  de  la  independen- 
cia. líOi  consejos  ile  Washington  lo  estorbarán 
ú  se  trata  de  socorrernos.  Si  se  trata  de  exten- 
der á  todo  el  continente  la  bandera  estrellada, 
j^mo-^   el   mundo  de  una  sola  familia. 

Población,  emigrados,  capitales,    manufactúra- 
lo nos  darán  tampoco,  porque  para  ellos  los  no- 
_  Biiitan, — y  ello.^  mismos  las  reciben  á   torren.es 
lie  esa  Europa  á  quien    no    quieren  ver   en  coa- 
cto con  nosotros,    sin   duda    porque    nos  aman 

que  á  sí  mismos. 
Nos   quieren    republicanos.     Para   qué?    Para 
conservarnos  débiles,    pobres,  decadentes,  al  ser- 
vicio de  su  ambición  territorial. 

La  república  es  el  camino  que  nos  lleva  á  sus 
manjs,  y,  si  eí  federativa^  tanto  mas  presto.  La 
República  en  Méjico  les  ha  valido  ya  tres  Pro- 
/incias.  Cjmo  no  han  de  protestar  contra  la  mo- 
narquia,  que  les  arrebata  el  resto  ? 


VI 


Si  es  verdad  que  la  íbrma  del  gobierno  de  un 
[país  la  dá  el  medio  en  que  ese  país  vive,  el  pro- 
sa de  8U  forma  de  gobierno    para  SudAmé- 


—  H4 


ica  í*e  reí!Úe1re  en  el  de  saber  cuál  es  el  medio 
en  que  viven  sus  Estadas? 

Como  los  cuerpos  celestes,  Sud  América  flota 
en  el  piélago  de  la  política,  envuelta  en  una 
atiní5sfera  que  en  cierto  modo  le  es  extrana. 

Por  su  raza,  por  su  historia  y  por  su  condi- 
ción actual  el  alimento  de  su  vida  le  viene  de 
fuera,  y  el  uiedio  en  que  ella  reposa  es  coma 
extra Ao  á  su   esfera. 

Por  uiejor  de'^ir^  dos  son  los  medios  en  que 
vive  Snd  América:  el  uno  gmifráfico^  que  es  el 
continente  de  sw  nombre;  el  otro  económico  //  so- 
cial^  que  es  el  continente  de  su  origen,  en  que 
se  alimenta  hoy  mismo  su  vida  independiente: 
la  Europa,  en  una  palabra,  no  los  Estados- 
Unidos, 

El  medio  geográfico,  el  elemento  americano 
es  puramente  platónico,  ideal,  fantástico.  En  rea- 
lidad el  medio  en  que  vive  Sud-América  su 
vida  positiva,  es  la  Europa.  Esto  no  es  para- 
doja. 

No  soy  yo  quien  lo  dice.  Es  la  estadística," 
sus  hechos,  sus  datos,  que  cobio  hechos  materia- 
les entran  por  los  ojos.  Interrogad  sus  cifras  y 
veréis  que  el  comercio  de  Sud- América  con 
América  del  Norte  está  en  la  proporción  de  uncf 
á  diez  respecto  del  comercio  de  Sud-América 
con  \oé  países  de  la  Europa.  Es  la  Europa  y  no 
la  América  del  Norte  la  que  le  hace  sus  vesti- 
dos, sus  muebles,  sus  buques  militares  y  comer- 
ciales, sus  puertos,  sus  ferro-carríleá,  sus  telégra- 


OTá   coloiiiíi3,  stts    bancoí?,    <n  comercio,   m 
m  (le  ultramar. 

•i  en  Erados  [JnirhH  sino  en  Knropa  la 
lengua  que  hablan  los  catorce  Estados  de  la 
Américii  antes  española.  Son  las  prensáis  ile  la 
Europa,  las  qut]  de  ordinario  revelan  al  mundo 
las  tei^oros  de  su  historia  y  de  su  natnraltiZd  físi- 
ca; las  Hue  se  los  revelan  á  ella  mi^ma,  y  por 
donde  I'  lloarad  conocimiento  de  la  propia  Amé- 
rica del  Norte.  Sin  los  libros  tle  Gotha,  de  Clir 
valiera  TocijfteviUe,  Laboíítay{\  Guizot  y  otros  au- 
tores y  traductores  fnnceses,  la  Am*hica  del 
Stid  apenas  eonoeeria  las  instituciones  políticas  d  • 
la  America  del  Nia'te. 

Mientras  la  Europa  sigue  sirvit'ndole  como  de 
metrópoli  intelectual,  como  lo  »H»vela  toda  su  pren* 
sa,  bi  Eüroi)a  contiene  hasta  hoy  mismo  su  capital 
espiritual  y  religión;  puei  todos  los  gobiernos  in- 
dependientes de  Snd-Amdrica  que  hacen  del  ca- 
foUiMsniu  su  religión  dr  estadi*,  contiinian  ilepen- 
diendo  en  ese  punto  importante  del  Papa,  qaees 
al  mismo  tiempo  el  Rey  de  Roma;  como  los  esta- 
dos indí^pendientí^-;  «le  África  y  Asía  que  pndesnn 
el  islamismo,  dependen  en  lo  religioso  del  Snltrní 
deTarquía,  como  sucesor  de  Mahonm, 

Desagradables  ú  no^  estos  son  hechos  reales,  y 
i  (Ib  estos  hechos  resulta  comprobado  á  cada  paso 
5  en  todo  sentido,  que  el  meilio  en  que  vive  la  Ame- 
I  rica  del  Snd  su  vida  real  y  positiva  cslaEiropa. 
íiu  los  EstadovlTüidos,  que  solo  co^isfitayen  por 
decirlo  :vM,  su  medio  platónico^  el  mundo  teórico, 


-  í»6  — 

el  elemento  ideal,  en  c|iie  su  imaginación  le  liaee 
creer  que  vive,  solo  porque  habitan  un  mismo  con- 
tinente; como  si  los  tárbíiro.s  ó  los  japoneses  no  tu- 
riesen  unaaftni'hd  de  ese  género  con  los  america- 
nos tiel  Sud  á  título  de  cohabitantes  del  mismo  pla- 
neta. 

Qué  ünda  cabe  de  que  si  nos  encontrásemos  eii 
la  Luna  ó  en  Saturno  con  un  tártaro  ó  nn  lapon, 
nos  veríamos  compatriotas  respecto  de  los  habitan- 
tes de  esos  planetas  extranjeros?  Cada  continente 
tiene  sus  antípodas  respectivos. 

Si  la  Kuropa,  (y  no  la  América  del  Norte)  es  el 
medio  en  (jue  vive  Sud-América,  será  la  monar- 
quia  la  forma  que  ese  medio  imponga  á  su  gobier- 
no?— N(5. — Será  una  forma  mixta,  resultante  de 
la  influencia  de  los  dos  medios  en  que  vive, — ^repu- 
blicana, en  parte  por  lo  americana,— y  centralistn 
por  su  afinidad  europea. 

Mejscla  de  ideal  y  de  real,  en  ese  doble  sentido, 
ijue  no  es  nueva  en  Sud- América.  Este  es  el  tipo 
del  gobierno  de  Chile,  republicano  en  la  forma,  eu- 
ropeista  en  el  fondo  por  lo  unitario,  hacia  el 
cual  marcha  la  República  de  Estados-Unidos,  na 
no  por  imitación,  sino  por  la  fuerza  de  las 
cosas. 


íí  Vil 

Porqué  la  forma  de  gobierno  preocupa  ma«>  que  el  fond^ 

No  se  disminuye  mucho  la  díficaltad  de  la  cues- 
tión, con  decir  que  es  de   forma  y  no  de  fondo. 


—  1*7  — 


5n  tooS^íarfeTy  tiempo,  la  cuestión  «le  la  forma 
lia  dividido  mas  á  los  hoiübres  que  la  de  fondo,  rra* 
t  un  José  de  gobiernos,  por  la  razón  de  ijue  la  cues- 
tion  de  forma  toca  á  las  personas  y  á  los  intereses 
jiersúnales,  mas  que  la  de  fondo, 

Tre^  son  las  formas  priíicipales  de  gobierno,  se- 
j^in  que  el  gobierno  es  ejercido  por  uno,  por  varios 
ú  por  todos. 

La  iHonarquia  simjde^  es  el  gobierno  de  uno  solo. 
La  aridocracia  simple^  es  el  gobierno  de  varios. 
La  república  simjile  y  democrática,  es  el  gobier 
no  de  todos. 

Ninguna  de  esas  tres  formas  se  concilia  con  la 
übertaJ,  porque  son  simples,  es  decir,  absohdas. 

La  libertad  solo  existe  cuando,  reunidas  estos 
tres  gobiernos,  cada  uno  le  sirve  ii]  otro  d*^  Umitp. 
y  de  (ipoi/o. 

Nadie  es  libre  si  no  tiene  apo}  u, 
?ero  no  se  apoya  uno,  sino  en  lo  que  resiste. 
ío  hay  libertad  sin  resistencia  ó  control. 
La  monarqum  constUuciomd  mixia^  ó  compues- 
H  de  tres,  es  la  mejor  forma  en  teoría,  porque  solo 
^Ha  pnede  asegurar  la  /íAc/'/ííí/,  que  no  es  otra  cosa 
qí\e  el  poder  de  uno  Imitado  por  ti  poder  de  otro. 
Se  puede  definir  esa  forma:  cd  fjol/mnode  uno, 
de  varios  //  de  todo^;  del  /e//,  de  la  aristocracia 
y  del  pueblo,    por   una   distribución    discreta    de 
lis  funciones  del  poder  hecha  entre  esas  tres  enti- 
.4^    '     ror  la  Ley  fundamental,  que  se  denomina  la 
'(Ci07i.  Es  el  verdadero  gobierno  de  todos» 


-  98  - 

Cu  ese  gobierno,  el  retj  reina,  la  angtocradn  (¡ñ* 
bienuij  la  (hmociacla  impera. 

¥or  aristocracia,  entiendo  la  capacidatJ, 

Bajo  el  despitisrao,  toiio  el  mundo  es  déspota. 
Donde  todos  son  déspotas  nadie  es  libre.  Cada  uno 
es  señor  y  esclavo  á  la  vez,  pero  no  libre.  No  liay 
libertad,  donde  no  hay  líinite>  para  el  poder  del 
Kstado  y  del  ciudadano. 

Esa  teoría  es  practicable,  pues  es  un  becho,  y  un 
hecho  victorioso  y  explcndido  de  la  civilización 
moderna. 

Ese  gobierno  es  el  th^  Inglaterra,  al  cual  deot  ese 
país  y  debe  el  mundo  entero  la  libertad  moderna,  \'a 
como  teoría,  ya  como  práctica 

Ese  gobierno  es  aplicable  á  todos  los  países  y 
á  todos  los  pueblos,  como  la  justicia,  tomo  la  recta 
razón,  como  el  sentido  común  se  aplican  en  todas 
partes. 

Si  no  siempre  en  la  misma  medida  y  del  rnis-^ 
mo    modo,   al    menos  en  la  medida    que    permite 
la  cultura  y  civilización  del  país.   Es  el  gobier- 
no norte-araericano  modificado. 

En  la  misma  Inglaterra  no  ha  nacido  de  un  golpe 
tal  cual  es  hoy  dia.  Ha  empezado  por  ser  imper- 
fecto, ha  marchado  con  el  país  mejorándose  gra- 
dualmente y  recíprocamente,  hasta  ser  al  cabo 
de  muchos  siglos  h>  que  boy  es. 

Que  puede  atravesar  el  océano  y  aclimatarse  en 
América,  el  pueblo  de  los  Estados-Unidos  ha  pre- 
sentado un  ejemplo  de  ello.  Ese  pueblo  no  ha  de- 
bido su  libertad  á  la  república.  Ya  era  libre,  antes 


-  Í9  - 

de  ?>er  republicano.  Nació  y  se  educo  libre  bajo  la 
i'orona  de  Inglaterra,  y  su  líljcrtad  es  hermana  h~ 
fítiioa  y  coiisaTiguinea  de  la  libertad  de  Inglaterra 
Lsl,  en  Estados!  'nidos  la  libertad  es  mas  antigua 
•  |ae  la  repüblica    ( 1 ) 

Ella  volverií  á  encontrar  la  paz  que  le  ha  arreba- 
»dü  la  repüljlica  ronfrdiMTHl:!  ^n  r]  s^ena  ílt»  la  firma 
^ntitilista  primitiv  i 

Por  qué  dudar  que  el  detccha  pu/iUm,  de  qu.*  la 
liiglateiraes  creadora,  coma  lo  fue  la  antigua  Ko* 
Illa  ÚQlrienchti  cml,  ^^  traslade  al  nuevo  mundo  y 
se  eitienda  eu  el  antiguo,  cuando  vemos  á  la  Am^- 
h:ñ  entera  y  á  la  Europa  toila,  gobernadas  por  el  f/r- 
\^cho  civil  de  los  romanos  del  tiempo  de  Justiniano, 
ijae  ba  sobrevivido  á  los  etijperadores  y  al  imperio 
di!  su  origen  V 

Haí!  podido  aclimatarse  en  Sud-América  las  le* 
yes  del  despotismo  español  hasta  ser  hoy  mismo  el 
derecho  civil  y  administrativo  de  los  Sud-america- 
Ti  Sena  república  independieute,-— y  se  diria 

Sq   _     -  ?i  incapaces  de  aclimatarse  entre  ellos  las  le* 
3'e8  políticas  de  la  libertad  inglesa  ? 

La  libfrlail,  el  úrdvit,  el  (/obierno^que  los  con- 
düa  y  hace  existir  juntos,  no  es  mas  inglés  que 
iVaucés  u  americano:  es  del  hombre,  es  humanitario, 
^st  del  mundo  entero.  Torna  el  nombre  ilel  país  de 
^ü  cuna,  como  las  religíoneísi  jud^íica  y  romana;  pen» 


iLfiJiííu  Ainurique  (ti»*-e    muy  bien  Pt*nutUioD>  » 
'  í>liUol  un  cffet  de  rindívjdufilismc  ütv^h 
.  iniíieíisei>->oli<»tludes,  quTceluí  de  íses  in> 


-   100  — 

pronto  se   transtbima   en   derechos  naturales    del 
hombre, 

§  vm 

Adimiitaeion  de  los  ^oUteraos  y  de  las  institud«»nes 

La  aclimatación  del  gabierno  de  la  Europa  en 
América  no  puede  ser  mas  dificil  que  lo  ha  í^ido  en 
Europa  la  de  ciertas  razas  de  animales  y  familíag 
de  plantas  de  América. 

Se  ha  hecho  una  ciencia  de  la  achmatacion  de 
laspluidas  y  animales  de  uu  país  eu  otro,  ¿por  qué 
no  se  haría  otra  de  la  aclimatmion  de  las  leyeSy 
de  las  instituciones,  de  los  principios,  de  las 
coitumbres  de  un  país  eu  otro? 

Montesquieu  prnlria  s.^r  el  padre  de  esta,  como 
Bii/Jon  es  de  la  otra. 

Los  climas  no  han  sido  una  barrera  para  esta 
emigración  y  natuializacion,  de  un  país  á  otro, 
de  lo  que  parecia  mas  arraigado  al  suelo  ¿y  lo 
serian  para  la  emigj'acion  de  las  instituciones  y 
de  las  leyesj  que  no  son  sino  una  faz  del  hom- 
bre mismo  y  una  porción  de  sus  costumbres? 
ííi  la  una  ni  la  otra  son  una  i lo vedad. 
Las  dos  especies  de  aclimatación  son  hechos 
tan  antiguos  como  el  hombre  y  la  naturaleza. 

t¿ué  planta,  qué  animal  útil  de  América  no 
procede  de  la  Eui'opaV  El  carnero^  elcabaUa^él 
bmy^  el  trigo,  la  haba^  la  caña  de  amcar,  ¿no 
son  compaileroa  de  viaje  y  hermanos   de  origen, 


en  América,  con  las  leyes  nioiiarquistas  ¿le  Par- 
tida, (|Ue  organizan  hasta  hoy  la  familia  en  SniU 
América  y  Xo  son,  las  unas  y  las  otras,  europeas 
de  extracción  ?  Por  qué,  si  ha  ido  el  despotismo,  no 
irían  la  libertad  y  el  drden  de  la  Europa  ?  Por- 
qué, donde  ha  podido  aclimatarle  la  inquisición, 
no  podría  aclimatarse  el  juri? 

No  es  mas  exótica  la  repúhhca  que  la  mo- 
nart/ma,  en  Sud- América,  que  nbedeció  á  la  mo- 
uarquia  de  los  Incas  y  de  Ic»:^  Aztecas,  antes  de 
obedecer  A  la  de  Carlos  V? 

Í5  IX 

Noestra   forma  debe  .ser  i»  de  aiiueUo»  ciin  quienea 
Tivfmos  unidas 

Sobre  el  principio  del  gobierno,  ans  fines  y 
ob'/ptas  no  hay  dos  opiniones  en  América  Todo 
el  muudo  está  de  acnerdo  en  que  no  hay  otrot 
que  la  independencia,  la  soberanin  del  pueblo  6  de- 
mocracia^ ¡a  Uberfad^  la  i/¡uahf ad  etc. 

La  cuestión  toda  e^tá  en  Ib.  forma. 

Esta  cuestión  secundaria  tiene  á  la  América  sin 
gobierno  -íério  y  eficaz  hace  cincuenta  años,  y 
sumida  en  una  anarquía  que  paraliza  sus  progre- 
K08  y  el  logro  de  tíHlus  Ins  gi\iTideií  tinos  dí^  su 
revolución. 

Cómo  se  explica  que  ^una  cuestión  de  forma 
la  preocupe  mas  que  la  vínica  de  fondo:  que  el 
medio  la  preocupe  mas  que  el  ^/in? 


—  102 


De  lUí  modo  muy  sencillo.  La  cuestión  de  f< 
ma  en  el  gobierno,  ¡^e  resuelve  en  la  cuestión  per- 
sonal de  fjKfpff  ejiTcení  el  gohierno,  pur  r/tném's 
será  gobernado  td  juiís. 

Este  quien,  es  lo  que  todo;^  aspiran  á  ser. 

En  lagar  de  Imscar  un  medio  de  serlo  todos  ú  la 
ve:í,  por  una  distribución  racional  del  gobierno, 
cada  uno  quiere  ser  solo  y  üniro  en  su  ejer- 
cicio. 

En  el  camino  de  este  imposible  está  colocada  ];> 
América  del  Sud, 

En  el  otro  está  la  Inglaterra,  ensenando  á  ser 
libres  á  todos  los  pueblos  d*?  la  tierra.  Ser  libre  es 
tener  parte  en  el  gobitírno;y  el  modo  de  que  todos 
sean  libres  sin  excepción,  es  que  no  haya  bombre  ni 
clase  excluida  del  gobierno. 

La  mejoi"  forma  eu  ideal,  es  la  que  realiza  este 
sistema. 

Pero  en  gobierno  se  marcha  hacia  el  íc/m/  por  el 
camino  de  lo  jiosi/tle;  se  vá  hacia  la  mf'Jor  forma , 
por  la  forma  de  fjur  el  país  es  mas  capaz. 

La  elección  de  la  forma  de  gobierno,  no  es  arbi- 
tí'aria.  Un  pueblo  no  elije  su  constitución  repu 
blicanad  nioníírquica  como  un  hombre  no  elije  su 
complexión  sanguínea»  ú  nerviosa.  Si  un  puebla 
tiene  complexión  monárquica,  en  vano  será  que 
proclame  la  república.  La  república  será  un  nom^ 
bre,  la  monarquía  un  hecho. 

La  elección  de  la  forma  está  sujeta  á  muchas 
condiciones,  que  hacen  de  lo  que  se  llama  elección 


_  im  — 


OTia  verdailera   aceptación^  un    acto    de  diso'rui 
fnirniú^  mas  ijiie  de  arbitrio  lilmv 

La  elección  depende  de  las  tradkiontb  ¡ustúrr 
is  del  país,  de  sus  aptitudes  //  medios,  y  de  su>> 
c^skladcs    ff  coiwcniencias  presen  fes. 
La  forma  de  ffabkmo^  como  la  fisonomía,  como 
el  temperamento  ó  constitución,  nos  viene  de  mivs- 
tros  padres,  de  la  sociedad  de  mtckmes  en   medio 
dcia  tfial  ha  nacido  yxiveh  nuestra,  de  la  conten 
tura  orgánica  ijne  nuestra  sociedad  debe  á  su  orí 
gen  y  á  sus  antecesores,  y  sobre  todo,  á  las  ronre 
nuturias  de  bienestar  //  progreso. 

Los  pueblos  de  Sud  Amc^Tica^  vastagos  de  una 
monarquía  eui  opea  que  ha  vivido  doce  siglos,  sin 
eerrtpüblica  un  solo  dia;  r^^gidosen  la  Amcricii  mis- 
ma por  espacio  4le  tres  siglos,  según  el  sistema 
íonárquico;  gobernados  basta  boy  mismo  |M»r  lo- 
tódigos  vigentes  de  esa  monarquía  en  lo  civil  y 
y  social,  cuando  no  los  lian  i'elbrmado  según  los  co- 
jos de  la  monarquía  francesa  de  Napoleón;  son  y 
ío  pueden  dejar  de  ser,  por  m  contextura  bistó- 
j-ica  y  tradicional,  sino  pueblos  de  la  misma  pasta 
los  que  en  Europa  se  gobiernan  poi*  la  forma 
■monárquica. 

Gobei^iados  hasta  boy   por  los  liábitos,    in^rin 

los  y  gustos  que   les    vienen   de   su   pairado  mo- 

iiico  de  tantos  siglos;  ocupando  vastos  y  regio 

¿aiorios,  y  viviendo,  por  todas  sus   necesidades 

ríales  y  morales,    en    roce  mas  estrecho  con 

tas  monarquías  de  Europa  que  con  las  repúblicas 

yje  la  misma  América,— ^;  pueden  encontrar  (5  tener 


■  im  ^ 

forma  qne  mas  les  convenga  que  aquella  que  se| 
acuerda  con  su  historia  secular,  con  sus  hábito?^ 
y  carácter,  y  con  la  consag:raíla   por   los    paíse.^ 
cuyo  roce  es  mas  estrecho   para  ellos,    mas   útil 
y  necesario? 

Ahsunlo  es  considerar  á  América  como  pueblo 
sin  pasado.  Un  puehlo  sin  pasado  seria  un /iíic/i//> 
Uoindú.  Y  en  América,  el  vulgo  cree  que  Umt^en 
sapos.  Si  su  pasado  na  t^íú.  en  América,  es  porque 
está  en  Europa.  Sus  leyes,  su  idioma,  su  culto, 
no  son  primitivos;  no  datan  de  tres  siglos,  sino  de 
los  quince  siglos  que  forman  el  pasado  de  la  E$ 
paña. 

En  cuanto  á  las  convenieucias,  la  forma  (juc 
ellas  imponen  al  gobieino  de  los  Estados  de  Amé- 
rica del  Sud,  es  la  de  k»s  pueblos  con  cjíiienes  vivert 
y  necesitan  vivir  en  mayor  intimidad. 

Esos  pueblos  son  los  de  En  ropa,  no  los  de 
^mtVíc'fr  -Hemos  dicho  que  cada  pueblo  de  Sud- 
América  vive  en  mas  intimidad  con  los  de  Euro[)a 
que  con  los  del  propio  rontinente,  y  la  razón  de  ello 
es  muy  sensilla.  Siendo  idéntica  la  situación  y  las- 
necesidades  de  todos  los  Estados  de  Sud- América, 
en  cuanto  á  fine  todus  carecen  de  industria  fa- 
bril, de  capitales,  de  marina,  de  población;  no- 
pudiendo  darse  unos  á  otros  estos  elementos  porque 
no  los  poseen;  teniendo  todos  que  recibirlos  dCj 
Europa,  en  cambio  de  las  materias  que  solo  Europa 
y  no  América  puede  recibirlas,  se  sigue  forzosa- 
raenie  que  su  relación  es  mas  íntima  v  necesaria  con 
los  países  de  Europa  que  con  los  de  América. 


fn  Estado  de  Snd  Aniénca  puede  aislai^ 
uno  6  de  todos  los  demás;  no  se  quedara 
por  eso  sin  comercio,  sin  úimigracion,  sin  arte- 
factos, sin  capitales.  Pero  no  se  puede  aislar  del 
ludo  de  la  Europa  sin  quedar  reducido  á  vivir  pri- 
fado  de  Todo  eso,  porque  nada  de  eso  sabe  pro- 

Pasarán  siglos  antes  que  cese  esa  situación  de 

is,  que,  por  otra  parte,  nada  tiene  de  malo, 
xrque  unentras  América  tenga  productos  Itru^os 
para  comprar  otros  falaicados,  poco  le  importa  que 
las  fábricas  estén  en  América  ó  en  Europa,  como 

importa  poco  á  la  Inglaterra  que  estén  en  Man- 
kheííter  y  no  en  liendres,  en  Sidney  ó  en  el  Ca- 
nadá. 

yaien  dice  vivir  en  intimidad  con  Europa,  en 
este  caso,  dice  estarlo  con  la  monarquía. 

Si  cada  Estado  de  Sud-Améiica  vive  en  ma- 
yor y  mas  indispensable  trato  con  la  monarquía 
ijue  con  la  i'epública,  sus  conveniencias  y  sus  debe- 
res de  sociabilidad  les  aconsejan  dar  á  su  gobierno 
la  fonna  que  prevalece  en  las  naciones  con  quie- 
nes viven  en  relación  mas  íntima,  aunque  no  sean 
lüs  mas  vecinos.— No  son  nuestrus  mas  íntimos  los 
que  mas  vecinos  viven  de  nosotros,  sino  aquellos 
con  quienes  nos  ligan  intereses  conumes  y  víncu^ 
los  nacidos  de  esa  mancomunidad  de  intereses. 

En  el  caso  de  asimilar  las  formas  de  gobioi- 
no,  no  seria  justo  que  América  esperase  ú  que  Eu- 
ropa lome  la  suya,  en  lugar  de  lo  contrario. 

Pnehln?;  que  no  rultivan  las  rienria>;.  ni  las  artí  ^ 


que  no  saben  fabricar  los  objetos  mas  esencmles 
los  usos  de  la  vida;  que  están  en  todo  erapezando 
á  plantear  su  civilización  ¿pueden  jiretender  va- 
cioQalmente  rine  han  descubierto  un  gobierno  de 
formas  mas  rivilizadas,  que  el  ípie  tiene  e^^a  Europa 
á  quien  le  deben  toda  su  existencia,  toda  su  civi- 
lización actual  y  que  debe  darles  toda  la  que  les 
falta?  Tal  pretensioii  ¿no  recueríla  e!  empirismo 
de  esos  ignorantes  que  todos  los  dia^  nos  anuncian 
que  han  descubiei'to  la  amdtattmi  del  drcnlo,  el 
movimiento  perpetuo  6  el  timón  aerosiáticúy 

La  disparidad  de  formas  de  gobierno  hace  mas 
darlo  á  la  América  que  á  la  Europa.  La  América 
del  Sud  puede  ser  reemplazada  en  los  mercados 
de  las  materias  primeras;  pero  no  hay  das  Europasi 
para  la  i»i'Oíluccion  fabril  de  I05  objetos  necesarios^ 
á  la  viíla    civilizada. 


La  lucha  actual,  es  ile  forma  de  gobierno,  no  de 
independencia:  e<  una  faz  complementaria  de  la 
revolución. 

La  campana  de  la  Francia  en  Méjico,  puede  mr^- 
recer  todos  los  reproches;  pero  es  justo  que  re- 
conozcan que  no  es  guerra  de  ronf¡ni$ta  por  la  En- 1 
ropa,  no  es  una  lucha  de  mtlcpendenda  por  par- 
le de  América,  como  se  pretenile  por  un  safismai 
natural,  buscando  fuerzas  para  la  resistencia  de  lan 
Repulílicas  en  la  admilacion    de  la  lucha  actual 


la  grande  y  gloriosa  hidui  de  la  independencia 
americana. 

Lia  Incha  actual,  es  de  forma  de  gobierno,  es 
cuestión  de  sistema  político  interno,  aunque  en  ello 
mezcle  el  extranjero,  en  fuerza  de  esíi  man- 
üomnnidad  y  trabazón  de  intereses  propios  y  extra 
^105  qne  bizo  siempre  del  extranjero  un  colabo- 
idor  mm  ó  menos  importante  de  todo:!?  cuantos 
IOS  existen;  del  gobierno  inglés,  como  del 
túQ  ft^ancés,  como  del  gobierno  espafiol^  como 
[del  gobierno  italiano,  etc. 

La  lucha  actual  es  una  taz  de  la  revolución  de 
jAmérira,  (jue  alguna  v**z  delda  ponerse  A  la  or- 
len del  dia.  Es  el  trabajo  compleraentario  de  la  re- 
l^iilncjon,  ijue  tiene  por  objeto   crear  el  gobierno 
ijue  debe  representar  y  servir  sus  princiiiiús,  cotí  la 
H*ficaria  y  pjder  que  no  b:ui  tenido  los  gobiernos 
boifjuejado?  ó  ensayados  hasta  aquí.  En  una  i»ala 
[lira,  8/  trata  de  constituir  deKnitiva  y  seriamente 
'  1^710  de  la  revolnrion,  li'jos  de  contrariarla, 
I    fué    la    mira  principal    de    la    revolución: 
crear  un  gobierno  americano  de  origen,  de  color  y 
Jeslino. 

Tener  e'^e    gobierno,  es  ser  independiente.  La 
independencia  no  es  otra  cosa  que  el  derecho  de 
irse  un  gobierno  propio  y  de  gobernarse  por  él 
])or  otro, 

gran  fin  fie  la  revolución  no  está  logríido  to- 
lYÍ»  en  Sud-Aniérica.    La   revolución    entá    in- 
[completa. 

La  independencia,  como  .simple  beclio  material. 


-  108  - 


reducida  al  simple  hecho  de  no  estar  América  go- 
bernada por  el  exU'anjero,  es  la  tintad  de  la  obra 
de  líi  revolución  inacabada  e  incompleta.  Es  la 
América  sin  gobierno,  ni  ageno  ni  propio;  ni  ex- 
tranjero ni  nacional.  Es  la  América  gobernada 
por  la  anarquía,  soberana  tan  fanesta  y  abomi- 
nable como  la  peor  dominación  extranjera.  La 
anaríjnía  es  la  enemiga  de  la  revolución  poiMjae 
la  pierde  y  entrega  al  enemigo. 

Ese  trabajo  se  ensayó  al  principio  de  la  revolu- 
ción, pero  á  medias  y  lijeramen  te.  Apenas  fué  bos- 
quejado.  No  era  el  momento  de  comprenderlo. 

Hay  dos  grandes  horas  en  la  ejecución  de 
toda  revolución:  la  de  destruir  la  autoridad  pasada 
y  la  de  coustrnir  la  autoridad  nueva.  Las  dos 
dos  horas  no  pueden  correr  á  la  ve^s.  Un  trabaja 
debe  suceder  al  oti'o.  El  de  destruir  una  autoridad 
cuabiuiera  ímplicf»  la  negación  absoluta,  aunque 
eventnalmente,  de  toda  autoridad.  Si  nt),  no  habria 
revolución;  habría  guerra  regular,  entre  dos  go- 
biernos constituido >.  Entre  el  gobierno  que  cae 
y  el  gobierno  que  se  levanta  hay  un  estado  inter- 
medio, caracterizado  por  la  ausencia  mas  ó  me- 
nos compleía  de  gobierno:  es  el  estíído  revolucio- 
nario. 

Ese  estado  se  prnlun^a  mas  u  menos  según  la  ap- 
titud del  pueblo  revolucionado  pai'a  darse  un  go- 
bierno nuevo,  es  decir,  para  gobernarse  á  sí  mismo. 
Así,  el  pueblo  ingles  en  1688,  no  tardo  en  dar- 
se un  gobierno  nuevo  en  lugar  «leí  viejo. 

Pero  la  Francia,  menos  capaz  de  gobernarse  á  d 


iiíi.sinaj  í5  mencB  lialjituadaá  ello,  ha  puesto  entre 
la  destrocciou  de  su  gobierno  antiguo  y  la  creación 
del  nuevo,  el  largo  periodo  de  casi  acefalía  que 
einpíeea  en  1789,  hasta  los  actuales  días  mas  6 
menos,  pues  es  inciei'to  que  sea  definitivo  el  gobier- 
nu  que  hoy  tiene  íel  de  Napoleón), 

En  peor  caso  se  halla  la  América  del  8ud 
que»de.sde  IHIU,  en  que  se  quedó  sin  el  gol>n:nio 
iti  -"  por  la  obra  de  las  cosas  á  la  ])ar  que  por 
;j¿i  objá,  — ni  por  su  obra,  ni  por  la  obra  de 
las  cosas  ha  podido  crear  el  gobierno  nuevo  que 
la  revolución  tuvo  en  mira;  y  lo  que  ha  tenido 
eu  vez  de  gobiernos,  son  simulacros  de  tal,  que 
apenas  tienen  poder  para  conservarse  á  sí  mis- 
mas, y  eso  á  condición  de  no  gobernar  al  país. 
La  fuerza  de  las  cosas  reclama  la  instalación  del 
gobierno  nuevo,  como  exigió  la  destrucción  del  an- 
tiguo. 

La  mitad  de  esa  fuerza  está  en  Europa, 

La  Europa  concurrió  á  hi  creación  de  la  inde- 

I»endencia,  en  el  sentido  de  destruir  el  gobieino  es- 

pafiol  en  América;  ella  contribuirá  á  hacer  efectiva 

ft*>i\  independencia  cooperando  d  la  creación  de  un 

Igobierno  nuevo,  americano  de  origen  y  destino. 

lío  liará  eso  la  Europa  por  cálculo  de  ambición, 
'con  miras  tle  dominación,  sino  por  instinto  de  su 
pi^lltica,  que  irá  donde  la  lleven  los  intereses  euro- 
peos establecidos  lilucmente  en  América,  y  el  deber 
de  darles  una  protección  eficaz  y  constante,  la  mas 
barata  y  legítima  de  las  cuales  es  la  del  gobierno 
mismo  de  América  bajo  el  cual  vivan, 


-  lio  - 

Cansados  los  gobiernos  de  Europa  de  vano8  es- 
fuerzos para  darles  esa  seguridad  por  espedicione^, 
reclairtos  y  actos  directos  y  propios  de  protección, 
se  convencerán  que  el  mejor  y  mas  eficaz  medio 
de  dar  á  los  europeos  una  protección  eficaz  en  Amé- 
rica, es  ayudar  á  América  á  darse  un  gobierno 
americano  bastante  eficaz  para  dar  seguridad  á  to- 
dos, á  propios  y  á  extraños. 

Así  es  como  la  fuerza  de  las  cosas,  forzará 
la  mano  de  la  Europa  á  dividir  con  América  el  tra- 
baja de  dotar  á  ésta  de  gobiernos  que  son  una  ne- 
cesidad absoluta  de  los  dos  continentes^  el  interés 
ct>mun  de  aoibos  mundos. 

La  mano  de  América  misma  buscará  esa  coa- 
peracion,  como  la  buseii  en  tiempo  de  Helgrauo,  de 
liolivar;  si  no  en  la  misma  forma,  en  otra  de  las  mil 
formas  que  admite  el  derecho  de  gentes  y  la  natura 
leza  misma  del  gobierno  republicano. 

La  política  que  sirve  para  nacer  y  crecer,  no 
es  la  misma  i|ue  conviene  para  conservar  su  exis- 
tencia: es  Montescjnieii  í|uíen  lo  demuestra  cron  eí 
espectáculo  de  Roma,  creciendo  al  favor  de  ciertas 
máximas  y  sucumbiendo  por  no  haberlas  sabido 
cambiar  por  las  que  exigía  la  conservación  de  lo 
adquirido. 

^  XI 
El  mal  ^síÁ  ni  la^  íiistituiMoncs,  no  en  las  hombre*» 


Kn    nuestras   lepúblicas   de    Sud- América,  las 
instituciones  son  las  mabxs.  no  las  (¡entes: — á  las  ins- 


n 


-  ptíiteneceíi  ios  vicios  ijue  atnuumio.s  á 
lo-    ,       Mmíidaii  y  á  los  que  obeilecen. 

Con  otras  iustit liciones  no  habría  caudillos,  ni 
Tiranos,  ni  demagogos,  ni  esclavos.  Todais  estas 
entidades.  :5on  frutos  de  la  república  tal  cual  hoy 
se  llalla  organizada  en  Sud- America. 

Si  un  hombre  se  propusiese  no  tener  llaves  en  sus 
aertiis,  ó  no  poner  puertas  á  su  c¿isa  y  tenerla  ac- 

sible  á  todo  el  mundo;  y  ese  hombre  fuese  robado 
á  menudo^  como  lo  seria  indudablemente, —  tendría 
razón  de  calificar  de  inmoral  y  culpable  la  población 
en  medio  de  la  cual  vivía?— No  diría  todo  el 
mundo  que  él  era  exclusivamente  la  causa  de 
los  vejámenes  de  que  era  objeto,  pues  daba  fa- 
cilidad para  la  perpetración  impune? 

El  poder  sin  limitacioii  ni  contrapeso,  es  como 
una  casa  sin  puertas 

Donde  quíeía  que  cobíqueis  ese  poder,  creáis  el 
despotismo  y  todas  sus  consecuencias. 

Si  lo  dais  á  uTi  solo  hombre,  creáis  un  Sultán 
ó  un  Pacha 

Si  lo  daÍ4  u  uiKi  Silla  clase,  á  la  nobleza,  creáis 
el  (Jotisejf)  de  los  flkz^  de  Venecia 

Si  lo  dais  al  pueblo,  creáis  el  i^eor  de  los  despo- 
tismos, el  despotismo  aninimo.  irresponsable,  ciego, 
impetuoso  y  violento  como  el  torrente;  que  las 
mas  veces  obra  por  el  brazo  de  un  Dickidot\  ó 
de  un  mmiiflo,  eco  fiel  de  todas  sus  furias,  que 
él  mism«i  enciende  por  su  parte. 

Ni  el  Pacha,  ni  el  Consejo  de  los  dtez,  ni  los 
Didtuhres  <)  caudillos,    serian  los  entes  mancha- 


dos  con  críraenes  y  violencias  rjue  ñ  mennüo 
afean  la  historia,  si  la  ley  ik)  pusiese  en  sQs  ma- 
nos el  poder  iUmitado  que  les  dá  la  tentar  ion  y 
el  medio  de  perpetrarlos. 

Queréis  que  ningun¿i  de  esas  tn^s  emuiades 
exista?  En  vuestra  mano  está  Dad  luia  ley,  que 
no  les  ]>ermita  formarse. 

Cümo?  "Armando  del  poder  á  los  tres  á  la 
vez,  y  liat?iendo  que  el  poder  del  uno  sea  el  límite 
del  poder  de  los  demás. 

Ese  sistema  es  la  monarquía  constitucional 

No  es  un  ideal,  eomo  el  gobierno  del  Plata, 
pues  existe  vivo,  poderoso  y  floreciente,  en  In- 
glaterra, como  el  modelo  teórico  y  practico  de  todos 
los  gobiernos  libres  y  picífico;;. 

Ese  sistema  puede  atravesar  el  Océano,  pues 
vive  en  América,  en  el  Canadá,  y  vivid  siglos  en 
los  Estados  dominados  {?)  hoy  bajo  la  rqmMica, 

Para  que  un  poder,  ó  un  hombre  en  poder,  é 
una  clase,  ó  un  pueblo  en  poder,  sean  justos  y  le* ' 
gales,  es  preciso  que  no  esté  en  su  mano  el  hacer  el 
nml.  Es  preciso  que  cada  mano  tenga  á  su  lado 
otra  que  la  contenga.  Este  gobierno  de  recíproca 
control  ó  contrapeso,  es  el  gobierno  de  la  mmiarqma 
consiUucionaJ ^  debido  al  instinto  de  libert^id  de  los 
ingleses,  como  el  derecho  civil  es  debido  al  ins 
tinto  jurídico  do  los  romanos. 


De  todas  las  formas  de  monarquía,  el  Imperio  es  , 


iU 


imen  lo  ci-eyera!)  la  que  menos  di&ta  de  la  Kepfi 
rtica  jiorla  sangre  y  el  parentesco. 

Donde  quiera  que  exista  un  Imperio,  !!e  puede 
iseg^urar  que  la  república  existe   latente  y  subtes 

iuea.  El    imperio  es  de  ordinario  la  República 

lecha  hombre,    es    decir.  Emperador.  Su  mismo 

carácter  dinástico  no  prueba  sino  la  perpetuidad  del 

aecho  de  la  Uepública,  El  Imperio  mismo  lo  dice 

cada  vez  que  le  hablau  de  César. 

El  Imperio  es  el  hijo  de  femilia,  mayor  de  edad, 
qne  asume  el  gobierno  y  dirección  de  su  propia 
jBadi'e,  enferma  de  inconducta  ó  meramente  de 
nervios. 

El  Imperio  revelará  una  mala  índole  si  no  sabe 

ratar  á  la  República  interdicta,  como  el  hijo  á  la 

jadre  enferma. 

Cuando  el  Imperio  ha  vivido  mucho  tiempo,  esto 
es,  cuando  la  enferaiedad  de  la  República  se  ha 
hecho  crónica  lí  constitucional,  la  única  solución, 
que  puede  recibir  esa  tutela  imperial,  es,  no  ya 
la  vuelta  á  la  República,  sino  la  amalgamación  de 
la  República  con  el  imperiu,  en  la  monarquía  cons- 
titucional, á  !a  inglesa  ó  i  la  holamlesa,  que  es, 
en  cierta  modo,  la  República  coronada  u  la  mo- 
narquía de  la  igualdad.  La  monarquía  constitu- 
cional es  un  compromiso  de  paz  entre  la  Repúldira 
y  el  Imperio,  Como  todos  los  conjpromisos,  es  la 
obra  déla  necesidad  invencible,  no  del  libre  aibitrio. 
Como  las  enfermedades,  las  formas  de  gobierno  son 
la?  ac(  idt^ntes  é  irregularidades  de  la  snlnd  m\  que 


la  Toluntad  del  paciente  no  tiene  parte  alffnna. 
Aunque  á  menudo  nuestras  enfermedades  son  ivues^ 
tra  obra,  jamás,  ó  rarísimarnente  son  la  obra  di 
nuestra  voluntad  deliberada  y  reflexiva.  La  ns 
turaleza  hane  la  voluntad  y  hace  la  enfermedad. 
Ella  hace  la  líepiiblica  y  ella  hace  el  Imperio.  La 
única  forma  que  es  la  oÍ)ra  convenida  del  arte  y 
de  la  naturaleza,  es  el  gobierno  Á  la  inglesa,  la 
monarquía  libre  y  democrática. 


g  xni 

El  debf'r  de  los  que  han  de  coronar  la  obi*a  de 
Moreno,  Belgrano*  San  Martin,  Bolívar,  etc.,  con- 
sistirá en  aprovechar  de  la  primera  granule  ocasión 
que  les  ofrezca  la  marcha  de  los  acontecimientoií^ 
europeos,  para  fundar  con  su  auxilio  y  cooperación^ 
el  gobierno  independiente  de  América,  asi  como  loi 
liéroes  de  1810  se  i*rcvalieron  de  los  acontecimien- 
tos europeos  de  ese  tiempo,  para  deirocar  la  vieja  au- 
toridad de  América,  conmovida  por  esos  mismos 
hechos  de  Va  Europa,  y  para  proclamar  y  fundar  la 
independencia  de  América,  con  la  cooperación  moral 
del  mundo  externo. 

En  la  mancomunidad  y  solidaridad  que  hace  ser 
una  simple  prolongación  trasatlántica  de  la  Enropa 
oriental  á  los  pueblos  de  su  raza  y  de  su  civilizacioit 
que  habitan  la  jlwf erica,  no  cabe,  en  efecto,  que  el 
gobierno  pueda  constituirse  y  vivir  en  América,  con 
otras  condiciones^  que  lasque  le  constituyen  y  man- 
tienen en  Europa. 


li»  América  latina  y  sajona,  no  es,  como  se  nombra 
ella  niisma,  sino  la  Europa  establecida  en  América, 

Quiere  Je<jir  ot!*a  cosa,  en  efecto,  América  ¡afina 
que  J Ni f  rica  sajona?     La  Ainérica  Sajona,  no  sig 
lüfioa  ignalraent^  Jrn^nca  europea?  Ño  represen 
tan  la.s  ♦los.  á  igual  titulo,  la  civilización  <le  la  Euro 
paf*     Pretende  A*ttf'f^'<í  trurr  ikfiví  rivilijíacioii  que 
la  Europea? 

Luego  en  América,  todu  lo  tjue  no  es  lafmo  jmjon^ 
es  decir,  europeo^  es  bárliaro,  es  decir  indigena,  aste- 
OÑf,  (fuaranij pampa^ pehtwhht. 

Si  la  rasja,  ú  )a  civilización  es  una  misma  en  Euro- 
pa y  Auiéri**a¿|>or  qué  no  lo  seria  el  prhmpioy  la 
fhrma  del  gobierno  que  esa  civilización  común  afec- 
ta en  el  suelo  de  su  cuna? 

Si  la  forma  de  gobierno  nos  viene  de  la  que  preva- 
lece en  los  países  con  quienes  vivimos  en  intimidad, 
la  de  América  del  Sud  fleberia  ser  la  monanjtüa^ 
pues  esos  pueblos  viven  mas  intimamente  ligados  con 
"  ;»a,  que  entre  si  mismos.  Pero  ya  que  no  es  el 
^.j ;,  rnu  de  su  simpatía,  no  debe  ser  tampoco  el  de  su 
odio  y  hostilida'i 


§XIV 
Presefieía  de  Europa  en  Aiiiéríea 

Si  ge  va  á  juzgar  de  la  América  del  Sud,  por  la 
condición  y  la  conducta  de  sus  gobiernos  actuales,  se 
c.i  aramente  en  las  eíjui vocaciones  mas  graves. 

I AJ  i«""  '^c  e^os gobiernos  que  se  levantan  y  caen,  que 


—  lu;  — 


no  viven  sino  para  pelear  en  defensa  de  su  vida,  hay 
un  progreso  en  la  marcha  y  desarrollo  de  los  pueblos, 
que  no  es  su  obra  ciertamente,  pero  que  esoí  gobier- 
nos se  lo  atribuyen  no  obstante. 

Ellos  influyen  en  el  crecimiento  de  los  pueblos  de 
su  mando,  como  los  maestros  de  escuela  en  el  progreso 
de  la  estatura  y  tamaño  de  sus  discípulos.  La  pura 
naturaleza  agranda  á  los  unos  yá  los  oti*os.  Si  el 
progreso  déla  América  del  8iid  no  tuviese  esa  ga* 
rantia,  los  gobiernos  actuales  serian  capaces  de  dar 
cueata  de  41. 

La  América  tiene  eso  de  feliz  que,  como  resultada 
de  la  revolución,  vive  en  un  medio  que  por  si  solo 
opera  su  mejora  y  transformación  en  el  sentido  de  sus 
progresos.  Ese  medio  es  la  civilización  de  la  Europa, 
que  la  rodea  y  forma  una  atmósfera  de  vida,  como  el 
aire  que  forma  la  atmósfera  de  la  tierra.  La  América 
obedece  á  una  fuerza  de  gravitación  hacia  sus  gran- 
des y  nuevos  destinos,  que  la  preserva  hasta  de  sn^ 
gobiernos    retrógados. 

Así  lo  que  dice  obra  y  progreso  de  la  Améri4 
ca  independiente,  lo  que  parece  deberse  á  sus  go- 
biernos, en  materia  de  progresos,  no  es  mas  que 
obra  y  progreso  de  esta  misma  Europa  de  que  se 
pretende  emancipada  del  todo. 

Loque  pasa  por  industria,  comercio  y  progreso 
americano  en  Sud-America,  no  es  mas  que  industria, 
comercio  y  progreso  de  la  Europa  trasladados  ó  ins- 
talados en  el  nuevo  continente,  como  lo  están  en  A/ri- 
ca, en  Asia,  en  la  Ocmnm.  Es  la  acción  industrial 
de  la  Europa,  dilatándose  fuera  de  este  viejo  mundo 


^  11 


en  fuerza  de  sa  propia  vitalidad  y  tomando  posesión 
délas  le)anas  regiones  del  globo, 

Habria  un  medio  sencillo  de  atestarlo  en  Sud-J^mé* 
rica,  y  seria  escribir  la  historia  y  la  estadística  de 
ese  romerdo  y  de  esa  industria,  cuyas  cifras  relati- 
vamente progresivas  invocan  en  alto  sus  gobiernos 
parajiistiticar  su  conducta.  Estoy  seguro  de  que  po- 
qiiisuuos  serian  los  nombres  de  Americanos^  que  ti- 
giiren  A  la  cabeza  de  ese  movimiento. 

Toda  la  parte  que  de  ordinario  tienen  los  nuevos 
gobiernos  de  América  en  los  progresos  que  se  rea- 
lízan  bajo  su  vista,  consiste  en  su  abstención,  en 
virtud  de  la  cual  lian  dejado  de  ser  estorbos  direc- 
tos á  lo-í  adelantos  que  allí  practica  la  industria 
de  la  Europa  por  sus  capitales,  por  sus  hombres^ 
p4)r  sus  poblaciones,  por  sas  propios  mo\nmient08. 

8i  el  progreso  actual  de  iVmérica  es  obra  de  la 
Etiropa  actual,  se  sigue  que  es  obra  de  la  monar- 
fjHia,  á  cuya  sombra  florece  en  Europa  la  civiliza- 
ción que  se  derrama  en  América. 

La  única  cosa,— la  libertad,  que  los  gobiernos 
ile  América  podiian  dar  á  la  industria  para  verla 
'  en  aí|uel  rontinente  sin  nececidad  de  pro- 
í-.  -  laerzo,  no  pneílnn  tampoco  darla  de  un  mo- 
do satisfactorio. 

No  hay  libertad,  sinu  licencia  y  anarqtda,  don- 
de  la  intforiilad  falta;  y  ese  es  el  estado  de  Sud- 
América  de>de  que  la  autoridad  europea  dejú  de 
existir  allí,  en  1810.  No  quiero  decir  que  la  liber- 
tad ex¡>tíó  antes  de  esa  techa;  sino  que  primero 
fnltó  por  la  natnrnlez¡i  df^l  irobierna  que  entonces 


—  lis  - 

existía ,  y  después  faltó  por  la  ausencia  absoluta  de 
gobierno,  á  lo  cual  equivale  la  existencia  fie  go* 
liiernos  tlebile-?,  instables  y  efímeros. 


Cuál  es  la  forma  de  gobierno  que  conviene  al 
pueblo  de  las  provincias  argentinas"'^ 

Es  la  cuestión  que  seiitú  la  revolución  de  Mayo 
de  1810  y  que  después  de  50  años  está  todavía 
por  resolverse  allí,  pues  no  hay  forma  adoptado. 
por  la  sencilla  causí^  de  que  no  haff  f/ohierno,  Fal 
ta  la  forma  porque  falta  el  fomlo. 

La  revolución  no  tuvo  por  primordial  objeto 
esa  cuestión.  Su  objeto  principal  fué  otro. 

Ella  no  destruyó  una  forma  sino  un  f/oburno 
ó  un  principit)  de  (/obieruo: — la  soberatia  entran' 
gem  de  la  corona  de  España^  á  la  cual  reempla* 
zó  la  súberania  del  pueblo  nrtjenfino,  proclamado 
indfpendiente, — E)^te  im  el  grande  y  tínico  objeto 
de  la  revolución:  el  objeto  esencial  y  sustancial 
de  ella.  El  gobierno  de  la  America  por  sí  misma, 
y  no  por  España:  he  ahí  toda  la  revolución 

Obtenido  el  gobierno,  la  cuestión  de  su  forma 
era  secundaria.  Aquella  forma  es  la  mejor,  que 
permite  al  gobierno  llenar  mejor  su  objeto  ó  fin. 

La  forma,  no  es  el  gobierno  mismo:  no  porque 
una  forma  sea  inadecuada  debe  concluirse  que  el 
gobierno  en  sí  es  imposible  ó  inadecuado 

Jíadíe  se  atrevería  á  proponer  esta  cuestión:— 


- 119  - 

j^lo  por  tm  absurdo  podría  sostenei'se  que  esim 
ien  para  el  país  ijne  no  existíi  en  él  gobierno  al- 

ino;  (i  qae  no  debe  intentar  teiierlo  porque  es  in- 
ipaz  lie  tenerlo. 

Un  pafe  que  se  declara  á  sí  mismo  incapaz  de 
Bner  nn  gobierno  propio,  en  decii*,  incapaz  de  go- 
bernare poi  sí  mismo,  no  puede  ser  país  indepen- 
silente  y  soberano.   Tal  declaración  seria  justamen- 

lo  contrario  de  la  declaración  áQVdiftdepmfhp 
^fia,  la  enal  signiíica  declararse  capaz  de  gobemursi 
á  sí  mismo. 

Tiene  que  recibir  el  gobierno  de  fuera;  que  ser 

'         lo  por  el  gobierno  de  otra  Nación;  en  una 
,  tiene  (pie  í?er  dei^endencin  6  colonia  de  esa 
otra  Jíaeion 

Esto  sigfíitica  la  declaración  de  los  que  aseguran 
qne  el  pueblo  argentino  es  incapaz  A^  tener  un  go 
bierno  general:  y  que  no  puede  tenerlo,  porque  la  fí>/ 
ma  unihnia  le  vá  tan  mal  como  la  fctkrnL 

No  haya  gobierno  de  ninguna  especie;  vivamnssm 
gobiernu,  puesto  que  todas  liisfoimas  ensayadas  son 
inaplicables:  be  alií  como  Kosas  puso  la  cuestión  en 
HU  carta  á  Quiroga.^Heahí  hi  teoría  de  Buenos  Ai- 
res sobre  la  política  interna  argentina,  no  solo  de  Ko- 
sas. Su  consecuencia  práctica  es  la  guerra  civil  de 
50  años,  que  lleva  el  pais  porque  vive  sin  gobierno. 


Tm  revoliíCiOn  de  Motjo  de  18 10,  no  tue  mas  re- 
ptií.H/-ii)aque  monarquista,  estando  al  tenor  de  sus 


—  120  ^ 


documentos. — Decir  que  las  documentos  ra!ent€ii, 
no  es  honrar  A  uis  autores;  es  insultar  la  revoluciun. 

El  actatirmadaenesedia:  lo  declara  textualmente 
se  depuso  al  Virreí/  en  nombre  del  iíc//. 

El  gobierno  provisorio  de  la  primera  Jimia,  crea- 
do en  esa  acta,  fué  una  especie  de  Eegencia,  en  favor 
del  T{e¿f  cautivo. 

La  Junta  crmsermdom  de  la  soherania  del  ¿íe#7ar 
don  Fcniamlo  VII,  como  se  llamó  la  segunda  Junta 
de  Diputados  de  todas  las  provincias,  dio  un  regla- 
mento para  el  gobierno  ju^ovisorio,  de  carácter  mo- 
nrirquiro,  pues  en  el  se  salvábanlos  derechos dinásti- 
eos  del  Rej^  de  España  en  las  provincias  argentinas. 

Buenos  Aires  desconoció  ese  Erf/Iamento,  y  el  f/o- 
bierno  de  tres^  especie  de  Begencm  igualmente,  dio 
un  Esfafido  Provinctal,  siempre  á  nombre  de  don 
Fernando  VU 

Ese  gobierno  y  ese  reglamento  monárquico  en  el 
fondo,  dnraron  hasta  1814. 

En  ese  ailo  el  gobierno  independiente  enviu  á  Ri- 
vadavia  y  á  Belgrano  á  negociar  con  España  la  coro- 
nación de  un  príncipe  español  en  Buenos  Aires,  como 
jete  de  una  monarquía  constitucional  independiente, 
como  base  de  la  paz. 

El  partido  opuesto  á  esa  idea  fué  mas  lejos:  ofreció 
á  hi  corona  de  la  Graií  Brcfava  el  golñerno  de  las 
provincias  argentinas.  (Alvear  en  1814). 

Rechazadas  ambas  miras  por  Europa,  el  Congreso 
de  Tucuman  declaró  la  independencia  de  las  provin- 
cias en  1  si  6,  pero  no  condenó  la  monarquía  ni  pro* 
clamó  la  repúldica. 


—  121  ^ 


Basta  leer  siu  actas.  ,^^_ 

No  podía  condenarla,  pues  el  i'ongreso  era  nio 
narquista;  es  decir,  lo  eran  sus  miembros. 

Belgrano  propuso  esa  reorganización  bajo  la  di 
nasf  ia  de  los  Incas,  y  la  idea  deju  de  ser  aceptada 
por  re>peto  A  la  monarqítia,  sino  á  la  rfí««3/¿« 
llvaje  de  los  Incas, 

Todavía  en  el  Reglamento  consfifucional  que  ese 
!^oíii^eso  dio  en  1817.  no  se  hablií  derepúblicn. 

Tampoco  fué  consagrada  la  repiíblica  en  la  cons- 
titución definitiva  que  otro  congreso  dio  en  1811* 

I>a  printera  constitución  que  habló  de  republi 
Oí.  íaé  la  unitaria  de  1826,  es  decir,  16  año» 
después  de  la  revolución  de  Mayo,  y  esa  no  llegó 

sancionarse. 

La  Ley  fnndammínl  provisoria  de  182. ">,  qne 
la  prei^edió,  confirmó  el  gobierno  le  1^1'*,  que 
en  cierto  modo  fué  monárquico. 

Cuando  Rosas,  en  1835,  recibió  de  Buenos  Ai- 
res la  suma  de  los  poderes  públicos  //  Icts  facuHa- 
d^is  onní  modas  ^  que  hablan  tenido  los  vi  reyes  (lo 
cual  era  la  monarquía  sin  el  nombre)  la  ley  de 
1*^  de  Marzo  solo  puso  dos  límites  á  ese  poder: 
— el  de  no  cambiar  la  religión  ni  la  forma  fedcíai 
— ^Hada  dijo  de  la  repúhlka^  ni  podia  decir,  puea 
la  centralización  monárquica  de  todo  el  poder  ptibli- 
1  una  mano,  era  la  suspensión  ó  abolición  virtual 
,1  rejmhlica. 

Si  falta  la  república  en  los  textos  es  porque  no 
*eíif uvo  en  el  jíensamiento  de  la  revolncion  ameri- 


cana.  Quien  ha  rreado  la  repiíhlca  en  la  Araérica 

antes  españohi,  es  la  Europa. 

Después  cío  la  caitUt  de  Rosas  ha  sido  consagra- 
do la  república  en  los  textos  constitucionales. 

Qué  ha  dado  ella*:* 

Lo  ijuo  dio  antes  de  serlu :  guerra  civil,  cala- 
midades y  atraso. 

Ese  es  el  estado  presente:  no  es  mejor  que  el 
de  Mé/ko:  tal  vez  es  peor,  parque  es  el  desor- 
den garantido  y  constituido, 

A  qué  debe  Buenos  Aires  su  bienestar  com- 
parativo?— No  á  la  repál/Uca,  sino  al  goce  exclu- 
sivo  de  toda  la  renta  pública^  que  pagan  los  ar- 
gentinos en  su  puerto:  es  decir,  al  desorden  mayor 
de  que  presenta  ejemplo  la  historia. 

Si  lo  debe  á  la  república  porque  ese  des<5rdeii 
es  obra  de  ésta,  tanto  peor  para  la  repúblicíi  y 
para  Buenos  Aires. 


s  xvn 

Como  plantear  el  f^otiierno  á  la  europea 

Ouál  seria  el  medio  práctico  de  introducir  el 
gobierno  á   la  europea  en  el  Plata? 

Por  la  acción  y  cooperación  de  la  Europa  com- 
binada con  la  acción  del  pais  mismo. 

La  acción  de  una  nación  sola  y  aislada,  el 
protectorado  pueril,  anmiue  mas  eficaz,  inspira 
temores  de  conquista;   la  adhesión  de   doi  tí  tres 


itleres  es  una  garantía  de  la  independencia  arae- 
Iricana:  la  participación  del  país  mismo  la  com- 
I  pleta. 

La  revolución  de  la  independencia  no  ha  sn- 
priraido  la  civilización  del  nuevo  mundo,  producto 
de  la  acción  de  la  Europa  en  America-  ha  va- 
,  riado  su  forma.  Lo  que  Imy  en  América  sigue 
,fiiendú  una  fez  de  lo  iiue  hay  en  Europa.  Existe 
tina  íntima  solidaridad  de  intereses  y  destinos  entre 
los  pueblos  de  anil)os  continentes, 

No  son  dos  mundos,  como  dice  la  expresión 
fígnrada;  no  dos  planetas  con  entes  de  dos  razas, 
sino  dos  partes  de  mi  solo  mun<h>  geográfico  y 
jiolítico. 

Los  mares  aproximan  los  puebliis  en  vez  de 
alejarlos. 

Sin  la    mal'  no  estaría  en   comunicación  Chile 
Loii  Europa.    La  idea  de   un  viaje   teriesire   de 
itTBs  mil  leguas,  no  tiene  nombre.    La  comunidad 
de  lo^  intereses  del  comercio  prueba  la  solaridad 
de  los  intereses  y  destÍTios  de  ambos  continentes. 
I  La  doctrina  atrii>uida  á   Monroe,    es  un  contra- 
I  mentido,  es  hija    del    egoísmo.    De^ípues    que    los 
Estados-Unidos  debieron  toda  á   Europa,  quieren 
[aislar  la  América  de  Europa,  por  todo  otro  pun- 
ta  que    no   sea   los   Eíitados-Unido:^,    convertidoi 
ten  aduana  única  déla  civilización  de  origen  tras- 
[atlántico,  — Monroe    quería    hacer    de  su    país  el 
[JPmiO'Iiello  de  la  Hbertad   americana. 

Las  ideas  de  Waslüngton  en  política  exterior, 


eran  simples  preocupaciones  propias  de  su  6pdíi 
las  tuvo  también  Bolívar  en  Sutl-América. 

La  falta  de  alianzas  europeas,  es  decir,  de  aliaij^ 
zas  eficaces  y  sólidas,  hace  hoy  desplomarse 
medio  del  aislamiento  y  de  la  soledad,  á  la  gran" 
RqmhUca,  qne  evitaba  el  contacto  de  las  firmar- 
íj trias.  Como  si  los  pueblos  dejasen  de  formar 
nna  sola  familia,  porque  varié  la  forma  de  su  go- 
bienio  respí^ctivo;  como  si  la  Francia  mona rg nica 
fuera  extrangera  hasta  no  tener  contacto  ron  la 
Francia  republicana  ! 

Como  se  sostiene  el  equilibrio  europeo,  se  man- 
tendrá el  del  mundo  que  no  será  mas  qne  su  des- 
arrollo al  través  del  Occeano. 

Los  golnernos  de  P^uropa  qne  prescinden  de 
América  abandonan  los  intereses  de  la  Europa 
misma.  Cuando  una  crisis  de  K^tados-Unidos  pro- 
duce el  hambre  en  Maschester  y  en  Lyon,  pue- 
den los  gobiernos  europeos  abstenerse  de  influir 
ó  de  tomar  parte  en  los  medios  de  remediar  á 
Lyon  y  á  Manchester,  suprimiendo  la  causa  del 
mal,  aunqne  esté  al  otro  lado  del  Occeano? 

Como  en  lo  comercial,  en  lo  político,  los  dos 
continentes  se  apoyan  y  sostienen:  su  interés  es 
solidario, 

La  Europa  podria  encontrar  su  paz  y  su  bien- 
estar, enviandLi  á  América,  no  solo  sus  pobla- 
ciones, sino  sus  príncipes;  y  la  América  podria_ 
ganar  en  ello,  no  solo  el  aumento  de  sus  pueblo^ 
sino  el  medio  de  gobernarlos. 

X¡  la  distancia  ni  el  mar  impiden  que  loi  Es* 


tadüs  Americanos  hagan   parte  de  la    familia  de 
la  Europa,  como  en  otro  tiempo  no   fueron  obs- 
tácalos  para  que  pertenecieran  á  la  Europa  mis 
ma  j'  fueran  gobernados  desde  Europa.     A  doble 
ilistancia,  hoy  Australia  integra  la  Inglaterra. 


§  xvm 


Uiixoii  de  las  diíieultades  de  h\  fnndaciiitt  d«^  la 
monarqahí  en  Sud^Amérifa 

Eb  nuestras  repúblicas  de  la  América  del  Sud 
se  entiende  la  libertad   de  opinar   de  este  mod*» 
II í    podéis  ser    un  ateo,    negar   la  divinidad  de 
resucristo,  reiros  del  Papa  y  de  Lutero,  ser  ma 
Jiometano;  poner  en  duda  el  derecho  de  propieda»!, 
santidad  del  matrimonio:  todo  eso  podéis  hacer 
■«ift  riesgo  de  ser  perseguido,  ni  preso,  ni  dester- 
rado. 

Pero  no  podéis  dudar  de  la  república,  ni  aplau 
dir  la  monarquía. 

Será    porque   el   fanatismo  sincero  de  libertad 

_liaya  reemplazado    al  de   la    religión?— Nada  de 

sabido  es  que    el  que   ama    la  libertad   con 

"verdad  y  honradez,  la  quiere  y    respeta  en  todos 

y  para  todas  las  opiniones.     De  otro  modo  no  e^ 

la  libertad  lo  que  se  ama,  sino  otra  cosa. 

Es  que  la  monarquía  es  una  amenaza,  no  para 
la  libertad  sino  para  el  interés  personal  que  hace 
de  su  libertad  un  tráfico. 


—  VZi]  — 


Es  el  interés  propio,  es  el  deseo  de  gobernar, 
el  que  se  considera  íirnenazado  y  se  alanna  á  la 
sombra  de  la  nionarquia. 

La  monarquía  suena  para  él  á  destitución,  á 
la  abolicirm  de  la  íjidiistria  política,  del  monopo' 
iiu  ó  aristocracia  militar. 

La  cuestión  de  la  forma  de  goUerno  no  es  mas 
que  la  de  qmén  manda,  quién  goza  de  los  suel- 
dos y  del  lioiior  de  los  empleos. 

Cambiar  una  forma  por  oti*a  es  trasladar  esas 
ventajas  de  un  orden  de  personas  á  otro;  y  hé 
ahí  todo  el  motivo  por  qué  preocupa  tanto  la  cues- 
tión dü  forma.  No  es  por  el  interés  público^  es 
interés  de  mando;  mando  actual  ó  mando  veni- 
dero. 

El  despotismo  de  esas  intereses  egoistas,  pose- 
sionado d^d  canipo  y  disfrazado  con  los  colores 
de  la  libertad,  hace  de  la  América  republicana 
un  país  mas  esclavo  que  la  Turquía  ó  que  la  Ru- 
sia: la  tierra  clasica  del  dcpotismo :  lo  que  fué 
desde  su  origen 

Los  presidentes  lian  sucedido  á  los  víreyes  eii-i 
el  papel  de  oprimir  y  explotar  á  los  pueblos,  ex»| 
colonias  de  España. 

Los  únicos  que  han  sido  hechos  á  un  lado  son 
los  Bolívar,  los  San  Martín,  los  Sucrt*,  los  Bel- 
grano,  excluidos  como  tiaidore^  <»  sospechosos  A 
esa  patria  que  len  debe  la  independencia. 

Después  de  haber  acabado  así  sus  dias,  hoy 
tienen  estatuas  en  las  plazas  públicas. 


—  J27  — 

Esas  estatuas  son  el  fruto  de  la  conciencia  arre- 
pentida del  martirio  oprobioso  infligido  á  los  hom- 
bres (|ue  no  tuvieron  mas  crimen  qu-  amar  de 
veras  la  libertad,   pues  la  fundaron  ellos. 


CAPÍTULO  TERCERO 


LA  EEPUBLICA 


S  I 


(ja  r^pübUea  no  es  el  gobierno  ni  es  la  rovoludoit 

Identificar  la  revolución  de  América  con  la  re- 
pública; hacer  depender  la  suerte  de  un  cambio 
realizado  en  el  interés  de  la  civilización  y  del  en- 
grjudecimiento  permanente  de  la  América,  de  la 
buena  ó  mala  fortuna  de  una  forma  de  gobierno, 
es  el  error  mas  grande  en  que  puede  incurrir  la 
prjlíticn  de  los  pueblos  americanos^  pues  él  liga 
\m  de>tinos  de  una  cosa  inmortal  con  otra  cosa 
perecedera.  Por  mil  razones  de  conveniencia  ó  de 
ínecesidad,  la  forma  republicana  pudiera  tener  que 
rceder  su  lugar  á  otra  forma  con^titui'iuTi.il  de  go- 
tierno, 

Pero  lo  que  no  puede  concebirse  es  que,  la  re- 
volución y  sus  grandes  principios  de  independen- 
cia y  soberanía  popular,  tengan  que  ceder  jamás 


su  lugar    á  otro  régimen  que  se  parezca  ma^ 
menos  al  antiguo  régimen  colonial. 

Hacer  idénticos  y  equivalentes  el  antiguo  ré- 
gimen colouial  con  el  régiiuen  monárquico,  seria 
cometer  un  absurdo  tan  grande  como  el  preten- 
der que  la  Inglaterra,  la  Prusia,  la  Francia  y 
todos  los  Estados  de  Europa,  son  colonias  como 
éramos  nosotros  antes  de  la  repiiblica,  por  el 
hecho  de  estar  regidos  por  el  gobierno  monárqui- 
co; 6  que  la  monarqníu  que  buscamos  en  1810, 
es  como  las  monarquías  que  hoy  hacen  florecer 
la  libertad  en  Inglaterra,  Bélgica,  Holonda,  Ita- 
lia, etc. 


§n 

Cerno  el  nombre  de  rcpiibliea  embaraza  el  prog^reso 
en  América 

La  mayor  traba  que,  hayan  puesto  á  la  liber- 
tad de  sus  progresos  los  pueblos  de  la  América 
del  Sud,  es  que  se  han  dado  el  nombre  de  re- 
públicasí  como  sinémino  de  patria,  como  nombre 
propio  del  país  mismo,  sobre  todo  en  el  lenguaje 
usado  en  el  interior.— Asi,  en  C/ñle^  en  el  Ferú, 
en  el  Plata,  en  Ftw^we/a,— para  decir  toda  CMlc 
loqnifre^ — (odo  el  Fcrú  está  de  acuerdo^— el  pue- 
Ido  argentino  es  klúlatra  de  su  independencia: — 
se  dice  en  Chile:  toda  la  República  lo  quieiri — 
en  el  Peni:  toda  la  Hepública  está  de  acuerdo: — 


r-  131  - 


én  el  Plata:  la  RepühUca  es  idólatra  de  su  inde- 
pendeficia, 

í  >né  resalta  de  este  hábito  de  tomar  la  liepú- 
por  el  país? — Que  cuando    se   dice  que  la 
niblica  m  á  desaparecer,  es  lo  mismo  que  de- 
que vá  ó  desaparecer  el  país. 

Esta  confusión  crea  una  barrera  de  intoleran 
ciíi  que  hace  imposible  la  reforma 

De  modo  que  no  solo  se  confunde  la  república 
C4)n  la  revolución,  sino  con  el  país  mismo. 

La   ítepiddtca  Arffe^itimí,  es  sobre  todo  la  mas 
siyeta  á  e^te  inconveniente,  porque  no  tiene  nom 
bre  propio,  independiente   de    esas  dos  voces  ge- 
nérícas  de  que  ha  hecho  su  nombre  propio. 

Es  como  si  los  franceses  llamaran  á  su  país  el 
Imperio,  en  lugar  de  Francia,  como  si  los  espa- 
fióles  llamaran  al  suyo  /a  Monarquía  y  no  Es- 
jHifia, 

Hacer  del  nombre  de  una  forma  de  gobierno, 
que  por  su  naturaleza  es  cosa  transitoria  y  con- 
tingente, el  nombre  del  país,  que  no  debe  cam- 
biar nunca,  es  encadenar  la  suerte  entera  de  una 
nación  á  un  accidente  pasagero. 

La  repíiHica,  ha  sido  coufundida  con  la  rero- 
hicion,  con  la  libertad,  con  la  independencia, — con 
el  país  mismo. — Por  qué  esta  importancia  dada 
f  una  forma? — Por  egoismo  :  república^  signilica 
•e/  gobierno  para  mi. 


—  132  — 


í;  III 

Origen  clandestino  de  la  repiiblícu.  Fué  recurro  decir» 
cunstiincias*  Hoy  es  el  extravío  de  1»  revolución 

Es  traición  á  la  repilblica,  la  múimrqniá? 

La  palabra  república  tiene  doi  sentidos.  Si  ^ai- 
tica  el  país,  y  significa  nna  forma  de  gobierno, 
íínestrasi  antiguas  leyes  monárquicas  la  usaban  en 
el  primer  sentido,  luego  la  monarquía  no  podría 
ser  traición  á  la  repúbUca^  en  el  sentido  de  f^a- 
tria^  ó  país,  ó  nadan. 

Tampoco  lo  seria  en  el  segundo  sentido,  porque 
la  repíibUca  no  ha  sido  consagrada  por  ninguna 
de  \o^  actos  capitales  de  la  revolución  argentina. 
No  ha  sido  el  fin  de  la  revolución. 

lío  está  en  el  acta  de  Mayo  de  1810,  ni  en  la 
de  Julio  de  1816 

No  podría  estarlo.  El  cabildo  abierto  del  23  de 
Mayo  de  181 0  y  el  Congreso  de  Tucuman  del  9 
de  Julio  de  1816,  fueron  monar<]Uistas,  lejos  de 
ser  republicanos,  y  los  textos  mismos  de  sus  dos 
grandes  actas,  que  son  las  dos  columnas  de  la  revo- 
lución, no  son  un  desmentido  de  ese  aserto. 

La  palabra  repúhUm  m  está  en  ellas  No  es- 
tá callada  por  táctica.  La  declaración  del  9  de 
Julio  era  el  arrojo  de  toda  táctica. 

El  Congreso  que  no  temiJ  arrancar  del  pue- 
blo arjentino  la  corona  de  España,  no  pudo  te- 
mer proclamar  la  repübUca  como  forma  de  gobier- 


—  l!^ ' 


m.  No  la  pro(*lamú  por  que  no  la  quería, — Al 
contrario,  «le  lo^;  labios  honrados  de  Belgraiiooyó 
los  consejos  en  tavor  de  la  monarquía,  San  Mar- 
tin se  los  dio  igualmente, 

E.^e  Congresío  célebre,  el  mas  grande  que  haya 
reunido  la  nación,  pues  fué  el  que  la  creó,  fué  mo- 
narquista,—Ko  la  proclamó  ¡jOV  dejar  el  pueblo 
an  estimulo  mas  para  disputar  á  España  la  sobe- 
ranía. 

No  está  en  los  textos,  porque  no  estuvo  en  las 
ideas  ni  en  los  deseos.  La  Europa,  los  Reyes  son 
lo:^  autores  de  la  república  en  Sud  América,  por 
su  abstención,  en  1810  y  de  hoy  mismo.  Aban- 
donando aqnel  continente  al  desorden,  han  esteri- 
lizado ]a  mas  bella  conquista  de  la  civilización  mo- 
derna; han  dañado  a  la  misma  Europa,  cuyo  intert% 
, es  idéntico  al  de  América. 

La  i^pahJim  ftié  un  expediente  de  guerra  coa 
que  m  estimul j  y  levantó  al  pueblo  contra  la  tuo- 
mirqnia  ej'tram/era.  No  tendría  objeto  una  m^/«flrr- 
ijtna  nacional  atyrrdimí. 

Si  la  irpúblicn  no  ha  sido  proclíiraada  solemne- 
mente, ^.de  dónde  ba  salido  en  el  Plata?— No  tiene 
oríjen  lejftimo-  8e  ha  deslizado  y  tomado  d^*  he- 
cho el  gobierno  de  la  nación.  Es  un  camino  des- 
esperado en  que  se  ecbó,  porque  no  le  quedaba 
otro. 

Si  ha  sido  jurada,  al  jurar  las    constituciones 
que  la  declaran  como  principio,   la  presencia    de 
piete    constituciones  juradas,    prueba  una   de  dos 

as — ti  s¡f-t^>   (íHrjurios  del  país,- -ó  que  no  es 


perjurio  el  cambiar  nn  camino  que  la  experieucii 
acredita  de  extraviado. 


S  IV 


Origen  inTotuntario  de  la  república 

La  adopción  de  la  forma  republicana  en  6ud- 
Ainéríca  no  fué  resultada  de  la  deliberación  y  de 
la  elección  concienzuda  del  pueblo.  Vino  como 
en  Francia  en   1848,  porque  faltii  el  rey. 

Entre  qué  formas  pudo  elegir?  Dónde  está  el 
candidato  monarquista  que  se  hubiese  presentado 
y  hubiese  sido  excluido?  Dónde  e^tá  el  trorio 
americnno  que  haya  sido  reemplazado  por  la  re- 
pública, como  sucedió  en  Francia,  en  184S? — No 
fué  un  cambio  de  forma  de  gobierno,  ni  de  di- 
nastía, sino  de  principio  de  (/ohicrno.  De  espa- 
ñol que  ante^  era,  el  gobierno  pasó  á  ser  amen- 
rano:  hé  ahi  toda  la  revolución,  en  cuanto  á  go- 
bierno. 

Lo  que  el  pueblo  eligió  y  abrazó  fué  su  auto- 
nomía, su  independencia  para  lo  que  es  dar^e  un , 
gobierno.     Depender  de  España,  á    no    depetw 
de  ningmi  poder  extrangero^  —fueron  los  dos  tér- 
minos en  que  rodó  su  elección. 

Separarse  de  España  ó  de  su  Rey,  era  qií 
sin  rey  en   el  hecho,   pero   no  era  proclamar^ 
república,  ni  aun  implícitamente.     La  separaritl 
no  tenia  por  objeto  abolir  la    forma  nionárquicA, 


/ 


F—  Í35 


tillo   (jueilar  iudepeiidiente,     8e  desconocia  al  rey 
en   brisca  de  la    independencia,    pero  no  se  abra 
Mhii  la  independencia  en  busca  de  la  república 
Qaeilar  sin  rey,    no  era  qnedar   republicanos 
república  no  consiste  en  la  simple  falta  ó  au 
5cia  del   rey.     Un  pueblo  monárquico  «le  con 
ctum  y  de  complexión,  no  deja  de   ser  momu 
qufa  porque  le  falte  el  rey.     Es  una  monarquía 
íéfala.  vacante  ó  sin  gobierno;  pero  no   es  una 
^pública. 
Tal  es  hasta  hoy  la  condición  de  los   pueblos 
ites    españoles  de   la   América   del    8ud.     Son 
ionarquias  Tacantes,  estado  de  cosas  monánjtiico, 
fUe  iuipropiamente  se  llama  npúbika. 
Los  Estados  de  Sud- América  se  lanzaron  en  la 
republicana  porque  no  les  dejaba  otro  })ar- 
el   que  tomó  la  Europa  de  negarse  á   todas 
las  solicitudes  de  los  nuevos  Estados  para  fundar 
tronos  independientes,  ocupados  por  príncipes    de 
las  familias  reinantes  en  Europa. 

Se  puede  asegurar  que  la  Aníérica  ha  sido  y 
es  ha^ta  hoy  republicana,    por  la  obra  exclusiva 
la  Europa. 

Ni  la  España,  ni  la  Inglaterra,  ni  nación  al- 
^na  de  Euiopa,  quiso  dar  oidos  y  apoyo  á  la 
ision  <ine  enviaron  las  provincias  argentinas  en 
tsra  de  un  príncipe  de  la  casa  de  Borbon. 
En  1821  el  general  San  Martin,  dueílo  déla 
initud  del  Perrt,  después  de  libertar  á  Chile,  pro 
puso  al  virey  Laserna,  como  término  de  paz,  la 
rrenrion   dt^  iinn  mftnarrjuía  iiídpjtendiente,  ocupa- 


—  rM\  ^ 


da  por  un  príncipe   español;   y   el   virey   y  raí 
consejo ^  recliazaron  la  idea. 

En  el  mismo  año  la  España  desaprobó  y  revo- 
có  el  Phm  de  Iguala,  de  Iturbide,  y  el  Tratada 
de  Cótdora,  que  llame»  á  íxupar  el  trono  indepen- 
diente de  Mf'jico  i4  un  príncipe  de  la  familia  rei- 
nante en  España. — Esa  repulsa  de  España,  y  la 
muy  probable  de  las  naciones  legitimistas.  que  na 
querian  contrariarla,  fué  la  causa  que  trajo  al 
trono  víicante  de  Méjico  á  Iturbide,  «jue  no  tardó 
en  sucumbú-  á  las  preocupaciones  populares  con- 
tra el  gobierno  de  oscura  extracción,  aislado  y 
desamparado  por  los  demás. 

En  1829,  el  gobierno  de  Colombia,  no  tnva 
mejor  resultado  en  los  pasos  que  dii)  cerca  de  las 
monarquías  de  Francia  y  de  Inglaterra  en  busca 
de  un  príncipe  ]mra  ocupar  un  trono  indepen- 
diente y  constitucional,  en  lo  que  es  hoy  Vene- 
zueía^  Ecuador  y  Nuera  Granada, 

En  todos  esos  países  y  en  todas  esas  tentati- 
vas, no  era  el  partido  realista  español  ó  reaccio- 
nario, el  que  quería  ver  reemplazada  la  república 
por  la  monarquía;  sino  que  eran  los  autores  mis- 
mos déla  revolncion  de  la  independencia,  los  guer- 
reros mismos  que  la  habían  ya  establecido  de  he- 
cho, lo  qne  revelaba  un  convencimiento  nacido 
de  la  experiencia  y  de  la  libre  voluntad.  Eran 
Helgrano,  San  Martin,  Rivadavia,  Alvear,  Posa- 
das, Pueyrredon  en  el  Plata:  Iturbide  y  todos  ios 
patriotas,  en  Méjico,  Bolívar.  Sucre  y  los  prime- 
j"os  hombres  de  Estado  de  Colombia. 


WiíViJV  buscó  el  protectorado  de  la  Francia 
ele  la  Inglaterra  para  Colomhm,  después  de  ven- 
cer en  Ai/íicucho,  en  1829.  Qué  extraño  es  qne 
Alvear  lo  hubiese  hecho  en  1815? 

Alvear  quizo  entregar  á  Inglatej-ra  la  sobera- 
de  las  provincias    argentinas,  que   él  mismo 
^contribuyu  á    arranrar  á  España  ])or    la  e>padíi. 
Eso  era  en  1614. 

Síuda  Ci  tiz  intentu  entregar  el  Feni  á  la  Es- 
ifta,  ilespues  de  las  victorias  de  San  Martin  en 
Chile  y  en  el  Caílao.  Torre  Tagle  y  Riva-Agüe- 
ro,  intentaron  cuando  menos  esto  mismo. 

lUuHflf\  esíipubi  el  advenimiento  de  Fernando 
Vil  al  trono  de  Méjico,  despue?si  de  destituir  á 
los  vireyes  Apodaai  y  O'JJonq/ti,  en  182  L 

Todo  eso  no  era  f>bra  de  realistas  euri-i^eos,  ni 
de  contrarevolucion,  ni  de  traición  á  la  América, 
sino  partidos  desesperados  de  los  mismos  liberta- 
dores, de  los  mismos  autores  de  su  independencia, 
para  salvar  esta  conquista  de  dos  extremos — de 
la  anarquía  repuldicana  y  de  la  reconquista  eu- 
ropea. 

Todavía  en  1«44,  D,  Nicolás  Ancborena,  acon- 
sejaba á  Ko-as,  como  único  remedio  á  los  male^ 
tle  la  República  Aigentina,  el  buscar  y  ponerse 
bajo  el  protectorado  de  Inglaterra. 

Todo  ello  tenia  por  objeto,  en  vi^ta  de  la  im- 
pasibilidad de  establecer  gobiernos  republicano^,  y 
délos  peligros  en  que  los  gobiernos  imposibles  po- 
nían á  la  independencia,  asegurar,  como  decia 
Bolívar  el  éxito  de  la  revolacion  de  Ann^rica  y 


sus  grandes  principios,  por  la  paz  con  la  Europa 
dinástica  fundada  en  el  iriterés  común  de  exigir 
gobiernos  americanos  por  el  pnucijno  y  europeos 
por  la  forma. 

Pues  todo  eso  era  menos  fuerte  que  sentar  ea 
tronos  americanos   á  príncipes  levantadus    por  la 
voluntad  del  pueblo,  que  aceptasen  los  colores  y 
los  principios  de   la   revolución  de  América,  ha 
ciéndose  americanos  de  patria  y  vocación. 

Es  asombroso,  en  vista  de  eso,  que  hombres  de 
la  respetabilidad  de  M.  Guizot,  echen  á  la  lige- 
reza de  lo -i  americanos,  y  no  á  la  imprevisión  de 
U  Europa,  la  responsabilidad  de  que  la  repúbli 
ca  tenga  á  Sud-America  sin  gobierno  serio  de 
cincuenta  años  á  esta  parte.  Es  la  Europa  la 
que  la  tiene  sin  gobierno,  pues  püd»j  dárselo  sin 
dañar  á  su  independencia.     Tenia  el  derecho. 


Origen  europeo  de  la  Repúbliea 


El  sistema  republicano^  de  que  se  hace  un  car- 
go á  la  America,  fjs  obra  indirecta  de  la  Europa 
monárquica.  Cuando  la  America  del  Sud,  sobre 
todo,  proclamó  su  revolución  al  principio  de  este 
siglo,  lio  abrazó  la  república,  *Su  autonomia,  su 
independencia  bajo  monarquías  constitucionales, 
fué  lo  mas  á  que  se  extendiii  el  lirasimi^^nro  .!♦- 
los  revolucionarios. 


-  139  - 


Al  menos,  si  ami  otro  gobierno,  no  dejó  de  eo- 
"Socer  que  solo  el  gobierno  monárquico  le  ronre- 
iiiíi  y  era  practicable. 

Méjico,  el  Plata  y  Colombia  buscaron  la  mo- 
narquía, después  de  ruidosas  victorias  luililares  en 
favor  de  su  independencia.  Repetidas  veces  y 
de  todos  los  puntos  de  América  vinieron  misio- 
nes autorizadas  á  Europa,  en  solicitud  de  prínci- 
pes de  las  casas  aquí  reinantes  para  c'^tablecer 
tronos  en  América,  y  como  hemos  dicho  ya,  la 
Europa  acogió  mal  esas  propuestas. 

Mivadavia,  Belyrano  ¡f  Zarvatea  m  1814,  fue- 
ron comisionados  por  el  gol)¡erno  de  hecho  del 
Kio  de  la  Plata,  para  solicitar  como  su  soberano 
al  infante  D.  Francisco  de  Paula,  hijo  del  rey 
Carlos  IV,  entonces  residiendo  con  su  familia  en 
Koma.  En  vista  tic  la  resistencia  de  sus  padres, 
\m  comisionados  llegaron  hasta  concebir  el  plan 
de  robarse  de  Roma  la  persona  del  príncipe  I). 
Carlos  y  llevárselo  al  Plata  para  su  Rey,  lia 
batalla  A^  WaierJoo  desbarato  esos  planes  volvien • 
do  á  España  todas  sus  esperanzas  de  una  restau- 
ración de  su  poder  en  América.— Inglaterra  y 
íVancia  no  quisieron  ayudar  á  las  miras  monar 
quistas  de  la  América  independiente;  y  esa  acti 
tud  de  la  Europa,  obligó  á  la  América  á  procla- 
mar la  rejrühlica^  como  el  solo  régimen  posible 
>r  falta  de  príncipes  de  casas  reinantes  para  la 
reacion  de   tronos  por  el  estilo  del  del  Brasil 

Así  lo  ha  dicho^  estando  en  la  plenitud  de  su 
oder.  en  1R4T.   liosas    ol   que  menos    nert^^italííi 


adular  las  preocupaciones   ilel  pueblo  que  estaba 
á  sus  pies. 

La  Europa  aionárqiiica  no  se  contentó  con  hacer 
nacer  allí  la  república.^por  su  abstención,  sino  que 
la  reconoció  solemnemente  en  seguida. 

Después  de  .ser  dueña  y  poseedora  de  la  Amé- 
rica^  la  Europa  se  pasó  al  extremo  opuesto  de 
una  escrupulosa  no  intervención,  que  ni  para  coa 
sus  propios  Estados  observó  en  este  continente. 
Ella  inspiró  la  doctrina  atribuida  á  Mimroe, 
que  quería  que  para  nada  se  mezclase  en  los  ne- 
gocios de  America,  esta  misma  Europa  que  no 
hacia  mucho  que  habia  gobernado  y  poseido  á  la 
America  como  su  obra  y  su  propiedad,  y  que, 
aun  después  de  su  independencia,  seguía  siendo 
duefia  de  ingentes  capitales,  del  comercio,  del  trá* 
fico  marítimo  y  de  innumerables  poblaciones  de 
emigrados  establecidos  en  los  países  de  América- 
Preguntad  á  la  mas  patriotera  de  las  repúbli- 
cas de  Sud- América,  si,  amenazada  su  indepen»j 
dencia  por  los  ¡¡ankees^  no  admitiría  la  intervenJ^ 
cion  de  la  Europa  en  su  favor. 

Que  ha  resultado  de  esta  actitud  de  la  política 
europea?— Que  la  América  que  por  tres  siglos 
fué  gobernada  por  la  Europa,  no  ha  podido  ni 
podrá  constituir  gobiernos  suyos,  sin  la  coopera- 
ción de  sus  auxiliares  seculares. — Existe  en  Eu- 
ropa algún  gobierno  secundario  en  cuya  consti^ 
I  ucion  y  conservación  no  entre  por  algo  el  apo- 
yo mas  ó  menos  directo  de  otros  gobiernos  ó  de 
todos  juntos  formando  ana  entidad  colectiva  por 


—  141   — 

ley  que  se  llama  el  equilibrio  tíe  la  Europa^ 
ío,  ciertamente. — ^Y  para  que  esto  se  realice,  no 
es  preciso  que  los  Estarlos  secundario^  sean  colo- 
nias de  los  grandes  poderes.  La  injltimcia,  no 
e^  la  dominación:  la  inferrencion.  uo  es  la  con- 
yaista  ni  el  desconocimiento  de  la  saheranut,  vomo 
la  independencia  no  es  la  amputación  ni  la  muer- 
ft**  para  el  mundo  de  las  naciones. 


Esa  misma  doctrina  de    Monríie    ha  sido  de^ 
naturalizada,     Klla    luvo   por  mira    defender    la 
independencia   americana     contra    toda    restaura- 
ción del  sistema  colonial  europeo,  pero  no  de  es- 
torbar  el  establecimiento  de  monarquias  eii  Amé- 
rica  concilladas  con  su  independencia,     Monroe, 
presidente  de  los  Estados-Unidos,  consignó  el  pen- 
Sarniento  en  su  mensaje  al  Congreso  en  Dicíem- 
bie  de   1823,  cuando  la  Santa  Alianza  acababa 
de  intervenir  en  Italia  y  en  España  para  sofocar 
el  régimen   constitucioíml»  y  amenazaba  restable- 
cer su  sistema  en  América.     Monroe,  elevándose 
al  papel  que  eonvenia   á  la  República  mas  anti- 
gua y  mas  grande  del  nuevo  mundo,  declaro  que 
»u  gobierno  no  podria  mirar  sino  romo  ana  ma- 
ni/eatadou  de  senümientús  hostiles  ñ  los  Estados- 
Uftu^oSf   toda    rnterrencion  que  tuviese  por  objeto 
oprimir  ó   contener  fconfrolerj  en   citaíquier  ma- 
nera que  fílese^    los   destinos  de  los    Estados  del 
nuevo  mundo  que  hubiesen  proclamado  i/  hecho  pie- 
valecer  su  imJependcncia  //  que  hubiesen  sido  reco* 
nocidos  par  los  Estados- Utndos^y^ 


isa  declaración  se  dirigía  al  sistema  político 
de  la  Santa  Alianza,  no  al  sistema  de  la  Europa 
liberal.  Tenia  por  objeto  prevenir  el  restableci- 
miento del  sistema  colonial,  no  la  monarquía  cons- 
titucional,   como  mas  tarde  se  ha  pretendido. 

La  prueba  es  que  Monríie  no  protesto  contra 
la  coronación  de  Iturliide  en  Méjico,  en  1821; 
ni  mas  tarde  contra  la  de  D.  Pedro  en  el  Bra* 
sil;  ni  contra  el  proyecto  de  Bolívar  de  presi- 
dencia vitalicia  para  Bolivia 

Al  contrario,  Bolívar  mismo  que  abrigaba  este 
modo  de  pensar  casi  monarquistaj  opinó  como  Mon- 
róe  en  el  Congreso  de  Panamá,  en  1826.  Lo^ 
tratados  de  Panamá,  no  excluían  la  monarquía, 
sino  la  dominación  europea  en  América. 

En   esto  mismo  sus  miras   no  eran  ilimitadas. 

Ellos  Hcejitahan  las  posesiones  monárquicas  que 
conservaban  en  América  los  ingleses,  los  rusos, 
los  franceses,  los  holandeses,  etc.,  etc. 

Mas  tarde  el  sistema  de  Monriie  lia  sido  con- 
vertido en  nna  especie  de  sistema  colonial  á  la 
española;  pues  los  Estados-Unidos  querian  reem- 
plazar á  España  en  el  papel  de  conducto  obliga- 
do para  la  comunicación  de  Europa  con  los  pue- 
blos de  Sud- América, — Querian  ser  el  Portú-Belh 
de  la  América  independiente. 

Los  Estados-Unidos  deseaban  para  sí  á  esa  Eu- 
ropa que  no  querian  para   la   América  del  Sud* 

Ellos  no  son  superiores  á  ésta,  sino  porque  son 
mas  europeistas,  porque  abundan  de  elementos  eu* 
ropeos  en  mayor  escala, 


Én    la   intervención  ele   la   Santa   Alianza  en 
^üíV América,  contra  la  cual  protestó  Monroe,  no 
se  trataba  de  dos  mundos,  ^ino  dr-  ^Ak  principios. 
de  despotismo  y  ¡ibevtad. 

Prueba  de  ello   es   que  también  la   Inglaterra 
protestó  contra  esa  misma  intervención  y  por  la 
isma  causa. 

En  materia  de  intervención,   no  está    lo  malo 

intervenir,  sino  en    el  objeto   con  que  se  in* 
^rviene. — 8ie4  para  oprimir,  es  malo;  si  es  para 
libertar,  es  bueno, 

Pero  si  lo  acordáis  para  lo  uno  tenéis  que  acor- 
díirlo  para  lo  otro;  luego  es  mejor  negar  el  prin- 
cipio.— Sofisma. 

Esto  seria  como  decir: 

Es  malo  que  el  gobierna  despótico  intervenga 
en  el  hogar  del  ciudadano  para  castigar  al  ino- 
cente, luego  el  gobierno  Ubre   no  debe  tener  de- 

C5ho  de  intt^r venir  en  el  hogar  para  prender  y 
ístigar  al  asesino,  á  fin  de  que  lo  uno  no  auto- 
ice  lo  otro. 

En  la  sociedad  universal  es  como  en  la  de  un 
Estaílo:  la  intervención  del  todo  en  el  recinto  df 
cada  miembro,  en  el  interés  del  todo,  es  una  ga 
rantia  y  un  bien  para  todos  y  para  cada  uno. 

La  doctrina  de  Monroe  interpretada  como  la 
tcUision  de  toda   ingerencia   de    Europa  en   los 

jocíos  americanos,  es  tanto  raas  absurda  cnanto 
(lUe  la  República  de  Estados-Unidos,  en  cuyo 
nombre  habló  Monrüe,  es  la  rinica  del  nuevo 
mundn   (jm*  liaya  tenido   por   al¡.idr>  ún    rey    de 


Europa  fLiiis  XVI)  y  debido  á  su  alianza  y  á 
sus  auxilios,  que  Franklin  fué  á  pedir,  el  logro 
de  3U  independencia. 


§  VI 


'  Origen  europeo  de  la  Repúbliea  en  América 

8i  la  Europa  es  cómplice  de  la  anarquía  de 
América,  porque  pudiendo  evitarla  no  lo  hace»  ¿na 
es  injusto  é  indigno  de  su  civilización,  que  haga 
pesar  sobre  los  gobiernos  de  América,  la  respon- 
sabilidad de  los  daños,  que  la  anarquía  intiere  á 
gus  nacionales  y  comercio? 

La  complicidad  de  la  Europa  en  las  miserias  de 
la  América  española  está  probada  por  la  historia. 

Si  es  verdad  que  España  no  legó  A  sus  descen- 
dientes do  Sad'América,  el  hábito  y  la  inteligen- 
cia de  su  libertad,  también  lo  es  que  al  menos 
les  legó  el  hábito  del  orden  y  de  la  paz;  coma 
lo  es  igualmente,  que,  cuando  mas  tarde,  eman- 
cipados de  España  esos  pueblos,  buscaron  el  apo- 
yo y  la  cooperación  de  la  Europa  que  les  había 
suscitado  su  independencia  para  reconstruir  sobre 
esta  base  su  nueva  autoridad,  fundando  tronos 
independientes,  ocupados  por  príncipes  europeos; 
la  Europa,  conu»  hemos  visto,  se  lo  rehusó  y  se  ne- 
gó  á  ayudarles  á  conservar  el  orden  y  la  paz. 

No  procedió  lo  mismo  con  respecto  al  Brasil, 
y  lo  que  ha-  sucedido  en  ese  país  es  prueba  del 


icn  iine  la  htiropa  hiibiem  ¡k>i1¡(Iü  hacer  ¿í  lo? 
lemas.  El  Rey  ile  l'ortugal  se  traslaiM  al  Bra- 
sil y  gracias  á  la  actitud  que  allí  toma,  consi- 
guió dejar  un  trono  que  salv^  la  libertad,  la  i 

lidíela  y   el  orden  de  esa  parte  del  nuevo 

i  ,    con    gran    ventaja    del  Portugal  mismo 

qiie  lo  ocupó  con  uno  de  sus  príncipes,  se  evitó 

ma   guerra,   dividió    con    el    nuevo    Imperio   la 

stponsabilidad  de    la  deuda  portuguesa,  y  tiene 

[ilia?ítH  hoy  un  campo  de  inrtuencia  y   simpatía 

El  Portugal  tuvo  la  sensatez  de  poner  en  obra 
el  consejo  que  el  Conde  de  Aranda  diera  en 
vano  Á  Carlos  III  en  un  tiempo  en  que  Amé^ 
lica  no  era  todavía  responsable  de  su  conducta. 

Todavía  en  1821,  después  di^  diex  años  de 
victorias  americanas  con  la  España,  el  iWíf  y 
Mijuo  brindaban  á  Fernando  VII  ó  á  su^  prín- 
cipes los  tronos  vacantes  de  esos  imperios,  hajo 
la  condición  de  su  independencia,  y  Fernando 
prefirió  perder,  en  los  campos  de  batalla,  la  Anh^ 
rica  y  toda  su  influencia  en  ella. 

La  Inglaterra  en  1H14,  en  1821  y  en  lb2tl, 
(1)  solicitada  sucesivamente  por  el  Plata,  Méjico 
y  Colombia  para  influir  en  el  sentida  de  consti- 
tuir monarquias  independientes,  nada  hizo  ó  na- 
da obt  uvu. 

El  AitMna,  la  liasia,  se  están  hasta  ahora 
mismo  sin  prestar  el  menor  apoyo  al  orden  de 
esa  parte  de  Amérícaj  tan  esencial  á  los  intere- 


(1)  Restrepo,  totii.  4,  p.i5U 
10 


—   !4G  — 

í*eH  del  conjercio  í^eneral,  pues  ni  á  las  Repübli- 
cas  han  reconocido.  Ojalá  esta  actitud  probase  su 
disposición  á  emplear  su  influjo  de  otro  modo 

Que  San  Mnrtiu,  en  1821,  obró  de  buena  fe. 
proponiendo  al  virey  Lasertta  la  erección  de  una 
monarquía  independiente  en  el  Peni,  como  base 
de  la  i)az,  no  bay  la  menor  duda.^San  Martín 
sostuvo  esas  ideas  en  181B,  en  Buenos  Aii'es, 
al  abrirse  la  Asamblea  nacional  constituyente; 
las  sostuvo  en  1816,  cuando  estaba  reunido  el 
Congreso  de  Tacuman;  por  fin  las  sostuvo  en 
1823j  en  su  conferencia  con  Bolívar  en  Guaya- 
quil. 

La  Memoria  \\)  en  que  San  Martin  propuso 
á  Laserna  el  plan  de  Monarquía,  hace  tanto  ho- 
nor á  su  buen  sentida  político,  como  sus  victo- 
rias de  Chacabuco,  Maiprt  y  Callao  á  >u  valor 
militar.  En  ella  trazo  las  l*ases  del  gobierno 
americano,  sucesor  ilel  derrocado  en  Maipú. 

JíoHvar  oponiéndose  entonces  á  esas  i<leas,  ^e 
mostró  muy  inferior  á  San  Martin  como  polí- 
tico.—Vino  á  adoptiirlas  para  Colombia,  seis 
años  después,  y  no  tuvo  ni  el  conije  civil  de  sns 
opiniones. 

Bohvnr  fluctuó  hasta  el  fin  de  su  vida  míiL 
la  república  y  la  monarqnia. 

Profesó  alternativamente  los  dos  principios,  no 
por  una  duplicidad  de  qne  ^u  noble  carácter 
era  incapaz,  sino  por  táctica    pr.r  instinto  y  í^^n- 


(O  Héfrtrepo,  tom.  3,  p  609. 


viceion  era  raunarquista  Lo  confesó  muchas  ve- 
ües,  y  su  proyecto  de  presidencia  ritalicia  paiji 
Bolivia,  lo  acrtrdita  mejor  que  nada;  pero  temia 
poner  en  obra  sm  ideas  por  no  exponer  su  glo- 
ria, como  él  deda,  á  la  calumnia  áe  la  demago- 
íCiía;  como  si  pudiera  haber  gloria  seria  y  duia- 
hle,  en  fundar  gobiernos  enfermisos,  enclenques  y 
efímeros,  cuya  sola  existencia  es  una  ralamidad 
pública. 

Decir  qu*í  San  Majtin  y  Bolívar  eran  raonar' 
quilas  en  el  interés  de  coronarse  ellos  mismos^ 
es  calumniar  la  gloria  americana.  Ese  argumen- 
to era  propio  en  boca  del  enemigo  realista.  I>e 
parte  de  los  Presidentes  es  ingratitud  cobai^de 
Lo  que  no  es  calumnioso,  sino  hecho  probado,  ^a 
que,  loa  que  quieren  la  república  quieren  la  pre- 
siden*ia 


s  vn 


l*a  Heptíblica  hacct  imposible  el  f^nbierno  ea  A  marica 
del  Sud 


El  sistema  republicano  entrega  al  pobre  gobier- 
no de  m  hechura  al  desprecio  del  pueblo  de  su 
mando,  y  con  doble  razón  del  extranjero,  —Por 
'qné  respetaría  el  extranjero  á  un  gobierno  que 
la  misma  nación  no  respeía? 

Un  gobierno,  asi  constituido,  entV*rmizo  y  en- 
clenque, no  puede  tener  política  interior,  ni  política 
exr^erior.     En  el  interior  no  halhmi  si/io  desordenes 


y  revolnciones;  tíii  lo  exterior  desdenes  y  qneneUas. 
Impotente  y  débil  en  uno  y  otro  terreno,  solo  ser- 
virá para  humillación  y  atraso  de  la  América. 
Vive  para  defenderse,  para  cuidarse,  como  el  tteico: 
vive  para  los  sucesores. 

Esa  impotencia  radical  de  la  institución»  hace 
que  los  agentes  y  servidores  de  tal  gobierno  sean 
m^  víctimas  cuando  no  son  sus  explotadores.  AI 
cabo,  los  hombres  de  mérito  huj^endeser  sus  agenti-s 
como  de  arruinarse,  y  el  país  se  ijueda  sin  otros 
servidores  que  los  (jue  se  sirven  del  gobierno  para 
satisfacer  su  vanidad  y  hacer  su  fortuna. 

La  república  es  un  gobierno  en  que  la  ley  misma 
hace  una  revolución  personal  todos  los  cinco  añu??» 
Aunque  legales  y  constitucionales,  tales  cambios  de 
Jefe  supremo  no  dejan  de  ser  verdaderas  revolu- 
ciones, en  que  el  gobierno  nuevo  es  siempre  el 
perseguidor,  no  solo  del  gobierno  anterior,  sino  de 
su  obra,  de  sus  servidores,  de  su  política. 

En  vano  pediréis  la  paz  á  los  hombres  de  Estado, 
en  vano  os  la  ofrecerán  ellos  en  un  país  donde  la 
ley  es  la  que  hace  la  guerra.  Pasando  el  poder 
supremo  de  una  mano  á  otra  cada  cuatro  afio^, 
la  república  misma  es  la  que  hace  las  revolucionen, 
que  no  son  en  sí,  mas  que  cambios  de  gobierno. 
Es  la  repúhUca,  la  revolucionaria,  im  los  iqñihH- 
canos.  En  tal  estado,  trabajar  por  el  ord^^n.  es 
una  especie  de  revolución. 

No  pretendo  que  no  haya  bribones  en  América. 
Dónde  no  los  hayV  Pero  si  no  los  hubiese,  ^us 
instituciones  los  harian  nacer.     Los  hombres  valen 


—  1411 


allá  mas  que  sus  leyes.  Pueblos  ilotados  de  Un 
f*í<il  y  clara  int.'ligeneia,  tan  sobrios,  dík'iles  y 
bravos,  no  necesitarían  sino  de  mejores  leyes  para 
«er  las  naciones  nja-^  bellas  riel  nnev'o  muíulo. 

Entretanto»  ese  cambio  periódico  interrumpe  y 
corra  todos  \os  deberes  morales  y  materiales  del 
[mH  contraídos  por  el  gobierno  pasado,  tratado  |)or 
el  nuevo  mas  u  menos  como  poder  extranjero.  Se 
Vt'  que  ese  defecto  no  es  <le  los  bombres,  es  de  la 
institución.  Aplicad  la  república  en  el  pueblo  in- 
g]e%  y  el  efecto  será  el  mismo. 

Con  tal  dií^iposicion,  el  crt^dito  público,  esto  es,  la 
aptitud  de  la  Nación  á  obtener  dinero  prestado,  en 
•|Ue  consiste  el  tesoro  de  los  pueblos  jóvenes,  no 
paecle  nacer;  porque  eí  piestamista  del  gobierno 
lia^^lo,  por  razón  de  su  empréstito  mismo,  es  cómplice 
<le  los  enemigos  del  gobierno  presente,  A  los  ojos 
(le  éste,  y  el  objeto  natural  de  su  odio  y  venganza. 
La  emigración  del  extranjero  no  puede  venir  al  p<iís, 
porque  las  promesas  y  concesiones  liechas  pur  el  go^ 
liierno  anterior  son  desconocidas  sistemáticamente 
]h}Y  el  nuevo. 

Los  gobiernos  extranjeros  desdeñan  celebrar  tra- 
tados con  gobiernos  i¡ue  á  menudo  ban  dejado  de 
existir  el  dia  que  deben  ratificarse,  ó  cambiarse  la» 
ratificaciones  de  tales  pactos,  casi  siempre  descono- 
cidos por  el  gobernante  ipie  no  los  ha  celebrado 

Los  repre~sentantes   de  gobiernos  semejante 
¿podjian  sei'  admitidos  A  la  intimidad  de  los  go- 
biernos de  Enropa,  fuertes  por  su  perpetuidad,  mas 
bien  riue  parotr.i  circunstancia*?' — No  se  lesronfiaria 


—  150  — 


im  secretü  trascendental  miando  ya  habrían  *l*^j«íto 
ik  existir. 

Los  sud-americanu<  tienen  horror  a  hijHrjfthéi- 
*1ad  en  el  gobierno.  Tienen  razón  si  X^pvrpdm- 
fiad  ha  de  hacer  vivir  indefinidamente  los  malos 
Sobieinos  qnp  conocen  y  ijue  han  conocido.  La 
Tínica  cualidad  bnena  que  puede  tener  un  mal  go- 
bierno, es  hi  de  estar  condenado  á  vivir  pocti  De 
modo  ijue  su  vida  es  un  nial,  como  lo  t^  sn  muerte 
misma. 

Lo  peor  de  un  mal  gobierno,  es  que  ilesacredita 
A  todo  iTobierno,  bueno  y  malo.  Pero  lasque  hallan 
que  el  remedio  de  no  tener  mal  gobierno,  es  no  tener 
gobierno  alguno,  hacen  como  los  tiranos  que  supri- 
men del  todo  la  libertad,  porque  la  libertad  ha  s^ido 
mal  empleada  una  ve^í  De  todo  abusa  el  hombre, 
del  poder  coíuo  de  la  libertad;  pero  suprimiré]  uno 
para  cortar  el  abuso,  es  como  privar  de  todo  ¡dimen- 
to  para  siempre  al  que  ha  tenido  la  desgracia  de  in- 
digestarse por  exceso  alguna  vez.  -Todo  el  arte  del 
gobierno  político  consiste  en  hallar  y  emidear  los  me- 
ilios  de  que  el  poder  y  la  libertad  s*^  usen  en  bien  del 
país  sin  abusar  del  uno  ni  del  otro.  La  monarquía 
Cünstitucional  d  la  inglesa  es  el  único  gobierno  que 
haya  encontrado  yrírí7/>¿í  (?)  esos  medios.  Se  puede 
decir  que  esa  monarquía  e^  la  perpetuidad  del  buen 
gobierno,  es  decir,  del  orden  y  de  la  libertad  la 
pvrpeUádttd  del  bienestar,  cosíx  que  en  si  no  es  ma 
la,  pero  que  es  impracticable  sin  la  distancia  i?)  A 
la  perpetuidad  de  una  lamilla  en  el  gobierno 

Los  enemigos  de  los  gobernantes  perpetuȒ>,  >e 


151  - 

líiiistarian  nienos  de  la  perpetuidad  del  soberano, 
^ionaron  en  qne  ellos  mismos  son  á  nieniido 
..,.e3    perpetuoí^.  mariscales  perimtuo.s,  jueces 
üovibleg  é  perpetuos. 


VIH 


lia  repiíbliiui  rlaiTa  y  afea  el   rarairler  del  paíü 

El  general  Rosas  confinado  en  Soüpthanipton  no 
aprende  c<1mo  lia  hiendo  serví»)»»  por  tantos  años  y 
itanto  aplauso  déla  América, eís  pei^eguido  co- 
mo un  malvado  por  el  gobierno  del  paíá. 
ja  cosa  es  clara , 

Dti  los  inter^esesy  las  personas  \\\\t  él  contra- 
rió <i  ataco,  lasque  lo  persiguen,  no  su  país. 

Como  esas  pí^rsonas  están  á  la  cabeza  del  país, 
rtonian  su    nombre  para    vengarse,    como  en  otro 
f  tiempo  lo  tomaban  para  quejarse  y  defenderse. — 
El  país  eií  atacado,  decian  ellos — cuando  eran  ellos 
los  atacados.     Hoy  dicen:  el  país  se  venga  y  casti- 
ga, —cuando  son  ellos  los  que  castigan  y  se  vengan. 
El  país  responde  de  todo,  porque  el  gobierno  es 
rti  cierto  modo  su  encarnación,  sea  cual  fuere    su 
ifonna.  — En  la  monarquia  esH  encarnación  os  per* 
j»etua  en  una  tamilia.  -En  la  república  es  tran- 
Híroría,    por  un    corto  período,  en  un    individuo. 
"    -  es  el  mal  de  la  república,  sistema  según 
t.     .»ii  la  nación    se    encarna  sucesivamente    en 
ludo  el  mundo,  boy  en  Jnan,  mañana  en  Ppdro^ 


—  in2  -- 

pasado  mañaiui  t^n  JJityo,  y  asi  imlt*ílin<huiiriiít\ 
Y  como  todos  estos  se  mandan  unos  á  otros 
|iur  la  espada,  la  Nación  de  hoy  es  siempre  ene- 
miga de  la  Nación  de  ayer,  y  al  cabo  de  tantas 
sucesiones  el  país  acaba  por  tener  odio  y  rencor 
en  sus  venas  en  lugar  de  sangre.  El  carácter 
se  exaspera,  las  familias  se  dividen,  el  espíritu 
publico  desaparece,  y  la  sociedad  no  e>  ma^  que 
un  hacinamiento  de  enemigos  que  solo  se  entien- 
den para  destruir  al  enemigo  común  del  momento^ 
es  decir  al  gobierno. 


íí  IX 
De  la  Repiibliea  en  HiHUiméFÍea  y  su  manera  d#  seF 

La  unión  con  el  mundo  civilizado,  que  es  la 
Europa,  debia  suministrar  á  la  América  inde- 
pendiente la  civilización  que  la  i'evolucion  tuvo 
en  mira, 

Pero  esta  unión  debia  tropezar  con  un  hecha 
qnc  después  de  haberla  servido,  creando  á  medias 
con  ella  la  independencia  de  America,  venia  á  ser 
como  un  obstáculo  para  su  desarrollo. 

liste   liecho   consiste  en  la  nmneia  de  ser  de  ht 
n¡mbliai  en    Sud-Amérlca;  no  en  la  repúhUca 
sí  misnia. 

La  república  en  Estados  Unidos,  en  Suiza,  en 
Chile  y  otros  países,  prueba  qne  ei  tan  capaz  de 
producir  )a  libertad,  romo  la  monarqiiia  mas  li- 
beral 


república  nació,  en  Sud  América,  simple- 
lente  de  la  íalta  del  antigua  gobierno  realista; 
íse  cojifunde  en  cierto  modo  con  la  ausencia  de 
gobierno,  mas  ó  menos  completo,  Pero  la  au- 
sencia de  gobierno,  es  !a  anarqnia. 

Esta  ananiiiia,  que  no  es  hija  del  vicio  de  ileso- 
bedecer,  sino  de  la  ausencia  de  un  gobierno  caido 
como  por  sí  mismo;  es  un  accidente  feliz  en  es- 
te sentido,  que  habiendo  sido  el  gobierno  Español 
el  gobierno  caido,  y  «iendo  el  gobierno  maí* 
absoluto  de  que  haya  ejemplo,  sn  ausencia  ha 
puesto  á  Sud'América  en  el  camino  de  adquirir 
auoqne  á  duro  precio  la  iíiteligencia  y  el  hábito 
dfd  gobierno  de  sí  misma,  es  decir,  del  gobierno 
libre,    con  ma*  prontitud  que    la  Espaila  misma, 

De  eso  se  ocupa  justamente. 

Pero  como  e>ta  adqui^cion  puede  §er  ayudada 
o  contrariada  por  muchas  circunstancias,  importa 
á  la  revolución  de  Sud-Am^'rica  y  á  la  civiliza- 
ción que  fué  su  mira  el  conocer  y  señalar  esas 
circunstancias  á  los  que  se  ocupan  de  su  política  y 
gobierno. 

La  circunstancia  mas  capaz  de  servir  á  la  ad- 
quisición de  un  gobierno,  para  repiiblicas  creadas 
puf  la  civilización  de  la  Enropa,  es  que  ese  go- 
bierno sea  constituido  á  la  europea,  es  decir,  en 
armonía  con  la  civilización  de  su  origen. 

CumoV  Cambiando  la  república  en  monarquía? 
— No.  Dando  á  la  república  lo  que  hace  fuer- 
te y  fecunda  á  la  monarquía,  sin  darle  lo  *|ue 
la  hace  antipática  para  el  americaao. 


154  — 

Ei5  eso  po8ÍbleV — Eso  e^  m\  hecho,  y  de  e^ii* 
hecho  son  im  »/)emi>]o  Iii  repiíhlica  di'  los  Estados- 
Unidos  de  America    y  hi  república  de  Chile. 

Qué  ei  el  gobierno  á  la  europea?  Tío  es  la 
monarqtáa  precisítmentc,  sino  la  centrafimcton  y 
la  inamovilÁHfJad,  sea  que  estas  condiciones  se  iinaT» 
con  la  monarijuia  íl  la  repiihliea. 

La  centralización,  u  generalización  ó  naciona 
lizacion  del  poder:  es  decir,  el  gobierno  central, 
general  6  nacional,  es  el  rasgo  distintivo  del  go- 
bierno nacido  de  la  civilización,  moderna  en  Eii- 
pa  y  creado  al  mismo  tiempo  de  esa  civiliza- 
ción. 

Así,  centralizar  la  repiiblica,  generalizar  sn 
gobienni,  nacionalizarlo  en  todo  el  territorio,  »*s 
enropeisar  al  golderno  americano  y  darle  la  a|t- 
ritud  qnc  tiene  el  gobierno  nacional  de  listados 
T'nidos  para  estrechar  la  unión  con  Europa  y 
sacar  de  esa  nnion  los  elementos  de  civilización 
ii  vapor. 

Es  cierto  que  la  centralización  no  depende  del] 
del  mero  deseo  de  qne  exista ;  pero  tampoco  de- 
pende del  deseo  de  nadie  el  que  deje  de  existir. 


§x 


Inconyenieiites  de  la  ReiMÍbUra  sin  Ijbertml 

La  repdblica  sin  libertad  hace  impasible  el  cul- 
tivo de  la  política  y  de  la  historia  como  ciencias. 


^155  • 


Ksas  dos    ciencias    son  <  iittivadas    ünicaüimte 
^TOo  arte  de  elevarse  al  poder  y   Á  la  riqnt»za. 
liliroí?,  qne  en  ellas  se  hacen,  son  libros  de 
reclamo,  trabajos  de  candidatura,  nianitiestos  diri 
pcloíí  á  las    preocupaciones  dominantes,  para  p<i- 
[dirles  votos  y  simpatías,  es  decirj  empleos  y  poder. 
iTal  e^  el  libro  d^í  Mitre,   JJistoria   de    BvJifnmo^ 
I  tal  es  la  Historiu  Anjenimay    de  Donjínguez;  ta- 
je» son  loíi  prefacios  de  Calvo  en  su  colnTion  de 
traftiflos  anti-americanos  ó  españoles  y  portiigueseíj; 
tal  es  la  América  de  La^tarria, 

I>a  verdad  eí^  conocida  de  totlos,  pero  nadie  se 

&ve  á  escribirla,  si    es  contraria  lí  una    preo- 

icion  dominante. 

ÍEn  ciudades  y  ptiises  pequeño >  donde  todoj^los 

^crítore^  son  conocidos  de  nombre,  de  perruna  y 

de  estilo,   la   emisión   de  la  verdad  expone    á  los 

mayores  inconvenientes. 

Así»  el  escritor  no  tanto  se  preocupa  de  in- 
vestigar la  verdad  y  decirla,  como  de  conocer  la 
opinión  (joe  mas  prevalece,  y  de  escribirla,  aun- 
qjm  en  su  conciencia  sea  contraria  :i  la  verdad. 
Amenndo  el  escritor  tiene  dos  opinimies:  una  pú 
blica,  otra  secreta.  Y  cuando  se  le  prueba  que 
8íU  opinión  ostensible  no  es  su  opinión  secreta»  el 
se  excusa  con  esta  reflexión: — quiere  usted  que 
yo  me  haga  insultar,  perseguir,  excomulgar''^ 

Para  los  republicanos  sin  libertad  e>  el  dicho 
de  Fontenelle  de  que  no  debe  abrir  su  mano  el 
que  tiene  eni'eiradas  en  ella  todas  las  verdades; 
2Í   T11H1UW  l|M^'   int  hiKíitu*  i»l    nirirtirio  de  los  ap»»s- 


^  i5t;  — 

tules,  gloria  que  no  todo  padre  ó  liijo  de  familia 
está  oblÍÉrarlo  a  bUí=;car, 


§  XI 


Ltt  repiiblica  HÍslii  y  oseureire  á  la  Ainpriea  en  sus 

I7iia  de  las  causas  que  hace  tan  oscuros  y  des- 
cQuocitlos,  en  Europa,  los  asuntos  interiores  de 
América,  es  <|ne  ellos  no  interesan  de  un  modo 
(íersonal   y  directo  al  mundo  político  europeo. 

Que  interi?!í  ni  qué  simpatía  pueden  excitar  en 
Kuropa  los  atentados  6  abusos  de  que  pueden  ser 
víctimas,  tal  personaje,  tal  familia,  tal  localidad, 
tal  institución,  que  del  todo  son  desconocidos,  por- 
que no  se  ligan  directamente  á  personas,  á  fa- 
milias, á  intereses  correlativos  en  Europa? — Los 
únicos  que  están  bajo  el  favor  de  esa  sanción,  son 
las  personas  y  los  intereses  de  los  europeos  por 
la  razón  dicba;  y  esa  cii^cunstancia  de  que  l05  del 
p;iís  mismo  pudieran  aprovechar  al  favor  de  re- 
laciones mas  íntimas  con  la  Europa,  favorece  á 
los  extra ngeros  establecidos  en  América,  mucho 
mas  que  la  protección  ilel  gobierno  de  su  respecti- 
vo país. 

Y  como  no  bay  otra  publicidad  internacional 
6  general  que  la  de  Europa,  resulta  del  silencio 
de  la  prensa,  de  la  indiferencia  consiguiente  de 
su  ¡uiciu,  de  la  ignorancia  en  rjne    Europa  vivo 


lai»  cosas  que  existen  y  se  jiasan   en  lo  iiite- 
ior  Jel  mnnilo  [lolítifo  ainericano. — 
Que  la  sanción  imponente  del   desprecio  y  del 
[¿dio  del   mundo  civilizado,  es  como  no  existente 
para  los  atentados  de  qne  es  teatro  á  menudo  la 
villa  interior  de  los  Estados  de  América,  y  para 
los  ateatadores  mismos,  que  á  menudo  se  reíiiirian 
en  el  seno  de  la  civilización  que  han  nltraiadu, — 
Que  los   negocios  *y  los  intereses  de    América, 
qae  podrían  disfrutar  de  la  ventaja  de  ser  discu- 
tidos é   ilustrados  por  la  prensa  y  las  inteligen 
is  superiores  *de  la  Europa,  se    privan  de  esta 
joperacinn  preciosa  y  quedan  estacionarios  y  des- 
Wiocídos  en  manos  ignorantes  d  mal  preparadas. 
Silenciados  por  la  prensa,  desconocidos   por  la 
opinión  publica  de  la  Europa,  indiferentes  del  todo 
los  pueblo>  europeas  á  los  hecbos,  buenos  o  malos, 
ijue  ocurren   en  América,  los  gobiernos  europeos 
I  libres  de  obrar  en  favor  de  América  bajóla 
;•Jc^iun  de  ese  sentimiento  publico  que  determina 
ccm  frecuencia  su  acción  exterior  en  el  sentido  de 
reprimir  ó  castigar  los  ultrajes  hechos  á  la  vifulkta 
píMica  del  mundo  civilizado. 

Solo  á  fuerza  de  dintTO  se  obtienen  apoyos  ve- 
nales, sin  autoridad  ni  conciencia,  que  lo  mismo 
tratan  en  un  sentido  que  otro  las  cuestiones  que 
iiM  \vs  importan,  que  á  nadie  importan  en  su  país 
y  que  todo  el  mundo  ignora  por  lo  mismo, 
*  Qué  diferente  fuera  si  las  cosas  de  América 
afeetrisen  de  un  modo  personal  á  los  solierano>  y 
á  1.1  >  familias  reinantes  en   Europa! 


—  158  — 


í^  xn 


La  refuibUrfi  ]iriva  á  la.^    Estadu^  Aitiericanos  de  Ib 
sanción  mas    elBi'az   ilel  derecho  de  gentes 

La  ¿¡aneion  mas  poderosa  que  contenga  la  L^ 
de  las  naciones  ú  el  derecho  de  getifes,  en  pro- 
terrion  (le  los  pueblos  débiles,  no  consiste  cierta- 
mente en  la  unión  parcial  de  sus  armas  y  de  sus 
esfuerzos  iiara  contener  las  violencias  de  los  fuerte». 
Consiste  en  la  rhuficfa  piddka  de  1üí<  nactones^ 
nn  la  opinión  yeneral  del  mundo  civilizado;  en  el 
desprecio  y  el  odio  que  ella  fulmina  contra  los 
pueblos  que  ultrajan  sus  banderas:  en  el  vilipen- 
dio y  la  afrenta  en  que  incurre  el  fuerte  que 
tiene  la  cobardiii  Je  pisotear  el  derecho  que  pro- 
teje  al  débil 

La  conciencia  del  mundo  civilizado  y  su  fallo, 
son    un   freno  mas  poderoso    contra  los    fuerteá 
que  los  cañones  unidos  de  loi  pueblos  débiles. 

Para  que  esa   conciencia    se  sienta  herida^ 
ra  que  ííu  voz  se  héiga  escuchar,  para  que  la  opl 
nion  condene  y  castigue  el  ultraje  hecho  A  la  lej 
y  á   la  vindicta    del  muudo  civilizado,  es  cond 
cion    indispensable    que    el  atentado  sea  notoric 
que  el    mundo   lo    conozca,  y    sepa  quien   es    H 
victima  y  quién  el  veidugo. 

Difícil  es  que  esta  notoriedad  deje  de  tener 
lugar  si  el  pueblo  ultrajado  vive  en  familia  y  roce 
estrecho  con  los  pueblos  civilizados  de  la  tierra. 


Jnañtomas  estrecho  sea  este  roce,  ma^  hiiiida 
lerá  la  simpatía  «pie  ilespieríe  el  nUnije  en  favar 
le  la  víctima;  uias  hun/U»  ^'1  ultraje  herho  á  la 
ley  protectora  del  débil 

Para  tener  (tábida  en  ese  hogar  proiecior  ile 
lISs^  naciones,  para  ser  admitido  en  la  familia  de 
flus  pueblos  cultos^  es  el  primer  requisito  asimi- 
larse al  modo  de  ^i^v  y  á  la  manera  de  condu- 
cirse  que  prevalecen  en  la  ¡sociedad  de  las  Narionei 
caltas;  tomar  su>5  formaos,  sus  instituciunes,  y 
asemejarse  ó  aproximarse  de  ellas  en  toduy  por 
todo*  sin  perjuicio  de  su  carácter  propio  y  de  su 
libertad. 

Nada  es  mas  capaz  do  efectuar  esa  asimilación 
|e  la  semejanza  en  la  forma  de  t/ohierno. 
Ella  es,  para  los  pueblos,  como  la  similitud  de 
Iraje  y  de  maneras  para  los  individuas.  El  que 
m  aparta  del  uso  reinante,  por  incómodo  que  sea; 
el  que  inventa  un  traje  para  sí  solo,  que  choca 
con  el  uso  dominante,  por  cómodo  que  sea,  des- 
conoce en  cierto  modo  la  iiutoridad  del  gusto 
común,  se  excluye  de  la  simpatía  de  la  generalidad, 
provoca  su  indiferencia  o  su  desdén,  sienta  plaza 
de  extravagante  y  desde  ese  momento  deja  de  exis- 
tir para  él  la  protección  de  la  simpatía  común, 
pues  contra  un  excéntrico,  todo  es  legítimo  y  per- 
mitido. Todo  excentricismoes  provocación  al  men- 
tido común. 

Tal  es  el  papel  que  haré  un  pueblo  que  se 
[gobierna  por  la  forma  republicana,  en  medio  de 
lnii  mundo  de  naciones  gobernadas  por  la  manar 


fjaia.  Que  el  iiumdo  en  niedio  del  cual  viven 
los  pueblos  lie  América,  sea  el  mmirto  nionár 
riuico  y  no  el  repiiblicínio,  es  tan  evidente  eoniu 
tjue  viven  mas  unidor  con  las  Naciones  de  Eu- 
ropa i|ue  con  las  de  América,  no  obstante  el 
mar,  que  sirve  mas  bien  que  separa  los  A^ 
luundoís. 

Si  comprendemos  cómo  la  Europa  nos  es  an- 
tipática por  su  monarquismo  (¿cómo  no  vemos  que 
nosotros  debemos  serlo  para  ella  por  nuestro  r^- 
publicanismo? 

Lo  que  interesa  saber  es,  ¿quién  pierde  inwy 
por  esta  doble  antipatía? 

E\  mismo  efecto  que  el  exeentricismo,  produc^ 
la  oscuridad  del  aislamiento,  para  lo  que  es  pi 
var  á  una  nación  de  la  protección  del  juicio  del 
inundo  civilizado.  Y  esa  oscuridad  y  ese  aisla- 
miento nacen  naturalmente  de  la  desemejanza  an* 
tipática  de  forma  de  gobierno. 


S  XIII 

Lii  repiiblii'íi  buce  üifieil  la  pulítiea  ÍHtorior  y  la  exte« 
rior.— Dipli>iiiaetu  de  lus  Repiíblii^as 

No  es  de  derecho  abstracto  y  tilosriflco;  es  de  polí- 
tica y  de  conveniencia,  la  cuestión  de  bi  munarqiiia 
eti  América,  pues  se  trata  solo  de  asimilarse  á  la  ci- 
vilización de  la  Europa  en  materia  de  gobierno, 
para  atraerla  en  Amt^rica  con  todos  sus  elementos  de 
riqueza  y  de  bienestar. 


—  161  — 

Discutir  las  formas  de  gobierno  en  aUstiacto y 
-del  punto  de  vista  del  tlerecho  puro,  es  puerilidad 
aS  discusión  propia  de  las  escuelas. 

Desde  *iue  la  América  adoptase  la»  formas  lU 
gobierno  que  prevalecen  en  la  Europa  civilizada  \ 
entrase  en  concesiones  polUicas  con  ella,  su  posicÍMii 
sejia  otra  en  la  condición  de  la  Europa. 

Sü8  representantes  en  Europa  tendrian  la  con- 
pderacion  y  acogida  que  boy  no  tienen,  y  que  un 
?ndrán  janiást  mientras  no  cambie  ese  ordeu  de 
cos'di.  Kepresentaiulíj  príncipes  aniericiinos,  conexos 
ó  relacionados  por  la  sangre,  con  los  soberanos  de 
Europa,  su  acogida  en  Europa  seria  bi  misma  que 
Hoy  tienen  los  diplonuiticus  europeos,  (lí 

üii  embajador  británico,  tJ  ruso,  o  austriaco  en 
París,  no  recibiria  con  desden  ó  reserva  al  que  r^ 
presiéntase  á  un  pariente  de  la  Reina  Victoria,  ó  d^jl 


l  íi  AmcTicn  pnlitlfn  e¿  mirada  en  Europtí  con  desconnarizit 
ervn,  A  pesur  de  ser  fri^Unmi,  ru*ii,  de  rn/n  Europeíi. 
ípft'^^enlHnle*»  diploinütH'ú?i  en  Eui'opft  9,nn  menos  nien 
dos.  que  los  de  los  países  sem  i -barba  ros  de  Así  a  y  do 
Ifricü  Los  emliojndores  í\g  Siant,  los  dej  Japurt,  pmses  y 
^omhr€s  cuyo  civili/ncion  dej«  un  iíinto  ijue  deí^par,  t'speníil 
nenie  la  de  éslos  últimos»  teminn  ser  L'omidos  en  FrnrK'in. 
fio  iuierian  subir  ú  los  oixrhes  de  In  corle,  »*uyo  ruido  v 
movimiento  les  mareabím:  íenuin  asro  a  los  ^íuimles;  <"onjiBn 
^escuóo  crudo  y  tjñ  sonabnn  <»on  popel  en  In  meso  de  fü- 
|uOts  Sin  embnrgo,  fueron  reeibidos  por  el  Emperador  Ni» 
poleon  í'omo  si  fuernn  reyes.  La  ra/.on  de  eslo  es  .setieillfi  v 
irira:  — esque  ropresentabím  reyes.  La  diferenein  niiee  de  Ui 
&ní-'iu  del  gobierno  cfue  represenítín:  los  unos  representan 
irnos   (iflfitcro:*,  ffvhitv^.    ffrsprnciaífos,    indifrnos  de  re^- 

3;  los  otros  representan    cunndo  menos  gobiernos  durn- 

blf*s  y  efií'Bt'es.   La  simple  estíibiljdnd  es  un  tClulo  de  respecto. 
Al  Piiraifuny  le  haee  perdonable  su  despotismo  Siamés* 

u-iino  se  sieuie  en  los  tratos  internnoionales,  es  dc- 
1  fondo  d?  tos  negocios,  la  cunl  no  puede  ser  utU  ni 
í  i  I  In  Arnérii'.ii, 

!  I 


—  ]^2  — 


Emperador  de  Rusia,  ó  de  Austria,  gobernando  en 
América. 

Quiero  hablar  del  modo  de  recibir  al  Ministra, 
es  decirla!  negonndor:  hablo  del  neyociador,  del  in- 
terés del  país  que  él  representa  y  tiene  encargo  de 
gestionar. 

No  solólos  hombres;  las  cosas  de  América,  no  ins- 
piran confianza  ui  respecto  en  Europa.  Sus  tratados, 
sus  amistades,  sus  palabras  ó  promesas,  todo  es  vista 
con  recelo  ó  desconfianza. 

Sus  gobiernos  y  sus  cosas  son  apenas  tolerados 
como  una  necesidad  íataU  Con  un  pasado  cohjniaf 
y  un  presente  irjtnhJicano,  los  Estados  de  Sud-Amé- 
rica  son  turnados  por  la  Europa  monárquica  como 
gente  aparte^  es  decir,  excluidos  de  la  intimidad  del 
mundo  civilizado- 

Sus  legaciones  son  inútiles,  no  hacen  Jiada  de  pro- 
vecho. No  porque  no  haya  mucha  que  hacer.  Todo 
el  gobierno  interior  de  los  Estados  de  América  e^ 
nada  en  importancia,  comparado  con  su  política  ex- 
terior y  HU  diplomacia,  sí  estas  í=ie  contrajesen  á  su> 
verdaderos  objetos. 

No  teniendo  materia  política  de  qué  ocuparlos, 
los  ocupan  de  compras  y  ventar,  de  comisiones  y 
consignacioneSj  de  agentes  táscales,  decomisarlos  de 
policia.  Es  la  diplomacia  de  consignación  y  de  co- 
misión, mas  deseada  por  lucrativa,  pues  enrique- 
ce á  los  ministros. 

Los  de  América,  como  ministros  diplomáticos,  son 
agentes  de  parada;  hacen  el  papel  aparente  de  minis- 
tros; se  pasean,  se  divierten,  bailan,  son  admitidos ; 


excluiíloft  y  desairauü.N  á  i 
Instante  de  t^do  acto,  de  toda  reunión  que  tiene  soni- 
ira  de  interés  <J  de  confianza.  No  poique  son  dtfbiles 
y  pequefios  bs  Estados  que  representan.  Mas  débi- 
les que  ellos  son  otros  Estados  de  Eui'opa,  3'  sus 
«igentes  son  admitidos  donde  los  de  América  no  tienen 
laliida.  — ¿For  qué?— Porqne  los  unos  representan 

"  "  principes  de  familias  históricas,  mientras  que 
i  s  represent¿in  Presidentes  oscuros^  que  deben 

á  líicasualitlad  su  rango  efímero;  que  ayer  no  eran 
nada  y  que  mañana  no  serán  nada. 

Xingun  hombre  de  mérito  capaz  de  entender 
y  servir  los  intereses  reales  de  un  país  de  Ame- 
rica, y  que  se  estime  á  sí  propio,  consentiría  en 
residir  como  Ministro  en    una  Corte  de  Europa. 

Los  que  se  contentan  con  ese  rango,  es  por 
que  no  tienen  otra  medio  de  acercarse  al  gran 
mundo  y  penetrar  en  él,  aunque  no  sea  sino 
IWira  nr  de  cerca  á  los  que  apenas  se  dignan 
tresponderles  Naturalmente  son  mediocridades 
inútiles  ó  jóvenes»  que  toman  de  la  diplomacia 
el  oropel  de  las  altas  posiciones,  para  lucirlo  en 
^la  calle  ó  ante  el  vulgo. 

Otros  degradan  y  manchan  esos  puestos,  to- 
bándolos por  via  de  negocios.  Venden  sus  pri- 
nlegjos  diplomáticos  por  importaciones  aduaneras; 
venden  consulados;  decoraciones;  los  secretos  de 
los  negocios  en  las  Bolsas  y  Mercados  de  efectos 
públicos  de  sn  país;  ó  piden  prestado  y  faltan  a 
sus  deberes,  parapetados  en  sus  inmunidades  y 
privilegios  de  exterritoriali<lad:  6  se  dan  con  esa 


ventaja  de  inviola1)ilida(L  A  negocias  de  comerfilo, 
ó  á  negocios  de  librería,  como  el  qne  anunció  en 
público  que  recibia  suscripciones  á  su  obra  á 
13  francos  volumen,  en  la  casa  del  autor  ca- 
nio  llamaba  á  la  que   tenia  en  la  puerta  este  le- 

tvero ^  —  -Le/jacion  fh ... > 

Aunque  esas  degradaciones  tengan  par. escusa 
la  falta  de  puntualidad  de  los  Estados  de  Am^- 
rica  en  el  pago  de  los  sueldos  de  sus  agentes, 
uo  por  eso  dejan  de  degradar  á  sus  autores  y 
de  quitarles  la  encasa  consideración  y  respetabi- 
lidad, que  sus  aTtfrnrialrs  (en  que  nadie  cree) 
apenas  alcanzan   á  darles. 

Faltos  de  medios  para  costear  sus  Legaciones 
tienen  que  darlas  á  estiangeros,  ó  american»^,s 
emigrados  y  domiciliados  en  Europa,  que  las  des- 
empeñan en  provecho  personal  propio,  nunca 
contra  el  país  de  su  residencia,  (¡ue  han  prefe- 
lido  al  de  su  propio  origen.  Kn  todo  contiicto 
entre  su  patiía  de  origen  y  su  patria  de  ado|>- 
cion,  tales  diplomáticos  siguen  como  todo  *  mi- 
grado  el  tema  conocido,  ahi  bem*  ub¡  ¡mh¡a: 
delante  de  un  ultraje  al  país  que  representan,^ 
hacen  todo  menos  exponerse  á  recibir  el  pasa- 
porte que  los  aleje  de  la  casa,  de  sus  goces 
de  la  ciudad  estrangera  que  han  preferido  como 
residencia  definitiva  á  la  de  su  país  mismo.  Su 
retiro,  es  un  destierro,  en  tal  caso,  y  natural- 
mente,  harán  todo  para  evitarlo. 

Así,  después  de  tanta  susceptibilidad  por  la  in-" 
dependencia  nacional,  entregan  la  representación 


-   1('5  ^ 


y  ejercicio  de  su  soberanía  política  exterior  áv 
Üno^y  á  naturalizados  en  las  naciones  extrangeras 
le  so  residencia,  lo  cual  no  solo  les  quita  toda  inde- 
l»endencia,  sino  que  sus  antipatías  y  sinapatias  per- 
sonales, que  deben  á  su  larga  residencia,  afectan  á 
^n  país. 

Para  esta  elección  sedan  dos  razones,  que  son  dos 
cansas  de  inhibición  en  la  diplomacia  de  los  países 
f^^nindes,  á  saber: — V  que  tienen  casa  propia  y  es- 
lán  instalados  con  lo  suyo  de  un  modo  digno  de  un 
uiiiiisiro:^á"  que  están  llenos  de  relaciones  impor- 
tantes en  el  país. 

Estas  dos  ventajas  ó  condiciones  son  peculiares 
del  domicilio  íj  vecindad.  Pero  son  las  de  un  di- 
plumático? — La  Inglaterra  renueva  á  un  ministro 
de  una  corte  ií  otra  desde  que  se  arraiga  en  el  país 
adqaii  iendo  propiedades;  y  la  posesión  misma  de 
¡tiiundantes relaciones  suele  ser  bastante  razón  para 
removerlo,  pues  si  lo  primero  restringe  su  indepf^n- 
úiK  lo  segULido  compromete  su  imparcialidad  y  su 
Independencia. 

Si  un  caudal  de  relaciones  en  el  país  á  que 
"es  destinado  el  Ministro,  fuese  un  título  de  compe- 
tencia, los  Ministros  ni  serian  enviados  de  fuera 
á  e^6  país,  sino  elegidos  allí  mismo  de  entre  los  na- 
cionales allí  establecidos.  La  Inglaterra,  v.  g  ,  i*<^»^ 
lenviaria  ministro-v  á  Sud- America,  elegiría  entre 
los  millares  de  nacionales  que  allí  misino  tiene  esta- 
blecidos     La  Francia  baria  otro  tanto. 

Por  lo  demás,  como  los  diplomáticos  rt  hombres  de 

^ffsioi/  ú  oíiríM  iHv  "miaran  de  Américaá  Europa^ 


iM 


es  natural  que  se  hagan  valer  como  competentes 

l)OV  tener  conoriniientos  personales,  es  decir,  relacio- 
nes, los  que  no  tienen  conocimientos  (Viph^mátlrofi  «í 

pr»lftic03. 

He  aquí  las  consecuenrias  para  Auiérica  »l»^  crear 
legaciones  en  Enrnpa  para  ,L,^oce  'le  Ioíí  aíneñcanos 
dumiciliailos  en  el   antiguo  mundo. 

En  1864,  en  momentos  en  que  España,  era  objeto 
del  odio  de  los  americano ^  pur  la  relrmlicacion^ 
á  mano  armada,  de  un  territorio  del  Perú  ;las  islas 
de  Chiudia),  y  en  que  por  lo  mismo,  los  ministi'os 
americanos  en  Madrid  hubieran  debido  abandonar 
esa  corte  lia  ►ta  que  España  no  diera  satisfacción  á 
la  América  insultada  en  unos  de  sus  miembros  y 
amenazada  en  uno  de  sus  principios  de  existencia: 
tres  ministros  de  8nd  América  [A^  Btmios  Aires, 
(ruatemahí  y  Nicaragffa),  que  habían  recibido  cre- 
denciales para  España,  en  tiempo  de  perfecta  paz, 
no  tuvieron  escriípnlus  en  presentarse  casi  juntos, 
el  ¿4  de  Junio  de  1H84,  á  la  Reina,  para  acreditarse 
en  el  carácter  que  la^  Re|)úblicas  les  habian  in 
vestido,  como  prueba  de  amistad  y  respeto  á  S.  M. 
Católica. 

Por  qué  no  se  dieran  cuenta  esos  ministros  del 
sentimiento  que  debió  haberles  retraído  de  esa  ba- 
jeza con  que  ponían  en  ridiculo  á  sus  gobiernos,  y 
cuando  menos  á  la  América?— Porque  son  vecino^: 
de  Europa,  domiciliados  en  ella,  emigrados  para  siem- 
pre de  América,  y  mas  interesados  en  agradar  á  los 
países  en  que  viven,  que  á  aquellos  de  que  pro- 
í'oden. 


aropa.  al  menos,  no  manda  suis  legaciones  á 
«15  emigrados  en  América,  para  que  no  la  expongan 
^1  ridiculo,  plegfáiidose  al  extrangero  en  la  hora  d»' 
liaudonailo 

Para  no  incuriir  en  el  escollo  que  hemos  seña- 
lado, otras  Repúblicas  de  América  suprimen  del 
lodo  SU8  legaciones  en  los  países  de  Europa,  como 
si  les  bastase  el  conducto  de  los  ministros  que  la 
^Jínropa    a<:red¡ta   en    aquellos  países,     (¿ué  niaí^ 
luieren  éstos  que  ser  ellos  el  conducto  por  donde 
los  gobiernos  americanos  hacen  llegar  sus  quejas, 
•  >  y  defensas  á  los  oidos  délos  goÍHernos 
u     -.Li.upaV     No  son  ellos  los  j*e^i)onsable3  de  esi* 
doble  pai>e],  sino  los  gobiernos  americano?^  que  quit 
rea  colocarse  en  el  rol  de  un  cliente  que,    pav 
ahorrarse  un  abogado,  entrega  >u    propia  defeii 
sa  al  abogado  de  la  parte  contraria— Si  éste  dií 
toda  la  razón  á  su  vejdadero  cliente,  si  el  país  se  la 
4á  igualmente,  porque  no  oye  mas  que  A  una  de  las 
partes,  la  culpa  no  es  del  juez  ó  cliente  ([ue  se  dá 
la  justicia  á  sí  mismo,  sino  del  tonto  que  renuncia 
á  sus  medios  naturales  de  defensa,  confiado  en  su 
mena  causa,  ó  lo  que  es  peor,  en  el  abogado  de  la 
contraria. 
Semejante  política  prueba  una  ignorancia  compb 
,del  objeto  y  tin   que  tiene  la  ín-titucion  de  Iíís 
li'iJíiciuncs  V  de  las  misiones  diplomii Tiras. 


]fi8 


g  XIV 


IjM  R^ptíblieii  «laña  al  Catolirísmo    f»ii    Siid  Atnf^rícN, 
sUi  servir  al  pr<»testniitisiiit> 

Yo  no  romprendo  cómo  los  americanos  itel  íSutl 
son  tan  enemigos  »le  la  iiionarc|u¡a  y  tan  amigas  tle 
la  religión  católica,  que  es  la  religión  déla  mo- 
narqnia  por  excelencia.  No  pretendo  ijue  amen 
la  monarquía  y  qne  dejen  de  amar  al  catolicisino: 
me  ííjo  solamente  en  la  incompatibilidad  de  esos  dos 
sentimientos  para  sacar  otra  deducción  al  fin. 

Montesquieu  observa  que  la  religión  protestante 
conviene  maí?  á  las  repúblicas  y  la  católica  á  las 
monarquías.  Cuando  Montesquieu  escribía  eso  no 
existia  todavía  la  república  de  Norte  América  que 
ha  venido  mas  tarde  á  confirmar  su  aseveración. 
Pero  si  él  existiese  hoy  día  ¿no  tendrían  derecha 
de  decir,  qne  las  Repúblicas  de  Sud  América  la 
continuaban  doblemente  con  su^  dísencíones,  que 
la  del  Norte  con  su  libertad  pacífica? 

La  República  helvética  y  la  de  las  Provincias 
Unidas  de  la  Holanda,  pueblos  protestantes,  con* 
firman  igualmente  la  ubservacion  de  Montesquieu, 

Pero  líis  repúblicas  de  Sud  Americano  solo  son 
católicas,  sino  que  las  mas  de  ellas  excluyen  el  pro- 
testantismo como  culto  permitido,  y  no  obstante  su 
independencia,  todos  sus  gobiernos  dependen  espi- 
ritnalmente  del  Sumo  Pontífice  de  Roiua,  que  es 
al  mismt»  tiempo  el  Rey  de  la  monarquía  romana. 


—  IC»  - 

Xo  es  mi  ánimo  insinuar  el  dilema  que  la  libertad 
)ne  á  Sud  América  en  este  punto  delicada:  *'» 
gpablicana  y  protestante,  ó  monanjüista  y  católica 
la  regla  de  Montesqn^eu;  sino  sefialar  una 
ile  las  muchas  ditinultades,  que  la  historia  opone 
al  pueblo  de  Sud  América  para  la  constitución  de 
jíU  prohierno  republicano. 


§  XV 
Siliiacton  retrograda  de  Im  Repúblíciis  Atneríranas 

Todo  está  bien  en  América,  dicen  los  corte- 
s4ino8  y  explotadores  de  la  República:  hay  tanto 
progreso  y  seguridad  y  bienestar  como  en  Eu- 
ropa. El  comercio  hace  progresos,  las  reii ras  cre- 
cen, la  jioblacion  se  aumenta:  -  luego  la  Repii- 
lilíca  no  es  un  obstáculo;  no  lo  en  la  anarquia, 
á  cuya  sombra  se  hacen  esas  mejoras,  y  no  se 
necesita  por  lo  tanto  de  la  ayuda  de  la  Europa 
para  mejorar  de  situación,  ni  de  la  paz  tampoco. 
1^  América  tiene  el  gobierno  que  le  conviene. 

He  ahí  el  lenguage  de  los  que  piden  á  los 
gobiernos  republicanos  empleos  y  sférefickmrs, 
lleude  Europa  bien  entendido,  es  decir,  desile 
[tes  mil  leguas   de    la  República,  qne  adoran,  y 

jo  la  monarqtm  que  detestan. 

La  república  no  impide  crecer  á  la  América, 
68  verdad,  como  Ja  enfermedad  no  impide  crecer 
al  muchacho. 

Atribuiréis  su  progreso  á  su  enfermedaiFr^  Por 


—  170  — 


que  esta  no  sea  obstáctilu,  es  cawsa? — Tampoco 
se  lo  impide  la  ariarquia  j  ^;Lleducí reinos  de  ahí 
que  la  auaniuia  es  un  bien,  como  dice  M.  Prou- 
dhon? — Pero  entre  el  progreso  enfermizo  y  el 
progreso  sano,  hay  la  diferencia  que  separa  el 
progreso  en  Europa  y  ol  progreso  en  Stid-Araé- 
jica. 

Hace  treinta  y  cinco  años  que  no  habia  iin 
solo  ferro-carril  en  Inglaterra:  hoy  su  suelo  esl;i 
cubierto  por  una  rcrl  espesa  de  ferrocarriles. — 
Ya  Sud  América  era  independiente  del  todo  á 
esa  fecha,  y  recien  empieza  á  tener  uno  tjue 
otro  ferro-carril.  Sin  embargo,  desde  lo  alto  de 
su  progreso  mira  con  líístiina  A  la  vieja  y  decrií 
pita  Alfnon, 

Kn  cada  ciudad  de  Europa  hay  dos  ciudades, 
la  vifja  y  la  niu*va.  Todos  los  adelantos  reuni- 
dos de  la  América  del  Snd  independiente  no  equi- 
valen á  la  nueva  Lojidres  ó  é  la  nueva  Paris. 
Mientras  estas  ciudades  se  t!'asforma?i  y  se  i^onen 
desconocidas  de  diez  en  diez  años,  las  capitales 
de  Sud  América,  en  igual  intervalo,  solo  cuentan  i 
algunas  casas  de  mas,  por  otros  tantos  barrios 
calles,  plazas,  que  <»tVerfMi  de  inns  la<  cindade> 
de  la  Europa, 

No  hablo  solo  de  estos  dos   tnunstruus, — FariéJ 
y  Londres:  hablo   de   todas  las    ciudades    de    laj 
Europa.     Al  lado  de  h  rnicná  ^  ^eja,  hay  siempre] 
la  ciudad  nueva,   que  se    desenvuelve    con    una 
vitalidad   de  que  no  tenemos  idea  en  América, 

Porque    vemo>i    miestras  playas  invadidas    por 


«  171  « 


inraiEracioii  europea,    los  creemos    desertores 
'de  la  Europa  liambrienta  y   iirriünaila.      Toma 
,iii0S  como  signo  de  enfermedad,  lo  que  es  efecto  »le 
\hk    salud   exhuberante.     El  Asia   y  el    Africíij 
tan  pobres,  no  nos  envían    emigrados  tan  nnme- 
loms  como  la  rica  Europa.     No  podrian  enviar- 
nublos  porqne    no    tienen    ni  medios  de  emigrar. 
Los  emigrados  de  Europa  son  mendigos  que  viu 
jan  en  sus  propios  buques, 

E:5  la  Europa  qui^  se  agranda  en  América;  es  la 
riqueza  europea  que  se  instala  y  toma  posesión 
del  nuevo  mundo,  eso  que  tomamos  alU  como  en- 
^andei*imiento  y  riquezas  nuestras  y  decrepitud 
europea. 

El  Americano  que  duda  de  ello,  es  el  que  no 
ha  atravesado  el  Océano  y  visto  hi  En  ropa  pur 
OTs  ojos;  d  el  que  ha  vuelto  hablando  -ie  la  corrup- 
ción y  decadencia  de  la  Europa  porque  la  ha  vis- 
to solo  del  peor  lado.  Para  atreditar  sus  noti- 
cias, debería  mostrar  su  itinerario  y  el  diario 
de  su  vida,  y  la  lista  de  las  relaciones  que  ha 
cultivado  en  Europa.  K\  que  n^e  contenía  con 
vulgares  y  fáciles  placeres  ¿por  qué  se  queja  de 
no   haberlos  conocido   mas  elevados  j  digne  sV 

Pero  no  hay  necesidad  de  atravesar  el  Océano 
para  encontrar  esta  prueba.  En  x^^mérica  mis 
Eia  existe.  Allí  no  hay  punto  rico,  regenerado, 
rejuvenecido  hoy  dia,  sino  el  que  jíor  su  sitúa* 
cíon  geográfica,  en  cada  república,  está  mas  po- 
blado de  su  gente,  mas  impregnado  de  sus  usos 
y  mas  provisto    de    elementos    europeos. — Parr/e 


—  172  — 


fmn  cirniad  de  Km  opa,—  es  el  mayor  ciimpliniien* 
to  que  se  puede  hacer  á  una  ciudad  araerií  a* 
na,  íy  el  niejor  modo  de  hiperbolizar  sus  adelan- 
tos. 

líienti'as  Europa  envia  á    América  sus  pobla- 
ciones exhuberantes,   la   república   americana  en-^ 
via  falanges  enteras  ¿e  sus  hijos  al  sepulcro,  en 
las  gloriosas  batallas  de  la  libertad,  que,  cuanto^ 
mas   triunfa,  mas  se  extingue, — Cada  presidencia 
cuesta  á    la  América,    capitales    y    hombres    sin 


cuento. 
Mitre. 


Ejemplos  frescos;  la  de  Lincnhi  y  la  de 


tí  XVI 


^ 


Malc^í*  <iuft  haee  la  reptíliltea  y  eseuf^ns  que  no  le  asi.st»ii 

Se  atribuye  á  la  falta  de  población;  se  explica, 
de  ordinario  por  el  vasto  territorio  desierto,  t^r 
falta  de  vias  de  comunicación,  la   presencia  de  los" 
montoneros^  los  caudillos  y  el  r  a  tidal  aje  de  los  países 
de  Sud  América. 

No  es  imposible  que  estas  circunstancias  influyan 
poderosamente  en  la  producción  de  ese  resultado;  pe- 
ro la  causa  principal  no  es  otra  que  el  sistema  de 
gobierno,  es  decir,  que  la  ausencia  de  una  antoriflad 
eíicaz. 

La  prueba  concluyente  de  esta  verdad  es  que 
antes  del  establecimiento  de  la  reimblica,  ahora 
i'incuenta  años,  cuando  la  población  era    menor,  e 


detíiertüu\as  grande  y  las    vias  de    comiinicarion 
mas  escasas,  los  monttmeros  y  los  caudillos  no  exis- 
tían.  La  aiitorirlad  era  reconocida  y  respetada  á  pe 
sar  de  lasditstancias,  de  la  falta  de  medios  de  coma 
L*ion,  ele 
Otra  prueba  de  (lUe  es  la  forma  actual  de  golrierno, 
la  causa  de  esos  males,  ú  la  ijiie  no  puede  evitarlos, 
es  que  de  las  quince  repúblicas  de  SudAmériCiV  ni  > 
hay  mas  (jue  una  sola  feliz — Chile,  lis  totalmente 
una  excepción. 

V  los  üniíios  tres  países  de  América,  que  son 
excepciones  de  esa  mala  fortnna  general,  son  los  tres 
qae  se  gobiernan  por  el  sistema  centralista  tí  euro- 
peista: — ^el  fírasij^  los  Estados  Unidos  y  el  (M- 
mida. 

Por  qué  nu  iiay  caudillos  en  esos  tres  países  de 
Aunhica? 

Porque  los  caudillos  no  8on  otros  ^ue  los  Pres* 
"dfnt^'S  y  gobernadores  arbitrarios 

Qué  disculpa  dan  de  esto  las  repüblicas?— í^ne 
suü  gobiernos  son  nuevos.  Si  los  gobiernos  son 
nuevos,  no  lo  es  la  socie^lad,  la  poblacionj  la  ci- 
Mlizacion  de  los  pueblos  americanos,  la  cual  na<la 
H*nos  cuenta  que  tres  y  medio  siglos. 
En  cuanto  á  sus  gobiernos  ya  son  srgent4)nes. 
Hay  en  Europa  veinte  gobiernos  mas  nuevos  que 
lasrepiiblicasde  América,  y  se  conducen,  sin  embar- 
go, con  el  juicio  de  pueblos  maduros.  Liis  monarquías 
de  arrecia,  de  Béljica,  de  fíolanda,  de  Italia,  son  de 
lyer  comparativamente  á  las  Repúblicas  de  Sud- 
jérica,  la  menor  de  las  cuales  cuenta  medio  siglo; 


Ji  — 


m*  el  estado  <le  revolncion  crónicH  nu  c 
iioriualde  existir. 

ha>  Juventud  ó  novedad^  que  siiTe  de  escusa  ha- 
bitual á  los  desórdenes  de  Amrrica^  es  otra 
ilusión. 

La  América  puede  estar  llamada  á  representar 
el  porvenir  del  mundo;  por  ahora  representa  i^lpasa* 
do.  Hablamos  de  la  América  del  Sud,  bien  en- 
tendido. 

Todo  en  América  es  mas  viejo  que  en  Europa. 
Se  la  puede  definir  la  Europa  de  uf/rr. 

Los  geólogos  han  probado  que  el  continente  ame- 
ricano se  formó  primero  que  el  de  Europa  {D'Or- 
/jfffni). 

La  drilmicion  tur  opea  que  hoy  posee  América 
(porque  la  indUpma  no  lo  es  ó  no  existe),  no  está  mas 
adelantada,  ni  puede  estar  en  ningún  punto  mas  ade- 
lantada que  en  Europa, ~\ííI\  América  toda  per- 
fección, todo  adelanto,  todo  desculuumiento  útil,  toda 
mejora  industrial,  estcí  representado  por  lo  que  es 
europeo  y  procedente  allá  de  EurojJiL^íln  las 
exposiciones  que  se  han  hecho  en  Europa  en  estos 
últimos  años,  se  ha  visto  que  todos  los  adelantos  de 
América,  es  decir,  todas  sus  novedades  en  industjía 
(es  decir,  en  civilizacionj  consistían  en  imitaciones 
imperfectas  de  algunas  manufacturas  rudimeníaleí* 
de  Europa, 

En  ciencias,  en  literatura,  en  legislación,  en  so- 
ciabilidad, la  Europa  no  conoce  todavía  innovación*) 
cambio  ó  progreso,  originario  de  Sud- América,  que 


ié  á  ése  continente  el  derecho  de  creerse  mas  j6tm 
e^  ilecir,  mas  uroderno  qoe  )a  Europa. 

Las  Lf'fffs  fie  Pa li i/in,  Ihí-^  LfVjes  tic  hulinSy  las 
ordenanzas  de  Bilbao,  de  Minería  y  Militares  de 
Sspaña,  <|Ue  son  el  derecho  actual  de  Sud  América 
hi  ludo  lo  QUe  no  es  político,  lejos  de  ser  nove<lades 
para  Europa,  son  estatutos  viejo-i  de  la  niisnia 
Europa 

*Sus  códigos  niodenius,  no  ^üh  uias  nuevos  que  los 
de  Europa,  sino  porque  son  de  data  mas  íVrsi'a;  la 
copia  es  siempre  posterior  al  original  y  mas  nueva 
ineélporlo  demás  en  nada  sobrepasan  á  los  de 
¡uropa 

La  mejor  prueba  de  que  son  copias,  es  que  care 
een  de  comentarios;  y  sino,  dtínde  están  loi  comenta- 
dores sud-americanos  rivales  de  Marcade,  Troplong, 
Merlin?  Cuáles  su  Pothier,  su  Cuyacio,  eu  que  se 
han  inspiíado? 

En  Sud  America  setieuM  porloma^:  nuevo,  por  lo 
mas  fresco,  por  lu  mas  joven  y  adelantado^  todo  lo  que 
va  de  Europa.  Esta  es  la  verdad. 

En  Europa,  por  el  contrario,  todo  cuanto  vi( 
ne  de  América  es  ya  conocido  y 'abandonado  acjuí 
por  viejo    V  atrasado,  pues  mas  bien  teí/tcsa  que 

En    que    se  fundan,  según    esto,   las    califica- 
ciones de   la  vieja  Europa  y  virr/en  Atrmic^t' 
Se  alude  en    ello,  al  ^obirmo?  á  la  república? 
La  Reimhlica  no  es  una  idea  americana.    Con 
is  derecho  fluropa  pudiera  llamarla  suya,  pues 
ivíó  siglos  en  Grecia  y  Roma,  en  la  anti^iedad; 


^  isn  — 


respeto  á  lo  que  desprecian  en  secreta,  es  decu\ 
2)  it'  Tartufos.  Este  tipo  e^  muy  curioso:  consta  de 
dos  hombres  en  uno:  el  privado,  que  e^  hone,^to, 
el  público,  que  es  un  bnOon  oficial. 

No  hay  espectáculo  mas  triste  que  el  de  Ion 
hombres  de  márito  y  de  saber,  descendiendo  al 
P-ipel  de  cortesanos  vulgares  de  los  errores  de 
la  multitud,  que  desprecian  en  secreto.  Se  pare- 
cen á  esos  viejos  con  peluca,  obligados  á  pintar- 
se para  agradar  á  las  mugeres  jóvenes. 

En  efecto,  si  la*  asimilación  á  la  barbarte  t^s 
sincera,  se  expone  el  ministro  á  llevar  al  gobier- 
no y  al  país  al  abismo,  cediendo  á  las  preocupa- 
i'iones  de  su  ignorancia.  Si  no  es  sincera,  no  es 
eticaz.  Entre  la  htpocrech  y  la  degradación,  tie- 
ne que  elejir  uno  de  dos  medios  el  que  quiere 
i(*ner  influjo  en  el  gobierno  de  su  país. 

Tal  es  la  condición  del  país  donde  el  soberano 
tiene  por  delegatarios  de  su  autoridad  soberana, 
á  sus  mismos  cortresaiios,  con  el  nombre  de  pre- 
^íd'4'ntes,  diputados,  minisiros,  etc. 

La  dignidad  de  los  bombres  públicos  en  seme- 
jante estado  de  cosas,  es  la  de  los    náufragos,  t^i 
la  de  Ion    pasageros  cuando  la  embarcación   hace 
agua,  y  marchando  hacia  la  playa,   cree  á    cada 
instante  sumergirse. 

Los  hombres  se  adhieren  á  los  empleos,  como 
á  un  pedazo  de  palo,  para  escapar  de  las  nlas^ 
es  decir,  para  escapar  de  la  miseria  y  de  la  iii- 
eertidumbre  acerca  de  su  porvenir,  en  que  rada 
uno  vive      Ls  el  embuste  de  todos  contra  todos, 


—  IHl  — 


él  exeplicismo  y  la  incredulidad  en  cada  luinibre, 
el  egoísmo  en  todos,  disfrazado  de  un  rnctfrnchoií) 
republicano  para  merdigar  su  pan. 


^  XIX 


Í4k  repiiblíc*»  desncreilitu  al  ¡lats 

Todo  Presidente  patriota  y  honrado  que  quita- 
ra tener  por  sucesores  á  los  buenos  y  á  los  ca- 
l>Hces.  tendrá  una  traba  en  la  república.  Los 
buenos  huyen  del  poder  y  del  servicio  publico 

El  gobierno  republicano  es  la  ingratitud,  es  la 
insensibilidad,  es  la  inconsecuencia,  porque  ea 
sioiplenjente  una  persona  moral,  una  entidad  ais- 
irada,  sin  cuerpo  ni  sentidos. 

Para  que  esa  immna  motái^  esa  alma  errante 
de  la  autoridad,  se  haga  sensible  á  los  servicios, 
los  recuerde,  los  agi'ailezca,  los  premie  y  los  es- 
tiujule  íl  renovarse,  es  preciso  que  adquiera  sen- 
tidos, que  se  encarne  en  una  persona  inmotta!,  es 
decir,  en  una  familia,  en  una  dinastía. 

Una  prueba  deque  la  injusticia  y  la  ingratitud 
que  se  atribuyen  al  jmebio  rei»ublicano,  pertene- 
cen á  la  forma  de  su  gobierno  y  no  al  pueblo, 
es  <iue  un  mismo  pueblo  es  reconocido  o  ingrato, 
leal  ó  inconsecuente,  según  que  está  gob<M*íiMí]a 
por  la  monarquía  ó  por  la  república. 

Sin  embargo,  aunque  la  ingratitud  se  explique 
jiur  la  forma  de  gobierno  y  no  por   el   carácter 


—  182 

del  país,  su  efecto  es  pernicioso  para  el  concepto 
j  opinión  del  país,  que  acaba  por  ser  tenido»  por 
ser  juzgado  como  pueblo  sin  sentimiento  ni  cul 
tura. 

Y  no  es  porque  la   persona  de  un    Presidefde 
sea  menos  capaz  de  gratitud  que  la  de  un  Monarca. 

Los  servicios  que  de.^conoce  han  sido  tal  vez 
hechos  en  su  contra. 

Un  Presidente  tiene  que  ser  ingrato,  imrque  el 
honor  de  los  servicios  que  desconoce,  lia  aprove- 
chado á  su  predecesor,    que   siempre  es  su  rival 
ó  enemigo,  ya  sea  que  lo  suceda  por  la  oposición 
•  legal  ó  3' a  por  la   revolución. 

El  servidor  de  su  rival,  ha  debido  ser  ííU  ofen- 
sor, y  mucho  hará  si  no  persigue  su  venganza 
El  amigo  de  su  enemigo  no  puede  serle  simpáti- 
co.— Gomólas  Presidencias  se  renuevan  cada  cua- 
tro años,  término  medio,  el  Presidente  no  ha  aca- 
bado de  vengarse  de  los  que  le  estor liaron  su- 
bir, cuando  tiene  ijue  descender  para  sufrir  á  su 
vez  las  venganzas  de  sus  enemigos  viejos  y  nue- 
vos. 

Esa  es  la  suerte*  qut-  tienen  los  presidentes  en 
Sud- América,  muy  especialmente  cuando  son  Bolí- 
var, Sucre  ó  Rivadavia, 

Esto  afea  el  carácter  del  país,  que  aparece  como 
unantropí3fago  ónn  parricida,  que  se  alimenta  con 
su.s  propios  hijos  y  padres.  La  verdad  es  que  el 
país  es  agcno  á  todo  eso,  y  que  la  forma  de  gobierno 
es  lasóla  cansa  y  explicación  de  ello. 

La  monarquía,  siend*»  nna  encarnación  perpetua 


-s. 


—  isn 


la  autoridad  nacional  en  una  familia  desueler 
Bían,  tiene  la  ventiya  de  prevenir  esos  motivos  de 
inconsecuencia  y  de  injusticia  inherentes  á  la  reno- 
vación rontíniía  del  personal  del  Poder  Supremo. 

Pero  hay  quienes  dicen  f|iie  este  sistema  no  es 
compatible  con  la  dignidad  de  un  pueblo  libre;  que 
el  gobierno  es  un  juego  de  azar,  pues  el  país  recibe 
isos  gobernantes  de  la  suerte  del  nacimiento. 

Este  es,  sin  eaibaigo,  el  gobierno  de  la  Gran 
Bretafla,  y  este  simide  hecho  es  el  mas  elocuente 
catecismo.  A  nadie  le  ocurriría  que  es  mm  digno  de 
on  pueblo  libre  tener  presidentes  como  Belztí,  co 
moMonagas,  y  no  un  sobf  rano  inofensivo  y  gracioso 
.como    la    Bci/na    Victoria  o  Leopoldo  de  Bélgica. 

En  cuanto  al  azar,  se  sabe  que  la  república  hace 
4  tiro  de  ilado  sus  elecciones  de  todo  género^  sin  le- 
yes, sin  sentencias.  Todo  es  resultado  del  soiitOj  y  de 
las  cédulas  cerradas  que  contienen  ios  votos  anóni- 
mos, etc.,  últimaDiente,  del  azar  de  las  batallas  de  la 
guerra  civil 

Casi  todos  los  presidentes  son  concebidos  en  las  en- 
trañáis del  cafion.  de  donde  salen  como  proyectiles  de 
guerra,  mas  bien  que  comomagistradüs  de  paz.  Es 
ipresidente,  de  ordinario,  el  que  ha  dejado  en  el  campo 
ie  batalla  mayor  número  de  cadáveres  de  sus  rom- 
patriotíis  disidentes.  Esta  es  la  realidad  de  la  repú- 
Idica,  aunque  la  teoría  haga  nacer  los  presidentes  del 
voto  libre  y  pacíticode  la  mayoría  popular.  I  ja  casua- 
lidad ijue  decide  de  la  suerte  de  una  batalla;  una  llu- 
via, la  muerte  de  un  general,  la  inasistencia  de  otro 
á  ütt  puesto,  ala  hora  dada,  deciden  de(|ue  la  nación 


—  184  — 

tenga  este  ó  aqEel  presidente,  es  decir,  que  el  ven- 
(;edor  sea  este  ó  aquel  eandidato 


§xx 


La  falta  ilo  gobierno  es  e^^iuela  de  j^obiernc» 

El  lual  de  Snd-Ainerica  es  la  falta  de  gobierno. 

Pero  ciianílo  s*'  piensa  en  la  razón  porque  falta 
el  gobierno,  e!  nial  tiene  el  aspectn  de  nn  bien. 
Expliq  neniónos. 

El  gobierno  fait-a  en  Snd-América.  no  por  que 
el  pueblo  sea  inobediente  e  incapaz  de  gobierno,  sina 
I)or  que  es  obediente  haeta  el  servilismo. 

Debe  esa  disposición  á  su  origen  español:  espafiol 
en  basta  hoy  mismo  en  eíía  calufad  ó  fUi'eeU),  según 
el   punto  de  vista. 

El  historiador  inglés  Bnkley  observa  que  España 
tiebe  todas  >ns  flesgracias  al  sistema  de  gobierna 
iine  la  ha  regidí»  por  siglos^,  es  decir,  al  tjolwme 
protector,  o  paternal^  o  tutelar;  al  gobierno  que  lo  hace 
todo,  sin  dejar  intervención  al  pueblo  en  el  gobierno 
de  sus  cosas,  que  gobierna  por  ñ^  para  él,  pero 
sin   el. 

Un  pueblo  de  esa  contlicion,  es  feliz  y  grande, 
si  le  toca  un  graTi  soberano,  es  despreciado  y  mi- 
serable, si  tiene  por  soberano  un  mal  hombre. 

Pero  <*omo  los  soberanos  no  son  buenos  cuando 
el  pueblo  no  los  fuerza  á  ser  tales,  casi  siempre 
son  piísimos  cuando  el  pueblo  es  servil 


—  xs: 


§  XXI 


Un  Soil  Amerira  la  HepubHra  liai'O  las  revolución psf 
110  ol  puoblu 

Dejándolos  libres  de  m\^  tfobierno  profedm\  la  re- 
volución de  la  independencia  ha  hecho  un  gran  bien 
á  los  pueblos  de  Sud- América. 

Ese  bien  no  consiste  en  que  carezcan  de  fz^obierno; 
tal  carencia  es  en  sí  misma  un  mal;  sino  en  que  no 
teniendo  gobierno,  están  en  la  necesidad  de  gober- 
liarse  á  sf  mismos—  Asf,  el  gobierno  libre  surge  allí 
de  la  necesidad  de  las  cosas.  Al  fin  llegarán  á 
esa  condición;  pero  no  es  esa  su  condición  actual. 

Habituados  á  ser  gobernados,  !*>  son  hnsta  hoy 
por  jefes  republií*anos,  como  lo  eran  por  reyes  nb- 
^5olatos:  sin  examen,  sin  intervención  propia. 

Si  los  nuevos  jefes  son  desobedecidos,  jamás  lo 
son  por  el  pueblo,  siru)  por  jefes  y  autoridades  ase- 
sorías que  mueven  al  pueblo  de  su  dependencia  in- 
mediata en  el  seutitlo  de  de-^conocer  á  otra  autori- 
dad.- Siempre  es  una  autoiiánd  la  que  inicia  y  He 
va  á  cabo  la  revolución. 

Así,  las  revoluciones  en  Sud-América  son  .s7^//í- 
pte  oiimih's,  Lejos  de  suponer  el  desconocimiento 
fie  la  autoñdad,  nacen  del  exceso  de  obediencia 
á  la  autoridad 

Esto  no  es  sofisma  ni  paradoja.  Los  hechos  de 
la  historia  lo  confirman  al  pié  de  la  letra.  V^éa 
inoslos  en  la  República  Argentina. 


■^'i8i;  ^ 


La  revolitcion  de  Mat/o  de  1810,  fuéhficliapor 
las  autoridades  municipales  y  militares. 

La  del  ailo  once  lo  mismo. 

Las  de  1820  lo  mismo. 

La  de  1^  de  Dkienilne  de  ib2«,  íué  del  ejér- 
cito. 

La  de  Octubre  de  1S33,  por  el  comandante  ge- 
neral de  Camparía. 

La  de  Febrero  de  IH52,  por  las  autoridades  de 
Entre  Rio5  y  Corrientes. 

La  de  once  de  Seticmhre  de  1H52,  por  el  ejército 
y  las  autoridades  provinciales  de  Buenos  Aires, 

SarmicMlo  fy  sus  copistas)  hacen  una  mnaitura 
del  Rio  de  la  Plata,  eu  lugar  de  nna  historia, 
cuando  ])intan  á  ]o^  ijauchos  como  incapaces  de 
gobiernu  y  de  obediencia.  Bajo  lionas  había  ma 
seguridad  en  la'i  carapartas  y  Pampas,  que  en  h 
ciudad  de  París,  (si  el  ataque  no  venia  de  la  au- 
toridad). 

Así,  pues,  las  revoluciones  de  tínd-América,  le- 
jos  de  ser  una  negación  del  hábito  de  obediencia, 
del  principio  de  autoridad,  son  la  prueba  mas  con- 
cluyente  de  su  existencia  aetmil,  porque  todas  la^ 
revoluciones  son  oficiales,  todas  emanan  del  go- 
bierno, y  si  se  hacen  populares,  la  popularidad 
misma  es  oficial,  es  decri^tada,  ordenada  por  el 
gobierno  pretendiente  contra  el  gobierno  en  de- 
cadencia. 

Son  verdaderas  revolacion^s  de  palacio,  apoya- 
das por  revoluciones  de  cmrtel:  motines  y  asona- 
diis,  masque  revoluciones. 


187  ^ 

I4OS  soliliiílos  se  sablevan  por  mandato  del  go- 
bíernu,  y  el  pueblo  se  alza  por  orden  del  gobierno 
f  de  los  soldados. 

Son  insarrecciones  oficiales,  desobediencias  de 
oficio. 

AM  íuú  la  de  25  de  Mayo  de  1810,  contra 
Esparta,  y  así  han  sido  todas  las  anteriores  y  poste- 
riores á  esa, 

Ko  hay  nna  sola  que  haya  emanado  del  pue- 
blo. El  pueblo  en  todas  ellas  es  pasivo  y  obe- 
díente.  La  insurrección  del  pueblo  es  un  acto 
de  obediencia;  su  desacato  mismo  prueba    su  su- 


revoluciones  se  fraguan  y  organizan  en  las 
legiones  miomas  del  poder,  y  salen  á  luz  hechas, 
formadas  y  armailas;  decretando  y  ordenando,  como 
gobiemos  constituidos. 

Una  rama  del  poder  existente,  es  sienipra  el 
plantel  del  poder  nuevo  6  revolucionario 

El  i|ue  quiere  revolucionar  jamás  se  dirige  al 
pueblo,  ó  al  menos  jamás  empieza  por  dirigirse 
al  pueblo  Se  dirige  desde  luego  á  la  fuerza  ar- 
mada, cuyo  apoyo  toma  por  punto  de  partida. 

Quitad  al  gobierno  la  calidad  que  tiene  por  su 
forma  republicana  de  ir  de  mano  en  mano,  y  las 
revoluciones,  al  estilo  actual,  dejarán  de  tener  ob- 
jeto. 

El  que  quiera  el  ijoder  buscará  ^\    ministerio 

las  bancas  del   Parlamento 


—  IRS 


xxn 


C'urioso    liberal iMiio 


IVido  ese  liheralisiiui  <jiie  luigea   Váliheriadi 
(lepreciíiciüit  tí  (lísruinucion  tlel  gobierno,    es 
cliarlatanismo  y  vergonzosa  ignorancia  de  las  co 
rionesque  hacen  existiría  libertad. 

Los  ijue  tal  libei'alisiuo    profesan    son  ¡iheti 
platóniroii.HUeim  eonoren  á  su  ídolo^  y  que  cuani 
lo  ven  de  cercii  le  tienen  miedo  y  le  esquivan. 
*J^i^s  dice   usted,- —  en  este  país  hay  una    n 
donde  ro(íór{í?s.tyas  se  habla  bien  de  losladronc 
ile  los  asesinos,  y  eso  eri  pübbV*^,  ímpuneinente  y| 
aplausos:* — y    ellos  exclaTním-  yw^  honor!- 
emlíargo,  esa  es  la  libertad  judiciaria,  esa  e^  lalil 
tad  de  la  defensa,  el  derecho  mas  precioso  de  j 
país  libre.  Ksa  casa  es  el  palacio  de  justicia. 

Les  dice  usted: — *  hay  otra  casa  donde  anien| 
son  alabados  y  aplaudidos  los  que  defienden  á 
enemigos  del  gobierno  y  del  país,  y  donde  i^e ha 
bien  de  los  países  extrangeros  que  han  atacado ; 
nación,  y  Iok  que  hacen  eso*^  aplausos  quedan  ii 
ne^,  son  respetados  y  nadie  se  atreve  :í   tocar! 
—  y  los  libf^nHea  exi^lamíin:  -  qué  horrar! — Sin 
bargo,  este  horror  es  lo  que  constituye  la  lit 
parlamentaria,  el  derecho  de  oposición  que  distin| 
A  un  país  libre.   Ksacasa  es  el  parlamentu 

Les  dice  usted'—    en  ese  país  se  imprime  y 
ilistribuye  á  todo  el  mundo  diariamente  por  nifl€ 


buipiares  Uj  4**^    ^f-  j.tí»-ue  ^  uhcehir  y  bai»i__ 
>r  roiitni  la  política  ílel  gobierno  de  la  Na- 
Hfleunt  rasas  magistrados,  y  hasta  contra  im  ins- 
ícme-i  del  \}nh:  y    eso    se  hace  inipuneii^ente 
>on    aplaudidos  los    que  k>    hacen  ,—^ los 
exclaman: — que    horrorf  -->\\n  embargo, 
la   libertad  de  la   prensa,  ínie  es  la  rr*¡tm 
b  otnis  garantías  en  los  países  libres. 
Les  dice  usted:—  hay    países  duude  los   ¡mi ¡os 
Itadores  dé  nuestro  divino  redentor,  l<is  herrjes 
'  s  por  la  Santa  Iglesia  CatóUcji.  y  has- 
y    lus    infivies,    pueden    constniir    srus 
y  tributar  en  publico    sus  cultos    sacrf- 
sín  que  ni  la  policía,  ni  la   ley,  ni    nadie 
estorbe;  y  los    liberales    exclaman  :— quf! 
_  r/— Sin  embargo  ese  horror    es  la   Uherüid 
'  €tíl(o8f  y  los  países  en  que  ella   florece  son   la 
Inglatena,    la  Union  de  Norte  Amí^rica,   la 
^nd;i     !ri    r^iaiHÍn     etr. 


§  XXIII 


y  liliertad  es  mrgtt.'-Biu  gobierno  no  hay  libertad 


íí  la  libertad  no  puede  existir  donde  falta  uu  jío 
eficaz  y  fuerte,  la  república,  que  es  inconipatibl** 
,el  poder  eíicaz   !<•  »^^  igualmente  nm  la  liberlatl 
iva. 

republicanos  que  en  Hud- América  anuncian 


—  IViO  - 


qiie  Tana  i-ealizar  la  tíbertod,  son  conio  esos  espíri 
tos  cmdalos  que  nos  aoncian  todos  los  (lias  haber 
descubierto  la  cmúdrmtmyt  dé  arcah^  el  $fior$mienta 
perpetua,  ecc.,ele.  Se  les  debe  tomar  del  mismo  modo 

El  tímon,  el  piiirto  de  apoyo  de  la  libertad,  es  el 
gobierno   La  libertad  no  ^lo  es  el  mas  alto  y  últi- 
mo progiv5o  *le  na  país,  sino  que  toda  ella  se  com 
pone  de  labor  abnegación,  esfuenro,  sacritício,  ac- 
tividad 

Se  ha  dicho  que  s^in  rirtad  no  hay  libei^tad; ; 
digo  que  la  libeitad  es  en  sí  misma  ana  rirtad, 
que  si  no  es  así,  no  es  nada;  es  wnii  vana  palabra* 

Kl  hombre  libre,  tiene  la  probidad  de  pagar  al)J 
Estado  sa  deuda  de  ciudadano  con  sns  servicicj 
personales^  por  la  palabra,  el  fU5Íl^^  el  dinero,  por 
asistencia  á  todos  lo^  trabajos  y  esfuerzos  de  int 
res  comon 

En  este  sentido  la  hbertad  es  una  pena;  eb  uní 
carga,  es  un  fardo,  $í  bien  noble  y  llev  adero  co- 
mo lo  es  el  i>Qder  mismo.  Es  el  trabajo  asiduo 
y  honesto  del  que  cuida  y  adrainistra  su  propio 
peculio.  Solo  el  mendigo,  el  que  nada  tiene,  "^^'' 
exento  de  esa  pena  gloriosa  y  feliz. 

Los   pueblos   corrompidos  y   enviciados   en 
ociosidad  aman   la  libertad,  no  como  labor,   no 
liliertad  práctica,  que  es  labor  continua,  sino 
mo  idea,  como  ideal  de  artista,  como  belleza,  que" 
dá  placer;  desde  el  sillón,  en  nn  café,  al  son  de 
la  müsica,  con  la  copíi  en  la  mano  y  la  ebriedad 
de  felicidad  en  el  alma. 

Si  alguna  vez  son  capaces  de  sacudir  su  serví- 


ra  ^ 


ival. 

Qaiereii  la  I  iberia  d^  como  poder  pura  y  exchh 
lujw;    no   para  todos    sino  para  sí  solos,     TTsadla 
tiira  ellos,  atacad  sii  opinión;  y  si  tienen  poder^ 
si  lo  tienen  todo,  os    pondrán  fuera  de  la  ley 

la  libertad  de  que  usáis. 

Si   á  tales  pueblos  se  impuiiese  por  la  fuerza 

obligación  de  ser  libres,  como  sabe  serlo  un  inglés, 

Carian  pedazos  á  sus  Hberfadores  y    defenderían 

sus  Mandas  cadenas^  su  rfo/cc/ín  «i^w/f. 

i:   .  á  la  vida  de  esclavos  por  su  voluntad 

se  creerían    hombres   de   libertad  por  este 

hecho. 

'  -   If-s  de  ese   género  son  los  que,  en  8ud- 

iian  amargado  los  diasde  sus  libertadores 

Sberales   que  han  perseguido  y    hecho   morir  de 

Gílor,  comoá  (ira nos,  Á  los  JiaUvur^  á  los  Siwn% 

.lus  Sati  Jiirr/i/í,  á  los   Monfem/adOj  á  los  Porfa^ 

r,  los  Rivadavia,  los  Várela,  á  lo5  creadores  de 

¡bertad  ó  independencia  de  América. 

"lo  la  libeitad  sin  el  gobierno  y  fuera 
no,  la  revolución  de  Sud-zVméricíi  ha 
tiosta  aquí  el  sacrificio  de  la  libertad  en 
jYv  de  la  libertíid  misma:  el  destrosso  y  la  pro- 
pión  del  mismo  ídolo. 
^y  esoij  singulares  liberales,  que  venen  toda  au- 
id  el  polo  opuesto  de  libertad;  que  creen 
modo  de  extinguir  la  urania  es  extinguir 
Jo  gabíerno,  para  que  no  tenga  sobre  qué  exis 
r,  como  quien  arraza  toio§  lo5  edificios  y  vive  en 


-  192  — 

cielo  razo,  para  que  ninguno  sirva  de  cárcel 
bíístilla,    esos    mismos    liberales,    que    no    hallan" 
bueno  sino  el  gobienio  que  no  puede  moverse  de 
extenuado  é  impotente;  eios  bravas  liberales,  to 
do  tu  piden  al  gobieriio;  todo  lo  quieren,  todo    lo 
esperan  del  gobierno,  y  sin  el   gobierno    no  fia- 
cen  naíla  por  sí  ni  para  sí  en  su  adelantamient4> 
y    bienestar.     Así  son  sus  progresos:  tan  lindos 
como  su   lógica. — Matando  las    autoridades  a  la 
europea,  atacando  y  minando  el  orden  en    nombre 
de  la  libertad,  se  alejan  cada  dia    rte  la    civiliza- 
ción de  la  Europa;  y  campeando    libremente  so 
bre  ruinas    y  en  medio  d»'    un  dt.^sierto  cada    diü 
mas  lóbrego,  la  libertad  tie  (|ue  se  acercan   es  la 
del  indígena,  la  del  hombre    primitivo;  el   ameii 
ntnismo  tjue  encuentran,  es  el  que  precedió  á  la 
conquista    del    nuevo    mundo  por  las  razas  y  lan 
instituciones  déla  Europa,  y^Iiínicíi  t|ue  pudiera 
invocar  y  legitimar  una  segunda 


i;   XXIV 


La  rE^públíra,   »s  antítesis  de  la  revolueion 


La  repübliaf,  como/oymaát*  gobierno  es  i^referida 
porque  se  pretende  la  única  que  garantiza  el  ejercicio 
entero  de  la  liheriad,  del  orden,  de  In  eirdizaeioH^  del 
bienestar  publico, 

Pero,  cuando  en  lugar  de  esto,  vemos  que  da 
opresión,  despotismo,  desírden,  pobreza,  indignida<l 


-  w^  — 

[t  dtrasü,  —sostenerla  á  todo  trance,  idenf  iftcarla  ron 
cü¿as,  es  perder  la  cabeza  y  marchar,  como  el 
látiro,  á  ciegas,  tras  de  un  ídolo  detestable  desde 
<jae  solo  produce  ruina. 

Poner  la    república^  aiTÍba  de  la  libertad,  del 
iew,  de  la  viqmza,  del  proijreso^  de  la  chúliza- 
i^crittcar  á  la  república,  la  hhniíul,  la  ci- 
íuacion  y  úproffnso.'^M  perder  de  vista  todo 
fin  de  los  gobiernos  cultos,  y  embrutecerse  y 
jradarííe  en  obsequio  de  una  quimera,    de    nu 
lintasma,  de  una  cosa  sin  significado   ni  sentido 
Y  lo  qne   es  peor^  en  nombre  de  un 
alo  de  interés  personal.     La  república  sig- 
ica  -//(í,  túf  aquel  en  el  poder:   el  poder  para 
nosotras  los  republicanos. 


£1  Brasil  no  ha  entendido  como  nosulros  Uis 
-,  y  una  experiencia  \ict0ri03a  le  hadado  la 
•"ifiia,  que  á  nosotros  se  nos  escapara.  Kl  Bra- 
sil ha  debido  a  la  monarquia  lo  que  nosotros  no 
hemos  podido  obtener  de  la  república. 
-  Tenemos  la  costumbre  de  atribuir  toílos  nuestros 
males  al  gobierno  español  pasado,  mas  bien  que 
á  I06  gobiernos  patrios  modernos,  Pero  el  gobier* 
no  portnguez,  en  América,  no  era  mas  liberal  ni 
mejor  que  el  español,  como  no  lo  es  en  Europa 
misma.  El  sistema  colonial  era  el  mismo  en  el 
Plata  que  en  el  Brasil,  Si  en  el  Brasil  no  ha 
sido  obstáculo  para  el  establecimiento  de  un  go 

13 


-  VM  — 

líierno  iiKmárqincu  cüiistitucionaK  con  totia^üs 
bertade?  conocidas  en  los  países  libres,  claro  es 
íjiie  en  el  Plata  no  es  el  pasado  régimen  el  obs- 
táculo pai'a  la  constiuicion  de  un  gobierno  estable 
y  libre,  sino  el  principio  inipractií^able  sobre  qU€ 
queremoí^  establecerlo. 


Nosotros  !eoinos  nuestro  obstáculo,  no  la  Espafm. 
Desde  50  año^  que  liace  que  no  nos  pertenecemos 
á  nosotros  mismos,  j  que  nos  gobernamos  á  nos- 
otros mismos,  fípor  qué  no  nos  educamos  para  el 
gobierno  propio,  en  lugar  de  educarnos  como  cuan- 
do éramos  gobernados  por  la  Metrópoli?— Tene- 
mos carrera  militar^  carrera  cclcsmsfkn,  carrera 
de  abogado^  carrera  de  médtco^  etc. — Por  qué  la 
wffí^ííf//7/íí(m  (poder  judicial);  por  qué  la  admimS' 
traeion  (poder  ejecutivo);  por  qué  la  materia  del 
pnfdicisla  (poder  legislativo),  no  son  carrera  igual- 
mente?— Al  examinar  qué  enseñan  nuei?tras  Tni- 
versidades,  no  se  diría  que  ha  cambiado  el  régimen 
político  de  América. 

Está3  no  eran  carreras  en  América,  porque  Amé- 
rica no  se  gobernaba  á  sf  misma,  y  estaba  excluida 
de  su  gobierno.  Lo  eran  en  España,  para  gober- 
nar A  la  misma  América.  Excluirlas  h  »^  *^-  resto 
colonial. 


ifXXV 


1a  r«!|iifbtic4i  tiH  68  \n  líbertüd*  romo  iu  Hiouarqiiia  no 
e?»  el  rlf^spotísiiif) 

En  qué  Scí  faiifla  el    amor  tan  encarnizado  á 
'Picana,  sino  es  en  la  aspiración  al 


Eív  en  d  amor  á  la  libertada — Pero  en  qué  re- 
a  de  *Sn*l-Ameriea  exií^te  la  liberüid?    Cnál 
.i»:tiU^  es  libn*?  Qiuí^ii  es;  libre  en  todas  ellas  si  mi 
el  gohítrrnoy 

Ks  el  amor  á  la  itrtialdad?  —  Pero  la  úfuahlad  no 

ea  I  ni  que  la  librtfad  en  todas  las  re- 

pe  ..  1  América,  En  ninguna  república 

\m  ignal  ante  la  ley  el  amigo  del  gobierno  con  el 

íopasi toral  gobierno,    el  hombre  rico  con  homlri' 

del  i»oeblo    La  igualdad  no    puede  existir  donde 

l&lta  la   libertad  de  acucar  y  dislatar   en   alto  lo- 

itaqn^s  beebos  ala  justicia  y  ú  ley.     , 

A?5Í*   la  repiíiílira,  lejos  de  ser  siníinino  de  li- 
ertail  y  de  i^^ualdad,  e:^  un  obstáculo  y  la  cansa 
qae  6n  América  solo  sean  nombres  vanos. 
La  ocnpiu  ion  linica  de  sus  gobiernos  se  reduce 
caer.  Los  niaí*  de  los  Presidentes  de  esas  Re- 
plicas, dicen,  como  Mecenas: 

¿»,.*.*.-Qii'on  me  rende  irnpolent, 
je  vi  ve,  c*e5l  osé-e^.U  .,•...., 

Vivires  todo  su  fin  y  su  victoria.   La  condición 
ffi    »»Kí^tir  romo  sfobiprno  eM  nn  srobernar: — pri- 


mero,  porqae  el  gobierno  no  tiene  p!>der;  segundoj 
porque  es  el  solo  medio  de  ser  obedecido,  esto  es/ 
m*  mandar  co^a  algnna 


Así,  lejoi  de  ser  ant  i -americano  el  de^eo  de  ver 
pre?5alecer  el  gobienio  á  la  europea  en  Sad- América, 
ítp  necesita  detestar  á  la  América  para  desearla 
por  cincuenta  años  mas  el  gobierno  que  ha  tenido 
en  los  últimos  cincuenta. 

Ni  se  comprendería  cómo  ese  gobierno  tenga  par- 
tidarios, si  todos  hubiesen  perdido  por  su  causa 
cuanto  han  perdido  los  pueblos.  Pero  lo  que  pam 
la  patria  ha  sido  causa  de  i  uina,  machas  ve^s  ha 
Hjdo  para  los  patriota  causa  de  prosperidad. 

Qué  de  fortunas  privadas  no  se  han  hecho  con  la 
Tortuna  pública,  á  favor  de  la  falta  de  gobierno^ 

Qué  de  títulos,  qué  de  galones,  qué  de  rangos  y 
puestos  brillantes  no  se  han  ganado  al  son  de  las 
doctrinas  igualitarias,  administrando  la  ruina  y 
dirigiendo  el  derramamiento  de  sangre  de  las  már- 
tires repúblicas ' 

La  república  ha  ^lAu  y  es  el  pan  de  los  1' 
denles,  el  oficio  de  vivir  de  los  militares,  la  indti   : . 
de  los  abogados  sin  clientes  y  de  los  periodistas  sin 
lúencia;  el  refugio  de  los  náufragos  de  todo  gér 
ro,  (la  república  actual  de  Sud -América,  bien 
tendido),  y  la  máquina  de  amalgamación  de 
las  escorias.—  Cámo  no  ha  de  tener  partidarias  exp- 
iados! 


§XX\i 
r«púbUra  ese]  ideal:  la  monarciuiu  es  í*l  hei*ho  det 

La  momirquia,  es  la  lealiilad  del  gobierna,  es 
el  gobiemo  positivo  y  pní etico,  el  gobi<^rno  linmaiid, 
f*Ti  el  seutido  de  que  es  enfermizo  eonio  el  liuinbre 
I.*a  república  eslapoesia  del  gobierno;  el  gobierno 
ideal,  que  puede  ^nvir  en  la  mente»  en  los  deseos 
del  hombre,  pero  que  el  hombre  no  puede  realizar 
>ino  de  nn  modo  mas  ímperfeeto  qne  la  monar- 
quía 

Cuando  disentimos  de  la  reiniblira,  no  disentiuiüs 
iit  Ja  repiVblira  en  sí.  de  la  república  abíítraeta,  del 
ideal  déla  repiíblica;  sino  de  la  rí?publica  deforme 
j  inanstruosa,  que  vemos  en  práctica;  de  la  repiibU- 
Tí  tiranía;  con  miseria,  con  desórdenes,  ron 
dos,  disentimos,  en  una  palabra,  del  gobierna 
i|tie  vemos  en  Bolivia,  en  el  Perú,  en  Venezuela, 
en  Nueva  Granada,  en  el  Plata,  etc,  que  , solo  por 
i^^^arcasino  puede  apellidarse  rrpuhlicano. 

La  monarquía  tiene  defectos  Pero  el  hombre 
110  los  tiene? 

La  monarquia  dice  como  la  Magdalena  á  suíí 
detractores:  la  república  f/ur  esté  sin  prcado^  (¡u*  m^ 
tire  Itt  prinifra  piedrín 

Es  una  especie  de  candidez  el  decir:  yo  qnirm  la 
.repúfflka^  porque  es,  la  mas  bella  de  las  formas. 
Es  como  si  un  niño  á  quien  se  preguntase:  Qué 


-  198 

profesión  quieres  seguir?  respondiese: — «  Ytí^  guie 
Sfí  R?i/^  ponjnecii  la  mas  belfa  de  las  posiciones. 

Abolir  todos  los  ^^obiernos  que  no  se  parecen 
literalmente  al  ideal  republicano,  es  como  condenar 
á  muerte  íí  todo  hombre  que  no  se  parece  al  Apolo 
del  Belvpfler,  y  á  toda  mujer  que  no  se  parezca 
á  la   Venus  de  Mediri$> 

Todos  sabemos  que  la  belleza  de  esa  estatua  es 
el  ideal  de  la  belleza  femenil;  pero  no  dejamos  de 
adorar  á  nuestras  madres,  á  nuestras  mujeres,  X 
nuestras  hermanas  por  que  sus  facciones  y  fisonomías 
sean  disparatadas  y  monstruosas,  si  las  comparamos 
con  el  ideal  de  la  muger. 


55   XXAai 

Nuesirai  rejiiiblk*as,  son  tii(iiiar<]uíii^  vacaiitesi,  reglen- 
cías  ileniot*  rútilas 

Una  monarquía  sin  rey,  no  por  ';^it  .:^  una  re- 
pública; como  una  república  sin  gobierno,  no  por 
eso  es  una  monarquía. 

Ver  una  república  en  todo  país  que  se  queda  sin 
gobierno,  es  un  mal  cnmi*limiento  á  la  república. 

El  monarca  no  es  la  monarquía:  es  el  represen- 
tante, el  depositario  de  la  autoridad  monárquica. 
La  monarquía,  como  autoridad  y  forma  de  auto- 
ridad,  existe  en  la  Nncion  misma,  á  doble  título 
que  en  su  monarca.  Asi,  el  monarca  pasa  pero  la 
monarquía  queda.  Cuando  muere  el  7?ci/,  queda 
vivo  el    Rf'biif 


^_  1911  _ 

La  Grecia  por  ejeiuplo,  en  estos  momentos,  no 

es  una    reiítílvlica   porque  esté  sin  rey  y  sin   <.: 
nnsiia. 

No  lo  fué  España  durante  el  cautiverio  de  su 
Rey  Fernando  VII 

Ni  U»  fuimos  nosotros  mismos,  por  ese  cautive- 
T-í..     que  tanibien  nos  deju  mi  Rey,  según  lo   de- 
II  las  Aftas  do  creación  de  nuestros  primeros 
mos, 
i. i  gobierno  lU*  un  tvinu  >iu  Key,  e>  una  Re- 
gettcia.     Tal  fué  d  carácter  de  las  Junta,s^  que, 
conforme  á  la  Lf//  rfe  Partkhi,  gobernaron  ú  E 
en  180S,  por  la  ausencia  del  Key, 
.    lio  fué  otro  el  carácter  original  <1p  nne>.tí'ns 
gobiernos  patrios,  en  Amfrka. 

No  lo  han  perdido  hasta    hoy  en  cierto  uiodi», 

-' ^     ^'  ^  an    tomado    nombres    nuevos      Xnes- 

iíeas   ó    comunidades  Americanas,  son 

Reinos  gobernados  por  Presidentes,     En  lugar  de 

.'^    //   th    Viieiff's — f/ohenéadoies,   como    untes 


Nü    lo  declaran    así    sus   íítulus,  bien    -eí^nro, 

pera  !o  declaran  sus  poderes,  su  política,  sus  me- 

»l!f»«   de   gobierno,  i|ue  tienen   un   sentido  niomir- 

>,  que  no  revelan  los  títulos. 

>€  alegará,  en  el   Plata  Ja  falta  de  una   nobleza 

roTiiu  prueba  de  *|Ue  ese  país  formalm   niui  cfdonia 

Míranart  democráticar' 

Sino  tiene  una  nobleza,  tiene  xmiiiuistociücm 

ooinpuesta  de  ricos,  de  hombres  de  f'didos  (mil da- 


—  ^im  — 

res,  doctores  j  cí eriges),  es  decir,  de  mpaadm 
— ^y  capacidad  legal  vitalicia  y  exclusiva,  significa 
privilegio,  poder  personaL  Esos  nobles  se  Ihiman 
notüMes, 

La  ausencia,  de  una  nobleza  en  el  Viieína 
de  Buenos  Aires  solo  probaria  que  fué  una  mat 
monarquía,  es  decir,  sin  contrapeso.  Con  su  actual 
aristocracia  de  hecho,  son  ref/encias  templadas  par 
revoluciones,  es  decir,  de  peor  temperamento  que 
si  fuesen  monarquías  simples  ó  despóticas. 

No  hay  nobleza  titulada;  pero  hay  cannlla,  pfé- 
6e,  gentuza,  populacho,  en  nuestro  lenguaje  y  en  el 
hecho;  luego,  la  igualdad  de  clases  no  existe 


§  xxvnT 


La  monarqnia  hitentt^  hujo  Iii  rciiúblieaen  Suif  América 


Se  íiiiiere  saber  cómo  nacen  ó  se  forman  las 
dinastías?  Los  presidentes  de  América  lo  demues- 
tran todos  los  dias,   por  su  propio  ejemplo. 

Cuando  se  trata  de  las  elecciones  de  un  sucesor 
en  el  poder,  á  menudo  son  postergadas  en  nom- 
bre de  alguna  situación  extraordinaria,  por  la  ra 
zon  de  que  las  elecciones  son  siempre  en  sí  mismas 
una  crisis  grave,  que,  si  se  agrega  á  lo  que  exis- 
te, ht'ce  inminente  la  ruina  del  país. 

Con  cuya  manera  de  interpretar  la  constítuciou 
y  el  tíírmino  que  ella  seílala  á  la  duración  del  poder 
del  Presidente,  le  bast^i  á  este  suscitar  una  sitúa- 


I 


!?01 


rdoii  extraordinaria  cuando  se  acerca  su  tériniín* 

liara  tener  nn  pretexto  mas  respetable  que  la  con^ 

.  ..    :  .    misma  (la  vula  del  paísi  de  prolongar  iri 

..lente    su    presidencia.    KjeTiiplo>     Hosa- 

t  fribe,  Joai^ez.  Soarez,  etr 

Paes  biei).  Jos  fundadores  de  dinastías  no  razona 
ixm  de   otro  modo,  ruando  hicieron  del  gobierno  ui 
patrímonio    de  su  persona  y  familia,  para  no  ex 
la  vida  del  país,  agregando  á  sus  vaivenes 
'^'h^la  crisis  siempre  ^ravp   de  una  elección 
Supremo. 
1^  república  se  distingue  en  yiie  esas  crisis  .son 
eü  decir,  que  es   ordinaria   la  situación 
,. itiúna,  y  ♦!   poder  ricfprwHdl  ^^   el   po- 
der permanente 

Así,  en  las  Repúblicas  italianas  de  la  <  dad  ine 
áía^  observa  Monstesquieu,  todos  los  poderes  pu 
biicog  residían  liabitualniente  en  las  nTano>  exclnsi 
t«$  del  Jefe  Supremo,  que  para  mantener  en  pi* 
la  autoridad  de  su  gobierno  necesitaba  de  ma- 
foT  poder  que  el  Sultán  de  Turquía. 

Aíí,  en  Sud-América,  crear  situaciones  extraor* 
ias  ¡dentro  d  fuera  del  país)  es  el  arte  de 
rir.iiíve   poderes  extraonlinarios,  es  decir,  de  sus- 
pender la    constitución,  y    prorogar   la    durariou 
constitucional  del  poder 

No  hay,  según  eso.  mas  i|ue  un  medio  de  pre- 
venir las  situaciones  extraordinarias,  y  es  luicer 
que  ellas  no  sean  razón  de  suspender  la  Consti' 
^ioiK  Eso  se  ha  visto  en  Estados  Unidos,  du- 
Me  su  gran  guerra  civil  de   1S62,  cuyos  bor- 


—  202  — 

rore^  no  han  bastado  para  que  la  GonstJtucÍ3n 
suspenda. 


§  XXIX 
La  moti:u*qiiia  latento  ñu  Sttd«Am4''rÍrii 

Si  hay  un  houibre  que  pueda  coiisiderar.sí?  cm 
la  obra  excüniva  y  neta  de  la  monarijuia,  es 
nmericauo  del  sud.     Se  le  puede  mirar  amm 
expresión  del  sistema  mouárquico:  en  sus  iustintc 
en  sus  hábitos,  hasta  eu  sn  exterior,  está  están 
pado  el  sello  de  la  antigua  sociedad  monárquica" 

La  etiqueta,  lo  ceremoniosü,  la  falta  de  expon- 
taneidad,  que  distingue  á  la  sociedad  y  al  ameri- 
cano fM  sud,  nu  son  caracteres  de  un  republicano, 
sino  de  un  monarquista,  de  un  aristócrata  europ'^  *" 
(fe/  íintif/HO  réffimeu. 

ün  conde,  un  marques  de  Europa,  se  sorprenden 
al  ver  mas  etiqueta  en  una  república  de  Snd- Amé- 
rica que  eu  cualquiera  corte  de  Europa. 

El  que  ha  visto  lo  que  en  Sud-Am*?rica  se  llama 
un  Jóren  bien  educado  de fnmiHu  distiwfHida,  no 
halla  nada  que  se  le  parezca  en  líuropa,  ún  i  es  el 
uoble  de  educación  clerical;  es  el  condesito  de  la 
comedia  de  Gibo¡fvr\  «obre  todo  en  la  América  me- 
diterránea donde  subsiste  intacto  el  antiguo  régimen 
sin  nías  alteración  que  el  nombre. 

Ko  es  paradoja  el  decir  que  en  América,  bajo 
la  rfjridjUat  nominal,  existe  el  monarquismo  tan 
arraigarlo  en  \k\^   usos,  como  la  democracia  existe 


-  'UVA  — 


USOS  de  la  Ecropii  bajo  la  nioiiarquia  rari- 

y  visible. 

'^^   en  el  salón  de  nivá  familia  dccenle,  en  Sml* 

iij  mas  etiqueta  y  ceremonias  que  en  la  rea- 

del  primer  duque  en  Europa.— La    mas  sim- 

'     '   ■=  oraisioiiéí^;  la  menor  de  las  líbertade.^ 

11  en  la  ^^ociedad  arístocnUica  en  Kurupa, 

ria  jmsar  por  un  grosero  y  traeiia  eneinistadeá 

qne  las  erapleast:  en  una  sociedad  de  esas  repií- 

La  salida  en  soeiedad,  es  tan  cei'emoniosa 

1a  mitrada;  los  honores  son  debidos  no  solo  á 

dueños  de  casa,  sino  A  todos  los  presenten  indi- 

laiente.     A  cada  persona  que  entra,  todo  el 

ido   Me  paia. 

\J  n  mano,  al  menos  de  palabra,  es  de  rig^or. 

-^1 /i'.v^*iV^  de  Vil,  es  el  saludo  de  un  caballero 

•    seAora.— f/¿í/e</,  es  el  hablativo  ronqueen 

^ua  de  esas  repúblicas  se  designa  por  tercera 

er^ona  á  su  interlucutor,  como  se  habla  á  un  mi- 

afetro,  <">  an  sirviente  habla  ;í  su  amo. 

Todo  nombre  es  precedido  det  tratamient»^»  de  don 
'Sft  admite  como  galante  la  partícula  í^/í'. 

haíles,  hasta  ahora  poco,  han  sido  el  nnnnet, 

j^r.süradanza,  bailesi  serios  en  que  hi  rnagestad 

leá  la  gracia.     Han  cedido  su  lugar  pai'a  bai- 

mas  rivo.  pero  no  mas  alegre,  ni  mas  republi- 

lOO. 

.La  aristocracia,  e^tá  en  la  lengua  misntas,  que 
sblaii  ےSOs  republicanos,  que  es  la  lengua  nionar- 
[quista  de  la  monarquista  España. 

Los     criados  llaman  mfirrd  4  sus  amos.     Los 


—  «M  - 

hijos  piden  la  bejidición  á  sus  padres,  y  besan] 
mano  en  signo  de  obeditíncia,  todo  como  en  la : 
lia  feudal  de  la  Europa. 

Todo  esto  exiííte  en  la  vida  civil,     L-á  anón 
qiiia  existe  en  la  organización  áe\n,Jamilia, 

En  la  ridft  politufi  esíií  mas  alterado,  pero  qué 
lodo  lo  esencial  ¿i   la  niunarqiüa. 

Un  reté  no  es  tratado  con  mas  respeto  y  etiqt 
que  un  Pin^ideufe.  Su  palacio  y  su  persona  no 
mas  accesilíles.     Las  guardias  se  furuian  á  la  ] 
sencia  del  Presidente  y  baten  la  caja.-- Los  minist 
del   Presidente,  gastan  mas  prosopopeya  que 
i\e  im  Key.     Los  países  de  Europa  son  testigos] 
t|ue  un  ministro  diphmiHico  de  uíuí  n'pnbüca' 
Sud-Aménc(if  dispensa  y  exije  el  mismo  tono  i 
el  de  una  monarquía  de  Europa. 

Uíinde  e>tá  el  republicanisuiu  de  csiis  república 


Üeiiiocracitt 


Los  caudillos  son  el  fi  uto  de  la  democracia;  peí 
n«k  son  su  esencia.     No  solo  es  posible  snprimirl 
sin  suprimir  la  democracia,  sino  que  aun  es  precil?' 
suprimirlos  para  salvar  la  democracia. 

Cómo? — Europeisando  la  democracia,  es  decir, 
dándole  una  centralización  fuerte  y  tada  la  inamo- 
vibilidad  compatible  con  la  república. 

Emopcisar  la drinonaeia,  no  es  un  contrasentido. 


—  2{\h 


¡ilea   quf^  se    comprende  y  un   hecho  qiie  se 
Iza 

jmucracia    no  c>   una  íoniia  de  gobiernu;  es 

del      goliieruo    uiüíterno,  [mes  iih   c^s  otra 

que  la    soberanía  del  puebhj. 

ileni€K*racia    es  tan  variada  conin   las  turmas 

[el  pueblo  puetle  delegar  en  el  ejercicio  de  sn  so- 

inia.       Cuandti  esta  delegación  se  hace  en  mi 

laño      Presidente,  la    deniocracia  es  una  re- 

lliea;    •  lo  la  delegación  se  hace  en  nna  ta- 

ó  íU---       la,  1h  democracia   es  una  niíinarquia- 

beclio   se  lia  realízadr»  en  l^iancia  dos  vft- 

en    que    el    imperio  lia  sucedido   lí  la    repü- 

pur    la  obn^  «le  la  ilemocraciaj  golionMda  pi>r 

nucesidad    de  paz. 

I  Se  ha  realizado  en  Inglaterra  dui»  veces,  cuan- 
la  RepüVjlica  de  Cromwell  íné  reemplazada  por 
muuaniuia,  y  en  1688,  en  la  segunda  revolu- 
i,  cuando  el  pueblo  ingles  derrocó  á  Ja  cobo  II 
reasuiuiu  su  soberanía,  no  para  delegarla  cu  on 
^l-esidente,  como  pudo  hacerlo,  sino  para  delega)- 
en  la  dinastía  de  (tuillenno  111,  de  creación  po 
y  democrática. — Ese  es  el  origen  y  la  esen- 
,del  gobierno  lil^re,  que  hace  boy  nrisrao  la  glo- 
de  la  Inglaterra  y  la  escuela  de  lihertad  para 
Repúblicas  mismas  de  ambos  mundos. 

Flolanda,  en  Uélytca^  en  firrcia,  en  Italia,  la 
rqiiia  no  es  otra  cosa  que  la  deiiiocracia  per* 
ida  en  un  soberano  de  origen  popular;  es 
la  ihmoaacio  monarquüada. 


La  democracia  no  eíi  la  repulí icn.  Laboulnj 
demócrata,  lo  confií'ma,  por  estas  palabras  en  q| 
hace  su  profesioít  de  Je,  á  sus  electores  á  la 
mnra  de  Diputados  monarquista,  en  Marzo  de  18( 
en  Francia:  — 

K   Ma  devise  est :   Democratie  et  liberté, 
*  J'entends  par  democratie  un  état  social 
(gráce   á   Teutiere    liberté  dn  travail,  da  créd 
de  VassociatioUj  de  la  presse,  gráce    a  lensei^ 
n);-üt    largement    et  gratuitement    distribué) 
ijitijlleures  chances  possibles  sont  offertes  á 
houime  houuete,  econome  et  laborienx. 

La  liberté   que  je  reclame,  c*est    celle 
rend  chaqué  citoyen  inaltre  et  responsable  de 
actions  et  de  sa  vie  ;  cest  le  regne de  la  loi  üub^ 
tué  au  régne  de  Vadrninistration.  > 


§  XXXI 

La  moniirqiii.a  en  Europa  ('(»nei1inblr  con  la  (lemocm^ 
cia  en  América.— Líí  rcpiíUlica  ua  es  In  deinoeraeia* 
Cita  puede  ser  nrislücnitícut 

«Ved  en  trono  á  la  noble  iguajdod.» 

La  manera  europeista  de  gobierno,  lejos  de  ser  | 
una  confra-revoltícion   ho>til  A  la  democracia^  \m 
abandono  de  la  causa  de  la  revolución  de  la  ín- 
dejiendencia;  es  el  ennoblecimiento  de  la  democra-_ 
cia  y  de  la  revolución,  por  la  asunción  de  la  for 
condigna. 

De  j)lel>pva  v   canalla  la  democracia  pasa  á  ser 


^le.     En  vez  de  rebajai^sc  á  un  innoble  uivd  par;t 

icoiitrar    la    ifinahlad,  la  busca   en  las    alturas. 

Prefiere  la  noble  igualdad  A    la  ff/naldud  utnoble. 

La  democracia,  lejos  de  ser  la  rqmbUca,  tiene  en 

esta  la  peor  de  «os  formas. 

w  Estoy  lejos  de  creer»  dice  Tocqueville,  que  la 
forma  actual  de  la  deniücracia  en  Norte-Anit^rica 
(la  república)  sea  la  ünica  (jue  ella  pueda  tomar 
y  la  mejor 

Los  dos  mundoíí,  según  é!,  u*archan  hacia  la  demo- 
cracia, no  desde  ayer,  sino  desde  siglos.  Esc  íend- 
meno,  no  es  sola  de  América,  sino  también  de  Europa» 
"^•**  '^'^  natuialmentees  mas  aiitiguo.  Tal  vez  á  él  se 
<juc  la  America  del  Norte  esté  pablada. 
Pero  la  igualdad  de  condiciones,  segnn  el  mismo 
Tocqueville,  que  distingue  esencialmente  á  la  de- 
mocracia, no  siemiire  tiene  por  consecuencia  iuevita* 
^X^iVa  república.    También  puede  llevar  á  la  wow^/r- 
.  con  cuya  furma  es  tal  vez  mas  compatible  que 
la  república. 
I^  monarquía  democrática  fundada  en  el  prin- 
ío  de  la  !^obcrania  nacional,  es  la  mas  capaz  de 
egnrar  á  la  democracia  el  éxito  de  su  imperio  du- 
rable, íranguilo,  y  siempre  progresivo,  como  se  ve 
siaceder  en  Inglaterra,  en  Francia,  en  Alemania,  en 
'la. 
,.iay  equivocados  están  los  americanos  si  creen 
Iqae  solo  en  América  progresa  é  impera  lo  democra- 
cia. La  Europa  no  presenta  un  hecho  mas  sensible 
íen  su  moderna  historia,  que  el  progreso  incesante 
I  de  sus  sociedades  hacia  la  igualdad  de  condiciones* 


-^  208  — 


Pero  esta  igualdad  no  excluye  la  gerarquía 
tiiral  de  las  capacidades.  Ella  consiste  en  que  todas 
las  clases  tienen  igual  acceso  a  la  capacidad,  que  e& 
el  pergamino  de  la  nobleza  democrática.  Cada  uno 
puede  llegar  á  ser  grande,  si  quiere  ó  puede  adqüi* 
rir  la  capacidad  ó  grande^ía  riíitural  de  que  es  exp] 
,sion  la  dé  la  sociedad. 

La  democracia  puede  ser  republicana  ó  mo: 
quista  EJsta  última  es  la  uiouarquia  constitución 
nal,  (lUe  consiste  en  el  gobierno  del  pueblo  y  del 
Uey  á  la  vez;  es  el  goinerno  del  soberano  pueblo^ 
representado  por  el  jRc//  sokrano. 

La  democracia  coronada  en  la  cabeza  «le  su  iv- 
presentante  regio  ó  imperial,  es  la  Hhertad  alia- 
da con  el  orden;  es  la  democracia  sin  tempesta 
des,  sin  revoluciones,  sin  anarquía^  sin  tiranía,  sin 
escándalos;  digna,  seria,  sabia. 

Esto  no  es  una  utopia.  Tiene  una  prueba  es- 
pléndida en  la  bistoria  de  la  Francia  de  nuestros 
dias  Esa  es  la  forma  que  ba  tomado  la  revolución  de 
la  Francia  para  escapar  de  los  excesos  ruinosos  de 
bi   república. 

El  gobierno  íictual  de  la  Francia,  es  la  revolución 
de  1789,  coronado:  sus  colores,  sus  principios,  sus 
glorias,  sus  conquistas  administrativas  y  legales, 
sus  reformas  y  cambios  en  el  sentido  de  la  igual- 
dail,  de  la  libertad  y  de  la  mejora  de  los  pueblo:^, 
^on  los  mismos. 

Aunque  la  dinastía  de  Napoleón,  emanada  de  ent- 
orígen,  los  haya  salvado  dos  vece>;,  tomándolos  de 
manos  de  la  liepüblica  y  colocándolos  en  la«  0*^  t 


monartitiía,  todas  las  iliiiastfa.s  que  li^n  gobernada  ¿í 
I  después  de  su   revolución,  han  tenido 
ir  el  poder  con  la  democracia,  y  que  ser  y 
fesarse  la  revolución  del  S9,  no  abolida,  sino 
i!ífr>rmada 
^"La  historia  inglesa  (íresenta  un  ejemplo  de  es 
ta  verdad,  todavia  mas  aplicable  á  América,  en  la 
c^ecie  de    mtnuin/Hht    republicana  de  Cromwell, 
í/Fi     '     'el  título  d*   Pi'of4xtot\  por  la  fjracin   dv 
Ih    .        ¡n  R'i¡nMici  íIp  lujlakrra^  iiivestia  el  po 
ilerperp^tuo  y  hereditario  de  un  monarca. 

Xi   en   Europa  ni  en  América  seria  justo  cali- 

Hcar  de  cotUra^remlnami  ó  reacción  contra  la  re- 

voiiicioa  moderna,  el  establecimiento  de  monarquía-» 

I  democráticas    constitucionales. — Habrá  quien  pre 

[te^   *        "  "  el  i]íubieni(í  actual  de  la  Francia,  sea  una 

[re- ion  del  antiguo  régimen  destruido  en  1 789? 

Fodria  calificarse  la  monarquía  independiente  y 
>T  ional  del  Brasil,  como  uiui  contra-revolución 

.r;..i*te  para  la  America? 
La  revolución  de  América  no  tuvo  por  objeto  la 
úblieaúmí  la  independencia,  e^á^cir,  la  auto- 
tía  del  nuevo  mundo.  Con  tal  que  este  hecho 
subsista  inviolable  y  respetado,  la  revolución  está 
calvada»  sea  cual  fuere  su  gobierno 

Ahí  h*  entendieron  los  autores  mismos  de  la  revo* 
tocíon  de  la  independencia  de  Sud  América,  cuando 
después  de  :i-segui"ada  y  conquistada  en  todos  loj^ 
terrenos,  aí^piraron  áilar  al  nuevo  gobierno  demo* 
i/ráUco  ó  popular,  la  lonna  monarquista. 


Lo  que  querían  Belgrano,  Sfin  Martín,  Rivada- 
vía,  Bolívar,  í^ucre,  etc.,  es  cabalmente  lo  mismo 
que  hizo  Napoleón  en  Francia,  domle  la  revolución 
de  1789  ha  conseguida  por  esa  forma,  la  amistad, 
la  paz,  el  respeto  y  el  rango  de  los  Royes. — Es  : 
eoneordia  de  bs  dos  principios — la  ¡ibprtadj  el  oi\ 
den  en  la  Ley.  Por  eso  es  llamado  ú yobierno  ¡mrln 
mentarlo^  couio  también  se  titula  representativo, 
porque  e^  el  pueblo  que  golderna  por  poderes  ema- 
nados de  su  voluntad  soberana,  no  ohstaute  su  ca- 
rácter de  perpetuidad  y  centralización. 

Es  el  gobierno  de  la  paz  y  de  la  libertad  por  ex- 
celencia, y  su  dechado  mas  glorioso  es  el  gobierno 
de  Inghxterra,  que,  lejus  de  ser  artificial,  es  el  mas 
probado,  firme  y  viejo  de  cuantos  existen  en  los 
dos  mundos. 

Es  la  forma  de  gobierno  en  que  las  revoluciones 
democráticas  acaban  por  encontrar  la  paz.  La 
Holanda,  la  Polonia,  la  Fiuncia  lo  lian  probado  poi* 
ísu  historia,  y  lo  probaran  á  su  tiempo  los  Estados 
Unidos,  que  no  hallarán  la  paz  de  que  han  sido 
abandonados  sino  en  el  seno  de  un  estado  unido 


%  XXXII 

Los  partidarios  de   1»  repiiblii^a  y  el  por  quí 

Por  qutí  la  república  es  para  Mitre,  Juárez  y 
Ola,  mas  esencial  que  la  ¡ibertad,  la  independmüia, 
la  soberanía  del  pueblo  y  todo  lo  proclamado  por 
la  revoluciona 


—  211  ^ 


Porque  de  todos  esos  principiosj  la  república  es  eí 
Tínico  que  puede  poner  en  sus  manos  el  poder  aohe 
rano,  ella  es  el  único  principio  que  puede  hacerloi> 
soberanos  por  4  años. 

Quitad  la  república  y  dejad  en  pié  todo  lo  d» 
mas:  con  solo  ello  la  revolución  no  podría  dar  < 

ier  soberano  á  patriotas  del  desprendimiento  de 

[itre,  Juárez  y  Cia, 

Belgrano,  Rivadavia,  Posadas,  eran  indiferentes 
hacia  la  república,  porque  no  aspiraban  á  tener  en 
sus  manos  el  poder  soberano, 

A  patriotas  como  Mitre,  Juárez  y  Cía.,  dejadles 

independencia,  la  soberanía    del  pueblo,  la  li- 

'Tiertad,  la  igualdad,  la  seguridad,  la  paz  en  el  país; 

no  les  habéis  dejado  nada  si  exceptuáis  la /Yy?'éií/¿frt, 

porque  solo  ésta   puede  colocar  el  poder  soberano 

en  sus  manos  desinteresadas  y  patriotas. 

Por  el  contrario,  arruinad  la  libertad,  la  sobera- 
ia  del  pueblo,  la  independencia,  la  integridad,  la 
paz  del  país,  todo  eso  nada  importa,  con  tal  que 
quede  en  pié  la  república,  que  al  tin  puede  hacer- 
los soberanos,  aunque  sea  de  ruina  y  de  escombros* 

En  cuanto  á  los  reptéHcanos  europeos,  opositores, 
á  la  monarquía  en  Sud-Anií^rica,— lo  que  ellos 
quieren  es  que  exista  en  América  un  hecho,  que  se 
apellide  república,  aunque  esa  apellidada  república 
no  sea  en  realidad  otra  cosa  que  un  infierno  de  vivos, 
Como  no  se  alimenta  el  fuego  de  ese  infierno  con 
^u  carne  y  huesos,  muy  cómodo  es  desear  la  prolon- 

cion  á  expensas  del  prójimo,  mientras  se  disfruta 
le  seguridad  bajo  la  odiada  monarquía. 


—  212  — 

Pero  esos  republicanos  europeos^  saben  biea  que 
la  América  del  Sud  es  incapaz  de  realizar  la  repúbli- 
ca; que  lo  que  allí  se  practica  con  este  nombre,  pa- 
rece mas  bien  hecht»  en  odio  y  deí^crédito  de  esa  foima 
de  gobierno. 

Sin  embargo,  ellos  quieren  que  la  xVniérica  sea  re- 
publicana,  aunque  la  república  sea  para  ella  un 
suplicio 

Se  diria  que  por  via  de  estudio,  de  experimentación, 
liacen  con  la  América,  lo  que  el  médico  con  el  ca- 
dáver de  otro  hombre  estudia  en  él  la  anatomía.  Lo 
que  el  químico  con  los  gatos,  para  estudiar  la  acción 
de  las  sustancias  en  el  organismo. 

Son  lo  que  el  estudiante  delante  de  la  mesa  de  di- 
secación de  los  cadáveres. 

Si  el  cadáver  pudiese  despertar  6  volver  á  la  \ida, 
el  estudiante  se  opondría  en  nombre  déla  ciencia, 
pues  sin  muertos  no  e^  posible  conocer  la  ana- 
tomía. 

La  América  es  el  cadáver  en  la  mesa  de  estudio 
de  estos  filántropos  republicanos,  qu¿  aman  la  repú- 
lílica  desde  lo  alto  de  la  monarquía. 

Proponedles  e^tUíliar  la  anatomía  en  sus  nervios 
de  ellos,  disecados  al  efi^río  erharán  al  diablo  la 
ciencia. 


§  XXXIII 

Preoeupaeiono^i 

De  unos  treinta  ailos  á  e^ta  parte  el  |íoder  en  la 
República  Argentina,  es  el   precio  de  una  revolu- 


—  213  — 


don.  La  voluntad  popular  misma  falta  á  un  can 
(lidato  á  condición  de  que  antes  &e  haya  procurado 
el  voto  de  las  armas  ó  victoria  militar. 

En  1828,  Lavalle  derroco  al  gobernador  Borre- 
go, y  tné  nombrado  gobernador  de  Buenos  Aires. 

Besas  derrocó  á  Lavalle  y  fué  hecho  gobernador. 
Hubo  un  intermedio  de  tres  años  de  orden  regu- 
lar, pero  no  pudo  haber  dos. 

Kosas  derrocó  al  gobernador  Balcarce,  y  fué 
üombrado  gobernador,  como  era  regular. 

Para  no  andar  desnudando  la  espada  todos  los 
Ires  años,  Rosas  no  la  envainó  en  veinte;  gobernó 
mediante  un  estado  de  sitio  permíinentej  y  la  vo- 
J untad  del  pueblo  de  Buenos  Aires  no  le  desam- 

r<5  un  solo  dia. 

ürquiza  derrocó  á  Rosas,  y  fué  nombrado  Pre- 
sidente, 

Alsina  y  Obligado,  desconocieron  el  poder  na- 
cional de  ürquiza  por  la  revolución  local  de  once 
fie  Septiembre,  y  los  dos  sucesivamente  fueron 
nombrados  gobernadores  de  Buenos  Aires. 

Mitre  medio  venció  á  ürquiza,  y  entre  los  dos 
lerrocaron  al  Presidente  Derqui  que  estaba  en 
Sntre  Rios;  Mitre  fué  elegido  presidente  y  Ür- 
quiza qufdó  de  gobernador  de  Entre  Rios,  como 
era  natural. 

Así,  todo  el  qttr  uiüierra  á  un  gobierno  es  m  he- 
edero,  por  el  derecho  tradicional  de  la  anarquía, 
poder  es  siempre  el  premio  con  que  se  paga  lo 
■que  en  países  regulares  seria  castigado  con  la  horca. 

Donde  los  gobernantes,  por  el  orden  regular  de 


la  vida  política,  son  bandidos  afortunados,  qnd  ex- 
traño es  que  el  gobierno  de  semejantes  magistra- 
dos trascienda  siempre  á  olor  de  vandalaje? 

Y  esos  son  los  que  de  lo  alta  de  su  estoicismo 
republicano  desprecian  á  los  Fieyes  por  la  torpeza 
de  gu  origen,  como  gobernantes  de  las  naciones! 

Rovoltosos  menos  cínicos,  tendrían  al  menos  el 
rubor  de  conspirar  para  otros,  pera  ellos  conspi- 
ran impávidamente  para  sí  mismos.  Y  las  manos 
ensangrentadas  son  el  signo  consagi'ado  del  derecho  ^ 
al  poder. 


§  XXXIV 

íia  R(^[)iihnea  federalista  ó  niiti*europe¡stH  ha  dado  ya 
cuanto  podía  diir  ilc*  liui*]io  y  pit>ndu  de  tiempo  en 
Sud-América. 

Abandonada  por  los  Reyes  de  la  Europa,  la  re- 
volución de  Sud- América,  tuvo  que  echarse  en  bra- 
zos de  la  república  para  salvar  la  independencia  del 
nuevo  mundo,  Xo  le  quedaba  otro  recurso,  y  si 
él  es  malo,  la  responsalnlidad  no  es  suya  exclusiva- 
mente. 

Sean  cuales  fueren  sus  faltas,  ella  tiene  el  gran 
mérito  de  haber  hecho  triunfar  un  grande  hecho 
de  civilización,  la  indeptiidencia  americana,  prepa- 
rada indiiectamente  por  las  agitaciones  liberales 
de  la  Europa, 

Si  la  República  auti-eurapeista  ha  de  abdicar 


—  215  — 


temporalmente  el  gobierno  de  América,  por  amor 
á  la  América  misma,  podría  dejar  y  dejará  recuerdos 
dolorosos;  pero  será  siempre  acreedora  po]  sus  ser- 
vicios al  respeto,  y  por  sus  intenciones  á  la  disculpa 
de  sus  excesos,  de  parte  de  los  pueblos  de  Sud-Amé- 
rica  y  de  la  civilización  en  general. 

Su  pasíye,  aunque  transitorio,  no  habrá  sido  inü- 
tii  en  la  vida  de  América  y  d  la  monarquía  la  su 
cediese,  no  deberá  ti'atarla  como  á  enemiga  sino 
como  á  madre,  pues  le  deberá  sus  dos  bases  de 
existencia,  á  saber:  la  independencia  y  la  soberanía 
leí  pueblo. 

Ella  no  habrá  pasado  sin  dejar,  además,  un  buen 

jado  de  esa  experiencia  y  cordura  que  dejan  tras 
sí  los  grandes  padecimientos. 

Ella  ha  servido  para  hacer  estimar  los  beneficios 
que  no  ha  podido  darnos,  y  por  cuya  causa  abdica. 
Á  saber:  el  orde7i  y  la  paz. 

Ella  ha  servido  también  para  dar  al  pueblo  de 
^üd- América  la  conciencia  pi'áctica  de  su  soberanía, 

de  un  cierto  grado  de  costumbre  y  de  inteligen- 
en  la  gestión  parcial  de  sus  negocios  públicos, 
"qae  es  elemento  esencial  de  todo  gobierno  libre. 

Todo  eso  y  todo  lo  bueno  que  América  debe  á 
Ja  BepúMica,  podrá  sobreviviría  y  conciliarse  en 
Dnor  de  su  memoria  con  el  gobierno  de  orden  al 
tilo  europeo, 

De  este  modo  la  líepiiblica,  después  de  haber  sa- 
criticado  á  sus  padres  y  á  sus  hijos,  como  lo  ha 
hecho,  acabaría  por  justificar  el  pensamiento  de  sus 
sacrifícios,  sacrificándose  ella  misma  en  los  altares 


<le  la  prosperidad  americana,  á  la  paz,  al  progreso, 

á  la  dignidad  del  nuevo  nnindo. 

Si  la  América  tiene  deberes  hacia  la  república,, 
la  república  también  los  tiene  hacia  la  América. 
Ya  que  esta  forma  pretende  confundirse  con  el  pi- 
triotismo  americano  y  representarlo,  prueba  ella 
misma  su  interés  por  la  América,  cesando  expon- 
táneamente  de  ser  obstáculo  á  sus  progresos  y 
cediendo  el  cuidado  de  servirlos  á  otra  forma  mas 
capaz  de  darle  la  paz  y  la  cooiieracion  de  la  Europa 
política  en  el  sentido  de  la  pacificación  y  del  pro- 
greso, que  la  república  se  ha  probado  im  apaz  de 
(iarle,  á  pesar  de  sus  santas  intenciones. 

Por  mucho  que  valga  la  república,  como  forma 
de  gobierno,  vale  mas  la  i  atria.  En  caso  de  sa- 
crificar una  de  las  dos,  solo  á  un  dónente  se  le  ocur* 
ríria  sepultar  un  pueblo  paia  ¿iue  la  bandera 
republicana  quedase  flotando  íobre  un  sepulcro.  Na 
se  han  hecfco  las  naciones  para  los  gohiernos,  sino 
los  gobiernos  para  las  naciones.  Pretender  lo  con- 
trario, es  opinar  como  los  Reyes  absolutos  de  los 
tiempos  bárbaros,  que  decian:  la  mcionsoy  t/o. 


§  XXXV 


La  repiiblieii   federal    útil  ante^  i!e  nhora    lia  heehí 
su  tiempo. 

Para  una  guerra  de  independencia,  la  república 
es  el  mas  poderoso  instrumento,  porque   establecer 


—  217  — 


la  independencia  no  es  otra  cosa  que  destruir  la 
autoridad  extrangera  que  gobierna  en  el  país. 

Pero  después  de  obtenida  la  independencia,  es 
decir,  destruido  el  gobierno  extrangero,  la  república 
no  sirve  sino  para  destruir  el  gobierno  nacional  y 
mantener  al  país  independiente  de  toda  autoridad, 
es  decir,  en  la  anarquía,  sin  gobierno  alguno. 

En  tal  caso,  no  habría  mas  medio  para  crear  el 
gobierno  de  la  nación,  que?;alirde  lo  que  se  llama 
repdbUca  y  no  es  sino  la  antítesis  6  polo  opuesto 
de  lo  que  constituye    la  autoridad. 

En  otros  términos,  siendo  la  repiSblica  el  gobierno 
puesto  en  manos  de  todo  el  mundo,  ella  es  la  nega- 
ción ó  destrucción  del  gobierno.  Por  lo  tanto,  para 
destruir  un  gobierno  extrangero,  ó  lo  que  es  igual, 
para  emancipar  el  país,  la  república  es  el  instru- 
mento natural;  si  el  gobierno  existente  es  nacional, 
la  repübiica  solamente  sirve  para  destruirlo  v  echar 
el  país  en  la  anarquia. 

Pero  como  no  basta  la  voluntad  para  destruir  la 
república  creada  por  la  fuerza  de  las  cosas,  es  preci- 
so consoUirse  de  este  hecho  por  una  gran  consecuen- 
cia que  va  á  nacer  de  ¿1,  y  es: — crear  la  necesidad 
y  el  hábito  del  gobierno  por  sí  mismo:  el  gobierno  á 
la  inglesa,  que  es  tipo  opuesto  A%\  gohiet  no prokcior 
á  la  española. 

Ese  es  todo  el  bien  de  la  república  en  la  Amtírica 
antes  española,  por  anárquica  que  sea. 

Pero,  tendrá  la  república  por  sí  sola  la  virtud  de 
hacer,  en  materia  de  gobierno,  de  un  sajón  un  bis. 


^  218  — 

"pino  americano,  que  lleva  en  todo  su  ser  la  forina 
del  gobierno  protector?— Nó. 

Luego  la  unión  de  la  Europa  es  el  báculo  de  los 
nuevos  gobiernos  Sud- Americanos;  y  para  obtener 
esa  unión  necesi*íni  organizarse  á  la  europea. 


§  XXXVI 


Rol  argánico  de  lu  pulitícu  del  exterior.— La  actual 
es  estéril 

Pretender  que  para  la  América,  la  diplomacia  y 
y  la  política  exterior  son  sin  importancia  y  ca 
recen  de  objeto ,  es  hablar  con  toda  verdad,  si 
eso  he  aplica  á  la  política  y  á  las  legaciones  co- 
mo hasta  aquí  han  sido  entendidas  y  desempeña- 
das; mientras  la  América  del  Sud  crea  eso  y  obre 
en  consecuencia,  jamás  tendrá  gobierno  interior 
ni  exterior:  — pero  es  hablar  el  lenguaje  de  la  ig- 
norancia mas  crasa  si  se  aplica  eso  á  la  políti 
ca  y  á  las  legaciones  tales  como  debieran  ser  en- 
tendidas y  conducidas,  según  las  necesidades  de 
América. 

La  política  exterior  y  la  diplomacia  son  todo 
el  gobierno  para  países  desiertos,  que  tienen  que 
traer  de  fuera  no  solo  su  población,  su  riqueza, 
su  civilización  y  hasta  el  vino  que  beben,  hasta 
la  ropa  que  visten,  hasta  las  armas  con  que  se 
defienden;  sino  que  tienen  que  recibir  hasta  el 
apoyo,   la    influencia,    las    garantías,    que   deben 


—  219  — 


constituir  y  mantener  su  gobierno  estable  para  la 
nación  y  á  cuyo  favor  linicamente  podrán  esos 
yaíses  obtener  y  disfrutar  de  la  paz,  del  orden, 
y  de  la  libertad,  que  no  han  conocido  haísta  aquí, 
librador  á  los  únicos  recursos  de  su  rida  interior. 
Bascar,  encontrar,  negocnar,  adquirir  ese  apoyo,  sin 
salir  de  los  límites  del  derecho  de  gentes  y  sin  al- 
terar los  grandes  principios  de  h  revolución  de  la 
Independencia,  es  todo   el    objeto   de   la    política 

Bexterior  y  de  la  diplomacia   de  los  gobiernos  de 

íSud' América,  que  m>  es  sino  el  arte  práctico  de 
ponerla  en  obra. 

En  este  sentid*»  ella  está  por  nacer  todavía 
para  las  repiíblicas  de  Sud-América. 

Lo  que  hoy  existe,  se  reduce  ;l  litigios  y  pro- 
cesos agrios  y  destemplados  sobre  resarcimientos 
é    indemnizaciones  de  los   dallos  qne  incesante  y 

.diariamente  encuentran  los  subditos  de  las  nació- 
de  Europa  en  pueblos  destituidus  de  autoridad 

"y  entregados  a  los  excesos  de  la  anarquía. 

Un  diplomático  de  Sud- América  no  viene  á  Eu- 
ropa sino  para  oir  quejas  del  mas  humillante  ca- 
rácter. No  se  le  habla  sino  del  robo,  del  asesi- 
nato, del  despojo  sufrido  por  este  ó  aquel  extran- 
jero en  el  país  del  Ministro,  y  cuya  indemniza- 
ción se  niega  por  el  gobierno,  considerado  por  lo 
tanto  como  cómplice. 

Ré  aquí  las  banalidades  de  cortesía  de  los 
ísoberanos  y  ministros  que  hablan  con  un  diplo- 
mática de  Sud- América:— Cesó    la  guerra?— Có- 


—  220  — 


mo  va  la  revolución  tal? — Ya  tienen  Vds.  nuevo 
gobierno? 

Puede  haber  respet-o  y  consideración  para  los 
que  representan  el  escándalo^  los  atentados,  el  des- 
orden pennanenteV— Naturalmente  tienen  que  for- 
mai%  y  forman  en  el  derecho  de  gentes,  una  especie 
(le  gente  aparte,  respecto  al  modo  de  ser  vista  y 
tratada  por  la  diplomacia  de  Europa, 

No  se  hace  con  ellos  tratado  ni  negocio  alguno 
importante  en  Europa, — Ni  ¿cómo? — ^ni  ¿por  qué? 
—  Cuál  puede  asegurar,  al  firmar  un  tiatado,  que 
su  gobierno  existe? — ^Hay  uno  que  dure  el  tiempo 
de  una  negociación? 

Lo  primero  que  recibe  un  ministro  americano  que 
llega  á  una  corte  de  Europa,  es  el  siguiente  des- 
aire : — Pide  audiencia  de  recepción  del  soberano; 
y  cuando  la  obtiene,  es  Aedi\frecftfntefnentey  tiene 
que  ir  á  Palacio  á  pié  ó  en  su  propio  coche.  El 
(liplomitico  Europeo  es  conducido  en  los  coches  de 
la  corte.  Hózales  fue  . 4  Tullerias  en  los  coches  de 
la  corte;  pero,  al  salir,  se  halló  á  pié  y  tuvo  que 
pedir  á  su  casa  un  coche 

Mientras  dure  este  estado  de  cosas,  el  buen  sen- 
tido aconsejaría  á  los  gobiei'nos  de  Amfírica  de  hacer 
otro  tanto,  es  decir,  de  negar  á  los  diplomáticos  de 
Europa,  todas  las  distinciones,  que  los  gobiernos 
de  Europa  niegan  á  los  ministi'os  de  América. — 
Ninguna  réplica  racinnal  admitiría  el  gobierno  de 
América  que  hablase  (íe  este  modo:—  Admitiendo 
el  rango  ínfimo  que  diiis  en  Europa  á  nuestros  agen- 
tes, es  nuestro  deber  de  modestia  prescindir  de  los 


—  221  — 

vuestros  en  nuestras  fiestas  íntimas,  no  por  agravio, 
sino  por  hotneiiuje  á  vuestra  superioridad.  >: 

Esta  actitud  llena  de  justicia  en  sí,  no  dejaría 
de  hacer  sn  efecto;  pero  mas  perdería  en  ello  la 
América  que  la  Europa,  p>rque  seria  el  efecto  de 
una  provocaáon. 

No  hay  que  olvidar  un  hecho.  Si  las  materias 
primeras  que  la  Europa  busca  en  América  exis- 
ten en  lnü  5  partes  del  mundo;  fu  civihmcian  cris- 
tiana, que  la  América  necesita  recibir  de  fuera, 
solo  existe  en  Euiupa  para  lo  qU3  es  proveer  á 
América  de  sus  beneficios 


§  XXXVII 

Ortg^en  de  las  viiestioites  dltilomiilHuí^  iimericatto* 
europeas:  la  falta  de  í^obíerno 

La  falta  de  autoridades  y  gobiernos  estables,  es 
todo  el  origen  de  las  cuestiones  que  hasta  aquí 
lian  sido  objeto  frecuente  de  la  diplomacia  ame- 
ricano europea. 

Esas  cuestiones  se  reducen  á  las  siguientes : 

hulcmnizacionas  di*  perjtdcios. 

liOs  ¡rwírifíioiW  son  recibidos  porque  la  autoridad 
nacional,  ó  nu  puede  evitarlos,  ó  ella  misma  se  vé 
en  la  necesidad   de  causarlos. 

Laí  'mdemmzachiif's  mw  denegadas  por  el  agota- 
miento del  tesoro,  disipado  por  la  ausencia  del  go- 
hierno. 

Í,;í    riufhuhíttfa  PtinfUf/crU  (Ic  los  hlJoÑ  fh'  oriran- 


*»:•♦  


fjeros, — Si  Améiica  tuviese  gobiernos  tan  capaces 
como  los  de  Europa  de  asegurar  la  paz,  el  orden 
y  la  libertad,  los  extrangeros  no  buscarían  en  su 
nacionalidad  extrangera  la  misma  garantía  y  pro- 
tección contra  el  servicio  y  participación  forzosan 
en  guerras  insensatas  de  especulación  y  de  ambición 
personal,  ni  los  gobiernos  de  América  se  empeña- 
rían en  imponer  la  nacionalidad  americana,  de- 
gradándola y  ofreciéndola  de  ese  modo. 

Las  míervenciones  armadas  de  la  Europa,  tie- 
nen por  causa  material  la  necesidad  que  la  Europa 
tiene  de  dar  á  sus  nacionales  en  América  la  pro- 
tección que  los  gobiernos  patrios  no  pueden  darles 
porque  apenas  existen  ellos  mismos,  como  enfermos 
crónicos,  para  defender  y  atender  su  propia  exis 
tencia. — La  falta  de  un  gobierno  nacional  erige 
en  gobernante  á  todo  el  mundo,  de  abí  la  anarquia 
y  la  guerra  civil  interminable  y  crónica,  en  que 
sucumbe  el  interés  del  extrangero  establecido  en 
el  país  revuelto;  y  en  protección  y  defensa  del 
cual  tienen  que  ingerirse  los  gobiernos  de  fuera 
para  hacer  cesar  la  guerra,  que  además  de  arrui- 
nar á  sus  nacionales,  ciega  las  fuentes  de  su 
comercio  y  de  su  industria  —  Negar  que  esta  úl- 
tima sea  una  razón  de  intervención  es  una  tonte- 
ría, pues  la  necesidad  y  la  conveniencia  general  han 
sido  y  serán  la  mas  poderosa  razón  en  política 
internacional. 

A  este  fin  la  política  exterior  de  esos  países  ten- 
dría que  salir  de  las  vías  aconsejadas  por  W*ts^ 
hington  y  Muff  ^Je. 


—  223  — 


4Í   XXXAaiI 
La    repiiblíca  en  Sud  Am(^r¡ea 

La  reptíblica  es  conveniente  ó  no? — No  está  en 
el  caso  de  discutirse  en  Sud  América:  buena  ó  mala, 
es  Uü  hecho. 

Este  hecho  es  tanto  mas  fuerte»  cuanto  que  es  hijo 
de  si  mismo,  resultado  natural  de  otros  hechos,  obra 
espontánea  de  las  cosas,  No  tiene  por  actor  á  ningún 
hombre»  ni  hombre  alguno  puede  aniquilarlo. 

La  repüblica  no  es  la  obra  de  las  revoluciones;  no 
debe  su  existencia  á  Bolívar,  ni  á  San  Martin»  ni  á 
Belgrano.  Es  por  eso  que  no  han  podido  suprimirla 
ellos  mismos. 

Todo  lo  contrario;  ella  existe  á  pesar  de  esos  gran- 
des hombres,  que  con  la  ruejar  intención  hicieron 
cuanto  estuvo  de  su  parte  por  evitarla.— Lo  que  no 
pudieron  ello^  con  todo  su  influjo  y  prestigio,  al  dia 
siguiente  de  caida  la  monarquía  y  cuando  la  repúbli- 
ca no  era  el  hecho  ni  de  un  dia — ¿lo  podrían,  á  los 
cincuenta  aAos  de  hábito  y  costumbre  de  esa  forma, 
hambres  que  son  nada  al  lado  de  aquellos  grandes 
hombres  ? 

República  snií/cnéris,  cumo  hija  de  su  origen — el 
régimen  colonial  español,  --ella  no  es  ni  será  como  la 
república  de  los  Estados  Línidos,  en  cierto  modo  ten 
vieja  en  la  libertad  como  su  origen.  Pero  excepcio- 
nal  é  impeiiectaj  es  y  será  un  hecho  irrevocable. 

Ese  hecho,  que  no  es  susceptible  de  revocarse,  es 
susceptible  de  mejora  y  perfección. 


—  2U 


\ 


Esta  niejora,  como  su  nacímitíato,  será  obra  de 
las  cosas,  el  resultado  ríe  causas  naturales  que  obren 
,y  conspiren  en  su  favor. 

Pero  al  lado  iV^  esiis  cauíias  de  mejora  existen 
otras  causas  igualmente  naturales  que  conspiran  con- 
tra el  desarrolla  de  la  república. 

La  [jolítica  de  esos  países  necesita  darse  cuenta 
de  esas  resistencias,  conocerlas  y  dirigirlas  de  mo- 
do qne  dañen  lo  menos  posible  á  los  fines  de  la  re* 
volucion.  Negar,  ocultar  esas  resistencias,  es  dañar 
á  la  república  misma. 

La  república  tiene  esto  de  curioso  en  Sud-América, 
íjue  no  es  capaz  de  gobernar,  y  sin  embargo,  es  mas 
inerte  que  todo  poder  que  intente  suprimirla, 

Es  impotente,  y  sin  embargo,  es  indestructible. 

Luego exije  reforma,  uo  aniquilación. 

Si  no  es  pasible  suprimir  la  repiiblica,  es  posible 
hacerla  fuerte,  unida,  compacta,  como  la  monar- 
quía,  y  capaz,  no  solo  de  sobrevivirá  todo  vaivén,  si- 
no de  gobernar,  que  es  lo  esencial. 

Es  preciso  reemplazar  la  república  débil  por  la 
república  fuerte,  grande,  consistente  y  sólida,  como  la 
monarquía. 

Es  preciso  Jiacer  de  la  república,  una  monarquía 
sin  rey  y  sin  dinastía.  Esto  no  es  paralogismo.  Ese 
tipo  existe.  Es  el  de  Chile,  \\x  húld  y  Miz  ercepcion 
de  la  araérica  antes  española. 

La  república  en  Sud* América  bí  susceptible  de  do^ 
tipos:  la  república  d  ía  eur^jpm  y  latepuUica  á  la 
nmieamericana. 

La  primera  es  la  repúblicn  fuerte  por  el  centralis- 


225  — 


>;  la  segunda  es  la  repiiblica  impotente^  por  la  re 
lajaciati  de  su  centralismo  trdtlicional  é  histórico. 

De  este  ultimo  tipo  son  ejemplos  las  Repuhüms  de 
Méjico,  Colombia,  Venezuela,  el  Plata. 

Del  otro  son  decha<loH  ejemplares  las  Repúbliten 
lie  Estados  Unidos  d(t  Norte  A  menea  y  de  Chile. 

Es  curioso  que  los  Estados  Unidos  son  el  polo 
opuesto  de  sus  copistas  desatinados.  Oou  el  nombre 
de  federales^  son  unitarios  ó  cetdralísias;  y  sus  imi- 
ndores  adornan  con  ese  nombre  la  disílucion  di  su 
itigüo  centralismo. 

Asi,  el  sistema  que  en  el  norte  produce  fuerza  y  po- 
dcfj  en  Sud- América  produce  disolución  é  impotencia. 

Los  Estados-Unidos  son  la  lepiíblica  mas  euro- 
peisfd  de  América  por  su  centralismo  poderoso  y 
grande. 

§  XXXIX 
Las  ma.sii>,  mmi  ropuliUeiiniis? 

Si  3^0  séllalo  el  prcciu  y  las  condiciones  onerosas 
que  cuesta  la  repállica  á  los  Estados  de  Sud  Amé- 
rica, no  es  porque  crea  y  espere,  que  van  á  cam- 
biar de  forma  y  condición  desde  que  lo  vean  y  solo 
porque  lo  vean. 

Tal  vez  hoy  mismo  no  hay  hombre  de  juicio  que 
Qii  lo  sepa. 

Como  son  los  pueblos,  3^  no  sus  conductores  los 
que  pagan  ese  preiTio,  lo  seguirán  pagando  aunque 
Iii  desaprueben. 

Los  pueblos  que  lian  sido  colonias  de  una  monar- 

16 


qníaabsaluta  en  un  pasada  no  muy  remato,  cuando 
ana  revolución  general  de  cosas  le^  hace  soberanos, 
sn  soberanía  por  largo  tiempo  es  nieramente  titular. 
Sus^obiernos  son  meras  regencias:  regencias  elec- 
Jti<as,  populares,  democráticas,  pero  regencias  que 
gobiernan  durante  U  minoridad  délos  soberanos  düj 
derecho. 

Dad  consejos  al  menor;  el  tutor  contrariado  en 
sns  intereses  cuidará  de  hacer  que  los  desdeñe. 

Si  la  república  federativa,  entendida  al  revés  dé 
los  Estados  Unidos,  multiplica  las  cargas  de  gobiernn 
en  los  Estados  de  Sud- América,  los  candidatos  ó  a^-' 
pirantes  á  esos  gobiernos  locales,  serán  federales  en 
despecho  de  todas  las  doctrinas  mas  sanas  de  centra- 
üzaciun  nacional.  La  historia  del  federalismo  de  Méji- 
co y  de  la  república  del  Plata  no  nos  ensena  otra  cosa. 
No  hay  tal  fanatismo  de  forma  federal  Por  nin- 
guna forma  abstracta  de  gobierno  pueden  sex  faná- 
ticas ^  las  masas  barbaras  d^  la  democracia.  >  como 
las  llaman  sns  mismos  haders.  La  federación 
el  instrumento  y  la  escalera  pai*a  alcanzar  elgo 
biemo  de  una  provincia  y  ejercerlo  de  un  modtj 
soberano  y  sin  control. 


CAPÍTULO  CUARTO 


LA    monarquía 


í;  I 

imdoln  }'  teiideneia§  itio  un  rúnicas  de   la  reyalueion  de 
América. 


ITna  política  nueva  para  un  mundo  nuevo,  ha 
dicho  TocqueviUe,  refiriéndose  á  América, 

Pero  la  república^  en  América,  lejos  de  ser  la 
confirmación  de  esa  verdad,  seria  el  desmentido,  eu 
cierto  mod  \  si  se  reflexiona  en  que  nada  es  mas 
!  viejo  en  sí  que  la  república.  Ella  representa  el 
pasado  de  muchos  puet)los  de  la  Europa,  y  justa- 
mente un  pasado  triste  como  el  presente  de  la  Amé- 
rica republicana. 

Si  la  América  está  destinada  á  representar  el 
porvenir  del  mundo,  el  desiderátum  de  la  Europa 
progresista,  ese  porvenir,  esa  novedad,  esa  grande 
[  originalidad  en  política,  es  la  monarquía  democrática, 
^es  el  gobierno  de  los  soberanos  emanados  de  la  vo- 
I  luntad  soberana  de  la  Nación  y  sostenidos  por 
leUa. 


—  228  .- 


Tal  es  el  gobieniü  que  por  m  novedad  coiivieae 
al  nuevo  mundo,  llamado  á  realizar,  en  política, 
lo  que  existe  en  \o^  deseos  y  en  las  esperanzas 
mas  caras  del  mundo  antiguo. 

Este  es  el  gobierno  que  está  en  la  natui*aless;i 
de  las  cosas  del  mundo  americano,  y  qne  surge  y 
se  impone  en  nombre  de  las  uece>»¡<lades  de  su  viáil 
nueva  y  progresista. 

Nadie  ha  mostrado  en  maytir  grado  el  instinU» 
de  esa  necesidad,  que  los  ereadores  mismos  de  la  in- 
dependencia de  América,  y  los  autores  de  la  re- 
volucion  de  su  sistema  de  gobierno. 

Asi,  en  Norte  América,  los  autores  de  la  revolu- 
ción i/ertenecian  á  la  aristocracia  de  ese  país,  y  nu 
á  los  republicanos  del  Norte:  Tocqueville  observa 
bien  este  hecho,  de  notoriedad  histórica.  A  ese 
partido  pertenecian  II  ashingtou^  Jejfer.^on^  Adams^ 
FrankUn  etc.  Los  mas  de  estos  querían  la  monat- 
ijuia . 

En  la  América  latina,  loscabililosque  tomaron  hi 
iniciativa  de  la  revolución,  fueron  compuestos,  par» 
pronunciarse  sobre  el  problema  de  un  nuevo  gobier- 
no, de  lo  mas  noble  tf  escof/ido  del  vecindario  (como 
dicen  las  palabras  de  las  Actas). 

Sin  embargo,  en  la  América  latina  solo  don  Pe- 
fíro,  el  libertador  del  Brasil,  c^nsigaij  realizarla, 
fundando  el  imperio  democrático  que  forma  has- 
ta boy,  la  noble  excepción  de  la  AmiSríca  indepen- 
díente anarquizada. 

Los  que  antes  quf  el  habían  tenido  la  misma 
idea,    Belgrano,  San  Martín,  Rivadavia  y  otros  en 


—  229  — 


el  Plata,  fueron  vencidos  en  sus  esfuerzo»,  por  la 
ceguedad  de  la  Europa,  es  fuerza  decirlo,  mas  bien 
que  por  la  idolatria  republicana  de  los  americanos. 
Parece  que  los  Reyes  absolutos,  como  por  instinto, 
hubiesen  temido  fomentar  en  América  el  desan  olio 
de  otra  raza  de  reyes,  los  Beyes  de  la  libertad, 
roronado5  por  la  voluntad  del  pueblo,  imagen  suya, 
y  obra  permanente  v  irrevocable  de  su  voluntad 
soberana:  reyes  republicanos^  si  nos  e^  permitida 
níita  expresií^n,  como  CromireU, 

La  soberanía  originaria  :lel  pueblo,  como  fuente 
líe  todas  las  potestades  legitimas,  be  ahí  el  gran 
principio,  la  grande  y  fecunda  originalidad  que 
traía  al  mundo  político  la  revolución  de  América; 
no  ya  como  teoría,  no  como  doctrina  filosótíca,  sínó 
romo  heclio  práctico,  como  experiencia  victoriosa 
y  definitiva,  facilitada  por  íodíis  las  condiciones  de 
vida  americana. 

Lejos  de  excluir  la  forma  monárquica,  ese  prin- 
í'ipio  digno  y  grande,  el  único  digno  de  llevar  co 
)na,  debe  salvarse  por  la  monarquía  de  su  he* 
luia  y  de  su  índole. 

8ü   forma  está  ya  dada  por  la  revolución  dr 
Lniérica:  es  la  del  Imperio  democrático  y  reprc 
?ntativo  del  Brasil,  que  ha  visto  nacer  y  desa- 
parecer á  la  República  Colombiana  de  Bolivar. 

No  debemos  olvidar  que  el  gobierno  actual  del 
íraal  es  el  producto  de  la  revolución  de  Amé- 
ica,    tan  legítimo    como  la  República   de    Was- 
hington.    8i  la   esclavitud  de  la  raza   negra  es 
lunar,  como  lo  es  de  la  Repüblica  de  los  Est^i 


—  230  ^ 

dos-Unidos,  esta  misma  coincidencia  pnieba  que 
no  es  de  su  esencia,  sino  un  vicio  curable  por  la 
medicina  de  la  Ley,  á  que  está  sujeta  toda  forma. 

El  imperio  democrático,  como  forma  monárqui- 
cas se  liga  á  las  tradiciones  indianas  de  Occiden 
te,- — Por  qné  no  conceder  algo  á  las  tradiciones 
del  suelo  Americano^ — Méjico  lo  ensayo,  sin  éxi- 
to, antes  que  el  Brasil, — El  Perú  y  -el  Phfa, 
antes  que  Méjico, ~E\  Plátano  fué  imperio,  ba- 
jo el  dominio  de  los  indígenas,  como  lo  habían 
sido  Jíéjico  y  el  Perú,  Pero  su  población  actual 
es  calificada  por  sus  vecinos  como  los  franceses 
de  América^  en  cuyo  carácter  imperioso  llevan 
innato  el  imperio  como  forma  de  gobierno. 

Las  ideas  monarqnistas  de  los  libertadores  de 
Americano  qnedanín  estériles.  Ya  sus  estatuas 
están  pidiendo  su  apoteosis.  La  justicia  de  las 
nuevas  generaciones  pondrá  algún  dia  sus  inten- 
ciones y  sus  ideas  de  gobierno,  á  la  altura  de  sus 
victorias  militares. 

La  Providencia  les  prepara,  tal  vez,  por  esta 
nueva  faz  de  la  revolución  inimjrtal  de  la  inde- 
pendencia  americana,  el  apoyo  del  Imperio  fran- 
cés que  favoreció  la  inauguración  de  la  primera 
faz,  á  principios  de  este  siglo.  Desarrollo  trasatlán- 
tico de  la  revolución  francesa,  en  cierto  modo,  1» 
de  América  ha  tenido  que  obedecer  á  influencias 
comunes.  El  hecho  es  que  la  historia  no  puede 
explicar  la  explosión  de  la  independencia  en  am- 
bas Américas,  sino  por  el  influjo  de  la  Europa, 
ejeixido  por  el  brazo  de  la  Francia,     Es   extra- 


ílo  qae  la  repxíblíca  de  Washington,  que  debió  su 
nacimiento  á  una  alianza  nnlitar  con  los  firance* 
ses,  bajo  la  monarquía  de  Luis  X^T^,  proteste  hoy 
contra  su  presencia  en  Méjico,  en  nombre  de  una 
política  que  pretende  hacer  de  anihos  continentes 
(los  planetas  tan  distintos  como  Júpiter  y  Saturno, 
en  cuanto  á  forma  de  gobierno  y  á  intervención, 
de  que  quieren  reservarse  el  monopolio,  por  una 
intervención  en  la  intervención,  que  es  un  con 
trasentido  completo. 

Todo  esto  explica  cómo  y  por  qué  la  Francia  ha 
hecho  de  la  cuvsfion  de  América  un  término  tan 
esencial  de  la  política  europea  en  lo  futuro,  co- 
ino  lo  son  hoy  la  cuestión  de  (h  tente,  la  cuestión  de 
Jtñlia,  la  aiestion  de  Polofáa,  etc   etc. 


sil 

La  reToliicton  se  liko  «n  nombre  del  principio  de 
auloridad. 

Una  prueba  de  ijUe  el  pueblo  en  Sud-América 
no  tenia  la  conciencia  i^e  sus  dei*echos  y  de  su  po- 
der, es  que,  para  revülucionarlo  contra  el  Rey  de 
Espaíia,  los  rcvoUicmnarios  c\x\ú'd\m\  de  prevalerse 
í<ienipre  de  alguna  autoridad  emanada  de  ese  mis 
mo  soberano. 

Ellos*  conocían  la  necesidad  de  que  la  revolu- 
(Ion  fuese  hecha  de  las  alturas  del  poder  existen- 
te, en  su  nombre,  p.^r  su  orden,  digámoslo  así, 
y  oficialmente. 


—  232  — 


Así  se  vid  que  las  Jnntas  ó  gobiernos  provi- 
sorios de  1810,  con  que  empezó  la  revolución 
contra  España,  invoeaban,  como  motivo  de  su  ins- 
talación, la  Ley  de  Partida  que  los  autoriza  cuan^ 
do  el  Rey  está  cautivo;  el  hecho  de  sn  cautiverio; 
la  mira  de  salvar  su  autoridad  y  de  hacerla  cum- 
plir; y  se  instalaban  prestando  al  Rey  juramento 
de  obediencia  y  lealtad,  y  gobernando  en  su  nombre, 

Iturbide  en  Méjico,  en  1821,  para  iniciar  la 
revolución  de  la  independencia,  empezó  por  enga- 
ñar al  Virey  Apodaca,  con  protestas  mentidas 
de  adhesión  al  Rey,  y  obtuvo  así  el  ver>e  reinte- 
grado al  mando  de  su  antiguo  regimiento  de  Co- 
Huya,  coh  el  que  empezó  la  revolución. 

Aun  así  la  empezó  por  una  transacción,  por 
un  pacto,  el  plan  de  Iguala,  que  era  la  amalga- 
ma de  la  independencia  de  Méjico  con  la  monar- 
quía bajo  un  príncipe  español:  la  idea  del  conde 
de  Ai'anda. 

Así,  la  revolución  de  América  se  hizo  en  nom- 
bre del  principio  de  autoridad  y  en  nombre  del 
deber  de  obediencia  del  pueblo  á  la  autoridad  del 
Rey. 

Al  revés  de  la  revolución  inglesa,  que  se  hizo 
en  nombre  del  principio  6  del  derecho  de  resis- 
tencia del  pueblo  á  la  autoridad  del  Eeif  abso- 
/ufo. 

En  Snd-Aniérica,  sublevarse  era  obeflecer;  en 
Inglaterra  era,  al  contrario^  desobedecei'. 


—  ¥x^  ^ 


% 


m 


Pasado  inotiarquiínta  de  la  Américii 

La  forma  de  gobierna  de  cada  país,  deriva 
de  su  pasado,  es  un  legado  de  su  liistoria,  se 
refiere  á  m  complexión  hereditaria 

Pero,  se  dice  que  la  Amí^rica  es  una  tierra 
sin  pasado. 

Esto  no  es  exacto, 

Apellidarla  latina,  es  concederle  an  pasado. 
El  pasado  de  nn  pueblo  comienza,  no  desde  el 
día  en  que  se  instala  en  un  lugai  «iistiiitu,  sino 
desde  que  el  pueblo  empezó  á  existir  como  na- 
ción o  raza  con  una  individualidad  propia  y  dis- 
tinta, no  impojía  en  qu^'  lugar. 

El  fíueblo  que  se  traslada  de  un  suelo  á  otro, 
no  pierde  m  pasado^  como  no  pierde  su  naciona- 
lidad el  hombre  í[ne  emigra  de  un  suelo  á  otro; 
como  no  pierde  su  parentesco,  ni  deja  de  ser  de 
su  familia,  el  hijo  que  se  emancipa  de  sus  pa- 
dres. Los  antecedentes  de  sus  padres  no  dejan 
de  ser  los  suyos.  Si  fuese  de  otro  modo  cada 
generación  sería  una  esiíecie  de  nación  ó  raza 
distinta. 

El  pueblo  hispanoamericano  tiene  por  pasado, 
el  pasado  del  pueblo  español,  de  que  ha  sido 
parte  accesoria  é  integrante  desde  la  instalación 
de  España  en  América,  ísiglo  XV)  hasta  1810. 
Y  como  España  es    una    monarquía  que   cuenta 


—  234  — 


siglos  de  existencia  continua  y  jamás  interrumpi- 
da, el  pasado  monarquista  del  pueblo,  que  hoy 
constitU3^e  la  América  antes  española,  cuenta 
muchos  siglos  mas  allá  <le  la  época  de  su  esta- 
blecimiento en  América 

Tan  cierto  es  que  se  debe  tener  en  cuenta  á' 
la  América  del  Sud,  sus  antecedentes  españoles 
monarquistas,  anteriores  á  la  colonización  del  nuevo 
mundo,  que  no  de  otro  modo  se  explica  diariamente^ 
la  aptitud  de  los  Estados  Unidos  de  Xort«  Amé- 
rica á  practicar  el  gobierno  representativo  [self 
fiovernnient)  que  por  la  razón  de  ser -un  pueblo 
que  llevó  de  Europa  organizada  la  libertiul,  que 
desde  siglos  practicaban  los  anglo-sajones,  sus 
padres  y  predecesores 

Huy,  á  los  ochenta  años  de  su  revolución  ¿qué  ha 
zozobrado?  Lo  que  es  suyo,  su  consfihmon  federal. 
Qué  le  queda?  La  libertad,  el  vigor,  la  constitu 
cion  inglesa,  asimilados  á  su  sangre,  usos  y  ca- 
rácter. Lo  que  se  lia  atribuido  á  la  república, 
no  ha  sido  tal  vez  sino  la  obra  sobreviviente  de 
la  monarquía,  que  dio  á  luz  e':;e  pueblo. 

Negar  que  la  América  tenga  un  pasado,  es 
presentar  á  sus  pueblos  como  advenedizos  en  la 
familia  de  las  naciones 

Su  revolución  no  ba  sido  un  nacimiento  pro- 
praraente  hablando,  sino  una  reforma.  Todo  pue- 
blo,  couvü  todo  liombre,  gana  en  tener  un  origen 
digno,  conocido  y  civilizado.  La  posición  mas  tris- 
te en  que  puede  hallarse  un  pueblo  ó  un  hombre 
es  el  estado  de  guerra  con  su  origen.  Afear  su 


—  235  — 

cuna  y  sus  padres,  es  suicidarse  moralmeate:  es 
acto  de  locura.  Estoes  lo  que  hace  Sud  América 
renegando  su  origen  espailol  y  europeo,  y  presen- 
tándose como  pueblo  de  ayer  y  sin  pasado.— To- 
davía lo  hace  peor  cuando,  queriendo  darse  un 
pasado,  se  dá  por  abuelos  á  los  indios  bárbaros 
de  la  América  primitiva,  lo  cual  es  tan  falso  como 
ignominioso. 


S  IV 


La  monarquía  no  es  el  despotismo  colonial 

Ese  pasado  es  conciliable  y  compatible  cou  el 
orden  de  la  revolución  por  la  niúnarqiáa  covst'itti- 
cional  é  indepmdientCy  que  no  es  polo  opuesto  de 
la  monarquia  despótica  y  í'xtramjera  del  antiguo 
régimen  colonial. 

Entrar  en  la  monarquia  constitucional  é  inde- 
pendiente, no  seria  derogar  el  artículo  de  todas 
nuestras  constituciones  de  la  revolución,  que  han 
dicho: — La  nación  no  será  el  patrimonio  de  una 
fatmlia. 

Bajo  la  monarquia  despótica  del  régimen  co- 
lonial, la  América  y  sus  pueblos,  eran  patrimo- 
nio de  la  corona  de  España.- — La  monarquia 
constitucional  é  independientCj  lejos  de  ser  la  vuel- 
ta ó  el  regreso  á  ese  régimen  afrentoso,  'es  su 
abolición  solemne,  pues  la  monarquia  derivada  de 
la  soberania  del  pueblo,  se  funda  justamente  en 


236  — 

ol  principio  de  que  la  Nación  solo  se  pertenece  A 

sí  mismaj  y  no  es  el  patrimonio  de  la  familia  que 
la  gobierna  por  su  elección  libre,  como  no  lo  es 
un  Presidente  y  que  solo  difiere  de  un  líey  cons- 
ritucional  en  que  el  poder  de  éste  es  perpetuo  y 
pasa  á  sus  sucesores;  no  como  propiedad  suya,  ni 
como  herencia  privada  de  sus  sucesores,  sino  por 
la  voluntad  de  la  nación,  que  es  siempre  la  dueña 
del  poder  y  la  autora  de  la  ley,  que  lo  hace  pa 
sai  de  ascendiente  á  descendiente,  para  evitar  lo.^ 
disturbios  de  las  elecciones  diarias  de  Jefe  Supremo. 


§  V 


Rl  nticívo  mundo  úvhi"  á  la  nHifiaiiiiiia  europea  »us  r#> 
vulucíonarioH  y  lilu^rlíMÍores 

Los  mas  grandes  hombres  de  America,  las  ge 
neraciones  mas  cc'lebies,  las  que  han  practicadu 
todo  lo  que  Arnt^rita  cuenta  de  grande  y  glorioso 
en  su  historia  modernn,  fueron  obra  de  la  monar- 
quía europea:  tales  fuei  un  Washington,  Franklin, 
Jeffer^on,  Adam¿,  Hamüton,  Madisson,  etc.  en  el 
Norte;  Belgrano,  San  Martin,  Moreno,  Alveai, 
Bolívar,  O'Higgins  en  la  América  del  Sud,  ylas 
generaciones  (jue  han  hecho  la  revolución  de  la 
independencia  en  ambas  Américas, 

Todo  lo  que  ellas  contaron  de  mezquino  y  peque- 
ño es  creado  y  feímado  bajo  la  Kepxíblica,  en 
hombres  de  Estado,  en  militares,  en  poblaciones. 


—  23T  — 

Kadie  negará  que  la  generación  qae  hizo  la  re 
volocion  y  di  i  la  independencia  á  Sud  América, 
faé  mas  fuerte»  mas  patriota,  mas  capaz  que  las  qu<* 
han  heredado  sus  conquistas,  sin  heredar  sus  cali 
<iades  de  patriotismo  y  valor. 

Pues  bien,  los  primeros  campeones  de  esa  gene 
ración  de  políticoa  y  guerreros  insignes,   se  for 
marón  y  fueron  fruto  de  la  mmaniuia,  tanto  los 
que  se  educaron  en  América  como  los  educados  en 
Europa. 

Los^honibres  que  ha  producido  la  república,  valen 
menos  que  los  que  la  produjeron  á  ella  y  debieron 
su  educación  á  la  monarquía. 

Se  puede  asegurar,  según  esto,  que  la  monarquía 
ha  contribuido^  (sí  no  ha  sido  toda  la  causa)  á 
ia  revolución  y  ri  la  indepi?nd  ^ncia  de  América, 

Otro  tanto  sucedió  en  Inglaterra  y  ou  Francia» 
cuando  sus  grandes  revoluciones 

Cromwell  y  los  hombres  que  se  criaron  bajo  el 
reinado  que  precedió  á  la  revolución  de  1640,  fue- 
ron los  héroes  y  grandes  hombres  de  la  república. — 
Los  que,  al  contrario,  se  formaron  bajo  el  período 
de  la  revolución,  fueron  hábiles,  listos,  activos, 
pero  sin  carácter,  sin  grandeza,  sin  patriotismo, 
como  lo  nota  Macaulay. 

En  Francia,  todo*  los  grandes  cai'actéres  que 
figuraron  á  la  cabeza  de  la  revolución,  salieron 
formados  de  la  monarquía  precedente. — Los  hijos 
de  la  revolución  valieron  menos  en  patriotismo  y 
carácter  que  sus  predecesores. 

Kn  los  Estados  Unidos,  los  Washington,  Kran- 


-  23«  — 

kliii,  Aliaras,  Jefferson,  etc.,  se  formaron  bajo  la 
monarquía,  que  ellos  mismos  reemplazaron  por  la 
república,  que  no  les  dio  sucesores  dignos  de  ellos. 


VI 


Sobre  las  ÍD^truceíones  secretas  dada^  al  msirqués 
Santo  Amaro*  al  pasar  á  Europa  como  Ministro  de 
Pedro  K  emperador  del  Brasil  en   ISM. 

La  idea  no  es  del  Brasil,  ciertamente,  bien  que 
en    la    época  en    que  la  abrazaba,    1830,    tenia 
todavía  su  corte  hombres  Je  Estado  que  revela- 
ban que  una  corte    Europea  había  tenido  allí  su 
asientOj  como  lo  prueba  el  tono  y  forma  del  do 
crmiento  conteniendo  \di%  Instrucciones  dadas  al  mar 
qués  de    Santo  Amaro,    negociador  de   la  coope 
ración  europea  para  la  monarquizacion  de  la  Ame 
rica  del  Snd,  en  Abril  de  1830. 

Esa  es  la  idea  del  conde  de  Aranda  sometida 
á  Carlos  ni,  y  mas  tarde  á  Carlos  IV  por  Godoy; 
aclimatada  en  Buenos  Aires,  mas  temprano  que  en 
el  Brasil. 

Los  patriotas  argentinos  la  abrazaron  desde 
1808  y  1809. 

En  1814,  Belgrano  y  Rivadavia  trajeron  por 
misión  á  Europa,  la  negociación  del  concurso  de 
España  é  Inglaterra  para  el  establecimiento  de 
una  monarquía  constitucional  en  el  Plata 

El  congi^eso  de  Ttwuman,  tuvo  en  1816,  la  mis- 


—  239  — 


raa  idea.  La  tuvieron  los  hombres  de  Buenos 
Aires  en  1819.  La  tuvo  San  Martin  en  1821  y 
1822  en  Lima. 

El  Brasil,  que  la  conocia  porque  en  su  capital 
la  habían  trabajado  los  argentinos  mas  de  una  vez. 
el  Brasil  no  la  tomó  para  su  propia  constitución 
sino  en  1822. 

La  constitución  actual  del  Brasil  es  idea  que 
pertenece   ala  revolución  argentina. 

En  1830,  el  Brasil  intentaba  extender  !a  idea 
en  toda  América,  con  dos  objetos  de  interés  suyo 
propio:  primero,  suprimir  el  antagonismo  actual  de 
los  dos  principios  monarqíásta  y  re/nd/licanOj  ha- 
ciendo prevalecer  el  primero  en  lu¿^ar  de  la  repú- 
blica: segundo,  hacer  servir  es«  cambio  á  su  mira 
tradicional  de  extender  su  territorio  a  expensas  de 
las  repúblicas  condenadas  á  desaparecer. 

Como  en  1830  estíiba  fresco  el  tratado  que  la 
Inglaterra  inspira  en  1828,  para  crear  él  Estacfo 
Onentnl  del  Plata,  como  término  de  paz  entre  el 
Brasil  y  la  Rqmblica  Ar(fpntina\  el  Briisil  inten- 
tó rescatar  lo  que  acabó  de  perder  por  las  armas 
"sn  Ttumim/ó,  y  por  la  diplomacia  en  dicho  trata 
lo,  al  favor  de  la  cooperación  de  las  monarquías 
ibsolutistas  de  Europa,  buscada  con  el  incentivo  fie 

monarquizacion  de  toda  Sud  América. 

El  Brasil  comprometía  esa  idea  seria,  haciéndola 
írvir  á  sus  miras  egoístas  de  engrandecimieríto 
^nitorial.    De  esa  modo  hacia  odiosa  la  monar- 
luia  á  los  pueblos  de  origen  español,  no  por  ser 
zrquia,  sino  por   ser  empleada    como  instru- 


2ÜÍ  -^ 


mentó   hristil  á  su  iiitej;rida(i   leniiünal  vie  elios. 

La  revolución  francesa  de  IHHO  la  dejó  frus 
trada. 

La  dinastía  dr^  Urleans  t]ne,  en  1H4U,  protegió 
al  Brasil  Kin  atentar  á  la  existencia  de  las  Repii* 
Micas  del  Plata,  vuelve  á  ser  hoy  el  pttnto  de  mira 
del  Brasil  para  lo  futuro 

Pero,  sea  que  se  ligue  á  las  uiruianiuias  de  Eu- 
r-^pa,  ó  á  las  Repúblicas  de  América,  su  mira  fija 
y  constante  na  es  otra,  que  extender  su  territo- 
rio  hasta  el  Plata  para  poseer  Ion  doi  grandes  ríos, 
|)or  daiide  puede  entrar  el  mundo  y  hacerle  per- 
tler  los  territorios  internos  de  su  Imperio  que  se 
apoyan  en  las  márgenes  de  esos  ríos  y  sus  afluente?*, 

Esa  mira  es  quiméricaj  enfermiza  y  mal  sana: 
eílade  Lisboa,  cuando  desde  Portugal  quería  le- 
gislar el  Matúf/roso.  Rio  Janeiro  dista  mas  de  Ma- 
togroso,  que  íjisbua  de  Rio  Janeiro. 

Kl  obstáculo  de  esa  nnra  del  Brasil,  no  son 
las  repúblicas  vecinas,  sino  la  vitalidad  comercial 
de  la  Europa,  de  que  la  existencia  de  las  Repú- 
blicas de  Sud  América  es  un  resultado  indirecto, 
en  el  doble  hecho  de  su  origen  histurico  y  de  su 
existencia  presente  y  futura.  Si  el  Brasil  persiste 
en  su  error  de  desacreditar  la  monarquía  por  su 
avaricia  territorial,  conseguirá  mas  bien  que  la 
república,  provocada  y  exasperada,  invada  su  Im- 
perio, lejos  de  que  í?u  forma  monárquica  prevalez- 
ca en  los  dominios;  de  la  república^  de  origen  es- 
pañol. 


—  241  - 


íí  vn 


l^o^  i^raades  hambre^í  do  Ainérivtt  fuDroii  monarqut^tfts 


Eíí  una  especie  de  inculto  á  la  meinaria  de 
San  Martin  y  de  Hulivar  el  levantar  sui  esU- 
taas  en  medio  del  luto^  de  la  sanare  y  de  las 
i'UJnas,  que  son  resultado  indirecto  de  la  revo 
ia<  ion  ijue  ellos  hicieron  triunfar,  y  que  sus 
'l*^scendientes  no  han  sabido  acabar  como  ello^  la 
ítomprendieron. 

El  mejor  y  aias  digno  luouu mentó  que  pu- 
diera elevarse  á  su  memoria  ilustre  seria  el  cons- 
tituir la  monarquía  libr^  y  americana,  que  ellos 
apetecieron,  en  lugar  del  gobierno  ignominioso  y 
estúpido,  que  tuvieron  la  gloria  de  destruir  por 
la  eítpada. 

Que  fué  ese  su  último  deseo,  no  hay  la  menor 
duda.  A  la  gratitud  piadosa  de  la  América  in- 
cumbe respetarlo  y  convertirlo  en  voluntad  tes- 
tamentaria. 

Sacar  la  monarquía  democrática  de  las  tumbas 
le  Holivar  y  de  San  Martin,  seria  como  resu- 
citar á  esoí  grandes  hombres  ó  dar  al  trono 
americano  sus  cimientos  religiosos  y  santos. 

Hasta  los  Incas  en  sus  tumbas,  seguu  la  ex- 
]>re8Íon  del  poeta,  se  sintirian  conmovidos,  viendo 
renovarse  íh  la  patria  americana  el  esplendor  antiguo 
iie  sus  tronos. 

Si  el  suelo  nos  impone  respeto  y  amor  á  nuei- 

16 


—    iij  — 


ttW  compati-i"**^  '«'"^  dnerraen  en  las  tumbas 
rtiatro  y  (líit^"  siglos,    no    .lel>emo8 


olvidar    qn 
Motezuina,    ftiero 


pi  Obra  (le  la  Europa,    qoe  ella 


„    un 
FairíT?^ 


rica  no   fné 
hija  <íe 


Arnt^rica 


corno  puede  serJc  de 


y  si 
rlian  á  la  »»o 
su  uducacio»,  *n 
zo  aptos  para  salv 
destinos  en  el 
dencia. 


ypirfin.  Heíg^rano  y    Bolívar   ten- 
^^^-auia.  era  ponme  le  debían  elIrM 


^er.  y 


la  capíicjdad  que  los  |,f 
i«   -''^^M  y  cambiar  sas 
sentUl^ ,  ^e  su  libeitad  é 


iíídepen 


§  VIH 


[11     >. 
San  Miirim \  ^ 


Las  Weas  monarquistaí*  do  ban  otíhuii  a  ^  Bel^rano  p% 
IHU,  no  eran  ¡m[K>tHilares  en  Aii^^j,¡^^ 


¿  )  un 


exi 


Se  ha  visto  (por  Mitre   v,  g. 
opiniones  en  las  de  Belgí  ano,  San  Martirlj 
davia,  en  favor  de  una  monarquia  argentina 
pendiente    constítucionaL— Be    ha  dicho    q| 
ese  punto  hablan  dejado  de  ser  la  expj  esion  I  ^ 
presentación  del  país,  cuyo  pueldo  era  i^^P^^li V, 
y  liberal  por  instinto,  cuyos  eiércitos  ^ardiaii  jt 
amorá  la  democracia».    iLa  njmhíim  érala  ¿^  - 
nion  de  los  ejércitos- ,  en  1814.  dice  Mitre. — >  EL^^ 
de  SUIZOS  ó  norte -americanos  nuestros  ejércitos.*^  W 
se  componían,  como  hoy,  de  gauchos? — Hoy  uj^^_ 


^  243  — 


Imo,  en  1863,  nuestros  ejércitos  no  tienen  mas 
;  partido  que  su  general. 

Todo  esto  es  ridiculaiiiente  falso.    No  es  historia^ 

novela  urdida  para  adular  las  preocupaciones 
actuales  del  vulgo  de  frac,  (porque,  ahora  mismo, 
el  pBeblo  común  no  es  mas  demócrata  que  en  1814). 

Si  hay   un  sentido  en    que  pueda   decirse  que 

is  hombres  no  representaban  realmente  al  pue- 
blo de  Sud  América,  es  en  el  de  que  ellos  eran 
mas  liberales  que  el  pueblo  mismo, 

Qué  era  el  pueblo  de  8ud-Amér¡ca  entonces?— 
Una  colonia  atrasada  de  la  Espafia,  que  en  la  ciau* 
sura  hermética  en  que  habia  vivido,  no  podía  estar 
loas  al  corriente  en  materia  de  liberalismo,  en  1814, 
qne  lo  estaba  el  pneblo  español,  situado  en  la  Eu- 
ropa, teatro  de  la  revolución  francesa,  y  después 
de  seis  años  que  gobernaban  en  España  los  repre- 
guntantes militares  de  esa  revolución  de  1879. 

Qué  sucedió  en  España  en  1814? — Cuando  vol- 
vió Fernando  VII  de  su  cautiverio,  los  represen- 
tantes lie  la  regencia  y  de  las  Cortes,  que  le  ha- 
bían salvado  el  reino,  le  pidieron  que  al  recibirse 
de  él,  se  dignara  jurar  la  constitución  liberal  mo- 
dema. 

Fernando  no  quiso  oir  nada  de  constitución, 
ni  de  libertad ;  echó  al  diablo  las  cortes  y  sus 
ideas  liberales.  Se  armó  del  poder  mas  absoluto, 
y  el  pueblo  español,  lejos  de  seguir  el  partido  de 
Im  que  abogaban  por  sus  liberüides,  dio  la  espalda 
á  las  Cortes,  á  la  Constitución  y  á  la  libertad, 
y  abrazó  al  Rey  absoluto,  frenético  y  entusiasta. 


244  — 


El  ejército  espailol  sigaid  el  niisma  raovimieato^ 
Mina,  héroe  de  la  ini^p^ndp.irM  y  d3  la  lihpfi^¿ 
española,  fué  víctima  del  absolutisma  de  Fernan- 
do VIÍ,  en  medio  de  la  indiferencia  del  pueblo. 

Oon  qué  motivo  podía  el  pueblo  colonial  de  Sud- 
América  estar  mas  adelantado  que  el  de  España 
en  materia  dt?  libertad  en  e^e  tiempo?  -España 
a(íababa  la  guerra  de  su  independencia;  nosotras 
empezábamos  la  nuestra;  y  los  gefes  de  la  inde- 
pendencia españolíi,  eran  t*^  /*^í*hs  de  la  indepen- 
dencia americana 

Estos  gefes  eran  San  Martm,  Alvear  y  ííelgrano. 
-  -Podia  el  pueblo  de  Sud  América  estar  mas  ade* 
Untado  que  ellos  en  materia  de  libertad? 

Loa  ejércitos  formados  por  ellos  ¿podian  tener 
otras  ideas  que  las  de  sns  gefes,  en  cuanto  á  la 
canga  americana  que»  estos  iniciaban  y  que  los  otros 
seguían  automáticamente'^  —/í^sjí/*e/io  dice  que  todos 
los  gefes  del  ejército  aliado  de  San  Martin,  en 
Lima,  adherian  a  sus  bases  raonarquíitaa  de  paz 
propuestas  á  Laserna 

No  digo  en  1814:  veinte  años  después,  en  183^ 
el  pueblo  de  Mmfo,  probó  sus  instintos  de  liberta! 
democrática,  depositando  en  manos  del  general 
Kosas  la  suma  de  todo^  los  pl>deres  públicos,  en 
los  mismos  términos  que  la  habían  ejercido  los 
YÍreyes  absolutos,  y  conservó  y  sostuvo  ese 
estado  de  cosas  veinte  año 3  mas,  hasta  que  la 
monarquía  constitucional  del  Brasil  sacó  á  la 
democracia  de  Buenoí  Aires  de  manos  del  poder 
absolntn  rtf>  sin  oiif^  Tlnf^rin?>  Aires  defendies^^  ^nst 


—  245  — 

lenas,  como  en  1807,  contra  la  moiiarqnia  li- 
ra! de  Inglaterra  y  en  favor  de  la  monarquía  ab- 
&lütista  de  España. 
Para  Mitre,  era  artiíicial,  en  1814,  el  gobierno 
i|tie  liabia  existido  por  tres  siglos,  sin  que  á  esa 
misma  fecha  hubiere  sido  abolido,  pues  él  mismo 
confiesa  que  la  lefmhlka  no  estaba  proclamada; 
i^era  natural  y  normal  este  gobierao  no  nombrado 
píxjclamario  todavía,  y  que  existia  desde  cuatro 
los  bíijo  la  forma  de  anarquía  mas  ó  menos 
prouimíiada 


^  IX 


mutiarqtiia  en  paradoja^  la  ri^piibliea  es  un  «iuenti 

iMidicnlizad  la  tentativa  de  restablecer  la  monar- 
eE  Ami'rica,  burlaos  de  ella,    calificadla  de 
locura,  no  por  eso  será  mas  fácil  fundar  una  re- 
pública del  estilo  suizo  ó  norteamericana  de  los  pue- 
Idos  que  á  principios  de  este  siglo  eran  colonias  de 
liana  absolutista, 
jstidie  puede  negar  que  la  monarquía  es  iin  heclio 
que  ha  existido  en  América. 

Pero  lo  que  no   es  menos  evidente,  es  que  la 
^república  no  ha  logrado  orgnnizai'se  de  un  modo 
definitivo  en  ningún  punto  de  América  del  Sud  en 
medio  siglo  que  hace  que  está  proclamada. 

No  puede  calificarse  de  paradoja!  y  ridicula  una 
que  ha  existido  en  la  mtute  de  los  hombres  mas 


—  24fi  — 

serios  qne  ha  teaido  Sud  Aménca,  puess  baii  ftLi:< 
dado  lo  único  estable  que  ella  tiene,  la  indepen- 
dencia: tales  son  Sao  Martin,  Bolívar,  Sncre,  Bel- 
gnno,  etc. 

No  eran  niAos,  soldados  ignorantes,  u  hombres 
de$armtkubs,  (?)  Todos  ellos  se  babian  educado  en 
Europa,  T  sabian  de  civilización  j  de  gobierno  mas 
que  lo  que  saben  hoy  mismo  los  republicanos  exal 
fados  que  los  cñtícan.  Mitre  á  la  cabeza  de  ellos. 


§X 
Lts  em^mig9s  de  la  naenAr^nia;  falsms  repábUe«s 

La  fiNiniriiuia  es  un  fintaisiiia  con  que  los  demago- 
go^ rt  nos  se  han  hecho  la  guerra,  empleán- 
dolo para  asustar  al  pneblo. 

cH       '     "        *  ia  la  pmdenna  política  3- 

y  asc'  -        1  uo  actual,  para  apagar  la 

irritación  que  ha  cansado  en  la  masa  de  estos  ha- 
bitantes el  arribo  de  diputados  del  Rey  . 

Escribía  esto  el    ílir^-^ctur   Alvear  en    1^1  !í    A^ 
Lord  Strangford, 

Y  ¿qué  hacía,  por  su  parte,  Alvear?— Pit;ten- 
dia  p-^  ^  '     provini  -  ntinas  desuroando  ba- 

jo el  1  radode  1    -         m,  y  á  ese  fin  e:!>*:ribiú 

al  gefe  del  Gabinete  inglés. 

En  1  S2fí,  el  general  Paez  y  sus  amíg 
ban  al  general  Bolívar  que  ciñese  la  coi™ 
de  Colombia;  y  esos  mismos  Venezolanos,  poco  mas 


—  247  - 

irde,  acusaban  á  Bolivar  por  no  haber  hecho  casti- 
gar á  sus  ministros  granadino^;,  que  iiiiciaion  ne^ 
^gociaciones  en  Europa  para  el  establecimiento  de  una 
monarquía  en   Colombia. 


Quiénes  son  los  que  detestan  á  los  reyesy^Los 
i|ue  ocupan  sus  sillas,  esos  reyes  por  tres  años,  que, 
2iin  corona  ni  cetro,  disponen  de  vidas  y  haciendan 
can  mas  absolutismo  que  un  monarca,  llamándose, 
simplemente,  prcsulmtes,  gobernadores!  Su  america- 
nismo no  es  sino  antagonismo  de  oficio,  simple  com- 
petencia en  esa  industria  que  jior  allá  se  llama 
gobernar. 

En  nombre  de  qué  principio^  es  decir,  de  qué  inte- 
li^s  general  defií/nden  la  repüblicaV — En  el  de  la  fiber- 
t4id.  Y  como  la  libertad  no  existe  en  ninguna  Repúbli* 
ca  de  America;  como  en  cada  una  tiene  por  verdugo 
y  matador  al  Presidente,  se  deduce  que  los  üiiicos 
que  defienden  la  república  y  rechazan  la  ojonarquia 
son  los  opresores  de  la  America. 

Entretanto,  si  estuviera  en  la  mano  de  los  Presi- 
dentes y  Gobernadores  hacerse  reyes,  ¡cuántos  reyes 
no  tendría  ya  la  América!  Estaría  llena  de  ellos;  no 
tendría  hoy  un  solo  presidente. — Cuál  de  ellos  ha- 
hria  preferido  volver  á  la  vida  oscura  antesque  aca- 
.bar  su  vida  en  el  trono? 

Interpelad  al  mas  repahUcano  de  ellos,  á  Mitre 
fV,  g:  Os  opondriais  de  veras  á  ser  ptodamada 
Bartolo  1^'  Emperadoh  de  los  /Vrgentinos?— Su 
hfira  tliria  ti;i,  tal  vez;  pero  el  extremo  de  su  labio  y 


—  248  ^ 

ojo  dirían  lo  contrarío  para  quien  sabe  entenderlos. 

Otros  opositores  á  que  haya  una  aristocracia  tu- 
telar son  los  que  la  forman  ya  de  hecho,  en  ple- 
na república,  á  título  de  herederos  de  los  héroes 
de  las  grandes  guerras  y  de  las  grandes  cuest¡(H 
nes.  Cuántos  de  estos  hay  que  deben  su  especie 
de  nobleza  fdistimicn,  hmiorahíUdad,  notfrUlidadJ 
á  la  circunstancia  de  descender  de  organizadores 
y  hombres  de  Estado,  cuyas  obras  quedaron  en 
proyecto! — Y  como  nada  se  ha  fundado  ¿cuál  no 
está  en  ese  caso?—  Y  romo  no  ha  habido  mas  que 
una  grande  guerra  (la  de  la  independencia)  ¿qué 
militar  hay  que  merezca  ennoblecer  ó  dotar  de 
un  privilegio  á  su  descendencia? 

El  que  reclama  rango  y  respetos  por  servicios 
que  hizo  su  padre  á  la  nación ;  el  que  luce  la 
gloria  que  ha  heredado,  las  distinciones  tributa- 
das á  servicios  que  no  ha  hecho,— es  un  aristó- 
crata, un  noble,  un  conde,  menos  el  título.  To- 
do rango  hereditario  es  aristocracia. — En  este 
caso  están  los  hijos  de  los  generales  y  de  los  pu- 
blicistas nombrados  en  las  Keptíblicas  de  8ud- Amé- 
rica: los  Várela  no  hablan  sino  de  su  padre;  Bal- 
caree,  siempre  de  sus  padres;  los  Guido,  los  Alvear^ 
los  etc,  sin  haber  hecho  nada  por  sí,  se  creen  de 
raza  superior  por  el  simple  mérito  que  adquirieron 
sus  padres. 


Quién  se  opone  á  que  haya  legisladores  ¿ 
da? — Los  militares,  es  decir,  unos  empleados  tíJ 


—  241»  — 


talicios,  que  tienen  sueldos  y  honores  á  vida,  y 
todavía  pensiones  para  sus  familias  después  de  su 
müei"te.  Esos  son  los  que  se  escandalizan  de  que 
se  hable  de  establecer  legisladores  y  gobernan- 
tes  y  otros  empleados  vitalicios.  No  son  tontos! 
Hacen  lo  que  toda  nobleza:  rechazar  la  nobleza  ri- 
val, cerrar  sus  rangos,  querer  ser  solos,  es  decir, 
ilaseprevíleyiada^  aristocracia,  en  una  palabra. 
Pera  el  militar  vitalicio  es  institución  pertene- 

ienteá  la  monarquía:  militar,  en  las  condiciones 
*k-  la  Europa,  es  sinónimo  de  tiobie.  En  la  América 
i*epublícana,  hoy,  es  un  anacronismo.  Losmilitaies, 
los  doctores,  los  clérigos,  únicos  rangos  que  el  sis- 
tema colonial  permitía  á  los  americanos,  son  boy  en 
dia  una  especie  de  aristocracia  en  sus  repúblicas. 
— Por  qué  no  serian  elevados  á  condes^  á  marquesm, 
á  duqncsf  Cuál  es  el  origen  de  todas  las  noblezas? 
Si  se  quiere  la  república  en  verdad,  na  debe 
haber  militares  de  profesión,  es  decir,  vit^ilicios. 
coroneles,  ni  generales  con  sueldo  del  Estado  pa- 
ra toda  su  vida.  El  principio  de  igualdad  en 
qiie  reposa  la   república,  excluye  esa   especie  de 

louopolio  ultrajante  á  la  gCTieralidad  del  pueblo; 
rerdadera  nobleza,  la  mas  genuina  nobleza  de  la 

¡¡tlTopa 

república,  si  ha  de  ser  una  verdad,  exije 
"ñiíS  reforma  militar  radicalísima  en  un  sentido 
íle  igualdad  absoluta,  es  decir,  de  la  supresión  de 
la  profesión  militar.  Y,  si  los  militares  la  aman 
de  veras,  ellos  deben  tener  la  probidad  de  poner* 
«e  á   la  cabeza,  deben  olvidar  sus  privilegios  de 


grado  y   cié  sueldo   en   nombre    de   la    igualdml 
rqmblicuna. 

Si  lio;  si  quieren  sueldos  y  honores  vitalicios, 
8Í  quieren  ser  una  aristocracia  enmascarada,  acép 
tenia  mas  bien  sin  disfraz,  y  acéptenla  de  un 
modo  completo  y  regular,  como  existe  en  la  mo- 
uarquia  Europea,  donde  los  generales  y  corone- 
les son  vitalicios  como  en  la  América  de  estos 
dias,  que  se  dice  repnldicana. 

Quienes,  sino  ellos  mismos,  serían  los  duques 
de  Maipó,  condes  de  Mayo^  los  marqueses  de  Cha- 
cahuco^  etc.  eic. 


Quiénes  son  los  otros  opositx>resV  Los  clérigos. 
Otra  clase  vitalicia  y  privilegiada,  que  debe  des- 
aparecer en  nombre  de  la  república  estricta,  *> 
conciliarse  con  las  demás  clases  permanentes  exi- 
gidas poi'  el  urden  que  prevalece  y  sostiene  la 
civilización  europea. 

Quiénes  otros  resisten  la  monarquía?  Los  doc 
tores  en  leyes  y  en  medicina,  los  patentados  A 
vida  por  las  Universidades  para  ejercer  el  mo- 
núpúlfo  ópririlefjiorifjjtlteio  t\e  defender^  de  admi 
nistrar  justicia,  de  curar;— instituciones  nacidas  en 
la  Europa  monárquica,  que  siguen  viviendo  en 
plena  república. 

Entre  los  opositores  á  la  monarquia  están,  además, 
los  que  afectan  esa  oposición,  sin  abrigarla  en  sa 
alma,  como  los  Tartufos  de  la  república:  raza  dp  hi- 
pócritas que  se  llevan  estUíliando  todas  las  flaquezas 


—  251  — 


y  miserias  del  pueblo  para  hablarle  en  su  sentid^ 
vivir  de  su  favor. 

La  regeneración  de  América  por  una  autoridad 
faerte,  libre  y  democrática,  no  tiene  adversarios  mas 
indignos^  que  esos  arlequines  vestidos  de  dos  colores, 
de  dos  libreas  á  la  vez,  una  republicaua,  otra  monar- 
quista;  que  mienten  republicaiiiíímo  á  la  América, 
para  que  les  dé  legaciones  y  sueldos;  y  que  mienten 
monarquismo  á  la  Europa,  para  que  les  permita  jugar 
la  comedia  diplomática,  en  sus  cortes,  de  las  que 
viven  y  se  alimentan. 

Hablando  6  mintiendo  siempre  al  oído  y  en  voz 
baja,  no  se  conoce  su  opinión  verdadera;  su  carácter 
es  no  tener  ninguna,  y  todo  su  fin  es  vivir  alegres  y 
contentos,  sin  amar  ni  detestar  á  nadie;  en  la  Eu- 
ropa uionárquica,  bien  entendido,  único  modo  en 
que  confiesan  tácitamente  que  prefieren  la  tuonar- 
qnia  á  la  repiíblica,  que  afectan  querer. 

Prefiriendo  la  monarquia,  que  ven  brillar,  go- 
zando á  su  sombra  de  la  paz  que  no  han  conocido  en 
América;  huyendo  de  los  extragos  de  la  república, 
que  detestan  y  que  desmienten  á  cada  paso  por  su 
amor  frenético  á  los  honores  y  á  las  distinciones, 
explotan,  sin  emlíargo,  la  cegueilad  republicana  con 
sus  adulaciones  serviles;  y  le  venden  los  pocos  se- 
cretos que  saben  arrancar  á  la  confianza  escasa  que 
llegan  á  obtener  en  Europa,  al  precio  de  las  revela- 
ciones y  descubiertas  de  complots  conini  la  indepeU' 
deiicia  de  un  túmido  y  sns  libertades! 


i 


§  XI 
Prenenpariones  contra  la  movarqifla 

Queréis  echar  á  los  europeistas  de  AttiérícaV 
—  Queréis  que  no  los  haya? — Echad  á  todoi*  los 
extrangeros  que  van  de  Europa,  con  tal  que  no 
§ean  suizos 

Echad  fuera  á  los  Im/leses,  i  los  Fram  ^^  i  ¡os 
Italianos,  á  lt*8  EsjHJfwles,  porque  todos  tl¡o>í  son 
monarquistas,  todos  tienen  \m-íy  protector  á  un  Rey, 
de  quien  son  s^übditos. 

Recibid  solamente  la  inmigración  de  los  I^orte- 
americanos  y  de  los  Smlamencatios,  y  veréis  á 
lo  que  queda  reducida  nuestra  población,  por  lo  que 
hace  a!  luímero  y  por  lo  que  hace  á  la  cultura 

Munarqnisia!  decís  por  insulto  á  un  hombre;  y 
en  seguida  os  honráis  de  ir  á  casa  de  un  inglés  ó 
de  un  francas  rico,  que  no  son  otra  cosa  que  mo- 
narquistas! 

Cuan  til  mas  inmigiacion  de  Europa,  mas  eun> 
peismo,  mas  monarquismo  habrá  en  América. 


Quiere  traernos  reyes,  dirán. — Es  verdad;  pero  el 
equivalente  de  eso  es:  quiere  llevarnos  los  caudillos. 

Los  caudillos,  no  íon  otros  que  los  Presidentes 
y  los  Gobernod'^es  sfl^nafws  y  arbitrarios,  de  que 
la  república  es  el  semillero  y  el  almacigo. 

Dar  reyes  á  la  América,  seria  darle  gobier- 
nos serios    ilUjnosde  ella,  como  los  tiene  la  Euro- 


—  25a  — 

jKi  calta  y  liberal  ^ — íío  queréis  ser  europeistas 
en  civilización? — Por  qwé  no  serlo  en  el  gobierno? 

(¿tté  63  el  rey?— Es  ei  Jefe  Supremo,  de  es- 
tila y  de  tipo  europeo,  es  decir,  civilizado,  culto 

Tomáis  á  la  Europa  culta  el  tipo  de  su  saldada, 
stt  arma,  su  traje,  su  nombre,  su  arte;  y  no  que- 
réis tomar  su  Jefe  Supremo,  que  es  el  Re^? — 
Par  qué? — Porque  no  podéis  serlo  vos  mismo. 


§  XTI 
Uisciilpn  do  Aiiiénea 

hek  monarquía  despótica  y  extrangera,  ha  desa- 
creditado ala  monirqtúa  canslUu^ional y  ñmeñcaLüB. 
itara  vez  se  desacredítala  cosa  sin  que  el  nombre 
4Ue  la  designa  caiga  en  el  mismo  descrédito.  Ese  e^ 
td  peor  legado  de  un  mal  gobierno, — el  odio  á  todo 
gobierno,  bueno  y  malo,  la  incredulidad  de  que  pueda 
haber  gobierno  bueno. 

La  América  del  Sud  tiene  esa  disculpa.  Ha  conoci 
du  la  monarquía  bajo  la  condición  humillante  de  co- 
lonia, sin  ningún  gtínero  de  libertad;  y  no  paede  se- 
parar  de  sus  recu-^rdos  la  idea  de  momrquia,  de 
la  idea  de  colonia  y  dependencia  serviL 

El  ejemplo  del  Brasil  seria  ya  un  desmentido  ani- 
mada que  recibe  la  preocupación  americana.  Pero  la 
antipatía  tradicional,  entre  las  familias  española  y 
portuguasa,  es  un  obstáculo  que  embaraza  su  propa* 
g:anda,  A  estose  añade  la  falta  del  gobierno  del  Bra- 
sil, qne  nada  hace  ya  para  propagar  el  ejemplo  de 


—  254  - 

SU  sistema  de  gobierno  en  los  pueblos  americanos  de 
la  familia  española.  En  vez  de  hacerles  simpático 
m  ejemplo  monárquico,  por  la  observancia  ilustrada 
del  derecho  y  del  deber  de  buena  vecindad,  irrita 
A  las  repúblicas,  tomándoles  su  territorio.  Le^  desa- 
credita  sus  gobiernos,  no  para  que  lo  cambien  por 
la  monarquía,  sino  para  que  se  disuelvan;  para 
que  dejen  de  existir  como  naciones  independientes  y 
se  anexen  al  Brasil  y  se  hagan  parte  de  él  De  ese 
modo,  la  monarquía  indepeniüente  del  Brasil  contri- 
buye como  la  antigua  monaniaia  española  á  desacre- 
ditar la  buena  monarquía  constitucional 

Los  brasileros  son  los  j/ankees  imfros  de  la  Re- 
pública Argentina;  un  amago  á  su  integridad,  como 
los  Estados  Unidos  A  Méjico. 


§  xm 


Servirlo  quf3  la  religión  reeíbíria  de  la  monarquía  (^ti 
Sud- América,  y  la  motiarquia  de  la  religión 

<iEl  sistema  monórquino  cotistitucio- 
iial,  es  el  que  el  Señor  dio  al  pue- 
blo de  Lsrnel,  el  que  Jeí?uerieto 
ooní^tituyó  en  la  Iglesia»  el  mas 
favorable  á  Jo  eonsürvai'ion  y  pro- 
greso  de  In  reliífion  catóti«»li  y  el 
menos  sujeto  ó  los  niales  que 
afectan  á  los  demas.v  (1) 

Si  el  poder  temporal  y  monárquico,  que  el  Pa 
pa  inviste  hoy  dia,  es  esencial  á  la  conservación 


(1)  Palnbras  del  Dr.  Castro  Barros  en  favor  de  la  monnr- 

auia,  ditihas  ©a  sesión  el  3i  de  Junio  de  1816,  en  el  Consrreso 
e  Tuoumao. 


-  255  — 


de  SQ  poder  esipi ritual,  la  América  debe  A  la  ma- 
lí arquia  romana  la  existencia  de  uno  de  sus  mas 
preciosos  elemeütos   de  salad   y    civilización, ^ — la 
religión  cristiana. 

No  se  debe  olvidar  que  el  Papa  es  un  Rey, 
que  no  se  pueile  condenar  á  los  Reyes,  es  decir, 
la  monarqiáa,  de  un  modo  absoluto,  sin  envolver 
al  Papa,  rey  de  Roma,  en  esa  condenacioiK  Si 
la  monarquía  es  uti  críoien,  el  Santo  Padre,  es 
cómplit'tí  de  él. 

Si  la  munarqnía,  al  contrario,  es  esencial  al 
sosten  de  la  cabeza  de  la  Iglesia,  no  lo  es  me- 
nos á  la  seguridad  de  sus  extremos  dominios  en 
el  nuevo  mundo. 

La  anarquía  resultante  de  la  falta  de  gobierno 
ó  de  la  presencia  de  gobiernos  insuficientes,  ha 
perjudicado  á  la  religión  en  América,  dallada 
á  las  creencias  y  privado  á  las  costumbres  y  al 
orden  social  de  esa  garantía  esencialísima. 

Donde  el  culto  no  ha  vivido  jamás  sin  el  pa- 
trocinio del  listado,  la  falta  de  esa  protección,  ó 
el  ejercicio  imperfecto  ó  interrumpido  de  ella,  ha 
debido  naturalmente  influir  de  un  modo  ruinoso 
en  el  cult^  nacional.  Las  iglesias  caídas  no  se 
han  repuesto,  los  obispos  muertos  no  se  han 
reemplazado,  los  seminarios  se  han  quedado  sin 
dotaciones,  por  el  desorden  del  tesoro  público 
disipado  en  las  disenciones  civiles,  ó  esterilizado 
por  falta  de  gobierno  estable  y  eficaz  que  lo  reúna  y 
administre 

A  la  iglesia  mas  que  á    na<lie    importaría    el 


—  258  ~ 

personales,  liabiaii  ces:ulo  ((»n  !a  doiiinaov  n  délos 
soberanos  españoles  en  ese  c(jntinente,  s^in  duda  con 
la  mira  diplomática  de  concediólos  de  nuevo  para 
nuevas  recompensas  de  parte  de  los  poderes  ame- 
ricanos. 

La  Italia  trata  este  plc^ito  en  nombre  d»»  i<is  Na- 
ciones católicas  o  para  conveniencia  de  toda^. 


§  XJV 

Sin.  gobierno  ostable,  ni  capiíale^.  iii  einití:niiioiu  ni 
progioso 

Queremos  la  civilización  de  la  P^uropa  en  Améri- 
ca; nos  empeñábamos  en  llevarla.  Queremos  que 
vayan  sus  habitantes,  sus  capitales,  sus  riquez:i>. 

Queremos  todo  esto,  menos  su  forma  de  gobierno, 
es  deci]\  menos  la  garantía  á  que  la  Kuropa  debe 
la  posesión  3^  progreso  de  todo  esto. 

La  repüblic:a monarquista  nos  üevaiá  todo  eso  á 
la  América,  no  porque  la  forma  jnoífarf/uiar  i^eaen 
sí  misma  una  posesión,  sino  porque  la  íiproxima- 
cion  á  ella,  nos  dará  la  cooperaciun  de  los  gouier- 
nos  europeos,  sus  simpatías,  un  intert'ís  dirt-cio  de 
su  parte  en  afianzar  nuestros  gobiernos.—  Tara 
afianzar  esta  forma  en  América,  los  gubienios  eu- 
ropeos nos  echaián  al  otio  continente  los  raj^italeSy 
los  emigrados,  todo  esto  que  lioy  nose^t^»ibaii  jue 
A- aya,  por  la  antipatía  á  nuestro  sistema. 

No  es  tanto  la  imlepemieucid ,  como  la   jcfíibüca 


—  ^¿»l» 


pura,  la  causa  del  reiífriamiento  y  de  la  distancia 
entre  Kuropa  y  Aineriea. — KI  Brasil  es  an  t-jemplo' 
de  ello  Isleños  grande  y  rv  o  que  Méjico,  tiene  mas 
simpatia^   en  Enropa   por  la  forma  de  gobierno. 

En  los  Estados  l'nidos,  es  otra  cosa.  Kl  orden  y  la 
l;l»eii¿id,  l»ns(  ados  jíor  los  emigrados,  i|neallílm- 
cian  posible  la  república,  no  lo  "^on  en  Snd-Anim- 
ca,  áino  por  la  moíianjuia,  fs  decir,  por  e]  golderno 
faene. 

Tomar  á  la  civilización  de  !a  Enropa,  todo,  me- 
nos la  forma  de  sn  gobierno,  es  como  reproba!  la  y 
pret4*nder  cjenr  una  co>;a  mejor,  8i  agregamos  que 
la  forma  monánjuica,  nos  ha  dado  el  ser,  y  que 
la  repilbíif  a  adofjtada  en  su  hostilidad,  üolo  nos  ha 
dado  pobreza  y  atraso,  la  pretensión  es  tan  injusta 
como  perniciosa. 

Ene!  llata  la  monarquía  teudiia  garantías  de 
estabilidad  mayores  qne  en  Méjico  Si  la  monarquía 
deMeji(-o  tiene  un  péligrcí  en  la  rencidad  de  la 
repriblica  de  Editados  ruidos,  la  del  Plata  tendría 
una  garantía  en  la  monarquía  vecina  del  Brasil. 

Y  aunque  la  Identidad  de  forma  no  haría  desapa- 
recer el  antagonismo  de  familia  que  existió  1ki jo  !a 
monaniuia  misma,  ese  antagonisíuo  tendría  enton* 
ceíiUH  solo  motivo,  en  ve?5  de  dos  ó  mas  que  hov 
tiene. 

En  efecto,  el  mas  podei'oso,  es  el  que  tiene  por 
razón  la  nmbicinn  territorial.  La  nniformidüd  de 
gistemade  gobierno  no  lo  haní  desaparecer. 

El  Brasil  surumhH  ciuIjO  imperio  si  no  >e  apro- 
pia los  países;  de!  Plata  ríLerefios  de  \m  aflueutei 


-  2m  - 

de  ese  rio,  n¿tciclo-s  en  su  territorio;  y  esos  países 
sucumben  como  Repilblicas,  si  no  se  apropian  las 
provincias  m^Tidionales  del   Brasil. 

Lo  primero  es  tan  factible,  <'omo  Ío  segundo 
es  quimérico. 

Dada  la  monarquía  en  el  Plata,  seria  entonces 
mas  fácil  que  el  Sntl  del  Brasil  se  hiciera  argentino, 
que  el  que  losi  países  orientales  de!  Plata  se  hi- 
ciesen brasilefios. 


§  XV 


Modus  operandi,— Méjico 


Cada  dia  tengo  nuevos  motivos  de  ratiticarme 
en  que  Méjico  no  es  el  país  llamado  á  iniciar  la 
reforma  monárquica  en  la  América  Española,  por 
ser  el  mas  ¿itrasatlo  y  por  estar  un  paso  del  ma- 
yor obstáculo  que  tenga  la  monarquia  en  Amiírica, 
— que  es  la  repüblica  sajona. 

Dios  quiera  que  el  mal  éxito  no  cree  preocu^ 
paciones  que  i'etarden  50  años  mas  esa  útil  re- 
forma. 

Un  país  corrompido  por  la  repüblica  está  cor- 
rompido  \\m{ñ>  para  ¡a  múnarqttia:  '^cvá  monarquis- 
ta como  ha  sido  republicano;  sus  facciones  queman 
hacer  del  Bcif  como  hacían  del  Fresidentej  un  ins- 
trumento de  ganancia,  de  ambición,  de  triunfo  per- 
sonal; y  si  no  les  diese  este  resultado  se  volve- 
rían contra  él  y  lo  derrocarían. 


—  2i\{    - 


Méjico  no  totiiítrá  l;i  mananiuía  como  iiii  pa^o 
de  progresa,  como  una  mejora  de  civilizaeiun,  si- 
no  como  un  expediente  igual  á  otro  para  revolu* 
Clonar  y  medrar  por  la  revolución.  Una  facción 
caida  en  lo  inteiior  ha  Imscado  elementos  en  lo 
exterior. 

Prueba  de  esto  es  que  los  Mejicanos  promoto- 
res de  la  monarquía,  no  son  europeistas  de  cora- 
zon,  no  conocen  en  que  consisten  los  principios 
de  la  civilización  euro]>ea,  que  pretenden  llevar 
á  M(íjicu.  Se  les  vé,  al  contrario,  sostener  prin- 
cipios  atrasados  y  hostiles  á  la  civilización  actual 
de  Europa  y  aun  de  la  misma  Francia, 

8e  contentarán  con  llevar  de  Europa  la  fuer- 
za militar  que  les  sirva  de  instrumento  podero* 
sOj  pero  que  es  efímero  y  pasajero 

No  pien^in  en  el  porvenir  y  en  la  perpetuidad 
de  lu  ini^tituciun  que  quieren  fundar;  piueha  de 
ello  es  que  no  atienden  á  los  medios  de  ubtenerlo. 

Así,  se  les  vé  prescindir  de  la  América  del 
Snd,  y  aislarse  en  un  egoisuio  casi  mnniripal,  de- 
jando quedar  como  resistencia  lo  que  pudiera  ser 
un  elenuMito  auxiliar  de  su  obra,  en  que  los  re» 
publícanos  ven  nna  cuestión  de  América,  y  los  me- 
jicanos se  obstinan  en  bací^rla  <le  solo  Méjico, 

En  la  misma  Méjico  nada  hacen  por  cambiar 
las  creencia-;,  ilustrarlas  y  decidirlas  por  la  mo- 
narquía, 8e  contentan  con  las  bayonetas  de  la 
Francia. 

Si  la  monarquía   ha  de  quedar   perpetua  allí. 


—  2Í52 


necesita  *\e  im  ajioyo  tn^noi  pasajero   que  el  po- 
der de  X<q)oIeon\ 

El  Austria,  no  es  poder  marítimo,  no  vale  na- 
da para  América. 

La  Inglaterra  y  la  Esparta  .serán  siempre  desa- 
fectas ú  hostiles  á  la  monarquía  creada  por  Na- 
poleón 

Si  Na|>oleon,  comu  la  revolanou  de  que  es  en- 
camación, es  Inienu  para  tlesíiuirel  pasado,  la  In- 
glaterra  sola  es  capaz  de  garantir  la  estabilidad  de 
lo  venidero. 

Decir  que  la  monarquía  de  Méjico  es  un  baluarte 
para  contener  la  irrupción  de  la  república  sajona, 
es  recomendar  esa  monarquía  al  odio  de  la  repd- 
blica  vecina. 

Ho3^  está  impotente,  porque  está  en  guerra  civiK 
Pero  esa  guerra  tendrá  nn  Hn, 

Ese  fin  sera:  ó  la  reunión  de  la  antigua  union^  ó 
su  separación  en  dos  twiones  poderosas. 

La  del  Sud,  en  este  ultimo  caso,  como  mas  ve- 
cini\,  creerla  que  á  ella  se  dirigían  lus  recelos  hostiles 
que  ha  creado  el  trono  baluarte, ^ — Una  república 
de  12  millones,  que  hubiese  podido  arrebatar  la  in- 
dependencia íí  otra  de  difz  p  sris  millones,  rica,  in- 
teligente, moralizada  hasta  por  su  guerra  heroica, 
haria  desaparecer  en  un  instante  al  naciente  trono, 
desde  que  le  faltase  el  apoyo  extrangero  de  Napo- 
león, ó  tal  vez  antes  si  los  republicanos  de  Méjico 
contasen  con  el  apoyo  armado  de  la  república  del 
Missisipi.  No  seria  la  de  Washington  la  que  apoya- 
se :íT  ti  <iHo  Mejicano. 


ija  Ameñrinfrí  Sffff^ó  la  Española,  no  raandaria 
€;jércit08  4  *lestruir  el  trono  de  Méjico,  pero  manda' 
ria  aphtisoss  á  la  vecina  república,  tan  ruidosos  y 
magnéticos,  qne  return harían  á  este  lado  del  Océano, 
y  la  Europa  libera!  /í  agitadora  agregaría  los  suyos 
i  los  lie  todas  Uks  repúblicas  de  anibas  Aniéricas. 

Sabe  Dioíí  si  la  reacción  republicana  dejase  en 
•4)¡é  <^*1  írmo  del  Hra-iil. 

Al  fli  *tsit,  mejor  i|ne  á  Francia,  tocaría  la  inicia- 
tiva de  lív  reforma  americana  Pero  su  políticajt)ar- 
tifffiíesii  y  mezquina  fomenta  los  destrozos  de  la 
xepiibhca  tras  la  mira  íle  reemplazarlas  por  sn  tro- 
no portnguesi  de  origen  3^  mulato  de  presente.  Con 
la  idea  de  Monme,  también  aspiran  ellos  al  ííw/jmo 
conthmüaj ,  Sacarán  lo  que  los  Estados  Unidos^ 
ipie  v»M';5ii   liesnit'mlinuse  el  Ihas/f  en  dtr   Jlf  asiles. 


§   XVI 


U^jieo*— Modfis  o|iprjiiii1i#--  Pru|jaíí;anda. 

iLa  monarquía,  si  viniera  un  día  en  América»  ha 
le  venir  coino  un  pnso  y  un  signo  de  (jrogreso; 
como  resultado  maduro  de  la  (convicción  qnc  !a  re- 
publh't  actnal,  farsa  indigna  de  este  bello  nombre, 
e^  el  atraso  en  el  gobierno,  es  la  barbarie  en  la 
polftim,  iiMrqnt*  e^  la  violación  perpetua  de  la  liber- 
tad y  dei  orden. 

La  monarqum  vendrá  tomo  vino  la  repnbüm  A 


-  2íU  — 


saber: — trícifap  rirtHalmente:  grmhuií  jf  sHcesira- 
mente. 

Negar  que  la  libert-ad  y  el  *5rden  no  existen  en 
América,  ó  que  solo  existen  para  verse  atropellados 
y  Inimillados  á  cada  instante,  es  loque  no  liará 
un  hombre  t|iie  lionre  su  palabra  y  quiera  decir  la 
verdad. 

Se  dirá  que  e^  líorqiie  la  república  no  está  cons- 
tituida?—  Tanto  vale  eso  para  mi  ttv^is:  yo  bablo 
cabalmente  de  e>a  república  i n constituida  ó  incons- 
tituible,  como  lo  acredita  una  experiencia  de  medio 
siglo;  hablo  de  la  repübUca  piísima  que  tenemos, 
no  de  la  repiiblira  perfecta  que  no  podemos  realizar, 
'Hablo  de  la  república  de  Sud-América,  y  no  de 
la  república  de  los  Estados  Unidos. 

8i  la  monarquía  fuera  un  progreso  en  Sud-Amé- 
rica, claro  es  (pu*  ella  deberia  acabar  por  Méjico^ 
en  lugar  de  erapez:ar  por  ese  |>aís,  el  mas  atrazado 
de  cuantos  deben  su  origen  á  l^spaiui  en  aquel  con- 
tinente. Será  el  último  en  ese  cambie»  de  progreso, 
como  fué  el  último  en  el  cambio  no  menos  progre- 
sista de  la  emancipación  respecto  de  líspaña— So- 
lo en  1822  dejü  Mí^jico  de  ser  colonia  de  Esparta, 
cuando  hacia  12  años  que  el  Plata  y  Venezuela  eran 
independientes.  Así,  un  insuceso  en  Méjico,  no  se- 
ría decisivo,  aunque  sí  dilatorio. 

Aun  bajo  el  gobierno  español,  Méjico  fué  la 
colonia  menos  espafioht  ó  europea  de  ese  continen- 
te, ya  por  su  población,  iiulígena  en  sus  tres  cuar- 
tas partes,  ya  por  las  dificultades  que  ofrece,  pa* 
ra   comunicar  con  Europa,    su  suelo  rodeado  de 


265  - 


costas  pestíferas  cuando  no  tempestuosas.  Especie 
íle  Estigia  terrestre,  se  diría  que  el  dedo  de  la 
muerte  ha  rayado  sus  fronteras  sepulcrales. 

Empezando  por  ese  país  la  regeneración  de  Siid 
América,  la  Europa  ha  empezado  por  el  fin,  es  de- 
cir, ha  errado  su  camino,  alejándose  del  verdadero 
objeto,  Dios  sabe  si  por  siglos. 

No  8011  el  vómito  y  las  (empvstftdes  los  peores 
enemigos  que  allí  encuentran  los  ejércitos  de  En* 
ropa  y  que  encontrará  el  nuevo  trono.— Son  las 
preocupaciones,  el  atraso  del  pueblo,  embilagado 
de  aversión  contra  la  monarquía^  que  la  revolu 
cion  de  la  independencia  ha  identificado  en  las  su- 
persticiones del  pueblo,  con  la  tiranía,  con  la  es- 
clavitud y  con  todo  lo  qu.^  hay  de  vilipendioso  y 
de  humillante  en  la  tierra. 

La  república,  á  sus  ojos,  es  una  t^jrina  que  pue- 
de hacerlos  desfjmcktdns,  pero  no  infames,  como 
lo  temen  de  la  monarqnia. 

Esas  preocupaciones  no  alzaráíi  ejércitos  capa- 
ces de  pelear  en  ca-njios  <le  batalla  con  los  ejércitos 
de  la  Europa.  Pero  trabajarán  en  lo  moral,  como 
el  clima  en  lo  físico,  enfermando  y  esterilizandü 
todas  las  victorias  de  los  ejércitos,  todas  las  ins- 
tituciones que  la  mano  de  la  civilización  europea 
elifiípití^  cu  el  odio  del  país  americano. 

No  hay  mas  que  un  medio  de  disijiíjr  ese  odio, 
y  es  la  discusión,  la  propaganda  doctrinaria  por 
]a  palabra  y  [>or  la  prensa.  Esa  fué  el  arma  mas 
podero^^a  de  Hernán  Oortez.  Con  el  poder  exclu- 
sivo de  sus  ejércitos  liliíuiticnses,  habría  perecido 


sin  remeJio  á  pesar  «le  todas  las  ventajan  de  sus 
armas  y  tístniíegia. 

Ningún  cambio,  ninguna  conquisUi,  ninguim 
gran  revolución  se  ha  operado  en  el  mundo  de 
otro  modo. 

El  cambio  material  que  no  e^  la  realización  del 
cambio  anterior  de  una  idea,  es  un  arcidfute,  un 
tropezón:  la  caída  ih  un  hombre  que  conserva  todas 
sus  íuerza^'í  y  que  se  levanta  en  seguida,  para  can- 
continuar  en  la  dirección   que  llevaba. 

La  república  en  Sud-Amí^rica  es  un  ídolo  en 
quien  nadie  cree;  pero  al  que  todos  sahidan  por  una 
biprocresia  de  ilecoro  americano,  de  conveniencia 
patriótica.  Los  republicanos  de  Sud- América  son 
como  los  paganos  del  tiempo  de  JesHcristaj  como  I 
cafóliens  de!  tiempo  de  Voffoirr. 

Aunque  no  tengan  patriotismo,  no  quieren  apare- 
cer que  no  lo  tienen;  como  el  ateo  no  quiere  apa- 
recer ^\n  religrion. 

lis  preciso  humanizar  el  ídolo,  baciendo  ver  que 
lejos  de  ser  h%  república  una  personificación  de  la 
liberiad,  le  tiene  nsuriiado  su  pedestal,  la  tiene 
excluida  de  su  trono  qnr*  la  monarquía,  lejos  de  ser 
la  destrucción  y  ruina  de  la  revolución  de  la  inde 
pendencia,  puede  ser  el  línico  modo  de  salvarla  de 
la  miserable  condición  en  que  se  arrastra;  pues  1 1 
monarquía,  como  forma,  no  es  mas  que  la  forma 
y  el  vigor  en  el  poder,  y  la  robustez  del  poder  es 
la  salvaguardia  de  la  independencia  nacional;  oca 
sion  de  esta  genealogia  (í  filiación,  como  sucedió 
en  Inglaterra  en    1688,     Que  si  hay  reyes  que 


—  267  — 


representan  la  esclavitud  del  pueblo,  los  hay  tanilífen 
que  reprentan  el  pueblo  entronizado  y  coronado, 
el  pneblo  encarnado  en  un  Key  ciudadano  y  popular, 
que  le  permita  incorporarse  en  la  familia  de  los  Reyes 
y  tiguren  en  ella  por  represtentacioa.  De  otro  modo 
la  misma  revolución  republicana,  que  existe  hoy  en 
Amérim,  tendría  ana  mancha  en  su  oiígen,  pues  lo 
debe  á  la  Inñuencia  indirecta  de  la  Europa,  tanto  en 
el  norte  como  eu  el  sur;  tanto  la  República  de  Esta- 
dos Unidos  como  la  de  la  América  española. 

*Kste  cambio  moral,  esta  revolución  en  las  ideas 
que  debe  preceder  y  facilitar  la  acción  cilivizadora 
"  í  la  Europa   en  América,  no  ha  tenido  órganos 
agentes  entre  los  mejicanos.    Estos  han  apela- 
lo  á  las  anuas  de  la  Europa,  sin  prepararles  el 
camino  por  trabajos  de  discusión,  <jne  solo  á  ellos 
toca,  porque  la  voz  del  extraugero  no  tiene  auto- 
ridad en  materia  de  creencias  y  sentifnienías  nacio- 
Tiales.     Pero  la  falta  de  hombres,  en  3fcjiío,  ade- 
ruíidüs  para  esa  tarea  ¿qué  priielíaf-  Lo  (¡ue  hemos 

5  sepáis  no  está  pi  eparado 
qoí^  supone. 


antes  de 
recibir 


me  I 


,  iro. 


2ri8 


salvación  al  extrangero.  Es  mas  íligno  recibirla  de 
sus  propios  esfuerzos. 

No  pretendo,  por  esto,  que  todo  cambio  ohteiiido 
sin  gloría,  debe  serlo  ignalniente  sin  utilidad  y  sin 
justicia. 

De  otro  modo  la  revolución  de  higlaterra,  ile 
1688,  y  la  revolución  de  Snd-America  de  1810. 
serian  cambios  deplorables,  pues  no  es  la  gloría  el 
nisgo  que  las  distingue,  sino  los  beneficios  que  de 
ellas  bao  reportado  los  pueblos. 

La  re\'olncion  inglesa  de  1íj88 — cine  ui^í^  i*€?vo* 
«  lucion  feliz,  dice  Mñmulay,  y  una  revolución  útil, 

*  pero  no  fué,  como  se  dice  á  menudo,  una  revfdución 

*  gloriosa  .  ,  .  .     Nuestro  orgullo  no  puede  lison- 

*  jearse  de  que  Iiubiese  sido  preciso  traer  á  Ingla- 
^  térra  un  ejí^rcito  extranjero  para  derrocar  A  un 
'  liranoquc  había  violado  la^  leyes  fundamentales 
'  «leí  país  , 

-  .  ,   ^  Y  esta  es  la  parte  menos  vergonzosa  de 

*  esa  historia .    La  chocante  duplicidad  de  las  clases 

*  noliles  y  elevadas,  las  ardientes  protestas  de  tideli- 
«  dad  general  que  recibió  Jacobo  11  basta  el  dia  de 
«  h  deserción  general,  indican  nna  bajeza  de  espíritu 
i  y  una  degradación  ilel  sentido  moral  muy  deshon- 
-  roso  para  ese  siglo  .  (1) 

Este  reproche  no  impide  que  la  revolución  de  In- 
glaterra delPs8,sca  á  lo5  ojos  del  mismo  Macau* 
lay  el  cambio  á  que  deben  ese  país  y  la  Enropa 
entera  su  regeneración  y  su  libertad. 

(Ij  Lord  Mtir(udu¡f,  juícío  «Obre  la    liistorto  con^titucjonal 
di*  Inirialeprii,  pnr  Hftffftm, 


Lo  que  se  ha  dicho  de  la  revolución  inglesíi,  es 
aplicable  en  parte  á  la  revolución  de  la  América  del 
Sud  contra  España. 

Fué  también  una  revolución  victoriosa  y  útil, 
pero  no  fué  mas  gloriosa  que  la  de  Inglaterra, 

Si  no  entró  en  el  Plata  nn  ejército  extranjero 
para  derrocar  al  Rey  absoluto,  de  que  ese  país  era 
patrimonio  colonial,  un  ejército  francés  entri  en 
EspiWfi  donde  estaba  el  Rey  de  los  argentinos;  y 
mientras  se  apoderaba  de  él  y  lo  ttinia  prisionero,  el 
Plata,  lejos  de  defenderlo,  proclamó  su  independen- 
cia respecto  del  Rey,  prisionero  de  los  francesí^s,  en 
ijténninos  equívocos.  Eso  mismo  hizo  toda  líi  Améri- 

del  Sud 

Hizo  bien  de  aprovechar  de  ese  momento  para  rescii 
tar  lo  que  era  suyo,  Pero  nadie  dirá  que  es  glorioso 
y  heroico  voltear  á  un  Rey  caído,  sacudir  la  autu 
ridad  de  un  Rey  atado  de  pies  y  manos  por  el  *  x- 
trangero. 

Prueba  de  que  el  mismo  pueblo  americano  lo 
sentía  así,  cuando  presentaba  como  movimiento  de 
fidelidad  el  que  lo  era  de  reroindon. 

Haciéndose  independientes  bajo  pretextos  de  fi- 
delidad al  Rey  abandonado,  el  pueblo  de  Sud- 
Araérica,  como  el  pueblo  inglés,  incnrrió  en  esa 
ílu|ílicidad  de  circunstancias,  de  que  la  historia 
hace  un  reproche  á  los  ingleses  de  1688;  y  que, 
hin  quitar  á  la  revolución  su  utilidad,  su  gran- 
deza y  su  justicia,  le  quita  la  gloria  del  que  se 
salva  sin  apoyo  directo  ni  indirecto  del  extran* 
?ero. 


Lo  ?Wi/  y  lo  jHSfo,  sin  embargo,  tienen  tal  im- 
portancia en  los  destinos  de  los  pueblos  y  en  sus 
rcviílucioiieá,  que  la  gloria  viene  siempre  á  cou- 
fun<lirse  ron  e¡lo4  en  sus  grandes  victorias. 

IVjdos  lo^  pueblos,  ^n  iguales  circuiisírancias,  hi- 
cieron sieíñi>re  lo  qu^  ínglaterra  y  h  América 
del  Suil,  Loíí  KstadoH'Uüidos  we  apoyarun  en  las 
bayonetas  ft'ance^as  paa  sacudir  la  dominación 
in^le?4a.  Lus  hulaade  e^,  eri  las  armas  inglesas,  pa- 
ra emancipar>e  de  España,  K\  l'lata,  mas  tai  de, 
en  los  francpseíi  y  en  los  brasileros,  para  í^scaiiai* 
de  m  piTíjíia  tiraniir,  Ln  Vranrin,  en  ios  aliado^, 
para  restablecer  !^u  gohjemo  cuB^titucional  La 
Jispafíii,  en  la  Inglaferra,  la  Italia  en  la  Francia,  etc. 

Macnulay  dice  como  ^'hareaubriand,  que  el  peor 
efecto  del  despotismo  interior  es  liacer  indiferente 
en  punto  A  jiaíjiotismo,  basta  hacer  simpático  y 
deseable  el  apoyo  del  extrangero.  Así  es  la  hu- 
maiuMad,  y  no  bay  nación  cuya  historia  desmien- 
ta esa  regla 

Así,  sin  envidiar  á  Méjico  su  suerte  actnaU  na 
hay  derecho  para  decir  qn^^  sea  fínica  y  sin  ejem- 
plo, y  ¡lue  no  pueda  ser  útil  y  íeliz,  ponine  no 
sea  gloi'iosa    en  el  mismí»  irríídu. 


Las  RepTÍblicüS  de   Anu^rieíi  himi  ]n  {rn^jor  i^st* riela 
d(^l    moti;in|iiislH 

Ganbnlili  y  Aífisshn,  los  dos  hombres  que  repre- 
sentan ¡a  ivvoluciot»  lihcral  (*n  Italia,  son  la  prueba 
pnlctiíta  de  esta  verdad. 


271 


Garlhfthli  \m    i  Amt^rica  repnfdkano  y  lia  vuelto 
monarffnistn  —Vvi\rúrM}u\ij  en  Aru(*ri<'a  la  reinílili 
ca,  conocieivlo  mis  iliiicaltafles,  tocíiurto  sus  níise 
ríai?  ííe  ha  hecho  toleratae,  y  la  tolerancia  Ío  ha  he 
clio  moiiaríjuistii,  es  ilecir,  liomhre  resignado  con  las 
nei-e^idaíle^  tle  la  monarquía, 

Massjni  es  re|>nulicarii)  porque  no  ha  pracricado 
la  repiíbiica  i^Jnien^  lo  qnt?  no  conoce:  wjí  ideal. 
Kí%  un  tcjrico,  no  es  nn  hombre  de  estedu.  Por 
qué,  si  lanto  atiui  la  r^piUdica,  no  fue  á  Aaiericay— 
Es  011  republicano  quti  ha  pasado  toda  so  vida  haja 
la  monarquia  ing-lesii,  y  etilo  hace  menos  excusable 
nu  república uii^mo  \nw%  ha  conocido  mejor  que  (ia- 
ribakli  las  veniajas  ^le  la  monarquía. 

Esto  prucbí'  umiojsay  es  que  la  mala  república. 
€S  mejor  escuela  del  uonaiqnisfa  liberal  que  la  miü 
tlia  moiíaniuia  constnn«'ional- 

Oavihitliti  es  Miejor  poHHco  que  Mnssini^  en  el 
sentido  que  es  mas  práctico,  nui?^  positivo,  mas  expe- 
rimentado en  el  jíistcnia  de  gobierno  (juc  (uc  d 
primei"  fleseo  de  su  vida  política. 

Si  Massim  es  guien  ha  cambiado  la  Italia  desd^ 
so  refugio  evi  Tn^rlaterra;  ú  la  Inglaterra  esla<iue 
ha  ayudado  á  Íi^í/^üí/W*  á  completar  su  unidad,  la 
monarquía  y  no  la  repiibíicaesla  que  ha  cambiado 
los  destinos  de  Italia  en  el  sentida  liberal;  y  Massini 
mismo,  con  su  coírst^mcia  en  el  trnbajo  de  30  anos, 
ei  un  producto  y  resultado  de  la  liberlad  ingles,  es 
decir,  de  la  monanjuia  c*>nstituí  lonaK  Si  á  esto  se 
agrega  que  Ma|j;enta  y  Solferino  no  >ou  triunfos  de 
]i\  TÍHinHíltr;!    sin  I»  ilí'l  Tnq/erio^  ,;(ín<'  di^bc  Italia  á  la 


^  272  

"repüblicay — La  proscripción  vergonzosa  de  Massi- 
ni  poi'  la   liepiiblica  helvética! 


í^  XIX 


La  iiuíiiuríiiiia  im  es  piiniieea  universal.— Por  que  es 
ella  átjl  para  Américii 

No  iiretenclemos  hacer  de  la  monarquía  una  pa- 
twcea  nniverííal  jíara  tonos  los  innleí<  que  experi* 
menta  la  America  del  Sud. 

La  monarquía  no  jinpidiú  á  las  naciones  de  la 
Europa,  en  tiempos  en  que  por  su  edad  y  situación 
se  asemejaban  á  las  actuales  de  América,  el  que  sus 
reyes  fueran  derrocados,  ahorcados,  y  asesinados, 
con  mas  frecuencia  que  los  actuales  Presidentes 
aniei'ieanos,  por  re  voliciones  eternas  (|ue  no  dalmn 
descanso  á  los  pueblos.  Tal  ha  sido,  mas  ó  menos, 
el  estado  de  la  Europa  durante  la  edad  media  y  has- 
ta fines  del  siglo  XV. 

Pero  los  Reyes  de  entonces  tenían  una  exrusa 
que  no  asiste  á  los  actuales  Presidentes, 

Es  el  mayor  sofisma  el  explicar  los  desórdenes  y 
trastornos  de  las  actuales  repübíícas  de  América, 
con  los  que  ofrece  la  historia  de  las  naciones  europeas 
de  tres  y  cuatro  sij^los  atrás.  No  hay  la  menor  pa- 
ridad de  circunstancias  entre  arabas,  por  mas  que 
las  edades  se  asemejen. 

lia  diferencia  entre  ellas,  es  la  del  niño  de  una  sa-_ 
ciedad  culta  y  el  de  una  sociedad  semibárbara 


-  27n  — 


nirto  de  un  país  culto,  deja  de  ser  cuerdo  y  capas?  solo 
poír  ser  niño;  el  país  salvaje  deja  de  serlo  poi'  ser  ni- 
iio  y  por  causa  de  la  barbarie  (jue  lo  rodea.  En  este 
liltimo  caso  estaban  las  naciones  de  la  Europa  en  la 
edad  media;  en  el  primer  caso  están  los  pueblos 
actuales  de  Sud- América. 

Las  naciones  eiu'opeas  en  el  siglo  XIL  semi- 
bárbaras como  eran,  eran  lo  mas  adelantado  de 
áii  siglo.  No  existia  civilización  mas  avanzada 
que  la  su}%a.  La  riqueza,  ias  artes,  las  ciencias, 
los  medios  de  trasporte  que  les  faltaban  á  ellas, 
faltaban  á  iodo  el  mundo.  Todos  los  elementos 
4e  su  progreíio,  todos  los  recursos  de  su  mejora 
y  civilización,  debían  nalir  de  su  propio  y  exclu- 
nvo  esfuerzo.  Al  que  no  tenia  manufacturas,  no 
habia  (juien  se  las  diese;  al  que  carecía  de  ma- 
rina, no  habia  quien  le  hiciese  su  tráfico  con 
sus  buques;  al  que  carecía  de  población  culta, 
no  habia  quien  le  diese  inmigración  civilizada. 
que  carecía  de  vias  de  comunicación,  de  ban- 
de  muebles,  no  liabia  quien  le  prestase  ca- 
ingenieros,  brazos  para  construirlos.  Su 
civilizncion  tierna  y  naciente,  no  tenia  otra  ya 
formada  que  le  sirviese  de  auxilio  y  apoyo.  Toda 
su  esperanza  estaba  en  el  tiempo,  que  debía  des- 
arrollar la  suya  propia,  lenta  y  gradualmente. 

No  están  en  este  caso  las  naciones  de  la  América 
del  Sud. 

Desde  luego  no  se  puede  decir  que  su  civiliza- 
i^ion   tenga  tres  siglos,    porque  ellos    no  son    los 


Al 
eos. 


is 


indígenas  de  Aoierica  convertidos  á  la  civilización ' 
cristiana  por  la  conquista. 

Siendo  ella  de  las  razas  europeas  que  llevarorr 
la  civilización  cristiana  al  nuevo  mundo,  su  civi- 
lización es  tan  antigua  como  la  de  la  ííuropa,  de 
que  fueron  y  son  parte. 

Si  el  aislamiento  colonial  y  el  régimen  espailollos 
dejó  atrás  del  progreso  general  de  la  Europa,  la  in- 
dependí^ncia  americana  lia  puerto  á  sn  alcance  todos- 
los  recursos    de   la  civilización  europea  de    este^ 
siglo. 

Lejos  de  vivir  en  elsiglo  Xll  de  la  Knropa,  \i' 
ven  en  el  siglo  XIX  de  esta  misma  Europa. 

Estiín  como  el  niño,  ó  como  el  liomlire  que  necesita 
educación,  pero  que  vive  en  el  seno  de  un  pueblo 
culto  y  rico.— Si  no  la  recibe  es  porque  no  quiere. 
Si  no  avanza  es  porque  quiere  estar  atrazado.  Si  s© 
atrasa  es  porque  se  aisla;  si  se  aisla  es  porque  no 
quiere  prosperar.  Los  inconvenientes  de  su  atraso, 
son  la  obra  imperdonable  de  su  propia  voluntad. 

No  porque  un  pueblo  de  Sud-America  carezca 
de  nuirina  propia,  deja  de  tener  á  la  mano  miles 
de  buques,  que  le  bacen  su  tríUico  tan  bien  como  si 
fuernn  suyos.  Xo  porque  carezca  de  tabricas  deja  de 
tener  tantati  y  las  mismas  manufaeturas  de  que  dis- 
frutan  Taris  y  Londres.  No  por  carecer  de  capi- 
tales deja  de  tener  á  su  alcáncelos  millones  de  la 
Europa  para  construir  sus  ferro-carriles,  muelles, 
canales,  puertos,  telégrafos,  etc.  No  por  no  cultivar 
á  fondo  las  ciencias,  deja  de  tener  á  discreción  losj 
sabios  de   I -^n ropa,  para  r\stíit]i;n'  su   suelo,  sus  re- 


cursos,  sus  medios  de  mejorannento;  y  hasta  para 
lefetiílerse  rontra  la  Kuropa,  tienen  á  su  disposición 
las  arniiis  los  ^iddfulos  y  el  dineiri  de  esa  inisnm  Ka- 
ropa 

Pueblos  que  íse  hayan  en  esta  posición  ¿pueden 
compararse  á  las  naeione?  europeas  del  siglo  XI, 
Xn  y  XIII,  y  pedir  para  los  desurilenesy  violen- 
cias de  su  condición  volantariaraente  atrasada,  las 
lisenlpas(|ue  mereeian  los  que  estaban  solos  y  sin 
mxiliu  en  la  carrera  de  lacivilizaeion? 

Si  las  naciones  de  la  Kuropa  han  tenido  que eni 
|)lear  siglos  para  crear  los  eleiiieutos  y  el  mecanismo 
Hiél  gobierno  á  que  deben  la  pa^  y  el  goce  de  sucivi* 
lízacion;  las  naciones  de  Sud-América  no  tienen  ne- 
cesidad de  crearlos^  sino  de  aceptarlos  y  emplearlos 
en  su  servicio,  para  tener  la  paz  y  la  civilización 
(le  que  disfruta  la  Kuropa. 

Si  Sud- América  prefiere  vivir  en  el  desorden, 
dueña  es  de  hacer  su  gusto;  ]>ero  no  diga  que  su 
edad  nu  le  permite  vivir  de  otro  niodu  i|Ue  co- 
un*  las  naciones   europeas  del  siglo  Xlí. 

Si  quiere,  al  contrario,  la  paz  de  que  disfruta  la 
Europa,  en  su  mano  está  el  tenerla,  con  solo  darse 
^él  gobierno  á  que  la  Kuropa  ilebe  su  paz. 

Quiere  América  ver  instalada  y  floreciente  en 

\\x  suelo  la  ci^dlizacion  del  siglo  XIX  de  la  Kuropa? 

Trasládela  compuesta  de  los  mismos  elementos  de 

que  se  compone  en  Europa»     Nada  mas  natural 

i[ne  esto  como  punto  segiu^o  de  partida 

Si  mañana  encuentra  que  esta  civilización  Eu- 
ropea es  susceptible  de  mejoras  que  no  ha  podido 


—  27IT  — 

recibir  en  Europa,  cambíela  por  otra  mejor,  pero 
no  por  el  desorden  de  cosas  que  hoy  reina  en  So- 
livia, Venezuela,  Nueva  Granada,  Perú,  el  Plafci, 
etc.,  porque  esos  países  no  se  pueden  pretender  mas 
civilizados  que  la  Inglaterra,  la  Francia,  la  Prusia, 
etc.  de  este  siglo,  por  razón  de  no  tener  ciencias, 
industrias,  artes,  ri<iuezas,  progresos  como  ln>í  de 
Europa. 

La  monarquía  es  útil  para  la  América  actaal,( 
porque  ella   le    facilita  la  aclimataciun   rápida 
grande  de  la  civilización  europea  en  aquel  suelo| 

La  razón  simple  de  esto  es  que  la  monarquía 
es  un  elemento  y  una  condición   de  esa  civilizar" 
cion  de  la  Europa  que  se  ha  desenvuelto  y  progre- 
sado con  ella,  por  ella  y  para  ella. 

La  historia  de  la  civilización  europea,  es  la 
historia  de  la  formación  y  desarrollo  de  su  gobier- 
no, es  decir,  de  la  monarquía  constitucional  y  de- 
mocrática. 


XX 


hvk  motiarquía  no   es  todo  el  remeilio  de  una  inii 
repüblica 

Ni  la  monarquía  es  todo  el  remedio  de  una  malí 
república,  ni  la  república  es  todo  el  remedio  de  una 
mala  monarquía. 

La  monarquía  y  la  república,  no  son  éi^abienu 
s\\\o  la  íonmi  del  gobierno. 


—  277  — 

En  caaiqíüei"  fonna  en  que  un  pueblo  se  gobier- 
ne, si  él  se  gobierna  á  sí  mismo,  directa  ó  indi- 
rectamente, es  gobierno  libre  y  pueblo  libií-  rs  íb>rir 
el  gobierno  es  bueno. 

Ser  libre  es  ser  dueño  y  señor  de  su  propio  det-ti- 
no  y  conducta;  en  el  hombre  como  en  las  naciones. 

Sin  esta  intervención  del  pueblo  en  la  gestión  de 
su  vida  é  intereses,  bien  puede  ser  república  é  mo- 
narquía, él  no  es  libre  Será  una  república  des- 
pótica, militar  o  tinínica  igual  .i  níj.q  monarMnírv 
del  mismo  carácter 

La  dictadura  es  la  traduciiou  repuldicana  de  la 
monar()UÍa  absoluta.  Es  la  Presidencia  absoluta, 
sustituida  á  la  monarquía  absoluta;  el  absolutismo 
republicano  en  lugar  del  absolutismo  realista;  la 
sumisión  republicana  en  lugar  de  la  sumisión  monár* 
quica,— Hay  menos  distancia  de  un  absolutismo 
que  del  otro  á  la  libertad  y  dignidad  del  hombrea 


La  tiranía,  como  la  libertail^  es  compatible  con 
todas  las  formas  Lo  es  hasta  con  las  tbrmas  ex- 
teriores de  la  libertad  misma. 

Las  repúblicas  de  Sud-América  son,  por  lo  co- 
mún, tiranías  revestidas  con  el  manto  de  la  libertad. 

Las  repúblicas  despóticas  u  tiranizadas,  se  creen 
libres  y  dignas  porque  son  capaces  de  heroísmo. 

Pero  el  heroiíímo  no  es  la  libertad.  Hay  esclavos 
i¡ue  son  capaces  «le  heroismo,  y  libies  que  no  lo 
san.  — Los  colonos  españoles  en  America,  han  sido 
y  se  han  inustríido   mas  herí'ncos.  refK't!da!=^  v  ees. 


—  ;27.S  — 

que  los  libres  de  Inglaterra:  v.  g;,  en  Buenos  Aires, 
á  principio  de  este  sigla;  en  ISTueva  Granada^  á  fines 
del  pasado. 

Los  bravos  colonos  pueden  pasará  ser  bravos  re- 
publicanos, pero  republicanos  ex-colonos^  es  decir, 
republicanos  sin  libertííd:  libres  de  un  yugo  extrau- 
gero,  pero  no  libres  de  un  yugo  indígena  y  <lo- 
méstico. 

De  un  mal  republicano  no  se  ¡.ara  otia  cu^a  ^ue 
un  mal  monarquista,  y  nce-rena. 

Si  todo  el  que  no  sabe  gobernarse  á  sí  mismo, 
ni  como  rt^publicano  ni  como  monarquista,  necesita 
delegar  su  goljienio  en  otros  para  que  estos  le  go- 
biernen; la  monarquía  es  preferible,  en  razón  de  que 
ésta  delegación  es  mas  practicable  y  eficaz.  Es 
mas  tVícil  bailar  un  buen  delegado,  que  no  rail:  es 
mas  conciliable  con  h\  pnz  un  deleirado,  due  no 
mil. 


§  XXI 


Cómo  la  nioiiarqijíu  linee  efcetív»  en  Inglaterra  ln  j^u* 
bernniíi  del  anieblo  —Tírtigos  f»ersoiiales 

Así  como  en  la  monarquia  gobiernan  los  masl 
háiíiles  y  los  mas  capaces,  en  las  repúblicas  ocupai 
el  poder  los  menos  dignos,  á  menudo. 

Poi'  qué  causa? — Los  mejores  se  abstienen  y  sal 
aislan,  unas  veces  por  causa  de  indolencia  coloniali 
heredada,  ó  por  egoiamo,  ó  por  ignuraucia  del  nuevo 
^obierno^  es  decir,  sin  razón. 


—  279 


Otras  veces,  y  son  las  mas,  se  abátieuen,  con 
i-azoM,  de  temor  de  l;i  suerte  que  ha  cabido  á  los 
mejores.  Todos  ellos  han  sido  vfntim;»^  '^'1  in^^vUn 
4e  sus  servicios  a  la  patria. 

En  las  repúblicas,  el  gran  mérito  expone  ul  uüio  y 
á  la  persecución,  como  el  crimen-  Hacer  el  bien 
-es  con)ü  pegar  fuego  á  una  bomba:  el  que  no  huye 
sucumbe,  si  no  tiene  poder  afortuna.  Etique  el 
mérito  es  un  título  que  llama  al  rango  que  lodof* 
deísííau:  es  decir,  que  es  un  obstáculo.  Se  busca 
la  mediocridad,  como  garantía  de  sosiego;  afectada 

real,  ella  cede  en  mengua  del  país. 

Qué  bacen  en  vista  de  eso  los  peores  ?^ — No 
se  abstienen,  sino  que  apalean  á  la  República,  (es 
(lecii'á  Saturno  I  para  no  ser  devorados  por  ella. 

De  ahí  los  t^uiroga,  llosas,  Monagas.  Urqnisca^ 
(^astilla,  Mosqueras,  etc. 

Si  lo  que  es  inicuo  y  malo  pudiera  tener  discul- 
pa alguna  vez,  se  diria  que  esos  hombres  terribles, 
son  los  üíiicos  que  toman  la  república  como  hombres 
de  rsprif,  j  la  tratan  como  merece. 

EUo-í  son  lo>  vengadores  providenciales  de  Li- 
iiiers,  Moreno,  Castelli,  Belgrano,  líivadavia,  Sucre, 
Bolívar,  O'Higgins,  Yarela,  Dorrego.  Arboleda,  etc. 

Asi,  Saturno  (la  jcpública)  deja  de  comer  á  sus 
propios  hijos,  cuando  uno  de  ellos  se  la  come  á  ella 
misma.  Este  es  el  Díchufor,  precuisor  del  Empe 
rador,  como  este  es  precursor  del  Retf  cottsUtHcional 
ij  del  monatra;  es  decir,  el  poder  fuerte,  legalizado 
y  civilizador:  el  gobierno  de  orden,  preparatorio  del 


o'iiljíí'Vn 


liUr. 


LJg:    .M- 


Entonces  los  hombres  de  mérito  vuelven  á  lomar 
parte  en  el  gobierno  del  país,  sin  miedo  de  qne 
sus  servicios  les  valga  el  cadalso. 

Cómo  así? — Exactamente  como  vemos  que  suce- 
de en  toda  la  Europa  monárquica,  donde  los  grandes 
servidores  del  país  viven  honrados  y  mueren  respe- 
tados y  tranquilos. 

Si  la  república  no  tien:  hombres  diíjnos,  grandes 
reputaciones,  es  porque  ella  los  devora  ñúcñ  y 
moralmente.  Cuando  les  deja  la  vula  (porque  na 
puede  quitársela)  les  quita  el  honor;  los  mata  mo- 
ralmente. 

De  modo  qne  la  monarquía  en  Inglaterra  lejos 
de  ser,  para  el  pueblo  culto,  la  pérdida  del  poder, 
es,  al  contrario,  el  gobierno  para  el  pueblo  y  par 
el  pueblo. — Cómo  así? — Como  lo  vemos  practicado 
en  Inglaterra,  cuyo  gobierno,  siendo  monárquico, 
es  no  obtante  el  único  que  merece  y  lleva  el  nombi-e 
de  seJf  f/ovenimc-nf  (gobierno  del  país  por  sí  mismo); 
porque  de  todos  los  pneblos  del  mundo  es  el  que 
tiene  mas  parte  en  su  propio  gobierno. 

El  monarca  no  hace  allí  otra  cosa  que  reniar,  lo» 
inglesas  son  los  qwgoHcrnan  —  Cómo?  —Como  elec- 
tores,   como    legisladores,  como  jueces,  como  mi- 
nistros, como  diplomático-ij  como  guerreros,  comoj 
escritores,  como  simples  ciudadanos,  miembros  dej 
la  soberanía  popular,  de  queílenvayen  qnedescansaJ 
la  soberanía  del  monarca  democráctico,  en  Francia^ 
lo  mismo  que  en  Inglaterra. 

Pero  hoy  mismo,  bajo  bi  república,  tienen  los  ar- 
(^(ndnos  otrd  condición?    Estando  excluidos  del j>o- 


—  2ísr 

¿kr  supremo  (gobernador  de  Buenos  Aires)  solo 
participan  del  poder,  como  secretarios,  legílarlores, 
jueces etc:  ó  como  delegados  efectivos  del  irolin- 
fiador  de  Humos  Ai)  es,  bajo  el  rango  ridículo  ile 
Presidente  de  la  República ^  sometida  a  Buenos  Aires. 


§XX1I 

Por  i^ut*  la   Kiiropa  es  inotiarquísla  y  no  republicana 

El  imperio  es  lapaz^  dijo  Napoleón  III,  al  salir 
de  la  república  turbulenta  de  1848,  y  los  hechos  le 
han  dado  razón. 

Todos  los  hechos  de  la  historia  moderna  habían 
^dado  ya  la  razón  á  esa  verdad,  proband  i  que  la 
monarquía  es  la  paz. — El  imperio  no  es  mh^  ^|ue  una 
especie  de  monarquía. 

La  monarquia  es  la  paz,  porque  ella  es  (jobierno 
efíeaz,  la  autoridad  bastante  fuerte  para  hacer  efecti' 
^va  la  paz. 

La  Inglaterra  lia  ido  mas  lejos  que  toda  la  Eu ro- 
en experiencia  política.     Ella  ha  probado,  con 
'los  hechos  de  su  historia,  que  la  monarquía  no  solo 
es  la  paz,  sino  la  libertad. 

Si  la  razón  no  bastase  á  explicarlo,  su  vida  de 
ocho  siglos  lo  explicaría  por  los  hechos,  que  es  la 
explicación  mas  elocuente. 

Desde  entonces,  no  soloe.5ya  la  rutina,  el  ins- 
tinto, sino  la  convicción  libre,  la  razón  ilustrada  de 
'los  pueblos,  el  asiento  de  la  monarquía  en  Eurut^. 


Loi^  americanos  creen  ú  menmlo,  que  la  mmar- 
</Htn  se  SQbiiene  en  Europí  par  la  fnerza;  que  es  la 
obra  del  despotismo,  3^  qíit*,  f>¡  los  pueblos  pudiesen 
disponer  de  suí<  destinos,  al  instante  se  erijirian  en 
rppúhlicas. 

La  ignorancia  mas  completa  de  los  hechos,  sirve 
de  tiindaniento  á  esa  creencia.  La  historia  la  des- 
miente del  modo  mas  solemne,  y  el  simple  buen  senti- 
do la  desmiente  mejor  que  la  historia. 

Por  grande >  que  sean  los  ejércitos  de  los  reyes 
mas  numerosos  son  los  pueblos;  y  como  en  Jugar  d€ 
estar  lig^nlos  ]uira  su  defensa,  los  reyes  están  divi-' 
didoi  |>or  rivalidades  mortales,  no  faltaría  á  los  pue- 
blos el  medio  de  aprovecharse  de  esas  divisiones  pa- 
ra emanr-iparse  y  iiacerse  republicanos. 

Alguno.?  lo  han  hecho  así  mas  de  una  vez.  pero 
han  vuiího  á  l'i  momur/uia  tan  pronto  como  hahiau 
proclamado  la  repübUca, 

De  todos  los  pueblos  sugetos  á  uíi  rey,  el  menos 
sugeto,  es  decir,  el  mas  libre,  debería  ser  el  mas  pro- 
penso á  constituirse  republicano. 

Ese  pueblo  es  la  Inglaterra. 

Dos  veces  se  ha  deshecho  de  su^  reyes  en  el  si- 
glo XVII,  y  se  ha  encontrado  dueña  absoluta  de  sus 
de^itinos, 

Qu(?  ha  hecho  en  esos  casos'-' 

Su  primara  revolución  escribió  en  el  pedestal  de| 
rey  caido: — « E/  nllimo  de  hfs  m/es  j/  el  úlínno  fírf 
los  limnos,  *  —-En  seguida  proclam í  la  república,  que 
primero  se  convirtió  en  anarqnia  y  en  seguida  eiij 
el  despotismo  de  Cromwell    Cansada  de  despotismo 


28:í 


y  de  anarquía,  revíiidicd  su  tif/ertad  en  el  resta- 
blecimiento  espontáneo  de  la  monarqnia  c&nstUu' 
cionaL 

En  1688  volvió  á  quedar  ún  rey,  no  por  amur  á 
la  república,  sino  por  amor  á  la  libertad.  Dneña 
de  sí  iiiísma — por  *jué  no  bnscií  la  libertad  eii  la  re- 
pública? Quién  le  impidió  declararse  ft'^¿¿¿/ím?  To- 
davía estaba  fresco  el  precedente  de  su  lepública 
de  1640.  Tenia  á  un  paso  el  brillante  ejemplo 
de  la  república /aw^íim.  (?J  A  nn  ejercito  y  A  un 
heme  pertenecientes  á  esa  república,  debia  Ingla- 
terra su  libertad  de  1688,  Por  gratitud  al  me- 
nos, se  liabia  creído  que  las  libe rttides  adoptasen  la 
fornuí  de  gobierno  de  los  libertadores, 

¿Qué  hizo  Inglaterra? — Ni  habló  siquiíni  de 
república  Buscó  sin  vacilar  la  libertad  perdida, 
en  la  monarquía  y  conciliándola  con  la  soberanía 
del  pueblo  y  los  derechos  del  hombre,  atirmó  para 
giempre  la  libertad  y  orden. 

Se  engañó  en  elloV 

•  El  mas  alto  elogio  demuestra  que  la  revolu- 
ción de  16H8  (dice  Macaulayí  es:  que  ella  ha  sido 
la  última  >. — No  se  aplica  ese  elogio  á  las  revolucio- 
nes que  han  engendrado  la  república.  No  le  su- 
cedió lo  mismo  á  la  rrpúfjlka  holandesa,  que  le 
dio  la  libertad;  la  anarquía  retardó  sus  progresos, 
hasta  que  encontró  en  la  iiionarquía  espontánea  y 
libre  el  orden,  asociado  con  la  libaiad. 

Al  tiempo  que  la  monarquki  infflem  recibia  su  li- 
bertad de  la  república  de  Jíolanda,  la  república  íle 
j^America  recibia  sus  fnndadores  de  la  monarqma 


---':^ 


—  284  — 

inglesa,  Roimña  entre  ios  repúblicas,  la  monar- 
quia  inglesa  ha  vista  ilesaparecer  á  la  que  precedió, 
y  presencia  hoy  ío^  destrozos  tle  la  que  la  suce- 
dió.—  La  Francia  ha  vuelto  dos  veces»  por  sí  uüsuuij 
de  la  república  á  !a  monarquía. 


i^  xxin 


La  fticiimrqtiía  deiimerátka  creada  por  la  revolucioí 
francesa 

Retiriéndose  á  la  forma  de  gobierna  que  ha 
querido  el  pueblo  francés  con^stituyendo  el  Impe- 
rio actual  M.  Konher,  ministro  de  Estado,  en 
la  sesión  del  Senado  de  15  de  Diciembre  de  1863, 
ha  dicho:  ¿  ce  qail  a  vouhi  cpsl  une  monarchie 
démocratv/ue  et  représenlMive^  ayant  pour  base  le 
sufrrage  universel,  pour  coutrepoids  deux  grands 
corps,  le  8énat  et  le  Corps  législatif,  ce  dernier 
issa  lui  meme  du  suffrage  universel  *...,, 

Por  qué  la  revolución  de  América  no  encon- 
traría su  fin  y  salvaguardia  en  una  monarquía 
democrática  y  representativa  de  ese  mismo  género? 

Pero  no  la  ha  producido  ya  en  el  Brasil? 

La  paz  de  que  goza  esc  Imperio  representativo 
no  es  un  aviso  de  que  es  mas  normal  que  la  re- 
jmfjfica  oligárquica  ó  de  caudilhif/c^  que  rige  en 
Sud'Adu'érica,  como  regla  general,  a  pesar  de  la 
excepción  de  Chile'r' 

Por  qiií'  no  seria  esa  ia  furíiia  normal  del  go- 


—  'ifi;i  — 

J 

bienio  que  conviene  á  SudAmérica,  en  lugar  de 

H 

la  república? 

^1 

De  diez  y  seis  república*  que  existen  en  Améri- 

^H 

ca .  no  hay  nua  sola  que  esté  tranquila  (si  se  saca 

^1 

á  Chile).    De  diez  países  monárquicos,  que  se  cuen- 

^1 

tan  allí  mismo,  no  hay  una  solo  que  esté  en  guerra. 

^^H 

En  presencia  de  dos  Iiechos  reproducidos   con 

^H 

tan  invariable  generalidad  ^^por  qué  no  seria  per- 

^H 

mitido  ver  dos  reglas  en  ellos:— una,  que  la  re- 

^^H 

jnihlku  es  la  guerra  civil;  otra,  que  la  monarquía 

^H 

es  la  pa¿? 

^M 

UEPÜBLICAS                                    PAÍSES  MONÁRtíUICOS 

H 

H       Estados-Unidos  (1)               Canadá 

H 

H       Guatemala                             Rusia  Americaiia 

^H 

H       i^Iéjico                                   Habana  y  Puerto  Rico 

^1 

H        CostU'Kica                              Jamaica 

^H 

H        Salvador                                Todas  las  Antillas 

^H 

H       Honduras                              Guayana  IVancesa 

^H 

^1        Nicaragua                                     id       inglesa 

^H 

H       Nueva  (íranniln                           id       haíandesa 

^H 

H       Veuexuel;i                              íirasil 

^^1 

H       Ecuador                                ^lalvinas 

^^M 

■        Perú 

^^H 

H        Bolivia 

^^H 

H       Chile                                                                            i 

^^1 

H        La  Plata 

^^H 

^^^  Paraguay 

^H 

^^B  Uruguay. 

^H 

^^^B       lli  Empeñndos  en  la  wuerra  de  ff,*:?esion 

1 

—  28K  — 


ií   XXIV 


Solo  (1(9  Kuro|ia  {loilría  Amoríca  rocililr  la  monarquía 

Seria  absurdo  que  la  América  tíldese  por  ge- 
fes  supremos  ó  soberanos  á  hombres  nacidos  en 
Europa? 

Do  cuándo  aquíV  -Por  tres  siglos  ha  sido  go- 
bernada por  vireyes  que  iban  de  España. 

í^jSos  vireye^  y  todos  sus  agentes  idos  de  Europa 
gobernaban  en  nombre  de  reyes,  qne  habitaban  Ma- 
drid, Lisboa  y  Londres,  sin  haber  puesto  jamás  sua 
pies  en  América,  Hoy  mismo,  bajo  la  independencia, 
sus  Com/rc^Y>5  5ry¿rv77//í>,s' tienen  ensu  seno  a  muchos 
extrauíjeros  nacionalizados. 

La  nacional uacion  es  un  medio  de  adqui!  ir  re- 
ye5,  como  se  adquieren  ciudadanos  y  pueblos  sobe- 
ranos. No  es  extrangero  el  rey  que  empieza  por 
nacionalizai'sc  americano  y  por  dejar  á  la^  puerí-as 
del  país  su  nacionalidad  t*e  origen. 

Cuando  un  pueblo  que  siempre  ha  sitio  gober- 
nado por  i^oberanos  venidos  de  í'uera,  qneda  libre 
de  tomar  ü  elejir  un  soberano,  es  mas  í^cil  que  lo 
tome  siempre  de  fuera  qu<'  no  de  entre  sus  propios  hi- 
jos.  Ejemplo,  la  Grecia. 

La  monarquía,  en  Sudx\mt5rica,  no  vendrá  de^ 
otro  modo.  Iturbide,  mejicano,  coronado,  sucumbid 
no  al  fanatisíno  repiiblic^^no,  que  no  existia,  sino  al 
odio  personal  que  su  nnla  conducta  habia  excitado. 
Mejicano,  sirvió  hasta  el  año  20  á  Espafia  contra 


itts  paistinos,  seiiaUíndose  por  su  cnieUliid,  ípue^  una 
rez  fusiló  300  prisioneros),  y  por  sus  escandalosos 
latrocinios.  Después  ile'traicionar  á  los  espailoles,  en 
1821  le  dieron  el  mando  del  Ejército.  Tonij^udo  la 
carona,  violó  él  mismo  su  Plan  fie  if/ímla.  Des- 
terrado á  Londres  con  una  pensión^  violó  el  des- 
tiene  pira  resolndonar  y  restaurar  el  trono,  que 
inauguró  con  pompa  insultante  y  ridicula.  Loto* 
marón  y  lo  fusilaron  entonces. 

BúHvar  sucumbió  á  la  mera  sospecha  calumniosa 
|íde  querer  coronarse.    La  idea  de  i/í^///rrt»o  ile  coro- 
nar un  Ifwa  pasó  por  una  extravagancia. 

El  restablecimiento  de  la  monarquía  en  Sud- 
Arnt^^rica  es  imposible  sin  el  concurso  de  un  poder  Ku- 
ropeo,  siendo  la  iniciativa  americana. 

Vn  poder,  á  este  respecto,  sería  mas  eficaz  que  toilos 
los  poflrrfís  ÚQ  Kuropa,  Holoim  porkr  puede  sacar 
ventíijas,  in  lerectas  que  compensen  sus  sacrificios. 

Ese  poder  no  seria  la  Esparta.  Ella  representa  el 
pasado  eíi  América;  y  como  eso  pasado  es  triste,  su 
rol  es  concluido  en  ese  continente,  salitlo  para  siem- 
pre desnsmauosy  de  su  influjo  perezoso  y  retro* 
grado. 

Ciiíil  sería  ese  poder?  La  historia  lo  ha  designí» 
do  ya,  por  los  hechos  á  que  debe  America  su  eman- 
cipación. 8e  puede  decir  que  la  Francia  hacman- 
cipailo  al  nuevo  rauíido:  — 1*\  por  la  alianza  de  Luis 
XVI  con  los  Estados-Unidos  á  este  fín,  en  1778: 
— 2*^.  por  la  tlestitucion  de  los  Borbones  en  España, 
en  180S, — El  hecho  es  que  á  Francia  deben  su  in- 
dependencia, la  Amrrmí  (fr!  AV>rA'  v  la  fM  Snd. 


Es  la  Francia;  la  Fracia  imperial,  es  decir,  el  go- 
bierno producido  por  la  revolución  que  ha  regene- 
rado la  Francia  y  la  América. 

Napoleón  I  libró  á  Sud-América  de  su  antiguo 
gobierno:  á  Napoleón  111  toca  ayudaile  á  darse  el 
gobierno  independiente. 

Sí  esta  segunda  faz  de  la  revolución  de  Siid 
América  ha  de  costar  tantos  años  como  la  prom€ 
^a  en  llevarse  á  cabo,  ¿será  de  temer  que  á  la  mit 
dt^  ella  le  falte  su  base  y  apoyoV 

No;  el  imperio  no  es  un  accidente  El  impe- 
rio no  es  Napoleón. 

El  imperio  no  es  el  Emperador,  El  imperio  es 
cada  francés;  es  la  Francia:  es  el  gobierno  nor- 
mal y  esencial  de  los  franceses. 

Por  su  lengua,  por  su  literatura,  raza,  religión, 
industria,  comercio,  la  vida  de  Sud-América  será 
una  faz  y  un  elemento  de  vida  en  todos  sus  ramos. 

La  Francia  imperial  hará  de  su  influencia  en 
Sud-América,  un  hábito,  una  tradicon  de  su  polí- 
tica exterior  tras-atlántica,  como  el  Austria  la  ha* 
ce  de  Italia,  la  Inglaterra  de  Turquía,  la  Pl\x^ 
de  Alemania,  etc. 

Esa  influencia  no  tendría  peligro  alguno  pal 
Sud-América,  templada  y  limitada  por  la  influen- 
cia inglesa,  no  menos  interesada  que  la  Francia 
en  que  Sud-América  salga  de  la  anarquía  que  es 
íeriliza  el  campo  mas  rico  del  mundo  para  la  in- 
dustria de  la  Europa. 

Con  tal  que  Sud-América  quede  siempre  inde- 
pendiente y  abierta  al  libre  comercio  del  mundo, 


ta  Inglaterra  no  puede  menos  que  ver  servido  su 

|íropio  interfe  por  los  esfuerzos  de  la  Francia  par;i 
erigir  gobiernos  perpetuos  en  la  Ajuerica  del  Sud. 

La  Inglaterra  no  puede  tener  interés  en  que 
tísta  la  república,  porque  ella  es  la  anarquia,  se- 
^gun  la  experiencia  de  50  años. 

La  España,  la  Rusia,  el  Austria,  íjeliallan  en  el 
mlitao  caso  que  la  Inglaterra  á  este  respecto. 

La  Francia,  hacitíndose  el  campeón  del  orfleu  eíi 
Sud  America,  sin  atacar  su  libertad  é  independencia, 
«erviria  los  intereses  de  la  Europa,  aunque  sirvieie 
también  los  suyos  y  llenara  un  bello  rol  de  la  civili- 
zación de  esta  época   de  mancomunidad  universal 

Lo  que  Inglaterra  no  pudo  obtener  con  ejércitos  y 
sacrificios  propios,  la  franquicia  de  Sud-América 
lo  obtuvo  por  la  mano  de  la  Francia,  el  tlia  que 
Napoleón  I  la  dejó  sin  Rey.  sin  Vireves  y  sin 
coloniaje. 

El  servicio  que  Inglaterra  debe  ;í  Napoleón  I 
dejará  de  serle  estéril  el  dia  que  jNapolcon  I II 
ayude  ú  rr^construir  la  autoridad  sobre  la  base  mo- 
derna de  la  vida  americana,  que  es  la  independencia. 


§  XXV 


fií  Knriifm  «!í«'»  !Í  Amprit'ii  *»us  libertíMlores,  iior  quíviio 
le  «hirta  sus  priiicipoT; 

Si  la  Europa  ha  dado  á  América  su  pueblo  so< 
Ijerono,  sus  revolucmmrios  y  libertadores,  su  ra- 
li* 


—  21)0  — 


voliicion  y  su  independencia;  si,  aun  después  de 
independientes,  signe  dándole  su  civilización,  sus 
capitales,  sus  poblaciones,  y  basta  sus  hf/isladores 
y  ciií(h(l(mos  (es  decir,  hasta  los  elementos  de  su 
soherafw  pitebío),  hasta  los  elementos  de  sn  indepen- 
dencia,—  por  qué  no  le  daria  sns  Fñncipes,  bajo  las 
mismas  condiciones  de  liheitad y  de  imkppndmcia? 

En  efecto,  la  idea  de  que  nn  primipe  ejiramiero 
jiueda  ser  nuestro  soberano,  nos  inquieta  y  suble- 
va; y  no  reparamos  que  bajo  la  república  se  reali- 
7.á  un  hecho  mucho  mas  grave  que  ese. 

La  inmigración  extrangera,  sobre  todo  la  Inmi' 
f/rocion  iHiropea,  es  el  gran  medio  de  ensanchar  y 
agrandar  á  nuestro  soberano  puvblo,  pues  desde  que 
el  extrangero  se  hace  andadavo^  ya  es  miembro  de 
¡a  soherantfí  y  puede  elpf/ir  y  ser  cleyido,  es  decil\ 
ya  puede  ser  miembro  del  Soberano  Congreso  legisla- 
tivo, poder  mas  eminente  y  de  mayor  rango  que  el 
de  ejecutor,   ó  EJecntivo  de  sus  leyes. 

Son  mas  adelantados  y  prósperos  los  pueblos  de 
America  en  que  mas  se  realiza  este  liecho. 

Toílo  sa  progreso  está  representado  por  el  desar- 
rollo mas  y  mas  considerahlc  de  la  población  eu- 
ropea en  América. 

Luego  la  rcpñbliea  no  nos  libra  de  que  nuestras 
leyes  y  nuestro  gobierno  sean  elaborados  en  parte 
por  manos  de  hombres  nacidos  en  Europa. 

Excluir  de  nuestro  gobierno  autónomo,  indepen- 
diente y  libre,  solo  á  los  príncipes,  es  como  decir: — 
*  Consentimos  que  los  hombres  de  Europa,  hacién- 
dose americanos  por  adopción,  colaboren  en  núes- 


—  291  — 


tras  leyes  y  nuestro  gohierno;  pero  á  condición  de 
qne  sean  zapateros,  obreros,  comerciantes,  y  no 
de  esos  europeos  pertenecientes  A  esa  gente  distin- 
guida a  quien  oliedece  la  misma  Europa  culta  y 
liberal 

Es  lo  üiisinu  4Ue  decir  á  Kuropa: —  envíaflnos 
vuestra  gente  pobre  é  inferiur  y  la  aceptaremos 
como  parte  de  nuestro  pueblo  soberano;  pero  no  no» 
enviéis  lo  mejor,  lo  mas  rico,  lo  mas  culto,  porque 
eso  ídende  nuestra  dignidad.  - 

El  gran  ndmero  de  extranjeros  no  no^  permite 
temer  que  abusen  de  su  fuerza  en  las  leyes  que 
nos  den;  pero  si  tememos  qne  inrarra  en  ese  abu- 
so la  persona  aislada  de  un  príncipe  naciomf/izado; 
— porque  es  absurda  la  expresión  de  príncipe  ex^ 
trnng^ro.  No  se  habla  de  príncipes  pxironyeros. 
Entregarse  á  ellos,  aceptarlos,  seria  abdicar,  su- 
cumbir. No  sería  extraiyfero^  seria  aryenüno,  ameii- 
cano^  el  príncipe  que  empezara  por  naturalizarse 
tal,  y  dejara  á  las  puertas  del  país  su  extrange- 
riano  de  origen. 

Pero  la  idea  de  que  un  príncipe  europeo  se  haga 
americano  y  tome  parte  en  el  gobierno,  nos  pare- 
ce degradante  para  Amciica .  Los  que  tal  pien- 
san creen,  sin  duda,  que  el  pueblo  sobemmy  es 
menos  que  un  simple  Rey. 

Las  naciones  déla  Europa  son  menos  escrupu- 
losas entre  sí.     El  Rey  de  Bélgica  (Leopoldo)  no 

belga. — ^ Preguntad  á  los  belgas  sí  se  creen  ul- 
trajados?— El  Rey  de  Grecia,  no  es  griego  de  na- 
cimiento. 


2*}'2  

tíatos  estados  son  poca  cosa? — No  se  dirá  lo 
mismo  del  Estado  que  poseyó  á  todos  los  de  Amé- 
rica.  España  tuvo  por  .soberano  á  Carlos  K, 
alemán,  que  lu  fué  de  la  misma  América.  To 
da  vía  SU8  repúblicas  iiulepeiidieiit^s  obedecen  á 
sus  lenes  civiles. 

Bajo  la  república,  en  América,  los  mismos  ejem 
píos. 

El  ma:>  grande  Presidente  que  haya  tenido  Bo-, 
livia — Sucre — no  fué  boHriano  de  origen.— El 
mas  grande  Presidente  que  haya  tenido  Nueva  Gra- 
nada—Bolivar,^ — no  fué  granadino  de  nacimiento. 
— El  mas  grande  Presidente  que  haya  tenido  el 
Perú— San  Martin, — no  fué  peruano. — El  Plata 
no  ha  tenido  presidente  de  fuera.  Pero  ha  tenido 
uno  de  la  talla  de  Sucre,  de  Bolívar,  de  San  Martin? 


§  XXVI 

La  rivilizarjoii  ouro|iea  no  irá  á  América^  síuo  t;au  su 
.sistema  do  gabiemo 


Para  que  Europa  consienta  en  cooperar  al  sost^-j 
nimientode  los  gobiernos  independientes  de  la  Amé*l 
rica  del  Sud,  no  es  necesario  que  en  esos  países  con- 
sientan en  entrar  de  nu*tvo  bajo  su  dominación.  Na 
deben  ellos  olvidar  que  son  independientes  por  y 
parala  utilidad  de  la  Europa. — Otros  intereses  mas 
preciosos  que  el  de  la  posesión  embarazosa  y  estéril 
de  su  territorio,  tiene  la  Europa  en  América,  que  laj 


^io:i  - 


hace  tlej^eosa,  al  igual  de  ellos  misinos,  de  ver  paci- 
ticado  este  vasto  y  rico  teatro  de  su  industria,  por  el 
establecimiento  de  gobiernos  eficaces  y  estables. 

Pero  Europa  tiene  derecho  á  dudar  de  esta  efica- 
cia y  estabilidad  en  los  gobiernos  de  América,  que 
no  se  organicen  con  las  inisnKis  condiciones  á  que 
los  deben  los  gobiernos  de  Europa, 

La  primera  de  ellas  es  )a  forma  monárquica  del 
gobierno.^ Tiene  el  derecho  de  creer  preferible  ehtix 
forma,  pues  A  ella  le  debe  su  rívilizaóon,  que  es  la 
mas  adelantada  que  se  conoce  de  las  cinco  partes  del 
mundo. 

Bien  ó  mal,  la  monarquía,  como  gobierno,  es 
uno  de  los  elementos  de  civilización  de  la   Kuropa. 

Si  hay  otra  civilización  que  esta;  si  todo  el  progre- 
so de  Amí^rica  consiste  en  civilizarse  á  la  par  de  la 
Europa,-  -por  que  no  admitir  como  condición  de  una 
(civilización  tínica  pai-a  ambos  mundos,  la  íbrma  de 
gobierno  adoptada  por  la  civilización  de  la  Europa''* 

Si  gohlt^rno  nionarf/uico  y  ffohierno  riviliíado 
son  siuún irnos  en  la  realidad  de  los  hechos,  no  hay 
que  meterse  á  averiguar  otra  cosa  que  el  hecho  íle 
esta  equivalencia  convencional,y  aceptarla  como  co- 
^a  mas  fácil  que  el  emprender  crear  una  civilización 
nueva  y  mejor  que  la  conocida  en  Europa,  sin  con- 
tar con  otros  elementos  para  ello  que  un  mundo  de- 
sierto, habitado  en  su  mitad  por  salvajes  indígenas, 
sin  artes,  sin  marina,  sin  capitales,  sin  indnstria,^. 
sin  gobiernos  estables. 


—  29i  — 


s   XX\1I 


Domo  ¡ni  Europa  u  América 

Cómo  ¡nt  á  Aint*rica  la  coapcracion  de  la  Europa 
íniHspensable  á  la  creat^ion  y  sosten  de  sih  gobier* 
Bos  detinitivos?  hlamada  ó  por  sí  misma?— De 
loíi'dos  modos,  scgiin  las  nrcniístancias.— Unas  ve- 
res llamada  por  nu  partido  de  América;  otras  lie 
vada  por  su  pi'opio  deber  de  dar  protección  á  sns 
intereses  allí  establecidos. 

Como  es  rom  un  y  recíproco  el  interés  de  t|Ue 
existan  gobierno:^  sulidos  y  estables  en  América,  por 
ser  comiin  la  riqueza,  los  capitales,  las  poblacio* 
nes  que  allí  existen,  el  deredio  de  asistir  ú  su  pro- 
tección por  la  constitnciíni  de  un  ¡gobierno  eficaz, 
como  su  nuyor  garantía,  es  de  ambos. 

Asi,  lo  mas  regular  es  que  la  acción  de  la  Europa 
vaya  en  virtud  do  acuerdos  o  tratados  estipulados 
entre  entidades  americanas  y  eui'opeas,  según  los 
principios  del  derecho  de  gentes,  que  regla  la  protec- 
ción recíproca  en  que  ilescansa  el  equilibrio  de  los , 
gobiernos  de  Kuropa. 

Tratados  de  este  género  son  y  deben  ser  el  alto 
objeto  de  estudio  y  «le  preocupación  de  los  hombrea 
de  Estado  americanos,  que  aspiren  á  cambiar  la 
*'ondicion  de  América  en  el  sentido  de  su  gobierno 
Esos  son  los  grandes  y  aérios  objetos  de  la  políticíi 
exterior  americana,  en  t|ue  reside  el  secreto  de  su 
regeneración  y   de  su  independencia  misma. 


—  2D5  — 


Nada  puede  poner  su  indepeiulencia  en  mayor 
peligro  que  m  falta  de  gobierno  y  la  anarquía  per- 
durable en  t|ne  ^e  arrastra,  por  su  obstinación  en 
sepai'arse  ü  alejar'^i»  (b^  Europa;  pues  ese  estadu  de 
cosas  puede  dar  derecho  á  la  Europa»  en  nombre  de 
la  civitizacioTí,  para  suspender  lí  embargar  una  in- 
dependencia que  no  sabe  reglarse  y  que  solo  sabe 
existir  para  ejercer  la  devaj^tíicion  y  el  desorden  i)or 
sistema. 

Las  repúblicas  de  Sud  America  creen  que  todo 
lo  poseen  porque  tienen  un  helio  clinuí  y  un  suelo 
fértil  y  rico,  Pero  los  países  son  susceptibles  de 
cultivo  no  según  su  fertilidad,  sino  según  la  liber- 
tad que  olrecen,  y  en  Sud- Aujcrica  según  son  pací 
ticos  y  difrutan  de  orden. 

Si  toca  á  los  gobiernos  patriotas  de  América  ini^ 
ciar  la  negociación  de  esos  tratados  y  alianzas  sal- 
Tadores,  como  creia  San  Martin,  no  es  probable, 
por  otra  parte,  que  esos  gobiernos  republicanos 
quieran  tratar  para  ceder  su  puesto  á  gobiernos 
moaárquicos- 

En  esto  hay  mucho  de  cierto;  y  casi  es  este  i n 
teres  el  móvil  todo  de  loi  republicanos  que  están 
en  el  poder  para  repeler  la  acción  cooperativa  de 
la  Europa 

Asi,  se  vé  que  lo^  qne  están  en  el  gobierno,  son 
'los  adversarios  natos  ile  la  inliuencia   europea;  y 
los  que  estiín  abajo  son  ios  partidarios  de  esta  in- 
fluencia. 

Según  esto,  los  gobiernos  próximos  á  termiiuir 
su  período  son  los  únicos  á  quienes  ese  cálculo  de 


interés  privado  puede  no  impedir  buscar  en  la  cons* 
titucion  de  un  poder  fuerte  y  perpetuo,  la  mejor 
garantiti  para  su  seguridad  perscmal  futura,  y  el 
mejor  título  de  gloria  para  su  nombre. 

Si  fueron  los  gobiernos  de  América  loí*^  que  ini- 
ciaron la  revolución  de  la  independencia,  á  cll<i» 
tocará  también  iniciar  el  cambio  de  sistema  que 
ha  de  salvar  para  siempre  la  independencia  por 
la  adquisición  de  la  base  en  que  tod.i  independen- 
cia reposa,  á  saber:  ^  un  \mWr  fuerte  perpetuo. 

Rechazar  el  peder  perpetuo  porque  él  se  opone  ; 
la  satisfacción  de  ocupar  su  ])uesto  alternativamente, 
hoy  este  militar,  raañann  aquel  doctor,  después  aquel 
hacendado;  es  confesar  con  un  cinismo  sin  ejemplo 
que  el  amor  directo  al  poder  es  la  regla  de  sus  creen- 
cias en  política,  no  la  traníjuilidad  ni  el  bien  de  la 
Nación,  que  la  forma  republicana  no  ha  podido 
dar  en  50  años  de  ensayos  que  lleva. 

De  parte  de  los  argentinos  de  las  provincias,  por 
ejemplo,  rechazar  la  monarquía  por  el  interés  de  ocu- 
par, como  jefe  republicano,  el  Poder  Supremo,  sería 
ridículo,  pues  hoy,  bajo  la  repnidica,  no  lo  ocupan. 
Los  de  Buenos  Aires  tienen  el  monopolio  de  ese-j 
rango. 

La  alta,  la  noble,  la  sabia  política  americana  na 
tiene  porvenir  sino  en  esa  dirección  saivadora  de 
la  revolución  de  la  independencia.  Esa  es  lapo-^ 
lítica  que  querían  San  Martin  y  Bolivar. 


^  2í)7  -^ 


S  XXVIII 


Políüea  anieriea]io-etiro[iea — Doetrtitu    de    ArniiiliK 
i^orrcütiva  <Ii'  la  tic  Manroe 


La  idea  que  el  conde  de  Araiida  proponía,  en 
una  memoria  secreta,  á  Carlos  líT,  después  de  fir* 
nmrse  en  1783,  el  tratado  con  Inglaterra  que  eman- 
i.ipaba  sus  colonias  de  la  América  del  Noiie,  se  fun- 
daba y  tenia  por  mii'as:— 

Primero.  — En  que  tirmando  la  independencia 
de  las  colonias  inglesas,  se  daba  á  las  de  Espa- 
ña un  ejemplo  que  no  tardarían  en  seguiív, 

Segundo.— (^ue  la  historia  enseña  que  tal  es  la 
suerte  de  toda  colonia;  -que  las  de  España  en  Amé 
rica  eran  insostenibles  por  esa  razón, — y  porque  nu 
babia  medio  de  atenderlas  A  tanta  distancia.  Los 
vejámenes  de  los  gobernadores; — ^la  distancia  y 
dificultad  de  tiempo,  sol)re  todo,  de  los  habitantes 
para  reclamar  de  sus  agravios;— las  venganzas  á 
que,  esperando,  se  exponían; — las  dificultades  de 
hacerse  oir  y  entender  en  Espaíla,  las  ventajas  de 
los  Vireyes  en  Madrid  para  ser  mejor  escuchados; 
— ^el  amor  A  la  independencia;— e!  ejemplo  délos 
Estados  Unidos;— las  dotrinasdela  revolución  fran- 
cesa;—los  consejos  de  los  extranjeros,  etc.,— todo 
debia  traer  la  independencia  de  las  colonias  espa- 
AuL'is  en  breve. 

El  me<t.^  de  adelantarse  á  ese  hecho  y  convertir- 


—  2^8  -^ 


lo  en  benettcio  de  España,  era  deshacerse  de  Améri- 
ca, con  escepcion  de  Cuba  y  Puerto  Rico, 

Las  mmliclotips: — tro^  príncipes  de  la  casa  de 
Borbon  en  los  tres  tronus  de  Mp/íco,  Perú  1/  Costa 
finne^  pagando  cada  uno  una  contribución  remune- 
ratoria á  España  y  reconociendo  á  Carlos  III  como 
Jefe  Supremo,  bajo  el  título  de  Emperador, — Casar 
á  los  reyes  con  las  princesas  Jíspa fiólas,  y  á  los  prín- 
cipes españoles  con  las  princesas  de  América» 

Celebrar  tratados  de  comercio,  con  exclusión  de 
Inglaterra 

Dar  participación  á  la  Francia  en  el  plan  y  traer- 
la á  la  unión  política  y  comercial 

Ventajas:  -Contener  de  este  modo  el  progreso  in- 
vasor de  los  Estados  Unidos,  que,  aunque  figuraran 
al  nacer  con  la  ayuda  de  Inglaterra  y  Francia,  serian 
gigantes  por  las  ventajas  del  suelo  y  de  sus  institu 
Clones  libres;  ahorrar  una  guerra  y  una  revolución 
invítables;  convertir  en  utilidad  lo  que  debía  ser 
pérdida;  sacar  mas  ventajas  rínancieras  y  rumercia 
les  de  la  independencia  de  América,  que  de  su  de- 
pendencia colonial,  estéril  y  nula. 

Seis  millones  de  pesos  era  todo  lo  que  España 
sacaba  anualmente  de  sus  colonias  de  América. 

El  conde  de  Aran  Ja  ofreciu  dar  los  detalles  de 
ejecución, 

Carlos  ni  temió,  sin  duda,  chocar  el  amor  pro- 
pio nacional, ^y  no  aceptil 

A  Carlos  IV  le  propuso  la  neutralidad  en  la  re- 
volución francesa  y  en  sus  disputas  con  Inglaterra, 
— Lejos  de  oirle,  lo  destituyó  del  Consejo,  lo  des- 


terró  y  procesó,  como  autor  de  manejos  peligrosos 
y  sospechoso!?, 

El  Duque  de  Memlia,  joven  de  veintiséis  años, 
lindo,  favorito  de  la  reina,  ministro  de  Negocios  Ex- 
tranjeros, pudo  todo  eso  contra  el  ilustre  viejo. 

Loü  sucesos  vengaron  pronto  su  memoria,  Jja 
AmiTÍca  dejó  de  ser  Española,  y  la  revolución 
francesa  invadió  y  Immilld  á  ese  Carlos  ]\\  l^a 
posteridad  pone  hoy  conmíis  al  genio  de  Aranda. 

Esa  Memoria  contiene  todos  los  principios  de  la 
política  (mmicanaeuropea^  y  viceversa. 

Hoy  como  antes  esinevitahle. 

Ella  es  para  ahorrar  la  guerra,  tjue  ha  de  dar 
el  mismo  resultado  si  los  gobiernos  de  AmfU  ica  no 
toman  la  iniciativa  de  la  reforma  monárqmm. 

La  reaparición  de  la  monarquia  en  América  es 
una  ley  de  su  progreso  inevitable,  por  lo  tanto.  8i 
el  mundo  debe  ser  uno,  ¿por  qué  dos  sistemas  ri- 
vales de  gobierno?  Si  la  mayoría  dá  la  ley  ^;por  (iiie 
América  no  recibiría  las  /brwíí/íí  europeas  de  Go- 
bierno? 


Yaque  nos  ocnpamos  de  la  ductrina  del  conde 
de  Aranda,  .ligamos  algo  de  la  de  Monríie.  Las 
dos  se  corrigen  y  atemperan  entre  si\  para  servir  al 
nuevo  mundo. 

En  I  783,  el  conde  de  Aranda,  ministro  de  Cár- 

[los  III  de  España  en  París,  tirm(5  el  tratado  con 

Inglaterra,  en  que  ese  soberano  y  Luis  XVT  re- 

conorieron  la  independencia  de  los   Estados  Uni* 


—  30(1  — 


do$  de  Norte  América^  respecto  de  sn  loetrápati* 

£1  conde  de  Aranda  presintió  que  hÁim  fir- 
mado también  la  independenm  inevital^^  ^  *-•  ^-^ 
venidero,  de  las  posesionen  empanólas  en 
aconsejo  á  su  soberano  que  se  anticipase  á  )os 
hechos,  til  la  forma  qne  acabaiBos  de  rer  en  el 
párrafo  anterior. 

£1  conde  de  Aranda  sefiald  esa  política  cttino 
el  Único  medio  de  poner  las  folonias  españolas  al 
abrigo  del  doble  peligjo  de  perderse  para  Esp;^^-^ 
y  en  seguida  para  sí  misrnaíí,  por  la  absoí  ^ 
que  haría  de  sn  soelo  la  Bepública  de  Patomac, 
que  nacía  pigmea,  pero  que  todo  annnciaba  qne 
gería  el  gigantt;  del  nuevo  mundo. 

T£é%im  hechos  que  todos  hemos  TÍsto  realizarse 
á  la  mitad  del  sigio  XIX,  fueron  previstos  por 
el  gí^^nio  del  eí>tadista  españcl  rentes  de  ^^  revolu- 
ción francesa  de  1789. 

Aranda  teinia  qne  la  República  Sajona  $e  apo* 
flerase  <lf*  todo  el  continente  de  Colon,  como  Mon- 
roe  temia  que  la  monarquía  despótica  de  Euiopa 
lo  absorbie.se  por  su  parte.  Ki  la  una  ni  la  otra 
aprensión  llegaron  á  realizarse.  Pero  cada  uno 
de  esos  dos  temores  cubria  un  interés  legítimo, 
que  eg  preciso  no  confundir  con  la  preocupación 
que  lo  acompaña,— Monrüe  quería  salvar  en  Amd 
rica  la  independencia;  Aranda  quería  salvar  all 
la  uioiiarquia,  e^;  decir,  la  autoridad  y  el  orden, ^ 
Pero  ni  Monroe  veia  en  la  monarquía  la  muer 
(le  la  independencia;  ni  Aranda  veia  en  la  inde- 
penílencía  la  mneiie  de  la  monarquía.  Monroe  nc 


—•301  — 

excluía  la  morianiuia  A  condición  de  la  indepen- 
dencia; ni  Aranda  excluía  la  independencia  A 
condición  de  la  monarquía,  --  Las  dos  políticas, 
a^í  limitadas,  se  completan,  lejos  de  repelerse.— 
Avanda  qneria  la  independencia  de  America,  para 
salvar  la  monarquía;  Monroe  excluía  la  monar- 
ijnia  absoluta  de  la  Santa  Alianza  en  Anu^rica, 
salvar  la  independencia,  bajo  un  gobierno 
tibre,  no  importa  de  qué  forma.  í^a  monarquía 
j^CoTistitucional  fundada  en  la  indepenthnria  y  en 
sobenmia  del  pueblo  americano,  pone  en  paz 
dos  doctrinas  de  los  grandes  publiristas  de 
ambos  mandos  sobre  el  gobierno  que  cojí viene  al 
nuevo  continente.  La  nueva  faz  de  los  ¿Mtonteci- 
mientos  de  América,  viene  á  confirmar  la  nece- 
sidaíl  de  im  término  conciliatorio  en  el  j»rincipio 
monarquista  y  el  principio  liberal  de  América. 

Pero  ¿qné  suerte  tiene,  ante  los  go(>iernos  de 
las  repúblicas  independientes,  la  doctrina  que  pn- 
íiiera  denominarse  de  Aranda,  acerca  de  la  mo- 
narquía fundada  en  la  libertad  de  América?— La 
misma  que  tuvo  ante  el  rey  de  España  Carlos  III, 
jue  ni  siquiera  se  ocupj  de  ella. — Los  nuevos 
^gobiernos  comprometen  la  independencia  de  Amé- 
rica por  las  mismas  repulsiones  bícia  la  monar- 
quía, con  que  los  reyes  de  Kspaña  comprometian 
y  perdieron  la  monarquía  en  América  por  sus 
repulsiones  bacía  la  independencia  *l)  Los  presi- 
dentes de  América  obran,  aunque  en  sentido  con- 


4l)^íniUü  fiarece  recorclíir  que  esLo  so  otsí^Mbia  en  ios  rao- 
beatos  en  íjue  Prüncin   iinponiti  la  inonnrquin  r'»  Méjico, 


—  302  — 

trario,  con  la  misma  ceguedad  é  imprevisión  que 
los  reyes  absolutistas  de  España,  en  cuanto  al 
medio  de  proteger  la  independencia  de  América 
]K)r  la  centralización,  y  la  centralización  por  1h 
indei)en'iencia  americana. 

Desde  el  tiempo  de  Carlos  III,  mil  veces  haa 
recibido  los  reyes  de  Europa  el  consejo  de  Arauda 
«lado  por  otros  y  todos  le  han  dado  la  acogida 
4ne  tuvo  en  España.  La  Europa  entera  es  res- 
pí»íisable  de  la  misma  imprevisión  que  Carlos  III. 


CAPÍTULO  QUINTO 


OPINIONES  DE   LOS  PRINCIPALES  HOMBRES 

DE  U  SBVOLCOIOH  SOBRE   LA  HONABQUIA 


§    I 

Palabras  y  opiiiloues  de»  Relgrano  en  fayor  de  la 
iuütian|uÍH 

«  En  mi  concepto,  la  forina  de  gobierno  mas 
conveniente  para  estas  provincias  seria  la  de  mm 
monarqiifa  temperada.  - 

fPronunciadas  en  el  Congreso  tic  Tumman  en 
la  sesión  del  f¡  de  Julio  de  ISKi).  (1) 

Lai  signientes  opiniones  de  líelgrano  sobre  la 
conveniencia  de  una  monarquía  constitucional  para 
las  provincias  del  llio  de  la  Piata,  mn  tomadas 


<1)  En  los  II líos  I8ÜS  y  \%\)\^  sw  Belgr  nno  hnUifi  soH'itrido  h\ 
venida  ¿i  Buenos  Aires 'tie  Jii  priuóCíia  Carlotn  parn  loriiar  Ui 
roronadeesos  países  i Historia  de  Delgrano,  por  Mitre,  tomo 


_    >»i  ^ 

del  Infirme  qae  paij  ti   inreaor   túmd^íS,  el  8^ 
de  Febrero  de    1816: 

c  Obtener  de  Carlos  I \^  oaa  declaración  espon- 
tánea,  hecha  en  virtud  de  >iU  soberanía,  por  la 
qae  separe  á  la  América  de  la  E^ptüa,  coasti 
tuyéndola  en  dos  <í  iiia>  monarquías  constítucia- 
nales,  absolutauíeute  independientes,  poniendo  en 
ellas  á  sus  hijos:  hacer  que  el  mismo  Carlos  V 
comunique  esa  resolncion  á  los  soberanos  de  Eu- 
ropa, )"  lej  pida  que  la  apoyen  contra  toda  ten- 
tativa de  8U  hijo  Fernando  VII;  es  conseguir  de 
un  golp3  la  inJepsndencia  de  América,  neutrali- 
zar la  hostilidad  de  los  gobiernos  absolutos  contra 
ella  y  poner  por  el  hecho  un  término  á  la  guerra^ 

Bklgrano — RivADAViA— Sahhatka 


Se  dirigía  esa  solicitud  á  Carlos  IV,  en  18I3| 
en  virtud  de  la  protesta  que  habia  hecho  ese  so- 
berano, de  retener  los  derechos  á  la  corona  de  Es 
paila  y  de  las  Indias,  por  haberlos  abdicado  violen  - 
t amenté.  Se  sabe  que  esa  abdicación  habia  sido 
:áiempre  desconocida  por  todos  los  soberanos  coali| 
gados  contra  Napoleón,  como  hostilidad  ó  por  oposi- 
ción á  (ístej  que  d  su  vez  derivaba  sus  pretendi- 
dos derechos  á  la  corona  de  España  de  la  abdi- 
cación de  Fernando  VII  en  su  favor. 

La  negociación  argentina  cerca  de  Carlos  V 
tenia  lugar  en   Junio  de  1815,  en  los  momentc 


—  305  — 


en  que  la  batalla  de  Uaferho,  dejaba  sin  objer 
ni  sentido  la  validez  que  la  Euro|ía  roaligada  atri- 
biiia  á  los  derecbos  de  Carlos  IV.  Asi  es  que 
é^te  soberano  desechó  la  oterta  del  trono  aigen- 
tino»  oíi^cido  á  su  bijo  D.  Francisco  tle  Paula,  á 
despecho  de  la  Reina  Maria  Luisa  y  del  príncipe 
de  la  Paz.  que  apoyaban  la  ne^fociaciün;  y  los  ne 
gociad*irei  americanos,  ni  por  el  pensamiento  se 
atrevieron  a  proponerlo  á  Fernando  Vil. 

Las  palabras  arriba  citadas  niucí^tran  cuál  era 
el  fin  de  la  negociación  que  Ilivadavia,  lielg;rano 
y  BaiTatea  desempeñaban»  p^r  misión  que  les  dio  el 
Directur  Posadas^  en   lsl4. 

Los  siguientes  eran  los  motivos  y  rabones  que 
ellos  tenían  para  buscaren  la  erección  de  monar- 
quíah  juonstitucionales  independientes  en  Amt^rica, 
la  sulncion  del  problcuia  de  su  revolución  contra 
España. 

Primero  —  La  falta  de  simpatía  de  la  Inglaterra, 
y  de  la  Europa,  á  la  revolución  republicanii 

8egundo—Hl  egoísmo  de  los  Eshulos  Ihúdos  y 
íiu  deseo  de  que  Lspatla  conservase  sus  colonias,  en 
odio  á  Inglaterra. 

Tercero  — Salvar  el  principio  de  la  soberanía  del 
pueblo  Americano,  dándose  reyes  de  su  elección,  co- 
mu  Empalia  se  babia  dado  el  suyo. 

Cuarto ^Salvtir  el  principio  de  legitimidad  para 
remover  las  repugnancias  y  escrüpulus  de  la  Ingla- 
terra y  de  la  Europa  monárquica,  hacia  la  revo- 
lución. 

Quinto — Conquistarse  las  simpatias  de  las  nñ,-- 


—  HfíT  ^ 


tímoafios  de  revolución,  desdt^  1810  hasta  18 1 :- 
eran  ya  nna  cn/amitíad  Intnlcmble  paia  Belgranu 
—  C¿»rí/^ííf/^í/y<?5  de  guerra  civil  no  son  nada  para 
los  que  se  pretenden  sus  admiradores. 

1 4a  razón  de  esta  diferencia  es  eomprensible    Bel 
grano  «lueria  la  Uionaiquía,  por»|ne  su  coia^íon  patrio- 
ta y  desinteresado  no  qneria  el  poder  para  sí.  Otros 
tjuieren  la  república  porque  su  corazón  sinpatriotis 
DIO  «luiere  el  poder  para  sí  mismo,  y  son  felices  con 
esto,  aunque  se  arruine  el  paí>. 

Estoí?  pretenden  que  la  monarquía  ha  dejado  de 
í?er  oportuna 

Habrán  dejado  de  serlo  las  condiciones  con  que  la 
qnísieron  lüs  argentinos  en  lsl5^  en  nombre  de 
las  necesitlades  de  nuestra  situación  de  ese  momento; 
pero  no  asi  de  la  monarquía,  en  sí  misma,  y  cou 
Mras  condicionéis  que  reíipondan  á  las  presentes  ne- 
'eesidades  de  la  situación  americana.— En  Europa 
iiii>ma  la  monarqiiia  absoluta,  de  otra  edad,  ha  dejado 
di'  ser  oportuna  en  este  siglo;  pero  la  representativa 
eK  mas  oportuna  que  nunca. 

La  prueba  de  esto  es  que  la  Constitución^  que 
formulo  Belgrano  en  1815,  para  el  Meino  Unido 

la  Pinta,  contiene  todos  los  elementos  del  go- 
bierno  que  reclaman  las  necesidades  de  nuestra 
presente  civilización  americana» 

En  otra  parte  hacemos  el  resumen  de  ese  pro. 
yecto,  que  contiene  el  desidefatum,  el  prospecto  y 
progrí\ma  de  la  América  política. 

Pero  no  hay  duda  de  que  los  motivos  qne  ser 
vían  dp  regla  á  la  diplomacia  argentina  de  1815, 


—  3(>8  — 


lo  son  nasta  hoy  misiiiu  íle  toda  m  diplonmcia 
americana  y  lo  serán  hasta  que  Anit^rica  liaya 
encontrado  y  consol idaílo  el  gobierno  de  que  ca- 
rece hace  cincuenta  aOos,  y  de  que  necesita  para 
llevar  á  cabo  las  Cün<iu¡íiitas  de  civilización,  que 
la  revolución  tuvo  en  mira. 

Tal  es  el  grande  objeto  de  la  diplomacia  ame* 
ricana,  y  no  tiene  otro,  á  saber:  — hacer  servir  la_ 
inñuencia  simpática  de  los  poderes  mas  fuerteal 
mas  civilizados,  mas  ricos  de  la  tierra  al  e^a- 
blecimieiitü  y  sosten  de  gobiernos  americanos,  tan 
salidos  y  estables,  tan  eficaces  y  dignos  de  res- 
I»eto  como  los  que  existen  en  Europa  al  servicio 
de  su  civilización,  modelo  y  manantial  de  la  nue-^* 
tra,  Pero  ^;tiene  otro  objeto  hi  verdadera  y  sa- 
bia diplomacia,  donde  quiera  que  sea^  que  fortifi 
car  el  gobierno  nacional,  por  conexiones  y  reía- 
Clones  crfnttíf/erasf 

La  diplomacia,  y  no  la  espada,  es  la  llama  tía 
á  resolver  el  problema  de  nn  gobierno  de  civil  i* 
5íacion  para    Sud-Aun^rica. 

La  espada  pudo  servir  á  la  independencia,  por-_ 
que  ella  pudo  echar  de  América  la  dominacic 
antipática  y  retrograda  de  la  España;  pero  no  ten-^ 
díia  el  poder  de  obligai-  al  mundo  civilizado  ¡^ 
entrar  por  la  fuerza  en  el  suelo  americaro,  qi 
necesita  de  sus  beneficios  tanto  como  de  su  inde~ 
pendencia. 

Esto  es  lo  que  olvidan  á  cada  paso  los  defens 
res  de  América,  sinceros  y  afectados,  á  saber: 
t^ne  la  independencia,  aunque  el  primero  de 


^  3W 


bienes,  no  los  encierra  todos»  no  es  todo  el  fin  de 
8U  revolución.  No  es  siquiera  un  fni^  sino  un 
medU)  de  comeguir  el  fin,  que  es  la  civilización,  es 
decir,  la  ririueza,  el  bienertar,  las  ciencias,  las  artes, 
la  industria,  la  legislación,  la  moral,  la  libertad  in- 
terior, el  orden. 

Si  todo  esto  debe  venir  de  fuera  ¿qué  puede  hacer 
la  espada  para  atraerla?  ^¿w  puede  hacer  paia 
crearlo  si  uo  ha  de  venir  de  fuera? 

Los  que  dicen  que  una  revolución  está  perdida 
cuando  se  echa  en  brazos  tle  hi  diplomacia,  toman 
por  revolución  los  groseros  cambios  de  personas  en 
el  gobierno  material.  Para  tales  cambios,  el  sable 
es  todo  y  el  iniico  instrumento,  I*ero  la  revolución 
en  el  sentido  »le  regeneración  y  reforma  radical  de 
vida  política  y  social,  es  una  legislación  en  lugar  de 
otra,  instituciones  nuevas  sustituidas  á  las  viejas,  la 
libertiid  eu  lugar  de  la  obediencia  servil,  la  paz  dig- 
na y  feliz,  en  lugar  de  la  inmovilidad  de  los  cadáve- 
res y  de  los  encadenados,  la  discusión  rej^petada  en 
lugar  del  silencio  ó  del  lenguaje  impuesto  de  los  au- 
tómatas, la  riqueza  y  la  abundancia  sustituidas  á  la 
miseria— Puede  la  espada  hacer  brotar  á  golpe^i  los 
códigos,  las  instituciones,  las  costumbres,  las  luce^, 
la  riqueza,  la  civilización? 

Para  una  revolución  de  este  género,— y  esta 
es  la  revolución  de  América—  la  espada  ea  un 
obstáculo,  mas  bien  que  un  instrumento,  vencida  la 
primera  dificultad 

No  hay  para  los  gobiernos  de  Eurupa  en  Anié- 
riríi  otra  d¡pIoín;nia  nue  la  bn-nda  en  el  pensamiento 


fjue  el  conde  de  Araiida  sometió  á  Carlos  III;  ni 

para  los  gobiernos  de  América  en  Enropa,  otra, 
qae  la  base  general  propuesta  por  Belgrano  y  Ri- 
vadavia  á  Carlos  IV,  en  1815. 

El  resultado  de  esa  doble  acción  de  influencias 
debe  ser  la  creación  y  el  so-itenimiento  de  la  antori- 
dad  necesaria  á  la  paz  de  un  mundo  y  al  interés 
de  la  civilización  de  ambos,  no  imparta  en  qué] 
forma. 


El  prot/ccfo  de  vonsiitucion  jHira  la  mortarfjiúa 
fUl  PfaUíy  que  escribió  Belgrano  y  que  aceptó  lli- 
vada\ia,  y  que  ellos  sometieron  por  conducto  del 
conde  de  Cabarníií  al  examen  de  Carlos  IV,  para  que 
su  Ilijo  lo  jurase  antes  de  ocupar  el  trono,  tenia  por 
bases  principales  la  independencia  y  la  libertad  de 
la  Nación  Argentina,  que  recibia  en  el  proyecto 
la  denominación  de  Reino    UnitU  de  la  Pialo 

líl  monarca  era  inviolable.  Una  noldeza  sin 
privilegios,  accesible  para  todas  las  capacidades, 
debía  ser  la  barrera  protectriz  del  trono.  Habría 
un  parlamento  argeritinn  dividido  en  dos  Cámaras, 
una  de  nobles,  oti'a  de  diputados,  con  los  podere-: 
y  facultades  de  que  disfrutan  en  los  países  libres. 
La  constitución  creaba  el  poder  ministerial»  en 
virtud  del  cual  el  soberano  debia  reinar  sin  gober- 
nar El  poder  judicial  debia  ser  independiente  y 
responsalile;  y,  como  principios  de  dereclu»  público» 
la  constitución  monarquista  de  Belgrano  consagraba 
la  igualdad  en  las  cargas  públicas;  el.iccesode  todos 


á  toiliis  los  enipIeoSj  y  de  todas  las  capacitlades  á 
la  noMeza;  la  libertad  de  coneíoneia  y  de  culto,  la 
liburtad  de  iniprenta;  la  iriviolabilidíid  de  las  pro^ 
piedades  y  la  seguridad  de  las  personas. 

Ya  se  daría  de  parabienes  la  luii^  pintada  dp  las 
actuales  repúblicas  de  América  de  tener  jior  consti- 
tución la  que  ledactó  Belgrano  en   1815.  Pero,  el 
hiiítoriador  republicano  de  este  grande  ])ombre,cali 
ficadc  combinacityn  tea  inhábil  contu  puenl,  de  rrror 
jHimJero,  la  aplicación  mas  discreta  que  baya  reci- 
bido  hasta  hoy  el  pensaraiento  de  que  toda  la  Euro 
pa  hace  boy  mismo  un  título  de  gloria  y  admira 
ciou  al  genio  político  del  conde  de  Aramia. 

Sin  duda  deriva  su  competencia  jiara  calificar  así 
la  organización  proyectada  por  Belgrano,  en  1m15, 
de  la  que  ha  dado  él,  en  1862,  copiando  al  gobierno 
did  Japón,  con  dos  capitales,  dos  ejecutivos,  cuatro 
cámaras  o  dos  Parlamentos,  dos  ejércitos,  dos  tesoros 
dos  deudas,  dos  créditos — comedia  inniorah  c -m- 
puesta  solo  para  dar^e  im  puesto  cómodo  y  hari^rjíe 
pagai'  un  sueldo  regio. 


Sil 

juioucs^  imlabnis  y  lipchus  de  Siin   Martiii  ími  favor 
áé  Xa  íiionarqitja  coiistiturional   <'(i    Ainéneii 


Kl  pían  que  San  Martin  presentaba  en  Lima,  en 
1821,  al  Virey  Laserna,  como  el  gran  medio  de 
pacificar  á  la  América  con  la  Espafm.  no  lo  es  has- 


—  312  — 


ta  hoy  de  paciíicar  á'  la  América  consiga  misma? 

-Este  gran  medio,  segim  él,  debía  tener  por  base 

la  independí  neia  de  América. 

Pero,  (anadia  en  la  memoria  sobre  su  plan  dej 
pacificación  que  presentó  al  s^irey,  en  nna  entrevista 
solemne  tenida  al  efecto  en  Pnnchanca) — ..  estando 
demostrado  por  la  experiencia  de  una  revohicion  de 
oncéanos,  que  el  gobierno  mas  adecuado  á  las  clases, 
á  las  costumbres,  á  lo-i  vicios»  íí  las  preocupacio- 
nes, al  carácter  de  las  poblaciones  y  á  la  educación 
del  Perú,  seria  una  uiotianiuia  constitucional  que 
asegurase  su  independencia,  su  libertnd,  -u  seguri- 
dad y  sn  opulencia,  era,  en  su  concepto,  la  obra 
mas  digna  de  los  que  ejercian  la  confianza  pública, 
ecliar  los  cimientos  de  esta  obra  de  un  modo  sólido  y 
que  asegurase  h  ¡az  c'on  España. 

San  Martin  pensalm  como  Belgrano  idice  Mitre) 
qne  faltaban  elementos  sociales  y  materiales?  para 
constituir  una  república;  y  qne  con  un  monarca 
era  mas  fácil  consolidar  el  oi'den,  fnndar  la  indepen- 
dencia y  asegurar  la  liljcrtaíl  conqnistHndo  por  el 
hecho  alianzas  poderosas  en  el  mundo  y  neutrali- 
zando á  la  vez  el  antagonismo  del  Brasil-  (Mitre, 
vida  de  lielgrano,  tom.  2,  pág,  40 1 ,  i 

La  guerra  de  Kspafm  era  la  {;nerra  que  enton- 
ces tenia  el  lugai*  ile  la  que  América  ha  alimentado 
después  consigo  misma  por  espacio  de  cuarenta 
ufios,  y  dura  hasta  hoy 

La  monarquía,  que  era  entonces  el  término  re-^ 
gnlardí^  la /y^/^rm  de  la  independencm,  es  hoy  el 
término  regular  de  la  guerra  dril 


—  313  « 


Kl  programa  contenido  en  las  citadas  jíalabraá 
lie  San  Martin,  vale  para  la  independencia  de 
América  boy  mismo,  tanto  conjo  sus  victorias  de 
Méjico  y  Chacabuco, 

Es  el  mismo  plan  propuesto  por  Belgrano  y 
Ilivadavia,  á  Carlos  IV,  en  1815.  Los  dos  gra- 
vitan sobre  !a  grande  idea  pacificadoia  del  conde 
4le  Aranda,   si-tmetida  á  Carlos  III  en   1773. 

Belgrano  hallaba  que  eineo  atlos  de  una  revo 
Jnrion  consaí^rrada  á  varios  eiisayos  de  organiza- 
ción republicana,  era  bastante   para  reconocer  la 
necesidad  de  la   nionarqniu 

San  Maríin  bailaba  que  om'f*  nüos,  es  decir, 
el  doble,  era  nms  que  í^uficiente  para  acreditar 
la  ineficacia  de  la  república. 

Pero  el  general  Mitre,  juzgando  á  los  ti 
:i  iiides  bombres,  piensa  que  rinntenta  itfios  de 
u'uquia  republicana,  bau  hecho  pasai^  de  tiempo 
la  monarquía;  lo  que  vale  decir  que  la  anarquia, 
habiendo  prescripto  los  derechos  del  gobierno,  es 
la  reina  legítima  de  Ainerica. 

Es  verdad  que  Sau  Martin  y  Belgrano,  aunque 
habian  dado  independencia  á  tres  repúblicas,  no 
aspiraban  á  ocultar  romo  presidentes  la  silla  del 
jioder,  que  su  patriotismo  brindaba  á  los  príncipes 
de  la  Europa,  que  gn^tasen    hacerse  americanos 

Si  la  rejmf/Hca  era  un  elemento  necesario  al 
éxito  de  la  guerra  de  la  independencia,  menos 
oportuno  era  abandonarla  cuando  esa  guerra  es- 
taba pendiente,  que  hoy  que  ha  dejado  de  existir, 
dejaado  poj'  resultado  la  independencia  victoriosa 


y  aceptada  hoy  por  la  Euiopa  y  por  la  España 
misma.  Mitre  y  Restrepo,  sin  embargo,  creiari 
menos  inaílecuada  la  monarquía  para  aquel  tiempo. 

No  tiene  otro  origen  que  ese  la  especie  de 
impopnlaritiad  que  encontró  entonces  la  idea  de 
restablecer  la  monarqnia.— Los  grandes  órganos 
del  interés  público,  mas  bien  que  de  la  opinión 
publica  americana,  pues  no  la  habia  en  aquella 
época,  los  que  le  daban  al  pueblo  americano  la 
independencia  sin  consultar  mucho  su  opinión  en 
este  punto;  los  que  iniciaron  é  hicieron  ia  gran 
revolución  desde  las  alturas  del  poder  mismo,  eran 
y  debian  ser  loa  verdaderos  representant^^s,  lo 4  ecos 
legítimos  de  la  opinión  de  América  sobre  la  forma 
de  goMerno, 

Si  lus  planes  monárquicos  de  Belgrano  y  San 
Martin,  no  hubiesen  fallado  por  la  ceguedad  de 
España,  no  habrian  dejado  de  realizarse  por  los 
pueblos  de  América,  y  tenemos  una  prueba  sobe- 
rana de  esto  en  el  ejemplo  del  BrnsfL  A  la  sen- 
satez del  Portugal  debe  el  Brasil  la  menarquia 
que  hace  hoy  su  felicidad. 

Si,  porque  cayíí  el  trono  de  Iturhifie,  preten- 
demos que  la  monarquía  es  impracticable  en  Amé- 
rica, debemos  inferir  que  la  república  lo  es  mil 
veces  mas,  del  hecho  de  ser  raro  el  gobierno  repu- 
blicano que  no  haya  sncuniln'lo  antes  de  cumplir 
m  período  constitucional 

Pero  la  república  en  sí  misma  ha  quedado  eii 
pié  ,  dicen  sus  partidaiios. 

Pero  la  anarquia  ha  quedado  todavia  mas  fir 


me  qtte  Ja  república,  y  no  hemos  de  inferir  de 
ahí,  que  Id  anarquía  es  un  régimen  que  conviene 
á  la  America  del  Sud,  mas  que  la  monarguia. 


El  siguiente  es  el  resumen  de   las  proposicio- 
nes y  de  la   forma  en  que  S;m  Martin  las  pre- 
"sentd  al  virey  Lasenia,  según  lles-trepo,  historia 
dw  y  actor  en  los  hechos  de  ese  tiemj)o. 

«Si  se  reconoce  la  independencia  y  se  dechii^a 
de  un  motlo  público  y  solemne,  el  general  San 
Martin  hace  las  siguientes  proposiciones:  —Prime- 
ro. El  general  virey  Laserna  será  reconocido  pre- 
sidente de  una  regencia,  compuesta  de  tres  imli- 
viduos:- 'Segundo,  El  mismo  general  6  el  que  él 
elija  mandará  los  ejércitos  de  Lima  y  patj'idtico 
como  una  sola  fuerza:  —  Tercero,  Quetlará  sin 
efecto  la  entrega  del  castillo  del  Callao: —Cuarto 
El  general  San  Martin  marcliará  á  la  Península 
f^ara  negociar  con  el  soberano  de  España: — Quiu* 
t  •  Las  cuatro  provincias  pertenecientes  al  virei- 
nato  de  Buenos  Aires  quedarán  agregadas  á  la 
monarquía  del  Perú:  — Hexto.  El  grande  objeto  de 
estas  jíroposiciones  es  el  establecimiento  de  una 
monarquía  constitucional  en  el  Perú;  el  mona  na 
será  eligido  por  las  Cortes  genérale^:  de  España, 
y  ia  constitucirm  á  que  quede  ligailo  será  la  que 
formen  los  pueblos  del  Peni: — Séptimo,  Se  coo 
peraria  á  la  unión  del  Peni  con  Chile  para  que 
integrase  la  monarquía  y  se  harían  iguales  es- 
fuerzos  respecto  de  las  provincias  del  Kio  de  la 


Plata  .—Se  vé  que  San  Martin  no  consitlera  ina- 
íipcnadas,  para  la  iivouarqnía,  A  las  provincias 
argentinas  de  que  era  üriginario,  y  en  cuyo  ñora- 
bre  babia  llevado  la  guerra  á  Chile  y  al  í'erú, 
en  bnscu  de  la  independencia  argentina  especial- 
mente, cuyo  suelo  estaba  ucupado  por  el  ejército 
español,  en  cuatro  de  sus  provincias  septentrionales. 


Las  razones  y  ven  tajas  de  ese  plan  de  San 
Jlartio,  están  reasumidas  en  sus  palabras  que 
liemos  transcripto  mas  arriba. 

Las  que  presentó  al   vii'ey  Laserna  se  reducid 
principal  mente  á  lo  siguiente: — paralizar  y  hacer 
cesar  los  estragos  que  el  comercio    recibía  de  la 
guerra  y  de  su  prolongación;  uniformar  la  acción 
del  poder  y  de  la  administración ,  y  las  ideas  de 
los  pueblos,  [írepa raudo  asi  la  constitución  adecua- 
da á  nuestras    costumbres,   á  las    preocupaciones 
y  atraso  del   país;  pacificar  la  actitud  de  los  pue- 
blos y  disminuir  sus  sacrificios;  disminuir  el  ejcír* 
cito  con  miras  de  economia;  íbmentar  el  desarru- 
llo del  comercio    por  una  paz    sólida  y    estalde; 
prevenir    la  emigración  de  los  espafioles  acauda 
lados  á  países   extraiigeros  fío  que  hoy   significa 
fomentar  la  inmigración    de   hombres  y    capitales 
extra ngeros);  unir  (Uiayaquil  al   f*eru  tomo  puerto ^ 
necesario   para   los  progresos   de   la    monarquiaj 
prevenir  la  división  y  el  odio  entre  americanos  y' 
extrangeros  y  hacer  de  todos  una  familia;  servitj 
al  lU'ogreso  de    la  marina  y   de  la  industria,  en 


—  317  - 


Esparta  y  Europa;  qne  los  negros  enrolados  m\ 
li>s  ejércit/0!?,  volviesen  á  las  haeieaclas  huya  un 
régimen  que  eonciliase  su  libertad  con  las  labofv^ 
de  la  agricultura*. 

Cuál  de  todas  esas  rabiones  no  vi vf  hasta  lioy, 
reclamando  en  su  servicio  el  establecimiento  ilel 
sistema  de  gobierno  que  proponía  en  1  821?— Solf* 
para  los  hombres  á  quienes  nada  debe  Amériea 
son  insignificantes  los  estragos  de  la  anarquía  con 
tal  que  viva  la  república,  tjue  le^  permit-  ?íer  pre- 
sidentes 

San    Martin,  como  líolivar,  fue  calumniado  por 
los  que   le    atribuyeron   el   pensamiento  de  coro 
narse, 

Lejoá  de  eso,  propuso  á  Laserna,  que  dejaría  el 
mandato  de  su  ej<^rcito  victorioso  é  iriaá  Madrid 
como  miembro  de  la  comisión  que  debia  -  ^  infor- 
mar al  gobierno  eíspañol  de  la  resolución  y  acomo- 
do y  de  sus  graiides  ventajas,  y  solicitar  que  un 
príncipe  de  la  dinastía  reinante  en  Kspaña  pase 
á  esta  parte  de  America  lal  Perú),  á  ponerse  á  la 
cabeza  de  la  monarquía  constitucional.  ^ 

Aunque  el  comisionado  Abren  (dice  l{estre|>oj 
aprobara  las  proposiciones  de  San  Martin,  de  nin- 
gún modo  merecieron  la  aprobación  del  Virey  y 
de  sus  consejos,  (1 ) 

Todos  los  gefes  americanos,  según  Restrepo,  ad- 
herían al  plan  de  San  Martin  — Por  los  espaOo 
lea  dejó  de  tener  efecto,  como  sucedió  en  ese  mismo 


(1)  HUlorJo  de  [a  revolui^íort  de  Colombirt,    tníu.   III,  tvi«j^. 


—  a«  — 


biire 


especie 


decrepitud 


deticia  de  espírítii  en  su  béroe,  la^  proposiciones 
hechas  á  taísenuk  y  á  Bolirar,  fendefites  á  mo- 
oarquízar  el  Perd. —  Desde  que  se  seotd  en  el 
ióUo  de  !og  Vireytrí,  dice  él,  San  Martin  perdid  el 
feíttido  y  el  acierto 

No  en  San  Manín  el  qoe  proliaba  esa  dife- 
reneia  endre  derribar  j  reorganizar,  era  la  rero- 
ladon  que,  mientras  se  trataba  de  destruir  el  fiejo 
iFKler  eipaíioL  todo  era  éxito  y  acierto:  pero  coan 
do  m  trataba  de  organizar  el  nuevo,  se  entraba 
en  on  atolladero  «jae  dora  lia^ta  hoj  mismo,  sin 
Qf^r  mentada  bajo  el  solio  de  lo^  vireyes,  porqne 
falla  lo  qne  San  Manín  echaba  de  menos  y  quería 
•raer— la  tnonarquía  en  que  se  educó  America,  «po- 
jrada,  no  ya  en  el  depotismo,  sino  en  la  indepen- 
dencia y  hi  libertad.     San  Martin,  gobernaba  al 


ni9  - 


la  posición  falsa  que  tiene  hasta   hoy,   desde   la 
aparición  de  la  república. 

Lejos  de  probar  sn  decadencia  moral  era  la 
de  un  buen  juicio  superar  á  todos  los  hombres  que 
le  rodeaban,  su  opinión  en  favor  de  la  monarquía, 
iiae  era  antigua  en  él  La  tenia  desde  LSI 2, 
traiJa  de  Kuropa.  A  su  llegada  á  Buenos  Aires, 
manifest  j  esa  misma  opinión.  Prcguntiíndoie,  en 
tonces,  Kivadavia,—  á  qué  venia  á  America,  si 
no  estaba  por  la  república^ —  ^.  Vengo  á  trabajar 
por  la  independencia  de  mi  país,  dijo  San  Martin, 
y  de  esto  se  trata  hoy:  en  cuanto  á  la  forma  de 
gobierno,  es  asunto  secundaiio  de  que  se  tratará 
después  del  líxito^^  —  San  Martin  tuvo  mus  parte 
que  se  cree  en  la  comisión  dada  á  Eelgrano  y 
Rivadavia   en   1814. 

También  fiestrepo,  en  su  historia  «le  Colombia 
^tom,  4,  pág.  213)  atribuye  a  una  exaltaciou  mor- 
bosa de  sensibilidad  y  á  ana  enfennedml  grave  qne 
habia  drhilUach  (en  Bolívar)  su  parte  moral,  las 
ideas  que  en  su  uomljre,  su  secretario  general  D. 
José  1).  Espina,  sometió  A  su  Consejo  de  Minis- 
tros píira  abrií'  una  nego(!¡ac¡on  dirigida  á  colocar 
los  nnevaís  Estados  de  Sud  Amih^ica  bajo  hi  protec- 
ción, ivjlnenc'ta,  mediación^  custodia  ó  salvaguarda 
(m  iniporta  el  nombre)  de  uno  6  mas  Estados  pode- 
rosoli  de  Europa. 

Bolívar,  que  habia  practicado  el  gobierno  por  diez 
años  y  experimentado  y  conocido  sus  dificultades 
mejor  que  su  historiador,  sentia  desde  entouces  lo 
iííK- tit.ln  America  reconoce  hoy,  á  saber:  laimposibi 


lidad  de  dar  fuerza  álw  nuevoí»  gobicrnojí  ameriea- 
nos  por  garantías  internacionales  campatibles  con  la 
independencia  del  nuevo  mundo. 

San  Martin  se  confesaba  — ;  un  americana  re- 

publicano  iK>r  principios  y   por  inclinación,  pero 

que  sacrifica  esto  raisino  por  el  bien  de  m  patria.  • 

-Carta  áGodoy  Cruz  de  24  de  Mayo  de  1816. 

Restrepo,  en  eso,  parece  seguir  completamente 
la  moda  confortable  y  cómoda  de  enconti  ar  anor* 
mal  toílo  pensamiento  de  monaiquía. 

Ese  mismo  hÍ8toría<lor,  sin  embargo,  dice  de 
Bolívar  lo  siguiente: 


§  m 

Ideas  y  pa^os  il(*  Bolívar  eit  favor  ile  lamcmaniuia  yj 
c'ciiitra  la  llei»iibiica 

iElfibcrtador  (dice  llestrepoi  deseaba  para  Co- 
lombia nn  gobierno  en  que  loí*  pueblos  gozaran  de 
todas  aquellas  garantías  compatibles  con  su  estada 
ííocial;  pero  sus  grandes  talentos  y  su  experiencia  le 
liabian  ensenado  como  una  verdad  incontestable  que 
los  habitantes  de  bis  Colonias  ei^pailolíis  de  la  Améri- 
ca del  Sud  no  se  podían  gobernar  por  constitucio* 
nei  calcarlas  sobre  las  de  los  Eitfada.^thúdos  de  iVar- 
l(i'Ain('íiiu,y  sobre  las  que  jamás  pudieron  subsistir 
en  la  Francia  republicana.  Estos  eran  los  modelos 
que  el  Libertador  veia  seguir  ií  nuestros  legislado- 


res,  y  él  profesaba  la  mas  grande  ¿i versión  á  tale» 
modelos, »  {Tomo  4,  jiág,  IOS  . 

<  En  cuanto  á  la  adopción  del  sistema  monár 
quico,  eligiendo  un  príncipe   europeo,    hacia  ya 
algún  tiempo  fdice  Rdstrepo)  que  sos  amigos  babian 
oído  decir  al  Libertador:—    que  Colombia  y  toda 
la  América  espailola  no  tenían  otro  remedio,  para 
libertarse  de  la  ananjnía  que  devoraba  á  su$  pue- 
blos, que  establecer  monarquías  constitucionale?,  y 
qne  si  los  habitantes  de  Colombia  se  decidieran  por 
este  sistema  de  gobierno   y  llamaran  á  reinar  á 
un  príncipe  extrangero,  ¿1  seria  el  primero  que  se 
sometería  á  su  autoridad  y  lo  apoyarla  ron  su  in- 
flujo >^Esto   mismo,   añade  Héstrepo,  repitió   en 
una  época  posterior,      [Historia  de  Cohmhin^  tú- 
fHO  4,  pá(j.  307). 

Cómo,  entonces,  atribuye  esas  ideas  á  mía  ¡fmve 
iftífeifiiedad  que  habia  dehiVitado  SH  moral? — Es  la 
lie  Bolívar,  ü  es  la  del  historiador,  la  moral  debili- 
tada que  se  revela  en  esa  reflexión? 

Bolivar  df'.ñmñls»  federación, —  la  anurqfdft  rr- 
f/tdarimda   , 

A  veces  dmlal).t  u  afectaba  dudar  de  la  practica- 
Uilidad  de  la  monarquía  en  Colombia;  entonces  decía: 
■i— cElmejor  gobierno  para  Colombia  seria  un  presi- 
dente vitalicio  y  un  Sríuadu  hereditario,  como  el  que, 
en  1819,  propuso  en  (Juayanai.  -Estas  fueron  sui 
bases  constantes  de  organización  paralas  repúblicas 
modernas  de  la  América  antes  española,  según  Res- 
trepo. 

Lo  mas  cierto  es  que  no  tenia  opinión  ftja,  ó 

21 


a9o  


temía  confesar  sns  opiniones  monarquistas  por  no 
exponer  su  popularirlad  Así,  ae  le  oyó  repetir:  — 
«Mi  opinión  sobre  forma  de  gobierno  y  organiza- 
ción política  de  la  República,  es  que  se  haga  lo 
que  los  representant-es  del  pueblo  €rean  ser  mas 
conveniente. 

Y  c^mo  los  representantes  del  pueblo  se  refie 
rm^  á  su  vez,  A  las  creencias  d£l  pueblo  para  adop- 
tar las  suyas,  y  el  pueblo  de  Sud-América  no 
tiene  creencias  ni  opiniones  sobre  formas  de  go- 
bierno>  resulta  que  no  hay  quién  diga  en  América 
cuál  es  el  gobierno  que  le  conviene, — Esto  pone 
en  manos  del  extrangero  la  iniciativa  de  la  forma 
exigida  por  el  orden,  lo  cual  es  ya  una  desgracia. 

Bolivar  quizo  que  su  Consejo  de  Ministi'os  pi- 
diese la  protección  de  la  Europa  en  favor  délas 
nuevos  gobiernos  republicanos. 

Su  consejo  pensó,  con  razón,  que  la  Europa  mo- 
nárquica no  la  fiaría  á  gobiernos  antipáticos  por 
su  forma  republicana,  y  que  la  condición  de  ese 
apoyo  debia  ser  la  adopción  de  la  forma  monár- 
quica.—Por  eso  acordó  que  la  monarquía  era  la 
forma  conveiíiente  al  gobierno  deColombia.^Su 
primera  gestión  fué  preguntar  á  los  gobiernos 
de  Inglaterra  y  Francia^  por  sus  ministros  Madrid 
y  Palacios,  residentes  en  esas  Cortes: — «si  en  el 
caso  de  acordar  el  Congreso  Colombiano  el  esta- 
blecimiento de  una  monarquía  constitucional,  darían 
su  asenso  á  ella,  y  si  protegerían  á  Colombia  en 
el  evento  probable  de  que  por  tal  motivo  la  ataca- 


-  323  — 

mn  las  repüblicas  Americanas.  -.  (Réstrepo,  forn.  -#, 
¡mg,  2^MJ. 

El  .^efior  Madrid,  niinistro  Colombiano  en  Loii- 
dres  tuvo  dos  confereneias  con  Lord  Aberdeen, 
Ktífe  ú%\Foreiny  Office,  cuya  respuesta  fué  evasiva, 
dejando  á  Colombia  la  elección  de  su  desrino,  con 
tal  que  no  se  tratase  de  coronar  un  príncipe  íVan- 
ees,  ni  tampoco  ingles. 

Bolívar  misino  hizo  cesar  esta  negociación  por 
temor  de  que  dallase  á  suf/loria,  que  el  ereia  mm 
iJéop ¡rt la d  tJ*^  (  o ¡outhia. 


Kn  IH30,  deciít   Bolívar:— -Todas  mis  razones 
de  abstención  se  fundan  en  una:  —  no  espero  mlud 
imlu  patria  , 

Xo  se  puede  vacilar  en  atribuir  á  Bolívar  las 
jdeas  contenidas  en  los  oficios  de  su  Secretario  f/enc- 
i/,  dirigidas  por  orden  del  Libertador  Presidente 
pe  Colombia,  á  su  Ministro  de  Negocios  extrange- 
3n,  para  abrir  la  negociación  de  un  protectoratlo 
europeo.  —  Corren  en  la  historia  de  Colombia,  de 
Jíestrepo,  tomo  4,  páginas  209,  211  y  249, 
Bolívar  desaprobó  la  nionarqnia  por  la  forma  en 
xe  la  propuso  el  Consejo.  Lord  Abardeen  encun- 
trá  vaga  é  impracticable  esa  forma,  por  la  cual  Bo- 
lívar  debia  ocupar  toda  su  vida  el  poder,  que  al 
cabo  de  ella  pasaría  á  la  del  Rey  electo  de  an- 
temano— El  Consejo  formuló  mal  una  idea  sensata 
en  el  fondo,  y  es,  que  la  monarquía  debe  ser  prece 


ilida  en  su  establecimiento  por  una  dictadura  ó  p^r 
lina  regencia.  (1) 

No  se  debe  hacer  mucho  pié  en  lu  que  pedia 
Holivar  de  Europa.  El  mismo  no  sabia  deíinirlo; 
así,  le  daba  cuatro  ó  cinco  nombres  —protección^ 
infiuencia^  patrocinio^  inttrvencirm,  mediación, 
concluía  por  decir  uiome  importa  el  nombre.» 

La  cosa  que  él  deseaba,  porque  considera»»^ 
esencial  á  la  vida  de  los  nuevos  gobiernos,  eni* 
lo  que  no  tenian  ellos  ilentro  del  cütuIo  de  swf 
elementos  internos: — las  garantías  de  estabilidad, 
de  orden,  de  paz,  (¡ue  hasta  hoy  faltan,  porqué 
la  república  es  incapaz  de  darlas,  en  vista  d^ 
cincuenta  años  de  experiencia. 

Bolívar  quería  lo  mismo  que  quiere  hoy  tod 
el  mundo;    lo  que  quizo   Airear  en  1815,  ruar 
vio,  jíin  saber  deñnir  el  remedio,   lo  equivocaba^ 
con  una  cosa   que   se  le  parecía  en  lo  exterior 


^  IV 


Opiniones  de  Alvear  sobre  lu  rejitiHlk*^ 


El  general  Alvear,  como  San  Martin  y  Bolívar, 
trabajando  por  lu  imhpendencta  americana,  no  tema 
te  en  la  república. 


íJ>  Díaz  y  UazoU,  en  su  bistorif»  de  Colombia  t*ríUc*an  á  Bo- 

livr<r  por<[ue  no  hnbin  r»ei*seguÍjJo  erhniruHtiHfnte  á  sus  con- 

ísojero»  por  la  dichn  utístioru  A  eseiniamo  Btizott  ba  visto  eii 

1-1  PseriinetKio  in  gnceto  de  \n  Reina^  eíi  ^«   ^'    '     '     *-*  ;  io 

jiia  íeionifi  que  le  hizo  la  repúbtioíi  a 

:      I  como  Cónsul  o  aicenleén  EspaiíJi,  *  r». 


—  n2:»  — 


En  1815,  siendo  Jefe  Suprema  de  la  Kepúbli 
ca  Ai'gentina,  envió  al  señor  Garcia  en  misión 
cerca  de  Lord  Htraford,  ministro  británico,  en  Rio 
Janeii'o,  y  aun  le  escribió  él  mismo  solicitándolo 
para  que  obtuviese  de  Inglaterra  nna  protección 
.sobre  las  Piovincias  Argentinas,  que  ha  sido  cali- 
ficada de  modos  may  opuestos,  por  lo  incierto  y 
vago  de  las  palabras  de  Alvear  y  de  su  negó 
dador. 

La  negociación  no  surtió  efecto,  y  la  carta  no 
fué  entregada  á  Lord  Straford,— En  1842,  se  en- 
con  tro  cerrada  entre  los  papeles  de  Rivadavia, 

El  pensamiento  de  Alvear  y  de  Garcia  ha  sida 
mal  aprpciado  por  Florencio  Várela,  Mitre  y  otvrts 
á  mi  ver  sin  justicia. 

Las  calumnias  de  parte  de  los  cmulos  y  con 
temporáneos  de  Alvear,  se  explican;  en  la  poste- 
ridad de  esos  grandes  homlires,  son  ingratitud  y 
torpeza. 

No  vino  el  mismo  Várela,  veinte  y  ocho  afios 
mas  tarde,  á  pedir  la  intervención  protectora  de 
Inglaterra  y  Francia  en  favor  de  Montevideo? 

No  se  reunió  á  los  franceses,  en  1840,  contra 
el  gobierno  argentino? 

El  mismo  Mitre,  que  con  Várela  afean  lacón- 
duct-a  de  Alvear  y  Gaicia,  si  ha  servido  á  su  paí!=, 
como  él  pj-etende,  lo  ha  servido  desde  fuera  y  ron 
el  extrangero  siempre,  hasta  que,  en  1 852,  cntní  m 
su  país  natal  como  militar  de  Montevideo,  en  la 
columna  Oriental  aliada  al  Brasil,  y  bajo  la  bandera 
cxtrangei'a  íle  Montevideo,  que  debi(i  su  existencia 


4e  tal  á  ese  mismo  Alvear,  insultado  en  su  tumbn 
gloriosa  por  el  héroe  «le  todas  las  escarapelas. 

Qué  qui^ria  Alvear  en  1815? — Lo  mismo  qa*? 
«luizo  Bolivaí',  el  libertador  de  cinco   república^J 
para  Colombia,  en  1829,  quince  aflos  ma.  tarde,  y 
cuando   la  independencia  de  América  era  ya  un 
m\  hecho  coronado  por  la  victoria. 

Su  deseo  no  eni  entregar  la  América  á  la  Eu- 
ropa.    Tal  imputación  hecha  á  los  autores  de  la  I 
independencia  es  de  una  deshonestidad  repugnante. 

Ellos  querían  colocar  en  los  brazos  protectore.< 
de  la  Euiopa  liberal,  la  existencia  de  los  nuevos 
gobiernos,  que  se  mostraban  incapaces  «le  gober 
narae  á  sí  mismos,  y  de  darse  h  paz  y  el  orden 
que  convenia  á  sus  progresos.  Pero,  decididos  al 
mismo  tiempo  á  no  volver  jamás  al  despotismo  odiado 
de  los  españoles,  pedian  á  la  Europa  liberal  una 
clase  de  apoyo  que  no  sabían  definir  ni  calificar, 
pero  que  de  íiingun  modo  debia  excluir  la  indepen- 
dencia  conquistada . 

Era  un  refugio  de  orden  y  de  libertad  lo  que 
buscaban  en  los  brazos  de  esa  Inglaterra,  patria  del 
orden  y  de  la  lihertadj  no  nuevas  cadenas,  ni  la 
humillación  de  volver  ¿í  ser  colonos  de  ningún 
poder. 

Ya  no  era  España  el  enemigo  temido;  era  el 
desorden  y  la  ruina,  en  que  perecían  los  vencedores 
de  jVmérica,  por  sus  propias  manos,  pero  en  servi- 
cio del  enemigo  vencido.  Era  natural  que  lospa* 
dres  de  esa  patria,  que  usaba  de  su  independencia 
jíara  despedazarse,  pidieran  socoiro  al  mundo  libre. 


327  — 


No  tenia  atro  significado  la  correspondencia  en 
que  Bolivar  encargaba  á  su  ministro  abrir  la  nego- 
ciación de  un  protectorado,  infidencia,  pafrochm, 
mettiadon  6  interrenctotf,  de  Europa  sobre  Anií^- 
rica. 

Nada  mas  fácil  que  encontrar  ese  sentido  en  la 
carta  de  Alvear  si  se  lee  con  el  respeto  filial  de 
un  buen  americano. 

Cinco  años  de  repetidas  experiencias,  decía,  han 
hecho  ver  de  un  modo  indudable  á  todos  lo>i  hombres 
de  juicio  y  opinión,  *|ue  este  país  no  está  en  edad 
ni  en  estado  de  gobernarse  á  sí  mismo;  y  que  ne- 
cesita una  mano  exterior  que  lo  dirija  y  contenga 
en  la  esfera  del  orden,  antes  que  se  precipite  en  los 
horrores  de  la  anarquía,  Pero  también  ha  hecho 
conocer  el  tiempo  la  imposibilidad  de  que  vuelva  á 
la  antigua  domiimcion,  porque  el  odio  á  los  espa- 
ñoles, que  ha  excitado  su  opresión  desde  el  tiempo 
de  la  conqnista^  ha  subido  de  punto  con  motivo  y 

durante  la  revolución  > <■.  La  sola  idea  de  compo 

sicion  con  los  españoles  los  exalta  hasta  el  fanatismo 
(á  los  argentinos]  y  todos  jurarán  en  púbhco  y  en 

secreto  morir  antes  que  sujetarse  á  la  metrópoli 

Están  dispuestos  á  sufrir  la  destrucción  del  país, 
antes  .que  volver  á  la 


antigua  servidumbre  j^  , 


La  Inglaterra,  que   ha  protegido  la  libertad  de 
los  reinos  en  la  costa  de  África,  impidiendo  con 
la  fuerza   el  comercio  de  esclavatura  \  ......,, ^  no 

puede  abandonar  á  su  suerte  á  los  habitantes  del 
Plata,  en  el  acto  mismo  en  que  se  arrojan  á  sus 
brazos  generosos. 


.j*  _Ui"L^ 


-  32H  — 


Alvear  coiiftincUa  la  opresión  ik  los  colonas  es- 
pallóles,  con  la  eI^^•l^lv¡tlld  de  los  negros  de  África, 
pero  no  es  menos  claro  el  ^eIllido  de  la  protección 
que  pefUn  á  Inglaterra.  Ella  tenia  por  objeto 
salir  de  la  esclavitnd,  salvar  la  libertad  conquis- 
tada, no  enagenarla  ni  venderla, 

For  qué  admirar^^e  de  eso?—  La  uecei^idad  de  eii« 
tx)nces  existe  hoy  mismo.  Si  la  independencia  es 
un  hecho  irrevocable,  también  es  un  iiecho  que  la 
anarquía  se  mantieíie  á  su  lado  dividiendn  ron  ella 
el  imperio  de  Amériai. 

Lo  que  querían  los  grande»  aniei  icanos,  los  pa- 
dres de  la  patria,  al  principio  de  la  revolución, 
lo  desean  hoy  mismo  todoá  los  american»>s  de  co- 
razón honesto  y  de  juicio  sano:  no  protectorados, 
ni  anexiones,  ni  recolonizacionea;  sino  iníluencias 
apoyos,  garantías  honorables  de  podei^es  amigos, 
conciliables  con  la  independeucia  y  con  el  derecho 
de  gentes. 

Lo  que  sucede  es  que  hoy  se  comprende  mejor 
y  se  sabe  definir  la  clase  de  apoyo  que  la  Europa 
puede  dar  á  hi  estabilidad  de  los  nuevos  gobienio^| 
de  América,  sin  salir  de  las  vias  y  medios  per- 
mitidos por  el  derecho  de  gentes,  sin  perjuicio 
de  la  independencia  y  de  la  soberauia  de  loa| 
Estados  americanos,  y  antes,  al  contrario,  en  ser- 
vicio de  Jas  miras  de  civilización  y  ile  interés 
gtneral,  con  que  se  hizo  su  revolución  ínndamen- 
trxl  contra  España. 

Ese  apoyo  reside  en  el  equilibrio,  que  protege^ 
la  vida  de  los  estados  pequeños  contra  las  aspi-. 


329  — 

raciones  de  loí^  grandes  y  poderosos  á  absorberlcíí 
en  su  provecho  propio,  y  contra  los  desórdenes 
capaces  de  dailar  á  los  intereiies  comunes.  En 
virtud  de  esa  ley  del  derecho  de  gentes,  los  es- 
tados pequeños  están  protegidos  y  detendidos  en 
su  existencia  por  los  respetos  recíprocos  que  se 
tienen  los  grandes  poderes  en  el  seno  de  la  gran 
familia  de  las  naciones  civilisíadas,  cuyo  domicilio 
principal  está  en  Europa  iiero  á  la  cual  se  puede 
pertenecer  desde  el  cabo  de  la  tierra. 

Introducii"  á  los  gobiernos  de  la  América  antees 
empáñala  en  el  seno  de  esa  familia,  bajo  las  leyes 
y  condiciones  que  protegen  la  vida  de  cada  uno 
de  sus  núerabros,  es  el  mcilio  legítimo  y  eficaz 
de  dar  á  los  gijbiernos  americanos  la  fuerza,  res- 
petabilidad y  calma  de  que  disfrutan  los  de  Eu- 
ropa. 

Pero,  !a  condición  de  esa  incorporación,  es  la 
adopción  de!  sistema  de  gobierno,  que  es  común 
á  todos  los  miembros  de  la  familia  europea.  Ese 
sistema,  es  la  monurqnia. 


%  y 


Ideas  de  RÍYaduvia  sobre  monarqiitíi  y  reiJiiblieii 

El  carácter  de  Rívadavia  ha  sido  el  no  tener 
ideas  fijas  sobre  forma  de  gobierno,  Es  el  hom- 
bre que  mejor  representa  las  fluctuaciones  de  su 
país  en  ese  punto. 


riHio  — 


Era  el  hombre  délos  contrastes  y  antíteí^is. — 
Unitario,  enterró  la  anidad  y  fandó  la  tederacimi. 
— Negociador  de  una  raonarqaía  borbónica  para 
el  Plata,  en  1814,  dejó  el  Plata,  en  1840,  por 
no  automar  con  sa  presencia  la  intervención  fran- 
cesa.— Enemigo  del  Congreso  de  Panamá  y  de 
la  doctrina  de  J/onrop,  obró  como  Monróe,  en 
1824,  decretando  empréstitos  á  la  revolución  e&-| 
pallóla  contra  la  Santa  Alianza. 

El  año  de  1812,  en  una  reanion  de  patriotas, 
ea  que  San  Martín,  recien  llegado  al  país,  ex 
presó  sus  ideas  en  favor  de  la  monm'quía,  como 
la  forma  conveniente  al  nuevo  gobierno  patrio, 
Rivadavia  bnbo  de  arrojarle  una  botella  á  la  cara, 
por  el  sacrilegio.™  ^Con  qué  objeto  viene  usted, 
entonces,  á  la  república?  le  preguntó  á  San  Mar- 
tín,—  Con  el  de  trabajar  por  la  independencia ^ 
de  mi  país  natal,  le  contestó,  que  en  cuanto 
la  forma  de  su  gobierno,  él  se  dará  la  que  quiera 
en  uso  de  esa  misma  independencia.  ^ 

Dos  años  después,  convertido  á  esas  ideas,  Ri- 
vadavia aceptó    la  misión  de  venir  á  Europa  trí\ 
busca  de  la  monarquía  para  el  Plata. 

Colega  de  Bclgranu  y  Sarratea,  entró  de  frente 
en  la  idea  del  conde  de  Aranda,  renovada  por 
el  conde  de  Cabarrús,  antiguo  ayudante  de  campo 
(le  José  Bonaparte,  en  España. 

Todas  las  ideas  monarquistas  de  Belgrano,  lo 
fueron  también  de  Rivadavia  en  esa  negociación 
de  1815. 

Fiel  A  esas  ideas,  Belgrano  las  prn}mso  f^n   1 81IÍ 


—  331  ^ 


al  CuQgreso  de  Tucuman,  y  iniirio  sin  abaiulo- 
nailas  en  1H20,  entre  los  horrores  de  la  repú- 
lílica, 

Rivadavia,  no  habiendo  podido  organizar  la 
monarquía,  se  puso  á  organizar  la  re|jübl¡ca. 

Pero  en  vez  de  dar  á  la  república  la  centra- 
lización de  que  la  monarciuía  deriva  todo  su  poder 
de  pacilicacion  y  de  orden;  en  vez  de  seiTir,  en 
nombre  de  la  república,  á  esa  centralización  que 
solicitaba  de  la  monarquía  para  defender  la  in- 
dependencia y  el  orden,  la  libertad  y  la  paz  de 
las  provincias, ^ — se  puso  á  organizar  de  hecho  la 
federación  ó  el  aislamiento  de  las  provincias,  cons- 
tituyendo el  gobierno  provincial  de  Buenos  Aires 
(de  que  tuvo  la  modestia  de  hacerse  secretario  ó 
ministro  de  provincia,  después  de  haber  sido  ple- 
nipotenciario de  la  Nación)  con  todos  los  poderes  y 
recursos  de  las  demás  provincias,  y  dejando  á  estas 
excluidas  e  independientes  de  ese  gobierno  local 
ofrecido  solemnemente  por  modelo  de  imitación. 

Con  ese  trabajo  de  descentralización  el  monar- 
quista de  1815,  levantó  un  obstáculOj  que  dura 
hasta  hoy,  á  toda  clase  de  centralismo  político  en 
el  Plata,  tanto  republicano,  como  monárqidco.  Es 
decir,  que  mató  á  la  unidad  que  era  su  ídolo. 
No  pudieudo  ser  unitario,  fué  unicida, 

Pero  como  obró  en  ello  de  buena  fe,  el  huíci- 
dio  involuniario  no  le  impidiú  quedar  fiel  íl  la 
unidad,  en  su  corazón  á  lo  menos. 

En  1824,  intento  reconstituir  un  gobierno  na- 
cional con  lo3  recursos  y  poderes  nacionales  que 


-  n:i2  — 

él  niÍ3iiio  había  adjudicado  á  una  sola  provincia; 
y  esta  provincia,  creyéndose  vejada  y  despojada 
en  ella,  resistió  la  organización  del  gobierno  na^ 
cional  por  el  órgano  de  Denegó  y  su  partido, 
y  arrojo  del  poder  y  del  pafs  para  siempre  á  Ri 
vadavia,  que  murió  en  Cádiz, 

Ese  colaborador  de  la  república  en  América 
mimó  como  San  Martin,  en  una  monarquía  de  la 
Kuropa^  víctima  de  su  misma  obra.  Kolivar  nc 
los  siguió  por  falta  de  dinero. 


4^   VI 


Palabras  Úq   Posadas  sabré   la  monarquía. 

tQué  imparta  qu*^  el  que  nos  haya  de  mandar 
He  llame  rey,  emperador,  mesa  ó  banco?  Lo  qnr 
nos  conviene  es  que  vivamos  en  orden  y  que 
disfrutemos  tranquilidad;  y  esto  no  lo  consegui- 
remos mientras  seamos  gobernados  por  persoim_ 
con  quien   nos  familiaricemos. 

Siendo  supremo  Director  o  Jefe  supremo  de  ia' 
República  Argentina,   Fosadas  fué  el  que  mandó 
íl  líelgrano  y  Bolívar   á    Europa,    en  1814,  eii 
busca  de   la  monarquía,  —Su  ministro  secretaría 
era  el  seilor  Herrera. 


—  ,U,v  — 


Toda  el  Congrega  d(^  Tiicutiuiíi  de  1816,  que  dcrliiró 
la  indepeiideiieia  argentina,  ern  inonar(|UÍstn 

He  aquí,  entre  otras  una  prueba  picante  de 
ente  liecho. 

Llegado  á  Tueunian,  como  general  expedicio- 
nario del  Perú,  Belgrano  escribió  á  líivadavia, 
v\  8  de  Octubre  de  lHl6,  lo  siguiente:  ^ —  Al 
(lia  siguiente  de  mi  arribo  á  esta,  el  Congreso 
rae  llamó  á  una  sesión  secreta  y  me  hi*^o  varias 
preguntas.  Yo  habU*,  me  exalté,  lloré  é  hice  llo- 
rar á  todos  al  considerar  la  situación  infeliz  del 
país.  Les  hablé  de  la  monarquía  constitucional  con 
la  representación  de  la  casa  de  los  Inca?^:  todos 
adoptaron  la  idea  , 

El  arlo  anterior,  los  dos  corresponsales  no  pu- 
dieron obtener  en  Europa  la  monarriuía  constitu- 
cional con  la  representación  soberana  de  un  prín- 
cipe de  la  casa  de  llorbon. 

Ya  en  ese  tiempo,  1816,  la  República  Argentina 
era  infeliz  en  el  grado  de  hacer  llorar  íí  todo  el 
Congreso,  no  por  la  guerra  que  le  hacían  los 
españoles,  sino  por  la  que  se  hacian  entre  sí  mismos 
los  dos  partidos  federal  y  unitario^  en  que  se 
dividió  desde  entonces  la  revolución. 

Esa  misma  causa  interior  de  infelicidad  y  ruina 
dora  hasta  hoy  mismo  en  la  República  Argén  - 
tina. 

Mitre,  para  quien  la  indqimdencia  era  sola  una 


-  334  — 

faz  de  Ixi  retolueifjn,  mira  el  fondo  de  la  revolución 
misma  en  esa  lacha  de  jederales  y  unitariús.  Se 
equivoca.  La  revolución  de  América  no  se  hizo 
en  busca  de  ceíftralizacion  ó  dmcentralizacwn^  de 
federación  u  de  unidad,  que  uo  son  sino  foiinaá 
de  la  repübhca,  es  decir,  formas  de  una  forma  de 
í^obierno. — Contraer  la  revolución  que  uo  tuvo 
por  mira  ni  la  forma  misma  republicana,  á  la 
mas  ó  menos  centralización  de  la  república,  era 
extraviar  mi^^ablemente  á  la  revolución  de  su 
grande  objeto  civilizador,  que  era  la  creación  de 
an  ffobierno  ¡mirto  y  propio,  en  vez  de  extrangero. 
Según  Bfér/rafio^  á  quien  Mitre  llama  ^kipersoni* 
/ieacion  7nas  completa  de  la  revolución  ?  el  gran  re- 
medio de  la  enfermedad  que  entonces  adolecía  la 
revolución,  era  la  monarquia  constitucionaL 


§  VUl 


Palabras  del  Dr.  Moreno  en  favor  de  la  monarquía 


í  Lejos  de  nosotros  los  que  en  el  nombre  del  Eey 
encontraban  un  lantasma  terrible,  ante  quien  los 
pueblos  no  formaban  sin  j  un  gi^upo  de  tímidos  es- 
clavos,  Nos  gloriamos  de  tener  un  Rey,  cuyo 
cautiverio  lloramos,  por  no  estar  á  nuestro  alcance 
remediarlo:  pero  nos  gloriamos  mucho  mas  de  for- 
mar una  Nación;  sin  la  cual  el  Rey  dejaría  de 
serlo;  y  no  creemos  ofender  A  la  persona  de  éste^ 


-  :»5  ^ 


TñSBa^rSTaoios  de  sostener  los  ilerechos  legítimos 
«le  aquella. 

Sobre  las  miras  del  Conyreso  que  acaba  de 
f invocar  y  constituir  al  estado »  Octubre  y  Noviem- 
hre  de  181(K) 

...,. Si  se  prefiere  el  ejemplo  (]ue  la  misma 

España  nos  ha  dado^  no  queriendo  regentes,  sino 
una  asociación  de  hombres  patriotas,  con  hi  deno- 
minación de  Junta  Central,  ella  será  el  Supremo 
Jefe  de  estas  provincias,  y  ejercerá  sobre  ellas,  du- 
rante la  ausencia  del  Rey,  los  derechos  de  su  per- 
sona, con  las  extensiones  ó  limitaciones,  que  los 
pueblo?  le  prefigen  en  su  institución.» 

Esto  era  decir  que,  en  lugar  de  Regente ^  habría 
Regencia, 

Sí  el  Congreso  reconoce  la  Regencia  de  Ca 

diz,  si  nombra  un  Regente  de  la  familia  real,  si 
erije  (como  lo  hizo  Espafia)  una  Junta  de  barones 
buenos  y  patriotas,  cualquiera  de  estas  formas  que 
se  adopte,  concentrará  en  el  elector  todo  el  poder 
Supremo,  que  conviene  al  que  ejerce  las  veces  del 
Key  ausente;  pero  no  derivándose  sus  poderes  sino 
del  pueblo  mismo,  no  puede  extenderlos  á  mayo- 
res términos  que  la^  que  el  pueblo  le  ha  asignado.  > 

lEn  una  palabra,  el  que  subrogue,  por  elección 
íel  Congreso,  la  persona  del  Rey,  que  está  impe- 
dido de  regirnos,  no  tiene  reglas  por  donde  condu 
eirse,  y  es  presiso  prefijárselas.  > 

^Sentemos,  pues,  como  base  de  las  posteriores 
roposiciones,  que  el  Congreso  ha  sido  convocado 

ra  erijir  una  autoridad  Suprema,  que  supla  la 


falta  del  señor  Don  Feínando  VU,  y  para  torniar 
una  constitución,  que  saque  á  los  pueblos  de  la  ía- 
íelicidatl  en  que  gimen.  ^ — f Dr    Moreno,   1810) 

Kra  decir   que  el   Contíre^ü    estaba    ilamadu    á 
crear   una   regencm    constitucional,    en  que  debía 
convertirse  la  monurqum^  en  adelante  cofistiltidú 
nal^  de  Femando  Vn,  cuando  saliese  del  cautive " 
rio  y  reasumiese  su  autoridad  sobre  América. 

Esos  fueron  los  últimos  eicritos  del  Dr.  Morena. 
En  ninguno  de  ellos  se  declaró  por  la  repüUica. 
Según  todos  ellos»  él  estaba  por  la  inonarqula 
mocrática  tj  constitucional 

Mitre,  sin  embargo,  lo  dá  como  el  represer.- 
ttmte  y  a 'fistol  del  sistema  republicano:  apóstol 
tácito,  implícito^  sub-enteiidido,  tn  tal  caso,  pues 
no  conocemos  sus  escritos  ni  sus  palabras  en  favor 
de  la  república. 

Mitre  hubiera  hecho  mejor  en  transcribirlas  y 
citarlas,  qne  en  aplaudirlas. 

Yo  sospecho  que  Mitre  hace  la  historia  como 
el  gobierno,  en  calidad  de  revohicionario,  por  golpes 
de  flnma^  poniendo  en  estado  de  sitio  la  verdatl 
histórica  y  dándole  reglas  ú  órdenes,  en  vez  de 
pedírselas. 


§  ix 


Se  sabe  que  Moreno,   Pa^os^  Peña.   Vtei/tes¡  y 
Casfelli,  hablan  estado  antes  de  Mayo  de  1810, 


—  337  — 

trabajado  por  la  idea  de  coronar  eñ  el  Plata 
la  Infanta,  doña  Carlota,  herniaim  de  Fernan- 
do Til,  cuyo  plan  quedó  sin  efecto  por  la  asbten- 
cion  de  esta  señora,  y  por  la  llegada  de  Cistieroa 
á  Buenos  j^ires, 

Belgrano  reconoce,  en  su  auto-hiografia,  que  en 
1808  3'  1SU9  trabajó  en  el  sentido  de  ese  plan, 
como  el  medio  mas  eficaz  de  obtener  la  independen- 
cia argentina. — (Véase  Historia  de  Belgrano,  por 
Mitre,  tooL  P,  pág.  488.) 


X 


La  iílea  del  vmuU  de  Araiitlii  «anelonuilu  por  la 
América 

La  idea  del  conde  de  Ai'amia  lia  recibida  la  san- 
ción déla  América,  representada  por  los  órganos 
n  's  dignos  y  mas  puros  de  su  revolución  política: 
^íj clgrano  y  Rivadavia,  San  Maitin  y  Bolívar. 

No  fué  otra  que  esa  idea  la  riel  plan  propuesto 
en  1815,  á  Carlos  IV,  por  Belgrano,  Rivadavia  y 
8aM  Martin  como  negociadores  argentinos, 

Poco  mas  ó  menos  fué  la  misma  idea  que,  en 
821,  propuso  8an  Martin,  como  Jefe  Supremo  del 
'Peni  y  representante  militar  de  Chile  y  del  Plata, 
al  Virey  Laserna. 

Por  esa  noble  sanción  americana,  la  idea  de  con- 
ciliar la  independencia  con  la  monarquía  constitu- 
cional americana,   mediante  la  cooperación  de  los 


pudere»  OK^árqnicos  de  Europa,  ha  reñido  á  ser  la 
^Tan  base  de  la  diplomacia  de  los  Estados  del  nue- 
vo mondo,  DO  menos  que  de  su  política  interior. 

Ella  re^K>nde  á  los  dos  grandes  objetos  de  U  i^e- 
Toluoion,  á  saber— destrnir  el  gobierno  y  el  regí-- 
mea  colonial;  fundar  el  gobierno  v  ti  régimen  pa^ 
trío  independiente. 

Estas  dos  tareas  ocupaban  la  atención  y  los  es-" 
fuerzos  de  loí  grandes  hombres  de  la  reTolocion.j 

Balgrano,  San  Martin  y  Bolivar  fueron  no  soto 
los  soldados,  sino  los  hombres  de  estado  mas  eleva- 
dos que  haya  tenido  á  su  servicio  la  revolución  di 
América. 

A  la  gloria  de  acabar  por  la  espada  con  el  go-l 
biemo  colonial,  unieron  la  de  concebir  y  formular 
las  bases  del  gobierno  interno  y  externo  de  lo^  nue* 
vos  Estados. 

El  egoísmo  de  su  posteridad  ha  aceptado  la  obra 
de  la  espada,  y  desechado,  desconocido  y  calum- 
niado su  pensamiento  político,  por  el  daño  que  po- 
día hacer  á  su  ambición  de  ocupar  el  poder  que 
ella  ha  recibido  en  herencia  de  sus  héroes  calum- 
niados. 

La  línica  política  recta  y  juiciosa  para  los  Es 
tados  de  Sod- América,  es  la  de  los  fundadores  d€ 
su  revolución. 

Es  preciso  volver  á  ella  como  el  único  medie 
de  salir  de  la  via  perdida  y  extraviada  en  que  se  en^ 
cuentia  echada  la  América. 

Es  preciso  volver  á  la  política  de  Belgrano,  dej 
San  Martin,  de  Bolivar  y  8ucre. 


—  331»  — 

Han  sido  mas  grandes  como  políticos  que  como 
militares.  Son  los  únicos  que  han  visto  el  camino 
del  porvenir  para  el  mundo  americano. 

Ellos  han  visto  su  civilización  venidera,  donde 
estaba  el  manantial  de  su  civilización  pasada:  —en 
la  Europa  culta,  á  que  ellos  mismos  debieron  la 
educa<iion  y  sus  inspiraciones  de  libertad. 

La  oportunidad  de  esa  idea  no  ha  pasado.  Si  ella 
fué  oportuna  en  1810,  hoy  es  indispensable  y  la 
única  política  posible. 


CAPITULO  SEXTO 


PEACTICABILIDAD 


S  1 


Cómo  la  fnüiiar({uta  en  Knropa  es  In  í»iviUaEaeioii 
fMi  el  ^oliií*riin  pulítíeo 

La  Aiijcriea  del  Hiui  presenta  hoy  dia  un  es- 
tado de  cosas  enteramente  semejante  al  de  la  Europa 
en  la  edad  media.  Basta  comparar  los  dos  mundos 
en  sus  dos  épocas  para  percibir  esa  seniejaiira, 
^  pero  hay  una  razón  luira  que  no  sea  de  otro  nindo. 

Qué  es  la  edad  media  i  n  Eiuopa?  Cuál  es  el  ca- 
rácter dominante  de  la  feudahdaflf — ^La  dispersión, 
la  diseminación  del  pr^der  jnUdicn  en  multitud  de 
pequeños  centi'Oá,  ó  mas  bien,  la  ausencia  iMpoder 
publico^  por(|ue  no  es  publica  el  poder  que  no  es 
gmeral;  la  ausencia  de  autoridades  generales  y 
lllerte^;,  suplida  como  una  iiecesiclad  de  tírden  y  se- 
guridad, por  ligas  ó  víncul'Gs  formados  al  efecto  en* 
tre  los  poderes  esencialmente  locales  y  municipales 
de  esa  edad.  Esos  \inculo3  eran  mas  ó  menos  est.i-e- 
ehfís,  en  e^íte  líltiinnfíiRú  constituían  la  mera  ít^dn- 


342 


tifiad:  €11  el  otro  la^  cof{federaciones  municipales  i 

provinciales  de  ItüVray  Flandes,  Alemania,  Suiza: 
confederaciones  que  eran  una  especie  de  feudalidad 
en  cnanto  solo  diferían  de  ésta  en  nn  grado  mas  de 
estrechez. 

Cuándo  cesó  ese  estado  de  cosas'P  — Al  fin  del 
8Íglo  XV. — Qué  puso  fin  á  ese  estado  de  cosas? — 
La  formación  de  las  grandes  monarquías  de  la  Euro- 
pa en  el  siglo  X^T^, 

La  espontáneo  y  general  de  esa  transfonnacion, 
prueba  que  tenia  su  razón  de  ser  natural  y  necesaiia. 

La  monarquía  era  la  autoridad,  el  poder  con-^ 
densado  y  generalizado  (reyes)  sin  daño  del  poder ' 
local  (aristocracia!.  Nadie  ha  puesto  en  duda  c|ne 
ese  cambio  fuese  un  progreso. 

Desde  luego,  el  hisso  |iosil)le  el  urden  y  la  sef/u**^ 
ndnd.  sin  lo  cual  no  hay  progi'eso  posible. 

El  orden  hizo  posible  en  seguida  la  libertad,  que 
Eu  es  mas  que  el  poder  de  cada  uno  protegido  porj 
la  ley  y  por  la  autoridarl  queda  y  hace  cumplir 
la  ley. — El  órdm  y  la  libertad  son  las  dos  condií-in- 
nes  de  la  civilización. 


De  la  mas  tuerte  de  esas  monarquías  tle  la  Europa, 
formadas  en  el  siglo  XM^,  salió  el  descubrimiento, 
la  c.onquista}^  la  colonización  de  la  América  del  Snd. 

La  monarquía  española  se  trasladaba  hecha  y 
formada,  con  todos  sus  elementos  en  el  suelo  de 
^Vjuérica;  ó  mas  bien,  ella  se  extendía  y  prolonga- 
ba al  través  del  Océano,  en  el  nuevo  mundo 


—  :u:í 


Por  su  preseacia,  la  edad  media  no  cesaba  en 
Aniérica,  portiue  no  liabíu  existido  allí,  á  nu  svv 
ijne  se  tome  romo  tal  la  existencia  de  la!^  razas  indi 
genas  en  piieldos  nómades.  En  todo  caso,  la  uionar- 
qnía  en  América  no  era  la  tran^furmacion  ile  la 
sociedad  americana  indígena,  sino  la  misma  monar- 
quía española  extentlida  al  suelo  americano. 

La  monarquía  española  ha  existido  en  Amtl* 
rica  tres  siglos,  habita  que  las  conmociones  de  la 
Europa  la  han  hecho  ce^ar  en  pérdida  de  Espafta, 
como  consecuencia  del  choque  de  las  monarquías 
euroi>eas  contra  sí  mismas. 

Qué  ha  dejado  en  América  la  ausencia  de  la  m« 
narquía?  Lo  que  su  presencia  habia  liecho  desapa 
reccr  en  la  Europa  del  siglo  XVI: — la  dispersión 
ó  diseminación  del  poder  en  centros  municipales  u 
locales;  la  liga  mas  ó  menos  imperfecta  de  estos 
centros;  la  propensión  á  las  confederaciones  munici- 
pales al  estilo  de  la  Italia  y  Alemania  en  la  edatl  me^ 
dia;  en  una  palabi*a.  la  falta  de  autoridades  fuertes 
y  generales^  y  la  falta  consiguiente  de  drden  y  de 
seguridad,  que  caracterijíaba  á  la  Europa  de  la  edad 
,  media. 

No  es  un  estado  de  corrupción:  es  un  estado 
de  atraso  rehitivo. 

La  independencia  americana,  que  es  un  progre- 
so como  principio  de  uiui  existencia  risueña  y  me- 
jor para  America,  es  un  retroceso  en  cuanto  es  la 
pérdida  del  amparo  que  América  tenia  en  la  antori 
lad  mon;írqniíadt'  <|Ue  era  parte- -Es  l;i  pérílitla 


natoral  y  raomenuinea  del  nifio  pobre  qnc  se  emand- 
pa  de  la  casa  rica  de  sus  padres, 

(¿ue  la  crisis  actual  de  América  no  es  de  disoltt* 
cion  y  de  muerte,  es  un  hecho  fácil  de  com  probar- 
La  América  de  este  momento,  como  la  Europ  <  ' 
la  edad  media,  presenta  bs  ejemplos  mas  asombr*  - 
de  coraje,  de  patriotismo,  de  talento,  de  abnegación 
en  medio  de  la  borrasca  porque  pasan  sus  piieblo!?; 
pero  todo  ello  queda  perdido  y  esterilizado,  como  en 
la  edad  media,  por  falta  de  una  organización  fuerte 
y  estable  del  tipo  que  puso  tín  á  la  e*lad  media  de 
la  Europa  en  el  siglo  XV. 

La  feileracion  ó  feudalidad,  sea  republicana,  aris- 
tocrática ó  monarquista,  eí  incapaz  de  organización 
rigorosa  y  estable. 

Sí  el  orden  ba  de  servir  en  América  como  sirvió 
en  Europa,  para  el  establecimiento  de  la  monarquía, 
eíito  es,  de  la  autoridad  fuerte,  estable  y  general;  la 
monarquía  para  ser  americana  ha  de  ser  la  íransfor 
maciou  de  la  feudalitlad  americana,  opei'ada  por  sf 
misma. 

Esa  transformación  ha  de  ser  mas  breve  y  pre- 
coz  que  en  Europa,  por  dos  causas  naturales:^ — V 
que  poblaciones  que  han  sido  nnitarias  y  que  prc 
ceden  de  la  unidad,  tienden  naturalmente  á  resta* 
blecer  la  unión  qne  es  una  tradición  en  ellas;  2" 
qne  viviendo  en  vida  solidaria  y  en  familia,  coiij 
las  glandes  monarquías  de  la  Europa»  su  tran:^^ 
formación  tendrá  en  estas  un  apoyo  que  no  teni 
los  pueblos  europeos  de  la  edad  media. 

Lejos  de  apoyo,  tuvieron  un  embarazo  en  el  re- 


--  im  — 

nacimiento  de  la^  ideéis  y  de  los  ejemplos  repnbli 
canos  de  la  aQtigua  Grecia  y  de  Roma. 

En  América,  como  en  Europa,  esa  transforma- 
clon  será  fatal  é  inevitable,  impuesta  por  una  nece- 
sidad del  orden. 

Si  América  no  toma  la  iniciativa,  la  tomará  el 
mando  enropeo  de  que  es  parte  el  mundo  civiliza- 
do de  América, 

lEl  mundo  no  se  detiene  para  que  lo  dirijan; 
si  sus  gefes  se  duermen  u  le  faltan,  toma  otros  que 
le  díín  lo  que  necesita,  no  importa  á  qué  precio. »  (1) 


ií  11 
La  monarquía  es  practicable? 

Bolívar  llego  á  decir  que  era  obra  ¿obrehu- 
Diana  el  convertir  la  república  de  Colombia  en 
monarquía  constitucional. 

Y  sin  embargo  él  lo  deseaba,  y  aun  lo  creyó 
posible  cuando  lo  intentó  siendo  presidente  en  1829, 
bien  que  abandonó  la  ¡dea  asi  que  vio  que  ser- 
\ia  de  pretexto  á  los  enemigos  de  su  gloria;  para 
llamarle  ambicioso  y  a¿)ó$tatu.— De  qué  no  harán 
un  crimen  los   enemigos  personales? 

Por  qué  seria  una  empresa  sobreh amana? 

Un  rey  no  seria  mas  respetado  que  un  presidente, 
se  dice.— Si,  lo  seria.  Quién  y  ¡for  qué  le  baria 
resistencia''^  Las  provincias,  los  proviurirmrH'^  Pi- 


(t)  Guizot,  pí*eíuoiü,  püg.  XÍJI. 


■--'!"-lfc- 


diendo  que?— Otra  dinastía  rjue  la  propuesta?— 
Xü  conocen  ninguna.— La  república  y  no  la  mo* 
narquía^ — No  saben  lo  que  es  esto.  Dl*  las  ciu- 
dades salen  todos  los  desórdene.s.  aun  los  mm  dis- 
tantes. La  monarquía  aceptada  en  las  ciudades,  laj 
seria  en  todo  el  país. 

Seria  volver  atrapen  una  gran  ruta?— No  hay  J 
tal  retroceso. 

Confundir  ]a  monarquía  constitucional  con  la^ 
que  tuvo  Sud-América  bajo  el  sistema  colonial  es , 
una  prueba  de  atraso  político.  Ks  contundir  úk 
actual  gobierno  de  la  Ilnhana  y  de  Filijnnas^  con  | 
los  gobiernos  de  Inglaterra,  de  Be'lgica.  de  Kran-j 
cia,  de  Holanda,  etc 

De  ese  cambio  mhrehamano  presenta  la  huma- 
nidad infinitos  ejemplos  en  la  historia.  Lo  hemos 
visto  repetirse  en  Francia  varias  veces,  en  Imjla- 
tena  bajo  Cromwell;  en  Grecia,  en  Béhjica^  en 
las  Prorincms  Unidas  de  la  Holanda,  que  fué  cuna 
de  la  libertad  <le  la  Europa  (1). 

Lejos  de  perder  su  libertad,  las  Frorincias  Uni- 
das de  la  Holanda  consolidaron  y  afianzaron  su 
vieja  libertad,  de  que  gozan  hoy  mas  que  antes^ 
convirtiendo  su  república  en  monarquía  por  un  acto 
de  su  propia  voluntad,  que  Guízot  mua  como  el 
tiigno  mas  evidente  de  la  grandeza  de  un  pueblo. 


•  Ij  Ver  púRinn   XX Vil  del    Pf^íucto  tie  Gusj^oU   ^ti  la  fiis-i 

¿OrtQ    *^*^   ' '^    iof'ftttn'intt    tío    iftji,      Prtu*itn  .n/s    tinithi.-.    fifl   t'i     ffn»! 


S  lU 


Pnii-HmliiUdad 


La  monnrqtiKí  seriíi    inacfiffihlc  liuy    día  en  el 
PlataV — Ly  que  ha  estado  en  práctica  por  tres  ú- 
5las,  no  puede  ser  ¡mpracticaiile  por  una  interrup 
don  de  50  año??. 

Qué  es  lo  que  no  se  ha  practicado  hasta  liny 
completamente  en  ese  país?— La  república. 

La  nionarquia  y  la  repHl/lica  no  son  el  i/obin- 
no  en  si;  son  formas  de  gobierno;  no  son  la  sof te- 
rama,  son  el  modo  de  ejercerla. 

Con  t;íl  de  que  un  pueblo  tenga  la  cosa,  poco 
importa  que  la  use  de  un  modo  6  de  otro;  que  la 
tenga  en  uim  thnna   ú  otra. 

La  monari^uía  seria  una  contra-revolución;  seria 
traición  á  la  revolncion  de  Mayo,  6  A  la  r-evolu- 
cion  de  Arntírica? 

i^Uié  tin  se  propuso  la  revolución  de  América? 
— Erigir  la  soberanía  del  pueblo  americano,  es 
decir,  emanciparlo  del  sobei*ano  extrangero,  de 
quien  depeiulia 

Ser  independiente,  es  gobernarse  á  sí  mismo  en 
la  forma  en  que  cada  uno  «luíera  gobernarse:  re- 
nunciar  la  libertad  de  cambiar  de  forma,  es  ab- 
dicar la  indepintU'nciu.  La  independencia  es  una 
faz  de  la  soberanía. 

La  elección  de  la  forma  de  gobierno,  es  el  pri- 


La  monarquía,  lejos  df  oponei^e  á  la  soberanía 
nacional,  la  prueba  y  confirma,  cuando  es  el  re- 
sultado de  la  voluntad  del  país. 

La  Francia  es  un  ejemplo  de  esto. — Lo  filé 
Holanda,  antes  de  ser  republicana. 

La  monarquía  constituciuiial  en  Francia,  no 
opuesta  á  la  revolución  de  178*1,  de  que  la  nuea 
tra  de  181Q  es  una  faz;  es  la  personificación 
la  revolución  en  una  dinastía,  que  la  represenUi. 

La  monarquía  en  el  Plata  no  sería  opuesta  á^ 
la  revolución  de  Mayo  contra  España. 

La  prueba  de  esto  es  que  los  mismos  que 
hicieron  (Passo,    Belgrano,  Rivadavia)  trabajaraij 
en   1815  y  1816.   para  establecer  la  monarqc 
en  nombre  y  como  meilio  de  salvar  la  revolución 
y  darle  respetabilidad  en  el  mundo. 

San  Marfiu  trabajo  por  la  monarquía  en  1821J 
5  años  después  de  declarada  la  independencia^ 
Bolivar,  en   1829,  después  de  Ayacacho, 

La  relurma  centralista  en  el  Plata,  dejarla  ei 
pié  la  rerohicion  de  Mayo  de  1810,  la  indepen- 
dencia argentitm  proclamada  en  1816,  /«  soberanía 
del  pueblo  en  que  consiste  la  democracia^  la  itit^ 
f/ridad  de  la  nación,  ¡as  ¿/aravtias  ivdividimh 
(igualdad  ante  la  ley,  libeitad  de  pensar,  de  cí 
tos,  de  comercio)  y  las  yarantias  ¡mblicas  {áiviúoxC 
del  poder  representativo  del  pueblo  en  un  parla- 
mento} pues  la  monarquía  seria  constitucional  no 
cibsoluta  como  antes  de  Mayo.  Seria  americana, 
no  espafíola;  nacional  y  patriota,  no  extrangera. 


^  349  -^ 


Seria  la  nwnarquía  democrátieay  popular,   nacida 
lie  la  voluntad  del  pueblo  y  fundada  en  ella. 

Dejaría,  por  tin,  en  pié  la  democracia,  que  no  es 
la  república.  Dejai'ia  en  pié  todas  las  glorias  argcn- 
(i  ñas  y  todos  sus  grandes  hombres,  Moreno,  San 
[artin,  Belgrano,  RiTadavia,  etc, 
Dejaría  en  pié  los  colores  argentinos  blanco  y 
mi;  la  canción  oid  mortales í^;  h  pirámide  de 
[ayo;  las  estatuas,  etc. 

Lejos  de  suprimir,  ella  daria  un  realce  é  impor- 
■incia  á  esos  objetos  y  personas  ijue  hoy  no  tienen. 
ja  revolución  ft*ancesa  está  triuntante  perla  monar- 
'ilttía. 

No  sería  una  traición  á  la  república  como  forma 
de  gobierno,  si  la  hubiese  elegido  ya.  Sería  un  cam- 
bio sin  traición,  porque  sería  el  uso  de  un  derecho 
qne  la  nación  tiene  de  elegii*  la  forma  de  su  go- 
bierno. Una  nación  no  se  puede  traicionar  á  sí 
misma. ^Ese  derecho  de  elegir  la  tbrma  de  su  go- 
bierno y  de  cambiarla  á  su  gusto,  es  el  que  se  pro- 
clamó en  ifayn  'b*  l  ^l n  y  en  Julio  de  1  ^^Hl:  no  la 
forma  misma, 

Monarquizar  la  América  os  entronizar  la  revola- 
cion,  es  coronar  la  independencia  americana. 

Monarquizar  la  revolución  americana,  es  darle 
tarta  de  ciudadanía  en  la  república  de  los  Reyes. 

Pero,  el  país  está  por  elegir  esa  forma  hasta  hoy 
usmo.  No  tiene  una  constitución  detinitiva. 

Aunque  la  hubiera  elegido,  aunque  hubiera 
adoptado  la  república  como  principio  esencial  de  su 
vida  independiente,  tendría  el  derecho  de  cambiarla, 


^  330 


si  el  resultado  hubiese  sido  contrario  al  tin  de  la 
revolución, ^ — que  fué  el  bimestar,  la  civilizoeion^  y 
el  prof/reso  (M  pats,  no  \af/tuYra  viviU  \^  pobreza^  la 
barbarie,  el  despotismo  con  tal  que  haya  repú- 
blica. 

Ese  derecho  soberano  de  cambiar  hi  foima  de 
gobierno,  está  salvado  en  tudoj  los  textos  de  las 
constituciones  ensayadas,  cada  vez  que  dicen;  ya 
fa  constUffcion  iñude  ser  r^iformaHa,. 

Solo  el  fondo  no  se  puede  reformar. — Es  decir,^ 
que  ningún  congreso  podi-fa  decidir  que  el  país  deje 
(le  ser  soberano  y  pase  A  ser  colonia  de  otro  país. 

Pues  bien,  esto  que  no  puede  cambiarse,  esto 
es  lo  que  Buenos  Aires  abandona  y  cambia  to* 
dos  los  dias,  cuando  dice  que  la  nación  tío  es  ca- 
paz de  ninguna  forma  de  golñerno,  ni  federal  ni 
unitario;  que  es  incapaz  de  gobierno. 

El  Brasil,  es  un  ejemplo  de  esa  actitud.  Proclamdl 
su  independí  ncia  y  constituyó  su  gobierno  patrio  en] 
forma  monárquica. 

Decir  que  la  unidad  es  impracticable  en  el  Plata 
porque  ya  la  hemos  olvidado  en  50  aAos  que  no  la 
l>racticamos,  y  que  por  lo  tnnto  deliemos  renunciar  á 
ella;  es  conio  decir  que  tampoco  debemos  pensar  en 
tener  gobierno  naciomtl  republicano,  pues  habiendo 
vivido  sin  ú\  4Ü  años,  lo  hemos  olvidado,  A  punta  \ 
de  entender  mejor  la  anarquía  que  el  gobierno  re- 
gular, es  decir,  que  el  gobierno  naciomtl ^  y  que  por  la 
tanto  debemos  renunciar  á  la  esperanza  de  tener  un 
gobiernu  nacional  argentino,  sea  cual  fuese  el  prin- 
cipio, porqup  hemo^í  dejado  de  entenderlo. 


Y  esa  falta  de  gobierno,  por  razón  de  olvido,  $♦ 
lia  menos  aplicable  á  la  institndnn  «le  un  gobierno  na- 
cional repüblicanij,  (jtie  A  la  de  nito  uionárqiiico; 
pues  no  se  olvida  lo  que  nunca  se  ha  conocido,  en 
cnyo  0060  se  1  ralla  el  (fohiemo  nacional  independ tente. 
La  revolución  que  derrocó  la  monarquía  de  tres 
HÍglüií,  no  acertí)  á  fundar  por  nn  solo  día  un  gobierno 
icional  completo  en  bis  provincias  argentinas;  y 
iesde  181u,  en  que  se  hicieron  independientes,  han 
^^arecido  de  el  -  La  repíMka,  ha  sido  \m  j))  of/yama ^ 
desiderátum:  no  un  gobierno,  no  una  institu- 
iMon, 


i;  IV 


cusmas  de  ímpracticabltidad  ^  iiiuiíortuajdad 
ú&  hi  refoniin  i'u  Hud*Anif^rírii 

El  conde  de  Brossard,  en  sus  vonsklnaciones  his- 
tóricas sobre  e¡  Plata,  se  ha  dejado  llevar  de  la 
|iret>eupa(!Íon  corriente  en  ese  ]>aís  sobre  que  la  mo- 
vajyjHia  no  tenia  base  ni  elementos  en  el  Plata,  y 
que  la  dcmoc/acm,  inherente  al  carácter  espailoK 
venia  ya  preparada  por  la  historia  como  base  na- 
tural de  la  repúblicu  proclamada  por  la  revolución 
C^ae  era  diferente  en  Méjico  y  el  Peni,  donde  la 
monarquía  contaba  con  eleniontos  que  la  hacían 
entera m  ente  practicable , 

Yo  mismo   he  participado  alguna  vez  de  esas 
ireocnpaciones    qiip  lo  sojí    s;in   duda  alguna  para 


—  :m  — 


quien  quiera  que  tome  en  cuenta  las  observaciones 

íjue  siguen. 

Si  el  espíritu  democrático  que  «listingue  á  hi  po- 
blación argentina  le  viene  de  lo  que  tiene  de  espa- 
ftol,  no  se  concibe,  cómo  esa  disposición  podria  ser 
un  obstáculo  para  la  monarquía  en  el  Plata,  cuan- 
do él  iio  ha  impedido  á  la  España  misma  ser  el 
pueblo  mas  monarquista  de  la  Europa. 

Kn  lufflate/'m  y  en  Francia^  lo  mismo  que  en^ 
España,  se  observa  también  esa  alianza  del  espí- 
ritu democrático  con  el  monarquist:i.  La  explicación 
de  esto  es  que  la  democracia  no  es  la  república. 
La  democracia  existe  donde  quiera  que  el  pueblo 
es  origen  de  todos  los  poderes^  aunque  sea  monái'- 
(luica  Id  forma  de  esos  poderes. 

£1  Fíala  no  difiere  del  Perú  y  de  Méjico  sinti 
en  que  su  Vireinato  era  mas  moderno;  pero,  antea 
de  su  instalación»  no  era  la  república  el  gobierno  por 
el  cual  Espailu  gobernaba  esa  colonia,  sino  el  mis- 
mo poder  absoluto,  que  sus  delegados  ejercían  por 
igual  en  todas  sus  colonias  de  América. 

Buenos  Aires  ha  probado  que  no  solo  e^  educa- 
do parala  monarquía,  sino  para  la  monarqnmsim- 
pli'  y  despótica^  que  es  la  peor,  restaurando  en 
1833,  en  ufanos  de  Rosas,  las  facultades  omnímodas 
de  los  Vireyes,  y  conservando  ese  poder  veinte  años, 
hasta  que  cayó,  contra  la  voluntad  de  Buenos  Ai- 
res, por  una  fuerza  venida  de  afuera.  Eran  la  cen-i 
tralizacion  y  la  inamovibilidad,  mayores  que  las  tu- 
vieran los  Virreyes  mismos. 

Ko  hav  ]ii:is  que  abrir  las  Letjes  df  ImVms  v^i 


las  Onlenaaztís  de  Intendentes,  \mn\  ver  ([m  todos 

los  Vi  rematas  de  Ksimña,  en  América,  estaban  or- 
ganizados del  uiisino  modo.  Todos  obedecían  A  un 
gefe,  armado  de  /(latUades  omnhnodrts  que,  con  el 
título  de  Viteif,  trasmitía  y  hacia  cumplir  los  míin 
datos  del  soherauo  ahsoluto,  gobernaba  on  su  nom- 
bre y  ^egun  sus  ordcnanms,  sin  mas  (Consejo  que  A 

\asi  Reoips  Audiencias  ó  Tnhumdes  de  Justicia 

abrados  por  el  Rey. 

Los  Vireffes  se  renovaban  cada  cinco  años,  como 
hoy  los  Presidentes,  sin  que  el  pueblo  interviniese 
en  esos  cambios  emanado-i  del  Soberana  de  Es- 
paña > 

Simples  colonias  de  España,  los  pueblos  de  Sud 
Auiérfca  no  formaban  parte  del  pueldo  español,  ni 
ran  gobernados,  por  lo  tanto,  como  el  pueblo  e^pa- 
sin  embargo  de  que  la  familia  y  la  sociedad 
americanas  estaban  regidas  por  las  mismas  leyes 
civiles  que  regían  en  la  Península.  Nunca  parti- 
I  iparon  en  la  gestión  de  m  gobierno,  |)or  represen- 
tación ó  de  otn»  modo.  Ni»  fue  sino  al  caer  la  au* 
toridaíl  de  Espcyla  en  America,  al  |>rincipio  de  este 
fsiglo,  que  las  colonias  fueron  declaradas  parte  in- 
tegrante tle  la  monarquía,  como  para  prevenir  ?íu 
separación  absoluta, 

Bajo  semejante  gobierno,  la  aristocracia  no  tenia 
4ine  hacer  en  América.  No  existia  allí  sino  por  es- 
cepcion.  Ni  era  un  poder^  ni  formaba  cuerpo.  Los 
mm  de  los  títulos  allí  conocidos  procedian  de  Es- 
paña y  eran  nobles  que  por  mejorar  su  fortuna  acep- 
fíiíunn  í-iniilpnv  ti-nnnM nlpv  pn  lo  militar,  en   lo  ju* 


..i^-:m^-  '-^m 


dicial  y  en  la  hacienda.  Solo  por  excentricismo 
dia  preferir  quedar  en  América  el  que  podía   fi-^ 
gurar  con  ventajas  en  el  seno  de  la  sociedad  aris- 
tocrática de  Madrid. 

Estar  en  ifadrid,  era  estar  en  Paris  y  en  Loni 
dres,  en  Ñapóles  y  Roma.  Vivir  en  América,  en 
aqnella  época,  era  como  vivir  fuera  de  este  mun- 
do, como  yíyíy  en  Ulipinas  hoy  dia,  d  en  Cúchin' 
china. 

La  América  estaba  cerrada  herméticamente  para 
los  extrangeros.  No  se  veían  allí  entonces  fran- 
ceses, italianos,  ingleses,  como  hoy  día.  En  sug 
puertos  no  flameaba  bandera  alguna  extrangera.  To- 
dos los  placeres  de  la  vida  moderna,  eran  desconoci- 
dos en  la  sociedad  americana  de  ese  tiempo. — Ni  los 
vii*eyes,  ni  los  nobles  empleados  consideraban  su  re- 
sidencia temporal  en  esos  apartados  países,  sino  co- 
mo tiempo  pasado  en  campaña;  como  el  tiempo  que 
pasan  hoy  los  nobles  ingleses  en  la  India^  y  los  de 
Francia  en  la  Argelia,  sin  que  por  eso  se  pueda  de-l 
cir  que  la  monarqtna  no  tiene  raices  en  estos  paí- 
ses, Era  la  monarquía  ejercida  en  ellos  de  ui 
modo  excepcional,  pero  su  gobierno  no  era  otra  coa 
que  la  monarquía. 

A  pesar  déla  revolución  de  1810,  tal  era  el  es- 
tado del  Rio  de  la  Plata  hasta  1815,  en  que  San 
Martin,  Belgrano,  líivadavia,  Pueyrreaon,  etc.,  juz- 
garon oportuna  la  reorganización  de  la  monarquía 
argentina  sobre  la  base  de  la  independencia. 

Si  se  considero  oportuna  la  monarquía  constitu- 
cional en  ese  tiempo,  hoy  lo  seria  doblemente,  pues 


—  355  — 


mas  distdncia  habia  de  la  niouarqiiía,  tal  como  ha- 
bría existido  en  el  Plata,  á  la  monaniula  constitu- 
cional, que  la  que  hoy  existe  de  la  sociedad  repulili- 
i'ana  á  la  monarquía  moderna  y  liberal. 

Hoy  Buenos  Aires^  Santiago  de  Chile^  Lima 
abundan  de  tal  modo  ^e  extrangeros,  que  esas 
i'iudatles,  sobre  todo  la  primera,  tienen  mas  aire 
europeo  que  Madrid.  Buenos  Aires  ya  no  es  umt 
ciudüfl  americana,  dicen  alli  los  que  quieren  cum- 
plimentarla, y  su  americanismo  no  halla  nial  el 
cumplimiento.  Pues  bien,  si  hoy  es  mas  europea 
que  antes,  por  su  composición  y  carácter  ¿por  qué 
seria  hoy  menos  adecuado  para  ella  el  gobierno  á 
la  eui'opea?— Por  qué  ha  de  ser  un  progreso  eu- 
i'opeisarse  en  todo,  excepto  en  la  forma  y  el  tono 
del  gobierno? — Queremos  ejército  á  la  europeíi, 
foro  á  la  europea,  etc.,  etc.,  menos  gobierno  ¿i 
la  europea! 

Mal  se  comprende   fjue  un  príncipe  dejase    la 
Europa    de   1815,   para   esta^blecerse    en    Buenos 
Airc'S  donde,  en  ese  tiempo,  eran  desconocidos  el 
teatro  francés^  la  opera  italiana,  los  clubs,  los  ele 
gantes  hoteles,  los  brillantes  cafés,  y  los  mil  es 
íablecimientos  que  hacen  de  esa  ciudad  una  niau 
sien  mas   brillante   que   la  de  muchas   cortes  de 
Europa. 

Si  en  1815,    cuando    Buenos  Aires    no  tenia 
las  que  una  población  democrática,  se  consideró 
oportuna  la  monarquía — ¿por  qué  no  lo  seria  hoy 
tjue  posee  una  inmensa  población  extrangera  pro- 
dente  de  países  monárquicos,  y  versados  en  este 


—  *¡c  — 


gobteniii.  Son  rf^pHhlican^js  los  einciienfa  mil  ex- 
traíígeros  que  hoy  existen  en  Baenos  Aíre§? 

Mi\  de  Brossard  cita  en  apciTO  de  sn  opinión, 
un  hecho  mal  apreciado.  En  1809,  Espada  envió 
cuatro  lítalos  en  Manco,  de  nobleza,  i>ara  las  fa- 
milias que  mas  se  hubie-íen  distingnido  en  la  re- 
sistencia contra  los  ingleses,  j  ninguno  fué  aceji- 
tado,— El  hecho  e^  cierto,  pero  uo  tiene  el  men- 
tido que  se  le  atribuye. 

Hé  aquí  la  razón  sencilla  de  e$SL  repulsa.— 
í^uién  mandaba  e^íos  títulos? — 17n  gobierno  efímero, 
que  representaba  á  un  rey  en  cautiverio. — En  qué 
momento? — Cnando  Buenos  Aires  tenia  ya  /// 
organizada  la  revolución  contra  ese  rey,  que  i 
ñcó  al  ado  siguiente,  y  cuando  sus  hacendados 
urgían  al  virey  pi>r  que  diese  á  Buenos  Aires  la 
libertad  de  coniercio  con  Inglaterra, — Por  cjué 
eran  esos  títulos:^ — ^Por  haber  repelif'o  y  vencido 
á  los  ingleses.  í*obre  cuyo  api)yo,  á  pesar  de  esu, 
contábanlos  arg:eutiti05  para  hacerse  independí  n^ 
Te^  de  España. — Era  corao  decir  que  tampoco  k - 
seaban  dejar  de  ser  colonos  de  Espai5a,  puesto  que 
n^'  quis-ieron  enviar  sus  diputados  alas  Cortea  en 
calidad  de  pueblo  integrante  de  la  Metriípoli.  — 
Era  el  rechazo  natural  de  las  concesiones  tardías 
y  liechas  fuera  de  tiempQ, 

En  que  consistían  los  títulos?— ^En  vano^ 
bres,  comparados  con  los  cuantiosos  premios 
á  los  j^es  españ'Aes  por  esa  misíma  jornada. 

El  que  la  república   haya  invertido   cincnenf 
ai*n^  V   itíijíIhIh^  Av    Hnrt^ré     r>rna    con^titnir   iíi>- 


—  :ir»7  — 


biernos  republicanos  que  tütlavia  uo  existen  deti 
lütivamente,  no   es   una  razón  para  rreerla   hoy 
iiias  practicable  ({\\^  antes  de  esos  flesengaños. 

Y  si  se  invocan  en  su  íavor  los  adelantos  nio- 
«lernos  de  América,  se  debe  admitir  que  está  por 
averiguarse  si  esos  adelantos,  que  consisten  en  el 
dasarroUo  del  comercio  europeo  en  América,  y 
emanan  de  éK  son  mas  bien  la  obra  de  sus  repüblicíis, 
que  de  las  monarquías  europeas;  y  si  no  se  han 
obrado  mas  bien  á  pesar  <le  la  i'epública  que  por 
su  acción  y  labor. 

En  efecto,  cuando  se  piensa  que  la  vida  de  la 
América  republicana  es  una  saturnal  permanente, 
y  se  vé,  no  obstante,  que  progresa,  se  diria  que 
su  progresa  es  la  mayor  prueba  de  la  exhuberan- 
cia  y  progreso  de  la  Europa. 

El    sol    se     mueve    al    rededor    de    la    tierra, 
decían  los  antiguos,  cuaJido  la  tierra  giraba  alre- 
dedor del  sol;  y  cuando  Galileo  demostró  la  coi 
trario,  se  le  condenó  como  blasfemo. 

La  América  se  mueve  hacia  adelante,  dicen 
^us  moradores  actuales;  y  cuando  se  les  dice — no 
es  la  América,  es  la  Europa  la  que  prospera  en 
Annírica.  —  condenan  al  blaslenm  romo  traidor 


—  35?  — 


ÍM  Dioniirqitia  e§  praetícaUe.  Objeciones  rofttrm 
su    praetlcmbilidad 

El  lin  trágica  de  Itnrbide  es  uno  de  los 
Um  favoritos  de  los  que  niegan   la  practicabili^ 
de  la  monarquía  en  América. 

El  fin  de  Itnrbide,  es  mal  conocido  por  loe  qut? 
lo  dtau. 

No  fué  TÍctima  de  la  monarquía,  sino  de  sus  erro- 
r^,  que  le  hubiesen  costado  el  mismo  fin  aun  den 
do  republicano 

Antes  de  emancipará  Méjico,  babia  peleado  die^ 
año»  por  EdpaOa  contra  Méjico;  babia  lomado  mi- 
Itares  de  pesos  y  degollado  centenares  de  mejica 
no^.  Siendo  Emperador,  obró  como  un  Presidente 
de  la  decadencia,  encarcelando  dipotados  y  coiitis 
cando  dos  y  medio  millones  de  pesos  que  iban  para 
Veracruz, 

Su  trono  no  fué  su  cadalso,  como  se  ha  dicho. 
No  murió  Empenidor  Xo  fué  echado  del  trono  á 
balazos. 

b!  abdicó  el  luip^nu,  impopularizado  por  ajue-j 
üos  actos;  y  jKir  un  tratado  de  panido  á  partido,  sel 
comprometió  á  dejar  el  país  para  trasladarse á  Eu- 
ropa, con  una  renta  de  veinte  y  cinco  mil  duros. 
Después  de  estar  en  Italia,  volrió  á  Méjico  clan 
destinamente,  contra  una  ley  posterior  que  le  des- 
leri-aba  bajo  pena  de  muerte;  fué  tomado,  al  des^ 
^mbarcar^  sin    tropa  y  sin  armasj  y  fné  fusilado  j 


—  :fó9  — 


p:>r  mandato  del  Congreso,  constituido  en  tribunal 
político;  no  por  haber  sido  Emperador,  pues  todo  el 
país  lo  aclamó  y  lo  juró  Emperador,  sino  por  haber 
violado  la  ley  que  le  alejaba  eu  el  interés  de  la  paz. 

El  creer  demasiado  en  la  aclamación  del  país 
que  le  había  elevado  al  trono^  le  costó  su  caída. — - 
Si  en  vez  de  fortificar  su  trono  por  el  fausto  y  el 
lujo,  lo  hubiere  hecho  por  un  buen  ejército,  ó  por 
alianzas  externas,  de  esas  que  dan  á  las  monarquías 
europeas  la  fuerza  que  les  quitaría  el  aislamiento 
en  que  se  vio  el  monarca  mejicano,  no  liabria  te* 
nido  que  abdicar,  tal  vez.  La  imprevisión  de  la  Eu- 
ropa es  responsable  de  ese  resultado 

8u  coronación  no  era,  ni  podía  ser  un  crimen. 
La  monarquía  estaba  consagrada  por  el  Plan  fie 
^«riM  que  constituyó  la  independencia  de  Méjico, 
El  trono  fué  ofrecido  á  muchos  príncipes  de  extrac- 
ción europea,  y  por  ninguno  fué  admitido.  De  to* 
mar  un  candidato  en  el  país  ¿quién  podía  serlo  con 
mejor  título  que  el  aut4>r  de  la  independencia  me- 
jicana? 

En  el  mismo  siglo  había  un  antecedente  íresco. 
Si  el  coronarse  en  medio  de  las  Repúblicas  pare- 
cía impracticable  ¿no  lo  hubiera  parecido  mas  el 
que  un  soldado  de  origen  común  se  coronase,  en 
Eui*opa,  en  medio  de  los  Reyes  consagrados  por 
los  siglos? — ^Napoleon  no  valia  mas  que  Iturbide 
en  cuanto  á  cuna. 

Si  se  alucinó  con  la  idea  de  parecerse  á  Napo- 
eon,  Bolívar  mismo  tuvo  la  culpa,  que  le  llamó 
1  Napoleón  de  Amérim. 


Bolívar,  Sucre,  San  Martin,  Belgrano,  Rivada- 
Yid,  O'Higgins,  Carreras,  Dorrego,  Lavalle,  mártir 
res  de  la  revolución  de  Américci,  ¿pagaron  con  su 
iníbrtunio  el  crimen  de  coronarse? — Todos  esos  ex- 
Presidentes  han  acabado,  mas  ó  menos,  como  tú 
ex-Eniperador  de  Méjico.  Y  si  veinte  ejeuiplos  valen 
mas  que  uno  solo,  la  conclusión  es  que  la  repüblie^i 
es  mas  impracticable  que  la  monarquía  en  Amé- 
rica. 


VI 


OporttinídHd  ile  ]ii  moiiurquíii 


Kn  lhl5  y  lfS2l,  cuando  la  república  no  debía 
la  muerte  de  ninguno  de  su;^  grandes  hombreas, 
Belcfrano,  Riíadavia,  San  Martin,  Monteagado 
pudieron  encontrar  oportuno  supiimirla;  —  pero, 
después  que  ella  ha  hecho  morir  en  el  destierro  (* 
en  la  miseria  á  San  Mmiin,  á  Beh/rano^  á  Mira- 
davia^  á  Monteayndo^  á  O'Bujf/ins^  á  Carreta^  ítj 
Bohvar,  &  Sucre,  á  Córdoba,  etc.  etc.— hoy  debe  ser 
conservada  en  los  altares  para  siempre,  según  Mi 
tre,—  sin  duda  porque  ha  destruido  á  los  grandes  y  j 
entronizado  á  los  enanos. 

Si    la  república  no  ha  muerto  á  la  patria,  e»| 
porque  la  patria   es  inmortal. 

Ni  qué  le  importa  á  un  republicano  cine  la  pa 
tria  muera,  con  tal  que  >1va  la  república  que  dá 
preiíidenrias*'' 


La  Repüblicíi,  según  ellos,  se  ha  hecho  paní 
los  Presidentes  y  no  los  Presidentes  para  la  re- 
]ȟhlica. 


Si  la  república  era  una  palanca  necesaria  para 
apoyar  en  los  pueblos  la  revolución  que  debía  echar 
de  América  á  los  reyes  de  España,  supriinii'  ia 
república  estando  pendiente  la  revolución  y  la  guer- 
ra de  la  independencia,  era  como  privar  á  ésta 
de  una  de  sus  fuerzas  mas  activas. 

Sin  embargo,  los  republicanos  de  hoy  conceden 
á  Belgrano  y  San  Martin  que  fueron  mas  oportunos 
en  sus  trabajos  monanjuistas  de  ese  tiempo,  que  lo 
seria  hoy  cualquier  tentativa  para  dejar  la  repú- 
blica, que  ha  dado  ya  todo  lo  que  debia  dar  de  bue- 
no, á  saber^la  independencia,— y  que  su  abandono, 
lejos  de  debilitar,  no  haría  sino  dar  nuevas  fuerzas 
al  pueblo  americano. — Tal  es  el  mudM  de  razonar  de 
los  que  defienden  la  república  desde  la  silla  en  que 
deben  sentarse  los  revés 


Por  brillante  que  sea  la  lista  de  los  americanos 
ilustres,  que  se  oponen  á  la  monarquía,  en  ella  nu 
figuran  los  nombres  de  Relgrano,  Bolivaí',  San 
Martin,  Sucre,  ]Monteagudo,  Olliggins,  Carrera, 
Alvear,  Rivadavia,   etc. 

Ya  esto  solo  forma  una  especie  de  i'eoomendH* 
cion  de  la  monai-quía. 


«  362  ^ 


Mitre  atribuye  la  iDision  dada  á  Belgraiio  y 
Rivadavia,  en  1814,  á  la  lasualidad  de  mil  con- 

trariedades   reunidas   en  ese  momento   contra  la , 
revolución . 

Está  en  un  error. 

En  1812,  recien  llegado  de  Europa,  cuando  todo 
prometía  buen  éxito  á  la  revolución,  San  Martin 
opino  por  la  monarquía  como  el  único  gobierno  con- 
veniente para  la  revolución. 

Durante  los  cien  dias,  en  que  llegaban  á  Eu- 
ropa Belgrano  y  Rivadavia,  cuando  la  estrella  de 
Fernando  \^I  volvia  á  oscurecerse,  ellos  creyeron 
con  mas  fuerza  que  nunca  en  )a  conveniencia  de 
la  monarquía. 

En  1821,  después  que  San  Martin  liabia  triun- 
fado en  Chacabuco  y  Maipü  y  era  dueño  de  la 
mitad  septentrional  del  Perú,  todavía  creía  y  pro- 
ponía la  monarquía  independiente  A  los  españoles, 
como  base  de  paz. 

Monteagudo,  en  1823,  hallaba  que  la  monar- 
quía ei'a  el  único  gobierno  posibk  para  la  Amé- 
rica independiente. 

Bolivar,  en  1829,  tenia  pensamientos  del  mismo 
orden. 

La  idea  que  San  Martin  propcnia  en  1821,  era 
una  variante  de  la  que  el  Conde  de  Aranda  habia 
propuesto  á  Carlos  III  en   1773, 

l"na  idea  que  se  lia  repetido  en  tantas  y  tan 
diversas  épocas  y  en  circunstancias  tan  divei'sas, 
debe  tener  necesariamente  mucho  de  fundamental, 
de  estable  y  de  verdadero. 


Añádase  que  Méjico  la  tuvo  en  1821,  y  qne 
vuelve  á  tenerla  en  18fi3. 


s  vn 


Soflsmti  de  na  oportuniflad  de  la  manarquia 

Al  principio  de  la  revolución^  se  dice,  todavia 
era  tiempo  de  fundar  una  monarquía;  mas  tarde  ha 
venido  á  ser  imposible,  (1) 


ílf  «Que  en  1815  la  (jionarquío  deseada   por   Belgrano    era 
oportuna,  hoy  o:^  culpoblct 
Hario  finco   años  que  e)    país  ocnbabn  de  ser  colonia  ih 

No  linbiíi  ni  hombres,  ni  intereses  exlrangreros.  Lo  lev  los 
bahía  tenido  excluiílos  por  tres  siglos. 

Podifin  los  ministros  extrongeros  residir  dIIí,  en  !8I5,  cerca 
del  nuevo  rey?  Con  qué  objeto? 

Diesi  anos  después,  J825,  sir  Woodbine  Farish»  ministro  in- 
glés, no  encontraba  casa  que  habitar  que  estuviese  empa- 
pelada. 

No  balíaba  casa  con  chimenea.  Puso  una  estufa  en  la  suya 

?r  los  vecinos  taparon  ei  tubo,  de  temor  de  incendios,  ün  piéi- 
o  fué  preciso  para  que  el  ministro  pudiese  calentarse.  Ei  mis- 
mo lo  refiere  en  su  obra. 

Mas  larde  que  eso,  un  coronel  inicies,  en  Chile,  ofreció  un 
poco  de  té  á  una  dama  de  la  primera  sociedad  y  rc<Mbió  una 
invitación  para  tomarlo  él  mismo.  Servida  una  mesa  con 
leñadores  y  cucharas»  vio  aparecer  el  té  cocinado  á  guisa  de 
espinacasfen  una  fuente.  El  mismo  me  lo  ha  referido. 

río  hacia  siete  años  que  en  Buenos  Aires  los  cadáveres  do 
ios  ingleses  caidos  en  las  calles,  en  el  as?iUo  deí  5  d»i  Octu- 
bre» eran  desnudados  por  la  curiosidad  del  puel'Jo  de  verles 
i  la  cola  del  distilo  que  como  hereges  debian  tener.  se;j:un  sus 
creencias,  sorprendiéndose  de  nd  haliarla.  El  moUvo  religio- 
so explictj  mejoi'  esas  extra va^íancias  <pje  el  amor  de  una 
Independencia  que  entonces  redin  en  interi'ís  de  Españfi,  Era 
defender  la  dependencia,  ñola  ¡ndcpcndei)ciii. 

En  esa  época,  podia  ser  mas  oportuna  que  hoy  la  monar- 
quta  rrpresontalira  t/  ¿/¿íre?— Confundirla  con  el  coloniflitíe  por 
ser  monarquía,  es  mostrar  que  se  entiende  de  lihertad^-omo 
de  hebreo:  es  comparar  el  actual  gobierno  británico  con  elde 
Ja  Hal>ana. 


Está  demostrado  todo  lo  contrario  por  la  his- 
toria de  la  formación  de  todas  las  monarquías,  y 
el  büL^ii  sentido  mas  eomuii  contirma  á  la  historiu. 

Cuando  una  revolución  acaba  de  estallar,  cuan- 
do el  fuego  oculto  y  comprimido  ha  hecho  su  ex- 
plosión, cuando  la  íiebre  del  raovimiento,  de  cambios, 
cuando  las  ilusiones  de  nuevos  y  maravillosos 
destinos  inundan  el  alma  de  un  pueblo  salido  de 
la  opresión,  fundar  un  trono  es  elevar  la  válvula 
de  una  máquina  de  vapor. 

üu  trono  es  siempre  el  remedio  de  una  revolución 
inacabable  y  estéril;  un  cerrojo  echado  á  la  anar- 
íjuía. 

Su  establecimiento  no  solo  es  fácil,  sino  ine- 
vitable, cuando  viene  tras  el  cansancio  de  los  tras- 
tornos, tras  los  desengaños  y  la  experiencia  de 
los  reveses- 

Así  nació  el  irapej lo  en  la  antigua  Roma  y  en 
la  moderna  Francia;  así  nació  el  podei'  mouár- 
f|aico  ti^as  el  largo  laberinto  de  feudalidad  di*  1^ 
edad  media  en   Europa. 

Así  ha  de  venir  en  América 

El  trono  de  Iturbide  sucumbió,  porque,  nnave^" 
pronunciada  la  revolución,  no  dejó  pasar  y  agotarse 
la  fiebre  de  cambios. 

Cayó  por  prematuro,  mas  que  por  otra  causa. 

A  la  paz  estable,  deseada  poi  todo  i,  viene  el 
remedio  natural»  el  gobierno  estable;  á  las  elec- 
ciones de  gobernantes,  con  que  empiezan  las 
voluciones,  suceden  los  gobernantes  permanentes 
continuoN  que  no  exigen  ser  electos. 


íí  VIH 
Fodü  de  iiitroflueirla,  ch^  plaiiteurtA 

La  monarquía,  si  volviera,  volvería    prabable 
Diente  como  vino  la  repühhm:  por  confrahaiul ^,  siti 
solemnidad,  tácitamente. 

Primero  debe  existir  la  cosa  sin  el  uombic:  es 
decir,  el  poder  fuerte  y  durable,  que  todos 
quieren,  en  oposición  al  poder  débil  y  ei'ínieríi. — 
Después  que  existiese  tuerte  y  admitido,  pudría 
decirse  á  los  pueblos: —  eso  es  la  monarquía^  ya 
veis  que  no  tan  feo  el  leoii  como  lo  pintan 

La  monarqina  no  tiene  mayor  obstáculo  en 
América  que  su  nombre, — La  Espaila  la  desacre- 
ditó liaciéndola  sinónimo  de  despotismo  y  opresión. 

La  república,  al  contrario,  no  tiene  nada  en  su 
favor,  sino  su  nombre.  Su  realidad,  es  Ingrimas  y 
í^angre    ,  1 

No  habría  medio  de  tomar  á  la  inonarquiü  la  cosa 
y  á  la  reptíblica  el  nombre?— Em  el  pensamiento 
de  Bolívar:— reyes  con  d  nomhre  de  preside ntes\ 


H)  «ün;i  sola  «'osu  me  HáOiiihí*u  (tiii'e  Mr.  S.  de  SM<*y>^  — 
I 'amo  ha  peni  i  do  creer  Cicero  o  r|Uó  una  repiiL>Hi»M,  coiuo  ta 
que  iio^  pintíi  en  sus  discursos,  en  sus  onrf«s,  \\  eada  púgiija 
y  casi  i\  coda  Ijrioa  de  su-s  nhras,  tuviese  el  nienor  porvenir 
íjelímlo  de  si?  Ni  urm  sentencio  que  no  fuese  arrancado  por 
la  íiier//i  d  comprada  íi  precio  ríe  plaln;  ni  uno  (pHs  une)  elec- 
ción por»  ^rainlescarjjos  ríe  lo  rcpúl>ln'H  que  no  diese  luj^ar  ú 
luchas  soni^^rientos  ó  ó  lr»s  osntlos  tío  lo  venolidod;  Inrepúhli^ 
ca  íj  menudo  sin  inagistrndos;  todiis  los  ieyes  iiiipotenles;  unn 
co«>«pírocioti  perfifUua  de  los  írraníle?*  poro  ain(íorfirse  del  po- 
iler,  los  prn\  ^ —      v  -    por  to  avoricia  de  í*u5  í^ínher- 

imdores;  lo-  ndo  sino  por  sus  peñeróles;  el 

Síínndo  m\\  Potnpnvo   nti  di<^tni1rir  une  no 


—  3tu;  — 

iHonúrquias  con  el  nombre  der*'pttbíica^  para  acabar 
por  tener  presidentes  con  el  nombre  de  reyes;  es  decii", 
la  monarquía  democrática,  libre  y  moderna,  en  vez 
de  la  monarquía  despótica  y  pasada. 

Los  que  no  se  atreven  á  rechazar  ni  á  aceptar  del 
todo  á  !a  mouarquía,  quieren  un  jmler  fmrte^  que  la 
preceda  y  la  prepare;  pero,  puede  haber  en  esto  la 
segunda  mira  de  quedarse  en  lo  preparatorio  y 
eludir  k)  detinitivo,  por  lo  cual  no  se  debe  perder  de 
viísta  este  peligro 


S 


IX 


Modus  operatirli.  A  quién  la  iniítiutivu 

La  monarquía,  como  cambio  constitucional  y  le^ 
<?al  de  la  fui^ma  tic  gobierno,  podría  ser  negociada  y 
preparada  por  los  medios  legítimos  y  reales  de  toda 
grande  y  capital  reforma  pacífica. 

No  por  la  violenciaj  no  por  la  revolución,  no  por 
la  coalición  con  el  enemigo  extrangero;  sino  por  la 
obra  de  la  ley,  por  el  derecho  que  los  Estados  se 
hau  reservado  en  sus  consfituciones,  de  reformarlos 

toiiiíiJie  el  Utulo  de  tal  y  que  i-e  «'Oíílentase  con  foiuenlar  el 
iJesórden  para   f]ue  se  tuvieni   siempre  necesidad   de  él;  la 
mísjna  l\oma,  sitio  del  Imperio,  siempre  en  vísperas  de  pere- 
<*er  por  el  incendio  y  la  carnicería     iiias^aere)  y  convertidrí 
en  campo  de  batalla  permanente!»  , .  «Es  eso  lo  que  llámala 

la  república  y    la    libertadf. Bajo  ei    Imperio,  al  menos, 

liorna  no  tuvo  mas  que  un  amo  o  tirano  v  las  provincias  rea* 
piraron,  Bajo  la  república  los  Tiberios»  los  Nerón,  las  Mesa- 
him¿  /}uf.tf(aban  (courraienl  les  rúes)  y  cada  provincia  tenia 
Hu  Sejano. 

vJournaldes  Debabs,  du   l<»JuilIet  ÍSU.) 


—  367  — 

en  todas  sus  partes,  á  su  arbitrio  soberano;  por  íie- 
gociaciones  amigables  con  poderes  amigos. 

A  quién  la  iniciativa  de  su  reforma  monárquica 
sino  á  los  gobiernos  aiisinos? 

Esto  es  lo  que  hizo  el  gobierno  de  Posadas  en 
el  Plata,  en  1814;  el  de  Bolivar,  en  Colombia,  en 
1829,  y  el  de  Méjico  en   1823. 

Ellos  iniciaron  la  revolución  ó  reforma  legal  de 
America  en  1810;  á  ellos  les  toca  completar  su 
segumla  faz,  es  decir,  crear  el  gobierno  americano 
definitivo,  que  la  revolución  tuvo  en  mira,  sobre  la 
base  de  la  independencia  americana.  Ese  fué  el 
grande  objeto  de  la  revolución.  En  tanto  que  nu 
gobierno  firme  y  digno  de  ella  no  exista,  la  revo- 
lución está  incompleta,  burlada,  esterilizada. 

Ese  deber  se  resuelve,  para  ellos,  en  el  de  robus- 
tecerse, por  la  adopción  de  la  única  forma  que  pue- 
de darles  la  fuei'za  y  estabilidad  que  no  les  dá  la 
forma  republicana. 

A  eso  puede  oponerse  el  intere's  personal  de  los 
tenedores  actuales  del  poder. 

Pero  ¿no  habria  alguno  que  al  ver  aproximarse 
su  téroüno  de  Presidente,  ó  sin  eso,  comprendiese 
que  bajo  la  monarquía  gobernarían  por  mas  tiempo 
y  mas  dignamente,  en  otros  rangos? 

Los  que  gobiernan  como  Ministros^  como  Lccfis- 
ladores^  como  Magistrados,  como  Dqüomáticos^  se- 
guirían gobernando,  sin  los  inconvenientes  de  hoy 
y  con  ventajas  y  recompensas,  que  hoy  no  tienen. 


•^m~.  :-. 


La  monarquía  existo  liay  atlí  sin  el  nombre 

Todo  el  mtindo  está  de  acuerdo  en  América,  que 
conviene  Mí  e\  jmler /itertc— AWá,  é\  poder  fneiie, 
tiene  por  forma  la  (Hcfadura  simjite  y  pura  (al  esti- 
lo de  la  de  Rosas,)  ú  el  despotismo  conMUucionah  al 
estilo  del  Paragnay,  bajo  López, 

íjas  dos  formas  son  una  calamidad  para  el  país, 
como  la  experiencia  lo  ha  probado 

Luego  la  forma  culta,  la  forma  en  que  el  podet' 
tuerte  puede  ser  útil  para  la  América,  es  la  mi^- 
ma  en  que  es  útil  para  Europa,  á  saber:— la  ma- 
ftarqum.  La  monarquía  es  la  forma  culta  j  civili-^ 
zada  del />orfer  fuerte,  esencial  al  sosten  del  orden 
en  países  educados  en  ese  sistema,  y  apropiados 
mas  tarde  al  ruisrao  sistema  por  los  excesos  y  desór- 
denes del  sistema  contraria  (revohicionK  Es  la/íc¿?r- 
ea,  bajo  las  formas  de  la  civilización. 


Í5   XI 
Partido  moiturqui&tiu   En  que  sentido  existe? 

Xo  hay  un /jar//W/v  nintHirquisia  en  América  «^* 
dice  y  con  razón. 

Pero  eso  es  lo  de  menos.   Hay  un  í^rden  de  ideaa¿ 
un  orden  de  intereses,  un  orden  de  hechos,  un  or- 
den de  cosas,  un  orden  de  necesidades  en  el  sentí- 


-  369  - 

do  de  la  moíianjuía,  y  esto  bastada  para  qae  d 
partido  se  formara  y  existiese  el  dia  que  fuese  ne- 
cesario. 

Tampoco  habia  un  partido  rejnihUcano  en  1810, 
pero  la  república  estaba  ya  constituida  en  el  ór 
den  de  cosas  que  debía  resaltar  de  la  independen- 
cia  y  del  aislamiento  absoluto  de  América  respec- 
to de  Europa  monárquica  La  lepública  era  la 
ausencia  del  Hey. 

No  Vabia  tampoco  un  partido  de  la  indepemleu' 
ia  iintAirkana,  constituido,  confesado  y  jíroclama* 
do,  cuandoj  X  principios  de  este  siglo,  la  indepen- 
dencia de  Sud- América  estaba  ya  constituida  y 
formada  por  los  acoutecimieiitos  de  la  Europa,  y 
en  especial  de  Espamt. 

Si  no  hay  un  partido  niunarquisia,  en  Sud-Amé- 
rica,  todo  el  mundo  cí  monarquista  en  el  sentido 
de  que  nadie  cree  que  los  gobiernos  actuales  son 
capaces  de  dar  á  la  América  la  paz  y  el  progreso 
permanentes.  A  la  cabeza  de  estos  escépticos  está 
lioüvar,  el  creador  déla  república; — nadie  respe- 
ta las  instituciones,  y  todos  adhieren  á  las  ptrsonas: 
mi  Jtombrc  y  no  una  ortjantzacion,  es  el  remedio 
da  sus  males»  que  siempre  se  presenta  ásus  ojos. 

-Todos  creen  en  el  poder  ftmie  y  lo  desean. 

Los  mismos  que  representan  y  profesan  la  / 
pública,  reclaman  el  gobierno  en  nombre  de  alguu 
título  que,  á  sus  ojos,   los  hace  sui>er¡ores  á  los 
otros. 

En  una  palabra,  de  la  monarquia  solo  les  di- 
suemí  el  nombre,  porque  la  recuerdan  como  sinóni- 


mo  de  dominación  colonial,  coma  sinónima  de  efe- 

pendencia , 

La  luejor  praeba  de  que  la  república  no  es  el 
americanismo^  es  que  los  gobiernos  indígenas 
de  los  Incas,  de  los  Aztecas,  de  los  Araucanos  eran 
münunjiásias  y  anstocráHcos. — La  república  es 
mas  bien  una  importación  europea. 

Marchando  hacia  la  independencia  y  la  liber- 
tad practican  la  república,  i  su  pesar,  por  los  me- 
dios de  la  monarquía  que  se  mantienen  asimilados 
á  sus  costumbres  de  tres  siglos. 

El  dia  que  compreiulan  que  estos  mismos  medios 
pueden  emplearse  en  servicios  de  la  imkpendeticia^ 
la  organización  de  la  monarquía  independiente  y 
americana  que  les  conviene,  estará  formada,  no  im- 
porta bajo  qué  nombre- 
Si  no  les  gusta  el  nombre  de  reino  y  de  re}i^  ad- 
mitirán el  de  inTfuuioY  emperador  con  que,  en  liorna 
y  en  Francia,  ham^^^  e^l  poder  monárquico 
de  entre  los  estragos  de  laSíl^^*^*'*' 

AI  antiguo  imperio  de  ¡os  huíflík^^  actual  imperial 
del  Brasil,  podrían  agregarse  loglfe*^^^' *^^  ^^  ^^j 

rico.Mhrú.dd  Plata.  ^ItCohvuU^    , 

ipíre.  para  noj 

que  ha  de 

acional  de 

la  contex- 

e  es  aseí 


Ann  antes  de  la  adojjciojí  de 


un  Hfj^ 


comi)romeier  la  cosa  misma,  al  vocabll 
expresai'la.  podría   darse  al   gobierno 
esos  países  una  forma  que  los  acerque  mí 
tura  de  los  gobiernos  de  Europa  para  h, 
gurar  una  paz  estable  y  fecunda  _^ 

Luego  que  los  pueblos  hayan  sentido  pW^^^'^*^'*' 
mente  los  beneficios  del  ícobierno  fuerte  y  peW^'^^"**^ 


que  se  hayan  habituado  á  él  y  lo  qitíeran.poco  les 
importará  del  noaibre  que  lleven. 

Aáí,  yo  no  creo  ((iie  la  monarquía  pueda  áer 
plantificada  inmediataniente;  pero  sí  creo  que  la  re- 
claman las  necesidades  de  America  y  que  ellas  la 
harán  renacer  en  un  porvenir  mas  á  menos  largo. 


XU 


La  Amérka  es  mofuirquiea  en  §ij  mitad  hoy  di«i 

Cómo  se  concilia  el  americanismo  de  esos  re- 
pubÜcanoH  que  no  quieren  en  América  la  monar- 
quía independiente  y  constitucional,  con  la  monnr- 
ifuía  em-opm  colonial  en  la  América  nisa^  en  el 
( anadá,  en  las  Antillas  lorias,  eu  las  Guaffanas^ 
tn  la¿  Malvinasí^  Si  no  son  estos  los  países  mas 
desgraciados  de  la  América;  si  las  niíis  brillantes 
repúblicas  de  Sud-América,  no  exceden  en  riqueza 
y  esplendor  al  Brasil^  á  la  Erthana  j  a]  Canaria^— ^ 
con  qué  motivo  se  pretenderla  que  la  monarquía 
constitucional  seria  causa  de  retroceso  i>ara  los 
Estados  independientes? 

Es  muy  significativo  y  digno  fie  coniiderar&e 
el  hecho  de  que  la  única  parte  de  América  donde 
la  civilización  se  desarrolla  sin  interrupción  y 
progresivamente,  la  única  en  que  la  guerra  civil 
y  ia  anarquía  no  embarazan  ni  destruyen  sus 
progresos  y  establecimientos,  la  única  pu  que  no 
rniTo  >íaiiíri"p   ni  >o  rpnnr vnn  esas  escenns  qne  rnns- 


ternan  y  escandalizan  la  Europa  tan  i  menndo. 
€s  la  que  está  regida  par  el  sistema  de  gobiernoj 
monárquico 

Lo  que  falta  á  la  prosperidad  de  esas  colouis 
felices,  no  es  la  república,  sino  la  independencia," 
para  ser  florecientes  naciones. 

No  es  la  España  de  Felipe  III  la  única  nacioí 
ik  Europa  que  desoye  los  consejos  del  conde  de" 
Aranda, 

Lo  que  necesitan  las  repiiblicas  desgiaciada 
de  Sud  América,  es,  no  volver  á  ser  colonias,  sin»» 
constituirse  en  monarquías  independientes,  como 
son  los  mas  bellos  y  mas  libres  pueblos  de  la 
Eui'opa  civilizada;  tomai*  las  formas  de  gobierno 
que  tienen  los  que  fueron  sus  metrópolis,  esto  es, 
igualarse  á  ellos  en  verdadero  rango,  tono  ydig* 
nidad. 


xin 


Arrauíjues   moiuírqiiicos  ai*tuHte§ 


Hasta  aquí,  el  puder  no  es  tn^tiiuciün  cu  Ame- 
rica; es  un  hombre,  una  persona.  La  repúhlka^ 
como  ley  fundamental,  es  el  rejyubHcano  que  la 
gobieraa.  Antes  era  el  Rey,  hoy  es  el  Presidente. 
La  constitución  es  un  aparato  de  poder,  detras  del 
cual  está  la  persona,  que  la  sostiene  de  pié.  Cae 
la  persona  que  la  sostiene  en  sus  brazos;  cae  coa 
ella  la  constitución.     Tales  constituciones  no  lo  son 


-^  :^m:í  — 


del  país;  lo  son  de  la  presidencia  personal  que  los 
gobierna.  Cada  Presidente  dá  la  soya»  como  el 
Pretor  romano. 

Por  veinte  años,  en  la  Bepúbliea  Argentina  el 
lírden  político  lia  sido  el  general  Rosas, 

Después  de  él,  la  organización  de  la  nación  lia 
sido  la  autoridad  personal  del  general  Urquiza.  La 
reürganizacion  actual  de  la  república,  no  en  utra 
cosa  que  el  general  Mitre;  y  las  leyes  mismas  que 
la  instituyen  no  lo  disimulan,  para  dar  á  la  orga- 
nización la  misma  vida  de  cinco  aüos  que  tiene 
la  Presidencia 

Si  en  América  el  caudillaje  consiste  en  tlpu- 
der  personal,  bien  merece  el  descrédito  de  que  dis- 
truta  como  degeneración  bastarda  del  monarquismo 
de  la  Europa,  donde  esa  personificación  es  legítima 
y  lealmente  aceptada,  es  permanente  y  esttí  cons- 
títuida  en  formas  sabias  que  la  preservan  de  UMh> 
exceso  y  tiranía  (monarquía  constitucional. 

En  las  democracias  de  Sud- América,  el  poder  está 
encarnado  en  personas  vulgares,  que  las  mas  veces 
lo  deben  á  bajas  intrigas  y  á  la  falta  de  todo  pudor 
y  patriotismo;  en  las  monarquías  de  Europa,  de 
onlinario  esa  encarnación  tiene  Uigar  en  hombres  y 
en  familias  educadas  á  proposito  en  una  altura  de 
í^ntimientoi  y  de  dignidad  excepcionales. 


§  XIV 


Arrnifqiies  iiionárquieos 


El  mayor  mouarrjuista  en  Euiopa,  no  apetecí 
tanto  como  un  rcpnblicano  de  Sud-América,  la  me-^ 
ñor  cruz,  la  mas  insignificante  condecoración, 
contacto  de  un  conde  ó  de  un  marqués,  la  partículí 
<lc  antepuesta  á  su  nombre,  las  escarapelas  y  los 
galones  en  sus  criados,  las  armas  en  su  coche,  k 
emblemas  de  distinción  en  sus  tarjetas  de  visita,  ei 
sus  sellos  de  cartas  etc.;  la  familia,  el  origen,  el  ran 
go.  la  mnyve  aziú,  U^  alta  cuna. 

Qué  es  entonces  el  republicanismo  en  ellos? — EsJ 
id  odio  hipjcrita  á  estas  cosas  nada  mas  que  por 
que  no  las  poseen  6  no  tienen  el  derecho  de  poseerlas. 
Pero  ese  odio  mismo  ¿no  es  un  arranque  de  aristo- 
cracia, oculto  baio  el  barniz  hipócrita  de  república 
hismo?  La  monarquía  no  está  viva  y  palpitantf 
en  esas  disposiciones  y  sentimientos?— La  monar- 
quía no  está  en  las  kyes  escr4as\  pero  está  en  lo- 
hábitos^  en  los  instintos,  que  es  mas  todavía;  está 
en  el  orden  civil  //  aministmtiao^  en  la  familin, 
en  la  sociedad.  Sus  leyes  actuales,  son  obra  de 
los  Reyes,  llevan  su  nombre. 

La  nobleza  y  sus  títulos  han  sido  abolidos;  pero 
ha  quedado  la  aristocracia  sin  los  títulos.  -  Xo 
hay  nohleza\  pero  hay  plebe,  hay  canalla,  hay 
pojiulaclio,  cuyos  nombres  no  han  sido  abolidos,  yj 
se  usan  hasta  hoy. 


—  375  — 

Los  instintos  monárquicos  <le  la  revolucmn  dt^ 
Majfo^  están  luista  en  sus  canciones  patrióticas: 

t  Oid  mortales  el  grito  sagrado: 
^  Lilmiady  IJbedad^   Lihertad: 
t  Oid  el  ruido  de  rotas  cadenas, 
K,  Ved  en  trono  á  la  nohh  igualdad, 

€  Desde  un  polo  hasta  el  otro  resuena, 
^  De  la  fama  el  sonoro  clarín, 


mortales  oid: 

Ya  su  trono  dif/nisimo  alzaron. 
Las  Provincias   Unidas  del  Sud, 
Y  los  libres  del  mundo  responden; 
Al  gran  pueblo  argentino,  salud 

La  monarquía  no  tendría  necesidad  de  cambiar 
de  canción  en  el  Plata  La  que  tiene  realza  el 
trono  tanto  como  la  libertad. 

Ella  no  seria  sino  la  libertad  y  ¡a  noble  igualdad 

[«levadas  al  trono:  no  al  trono  extrangero  de  otro 

tiempo,  sino  al  trono  digrúsimo  que  las  provincias 

alzaron,  en  1810,  por  sí  y  para  sí:  el  trono  de  la 

patria,  el  trono  libre  é  independiente  (1). 

Esos  versos  fueron  hechos  en  1814,  cuando  el 
Plata  no  había  proclamado  la  República.  En  ese 
mismo  año  buscaba  la  monarquía.  Son  de  un  di- 
jputadoá  la  Asamblea  constituyente. 

genlínn?»  reprf^^enUin  Ir»  dotninm'ion  feudñl  de  Buenns  Aires 
sobre  las  Provitiulfis:  la  Uin^a^  el  fjorro.  \i\>  ffiamn*. 


M^ ^ :^ 


—  376  — 


Belgranoy  Rivadavia  creían  que  la  monarquía 
en  América,  era  entronizar  la  revolncion,  era  co- 
ronar la  independencia. 

Esta  entronización  de  la  revolución  de  libertad» 
ha  tenido  lagar  en  Francia,  donde  la  monarqul 
de  Napoleón  ha  sido  detinida —  ¡a  democracia  per- 
sonificada en  eJ  trono  por  el  Emperador  Xapoleon-^ . 

Lo  qne  falta  en  América  es  personiticar  la  de'_ 
mocracia  americana,  la  revolución  de  Mayo,  ei 
lina  dinastía  liberal^  como  estaba  personificado" 
el  régimen  colonial  en  la  dinastía  extrangera  de 
los  Borbones. — Ese  será  el  coronammito  de  la 
obra  de  la  revolución  «Je  Mayo  Es  lo  que  lí 
taita  á  la  revolución  americana  para  que  sus  ge 
biernos  entren  á  formar  i)arte  de  la  familia  de  le 
gobiernos  europeos.  Hoy  son  tolerados  en  su  seno, 
pero  son  extraños  á  la  familia.  La  América 
la  que  pierde  en  eílo. 

Sus  cosas  tendrían  otro  interés  en  Eiuopa,  d€ 
de  que  sus  gobiernos  formasen  una  sola  y  misma" 
familia. 

La  emigración,  los  capitales,  la  civilización  d^ 
la  Europa,  que  no  ha  podido  llevar  la  repühlí 
A  la  América  del  Sud,  los  llevaría  la  monarquía 
es  decir,  el  orden,  la  paz,  la  confianza. — Un  ejei 
pío  de  ello  es  el  Brasil. — Ala  simple  foima  de 
gobierno,  debe  el  Brasil  la  prenda  mas  fuerte  de" 
la  contianza  que  ¡ns]nra  á  la  Europa,  y  á  la  cual 
debe  sus  capitales,  sus  inmigracioneSj  etc. 


377 


§XY 


liH  iiioTiarquia  existe   hoy  en  el  urden  civil 


La  America  del  Sud  no  necesita  mas  que  poseer 
un  gobierno  estable  y  regular  para  entrar  de  un 
golpe  en  el  rango  de  lo.s  pueblos  civilizados. 

La  civilización  existe  allá  en  el  orden  civil,  en 
la  familia;  y  esa  familia  es  obra  de  la  monarquía 
en  América, — cosa  singular!  — como  consta  de  las 
leyes  civiles  que  la  rigen  hasta  hoy. 

Juzgar  de  América  por  el  espectáculo  de  sus 
guerras  civiles,  es  tal  vez  caer  en  un  error;  pero 
es  asi  como  se  juzga  de  América  en  Europa, 

Hay  allí  dos  mundos  á  la  vez: — el  mnvdo poUñ- 
CQ  y  el  mnmio  c%riL~E\  desorden  está  en  el  pri- 
mero; la  paz  en  el  segundo.  De  otro  modo,  no  ha- 
bria  vida  posible 

La  América  está  como  estábala  Francia  de  1848, 
bajo  la  república:  todo  era  civilizado  y  regular, 
escepto  el  gobierno. 

La  revolución  de  América  ha  sido  política  me- 
ramente; de  ningún  modo  social  Ha  destruido  el 
gobierno  colonial  y  extrangero,  pero  ha  dejado  en 
pié  la  familia  y  la  sociedad  civil,  que  existe  in- 
tacta ó  mejorada. 

La  monarquía,  restablecida,  encontraría  su  vie- 
fja  base  intacta:  la  familia  española. 

En  cada  hombre  Sud-Americano,  hay  la  expre- 
sión de  los  dos  raundoSj — politico  y  civiL  en  que 


allí  se  ¿ifide  tm  ñfa.  El  l>c«ibiie  ponüw^  k  tui 
üÉhricN^  im  mssj%  mtá  por  cxiilár;  el  iMioibre 
¥0,  Ua  6  flud,  eflbi  Ibnado,  tiaie  im  earár- 
esd  honlirede  !a  fudfia  esropet. 

parados;  y  9  lot  aulof  poiftkoi  abiniéui.  It.^  i. 
üMpidRS  deSnolk,  los  tinewM  ibcüios,  ^n  n  a^ 


LaTÍdacmláde  fuii&,  m  deordinma  t 
fogio  de  lotlKRBlires  rectof.  Ellos  hacen  de  h 
temoD  palíticá  tina  especie  «le  título  de  lioiiorabi- 
lidad. 

Esta  abstenckci,  qne  es  un  mal,  pc^rqae  dej^ 
sar  poca  á  poto  el  gobierno  á  manos  de  los  peo 
^lo  dejaría  de  existir  desde  qne  e!  ^bierno  fuese 
reg:tiiar^  dign?  -  '^M  parala  Xaciun. 

Esta  ab«tr  lene  sq  excu^  en  la  suerte  que 

la  reptibiiea  dtó  «empre  á  m^  gi-andes  senridored. 
La  repiíbUca,  no  la  revolución,  es  la  que  devor 
á  sus  bijoscomo  Saturno.    La  república  de  Suif 
América  no  ba  dejado  vivo  á  uno  solo  de  sus  hC^ 
roes. 


La  monarquía  tire  latente  eu  las  entrnuan  déla 
ílpmorraHa  ampricana 


]i<f\  ifi]-iito.  en  [A^üd  ifimbiita  << párente,  la  mo=^ 
imnjnfa  ♦  .xiste  en  América  en  los  elemeutos  qaeuiais 


M}  — 


la  constituyen;  en  el  poder  personal,  sobretodo.  No 
podía  dejar  de  existir  en  países,  que  deben  su  .ser  y 
su  educación  toda  á  las  monarquías  de  Europa  que 
los  formaron  de  su  misma  carne. 

Qué  es  la  monarquía?  en  qué  consista — Ks  el 
poder  encarnado  en  un  hombre  (soberano);  es  la  au- 
toridad personalizada  en  una  familia  ídinas^tía) - 
Pues  bien,  el  poder  no  existe  hoy  de  otro  modt» 
en  la?  repúblicas  de  América,  Solamente  hay  una 
diferencia  accidental  respecto  de  lo  que  sucede  en 
Eui'opa    En  vez  de  ser  permanente  como  aquí,  ];» 
peráoniflcacion  del  [íoder  ííoIo  dura  cuatro  y  sei 
üños,  en    América.    Pero,    nunca   vive  allí    sino 
j)ftsonifíca(h  ó  pürsonalizado.  —  XH  este  modo,  el 
poder  conserva,  en  América,  todas  las  desventajas 
de  la  monarquía,  ún  i^etener  una  sola  de  sus  cual  i 
dades. 

Los  Presidentes,  son  Reyes  por  cinco  ailos;  re- 
ves  en  todo  el  sentido  de  la  palabi'a,  con  la  sola  ex- 
cepción del  nombre.  No  solo  porque  sus  atribuciones 
?Jiean  las  de  un  rey,  como  en  efecto  lo  son;  sin» 
>rque  su  potler   está  encarnado  en    su    persona 
)r  la  voluntad  y  asentimie  nto  del  país,  que  así  lo 
Quiere  y  así  lo  hace. 

El  pueblo  dice  todos  lo.s  dias  en  América,  sin  em- 
barazarse de  su  propia  soberanía: —«n  homlm',  un 
lwmbre!,^ei  todo  lo  que  falta,  (íes  todo  lo  que  te- 
nemos. Nunca  se  le  ocurre  decir: — otro^  hombres, 
-^otro  />wc¿/o/,  —  es  lo  que  necesitamos,  lo  que  nos 
falta 

Por  lo  demás,  el  poder  personal,  aunque  efímero. 


—  Mí>  — 


nace  en  América  del  mismo  modo  qne  en  Euro) 
Como  en  Europa,  el  poder  del  Jefe  del  Estado  des" 
cansa  en  la  voluntad  del  país,  pero  la  voluntad  y  el 
poder,  por  ella  sostenido,  nace  sienipre  de  un  hecho 
de  armas,  de  nn  golpe  de  autoridad,  de  un  triunfo 
cualquiera  material.^ — El  vencedor  nunca  deja  de  te- 
ner á  su  favor  la  voluntad  del  país,  aunque  haya 
triunfado  de  ella  misma.  Es  la  soberanía  de  los  hechos 
consumados. 

Así,  Lavalle  deiToca  á  Dorrego  en  Buenos  Aires 
y  es  proclamado  gobernador  por  la  voluntad  libre 
ilel  pueblo  flitre  ápres  coupj. — ^Rosas  derrota  á 
Lavalle  en  el  Puente  fie  Margues,  y  es  elegido 
Rosas)  gobernador  de  Buenos  Aires.  Mas  tarde 
derroca  á  Balcarce,  y  es  elegido  gobemador  por 
mnte  años. —Urqu iza  derroca  á  Rosas,  y  es  ele- 
gido Presidente  por  el  voto  del  p.iís,  tan  unánime  en 
su  favor  después  del  triunfo,  como  fué  en  su  contra  6 
en  su  indiferencia  antes  de  la  victoria  de  Caseras,  — 
Mitre  derrota  á  Urquiza  y  un  año  después  de  la  vic- 
toria de  Faion  y  de  otras  diez  victorias,  es  elegido 
Presidente  por  esa  misma  volufitad  lU>re  tj  unif or- 
ine de  todo  el  país,  que  antes  le  rechazaba,  con 
igual  expontaneidad.-  Así,  las  monarquías  presi-j 
denciales  de  cinco  años,  tienen  allí  un  origen  d  hechc 
como  le  tienen  en  Europa  las  hereditarias. 

Si    volviera   la   monarquía,  vendría  como  la 
Presidencias  de  un  /leclm  primero;  del  voto  /íftre^ 
en  seguida.  Empezar  por  el  voto  es  no  tenerla , 
mas. — Qné  ideas,  ni  qué  nocíone?  sobre  formas 


^oHierño   tiene  el  pueblo,  para  detidir  por  el  vStTT 
esa  cuestionV 

El  mismo  derecho  hereditai'io  al    poder  y  á  )os 
empleos,  inherente  á  la  monarquía,  ¿deja  por  ven 
tura  de  existir  en  las  j'einíblicas  de  Sud  América? 

El  actual  Presidente  del  l*aiaguay,  recibió  el  po* 
ler  por  testamento  de  su  padre,  que  lo  debió  :l  su 
'vez  á  una  ó  mas  revoluciones. — La  tohtntiuJ  Ithre 
(/  uniforme  del  Paraguay,  consultada  mas  tarde, 
ha  dejado  el  poder  en  las  raaaos  en  que  lo  dejó  el 
finado  Pr*'sidente,  por  última  vduntnd  y  en  que  se 
hallaba  cuando  el  voto  lu  confirmó. 

En  las  Repúblicas  que  se  rien  del  Faratfuatj,  los 
títulos  al  poder  y  á  los  empleos  no  son  menos  he- 
reditarios. 

Los  hijos  de  los  repuhlicanos  que,  como  guerre^ 
fcos  ó  estadistas,  han  destruido  en  América  el  régi- 
men del  poder  hereditario,  hacen  de  su  rtliacion  un 
título  á  los  empleos,  exactamente  como  los  hijos  de 
loí  nobles,  que  derrocaron  sus  padres, --Ser  hijo 
de  San  Martin  d  de  Balcarce,  v.  g.,  es  tener  dere- 
cho natural  á  represent^ir  la  República  Argentina 
en  Francia,  por  solo  el  m^^rito  de  ese  origen. 


íí  XVI 1 


[¿a  repitlilicA*  uu  es  una  verdad.— La  itionarqitta  esta 
en  lus  (^osas  y  trariieioiies 

Lo  peor  es  que  América  rechaza  de  la  monar- 
quía lo    que  significa    menos,  que  es  el  nombre. 


"'.R'^  _ 


En  ciiíinto   á  la  cosa,  que  tanto  teme  ó  detesta, 
es  tal  vez  lo  ünico  que  respeta  y  acaricia  bajo  la^ 
república  misma,  síq  apercibirse  de  ello. 

El  poder  exiraordimtrio  ó  dictatorial,  de  qae 
echan  mano  las  repúblicas  cada  vez  que  se  ven 
anarquizadas,  es  decir,  todos  los  días,  no  es  otra 
cosa  que  el  poder  monárquico,  menos  el  nombre. 
Pero  no  es  la  monartiuía  á  la  inglesa,  á  la  belga 
ciertamente.  Es  la  monarquía  á  la  nripníal  ales- 
Tilo  turco,  ó  persa,  ó  japonés. 

La  voluntad  de  todos  refundida  en  la  voluiitaii 
de  uno  solo,  que  manda  sin  limitación  ni  contra-i 
poso;  de  uno  que  es  igual  íi  los  demás  en  condición,^ 
y  mas  que  un  Rey  en  poder. 

Así,  la  república  en  AmcTÍca  no  es  un  becljo; 
es  nn  mito,  una  alucinación  de  nombres  y  de  pa- 
labras. — La  mejor  realidad  en  América,  nadii  vale| 
bajo  un  nombre  temido. — La  peor   y  mas  aíro2 
tiranía  será  recibida  y  conservada,  con  una  sola^ 
condición, — que  se  apellide  íihertad. 

Mitre  llama^irfm^*  artiríciahs^  gobierno  aii¡tirial^\ 
Á  las  ideas  y  al  gobierno  monárquico  en  Sud- Amií- 
rica, — L3.  rejn'Micii  íiominnl,  es  laque  merece  esa  ^ 
clasiñcacion  qur  no  se  puede  dar  sin  ridículo  al 
golderno  que  ha  existido  tres  siglos  en  America. 

(JliHe  y  al  P/af(fy    han   debido   los  períodos  de 
urden  y  de  paz  de  que  han  gozado  bajo  la  repú- 
blica nominal,  á  la  monarquía  innominada,  es  decir, 
al  poder  armado  de  racuUudes  exfraordivarias. — ¡ 
CLile  creó  ese  régimen  en  1833  por  una  cousti-j 
lucion,  y  lo  usú  por    intermitencias  el  Plata,  eaj 


—  383  — 

1835,  poruña  Ley  de  Baenos  Aires,  que  se  pro 
rogó  de  seis  en  seismese^  por  espacio  de  17  años 
y  de  que  B-osas  us  •  sin  iiitermiteaciaa.  Su  go 
biemo  duró  tanto  como  una  monarquía  regular, 
entre  sus  rail  defectos  no  tuvo  el  de  ser  deso- 
hedeeido    como  gobierno  nominal,  sino  respetado 

jrao  poder  real  y  positivo. 
Toda  la  América  española,  aplaudiendo  la  ener- 
gía del  poder  de  B//sas,  y  considerando  á   su  go 
bierno,  ba  manifestado  sin  pensaiio,  un  voto  im 
pUcito  por  el  poder  monárquico;  y  ha  vi^to  pro- 
bado por  la  existencia  y  por    la  actitud  de  ese 
mismo  gobierno,  que  no  es  incompatible  la  monar- 
quía con  la  independencia  americana,  que  Rosas 

ivocaba  y  daba  A  respetar,  precisamente  por  If^ 

lergla  monárquica  de  su  poder. 


§  XVUI 


urden   niiMiarquistie  de    cusas 


Tal  es  el  sentido  en  que  puede  decirse  que  toda 
la  América  espaflola  está  por  la  monarquía,  con- 
vencida  por  la  experiencia  de  5U  anos,  de  que  la 
repiíblica  no  gobierna  eticazmenttí,~quitíre  un  go- 
bierno capaz  de  gobernar  en  realidad,  un  gobierno 
mas  estable  y  fuerte,  que  el  que  conoce;  un  go- 
bierno al  que  no  sabe  clasificar  ni  definir,  sino  por 
el  nombre  de  gobierno  fuerte  ó  poder  fuerte. 

Si  le  dais  gobierno  fuerte,  le  dais  lo  que  desea 


Y  como  eso  es  la  monarquía^  la  América  no  ne- 
cesita ni  quiere  otra  cosa  que  esta  clase  de  go 
bierno;  ella  está  por  la  monarquía  sin  saberlo.  Lo 
tomará  sin  duda  contal  que  se  lo  deis  sinelnom- 
bre.     Aceptará  la  monarquía  con    tal   que    con- 
serve el  nombre  de  república.    Bolívar  aconsejaba 
Reyes  con  el  nombre  de  Presidentes:  esto  quería 
decir:  Monarqums  con  el  nombre  de  República. 
gobiernos  fuertes  con  el  nombre  de  fjohiernos  libres} 
— Qué  importa  ú  nombre  cow  tal  que  la  ro^a  exis-_ 
ta?— En  ningún  siglo,  en  ningún  país,  la  monarquli 
ha  obtenido  el  voto  del  pueblo,  existiendo  la  repií-' 
blica,  sino  en  esa  fornia  implícita,  tácita  o  indi 
recta. 

Si  preguntáis  al  pueblo  de  America  si  quiere 
la  monarqum,  os  dirá  tjue  uó.— Si  le  preguntáis 
el  por  qué,  al  pueblo  que  razona,  os  dirá  que  por 
impracticable;  porque  no  la  comprende,  porque  la 
comprende  menos  que  á  la  repüblica,  á  la  cual  1: 
practicado  bien  o  mal,  en  tanto  que  ha  olvidado 
la  monarquía,  ha  dejado  de  entenderla  y  se 
deshabituado  á  ella. 

Este  razonamiento  contiene  cieita  ddsis  de  ver- 
dad, y  nosotros  mismos  lo  hemos  escrito  alguna 
veí!,  como  verdad,  de  buena  fe.  Después  hemos 
reflexionado  que,  con  ese  mismo  argumento,  apli- 
cado á  la  institución  misma  del  gobierno,  abstrac- 
ción hecha  de  su  forma,  tendríamos  por  conclusión, 
que  ninguna  clase  de  gobierno  conviene  á  la  Amé- 
rica  del  Sud^  porque  habiendo  vivido  sin  gobierno 
y  en  plena  anarqnía  por  espacio  de  50  años^  ha 


dejado  de  entenderlo,  y  menos  comprende  hoy  el 
gobierno  y  el  orden,  que  la  anarquía  y  el  desorden, 
convertidos  en  régimen  consuetudinal  y  permanen- 
te. OtTo  tanto  pudiera  decirse  con  respecto  al  ré 
gimen  municipal,  y  á  todas  las  buenas  institucio- 
nes, olvidadas  unas,  y  desconocidas  u  por  conocer 
las  otras.  Con  semejante  razonamiento,  la  barbmie 
despediría  de  su  suelo  á  la  civilización,  fundándose 
en  que  no  la  comprendía,  ó  la  comprende  menos 
que  se  comprende  á  sí  misma. 


§  XIX 


Modti?  operandi.— Arranques  monárquicos 


La  monarquía,  según  esto,  lejos  de  ser  contraria 
á  la  revolución  de  América,  seria  el  medio  de  salvar 
sus  gi'andes  principios,  á  saber: — la  sobei'anm  del 
¡mebfo  representado  por  la  mayoría  nacional,  su 
integridad  y  unidad,  en  que  descansa  su  indefwn* 
dencia. 

La  monarquía  no  volverá,  si  vuelve  un  dia, 
sino  como  ha  venido  la  república, —  tácita  y  vir- 
tualmente. 

Ya  lo  está  hoy  mismo,  y  se  puede  decir  que 
los  dos  sistemas,  las  dos  formas  se  disputan  hasta 
hoy  el  gobierno  del  país. 

La  rcfmblica  está  escrita  en  las  Irtfe.s  poUticas; 
la  monüi  fj  tú  a  exhte  escrita  en  la  legislación  civil,  y 
íHve  en  los  arranques  y  costumbres  del  país. 


Los  argtíiitiiius  son  monarquistas  sin  saberlo.  Ka 
el  único  gobierno  que  eonocen  y  respetan,  bajo  el 
nombre  de  república. 

La  última  clasey  la  primera  clase,  la  clase  rfí> 
Hnguida,  la  (jente  baja,  la  canalla^  la  plebe^  la^ 
primeras  familias,  sangre  azul,  sangre  noble ^ — soí 
expresiones  de  todo  el  ni  nodo,  y  á  cada  paso 
usan  en  las  repúblicas  de  Sud  América,  sin  aper-i 
cíbirse  qne  por  ellas  se  revela  la  existencia  de  la' 
monarquía  en  el  tjrden  social. 

Si  la  monargaia  está  en  la  sociedad  ¿cómo  pue* 
de  existir  la  república  en  el  orden  polUico? — Fm 
los  Estados  Unidos,  como  Tocqueville  lo  hace  ver. 
está  en  el  gobierno  porque  está    en  la  sociedad. 

Excepto  el  nombre,  todos  los  atributos  de  la  mo- 
naiqufa  les  son  habituales  y  característicos:— la 
energía  y  la  fuerza  en  el  poder;  mayor  respeta  al 
Jefe  queá  la  ley;  la  tendencia  á  adherirse  y  á  san- 
cionar al  gobierno  de  hecho;  la  simpatía  á  la  vic- 
toria-, la  posternacion  á  los  héroes  y  á  los  nom- 
bres heroicos;  el  respeto  instintivo  á  los  hijos  de  \o^ 
hombres  célebres;  el  respeto  supersticioso  á  la  far- 
tana,  á  la  riqueza,  á  los  títulos  nobiliarios,  alas  con- 
decoraciones, á  las  libreas,  al  gran  tono  aristocráti- 
co, á  la  vida  de  la  Europa.  Ver  la  Europa  es  como 
subir  al  cielo. 

Los  que  creen  (|Ue  Méjico  ü  el  Fera,  tienen  maís 
elementos  o  airanques  monárquicos  que  el  Plata, 
se  equivocan. 

Esos  arranques  existen  en  todas  las  repúblicas  de 
8ud  América,  porque  en  todas  ellas  ha  existido  pur 


^  387  ^ 

siglos  la  uionarquÍH,  todas  han  tenido  Viretfes  luiw  c. 
de  tener  Preside^^tes. — Toda§  han  recibido  del  Jtey. 
sos  leyes  civiles  y  administxativas,  que  hasta  hoy 
lüís         ^servan. 

len  negar  su  pasado  ni  ^a  presente monái- 
QUicos. 

Alirid  los  C'Migos  civiles  de  esas  BtpúMtcm, 
que  pretenden  no  creer  en  la  mwmqula;  y  veréis  que 
susleye^mas  serias  y  mas  antiguas,  las  únicíis  que 
ha  r*eí5petado  la  revolución  de  la  independencia;  las 
mas  vigentes  y  observadas  que  hoy  tienen,  son 
:íus  leyes  dtih^s  y  aiminales,  sus  leyes  rui^ales  y 
comerciales;  las  que  arreglan  la  familia,  la  unión,  la 
pro!íi»eridad,  todo  el  orden  civil: — las  leyes  de  lanm 
nal  q  lila. 

Todaíí  esas  leyes  e^tán  ilatadas  en  Europa  j 
e^tán  promulgadas  por  el  liet/, 

EIlíi^  golíieriiaii  hoy  la  parte  mas  seria  y  digna 
de  la  vida  de  esos  países,  que  es  la  vi^ía  civil\  el 
mundo  doméstico,  el  orden  comercial  é  industrial. 

La  república  (/rita,  pero  no  gobierna;  la  mo- 
narquía no  habla,  pero  lo  gobierna  todo  en  si- 
lencio. 

Los  Códif/os  modernos  de  Chile,  de  Bolívia»  del 
'erú,  de  Buenos  Aires,  en  io  civil  y  comercial 
¿qué  son? — Una  refundición  metódica  del  antiguo 
derecho  realista  español,  vaciada  en  los  moldes  de 
lo!^código.s  monarquistas  de  Napoleón  y  Fernan- 
do VIL 

La  America  habla  de  j^hs  códigos. 

Caáles  son  esos  códif/os  americanosf — La  h¡f  de 


388 


Jas  siete  Fmiidas,  las  ordefmnzns  de  JViVnvh  rir.\  es 
decb,  los  códigos  de  España. 

Era  eso  únicamente  en  tiempo  en  que  América 
era  una  porción  de  España? — No;  lo  es  hasta  hoy 
mismo,  50  años  después  de  sn  independencia,  en 
muchas  KepühUcas, 

y  en  otras?— Otras  creen  tener  ciídigos  suyos 
porque  llevan  su  nombre:^ — el  akligo  civil  peruanf/^ 
d  código  civil  boliviana,  el  código  civil  de  Chile. 

Qué  son  estos  nuevos  códigos  americanos?  -La 
que  son  en  parte  sus  pohhiciones:  emigrados  de  la 
Europa,  códigos  europeos  naturalizados  en  Améri- 
ca; los  códigos  franceses  domiciliados  en  el  nuevo 
mundo. 

Y  si  noj  cuáles  son  sus  fuentes  nacionales?  CuA- j 
les  sus  nomentadores  nacionales?— El  código  del 
<Uiile  tiene  por  comentadores  á  Troplongy  Mer-j 
cade. 

No  se  ofenda  ni  aflija  de  ello  la  América  delj 
Sud. 

Durante  siglos  la  Eurupii  modeniase  gobernó  por ' 
las  leyes  extraugeras  de  la  difunta  Roma,  y  los 
Kstados  Unidos  de  América  no  se  gobiernan,  des- 
pués de  su  independencia,  sino  por  el  derecho  britá- 
nico. Su  celebrada  constitución  no  es  mas  que  el 
derecho  civil  inglés;  tiene  por  principal  comenta- 
dor á  Blackstone. 

No  dirán  que  han  copiado  en  esa  parte  á  Estados^ 
Unidos,  como  le  han  copiado  sus  le/jes  políticds,  que 
viven  en  los  textoSj  mientras  que  la  monarquía  tra- 
dicional vive  en  los  hechos. 


—  m9  — 


Todo  el  murulo,  en  América,  conviene  en  que  !a 
rtípüblicíi  es  una  promesa,  un  programa,  no  una 
verdad  de  liecho.  Si  la  república  no  es  un  hecho,  ni 
tampoco  lo  es  la  monarquía,  claro  es  que  la  Amé- 
rica, por  el  momento,  está  sin  gobierno  de  genere^ 
alguno,  según  ese  modo  de  deñuir  su  situación. 

Decir  que  la  monarquía  es  impracticable,  equi- 
vale á  decii*  que  es  impracticable  el  gobierno  en 
Sud- América,  sobre  todo  el  gobierno  que  se  prac- 
tico por  tres  siglos. 

Antes  de  elegir  uno  de  ambos, — ^cuál  puede  ser 
mas  practicable,  que  el  que  se  ha  practicado  por  si- 
glos jillí  mismo?— cuál  puede  serlo  menos  que  el  que 
se  ha  practicado  pésimamente? 

Los  partidarios  de  la  República,  en  América,  son 
de  dos  clases:  unos  lo  son  porque  allí  ocupan  la 
gilla  de  los  Reyes;  otros  lo  son  en  odio  al  gobierno 
de  los  Reyes  en  Europa;  aquellos  e^tán  en  América^ 
éstos  en  Europa, 

Los  republicanos  que,  desde  Europa,  lo  son  de 
las  cuestiones  de  América,  se  dan  una  posición 
muy  cómoda;  todo  quieren  meiun  ir  A  vivir  á  las 
repúblicas  que  alaban;  todo  les  repugna,  menos  dejar 
de  vivir  bajo  las  monarquías  que  aborrecen  y  á 
cuya  sombra  aplauden  la  república. 

A  esos  republicanos  les  diria  yo: — x  Tened  negó- 
tíos  con  esos  gobiernos,  ya  que  los  amáis  por  su 
lirincipio.  Pero  cuando  os  falten,  no  digáis:  son  los 
homhres,  no  el  sistema, — Tanto  vale,  pues  institu- 
ciones que  dejan  de  ser  buenas  por  el  modo  de 
ser  de  los  hombres,  no  son  adecuadas  para  ellos. 


—  a90  — 


ílice  qu»^  el  Rey  de  Baviera  no  quiere  que 
sus  subditos  (emigren  para  xlmérira,  de  temor  ijue 
se  hagan  reimblicanos:  él  ignora  que  el  mejor  an* 
tídoto  contra  la  tentación  á  ser  republicanoj  es  ha* 
bitar  un  año  las  repúblicas  de  8iid-América. 

Bien  pueden  por  lo  deuias  emigrar  del  viejo  al 
nuevo  mundo,  los  capitales,  las  poblaciones,  todos 
los  elementos  de  su  civilización;  mientras  no  vayan 
con  ellos  las  condiciones  del  gobierno  A  la  cual  de- 
be Europa  el  tlesarrollo  de  esos  elementos  de  la  ci- 
vilización; los  capitales  y  las  poblaciones  europeas 
establecidas  en  América,  no  bai'án  mas  que  veje- 
tar  estacionarios,  prosperando  si  acaso  para  reparar 
las  pérdidas  naciflas  de  la  falta  del  gobierno  esta 
ble  y  eficaz,  que  los  hace  engrandecei'se  en  En^ 
ropa. 

La  América  acepta  la  civilización  Europea,  me- 
nos una  cosa — ^su  gobierno, — e^  decir,  la  condición 
que  la  hace  existir,  su  rajíon  de  ser.  Quiere  la 
paz  europea,  la  cultura  europea,  la  riqueza  euro- 
pea, pero  sin  el  gobierno  á  cuya  sombra  nacen  y 
crecen  estas  cosas. 

Ella  quiere  que  estas  cusasi  vayan  á  vivii*  en 
América  bajo  el  amparo  del  gobierno  que  no  las 
deja  nacer  ni  crecer.  Es  decir,  que  vaayn  á  vivir 
por  sí,  e^ípontáneaniente,  coiiiu  las  pbintaíi  silvestres 
del  nuevík  mundo. 


—  391  — 


§  XX 

KIomentiíH  inoiiúrqinoos  «  rmirnof*  (lara  ftinrlnrlii 

*_uu  í-iue  recursos  dotar    un    u\rno,  en  un  país 
cumo  el  Plata? — se  dice,  por  ejemplo. 

Todo  tesoro  es  pequejlo  si  se  le  sulidivide  en  nii 
rhoa.  Lo  qne  era  antes  el  tesoro  del  vireynato  de 
la  Plata,  forma  lioy  el  tesoro  de  cuatro  Kepilblicas, 
íi  saber: — la  Arf/enüna,  Moni er ideo,  fíolivia^  el 
i^arfír^^^m//.  — Bastaría  refundir  estoja  gobiernos  en 
uuo  solo,  como  est^aban  bajo  el  gobierno  qne  se 
íipellida  de  retroceso,  para  tener  un  tesoro  regio, 
en  vez  de  cuatro  tesoros  mezquinos.  Centralizar 
de  e^e  modo,  refundir  en  uno  solo  el  tesoro  de  esos 
jmíses  dispersos  hoy  día,  sería  no  solamente  dismi- 
fíiuir  5US  gastos  públicos.  al}olir  aduanas  y  trabas  lo- 
Dale^  embarazosas  á  la  producci  m  y  al  progreso,  sino 
también  fortificar  el  poder,  robustecer  la  autori- 
dad y  afianzar  por  lo  tanto  la  tranquilidad  de  esos 
países,  que  deja  de  ser  continua  ^oUi  porque  no 
fhay  autoridad  que  la  guarde, 

Jja  capacidail  < le  los  paí,!>e8  del  Piara  a  sostener  un 
pibieniü  monárquico,  no  está  p  ir  probarse;  es  ya 
un  heclio  demostrado  que  ha  existido  por  siglos, 
mando  esos  países  eran  menos  ricos  que  lo  que  son 
hoy.  —Su  vireinatúj  anterior  ;¡  1  Hln.  no  solo  saca- 
Iba  de  sí  mismo  los  recursos  necesarios  para  »a 
sostenimiento,  sino  que  los  tenía  también  para 
|jar  part^    •  hu  JletrupuH, 


—  392  — 


Donde  había  caudal  para  dos  coronas  no  podrí*] 
faltar  para  una  sola. 

Sobre  todo,  si  los  recursos  son  como  diez,  hoy 
que  no  hay  gobienio,  mafiana  serían  como  cincuen- 
ta, desde  rjne  liobiese  urden  y  libertad  aseguradas 
por  un  gobierna  inerte  y  estable— Gobierno  y 
orden  significan  riqueza  y  prosperidad,  en  Sud- 
América  como  en  todas  partes. 

Opulentos  por  la  naturaleza,  esos  países  están 
^  erapobrecidos  por  el  mal  gobierno.  El  oro  y  los  cau- 
dales yacen  sepultados  en  la  tierra,  que  el  munda 
no  se  atreve  á  esplotar  por  falta  de  seguridad. 

Un  gobierno  débil  y  complaciente  como  un  en- 
fermo, no  se  atreve  á  poner  contribuciones  directas 
por  temor  de  no  ser  obedecido  6  de  hacerse  odioso. 
Tiene  que  sacar  sus    recursos    como    un  ladrón 
de  los  bolsillos  del  pueblo,  sin  ser  sentido;  por  laa 
aduanas,  que  son  de  paso  la  muerte  del  tráfico  ex-l 
temo  en  que  reposa  toda  la  esperanza  de  esos  paises ' 
desiertos;  ó  tomando  el  dinero  del  pueblo,  en  prés-_, 
tamos,  sin  hipotecai'le  entrada  ó  bien  alguno,  sin 
prometerle  reembolso ^  ni  pagarle  interés,  como  hace 
el  gobierno  de  Buenos  Aires  emitiendo  su  papel  dey 
deuda  piibliea  que  constituye  el  j¡jíí/;<?/'m{>nef/a. 

El  crédito  público,  ejercido  en  esa  forma,  puede 
ser  un  medio  cómodo  de  finanzas  é  de  recursos  fisca- 
les; pero,  como  medio  económico,  es  fuente  de  pobre-j 
za  para  el  país. 

8i  una  monarquía  independiente  es  mas  cara 

'  que  un  vireinato  colonial,  también  los  recursos  que 

hoy  tiene  cada  ono  de    los    fragmentos  del    an- 


tiguo  mnhtatú,  son  mayores  tjiie  lo  eran  los  de 
todos  ellos  juntos  antes  de  IHIO. 

Sobre  todo,  eji  una  República,  cada  presidencia 
cuesta  mas  que  la  dotación  de  an  trono;  de  donde 
viene  ijue  cada  cambio  de  gobierno  deja  exhausto 
al  Estado. 

Así  lo  que  uno  de  esos  Estadas  podría  gastar  una 
sola  vez  para  dotar  un  trono  y  una  dinastía,  lo  tie- 
ne que  gastar  cada  cinco  años  sin  conseguir  jamás 
fundar  un  gobierno  eficaz  y  estable. 

La  República  Argentina,  por  ejemplo,  temería 
no  tener  recursos  para  sostener  un  gobierno  nionár- 
quicOj  y  los  tiene  para  sostener  quiní:e  gobiernos  so- 
beranos (14  de  Provincias  y  uno  Nacional)  con  2u 
legislaturas,  15  ejecutivos,  15  ministerios,  innume- 
.  rabies  tribunales? 


§  XXI 


Refarmas  preparatorias.— La   educación 


JOS  viajes  de  la  juventud  americana  en  la  Euro- 
pa  monárquica^  por  vía  de  educación,  ser \  irán  á 
la  demagogia  y  no  á  la  monarquía,  si  se  dirigen 
á  París  y  Londres,  en  vez  de  ir  4  ciudades  secunda- 
rias, 

Behjrano,  San  Martin  y  tíolimr  no  habrían  sido 
lo  que  fueron,  si  se  hubiesen  formado  en  las  escue- 
las de  Paris. 

En  Paris  el  joven  viajero  á  educando,  vive  con 


—  :\í4  — 


^^umo,  no  vé,  110  oye  á  la  noblt?5ía  y  á  la  gente  ñe 
pro,  ni  de  lejos. — Vive  en  el  cuartel  latinOy  con  po- 
co dinero,  que  apenas  le  basta  para  los  placeres  fá- 
ciles. Estos  placeres  son  el  café,  el  boulevard.  liis 
bailes  y  conciertos  papulares.  Sus  relaciones  agra- 
dables son  Con  tenderas,  obreras,  hijas  de  porttms^ 
(soit  disant  loreías  y  grisetas)  es  decir,  con  niíla» 
del  pueblo 

El  ¡wo/esor^  que  es  su  mas  alto  contacto,  es  sal 
mayor  peligro.  Eí  profesor  es  radicatista  y  pra^fre- 
stsfa  net%  iáfoloifo,  hunibre  de  principios;  edacíidc 
para  enseñar,  no  ha  vivido  sino  en  la  escuela  y^ 
con  escolares.   Es  un  niño  grande  con  todas  las  ilu 
sioüe>  del  niño,  y  sin  mas  aspiración  que  ser  el 
ídolo  de  susdiscípultís  y  audiíorio.  lo  (jue  no  logra, 
sino  con  teorías  hahigiieüíis  y  radicalistas.     Vive  á 
mil  leguas  délos  hechos  y  de  la  realidad  de  la  viua. 
Es  opositor  nato  é  instintivo  de  toda  transacción 
con  las  inperfecciones  inevitables  y  fatales  de  la 
vida.  Es  decir,  que  esta  de  punta  con  todo  loque 
es  política  y  gobierno^  pues  toda  política  es  paz 
y  transacción  con  los  heaJios  y  la  realidad 

Ama  la  descenfraUmcimí^  tomada  como  equiva- 
lente de  libertad:  la  libertad  y  la  descent  ral  izacian 
como  equivalente  de  dismimicion  del  poder,  ate- 
nuación de  la  autoridad.  Liberalismo  bueno  y 
útil,  donde  el  exceso  de  autoridad  es  \2í  parálisis^ 
del  cuerpo  social,  como  en  Europa.  Pero  funest 
donde  la  taita  de  autoridad  es  la  perlesía,  la  ii 
quietud  coníí¡ia:i  y  nervio^í-i  la  nnfprmpdaddp  Ir 
Esfados  de  Aineri<'a. 


El  jdven  formado  en  esa  escuela,  en  eí$as  idem?, 
ron  esos  moclelos,  vuelve  ;1  América  nn  demagoga 
hecho  y  derecho;  un  bachiller  en  revoluciones,  an 
revoltoso  por  principios. 

El  profesor  esL... 

Los  discípnlos  mn  Bilbao,  Mattíi  y  0/ 

El  demar/mfo  en  Snd- América,  es  el  áoldado  del 
fie.^potisnto. 


^  XXIl 


Meilífliis  [irepHnitivas  del  restnlilediiiieitUí 
de  la  aristoeraciu.  Los  fueros 

Lajiobleza  <"»  aristocracia  <jue  se  rentable. -ier  a 
en  Sud-Amériea,  no  sería  como  la  pasada.  No  serla 
de  raza,  ni  desangre,  ni  tendría  privilegios  dero- 

itorios  del  principio  de  if/uahlad  ante  la  leff. 

Se  compondría  tí  constaría,  de  simples  títnlo!<  tle 
honor. 

Cuando  mas,  tendría  el  privilegio  del  fuero,  que 
no  ha  cesado  de  existir  en  las  repiihlicat^ 

Por  qué  gozarían  de  fuero  el  clériyo^  el  nuHtar^ 
el  escrihr  y  autor,  el  leffisíadory  el  Presidente,  el 
^^ims(tro,  el  Gaheniador:  y  no  lo  tendría  el  que 
[♦or  grandes  méritos  gozara  'íf^l  título  de  anhíp  á 
ffútaljle? 

El  cJfriffo  tiene  el  prívilegiu  de  ser  juagado  por 
la  furia. 
_     líl  militar,  p\iv  el  eonsejo  de  guerra. 


—  :*!*♦;  — 


iiií  t^ait(jí\  por  el  jurtf. 

VA  h'éjtslffdoí \  el  fjohrrnmifr. 


laeces 


íes 

Coii  áolü  restablecer,  reorganizai'  y  mantener 
ciertas  faeros,  quedaría  reorganizada  la  nobleza 
en  los  Estados  de  la  América  del  Sud. 

Sus  bases  modernas  serían  la  propiedad  cofiside- 
rabh, — sermcios  eminentes  ff  Hotorios  hechos  á  l:i 
Nación, — la    posesión  de  grandes  talentos  acom 
panados  de  celebridad  y  del  respeto  público  probA^ 
torio  de  su  noble  empleo. 

Podría  haber  nobles  hereditarios  y  nob/p^^  o    tW/i 


§xxni 

Lit  amloeraeia  ainericuna,  de  la  libertad 

No  seria  preciso  que  lu  aristocracia  americana 
tomase  los  nombres  y  las  formas  de  la  aristocra- 
cia de  origen  feudal  de   la  Europa, 

No  seria  necesario  que  sus  grandes  y  notables 
se  llamasen  marfjiie^es,  ópjmies^  o  f/tiqi4es,  si  estos 
nombres  les  despiertan  ideas  de  tiempos  de  despa^ 
tismo;  podrían  quedarse  í^implemente  con  los  nam 
bre^áe  t/ram/es  fie  América^  senadores,  etc. 

La  creación  de  los  empleos  en  la  magistratura  de 
la  diplomacia,  de  la  instrucción,  etc.,  en  profesio- 
nes ó  estados  permanentes  como  lo  son  hoy  los  em- 
pleos de  urden  íuiütar,  podría  suplir  grandemente 
la  falta  de  una  aristocracia  de  sangre.  EUos  cons- 


—  397  — 


I 
I 


tituyen  en  sí  mismos  una  especie  du  aristocracia 
tle  capacidades  en  el  seno  de  la  república  presente. 
Ko  habría  sino  que  darles  permanencia  para  aquie- 
tar á  los  que  se  agitan  y  agitan  la  sociedad  para 
conseguir  esos  rangos.  Y  los  países  de  América 
ganarían  en  ello,  porque  el  servicio  público  hecho 
en  estos  ramos,  por  hombres  educados  á  propósito 
para  desempeñarlos,  no  seria  como  es  ho}^  de  una 
inferioridad  tan  grande^  respecto  de  los  agentes 
y  funcionarios  europeos,  que  da  á  la  América  la 
mas  triste  ttg'ura,  cuando  se  trata  de  negociacio- 
nes que  no  se  reducen  á  un  punto  de  derecho  civil 
ó  al  arregb:»  de  una  cuenta,  de  una  indenmizacion 
ó  de  un  negocillo  de  poca  monta. 

Una  intimidad  mayor  con  Europa  y  extensiva 
á  negocios  de  orden  político,  exigiría  forzosamen- 
te en  el  servicio  de  la  diplomacia  americana  una 
reorganización  sobre  bases  que  la  igualasen  en  fuer- 
zas á  la  de  Europa. 


La  aristocacria  ffe  la  capoddad  sustituida  á  bi  de 
mms  dá  lugar  á  un  resultado  de  la  mas  grande 
importancia,  y  es  que  ella  hace  posible  que  haya 
condes  y  marqueses  mulatos,  indios  y  negros,  así 
como  hay  retfvs  negros,  reifcs  indios  y  irmdpcs 
mnlatos,  en  los  países  de  castas. 

De  otro  modo,  seria  preciso  decir  fiue  las  nacio- 
|iies  y  pueblos  de  color,  están  desheredados  de  los 
Bnetíciosdel  orden  y  de  la  civilización,  no  solamen- 
te de  la  libertad,  que  solo  son  practicables  por  la 
monarquía. 


^  398  - 

Ki^d^sldiiiistocríicmdefnotrática^lH  HoMe  r 
(íad,  que  ha  de  servir  á  la  monarquía  d^i  pora-.. 
*jue  es  la  democrática  y  popular:  la  misma  bajo  la 
«  aal  será  posible  el  orden  en  los  pueblos  que  iiabi- 
íí^n  la  zona   tórrida  y  los  climas  tropicales. 


^  XXIV 

Cuál  seria  la  nobleza  iiusible  en  América  como 
instrumenta  de  un  gobierno  Obre 

Es  un  error  capital  el  creer  que  la  juñstocracia 
<s  Qua  iníitituciou  de  simple  v^aixidad  y  orgullo,  un 
productu  de  ¡a  conquista  y  de  la  tuerza 

Tanto  valiera  decir  lo  mismo  del  gobierno 'ín  sí, 
porque  hay  gobiernos  nacidos  de  la  violencia  y 
fundados  en  ella.  La  aristocracia  es  una  rueda 
esencial  á  esa  máquina  que  se  llama  el  Estado,  co* 
mo  los  grados  militares  lo  son  para  esa  máquina 
llamada  el  Ejército.  Si  snprimis  los  ^tv¿em/esy  los 
coroneles  como  rangos  opuestos  á  la  igualdad,  disol- 
véis el  ejército,  porque  hacéis  imposible  la  disci- 
plina y  la  gerarquía  que  lo  hacen  existir;  sin  ejéi'^ 
cito,  que  os  delieuda,  quedáis  á  la  merced  del  qi 
quiera  conquistaros. 

La  aristocracia  es  una  pieza  inevitable  de 
disciplina  civil;  es  útil  y  necesaria  para  el  pueblo, 
porque  es  un  contrapeso,  un  freno  contra  el  poder 
ilimitado  del  gobierno. — De  esa  limitación  depende 
toda  la  exigencia  de  su  libertad. ^ — Se  dice  á  me- 
nudo—  las  rimdas  dehfñbierna.  .^  —  Admitiendo  ea- 


ta  figura  para  expresar  por  una  comparación  núes 
ira  idea,  diremos  que~el  asiento  elevado  que  dais 
al  cochero  delante  y  encima  casi  de  vos  mismo,  no 
es  para  la  vanidad  de  él,  sino  para  vuestra  conve- 
niencia, pues  ^olo  de  allí  puede  llevar  las  riendas 

dirigir  los  caballos  que  conducen  vuestro  coche, 
>i,  porque  el  cochero  goza  de  mejor  vista  que  vos. 
lo  derribáis  de  su  asiento  culminante,  los  caballos 

1  entregan  á  sualbedrio,  y  vos  y  vuestro  foche  soi^' 
la  víctima  de  su  impetuosidad. 

La  aristocracia  deja  de  ser  una  derogación  ul- 
trajante de  la  igualdad,  tanto  por  la  razón  qu'i 
acabamos  de  dar,  como  por  la  de  que  sus  tilas  están 
abiertas  por  igual  á  todos  los  grandes  méritos,  á 
todas  las  capacidades  probadas,  i  todas  las  eminen- 
cias naturales  creadas  por  el  mérifíi.  r>e>de  que  to- 
dos pueden  hacerse  mislffcralüyi,  dúnde  está  el  in- 
sulto á  la  democracia? 

La  nueva  aristocracia  americana  seria,  no  hiodio- 
Tscí  aristocracia  de  los  privilegios^  de  la  raza  6  de  la 
sangre;  sino  la  noble  aristocracia  de  las  capacida- 
des y  de  los  méritos,  la  cual  no  es  mas  que  la  jus- 
ticia, pues  consiste  en  dar  d  cada  uno  loque  es  su- 
yo;  la  nohk  igualdad  de  la  justicia  entronizada  por 
nuestra  revolución,  no  la  igualdad  innoble,  que  tie- 
ne horror  al  mérito.  Esta  es  la  verdadera  nobleza, 
pues  es  noble  el  militar  que  salva  á  su  país,  con 
riesgo  de  su  vida,  en  un  conflicto  supremo.  Y  si  es 
noble  en  realidad  por  ese  acto  noble,  no  bastará  que 
ese  titulóse  lo  discierna  el  poeta,  ó  la  geiUilezadel 
historiador,  sino  la  sociedad  entera,  que  le  debe 


—  40:2  — 


rítinia  que  tinita  á  h  acción  inilitai*  de  la  Emopa 
la  eficacia  que  tiene  en  su  propio  continente:  2^ 
que  en  la  república  Sud-Americana  no  está  amena- 
zada la  propia  existencia  de  las  inonarquias  euro- 
peas^ como  lo  estaba  por  la  revolución  írancesa. 

Una  prueba  de  esta  verdad  es  el  hecho  de  haber 
vivido  50  artos  la  repúbÜca  nominal,  que^  en  el  he- 
cho, ha  sido  anarqnia^guena  riril  y  esccindafc. 

En  Francia  no  vivió  20  años  la  revolución. 

La  emulación  3^  rivalidad  natural  que  divide  á 
las  naciones  Europeas,  en  medio  de  la  unión  que- 
deben  á  otros  intereses,  ha  sido,  es  y  será  lagi^an 
base  de  la  independencia  de  América;  peio  por  des- 
gracia también  lo  será  de  su  aislamiento  y  soledad, 
—  Y  como  las  naciones  de  Eui'opa  forman  entre 
sí  una  población  sin  gobierno  común,  siempre  será 
difícil  traerlas  á  que  obren  como  un  solo  poddv 
respecto  á  Sud-América.  Habrá  entre  ellas  irre- 
sistible divergencia;  y  esta  circunstancia  será  el 
caballo  de  batalla  de  la  independencia  de  Sud-Amé- 
rica. 

Será  preciso  que  los  intereses  comerciales  é  in- 
dustriales de  ];i  Europa  en  América  se  agranden 
de  modo  que  interesen  á  la  vida  misma  de  la  Europa, 
para  que  ésta  se  sienta  obligada  á  poner  tin  á  la 
anarquía  de  Sud-América  en  protección  de  su  pro- 
pio interés.— 'Esto  tendrá  que  suceder  un  dia,  por- 
que el  comercio  internacional  es  uno  é  idéntico  en 
el  mundo,  y  no  puede  ser  atacado  en  América  sin 
que  se  resienta  en  Europa,  Cada  dia  esta  solida 
ridad  será  mayor. 


-  103  - 

La  América  del  Norte  nos  presenta  hoy  dos 
ejemplos  de  esta  verdad  en  la  cuestión  de  Méjico 
y  en  la  de  Estados  Unidos.  La  Europa  no  puede 
dejar  de  ver  como  suyas  propias  las;  calamidades 
de  que  son  teatro  esos  dos  países,  y  su  política 
siente  la  necesidad  de  ponerse  en  acción  para  de- 
fender el  interés  inmediato  de  ia  Europa  atacado 
en  el  interés  del  nuevo  mundo,  solidario  del  suyo 
enteramente. 

A  los  americanos  del  Sud,  por  su  parte,  les  toca 
promover  y  solicitar  esta  cooperación  protectora 
de  la  Eurapa  para  restablecer  la  americana  sobre 
la  base  del  nuevo  régimen,  independiente  y  libre. — 

,  Así  obraron  los  franceses  de  1814;  los  españoles 
ie  1S23  y  1834;  los  ingleses  de  1G6H,  buscando  en 

[Holanda  los  medios  de  establecer  su  gobierno;  los 

'argiMitinos  de  1839  y  1852,  cerca  de  la  Francia  y 
del  Brasil. 

Yo  pjTguntaria  á  \o^  americanos  que  tanto 
detestan  la  intervención  de  la  Europa: — Si  los 
Yankees  ó  el  Brasil  os  amenazaran  con  la  con- 
quista (caso  mas  verosímil  y  probado  que  el  de 
Europa)  preferiríais  ser  conquistados  á  conservar 
vuestra  independencia  por  una  intervención  eu- 
ropea? 

Lo5  mas  brillantes,  los  mas  libres  gobiernos  que 

'cuenta  la  Europa  se  han  fundado  y  consolidado 
con  la  cooperación  del  extrangero.  La  revolución 
de  Sud  América   debe  á  ese  origen  casi  toda  su 

"existencia.     El  gobierno  actual  de  Espaila,  el  ún¡- 
gobierno    libre  y  nacional,  que  ese  país  hny,t 


-TI  ,jaj^. 


t-mido  desde  que  existe  ¿no  debe  su  existencia  á  la 

doble  intervención  de  Inglaterra  y  Portugal? 

En  Espailu  Uíiman  afrancesados  á  los  que  emplea- 
ron  la  influencia  extnmgera  del  vecino  país  en  la 
solución  de  sus  cuestiones  interiores?  Por  qué  na 
\\íimdkX  amjksada ,  aporiiupipsada  á  la  misma  Rei- 
na, que  buscó  la  seguridad  de  su  trono  en  el 
tratado  de  la  cnádniple  alianza  firmado  en  In- 
glaterra?— Caliticaciones  atrasadas  é  ignorantes. 
Si  la  España  Via  de  salir  de  su  aislamiento  ídunen- 
co  y  ser  como  una  de  tantas  naciones  de  Knropa, 
tiene  que  afrancesarse,  nmtjlesarsc,  f/ermamzar^c^ 
es  decir,  asimilarse  al  extrangero.  dejar  iU  ser  un  ti- 
po sui  fféneris.  Lo  que  digo  de  España,  digo  de 
Francia,  de  América,  y  de  los  pueblos  del  mundo. 
El  último  progreso  de  la  civilización  ^erA  aquel  en 
que  cada  nación  se  contunda  con  las  demás  por  lo  que 
hace  á  sus  ideas,  sentimientos  y  espíritu.  El  mundo 
marcha  rápidamente  á  ese  destino  al  favor  del  Ierro - 
carril  de  los  canales,  de  los  buques  á  vapor,  del 
telégrafo  internacional,  de  los  tratados  de  comercio, 
de  la  prensa,  de  las  exliibiciones  universales. 


mm^m 


UAI'ITIJLU    SÉPTIMO 


GOBIEENO. EUBOPEISTA 


íí   I 


E\  ^übiernu  firejianitorid  (leí    ^elf  ^oYertiirienl 

Lft  falta  (le  su  viejo  gobierno,  en  qiiu  la  re- 
velación  ha  dejado  á  las  Repüblieay  independientes 
de  Sud' América,  las  pone  en  la  necesidad  de  go- 
beniarse  á  s(  Tnisraa^,    es  decir,  de  ser  librea. 

Pero  como  el  gobierno  de  t^  mismas  no  >íe 
adquiere  de  un  ilia  para  otro,  por  A  solo  hecho 
de  e>tar  librado  á  sí  mismo,  sino  mediando  una 
larga  educación,  será  muy  posible  que  ge  pasen 
siglos  antes  tjue  las  Hepúblicas  »le  Sud-América 
adquieran  el  hábito  y  la  inteligencia  del  selfpn- 
vernmpnt,  en  el  í2:radn  qUe  lu  posee  la  República 
sajona  de  la  América  del  Norte. 

El  gobierno  de  sí  mismo,  en  el  pueblo  como 
en  el  hombre,  supone  la  educación  de  todas  sus 
tacultade^.  El  pueblo  es  un  compuesto  de  hombres 
y  el  lioínbre  no  es  simple.    Hay  en  él  una  con- 


400  - 


ciencia,  una  razón,  una  voliintatL  Para  ^er  capaz 
de  gobernarse  á  8Í  mibino,  es  pi'ecisu  que  su 
conciencia  sepa  creer  por  sí,  que  su  razón  í^epa 
observar  y  Juzgar  por  sí  misma  y  que  su  volim 
tad  sepa  deliberar  y  elegir  sin  ayuda.  Esta  triple 
educación  en  el  liombre  del  Norte,  es  hija  de 
tres  grandes  revo'ucione»  históricas,  que  no  han 
I»enetrado  todavía  en  el  hombre  meridional  de  los 
dos  mundos. 

Está  en  la  fuerza  visible  y  comprensible  de 
las  cosas;  que  ellas  penetren  mas  pronto  en  el 
Sud  de  la  Améiíca  que  en  el  Sud  de  la  Europa, 
ilonde  todos  los  cambios  luchan  con  resistencias 
mas  arraigadas  y  poderosas;  pero  en  un  Ínter* 
valo  de  siglos,  los  pueblos  Americanos  de  orijbcen 
espailol,  que  han  sido  gobernados  desde  su  origen 
áin  la  menor  intervención  de  su  parte,  no  tienen 
una  preparación  política  que  los  dispense  de  la 
necesidad  de  apoyar  el  edificio  de  sus  gobiernos 
nacientes,  en  sus  relaciones  con  los  gobiernos  libres 
de  la  Europa,  sobre  la  base  de  la  independencia 
americana^  que  felizmente  no  es  menos  necesaria 
á  los  estados  de  Europa  que  á  los  mismos  estados 
Americanos. 

Los  gobieinos  de  América  no  podran  jamás 
interesar  á  los  de  Europa,  en  la  prestación  de  esa 
cooperación  sino  á  condición  de  aproximarse  de 
ellos;  y  la  primera  condición  de  esta  uniou  es  la 
adopción  de  una  manera  de  gobierno  tan  semi>- 
jante  de!  suyo  cuanto  es  compatible  con  la  de- 
iíiocracia  republicana  del  nuevo  mundo. 


—   107  ^ 

Entretanto  si  el  gobierno  monárquico  no  ha 
de  ser  el  gobierno  de  Snd -América,  no  hay  iitili- 
ílad  por  eso  y,  al  contrarío,  luiy  daño  evidente  en 
deprimirlo  sistemáticamente,  porque  esa  hostilidad 
provoca  la  antipatía  de  los  gobiernos  de  Kuropa 
y  afloja  la  unión  con  e^e  continente,  que  es  ma- 
nantial de  nuestra  civilización. 

Hay  ademas  una  injusticia  en  esa  hostilidad 
hecha  en  ma^a  á  toda  monarquía,  pues  si  hay 
unas  que  son  atroces,  otras  liay  que  son  bene- 
méritas para  la  libertad  de  América. 


('on  todo,  no  es  tal  vez  el  país  que  está  en  peor 
^camino  para  adquirir  el  gobierno  de  sí  mismo 
fsetf  ffovernmentj  el  que,  liabiendo  sido  goberna- 
do por  otro  país,  sacude  la  autoi'ida»!  de  este  y 
asume  la  suya  propia.  Tal  es  la  situación  de  la 
América  del  Sud,  por  cuya  sola  razón  su  nmr' 
qiiia,  es  decir,  su  falta  de  r/ofjierno  ce:üraJ,  pro 
mete  mas  para  los  destinos  de  la  libertad,  que  lo 
que  obtendrá  Espaila  con  un  gobierno  que  tuvo 
siempi*e  por  regla  fundamental  gobernar  salo  y 
sin  la  intervención  del  país. 

Pero  como  no  basta  quedar  sin  gobierno,  para 
saber  gobernarse  á  sí  mismo,    la  América  antes 
española  no  se  halla,  á  este  respecto,  en  la  misma 
"sit nación  que  la  América  antes  infflesa. 

De  ahí  la  diñcnltad  para  la  democracia  de  los 
países  de  la  América  antes  e8|»aúola,  de  reorga 
nizar  »u  centralismo,  (es  decir,  su  gobierno)   por 


—  4n.s  -^ 

su!N  esUierzus  ¡  rupius  y  aisLtdos,  y  sin  el  auxilio 
las  tuerzas  que  han  auxiliado  su  aparición.  Para 
constituir  un  gobierno,  es  preciso  saberííe  gobernar, 
lo  que  supone  inteligencia  y  bábito  de  gobernar. 

Matí  como  la  Aiiu^rica  ante>í  espaiiolM,  en  veas 
de  gobernarse  á  sí  misma,  fué  gobeiiiada  de  un 
modo  absoluto  lí  omnímodo  por  otra  nación,  ella  ten- 
drá necesidad  de  buscar  en  la  cooperación  de  alia 
dos  poderosos  el  panto  de  apoyo  que  n(  cesita  par* 
recomponer  su  centralización  moderna  y  propia,  lo 
que  vale  decir  para  recomponer  su  gobierno  patríOi 
bajo  la  base  de  la  libertad. 

Sus  Estados  lo  sienten  ya  y  de  abí  el  anhelo  de 
Iniscaí"  esa  cooperación  suplementaria  de  sn  insiiií< 
r*iencia  interior,  en  alianzas  americanas. 

Estas  son  alianzas  «lela  debiliílad  con  la  debili- 
dad, de  la  inexperiencia  con  la  inexperienciaj  át 
!a  insílticienciy,  con  la  insuficiencia.  Ellas  no  pue- 
den dai'  d  esos  Estados  lo  que  necesitan  para  con^- 
tituir  y  atianzai'  su  poder  respectivo.  Necesitan  m 
solamente  deseos  y  simpatías,  sino  elementos  po- 
sitivos. No  solamente  elementos  positivos  y  mate 
riales,  sino  nu>:ilios  de  inleligencia,  rie  liábitos.  di 
prácticas,  de  experiencia  en  materia  de  gobierro; 
y  esa  cooperación!  ro  pueden  encontrar  sino  en  li 
gobieiiios  d<*  ia  Enru[>ri. 


*,  a  América  se   bacc  usta  objciiun  y  es  de  del 
nerse  ante  tdla,—  l*tMlnin   las  monarquías  de  E» 
ropa  dar  sii  cooperación  para  constituir  en  Amén» 


Eepüblicas  fuertes,  es  decir,  gobiernos  de  una  forma, 
que  es  para  ellas  una  amenaza  y  una  provocación? 
E?  incontestable  que  con  mas  placer  la  darían 
á  gobiernos  constituidos  á  su  semejanza  en  la/o/- 
ma  y  en  el  Prnáo,  Lo  hemos  visto  probado  en  los 

I  gobiernos  del  (añada  y  del   Brasil, 

I*ero  romo  la  reptiblica  e^  un  hecho  irrevocable 
y  soberano  nacido  por  sí  mismo  y  que  solo  por  sí 
mismo  puede  desaparecer,  los  gobiernos  de  Euro- 
pa, hallando  que  un  gohiei'no  republicano  es  me- 
jor que  la  anarquía  para  lus  interesas  desús  na- 

l  clónales  en  América  prestarían  el  apoyo  de  sucoo- 

iperacíon  orgánica,  que  se  prestan  entre  sí  mismos 
en  Buropa,  á  las  Repúblicas  de  la  América  antes 

[españolas,  á  una  condición  muy  natural  de  )íart,e 
ae  estos^  á  saber,  la  de  aceptar  sino  la  forma,  al 
menos  el  fondo,  esderar,  la  centralización,  la  con- 
sistencia, la  unidad  fie  que  los  gobiernos  á  la  eu- 
ropea derivan  la  fuerza  que  los  hace  capaces  de  ser 
útiles  á  la  civilización 

Las  Repúblicas  americanas  gobernadas  á  la  eu- 
ropea, no  podrían  ser  menos  que  apoyadas  en  su 
organización  moderna,  por  las  monarquías  democrá- 
ticas u  americanistas  de  Europa. 


Es  lo  que  boy  sucede  en  izarte  lu^sta  aquí^  y  esa 
es  la  consideración  de  conveniencia  mutua  en  que 
descanzan  las  actuales  relacionen  y  tratados  de  amis- 
Í^A  y  comercio  entre  las  monarquías  de  Europa 
y  las  Repúblicas  de  América. 


Qué  habría,  entonces  que  hacer  de  nuevo  áeste 
respecto? — Aceptar  ese  hecho  no  menos  espontá- 
neo é  inevitable  que  el  ile  la  república,  y  sacar  de 
él  todas  las  consecuencias  que  de  él  surgen  natural- 
mente en  el  sistema  de  la  ]}olít¡ca  interior  y  exterior 
de  los  nuevos  Estados  de  la  América  ant^s  espaj 
ñola,  sin  curarse  del  ejemplo  de  la  América  anti 
inglesa  en  sus  relaciones  con  los  gobiernos  de  El 
ropa,  de  que  tienen  menos  necesidad  que  sus  h€ 
manos  del   8ud. 


E\  gúhwrno  aineríraiio  á  la  europea 

Cuando  América  tomó  á  la  Europea  la  uva  y 
trigo,  le  tomo  con  ellos  el  método  de  cultivarlos;  er 
la  condición  indispensable  de  esa  conquista. 

Podría  tomarle  el  árbol  de  su  civilización  sin  el 
método,  es  decir,  sin   el  f/obierno,  por  el  cual  ha 
cultivadoyc  ^nservado  ese  árbol?— Ya  se  lo  ha  to-j 
mado  en  parte,  en  su^  leycvciviles  y  administrativas j 
Pero  sin  las  leyes  políticas  de  que  derivan  y  pendei 
las  otras,  la  aclimatación  es  incompleta,  y,  natnral-" 
mente,  ineficaz,  como  lo  ha  probado  la  experiencia, 
de  las  dos  Araéricas, 

Que  la  civilizacinii  de  la  Europa  seael  procluct 
de  su  gobierno,  ó   su  gobierno  el  de   su  civiliza^ 
cion, — es  la  cuestión  de  cuál  es  anterioi^,  ú  el  huevo 
é  la  gallina.—  Ambas  cosas  son  causa  y  efecto. 

Por  (fohierno  ó  la  europea  entiendo,  no  precisa-' 
mente  la  rnonarffaUi,   sino  la  c^nfraVizac^on.  la  fi^e- 


—  411  — 


I 


[neralizacion  del  poder  en  rjue  reside  m  fuerza  y 
Idnraciím  y  que  la  completa», — Estas  dos  condicio- 
nes forman  el  forulo  de\  goinerfw  á  la  europea:  la 
múuarijHía  es  la  forma  externa  y  superfidai  Con 
tal  que  la  Francia,  v.  g.,  conserve  su  centralización 
moderna,  ella  conservará  su  civilización  poHtica  ó  su 
gobierno  moderno,  aunque  séllame  imperio,  repítldi- 
ca  á  monarquía. 

La  civilización  actual  de  la  Europa  enjpezó  su 
marcha  triunfal  de  progreso,  dejando  la  feudali' 
dad,  es  decir,  el  poder,  disperso  y  descentraliza- 
do; y  tomando  la  ceutrali^acian,  rjue  completa  hoy 
sus  resultados  civilizados  y  civilizadores,  unificando 
la  Alemania,  la  Italia,  etc. 

Los  Estados-  Unidos  de  América  no  son  un  ar- 
gmnento  en  contra,  sino  el  mas  grande  argumento  en 
favor  de  esta  verdad:  —que  fa  civilización  de  la  En- 
ropa  na  puede  aclimatarse  en  América  sin  eUfobierno 
á  la  euiopea. 

El  Gobierno  de  los  Estarlos- Unidos,  es  ei  mas 
earopeista  de  los  gobiernos  de  América,  y  por  eso 
es  el  mas  fecundo.  Todos  lo  reconocen  en  el  hecho 
de  confesar  que  los  colonos  que  los  fundaron  vinie- 
ron ya  civilizailos  y  educados  en  la  Ul»ertad  y  en  el 
gobierno  Ubre,  desde  líuropa. 

Emancipándole  de  Europa,  no  han  hecho  ums  que 
tomarle  en  mayor  grailo  su  gobiernu,  centralizando* 
se  en  hi  anión,  cuyo  nombre  los  deíine- 

El  c^fUro,  que  estaba  en  Londres,  en  manoa  de 
otro  gobierno,  ha  pasado  á  M  ashimffon  en  poder  del 
puebío  americano. 


La  centralización  ha  cambiado  de  fonna,  pero 
lejos  de  desaparecer»  ^e  ha  e^ti-echado  y  ñgmtulhñi 
de  mas  en  roas. 

Los  pueblos,  que  eran  varías  cotmmtÉy  st-  hai 
\Tielto  un  síflopufhlo. 

Esta  mudanza  ha  tenido  tres  grados  y  §e  ha  he<^ 
en  tres  tiempos: — la  (onfeder ación  de  177«> — I 
Constitución  de   1TH7 — la  rmmlucion  de  1S(»5. 

Tjastres  forman  la  historia  del  jirogreso  de  sacen 
tralizacion . 

No  es  la  abolición  de  la  esclavatura,  el^ran  resul 
tado  de  la  última  revolución:  es  la  victoria  del  pnn 
cipio  de  (fHfohdad,  que  reside  en  la  voluntad  d 
de  la  mayoría  nacional. — La  última  guerra  ha  re 
suelto  y  establecido  que  la  mayoría  nacional  hao 
la  ley  para  la  minoría  disidente.  Sin  ese  priiicipi 
no  hay  nación,  ni  Eíítado  civilizailu, 

Desconocer  la  existencia  de  un  centrali*:njo  gigan 
tesco  en  el  jiueblo  4}Ue  ha  sometido  á  la  obedíeiíci; 
de  la  ley  á  nueve  Estados  poderosos,  que  la  desobe 
decían,  es  no  entender  ni  jota  del  mecanismo  de!  ^ 
bierno. 

Kn  nombre  de  la  í.onsritu<;inri  centraiisia,  ilet- 
conocida  por  lo.s  disidentes,  ella  ha  sido  retorniadn 
de  hecho,  en  el  sentido  de  la  ci^ntralizacion  mas  09 
trecha  y  mas  nacional 

Si  su  texto  es  el  mismo,  su  sentido  y  jurisprudeii 
cia  son  otros  pa]*a  lo  venidero:  son  la  unidad 
la  europea,  que  sirve  para  equilibrar,  no  para 
chazar,  á  la  Europa  misma, 

Kl  ejeraplnde  los  Estados  Unidos  no  es  el  único 


Hay  otros  cuatro  ejeiiíplos  en  América  que  de- 
mestran  la  misina  verdad,  y  son  Chtie,  el  Btasil, 
íl  Canadá  y  el  Paruf/uat/,  Sus  gobiernos  deben  el 
iscendiente  que  los  ha  hecho  fecundo^  y  especta- 
>tes  sobrt;  los  demás  de  Ainériai,  á  que  están  or- 
ganizados mas  á  la  europea,  á  que  son  mus  cea- 
Iralistas 

Mientras  los  pueblos  de  Méjico  y  del  l^lata,  se 
llesunen  y  lü^peí  san,  los  del  Canadá^  salen  de  su 
liülaiüiento  anterior  para  unirse  y  forniar  iin  solo 

is  y  un  solo  gobierno. 

Los  pueblos  dispersos  del  Plata  necosiiíin  men- 
Ugar  el  brazo  de  un  poder  unitario,  para  hacer 
^a  guerra  aun  EstadUo,  que  debe  á  la  imidad  la 
tjapaeidad  de  resistir  sus  ataques  aliados. — Yo  no 
ilabo  todo  el  gobierno  del  Paraguay,  sino  su  cen- 
tmlizacion  eunqjeista,  que  lo  hace  capaz  de  defen- 
tw  5U  independencia  y  su  ser  nacional. 

Dad  á  un  gobierno  de  América  el  nombre  que 

Hiueraié,  la  forma  exterior  que  oá  agrade,— r^y/íí Wt- 

t,  dictadura,  imperio,  federación,  no  imi>orta, — con 

tal  que  le  dejéis  una  contextura  europeista,  es  decir, 

renfrnlizacion  y  toda  la  inanu*ribilidbd  concilia- 

ile  con  su  forma  fundamental ,  es  decir,  con  tal 

¡ue  se  pai*ezca^  en  esto,  á  los  gobiernos  de  Estados 

\ Unidos,   Oiile,  el  HrasU,  el  Canadá,  el  Faraf/uaíf, 

|i5tc.; — habéis  organizado  así,  el  gobierno  capaz  de 

Ivar  la  democracia  y  la  civilización  de  Sud-xVmé- 
I  rica 


—  414  — 


Por  fortuna  este  cambio  gradual  hacia  la  cen- 
tralizacion,  eis  independiente  de  la  voluntad  de  \m 
hombres.  Kl  depende  y  resulta  de  la  naturaleza  de 
las  cosas.  Es  fatal  é  irresistible  como  el  desarrolla 
de  la  ciNnlizíicion,  del  cual  forma  parte  y  es  coní 
cion  indispensable  y  natural. 

Si  es  verdad  que  no  basta  decretar  la  centi 
zacíon  para  iiue  ella  exi-ita,  también  es  cierto  que  ito' 
basstií  »irie  los  egoísmos  locales  se  enipeñen  en  estor- 
barla 1/  resistirla  p?ira  que  deje  de  formar^^e  poco  á 
poco  por  su  propia  fuerza. 

Si  es  cierto  que  no  basta  que  un  pnblicista  fie- 
muestre  sus  ventajas,  para  que  los  gobiernos  la  de* 
creten;  también  es  cierto  que  los  mas  depravados 
gobiernos  necesitan  buscar  su  estabilidad  en  con» 
cesiones  mas  ó  menos  sinceras  hechas  á  las  ideas 
sanas  y  á  la  opinión  de  los  publicistas  patriotas?. 

Bueno  ó  malo,  la  república  es  un  hecho  venida 
por  sí  mismn,  trairto  por  la  fuerza  de  las  cosas. 

Una  colonia  que  se  emancipa  de  una  monarqul 
puede  ser  una  república,  par  e!  mero  hecho  de  qi 
dar  sin  Rey. 

Pero  una  república  de  origen  europeo,  aunqi 
esté  en  América,  puede  recibir  dos  tipos:  uno  etff 
pmia  ú  cmtralista,  otro  unti-europeista  ó  anticen- 
tralista. 

Así,  en  Araénca  hay  dos  tipos  de  república:  la 
república  européisia  ó  unitaria  (v,  g.  los  Estadn^* 
Unidos)  y  la  República  antieuropeista  éantemútr 
Ha  ( v.  g,  Méjico,  Colombia,  el  Platal.) 

Si  escuchamos  á  la  historia  v  á  la  razón,   nu 


die  pretenderá  que,  la  república  día  Mejicana,  está 
llamaila  á  prevalecer  sobre  la  nqnlhlica  europíista 
de  los  Estados  Tnidos,  en  el  interés  de  la  civiliza- 
ción del  niiindü  ¿imericano. 

s  m 


í 
I 


Solo  el  gobierno  fuerte  podría  dar  2a  paz  a  la  Amé* 
rica  del  Stid 

No  hay  orden,  ni  paz  donde  no  hay  (¡obierno 
fuerte.  Todos  lo>  americanos  convienen  en  esto, 
y  no  pueden  dejar  de  dftivenír. 

Se  habla,  se  entiende,  de  pueblos  que  no  tienen 
el  hábito  ni  la  inteligencia  del  gobierno  de  sí 
mismos,  sino  de  ser  gobernados  aunque  por  su 
propio  gobierno. 

Pero  la  fuerza  del  gobierno,  en  ese  caso,  de* 
pende  de  la  central  i  zacion  y  de  la  iiiamovibilidad* 
También  convienen  en  ello  los  republicanos  de  Sud- 
América. 

Pues  bien,  un  gobierno  con  estas  dos  condi- 
eioneSj  no  es  mas  ni  menos  que  el  gobierno  á  la 
europea. 

Si;  pero  este  nombre  alarma,  y  por  él  queda- 
mos sin  las  condiciones  del  gobierno  fuerte, — ^Ven- 
gan las  condiciones  sin  el  nombre., — dicen  los 
republicanos  desencantados  de  la  república,  Pero 
no  es  posible.  Llamar  á  las  cosas  lo  que  no  son, 
es  cometer  una  mentira.  La  mentira  puerle  con* 
venir  al  poder  por  un  instante;  pero  Jiose  puede 


erijirla  en  principio  de  guljieruo:  ella  *?s  k  debi- 
lidad. 

La8  condiciones  del  poder  fnerte  mn  una  necesi- 
dad de  la  triste  condíeiau    httuuina  de  todos  los 

pueblos. 

La  centralizncion  pase,  pero  la  in/thnntLJifJad  m 
monstruosa,  dicen  á  esto, 

Ksta  objeción  descansa  en  nu  tjm  pro  y«í#.  Una 
simple  explicación  bastará  para  desvanecerla.  La 
inatnovibUulad  política  es  monstruosa,  dicen  bien 
los  republicanos,  y  el  sistema  de  cambiar  cada 
cinco  afios  á  los  gobernatitHs,  descansa  en  una 
nece?iidad  real  de  nuestra  condición  humana.  Cada 
cuestión,  cada  crisis,  cada  dificultad  nueva,  exi^je 
un  hombre  nuevo  y  esi»ecial  para  resolverla.  De 
allí  la  necesidad  de  cambiar  las  legaciones,  los 
iiiinistcrios,  los  parlamentos  y  los  empleados  amo^ 
vibles,  Pero  esa  movilidad  política  no  solo  no 
opuesta  á  la  forma  europea,  sino  que  es 
Lumpatible  con  ella  que  con  la  república  pi 
El  Ministerio,  que  es  el  Poder  Ejecutivo  en  la 
monarquía,  cambia  con  la  voluntad  del  Parla- 
líiento  y  del  país,  y  con  las  necesidades  de  la 
piilítica. 

Kl  Presidente,  que  es  el  Ejecutivo  de  la  repú- 
blica, dura  cinco  años  por  la  ley,  á  pesar  de  la 
voluntad  del  Congreso  y  del  país. 

Pero  la  inamorihifidad  política  no  es  la  perpe- 
i f tifiad  sociaL 

A' o  hay  que  confundir  el  orden  político  con  el 


—  417  — 


orden  social,  que  es  supremo  y  comprensivo  del  otro. 

El  Rey.  en  una  monarquía,  es  cabeza  del  orden 
político,  solo  porque  lo  es  de  la  sociedad. 

Tanto  conio  debe  ser  móvil  el  orden  político, 
debe   ser  inmóvil  el  social. 

El  Rey  es  la  cabeza  titular  del  Podei*  Ejecu 
jtivo,  pero  no  ejercí^  el  Poder  Ejecutivo,     (¿uien 

ejerce  es  el   Ministerio,     Así,  el  gobierno  in- 
^glés  es  llamado  con  razón  ffolnerno  ministerial,  al 
mismo   título  que  t^obterno  monárquico. 

Qué  importa  que  sea  perpetuo  el  Ejecutivo 
nominal,  si  no  lo  es  el  Ejecutivo  práctico  y  ac- 
tivo? 

La  mejor  Ibrnia  de  gobierno  es  la  combinación 

amalgama  feliz  de  la  inamovibilidad  y  de  la  mn 

lidad  en  el  poder,  que  responden  a  dos  necesidades 
•loHticas  de  nuestra  natuj  aleza  luimana,  por  la  pre- 
sencia de  un  Key  que  reina  y  de  un  Ministerio 
que  gobierna, 

Si  el  Rey  constitucional  es  inviolable,  es  por- 
que para  él  mismo  todos  sun  inviolables.  A  nadie 
puede  violar,  es  decir,  bacer  violencia,  por  la 
rencilla  razón  de  que  no  es  él  quien  gobierna. 
Sería  inicuo  hacerle  responsable  de  un  gobierno 
que  no  es  suyo 

Gobiernan  los  Ministros,  y  por  eso,  natural- 
emente,  solo  ellos  responden. 

\jn  Presidente  no  solo  es  mas  inmóvil  que  un 
Ministerio,  es  decir,  que  el  Ejecutivo  de  una  mo* 
narquía,  sino  que  tiene  mas  jioder  sobre  la  Legisla- 
lura  que  el  lírrv  v  r{Ur  lo^^  Ministros  de  su  Key. 


-  418  - 


La  razón  de  esto  as  clara.  KI  Presidente  debe 
sü  elección  al  pueblo,  y,  el  innisterio  de  an  Rey, 
la  debe  á  la  Legislatura  qae  lo  ha  designado  á 
la  elección  BeaL — El  Rey  hace  fiue  elije  sns  Mi- 
nistros; quien  los  elije  en  realidad  y  los  remaeve^j 
es  el  Parlamento- 
Basta  fijarse  en  ese  doble  origen  para  ver  quel 
el  Ejecutivo  de  una  monarquía  debe  ser  elegido 
con  mas  acierto  é  inteligencia  que  el  dé  una  líe 
pública;  pues  el  Presidente  no  puede  ser  conocida 
de  todo  el  pueblo  que  lo  elige,  mientras  que  el 
Ministerio,  lo  es  siempre  por  la  Legislatura  de 
cuyo  seno  sale,  íl) 

Por  lo  demás,  la  imimotibiUdad lí  permanencia 
tan  temida  en  la  monarqnía,  existe  en  la  República  \ 
misma  con  doble  desventaja,  para  inmovilizar  ell 
gobierno  entero  con  el  poder  de  la  fatalidad. 

En  la  República,  en  efecto,  el  Presidente  y  ell 
Congreso  son  inanioviUles  por  los  aftus  íhtales  que 
designa  la  Constitución  á  su  existencia,  y  tienen  qlie 
permanecer,  aunque  por  su  causa  se  hunda  el  país, 
como  sucede  á  Estados  Unidos  bajo  el  Presidente  i 
Lincoln. 

El  Congreso  no  paede  ser  disuelto,  aunque  sea 
an  obstáculo  para  la  marclia  del  Poder  Ejecutivo, 
como  lo  es  á  menudo  en  las  Repúblicas  de  Sud- Amé- 
rica, por  la  razón  de  que  debe  su  elección  al  Presi- 
dente anterior  y  rival  natural  del  actual. — Qué 
otra  cosa  importa  la  inamovibilidad  de  un  empleado. 


(I/— Ver  eJ  Econoinisin  de  6  do  Diciembre  ll<62   Lomlre^. 


-^  411Í  — 

que,  corao  el  Rey,  no  gobierna? — Nada,  sino  la 
perpetuidad  del  orden  y  de  la  paz;  la  perpetuidad 
de  la  solución  dada  al  problema  mas  capaz  de 
trastornar  la  sociedad: — la  elección  de  su  gefe  y 
cabeza. 


%  IV 


utilidad  que  de  los  arratiqups  m  anarquía  tas  podría 
Bacar  lii  |iolítíea  amerieuna  iiiira  la  com[>ü8¡cion 
del  gobierno  á  la  europen. 

Pueden  loa  restos  del  antiguo  régimen  monár- 
quico ser  utilizados  para  la  composición  de  un  nuevo 
régimen  republicano?— Sin  duda  alguna  y  con  gran 
provecho,  como  lo  demuestra  el  ejemplo  de  Chile, 
cuya  ky  de  régimen  iníenor^  no  es  mas  que  una 
refundición  de  la  antigua  (Jrdermff^n  rfp  Itifpmlf^ites. 
—Desde  luego  el  pueblo  actual  de  Sud- América, 
el  suelo  que  habitaj  sos  iustitucioneis  civiles,  so 
cíales  y  religiosas  — /,son  otra  cosa  que  la  obra  de 
la  antigua  monarquíaV — Sin  embargo,  hoy  forma 
todo  eso  el  fondo  material  de  la  república  indepen- 
diente,— Las  iglesias,  los  monumentos,  los  puentes 

caminos,  que  dejó  construidos  la  monan¡uía  es- 
'pafíoia  en  Sud- América,  dejan  por  ese  origen  de 
servir  al  lustre  y  A  la  civilización  de  las  repúblicas 
fundadas  en  su  lugar? 

Lejos  de  ser  un  obstáculo  para  la  constitución  del 
gobierno  á  la  europea,  de  que  necesitan  las  rejuí- 


—  4S0  — 


blicas  de  Sud-América  para  acercarse  al  mimdií 
civilizado,  esos  ananques  podrían  ser  utilizados  del 
modo  que  Miguel  Augel  usaba  los  restos  de  los 
templos  del  pagamismo  para  la  construcción  de  \m 
iglesias  que  su  genio  dejó  á  la  Roma  cristiana  y 
católica  de  nuestros  dias. 

La  centralización  gubernamental  es  el  priíuero  dej 
esos  arranques,  que  convendría  hacer  servir  á  l&J 
reconstrucción  de  los  nuevos  Estados.  Si  los  Ameri- 
canos del  Norte  la  hubiesen  tenido  para  todo  el  paí»^ 
de  que  consta  su  actual  República  unida,  se  habrían 
guardado  de  disiílverla  por  el  prurito  de  imitar  mal 
á  la  mas  prestigiosa  federación,-— I^éjos  de  malograr 
la  uniformidad  de  raza,  idioma,  legislación  civil  y 
gobierno  político,  que  heredaron  á  la  monarquía  in- 
glesa, la  lucieron  sel- vi r  á  la  grandt-za  ile  \?  R^pií 
blica,  aprovechándose  inmediatamente  de  esa  un  i 
IVíimidaíl  para  constituir sobie  ella^  la  unión  que 
los  hace  emular  al  poder  liritánico,  y  que  maiclia  á 
infundirse  gradualmente  en  un  solo  Estado,  á  ejem 
)ilo  de!  liemo  Unido,  de  que  proceden  los  que  se  lla- 
man por  autonomasia  Estados  Umdos. 

Después  de  loa  Estados  TTnidos,  Chile  y  el  Hrasil 
nos  ofrecen  el  ejemplo  mas  instructivo  de  lo  (jiie  pue- 
de ganar  la  constitución  moderiia  de  los  Estados  de 
la  América  del  Sud  con  conservar  una  gran  part( 
de  la  antigua  construcción  <í  complexión  europea' 
de  sus  gobiernos.  Chile  debe  á  la  conservación  de 
su  centralización  tradicional  é  histórica,  la  fuerza  y 
vijror  que  permite  ú  su  gobierno  mantener  una  pají 
feciintla  qne  lleva  ya  cuarenta  ailos.  El  Brasil,  lejos 


-  421   — 

de  hacer  de  sus  antiguas  capitanias,  iiulepeudieiites 
entre  sí,  otras  tantas  Repúblicas,  ha  hecho,  como 
los  Estados  ruidos,  de  todas  ellas  un  solo  Estado 
imperial,  y  gracias  á  esa  unidad  el  es  mas  fuerte  con 
sas  seis  millones  de  habitantes  que  los  veinte  y  cua- 
fro  millones  de  amerieanoa  de  origen  español  dividi- 
dos en  diez  y  seis  Itepúblicas,  gubdivididas  muchíís 
de  ellas  en  Provincias  soberanas. 

El  (añada  acaba  de  buscar,  en  la  centralización 
de  sus  diversos  pueblos  bajo  un  solo  gobierno  Ame- 
ricano, la  fuerza  que  le  liará  capaz  de  resistir  los 
planes  anexionista^^  de  la  gran  Repiiblica  de  su 
vecindad. 

La  gloria  nacional,  sentimiento  esencial  y  distin- 
tivo de  las  monarquias,  subyuga  el  gusto  de  los 
Americanos  del  Sud,  Qué  mal  pue<le  hacer  á  la  Re- 
pública el  conservarle  ese  atributo  del  gobierno  á  la 
europea? 


Vmna  el  ^iiUií^nio  á   la  eiiruiiea  es    íiievitiiHit*    en    el 
porvenir  de  Siid-Ainériiui. 


Los  que  combinan  aliafizas  de  resistencias  y  de 
defenscí  contra  la  Eurojia  en  Auuñ'ica  ;,se  harén  esta 
liiegniúa?'-'Fod(mos  trsisHr'f  —  (febemos  ndstir'^ 
-sabemos   lo  fjue  resistimosí^ 

La  solución  <le  estos  problemas  estií  en  la  solu- 
ción de  estos  otros. 


Adonde  rrf  ta  Américú?  Hááa  do$ide  cé  la 
Europn  en  América? 

Contra  la  faerza  que  gobiema  i  las  cosas  por 
9f  mtoiíaii,  nada  |>nede  el  gobierna  de  los  hombres. 

Si  e%  derto  qae  solo  Dios  hace  la  ley  y  qae 
el  hombre  do  hace  »ino  escribirla, — el  gobierno^ 
qae  no  es  mas  que  la  ejecución  de  la  ley,  su  san* 
cíon  y  colaboración,  es  ígualinenle  obra  de  Dios. 
Para  los  i-' '  ■  s^  como  para  ios  hombres — el 
gobierno  ]ij  í  y  Dios  dispone.  £1  hombi'e  no 
hace  el  gobierno,  como  no  hace  la  ley:  él  lotnter^ 
preta,  lo  signe,  lo  anxilia. 

Quién  hubiera  podido  impedir  la  independen- 
cia de  América  por  medidas  de  gobierno?  La  sábüi 
Inglaterra  como  la  imperiosa  Esiaña,  la  ralerosa 
Frafwift  como  el  canío  Portuiial—¿no  perdieron  to- 
das sus  colonias,  en  América  en  menos  de  cin- 
cuenta años? 

Y  qué  era  esta  pt^rdida?  —  Tna  revolución  á*t 
política  económica  que  se  operaba  por  sí  misma 
en  favor  y  en  servicio  de  las  necesidades  de  la  civili- 
zación y  del  progreso;  en  la  que  los  poderes  do 
Kuropa,  eran  instrumentos  y  ejecutores,  no  autores 
voluntarios  de  e>;e  cambio,  que  do  podían  evitar* 
ni  producir 

Kse  cauíhiu  de  salad  vino  de  bluropn,  ^a\  Amé- 
rica, l'or  i\m  no  vendría  el  que  debe  ser  su  coro- 
lario <l  coronamiento  ¡ndi^3nsable  en  servicio  de 
las  necesidades  de  esa  misma  Europa?  Quién  po- 
dría evitarlo?*  Habría  utilidad  en  evitarlo,  si 
íua<e  daliley     No  ¿ería  en  sí  la  satisfacción  de  una 


—  423  — 

jiece^^idad  de  civilización  general  ó  de  ambo*  raüii 
dos? 

Ea  qué  consistiría  ese  rnovimiento  ^^lIlo  en  l;i 
creación  y  formación  de  la  autoridad  Americana. 
sobre  bases  tan  eficaces  y  serias  como  las  que  su 
rentan  la  autoridad  europea?  Podría  ser  desvaa 
taja  y  pérdida  para  América  el  tener  gobiernos 
independientes  y  propios,  tan  estables  y  sólidos 
tcomo  los  que  tiene  Kuropa? 

Sería  nn  medio  de  resistir  A  Europa,  si  mese 
rival  y  enemiga  nata  de  América,  e!  tener  gobiernos 
Americanos  mas  débiles  é  inconsistentes  que  los 
gobiernos  europeos? 

Si  la  Kuropa  tuviese  interés  en  reconquistar  á 
Aniérica,  no  podría  encontrar  medio  mas  eficaz  de 
asegurar  la  ejecución  de  esa  mira,  que  el  fomentar 
la  conservación  del  sistema  de  gobierno  que  boy 
debilita  y  despedaza  á  la  América 

Queréis  la  prueba  de  la  verdad  de  esta  observa 
cion?  Ella  está  á  la  vista  de  América.  El  Bra- 
sil y  los  Estados  Unidos,  se  oponen  á  que  el  sistema 
republicano  deje  de  existir  en  Sud-América,  por- 
que  esos  dos  Estados  ambicionan  á  tomárselo  todo 
para  ellos  solos;  y  nada  puede  servirles  mejor  ese 
^de.seo,  que  el  sistema  de  gobierno  á  la  mejicana,  que 
lió  á  Estados  Unidos,  Tejas,  CaUfhrma,  Nuevo 
'Mtiico^  etc.;  y  al  Brasil,  las  Misiones  Orientales, 
y  la  provincia  Argentina  d*'  ]n  Tinndí^  (h'iental,  nms 
ó  menos  completnmente 


—  «4  — 


§  VI 


Ifn    solo   groliiemo   sifrviim   wi  salo  pai«— ttobirmii^ 
fttert^^  sí^tllra  p»t«  fnerle 

Qué  quiere  decir  ^otierma  nmiano? — Vn 
unitícado  paia  su  gobierno. — ^Es  el  país  el  que 
hace  una  soloy  y  como  consecuencia  de  ello,  el  go-" 
biemo  se  hace  uno  ^o,  como  el  pafs.     Tantos 
gobíernot$,  tantos  países 

La  anidad  del  país,  produce  sn  fuerza  y  sa  gran- 
deza con  reíípecto  á  las  partes  de  que  ooiisbi^ 
con  respecto  al  extrangero. 

Ninguno  que  ame  á  su  país  puede  desear  verl^ 
dividido  en  mochos  estados,  en  lugar  de  compone 
un  solo  estado  grande,  fuerte,  rei5petable  De  esfc 
fie  trata  cuando  se  habla  de  la  unidad  del  país.  La 
anillad  del  gobierno,  no  es  mas  que  el  signo  exierio^ 
de  la  unidad  de  la  yacion;  de  su  constitución  er 
un  solo  lisiado  f'uerk^  en  ffua  n-pi/hUra  orando. 
compacta,  sólida,  respetable 

Asi,  el  (johierno  centra} izado  es  el  gobierno  ñieríe, 
y  el  gobierno  fuerte  significa  la  Repnblka  fuetir, 
la  Nación  poderosa,  cosa  que  no  puede  ser  desa 
gradable  á  ningún  corazón  que  ama  deveras 
patria  y  su  grandeza  y  poder. 

Cuando  se  habla  de  una  sola  patria,  (por  ejempK 
para    los    argentinos)  y  un  solo    gobierno,  no  se 
alude  á  la  constitución  unitaria  de  Rivadavia  pre- 
cisamente, sino  á  la  unidad  histórica  de  esa  Kepú- 


^  425  — 

blica,  á  su  Megtidad  nacional  que  se  juro  en   la 
acta  liieniorable  del  25  de  Mayo  de  18 lu. 

Todo  sisteum  que  amenace  esa  integridad,  arae 
naza  un  princiiiio  de  la  rerolacion  de  Matfo  de  I;i 
Kepiiblica  Argcnfiiia. 

Kn  todos  las  «dras  repiiblican,  \a  revotueiun 
contra  Espafia  consagró  el  mismo  principio  de  con- 
servar y  mantener  sn  integridad  nacional,  cí  la  uni- 
dad de  la  Nación,  pt\  el  intert^s  de  su  libertad  y  de 
sus  nuevos  destinos  patrióticos. 

La  centralización  es  el  gobierno  liistórico  de  las 
Repúblicas  de  Sud- América.  Cada  una  era  ttn  vi- 
reinato,  no  una  provincia;  \m  todoj  compuesto  de  pro 
mncias^  no  una  provinaa  aislada. 

El  Paraguaif,  Montevideo^  BoliviaJasltepahHcaa 
de Cetdro  América,  son  las  únicas  excepciones  de  es 
ta  regla  del  pasado  americano,  lisos  Estados- 
ex'provincias,  se  han  formado  para  constituir  su 
propia  debilidad  y  la  debilidad  de  las  repúblicas  de 
que  se  desprendieron.  Y  si  han  balanceado  el 
poder  de  sus  ex-metropolis  de  América,  lo  han  de- 
bido á  su  miidmi  locaL 

El  imperio  del  Brasil,  es  decir,  la  coutra-revolu- 
idon,  es  el  único  que  ha  ganado  con  esas  creacio- 
nes de  relajación  y  disohicion 


^  vn 

Ha)'    loealbino  y  loeaüsinoi»  federación  y  federación 

Hay  localismo  y  localismo;  el  localismo  sajofi, 
que  signiticíi  la  iniciativa  individual,  y  el  local imno 


pr^ 


i2i;  — 


latino,  que  itu  «ignilica  sino  la  ^ama  i)  f  u 

déla  iniciativa  renfral  Este  ultimo  *.i....<*i.  .*  U 
ilesaparícioü  ó  ausencia  de  toda  clase  de  iniciatira 
y  el  país  y  8ns  destinos  marchando  como  á  la  castia- 
lidad.  Tálele!  rtsiado  y  L-ondieion  de  los  |mís 
de  Sud-An]<^n(*a  l!nmado>  frflriaciaties  lí  Estada 
Unidos, 

Así,  no  hay  *|Ue  ver  la  descentralización  >ajot 
en  todos  lo5i  logaren  y  casos  en  qne  ha  desapareciif 
la  centralización  latina  y  solo  pnrque  ha  ilesapare^ 
ciilo  esta  centralización. 

No  híiy  qae  pencar  qne  b  inHuUíva  individual  \ 
establece  y  resulta  del  simple  hecho  del  desquicia 
de  la  iniciativa  púbííea  ó  colectiva  del  Estado.  Nfi 
hay  qne  ver  una  federación  por  el  estilo  de  la  de 
¿astados  Unidos  en  toda  Hepiíblica  de  Sud  América 
<*n  que  ha  desaparecido  la  autoridad  nnitaria  ó  can- 
tral  Lo  que  resultaren  este  último  caso,  es  la 
desaimririun  y  ausencia  de  toda  autoridad»  tanto 
individual  como  central:  no  es  la  de?ícentralizacioiu 
es  la  anarguia:  no  es  la  autoridad  distribuida 
dividida  entre  las  localidades  del  país,  sino  la  auto- 
ridad que  íuisenta  de  la  nación  sin  encontrarse  en 
las  localidades,  acostumbradas  á  recibirla  de  una 
eosfera  Suprema  *!  Nacional,  por  siglos,  desde  su  na- 
cimiento;  y  jamas  á  darla. 

Esto  es  lo  que  no  toman  en  cuenta  los  liberales 
europeos  que  aplauden  las  fedeíaciones  de  Méjico 
Nueva  (jrranada,  Venezuela,  liio  de  la  Plata,  consi* 
derámlolas  como  imitación  liberal  completamente 
practicable  de  la  federación  de  los  Estados  Unidos. 


—  m  - 


I 
I 


í;  VIH 

En  i*ai$es  iiue  liuii  sidu  Uíiitarios,  la  repüf/Hca 
federal  es  hiieuM  piíra  cunspirar;  la  república  uni- 
taria,  para  inantener  el  «írdeiL 

Cuanílo  el  gobierno  central  ha  sido  Uránico  6  ex- 
tninjero,  la  Kepüblira  federal  es  un  arma  de  libertad 
y  de  independencia;  pero  cuando  el  gobierno  extran- 
jero ha  sido  reemplazado  por  un  gobierno  patrio,  es 
decir,  por  un  gobierno  libre,  la  república  federal  es 
un  arma  de  suicidio  y  de  propia  destruecion.  Ella 
pertenece  al  parque  de  los  enemigos  extranjeros. 

En  Sud -América  la  república  federal  sii'virt  para 
desarraigar  y  derrocar  al  poder  español;  pero  solo  la 
repüblica  unitaria  será  capaz  de  aclimatar  la  civi- 
lización europea  en  Ara<írica, 

Es  federal,  en  cierto  modo,  aunque  se  titule  unita- 
ria, toda  répul>lica  establecida  en  un  vasto  territo- 
rio, despoblado,  sin  caminos,  sin  grandes  ciudades. 
El  único  modo  de  centralizarlo  es  llenarlo  de  estas 
cosas,  es  decir,  desarrollar  su  civilización  material 
Así  es  como,  en  Europa,  el  progreso  de  la  civiliza- 
ción material,  ha  traido  la  centralización  en  el  go 
bíerno    nacional.     Pero  como  la  América    puede 
recibir  los  elemt^ntas  de  ese  progreso  ya  preparados 
desde  Europa,  todo  el  arte  de  su  gobierno  consiste 
en  abrirle  las  puertas  del  país  á  su  entrada  y  remo 
verle  toílas  las  trabas:  es  decir,  en  estrecharse  con 
Kuropa. 


—  42K  ^ 

Para  sacudir  el  eenírali^mo  hritánico,  las  Esta- 
dos Iniílas  se  valieran  de  la  ifpúhlica  túnfedprndaí 
para  conservar  la  independencia  conquistada,  susü^ 
luyen  á  la  re/mblica  confederada^  la  república 
federal  ó  unida^  en  el  sentido  de  nnitaria.— A  la 
liga  o  nüanza  de  listados,  fué  sustituida  la  (^ansA- 
tucion  naciomd.  La  ultima  revolución,  es  un  |iaM 
mas  hacia  !a  centralización  en  defensa  del  go* 
bierno  AUéericano  y  libre. — (^uién  ha  editado  por 
los  confederados  ó  separatistas  e^ta  vez?  -Natural- 
mente la  InglateiTa,  vencida  en  ITlífi,  y  la  Francia 
imperial,  que  no  dese^  ver  crecer  el  poder  repu- 
blicano. 

(¿uien  está  en  el  Plata  por  la  Hepüblica  federal? 
— Buenos  Aires,  cuyo  gobierno  local  es  la  cons- 
piracion  organizada  y  permanente  contra  todo  go- 
bierno nacÍDnal  ó  centralista,  en  el  interés  de  hacer 
SU8  veces,  en  lugar  de  Kspaña.— Quién  otro  I» 
quiere?     Naturalmente  el    Brasil. 


ií  IX 

Lii  re|iiítilí(Ni  federal  ha  Jieislio  «¡m  tietnpu 

Kl  escutlo  de  armas  de  los  Argentinos,  re| 
senta  una  idea  de  circunstancias,  como  la  república 
de  que  ea  expresión  marcial. 

Kepresenta  la  unión  militar. 

Su  idea  no  pertenece,  sin  embargo,   ni  á  Bel- 


Í21>  ^ 


I 


grano,  ni  á  San  A[artiíi.     Los  rai litaren  son  los  qae 
menos  se  expresan  por  sus  armas. 

De  dónde  son  tomadas?  -Du  la  tradidoii  ro- 
mana, pasada  por  la  aduana  de  la  revolnrion  fran- 
cesa de  171)3. — ^Los  nmianos  nu  conocían  la  liber- 
tad, la  república  fné  en  líoiua  lo  que  an  Sud-Anié 
rica  y  en  todas  partes:  y  el  íí3  solo  eonoei»^  el 
despotismo  de  la  gnillotina 

Ksas   armas  son    la  antítesis    de    las    idt»as  de 
fíelgrano,  personiticacion  Htd  de  la  revolucitjn. 

FJ  gorro  frigio  es  nn  desafio  á  los  Heyes;  es 
cumu  la  banderola  colorada  para  los  ojos  del  toro. 

klloy  mismo  no5  define  de  nn  golpe  ante  la  Europa 
monárquica  y  nos  recomienda  á  su  antipafia,  por 
lodo  lo  que  recuerda  el  terror. 
f  hdLlanZii.  qué  represeiítaV— La  libertad,  según 
la  mitología  pagana,  — Los  romanos  no  conoeieron 
Ift  libertaíl.  Kl  cristianismo  la  ha  fundado  en  la 
|>aciencia  y  la  virtud,  lia  libertad  inglesa  se  sien- 
]m  ta  en  un  saco  de  lana,  para  demostrar  que  tiene 
H  por  apoyo  la  rique^a,  hija  del  trabajo  pacífico .  La 
■  libertad  que  descansíi  en  la  punta  de  una  hvnza,  se 
lastima  eu  su  propia  siHa. 

Las  manos  cerradas  mutuamente,  representan  la 
iinioH  federal,  lo  contrario  de  tiuidad  —  es  decii%  la 
separación  y  divisiun  que  arruina  á  la  República 
Argentina.  Ijas  dos  manos  de  nn  niisiiiu  hombre 
no  se  estrechan  u»ia  á  otra  para  probarse  amor  á  sí 
mismo,  Dos  manos  signitican  mas  de  una  persona, 
es  decir,  mas  de  un  país,  mas  de  nn  pueblo. 
Que  ha  resultado? — Que  las  manos  unidas  para 


—  4:ío  — 

sostener  la  libertad,  se  han  puesto  á  luchar  ó  pulsear 
— y  la  libertad,  hecha  pedazos  se  lia  apretado  el 
gmroy>  eomo  dicen  allá. 

El  sol,  representa  el  Ídolo  de  los  indígenas.  Cq* 
bierto  en  su  mitad  por  el  horizonte,  no  se  sab^ 
como  decía  Flanklin,  si  es  el  sol  que  nace  6  el 
que  se  pone;  es  decir,  el  sol  del  porvenir  ó  el 
del  pasado. 

Las  otras  repúblicas  de  América  han  sido 
felices  en  la  composición  de  su  escudo  de  armas:  la 
ilqueza,  el  suelo,  la  industria,  los  productos  que 
forman  la  grandeza  nacional,  para  sí  y  para  el  mun- 
do, son  representados  en  ellas. 

Si  los  argentinos  se  reformaran  según  las  ideas 
europeistas  de  Belgranoy  San  Martin,  podrían  con- 
servar, el  rio,  camino  de  riqueza  y  civilimcion^  y 
la  ohvQj   símbolo  de  \apaz  necesaria  al  progreso. 


Loíf  colores  de  su  bandera  que,  según  Mitre,  ti 
ventó  Belyrano,  y  que  Imbría  podido  mas  bien  deci 
descubrv),  son  españoles,     Hon  los  de  la  banda 
una  lista  blanca  y  dos  celfste^  que  los  líeyes  de   E^ 
paña  llevan  en  el  pecho  como  símbolo  de  su  soberii 
nía,  en  cuyo  sentido  probablemente  la  tomó  Belgra ' 
no,  para  tlistinguir  la  soberanía  del  pueblo  argentino^ 
Son  también  los  colores  de  la  orden  de  Carlos  IIL 

Belgrano  que  se   había  educado    en  Kspafla, 
amaba  ala  España,  tuvo  tai  vez  esa  rf^mscencii 
que  Mitre  toma  por  mvenrion 

Yo   no  amo  esos   colores  (aunque   los   respet 


como  patiíos),  no  porque  son  espafioles  de  origen 
(yo  mismo  lo  soy),  sino  porque  representan  des 
gracia,  en  el  Plata  y  en  España.- — Yo  me  doy 
una  explicación  supersticiosa  de  este  fenómeno,  á 
falta  de  una  explicación  racional: — el  aiid  e^ima 
especie  de  hito,  como  color  del  cielo,  que  es  la  pa- 
tria de  los  muertos.  Los  vivos  estañen  la  tierra, 
que  no  es  azul;  y  la  vida,  coexiste  en  ellos  con  la 
sangre,  que  es  rofa^  y  la  representa  por  lo  mismo. 
Yo  afiadiria  á  nuestro  Inctuoso  estandarte,  el  rojo 
del  sol,  que  ameniza  y  fecunda,  como  estil  en  la 
bandera  de  guerra.  Tal  vez  por  esto  ha  sido  mas 
feliz  en  la  guerra  que  en  la  í>az. 


§x 


CetiiraUzneíou  y  de»S(*entr»lízacion,  iinirlad  y  federa* 


1*10  n. 


Sabido  es  que  la  cenfralizacion  ó  la  desceñí  ral  Im- 
ciun  del  gobierno,  no  depende  de  la  voluntad  de  un 
congreso  constituyente,  sino  de  la  fuerza  de  las  cosas. 

No  se  puede  decir  que  esta  fuerza  de  las  cosas 
haga  imposible  en  América,  la  centralización,  su- 
puesto que  ha  existido  por  siglos,  cuando  Amé- 
rica  abundaba  en  población,  caminos,  comercio,  etc, 
menoí  que  hoy. 

Bajo  el  sistema  colonial,  la  América  no  conoció 
sino  gobiernos  nmiarios.  Así  se  pobló,  creció, 
se  civilizí^  hasta  poder  declararse  y  ser  indepen- 
íliente  nc  Europa.  Así  llevó  á  cabo  la  guerra  de 
sa  indc|»endenc¡a. 


Esos  gobiernos  eiaii  las  monargnin^  de  Tt^ 
trrra.  Espafta  //  Pofin(/aL  qoe  tenían  sus  cent 
vn  Europa. 

Para  destruir  esos  podere*-  en  Am^^iica^  en 
busca  de  la  independencia  respecto  de  ellos,  se 
trat«>  de  descentralizarlos 

De  ahí  las  juntas  ú  gobiernos  locales  de  Amé 
lica,  t]ue  la  revolución  instaltí  para  socaba r  el 
podei'  rentral  di  los  monarcas  europeos.  La  r« 
voluci<»n  misma,  sin  desconocer  de  frente  la  sot 
rania  de  los  Reyes  lejanos,  fué  una  especie  de 
descentralización  en  su  origen:  ella  visó  á  ]a  au- 
fonomia  administrativa  de  América.  Ella  proclamú 
la  independencia,  después  de  inútiles  tentativas 
para  asegurar  la  mera  descentralización,  que  fué 
el  primer  grito  de  la  reroíttciON. 

La  descentralización,  que  fué  un  arma  útil 
debilitar  y  destruir  el  poder  de  los  Reyes  ei3 
peos  en  América,  lia  continuado,  por  una  aberra" 
cion,  debilítanrlo  y  estorbítndo  el  establecimiento 
de  los  gobiernos  americanos,  que  mas  bien  con- 
venía fortificar. 

América  ha  olvidado  que,  si  la  <lescentra1izacian 
fué  un  arma  de  circunstancian  para  de.^truir  el 
antiguo  gobierno  español,  después  de  logrado  eso, 
no  podia  servir  á  la  America  independiente  sino 
para  debilitar  su  propio  poder  modejiio. 

Ese  vicio,  udcido  de  toda  revolución,  ha  pre- 
tendido justificarse  con  las  necesidades  del  suelo 
vasto  y  desierto,  Pero  la  historia  de  dos  siglos 
de  centralismo  colotiial,    desmiente  esto,  por  mas 


433  - 


que  el  suelo  de  América  y  m  edad  presente,  no 
sean  tan  favorables  á  la  centralización  corao  los  de 
Europa. 

Esa  aberración,  vicio,  ó  üianiíi  de  federación^ 
autorizada  con  el  ejemplo  de  la  prosperidad  de  los 
pueblos  anglo  sajones  de  Norte-Aiuérica,  (que  íse  ha 
atribuido  á  la  federación,  porque  se  ha  realizado  á 
pesar  de  esta),  es  la  «iesgraciada  causa  que  mantiene 
hoy  en  anarquía  todo  aquel  continente. 

Esa  anaríiuía  tendida  un  término  del  modo  que  ter- 
minan todas  las  anarquías  — en  la  creación  6  consti- 
tución de  poderes  Inertes;  y  esa  fuerza  la  hallarán 
donde  antes  existió  en  América  y  donde  hoy  exis- 
te en  Europa--en  la  centralización,  en  la  unidad 
del  poder, 

hñ  unidad^  es  nna  necesidad  de  «írdeu,  una  ten- 
dencia de  civilización  en  América.  Al  revés  en 
Europa,  la  descentralización  ó  federación  es  unji 
necesidad  de  libertad,  porque  en  Europa  los  poderes 
pecan  por  demasía  de  centralización,  mientras  qne 
en  América  son  débiles  é  impotentes  por  falta  de 
centralización. 

Así,  la  federación,  la  descentralización  política  y 
administrativa,  en  Europa  es  un  medio  de  oposición 
4ie  todos  los  partidos  liberales  y  caídos. 

En  todas  partes  la  federación  es  un  medio  de 
oposición  al  f^obierno  que  se  quiere  debilitar,  des- 
-conocer  ó  voltear. 

Pero  ese  medio  de  oposición^  ejercido  contra  un 
poder  débilf  solo  conduce  á  la  anarquía,  como  su- 
cede en  América  con  los  gobiernoi  patrios  nacien- 

2i 


tes;    emp!ea<lo   contra    un    poder  exorbitañteT  W 
decir,  ilemasiado  central,  solamente  es  útil  ú  la  li 
berta*!. 

En  Europa  es  tan  lejítima  y  liberal  la  tendencia 
á  la  federación^  coma  en  América  es  funesta  y  de 
sastresa. 

Importa  que  los  legisladores  y  hombres  püblicc 
de  América,  tengan  presente  esta  diferencia  incoi 
testable,  al  tiempo  de  leer  los  libros  de  Tocquevilk, 
Amiand  Carrel,  Lavergne,  Guizot,  Prondhon  y 
todos  los  escritores  que  defienden  la  descentraliza- 
ción. Todos  ellos,  repárese,  son  escritos  estando^ 
fuera  del  poder  y  con  tendencias  mas  o  menos  nacidas 
de  oposición  al  poder  existent43. 

La  aiilicücion  plagiariri  de  sus  doctrinas  en  Amé- 
rica, conduce  precisamente  al    i'umbo  opuesta  de 
que  buscaban  sus  autores;  conduce  primero  á 
anarquía,  y  de  ahí  al  <Íespot¿snw  puro,  que  viene 
ser,  lo  que  es  peor,  un  remedio  santo  y  necesarií 


S  XI 

Acciou  diáQlypnto  y  combinada  por  si  misma  de  los 
Estudíis  Unidos  y  el  llnisil   cti  la  imi^rica  ante 
Española* 


La  República,  como  forma,  es  bella  y  simpática; 
pero  tiene  su  precio  para  los  pueblos  bispano-ameri- 
canos,  precio  que  no  será  deniusiado  para  los  que 
tanto  la  aman;  y  como  él  no  es  pagado  por  los 


^  435  -- 


quií  nia^    la  defteiideti,  sino    por    V\%  |iíieí>b8,    la 
America  del  8ud  pueíie  rontur  que  tendrá  la  n^ 
púljlica  á  tudo  precio. 

Corno  república»  es  natural  para  que  í>ea  per 
fecta^  que  sea  copia  del  gnm  modelo,  es  decir, 
que  sea  lepúbüm  federa!^  constituida  al  estilo  de 
la  de  Estados  Unidos. — Si  no  hay  varios  Esta- 
dos que  unir;  si,  en  lugar  de  t^arios,  no  hay  ma- 
que uno,  (que  yn  está  unido),  se  le  déjstme  en 
varias  proinncias^  y  estas  provincias  son  conver- 
tidas en  Estados.  Esta  desunión  se  llama  fede- 
ración, y  se  tiene  asi  una  constitución  que  es  el 
polo  opuesto  de  la  constitución  de  Norte  America» 
donde  fedei  ación  signitica  y  es  realmente  unión: 
federalismo  se  llama  nnifarismo  y  lo  es  real 
mente,  —  Washington,  Aradisson,  Hamilton,  eran 
unitarios  en  ese  sentido,  respecto  á  sus  oposito- 
res, los  separatistas  de  entonces,  que  son  los  mismos 
en  principio  que  los  confederados  ó  separatistas  di' 
70  años  mas  tarde. 

Kn  materia  de  constitución  no  se  inventa  en  est^ 
siglo,  dicen  Sarmiento,  Mitre  y  Rawson,  dando  ¡r 
entender  que  la  suya  tiene  que  ser  copia  de  la  d(^ 
Estados  Unidos.  Se  vé  que  ese  lenguaje  es  pur;i 
modestia.  Si,  se  inventa,  y  la  constitución  argén 
tina  de  186t>,  es  toda  una  invención,  que  difiera 
tanto  de  la  constitución  Unitaria  de  Washington  \ 
de  LiincoIUj  conm  de  la  Confedcrarjon  stparatisía 
combatida  por  Washington,  y  resucitada  y  refor- 
mada por  Jefferson  Davis. 

Esas  dos  constituciones  de  Norte  América,  diíi^- 


—  436  - 

rían  en  m  grado  de  nnion;  la  coa  en  mas  estrcelm^ 
reser     '     ine  la  otra.     Pero  las  dos  eran  la  unión 
de  1  que  habían  sido  indepeadieotes  entre  sí. 

^^--La  de  Saimiento  y  Mitre,  como  la  de  Artigas  y 
Ro^as,  es  la  demnion  de  i  '  is,  qne  formaran 

MU  solo  Estado,  en  tantos  i ... . .  como  provincias,  ^ 
para  tener  el  güi^to  de  reunirías  como  si  fueran  Es- 
tados antes   independientes.     Es  an  pescado  que  I 
se  seca,  solo  para    tener  el  gusto  de  bafiarae  eqj 
seguida.  (1) 

Los  Estados  Unidos,  no  necesitan  ejércitos  m| 
campañas  para  tomar  posesión  indirecta  y  ronveí* 
tir  en  sus  satelices  á  las  repúblicas  latinas  de  Sud 
América.     Les  bastan  dos  armas  de  comjuista,  que  j 
poseen  naturalmente  en  su  sistema  de  gobierno^  á  ¡ 
saber: 


(1>  «Aun  en  ^^ta  tAriemoí?'  quo  volver  al  «•-^—  --  -■• 
dan    to«    Eslodo^    Unídní,.     La  nación^  \n  j"  le- 

AtTiericfino,    nstá  toda,  puede  deHrs^,    en  Iji  't<i 

en  (¡no  ha  nacido  ó  se  esíableció   d^íspues,    W  a  -  la 

mpiUiL  e»  üOlo  una  grande  y  í^u^ustu  tilden^  qu^  su 

propln  vido  munii'ípfil  Mn  nh^orbor  \fi  susUncia  n*»  i.js  gii* 
triios.* 

(SarftiivnfOf  cajía-prosprcto,  de  mi  periódico  mAmtfas  Atnéri' 
caén^  escrito  en  Eí^tudo»  Unñlos  vn  JSfTí.) 

Asi  nitcrn  ol  sentido  de  ías  ¡nslituelones  de  Norte'Amérft!8^ 

Emro  serngrrndohle  ni  loeñlisuio  de  Huenos  Aires,  ifue  le  mito* 
ÍDíifi,— A  e^o  filude  \u  pnlabrM— ur».  fftu^  /ni  navttJu  ó  sf*  csta^ 
hleció  dd^pur-    —II  o¿;  portcfJii  dr  adnprion  y  í*onrenienfiii. 
Oecir  tfll  I  MI   el  piiiát  aue   rn'nbn    de  solvnr,    por 

una  \tnprTi\  u  *.    Ja   inU'g^pidnd  de  su    sueií»  palrio.  1a 

uriidfH  íle  am  Nííimuíí,  soraeliendo  t\  1>  Estados  poderosos  t  la 
obcdienniíi  de  In  ley  nMínonal  y  común,  os  el  <«olmo  de  Iji 
in8olen»?ifi  y  del  absurdo.  i 

De  rnoílo  que,  se^run  Snrruiento,  Lm^.inln  Ua  muerto  por  la  1 
aldea  de  su  nncinvcttto  *>  vn  qfte  si*  r^tnblrció  despuc»,  y  nal 
por  la  gran  patria,  lo  gran  nación,  salvada  Qn  esn  ^lerrn  f 
ílel  ♦*cntralismo  con  el  nldennÍJimol 


-  437  ^ 

í**  La  federación, 

2^^  La  doctrina  de  Monroe. 

Estas  dos  armas  ijue,  para  los  Estados  Unidos, 
tíon  dos  fuerzas,  para  las  repúblicas  del  Sud,  son 
las  dos  causas  rnas  poderosas  de  djsalurion  y 
ruina. 

La  federación,  las  disuelve  en  Provincias  sobe- 
ranas, con  humos  de  Estados  independientes:  ejeui- 
plos  lastirausos  y  ridículos  de  ellos,  los  Estados  Uni- 
dos de  Mi/tct^  los  Estados  L  nidos  de  Cohmfmt^ 
lü8  Estados-  Unidos  de  Venezuela,  \os  Estados-  Uni- 
dos del  Plata  (proyecto  biasilero)  etc.  Es  decir, 
ijue  la  tedei'acion  aplicada  al  revés  de  los  Estadus 
Unidos,  los  deja  sin  gobierno  y  despedazadus^^ — 
y  la  doctrina  Monroe^  echando  de  esas  repúblicas 
la  influencia  auxiliar  de  la  Europa,  las  convierte  en 
colonias  indirectas  délos  Estados- Unidos, 

Mí5jico,  v-  g.y  proclama  el  odio  á  los  extrange- 

^"08,  en  tanto  que  los  Estados- Unidos,  los  reciben 

Me  la  Europa  por  millares  y  deben  á  ello  la  gran- 

d.^za  que  les  hace  scí'  señores  de  ese  mismo  imbécil 

Méjico. 


§  XII 
La  ímitiicion  a  los  distados  Unidos 

No  conozco  nada  de  mas  imbécil  y  estúpido^ 
i|ae  el  proceder  de  esas  repúblicas  de  Sud- América, 
que  habiendo  tenido  una  capiul  durante  toda  una 
existencia  unitaria  de  siglos,  se  ponen  á  interrogar 


^  4S8 


i  la  htütoría  de  los  Esladm  Unidm,  cuál  e-i  Is 
riodafl  en  qae  Iiavaa  de  colocar  su  capital  federal^ 
qué   ^  toes  ha  de  tener,  cuánta  población 

qné  -:  geográfica. 

Es  como  9i  la  monai-qula  efpafiola^  qUfríeiidl 
adoptar  U  «oniítitacioTí  de  la  Gran  fírefafia,  pai 
mejar  imitar  e^te  gran  modelo  de  libertad,  hicí€ 
de  la?  Prorincias  vaicoii^*das  una  Escocia,  dp  las 
de  Cataluña  y  de  Valencia^  una  ífJanda,  y  del  refslo 
una  lítylalerra  pro|iianiente  dicha:  ó  lo  que  es  tgualj 
que  clividÍL*se  sn  reinn  unitario,  ími  tres  reinos,  pai 
formar  con  su  reaglomei'acíon,  el  ijeíwo  Unido  dr 
la  Gramh  Ibeiui,  y  í^e  desprendiese  de  ^fadníl, 
Holo  pur  liarse  itn  Lí»ndres  en  la  boca  del  (runJ.*}. 
^uivb\  su   lúmf'SíH. 

t^8  como  si  \m  monarquistas  franceses,  imitadores 
i] el  gobierno  constitucional  de  Inglaterra.  ^1  "  i- 
sí»n  <|ne,  siendo  la  mouanj ufa  inglesa  el  mol  :- 

bado  é  inmejorable  de  la  monarquía  libre,  no  ha- 
bria  mas  medio  de  introducirlo  en  Francia  íjue  divi- 
dir esta  nación  en  tres  reinos,  á  fin  de  poder  llamar 
á  su  reunión  el  RmnQ  Unido  de  la  Francia,  sin 
cuyo  nombre  y  sin  cuya  divi'síon  no  podria  serli 
Francia  una  verdadera  monarquía  libre  y  c^nstitu" 
cionaL 

Este  método  de  pueril  y  frivola  imitación,  sal 
perticial  y  nominal,  e^  el  de  los  imitadores  Sud-Ame-" 
ricanos  del  gran  modelo  del  norte  de  su  continente, 
que  (líos creen  imitar  mal  si  no  comien^anpor  abolir 
su  unidail  tradicional  y  revocar  su  capitíd  hi'ítiirica 
eou  el  solo  linde  titularse  Pastados  Unidos  drA, 


B,  C,  y  ponei*so  á  buscar  una  Washington,  t|ae 
tenían  y-á  desde  tres  siglos,  y  no  necesitan  buscar, 
por  lo  tanto. 

S  XUI 

Unían ;  desunión 

El  mejor  modo  de  imitar  el  sistema  político  de  los 
Estados  (j rudos  de  América,  Píira  las  repúblicas  de 
origen  español,  es  evitar  la  copia  de  su  dstema 
federal.  Esto  parecerá  un  contrasentido,  pero  es 
la  ex|iresion  de  la  verdad  mas  exacta  y  mas  fácil 
de   demostrar. 

Todas  las  repúblicas  de  la  América  del  Sud  son 
unitarias  de  origen. — Chile ^  eü  Peni,  ü/^/ící/,  etc 
emancipándose  de  España,  fueron  cada  uno  un  J*l$ta- 
<1o  consolidado,  enteramente  independiente  de  todo 
víncnlo  que  ligase  su  soberanía  en  lo  exterior. 

Las  provindüiy  en  que  cada  uno  de  esos  Estados 
se  divirlia,  eran  meras  demarcaciones  administra- 
tivas, para  el  ejercicio  de  la  acción  central  en 
todíis  las  partes  de  su  territorio;  exactamente  como 
las  provincias  en  que  se  divide  la  España,  en  que 
se  dividía  la  Francia  unitaria,  hasta  que  la  divi- 
sión departamental  reemplazó  á  la  de  provincias, 
en  que  se  divide  hoy  mismo  Chile  y  el  Brasil^ 
dos  países  unitarios, 

Evas  repúbliras,  divididas  en  provincias,  íiie- 
ron  VirrifwfoSf  ó  grandes  Capifanios  Genet^ales^ 
divididos  unos  y  otras  en  provincias,  bajo  el  régi- 
men colonial  Español. 


w  m^  m 


^  440 


Para  imitar  á  los  Estados  Unidos,  qué  hao  he- 
cho las  Repúblicas  que  se  han  constituido  federal- 
mente? — Han  tenido  que  convertir  tas  Provincias 
en  Estados,  es  decir,  que  dividir  la  unidad  tradicio* 
nal  de  su  soberanía  en  tantas  secciones  soberanas  co- 
mo Provincias;  y.  deshecha  de  ese  modo  la  Nación^ 
recomponerla  á  imitación  de  Estados  Unidos, 
á  imitación  de  su  propio  nacionalismo  histérico 
tradicional. 

Qué  ha  resultado  de  este  moda  de  organizadoi  _ 
fundado  en  la  descomposición? — La  división  def 
gobierno  central  en  tantos  gobiernos  como  Provin- 
cias, es  decir,  la  reducción  del  gobierno  central  ó 
nacional  á  un  simple  nombre;  o  mas  bien,  la  desapa- 
rición del  gobierno  nacionaL 

Todo   lo    contrario   ha  resultado   de   la   um 
tormada  en  Norte  América,  de  países  que,  antes  de 
Ja  revolución,  eran  ya  especie  de  Estados  indepen 
diente!^  unos  de  otros;  aumiue  todos  dependiesen  dej 
gobierno  central  de  Inglaterra. 

La  umon^  los  ha  sacado  del  aislamiento,  haciendo 
de  los  que  fueron  varios^  un  solo  ctierpu  jjoJitico. 

Federarse   fué  para    ellos   nnirse,  consolidar 
hacerse  uno  solo;  federarse,  para  sus  copistas 
juicio,  ha  sido  dividirse,  desunirse,  disolverse. 

Cada  federación  ha  obedecido  á  su  principio  oí 
ginal  y  ha  gravitado  á  su  mira  fundamental. 

La  federación  de  los  Estados  Unidos  ha  mar- 
chado hacia  la  centralización]  la  de  Méjico,  la  dei 
Jiata  etc,  han  marchado  bácia  la  disolución. 

La  federaáon  unitaria  del  Norte,  no  ha  hecho 


-  441  - 


mm  que  aamentar  so  territorio;  las  del  Sud,  no  han 
hecho  mas  que  perderlo. 

Esta  verdad  simple  ha  escapado  á  sus  copistas 
de  buena  fe.  Pero,  á  menudo,  los  de  mala  fe  la 
han  visto  y  la  han  disimulado  pnr  cálculos  de  una 
ambición  patricida. 

He  aquí  el  razonamiento  con  que  los  federalis* 
tas  del  Plata  han  disuelto  ese  país,  en  servicia  de 
la  unidad  del  Brasil. 

Había  una  constitución  sancioíiada  en  1853,  que 
habia  sido,  en  el  fondo,  la  restauración  del  naciona- 
lismo  tradicional  argentino,  bajo  apariencias  de  fe- 
deralismo, que  eran  una  concesión  política  á  resis- 
tencias localistas,  en-adas  por  el  cjeraplo  de  Buenos 
Aires. 

Los  órganos  de  Buenos  Aires  hallaría  iniper* 
fecta  e^'d  constitución,  por  demaí^iado  centralistai 
le  hicieron  ¿5  enmiendas,  que  convirtieron  Vdcons 
tituciofi  en  nn pacto  y  la  Nación  en  una  Uga. 

Este  servicio  hecho  al  localismo  disolvente  de- 
Buenos  Airci»  se  cubriü  con  la  autoridad  del  cjeni- 
pto  de  los  Estados  Unidos,  entendido  de  este 
modo: 

^  La  base  de  criterio  ile  la  comisión,  al  formular 
sus  reformas,  ha  sido  la  ciencia  y  la  experiencia  de 
la  constitución  que  se  conoce  como  mas  pertecta,-  - 
la  de  los  Estados  Unidos, — por  serla  mas  aplica- 
cable* —  «Siendo  hasta  el  presente  el  gobierno  de 
los  Estados  Unidos  el  ultimo  resultado  de  la  lógica 
humana — habría  tanta  presunción  como  ignorancia 
en  pretender  innovar  en  materia  de  derecho  cons- 


^  443  .- 

titucional  ^      f Informe  de  la  conmion^  redactado  i^ttr 
Mitre  y  Sitrmieitfo.J 

Pues  bien,  esos  moámto^  federalistas  á  la  violeía^ 
hadan    á  la  constitución  modslo,  m\a  innovacioi 
mas  gi*ande  que  la  que  hicieron  á  la  misma  cona 
titiicion  Argentinn,  juies  empleaban  como  máqmni 
para  disolver  una  Nacían,  la  ley  que  había  ser^ 
vido    para   crear   la   primera  Nación    del    nue^ 
mundo. 

Buenos  Aires  (dijo  la  comisión  en  su  informe)] 
al  tiempo  de  incorporarse  á  la  Confederación,  pueilf 
y  debe  proponer,  romo  la  formnla  general  de  una 
reforma,  ^A  restablecimiento  del  texlo  de  la  Consti- 
tución Xurte  Aniericamij  la  única  que  tiene  auto- 
ridad en  el  mundo  y  que  vo  puede  ser  alterada  en 
su  esencia,  sin  f/ne  se  violen  los  prífwipios  de  la 
asociación  y  s^  falseen  fas  reglas  constitutiras  de  la 
republtca  federal.  —La  alteración  ríelos  copistas^ 
lo  ha  probado  bien. 


XIY 


IjU  repiiblica  que  necesitamos 

No  todo  es  ignorancia  y  en^oren  el  flujo  de  imitar 
en  Sud-Amt^rica  el  feíleralismo  de  los  Estados 
Unidos,  Lo  ma>í  viene  de  ambición  y  falta  de  pa* 
triotismo. 

Todos  los  autores  de  la  Kevolucion»  todos  los 
creadores  de   la  Independencia    de   Sud-Arnt^rici 


—  143  — 


fueron  centralistas  por  convicción  y  patriotismo. 
Educados  en  Europa,  conoeiaii  inejor  las  coiidi- 
Clones  naturales  del  poder:  de  ese  mismo  poder 
que,  uo  obstante  su  exterior  monárquico^  no  lus 
privó  de  ser  lo  5  masf^nmdes  patriotas  que  haya  teni- 
do Sud- América.  Hablo  de  Belgrafio,  Rivadavia, 
Pueyrredon,  O^Higgins,  San  Martin,  Alvear,  Sucre, 
Bolivar,  etc. 

Bastaba  que  ellos  Inibiesen  sido  partidarios  del 
;;obiei7io  centralista,  para  ver  en  esta  forma  una 
garantía  del  patriotismo  americano. 

Por  que  siguen  la  contraria  los  pequeilos  patrio- 
tas del  día? — Porque  son  mas  egoístas  que  patrioras; 
porque  no  tienen  el  patriotismo  desinteresado  y 
honesto  de  aquellos  graniles  hombres»  La  fedeuécmi, 
m  el  sentido  de  exaltar  la  soberanía  locaj^  es  una 
amia  de  guerra  civil,  que  sirve  para  derrocar  al 
gobierno  central,  en  el  intere's  de  gobernar  su 
Provincia,  sin  el  control  ó  limitación  de  la  auttiri- 
dad  suprema  de  toda  la  Nación.  Es  la  decadencia  y 
la  degradación  del  sentido  político- 
La  federación^  es  el  camhUaje:  así,  en  el  Plata. 
todos  los  caudillos  han  %\^\}  federales:  Aldan,  LopejSy 
Ramírez,  Artifjns^  Bastos,  Ibarra^  QairO(/a^  Rosas, 
He  ahí  los  grandes  federales  de  la  República  Ar- 
gentina. Olvidaba  uno,  el  Or.  Francia.  A  esa  le- 
gión pertenecen  hoy  Mitre,  Sarmiento,  etc.  etc., 
como  defensores  de  la  causa  de  Buenos  Aires,  en 
contraposición  a  la  cansa  de  la  ^^acion,  tal  como  la 
qtierian  Belgrano,  Rivadavia,  Alvear,  Pneyrredoii, 
etc.,  es  decir,  centralista. 


-  444  — 


La  federación,  como  destunocinüenio  ile  la 
ridad  de  la  Nación,  par  la  Provincia  de  Buenos 
Aires,  qne  no  admite  autoridad  superior  á  la  t^uya, 
no  ha  sido,  ni  es  en  el  Vlata,  sino  un  cálculu  de 
ambición  local,  sin  pizca  de  patriotismo,  entendien- 
do por  patria,  lo  que  se  entendió  en  l8lU,--l^ 
totalidad  del  ¡mcblo  orgentino. 

No  hablo  aquí  como  hombre  de  paitido:  la  pruc 
ba  es  qne  quiero  á  los  federales ^  pero   nó  la  federa ^ 
don,  quiero  la  unidad,  no  estoy  con  los  nnitarfos. 

Las  palabras  han  servido  para  dividir  á  los  hona* 
bres,  como  los  colores,  arbitrariamente  y  sin  aten- 
der  al  principio  que  representan  Así,  Mitre  y  Sar 
miento,  luchando  contra  Buenos  ¿Vires,  eran  unila- 
rio8\  hoy,  al  servicio  de  su  cama  hml,  son  federa- 
les,  naturalmente  copistas  de  los  Estados  Unidos, 
por  el  método  daguerreotípico,  es  decir,  copistas  al 
revés.  Asi,  del  sistema  que  emplean  los  americanos 
del  norte  para  crear  un  ijobUrno  nacional^  que  tío 
tenían,  se  han  servido  los  del  Vlnid  para  abolir  el 
quccxisíia.  Loque  en  el  original  e?i  unión,  en  la  co- 
pia ha  salido  desumoiK  Aquellos  hicieron,  de  muchas 
Provincias,  twa  Nación; — estos  han  hecho,  de  una 
Nación,  muchas  Provincias  soberanas 

JjOí>  nuevos  como  los  viejos  federales  serán  con 
tiempo  vencidos  por  la  ley  natural,  que  obligará 
la  República  á  buscar  su  salud  y  conservación 
la  centralización. 

La  centralización  vendrá  por  sí  misma,  por 
poder  de  la  necesidad  que  de  ella  tiene  la  República" 
para  no  ser  absorbida  por  sus  vecinos,  mas  íuert 


-    445  — 

que  ella,  por  esa  centralización,  que  sus  malos  híjoa 
combaten  y  estorban. 

No  la  crearán  las  localidades,  es  decir,  los  egoís- 
mos pequeños.  Creada  por  los  intereses  generales 
que  se  desarrollen  á  pesar  y  contra  los  gobiernos 
sin  patriotismo  nacional,  ella  se  impondrá  al  tin  i 
todas  la^  mezquinas  resistencias;  y.  como  vino  la  in- 
dependencia por  la  conspiración  general  de  tmlos  loí 
intereses  civilizados,  asi  vendrá  la  unidad  de  la 
Nación,  como  condición  vital  del  sosten  de  esa  inde- 
pendencia. 

Pena  de  la  vida  á  la  república  que  tenga  la 
deigracia  de  sofocar  todo  espíritu  nacional  ó  <'cntral 
en  su  gobierno  común 


Lo  qne  necesitamos  es  la  república  mejorada,  ea 
lugar  de  la  república  actual;  la  república  fuerte, 
como  remedio  tle  la  república  sin  paz  y  sin  libert^nd; 
la  república  centralizada  y  (compacta,  en  lugar  de  la 
república  que  se  deshace  á  pedazoá, 

La  república  al  estilo  europeo,  como  la  de  Es- 
tados Unidos,  la  de  Chile,  en  lugar  de  las  re- 
públicas á  la  Mejicana,  á  la  Boliviana,  á  la 
Granadina  etc. 

Cuando  culpo  á  la  república  de  sus  faltas 
contra  la  revolución,  no  aludo  á  la  noble  forma 
de  gobierno  que  conviene  á  los  Dioses,  según  J. 
J.  Rousseau.- -La  república  perfecta  es  el  bello 
ideal  del  gobierno.  Aludo  á  la  república  nominal, 
tal  como  existe  hoy  dia  en  Bolivia,  en  Venezuela, 
eu  el  Perú,  en  Méjico. 


--  II*; 


Hahi'á  hombre  de  bien  que  presente  esas  re- 
públicas como  bello  ideal  del  gobierno  libre?  Eu- 
ropeizar, centralizar  la  república,  es  salrarla  en 
América;  es  equilibrar  las  formas  ile  la  monar- 
quía; es  nivelar  el  poder  de  los  dos  mundos.  Ln 
civilización  general  y  el  equilibrio  que  la  sasteiita 
exige  de  América,  europeizar  sus  nolnernos^  y  de, 
Europa  americanizar  los  suyos; — doble  tendeucl» 
que  ya  se  observa,  y  que  debe  producir  al  fin, 
pcu'  la  colaboración  de  los  dos  continentes,  el  go- 
bierno definitivo  del  porvenir :  democrático  por 
la  hase^  centralista  y  fuerte  por  la  hóbeda,  libre 
y  pacífico    por  los  medios. 

Esta  marcbase  hace  visible  en  América,  cuando 
vemos  crear  el  centralismo  eu  los  Estados  Uni- 
dos, el  Canadá,  el  Brasil,  Chile;  defender  y  con- 
servar el  suyo,  al  paso  que  las  monarquías  de 
líuropa  se  desmoralizan  como  en  Inglaterra  y 
Francia,  y  atenúan  el  rigor  de  su  centralismo,  sin 
olvidar  que  es  ley  de  su  civilización  política,  como 
b)  prueban  la  Ifalta  y  la  Alemania  regenei'adas. 

En  política  como  eu  religión,  la  forma  cede  al 
fondo,  á  la  esencia,  lí  la  sustancia  del  gobierno^  que 
es  la  libertad  conatitnidu  en  autoridad, 

Gohierno  y  libertad,  no  son  dos  cosas,  sino  abs» 
tracciones,  aspectos  de  una  misma  y  sola  cosa  visi* 
ble  por  los  lados  esenciales:  la  libertad  que  es  el 
poder  del  ciudadano  y  la  autoridad  que  es  la  libertad 
del  yobif^ruo. 


—  «7  — 


§  XV 


Del  modo  de  imitar  II  los  Estados  luidos 

Queréis  imitará  los  Estatlos  Unidos  en  el  modo 
de  ser  de  su  gobierno  libre?  Aprended  á  respetar^  á 
estimar,  á  amar  al  que  uo  tiene  vuestras  opiniones 
en  política,  En  eso  consiste  toda  la  libertad:  en  el 
respeto  de  cada  libertad  á  cada  libertad.  Desde  t[U¿ 
las  libertades  dejan  de  reí^petarse  entre  sí,  se  puede 
decir  que  ya  no  existen. 

Hablamos  de  libertad  de  cultos! -y  por  quén^ 
de   la   libertad  íle- patriotisniosV  —Compréndeme 
muy  bien  que  un  yíro^\s^í///'e  y  un  católico,  puede' 
ser  íntimos  amigos;  algo  mas,  pueden  ser  maritl» 
y  mujer,  es  decir,  una  sola  persona:  pueden  aniars 
á  pesar  de  entender  á  Dios  de  un  nioilo  diferente, 
— ^ynohande  poder  amarse  porque  diñeren  en  <d 
modo  de  entender  la  patria,  que  es  una  miseria  en 
comparación  de  Dios! — ^La  divergencia  de  culto^ 
es  decir,  de  servir  ¿í  Dios,  puede  no  ser  obstácuiu 
á  la  amistad  mas  cordial,  y  lo  ba  de  ser  la  del  mu- 
do de  amar  y  servirá  su  país!  —rueden  existir  feli- 
ces los  midiinioníos  mtxlos  de  católicos  y  protes- 
tantos,  y  no  han  de  poder  existir  las  amistades  mh- 
tas  de  uuitanos  y  localistas,  azules  y  rojos! 

Llamarse  federal  de  la  Escuela  de  los  Estadios 
Unidos,  porque  se  les  ha  tomado  ese  nombre,  y 
ahorcar  y  apuñalear  al  que  no  vote  como  nosotros 
en  las  elecciones,  y  al  que  es  nuestro  opositor  cuan- 
do somos  el  gobieino;  al  que  vote  blanco  cuando 


votamos  wíjjrro;— lejos  de  imitarlos,  es  hacer  de  fíH 
noble  gobierno  la  parodia  maií  ultrajante  y  cruel. 
El  que  tal  bace  se  equivoca  de  modelo;  por  imitar 
á  los  Kslados  Unidos  de  Aménca,  lo  que  imitan  en 
realidad  ?^on  los  Estadm  Unidos  de  Méjico. — Los 
dos  países  tienen  el  mismo  nombre:  los  dos  se  llaman 
rejtúblims  federales,  Pero  en  el  uno,  disentir,  con- 
tradeñr,  resistir,  se  llama  li//ertad;  en  el  otro,  eso 
mismo  Sé  llama  rebelión  y  crimen  de  lesa  patria. 


Queréis  imitar  A  los  Americanos  del  ^orte?—  En 
vez  de  tomarles  su  fedemlismo^  tomadles  sus  co?;- 
tiimbresy  sus  usos  de  libertad,  anteriora  su  fede- 
ralismo. Se  atribuye  á  su  constitución  la  libertad 
política  de  que  disfrutan,  m\  advertir  que  son  libii'j 
desde  su  origen^  dos  siglos  antes  de  darse  la  con^- 
titucion  actual  Su  constitución,  como  su  revolu- 
ción, de  que  es  un  resultado,  son  la  confirmación  de 
su  libertad,  tan  antigua  como  el  pueblo  de  qup  se 
componen  los  Estados-Unidos, 

No  comprenden  algunos  cómo  esa  libertad  baya 
podido  coexistir  con  su  antigua  condición  de  í*o- 
lonos  ingleses.  Si  no  quieren  creer  á  la  lüstoriu» 
no  tienen  sino  que  ver  la  realidad  de  ese  mismo 
hecho  repetida  hoy  diá  en  el  pueblo  del  Canadá 
mas  libre,  á  pesar  de  m  condición  de  colonia  de  la 
libre  Inglaterra,  que  lo  son  las  mas  de  las  repú- 
blicas de  Sud-América, 

Cada  nación  coloniza  á  su  imagen,  y  dá  á  sus 
colonos,  como  á  sus  hijos^  su  alma  y  su  fisonoraia. — 


La  Espafla  hará  esclavos  dontlc  qui**r;i  (jue  funde 
colonias;  la  Inglaterra  hará  pneliloj*  libres  Je  m» 
mismos  colonos, 

Cotnme  on  aitiie  á  établii  ailleurs  ce  qu'on  trou- 
vr  ctabli  diez  suidlice  Montesquieu,  alnrtieiiilu  á 
Inglaterra),  elle  donnerait  aux  peuplesdp  ses  rolo- 
nies  la  tornie  de  son  goavernement  propre;  et  ce 
gouvernément,  portant  avec  \m  la  prosperité,  oii 
verrait  se  fornier  de  grands  penples  dans  les  forfts 
minies  qu elle  enverrait  habiter.     {h 

Esto  fué  diclio  medio  siglo  antes  de  la  forma- 
ción de  la  nrtoal  ronstitucion  de  los  Kstados  Uni- 
dos, que  no  es,  jior  lo  visto,  sino  la  hija  natural  de 
la  constitución  inglesa. 

traeréis  imitar  á  loís  Estados  Unidos?  Ense- 
nad á  vuestra  juventud  A  amar  el  trabajo;  A  des- 
lieñar  la  vana  y  frivola  elegancia;  ¿casarse  jjve- 
lies;  á  pasar  su  tiempo  en  su  casa,  no  en  el  café  ni 
e\  clah:  á  ocuparse  de  comerrio  y  de  industria,  no 
de  guerra;  á  las  cosa*;  honestas  3'  simples,  no  ¡í  las 
gvmules  cosan. 


(¿uereis  imitar  á  losEsÉadosUnidos?  Imitad  la 
secularización  de  su  derecho,  en  vez  de  mezclarlo 
con  derecho  canónico 

Queréis  seguirla  doctrina  de  MonroeV— No  ad- 
mitáis al  Rey  de  Uonia  como  colaborador  de  las  le 
yes  constitucionales  y  civiles. — No    entreguéis  á 


1^)  'Def'Espnl  ú^s  l.r»u,  lib.  XIX,^tiHi).  XXVU.) 


^  45Í)  — 


los  empleados  del  Rey  de  Roma,  la  función  mas 
ardua  del  derecho  civil,— la  de  toma  de  razón  y 
registro  -el  instado  civil  de  los  americanos.  Los 
Estados  Unidos  no  entregan  á  los  curas  la  suerte  de 
su  estado  de  padres  ó  hijos,  casados  ó  solteros, 
muertos  6  nvos. 

Queréis  imitarlos  con  verdad  en  lo  que  es  ba 
del  orden  social  y  político, — la  organización  de  la 
familia?^ — ^Dejad  al  padre  la  plenitud  de  sn  poder J 
testamentario. — El  í?e//\j/oí;íY«mí7¿/ empieza  en  la 
familia. 

Si  la  población  es  vuestra  necesidad  suprema,. j 
facilitad,  fomentad,  i>or  vuestra  legislación,  losma- 
trinionios,  como  hicieron  los  romanos  y  hacen  los 
Estados  Unidas  para  aumentarla,  por  los  mismos 
medios  empleados  por  las  dos  Repüblicas  mas  grandes 
de  que  liabía  la  historia. — No  por  caminos  directos 
incompatibles  con  la  libertad  moderna,  sino  por 
el  camino  indirecto  de  las  costumbres,  de  que  la 
vida  nupcial  forma  parte.  La  vida  de  casado  torma 
parte  de  la  vida  de  libertad.  La  familia  es  el  alma- 
cigo  de  la  patria.  La  nación  se  hace  en  el  hogar  do- 
méstico, república  en  miniatura  donde  el  hombre 
aprende,  con  el  idioma,  el  gobierno  libre  y  la  libertad. 

No  hay  derecho  para  castigar  al  que  no  se  caaa^ ' 
pero  le  hay  para  dar  muyor  confianza  al  casado  para 
el  ejercicio  de  las  dignidades  y  empleos  públicos; 
para  el  goce  de  ciertos  derechos  y  preeminencias 
civiles;  en  cuanto  á  la  capacidad  de  tratar  y  go- 
bernarse, de  suceder,  de  adquirir,  de  votar,  de  asis- 
tir  a   In*^   ^^'^ríJ:os  públicos. 


-  401   - 

Pero  no  es  el  matrimonio  el  medio  favorito  de 
acrecentar  la  población,  que  concede  á  las  repú- 
Micas  de  Sod-Arntírica  la  posesión  de  su  inmenso  y 
rico  suelo,  y  la  ventaja  que  no  tuvieron  los  roma- 
nos, de  poblarse  con  inmigraciones  procedentes  de 
grandes  naciones  civilizadas  que  rebosan  de  habitan- 
tes; e-i  la  inmigración,  la  absorción,  la  asimilación 
dalas  masas  de  pueblo  que  atrae  de  lejos  el  incenti- 
vo de  la  riqueza  de  su  suelo  y  la  facilidad  y  abun- 
dancia déla  vida. 

Este  es  el  medio  favorito  empleado  por  los  Esta- 
dos Unidos.  Ellos  agrandan  su  pueblo  soberano  con 
extranjeros  venidos  de  la  Europa,  sin  temor  de  com- 
Iiroracter  la  dignidad  de  su  país  por  la  colaboración 
dada  á  los  arenthrftos  en  la  {gestión  tie  su  grande 
vida  pública. 

Sus  imitadores  déla  América  del  Sud,  no  quieren 
seguir  su  ejemplo  en  este  punto.  Ellos  creen  que 
bista  destruir  su  centralismo  bistfjrico  y  llamarse 
Estados  Ihiidos,  pai'a  acrecentar  su  población. 


El  modo  de  imitar  á  los  Estados  Unidos,  no  con- 
siste en  tomarles  d  nombre,  ni  la  fisonomía,  ni  los 
gestos  de  su  gobierno.  En  lugar  de  imitación,  eso  es 
(la  coníffifaron-^  la  falsiticacion  del  gobierno  de  los 
Estados  Unidos. 

Imitar  con  verdad  á  los  Estados  Unidos  es  tomar- 
les su  gobierno  europeista  en  lo  serio,  en  lo  culto, 
wen  lo  estable;  ese  gobierno  que   resongando,    con 
líonroe,  contra  la  Europa,  que  puede   apetecer  á 


—  4r.2  ^ 


Méjico,  DO  hace  otra  cosa  que  tomará  esa  Enropai 
sns  poblaciones,  sus  capitales^  sus  adelantos^,  sos 
ideas,  ^uñ  instituciones,  ^u  civilización,  etc.,  para 
ad<iuirir  con  ello  la  grandeva  (lue  los  íjace  ser  su- 
periores á  los  Aniencanoíj  que  repelen  á  la  Kurapa. 

Imitar  a  los  listados  Unidos  es  adojvtar  cuma 
ellos  el  centralismo  político,  qne  ellos  imitan  «leí 
Iteino  [  nido  de  que  proceden. 

Es  respetar  la  solieranfa  nacional  del  mayor  iitS- 
mero  contra  la  minoria  disidente 

Es  atraer  á  los  europeos  por  millares  á  su  sueln. 

Es  respetarlos  luego  que  están  en  casa,  oomo  á 
síus  propios  ciudadanos. 

Es  evitar  guerras  á  t-odo  trance, 

K%  ocuparse  trauquiiumente  d  .^  su  propio  progresa 
en  lugar  de  constituirse  en  cmzado^  de  cirihzacum 
y  en  desfavrdoreíi  de  f^ntuerius. 

Ks  dar  la  mitad  de  su  tiempo,  gratis^  á  su  paía, 
y  la  otra  mitad  al  trabajo  i|Ue  da  j^ara  llevar  viila 
de  liombre  libre  y  rm  de  «cortesano. 

huitíirá  los  Estados  Unidos,  es  respetar  el  disen- 
timiento, la  contradicción,  la  oposición,  en  una  pa- 
labra, la  prens;i  libre 

Imitará  los  Estados  Unidos,  es  no  suspender  la 
constitnciou  pt*r  ningún  motivo,  ni  retormarla  todoíi 
los  clias. 

lis  no  proclamar  f*slado  th  sitio  á  cada  inorante, 
para  prender*  euibargar,  desterrar! 

Es  no  construir  y  reconstruir  la  nación  todos  los 
dncu  años,  al  paladar  de  cada  Presidente. 

I'jS  pagar  á  los  arr.*pdoivs   del  Estado  lo  que  IfA 


—   153  — 

debe  el  Kstudo.  y  no  menos,  como  hacen  los  tram- 
posos con  esas  consolidaciones  aprendidas  á  los  go- 
biernos bárbaros  del  Asia,  no  á  los  Estados  Unidos. 

p]s  evitar  í^astos  locos  en  espiones,  en  mazorcas 
mas  ó  menos  elegantes,  en  inquisidores  mas  ó  menos 
disfrazados  de  hombres  libres. 

Lo  demás  es  imitailes  como  imitan  los  cómicos  en 
el  teatro  á  los  grandes  hombres:  exteriormente,  para 
la  ilusión  de  los  espectadores.  Por  dos  horas,  visten, 
hablan,  sienten,  obran  como  Washington;  y  dos  ho- 
ras después  ese  mismo  Washington  de  óptica,  pasa 
su  nochií  en  la  taberna,  y  al  dia  siguiente  en  baca- 
nales infernales. 


CAFlTULíJ  OCTAVO 


INTERVENCIONES 


SI 

Pacificar  un  inundo  que  lleva  cincuenta  afio«  de 
guerra  civil  intermitente;  intervenir  para  (iurle  go- 
bierno, cuíindo  es  la  falta  de  gobierno  el  origen 
de  la  guerra,  intervenli*  en  países  que,  lejos  de  em 
plear  su  independencia  en  su  jiropia  conservación, 
la  emplean  en  su  propia  destrucción;  intervenir 
para  establecer  una  forma  acreditada  en  otrus  pai 
ses  felices,  en  lugar  de  la  que  cincuenta  afios  de 
energía  están  señalando  como  impropia,- -nu  se 
puede  decir  que  sea  un  abuso  del  derecho  de  in- 
tervención. 

Si  el  derecho  de  intervención  existe  para  ciertas 
cosas,  ¿cual  fué  mas  legítimo  que  el  de  la  guerra 
civil  de  cincuenta  ¿iños  en  que  vive  Sud- América? 

Kent,  que  no  está  por  la  intervención  en  ge- 
neral (como  nadie  lo  está,  parque  tan  absurdo 
principio  sería  la  negación  del  de  independencia)  ad- 
mite que  han  í^irto  benéficas,  útiles  y  justas,  las 
siguientes  intervenciones : 


Piiniera  -Del  Príncipe  ile  Orange,  en  Ingla- 
terra contra  tu  tiranía  de  Jaime  II.  justiticada  por 
Vattel  y  mejor  que  por  él,  por  la  eivilizacioii,  que 
debe  A  esa  intervención  la  libertad  moderna. 

Segünda.^Lade  Inglaterra,  en  favor  de  Im  Pro- 
vincias Unidas  ile  Holanda,  en  su  guerra  can  Es- 
paña . 

Tercera  -La  de  Francia,  en  favor  de  la  revo- 
lución de  los  Estados  Fnidas,  en  sn  ijuerra  con  In- 
glaterra. 

Cuarta.— La  de  Francia,  Inglaterra  y  Rusia, 
en  favor  de  la  Grecia  contra  la  Puerta  Otomana, 
en  su  guerra  acabada,  por  e^ía  intervención  cris- 
tiana, en  1827. 

(¿uinta.^ — La  de  Austria,  Inglaterra,  Kusia  y 
Prusia,  en  la  guerra  civil  de  1H40,  entre  la  Tuiquia 
y  el  Egipto,  que  tuvo  por  resultado  incorporar  á 
Torqnía  en  la  familia  de  las  Naciones  europeas 

Sexta.— La  de  los  grandes  poderes  en  favor  de 
Bélgica,  en   1830,  para  su  separación  de  Holanda* 

Séptima,—  La  de  la  cnmhiiple alianza,  en  1H34,^ 
en  favor  de  Portugal  y  Kspafia,  despedazadas  cada 
una  por  la  guei-ra  civil  que  acabó  al  favor  de  eaaj 
intervención. 

Era  la  simple  filantropía  el  móvil  principal  Ui 
esas  intervenciones?—  No:  era  el  interés  de  los  in- 
terventores, comprendido  en  la  mismadesgra»  in  v^A 
portada  en  los  paises  intervenidos. 

En  la  macomnnidad  en  que  las  naciones  se  culu^ 
can  ¿  medida  que  se  civilizan  y  estrechan  para  ^\v 
mutuo  bienestar,  no  puede  una  nación  ser  víctima 


—  457  — 

de  mx  largo  paílecimiento  sin  que  las  demás  sufmn 
también  enél. 

Cuando  es  remediable  por  la  mano  del  hombre,  kn 
que  intervienen  para  hacerlo  no  provocan,  se  de* 
Jiendeti;  no  imadm,  resisten. 

En  todos  esos  caso^^  la  interveiieion  ha  sido  una 
especie  de  (lefení^a  propia. 

Todas  esa^  unciones  han  pensado  eomo  Was- 
hington,—  que  no  se  dehe  intervenir  en  los  ne- 
gocios internos  de  otro,  v.rcfpf  fot  sfcuriff/ of  frhnf 
¿^  due  to  themselres. 

Si  se  repara  en  cuáles  son  loi  países  en  cuyo  u 
vor  han  tenidu  higar,  se  verá  qur  ♦\^as  ;dete  inter- 
venciones han  salvado  la  h'hertad   íiiod^rna  ó  el  go- 
bierno constitucional 

Esa  interv^encion  ha  tenido  Ingar  cuntni  la  violen- 
cia interna  y  vxtema^  esto  es,  del  t/obierna  nftnontd 
rt  del  extranjero. 

Así,  según  el  objeto  y  miras  mas  ó  menos  honeN 
tas  de  la  inteiTencion,  ella  es  un  atentada  6  es  un 
t'derecho. 

La  intervención  lie  la  Europa  coaligada,  en  Fran- 
cia, produjo  la  Carta  tle  IH  14,  ley  mas  liberal  que 
la  del  imperio  caidt».  Si  Carlos  X,  gobernado  por 
ella,  sucumbió»  nu  íné  porque  pracHcaba  ü  obs»  r- 
vaha  la  carta,  sino  porque  la  violaba. 

(lobertiado  Lni>  Felipe  por  esa  ley  de  origen 
extranjero,  continuó  el  período  de  régimen  consti- 
tiicionaU  de  que  la  Francia  liberal  se  enorgullece 

La  Italia  está  libre  del  extranjero  y  unida,  :il 
favor  de  otra  intervención. 


9^ 


Luego  8i  es  un  hecho  que  el  extranjero  es  np 
i  veces,  también  es  cierto  que  otras  vece  i  es 
Iíbertndm\ 


U 


liit<*rvei»t*1<>ii  y  no  Intervención 

La  cuestión  de  ivJeyrfncion  y  no  ttficrrencioi  ^ 
ejütá  reducida  en  el  fomlo  y  no  es  otra  que  la  de 
antoridady  lihetiad. 

La  no  intervención  es  el  respeto  de  una  nación 
á  la  libertad  exterior  de  otra  nación. 

La  independencia  o  libertad  exterior  de  una  na^ 
cion  es  el  derecho  de  gobernarse  según  su  propia 
luntad  y  no  según  la  voluntad  de  los  deraas. 

La  intervención,  es  la  autoritlíid,  el  poder,  la  fa- 
cultad que  tiene  una  nación  de  contener  y  limitar  la 
libertad  de  otra  nación,  cuando  esta  sale  de  sus  limi- 
téis ¿invade  la  libertad  y  el  derecho  de  otra  nacían. 

Este  mismo  desborde  tí  invasión  en  el  derecha  de 
ütra,  es  una  intervención  primera, —  La  interven 
cion  visible  que  ella  provoca,  no  es  mas  que  una 
reacción  justiciera  ó  de/ensirn.   {?¡ 

No  parece  intervención  aquel  desborde  é  inva- 
sión í?!  provocativa,  porque  de  ordinario  se  ejerce 
dentro  del  propio  teiTitorio,  sobre  derechos  o  intere- 
ses  extranjeros  que  se  encuentran  en  <^1  bajo  sn  pro- 
tección, no  á  su  disposición 

Así.  de  ordinario,  la  intervención  visible  u  terri- 
torial, es  un  acto  por  el  cual  una  nación  se  defiende 


—  459  — 

contra  la  intervención  tjue  otra  nación  ha  ejercido 
en  derechos  ó  intereses  de  su  pertenencia,  que  esta- 
ban en  el  snelo  de  esta,  y  de  lo  cual  ésta  ha  abn 
sado. 

Así,  mientras  haya  sociedades  humanas,  habní 
iftterreneion  y  no  inferrmcUm,  como  habrá  Quhrtdüd 
y  UbeitiuL 

Ambas  facultades  son  correlativas  y  esencialea  á 
la  sociedad. 

La  intervención,    por  lo  demás,  es  legítima  ó 
[culpable,  según  que  es  justo  ó  injusto  el  motivo  que 
%  dete?*mina  y  la  mira  con  que  se  efectúa. 


íí  III 

El  por  (xnf'fip  tu  ci3titralÍ2aidoii  en  Siid-America. 
latervenriim 

El  medio  de  proponer  la  ceEitralizacioii  como  el 
ierno  conveniente,  no  sería  jamás  el  de  compa- 
lo en  abstracto  con  la  república  federal. 
En  el  terreno  de  la  abstracción  y  de  la  tmiia, 
[la    república    federalista    no  tiene   rival:    díganla 
Platón  y  Rousseau,  Tales  paralelos  pertenecian  á  la 
escuela  y  álos  ejercicios  de  la  escolástica  política. 
En  la  realidad  de  la  vida  americana,  hi    repúbli* 
c$iesfíoi¿ria,  el  Pantf/uaff,  e\  Perú.  Méjicfh  etc,f^tc. 
No  hablamos  de  la  lepiíblica  ideal,  sino  de  la 
malísima  repüblica  real  que  conocemos  en  Sud- Amé- 
Tica;  el  gobieino  de  Bolina,  del  Ponh  del   Plata, 
I  etc.,  etc. 


Lo8  gobiernos,  como  formas^  se  aceptan,  no  se  éli 
gen.  Cuando  se  aceptan  por  la  voluntad  librí* 
se  ilice  ser  librea. 

Se  aceptan  como  el  menor  de  los  males,  — 
conrenknrut,  Li  utilidad  práctica,  es  toila  la  reírli 
de  criterio  para  su  adopción. —  i  Ány  iforemni^i 
wa&  heUrr  than  no  gorernnu*nt  ,  dijeron  los  inglese 
al  aceptar  el  de  (luillermode  Orange,  en  1688, 

El  gobierno  mas  piacticable  es  el  mas  conre 
niente,—  La  practicabilidad,  la  posibilidad,  es  I 
medida  de  la  conveniencia  en  este  punto. 

Se  dirá  iine  por  esta  regla,  la  autoridad  centra- 
lizada, curao  menos  practicable  en    Sud- América 
es  la  forma  menos  conveiii»ínte? — Este  es  un  sofli 
ma. 

Este  punto  es  dt?  hecho,  y  este  hecho  es  del  da 
minio  de  la  historia,  qut;  no  permite  dudar  de  si 
exactitud. 

La  centralización  monrirquico,  se  ha  practicad 
por  tres  siglos  en  Sud-América;  y  á  pesar  de  su  im 
perfección,   nos  ha  dado    touo  lo  que  tenemos, 
suelo,  las  ciudades,  el  pueblo,  la  sociedad»  leyes 
lengua,  culto,  civili^íacioiK 

La  república  lia  vivido  cincuenta  años  con  la 
pada  en  la  mano«  en  medio  de  su  independencia 
derramando  su  sangre  propia,  no  la  del  extrangeni 
prosperando  á  su  pesar  por  la  obra  de  Dios  y  de 
mundo  exterior;  y  al  cabo  de  medio  siglo,  su  vida 
ttidavia  un  problema. 

(*uál  es  la  razón  de  esto':^  -No  la   busquem 
en  la  naturaleza  tilosólica  del  gobierno  republicano 


^  ia  — 


la  enconU*aremos  al  instante  en  causas  muñ  pvÁc- 

(ticas  y  mas    pruximas. 

La  Améiicadel  Sud  ha  sido  gobí^rnada,  en  ve^íde 

[gobernarse  á  sí  misma,  por  espacio  de  tres  siglos. 
De  repente  ha  visto  en  sus  manos  el  gobierno  de 

|>ií  misma,   y  m\  reparar  que  este  eambio  le  venia 

[en  parte  del   extrangero   mismo,  ha  entendido  que 
la  independfncia  es  sinúnimo  de  aishmiento  ;ibso- 

'luto;  que  la  inrtependencia  excluye,  no  solo  ladomi- 
iiacion  extranírera,  íJino también  la  infinf'nfift^  la  /** 

\ifa,  la  manco mimififtfi^  procedentes  de  la  Europa, 
líente,  no  obstante,  de  su  indeptmdencia  misma. 

Qué  ha  resol tador'  (^ue  pueblos  que  íutron  sicuj- 
pre  gobernados  por  la  líuropa,  nu  lian  podido  fim- 
diir  gobiernos  propios  sin  la  cooperarían  de  esa  mis- 
ma Europa, 

?íingun  gobierno  íle  e^ie  mundo  es  capa/ de  una 
independencia  tan  absoluta,  qtte  no  necesite  del  au- 
xilio de  los  otros  pueblos  para  existir;  i:omonohay 
familia,  por  rica  que  sea,  viviendo  en  el  seno  de 
una  socie<la4  civilizada»  que  pudiese  defender  por 
sí  !^oIa  su  existencia  en  medio  del  ilesierto  tí  de  la 
soledad.  Las  otras  familias  sun  necesarias  para  la 
deUírisa  y  prcítcccioTí  de  la  vida  Kstoes  lo  que  se  lla- 
na la  mckdad,  el  Estado:  liga  de  esfuer^sos  y  do 
ayuda,  en  el  Ínteres  de  todos  y  de  cada  uno.  Ksto 
es  loque  se  llama  soriednd,  soviahilidtid,  citiliza- 
don. 

Así,  la  intervención  internacional  será  mas  fre- 
cuentea  medida  ipie  la  civilisíacion  del  mundo  ha- 
ga nms  piní^rt^sos 


-  4tí2  — 

Quien  dice  lif/a^úicQ  depemlencia.  La  libertad^ 
que  vive  y  se  fortifica  y  defiende  por  las  liffas,  nec^ 
sita,  en  ese  sentido,  de  cierta  dependencia 

Si  el  gobierno  mas  libre  no  puede  existir  .siii  ae 
pender,  en  cierto  modo,  del  apoyo  de  los  otros  go- 
biernos libres»  menos  lo  puede  el  gobierno  que  ja- 
más ha  existido  por  sí  mismo. 

Los  Estados  Je  Sud-América,  conociendo  la  ne- 
cesidad que  la  libertad  tiene  de  ligarse  para  defen- 
derse, han  evitado  toda  liga  con  Europa,  fuente  ile 
su  ser  y  de  su  independencia,  y  han  buscado  la  li- 
ga con  Estados  Unidos  y  el  Brasil,  á  quienes  nada 
debió  so  independencia  y  por  quienes  está  siempre 
amenazada,  junto  con  su  territorio,  que  la  Euro- 
pa no  se  puede  llevar  á  través  del  Océano, 


?<  IV 

lutervencíoa  de  Europa  en  imírifa    y  de  Amerita  en 
Earo^ia 

El  pueblo  de  los  Estados  Unidos,  fundada  por 
la  Europa  en  América,  gobernado  por  siglos  des- 
de Europa,  viviendo  en  vida  solidaria  con  ella  en 
lo>  dos  reí^ímenes,  emancipado  con  ayuda  de  la 
Europa,  influenciadu  en  la  vida  independiente  por 
el  liberalismo  de  la  Europa  que  le  sugirió  la  doc- 
trina atribuida  á  Monriie  contra  la  santa  Alianza, 
obedece  hoy  tiia  á  las  insinuaciones  análogas  4e 
la  Uusia  en  su  ingerencia  en  lo^  negocios  de  Oriert* 
te,  derogando  así  por  sí  mismo  su  pretendida  doc> 


mt^mm 


-^  463  - 


riña  de  Monríie  sobre  el  aislamiento  político  de  do« 
'mundos,  que  forman  uno  solo  en  materia  de  comer- 
úOy  de  industria,  de  sociabilidad,  etc. 

A  medida  que  las  naciones  se  estrechan  en  sus 
Irelacioiies  recíprocas  de  comercio  y  de  interés  ma- 
tinal; á  medida  tjue  la  multiplicación  de  sus  medios 
le  contíictOj  (ferro-carriles,  telégrafos,  prensa,  tra- 
ídos, congresos,  exposiciones,  etc.),  los  aproxima 
le  ese  ideal  internacional  de  sociedad  ó  confede- 
|racion  universal,  que  se  ha  llamado  los  Kstadon 
Tnidos  de  ¡a  Europa,  y  no  sé  porque  no,  los  Estados 
luidos  de  ombos  m/mrfc^5,— la  doctrina  de  la  no 
itervencion  irá  perdiendo  su  sentido  pníctico, 
jorque  es  inconcebible  que  un  confederado  no  puefla 
Intervenir  en  las  crisis  de  su  confederado  que  com- 
prometen intereses  suyos  establecidos  fuei^a. 

El  derecho  de  intervención,  que  no  es  inconi* 
patible  con  el  de  independencia,  marcha  paralelo 
6n  su  de>arrono  con  el  principio  de  la  solidaridad 
le  las  Naciones  en  sus  destinos  é  intereses  públicíH. 
^a  intervención  es  mía  consecuencia  natural  de  esa 
solidaridad  que  se  acrecienta  con  la  civilización  del 
género  humano. 

La  América  tendrá  que  intervenir  en  los  nego- 
cios de  Eui'opa,  en  defensa  de  sus  intereses  propios, 
por  causas  como  la  que  ha  puesto  en  riesgo  la 
integridad  de  los  Estados  Unidos,  cuando  Inglaterra 
y  Francia  han  asumido  esa  neutralidad  en  que 
Washington  ha  querido  vei  una  hostilidad,  propen- 
sa á  repetirse.  Los  Estados  Unidos  tendrán  que 
rnnv.'T]r..T%;e  quc  la  seguridad  de  su  integridad  está 


—  4»i4  — 


en  el  Mar  Negro  ó  en  tíonstant inopia,  como  ]n  segu- 
ri'l«'\d  del  imncipio  monárqiiiro,  en  Europa,  ])uede 
e^tar  coiuproinotida  ru  Méjico,  en  W^asliiiigton  <i  el 
Canadá. 

La  América  se  eonvencerá  al  lio  de  (jiie  jio  hay 
Mías  coirectivo  de  la  intervencioii  de  Kuropa  en 
Amejíca,  qii6  eldel.i  intervención  de  América  en 
Europa. 

(:nrn»rlivo  roiitru    líis  iiiterveiiiiitítre!» 


JjU  ítalici,  en  lo  antigno  el  país  del  derecho 
romano  y  dtd  goljiei'no;  en  lo  moderno,  el  país  de 
Matiniavelo  3^  de  Óavour;  la  Italia,  pueblo  artista 
en  materia  di^  jtolítiea,  no«  ha  dado  recientemente  , 
nn  ejemplo  de  cúnm  se  debe  á  veces  cambiar  aO 
cnnstitiiciun  interior  para  servieiu  de  las  necesidades 
de  la  política  exterior,  trafila damlo  su  capital  de 
Turin  á  Florencia,  como  medio  de  conseguir  el 
tratado  de  15  de  Setiembre  de  ISíU,  por  el  cual 
la  Francia  se  ha  obligado  á  retirar  de  Italia  su 
ejercito^  que  ocujía  Boma,  y  á  seguir  el  principio 
lie  im  intervent'iou  en  las  cuestiones  italianas,  que 
interesen  á  Francia. 

líl  gran  medio  de  impedir  que  los  extrangeros 
intervengan  en  nuestros  negocios  interiores,  en 
realizar  por  nosotros  mismos  los  cambios  exijidon 
por  el  interés  bien  entendido  en  servicio  del  cual  \ 


-  465  - 

tienen  rterecho  de  intervenir,  ijuí     la  ley  común 
que  rije  á  la  fíimilia  «le  las  Naciones. 

Kse  es  el  moda  de  prevenir  las  ¡ntervenciones, 
de  quitarles  su  razan  de  ser. 

Es  así  cómo  las  familias  juiciosas  evitan  iiue  la 
autoridad  de  la  Nación  interven;a:a  en  la  gestión  de 
su^  negocios  domésticos. 

El  principio  de  intervenriun  por  urilidad  gene 
ral,  ^^  ^^  1¿*  sociedad  de    las  Naciones,  tanto  como 
de  e^a    sociedad   de  individuos,  que  íjc  llama    la 
Kacion. 

Sin  el  derecho  de  ejercer  esa  intervención  de 
saUíd  3'  defensa  común,  la  sociedad  no  tendría 
objeto.  Las  Naciones  y  los  individuos  se  asocian 
para  ejercer  colectivamente  una  protección  efica^í 
en  tavor  del  derecho  de  ca<la  uno.  Teru  cómo 
ejercer  esa  protección  ^ino  interrimendo  entre  el 
infractor  del  derecho  y  la  víctintaV 

La  intervención  internación  il.  como  la  doméstica, 
e*  buena  ó  mala,  según  que  tiene  por  objeto  pro 
teger  un  derecho  á  vioUtrlo,  defender  una  Wmtnd  é 
conculcarla 

i?  vr 

Deberes  de  U  pulitiea  d«  Europa  en  AmiMea.  Inicia* 
ttva  eiiropi^a*   Iiitervoneion 


Iju  Europa,  por  su  parte,  necesita  volver  sobrts 
la  América,  mezclarse  en  tos  problemas  de  su  or* 
ganizacion  política  y  tener  en  ella  la  parte  que  le 


46t)  — 


concede  el  «lerccho  de  gentes  en  virtud  de  l(W 
intereses  y  de  los  niicionales  qne  allí  tiene:  no 
para  atacar  su  independencia  ni  comprimir  sa 
libertad,  sino  para  robustecer  esa  inieperidencia 
misma,  que  e^  un  tesoro  parala  civilización  ma- 
terial de  la  Europa;  para  robuytecerla  por  la  cons-_ 
titucion  de  gobiernos  capaces  de  dar  segur idadc 
eficaces  y  completan  á  todos  los  intereses  y  á  todas'' 
las  personas  allí  estMlileriíhis  dp  qne.  una  inmens;a 
paiie  es  europea. 

Como  se  mezcla  y  [K»r  las  razones  con  qne  né 
mezcla  en  la  organización  del  gobierno  de  la  Ita- 
lia, de  la  Grecia,  de  los  Principados  Unidos  Danu- 
líianos;  como  se  mezcló  en  la  constitución  del 
gobierno  actual  íle  Espaila,  de  Holanda,  de  Bel* 
gica;  es  decir,  como  se  mezcla  en  el  arreglo  de  toda 
gran  negocio  que  compromete  y  afecta  grande 
intereses  suyos.  Lo  hace  en  servicio  y  protec- 
ción de  estos  intereses  propios,  no  al  mismo  títnl»> 
que  los  ciudadanos  y  que  el  pueblo  del  país  mismo^ 
sino  á  título  de  extranjero  y  en  virtud  del  derecho 
que  la  ley  de  las  naciones  dií  á  todo  poder  extran- 
gero  de  proteger  y  servir  su  interc^s  propio  donde 
quiera  que  él  se  halle  legítimamente  introducido  y^ 
establecido. 

Es&  es  el  derecho  de  irtterrencion,  conocido  y\ 
viejo  como  el  mundo,  que  se  ejerce  con  razón  sobre 
un  país,  cuando  carece  de  gobierno  y  se  muestra 
incapaz  de  constituirlo,  aunque  teniéndolos  elemen- 
tos necesarios, 

Al  ejercicio  de  ese  derecho  deben  su  existencia 


-^  4fi7  — 

casi  toilos  ios  gobiernos  de  la  Enropa  actual,  y  no 
hay  lazon  para  qoe  no  lo  deban  los  gobiernos  de  qne 
América  carece  y  neresita. 

El  mar  que  separa  los  dos  mundos,  no  crea  d  8 
justicias  y  dos  derechos,  ni  hace  dos  raza^i  de  la  íwm 
blanca. 

Un  mundo  cuyo  territorio  se  ha  tituhido,  por  si- 
glos,  parte  inte;;rante  de  las  monarquías  de  la 
Karopa,  á  pesar  del  nuirqueloi^  sepant,  no  puede 
pretenderse  por  raxon  de  este  mar,  tan  independien- 
te  como  un  planeta  ile  otro,  tan  luego  cuando  los 
progresos  navales  del  siglo  XIX,  han  suprimido 
los  nutres,  por  decirlo  así.  f  >os  mil  leguas  de  dis- 
tancin  entre  Amcírica  y  Europ;i  harían  imposible  la 
solitlaridad  política  entre  ambos  continentes,  cuando 
Australia,  Kilipinas,  y  casi  toda  la  Oceanía,  ;í 
cuatro  mil  leguas,  forman  parte  integrante  de  1;»^ 
monarquías  de  la  Europa? 

Hu  independencia  descansa  en  su  derecho  de 
pueblo  soberano,  no  en  la  geografía,  no  en  la  dis 
rancia,  no  en  el  Océano,  Viviendo  á  un  paso 
¡de  la  Enropa,  su  independencia  no  sería  menos  efec- 
tiva, que  lo  es  hoy  en  intimidad  con  ella  ílesde  la 
distancia. 

La  América  que  hace  siglos  ha  sitio  gobernada  y 

administtaffa  desde  Madrid  y  rAshofi,  desde  Parí, -í 

y  Londres— ¿se   pretenderá    hoy  llamada  por  el 

I  Océano  á   no  tener   mas  comunidad  política  que 

(lia  tienen  entre  sí  los  babitiinres  de  la  Luna  y  de 

Mere  tirio? 

Evidentemente  falta  una  polftiita  en  Knrf»pH,  vun 


respecto  ú   América,  eiicaTiiitiaík  :i  regii lanzar  y 
fecundizar  la  indepeiuieíicia  de  aquel  continente 

Despue?  de  ser  dueña  y  poseedora  de  la  América, 
la  Europa  ha  ido  al  extremo  opuesto  de  nna  abs- 
tención escrupnlosíi,  que  ni  para  con  sus  estados  pro- 
pio?? observa. 

Ella  ha  autorizado  la  absnrda  doctrina  atribuida 
ti  Monriie,  en  países  donde  sus  mismas  leyes  actnalÉJ3 
deben  su  sanción  á  los  soi)eranos  de  Europa;  y  que, 
boy  mismo,  siendo  independientes,  no  tienen  mas 
marina  de  ultramar,  mas  fábricas,  mas  comercio, 
mas  capitales,  mas  emigratlos  que  los  de  la  EuroiKi. 
De  ello  ba  resultado  i\nv  la  Amc*rica,  que  por 
tres  siglos  fué  gobernada  por  Europa,  no  ha  podido 
gobernarse  por  sus  solos  esfuerzos  y  ron  sus  pro 
pios  elementos,  una  vez  caida  en  la  indepefulmria 
llevada  basta  el  aislamiento  político. 

Es  ya  tiempo  de  convencerse  de  que  la  inlUien- 
<;ia  de  la   Europa,  que  dejo  á  la  America    sin   su 
antiguo  gobierno  colonialj  es  la  que  debe  darle  su 
gobierno  independiente;  no  por  un  apostolado  quijo 
tesco  y  jietnlante  de  civ  ilinación;  no  por  gloria  ni  vaj 
nidad  militar,  sino  por  el  interés  de  los  dos  mnndoi 
que  en  el  fondo  no  es  sino  un  solo  y  mismo  interéi 


VII 


Dd  his  íiitervonrloiio.s  como  liases  de  la  liUartiul  j 
urden  aiiiericHiios 

lia  libertad j  unida  con  el  orden ^  no  vendrá  eí 
América  sino  como    vino  en  Europa,  en  el  país 


~  46^  — 


donde  la  libertad  florece  con  un  vigor  y  lozanía 
de  que  no  presenta  ejemplo  la  historia  de  ninj^Uíi 
país  y  de  ningún  tiempo. 

El  sistema,  el  plan,  la  idea,  de  establecer  ia 
libertad  de  América  con  la  doble  ayuda  de  la$ 
nionatynias  y  de  la  intervención  de  la  Europa 
liberal,  no  es  mas  que  el  plan  y  sistema  á  que  Ku 
ropa  debió  la  libertad  «le  Inglaterra,  en  que  se 
alumbra  toda  ella  como  en  el  sol  de  vida  y  da 
fecundidad. 

La  revolución  inglesa  de  U>88,  modelo  eterno 
é  inimitable  de  todas  las  revoluciones  de  libertad, 
estando  al  testimonio  de  sus  resultados  seculares; 
mas  fecunda  y  feli;^  que  la  revolución  francéí^i  ile 
1789,  pues  sin  sangre  y  de  un  solo  golpe  resol- 
vió el  jiroblema  de  la  libertad  y  del  orden,  \m\\% 
siempre;  esa  revolución  debió  los  elementos  de 
ejecución  y  el  triunfo  de  sus  miras  á  la  interven- 
ción de  un  ejército  y  de  nn  príncipe  extranjerus, 
y  á  la  monarquía  fundada  en  la  soberanía  fiel 
pueblü  británico. 

Inspirada  en  el  amor  de  la  libertad  y  de  un 
patriotismo  que  no  tiene  rival,  la  revolución  in- 
glesa aceptó  esas  dos  bases»  guiada  por  un  ins- 
tinto pníctico  en  cosas  de  gobierno  y  de  estado,  da 
que  ningún  pueblo  estuvo  dotailo  jamás  al  if^ual 
de  Inglaterra,  sin  exceptuar  la  misma  antigua 
Homa. 

No  era  la  degradación  ni  el  envilecimienío,  lo 
que  llevó  á  los  ingleses  á  echarse  en  los  IiííZmh 
de  un  poder  extranjero  para  librarse  de  una  lir  i. 


ii£i  i&iMg^iiay  oñgi^ma^  smo  im  alt<  vele*ajM 
ptliioHivM  hmumtaría^  por  el  cual  son  compa- 
IriiitM,  IwniiMMi  T  aliados  en  Críslo,  tu  la  li- 
bertad T  eo  la  cíTifiEaciciii^  taám  tos  hombre^ 
boeoof  7  bonndoi  de  la  tíem,  que  respetan  y 
ébsemn  la  aatídad  de  esas  cosas. 

R)  patríotiSBa  inglés,  eolendidii  de  ese  modo, 
botó  al  extranjera  á  so  principe  de  Gale<  y  á  Im 
padnes  que  le  baliian  dado  el  ser  y  el  amor  tú 
d^poliiiiia;  j  poso  la  oaroiia  de  Inglaterra  srihn> 
la  cabeza  del  extranjero  libertador»  ^ 
Orange^  liajo  ia«  candidones  expresa^  s 
que  forman  la    omtíHuáan  inglesa^  7  ^  '<^ 

otras — la  soberanía  del  pneblo,  la  libertafl  ó  el 
dereebo  á*s  íngeriríse  eii  sn  gobiernü,  la  indepen- 
denria,  la  ígnalda^f  i^»'»-  ^^  í»^  '^  rí«í^rtrt»!  ilf»  ta 
prenia,  etc.,  etc. 

Kn  cambio  d«:  estas  co^a^  que  le  habían  saiio 
arrebatadas  por  un  Rey  compatriota,  el  patrin- 
tismo  ¡ngk-?í  no  tnvo  escr úpalo  en  cambiar  m  tira 
no  brítáníro  por  tm  libertador  holandés,  qne  coii- 
sifitíó  tíii  britaiiizanw?,  lejos  de  extranjerizar  ó 
colonizar  el  paíü  libertado, 

Lci  qne  ha  hecho  ia  gloria  y  la  felicidad  de  la 
Inglaterra  no  paede  hacer  el  de^^honor  de  Amé 
rica  y  la  «Icngraeia  d»*  América 

La  líbertid  y  la  independencia,  no  son  men- 
brillantes,  jforque  se  deban  al  apoyo  extranjero, 
que  Hcria  nlipmdim  (?)  la  tiranía  y  opresión,  aun- 
que nean  compatriotaii  Ion  que  lo  inflijan  al  país. 

Si  la  América  no  tiene  un  déspota,  tiene  mi- 


llares  de  déspotas;  iníínitos  despo fiarnos,  en  yez 
dtí  uno  solo. 

La  rtípública  es  el  despotismo  de  todos  contra 
todos;  es  !a  tiranía  diseminada  en  las  uianos  de 
todo  el  mundo,  en  términos  que  nadie  es  libre, 
porquo  todos  son  déspotas;  cada  uno  obra  conv» 
quiere. 

Toda  tiranía  inteiior,  legitima  una  intervenciau 
libertadora,  no  iínporta  que  el  tirauíj  sea  uno  ó 
sean  muchos,  ("ou  Uil  »|ue  la  intervención  seapu- 
ye  en  el  país  oprimido,  respete  su  independencia 
y  «e  opere  en  sosten  de  su  liberUd. 


§  viu 

Interfeneíon  ó  cooiieraeioii  do  ta  Europa  en  la  coits- 
tiiudotí  y  sosten  do  los  gotitornoH  do  Suíl-Amé« 
rieu. 

íja  íNtervtncíon  prolectoía  de  la  Europa  en  apo 
yo  *le  los    nuevos  f^ubiernos   de  Sud-América,    la 
lian  [ledido,    Alvear  como  Director  de  la    Hepu* 
blita  Argentiíia  en    IH15.  y  Bolívar  como  Presi- 
dente de  Oolumbia  en    1821). 

Bolívar  se  fundaba  •  m  /as  pocas  esperamas  de 
consoiidar  (os  nuevas  yobiernos  americanos  //  las 
probahilidadm  de  que  se  despedacen  rec^procameníp^ 
si  un  Estado  pídeiúso  (de  Europa)  no  interinene  en 
ms  diterencius  ó  toma  la  América  bajo  su  ptota 
ciou*  — *La  protección  es  nms  propia  df*  ana  po^ 
tvncia   europea  * 


—  472  — 


Esto  decía  el  4  de  abril  de  1829,  m  Secreta* 
río  General,  el  Mini?ifrn  de  relaciones  exteriores, 
en  nombre  del  Ptesidente  Libertador. 

En  ^  de  julio,  insistiendo  en  la  minma  idea, 
decía —  la  América  necesita  de  un  regulador,  y 
con  tiil  que  su  me<liac¡on,  ¡nútetckm  i  ititinenciu, 
emanen  de  ana  nación  jiüderosa  del  aiitigno  con- 
tinente, y,  con  tal  que  ejerza  un  poder  bastante 
para  que  en  caso  de  ser  desatendida  é  insuficiente 
su  polltic-a,  emplee  la  liierxa  y  haga  oir  la  voz 
del  deber,  lo  demás  es  cuestión  ile  nombre. 

Así,  la  ifUcrrefuion  de  la  Europa,  tan  temida 
l)or  los  patriotas  de  hoy,    era  solicitada    por  laa| 
creadores  de  la  iniiepeníiencia  de  Amcric^i.. 

La  querían  de  parte  de  Europa  y  no  de  Araé-j 
rica. 

Los   dos  jefes  ¡lustres,  tomando   la    iniciat¡va,| 
enseñaban  ese  deber  de  prudencia  A  los  gobiernoi 
de  América. 

Lo  mismo  hicieron  el  director  Posadas  y  el  Pro- ' 
iedor  San  Marfin, 

Esa  política  probaba  su  convencimiento  en  fa* 
vor  de  la  misma  idea,  que  aquí  desenvolvemos, 
saber:— que  sin  la  coaperaeion  activa  y  eficaz  d< 
la  Europa  política,  es  imposible  dotar  á  la  AnU 
rica  del  Sud  de  la  autoridad  (jue  debe  realizar  1í 
miras  de  civilización  con  que  hizo  la  revolucioB 
de  su  independencia. 

Y  que  la  iniciativa  de  las  negocian  iones  tenden^ 
tes  á  obtenerla,  pertenece  a  los  gobiernos  patrie 


"^•^ii" 


—  47:1  -- 


tas  de  América  y  forma  parte  de  sus  deberes  de 
patriotismo,  como  lo  ha  dicho  San  Martin. 

Por  qué.  para  e^^to,  se  han  dirigido  siempre  l¡is 
repiiblicMs  ameriamas ;í  [nglaterra,  que  embistió  al 
Plata  y  á  Nueva  Granada  con  miras  de  conquista, 
y  no  á  la  Francia,  que,  cautivando  al  Rey  de  Es* 
paila  y  de  las  Indias,  les  dio  hecha  en  cierto  moflo 
su  revolucionV  Parte  por  una  hipocrecia  de  táíti- 
ca,  por  una  especie  de  pudor  afectado  de  familia, 
pero  se  armaban  y  asumían  el  poder  soberano  en 
nombre  de  la  necesidad  ile  resistir  la  conquista 
de  Napoleón;  y  en  segun<lo  higar,  porque  no  fal 
taba  un  temor  real  de  que  \a|)oleoü  aspirase  á 
suceder  á  los  Borbones  ile  España  en  el  señurio 
de  las  Araericas. 

Es  así  que,  gritando  contra  Napolean,  se  re 
cibian  con  cierto  delBÍte  en    América  las  noticias 
de  sus  victorias  contra   España,     La  noticia  de  la 
entrada  de  los  aliados  en  Paris,  en   1814,  enlu 
tó  á  los  patriotas  de  Chile;  y  ia  derrota  de  Wu 
terloo,  lo  fué  para  los  patriotas  argentinos,  como 
para  los    de  Prancia.     Lo  i  dos  heclios  tuvieron 
la  mas  grande  inHuencia  en  la  suerte  de  la  revo 
lucion  de  esas  dos  Hepúblicas.     Olliggins  cajn- 
tuhí  con  los  españoles;  y  los  argentinos  para  w^ 
rapitn lar,  se  echaron  en  brazos  de  la  repüf/liai, 


474  - 


§1X 

Deberos  de  lii  Europa  en  AtnéríPii,  Ue  %a 
iiitervenriüii  en  América 


El  engnmdecimiento  futuro  de  la  América  del 
Sud  está  representado  por  el  mas  grande  desarroll 
posible  déla  población,  de  la  riqueza  y  de  la  indus- 
tria euroieas  en  aquel  continente.  (Kl  lector  ame- 
ricano lee  esta  frase  y  nada  alia  que  observar,  por* 
íjue  es  la  verdad;  pero  su  verdadero  sentido  le  ej 
candaliza). 

Si  la  autoridad  de  los  gobiernos  americanos 
ha  de  disminuir  y  debilitar  en  razón  inversa  de  le 
progi'eMís  de  las  poblaciones  de  su  mando,  es  decirJ 
á  medida  tjne  los  pueblas  se  agrandan  (lo  cual  no 
contradict^jrio,  si  se  atiende  á  que  es  la  Europa  ti 
que  se  agranda  y  extiende  en  nuestros  países,  m 
nosotros,  que  nada  liacemos  para  ello)  es  natunil* 
que  se  multipliquen  progresivamente  los  vejámenes 
que  son  resultados  de  la  falta  de  gobierno  y  los  reJ 
clamos  y  las  querellara  ron  las  naciones  de  Europa  pof 
esos  reclamos  y  las  faltas  de  satisfacción. 

Los  gobiernas  de  Europa  servírian  mal  al  desen-j 
volvimiento  de  su  comercio  y  de  sus  intereses  ei 
aquellos  países  distantes,  si  dejasen  de  cubrirlos  con 
sn  protección  directa,  vista  la  impotencia  de  los  go- 
biernos republicanos  para  prevenir  y  castigar  los 
vejámenes. 

Se  limitarian  á  la  i^ráctica  ordinaria,  en  dereckol 


—  475  -* 


de  gentes,  de  entablar  reclamos  aislados,  de  satisfac- 
ción, á  medida  que  los  vejámenes  ocurran?  Em  se- 
ria vivir  en  perp(5tiTas  (luerellas,  qae  envenenan  las 
i'elaciones,  y  al  fin  no  tendrían  los  gobiernos  respon- 
sables bastantes  cándales  para  reparar  los  daños 
causarlos  por  su  incapacidad  de  evitarlos  y  repri- 
mirlos. 

La  intervención  de  los  gobiernos  reclamantes, 
ejercida  en  la  forma  usual,  con  el  fin  de  modificar 
radicalmente  ese  estado  de  desjrden,  convertido  en 
editado  permanente  y  normal,  seria  tan  necesaria  co- 
lino bien  motivada 

Una  intervención  de  la  Europa  que  tuviera  por 
JTesüItado  fortificar  los  gobiernos  de  América  y  poner 
l^ná  la  vida  de  revoluciones,  que  lleva  ya  cincuenta 
jallos  continuos,  no  podría  dejar  de  ser  un  beneficio 
I  para  la  misma  America,  con  tal  que  tuviera  por  ba- 
f^ey  condición  fundamental  el  respeto  de  la  indepen- 
dencia y  de  la  soberanía  de  sus  pueblos. 

No  solamente  puede  la  intervención  concillarse 

son  el  respeta  de  estos  principios,  sino  que  eso  es 

jostamente  lo  que  la  distingue  de  la  conquista  y  la 

[constituye  una  práctica    lejítima  y  saludable  de de- 

'recbo  de  gentes. 

El  respeto  á  la  independencia,  es  la  regla;  la  in- 
XiervnmoH^  es  la  escepcion  de  esa  regla,  no  la  dero- 
Igacion  La  regla  es  perpetua,  la  excepción  estran- 
]  sitoria. 

No  liay  una  sola  nación  de  Fíuropa  á  quien  la  in- 
Uervencion  délas  otias,en  un  momento  dado  no  baya 
lavado  de  alguna  crisis  terrible,  jirobada  incuralile 


—  4T6  - 


|)or  otro  me'lio,  dejaiuio  entera  su  tndepeitUL*noin,  dñ 
qiio  hasta  hoy  es  poseedora. 

Por  í]ué  un  remedio  que  ha  dado  la  j^lud  á  la  /«- 
f/laterra,  á  la  Francia,  &  la  E&paña,  á  la  Bélgica,  á  la 
Holanda,  Á  la  Italia^  no  seria  aplicable  á  la  crms 
eterna  y  terrible  de  que  son  víctimas  los  Estarlos  de 
la  América  del  Sud,  de  cincuenta  años  á  esta  parte? 

Si  esos  Estados  han  aceptado  y  v'iven  bajo  el  de- 
recho público  de  la  Europa  ^j>or  qué  extrañaría  su 
«plicacion,  en  caso  necesario  y  en  un  ¡d^' r*'^  -viden- 
temente  útil  para  todo  el  mundo? 

La  cuestión  difícil  eíS— ¿*i  quién  t«>caria  iniciarla? 

La  intervención  dejaría  de  ser  inquietante  para 
la  America  mlsma^  si  fuese  ^solicitada  por  el  paíi  que 
la  necesita.  Pero  es  difícil  que  esto  suceda,  porqiu?] 
el  parriilo  que  sufre,  teme  i»edi ría  por  no  aparecer 
traidor;  u  su  voz  estíí  ahogada  y  sin  eco,  y  el  que 
impera,  lejos  de  llamarla,  la  repele  en  defensa  dn  í^ií  í 
ascendiente  propio,  que  reviste  con  los  colores  de  la  | 
independencia  nacional. 

Ijo  general  de  la  sociedad  víctima,  «o  piensa,  I 
ni  espera,  ni  cree  en  la  eticacia  de  ese  recarsoj 
habituada  como  e^^tá  por  la  repetición  del  desór*} 
den  y  de  los  abusas,  con  el  espeetácula  desases*) 
tragos  y  atentados,  que  lleva  medio  siglo.  El  po- 
der de  esa  terrible  habitud  es  tai,  que  las  gentes] 
mas  honestas  de  América  se  presentan  en  Europa 
con  un  aplomo  y  satisfacción  tan  completos,  que  I 
ni  sospechan  la  triste  recomendación  que  paede] 
dar  de  ellas  el  triste  estado  de  su  país. 

Ese  sentiuxiento  tiene  una  «lisculpa  en  labui'ua^ 


—  IT 


iriten-rion  y  sinceridad  que  de  ordinario  acompasan 
Á   IfKs  L*stragQS  de  las  repúblicas.  Todo  el  mundo 
i*n  las  disencioiies  de  esos  países,  tiene  la  canvic 
ition  de  su  sinceridad  y  patriotisiao.  Los  mm  ter* 
rible»  y  8angnentoí<  caudillos,  uieterian  su  mano 
en  el  fuego,  en  prudia  de  la  pnrexa  de  su  patrio 
tismo  y  tranquilitlad  de  su  conciencia  política   Fa 
rundo  <^uirogfi,  en  el  Plata,  no  se  creía  menos  pa 
triota  y  siJícero,  que  Rohespierrey  Maiat  se  con- 
sideraban á  sf  mismos.   Esta    s>la  analo^^ia  basta 
para  demostrar  que  ese  defecto  no  es  peculiar  de 
\m  americanos,  sino  de  la  república  de  rodas  par- 
^tes.  De   (Kías  repúblicas  puede  decirse  lo  que  el 
eta  dij*>  del  camino  del  infierno,  que  estaba  em* 
pvihmiu  de  hmnüH  infencionrs 

Va  esto  solo  basla  [lara  poner  á  l*)s  países  de 
mérica  al  alirigo  de  la  conquista,  fustigo  de  que 
lo  son  dignos  lo8  países  en  que  el  crimen  y  el 
'dolo  hai:  tomado  el  lugar  de  las  buenas  intencio- 
nes La  A mérií:a,  pir  su«  desórdenes,  puede  llegar 
á  bacersc  merecedora  de  una  intervención  que  ?e 
ilirija  á  contenerlos,  pero  no  de  la  conquista  que, 
por  otra  parte,  tiene  su  mas  fuerte  obstáculo  en 
los  mismos  progresos  de  la  civilización  y  del  dere* 
rbo  de  gentes.  La  abolición  del  monopolio  colo- 
nial, de  la  clausura  de  los  grandes  rios  navega- 
bles, del  trático  de  negros,  conquistados  moder- 
iuimenle  por  el  derecbo  público  de  la  líniopa,  lia- 
na imposible ,  para  toda  Xacion ,  la  restaura- 
ción en  su  provecho  exclusivo,  del  sistema  i|ue  en 
t»í!iÉ  íi^ritriñ  lti7(>  pesar    la    Espatla  no  solamente 


-  478 


contra  lod  paíse§  americanos,  qne  babUn  sn  idich 
niíi.  HÍno  contra  toiloü  los  países  interesad*»*  **n 
íomuniear  libremente  con  ello«. 

Esta  consideración  puede  ser  capaes  de  trainiui- 
lizar  á  los  americanos  el  dia  que  Europa,  impul- 
sada por  la  necesidad  de  proteger  suj*  propios  in- 
t^^Teses  eu  aquel  continente,  crea  de  m  deber  iiK 
tervenir  en  América  para  cooperar  con  suís  gfülner* 
no??  naturales  á  la  constitución  de  autoridades 
capaces  de  dar  al  orden  y  ^  ^^  P^^j  esenciales  al 
de^m*ollo  de  la  civili:^acion,  la  protección  efiPAa 
que  no  han  podido  darle  los  gobierno*  exi^4¿ate^ 
hasta  aquí,  por  sus  ^olos  esfuerzos. 

£$  imposible  que  la  Europa  deje  de  llegar  á 
ese  término,  vista  la  duración  y  el  tamaño  del 
desorden  en  xVmérica,  y  la  magnitud  creciente 
de  su  comercio  y  de  su  industria  en  aqaellos  paí 
ses.  Lo  que  se  considera  como  el  comercio  y 
industria  de  esos  países,  no  es,  en  cierto  modo,  dnl 
cl  comercio  y  la  industria  de  la  Europa  que  se 
desenvuelven  en  aquel  continente.  Su  progreso, 
es  el  progreso  de  la  Europa,  no  de  loí>  países  leja- 
nos que  son  teatro  de  ese  desarrollo,  por  mas 
que  los  benelicie  á  ellos  mismos.  No  se  explica 
de  otro  modo  su  acrecentamiento  en  medio  d^ 
desorden  y  á  pesar  de  una  política  propia  pa 
contrariarlo  y  arruinarlo. 

La  posición  de  Euiopa  en  Süd-Am¿rica  tieíie 
eso  de  curioso  y  de  escepcional,  que,  siendo  esos 
países  y  estaudt»  llamados  á  ser  de  mas  en  mas,  el 
teatro  favorito  de  las  especulaciones  de  su 'comer- 


cío  y  fle  sa  indrtstria,  y  habiendo  caído  ellos  por 
su  revolución,  en  im  estado  de  cosas  que  se  dis 
tingue  por  la  falta  de  gobierno  eficaz  y  de  tran 
qnilidad  permanente —los  intereses  europeos  en 
aquel  continente  tienen  que  vi\ir  y  desenvolverse 
como  á  la  casualidad,  sin  mas  protección  que  la 
bnena  fé  y  el  instinto  generoso  de  las  poblaciones 
americanas,  si  la  Europa  no  se  encarga  de  unn 
parte  de  su  protección. 

La  Europa  no  ha  dado  á  su  comercio  nn  gran 
mercado  en  e^os  países,  en  tanto  que  no  contri- 
buya á  darles  allí  la  paz  y  el  urden,  sin  los  cua* 
les  el  comercio  es  poco  menos  que  imposible. 

No  es  de  nosotros,  ni  de  este  lugar,  señalar 
medidas  para  nn  programa  de  acción  á  los  go* 
biernos  de  la  Enropa.  No  diremos  qué  debe  ha- 
cer, cámo,  ni  en  qué  forma  debe  obnir  la  Europs 
en  América.  Diremos  solamente  que,  quedando 
impasible,  falta  á  sns  deberos  en  favor  de  la  ci- 
vilizacioii  y  se  hace  cómplice  de  los  desórdenes 
que  devastan  la  parte  meridional  del  nuevo  mon- 
do. Su  dereclio  y  su  deber  á  intervenir  con  la 
mira  de  contenerlos,  se  derivan  del  que  tiene  á 
Jomar  parte  en  la  pacificación  permanente  de  paí* 
cuyo  comercio  es  su  comercio,  cuya  población 
^s  su  población  en  gran  parte,  y  cuya  riqueza  es 
en  gran  parte  su  riqueza.  Países  nacientes  lla- 
mados A  componerse  y  agrandarse  con  elementos 
ágenos,  mas  que  propíos,  n()  tienen  derecho  á  ex- 
cluir toda  intervención  con  la  misma  plenituil  que 
otros  que  solo  se  forman  de  lo  suyo.     Ni  el  Asia, 


^g^ 


4Si) 


ni   rl    .liiirii,  Mi   íunguii  [»ais   ur    la    lirUíi    sv  íhí 
A  este   respecto   en   el  caso    de  la  Anii^ncxi,  que 
e&tá  llamada  á  pohlar^e  y  ser  mansión   de  milla 
nes  de  europeo^. 

Si  los  pueblos  de  Siid  América  lian  dejado  de 
ser  cofonias  de  la  Knropa^  su  independencia  nú 
impide  que  la  mitad  de  los  elen»entos  de  que 
constan,  son  y  pertenecen  á  la  Kuropa;  y  que  su 
prosperidad  consiste,  no  en  que  este  hecho  deje 
de  existir,  sino  en  que  se  agrande  y  desenvuelva 
mas  y  mas;  no  liasta  perder  su  autf>nomía,  s  no 
hasta  atírmaila  del  todo  y  para  siempi'e,  por  úse 
nihnio  meilio  que  parecería  comprometerla 

Los  Kstados  Unidos  son  la  nación  mas  inde- 
pendiente y  fuerte  de  Ame^rica,  respecto  de  Eu- 
ro])a,  porque  <:ont¡einni  mas  poblaciim  europea 


í?  X 


Dfis  modos  eti  que  la  iiionariiutfi  r^emplaica  li  If 
M*|iiililíea 


De  dos  modoi  puede  venir  la  monarquía  á  ca)^ 
mar  los    diíJturbios  eternos  de  una  repiíblica,  ei 
8ud  América:  — como  vino    en  Jíulamla;  6  comof 
ha  venido  en  Méjico:~es  decir,  por  lá  voluntad 
propia  ó  por  la  voluntad  del  extranjeru, 

T)e\  primer   modo,  todo  el  mundo  ha  hecho 
Holanda  una  virtud,  un  título  de  honor. 

De  lo  segundo,  han   hecho  á  M**jico  un  moti* 


I 


-  481  -. 

vo  de  compasión,    aun  los   partidarios  de  la  nio- 
nanjuía. 

Pero  como  esa  conversión  es  una  necesidad  del 
orden  que  interesa  á  la  nación  tanto  como  al 
extranjero,  que  tiene  intereses  en  la  nación,  ella 
iene  que  suceder  fatalmente;  de  modo  que  si  no 
lo  hace  el  país  mismo  por  su  voluntad  o  por  su 
fuerza  propia,  tiene  que  ser  obligado  á  realizarla 
por  el  extranjero  á  quien  daña  el  desJrden  repu 
blicano,  tanto  como  al  nacional  mismo. 

En  la  mano  de  América  estaría  evitar  la  suer 
te  que  ha  cabido  á  Méjico. 

Cómo?     Desenvainando  la  espada  con  que  San 
Martin,  Belj^rano  y  Bolivar  echaron  de  América 
á  la  España? — No:  abrazando  la  monarquía  con 
que  San  Martin,  Belgrano  y  Bolivar,  querían  sal 
var  la  indepeadencia  de  América. 

Aceptad  sus  ideas  como  aceptáis  ks  conquistas 
de  su  capaila.  Obrad  como  ellos  petisaban,  y 
vuestros  hechos  serán  dignos  de  ellos;  solo  así 
seréis  los  digno^i  sucesores  de  su  gloria. 

La  cooperación  é  intervención  del  extranjero, 
atmida  ]ior  el  país  mismo,  deja  de  ser  estranjera; 
se  hace  obra  del  país  y  pio'di^  toiln  roloi-  de  hu- 
millación. 

Esa  fué  la  intervención  de  los  holandeses  en  la 
Inglaterra  de  1688, 


Ko  deseaiia  para  mi  país  la  suerte  de  Mcjiat^ 
en  el  sentido   de  verle  obligado  por   !a  fuerza  A 


eíitrar  en  la  via  del  deber,  mmo  no  le  desei>poi 
la  misma  causea,  la  suerte  que  cupo  á  Francia  eti 
1814,  á  España  en  1834. 

Es  una  desgracia  para  una  nación,  como  la  m 
para  una  perdona,  el  que  sea  preciso  eniplear  la 
fuerza  extraña  para  reducirla  á  conducirse  como 
debiera  hacerlo  por  su  propia  voluntad, 

Pero  no  liay  que  deducir  de  ahí,  que  es  luaá 
honrOí?a  y  feliz  la  suerte  del  pueblo  que  paeilc 
vivir  en  el  atentado  y  en  la  violencia,  sin  que 
nadie  le  embarace,  que  no  la  del  pueblo  que  es 
obligado  á  salir  de  esa  vida  de  crimen  para  en- 
trar en  la  de  civilización,  por  la  mano  de  otra 
nación. 

Qué  le  importa  al  mundo,  que  una  nación  ha- 
ga arder  todas  sus  leyes  y  sus  deberes  dentro  de 
su  t^írritorio? — dicen  los  que  pretenden  hacer  de 
cada  nación  un  planeta  aparte. 

Aun  en  el  caso  que  solo  fuesen  nuestros  lus 
intereses  sacrificados,  el  mundo  tendría  derecho 
de  estorbarlo.  Cúmo  no  lo  tendrá  cuando  loá 
intereses  que  holláis  son  extranjeros,  y  que  In 
intervención  del  mundo  externo  es  el  ejercido  de 
FU  defensa  propial 

A  qué  viene? — por  qué  no  se  va  del  país  en 
que  su  interés  sufre?  -  no  sabe  que  vivimos  sin 
gobierno? — He  ahí  el  sistema  de  delensa  del  de* 
recho  de  atacar  impunemente  al  extranjero,  con 
tal  que  sea  en  nuestra  casa  y  en  plena  paz. 

Que  argumente  así  una  nación  salvaje,  se  con- 
cibe,    Pero   que  use  de  esas  razones  una  nación 


—  4H.3  -^ 


«jue  ha  solicitada  ser  reconocida  corao  una  de  las 
naciones  dignas  de  figurar  en    la  familia  de  las 
naciones  civilizadas;  que  ha  invitado  á  la^  demás 
á  entrar  en  relaciones  de  comercio  y  de  polfticíi 
y  que  ha  abierto  las  puertas  de  su  suelo  al  muí 
do,   bajo  las  promesas  de  hospitalidad,  respeto  y 
seguridad,  que  las  leyes  ofrecen  en  común  á  to- 
los  los    habitante*!,  es  soberanamente  estúpido  y 
>8Urdo. 
Y  si  el  gobierno  mismo  de  la  nación  no  es  bas* 
rante  fuerte  para  evitarlo  ¿que   liará? — Bi  el  no 
puede  procurar  mejor  suerte  al  extranjero  que  al 
mismo  hijo  del  país,  ¿qué  culpa  ni  qué  responsa- 
bilidad tiene  él?~Es  otro  de  los  argumentos  en 
favor  del  pülage  imvitahh. 

Esta  es  justamente  la  cuestión  del  dia  enAm¿* 
rica.  Si  el  gobierno  que  tenéis  actualmente  no 
ea  bastante  fuerte  para  cumplir  las  promesas  de 
seguridad,  bajo  las  cuales  habéis  recibido  al  ex- 
tranjero en  vuestro  suelo,  constituid  otro  en  una 
forma  que  lo  luiga  capaz  de  llenar  esas  promesa^; 
ü  sopoUad  que  el  gobierno  extranjero,  enti'e  en 
vuestro  suelo  para  dar  á  sus  nacionales  la  pro- 
tección de  que  os  confesáis  incapaces  (interven- 
ción inglesa);  ó  que  para  no  renovar  estas  inter 
venciones,  entre  en  vuestro  suelo  con  el  objeto 
de  constituir  el  gobierno  de  seguridad  permanen- 
te que  no  queréis  ó  no  podéis  constituir  voz  mis- 
mo (intervención  francesa). 

Qué  medio  hay  de  evitar  estas  intervenciones? 
— La  liga   de  la  América? — los  ejércitos? — Qui 


—  4S4  — 

tarles  la  razón  de  ser.  üar  al  extranjero  y  al 
nacional  la  seguridcul  y  la  paz;  dar  al  gobierno 
nacional  la  forma  que  lo  haga  capaz  de  «lar  pur 
sí  mismo  esas  garantías,  sin  necesidad  de  qne  ven- 
ga el  extranjero  á  darlas.  Dar  al  gobierno  esa 
forma  por  vuestra  propia  voluntad,  para  que  el 
extranjero  no  os  obligue  á  tomarla,  en  defensa 
de  su  propio  derecho. 

Si  la  imlcpcndencia  americana  es  un  interés 
europeo,  la  7^/^  y  el  orden  de  América,  que  hacen 
valer  y  servir  útilmente  á  esa  independencia,  son 
otros  tantos  intereses  europeos  que  los  gobiernos 
de  Europa  tienen  el  d.^ber  de  proteger,  por  los 
medios  que  el  derecho  de  gentes  les   defiere. 


CAPITULO  NOVENO 


ACCIÓN  DE  LA  EUKOPA  EN  AMÉRICA 


§1 

Acción    de    Europa  en   Ainérícu,  antes  y  ahora: 
unidad  y  solidaridad  de  su  dvilizaeiou 

La  vida  de  América,  desde  su  descubrimienio» 
esto  e%  desde  tres  siglos,  no  se  compone  sino  de 
una  larga  y  continua  intervención  de  Enropa  en 
ese  continente.  Descubrirlo  y  disponer  de  él,  ocu- 
parlo, poblarlo  y  poseerlo  como  propiedad,  todo 
faé  uno* 

Al  cabo  de  tres  siglos  de  ese  estado  de  cosas> 
un  cambio  fundamental  se  obró  en  el  modo  de  ser 
de  América.  Su  independencia  respecto  de  Eu- 
ropa, y  la  república  como  sistema  de  su  gobierno, 
fueron  introducidos  por  la  fuerza  de  las  cosa>,  y 
proclamados  y  adoptados  en  seguida. 

Cesíí  por  eso  la  acción  de  Europa  en  Aménca? 


u  á08ten^o  que  ni    aon  esos  dos  Uechos 
obra  de  la  América. 

Mtielios  voliíiíienes  ha  llenado  con  la^  pruebas 
de  tHte  hecho,  nn  americano  (Calvo),  qae  los  h» 
Ijablieadi»  con  intención  de  negarlo. 

La  Kuropa  biísu  indirectamente  la  independencm 
de  América;  y  ann  la  repúbhcu  ndsma,  como  sis- 
tema de  gobierno,  debid  á  la  acción  de  la  Europa^ 
kims  que  de  la  Amanea,  su  nacimiento, 

Kl  rol  de  América  fué,  hasta  cierto  grado,  pasi- 
vo. Su  vida  fué  una  faz  de  la  vida  de  la  Empopa; 
y  seria  preciso  negar  el  poder  de  la  civilización 
81  hubiese  dejado  de  suceder  así. 

Sin  \m  rivalidades  y  eraulacioness  de  los  pode- 
res europeos,  püseedore';  de  América,  no  hubiese 
tenido  lugar  la  indepeudencia  de  ese  continente. 
La  Francia  y  la  Jíspaña,  en  guerra  con  Inglater- 
ra^ contribuyeron  á  la  pérdida  que  ésta  hizo  de  sus» 
colonias  en  Norte  América;  y  la  Inglaterra  no 
tardó  en  vengarse,  contribuyendo  á  que  Espafla 
perdiere  las  suyas  en  la  América  del  Sud.  La 
Francia,  conquistando  á  España,  presentó  la  opor- 
tunidad. Sin  la  revolución  francesa,  la  revolu- 
ción de  Sud-América  se  hubiese  retardado  siglos. 

Que  fué  la  revolución  europea  y  no  la  de  Esta- 
dos ITnidos  lo  que  facilitó  la  independencia  de 
Sud  América,  se  prueba  por  el  hecho  de  que  los 
países  vecinos  á  Estatlos  LTnidos  fué  lo  ultimo  que 
perdiii  Espaila.  La  ffalfina  y  Puertn-RicOj  son 
*Tnn  suvns 


-U7  - 


§n 


La  república  on  8u(l*4iii¿rica  es  obra  de  la  Europa 
mas  bien  que  do  Atiu*r¡í*a 

La  Europa,  lo  hemo^  dicho  ya,  ha  dado  á  la 
América  del  Siid  no  solo  li  independencia,  sino 
también  la  repú/dicct. 

La  república,  en  Siul-América,  es  obra  de  la 
Europa, 

A  cada  uno  lo  que  le  pertenece.  Esa  falta  no  es 
americana. 

Darle  la  república,  era  como  quitarle  el  gobier- 
na de  sí  misma;  es  decir,  dañar  á  su  indepmdeH' 
cia.  Esa  es  hasta  hoy  su  situación,  aun  jue  n^)  ha- 
ya la  intención. 

Faa  esta  la  mira  con  que  se  la  daba?— No:  pe- 
ro ese  era  el  resultado  de  su  error  La  Europa 
daba  á  la  América  su  independencia  por  interés 
piopio,  y  la  república,  por  un  error  o  imprevidon 
que  debia  hacer  poco  menos  que  estéril  é  infruc- 
tuosa para  ella  la  independencia  americana. 

En  efecto,  la  América  ha  vivido  sin  gobierno 
desde  que  es  repüblica. 

La  falta  del  gobierno  es  toda  la  causa  de  la 
anarquía  de  medio  siglo;  y  no  necesita  otra,  por- 
que ella  basta  para  producirla  en  cualquier  parte. 

Ella  no  viene  de  la  raza.  Un  pueblo  que  por 
tres  siglos  ha  vivido  una  vida  de  mansedumbre 
ejemplar  y  de  absoluta    quietud,  no  puede  pasar 


—  488 


á  ser  de  \m  día  para  otro,  una  raza  ingoberna- 
l)le  y  anárquica  por  esencia. 

Claro  es  que  su  inquietud  es  anificial  y  vive 
del  vicio  de  su  gobierno. 

Lo  que,  en  Sud* América,  se  toma  por  gobiemd 
no  es  mas  que  una  imitación  artificial  de  él.  No 
es»  al  menas,  gobierno  serio;  es  simulacro,  ensa- 
yo, experimento,  tentativa  de  gobierno* 

Qué  extraño  es  qne  la  Europa  desprecie  y  atr< 
pelle  á  menudo  á  los  dichos  gobienios  de  Sud- 
América,  si  la  América  misma  es  la  primera  A 
despreciarlos  y  hollarlos?  Mejor  los  trata  Europa 
todavía,  pues  la  América  los  derroca  á  cada  rato. 

Pretender  que  Europa  respete  lo  que  América 
misma  trata  como  estropajo,  es  insensatez. 

Se  diría  que  la  Europa  ha  dejado  vivir  á 
América,   sin  gobierno,  por  espacio  de  medio  nij 
glOj  para  pn»bar  si  la  independencia  de  ese  coi 
tinente  era  viable  y  un   hecho  irrevocable. 

Y  en  efecto,  no  se  puede  ya  dudar  de  que  1^ 
es,  cuando  ha  vivido  medio  siglo  por  sí  mismo, 
cierto  modo. 

La  larga  existencia  incontestada  y  respetadl 
por  el  mundo,  es  un  desmentido  á  los  que  preten- 
den que  América  tlel  Sud  no  estaba  preparada  t>a- 
ra  recibir  su  independencia  en  IHKL 

Si  América  no  la  creii  ni  prepara,  tubo  al  mej 
nos  el  buen  juicio  de  tomarla  Justamente  cuando 
los  acontecimientos  de  la  Eui-opa  la  ponían  en  sfi 
mano. 

Tuvo  después  bastante    coraje  para  defenderli 


48n  - 


y  conservarla,  probando  así  que  la  merece  y  cnn 
prende. 

Y  si  no  ha  podido  gobernarse  á  sí  misma,  en 
uso  de  su  independencia,  no  es  porque  sea  inca- 
paz de  gobierno,  sino  porque  no  se  ha  dado  con  el 
gobierno  que  conviene  A  su  condición  pasada  y 
presente.  Bu  mal  gobierno  no  prueba  que  todo 
gobierno  independiente  es  imposible  en  ese  suelo, 
sino  que  no  tiene  el  gobierno  que  le  conviene. 

El  gobierno  que  conviene  á  un  pueblo^  en  cuan- 
to á  su  forma,  es  aquel  en  que  se  ha  educado, 
que  está  asimilado  á  suí<  costumbres  y  usos  y 
que  forma  parte  de  su  naturaleza  y  carácter.  Con 
tal  que  repose  en  la  base  natural  de  todo  gobier- 
no, que  es  la  voluntad  nacional,  y  se  encamine 
al  /«  de  todo  gobierno  que  es  el  bien  de  la  Na- 
ción; poco  importa,  para  ser  un  país  libre,  que 
la  forma  de  su  gobierno  independiente  sea  la  mis- 
ma que  tuvo  siendo  parte  accesoria  y  dependiente 
de  otro  país  E\  Brasil,  la  Holanda,  la  Bélgica, 
la  Grecia,  son  ejemplos  prácticos  de  esta  verdad. 

Hé  aquí  cómo  la  independencia  trajo,  por  re 
snltado  inmediato,  la  falta  de  gobierno  y  el  esta- 
do de  cosas  que  dura  hasta  hoy. 

La  Europa  monárquica,  aunque  amiga  eu  se- 
reto  de  la  independencia  de  América,  no  la  íicep- 
aba,  por  miramientos  á  España. — Abandonada 
por  la  Europa  monárquica,  no  le  quedaba  mas  par 
tido  á  la  América  que  echai-se  en  la  república  — 
Pero  la  república  era  una  segunda  razón  de  re 
.serva  v  de  abstención  de  la  Europa, 


—  190  — 

^*  "    '     ?-*^  la    América  independiente, 
fo  uarquia  con  el  sistentn  colonial  áe^ 

que  ^lta«  y  la  injluenáa  ietjUimu  de  la  Europa, 
en  América,  con  la  dominación  srí  '-1  tiem 

po  pasado,  se  aislaba  y  alejalia  de  ¿a  tanto 

como  Europa  se  alejaba  de  América.  Hnjendoj 
la  una  de  la  otra,  $e  daOaban  en  sus  interesi^  mn^^ 
TttaJes. 

Este  es  boy,  pues,  el  estado  de  las  cosas. 


UI 


Exigen ctas  y  nere^idade^  contrarias  de  los  do$ 

do^    Por  qué  las  ¡deas  libérale!^  de  Cofi»pa  son  pe* 
Hgrosas  ec  Améríea. 

La  inñnencia  de  la  Europa  actual  en  Sud- Amé- 
rica» no  es  toda  en  beneficio  de  aquel  continente; 
y  por  mas  extraño  que  parezca,  la  influencia  de 
las  ideas  liberales  y  radicales,  es  todayia  menos] 
benéfica,  que  la  influencia  de  las  ideas  conser^ 
Tadoras. 

La  explicación  de  esite  hecho  es   muy  sencilla. 

El  tiene  un  precedente  conocido  en  la  histor 
de  la  Europa,  y  la  explicación  es  la  misma  pa- 
ra ambos. 

3klr.  Gnizot,  ha  notado  con  razón,  que  el  re-I 
nacimiento  de  las  letras  griegas  y  latinas,  en  el( 
momento  en  que  la  F^uropa  síilia  de  la  edad  me- 
día, vino  á  complicar  y  retardar  el  desarrolla  de 
los  elementos  de  orden    y  monarquistas,  que  pu* 


» 


síeron  fin  al  sisteiua  feudal.  Las  ideas  repnbllca- 
iias  de  la  Grecia  y  de  la  Roma  antiguas,  restan- 
radas  con  sns  libros  célebres,  desíicredítaban  á 
las  formas  monarquistas,  duras  y  ásperas  que  fmww- 
ciaban  (?)  la  autoridad  naciente  en  medio  del  des- 
quicio de  que  salla  la  Europa,  y  á  favor  de  cuya 
forma  desaparecía  gradualmente  la  feudalidad. 

El  renacimiento  era  un  bien;  ¿\  traia  un  po- 
deíoso  contingente  al  desarroUo  del  espíritu  mo- 
derno. 

Pero  ese  bien  venia  acompailada  del  inco3ive- 
niente  de  desviar  ó  perturbar  los  progresos  del 
urden  en  nn  sentido  que  lo  retardaba  y  perjudí- 
caba. 

Kste  mismo  efecto  producen  hoy  las  ideas  li- 
berales y  radicales  de  la  Europa,  en  los  trabajos 
que  la  América  antes  Espafiola  hace  para  salir  de  la 
especie  de  dispersión  feudal,  en  que  la  ha  preci- 
pitado la  c^ida  del  imperio  español  que  le  dio  el  ser, 
recomponiendo  la  autoridad  necesaria  al  sosteni- 
miento de  la  paz  y  al  reinado  de  la  ley,  sobre  los 
principios  de  su  revolución  fundamental  y  de  su  nue- 
vo régimen. 

El  repubUcanismo,  eu  Europa,  es  una  de  las 
manifestaciones  naturales  del  espü*itu  de  reacción 
contra  el  poder  monarquista  llevado  al  exceso,  es 
decir,  hasta  exclair  del  todo  á  los  pueblos  de  la 
gestión  de  sus  propios  negocios. 

En  Sud-Améiica,  al  contrario,  es  la  forma,  ilr- 
jenerada  por  el  exceso,  que  ha  tomado  la  revolu- 
ción contra  la  vieja  autoridati  desp<1tica,  que  dejó 


-  41)2 


istir  hace  50  ailos.  Hoy  no  tiene  uias  efe 
que  el  de  estorbar  que  el  gobierno  independiente 
reciba  una  forma  que  le  dé  la  misma  eficacia  y 
poder  que  tenia  el  gobierno  pasado.  Esta  tenden 
cía  rancia  del  liberalisoio  americano,  se  fortitica 
con  el  ejemplo  del  liberalismo  ínexperimentadfMle 
la  Emopa  progresista. 

La  república,  para  la  jtíven  Eurui»a,  t-.^.  uiici  nit 
hermosa,    una  brillante  teoría,   para  la   Aineric 
del  Sud,  es  una  realidad  sangrienta,  una  abeiTacion 
calamitoHa 

La  federación,  para  el  liberal  de  Europa,  es  ana 
especie  de  esa  descentralización  en  que  vé  la  liber- 
tad del  país,  es  decir,  el  gobierno  del  país  por  9f 
mismo. 

Ksa  federación,  para  el  americano  del  Sud,  e^ 
la  feudal  i  dad,  la  negación  de  toda  autoridad  ge- 
neral  y  eficaz;  es  la  anarquía,  el  desorden,  la 
guerra  civil,  el  atraso,  la  barbarie  y  el  peligro 
de  reconquista  para  el  estrangero. 

La  unifiad,  monárquica  ó  republicana,  significa 
en  Sud-América,  ul  contrario  que  en  Europa,  el 
misrao  elemento  que  en  el  siglo  XVI  puso  fin  á 
lo  feudalidad  europea:  significa  la  autoridad  desea- 
da, para  el  sosten  del  orden,  que  no  existe. 

§IV 

Aeeton  civilizadora  de  la  Europsi  en  Atnorieiu  Fu|iet 
de   la   España 

La  América  no  tiene  que  sacar  de  Es))aña  sino 
lo  que  se  saca  de  los  abtielos  y  de  las  rubias:  — 


—  4Í)Í?  - 


testamentos,  legados,  donaciones  causa  fnortis:  es 
decir,  reconocimientas  de  imlependencia  y  transfe- 
rencias (h  viejos  derechos^  perdidos  ya  de  hecho 
para  siempre. 

Lejos  de  ser  España  el  conducto  por  donde  la 
ci\ilizacion  de  este  siglo  de  la  Europa,  S2  iutru- 
duzca  en  América,  será  la  América  el  conducto 
por  donde  penetre  en  España  el  movimiento  de 
regeneración  europeo:  lo  que  se  detiene  en  lo.-* 
Firineos  entrará  por  el  mar  Atlániico,  Es  forzoso 
reconocer  que  España  no  está  mas  adrlantufla 
que  sus  hi.jas  de  América,  en  política  y  en  civiliza- 
ción, por  dos  razones: — 1"^  que  la  América  recibe 
hoy  y  contiene  mas  población,  capitales,  ideas,  in- 
flujo de  la  Europa  culta,  rica  y  libre:  2^  que,  en 
gobierno,  la  moHarquía  representativa  de  España 
es  tan  impotente  como  la  república  representativa  de 
América:  la  una  vale  la  otra,  en  impotencia. 

La  Keina  flebfa  reinar,  los  Ministros  deberían 
gobernar;  pero  ni  la  Keiníi  reina,  ni  lo>í  Minitros 
goliiernan:  la  Reina  por  incapaz,  los  Ministros, 
porque  se  suceden  con  mas  rapidez  que  las  Presi- 
dencias de  América,  destruyendo  el  actual  lo  que 
hizo  el  precedente. 

Por  esta  razón  la  EspaAa,  aunque  ambicionán- 
dolo y  esperándolo,  no  conseguirá  ni  conquistas  ni 
influencias  en  América:  su  papel  es  conchudo  en 
el  nuevo  mundo.  Y  lo  mejor  que  los  Estados  del 
nuevo  mundo  podrían  hacer  para  defender  su  raza, 
su  lengua,  su  tipo  latino,  sería  evitar  relaciones 
estrechas  con  España. 


—  494  — 


Mucho  conseguirá  si  conserva  sus  Antillas. 

Trabajará  solamente  para  las  Naciones  de  Euro- 
pa, que  valen  nuií^  tjue  ella,  como  en  Méjico.  En 
la  cuestión  del  Perú,  es  tarabien  instrumento  cono* 
cido  de  otros. 

Esto  agravará  las  antipatías  pasadas  entre  ame-^ 
riamos  y  españolm,  lejos  de  estinguirlas;  porque  la 
acción,  mal  ejercida,  hace  perder  á  España  las  sim- 
píitias  de  ¡a  parte  dt*.  los  americanos  que  le  era  adic* 
ta.  Contestados  por  la  ingratitud,  acabarán  por 
creer  que  el  rigor  es  el  medio  de  ganar  la  amistad 
de  España,  3^  se  pondrán  á  atacarla  para  ganar  su 
estimación. 

En  seguida  pasarán  á  convencerse  de  que  no  ei 
razón  natural  ni  verdadera,  para  amar  á  España, 
el  hecho  de  liaber  recibido  de  ella  la  existencia  el 
pueblo  Sud-xVmericano.  Cuando  la  existencia  es 
una  desgracia,  no  es  un  beneficio;  cuando  la  na- 
tur)ileza  ü  complexión  heredada  es  viciosa;  cuaudí 
el  hijo  hereda  de  sus  padres  la  enfermedad,  lí 
mudez,  la  sordera,  la  ignorancia,  ¿tienen  razor 
de  ser  idólatras  de  sus  padres? 

Y  si  mas  tarde  la  híspiula,  mejorada  y  regene- ' 
rada,  lejos  de  trasmitir   á  sus  descendientes    lo^, 
beneficios  de  estas  mejoras,  se  afana  (sea  por  venJ 
garse  de  los  que  se  han  heclio  independientes, 
sea  por  amor  propio  á  sus  obras  pasadas),  en  con-^ 
servar,   aplaudir  las  preocupaciones  y  los    restos 
de  las  instituciones  coloniales  que  plantó  en  Ame- 
rica para  dominarla,    >;u  contacto  será  peligi^oso^ 


-^m 


«  4ti5  — 


81  no  se  encierra  exclusivamente  en  el  círculo  de 
miras  de  que  hablamos  al  principio. 

La  nación  que  no  supo  tener  una  paUtiea  co- 
lonial ilustrada  y  recta,  no  podrá  tener  una  poli- 
tica  exterior  civilizadora  y  eficaz.  El  gobierno 
colonial  es  rama  del  gobierno  interno,  que  se 
aproxima  tanto  al  derecho  de  gentes,  como  toda 
colonia  está  próxima  ó  en  camino  de  ser  Nación 
soberana. 

Quien  ha  sabido  perder  la  América,  t  omo  sti 
propiedad,  ¿sabrá  recuperarla  y  conservaila  inde- 
pendiente  y  libre  como  su  amiga? 


Soberaniíi  moral  de  la  Etiropn  «n  laAincrtca 
independiente 

Todo  el  mundo  en  América  desea  y  ambiciona 
para  sí,  en  su  esfera  respectiva,  la  sanción  de  la 
Europa,  la  solicita  y  se  envanece  de  ello  cuando 
la  obtiene.  Literatos,  poetas,  artistas»  jurisconsaUos 
militares^  etc.,  levantan  y  ensenan  en  alto  con  orgu- 
llo el  aplauso  venido  de  Europa,  de  que  rara  vez 
lleo:an  á  s^r  objeto,  como  un  pergamino  ó  un  diploma 
inapelable  de  legitimidad  en  toda  clase  de  mérito. 
Kl  mas  alto  título  de  lienijifo,  es  un  aplauso  de 
Guiíot:  el  de  F.  Vartla^  un  dicho  de  Thiers  en 
la  Tribuna;  el  de  Veleí  SarsfjPÍdy  una  c-art<i  de 
Zachari(e\  el  de  Sarmiento,  algunos  elogios  de 
Vopaits,  Nuestros  códigos,  nuestras  instituciones, 


—  «r,  — 


es  decir  nuestras  leyes,  no  han  alcanzado  stx  úl 
tima  sanción,  sino  cuando  han  obtenido  la  apro- 
bación moral  de  Europa. 

Los  republicanos  de  Sud  América  tienen  horror 
á  la  influencia  de  los  gobie.tnos  europeos^,  y  r0i 
ciben  como  leyes  todos  los  soñsmas  que  el  char 
latani>uio  de  sus  escritores  les  envía  desde  Europa. 
Temen  á  Napoleón  y  se  dejan  legislar  por  Proad- 
IwH.  ¿Si^xe  resulta  de  esto?  Qm  los  mismos  re- 
publicanos celosos  de  la  influencia  europea,  compran 
en  Europa  sus  títulos  decorapetencia  para  Américvi. 
De  ahí  un  comercio  y  tráfico  de  celebridad,  orga- 
nizado como  el  negocio  de  tabacos  y  algodonas., 
Con  unos  nuiles  de  francos,  la  América  se  abarro 
de  celebridades,  fabricadas  ahajo  precio  y  vendidas 
al  contado. 

Así,  la  América   misma  deja,  en  manos  de 
Europa,  la    facnitad  de  crear  las  celebridades 
los  títulos  al  poder  y  á    la  consideración,  en  sui 
propios  países  y  sin  mengua  de  su  soberanía. 

Lo  único  que  América  excluye  del  beneficio 
de  esa  sanción,  es  á  sus  gobiernos.  Sobre  este 
punto,  sus  celt»s  de  exclusivismo  van  hasta  el  ex- 
tremo de  considerar  como  el  mejor  gobierno  d 
América  el  que  mas  despreciado  es  pur  Eurojwi^. 
el  de  Méjico^  \\  g. 

Y  por  que? — ^ Porque  Europa  es  presumida  d 
ser  paiTÍal  é  interesada  en  este  punto.  Teme  Aim 
rica,  recordando   su    servidumbre  de  tres  siglos*, 
que  Europa  se  apodev^  í^^  nuevo  de  su  dominación 


pasada  y  que  los  americanas  encuentreu  cerrado 
como  antes  el  camino  de  llegar  al  poder. 

Este  temor  no  hace  honor,  ni  al  coraje  pro- 
bado  de  loa  pueblos  de  América  para  defender  í^ii 
independencia,  ni  á  la  madurez  de  su  inteligencia 
política  sobre  las  bases  y  condiciones  indesctrutibles 
en  que  descans¿i  su    independencia. 

El  dia  que  sus  gobiernos  se  incorporen  en  la 
familia  de  los  gobiernos  europeos,  como  sus  es* 
critores  y  publicistas  y  hombres  de  estado  se  in- 
corporan en  los  cuerpos  sabios  y  en  las  órdenes 
honoríficas  de  la  Europa,  su  autoiidad  será  muclio 
mayor,  sin  que  disminuya  en  lo  mas  mínimo  su 
independencia  y  su  dignidad. 


íí  VI 


Influjo  de  la  Francia  y  de  su  royolucion  en  Aniérira 
del  8iid 


La  Francia  no  salo  ha  emancipado  á  la  Amé- 
rica, sino  tiue  la  ha  gobernado  por  la  autoridad 
de  su  ejemplí»  y  de  sus  ideas. 

Napoleón  1  es  el  verdadero  codificador  de  la 
América,  emancipada  indirectamente  por  él — Ks 
el  Justiniano  del  nuevo  mundo.  Es  algo  mas, — 
el  Luis  XIV,  como  autor  indirecto  de  sus  có- 
digos de  navegación  y  de  comercio. 

Merlin,  TúuUiei^  Troplofiff,  son  los  PapinianOy 
los   lUpiano,  los  Cmio  de  la  América  latina. 

No  se  defiende  una  vida,  una  propiedad,  una 


—  4V.N  — 

repntacioii  en  los;  Tribunales  de  América,  en 
la  autor  ¡fiad  de  esas  nombres  no  sirva  de  < 
protector. 

VHez  Sai\s/ield^  abogado  de  Buenos  Aireas,  debe 
la  itiitíiít  de  sn  fortuna  á  Merlina  que  es  el  autor 
de  sus  memoriales. 

Ocamjío,  en  Cltile,  debe  su  crédito  y  ím  fortunii 
á  Tmplonff  y  Pardessm. 

No  hay  código  civiK   ni  ródigo  ur  .  ^niirnt  io, 
Sud  América,  que  no  ^ean    los  códigos   de  ?ía- 
poleon  cambiados  de  traje. 

No  hace  Napoleón  III  un  gei^to,  no  toma  una 
actitud,  no  dice  una  sola  palabra  célebre  que  uo 
sean  repetidas  uíus  ó  menon  literalmente  \\oy  todoi 
los  Presidentes,  de  América  como  si  ftieran  sos 
Prefectos, 

Lo  que  la  Emperatriz  Eugenia  es  para  la$  da- 
mas de  América,  en  cuanto  á  la  moda,  así  es 
el  Emperador  para  los  militares  y  estadistas  Ame 
ricaiios.— Aceptados  tí  no,  estos  dos  soberaDOS 
gobiernan  sin  espada  ni  cetro  el  mundo  latina* 
amerifano. 


§  VII 

Ko  Iiny  política  seria  para  Amórica  fuera  de  la  i|ue  %h 
el  lia  la  independencia  can  la  acción  de  la  Eurofiji! 

Conciliar  la  independencia  con  la  acción  civi* 
lizadora  de  la  Europa,  ejercida  según  el  derecha 
de  gentes;  conciliar  los  principibs    de  libertad  y 


-  4W  ~ 


de  soberanía  popular,  con  la  monarquia  constitu- 
cional  patriota  y  araericana, — es  la  línica  polí- 
tica capaz  de  sacaí-  á  la  América  de  la  via  en 
que  hoy  se  arrastra  ensangrentada  y  mísera;  y 
de  volver  á  colocarla  en  el  camino  que  le  ha  dado 
todo  lo  que  hoy  tiene  de  civilizado, — población» 
raza,  lengua,  religión,  instituciones,  ciudades, 
]ilantas,  animales,  productos  naturales,  etc.,— junto 
con  la  paz  de  tres  siglos  que  perdii  hace  50  años, 
y  sin  perjuicio  de  la  lil)ertad,  de  la  independencia 
y  de  la  gloria,  tenidas  en  mira  por  su  inmortal 
rivolucion. 

Eso  es  practicable  y  posible,  pues  es  un  hecho 
practicado  en  Kuiopa,  donde  cada  gobierno  existe 
á  esa  doble  condición.  No  se  necesita  sino  exten- 
der á  la  Amt?rica  la  política  que  hace  vivir  á  los 
gobiernos  de  Europa,  para  atírmar  la  existencia  de 
los  gobiernos  del  nuevo  mundo. 

La  mancomunidad  internacional  con  la  Europa, 
dejaría  intacta  la  independencia  de  los  Estados  de 
América  para  todo  lo  que  concierne  á  su  gobierno 
interior,  una  vez  admitidas,  por  tratados  de  sobe- 
ranía á  soberanía,  las  condiciones  del  gobierno  da 
los  nuevos  estados  en  cuanto  á  la  forma,  principios 
y  sistemas,  de  acuerdo  con  los  que  rigen  en  Europa - 

Se  ha  representado,  por  los  nombres  de  Was- 
hington y  Monrüe,  la  doctrina  política  opuesta  á 
esa  solidaridad  de  ambos  mundos, — La  de  Monriíe 
m  derogación  de  la  de  Washington,  pues  es  in- 
tervención contra  la  intervención,  es  decir,  dos 
veces  intervención. 


—  :m  — 


No  es  que  la  Karopa  tenga  el  dereeko  de  ¡01' 
poner  ni  deba  imponer,  ni  le  convenga  imponer  á  k 
América  tal  ó  cual  forma  de  gobierno;  sino  que 
teniendo  el  derecho  de  excluirla  de  la  mancoiimni 
dad  y  solidaridad  política,  que  garantiza  la  exis- 
tencia  de   los   gobiernos   europeos,   siempre    que 
América  resista  á  admitir  y  aceptar  las  condicione^i 
de  esa  mancomunidad  (la  primera  de  las  cuales  e> 
la  forma  monárquica  de  gobierno); — como  la  Amé- 1 
rica  tiene  ella  misma  el  derecho  de  sustraerse  á| 
esa  liga  virtual,  conservando  una  forma  de  gobier- 
no anti- política  y  peligrosa  para  la  Europa  dinas- ] 
tica — los  tratados    internacionales    estipulados    en 
uso  de  esa  libertad  recíproca  é  introducidos  poe4)  á| 
poco  y  gradualmente,  pudieran  ser  el  método  l^í- 
timo  y  autorizado,   de  conildnar  el  gran  principio] 
de  la  Independencia  de  América  con  h  partidpa-j 
cion  de  la  Europa  en  el  sosten  indirecto    ile  losl 
gobiernos,  de  la  paz  y  de  la  prosperidad  del  nueya] 
mundo.     Es  exactamente  lo  que  sucede  entre  le 
gobiernos  de  la  Europa  y  camina  á  suceder 
pecto  á  los  de  Asia  y  Aft-ica,  la  Turquía    y    el| 
Egipto,  cuya  independencia  garantizada  por  tra- 
tmtos  Europeos,  no  excluye  la  acción  indirecta  de 
la  Europa  en  la  conducta  y  principios  de  su  gol*ierno| 
interior. 


i?  VIII 


I 


La  unión  entre  Améric'ft  y  Europa,  es  mas   inclís(ien- 
sAble  a  Amérka  f^ue  á  Europa 

Los  Aniericanos  del  8ud  que  creeo  que  la  Eu- 
ropa no  podría  vivir  si  la  América  le  cerrase  sus 
puertos;  los  (^iie  creen  iiue   mas    necesita  FAiropa 
de  América  que  América  de   Europa,  están  en  *A 
caso  de  los  pianf adores  de  algodun    de  los  Estado^ 
separatistas  de    Norte  América    Ellos  tenían  esa 
misma  preocupación,  y   á  fe  que  con   mas  fundít 
mentó  (¡iie  la  América  latina,  si  se  atiende  al  pa 
peí  que   hacia  el    algodón  de    Estados  Unidos  en 
los   mercados  de  la    Ruropa,    Cuatro  millones  d^- 
dalas  li  fardos   suministrados  anualmente,  al  tru 
tajo,  que  costaba  cerca  de  400  millones  de  fran- 
€08  en  salarios,  y  hacia  vivirle  millones  de  obre 
ros  (sus  familias   comprendidas^  hicieron  creer  á 
los    Norte-Americanos  del    Sud.  que  si  todo  eso 
cesaba  por  la  falta  repentina  del  algodón  en  Ku- 
ropa,  ésta  se  vería  forzada  á  intervenir  en  contra 
de  los  Estados  del  Norte,  con  el  objeto  de  resta- 
blecer su  libre  comercio  con  los  Estados  indispen- 
sables del  Sud. 

No  ha  sucedido  así,  conio  todos  saben,  fia  Eu- 
ropa no  ha  necesitado  intervenir  para  salvarse 
Los  Estados  del  Sud,  i»  sus  plantadores  de  algo- 
dón, se  han  arruinado;  pero  la  Europa  los  ha  reem- 
plazado mal  que  bien  por  la  India,  el  África,  el 
fírasilf  etc.,  etc. 


—  502  — 

Los  Estados  separatistas  olvidaron  que  si  ello* 
eran  útiles  á  la  Europa  porque  le  daban  un  pro- 
<iucto-rey,— y  no  le  daban  otra  cosa,^la  Euro- 
pa les  era  útil  á  ellos  porque  les  daba  en  cambio 
una  de  las  mil  ¿iroducciones  de  su  industria  va- 
riadísima, pudienilo  vivir  de  mil  otras  que  no  le» 
daba  o  que  daba  á  otros  países. 

Así,  la  cuestiou  de  cuál  es  mas  iiidispensahle 
si  la  Amurica  á  la  Europa  o  la  Europa  á  la  Amé- 
rica, ha  sido  ya  resuelta  en  contra  de  la  Améri- 
ca, con  ocasión  de  la  guerra  de  Estados  Untd^ 
con  los  Estados  del  Hud, 

Cuando  se  ha  visto  destronado  al  ret^-caton,- 
^;sei*ian  invencibles  el  rey-cuero,  el  rey  carne  tasa- 
jo,  el  reíf-cobre^  etc.V 

El  país  americano  del   algodón,  ha  faltado  re 
pentiiiamente  al  comercio  y  á  la  industria  de  la 
líuropa;  ha  producido  daño,  pero  no  ruina;  y  des- 
pués, nada. 


S  IX 


La  América  del  Sufl  dep(Midi3  índtt^trinlmente  de  1« 
Kuropa,  en  provet^ho,  no  eti  perjuicio  de  la  li- 
bertad* 

Cuando  yo  digo  que  Surt- América  depende 
dustrialraeute  de  la    Europa,  no  lo   señalo    como] 
una  calamidad  que  su  política  económica  debe  tratar 
de  remediar    poi*  leyes   protectoras  de  las  indan- 
trias  iiaeieutes. 


—  n<»3  — 


Al  contrario,  esa  falta  qne  debe  al  eiTor  del 
íjislema  colonial  español,  se  torna  hoy  en  prove- 
cho de  su  civilización  porque  la  liga  mas  estre- 
chamente con  la  Europa  industrial,  es  decir,  con 
Inglaterra,  Francia,  Alemania,  etc.,  que  es  lo  m;\ 
civilizado  del  mundo. 

Teniendo  á  la  Kuropa  mas  civilizada  por  su 
fabricante  universal  y  favorito;  teniendo  en  ella 
el  taller  que  )a  provee  de  nuiebles,  vestidos,  ob- 
jetos de  artes  liberales,  máquinas  de  locomoción 
y  de  apicultura,  qué  le  importa  carecer  de  esas 
industrias,  s>i  tiene  productos  de  riqueza  natural, 
para  comprará  la  ííuropa  los  productos  de  su  in- 
dustria? 

La  América  se  halla  en  este  punto  resi>ecto  de 
la  Europa  fabricante,  en  el  caso  íle  la  nobleza,  y 
de  la  gente  rica  de  la  Europa,  respecto  de  las  cla- 
ses y  pueblo  de  obreros  y  fabricantes,— Son  me- 
nos  civilizados,  menos  libres,  menos  felices  los 
ricos  y  los  nobles  parque  no  son  capaces  de  fa- 
bricar ellos  mismos  las  telas  con  que  se  visten, 
los  muebles  de  que  se  sirven,  las  casas  que  ha- 
¡^itan? 

La   América  del  Sud,  rica  y  opulenta  por  la 
naturaleza,  se  halla  en  el  caso  de  un  rico  hert 
ero,  que  no  necesita  ir  á  la  escuela  de  artes  y 
bficíos,  para  tener  cuanto  pueda  necesitar  en  lujo, 
confort  y  elegancia. 

Tal  vez  sucede  también  que  lo  mas  de  la  Eu- 
ropa, que  fabrica  esas  maravillas  de  la  industria, 
las  disfruta  menos  que  el  americano,  que  tío  sabe 


—  .104  - 


fabricarlas,  pero    que  tiene  con    qué  comprarlas. 

Mientras  en  Buenos  Aires,  en  Santiago  y  Val- 
paraíso, en  Montevideo,  en  Lima  haya  almacenes  y 
tiendas  iguales  en  todo  á  las  de  Londres,  París  y 
Berlín,  en  que  se  encuentran  todos  los  mismos  obje- 
tos y  casi  al  misnio  precio,  la  América  no  tiene  ijue 
molest-arse  en  darse  leyes  protectoras  que  encarez- 
can y  empobrezcan  sus  tiendas  y  almacenes;  sino  al 
contrario,  en  derribar  mas  y  mas  sus  barreras  adua- 
neras hasta  suprimirlas  si  es  posible,  para  aprc-piar- 
se  mas  y  mas,  déla  industria  Europea,  — no  la  co- 
pia inhábil,  sino  el  original  mismo,  con  todos  loíi 
prodigios  que  ella  produce. 

Con  esos  prodigios,  recibe  de  paso  las  ideas,  los 
usos,  los  hombres,  los  capitales  de  la  Europa  culta 
en  su  suelo  libre  y  rico,  en  servicio,  no  en  iierjuiciu, 
de  su  independencia. 

No  aconsejo  la  ociosidad,  bien  entendido,  poique 
sin  el  trabajo  no  se  tienen  los  productos  natnrale*^ 
y  materias  primeras,  con  que  se  compran  á  la  Kurfi-^ 
pa  lo5  productos  de  su  industria. 

No  hay  producto  natural  ni  material  primej-a, 
que  al  entrar  en  el  mercado  de  las  naciones,  nu  ha^'a 
pasado  por  un  trabajo  del  hombre  que  lo  hace  ser 
una  creación  mixta,  la  hija  común  de  la  naturaleza  ^ 
del  hombre. 

En  la  ciudad  etej'na  que  forma  los  pueblos  de  qt 
consta  el  mundo  civilizado,  cada  Nación  es  un  edS 
ticio;  y  esos  edificios,  como  los  de  cada  ciudad,  se 
apoyan  los  unos  en  los  oíros,  se  protegen  y  defienden 
rontra  los  elementos  destiiictores.     Pero  ese  apoyo 


1^ 


—  505  — 

miitao  no  impide  que  cada  editicio  gravite  sobre  sus 
propios  cimientos  principalniente,  ni  esta  gravita- 
ción impide  que  se  auxilie  de  los  otros.  De  modo 
que  cada  edificio  se  sostiene  y  apoya  en  sí  mismo  y 
en  los  demás. 

Tal  es  la  ley  que  hace  tenerse  en  pié,  á  esos  edi- 
ficios que  se  llaman  las  Naciones.  Ksta  ley  es  el 
equilibric. 

La  América  no  podrá  construir  ni  mantener  el 
edificio  de  sus  gobiernos,  si  no  los  recuesta  en  el 
edificio  de  los  gobiernos  de  Europa;  y  ese  apoyo 
no  impedirá  que  gran  te  )»rincipalment^  sobre  sus 
propios  cimientos,  es  decir,  en  su  propia  imhptn' 
denna. 


^  X 


Deberes  de  Europa  háein  America 

Las  susceptibilidades^  las  heridas  de  la  guerra,  han 
tenido  vacilante  por  50  años  la  prudencia  de  la  Eu- 
ropa sobre  la  actitud  que  tomaria  respecto  á  Améri- 
ca; pero  los  excesos  y  cahnnidades  locales  de  aqnel 
continente,  sus  guerras  inacabables,  no  ya  con  Eu- 
ropa y  por  su  independencia,  sino  por  falta  de  au- 
toridades propias  y  por  la  dificultad  de  fundarlas 
con  sus  pi'opios  esfuerzos  y  medios,  no  permiten  que 
la  Eui'opa  prolongue  su  abstención  sin  hacerse 
responsable  de  males,  que  ella  puede  evitar  y  deja 
de  evitar,  teniendo  un  deb^r  y  derecho  directo  de 
evitarlos. 


No  solo  incumbe  á  la  civDizacion  de  la  Europa 
la  obligación  de  proteger  la  existencia  de  sociedadei 
que  son  el  producto  y  la  obra  de  su  acción  pasada 
y  un  elemento  de  sü  fuei'za  venidera,  aun  siendo  ii 
dependientes;  sino  que  asiste  también  á  los  gobier-" 
nos  de  EiU'opa  el  debej*  directo  de  proteger  los  in- 
tereses  y  las  personas  de  sus  nacionales  establecidos 
en  esos  paíse?,  por  una  necesidad  de  la  civilizacioi 
misma,  en  tanta  extensión  y  numero  como  los  in- 
tereses y  poblaciones  indíjíetías.df*  aquellos  mismos 
Estados. 

La  colaboración  oíicial  de  la  Europa  en  la  cons- 
titución y  mantenimiento  de  los  gobiernos  de  Amé- 
rica, será  periiH'tamente  legítima  y  conforme  h1 
derecho  internacional,  siempre  que  parta  de  un 
hecho  que  deba  su  origen  á  la  civilización  de  est 
siglo  y  forme  uno  de  sus  elementos,  á  saber:- 
indc'petidmcia  de  América  y  la  soberanía  de  s% 
pueblos  ó  el  derecho  de  elegir  sm  soberanos. 

La  América  del  Sud  está  en  la  situación  de 
Grecia,  que,  como  ha  dicho  el  general  Kalergi,  sa 
ministro  en  París  en  1862.  discutiéndose  la  can^ 
didatura  del  principe  Ipalanti,  la  Grecia  necesita 
desde  su  emancipación /para  su  soberano,  un  prín-^ 
cipe  de  alguna  de  las  casas  reinantes  en  Europa 
que  le  lleve  influencia  y  poder,  para  sostenerse  no" 
solo  contra  las  fuerzas  disolventes  de  adentro,  sii 
también  de  los  otros  poderes  extrangeros. 


CAPITULO  DÉCIMO 


LA  REFOEMA 


4í  1 


La  reformn  cü  la  reyolucíon   IpgitimHihi 


Una  de  las  grandes  conquistas  de  la  revolu- 
ción de  América,  es  el  principio  consignado  en 
todas  sus  constituciones  por  el  cual  se  declaran 
ellas  snsceptihles  de  reforma  en  todas  y  cada  una 
de  sus  parteís. 

Es  la  legitimación  de  la  revolución,  que,  con- 
vertida en  derecho  público,  toma  el  nombre  de 
reforma,  se  somete  á  la  ley,  que  ella  misma  ha 
proclamado,  y  puede  marchar  de  trente  y  con  la 
cara  descubierta  por  el  noble  y  ancho  camino  ile 
la  ley;  sin  espada,  sin  sangre  y  en  completa  pass 
con  todos  los  intereses  y  los  derechos  mas  opues- 
tos y  contradictorios. 

El  deiecho  de    reforma  y   de  regeneración    ó 


—  :i08  — 

pragresü,  es  el  resultado  inmediato  del  pimcipio  de 
soberanía  popular.  Dejaría  un  pueblo  de  serso- 
beranoj  si  no  tuviese  en  su  mano  el  poder  de  go- 
bernarse en  la  forma  ina?í  simpática  y  mas  cjn- 
forme  A  suvohintad;  dejaría  de  ser  perfectible  y 
susceptible  de  mejora  y  progreso,  el  país  que  naj 
tuviese  e!  derecho  de  al*an donar  pacíficamente 
sin  violencia  la  manera  de  vivir  que  antes  le  con-^ 
venia  y  boy  no. 

Si  no  es  posible  impedir  las  revoluciones  por- 
que ellas  son  el  progi'eso,  es  un  progreso  en  el 
arte  mismo  de  revolucionar,  el  sustituir  las  re* 
volueiones  pacíficas  á  las  revoluciones  violentas, 
el  ciar  á  la  ley  la  tarea  de  cambiar  lo  que  la  es- 
pada niodiíica  con  sangre.  Este  principio  de 
progreso  indefinido,  lia  recibido  en  las  constitu- 
riones  modernas  el  nombre  y  la  forma  de  derecho 
de  revisión  ó  reforma,  complemento  y  corolariu 
de  soberanía. 

No  sabe  lo  que  ha  consagrado  y  adoiitido  el 
pneblo  que,  habiendo  escrito  en  su  constitución 
ese  principio,  califica  de  defección  el  acto  de  dis- 
cutir la  ley  jn^esente  y  proponer  reformas  para^ 
su  mejora  y  progreso. 


Propiigaiida  reformista 

La  pyojHtt/tmda   histórica   y  doctrinaria,    es  el' 
grande,  noble  y  pacífico  medio  de  preparar  á  la 


—  509  ^ 


América  á  recibir  al  gobieroOj  que  le  ha  de  dar 
paz  y  progresos  sólidos.  La  libertad  de  discusión 
y  de  opinión  en  este  punto,  no  puede  dañar  ;í 
ningún  interés  de  orden,  sobre  todo  la  discusión 
hecha  en  libros,  en  cátedras,  en  asociaciones. 

Nada  mejor  que  la  libertad  de  discusión  pondría 
en  ridículo  y  echaría  en  el  desprecio  al  que  opi- 
nase que  la  América  debe  yolver  á  ser  colonia  6 
dependencia  de  otros  países. 

Tratando  de  fandai'se  un  gobierno  de  lil^ertad, 
parece  natural  que  ninguna  historia  debe  ser  mas 
átil  que  la  de  los  países  mas  libres  de  esta  época, 
que  han  sabido  conciliar  con  la  libertad,  el  orden 
y  el  progreso. 

Dos  son  esos:  Las  prmúncias  unidas  de  (a  Ho- 
landa y  el  Reino  unido  de  la  Gran  Bretaña. 

La  liistoria  inglesa  es  la  ma>  desconocida  en 
América.  Si  los  americanos  la  conocieran  tanto 
como  á  la  francesa,  la  suerte  de  su  política  seria 
mas  feliz. 

La  historia  de  Inglaterra,  es  la  historia  del  or- 
den, de  la  libertad,  de  la  riqueza  y  del  progresa. 
La  historia  de  los  Estados  Unidos,  es  un  capítulo 
de  la  historia  inglesa. 

Tratándose  de  coronar  una  revolución,  parece 
(natural  el  deber  de  familiaiñzarse  con  la  historhi 
de  todas  las  revoluciones  de  libertad,  que  han 
llegado  á  buen  éxito. 

Tales  son  la  historia  de  las  revoluciones  da 
Holanda^  de  In/jlaterra^  de  Estados  Unidos,  de 
trancia. 


—  510  ^ 


La  primera  es  la  mas  edificante*  Ella  encíerní 
el  progi'ama  de  la  política  que  ha  de  dar  á  la 
América  del  Sud  la  canstitucioa  de  los  poderes 
independientes,  que  busca  desde  1810. 

Las  historias  de  Grecia  y  de  Roma^  de  los 
tiempos  de  la  Repiiblica,  que  se  aprenden  en  los 
cursos  de  lengua  latina  especialmente,  son  las  his- 
torias de  la  ananiuía,  y  un  veneno  por  lo  tanto 
p:iia  países  lacerados  por  la  espada  de  la  gueiT»j 
civil. 

Las  cuatro  grandes  revolución e^  de  libei  tad,  se 
dan  la  mano  y  íse  ligan^  nu  solo  por  la  ídenlída<l 
de  miras  liberales,  sino  por  heelms  que  encadenan 
sus  trabajos. 

La  independencia  délas  Pravindas  Inidasáe 
la  Holanda  respecto  de  España,  es  uno  de  los  pri* 
raeros  movimientos  ocuirídos  en  la  historia  mo- 
derna en  servicio  de  la  libertad. 

Se  operó  con  la  cooperación  de  Inglaterra,  ba- 
jo el  reinado  ríe  lí^abel  Esa  cooperación  le  valió 
á  Inglaterra  el  odio  de  España,  que  mas  tarde  mo- 
vió á  ésta  á  dar  sn  ayuda  á  la  independencia  de , 
los  Esiwhs  I  nhJos  respecto  de  Inglaterra;  lo  cual 
decidid  il  Inglaterra  á  apoyar  la  de  las  colonias 
de  Sud-América. 

La  Francia,  que  estuvo  con  los  reyes  absolutos 
en  las  revoluciones  de  Francia  y  de  Inglaterra, 
ayudó  á  las  revoluciones  de  América,  entrando 
mas  tarde  en  los  cambios  que  siglos  antes  había 
repetido  por  su  revolución  de  1789. 


-  51J 


III 


reforma  de  la  liístorí»  de  Siid*xlmór¡ea,  debo 
preceder  á  la  tle  su  pi»líti(*a 

A  la  reforma  de  la  política  y  del  gobierno  lU 
las  repúbiicas  de  Sud-América,  debe  preceder 
acompañar  naturalmente  la  de  sus  doctrinas  de  go- 
bierno y  sobre  todo  la  de  su  historia  antigua  y 
moderna;  es  decir,  la  de  su  pueblo  latino  y  euro- 
peo desde  su  establecimiento  en  América,  y  la  de 
su  revolución  de  independencia. 

Equivocar  su  pasado^  es  compartir  su  suerte 
y  extraviar  su  porvenir. 

Identificarse  con  los  americanos  primitivos,  es 
decir,  con  las  razas  conquistadas,  es  perder  toda 
noción  de  su  origen  histórico,  del  papel  de  su  ra- 
za propia,  y  colocarse  en  la  falsa  posición  de  con- 
quistados, siendo  en  realidad  la  raza  conquista- 
dora, la  raza  latina  «i  europea,  como  es  en  rt^a- 
lidaíL 

Su  revolución  no  ha  sido  una  reacción  del  pue- 
blo primitivo  ó  indígena  contra  el  pueblo  conqu-'s- 
tador,  europe-j  de  origen.  Lo  qne  no  ha  desapa- 
recido de  la  raza  conquistada,  es  incapaz  de  toda 
reacción  civilizada    porque  es   salvaje  6  bárbaro. 

La  revolución,  la  exaltación  de  la  raza  latina 
nacida  en  América,  contra  la  misma  raza  nacida 
en  Europa,  simbolizando  la  primei-a  un  hecho 
nuevo—  la  independencia  de  América  y  un  nuevo 
régimen  de  libertad — reaccionando  contra  el  he- 


cho  de  k  dominación  de  Espaíla  en  Amanea, 
simbolizada  por  los  europeos  vencidos  por  las  ar- 
mas y  por  las  cosas. 

Identificar  el  antiguo  régimen  colonial  con  toda 
la  raza  latina  ó  europea,  es  falsificar  toda  la  ver- 
dad d*  la  historia;  es  como  ai  la  revolución  fmn- 
cesa  emprendiese  la  destrucción  del  pueblo  ante- 
rior á  1789,  como  medio  de  sepultar  y  proscribir 
el  antiguo  régimen  de  la  Francia, 

El  pueblo  es  el  mismo:  lo  qiir  ha  cambiado  es 
su  condición  política  y  social 

Tal  es  el  carácter  de  la  rev^oUicion  de  America. ' 
Lo  que  ha  cambiado    es  la  condición  del  pueblo 
conquistador,  no  la  del  pueblo  primitiva  ó  india- 
no, vencido  por  la  conquista.     Ha    cambiado 
América  latina  y  civilizada,  no  la  America  prirai^ 
tiva  y  salvaje,  anterior  á  la  conquista. 


^IV 


Sin  la  roforma  no  es  pasible  teaer  en  Américii 
lu  eivillzaeion  de  la  Europa 

La  expresión  mas  fiel,  la  manifestación  mas  e\ 
dente  de  la  civilización  de  un  país,  es  la  forma  y  h 
manera  en  que  está  organizado  y  se  conduce  su 
gobierno. 

Tal  como  es  su  gobierno,  tal  i-omo  se  gobierna, 
así  es  la  opinión  que  se  tiene  de  su  civilización. 

Civ^ilizacion  y  gobierno  regular,  según  esto,  no 


-  513  — 

son  dos  cosas  distintas,  sino  que  la  una  es  la  califica- 
ción de  la  otra. 

El  progreso  de  la  civilización  en  la  Europa  no 
significa  otra  cosí*  fjiie  los  progresos  de  su  organi- 
zación política,  la  regularizacion  de  su  manera  de 
guliernarfíe. 

y  la  liistoria  de  la  civilización  en  Kuropa,  no 
es  mas  que  la  historia  de  los  progresos  y  mejora- 
mientos ílcl  goliienio  político,  civil  y  social  de  la 
Kuropa. 

Qué  íurn*a  ha  alecUido  el  gobierno  en  que  la 
civilización  de  la  Euroi)a  ha  tenido  su  apoyo  y 
expresión  mas  cabala — La  nionarquia. — Ella  es, 
pues,  uno  de  los  atributo^i  de  la  civilización  mo- 
derna de  la  Europa,  y,  los  terribles  ensayos  de  la 
repúblicíi  en  Inglaterra  y  Francia,  nos  prueban 
que  la  civilización  actnal  de  la  Europa  es  incon- 
cebible sin  el  auxilio  de  la  monarquía. 

.  Sí  el  objeto  de  nuestra  política  cjs  aclimatai'  en 
América  la  civilización  de  la  Europa,  ¿cumo  po- 
dríamos obtener  este  resultado  sin  aclimatar  en 
América  el  gobierno  que  es  como  un  atributo  esen- 
cial de  esa  civilización,  á  saber:  la  monarquia? 

El  aceptar  de  la  civilización  de  la  Eui'opa  todo. 
^escepto  su  forma  de  gobierno,  es  decir,  escepto  la 
sa  que  le  hace  existir,  sería  como  pedir  tales  y 
ile^  íírbo'es,  con  la  condición  de  excluir  sus  rai- 
<r^rin  como  pedir  naranjos  con  raices  de  peros. 


as 


—  514  - 


No  bastará  el  dima  ni  lafertilidiifi  del  suela 
para  llevar  en  América  la  rÍTÍlizacÍoii  de  la  Euro[i 

Las  Repúblicas  de  la  Aniérica  del  Sud  creen 
que  para  atraer  en  su  suelo  á  las  poblaciones  y  lo» 
capitales  de  la  Europa,  les  basta  poseer  un  va^to 
y  rico  territorio,  un  clima  espléndido  y  sano,  un 
suelo  fértil,  minas  ricas  y  abundantes  iiroduccio- 
nes  níiturales  de  todo  genero. 

Sin  duda  alguna  que  estas  condiciones  no  son 
de  poco  valor,  pero  es  un  error  creer  que  bastan 
por  sí  solas  para  llevar  á  la  Europa  en  aquel  conti 
nente. 

Los  paises,  ha  dicho  Monte^qnieu,  son  suscepti- 
bles de  cultivo,  no  según  que  son  fértiles,  sino 
según  que  son  libres,  Y  como  la  libertad  no  es 
la  tínica  garantía  esencial  al  progreso  de  la  civiÜ- 
jsacion,  se  puede  añadir  que  los  países,  sobre  todo 
en  Améríca,  son  capaces  de  cultivo,  no  según  que 
son  fértiles  y  ricos  en  productos  naturales,  sino 
según  que  son  pacíftcos  y  que  disfrutan  de  orden  y 
seguridad. 

Con  todas  las  ventajas  de  su  clima  incomparabl 
y  de  su  suelo  sembrado  de  oro  y  plata,  la  Ain^ 
rica  del  Sud,  irá  quedándose  desierta  y  atrasatí 
mientras  no  disfrute  de  orden  y  de  seguridad; 
no  tendrá  estos  beneficios,  mientras  no  posea  gq 
biernos  serios  y  eficaces,  pues  la  paz  y  la  seguí 


—  515  - 


liad  nosefonnaa  ni  conservan  por  su  propia  vir- 
tud, en  ninguna  izarte. 

Si  la  extensión  y  la  riqueza  del  suelo  fuesen 
estímulos  suficientes  para  atraer  la  población,  los 
paisas  de  la  Amí^rica  antes  española,  serían  hoy  los 
mas  poblados  de  la  tierra  á  estas  horas,  supuesto 
que  en  la  tierra  no  existen  otros  que  les  superen 
en  belleza,  en  fertilidad  y  en  la  piodigiosa  abun - 
Jdancia  de  ritjuezas  imturales. 

La  América  no  necesita  sino  la  paz,  para  ver 
Iflorecer  la  riqueza,  su  población,  su  comercio,  etc» 
Esto  es  verdad.  Pero  como  no  hay  paz  si  no  hay 
gobierno  que  la  mantenga,  esa  verdad  se  resuelve 
t*n  esta  otra : — la  América  no  necesita  sino  ti-- 
íier  gobierno,  para  ver  florecer  su  poblacionj  suri- 
qneza,  su  comercio,  etc.^  etc. 

La  enorme  población  é  infinita  prosperidad  ile 
jue  ilisfrutan  los  pobres  y  civilizados  territorios 
leí  Norte  de  la  Europa,  como  HoJanda^  Imjlatarn^ 
Alemania^  Rusia,  etc.,  etc,  es,  por  el  contrario,  la 
mejor  prueba  de  la  verdad  arriba  dicha,  de  que  los 
países  son  susceptibles  de  cultivo,  no  según  la  fer- 
tilidad de  su  suelo,  sino  según  la  seguridad,  el 
orden,  la  p;iz  de  que  disfrutan.  Holanda  entre  50 
y  60  grados  de  latitud  provee  de  uvas  a  Ingla- 
terra en  mayor  escala  que  Espaüa. 

La  paz  y  la  libertad  son  los  asti'us,  que  darán 
á  la  America  del  Sud,  las  riquezas,  la  poblacitm 
y  la  fecundidad,  que  no  deberán  jamás  al  favor 
exclusivo  de  su  sol  claro  y  fecundante. 

Sin  la  paz  y  la  seguridad,  sus  riquezas  natura- 


les  iloi miran  eternamente  en  las  entrañas  de  la  tier- 
ra. Las  perlas  y  el  oi  o^  son  tímidos  como  el  inuior. 
No  gustan  de  ver  la  luz  sino  cuando  se  contemplan 
seguros  de  todo  ataque. 


El  gobtemo  no  ^s  el  iiaís.  Lti  reforma  no  es  ta 
HbrlJcacioii  de  la  soberanin 


En  América  se  confunden  á  cada  paso  estas 
dos  cosas  eaencialmente  distintas:— caM^ítómr  rl 
país,  y  constituir  tí  //obierno  dct  país. 

Es  contundir  el  país  con  el  f/oUerno,  nada  mej 
nos;  es  decir,  una  cosa  esencial,  permanente,  des- 
tinada á  vivir  eternamente,  con  una  cosa  muda- 
ble  y  acomodable  A  los  tiempos  y  circunstancias. 

El  país  puede  tener  veinte  gohiei-nos  en  medi^ 
siglo,  sin  dejar  por  eso  de  ser  el  mismo  país: 
Francia,  por  ejemplo,  desde  1789. 

Constitmr  el  país,  en  América,  significa,  hace 
independiente  á  la  America;  dar  á  su  pueblo 
soberania,  es  decir,  la  democracia — principio  quí 
encierra  á  todos  los  tle  libertad,  á  saber: — ¿nrft- 
pemlencia,    Itfmiad,  ¡/fuaídady    saber ania  prptdari 

En  esa  ]jarte,  la  ronsfitucion  de  América  es 
debe  ser  inmutable.  Cambiarla,    es  matarla  coma 
nación. 

Pero  eso  no  es  la  constitución  dd  gotiierno.  L| 
ccnstititcion  del  qohieryiñ    e?;  la    forma,    no  In  p^p, 


—  517  - 

lia  del  gobierno.  Así,  los  Ingleses^  llaman  á  sos 
ronstifticionen^ — fonna  de  gobierno.  Véase  la  de 
Mansachussets. 

En  este  sentido,  la  constitución  es  la  conducta, 
el  rt^ginien  de  vida,  el  acomodo  de  hi  casai  cosa 
que  todos  los  dias  se  puede  y  aun  á  veces  se  debe 
cambiar  en  el  ínteres  de  la  comodidad,  de  la  salnd 
y  del  agrado. 

De  la  confusión  de  esas  dos  cosas  diferentes, 
resulta  en  America  una  cosa,  á  saber:— que  tocar 
en  lo  mas  mínimo  á  la  constitución  del  yohietno, 
es  decir,  á  la  forma,  es  decir,  á  su  traje  y  vesii* 
do,  se  considera  un  atentado  igual  al  de  tocar  la 
materia,    el  cuerpo,  la  sustancia  del  pais  mismo. 

Tomando  la  re¡mhlif;a,  es  decir,  la  forma  de 
yof)íerno^  como  etjnivalente  de  patria  ivdependunt4\ 
como  la  forma  o  constitución  del  pais  mismo,  de 
fnn  cambio  de  nada  se  hace  \\n  cambio  de  vida:  y 
porque  se  abandone  una  forma,  se  cree  que  se 
mata  al  país. 

^  Es  como  si  una  persona  temiese  cambiar  el  co- 
lor ó  la  forma  íle  su  traje,  el  rt^gimen  de  sus  ali- 
raen  tos,  el  acomodo  de  sus  muebles»  la  distribu- 
ción de  su  casa  creyendo  que  con  ello  cambiaba 
de  existencia  ó  dejaba  de  existir,  6  se  convertía 
en  esdavo  siendo  libre. 

No  se  puede  cometer  un  erroi  mas  funesto  X 
los  intereses  de  su  {)aís.  Es  condenarlo  A  la  in- 
movilidad, ni  mas  ni  menos  que  como  á  un  país 
asiático,  á  un  país  chino  ó  Japonés. 


§  Vil 

D«l  gobímio  ^mt  r^nrieme  ¿  la  rrraliirtoii 

Dónde  eneoiitnirá  Amrríca  el  gobierno  qct^ 
revolución    busca? — Donde  to  halló  Europa,  ^ 
de  únicamente  existe, — en  el  poder,  en  la  fuerz 
en  la  nutwidad,  porque  e^o  es  el  ffohimm,  y  ^| 
esto  es  un  mero  nombre. 

Dónde  encontró  Europa  el  poder  y  la  fuerza 
de  %\m  gobiernos? — En  hn  condicionen  e>^  - 

de  todo  gobierno,  á    saber: — en  la  c^nimíi. 
es  decir,  la  condensación  de  las   fuerzas  de  t 
la  nación,  y  la  riuracmi,  que  e§  su  resultada 

Eso  en  cuanto  á  lo  interior:  en  lo  exterior,  ba- 
iló el  poder  en  las  alianzas  y  uniones  c<^>n  los  jk)-^ 
dere»  capaces  de  cooperación  eficaz,  es  decir, 
la  centralización  parcial  del  poder  unido  de  va- 
rias  naciones,  porque  eso  es  una  alianza, — Ene^ 
fuente  exteraa  de  i>oder,  halló  no  solamente  U 
fuerza  sino  la  duración  de  sm  gobiernos, 

Pero  no  ba«ta  desear  y  decretar  la  cent 
ciou,  ¡«ira  crearla.  Esto  es  verdi»d,  pero  i 
es  á  veces  un  sofisma  del  egoísmo  local  liara  eln^ 
dir  la  centralización,  que    lo  contraria. 

Donde  la  centralización  ha  existido  per  ¡^iglos^ 
cuando  habia  menos  población,  menos  rutas,  nij 
puede  ser  impracticable  si  el  país  la  desea  y  U 
decreta. 

Tero  si  la  falta  de  población  y  rutas  es  un  ubs- 


^:: 


—  519  — 

táculo  para  ta  existencia  del  poder,  el  modo  de  cons- 
tituir ei  gobierno,  viene  á  consistir  en  aumentar 
la  población  y  multiplicar  las  rutas. 

Pero  no  basta  desear  y  decretar  para  que  la  po- 
blación se  agrande  y  que  las  rutas  se  hagan.  El 
aumento  de  i»oldacion  y  capitales  tiene  por  condi- 
ción la  existencia  de  un  gobierno  durable  bastan- 
te fuerte  para  dar  seguridad  y  pax,  á  los  habitan- 
tes yá  su^  bienes. 

Luego  la  revoluciuti  tuvo  razón  en  empezar  por 
la  creación  de  un  gobierna  patrio,  para  hacer  de 
él,  el  brazo  é  instj'umento  que  debia  darle  los  me- 
dios de  robustecerse  y  íbrtiticarse  á  si  mismo,  el 
primero  de  los  cuales  es  la  cmtraUzacíon  y  el  otro 
la  duración. 


Si  el  país  carece  en  su  interior  de  estos  ele- 
[mentos  constitutivos  de  todo  poder  fuerte,  debe  pe- 
|dirlo»ála  política  exterior,  á  las  alianzas  natnra- 
Ueá,  á  la  cooperación  de  los  países  capaces  de  darla. 

Cuáles  son  esos  para  América?  Dónde  están  los 
^aliados  naturales  de   la  América  del  Sud? 

Las  alianzas  no  son  la  obra  de  los  hombres,  son 
[la  obra  de  las  cosas.  Las  crean  y  forman  lo >  in te- 
freses,  y  los  gobiernos  las  escriben  y  proclaman. 

Cuál  es  el  medio  en  que  vive  la  América  del 
Sud  por  lo  que  respecta  á  los  intereses  que  la  ha- 
cen vivir? 

No  es  el  Asia,  ni  el  África,  ni  la  América  mis- 
ma, sino  la  Europa  que  consume  sus  pi^oductos  na- 


turales  y  produce  los  artefactos  que  ta  Anií^ríca 

consume. 

Luego  América  tiene  en  la  Europa  un  intere- 
sado igual  á  ella  misma,  en  la  existencia  de  go- 
biernos americanos,  capaces  de  dar  seguridad  d 
todos  los  intereses  unidos. 

y  si  á  mas  de  ese  interés,  la  Europa  tiene  y 
puede  y  necesita  dar  á  la  América  las  poblaciones 
y  capitales  q»ie  esta  necesita  para  crear  su  poder, 
la  América  tiene  esa  nueva  razón  jiara  buscar  en 
la  unión  con  Europa  los  fines  de  su  revolucionJ 

Y  si  la  Europa  debe  el  desarrollo  de  sn  civili- 
zación material  al  gobierno  centralizado  y  fuerte,^ 
la  jVmérica  tiene  que  reconocer  que,  para  aclima-^ 
tar  esa  civilización  europea  en  su  suelo»  necesita 
traerla  con  el  método  de  cultivo  ó  gobierno  que 
la  hace  existir  en  Europa. 

Aludo  á  la  monarquia?  No:  á  la  cmtrahzmk 
y  á  su  dnraeiofiy  que  son  tan  esenciales  á  la  vida* 
de  una    república    como  de  una    monarquia    Líi 
centralización,  es  el  poder,  la  fuerza,  la  autorid. 
efectiva. 


§  VIH 

Exijeiicias  encontradas  de  la   nbi>rt.iLd  en  Hiiibii» 
muridas 

Hay  que  considerar  las  miras  dirijentes  ile  la  re 
forma  que  exije  la  República  imperfecta  que  ex¡st< 
lioy  en  Sud-América^  en  el  sontiílo  de  su  aproxirna^ 


—  5tl  — 


cien  del  tipo  europeo,  sin  los  escollos  que  hañan 
esti*ril  y  peligrosa  la  imitación. — Esos  escollos 
residen  en  los  puntos  de  opúsiciún  y  contraste 
del  liberalií^nio  europeo  con  el  liberalismo  ame- 
ricano. 

La  Europa,  vejada  por  el  gobierno  excesivo^ 
tiende  á  la   descentralizacioiL 

La  América,  dañada  por  la  centralización  ex- 
trema en  qué  se  ha  sumido  la  independencia, 
tiende  hacia  la  centraUzacion. 

La  una  á  debilitar  sus  gobiernos;  la  otra  á 
fortificarlos. 

Europeizar  los  gobiernos  de  America,  ameri- 
canizar los  gobiernos  de  Euiopa^  es  la  doble  ten- 
dencia de  la  política  de  ambos  mundos,  t^ue  se 
jmpone  á  los  gobiernos  mismos  por  la  íaerza  de 
cosas. 

Los  dos  mundos  colaboran  juntos  en  la  obra 
iel  gobierno  definitivo,  que  es  el  gnhierno  de  d 
^tnismo  fself-f/orernment,J 

Es  libre  todo  país  que  se  gobierna  A  sí  mismo, 
no  importa  en  qué  forma. 

En  política,  como  en  religión,  las  íormiuí  toman 
poco  á  poco  su  rol  subalterno,  para  ceder  su  rango 
prominente  al  fondo,  á  la  esencia,  á  la  existencia 
leí  gobierno,  que  reside  toda  en  la  libertad. 

La  libertad  no  es  polo  opuesto  del  gobierno, 
su  parte  negativa.  No  son  dos  cosas  diferentes 
sino  una  misma  y  sola  cosa  vista  por  sus  doa 
lados  esencialmente  correlativos  y  necesarios,  i 
,  saber: — la  Ithpftad,  que    iir»  »^s  sino  el   rindpr  del 


—  Ti?^  _ 


^,  j  *«  aiUúiíaaU^  ijüe  no  es  sino  la  iiber 

La  reforma  de  la  república  de  Sud  América 
en  el  sentido  europeista  ó  centralista,  no  senl  el 
resultado  de  un  cáknilo.  Será  la  obra  de  las  cosíí 
el  resultado  necesario  de  la  <  ivjlizacion  política 
los  dos  mundos 

Ningún  gobierno,  niii|:;Lin  iiüiiiiat*  strá  tapaaí 
de  producirla  ni  de  eíit*jrbarla.  Viviián  los  go- 
biernos  á  condición  de  servirla.  Como  necesidad 
que  interesa  á  la  civilización,  la  unidad  en  que 
re?iide  la  fuerza  del  gobierno  republicana  ó  mo* 
nárquicOj  se  impomlrá  como  se  impiso  la  inde 
pendencia  y  la  revolución  misma  que  la  produjo 

Toda  república  que  se  descentralice,  morirá  en 
beneficio  de  la  nnitlatl.  íjue  hace  la  fuerza  de  suí 
vecinos. 

La  centralización  \\o  es  una  preocupación^ 
sistema  que  se  puede  aceptar  ó  desechar  discrecw 
nalmente    sin  inconvenientes.     Ella  es  el    poder, 
la  autoridad,  en  América,    como  en  Europa 

La  centralización  peca   en  Europa  por  su  ex 
ceso,  no  por  su  principio,  como  la  descentralizario| 
peca  en  América  por   su  exceso    igualmente, 
por  su  principio.  Asi,  en  este  punto,  las  necc 
dades  de  la  civilización    política  son  las  misma 
en  ambos  mumlos.    Ella  exije  en  Enropa  la  des- 
centralización y  en  América  el  centralismo.  Así, 
la  opoííicinn  liberal  que  quiere    la    desen^         t* 
cion  en  Francia,  apoya  la  política  c^nti  le 


1p8  Estados    Vnidos  en    (lue    vé    la  causa  de  la 
libertad. 

Desechar  la  unidad  de  la  república,  porque 
ha  servido  á.la  monarqnia  despjtica,  es  como  la 
pretensión  del  cristiano  que  quisiese  edificar  sus 
iglesias  diagonalmente  imniue  los  judios  edificaron 
^ns  sinagogas  perpeudicularmente,  como  exigen 
las  Ie3"es  de  la    mecánica. 


§  IX 


H  idus  operandi 

La  America  del  Sud  empieza  A  comprender  que 
jdn  la  Europa  no  tendrá  gobierno. 

Cómo  usar  á  ese  fin  de  la  cooperación  de  la 
Curopíi— es  todo  el  problema  del  gobierno  ame- 
ricano. 

Ese  probhraa  felizmente  está  resuelto, — Como 
usan  deesa  cooperación,  para  existir  indeijendientes, 
los  gobiernos  de  la  misma  Europa;— por  ligas,  por 
tratados  políticos,  por  la  unión  política  de  esfuerzos 
que  dejan  intacta  la  indepei»deucia,  sometiéndose 
solo  á  la  obligación  de  los  esfuerzos  y  sacrificios 
exigidos  por  la  defensa  y  protección  común. 

Esta  doctrina  no  es  mía.  Es  de  Bolívar.  ( I ) 

La  experiencia  persuadió  al  lihertndoi\  que  la 
5bertad  americana,  no  podría  salvarse  sin  la  ayuda 
de  la    Knrop;i,  obtenida  en   esa  forma.   Vo  exijo 


menos  que  Bolívar,  El  qn^ñ^  d  protect/rado.  Yú 
digo  que  basta  la  maíicomunidad  sin  proíectonulo. 

Este  es  el  sisteina,  i}olític'u  ile  la   Kuropa, — La 
que  es  lioj'  sistema  de  la  Europa  puede   vídver^ü 
sistenia  de  los  dos  iiiuiidos,  es  decir,  áv  todor^loH  p«< 
blos  de  origen  europeo»  de  todos  los  pueldos  cri^ 
lian  os. 

Dos  iimndos  que  por  tres  siglos  han  sido  iii 
solo  en  materia  de  gobierno,  no  pueden  ser  inc4i 
paces  de  esa  unión  libre  por  causa  del  Océano  qil^ 
los  separa. 

Si  el    Océano   no  pudo  impedir  la  dominaeit^nT 
absoluta,  menos  podrá  impedir  la  sim[»le  irithn-n. 
cia,  la  simple  alianza. 

El    polo  opuesto  de  esta  política  de  refugiti 
de  salvación,  es  la  política  de    \\ ashim/ion  y 
Mfmróe  que,  en  su  infatuación  inexperta,  queriaí 
la  exclusión  absoluta,  en  América,  de  esta  mism| 
Europa  que  balda  descubierto,  poblado,  oro:anizadn* 
civilizado  y  gobernado  como    parte  integrante  de 
sí  misma  á  la  i^  mérica;  y  á  la  cual  había  acudid| 
la  Union  en  busca  de  bomlires  y  dinero,  qne  obtuí 
por  Franklin,  de  Luis  XYl. 

No  hay  novedad  alguna  en  estas  doctrinas.  8011 
los  rudimentos  del   derecho  '  de  gentes  conocidc 
Bello  las  ha  enseñado  á  la  América.  Solo  se  traí^^ 
de  hacer  su  aplicación  á  Va  política  exteiior  anie-^ 
ricana,  que  Bello  no  ha  hecho  ni  «lebido  hacer 
su  libra,  pero  sí  en  el  minisfetio  de  myocws  cMruf 
yeros  de  Chile. 

Ddnde  está  la  razón  de  derecho  de  gentes  quj 


divide  el  rauíiíio  en  dos  mundos? — No  la  trae  Bello 
ni  Wheaton,  ni  Kent, — La  doctrina  de  Monroe  es 
bárbara:  es  el  sistema  colonial  restablecido  en  pro- 
vecho de  los  Estados   Unidos, 

Derecho  internacional   y  no    derecho   interna- 
cional, inter-rontíiiental. 


^  X 


Seforniar  la  reiníblícm  es  el  solt»  medio  i1(>  acabar  con 
iñs  cuestiones  ile  tinidad  y  federación 

iSi  la  federadon  es  tan  impracticable  como  la 
anidad  y  como  la  mezcla  de  ¡os  dos,  ¿se  signe  que 

gobmno  en  sí  sea  impracticable? 

Eso  seria  declarar  á  la  nación  incapaz  de  go- 
bernarse á  sí  propia,  es  decir,  de  ser  indepen- 
diente. Otra  es  la  conclusión  que  ha  de  sacarse 
de  ese  liccho, 

No  siendo,  V^fedeíacion  y  Va  unidad,  mixv*  que 
simples  iViimasde  la  república,  la  cuales  repíddi- 
mfedenitiro  ó  república  unitaria:  en  cuyo  caso 
no  son  sino  formas  accesorias  de  nna  forma prnicp 
pal  -  decir  que  la  unidad  y  la  federación  son  im- 
practicables, no  es  decir  otra  cosa  sino  que  es  im- 
practicable la  repñhUca. 

Según  esto,  si  tiuereis  salir  de  la  unidad  y  de 
la  federación,  ensayadas  hasta  hoy  sin  éxito  algu* 
no,  salid  déla  forma  reptddicana  de  gobierno,  y 
organizad  el  giíhierno  en  otra  forma  mas  en  reía* 
cion  con  td   modo  en  qnc  el  país  se  jíol>onió  desde 


53fi  — 

SO  origen.     í**  Uan'Ir»  ^MfVi^  la  forma  de  nna  '" 
ma,  sobre  un  accir^iüno  de  lo  íuív^orio,  la  Anita .  - 
del  Sud  lia  perdido  cincuenta  años  de  la  revoltirion 
sin  poder  crear  el  gobierno  patrio,  que  ella  tuvo 
por  objeto. 

Por  qné?  Porque  cambiando  la  forma  seconda* 
ria,  ha  dejado  en  pié  la  forma  principal,  que,,  sien- 
do ella  la  impracticable,  ha  inutilizado  todas  U 
tentativas  de  organización  y  ha  dejado  á  la  Am^ 
rica  sin  gobierno. 

Es  preciso  salir  de  ese  falso  terreno,  y  traer  la 
cuestión  al  terreno  en  que  Belgrano,  San  Maiiin 
y  Bolívar  la  sentaron. 


g  XI 


La  centralización  es  eoitipatible  con  el  nuevo  régi- 
men de  la  reyolueioi).    En  qué  eonsistiria  la 
forma* 

Piensa  el  rulgo  de  América  que  la  refonni 
constitucional,  en  el  sentido  de  una  unión  imi^  es-j 
trecha  con  Europa  monárquica,  es  decir,  en  el  seM 
tido  monárquico,  seria  lo  mismo  que  restaiu*ar 
las  Let/es  de  Indias ^  las  Ordenanzas  de  Intendentes 
y  la  Novisima  Recopilación:  en  una  palabra,  nna^ 
vuelta  al  régimen  colonial,  y  un  abandono  enter 
de  las  constituciones  que  ha  sancionado  la  revo-' 
lucion  déla  independencia. 

En  ese  en-or  grosero  descansa  la  mayor  jiaii 


—  527  — 


de  la    resisteiicifi  á  la  reforma  americana   en  el 
sentido  monarquista, 

No  habría  necesidad  de  salir  del  régimen  actual 
y  de  las  constituciones  ue  la  revolución  para  en 
trar  en  la  monarquía  constitucional. 

Apenas  hastaria  reformarlas^  en  un  corto  nu- 
mero de  artículos,  que  no  son  de  ningún  modo  lo^ 
artículos  fundamentales  del  nuevo  régimen.  La 
raiíon  de  esto  es  que  nuestras  constituciones  repu- 
blicanas, son  copias  reformadas  de  las  constitucio- 
nes monárquicas  déla  Europa  liberal. 

Veamos  los  principios  y  disposiciones  de  nues- 
tras constituciones  sancionadas  por  la  revolución, 
que  la  reforma  monárquica  dejaria  subsistentes  en 
los  textos  y  lo  que  vale  mas  que  los  textos,  en  la 
realidad  de  los  hechos,  que  hoy  no  tienen.  To- 
maré por  ejemplo  la  República  Argentina. 

"  La  Nación  argentina  es  para  siempre  libre  é 
independiente  de  todo  poder  extranjero. » 

>:La  soberanía  reside  en  el  pueblo,  y  se  ejerce 
por  las  autoridades  emanadas  de  su  elección,* 

«Todos  los  poderes  emanan  déla  Nación. s» 

«La  Nación  argentina  no  será   el    patrimonio 
de  una  íainilia  ^^  (como  Inglaterra  no  es  patñmo 
nio  de  la  Reina  Victoria,  la  Bélgica  del  Rey  Leo- 
poldo, etc.) 

'Todos  los  habitantes  de  la  Nación  gozan  de 
los  siguientes  derechos:— ^(los  del  art.  14), 

f  La  esclavitud  es  abolida  y  no  puede  restable- 
cerse. * 

V  Todos  son  iguales  ante  la  Ley,> 


-  52»  - 


igualdad  es  la  base  del  impuesto  y  üe  íü 
cargas  públicas, 

f  Solo  el  pueblo,  por  la  Cámara  de  Diputados, 
inicia  las  contribuciones  y  la^  cai'gas  públicas,* 

¿La  propiedad  es  inviolable.^ 

Todas  las  garantías  judiciales  del  art.  18. 

Todo  el  artículo  20. 

El  2:? 

El  23. 

Del  25  al  30.^ 

fLas  leyes  se  bacen  por  ambas  cámaras,  con" 
la  participación  del  Poder  Ejecutivo,  que  hoy  tie- 
ne el  Presidente  por  el  art.  83,  inciso  4,  )v 

El  Poder  Legislativo  y  el  Poder  Ejecutivo,  con* 
servan  las  mismas  atribuciones  que  hoy  tienen, 
con  poquísimas  escepciones. 

A  qué  se  reduce  todo  el  cambio? ^ — cuáles  sol 
estas  pocas  escepciones? — A  la  manera  de  e/e' 
f/ir  tj  fie  ser  del  Poder  Ejecutivo,  no  á  sus  afti- 
Imcioncs  y  poderes,  en  que  reside  todo  el  sepreto 
de  la  libertad.  Esa  %^ariac¡on  tiene  por  objeto 
buscar  la  paz  y  el  orden,  y  asociarlos  con 
libert-ad. 

El  elefe  Supremo   del  Estado  no  será  elegid 
periódicamente,  sino  una  vez  i)or  todas.     Sn  pe 
der  ps  hereditario  según  la  ley  dada  por  la  Ña 
cion,  y  en  el  orden  que  la  Nación  determine.   S^ 
perpetuidad  solo  >ignilica  la  perpetuidad  del  orden. 

La  persona  del  soberano  es  inviolable;  pero  sus 
ministros  responden,  y  sin  la  lirraa  de  éstos,  sus 
actos  no  tienen  autoridad.     El  Jefe  reina,  los  mi- 


-  529  ^ 


nistros    gobiernan.     El  lley   es    el  jefe  nominal 
íM  Poder  E/ecatioo.     El  Ministerio,  es  el    Ueal 
Poder  Ejecutivo      En  lo  íleinás,  el    poder  electo 
ral  del   país  queda  el  mismo  »jue  hasta  hoy. 

El  pueblo  elige  al  Rey  desde  que  éste  no  es 
tíil  soberano,  sin  previa  aprobación  del  pafs.  Tant- 
bien  el  ministerio  es  su  obra,  desde  que  sale  de  la 
elección  de  la  legisfatura,  que  es  su  obra  inme- 
iliata. 

Una  parte  de  los  Legisladores  es  elegida  por 
el  pueblo,  como  hoy;  la  otra  es  elegida  por  el  Jefe 
Supremo,  que  debe  su  elección  al  pueblo.  Asi,  el 
pueblo  es  siempre  el  origen  de  toiloí  los  poderes. 
Los  poderes  continúan  siendo  tres  como  hoy  día, 
en  cuya  división  tiene  la  libertad  una  de  sus  pri- 
meras garantías. 

Las  contribuciones  son  voladas,  como  boy,  por 
c»s  diputados  electos  por  el  ptieblo. 

El  Jefe  supremo  del  Estado,   elige  los  minis- 
"iros,  como  hoy  el  Presidente,  pero  los  seflala  á  su 
elección  la  opinión  del  Congreso. 

Si  un  disentimiento  ocurre  entre  el  Ministejio 
y  el  Congrcíío,  dos  remedios  tiene  el  Soberano  pa- 
ra restablecer  el  acuerdo  entre  los  poderes: — ó 
cambiar  el  ministerio  según  la  opinión  del  Con- 
greso, ó  si,  después  de  cambiado,  el  Congreso  per- 
siste en  disentir,  disolver  el  Congreso  y  provocar 
nuevas  elecciones — recurso  excelente  que  tien»^  la 
monarquía  y  que  no  tiene  la  república  para  diri- 
mir, sin  eiperar  á  que  la  ley  lo  haga  á  su  tér- 


—  530  — 


mino  dado,  los   conflictos  que  no  admiten  ei^pers^^ 
entre  el  poder  legislativo  y  el  poder  ejecutivo. 

El  (íongreso  puede  cre^r  honores  y  recompensas^ 
como  hoy  dia;  y  esas  recompensas  honoríticas,  pue* 
den  consistir  en  los  títulos  de  una  ordeti  civil  á 
militar,  como  la  de  Leopoldo  en  Bélgica,  6  coin 
la  orden  del  soK  que  creó  San  Martin  en  el  Perl 
para  ser  discernidas  por  el  soberano:  elemento  po- 
deroso de  gobieríio  en  lo  interior  y  exterior,  de 
que  están  privadas  las  repühlicas.  Esas  cintas 
y  cruces  ahorran  millones  al  Estado  y  dan  al  go- 
bierno ejércitos  de  sostenedores  y  amigos. 

El  orden  ó  Poder  Judicial  seguiría  el  niií^mo 
que  hoy  dia,  ya  sea  en  cuanto  í¡  sn  plprrinn  va 
en  cuanto  A  sus  atribuciones. 

El  régimen  municipal,  ó  la  administraciou  íucal^ 
no  tendría  necesidad  de  der.aparecer. 

Aun  el  gobierno  de  las  Provincias,  que  trae  su 
origen  del  sistema  monárqnico,  no  tendría  que  ser 
modificado,  sino  en  muy  pequefia  parte. 

He  ahí  toda  la  monarquía,  que  causa  tanto  mk 
irreflexivo  é  ignorante,  como  el  de  los  niños  á  !o$ 
resucitados,  como  si  en    es^te  siglo  fuese  mas  fác 
que  resncite  el  despotismo  muert»»  que  un  hombr 
muerto.  No  es,  en  efecto  una  resurrección  del  despo^ 
tismo  colonial, — ^tan  diferente  déla  monarquía cot 
titucional,  como  la  rej/úhHca  con  f(wttllade,< 
(/riji  del  tiempu  de  liosas^  es  opuesta  á  la  .^  a 

constitucional  fj  moderada,  que  el  país  no  ha  podido 
constituir  en   medio   siglo. 

Los  principios  que  dejamos  copiados,  constituye 


—  á:ñ  — 


toda  la  revolución  de  América,  coino  constituyen  to 
da  la  revolución  francesada  1789.  Pues  todo  eso 
Bo  solo  es  conciliable  con  la  monarquía,  sino  que 
recibiría  de  esta  su  triunfo  definitivo  y  su  plena 
ejecución.  Por  eso  es  que  Belgrano  los  comprendí  > 
en  su  proyecto  de  constitución  monárquica. 

Si  el  derecho  público  y  administrativo  hubiere 
formado  parte  de  los  estudios  que  nuestras  Univer- 
sidades dan  á  los  abogados,  las  preocupaciones  j 
errores  sobre  formas  de  gobierno  no  habrían  sido 
un  obstáculo  tan  grande  para  completar  los  traba 
jos  de  la  revolución  de  América  en  materia  de  or 
ganizacion  política. 

Las  formas  de  gobierno  no  han  sido  discutida . 
como  puntos  de  ciencia  política,  como  doctrinas  do 
gobierno,  sino  maldecidas  unas  y  exaltadas  otra^ 
por  el  fanatismo  ciego  de  los  partidos,  d  por  el 
egüismo  y  la  ambición  de  las  facciones. 

De  qué  modo  y  por  qué  razón  la  paz  sería  una 
consecuencia  de  ese  gobierno? — Evitando  las  elec- 
ciones periudicas  de  Jete  Supremo,  que  son  la  cau- 
sa rt  el  pretexto  de  las  revoluciones;  y  sacando  4 
los  gobiernos  de  América  del  aislamiento  respecta 
de  la  familia  de  los  goldernos  civiliííados,  que  los 
debilita  material  y  moralraente. 

Inaccecible  i)ara  los  americanos  el  puesto  de 
Jefe  Supremo,  ¿no  quedarían  de  ese  modo  excluidog 
del  gobierno  de  su  propio  país  que  ha  sido  el  gran 
olijeto  de  la  revolución  de    América — el  selí  //<?• 

Absolutamente  no;  quedarían,  al  contrario,  ú  la 


-  535  -^ 

cabeza  del  gobierno  como  están  hay,  y  mas  qoe  lo 
están  Iny,  en  la  reali<lad  ile  los  hechos, 

fja  iDonarquía  democnUica  popular,  nacida  v 
apoyada  en  el  priripio  de  la  soberanía  del  paeblo: 
esta  y  no  la  inonarquía  feudal,  ó  antocrática,  ©«  < 
la  qu^  se  trata,   para  la  América  independiente. 


§  XII 

Reforma  civit«  coiDercíiil,  industriaK  Sóbrela  nniíira** 
tízatituii,  surftsiotí  hereditaria,  libertad    <^uTtiorcÍAÍ, 
aduanai,  libt^rtud  religiosa,  asilo  político,  eti^ 

(conforme  con    la  doctr[na  de   las  bases) 

Serán  reformas  preparatorias  del  establecimien- 
to grradnal  de  la  unidad  monárquica,  las  n  formas 
del  derecho  dvd^  en  las  l^ye^  que  reglan  las  A7/r<B- 
sí'ineshereditarius,  —  \a  autoridad  paterna, — la  com- 
posición de  la  familia, — la  naturalización  de  los  ex* 
ti'augeros, — la  garantía,  en  favor  de  los  mismos,  de 
la  nacionalidail  de  sus  hijos  nacidos   en  América. 

No  ceder;  resstir   en  todos  estos  puntosa!  pru- 
rito mal  entendido  de  destruir  en  nombre  de  la 
volucion,  i>eor  comprendida  en  sus  tendencias»  lo  qtie^ 
el  derecho  civil,  qne  ha  hecho  la  educación  tic  Amé-^ 
rica,  contienií  de  favorable  á  la  gerarqnta  normí 
de  toda  socicdaíl  est:ilde   y  seria. 

Si  las  sustituciones  y  mayorazgos  entran  en 
plenitud  del  poier  y  libertad  de  disponer  por  lU ti- 
ma voluntad,  dejados  al  testador,  por  qué  abolir- 
ías con  tanta  sadaV 


^ 


No  ha  demostrado  lo  economia  política  qtie  hasta 
la  riqueza  piiblica  se  resiente  del  exceso  en  la 
«iibíl  i  visión   del  suelo  por  la  igualdad  hereditaria'^ 

El   ffereclw  civil ^  que  dá  y  ijuita  la  cindadania 
agranda  o  achica   al  Estado,  atrae  ó  aleja  al  ex 
tranjero,    según    sus    disposiciones   relativas   á   la 
nacvmolidad  v  uaUtroHzacion. 


Poblar  no  es  civilizar,  sino  cuando  la  población 
es  civilizada. 

Multiplicar  los  bárbaros  y  los  salvajes,  es  an 
mentar  la  barbarie  aunque  se  auniente  tal  pobla- 
ción. 

Tara  civilizar  la  América  por  la  población,  es 
requisito  esencial  poblarla  de  la  población  de  la 
Europa,  que  es  la  sola  inmigración  civilizada. 

A  la  legislación  civil  pertenece  el  resorte  mas 
poderoso, — la  nacionalidml  de  ¡0$  hijos  deeurapeus 
nacidos  en  América. 

La  primera  idea,  la  mas  irreflexiva  y  tierna, 
enseña  que  hacer  americanas  á  los  hijos  de  euro* 
peos,  es  el  meilio  de  aumentar  los  ciudadanos  ame* 
ricanos. 

Esa  es  la  ley  de  Partida,  de  la  Edad  media* 

La  reflexión  j  la  experiencia  han  demostrado 
Jas  tarde,  que  el  dejar  al  hijo  del  extrangero  na- 
«ido  en  América  su    nacionalidad  extrangera,  es 
mas  eficaz  para  aumentar  la  población  europea. 

El  juez  inapolable,  en  esta  cuestión,  es  el  mismo 
ctrangero,  tanto  el  padre  como  el  h!/\^ — Su  opi* 


níon  debe  ser  la  ley,  porque  se  trata  de  agradar- 
lo paia  atraerlo,  y  de  atraerlo  porque  nos  es  mas 
necesario  á  nosotros  que  i  toso  tros  á  éL  Hay  mas 
de  una  América  para  sus  productos.  No  hay  ma^ 
que  una  Europa  para  la   civilización 

La  América  llamada  Jatimi  o  europea,  sin  di 
da  por  una  especie  de  metonimia,  necesita  ser  1i 
tinizada  del  todo  por  que  no  lo  está  sino  apenfi 

No  lo  es  sino  á  medias. 

El  Paraguay  no  es  un  pnehla  hfino.  Oompue>sto 
en  ^us  cuatro  quintas  partes  de  indígenas,  es  mas 
guaraní  que  latino,  es  mas  americano  que  eoro- 
peo,  en  cuanto  á  la  raza. 

Bülivia^  Guatemala,  M^/ico,  el  Poií,  están 
el  mismo  caso.  No  son  repúblicas  latinas,  como 
ellas  se  llaman,  sino  americanas  en  el  sentido  de 
indígenas  ó  indinmis. 

El  principio  moderno,  que  hace  al  hijo  compa- 
triota de  su  padre^  donde  quiera  (jue  nazca,  es  el 
mas  capaz  de  latinizar  la  América.  YA  principiíi 
contrario,  que  le  confisca  al  extrangero  sus  hijos, 
es  el  mas  capaz  de  barbarizarla,  y  despoblarla  de 
los  europeos;  los  cuales  no  pueden  gustar  de  ui 
suelo,  que  les  arrebata  su  prole  y  los  anarquía 
con  sus  hijos,  haciendo  á  los  hijos  extrangeros  reSij 
pecto  de  sus  padres. 

La  olíjecion  que  el  principio  moderno    deja 
país  sin  ciudadanos,  es  falsa. 

El  Paraguay  la  emplea  para  defender  el  prin- 
cipio contrario,  que  lo  tiene    sin  población  latina 

Pero  los  dos  órganos  de  que  se  sirve  son  dos 


^  rm  « 


» 


lun'utus  vivos  que  lo  ilesmieuteu  á  él,  y  que 
desmienten  á  ellos  mi-ímos. 

Sin  ser  ciudadanas,  ni  vecinos  del  Paraguay; 
siendo  el  uno  argentinu  y  el  otro  argentino  y  bel- 
ga á  la  vez,  representan  al  Paraguay  en  Europa 
como  diplomáticos  y  sirven  sus  errores,  con  un 
calor  de  que  no  seria  capaz  un  paraguayo  nativo, 
según  lo  prueba  el  ejemplo  del  secretario  del  de 
Paris,  que  siendo  paraguayo  de  iiaeinuento,  no  lo 
parece  tanto  como  su  jefe,  que  es  extraugero. 

El  secreto  de  este  fenómeno  de  amor  al  país 
axtraño?~Es  el  salario,  el  dinero. 

Luego:  aumenta!*  el  dinei^o,  la  riqueza,  es  el 
arte  de  tener  servidores  leales;  no  importa  el  sue- 
lo en  <|ue  nacen  y  á  que  pertenecen.  En  todas  par- 
tes come  el  hombre,  y  en  donde  quiera  es  fiel  al 
pan  ue  que  necesita. 

Pero  el  secreto  de  la  viqnvsa  pública^  es  la  li- 
bertad de  comercio,  que  el  Paraguay  no  tiene.  El 
secreto  de  la  riqueza  del  gobierno,  es  allí  la  clau- 
sura, el  monopolio,  el  despotismo. 


íí    Xlll 

Kefortttus  preparutorias,  í^eyes  sobre  natura- 
lizaeion 


<La  República  Argentina,  se  quedará  sin  ciu- 
dadanos, la  América  se  quedará  sin  americanos, 
y  se  volverá  propiedad  del  extrangero,  si  se  aimi- 


—  f^m  — 


te  él  princinio  *]ue  declara   extrangero  al  hijo  del 
extrangero  nacido  en  el  país >. 

Con  ese  argumento,  la  Amérira  independiente 
llamada    á  jíoblarse   de  extrangeroí»,    defiende  la 
estabilidad  de  la  Ln/ffe  Partida^  ijue  llevó  á  Amé*J 
rica  lu  Kspana  tendal,  cuando  los  extrangeros  esta*^ 
ban  excluidos  del  todo  de  aquel  continenre 

Una  ley  que  hacia  parte  del  r^idmen  colonial 
dirigido  á  echar  á  lo's  extrangeros,  no  puede  hacer 
parte  del  nuevo  régimen  creado  para  ¡íohlar  la 
America  con  extrangeros. 

Espafia  no  pudo  establecer  en  Anicj  ica  esv  ky 
por  el  temor  de  que  los  extrangeros  se  hiciesen 
dueflos  del  paí<,  pues  la  exclusión  absoluta  de  1**8 
extrangeros  hacia  inadmisible  la  Idpitesis  de  que 
tuviesen  hijos  en  Am<?rica  en  número  amenazador. 

Si  Espaíla,  dando  esa  ley  que  quita  los  hijo» 
á  sus  padres  extrangeros,  hubiese  tenido  por  mi- 
ra hacer  españoles  á  todos  los  que  nacen  en  Amé- 
rica^ la  experiencia  le  ha  dado  un  chasco  en  que 
podrían  aleccionarse  los  gohienios  que  han  sucedí* 
do  al  de  Kspana,  en  aqnel  continente. 

Contra  la  Ij'h  de  Pmtida,  que  hacia  ejpaftoleü^ 
á  los  nacidos  en  Américaj  los  españoles  nacido» 
allí  se  han  declarado  amenainos, 

iSi  la  ley  escrita  es  impotente  para  extrangeri' 
2ar  al  que  nace  en  el  suelo,  ¿que  os  impoita,  que 
ella  llame  extrangero  ó  cindadano,  al  que  ba  d4 
amar  sobre  todos  el  suelo  que  lo  ha  visto  nacer? 

Qué  importa  que  esa  ley  diga  que  no  es  uno  hi-^ 
jo  de  8U  padre? — Eso  solo  significará  que  no  n 


HKai 


—  537  — 

hijo  h(/flimoó  legal;  pero  noque  no  es  hijo  nata- 
ral,  tan  amante  <le  su  padre  como  el  legítimo. 

Los  h{¡os  nníumlcs  (M  suela,  son  como  los  !fi 
jos  nafiírnjvs  deJ  hombre;  amantes  del  suelo  pater- 
no como  sus  hijos  legítimos  6  ciudadanos^  <le  quie- 
nes son  coni patriotas  o  herma noíí  naturales  en  ter- 
ritorio patrio. 

El  ciudadano  es  el  hijo  artificial,  obra  de  la 
ley,  que  puede  dar  A  un  extra ngero  ese  carácter, 
ftin  darle  el  amor  al  suelo,  que  no  es  el  de  su 
cuna. 

Si  \i\  América  debe  poblarse,  deje  á  los  extran 
jeros  y  á   sus  hijos,  la  libertad  de  ser  6  no  ser 
del  país. 

Si  se  admite    la  hipótesis  de  que  el  país  pu< 
de  volverse  propiedad  de  los  extranjeros  nacitloa 
en  él,  ¿por  qué  no  le  asusta  la  liípóte-is   mil  ve- 
ces mas  posible,  y  es  que  se  vuelva  propiedad  de 
los    extrangeros  que  inmigran  en  el  país? 

Por  grande  que  sea  el  numero  de  lo^  que  na- 
cen de  extrangeros,  no  ha  de  ser  mas  grande  que 
el  número  de  los  extrangeros  que  emigren. 

Y  si  la  constitución  prolübe  dar  leyes  que  limi- 
ten la  inmigración  (en  cuyo  caso  está  virtualmcn- 
te  la  ley  de  Partida)^  bien  pudiera  suceder  que  una 
guerra  de  la  Europa,  hoy  que  los  Estados  Unidos 
están  también  en  guerra,  nos  echase  al  Plata  de 
un  golpe  ó  en  diez  aüos,  seis  ü  ocho  millones  de 
emigrados  y  que  los  extrangeros  fuesen  seis  ve 
ees  mas  numerosos  que  los  nacionales  en  la  11^ 
publica  Argentina, 


—  5:í8  — 

El  peligro  qne  se  quiere  evitar  por  la  /.rt/  rfe 
Pnifida  no  está  prepíniído    por   la  Constitaeiou? 

Los  extranjeros  á  quienes  se  teme  en  nombre 
del  viejo  régimen  colonial,  no  están  llamados  en 
nombre  de  la  civilización  á  ser  la  grande  base  de 
la  prosperidad  de  la  América  del  Sud,  como  han 
hecho  la  grandeza  de  la  América  del  Norte? 


§  XIV 
Aitiericii  tii^iie  recurso.^  para  sosten  de  la  moiiarqníft 

América  ha  costeado  sn  gobierno  desde  su  des- 
cubrimiento. Y  no  sülo  costeó  el  suyo  sino  el  de 
su  Metrópoli.  Si  Espafia  perdió  su  riqueza,  por 
causa  de  América,  no  fué  porque  la  consumiese 
en  mejorarla,  sino  porque  le  sacó  tanta,  que  olvi- 
dó el  arte  de  producirla. 

Costeó  un  gobierno  colonial  y  despótico,  que  es 
el  mas  caro,  y  no  podría  costear  una  monarquía 
de  libertad? 

Sostenía  las  coronas  de  los  vircycs,  de  los  re* 
yes  y  los  privilegios  y  monopolios  de  compaüias, 
que  eran  reinas  sin  corona,  y  no  tendría  recm% 
sos  para  ^us  monarcas  libres,  hoy  que  á  las  mi- 
nas de  oro  y  plata  intactas,  une  las  riquezas  delj 
comercio  Ubre! 

Costeaba  tres  vi rei natos  dispendiosos  y  cuatrol 
capitanías  generales,   y  no   podría    hoy  sostener" 
tres    monartjuías,    con    recursos    votados    por  el 
pueblf>^ 


Ea9  — 

Costea  hoy  mismo  cincuenta  gohiemo'*  irregu- 
lares, entre  nacionales  y  locales,  y  no  podría  cos- 
tear cuatro  regulares! 

lia  América  antes  española  es  en  conjunto  cua- 
tro veces  mas  rica  y  poblada  qne  el  Brasil,  y  no 
podría  hacer  lo  que  hace  el  Brasil! 

La  América  independiente  y  libre,  inuudada 
de  capitales  y  de  poblaciones  extranjeras  laborio- 
sas, que  no  t:x istia n  bajo  el  régimen  colonial,  y 
que  pagan,  como  los  naturales,  sus  impuestos  al 
tesoro  nacional,  ¿cómo  podría  hoy  carecer  de  los 
recursos,  que  tenia  para  su  gobierno  monárquico, 
cuamio  solo  constaba  de  población  Irxal,  y  carecia 
de  comercio,  de  industria,  de  aduanas,  y  de  los  re- 
corsos modernos  ó  inagotables  del  crédito  piíhüco? 


Los  recui*sos  que  bajo  la  república  son  hoy  como 
diez,  serán  como  cincuenta  desde  que  haya  orden 
y  libertad  asegurados  por  fuertes  gobiernos. 

Gobierno  estíible,  quiere  decir  en  América,  ri- 
queza, prosperiílad,  civilización. 

Opulentos  por  la  naturaleza,  esos  países  están 
empobrecidos  por  el  mal  gobierno, 

Kl  oro  y  los  caudales  yacen  en  las  entrañas  de 
la  tierra,  que  no  se  trabaja  por  falta  de  segu- 
ridad. 

Un  poder  débil  y  servil  como  un  enfermo,  nu  se 
atreve  á  poner  contribuciones  directas,  de  temor 
de  no  ser  obedecido  •>  de  ser  derrocado.  Tiene  que  sa- 
car  sus  remrsos,  <Timo  un  >7r9w,  de  los  bolsillos  dí^t 


—  54ü 


pneblo,  sin  ser  sentido:— por  las  atina iias,  «jue  m»iiJ 
de  paso  la   muerte   del  tráfico    exterior,  en  i¡ne\ 
reposa  toda  la  esperanza  de  prosperidad  para  e^s 
países. 


§    XV 
Lii  monarquía  mejoraría  las  finanzas  de   América 

La  falta  de  gobiernos  bien  estiiblecidos  ejerce 
an  efecto  desastroso  en  las  tínanzas  de  los  Esta- 
dos Sud-Americaiu>s. 

Bajo  el  antiguo  gobierno  colonial  eran,  en  cier- 
to modo,  mas  pertectos  los  impuestos.  Casi  todo(S 
eran  f/irectos,  y  por  lo  tanto  mejor  prajmiia' 
nados. 

Dos  eran  las  causas  ile  esto 

Primera: — que  la  autoridad  era  fuerte,  bien  olie* 
decida  y  no  temia  que  los  impuestos  desagradasen  j 
y  sublevasen  al  pueblo. 

Segunda:  —que  no  había  comercio  ni  tráfico  ex* 
terior,  en  virtud  del  régimen  de  clausula  colonial,^ 
ni  podía  por  lo  tanto  existir  la  contribución  in- 
directa  de  aduana,  que  ha  nacido  con  la  revolu- 
ción y  con  la  libertad  de  comercio,  y  reemplazado, 
como  fuente  del  tesoro,  á  todas  las  antiguas  con- 
tríbuciones  directas. 

iJos  han  sido  también,  según  esto,  las^  causas 
de  que  el  impuesto  iiídirecto  ó  sobre  los  consu- 
mos, tenga  hoy  el  Ingar  de  las  contribuciones  di- 
rectas y  que  seu  tan  difícil  restablecerlas: 


-  5541  - 

Primera:  — Kl  naciiiiieiito  del  tráfico  y  del  c< 
inercio  exterior,  declarados   libres   y  francos  por 
la  revolución  de  la  independencia. 

Segunda:-- La  inconsiístencia  de  los?  nu<^vos 
gobiernos  republicanos,  que,  temiendo  indisponer 
&  los  pueblos  y  no  ser  obedecidos,  se  alistienen  de 
poner  contribuciones  directas,  y  pretieren  las  in* 
directas,  que  el  pueblo  paga  sin  saberlo  ni  sen- 
tirlo, en  el  precio  de  las  com^  que  consume. 

Esto  hace  peor  su  condición,  disuiinuye  su  ha- 
ber, esteriliza  su  trabajo  y  retarda  sus  progresos 
y  mejoras. 

El  restabiccimionto  de  la  monar»inla  podría 
disminuir  ó  reducir  las  contribuciones  de  «Vduana 
y  crear   imimestos  directos    mas  proporcionados. 

Otro  bien  que    ella  traeria  á    las  finanzas  de 

L América,  seria  el  pago  de  b  que  adeudan  las  re- 

;»dblicas,  y    que  no  pagarán    mientras  (ouserven 

forma    de  gobierno,  qne  pone   en   el  bolsillo 

privado  de  sus  gobernantes  casi  todo  el  producto 

[de  las  contribuciones,  y  casi  todo  el  producto  de 

los  empréstitos. 

§  XVI 


Fuentes  de  renta  en  la  moitarquta 

Las  condecoraciones  serian  un  suplemento  pre* 
jcioso  para   las  nacientes   finanzas  de  los  E8ta<Io8 
ie  Sud  América,  ya  sea  que  se  consideren  por  el 
^ladü  de  las  contribuciones  de  que  pueden  ser  ma- 


—  542  — 

teria,  ó  ya  eouio    un  valor  moral    aiilicable  áTT 
remuneración  ó  estíniíilo  de    los    servicios  recibi- 
dos  ó  deseados  por  el  país,  de  parte  da  los  extran* 
jeros. 

Los  escritores,  los  diplomáticos,  los  militares,^ 
los  grandes  capitalistas,  no  aspiran,  en  Europa,  á 
otra  cosa  que  á  recibir  esas  distinciones,  de  que 
América  se  ha  hecho  un  del»er  de  privarse,  como 
ai  el  dinero  pudiese  suplir  el  honor  ó  como  si  las 
finanzas  americanas  puiliesen  hacer  donaciones  ho- 
noríficas   que  llenen  el  mismo  objeto. 


§  XVU 

El  pcifler  fiierto  haría  fmsíble  la  supresian  de  Ias 
aduana.» 


La  federación^  en  América,  debilitando  el  po-i 
der,  enjendra  la  anarquía,  abya  íapaz,  que  es  elj 
nnmá  del  nuevo  mundo. 

La  ausencia  de  la  paz  aleja  la  atinencia  de  losj 
pobladores  y  capitales  europeos. 

Y  cuando  no  es  por  la  ausencia  de  la  pajs,  ]| 
federación  los  aleja  por  otro  niedio,  que  es  tambieaj 
hijo  legítimo  déla  federanon  y  hermano  déla  anm-^ 
gula: — por   las  contribuciones  irnlirectas  impues- 
tas  al  tráfico  ó  comercio  exterior  de  que  dependa 
la  regeneración  y  el  progreso  americano. 

La  primera    de  ellas  se  llama  mntnhtteion  de 
Aduana. 


^  343  ^ 


Los  gobiernos  débiles,  la  prefieren  porque  su 
pago  es  imperceptible  para  los  contribuyentes,  y 
les  evita  la  iiiipopularidad  á  que  los  espone  toda 
contribución  directa. 

La  contribución  directa,  sobre  las  propiedades 
territoriales  y  sobre  los  productos  de  la  agricul- 
tura,  única  luente  de  riqueza  allí,  seria  la  impo- 
sición ma^  natural  y  menos  expuesta  A  las  vicisi- 
tudes que  las  guerras  y  cuestiones  extranjeras 
producen  en  las  rentas  del  comercio  cxtejior;  los 
gobiernos  temen  di^íminiiir  su  prestigio  y  debilitar 
su  poder  por  la  pérdida  de  sus  sostenedores,  si 
establecen  esa  contribución  directa,  que  el  país 
ha  recil)¡do  con  aversión  y  rechazado  siempre  que 
ha  tratado  de  establecerse. 

La  resiste  porque  las  tierras   no  producen?-- 

Esa  seria  la   manera  de  hacerlas  pioducir,  pues 

esa  necesidad   las  baria  pasar   de  manos  de  sus 

fposeedores  indolentes  y  perezosos,  á  las  de  quie- 

iiies  sabrían  hacerlas  producir  para  el  fisco  y  para 

[la  riqueza  general. 

El  hecho  es  que  la  debilidad  de  losgohiernos 
nuevos  mal  centralizados,  hace  que  no  puedan  sacar 
sus  recursos  de  otra  fuente  que  de  bis  aduanaSj 
es  decir,  del  impuesto  que  bastaría  suprimir  del 
todo,  para  centuplicar  su  tráfico,  que  haría  posi- 
ble otros  mil  medios  de  obtener  su  equivalente  en 
contribuciones  sobre  industrias  y  producciones  que 
surgirían  de  esa  supresión. 

Por  otra  parte,  es  fuera  de  duda  que  la  centra* 
lizaciou  seria  útil  á  las  finanzas. 


^lra  poblar  el  suelo  argentino,  v,  g,,  con  emi- 
grados tíuri)peos,  las  tierras  son  el  principal  ins- 
trumento. 

Es  preciso  venderlas  y  prohibir  toda  cnicesian. 
Los  noncesionarios  gratuitos  las  esterilizan.  Se 
deben  vender  las  tierras  publicas,  si  ellas  faltan* 
por  estai'  ya  concedidiis,  se  deben  expropiar  por 
causa  de  utilidad  pública,  según  las  necesidades 
de  la  ítolouizacion,  las  ya  cedidas,  para  venderlas 
en  detalle  á  los<  inmigrados. 

Para  evitar  el  agio  de  tierras,  se  deben  poner 
contribuciones  directas  sobre  toiia  propiedad  ter- 
ritorial, cultivada  ó  no,  productiva  ó  estéril. — 
Son  el  medio  de  no  dejar  ocioso  y  estéril  terri- 
torio alguno,  pues  todos  tendrán  que  trabajar  para 
pagar  al    Estíido  lo  que  deben  en  impuestos. 

Pero  ¿pueíle  hacerse  nada  de  esto  sin  un  ga- 
bierno  fuerte?  Un  gobierno  que  para  vivii*  tie- 
ne que  hacersr  cómplice  de  todos  lo*  abusos  ¿po- 
ilrá  expropiar,  imponer,  poblar?— Dilapidando  las 
tierras  para  adquirir  sostenedores  ¿no  es  el  pri- 
mero á  esterilizarlas  y  mantener  desierto  el  país? 

§xvm 

Como  ili^beri  «er  reformadas  las  constitiirioites    Sud- 
imeripaniis  pura  niruorii  la  Europa 


Todo  el  mundo  está  de  acuerdo  tni  que  la^»  consti- 
tuciones, en  Sud- América  deben  ser  hechas  para 
atraer  á  la  Kuropa  en  ese  continente,  es  decir,  para 


—  54;-»    - 


levar  aiii  mw  capitales,  sus  poblaciones,  sas  imuH^ 
trias,  su  civilización. 

Todo  el  Diuurto  está  de  acuerdo  en  que  las  cons- 
tituciones actuales,  inspiradas  en  los  sentimientos 
que  prevalecieron,  durante  la  guerra  de  la  indepen- 
dencia y  en  la  necesidad  de  alejar  fnera  la  donií- 
nación  que  allí  ejercían  las  Naciones  de  la  Enrupa, 
no  solo  no  responden  á  lasnecesidailes  actuales  de  la 
América  independiente,  sino  que  las  rüitírrirlm  v 
perjudican. 

Sus  disposiciones  relativas  á  la  mi/untltzac^u/f^  á 
la  nacionalidad  de  los  hijos  extrangeros,  á  la  li- 
bertad de  cultos  y  de  matrimonios  disidentes,  y  á 
la  asimilación  del  extrangero  á  la  condición  civil 
de  lo  >  naturales  del  país,  son  conn»  hechos  apro- 
piísito  para  .ilejar  de  América  á  las  pc^hlariones  d  ? 
Europa. 

Algunas  constituciones,  como  la  ilel  Plata,  di 
1S53,  por  ejemplo,  han  reiuavido  y  cambiado  es 
tas  disposiciones  en  un  sentido  hospitalario  y  li 
beral,  creyendo  que,  con  solo  ese  cambio  textual 
ú  liberal,  se  hacian  aptas  para  poblar  las  provincia^ 
de  inmigrados  europeos. 

La  experiencia  ha  probado  muy  pronto  que  los 
principios  por  sí  solos,  tí  ma^  bien  por  el  mero  heclin 
ie  escribirse,  no  eran  bastante  eficaces  para  producir 
resultado. 

La  constitución  necesita  además  crear  el  hech 
le  un  gobierno  capaz  de  garantir  su  ejecución  y 
.eficacia  y  de  ponei*se  ella  raisma  íla  ronstitnrirnn 

abrigo  de  cambios  diarios. 


—  54iJ  — 


El  problema  de  la  población  y  de  la  civilizacionr 

de  Sud- América  viene  entonces  á  reducirse  á  este:^ — 
Como  debe  ser  constituido  *'l  t/obierno  ó  cnál  debe  ser 
la  constitución  de  esos  países  pura  que  ella  tenga  por 
resuUado  práctico  atraer  á  la  Europa  en  Amé- 
rica? 

Nada  mas  obvio  que  la  solución  de  este  pro 
blema.— Para  atraer  ala  Europa  deben  ser  cons- 
tituidos á  la  manera  que  lo  está  el  gobierno  en 
la  Europa  misma — No  por  la  mera  simpatía  que 
engendra  la  identidad  de  formas,  sino  por  dos 
razones  positivas  y  poderosas,  independientes  de 
esa,  á  saber:  — porque  siendo  fuerte  por  su  formí 
el  gobierno  de  estilo  y  constitución  europea,  es  e| 
gobierno  que  solo  puede  dar  á  la  América  1^ 
%paz,  que  es  el  alma  de  sus  progresos;  y  porque 
solo  la  identidad  ó  similitud  de  formas  puede 
comprometer  á  la  Europa  en  el  empeño  de  ro* 
bustecer  y  fortalecer  á  los  gobiernos  de  América  por 
su  cooperación  regular  y  decidida. 

Así,  las  constituciones  de  América  no  servirán 
para  poblarla  mientras  no  se  reformen  en  el  sentido 
monarquista  ú  europeo,  partiendo  de  la  indepen- 
dencia y  de  la  revolución  como  bases  fundamentales 
de  la  existencia  Americana  en  lo  futuro. 

La  constitución  que  no  tenga  el  poder  de  ase- 
gurar la  pax,  no  servirá  para  llevar  á  América 
las  poblaciones  Europeas  y   con  ellas  la  civiliza 
cion  de  la  Europa. 

La  libertad  por   sí  sola  no  será    bastante  ali 
ciente  (si  ella  pudiese  existir,  sin  el  urden)  y 


—  347  — 

todo  lo  que  hemos  ofrecido  hasta  ahora.  —  Ln 
nimigrados  de  la   Europa    no   quieren    aceptarla 
por  estéril,  sin  el  orden  y  la  paz. 

La  paz  es  el  gran  medio  de  poblar  la  América 
con  las  poblaciones  civilizadas  de  la  Europa 

Pero  ¿como  hacer  para  tener  urden  y  ]»az? 
Trayendo,  como  se  ha  díchOj  en  America,  e^a 
población  de  la  Europa  habituada  al  orden  y 
educada  en  la  paz? 

Esto  es  no  salir  del  círculo  ricioso. 

La$  poblaciones  de  la  Europa  no  tienen  el 
orden  en  sus  venas,  ni  el  don  de  establecerlo 
donde  quiera  que  ellas  se  establecen.  En  la  Eu- 
ropa misma  ellas  viven  en  orden  no  por  su  propia 
virtud,  sino  por  la  acción  de  los  gobiernos  qu* 
las  obligan  á  vivir  en  orden.  Suprimid  allí  el 
gobierno,  ó  sustituid  el  gobierno  republicano  á 
la  Americana  y  veréis  en  desorden  á  esas  mismas 
poblaciones  hoy  tranquilas. 

El  (irdeu  no  podrá  establecerse  y  existir  en 
América  sino  según  las  condiciones  que  lo  hacen 
existir  en  Europa: — por  la  acción  de  gobiernos 
eficaces  y  estables. 

Así,  la  creación  de  gobiernos  eficaces  de  que 
depende  la  paz — aliento  vital  de  todo  adelanto 
en  América, — es  el  gran  punto  de  partida,  para 
salir  de  1íi  situación  de  mina  en  que  América 
vegeta, 

No  es  el  todo  trasplantar  en  América  los  po- 
bladores europeos.  Es  preciso  dar  á  esas  pobla- 
ciones   la    paz  por  el  gobierno  que  las  mantiene 


en  el  paU  de  su  origen  y  único  qae  podrá  dar 
sela  en  el  suelo  Americano  de  su   destina. 

Al  principio  de  la  revolución  se  creyó  que 
bastaría  la  independencia  y  la  libertad  para  po- 
blar  la  América.  Cincuenta  ailos  de  experiencia 
han  probado  tjue  si  son  esenciales  á  ese  fin  n»i 
son  bastantes.— Hoy  nadie  duda  de  que  el  agente 
soberano  para  poblar  la  América  del  Sud,  es  U 
paz  bien  asegurada,  Y  coma  es  imposible  la  p;ía 
sin  el  gobierno,  el  problema  de  un  gobierno  eticas 
ba  venido  á  reunir  todos  los  problemas  Amen* 
canos. 


§  XIX 


Recompusieiori  de  la  earta  geag^niflca  ile  8ml*Aittértca 
en  el  sentido  del  poder  y  del  urden,  por  un  Can* 
greso  de  ambos  mundos* 

La  reorganización  monárquica  de  Sud-Araérica 
traería,  naturalmente,  la  necesidad  de  recomponer 
la  carta  geográfica  de  esa  parte  del  continente  ame- 
ricano,  según  las  conveniencias  de  este  nuevo  ré- 
gimen. 

Respeitando  algunas  mudanzas  í^troduc¡^ia!4  por 
la  revolución  en  este  punto,  babría  que  volver  en  lo 
general  á  los  límites  (jue  trazó  Esparta  á  sus  Virrel-j 
natos,  aleccionada  por  una  experiencia  de  siglos, 
que  no  han  sido  tan  atentos  sus  sucesores,  los  gobier-^ 
nos  independiente^. 

En  ningún  país  sería  esto  tan  necesario  como 


—  fi4*J  — 

tn  la  República  Argentina.  Iííi  reorgatiizacion 
de  ese  país  con  todos  los  territorios  de  que  estaba 
formado  el  Vireinato  de  Bnenos  Aires,  salvaría  entre 
otras  víctimas  del  desmoronamiento  republicano,  á 
Bolivia^  cuyas  provincias  meridionales  fonnabnn  par- 
te integrante  de  aquel  Yireinato,  antes  de  la  for- 
macion  del  estado  imposible  (^le  deliiú  su  crearion 
y  su  nombre  á  Bolívar, 

Si  este  nombre  ilustre  estuviese  condenado  á  su- 
frir un  castigo  p:*rduralde  de  la  ingratitud  re- 
publicana» no  podría  recibirlo  mayor  que  sirviendo 
para  designar  un  país  cuya  existencia  es  sin(>nimo 
de  desorden,  de  oscurantismo  y  de  atraso.— Para 
honor  de  Jlolivar,  se  debe  suprimir  la  creación 
monstruosa  que  desacredita  su  nombre  y  su  me- 
UiOria, 

La  creación  de  Bolivia,  tal  como  está  compnei^ta 
geográttcamente,  con  sus  costas  adjudicadas  al 
Perú,  y  sin  mas  puerto  que  el  de  Cobija,  inutili- 
zado por  los  Andes  que  lo  dividen  del  territorio  íÍ 
que  pertenece;  es  una  ubra  de  precipitación  y  de 
mera  vanidad,  í|ue  no  descansa  en  ninguna  razotí, 
en  ningún  interés,  en  ninguna  necesidad  seria  y 
real 

Hubo  de  correjirse  por  un  traUído  que  hizo  Su- 
cre con  el  Perú,  pero  Santa  Cruz  lo  impidid;  de 
modo  que  es  ñ  y  no  Holivar  el  autor  de  la  forma 
física  que  hoy  tiene  üolivia. 

Si  el  pr  ipio  buen  sentido  de  sus  habitantes  de- 
jase de  prestarse  a  una  recomposición  pacífica  de 
los  límites  geográficos,    que  dividen  al   Perú  did 


—  550  — 


Vireinafo  de  Bumos  Aires,  con  evidente  ventaja 
para  los  bolivianos, — ^un  acuerdo  entre  estos  dos 
Estados  podi^ía  organizar  los  medios  de  hacer  pre- 
valecer esa  solución  de  orden  reclamada  por  los 
intereses  de  los  tres  paises. 

El  Perú  estaría  talmente  uitere.sado  en  este 
cambio,  que  la  promesa  de  su  ejecución  sería  uno 
de  los  estímulos  mas  poderosos  para  traerlo  á  la 
reforma  ó  reorganización  monarquista,  y  á  un 
arreglo  de  cuentas  atrasadas  con  la  República  Ar- 
gentina por  los  gastos  de  la  guerra  de  su  indepen- 
dencia. I 

Suprimir  el  Estado  de  Bolivia,  no  sería  abolir  il 
los  bolivianos,  sino  elevarlo^'  de  un  rango,  oscuro 
relativamente,  á  otro  mas  notable;  sería  restable- 
cerlos á  su  anterior  nacionalidad  respectiva,  de 
nrf/entinos  y  peruanos^' — que  son  mas  espectables 
que  permite  serlo  al  de  boliviano  la  desacertada 
constitución  geográfica  de  ese  país.  En  este 
cambio,  los  bolivianos  conservarían  todos  esos  de- 
rechos  y  no  los  tendrían  menos,  en  nada,  que  los^ 
de  los  ciudadanos  á  que  se  incorporaban  de  nue- 
vo,— Este  cambio  serviría  aun  ú  las  aspiraciones  de] 
los  que  apetecen  los  rangos  supremos,  pues  por  él, 
los  que  boy  solo  pueden  ser  presidentes  de  Bolivia, 
podrían  serlo  del  Perú  ó  de  la  República  Argentina 
(suponiendo  que  se  conservase  esa  forma),  ó  em- 
bajadores  ó  representantes  de  mas  rango,  si  se 
adoptase  otra. 

Esta  misma  consideración  es  aplicable  á  las 
ciudades  de  los  otros  paises  argentinos  erijidos  lioy 


—  551  — 


«n  estados  iiulependieíites,  tale^  como  el  Parcu/uafi 
y  Montevideo^  en  el  caso  de  reincorporarse  á  la 
familia  argentina  para  constituir  una  monaniufa 
rival  del  imperio  brasilero. —  De  ese  modo  un 
paraguayo  ó  un  montevideano  se  tendría  á  la  altu 
ra  de  un  brasilero,  en  la  consideración  del  mundo 
político,  no  solo  por  lo  que  hace  él  á  la  igualdad 
abstractíi,  sino  también  á  la  igualdad  del  poder 
material  y  la  influencia  en  los  consejos  del  mundo 
americano. 

Pero  no  hay  que  olvidarlo,  la  restauración  de 
la  mouarquia  en  los  países  del  Plata,  no  les  de- 
volverla la  pai5  y  el  poder  efectivo,  sino  á  condi- 
.4¡Íou  del  restablecimiento  de  su  antigua  agióme- 
icion  territorial  en  los  límites  del  pasado  Vireinato. 

El  Paraf/ua//j  por  ejemplo,  erigido  en  mouarquia 
imperial,  sería  una  segunda  edición  del  Imperio 
4e  Haití,  especie  de  burla  del  poder  monárquico 
en  América,  que  no  le  abrigaria  contra  la  in- 
fluencia absorbente  del  Brasil  o  contra  la  in- 
ilnencia  republicana,  que  por  largo í  años  conser^ 
varia  su  poder,  aun  después  de  hecho  el  cambio 
de  gobierno. 

Poco  han  caml)¡ado  las  condiciones  de  América, 
para  la  reorganización  centralista  de  sus  circuns- 
cripciones territoriales,  de  cuando  el  Conde  de 
Aranda  proponía  (en  17HB)  á  Carlos  III  Ja  for- 
mación de  tres  monarquías  independiente^,  con 
los  pueblos  de  sus  provincias  americanas. — Hoy 
serían  cuatro  6  cinco  en  vez  de  tres;  pero  las 
necesidades  del  equilibrio  Americano  y  de  lacón- 


servacion  del  nuevo  orden  monárquico,  exigirían 
que  el  número  de  Estíidos  no  fnese  mayor  por 
ahora. 


ií   XX 


I/HS  reformas  y  sus  resistencias 

A  la  necesidad  en  que  está  Sud  América  ^^e^ 
buscar  en  la  unión  con  Euiopa»  los  elementas  de 
su  civilizacionj  y  como  uno  de  ellos,  el  sostén  de 
sus  gobiernos,  se  oponen  dos  influencias  prestigio- 
sas, -  que  son  las  de  dos  lu'eocupaciones  llenas 
de  prestigio  por  el  origen  de  su  procedencia. 

Ellaa  vienen  de  sus  dos  grandes  modelos, —  ia 
Europa  liberal  y  los  Estados  Unidos, 

Contra  la  necesidad  de  centralización,  el  ejein- 
pío  mal  enteíulido  y  mal  aplicado  del  federalistna 
de  los  Estados  Vmcios,  y  contra  la  necesidad 
alianza  con  Europa,  la  autoridad  de  la  doctrii 
de  Monríie. 

Estas  dos  influencias  de  la  América  del  Norte 
tienen  por  resultado  pníctico,  mantener  á  la  Amé- 
rica del  Sud  sin  gobierno,  y  desmembrarla,  en 
benetício  del  único  \iaís  de  Sud  América  que  las 
rechaza,  que  es  el  Imperio  del  Brasil;  y  en  la  Am^ 
rica  del  Norte,  en  servicio  del  país  mismo,  qi 
enseña  ese  ejemplo,  cuidando  de  seguir  el  co^ 
trario. 

La  kdvrucum  de    los  Esíwius  I  nuios,  que 
íorníi    por  una  irlaiafion  de    la  nnid.id    por    sus 


€opÍ8t^  inconscientes,  es  todo  lo  contrario,  im 
sistema  de  unidad  y  concentración  poderoso  de 
países,  que  existieron  dispersos  en  recíproca  in- 
dependencia. La  federación,  que  á  ellos  los  sacó 
del  aislamiento  para  formar  una  sola  gran  nación, 
ha  sacado  de  su  antigua  centralización  á  los  que, 
pretendiendo  imitarlos,  han  coaipuesto  muchos  es- 
tados federales  de  lo  que  antes  era  una  Nación, 

De  ese  modo,  el  sistema  que,  en  Norte  Améri- 
ca, ha  servido  para  criar  un  gobierno;  en  la  Amé- 
rica antes  española,  ha  servido  para  disolver  el 
gobierno  central  que  existia  de  tradición. 

La  doctrina  de  Man  roe,  que  ha  tenido  por  ob- 
jeto impedir  á  la  Europa  que  estorbe  á  los  Esta- 
dos Unidos  absorber  á  Méjico,  es  proclamada  es 
tupidamente  por  sus  imitadores  de  la  América 
del  Sud,  con  el  objeto,  sin  duda,  de  ímpedií*  á  la 
Europa  que  estibe  al  Brasil  absorberse  los  pe- 
dazos de  la  América  antes  española  de  su  ve- 
cindad. 

Lo8  Estados  Unidos,  q^ie  poseen  una  centiva- 
lizacion  capaz  de  someter,  por  una  guerra  sia 
ejemplo  en  grandeza,  á  nueve  Estado??  poderosos, 
á  la  ley  común,  no  necesitaban  buscar  su  estabi- 
lidad en  tratados  de  alianza  con  Europa.  Eso  fué 
bueno  para  el  tiempo  en  que  tuvieron  que  crear 
su  unidad  con  la  alianza  de  la  Francia  y  de  la 
España.  Monroe  no  había  nacido,  pero  figuraban 
Washington  y  Franklm  al  frente  de  esa  dijílo- 
macia  europeista. 

Relirnino,  San  Mnrtiii  v  Bolívar,  que  han  he- 


MSH 


—  554  — 

cho  mas  queMonnie  por  la  América  antes  e^^pa- 
üola,  no  tuvieron  repugnancia  en  ver  la  alianzaj 
con  la  Europa  UiOnánjUica,  como  la  habiau  visk 
y    practicado    Washimjton^  Jejferson^    Fntnkün, 
etc. 


^  XXI 


Escollos  europeos 

Otra  contrariedad  del  mismo  género  viene  para' 
la  América,  antes  espailola,  de  esa  misma  Euro|ia 
que  es  el  manantial  de  sus  progresos  en  materia 
de  gobierno. 

A  la  Europa j  como  á  la  América  del  Norte, ^ 
le  t^nia  el  ejemplo  de  su  liberalismo  para  enten- 
derlo y  aplicarlo  al  revés  de  lo  que  es  en  sí.  A 
la  Europa,  como  á  la  América  inglesaj  le  toma 
copia  de  su  política  liberal;  pero  su  copia  es  la 
reproducción  del  modelo  á  la  inversa, — -con  resul- 
tados  inversos,  naturalmente. 

Así,  V,  g.,  el  federulis^no^  en  el  sentido  de  des* 
centralización,  que  es  el  liberalismo  de  la  Europa, 
como  reacción  contra  el  centralismo  exborbitante 
y  paralizador,  —en  Sud  América  representa  y 
constituye  ú  federa} ismo,  que  representa  el  pasado 
de  la  misma  Europa,  anterior  á  sus  progresos 
modernos. 

La  doctrina  de  Morirle,  que  el  liíieralismo  eu- 
j^opeo  acepta,  en  sus  simpatías  por  la  misma  razón 


^ 


que  tuvo  Ingiatena  para  inspirarla  á  ese  Presi- 
dente de  Estados  Unidos  en  1823,  como  medio 
de  cruzar  (?)  los  planes  de  reconquista  de  lii 
Santa  Alianza:  esa  doctrina  es  recibida  con  aplau- 
so por  conducto  de  la  aduana  europea,  en  la  Ame- 
rica antes  española,  donde  su  resultado  práctico, 
es  la  exclusión  de  todo  influjo  europeo,  por  liberal 
que  sea,  capaz  de  impedir  que  el  Brasil  y  los  Es 
tados  Unidos,  aumenten  sus  territorios  unitarios 
con  los  fragmentos  de  !a  América  latina,  descom- 
puesta por  el  federalismo  y  por  el  monroismo,  en- 
tendidos y  aplicados  al  revés  que  en  los  paises 
de  su  origen. 

Contra  e^as  dos  grandes  corrientes  de  opinión 
prestigiosa,  mal  entendidas  y  mal  aplicadas^  tienen 
que  luchar  la-;  pobres  repúblicas  de  la  América 
del  Sud,  en  la  obra  de  la  reforma  de  sus  gobier- 
nos, para  lograr  los  fines  liberales  de  la  revolu- 
ción democrática. 


§  xxn 

Dlr(9i5c¡on^  tendcneiaís^  rumbos 


En  las  creaciones  de  la  política,  en  la  obra  del 
gobierno  y  de  la  libertad,  hay  dos  cosas  que  con- 
siderar: — la  idea  clara  y  exacta  de  la  cosa,  y  la 
práctica  y  costumbre  de  practicar  la  cosa.  La 
América  del  Sud,  salida  apenas  hace  medio  siglo 
del  poder  omnímodo  y  secular  de  los  españoles, 
trabaja  y  se  agita  por  la  adquisición  <le  esas  »los 


—  o5C  - 


cosas, ^ — la  idea  y  la  práctica  del  gobiemo  lilire. 

Aunque  es  mas  fócil,  comprender  teurícamcnte 
ese  gobieruo  dificil,  que  practicarlo,  la  América 
del  Sud  está  recien  empezando  ese  doble  aiireii* 
dizaje,  que  <ilisnrliérá  su  vida  futura  por  ninrlio 
tiempo. 

Para  bacer  mas  fácil  y  seguro  ese  caniino,  con 
viene  señalarle  direcciones,  dar  i'umbos  á  >in  polí- 
tica, y  es  lo  que  hareinos  ei.  este   lugar. 

Pero  mj  porque  las  repúblicas  los  ignoren, 
jarán  de  seguirlos. 

La  felicidad  que  acompaña  á  Sud  América  en 
sus  destinos  políticos,  es  que  sus  gobiernos  obedecen 
en  «n  marcha  á  una  corriente  que  los  lleva,  á  su 
pesar,  en  la  dirección  de  los  lines  de  civilización 
que  la  revolución  tuvo  en  mira.  Navegan  como 
esas  embarcaciones  que  bajan  las  corrientes  de  los 
grandes  rios  por  su  simple  acción.  El  patrón  pue- 
de agitai  se  (Surantc  el  dia  ron  la  idea  presantTiU' 
sa  de  que  él  es  quien  dirige  la  nave;  pero  cuando 
viene  la  noche  y  se  entrega  al  sueño,  no  por  eso 
su  barco  deja  de  hacer  las  mismas  millas  por  hura. 

Los  gobiernos  mas  feciindos  en  Sud  América 
son  los  que  mas  duermen;  es  decir,  los  que  en  vez 
de  tomarse  el  trabajo  de  hacer,  dejan  hacer;  en 
vez  de  gobernar,  deian  que  las  cosas  se  gobiernen 
por  sí. 

La  América  del  Sud  difiere  en  esto  del  vi€ 
mundo,  en  que,  mientras  el  uno  tuvo  que  desent 
i'ar  de  civilizaciones  muertas  los  elementos  con  glj 
formó  la  suya,  la  América  del  Sud  no  es  mas  qd 


una  gramle  parásita  de  la  Europa  viva  y  contem- 
poránea, de  cuya  eivílixacion  aUmenta  su  vida. 
Hasta  sus  faltas  y  necesidades  la  ligan  á  e^a  espt*- 
cie  de  fortuna.  Sin  industria  manuüicturera,  sin 
grandes  adelantos  ea  las  cieuc'ias  físicas  y  de  apli- 
cación, sin  capitales,  sin  poblaciones,  ?in  marina 
propia,  se  ve  forjada  á  sufrir  la  ley  que  hace  de 
la  Europa  una  parte  elemental  de  la  vida  civiliza- 
da del  nuevo  ranndo  Esa  condición  es  un  vín- 
culo que  la  liga  al  mundo  civilizado  y  la  obliga  á 
vivir  de  su  vida  misma,  y  á  civilizarse  por  vía  de 
nutrición  y  sustento 

Los  efectos  de  esa  mancomunidad  son  tales,  que 
llegan  liasta  producir  la  infatuación  de  los  ameri- 
canos. Sus  hombre-s  mas  adelantados  pretenden 
que  las  repüldicas  están  al  nivel  de  la  Europa 
civilizada  en  cuanto  á  las  ideas  pohtkas^  que  to- 
man de  sus  mismos  libros,  y  no  parecen  sospechar 
siquiera  que  los  muebles,  las  telas,  los  «ibjetos  in- 
dustriales con  que  satisfacen  las  necesidades  de  su 
vida  civizada,  confortable  y  elegante,  son  cosas 
creadas  por  la  mano  del  hombre  del  viejo  mundo, 
y  no  por  la  simrde  f^rtilidíid  del  suelo,  como  las  flo- 
restas,  el  oro,  la  plata,  las  perlas,  los  diamantes. 
Ellos  creeen  que  América  no  necesit^i  saber  pro- 
ducir aquellas  cosas  para  ser  igual  en  civiliza- 
ción al  mundo  (|ue  se  los  dá  hechos. 

Concedido  que  no  necesita  fabricarlas,  desde  que 
puede  tenerlas  en  cambio  de  lo  que  puede  produ- 
pero  admitan  entonces,  que  la 
con  Europa  que  produce  esos 


cir  en  otra  forina; 
política   lie  naion 


resultados,  es  su  política  de  vida  y  saivucion  pof 
aliora. 


Errores  é  ilusiones  de  ese  gúnero,  apodei*adas 
del  gobieino  en  Sud  América,  pueden  dejar  de  pro- 
ducir gobiernos  de  resistencia  y  de  estorbo  al  úni- 
co camino  de  progreso,  que  tiene  Sud  América? 

Por  fortuna  de  ésta,  su  progreso  es  mas  fuerte^ 
que  la  resistencia  de  sus  gobiernos. 

Los  gobiernos  ci-eados  por  la  revolución  para" 
servirla  en  sus  miras  de  civilización  europea,  son 
sus  obstáculos  en  vez  de  eso.  Pero  ellos  pa^aii  la 
infidelidad  á  la  ley  de  su  origen,  sucund>iendo  como 
el  gobierno  español  que  los  precedió.  De  ahí  su 
fragilidad  y  su  inconsistencia. 

La  necesidad  de  existir  les  hará  conocer  poco 
á  poco  que  es  la  centralización  lo  que  dará  á 
democracia  la  fuerza  de  las  nionarquias. 

Esa  es  la  lección  que  dan  á  la  vez  á  la  Am€ 
rica  del  Sud,  el  ejemplo  de  la  Europa  mas  culta  y 
libre,  y  el  de  la  America  mas  civilizada.— Pero 
es  preciso  estudiar  esos  ejemplos  para  no  copiar-^ 
los  al  revés  y  no  exponerse  á  recoger  lo  contrartí 
(le  lo  que  ellos  producen  rlomle  existen. 

Esos  dos  ejeniplo:íi  se  reducen  á  uno: — el  de 
la  Europa  libre. — Los  Estados  Unidos,  son  el 
ideal  de  esa  Europa,  trasladado  al  nuevo  mundo. 
[jOs  Estados  Uniílos,  son  la  repetición  perfeccic 
nada  del  Msino  Unido.  Lo  que  les  falta  par 
completarse,  es  asemejai^se  mas  á  su  modelo, — te 


—  ñ59  — 


^ 


mar  el  nombre  de  Estado  Lnuto,  en  vez  del 
nombre  disolvente  que  hoy  llevan. ~E1  dia  que  el 
nombre  se  una  al  lincho  que  ya  existe,  los  destino  - 
de  la  América  española  tendrán  un  escollo  menos. 

Entretanto,  atenerse  al  ejemplo  predilecto  de  los 
-Estados  Unidos,  no  es  eludir  el  de  la  Europa:  es 
recibir  la  civilización  europea,  de  segunda  mana, 
en  vez  de  recibirla  directamente. — Es  dar  á  los  Es- 
tiidos  Unidos,  es  decir,  al  extrangero,  el  papel  que  la 
revolución  quitó  á  España,  de  monopolizar  la  impcu'- 
tacion  de  la  civilización  europea  en  el  nuevo  mundo. 

Este  ejemplo,  que  no  puede  suplir  al  de  Euro- 
pa, tiene  peligros  que  el  otro  no  tieae  para  la  Amé- 
rica del  Sud. 

Hemos  señalado  las  que  conciernen  al  gobierno 

su  organización. 


Veamos  los  que  tocan  al  desarrollo  de  su  civili- 
zación material  y  económica,  es  decir,  á  su  riqueza, 
á  su  comerciOj  á  su  población,  á  su  tráfico  marí- 
timo, á  su  industria.  No  saldremos  de  los  hechos 
mas  prominentes  y  notarios. 

(Demostrar  como  en  nada  de  esto  pueden  los 
Est^adoí  Unidos  suplir  á  la  Europa,  en  la  satisfacción 
de  las  necesidades  de  Sud  América).  (*) 


(O  Eátn  apuntaeion.  dejada  eutre  pflróntosU  pora  ser  de* 
sttrrollodrt  oporlunainente,  t*oiüi>letn  el  pon-^amienLo  del  aulor 
en  el  punto  de  í[ue  trata,  por  Ir»  cual  no:>  hemos  abstenido 
de  eliminarla. 

Veinte  años  después  de  esertlas  eia¡*  líneoí?,  todavín  espre* 
san  unn  verdad,  eaniproboda  por  la  esl^di5$lic!a»  sobre  tolri 
respectó  de  la  Arí?cntina.— Véase  la  notiein  aue  sobre  el  Co- 
mercio Norte- Aíne»"í(?üno.  trae  la  »Nadi'm*^  <ie  Buenos  Aireí?, 


liM  ^ 


XXIIÍ 


Buscar  la  fuerza  del  golneriio  en   lu  unidad,  na  cu  ln 
monarquía 

Cómo  dotar  á  la  Auiériea  del  8ud,  en  general, 
de  la  aptitud  de  los  Estados  Unidos,  Chile,  el  Cana- 
dá, el  Brasil,  para  atraer  y  aclimatar  en  su  sue- 
lo la  civilización  de  la  Europa? — Aproximando, 
como  ellas  liaí:en,  la  estructura  th  su  gohierno  á 
la   Europea. 

Por  el  abandono  de  la  república  y  la  adopción 
de  la  monarquía? — Xó,  Por  la  adopción  del  or- 
ganismo, que  distingue  al  gobierno  civilizada,  cuyo 
principal  elemento, — el  centralismo  que  lo  hace  fuer- 
te y  eficaz, — es  no  solo  eorapaiible  sino  esencial  á 
los  gobiernos  de  toda  forma.  El  gobierno  civiliza- 
do y  capaz  de  civilización,  lo  es  por  rascón  de  si 
fondo  y  esencia,  no  de  bU  forma. 

La  república  fuerte,  compacta,  grande,  poderosa, 
es  tan  compatibl*^  con  la  civilización  como  la  mu 
narquía  mas  eficaz,  porque  el  secreto  de  su  eficacia 
y  poder,  no  está  en  la  furma,  ni  en  el  nombre,  sino 
en  la  esencia  de  la  cosa,  en  el  fondo,  es  decir,  e¡ 
la  cantidad,  en  la  suma  de  poder,  acumulado,  en' 
su  capacidad  real  de  hacer  de  la  libertad  v  <lr  l;i  Ipv 
d05  verdades  de  hecho. 

La  unidad  del  poder,  no  es  una  mauía.  Ks  una 
condición  de  grandeza,  del  poder  de  prosperidad.  La 
busca  la  república  en  Estados  Unidos  y  la  busca 
la  monarquía  en  Alemania  y  en  Italia, 


-  5fil  — 


$ 


ün  dadailano  es  mas  respetado  en  el  mondo, 
cuando  tiene  por  apoyo,  millares  de  hambres  en 
lugar  de  centenares. — Una  idea,  nnu  doctrina,  tie- 
ne mas  espectaldlidad,  mas  autoridad,  mas  prolja- 
hiUdad  de  volverse  opinión  pública  de  la  especie 
humana,  cuando  pertenece  á  mn\  gran  nación. 
Xas  leyes  de  Francia  no  son  mas  perfectas  que  las 
de  Bélgica,  pero  son  mas  espectables,  mas  autori- 
zadas, mas  prestigiosas,  y  por  eso  el  mundo  copia 
el  código  civil  de  Napoleón  y  no  el  código  belga 
Cuando  se  Itabla  de  la  unidad  del  poder  se  habla 
4e  la  unidad  de  la  Nación. 

La  unidad  nace  de  m\  instinto  social  del  hombre. 
Aglomerando  sus  facultades  de  todo  orden,  el  hom- 
bre multiplica  su  poder  moral  y  físico,  sus  goces,  su 
importancia,  su  seguridad.  No  es  un  instinto  de 
los  goliiernos  solamente,  lo  es  de  todo  el  mundo, 
lo  es  del  que  oliedece  tal  vez  mas  que  del  que  man- 
da, pues  en  Italia,  en  Alemania,  en  Sud  Ameri- 
ca, son  los  pueblos*  desembarazados  de  sus  tiranias 
locales  por  la  revolución,  los  que  proclaman  la 
anidad. 

La  unidad  en  la  política,  es  lo  que  la  asocia 
clonen  la  industria;— una  palanca  que  multiplica 
las  fuerzas  del  hombre  sobre  la  naturaleza. 

La   unidad    significa/ un   gobierno   en  vez  de 
machos  gobiernos,  un  presupuesto  en  lugar  de  mu- 
chos presupuestos;  una  ley^  un  juez,  una  frontera, 
una  morada,  en  vez  de  leyes  en  conflicto,  de  jue 
C68j  de  fronteras  á  cada  paso,  de  extranjero»  á  la 


—  502  — 


derecha  y  á  la  izquierda,  en  vez  de  compatriotas 
por  todas  partes 

Pero  no  hay  que  equivocarse  sobre  el  sentido 
que  doy  íÍ  las  palabras   centraUmciou  y  nnidnth 

Por  cení  ral  iza  ciov,  no  entiendo  todos  Jos  potletes 
en  una  sola  mano,  sino  todos  fas  poderes  //  fant/- 
tadcs  de  Ja  Nación  en  un  sola  f/ohiayio  dividid^ 
en  tres  poderes,  naturalmente,  romo  todo  gabienií 
libre. 

Confundir  esos  dos  tipos  de  centralización,  es 
confundir  el  despotismo  con  la  libertad 

Todo  grobiemo,  por  el  liecho  de  serlo,  es  centrar 
en  cierto  modo.     El  modo,  el  grado  basta  donde  lo 
eSj  fija  y  determina  su  carácter  de  gobierno  despó- 
tico ó  gobierno  libre.     La  centralización  en  sí  mis- 
ma,  es  el  (/otnertio,  esto  es^  W  poder  acumuJado, 

liosas  y  Kivadavia  fueron  unitarios,  Pero  la 
unidad  de  Rosas,  consistía  en  acumular  en  su  sola 
mano  toda  Ja  fuerza  deJ  poder  piddiro  de  la  pro- 
vincia,    (Ley  de  7  de  Maizo  de  1835), 

La  unidad  de  Rivadavia  consistia  en  acumular 
todf  ej  poder  de  la  Repíddica  Argentina  eti  un  soJo 
yoburno  nacionaj  dividido  en  tres  poderes,  (consti- 
tución de  1826). 

El  gobierno  turco  pertenece  al  primer  tipo  d^ 
unidad,  e!  gobierno  biitánico  al  segundo. 


^5G3  - 


§   XXIV 

Aiitidot<»  contrH  hi    fetlenuMoii  — Cangre^io  il(^   aitiUos 
intuidos  en    París 

La  centralización,  en  la  forma  que  dejamosf  di- 
cha, seria  el  antídoto  llamado  á  contener  los  pro- 
gresos del  veneno  federahro,  que  invade  á  la 
América,  el  cual  no  es  otra  cosa  que  el  medio  de 
multiplicar  los  gobiernos  para  multiplicar  las  pre- 
aidencias,  las  embajadas,  los  empleos  y  los  sueldos 
Es  la  política,  el  gobierno,  convertidos  en  induís- 
iria  y  medio  de  vivir  mas  cómodo  y  brillante,  que 
el  que  produce  el  trabajo.  Los  que  en  nombre  de 
la  igualdad,  t^e  dicen  enemigos  de  las  distinciones 
aristocráticas,  buscan  con  avidez  la  espectabilidad 
mayor  de  los  empleos  y  no  pueden  vivir  sin  ella. 

La  democracia  ha  dado  la  soberanía  del  pueblo; 
y  la  tederackm,  multiplicando  á  cada  puel>lo  \mY 
diez  y  veinte,  de  un  soberano  ha  sacado  <liez- 

Ese  destrozo  del  peder  soberano,  que  parece 
nacido  de  los  enemigos  de  América  y  de  un  cálcu- 
lo extrangero  de  reconquistaj  lo  es,  en  efecto,  cuan- 
do se  advierte  que  viene  de  la  América  del  Nor- 
te, y  que  le  abre  á  ésta  las  puertas  de  la  Améri- 
ca antes  española. 

El  becho  es  que  esa  tendencia,  cada  dia  mat^ 
pronunciada  en  Sud- América,  está  creando  allí  un 
estado  de  cosas  muy  parecido  al  que  ofrecía  la 
Europa  de  otra  (*dad  bajo  el  nombre  de  íéaímfn 
feudal. 


Como  en  la  Europa  en  ese  tiemi>o,  e«ta  especie 
de  feudalidad  americana  tendrá  que  ceder  sn  pues 
to  al  centralismo  munárqttico,  venido  en  represen 
tacion  y  servicio  del  orden. 

En  punto  á  federación,  como  á  legislación  so 
bre  el  derecho  al  trabajo,  sobre  salarios^  ínteres 
del  capital,  distribución  de  los  beneficios  de  )a 
riqueza,  etc.,  las  necesidades  de  Europa  no  «olo 
no  son  las  mismas  que  las  de  América,  ííino  que  se 
oponen  y  contradicen;  de  tal  modo  que  lo  que  en 
un  continente  favorece  á  la  libertad,  en  el  otro 
la  ataca  y  destiuye. 

La  tederacion,  en  el  sentido  de  descentralización, 
tiene  en  Europa  un  signííicado  liberal,  porque  tien- 
de á  debilitar  el  centralismo  exagerado  de  algu- 
nas monarquías.  En  América  donde  la  central  iza- 
I  ion,  lejos  de  ser  excesiva,  ha  desaparecido  con  la 
( aida  del  poder  espaíiol,  la  fednaciotí  tiene  un 
significado  de  di^oliirion  y  de  desorden,  porque  e^ 
la  resistencia  á  constituir  gobiernos  nacionales  jia* 
tinos,  con  la  energía,  que  tuvo  el  antiguo  go 
bierno  español  para  hacer  efectivas  las  miras  de 
la  revolución  de  América. 

La  extensión  inconmensurable  del  suelo,  lo  es 
caso  de  la  población,  la  falta  de  vias  de  comuni- 
cación, son  otros  tantos  auxilinres  naturales  del 
localismo,  que  en  ningún  caso  permiten  tpmw  \n< 
efectos  de  la  centralización  excesiva. 

Multiplicamio  el  número  de  gobiernos  en  Amé- 
rica, se  multiplican  los  consumos  y  gastos  públicos 
estérilmente,  y,  naturalmente,  las  cargas  y  las  con- 


Iribiicionei  para  subvenir  á  ellos,  se  consume  en 
eiiipleíulos  y  empleos  la  escasa  fortuna  pííblica.  que 
apenas  basta  para   satisfacer  las    necesidades  uaas 
vitales  del  país,  y  que  no  alcanzan  para  su  pro 
gieso. 

Vi  inte  repüblieas,  en  lugar  de  cuatro  Estados 
monárqaicos,  significan  veinte  ejércitos,  veinte  fa* 
langes  de  empleados  civiles,  veinte  cuerpos  diid* 
máticos  multiplicados  por  veinte  embajadas,  cua- 
renta cámaras  legislativas,  veinte  cortes  supremas, 
veinte  presupuestos,  veinte  aduanas,  veinte  tari- 
fas, veinte  deudas  públicas,  veinte  legislaciones 
opuestas  y  contradictorias  que  son  utros  tantos,  em- 
barazos para  la  prosperidad  de  esos  países. 

No  es  necesario   aíladirque  el  federalismo  sub 
dividiemlo  la  autoridad,  la  debilita  y   hace  desapa* 
recer,  junto  con  la  paz,  que  no    puede  existir  don- 
de la  autoridad  falta  ó  djnde  es  tan  impotente  que 
vale  tanto  como  su   ausencia  absoluta. 

Quién  duda  de  que  su  reducción  á  tres  ó   cua- 

Ltrn  grandes  estados  monárquicos,  no  de,aría  mt 
llones  de  pesos  en  los  bolsillos  del  pueblo,  y  n^ 
devolverían  infinitos  caudales  al  servicio  tle  las  ne 
cesidadí^.s  y  adelantos  materiales  de  esos  países? — 
La  monarquía  en  América,  lejos  de  ser  un  gobier 
no  de  fausto  y  dispendio,  superior  A  la  capacidad 
de  recursos,  seria  el  medio  de  economizar  los  que 
ft  disipan  en  sostener  veinte  gobiernos  en  lugar 
de  cuatro,  tanto  mas  dispendiosos  cuanto  que  el 
pueblo  no  ofrece  control  ni  resistencia  á  su  res 


5fi6  — 


pecto,  en  las  repúblicas  anarquizadas,  cuando  na 
tiranizadas. 

8i  las  repúblicas  no  buscan  en  el  centralis- 
mo monániuico  el  medio  natural  de  contener  y 
equilibrar  el  poder  invasor  del  Brasil;  6  se  iles 
niembraní  este  mismo  imperio,  i  su  ejemplo  y  en 
dallo  común,  bajo  la  acción  de  lascabas  que  r-n 
América  trabajan  contra  los  principios  de  orden 
y  de  autoridad;  ó  si  no  se  disuelve,  y  prevalece 
sobre  las  Repúblicas  despedazarlas,  llevará  á  ío^ 
das  partes  los  vicios  de  su  régimen  esclavajista» 
y  los  países  antes  españoles,  que  liabían  vist-o  ya 
desiparecer  esa  ¡daga  de  su  suelo,  la  tendrían 
de  regreso  en  peor  condición. 

La  Europa,  interesada  en  evit-ar  ó  contener  el 
acaecimiento  posible  de  esa  calamidad  para  su 
misma  industria  en  América,  así  como  en  pro- 
mover instituciones  (¡ue  garanticen  la  paz,  que 
es  el  aire  pulmonar  del  comercio  americano,  la 
Europa  debería  invitar  á  los  gobiernos  de  Sud 
América,  interesados  en  la  causa  del  orden  y 
de  la  civilización,  para  reunirse  en  líuropa  en 
un  Congreso  de  ambos  mundos^  ron  el  fin  de 
estipular  los  medios  de  hacer  solidaria  su  tran^j 
quilidad  cuniun,  a^í  como  lo  es  su  fortuna  co< 
mercial  é  industrial,  y  extender  á  las  raza»  eur( 
peas  de  nías  allá  del  AÜñntico,  las  garantías  i{i 
hacen  floiecer  en  Europa  la  civilización  que  le 
es  común  á  unos  y  otros. 

Si  en    virtutl  de  esta  solidaridad    de  inlerr 
pretende  tener  derecho  ¿intervenir  por  l  w  m 


—  567 


€!i  muchos  casog,   ¿por  qué   no  lo  tendría    jiara 

emplear  medios  menos  extreirunlus  y  comprome- 
tentes  que  las  armas? — Ese  Congreso  es  tan  nor- 
mal y  responde  de  tal  modo  á  las  necesidades 
que  ligan  a  ambos  mundos,  que  en  cierto  modo 
existe  ya  formado  en  París,  en  manto  á  su  per- 
sonal, por  las  nuevas  necesidades  naturales  y  re- 
efproeas  de  los  dos  mundos,  y  no  necesitaría; 
el  cuerpo  diplomático  extranjero  acreditada  en 
las  Tullerias,  sino  recibii*  instrucciones  y  facul- 
tades de  los  gobiernos  interesados,  para  que  la 
Asamblea  de  ambos  mundos  se  hallase  reunida  y 
procediese  á  ucnpar-je  de  la  suerte  del  mas  j  íven. 

Si  la  America  independiente  ha  aceptado  y 
ret^onocído  el  derecho  publico  de  la  Europa,  ¿por 
que  no  entiaría  en  el  uso  de  sus  prácticas,  y  en 
las  condiciones  quc  »n  impone  A  todos  los  miem^ 
bros  de  la  familia  cristiana  y  europea? 

Intínilad  de  cuestiones  que  han  surgido  de  la 
revolución  de  Am^^rica  y  que,  manteniéndose  sin 
.solución  y  sin  medios  de  recibirla,  ensangrientan 

agitan  aquel  continente,  podrian  obtener  solu- 
'eion  oficial  con  la  cooperación  y  bajo  los  auspi- 
cios de  la  Europa,  en  una  forma  consagrada  por 
el  derecho  de  gentes  y  completamente  compatible 
con  los  derechos  soberanos  de  \i\s  Naciones  mas 
independientes. 


—  :i68  — 


§  XXV 


De  la  unión   timi^Hranii 


I*a  necesidad  que  las  Repúblicas  de  Sud  Amé' 
rica  experimentan,  con  ruzon,  desde  el  principio 
fie  su  independencia,  de  buscar  en  la  unión,  liga 
i)  confedei'acion  de  todas  ellas,  por  congresos  con- 
tinentales ó  por  tratados  genenales,  la  fuerza  que 
les  quita  la  disposición  en  que  viven  y  de  que 
necesitan  para  repelerlos  ataques  exíerioreis ame- 
nazantes á  sn  independencia,  no  es  imaginaria  si- 
no  muy  real  y  verdadera;  pero  la  manera  «nica 
que  esa  unión  tiene  de  recibir  su  ejecución  prác- 
tica,  no  es  la  de  hacer  de  todas  Jas  repiíblica» 
un  solo  cuerpo  mas  6  menos  descentralizado,  obe- 
deciendo á  un  solo  gobierno  americano  como  en 
otro  tiempo  al  de  Mmli'id,  sino  la  recompo^^iciou 
en  grandes  estados  unitarios,  correspondiendo  mas 
ó  menos  á  la  división  en  vireinatos  en  que  es,i 
América  estuvo  clasificada  y  distribuida  bajo  !a 
dorainarion  espaflola. 

La  Espaila  misma,  A  pesar  de  la  anidad  de  üu 
soberanía  en  America,  no  pudo  fundar  un  solo  gen, 
bienio,  ni  hacer  un  solo  vireinato  de  to<las  sn¡ 
posesiones  en  América,  al  estilo  del  Brasil,  coló 
nia  unitaria  del  Poitugal  en  América;  por  razo 
nes  y  causas  físicas  de  resistencia  que  basta  hoy 
residen  en  la  vasta  extensión  del  continente  des- 
poblado. 


II 


Esta  reunión  <1  reiíglomeíaciou  parcial  en  di- 
ferentes grupos  capaces  de  hacer  contrapeso  al 
Brasil,  á  los  Estados  de  Norte  America  y  á  los 
de  Europa,  seria  el  único  medio  practicable  y  sé* 
rio  de  hacer  servir  el  principio  de  centralización 
ó  de  nnion  á  las  necesidades  del  equilil  rio  y  de 
la  seguridad  de  los  Estados  de  Sud  América. 

El  poder  del  Brasil,  á  la  par  de  todas  las  re- 
públicas dispersas  que  lo  circundan,  es  una  prue- 
ba experimental  de  esto.  Teniendo  ellas  veinte 
millones  de  población  y  dos  veces  mas  territorio 
que  el  Brasil,  son  menos  poderosas  que  él.  por 
la  diseminación  en  que  viven,  y  están  expuestas  á 
servir  gradualmente  así,  en  detrimento  propio,  al 
eugranílecimientü  territ-orial  del  Brasil 

Ninguna  liga,  ninguna  alianza  serin  capaz  de 
dar  á  sus  esfuerzos  unidos  el  poder  de  garantirse 
contra  ese  escallo,  tan  real  como  el  piogreso  ab- 
sorbente de  lüs  Estados  sajones  del  Norte. 

Pero  bastaria  que  se  constituyese  en  varias  cen- 
tralizaciones, pofleres  tan  bien  relacionados  en  Eu- 
ropa como  to  está  el  Brasil,  para  que  el  poder 
lie  este  Imperin  dejase  de  ser  una  amenaza  á  hi 
integridad  territorial  de  las  narit>nrs  MnieriranriS 
de  origen  espafloL 

La  creación  de  pequeñas  ciudades,  en  tanto  mi 
mero  como  repúblicas,  no  bastaria  á  sacar  ií  la 
América  de  la  condición  en  que  se  halla.  Eso  no 
haiia  mas  que  comprometer  la  reforma  y  esteri- 
lizar sus  beneficios  favorables  á  la  paz.  Con  otra 
torma  la  América  seguijia  debilitada  por  la  di  vi 


-  570  — 

sioü,  como  Itaiiu  antes  de  ahora  y  como 
nia  actualmente  (1863). 

A  los  gobiernos   ile  Kurupa,  brazo  derecho  de 
esa  reíomia,  les  toca  {irevenir  tal  resultaílo,  y  €l_ 
medio  mas  sencillo  de  obtenerlo,  seria  absteuei 
de  reconocer  los  gobiernos  americanos  qne  no  reí? 
nan  las  condiciones  de  territorio,  poblarion  y  po^ 
der  que   los  haga  capaces  de  asumir  esa  forma] 
de  guardarla  con  dignidad,  imra  ejercerla  eficaz^ 
mente. 

Si  se  empieza  por  reconocer  como  gobierno  u;i- 
cional  legítimo  al  primer  gobernador  de  F^rovlncin 
que  se  proclame  tal,  se  empieza  por  crear  obstá- 
culos y  resistencia  á  la  misma  institución  que  si» 
desea  fundar;  pues  mañana  el  Jefe  nacionalista  de 
una  localidad,  resistiría  incorporar  su  anroridad 
en  la  de  un  vasto  Estado,  como  hoy  se  opone  á  su 
bordinar  su  autoridad  soberana  de  provinciíí  á  la 
del  Presidente  de  una  república  federalista. 


í?  XXVJ 


Di  receto  iies«   rumbos  de    U   (lolítiea   Sud  AnK'ricana 

La  garantía  del  progreso  en  Sud  América,  re* 
Vule  en  que  sus  destinos  no  dependen  de  sus  go 
biernos  actuales;  y  la  suerte  inmerecida  de  es'^s 
gobiernos,  está  en  que  ellos  mismos  dependen  de 
losilestinos  americanos,  ijne  los  arrastran  junto  coe 
los  pueblos,  como  la  corriente  favorable  del   mar 


—  571 


impele  al  buque,  á  su  equipaje  y  al  ra|»ilan,  en  I» 
direceíoE  de  su  viaje. 

El  tenient-e  Manry  ha  descubierto  esas  corrien 
tm  tijas  en  lus  mares,  que  han  reducido  á  la  mi 
tad  el  trabajo  y  la  ciencia  de  los  navegantes.  En 
contrar  la  coniente  y  ponerse  en  manos  de  ella  es 
su  principal  deber. 

Así  como  bay  desde  entonces  una  geografía  dr 
los  mares,  hay  también  una  geografía  de  la  civili 
nación  y  de  sus  corrientes  naturales;  en  cuyas  car- 
tas deliejí  los  gobiernos  buscar  la  dirección  tl»^  su 
política 

Pnes,  una  vez  liallada  la  corriente  conveniente, 
no  bay  mas  que  dejar  al  Estado  conducirse  por  ella 
lisa  y  llanamente,  pura  que  llegue  á  puerto,  salvo 
y  í^auo,  con  sus  capitanes  y  equipajes. 

Si  el  teniente  Maury  de  los  Estados  Urridos  ba 
icontrado  en  lo.s  mares  esas  corrientes,  Was^ 
liington  las  encontró  en  los  mares  de  la  civilizac¡«ín 
"sesenta  años  ante-i,  trazanda  esa  caita  geográtii  i 
que  enseña  el  camino  de  engrandecer  lí  los  pn« 
blos  de  América  con  lo»  inmigrados,  con  las  rique- 
zaSjCon  las  ideas  y  los  adelantos  de  la  Europa  civi* 
lizada. 

No  es  la  construcción,  es  la  dirección  de  la  na 
re  de  su  gobierno,  lo  que  importa  íiprenderá  imi 
ir  á  lo?)  Estados  [^fddos.     La  dirección  ha  salva- 
l5do  su  construcción,  evitándole  las  tempestades  y 
golpes  que  destruyen  los  buques  mas  sólidos. 

Su  gobierno  Ua  llegado  ;l  los  pnertos  de  civili 
zaeion,  iK)rqne  ba   puesto    la  proa    hacia  la   Kn- 


—  a7i  — 


ropa,  punto  de  su  proceileucíia  y  de  s^ii  origen  liw- 

ttírico. 


^  XXVll 


No  abaiidonamas  la  repiibiica  ;  la  reformamos 

Aceptando  el  gobierno  á  la  europea  en  nomhrt" 
de  la  iiRí^esidad  de  paz  y  de  progresa»  no  abandona 
nios  la  república  federal,  ni  renegamos  de  ella,    ¡á 
aplazamovs,  la  postergamos,  la  dejamos  para  mejo- 
re •>  tiempos. 

La  dejamos  por  UebilidíuJ,  por  inconstancia,  por 
temor?— No:  la  suspendemos  por  necesidad,  (or 
<^onvenciniieuto,  para  ser  mas  felices  con  ella  cnamlo 
tengamos  h<  medios  de  realiííarla,  v""  ^>"^'  ^^'^^ 
faltan. 

La  ílejamo!*,  como  se  deja  e!  suelo  de  la  patria 
y  se  emigra  á  países  extrangeros,  en  busca  de  la 
fortuna,  tiue  el  nuestro  no  puede  darnos,  üeja  ile 
amar  la  patria,  reniega  de  ella,  el  que  se  au«entrt  de 
su  suelo  por  semejante  causa? 

Uespue.s  de  haber  trabajado  cincuenta  años  er 
organizar  la  república  federal  sin  conseguirlo,  ¿qné 
c  sa  mas  natural  que  buscar  la  libertad  y  el  bienes- 
tar por  otro  camino,  esto  es,  por  otra  forma? — 
Jias  íormas  de  ifobierno  .son  vkis,  caminos,  no  soii_ 
fines  para  los  pueblos. 

Estai^íamos  obligados,  en   nombre  del  honor 
de  la  constancia,  á  soportar  otro  medio   siglo  di 
calamidades,  en  busca  de  la  república  federalista? 


—  57:t  — 

l^eñ^a  el  sacrificio  si  estuviéí^eDnos  seguros 
de  encontrarla,  Pero  pueblos  que,  sin  tener  esa 
seguridad,  así  disipan  los  siglos  de  su  existencia, 
sin  fruto  ni  esperanza,  son  un  anacronismo;  no  son 
del  siglo  XIX  sino  de  las  edades  de  fanatianio  y  de 
escoláslica  atra^^ada,  en  que  se  tomaban  los  nonilavs 
por  las  cosas,  la  forma  por  la  sustancia.  Los  Ar- 
gentinos que  hemos  querido  imitar  A  las  Frorincuffs 
Unidas  de  la  Holanda,  tomándoles  su  antiguo  régi- 
men republicano  y  su  nombre,  ¿por  qué  no  las  imi- 
taríamos en  la  prueba  de  sabiduría  que  hiiri  dmlo 
á  la  civilización,  asumiendo  libre  y  voluntijriamen- 
te  la  forma  centralista  para  escapar  de  las  agi- 
taciones; enervantes  y  destructoras  de  la  república, 
que  los  relegaba  á  ia  espalda  de  naciones  que  valen 
menos  que  ellos? 

Si  Méjico  hubiese  imitado  á  la  Holanda,  hoy 
reuniría  á  las  ventajas  de  ser  fuerte  ante  los  Es- 
tados L' nidos,  el  honor  de  serlo  sin  deberlo  ni  ex- 
trangero,  aun  conservando  la  rcptiblica,  «-omu  hacen 
los  Estados  Unidos 


ij  xxvm 

La  repiíblitMi  podría  quedar  dottde  se  hubiese  mostrudo 
cApa9;.c«ifu(i  eii  Cliilc  y  los  Estados  de  Nueva  In^hi 
térra. 

La  república  podría  quedar  en  América  coexi-i 
tiendo  con  la  monarquía,  en  los  paíse?  en  que   se 
hubiese  mostrado  escepcioi;al  por  su  cordura,  mo- 


M4 


deraciuii   y  i:aiKicu(ail    de  llenar  lus  íine^  qi 
instituto  recibió  de  la  revolución  fumlamenta!. 

De  esto  tenemos  ejemplos  en  el  seno  de  1»  mis- 
ma Europa  moiiárqniea. 

Con  qué  pretexto  ni  por  qué  motivo  de  justicia 
ó  de  interés  público  hubiera  podido  suprimirse  la 
repüblicii  helvética,  que  es  un  modelo  de  niotler»* 
rion  3-  (le  paz  interioj-y 

íiíi  república  podría  quedar  en  América  no  solo 
en  algunos  do  los  Estados  del  Noite  de  la  ITfiion 
americana,  sino  en  algunas  de  las  miomas  repúbli- 
ca >  de  8ud  America. 

Chile,  por  ejemplo,  que  ha  Ádo  escepcion  en  me- 
dio de  las  repiíl)licas  organizadas,  ¿no  tendría  de- 
recho de  conservar  su  república  juiciosa  en  metlio 
tle  tas  monarquías  del  nuevo  mundo? 

Al  menos  no  tendría  igual  necesidad  de  la  re- 
forma monarquista,  porque  ya  tiene  las  dos  condi' 
í nones  esenciales  de  la  monarquía,  y  á  eso  debe 
su  paz  de  treinta  afios,  la  centralización  y  la  du* 
ración  casi  monárquica  de  los  Presidentes,  que  pue- 
den gobernar  die.^  años,  Chile  debe  á  la  forma  de 
su  suelo,  la  centralización,  que  las  otras  repúblicas 
tienen  que  pedir  á  la  forma  de  gobierno  monár- 
(juico,  para  protección  del  orden.  Chile  podría  ser 
la  Suiza  de  la  América  del  Bud,  al  favor  de  sus 
condiciones  geográficas.  Rodeado  de  los  Andes  C4i 
si  inaccesibles,  de  las  rocas  tempestuosas  del  Ca* 
ho  fíe  Hornos^  de  la  (kemna  y  del  desierto  de^ 
Atacawa,  tiene  las  misma ^  condiciones  de  aisla- 
miento que  la  Suiza  para  ser  siempre  una  escep- 


—  575  — 

"ion  en  la  América  delSud^  co dio  quiera  que  ese 
continente  se  gobierne. 

El  eijoiliio  de  forma  en  el  resto  del  continente* 
cuando  mas  le  permitiría  asumir  (?)  con  fran- 
queza sus  propensiones  conocidas  á  la  república 
aristocrática,  que  han  sido  en  parte  la  causa  de  su 
buena  suerte  escepcional,  en  medio  de  los  excesos 
generales  de  la  república  en  Snd- América, 

La  coexisteiicia  de  las  dos  formas  en  América 
serviría  también  para  probar,  porexperim*  utos  pa 
ralelos  3^  comparailos,  la  actitud  respectiva  de  ca- 
da una  en  el  sentido  de  dar  á  las  necesidades  de 
la  revolución  de  América,  la  satisfacción  que  n^ 
han  recibido  todavía. 

No  hay  necesidad  de  ser  sistemáticü  en  ninguna 
reforma,  en  que  de  buena  fe  se  busca  un  fin  útil: 
3^  la  de  América,  en  el  sentido  monarquista,  dejan 
do  en  pié  las  repúblicas  que  hubiesen  respondidn 
á  las  miras  de  la  revolución  fundamental,  probaria 
que  no  estaba  dominada  ile  fanntisnjü  de  formas  ni 
de  enemistad  hacia  la  forma  republicana. 

Observándose  niut ñámente  los  progresos  respec 
tivos  se  sentirian  estimnlatios  lí  conducirse  con  jui- 
cio poruña  emulación  noble  que  aprovecharia  á 
las  dos  formas,  y  echaría  en  ambos  las  raíces  de 
la  tolerancia  política,  que  es  tan  esencial  al  pro 
greso  de  la  civilización,  como  lo  es  la  tolei^ancia 
religiosa  para  los  progresos  de  la  moralidad. 

El  ejemplo  del  Brasil,  lejo^  de  |>rovocai',  ha  ser- 
vido mas  de  una  vez  para  avergonzar  de  sus  lo- 
cunis  á  los  republicanos  sus  vecinos;  y  si  algUTia 


^    7\lU    — 


vez  ese  Imperio  ba  Jaftado  á  la  tianíjuilil  i  i  i 
repúblicas,  no  ha  sido,  conio  ha  preteinliuu  nace 
entender,  por  antagonismo  de  forma,  sino  por  aspi* 
raciones  territoriales  hereditarias  y  anteriores  de 
siglos  á  la  existencia  de  la  república. 

El  Brasil  es  y  será  para  los  Estados  de  origen 
espaflol,  en  América,  lo  qne  fué  la  corona  de  Por- 
tugal p:ira  con  la  corona  de  E^paila,  cuando  Ic 
ilividiíi,  n>  el  principio  político,  sino  la  aspiración 
extender  los  Hmiteí?  de  su  imperio  respectiva  en  el 
suelo  americano. 

Seria  tan  absurdo  pretender  establecer  un  misma 
tipo  de  monaríiuía  en  toda  la  América^  eorao  la 
es  hoy  la  pretensión  de  establecer  en  toda  ella  un 
tipo  de  repúbhca»  la  fhieracirm^  al  estilo  de  la  de 
los  Estados  i-nidos,  v.  g. 

La  España  misnja,  dando  una  misma  Ordmanza 
ó  Ley  interior  á  todos  sus  Vireinatos,  no  pudo  im- 
pedir, qne  las  condiciones  variadas  del  suelo  nio 
dificasen  la  acción  de  esa  Ley  y  creasen  diferen- 
cias marcadas  entre  los  varios  Yireinatos.  Des- 
pués de  salidos  de  la  dominación  común,  la  uni- 
formidad colonial  lia  cedido  mas  dócilmente  á  las. 
variedades  nacidas  del  suelo  y  clima  de  las  indus 
trias  y  contactos  de  cada  uno  de  esos  países. 

Cualquiera  que  sea  la  forma  de  gobierno  qué 
prevalezca  en  América,  ella  rennirá  naturalmen* 
te  una  variedad  infinita  de  las  condiciones  pecu- 
liares qne  cada  pueblo  daba  al  suelo  que  le  ha 
cabido  por  morada,  y  la  América  civilizada,  que 
se  extiende  en  los  dos  hemisferios,  boreal  y  austral, 


—  577  — 

abrazíinclo  en  su  seno  á  la  zona  tórrida,  presen 
tara  naturalmente  doble  variedad  (¡ue  \n  Europa 
cristiana  eu  el  tipo  de  sus  gobiernos. 

En  cuanto  á  Chile,  si  su  constitución  actual 
exije  reformas,  no  es  en  un  sentido  que  dañe  á  su 
paz  de  treinta  años,  sino  en  el  de  atraer  á  su  sne 
lo  los  emigrados  de  la  Europa  por  la  tolerancia 
religiosa  y  civil,  medio  material  y  sencillo  de  des- 
envolver  la  civilización  europea  en  ese  país,  qi:e 
su  revolución  tuvo  on  mira.  Recibir  abundante- 
mente intuigraciones  europeas,  es  acercarse  de  la 
Europa  y  en  este  sentido  yo  creo  que  toda  la  Am^*- 
rica  está  de  acuerdo  con  la  doctrina  capital  de 
este    libro. 

^  XXVLIJ 


La  república  y  la  reforma 

Sea  cual  fuere  la  suerte  »|ae  esté  reservada  d 
la  república  actual  de  Sud- América,  ella  tendrá 
siempre  el  gran  honor  de  haber  creado  la  indepen- 
dencia. Eso  basta  para  ivsegurarle  el  respeto  agra- 
decido de  todos  los  amigos  de  la  lil)erta<^  ameri- 
cana 

En  el  principio  se  confundió  con  la  revolución 
misma,  Pero  desde  que  la  revolución  logró  la  inde- 
pendencia, cada  cosa  tonni  su  lugar. 

Ella  misma,  por  el  órgano  de  sus  gramles  hom- 
bres, reconoció  que  república  no  es  la  revolu- 
ción. 


—  578  — 


Ellos  habían  yisto  por  sus  ojos  que  la  revolución 
existe  sin  *ílla  cu  Inglaterra  y  Francia. 

La  república  no  es  el  gobierno  en  sí.  Avenios 
que  cien  países  civilizados  pueden  existir  sin  repú- 
blica; no  se  conoce  uno  solo  que  pneda  existir  sin 
gobierno. 

La  república  no  es  la  libertad,  como  lo  ha  pro- 
bado ella  misma  en  la  historia  de  los  dos  mundos^ 
coexistiendo  con  Cromwell,  con  los  Borgias,  con  el 
Consejo  de  los  Diez,  con  líobcspierre,  con  el  Dr. 
Francia,  con  Rosas,  etc. — Puede  un  pueblo  civi- 
lizado vivir  sin  república,  pero  no  puede  vivir  sin 
libertad. 

La  república  no  es  la  democracia  ni  la  sobera- 
nia  del  pueblo,  pues  estos  hechos  son  la  causa,  la 
sustancia,  el  alma  del  gobierno  libre,  y  la  i^epúbli- 
ca  se  confundió  por  siglos,  en  Italia,  con  la  aristo- 
cracia ^  el  gobierno. 

Qué  es  entonces  la  república  en  Snd-América? 
Un  hecho  soberano,  venido  por  sí  y  que  solo  pue-^ 
de  desaparecer  por  sí 

Pero  si  él  es  irrevocable,  también  es  perfectible." 
No  puede  ser  destruido,  pero  puede  ser  modifica^j 
do,  mejorado,  perfeccionado,  en  el  interés  de  es^ 
misma  estabilidad  y  en  servicio  del  fin  que  li 
ennoblece,  que  es  la  libertad  y  la  civilización  d^ 
la  América  del  Sud. 

Lo  declara  así  la  ley  misoia  de  su  constitucioT 
cuando  se  confiesa  susceptible  de  reforma. 

Nacida  para  echar  á  la  Europa  despótica,  ni 
puede  servir  para  atraer  en  América  á  la  Europa 


libre,  sin  modificar  su  modo  de  ser  en  el  sentido 
de  esta  necesidad  de  su  civilización,  que  es  todo 
el  objeta  de  la  revolución  americana. 

Este  cambio  es  tan  fatal  como  su  existencia 
misma,  y  si  no  hay  poder  que  pueda  destruir  la 
república  en  Sud-América,  tumpoco  lo  haj^  que 
pueda  impedii'  la  transformación  exigida  para  su 
existencia  misma. 

No  habrá  medio  de  impedir  que  la  re|HÍblica 
débil,  loca,  relajada,  impotente,  incapaz  de  socie- 
go  y  de  libertad,  se  convierta  en  república  fuer- 
te, compacta,  sólida,  grande  como  un  imperio.  No 
habrá  medio  de  impedir  que  la  república,  tal  co- 
mo hoy  existe  en  Méjico,  el  Plata,  Venezuela, 
Nueva  Granada,  etc.,  sea  reemplazada  por  la  re- 
piiblica  tal  como  existe  en  Estados  Unidos  y  Chi- 
le, es  decir,  centralizada,   fuerte. 


OAPlTÜLO     UNDÍXUMO 


POLÍTICA  AMERICANA 


§  I 


Todo  en  AmerirA  es  ounipeo  hnstii  lo8  iiniíiiiile^  y  Us 
plantas. 

Todo,  en  la  América  del  Sud  civilizada,  hast 
lo  que  allí  se  llama  frutos  del  país,  riqueza  nata 
ral,  es  producto  y  riqueza  de  origen  europeo 

No  solamente  el  hombre  que  forma  la  unidad 
del  pueblo  americano,  es  europeo  de  raza  y  de 
extmccion,  sino  que  son  europeos,  6  procedentes 
allí  de  Europa,  los  animales  y  las  plantas  mas 
litiles. 

Son  europeos,  [ó  yahacfwSy  6  gringoa,  6  yodos  de 
origen):  el  baeij^  el  caballo,  el  carnero^  el  Inérro, 
la  gallina,  el  pavo,  la  rabra,  el  cerdo. 

Son  europeos  6  llevados  de  Europa  á  América, 
el  friffo,  el  arroZy  la  banana  ú  pláíavo,  la  cofia 
de  azúcar,  el  cafi,  el  té,  la  noa,  el  hif/o,  la  ctraela 


^  582  — 


el  lino,  el  centeno,  la  morera ^  el  álamo,  el  matow, 
las  nías  de  las  flores,  y  fnUas  que  pueblan  lo» 
jardines. 

Sí  por  lui  acceso  fanático  de  ameiimnismo^  qai- 
:5Íesen  echar  de  Am<írica  todo  lo  que  es  europeo^  nu 
solo  nos  quedaríamos  desnudos^  como  los  indios, 
sino  sin  caballos,  sin  aves,  sin  cereales, — muro- 
pófagos, — mudos,  tí  hablando  guaram\ — y,  como 
nos  quedarían  todavia  nuestros  nombres  y  color 
europeos,  tíos  vei'íamos  en  el  deber  de  suicidarnos 
Á  fuer  de  araerñ:ano3? 

Se  ha  dicho,  no  sin  algún  motivo,  que  la  Euro^ 
había  llevado  hasta  la  phita  y  el  cobre  á  la  Amé- 
rica, en  cuanto  ella  le  llevó  el  arte  de  explotarlos 
y  trabajarlos,  pues  los  indígenas  solo  posfian  y 
usaban  del  oro  en  grano,  recogido  en  los  placere«i 
y  lavaderos.  Kl  oro  y  plata  subterráneos»  eran 
como  no  existentes. 

Todas  esas  cosas  son  latinas  ó  europeas  en  Ai 
rica.     Los  indígenas  no  las  conncian.     Vivían 
la  caza,  de  la  pesca  3^  de  algunos  granos  y  raic< 
silvestres  sin  valor  casi  hoy  dia. 

Los  mejicanos  eran  antropófagos.  Comían  ia 
carne  de  sus  prisioneros,  y  para  eso  suscitaban  in- 
cesantes guerras,  en  que  los  sacerdotes  eran  cóm- 
plices por  el  interés  de  una  parte  en  las  víctimas. 
Engordaban  en  corrales  á  los  prisioneros  y  los 
mataban  para  proveer  con  su  carne  el  mercado. 


—  583  — 


*5  n 

Europa  en    América 

Hay  un  heclio  curioso. 

Cual  es  el  ísueño  rtoratlo  de  todo  americano?  - 
Venir  á   Europa,  conocer   la  Europa,   habitar  la 
Eui^opa— Pues    bien,  decid    á  ese  mismo  ameri- 
cano   en    América: — la    Europa  viene  á  nuestro 
suelo,^ — y  exclamará:- — qué  horror! 

Y  bien,  ya  es  tarde  para  asustaros;  ya  la  te 
neis  allá.  La  Europa  sois    vosotros    mismos.  Ya 
veis  que  no  es  tan  fea  como    la  creéis.    Sais  la 
Europa  estaljlecida  en  América.   Sois  los  deseen 
dientes  de  Hernán  Cortés  y  no  los  de  Montezunut 
Si  la  Europa  no  hubiera  ido  á  América,  vosotros 
habriais  nacido  en  España  en  lugar  de  nacer  en 
América:  he  ahí  todo  vuestro  americanismo.  Sois 
rspañoks  nacidos  en  América. 

Este  t'%  el  secreto  de  vuestra  simpatía  poi' 
venir  á  Europa,  Es  que  sois  europeos  de  raza  y 
de  civilización:  la  cabra  tira  al  monte.  Sois,  como 
se  dice,  la  América  latina. 

Dos  existencias  debéis  á  la  Europa,  no  una  sola: 
—  1"  como  colonias,  como  raza:— 2**  como  nacio- 
nes independientes.—  Vuestra  independencia  es 
obra  de  h\  Europa:  de  sus  ideas,  de  sus  cambios 
históricos,  de  las  necesidades  de  su  comercio;  de 
su  influencia  política.  Y,  no  lo  dudéis,  vuestra 
organización  futura  lo  será  igualmente, 

Y  quiénes  son  los  más  enemigos  de  que  la  Euro- 


—  584  — 

pa  vaya  á  América? — Los  Americanos  que  han 
al»aiidonado  á  América  para  venir  á  vivir  en  Euro- 
pa definitivamente.  Tanto  aman  á  la  América  que 
la  han  pnesto  á  dos  mil  leguas,  y  la  Lan  privado 
de  su  capital,  de  su  fiímilia,  de  m  perdona,  de  ^u*^ 
luces. 

Luego  no  es  el  amor  ñ  la  ¡mi rio  el  secreto  de  m" 
resistencia,  sino  hipocresía  de  falso  patriotismo,  de 
falso  temor  á   Europa;  egoísmo  y  n  ero  amor  á  los 
empleos  y  honores  y  provechos  personales,  que  sa 
can  de  la  república  y  temen  perder  por  la  monart/wa. 


??  TU 


JLa  Atnérica  vivt^  t^n  tuas  intimidad  eon  Europa  que 
consisto  mi^ma 

La  razón  mas  poderosa  que  determina  la  forma 
de  gobierno  de  un  país,  es  la  necesidad  de  confor* 
marse  con  la  forma  dominante  en  lo^  países  con 
quienes  vive  en  mayor  estrechez.  Es  .  o^.r-^rge 
bajo  la  sanción  de  la  opinión  general. 

Esta  es  la  razan  porque  (Tipcia,  la  Italia, 
ffolandn,  son  monarquías  mas  bien  que  repúblicas.^ 
Naciones  de  la  Europa,  tienen  que  gobernarse  como^ 
la  Europa  se  gobierna,  por  la  estrechez  en  que  coi 
ella  viven. 

Esa  misma  razón  es  la  que  invocan  los  pueble 
de  Sud-América,  para  consej'var  la  reptiblica.  Ca 
la  uno  la  conserva   porque  la  conservan  liso troa 


—  585  — 


Pero  esM  razón  es  mal  aplicada,  ó  no  tiene  apli- 
cación. 

Las  naciones  de  Europa  dependen  unas  de  otras. 

están  ligadas  entre  sí,  no  tanto  por  razón  de 
vecindad  ó  proximidad,  como  por  los  mil  vínculos 
de  interés  comercial,  industrial,  religioso,  político, 
social,  etc. 

Las  naciones  de  América  del  Sud,  aunque  ha- 
blando una  lengua  y  teniendo  las  mismas  leyes  y 
costumbres,  la  misma  religión  y  origen,  no  depen- 
den ni  están  ligadas  entre  sí  por  intereses  y  nece- 
sidades mutuas. 

Hay  entre  ellas  uniformidad^  pero  no  mutni,  ni 
unidad  Bajo  el  antiguo  régimen,  eran  piezas  de 
una  misma  casa,  componían  un  Reino.  Bajo  la 
independencia  las  uniu  también  el  interés  común 
de  emancipación  del  amo  común.  Con  el  colunia 
Je  y  la  guerra  de  la  independencia,  ha  cesado  U 
I  azon  de  ser  de  esa  unión  colonial  y  doméstica  j 
comenzó  el  nuevo  régimen  de  política  exterior,  que 
consiste  en  la  unión  de  cada  estado  ex-colonia  con 
la  Europa  y  el  mundo  en  general.— Así,  no  toda 
unión  ni  unidad  es  signo  de  progreso.  La  de  lo- 
pu^.^blos  Sud* Americanos  entre  sí  es  tradición  coló 
nial. 

Su  antigua  unidad  tuvo  su  centro  y  razón  de  ser 
en  Europa,  Cada  uno  de  esos  pueblos  vivía  en 
intimidad  con  su  Metrópoli,  que  est-aba  en  Europa; 
y  estriba  mas  ligado  con  ella,  por  suí  necesidades 
recíprocas,  que  lo  estaban  y  podian  estar  unos  con 


otros;  pues  todos  ellos  carecían  de  lo  que  sota 
Europa  podía  darles  por  conducto  de  la  EspafUi. 

Su  independencia  comuii  no  ha  caaibiado  ese 
modo  de  ser  de  los  pueblos  Sud- Americanas,  sino 
en  el  sentido  que  las  relaciones  de  dependencia  ma- 
tna,  que  antes  eran  con  España,  son  hoy  con  toda^ 
las  Naciones  de  la  Europa. 

Bajo  la  independencia,  mas  que  en  el  tiempo  co- 
lonial, esos  pueblos  siguen  aislados  y  separados 
entre  sí,  no  por  la  obra  de  la  ley,  sino  á  pesar 
de  la  ley,  porque  su  trato  recíproco  no  tiene  causa 
ni  razón  de  ser. 

Si  se  transitan  nuUnaraente,  es  muchas  veces 
de  paso  para  Europa.  Así  es  como  loa  chilenas 
y  peruanos  conocen  á  Colombia  y  ésta  no  conoce 
á  los  otros;  los  Argentinos  conocen  al  Brasil, 
pero  na  Mí^jico. 

Cada  república  de  América  tiene  mayor  inti- 
midad con  la  Europa,  que  con  las  otras  repii* 
blicas  del  mismo  suelo. 

Por  qué  causa?—  Porque  solo  la  Europa  con- 
>urae  sus  materias  primeras;  porque  solo  Europa 
tiene  y  puede  darle  los  emigrados,  los  capitales, 
las  manufacturas,  las  máquinas,  las  industrias, 
los  buques,  que  cada  una  necesita  pai'a  si,  y  que 
no  pnede  dar  á  las  demás.  Esa  razón  hace  de 
las  reimblicas  de  Sud  América  los  aliados  natu- 
rales de  la  Europa;— mientras  que  la  razón  con» 
traria  de  identidad  de  necesidades  y  productos 
hace  rivales  y  concurrentes  á  los  pueblos  ame- 
ricanos. 


—  587  — 

Qué  importa  que  la  distancia  territorial  las 
aproxime  (Buenos  Aires  dista  menos  de  Méji- 
co, que  de  Emolía)  si  no  los  aproxima  la  nece- 
sidad y  el  interés  de  su  comercio,  de  su  pobla- 
ción, de  su  riqueza,  de  su  cultura,  en  igual  gra- 
do de  otros  países  de  Ultramar? 

Si  rada  república  vive  en  mas  intimidad  con 
la  Europa  que  con  la  América  en  que  está,  cía 
ro  es  que  cada  una  vive   en  mayor  roce  con  la 
monarquía  que  con  la  república.  ^^' 

Luego,  si  este  roce  es  la  razón  que  determina, 
en  general  la  forma  de  gobierno,  los  imeblos  de 
Sud  América  están  llamados  á  preferir  la  mo- 
narquía^ por  ser  el  gobierno  dominante  en  las 
naciones  con  quienes  hacen  su  comercio,  donde 
tienen  sus  fábricas,  sus  mercados,  su  marina, 
sus  capitales  y  el  manantial  de  sus  poblaciones 
y  pro^re^os. 


ili  Lo  nit^jor  prueba  de  que  los  |»Hise?i  de  Ain<^rii*o  viven  eu 
Iñ  vida  de  Ja  Eut'r>|>n  mas  que  de  In  Américn  inisma*  reside 
en  su  prenso  pcriodirn, 

En  u»  periódu'O  de  Sud  Amonen,  liis  seU  oí-Uwíis  pnrtes 
i*oii&tjiii  dé  trnrisc!rip«»ioneB  y  asuntos  toiníidOí^  A  Iti  Kuropa,— 
Lo  del  propio  pni^  mismo,  casi  es  secundario^ 

De  los  países  veciuot?,  cuarKlo  no  ocurre  una  c'ueslíon  excep- 
cional, rorn  ved  traen  una  palahni  y  estn  es  rara  vez  de  interés. 

Cn  piípel  que  tuviese  que  ahíitenerse  do  hnblur  y  do  tomar 
altfo  a  la  Europti»  no  tendría  lectores,  porque  no  teudrie 
asunto. 

\:n  papel  publico  de  Montevideo  contendrá  «ei^  ó  diex  U- 
nert*  soljre  Bol  i  vio,  otras  tantas  sobre  el  Peni,  no  todos  los 
áu\>,  sino  una  vez  que  otra.  Pero  de  los  bailes,  de  las  cosas. 
,U*  loH  osci*itores,  de  los  artista»,  de  los  gobiernos  y  asuntos 
'\i'  f  jii  f.a»  puede  llenar  la  mitad  de  sus  columnas  din  por  dia> 
>ii!  i!i!<  rrupcion  y  ^in  lenior  de  foslidinr  ni  f»areeer  inopor- 
lunri. 

Lo  mi&mo  rtíiro  de  un  periódieo  del  BrnsKt  del  Pinta,  de 
Cbtle,  dei  Peni,  ele. 


De  modo  que,  bajo  la  independencia,  existe 
para  ellas  la  misma  razón  que  tuvieron  bajo  el 
íintiguo  régimen,  de  gobernarsi*  por  la  forma  do- 
nünante  en  Europa,  que  es  la  monarquía 

La  vecindad,  lejos  de  ser  razón  de  alianza,  es" 
de  ordinario  causa  de  rivalidad.  Si  á  la  vecindad 
ufiadls  identidad  de  necesidades,  esta  simple  identi^ 
dad  es  causa  de  concurrencia,  de  asimilación  y  doble 
cansíi  dp  desunión  . 

Por  qué  pretendería  el  Rio  de  la  Flafn  uni- 
formar su  gobierno  ton  Bolívia  mas  bien  que  con 
Inf/lafernt?  Hay  mas  bolivianos  que  wffícsf^s  en  la 
Repifhítm  Arftfníina'^  Hay  mas  capitales  de  Bolivia 
i]Ue  de  Inglaterra  en  la  República  ArgentinaV — 
Podría  Boli\ia  comprarnos  los  cueros,  las  lanas,  lají 
carnes  que  nos  compra  Inghiterray  Podría  enviar- 
nos las  mismas  manufacturas?  Tendría  Imques  para 
llevar  á  Europa  nuestros  productos  y  traernos  los 
suyos?  Cambiamos  tantas  cartas  con  Bolivia  como 
con  Inglaterra?  Leemos  los  libros  y  periódicos  de 
Bolivia  tanto  como  los  de  Inglaterra? 

Ciertamente  que  nó,  Y  entonces  ¿por  qué  da- 
ríamos una  prueba  de  simpatía  á  Bolivia  gober- 
nándonos como  ella  y  daríamos  á  la  Inglaterj 
otra  de  reserva  rechazando  su  forma  de  gobierno 
Lo  que  digo  de  Bolivia,  digo  del  Perú,  M 
Ecuador,  de  Venezuela,  de  Nueva  Granada,  i\ 
Méjico,  y  de  toda  la  América  del  8ud:  la  ci3 
toda  junta  no  dá  ni  puede  dar  al  pueblo  argel 
tino,  la  utilidad  que  le  dá  el  trato  de  una  solij 
nación  de  la   Kiiropa. 


-  58".> 


MV 


Dcbere.s  de  la  pulí  lien  úe  America  para  rciit  Euru|iu. 
IníHatÍTa  monarquistji  (fe  los  ^:ul)ieriLOs.  Nuda 
de    pr<Ke(*loradoH, 

La  América  debería  buscar  lo^  elementa^  d^ 
poder,  de  estabíliilad  y  consolidación  para  su  go- 
bierno futuro  independiente,  en  esa  misiua  Eu- 
ropa, donde  ubtuvo  bis  elementos  del  gobierno, 
que  le  dio  el  ser  y  bi  paz  por  espaeio  <lr>  tres 
siglos, 

Pero  ¿coniu  podrán  li aliarse  garantíais  para  nn 
gobierno  libre^  ilonde  existieron  los  elementos  <lel 
gobierno  que  despotizó  á  la  America  del  Suil? 
He  ahí  el  argumento  de  los  republicanos.  Es  nn 
sofisma,  y  toda  su  política  para  con  Europa  de^ 
causa  en  ese  suíisnui. 

La  América  debe  buscar  la  Uíiiun,  !a  afianza, 
la  liga  con  los  gobiernos  de  Europa,  no  para  .si 
crificarles  su  independencia,  no  paj'a  constituirse 
colonias  de  ellos^  ni  objeto  de  su  protección;  sino 
para  asegurar  su  independencia  misma,  por  la  cons- 
titución de  gobiernos  fortificados  y  consolidados  por 
j  medio  de  esas  alianzas  y  ligas,  que  pertenecen  al 
abierno  internacional  y  se  reglan  por  él 

Como  se  unen,  como  se  ligím  dos  grandes  po- 
deres independientes,  *|uedando  libres  ;í  pesar  d^- 
su  liga  de  libertad. 

Ver  en  toda  liga,    en  toda    obligación,  en  to- 


:m  — 


da  íilianzíi,  un  sacnüciu   de  la  libertad  y  utl  au 
ñor,  es  como   si  un  hombre  Je  bien  temiera  tír 
mar  ana  letra  de  cambio,    un  contrato  de   socie 
dad,  de  temor    de   quedar   esclavo  y  deshonrado 
[jor  esa  obligacioiK 

La  independencia  de  la  civilización  no  esco- 
mo la  del  salvíijismo:  e<  limitada,  y  ese  límite  cons- 
títnye  su  distintivo  de  civilizada,  pues  <]ue  ese 
limite  no  es  otro  rjue  la  independencia  de  los 
demás. 

Y  si,  romoe8  natunil,  los  gobiernos  de  Euro- 
pa no  quieren  ligarse  en  ese  grado,  es  decir,  pa- 
ra dar  vida  y  poder  á  los  de  América,  sino  á 
condición  de  que  estos  tomen  las  formas  que  ellos 
han  recibido  de  la  civilización  de  la  Europa,  la 
república  desde  entonces  se  convierte  en  un  obs 
táculo  indirecto  á  la  independencia  y  ala  existen- 
cía  de  gobiernos  estables  y  á  las  miras  progre- 
sistas de  la  revolución  de  América.  Si  la  Ku- 
ropa  nos  es  antipática  por  su  monaryuisnOy  muy 
natural  es  que  nosotros  lo  seamos  para  ella  por 
nuestro   repuOlicanismo. 

Desde  que  la  república  es  nn  obstáculo  á  Iü 
independencia,  debe  ser  abandonada  en  el  interés 
de  la  ¡ndependf*ncia  misma. 

Conservarla  á  pesar  de  ser  obstáculo,  seria  sa- 
crificar la  independencia,  la  paz  y  el  progre^, 
es  decir,  las  miras  de  la  revolución  de  América J 
á  la  forma  republicana  de  gobierno,  <jue  no  figu-j 
ró  entre  esas  mira^ 


-  'm  — 


Seria  sacrificar  el  gobierno  inisuio  á  su  forma; 
lo  principal,  á  lo  accesorio. 

La  América  dejar  ¡a  á  la  república,  no  por  ríe- 
her  abstracto,  no  porque  haya  derecho  rte  impo- 
nerle otra  forma;  sino  por  conveniencia,  por  poli- 
tica^  pues  la  política,  entre  las  naciones  como  en- 
tre los  individuos,  no  es  mas  que  el  sacnficio 
vohmtario  de  ciertos  gustos,  de  ciertos  derechos, 
hecho  con  el  noble  fin  de  propiciarse  la  volun- 
tad, el  contacto,  el  apoyo  de  los  que  nos  hncen  fal- 
ta por  otros  motivos  de  interés. 

La  dejarla  para  tomar  el  gobierno  de  las  na^ 
ciones  con  quienes  vive  en  comunidad  íntima  de 
intereses.  Esas  naciones  son  las  de  Europa,  no 
las  de  America.  — La  América  no  se  trata  entre 
sí.  Cada  uno  de  sus  Estados  lo  saca  todo  de  su 
trato  con  Jíuropa.  Es  decir  que  las  rejMbliras 
viven  mas  ligadas  con  la  monan/uia,  que  con  la 
república. 

La  política  es  el  arte  de  sacrificar  ciertos  de* 
rechos  para  asegurar  otros  mas  importantes.  En 
lodas  partes  el  derecho  á  tener  un  gobierno  pro- 
pio, es  mas  importante  que  el  de  venirlo  de  esta 
á  de  aquella  forma. 

Así,  la  ltah%  la  Grecia^  la  Húlamla,  han  aban- 
donado la  república  á  trueque  ile  tener  un  go- 
bierno ifidependiente  y  propio,  robustecido  por  la 
unión  íntima  con  lo ^  gobiernos  mas  fuertes  y  mas 
numerosos,  que  son  los  monarquistas. 

Las  quince  repúblicas  de  la  América  latim,  que 
ayer  eran,  juntas,  un  accesorio  de  la  España,  con 


—  592 


tod»  su  vasto  territurio  no  pueden  desconocer  que 
forman  miñona  en  todo  sentido,  respecto  de  la 
Europa  monárquica.  La  política  de  toda  especie, 
exije  que  la  minoría  reciba  las  formos  externas 
consagradas  por  la  mayoría.  Toda  la  teoría  ó 
raznn  de  la  moda  y  del  tuno,  está  fundada  en  es- 
te principio  de  la  soberania  del  mayor  número, 
trátese  de  vestidos  u  de  tormas  de  gobiei'iio. 

No  03  malo  que  América  tenga  sus  publicistas 
que  discutan  y  sostengan  sus  rierechos;  pero  tam- 
bién es  bueno  que  tenga  otros  que  estudien  y 
conozcan  sus  tonvenUmcias  y  los  debejx\s  de  su 
política, —  Estos  son  los  hombres  de  estado  Has 
ta  hoy  ha  tenido  mas  publicistas  que  hombres  de 
estado;  y  la  prueba  de  ellu  es  que  un  tiene  g<y 
bierno  definitivo,  ni  política  fija  y  estable. 

Los  que  alguna  vez  han  sentido  la  necesidad 
de  buscar  garantías  de  vida  para  los  gobiernos 
americanos,  en  las  relaciones  con  Europa,  han 
desconocido  las  formas  con  que  esas  garantías  pu* 
dieran  obtenerse  sin  mengua  de  la  inde)íendencía. 

En  íugar  de  ellas  han  hablado  de  jirotrrtoni' 
doSy  de  anexiovcs,  de  recolonuaeion,  es  decir,  de 
medios  mas  ó  menos  ilícitos  é  indecorosos. 

Por  esta  razón   las  buenas  intenciones  de  AP 
vear  en  1R15   y  de   Bolívar  en  I S29,  no  los  han 
salvado  de  reproches. 

Buscar  esas  garantías  sin  salir  del  dereclio  degei 
tes,  que  regla  las  relaciones  de  los  pueblos  mas  h 
dependientes  y  dignos,  es  lo  que  todatria  no  se  ha  he- 
cho, lo  (jue  puede  hacerse  y  e-i  tiempo  ya  de  hace 


—  593  — 


§  V 


El  ódíü  n  Europu  no  e«i  ainerj<*aiiísmo«  «^tno^  al   ron- 
Irarío^   español líima 

El  odio  á  la  Enropa,  no  *^s  americanismo,  es 
resabio  del  sistema  colonial  español 

Las  leyes  de  Indias  españolas  crearon  el  odio  al 
€xtranjero  y  lo  cnltivaron  como  medio  de  opresión 
y  dominación. 

Esas  leyes  no  prohibían  al  colono  español  comu- 
nicar  con  el  indio  salvage;  pero  le  prohibían,  bajo 
pena  de  muerte,  comunicar  con  el  inglés,  con  el 
holandés,  con  el  francés,  es  decir,  con  el  hombn* 
de  la  Europa  civilizada. 

El  patriotismo  actual  de  los  demagogos  de  Amt 
rica,  no  es  mas  que  el  coloniaje  disfrazado  con  ios 
trajes  de  la  libertad.    Es  el  europeismo  rancio  y 
caduco  del  siglo  XVI,  de  ia  conquista,  contra  el 
europeismo  moderno  y  liberal  del  siglo  XIX. 

Es  curioso  ver  á  la  España  cristiana  de  nues- 
tros días  imitando  á  la  España  Carta f/inense  del 
tiempo  de  Nnnmncin^  anterior  á  Jesu  Cristo.  — Se 
ohida  que  las  ideas  de  patriotismo  son  polo  opues- 
to eiitre  ambas  épocas?^  K/t/íííV  al  extranfiero  pe- 
ligroso del  suelo  sagrado  fk  ¡a  patria — Lenguaje 
antiguo  y  pagano. 

La  idea  de  un  stielo  sacrosanto  es  de  los  Chinos- 
de  los  Japoneses,  de  ¡os  Araucanos:  es  bárbara 

Fil  suelo  británico  ha  sido  pisado  por  los  extrañ- 
an 


geros  de  tallas  las  razas,  lo  que  no  le  impín^e^er 
alíelo  lie  la  libertad. 

La  Francia  debe  á  ellos  so  gobierno  moderno. 

Espafta  debe  á  .su  geogi^afía  el  ser  nn  claustro. 

Améiica  fué  tres  siglos  un  anexo  de  ese  claiisti^^ 

En  1 808  echaron  de  él  á  los  Insrle^es  invasore 
de  Buenos  Aires, 

En  1 812  á  los  franceses  de  la  Península, 

Los  Americanos,  procIama*lo^  liltres,  \7ielven  ^íiij 
pensarlo  á  su  odio  colonial  al  extrangero 

La  tierra  no  es  sagrada 

El  hombre,  es  el  sagrado,  como  el  hijo  y  m  inu%' 
gen  de  Dios,  para  quien  la  tierra  fué  creada. 

Es,  pues,  grandísimo  error,  el  tomar  el  odio  al 
extranjero^  el  temor  á  la  Knropa,  Múmoamericanis' 
mo.  Ese  odio  es,  como  acabamos  de  decir,  resto 
del  sistema  colonial  y  obra  exclusiva  de  las  Leiff'S 
(k  Indias.  Estas  leyes  no  se  llaman  así  porqne 
fuesen  indígenas,  sino  poique  eran  para  las  In- 
dias.— Eran  leyes  hechas  en  Espafta,  Por  ellas 
inoculó  España  en  sus  colonos  de  América  ti 
odio  á  todo  extrongero^  m  decir,  á  todo  enropcc 
t[ue  no  fuese  español,  con  el  objeto  de  excluirle 
del  comercio  de  ese  continente.  Les  enseñó  á  mi 
rar  su  trato  como  un  peligro  de  perdición  pail 
América. 

Una  de  esas  Leifes  de  Indias  imponía  pena  (I< 
muerte  al  ejiranjero  que  penetraba  en  el  interio^ 
de  Snd  América. 

Esas  leyes  alejaban  de  América  al   int/lés, 
alemán,  al  i  iisoy  al  amtriaca  como  herejes,  con 


595  — 


cor^detlado^,    como    fjcohmffjnfitfs^  dignus  de   ^ei 
quemadüd. 

El  óáio,  creado  por  esas  leyes,  ha  sobreviv^ido  a 
las  leyesí  inismasv  á  los  Reyes  de  España  cjue  Jan 
dieron 

Ese  odio  creado  por  la  opresión  y  para  la  opresión 
de  America,  ¿podría  representar  jamás  e\  patriotismo 
americano? 

Todo  lo  contrario:  e\  jjatriotismo  americana  mo* 
derno  y  verdadero^  está  representado  por  el  amor 
al  extrangero,  por  su  trato  con  el  extrangero,  á 
causa  de  que  el  extrangero  tiene  tanto  interés  como 
el  americano  mismo  en  que  América  goce  de  la 
independencia  que  la  pone  al  servicio  del  mundf> 
entero  sin  exclusión;  el  extrangero  ha  cooperado, 
por  ese  interés,  á  la  independencia  de  América  y 
sevú,  p'ir  ese  mismo  interés,  en  todo  tiempo  su  primer 
gnardiaii  y  centinela. 

(Juan do  España  enseñaba  á  sus  colonos  de  Sud- 
América  ú  mirar  en  el  trato  con  los  extrangeros  un 
peligro  de  |»erdicion  para  América,  no  se  engaña- 
ba. Pero  importa  saber  lo  que  Espafia  eritendía 
por  perdición  df  América, 

Perder  la  América  para  España,  era  dejar  de 
poseerla  como  su  colonia;  era  dejar  de  gobernarla, 
— Es  decir,  la  perdición  de  América  era  la  liber- 
tad^ la  indepfmdcvcia  dr  América,  Los  extran- 
geros  no  deseaban  otra  cosa  que  esa  libertad  de 
América,  para  ir  á  ese  país,  como  iban  los  españo- 
les mismos,  á  trabajar,  á  comerciar,  á  vi  vil*  si  ks 
daba  gana.  Ser  libres,  para  los  Sud- Americanos, 


^P*""^™! '  L •■  *t^^^K^^^■^- 


■^ 


—  5tK  — 


dfrectMKsite  con  toüjs  las  N 


UenAmátest  intinta.  todM  iMgobienu»  cú- 
■ercMm  y  mrftíiMs  de  Eoropa,  «thehriNifi  for 
la  que  Espafia  namába  peré^emm  éUt  Américm,  este 
es.  por  la  mdependeocia  j  libcitaide 

£I  eamereici  extniagera^  nJtJwtaba  i  bf  i 
biemm  extrangeri»  mismmi  de  aM  el 
peoiftetite    de  \m   m^\cm%  j    hofawdewi   ^ 
Améríim  Espadóla 

A  la  prímera  aefial,  esa  lendeada  %  fUáu  00 
acáan.  y  ajrod^  á  completar  la  tndepeiideiida  de 
Sud  Afliérica^  qne  es  ma»  bien  odra  de  las  oadoeea 
extrasgens  que  soya  propia. 

Dígalo  :!iino  la  mbina  £q»fia,  qoe  et  el  mejor 
testigo  de  esta  ver  ^  -«  ella  faélaqae  ¿afriá 

la  pérdida^  no  la  La  EsfiaAa  culpó  siem- 

pre de  U  independ  m^  colonias  á  la  Ingla- 

terra y  ¿  la  comii venda  de  las  oirás  nacioiie:^  co> 
niercialesi;  y  tenia  razón  romo  la  tenia  Inglaterra 
en  impatar  á  Francia  y  España,  la  pérdida  de  la^ 
suyas. 

Cuando  la  Fraucía  hizo  caer  la  corona  de 
paña  en  1808,  y  dejó  ún  m  soberano  á  la  Amé 
del  Sud,  la  América  en  pulsión  de  so  independencia 
qne  no  babia  buscado,  vaciló,  nosnpo  qnéba^^er 
de  ella.  Se  apoderó  y  usó  de  ella  en  nombre 
líey  de  Espafm  destronado  y  prisionero,  como  hi 
la  misma  España. 

A  eso  se  redajo  la  revolnijou  de  lsl(>. 


—  '*'M  — 


íKsü  lie 


Tnye  ni  hi  ^ran  conveniencia  de  sil 


iudependenciíi, — ni  la  gloria  de  la  revolución  v  de 
los  triunfos  militares.) 

Bast  j  que  esa  situaciun  se  prolongase  un  poco, 
para  <|ue  América  concibiese  el  pensamiento  de 
apropiarse  la  independencia  que  le  habían  dado  los 
acontecimientos  de  Europa;  y  para  que  la  misma 
Europa  no  peninsular  la  indujese  y  afirmase  en  ese 
pen-íaniiento,  ayudándola  con  sus  consejos»  con  sus 
aplausos,  con  sus  doctrinas  (de  Raynal,  etc.)  con 
sus  empréstitos,  sus  armas,  sus  buques  y  su  dinero, 
con  sus  intrigas  diplomáticas,  con  sus  reconoci- 
mientos solemnes^  por  fin. 

Qué  república  ayudó  ü  la  independencia  de  Suii 
Anu^rica?  La  de  Norte  América? — Nada,  con  na- 
dad) Yijxú  Congreso  de  l'amimá  protestó  su  neu- 
tralidad.—La  Suiza?  Con  nada 

Qué  gobiernos  la  apoj'aron?— Las  monnnjaiits 
de  Inglaterra  y  Holanda,  La  monarquia  de  Luis 
X\^,  en  1778,  diií  la  independencia  rf  la  América 
del  Norte;  y  la  de  Napoleón  I,  á  la  del  Sud,  en  1  Rio 
k  En  seguida,  la  monarquia  inglesa. 
H  Ver,  después  de  esto,  en  el  intinjo  del  extrangero 
H  una  amenaza,  un  peligro  para  la  independencia  de 
H    América,    es  temer  que  la  Europa  vuelva  á  en- 

^H  til  En  ISI7,  el  gobierno  líe  Wa^; I lí tiritón  eeaieiido i\  Jo?;  «legeos 
^K^del  Marqués  de  CasnirujOf  miní^tru  ile  España,  estorb^bn  U 
^^^^U>nsU*Ui*<*íon  de  buques  de  ^'uerrn  {nwn  servir  ó  Id  indepcn- 
^^^■éii'^in  argentina;  jnientrasque  eti  Iti^^l/Uerra  no  en''oiaraUiri 
^^^TÍno  Hidjferencia  y  frialdad  Jos  agen  les  españoles  «lue  Iral.a- 

jabíin  por  cruzar  los  auxilias  libros  pre-ilntlos  h  la  revolución 

de  America. 


_  J>9íír  — 

cerrar  de  nuevo  á  la  Aui-mij,  á  col'-niz     ij,   i 
«excluirla  de  su  libre  trato,  á  penlerla  p^r-  ;  -u  in 
dustria  y  para  áu  comercio.    Ed  una  palabra,  i:^^ 
tener  miedo  de  qne  nos  inate,  el  que  mas  ^ 
tiene  en  que  vivamos.  Ks  temer  que  nos  4^.4. 
independencia    aquel   para    quien  ella    es  ora   wm 
plata. 

Que  el    PfirüfJtíHif^    qUt-   iiftnrvi,  qU»*    lynijMu^   i|Uí' 

pueblos  inexperimeritados,  de  tierra  adenti^o,  busquen 
garantias  para  su  independencia,  en  (id ios  y  seu 
tiraientos  que  la  Espaila  le^  inñindi  i,  pr<  -it^ 

para  mantenerlas  en  su  dependencia,  u        „  iu.- 
«e  concibe  y  explic^i  por  su  atntso  geográfico. 

Pero  que  Buenos  Airrs,  Chüe^  el  Pei%  VeHezMelu, 
que  deben  hoy  mismo  todos  sus  progreso*  relativos* 
H  los  capitales,  á  las  poblaciones,  al  comercio  del  ex- 
trangero,  abriguen  esos  temores,  es  una  triste 
pnieba  práctica  ile  lo  escaso  de  sus  progresoc?  en 
política  y  gobierno;  ó  de  la  ninguna  libeiiad  para 
expresar  con  franqueza  sus  ideas  con  respecto  á  los 
grandes  remedios  que  tiene  el  mal  de  Américíi,  que 
es  la  anarquía  constitucional,  si  es  que  disimulan  gus 
verdaderas  opiniones,  y  esto  es  lo  mas  probable.— 
Dónde  está  entonces  la  libertad  de  opinión  que  lí 
hace  tan  querida  la  república^' 


La  uttioii   ion  Europti 

Uuirsñ  con  la   Kuropa  es  unirse  con  la  civili- 


zación 


•*ri    _ 


ito  qiií^reis  la  unión  con  sus  reyes,  nnios 
á  sas  tribunos  y  demagogos,  pero  unios  con  la 
Euiopa>  en  vez  de  excluirla  y  eludirla,  porque  la 
civilización  no  e§tá  en  otra  parte. 

Creéis  que  csa  unión  sea  incompatible  con  la 
libertad  de  América?  —Es  suponer  que  la  Europa 
no  conoce  la  libertad  ó  que  no  la  desea. 

En  qué  descansa  esa  suposición?  En  su  nm- 
narquismo? 

Pero  la  monarquía,  en  Europa,  no  es  sinónimo 
de  tiranía,  como  la  república,  en  America^  no  es 
sinónimo  de  libertad. 

La  tiranía  y  la  libertad  se  concilian  con  todas 
las  formas  de  gobierno,  y  basta  eso  solo  para  que 
la  cuestión  de  forma,  en  materia  de  gobierno,  sea 
secundaria  y  subalterna 

Ninguna  forma  merece  idolatría,  porque  ningu- 
na ha  dado  hasta  hoy  un  gobierno  perfecta  me  ule 
libre. 

Es  indudablCj  sin  embargo,  que  las  grandes  re- 
voluciones de  libertad  han  tenido  su  principio  en 
Euroiia,  como  resultado  natural  de  su  civilización 
mas  avanzada  y  mas  difundida;  y  que  la  liber- 
tad que  ha  sido  el  fruto  de  esas  revoluciones  de 
civilización  se  ha  conciliado  con  la  monarquía, 
que,  bien  ú  mal,  es  el  gobierno  que  nos  presenta 
la  civilización  de  la  Europa,  como  rasgo  raract-e- 
rístico  lie  ella 

Si  la  monarquía  europea  nu  c^  lui  nnsrtiriuua. 
los  progresos  i\^   la  libertad   y  de  la  democracia. 


-mmi 


-  600  — 

¿por  qué  «ería  catm  de  desonion  v  antafironisrao 
con  k  libertad  de  América? 

La  Inglaterra  posee  todas  las  libermde^,  si  na 
|K>r  razón  de  la  monarquía,  como  !o  cree  ella 
mÍKma,  cuando  menos  á  pesar  de  la  monarquía. 

Témese  que  Europa  mire  de  mal  ojo  la  revo* 
lucion  que  ha  emancipado  á  la  América  de  su 
poder?  La  América  del  Sud  no  era  colonia  de 
toda  la  Europa,  sino  de  España. 

Toda  la  Europa,  menos  España,  estaba  excluida 
y  privada  de  los  beneficios  de  su  acceso  y  comer- 
cio; por  cuya  razón,  para  toda  ella  ha  sido  una 
verdadera  conquista  de  civilización  y  libertad  la^ 
revolución  que  ha  sacado  á  Sud- América  del  mo- 
nopolio de  una  sola  nación  atrasada  y  exclusiva. 

Se  puede  decir  que,  por  la  revolución  de  Amé- 
rica, ha  logrado  recien  la  Europa  los  beneficios 
del  descubrimiento  del  nuevo  mundo,  mantenida 
como  no  descubierto  mientras  fué  objeto  de  los- 
monopolios  españoles. 


§  vn 

La  Europa  es  la  mejor  garantía   á^  la  independem*!»^ 
Americana 


Lejos  de  ser    Europa    un  escollo,  un   peligro^ 
para  la  indt^pendencia  de  América,  es  toda  la  ga- 
rantía de  su   seguridad.     La  Annírica  ha  hecha] 
mucho   por  su  independencia,  pero  en  su  mayor  i 
pane  la  debe  á  Europa, 


—  OUl  — 


No  fué  la  Europa  propiamente  dicha  la  que  do- 
minó y  poseyó  á  la  América.  Fué  esta  dominaíla 
l>or  una  ó  dos  naciones,  la  Empatia  y  la  InylaUr^ 
fú. — Preguntad  ¿  estas  dos  naciones,  á  quién  de- 
ben la  pérdida  de  sus  posesiones  en  Amérieay  La 
Inglaterra  os  dirá  que  á  Francia  y  Espafia;  Esi^a- 
rta  os  dirá  que  á  Inglaterra;  y  es  en  gran  parte 
la  verdad. 

En  Europa  y  no  en  América  tendría  su  mas 
poderosa  resistencia  el  poder  que  intentase  con- 
quistar una  nación  ue  América. 

8i  no  es  el  de  la  Europa  misma,  en  qué  con- 
siste el  poder  que  la  América  posee  por  sí  para 
delender  su  independencia  contra  una  coalición 
hipotética  de  Europa  en  el  sentido  de  la  conqui>* 
tar?— En  sus  escuadras? — a^o  las  tiene.  -  Sus  ejér* 
citos?— ^Son  pequeños, — Su  dinero? — Casi  t^das 
están  en  bancarrota. 

El  dia  que  los  cinco  grandes  poderes  que,  en 
1815,  se  dividieron  laEuiopa,  quisieran  dividirse 
la  América,  no  tendrían  obstáculo,  ó  no  seria  en 
América  donde  lo  tuviesen,  sino  en  la  gran  masa 
de  las  naciones  del  viejo  mundo. 

Si  la  Europa  es  el  primer  sosten  de  la  autono- 
mía de  América,  como  una  necesidad  de  la  civi- 
lización, ¿porqué  no  admitir  su  cooperación  activa 
en  la  conservación  de  los  gobiernos  de  la  América 
Independiente? 

Temer  que  la  Europa,  ó  su  acción  en  América, 
pueda  ser  una  amenaza  á  su  independencia,  es 
como  temer  que  la  libertad  sea  presa  del  liber- 


60»  — 


fes  la  llave  de  su    organización  y  la  garantía  de 
su  inilependencia  misma 

Hasta  aquí  no  ha  t 'nido  ésta  mas  garantía  que 
[el  interés  de  la  Europa;  pero  ella  no  basta. 

La  base  de  la  independencia  de  toda  nación  e^s 
f  un  gobierno  nacional  y  propio,  bastante  poderoso 
^para  defenderla  y  conservarla. 

Esta  base  taita  hasta  hoy  á  la  independencia 
[de  los  Estados  de  Sud-Américaj  por  mas  que  crea 
I  no  tener  otra. 

No  tiene  gobiernos  fuertes  y  poderosos,  porque 
no  ha  sabido  encontrar  el  secreto  en  que  reside  la 
^ fuerza  de  todo  gobierno  naciente. 

Lo  ha  buscado  dentro  del  país,  en  vez  de  bus- 
carlo fuera:  para  toda  existencia,  que  comienza, 
individual  ó  colectiva,  el  principio  que  prole  je  su 
progreso  y  desarrollo,  t^stá  fuera  de  su  individua- 
lidad. 

Como  del  exterioi"  le  vino  su  dependencia  pasu- 
da, no  ha  podido  comprender  cómo  del  exít^rior  lia 
de  veniílesu  independencia  futura. 

En  toda  inHuencia,  en  toda  litnitarion,  en  todo 
control  á  su  independencia  moderna,  venida  de  fue- 
ra, ha  visto  la  reaparición  de  la  antigua  domina- 
clon,  un  ataque  á  su  independencia. 

Sin  embargo,  toda  independencia,  como  toda 
libertad,  tiene  por  límites  la  independencia  y  la  li* 
bertad,  de  los  demás.  Las  naciones  se  apoyan  unas 
á  las  otras  en  el  sosten  de  su  independencia  y  liber- 
tad, como  se  apoyan  los  individuos  que  forman  un 
estado  libre.     Ninguna  independencia  se  basta  i 


njisnia,  ni  se  sostiene  por  sí  misma.     Su  aisia 
tttlénto  absoluto,  la  haría  caer  en  sentido  mpup^M 
á  todo  el  que  la  empujase. 

Esta  ley  de  mutua  dependencia  y  m 
cion,  dentro  del  derecho  qae  proteje  la  hii^L^y^^í* 
dencia  de  cada  nación,  es  la  ley  que  hace  existir  i. 
todos  los  gobiernos  en  Kuropa,  no  solo  á  los  dé- 
biles, í^ino  ann  álos  nia-s  grandes— eso  es  lo  que  se 
llama  el  equilibrio. 

Esa  ley  es  el  derecho  publico  de  ¡as  nacéones  á  el 
derecho  mternacional.  A  él  le  deben  todos  los  go- 
biernos su  tuerza,  y  ningnuo  puede  vivir  faera  de 
su  imperio. 

Esa  ley  hace  de  todas  las  naciones  de  la  Eui'o* 
pa  una  especie  de  asociación  de  tamilia,  ó  cuerpo 
poüticü,  con  intereses  solidarios  y  eomnnes,  que 
protejen  la  seguridad  de  cada  una.  Por  esa  man 
comunidad  protectora,  no  puede  un  Estado  recibir 
un  ataque  contra  su  existencia,  sin  que  el  afecte  á 
todos  los  demás.  ' 


fh  Beilo  «li'rtne  el  Ovrer/uj  <tc   f/cntes,    «lii  *•• 
yes  í'>   reglas  ilc   comí u «Ha  que    In-*  ua<*ione-  '' 

entre   '^í  pfirñ    \n  ie^uritiad    y   btenestar   vurnui, ^,, 

bien  roiiiuu  es  el  principio  de  que  emanan:  es  fietnr,  in  reg 
de  las  refalas,  la  l,?y  de  la^  leyes.    Según  él,  «el  hten   con 
esi'í^ndifion  pree. sti  del  Oten  ¡ndiriihial  * 

Ésn  \úen  fiel  derecho  iaiplíca  la  de  deber:  la  uidependeoc 
muluo  nn pilen  el  inuíuo  control. 

Ese  derecho  «considern  o  I  género  humano,  espnnndo  sohrc 
la  yii^  t/(^  tn  tterra,  corno  una  gran  soctedatl,  de  que  cíidn 
cual  ríe  ellas  (las  naciones)  es  miembro^  y  en  que  las  unas 
respecto  de  las  otras  tienen  (os  mismos  deberes  qae  (os  indi- 
riduos   de  la  espeeie  humana  entre  si*> 

El  derecho  de  gente^^,  según  Kello,  ha^e  del  genero  humanu 
(no  lie  una  parte  del  ifénero  humana)  unn  gran  todeda<i^ 
Tin  dos  ó  tres  4JÜC  leda  des. 


_  605  - 

i<sto  es  no  solo  de  Europa,  sinu  del  mundo. 

La  dilatcicion  de  los  dominios  de  eia  ley,  con- 
tituye  el  progreso  del  dprerho  de  gentes. 

Los  nacientes  gobiernos  de  Sod-América  no  ten 
dráii  la  estabilidad  y  fuerza  que  tienen  los  gobiernos 
de  Europa,  sino  cuando  se  coloquen  bajo  el  amparo 
de  esa  misma  ley,  cuando  sean  miembros  de  la 
misma  familia,  de  la  misma  asociación  de  los  Estados 
europeos.  Bajo  de  ella  \ivieron  como  coloniíis 
europeas;  bajo  de  ella  vivirán  como  naciónos  inde- 
pendientes, de  raza  europea. 

Los  Estados  de  Sud-América  no  deseonucieron 

Del  ífénero  humano  espnn-ido  sobre  la  /a-  de  la  tierra, 
no  en  un  c*iriiit»ento  ñe  la  tierrn. 

LJsaflos  entre  sí  rnirio  lo>  mivmbro^  de  la  espeat*  htftnana. 
yno  **omo  tos  miernbrn-  ^fr-  \tnór!í7a  ó  de  A>in  .>  Af  Httro- 
pa,  et<\ 

tiLas  nur-iorieí^  inoderiííite  i\e  Euíopa  y  Ametdu  foniuni  una 
familiQ  ríe  E?lados  iiue  reconoce  un  «iePecho  cornuíí  infinita- 
inenle  n\¡í^  filíernl  gue  todr»  lo  que  ^(i  ha  llanjinlo  eon  este 
nomhi'e  en  \n  nnlisíuedod  y  en  lo  rf^-stjiiite  del  ^-^lolio,*»— y  io 
dobefi  ni  prislmni.^mo,  n  la  eivili/ncion,  af  r^fñrith  conicrciat^ 
ft(tf*  ftft  iíeffUffo  d  stw  ano  de  lofy  ¡n'tncí/Milcs  íTfjtiladores  dt* 
la  politíca—y  *ol  áislema  de  acciones  y  reiieciono-,  que  en  el 
¿cno  dü  está  ffvan  famitia,  conio  en  el  de  <'Qdri  E-tado»  for* 
reja  sin  ces/ir  i'ontra  In-  prenonderoncioft  delodn  cspeiMe.» 

Seífun  Helio,  Uh  naciones  ríe  Europa  y  de  Araerica,  forman 
una  i^olfi  familia  de  Esladon,  no  dos,  que  reeonoceti  un  derc 
rho  contitn,  y  no  dos  dere«lio«, 

Y  enlon-*es  ¿por  qué  ha  querido  Bello  hacerde  los  Eslados 
AmeniTino?*  una  familia  aparte  cr»n  un  deretíhri  aparíeT 

Bello  misma  no  califica  las  tinas  de  EModo^,  «jícnoií  á  ta 
eran  íninilia  Yiumíinn,  corno .-iemiílcms de  dtspNta.<  ff  tfitcndías^ 
que  empeoran  los  males  en  vez  de  remediarlosí— E>  que  uno 
ps  la  opinión  del  pubticista  vtentifíco  y  otra  la  del  suli  Focre- 
larío  fie  E-lodo  en  C  hilo 


"En  1.1  república  d«  las  naciones  hay  una  onstoerncia  de 
Ljarmndes  potencias,  que  es  en  la  i\uQde  hecho  reside  ex:!lus¡* 
t^jimeiilc  Iri  autoridad  legislnliva:  ei  juicio  de  los  Estados  dé- 
'  hiles,  f.o  se  i*onsultM  ni  se  respeta  t 


—  GOé  — 


esta  verdad,  cuando,  desde  1810,  buscaran  su 
fuerza  y  poder  en  la  unión  de  unos  con  otros. 
Sin  relaciones  políticas  con  Europa,  en  ese  tiempo, 
era  natural  que  pensasen  en  uiui  liga  americana. 
íío  tenían  mas  aliados  que  ellos  mismos,  Pero 
ligarse  entre  sí,  era  ligar  nulidades  t^  impotencias, 
para  su  progreso. 

Desde  que  entraron  en  relaciones  políticas  con 
Ktiropa,  las  ligas  americanas  pasaron  de  tiempo.— - 
Ligarle  con  Europa  debe  ser  su  objeto.  Eso  es  ligar- 
Si*  con  el  mundo  civilizado. 

Pero  la  Europa  no  les  dará  cabida  en  la  familia 
dii  sus  gobiernos,  sino  á  condición  de  que  tomen 
ellos  (los  de  América)  las  formas,  que  hacen  á  los 
de  Europa  t*an  capuces  de  asegurar  la  paz,  el  im- 
perio déla  ley,  el  orden  y  la  libertad.— No  deben 


Hé  aquí  Ifis  i^onsefiurneias   pn'inlliVns   de  e^tt\  dof*lrinH  fun- 
tiiiineritíil  ilol  ih'vvrho  df  fj*  ntva^ 

Si  Ins  nfi''iones  i-on   uiiémhros  de  una  soi»ied«ft,  elías  dopen- 
lien  htisUi  cirrln  lu^rrtdo  rlo(  inleri's  c*Mtmn  deesa  sociedad. 

Vm  indopendoriíMrt  indjvMuaide  ivida  Estado  no  excluye  eso 
dopendeiirin  de  salud  cninuii.  j— 

Oue  1.1  j?nci<»dnd.  ó  su  m^yoria,  liene  derechí>  de  intervenlt" 
er»  JOS  «rtos  de  sus  niiombros  que  la  íifeeton.  no  hny  la  me 
ñor  dudn. 

Üi^euiir  o\  fh^rveUu  (h^  tn((*rrcnir  es  niñrria;  es  coiuo  dud^rj 
deque  el  líslndo  nupdfi  intervenir  en  el  hog^r  de  un  .•iuda 
dnno  pnra  tfrfjttnf/arfe  su  acción  6  impedir  un  crimen. 

No  es  el  deretdio  de  intervoiiir  lo  disí'vitJbln*  í^iiio  el  oUielcí 
de  líi  tMtervent'ioii. 

Si  es  píuvi  estorhnr  la  ejecución  de  un  h(*cho  ftafuaio  en  í^íl 
á  Im  í^oi'iedrtd,  es  justa. 

Si  es   para  etílorbnr  el  ejereieio   de  un  derecha  impenust^^ 
e&  injuria. 

?pro  el  fjahoiítarst*  mttU  eJ  ase^inursc  ¿\  si   propio»  es  di» 
ñap  A  líi  rtoeiedadí— Siti  duda  n  I  auna- 

Todn  soí^ir^darj  tlprie  el  dere<'ho  de  inlernarse  en  lo  priviitl 
para  impedir  un  .suicidio,  porqutíel  ntoUirse  i%  si  nii&»no  esdn] 
liar  ú  los  olrns. 


—  607  — 

Anuírica  esperar  que  la  Europa  les  dé  el 
^¡oy  la  fuerzca  de  su  intimiclad  para  afianzar 
y  asegurar  fuerza  que  no  solo  son  una  amenaza  y 
luna  declaración  de  guerra  para  los  gobiernos  euro- 
peos, sino  que  se  han  probado  estériles  j^a. 

Inútil  es  decir  que.  ia  forma  reinante  de  los 
gobiernos  eui*opeos  es  la  monarquía, 
\  Aunque  en  sí  la  monarquía  fuera  una  for^ma  in- 
feriur  A  la  repüblic:í,  bastaría  esa  razón  de  con- 
veniencia y  de  seguridad,  para  querepiiblicíK  pobres 
{y  nacientes,  se  acomodaran  al  sistema  de  gobiernos 
de  las  naciones  ricas  y  poderosas. 

Es  la  forma  de  gobierno,  consagrada  por  la 
[civilización  de  la  Europa,  repatada  la  mas  alta  ci- 
Ivilizacion. — Buscar,  desear  esa  civilización,  sin  el 
[gobierno  que  la  liace  existir,  es  un  contra  sentido. 
Pero  á  la  vez  que  la  monarquía  les  diera  el  apoyo 
i  cordial  de  la  Europa  política,  les  darla  todos  los 
I  medios  de  encontrar  en  la  misma  América  la  fuerza 
y  la  estabilidad  de  que  necesitan  para  afianzar  la 
independencia,  la  libertad  y  el  progreso  del  nuevo 
lundo. 


S  IX 


liO.^    peligros  <Ie   ^tiic'riea  cstaiti  en  Amérit-n 

Después  de  3rniiroe,  el  americanismo  no  ha  te- 
Inido  representante  mas  ruidoso  que  Rosas.— Toda 
fsu  administración  ha  sido  una  cadena  de  cuestiones 
[con  Europa.     Se  le  discerniíí  la  gloria  de  haber 


-  \\m  ^ 

resistido  y  repelido  ú  la  Europa  (que  jamáa  intentó 
destruirlo,  coaio  lo  prueba  el  tratado  con  Francia, 
de  1840,  y  el  de  Lepredonr  de  1850);  y  el  fanatis- 
mo ú  la  cortesanía  áe  su  partido  lo  bautizó  el  de 
fensor  del  continente  americano. 

Pues  bien,  Rosas  cayó,  al  fin,  desde  lo  alto  de  su 
gloria  y  de  su  poder  americanos.— Quién  lo  der- 
rocó? —Un  poder  americano  —el  lirasiL — Quién  lo 
acogió  y  lo  hospeda  hasta  hoy?— La  Europa, 

Una  vez  que  abandonó  el  país  ¿por  qué  no  se  refu- 
^gió  en  la  América  del  Norte,  cuyo  ministra  le 
ofreció  la  hospitalidad  de  su  país? — Porque  acabó 
por  temerlo  todo  de  América,  y  poner  toda  su  con- 
lianza  en  Europa,  donde  halló  el  asilo  y  la  acó- 
jida  que  no  tuvo  en  América. 


§  X 

Si  los  polt^ros  de  Aiiiéríc4i  están  en  América,  ^iis 
l^arahtias  están  en  Europa 

Buscar  la  libertad  en  el  gobierno,  escomo  busc 
la  civilización  sin  la  Europa  y  sin  el  gobierno  á  la 
europea, 

A!  contrario,  los  pueblos  de  América  la  buscan 
en  su  unión  propia  para  resistir  á  líuropa.  Pero 
veamos  loque  esto  significa. 

Buscar  la  fuerza  que  les  falta  en  la  unión  Ar 
ricana,  es  buscarla  fuera  do  cíida   listado;  es  bi 
caria  en  lo  exteiior.  lo  cual  p.^  admitir  que  no  existe 
dentro. 


—  r.n9  ^ 

i'ero  buscar  la  luerza  ea  ia  luuon  coa  la  debilidad, 
es  un  contrasentido.  En  América  cada  pueblo  ne- 
cesita lo  mismo  que  necesitan  los  demás  y  lo  que 
ninguno  tiene:  t^dos  son  débiles  porque  todos  ca 
recen  de  lo  necesario. 

Lo  natural  sería  unirse  á  la  fuerza  en  busca  de 
la  fuerza,  es  deck,  á  la  Europa, 

En  lugar  de  eso,  es  contra  ella  precisamente  qu^ 
€tí  bust^a  la  fuerza  de  que  se  carece. 

Ya  es  una  desgracia  tener  que  apoyarse  en  los 
d«>bi!es  para  resistir  áloi  fuertes, 

Pero  ¿pi>r  qué  resistirlos?  Qaé  se  teme  de  ellos'r^ 
Este  e^  el  error  de  los  americanos. 

Es  temer  que  nos  coman  los  que    mas  necesi 
dad  tienen    de  que    vivamos,    porque    viven    de 
nuestra  vida. 

Es  Europa,  en  efecto,  la  que  codicia  nuestros 

territorios?  Todo  lo  contrario.    Qué  de  veces  es 

L^lla  la  que  nos  salva  de  perderlos!  Inglaterra,  en 

L 826,  estorbó  que  Montevideo  fuese  absorbido  por 

|al  Brasil;  y  la   Francia,  en   1840,  que  lo  fuese 

Eíor  Buenos  Aires 

Quién    disputa    hoy    territorios    al   Plata?    El 
Parat/HOff,    Jiolivía,    Chile, — Quién  los  disputa  á 
Chile?  lioliria,  Buenos  Aires, ^  A  Bolivia  ¿quién 
se  los  disputa?  El  ¥erú. — Al  Perú?  El  Ecuador 
— A  Ecuador   y  el  Ferí(?  El  Brasil, 

La  República  Argentina  ha  perdido,  en  cin- 
cuenta años,  dos  tercios  de  su  teiTitorio,  Quién 
le  ha  quitado  JMivia^  el  Para^juait.  las  Misiones, 


$9 


nio  - 


Montevideo,  Ma(jaliaitv>:   .Na  es  la   Earopa. — J 
el  desorden,  la  falta  de  gobierno. 

Es  !a  América  misma  la  que  amenaza  al  ter- 
ritorio americano,  no  la  Europa. 

La  Europa  no  ha  tomado  una  pulgada  dü 
territorio  á  la  América  del  Sud  independien ttv 
La  República  Argentina  perdió  á  Monterideo 
por  mano  del  Btasit  y  las  Mnlrinas  por  inanes 
fie  los  Estado'^  Unidos^  que  las  entregaron  á  Tn 
glaterrn. 

En  cuanto  á  las  vidas,  la   Earopa,  fuera  de 
guerra  con  España,  no  lia  tenido  una  8ola  guer 
sangrienta  en  cincuenta  ailos,  con  Estado  algí 
de  América;    al    paso   que  unos    con    otros, 
Estados  Araericauo!^,  han  tenido  cincuenta  gti€ 
ras  desoladoras  y  derramado  rios    de  sangi*e. 

A  los  mismos  autores  de  la  doctrina  de  Mou- 
roe,  les  pasa  boy,  que  ellos  están  inüriéníloso  ¡i. 
sí  mismos  los  malea  que  temían  de  la  Kurof 
Después  de  precaverse  tanto  contra  Europa, 
♦dios  mismos  los  autores  de  su  caida. 

La  sola  Repüblica  Argentina  se  ba  devoradS^ 
en  el  ospacio  de  sesenta  afios,  á  mas  de  cincuenta 
mil  de  sus  propios  hijos. 

Ningun  tirano  de  la  época  realista  ^  coloni 
ha  perdido  su  cabeza  á  manos  de  la  repúblii 
armada;  pero  ésta  ba  cortado  la  cabeza  de  sus, 
mejores  hijos  6  los  ha  hecho  morir  de  dolor  < 
de  vergüenza  en  el  ostracismo  voluntario  ó  fd 
Eoso.  Se  di]  (a  que  su  historia  es  de  un  inac 
bable  parricidio.   Raro  es  el  4iombre  ilustre  de  i|)í 


se  honren  los  anales  de  sus  triunfos  y  victorias, 
que  no  figure  en  esa  lista  negra  de  vergonzosos 
parricidios.  Monno,  Dclgrano,  Linms,  San  Mar- 
fin^  Rodngupz^  Sucre  fíoJimr,  Dorret/o^  Eirada- 
via,  Monteagudo,  Florencio  VarpJa,  Porfaies,  Blan- 
co^ Salaberriy  (Jórdovn^  han  sncumbido  al  pailíH, 
á  la  Tniseria,  á  la  proscripción,  no  de  la  Europa, 
Es  peligi^oso,  se  dice,  unirse  y  ligai^se  con 
naciones  fuertes,  porque  pueden  abusar  de  nues- 
tra debilidad, — ^Pero  la  debilidad  na  tiene  sus 
abasos  y  mayores  que  la  guerra?  Basta  ser  dé* 
bil,  para  tener  derecho  de  hollar  la  justicia? 


§n 

Rol  de  la  politiza  exterior  en  la  re^iretioraciaii 
Hud*AmerieAna 


I     La  política  exterior  no  tiene  objeto  en  las  re- 
públicas de  Sud- América,  dicen  algunos. 
■         Qué  dicen  los  hechos  de  su  historia? 
H      Tüdoa  los  grandes  cambios,  todas  las  revolucin 
^  nes  que  han  modificado  los  destinos  de  Américíi, 
^  tienen  origen  extranjero. 

B  Desde  luego  la  conquistaren  virtud  de  la  cual 
^  las  razas  indfgt'nas  fueron  sujilantadas  por  las  de 
¡H  Kuropa,  que  hoy  dominan  el  nuevo  mundo. 
H  Luego  la  revolución  de  América  fué  obra  casi 
exclusiva  de  la  Europa;  y  si  esta  no  la  empezó  en 
on  toda  su  extensión,  ella  al  menos  completó  su 
^independencia* 


--   uU   — ■ 


Francia  se  alio  á  la  revolución  de 
rica  y  la  hizo  triunfar. 

Francia  dejó  á  España  y  sus  colonias,  sin  mo* 
narcas,  y  estas  debieron  su  independencia  de 
hecho  á  este  accidente, 

Inglaterra  la  completii,  reconociéndola. 

En  las  cuestiones  de  la  vida  independiente, 
todos  los  cambios  han  venida  de  fuera,  sea  en 
pro^  sea  en   conira. 

Méjico  ha  perdido  en  cuestiones  exteriores  do» 
tercios  de  su  suelo. 

BúUim  y  Montevideo,  deben  su  existencia  á 
cuestiones  internacionales  en  que  no  fué  suya  la 
parte  prineipaL 

La  Confederación  rmi-Búlivianáy  desapareció 
por  causas  y  fuerzas  exteriores. 

El  Plata  se  libró  de  su  tiranía  de  veinte  aOo$, 
por  influencias  exteriores, 

Monterideo  obtuvo  su  independencia,  en  1828, 
y  término  su  sitio  troyano  de  nueve  aüos,  en 
1852,  por  las  mismas  influencias  de  fuera. 

El  Paraguajf^  como  el  Brasil,  completó  su  in- 
dependencia,  sin  revolución  ni  guerra  y  por  solo 
el  influjo  de  la  diplomacia,  es  decir,  de  arreglos 
exteriores. 

El  Ferú  se  emancipó  de  España  al  íavui  q*- 
Colombia^  (Míe  y  el  Plata,  Nne va-Granada  al 
favor  de  Venezuela.  Chile  á  favor  del  Plata.  B| 
Vireinalo  de  Btumos  Aires ^  debió  á  Colombia^  \b 
desaparición  del  poder  español  de  su  territorio 
septentrional    Ese    mismo   influjo   colombiano   le 


—  613  — 


k 


qmtó  una  cuarüi  parte  de  sa  territorio,  [Botiviaf, 
Hoy  Méjico  recibe  su  regeneracioir  de  un  po- 
der europeo. 

Toda  la  vida  de  América  ha  sido,  es  y  ^erá 
emanación  exterior;  y  si  su  gobierno  y  sa  polí- 
tica no  van  de  acuerdo  con  las  necesidades  y  loü 
intereses  de  su  modo  de  existencia,  no  sirven 
para  nada  y  carecen  de  objeto  eficaz  y  serio. 

La  repugnancia  á  la  vida   exterior,  \iene  del 
modo  estúpido   de  entender  la    independencia;  es 
la  fféne^  el  embarazo  incivilizado  y  retrtJgrado  de 
verse  contenido  por  las  exigencias   civilizadas  de 
pueblos  mas  cultos  que  nosotros;  es  el  despotismo 
tradicional   y    voluntarioso,  que,  prevalido  de  la 
independencia,  no  quiere  que  sus  caprichos  ten- 
gan   freno  en  los  tratados.  Es  el  miedo  de  res 
ponder  de  los  abusos  y  desordenes,  que  no  pne 
den  evitar  con   su    autoridad    nonúmi.   Los  tr:i 
tados    son    leyes   incómodas;    y  ellos    no    pueden 
deshacerse  como  los  que  emanan  de  su  pura .  vo- 
luntad. 


íí  XII 
Debemos  atraer  li  hi  Europa  en  vez  fie  repelerla 


I 

^^K    Bi  la  participación  ó  cooperación  de  la  Europa 
^^^n  formas  conciliables  con  el  derecho  de  gente^s, 
es  indispensable  para  poner  en  ejecución  el  cambio 
que  debe  dar  á  la   América  el  gobierno,  que  no 
tiene  y  que  busca  desde  1810,    la  política  exte- 


—  (TU  - 


rior  es  la  rama  mas  importante  de  la  política  de 
esos  países  americanos. 

Pero  la  política  exterior  de  qne  nece;5ita  pan 
e^e  fin,  el  derecho  de  gentes  que  ie  conviene^  ¿e^ 
la  que  existe  formulada  en  los  ti-atados  (]ae  hoy 
ligan  á  las  Repúblicas^  entre  sí  y  para  con  la 
Europa? — Nó,  ciertamente,— Todos  esos  tratador, 
como  las  dispoí^iciones  de  su  derecho  constitucio- 
nal interno,  han  sido  inspirados  por  temores,  pre 
ocupaciones  é  ideas  erróneas  respecto  de  Europa, 
todos  bajo  el  temor  de  miras  hostiles  de  parte  th* 
Europa;  todos  para  precavei-se  de  ella,  para  alejar 
á  la  Europa^  en  vez  de  atraerla. 

Son  lujos  de  un  sentimiento  que  ya  Idso  íin 
tiempo:  de  necesidades  que  liaa  deja<Ío  de  exis 
tir. 

Esas  necesidades,  las  de  la  revolución  de  la 
independencia — fueron  las  de  extinguir  del  todo 
los  vínculos  de  dependencia  que  sujetaban  á  la 
Améticri  al  dominio  de  la  Espafía. 

Logrado  ese  objeto,  como  está,  los  deberes  del 
derecho  de  gentes,  como  del  derecho  interno  ame 
ricano,  son  otr:>s;  son  los  de  atraerá  la  Europa, 
lejos  de  repelerla,  por  ser  ella  el  manantial  día 
civilización,  de  poblaci  m,  de  capitales,  en  lo  ve 
nidero»  como  fué  en  lo  pa^ado^  imra  la  América 
del  Sud. 

Emancipada  de  Eiuopa,  aceptada  y  reconocida 
por    Europa   la  independencia   de  América,    las 
conveniencias  políticas  y  comerciales  de  los  Esta 
dos  del  nuevo  muiidi>  con  los  de  hIuro|»a,  deben 


—  615  — 

reglarse  por  los  mismos  principios,  interesen  y 
•conTeniencias  que  presiden  á  la  celebración  de  los 
tratados  de  las  Naciones  europeas  entre  sí  mis- 
mag. 

Los  tratados  civilizadores  y  europeistas  deben 
fundarse  en  los  principios  del  dprecho  público  mo- 
lirmo  americano  y  servirle  de  f/arantía.  El  tra- 
tado  entre  el  Plat-íi  é  Inglaterra,  contiene  el  có- 
digo internaciorinl  americano,  en  su  base  y  sus- 
tancia.  ^*> 

Sin  tlesconocer  ia  independencia  de  cada  una, 
partiendo  de  esa  independencia  como  base,  son, 
gin  embargo,  en  la  familia  de  las  naciones  ci 
vilizadas,  una  especie  de  grande  estado,  nn  cuer 
po,  cuyos  miembros  (las  ICaciones)  tienen  ciertos 
deberes  hacia  la  pública  conveniencia,  hacia  el 
orden  general,  hacia  la  tranquilidad  del  mundo, 
que  no  pueden  olvidaí-  ni  infringir  sin  dar  dere- 
cho al  todo  atraerlos  al  urden. 

I4OS  tratados  generales,  y  los  principios  de  esos 
íratados,  son  la  expresión  de  esos  deberes  de 
mutua  dependencia,  que  las  naciones  del  mundo 
civilizado  tienen  entre  sí,  no  obstante  su  inde- 
pendencia respectiva,  como  la  aatoridad  del  Esta- 
do sobre  el  homhrp  nn  ^^  nn  dt>>íntuititio  de  su 
liliertad  individual 

Si  las  naciones  de  América  quleseu  ser  aduii 


(l)  Hfiy  íinuí  en  el  texto  orijinal,  la  siguieiUe  niolnmo  -:  <^Exn 
rninopn'fsta  luz  Ir*  coU^cciondt*   Caica:  irtil^doá  aiUi  america- 
nos   pii.n  i-íiíOuir  y  alejnr  la  Europa  do  Amértca,   on  ve*  d© 
atrtierlfl».— El  E. 


—  616  — 

tidas  eo  la  sociedad  de  las  naciones  de  Europa  y 
tratadas  del  mismo  modo  que  éstas  se  tratan  entre 
sí,  deben  también  admitir  las  leyes  y  reglas  in- 
ternacionales á  que  obedecen  las  naciones  euro-^ 
peas,  en  cuanto  á  los  principios  y  formas  de  si 
gobierno  respectivo. 

Pretender  ser  igual  en  cuanto  á  los  derecha .«,' 
y  ser  escepcion  es  cuanto  á  los  deberes^  es  una 
inconsecuencia. 

No  es  obstáculo  para  que  América  forme  parte 
de  la  familia  política,  la  distancia  ni  el  mar^  que 
no  impidieron  antes  que  fuera  parte  integiante  de 
ella  y  que  no  impiden  hoya  Australia  ser  gober- 
nada desde  Londres.  Kl  mares  vehículo,  no  uii^ 
aislante. 


íí  XIII 

Ltt  pciUtÍ€U  exterior  de  los  Estados-Unidor  o».  fO 
egoísmo 

El  aislamiento  político  de  que  los  Estados-Uni- 
dos han  pretendido  hacer  un  sistema  para  ellos, 
desde  su  emancipación  [obtenida,  no  obstante,  coa 
la  ayuda  de  la  Europa),  no  es  resultado  de  sij 
organización  escepcional,  ni  de  su  edad,  ni  (i<j 
modo  como  las  diversas  partes  de  que  consta  esa 
Nación  se  hallan  distribuidas,  según  lo  han  pre- 
tendido desde  VV^ashington,  que  se  negó  á  dar  á 
Francia  los  auxilios  recíprocos  que  le  debia  por 
el  tratado  de  alianza  delTTcS,  basta  Lincoln,  qt 


—  617  — 


tampoco  ha  querido  asociarse  á  Francia  en  favor 
de  Polonia. 

Es  una  disposición  heredada  á  los  ingleses,  en- 
tre quienes  la  no  intervención  es  un  resultado  del 
individualismo  y  del  respeto  al  derecha  de  los  de- 
más, que  distingue  el  carácter  de  esa  nación. 

Mashington  tuvo  razón  en  decir  que  esa  actitud 
era  de  un  interés  transitorio,  y  que  un  día  los  Es- 
tados Unidos,  afianzadas  sus  instituciones,  asunii 
rían  su  derecho    de  mezclarse  á  los  consejos  del 
mundo  en  el  interés  general. 

Después  de  sesenta  años  de  progresos  inauditos, 
no  ha  llegarlo  todavía  en  1863  el  dia  previsto 
por  Washington  de  dejar  el  aislamiento. 

En  nombre  de  él,  invocado  por  Lincoln  como 
tradición  insuperable,  su  gobierno  ha  rehusado 
asociarse  á  la  Europa  liberal  para  influir  en  fa- 
vor de  Poionia. 

Hacer  del  egoismo  un  principio  y  defenderlo 
en  nombre  de  su  constitución  escepcional,  es  ri- 
dículo para  una  gran  nación. 

ün  país  que  no  está  constituido  para  llenar 
sus  deberes  exteriores  de  civilización  y  de  huma 
nidad,  hacia  los  demás  estados  de  que  se  compone 
la  familia  de  las  naciones  cristianas?,  no  es  un  es- 
tado constituido.  Su  actitud  se  parece  á  la  de 
un  buque  que  se  cree  exento  del  deber  de  socorrer 
á  otro  buque  en  peligro  de  naufragar,  alegando 
que  su  construcción  especial  es  inadecuada  para 
ese  género  de  ingerencias  ó  intervenciones. 

Si  un  país  así  constituido  se  pretende  un  mo- 


—  ais  — 


délo    constitucional,    feliz  será  la  humanidad   en 
que  tal  modelo  se  propague  lo  menos  posible. 

Es  el   egoísmo  tradicional  de  sus   antepasados^ 
los  ingleses,  pero  despojado  de  los  arranques  es- 
cepcionales  de  generosa  y  noble  simpatía  por  la 
humanidad,    que  lo   atemperan    en  la   política  de 
Inglaterra, 

La  doctrina  y  la  política  de  Monróe  pai*eció 
un  signo  de  querer  entrar  en  esta  via  de  generonri 
participación  en  la  gestión  de  los  destinos  del 
mundo.  Ksa doctrina  es,  en  ciert-o  modo,  ciaban- 
douo  del  aislamiento  tradicional,  pues  hacienda  su- 
yos los  ataques  que  la  Santa  Aliíinza  pi-  '  i»j 
á  las  Repúblicas  de  Sud-Amt'rica/la  deW..-. 
ton  intervenia  en  las  luchas  do  otros  Estados  ex- 
trangeros.  La  actitud  de  Monroe  era  la  inrer 
vención  contra  la  intervenciun,  es  decir,  dos  ve 
ees  interventora. 

Pero  ¿en  que  interés  ínter venía^—Kn  el  sujn 
propio,  en  el  de  explot?ir  y  anexar  al  suyo  los 
países  que  aparentaba  protejer  contra  el  despotis-^ 
tno  extrangero. 

Dígalo  sino  la  historia  de  Méjico;  diga  Méjico 
¿es  la  Europa  moiiarquista  la  que  de  entonces  á 
hoy  le  ha  arrebatado  una  parte  de  su  territorio? 

Tal  es  el  sentido  que  poco  á  poco  ha  recibidc 
del  instinto  de  los  americanos  del  Norte  la  doc- 
tj'ina  de  Monróe,  que  al  ñn  Im  sido  prcsentadij 
como  la  exclusión  de  Europa  en  los  negocios 
Américu,  contal  que  no  sea  |»or  conducto  y  con 
el  permiso  délos  Esta<los  Unidos,  sustituidos á  1» 


-  615  - 

Espada  en  el  monopolio  d'^1  roce  de  ambos  mun- 
dos.    Ellos  han  querido  ser  nuestro  moderno  Por 
to  Bclio. 


§  XIV 

La  dor trina  de  Moitroe  es  Va  fntfrToncion  contra 
la  intervención ;  prueban  liistórícas 


La  Fn 


de  los  Borbfj 


jones,  pn  repre^enturnut 
déla  Santa  Alianza,  invadía  la  Espaüa  en  1822, 
para  restaurar  allí  el  gobierno  abholuto. 

^  En  una  nota  del  gabinete  de  las  Tullerias 
4[ae  precedió  á  la  invasión,  se  ofrecía  expresa- 
mente  el  auxilio  de  la  Francia  con  sns  ejércitoí? 
para  la  reconquista  de  América.  ^Estai  palabras 
son  del  iJictámen  de  la  Comisión  de  fas  Córffs  sohn^ 
el  reconocimtenfo  dp  la  independeficiu  de  América^ 
presentada  en  Cádiz,  el  31   de  julio  de  1823. 

En  ese  documento  se  alude  al  dicho  de  un  rli* 
patada,  que  en  la  sesión  del   1 1  de  lebrero,  habló 
de  las  antiguas  pretensiones  de    la  Francia,  que 
se  habían    renovado  hacia  poco  tiempo,  para  co 
roñar  á  un  Prínci]>e  de  su  casa  en  Buenos  Aires. 

La  Europa  liberal,  representada  por  la  Ingla 
térra,  y  la  América  independiente,  por  los  actos 
de  Monroe,  en  Estados  Unidos^  y  de  Rivadavia 
en  Buenos  Aii'es— protestaron,  como  era  natural, 
contra  la  actitud  de  la  Francia  y  de  la  Santa 
Alianza. 

Pero  en  el  congreso  de  Laybach,  ya  la  Ingla- 


—  630  — 


ierra  había  presentado  su  príoiera  prate§ta  contra 
el  sistenm  de  intervención  de  la  Santa  Allana 
il9  de  enero  1821),  y  en  el  de  Verona,  C  '^"^■^ 
por  nota  de  setiembre  1822,  protestó  c^ 
intervención  en  Eapatla.  Faé  en  el  ma  siguiente 
<]ae  habló  Monroe,  á  ejemplo  y  á  mi^tigaüioD  de 
Canning, 

Señalado  directamente   Bnenos  Aii*es  á  la  re- 
conquista,  era  natural  que   se  alaiiiia£)e  el  prímif 
ro.     Pero  tal  vez  la  Inglaterra   sugirió   el 
de  que  vamos  á   hablar,   por  medio  del  mini^t 
enviado  al  Plata,  por  Oanning,  en  e«e  tiempo 

Antes  que  el  Dictamen  de  las  Corlea  anioí| 
citado,  fuese  conocido  en  Buenos  Aires,  ya  el  gíi 
bierno  de  esa  provincia  sancionó  una  ley,  al  22 
de  jnlio  de  1823,  en  que  dijo:— «Como  laguer 
que  el  Rey  Luis  X\^UT  m  prepara  á  hacer  eoc 
ira  la  nación  española,  se  opone  directa  y  priiici- 
pálmente  al  principio  reconocido  en  el  artículo 
primero  de  la  Ley  de  10  de  mayo,  el  gobierno  i 
tá  autorizado* .  .  .  para  negociar  el  voto  por  vein- 
te millones  de  pesos  (cien  millones  de  francos), 
(para  conservar  la  indepentlmcia  (h  España  ba^o  fi 
régimen  represenfiUivoj^snnm  igual  á  la  que  han 
soministrado  las  cámaras  de  Francia  para  la  guer- 
ra de  España. 

Por  esa  medida,  Buenos  Aires  contestaba  á  la 
Intervención  de  la  Francia  en  España,  y  al  plan 
confesado  de  intervenir  en  América,  con  la  inter- 
vención americana  en  Europa. 

Esta  misma  fue  la  mente*  de  la  declara^^ínr^  f^M 


iVli 


en  e^e  mismo  año  de  1823  y  por  igaal  causa,  hizo 
el  Presidente  Monríie,  rte  que  toda  tentativa  eu- 
ropea dirigida  á  restablecer  su  antiguo  gobierno 
colonial  en  Sud-América,  seria  considerada  como 
agraviante  á  los  Estados-Unidos, 

Se  sabe  que  Monríie  obró  en  ese  paso  por  una 
sugestión  de  Jorge  Canning,  y  la  pruelía  de  que  la 
actitud  que  Inglaterra  aconsejaba  á  Estados-Uni- 
dos, era  la  de  una  intervención  o  anuncio  de  tal, 
es  que  Monroe  resistía  tomarla,  invocando  la  po- 
lítica tradicional  de  Washington,  de  no  intervenir 
en  las  cosas  de  Europa. 

Al  fin,  cediendo  á  las  opiniones  de  Jeiferson, 
Honriie  tomó  la  actitud  de  Rivadavia,  que  no  es 
mas  que  la  interrmcion  amerkanti,  empleada  como 
correctivo  de  la  intervención  europea^  en  el  gran 
pleito  común  y  general  de  los  dos  principios — el 
absolutismo  y  la  libertad, 

Pué  en  ese  mismo  año  de  18á3,  que  el  Presi- 
dente Monrtie  reconocicj  la  independencia  de  los 
Estados  de  la  América,  antedi  española,  sin  duda  á 
la  señal  dada  por  Canning  en   Inglaterra, 

Un  ministro  plenipotenciario  de  Estados-Unidos, 
que  fué  á  Buenos  Aires  en  1S23,  llevó  \?l  doctri- 
na de  Monroe,  al  que  Buenos  Aires  respondió  con 
oti'o  ministro  encargado  de  añadir: — que  se  reco- 
nozcan los  límites  territoriales  reconocidos  al  tiem* 
po  de  la  emancipación. 


—  C22  — 


í;  XV 


La  doctrina  do  Monrüe,  in^k^sji  y  «Miropoa,  ito  e% 
Anti-münarqutsta 


La  doctrina  atribuida  ú  J/ownTp  y  profesada,  en 
efecto,  por  Monroe  en  1823,  se  debió,  como  bemos 
di -ho,  á  Jorge  Canning,  que,  temeroso  de  los 
plMiies  y  mirag  atribuidas  á  Francia  y  á  la  Santa 
Alianza,  de  reí?tablecer  los  pueblos  de  Sud-Ainérii'íi 
á  la  dominación  colonial  de  Kspaila,  bizo  por  ob- 
tener de  loí  Estados- Unidos,  una  declaración  apo- 
niéndose  á  todo  plan  europeo  de  subvertir  las  re- 
públicas de  Amt^rica. 

No  sin  esfuerzos  de  babilidad  y  de  elocuencia, 
Canning  pudo  inducir  al  Presidente  Monríie^  á 
aceptar  y  apropiarse  el  pensamiento  inglés,  que  pa- 
sa por  ser  doctrina  de  Monrüe  y  base  de  la  polí- 
tica americana  respecto  á  Europa. 

La  repugnancia  que  el  gobierno  americana  te 
nia  en  aceptar  esa  idea,  que  ¿1  consideraba  en  oi)o- 
sicion  con  su  política  de  no  intervenir  en  cosáis 
europtjas,  prueba  que  la  doctrina  llamada  de  Mour^ie 
(S  la  Ínter rencion  contra  la  hiterveticiu' 

L^na  idea  sugerida  por  el  ministro  lii-  uu  nm. 
iiarca,  no  podia  ser  una  bostilidad  sistemada  contia 
el  principio  monárquico. — Así  es  que  ni  hiqlatertn 
ni  Estad^/s  Unidos,  protestaron  contra  la  monar- 
quizacion  de  Méjico,  porlturbide,  en  1821,  ni  con* 
tra   la  del    Brasil,  por  Don   Pedro  I,  en  1823. 


Otra  prueba  de  qne  el  vwnroismo  no  era  el  /v* 
publicanismo,  sino  la  iurtependencía  de  América, 
es  que  Mnrique  Brciugliam  y  Sir  James  Maclciu- 
tosh  aplaudieron  altamente  la  declaración  de  ese 
principio  hecha  por  Monroe,  Ksos  aplausos  y 
esas  sugestiones  inglesas,  eran  simples  resistencias 
del  liberalismo  inglés,  suscitadas  en  Aniérica,  á 
las  miras  despóticas  y  absolutistas  con  que  la  Siin- 
ra  Alianza,  habia  derrocado  los  gobiernos  libera 
les  de  Ñapóles,  de  Portugal  y  de  Espaila,  y  trataba 
de  deiTocar  á  los  gobiernas  independientes  creailos 
por  la  revolución  de  América. 

Mas  tarde,  el  egoismo  celoso  de  los  Estados-Uni- 
dos, ba  querido  convertir  esa  oposición  á  la  acción 
despótica  de  la  Europa  contra  toda  influencia 
liberal  de  la  misma,  contra  la  influencia  ingles*», 
lu  mismo  que  contra  la  tiancesa  y  española. 


í  XVI 


Ln  unión  americana,  estéril  en  si,  é  imposible  sin  la 
Europa 

Solo  del  apoyo  indirecto  de  la  Europa,  podrían 
recibir  los  Estados  de  Sud  Améiica  la  uni(¿n  ó  liga 
amairana,  que  en  vano  intentarían  organizar  en 
su  contra,  por  sus  propios  medios. 

La  historia  toda  habla  en  apoyo  de  esta  opi- 
nión. 

La  América  del  Sud  estaba  unida,  á  punto  de 


—  624  — 


formar  un  :4olo  pueblo  cuaiiílo  fué  dei>erideiic¡a  de 
Kspaña. 

Madrid  era  el  centro  de  esa  unión  ó  unidoif* 
continental-     Allí   estaba  su  cabeza  c^mun,  y  de 
allí  partían  las  leyes  y  urdenes  del  gobierno  ge- 
neral de  estos  patees.     La  unidad  de  Sud  Amé- 
rica era  un  accesorio  de  la  unidad  española. 

La  uiiidad  de  su  independencia,  nació  de  ese  mis- 
mo orígren  europeo,  no  de  los  esfuerzos  araerica^ 
nos. 

Caducada  España,  prisionero  el  rey  común 
los  Americanos,  todos  ellos,  por  ese  hecUo  ocurri- 
do á  tres  mil  leguas,  quedaron  en  el  camino  de  su 
independencia,  completada  por  sus  esfuerzo.^  res- 
pectivos. 

No  tuvo  otro  origen  la  unidad  de  miras,  mas 
que  de  acción  de  los  americanos  por  su  indepen- 
dencia. 

Qué  alianza  militar,  qué  ejércitos  continentales* 
presento  la  América  en  su  gURrra  contra  Espafla? 

Alianzas  parciales  de  dos  t5  tres  países.  Pci- 
dian  Méjico  y  Bogotá  formar  un  ejpn  i^o  romnn 
con  Montevideo  y  Buenos  Aires? 

Casi  á  un  mismo  tiempo  esitallaban  en  Vcnezue* 
la,  Méjico,  Buenos  Aires  y  Chile  los  pronnnciamien- 
tos  3' erecciones  de  Juntas  gubernativas,  al  principio 
de  este  siglo. 

En  viitud  de  lui  acuerdo  nuxtuo:^— No.    A; 
citación  de  un  ejemplo  y  de  un  impulso  comuf 
que  recibían  de  la  misma  España,  centro  común 
de  su  dominación,  donde  otríi?  juntas  de  ese  estila 


—  625 


I 


se  acababan  de  formar  en  ausencia  del  Rey  cau- 
tivo y  por  esa  misma  causa. 

Eso  explica  la  uniformidad  y  analofjia  que  hn 
actos  de  todos  esos  movimientos  ocurridos  á  tan 
largas  distancias,  afectaban  en  sus  términos  y  forma. 

La  uniformidad  de  miras  y  planes  en  el  senti- 
do de  su  independencia,  tampoco  vino  de  acuerdos 
preTiüs  entre  los  diversos  pueblos  de  América, 
sino  de  la  uniformidad  ó  identidad  de  situación  y 
de  sendero  en  que  los  colocaba  la  pérdida  d  cadu- 
cidad de  su  común  soberano  Fernando  Vil,  en 
España. 

Así,  la  unidail  de  la  revolución  de  América 
era  obra  de  la  Europa,  mas  que  de  sus  progresos 
propios. 

Desde  esa  misma  época,  hablaron  de  conf/resos 
Lúntinentales  y  de  umones  americanas  para  com- 
pletar la  independencia  y  asegurarla  en  seguida, 
olvidando  que  la  inrlependencia  les  venia  de  fuera, 
¿10  del  esfuerzo  propio  y  común;  les  venia  de  la 
lecrepitud  del  común  soberano  de  ultramar,  no 
de  la  tuerza  nacida  de  su  propia  unión,  ni  de  la 
unión  nacida  de  su  propio  progreso.  Su  imidad 
cesaba  cabalmente  por  la  caida  del  líey, 

Pero,  en  fin,  buscar  la  fuerza  en  la  unión,  era 
ya  buscarla  fuera;  era  admitir  que  faltaba  dentro. 
^tíuscarla  en  la  unión  en  América,  era  buscarkí 
en  la  debilidad. ^ho  natural  era  buscarla  áomh 
está,  en  Europa;  pero  se  temía  á  la  Europa.  Era 
temer  que  nos  mate  el  que  vive  de  nuestra  vida. — 
Es  Europa  la  que  nos  disputa  límites? 


—  626  — 

Qué  apoyo  podían  darse  entre  sí  entidades  dé- 
biles, separadas  por  distancias  enormes,  en  que, 
por  otra  parte,  residía  toda  su  fuerza  de  emanci- 
pación? 

Tal  es  el  caso  en  que  hoy  mismo  se  bailan 
respecto  á  sus  medios  de  restablecer  su  pasada  uni- 
formidad y  de  formar  una  unim  confimmtaL 

Sin  la  Europa  no  tienen  medio  de  formarla. 

Si  la  unión  les  vino  de  Europa  bajo  el  antigüe 
régimen,  y  durante  la  revolución,  solo  en  Europa 
podiían  encontrar  su  unión  bajo  el  gobierno  libre 
é  independiente. 

París  y  Londres  aeran  los  centros  de  su  unión 
futura,  como  fué  Madrid  el  centro  de  su  unión 
pasada. 

Ya  lo  son  boy  mismo  por  la  acción  espontánea 
de  las  cosas. 


íí  XVII 


Congreso   amorirano 


El  cotigreso  americano  que  tantas  veces  han  que- 
rido formar  las  repúblicas  hispano-americanas,  exis- 
te de  hecho,  ya  formado,  en  la  corte  de  París, 
donde  todas  las  repülílirns  típtinn  sus;  rf*r>n^^Híif:iM- 
tes  diplomáticos. 

No  habria  mas  que  darles   instrucciones  par; 
entenderse  entre  sí,  y  estarían  en  posesión  de  la^ 


-  627  — 


Lsamblea   qne  no  han  podido  celebrar  en  Amé- 


rica. 


(O 


I 


I 
I 

I 


Por  qué  no  han  podido  formarlo  en  Panamá,  en 
Suiza  6  Buenos  Aires? — Porque  no  hay  grandes 
intereses  que  acerquen  á  esos  países  entre  sí.  No 
tanto  es  hi  distancia,  como  la  faUa  de  común  inte- 
rés, lo  que  los  aleja  y  aisla  entre  si. 

Por  eñtst  misma  causa,  no  hay  intereses^  no  hay 
cuestiones,  no  hay  causa  que  se  pueda  llamar  aiw^- 
rkuna^  es  decir,  común  y  soliOaria  para  todo  el 
continente.  Hay  uniformidad,  no  unidad;  hay  ana- 
logías, similitudes,  no  manconninidad  entre  los  Es- 
tados     Los  intereses  no  se  decretan. 

Los  grandes  intereses  de  cada  uno  de  esos  paí 
ses  son  la  inmigración,  los  capitales,  el  cambi*> 
de  sus  materias  primeras  por  los  artefactos  necesa- 
rios á  su  vida,  en  una  palabra,  la  adquisición  de 
todos  los  elementos  de  su  vida  moderna  y  civi- 
lizada. 

Pueden  darse  esas  repúblicas  unas  á  las  otras, 
las  poblaciones,  los  capitales,  las  industrias,  la  ci- 
vilización de  que  todas  ellas  carecen  en  igual  gra- 
do y  que  necesitan  recibir  de  fuera  para  efectuar 
rápidos  progresos? 

Ciertamente  que  no. 

Cuando  no  hay  grandes  intereses  que  cambiar, 
qué  objeto  pueden  tener  los  tratados  y  la  diplo- 
macia? 

Las   necesidades  de  esa   situación  común,    los 


(I)  \ct03  y  pactos  eslóriles  leí  Congreso  de  Panamí^'' 
trepo,  f,  3,  \>.  í>l5 


Hes- 


-  628  ^ 

acerca  mas  bien  de  la  Europa,  y  esta  esl^razon 
qae  hace  á  la  Europa  el  órgano  y  conducta  na^ 
toral  de  mutua  inteligencia  de  los  pueblos  de  Sud* 
América. 

Buenos  Aims^  Montvri(ho,  Rio  de  JaneAio^  co- 
munican con  Méjico  y  Centro  América,  por  inter- 
medio de  la  Europa  y  vice- versa*  El  Paragnay 
no  habrá  visto  jamás  la  cara  de  un  mejicauo,  ni 
Méjico  la  de  un  paraguayo, 

Es  en  París  y  Lindres  donde  la  América  del_ 
Hud  se  conoce  entre  sí  y  á  sí  misma. 


§  XVIU 


Ni  el  Brasil  ni  los  Estados  Unidos  pueden  represeí 
lar  una  üg:a  Americana 

Tal  congregación  no  podría  tener  lugar  eu  el 
Brasil  ni  en  Estados  Unidos,  si  los  discípulos  de 
Monrúe,  juzgasen  mas  útil  dar  ese  papel  á  las 
grandes  Naciones  de  América,  porque  los  intere- 
ses primordiales  de  esas  repúblicas  no  convergen 
á  esos  dos  países  americanos. 

Ki  el  Brasil  ni  \o%  Estados^  Umdo6  ^úÁmn  Az 
á  la  América  del  Siid  las  poblaciones,  los  capit 
les,  los  artefactos,  los  elementos  de  cultura  y  de 
civilización  que  ellas  mismas  reciben  de  la  Europa. 

El  Brasil  y  los  Estudos  Unidos,  queriendo  ex- 
cluir á  la  Europa  del  contacto  inmediato  de  Ioh 
paises  hispano-americanos,  se  afanan  ellos  mismo^j 


—  629  — 


en  absorver  cuanto  la  Europa  las  envía;  de  morto 
que  su  objeto  es  poder  ser  la  aduana  ó  el  Porto 
Bello  de  esos  países. 

Si  las  Repúblicas  de  Sud  Aiut^rica  están  hoy 
reunidas  por  sus  intereses  modernos  en  Paris  j 
Londres,  no  en  Madrid,  es  debido  á  su  indepen- 
dencia, lo  cual  bfista  para  demostrar  que  la  inde- 
pendencia de  Sud' América  es  un  interés  euro 
peo. 

Lo  será  doble  rnas  el  dia  que  los  Estados  de  Sud 
Amenca  coloquen  su  independencia  bajo  las  mis- 
mas formas  de  gobierno,  que  garantizan  la  inde- 
pendencia de  lo>  Estados  Europeos. 

Si  la  independencia  de  la  América  del  Sud  es 
un  interés  europeo,  la  América  no  debe  buscar  su 
unión  propia,  sino  por  el  camino  que  esa  misma 
independencia  le  ha  seAalado,— es  decir,  por  con- 
jducto  é  intermedio  de  la  Europa  culta  y  libre, 
Bpresentada  por  Paris  y  Londres,  donde  yatie 
'ne  establecido  su  rendm-vous  por  la  fuerza  es- 
pontánea de  las  cosas. 

Es  cómico  ver  á  las  repúblicas  de  Sud  Ame- 
rica hablar  de  la  unión  de  sus  gobiernos  para  re- 
sistir á  la  Europa,  cuando  no  se  conocen  ni  se 
tratíiu  entre  sí,  sino  por  intermedio  de  la  Europa 
y  en  la  Europa  misma!— Ella  los  comunica  en  la 
misma  América! 

En  qué  consiste  la  unidad,  la  mauccfmunidad, 
la  identidad  de  intereses  que  las  repúblicas  de  Snd- 
América  invocan  como  razón  de  su  alianza  mili- 
tar para  oponer  un  i^esistencia  común  á  la  Espa- 


-  63f>  — 


ña?  hln  que  todas  ella.s  hablao  una  lengua,  cons* 
tan  de  ana  raza,  nenen  del  uiismo  origen,  tienen 
la  miíiina  Uistoria,  obedecen  ala  misma  legislación, 
profesan  la  misma  religión,  tienen  los  mismos 
osos  y  costumbres. 

No  hay  dada  qne  esta  comunidad  de  cosas  exis- 
te. Pero  ¿olvidan  ellas  que  existe  en  la  misma 
íorma  y  en  el  mismo  grado  eatre  ellas  y  la  Es- 
paña? No  hablan  todas  ellas  la  lengua  de  la  Es- 
paña, profesan  su  religión,  obedecen  á  su^  leyea 
civiles,  comerciales,  de  minería,  etc.? 

Si  esa  comunidad  es  razón  para  formar  alia  li- 
zas con  las  Repúblicas  de  América,  ¿por  qué  no 
lo  será  para  formarla  con  Kspaña? 

Así,  lejos  de  buscaí'  uniones  imposibles  para 
alejar  la  Europa,  deben  buscar  la  Europa  y  atraer- 
la para  encontrar  la  unión  que  apetecen. 

La  unión  de  América  está  en  Europa. 

La  unión  continental,  en  que  zVmérica  viviu 
bajo  el  sistema  colonial,  cesó  desde  el  momento 
y  por  resultado  de  su  separación  de  España. 

No  volverá  á  tenerla  bajo  el  réjimen  de  liber- 
tad y  de  independencia,  sino  desde  el  momento  y 
por  resuliado  de  la  renovación  de  su  liga  con  Eu 
ropa,  no  ya  bajo  el  principio  de  dependencia  co- 
lonial, sino  de  independencia  plena  y  soberana, 
conforme  al  derecho  publico,  que  regla  las  rela- 
ciones de  los  países  libres  y  proteje  sus  dei*echos_ 
respectivos. 


—  031  — 


§    XIX 


Peligros  de  ias  ligas  amerieaitas 

En  Sad- América  no  se  necesitan  congresos  in* 
temacionales  para  crear  la  nniformidad  que  ya 
existe,  por  el  común  origen  español,  en  muchos 
intereses  que  en  Europa  son  divergentes  y  varia- 
dísimos. 

Conservar  la  uniformidad,  si  fuese  posible,  se 
ria  lo  mas  que  pudiera  apetecerse  y  para  ello  ni 
se  necesitan  tratados  ni  congresos. 

Los  pactos  y  acuerdos  generales  eíitre  los  go- 
biernos de  Sud  América  tienen  un  peligro  ame 
nazante  para  sus  libertades. 

Nadie  es  libre  en  Sud  América,  para  decir  la 
verdad  á  su  país,  si  no  fuera  de  su  país. 

Cada  república  es  la  tribunS.  de  las  demás,  y 
el  lugar  natural  de  todo  el  que  se  dá  á  la  vida 
pública^  es,  por  lo  común,  el  país  que  no  es  el 
sayo.  Con  escepcion  de  uno  ó  dos  gobiernos,  los 
mas  de  ellos  no  oyen  mas  verdades  que  las  que 
les  vienen  del  exterior. 

Esto  ba  sido  útil  para  todas  las  repúblicas. 
Bello,  emigrado  de  Venezuela,  su  país,  ha  hecho 
el  Cúdigo  civil  de  Chile;  Acevedo,  oriental,  ha  he- 
cho el  Código  de  comercio  de  Buenos  Aires. — Pe- 
la y  Las  Heras,  que  contribuyeron  á  crear  la 
República  Argentina,  han  pasado  su  vida  en  Chile. 
Bol  ¡val',    San  Martin,    Rivadavia,  Sucre,    0*Hi- 


ggins,  Pa€z,  han  acabado  sus  dias  fuera  de  sos 
países  nativos. 

Si  el  poder  de  oprimir  y  perseguir  sale  de  las 
fronteras  de  cada  república  y  se  extiende  á  toda 
A.méricii,  la  Europa,  los  Estados  Unidos  y  el  Bra- 
f5il  serán  los  que  reciban  á  los  emigrados  volunta- 
rios que  dejan  á  su  país,  no  para  tener  paz,  no 
por  odios  pequeños,  sino  para  poder  rendirle  des- 
de fuera  los  servicios  que  no  pueden  hacerle  re^ 
sidiendo  en  su   suelo. 

Los  conciertos  dirigidos  á  estipular  y  acordar 
castigos  morales,  como  el  que  quería  el  gobierna 
del  Perú  en  1864,  contra  los  que  entablen  rela- 
ciones externas,  hostiles  á  los  gobicnios  estable- 
cidosj  serían  aciagos  á  la  libertad  de  npinion  y^ 
discusión,  al  progreso  de  las  ideas,  á  la  reforma,/ 
al  mejoramiento  de  América.  Entre  tales  ligas 
y  la  Santa  Alianza  délos  gobiernos  despóticos  de 
Europa,  no  hay  diferencia  sino  en  la  forma.  El 
fondo  de  intolerancia  y  de  opresión  es  el  mismo. 


íí    XX 

llesiiuesta  ¿   algunas  cuestiones  sabré  una  de  Ioj* 
puntos  de  (|ue  trata  este  libro 

Es  útil  para  América  la  autoridad  ftiertef — 
Solo  ella  podrá  darle  poblaciones,  capitales,  alian- 
zas y  todos  los  medios  de  salir  de  su  actual  con- 
dición, lia  civilización  de  Europa  con  elgobierno^ 
á  la  europea,  naturalmente. 


^  633  — 

Es  pracfimble?— Lo  que  se  ha  practicado  por 
siglos  no  puede  ser  impracticable.  Hechuras  de  la 
monarquía,  los  pueblos  de  Sud  América  se  han 
gobernado  tres  siglos  por  ella,  y  hoy  la  practican 
bajo  el  nombre  de  rqniblko. 

No  ha  sido  ya  olvidada?— Cambiaila  de  nombre 
vive  hasta  hoy  mismo  en  laseutrailas  déla  repú- 
bltca  esaüa,  en  el  tírden  civil,  en  la  familia,  en 
los  usos  é   instintos,  en  los  códigos. 

Es  compatible  con  la  im/ependatciaf — Es  el  solo 
medio  de  afianzarla.  Ejemplo,  el  Jinrsil  y  los  Es- 
indos-  Unidos, 

Es  conciliable  con  la  rctwlucion  de  Ámérím? — E^ 
el  único  medio  de    salvar  la  revolución  del  des 
crédito  y  de  la  decadencia,  como  la  Framw  ha 
salvado  la  revolución  de  1789. 

Es  compatible  con  el  amtíicanismof—  Sin  la 
autoridad  fuerte  fundada  eti  la  alianza  con  Ku 
ropa,  los  Estados  de  la  América  ante3  española, 
serán  absorvidos  por  los  grandes  poderes  de  Amé 
rica — el  Jinisíí  y  los  Estados  sajones  de  Norte- 
América.  El  gobierno  de  tipo  antí-europeo  las 
hará  presa  do  la  República  sajona.  Sus  [leligros 
están  en  América  y  sus  garantías  en  Europio, 

Si  los  pueblos  del  Plata  no  toman  la  forma  á 
que  el  Brasil  debe  todo  su  poder,  serán  absor- 
bidos por  él.  —  Si  la  toman,  ellos  absorberán  al 
Brasil.  Hablo  del  centralismo. 

Es  compatible  con  la  integridad  del  íerntoñof 
— Ella  devolverla    á   los   argentinos.  Bol  tria,  el 

mguaif^Vii  Jianda   Oriental,  Pataffonia 


Es  compatible  con  los  recursos  financieras  de 
SudAmérica? — Es  el  línico  medio  de  ei?itar  la 
dilapidación. 

Seria  el  mas  barato  de  sus  gobiernos. — Cada 
Presidencia  cuesta  hoy  dia  la  dotación  de  nn 
trono.  Es  decir  que,  cada  cinco  años,  se  gastan 
la  dotación  de  un  gobierno  monárquico,  para  no 
tenerlo  de  ninguna  especie.  En  el  Plata,  hay  re 
cursos  para  costear  quince  gobiernos  provinciales, 
y  no  los  habi'ía    para  costear  uno  solo  nacional? 

Es  conciliable  con  los  usos  //  costumbres  de  los 
sud-amei  tóanos'^  —  Los  republicanos  Me  Sud-Amá- 
rica,  son  mas  aristócratas  en  sus  gustos  y  bá* 
bitos  que  los  espafiüles  mismos. 

Lo  es  con  los  colores,  con  las  fflorias,  con  los 
recuerdos,  con  la  susceptibilidad  del  patriafismo 
americano? — No  solo  es  compatible,  sino  que  la 
autoridad  fuerte  sería  el  medio  de  dar  respeta- 
bilidad  á  las  banderas^  á  los  héroes,  á  las  glo 
rías,  á  los  recuerdos  de  la  revolución  y  de  la 
patria  americana;  como,  en  Francia,  ha  salvado  lo&_ 
colores  y  los  dogmas  de  17SP. 

Con  la  soberanía  del  pueblo?— Solo  por  ella  se- 
ria una  verdad  de  hecho  la  soberanía  del  mayor, 
número,  qne  boy  obedece  A  una  Provincia. 

Sería  legal,  sería  constitucional  su  adopción, 
según  el  derecho  patrio? 

Es  practicable  sin  revolución  y  sin  guerra. 

Lo  es  con  las  leyes  y  Juramentos  de  la  reiwlU' 
cion  de  Amth'ica? — ^La  autoridad  fuerte  será  tan 
legal  en  su  restablecimiento  como  tui»  la  indepen- 


—  635  — 

dencia  misma.  Esta  se  fandó  en  las  Leyes  de 
Partida  Aquella  está  consignada  en  todos  los 
gi'amles  documentos  de  la  revolución,  fia  revolu- 
ción de  IHIO  fué  centralista. 

Con  los  tratos  tf  deseos  de  sus  yrandm  hom- 
ín-e^?— Fué  el  juramento  de  Belgrano,  de  Sucre, 
San  Martin,  Bolívar,  Castelli,  Alvear,  Pueyrre- 
don.  Posadas,  et<.' 

Con  la  Ubertaíl  délos  americanos? — Los  ingle- 
ses son  los  línicod  hombres  libres  de  la  tierra.  Su 
gobierno  es  una  monarquía,  es  decir,  un  gobierno 
central  y  fuerte. 

Con  la  participación  rite  los  americanos  en  el 
gobierno^ — Solo  ellos  serian  los  que  gobernasen: 
un  rey  no  haría  mas  que  reinar,  es  decir,  hacer 
yoberuar  por  la  aristocraciay  esto  es,  Xixcapicldad, 
y  por  los  elegidos  del  pueblo. 

Con  la  dif/nidad  y  el  honor  persomtlY — Seria  el 
extremo  fie  la  pretensión  el  creernos  mas  capaces 
de  dignidad  (jue  los  ingleses,  que  los  francests, 
que  los  esfmñolesj  que  los  alemanes  é  italianos,  es 
decir,  que  todo  el  mundo.  Seria  pretender  que 
solo  hay  dignidad  en  Suiza,  en  los  Estados  Unidos 
y  en  Sud  América. 

Con  el  mérito  y  el  rango  de  las  familias  ame/  *- 
mwíí?  dignificadas  por  su  riqueza,  por  las  glorias 
y  servicios  de  sus  padres? — ^EUas  serian  el  plantel 
de  una  nobleza  republicana,  esto  es,  de  la  noble 
igualdad. 

Con  el  principio  republicano  que  se  pretende 
de  América  por  excelencia?— La  república  no  fué 


-  536  — 

el  objeto  de  la  revolución:  no  salió  de  la  voluntad 
del  pueblo  de  Sud- América.  Se  diria  que  fué  nn 
castigo,  que  la  Europa  infligió  á  la  América  del 
Sud,  si  no  se  lo  hubiese  hecho  á  sí  misma,  esteri- 
lizando ese  mercado  para  su  comercio,  por  la 
anarquía  quíí  es,  en  cierto  modo,  su  obra.  Negán- 
dole sus  reyes,  para  fundar  tronos  libres,  la  dejó 
hundirse  en  la  república,  que  no  tuvo  otro  signi- 
ficado que  la  falta  ó  ausencia  de  príncipes  libe- 
lales  para  los  tronos  vacantes  del  nuevo  mundo. 
Kse  estado  de  cosas  representa  el  naufragio  de 
todos  los  intereses,  nacionales  y   extrangeros. 


1*^ 


EECÁPITULACION  Y  CONCLUSIÓN 


Del  g^ubíerno  de  lii  revolución  y  sus  oundicíoties  i'sen* 
cJttles  en  la  Amériea  del  Sad.  KsUido  ríe  su  for- 
maeioiK 

La  monarquía  no  es  todo  el  remedio  de  una 
mala  república,  como  la  república  no  es  todo  el 
remedio  de  una  mala  momuqula.  La  razón  de 
de  todo  esto  es  que  la  república  y  la  monarquía 
no  son  el  gobierno,  sino  su  forma.  La  íorma 
no  vale  el  fondo.  Toda  forma  es  buena  cuando 
permite    á  un  pueblo  gobernai'se  bien. 

Para  que  un  pueblo,  monarquia  o  república,  se 
gobierne  bien,  es  requisito  esencial  que  una  par 
te  de  su  gobierno  esté  en  sui  propias  manos. 

Hay,  sin  embargo,  que  tener  en  cuenta  una 
distinción  capital.  De  varios  modos  puede  esa 
intervención  tener  lugar,  y  según  el  caso  en  que 
ella  ocurre,  puede  constituir  la  mayor  calamidad 
de  un  pueblo,  ó  su  mayor  felicidad  política. 

Cuando  el  pueblo  interviene  en  la  gestión  de 
8U  gobierno,  apoderándose  de  él  porque  no  hay 
gobierno  alguno;  d  el  que  existe  es  tan  nulo  co- 


*ríK  ^ 


mo  si  no  exisue$e, — ese   estado  da  coiais  eoonv 
tujre  Id  anarquía. 

Coatido,  teniendo  un  gobierno  regalar,  ínter- 
Tiene  para  atildarlo,  sostenerlo,  guiarlo^  ilustrarlo» 
-  -este  modo  de  intervención  eonstitnye  lo  que  se 
llama  gobierno  Ubre, 

Ser  libre  es  tener  parte  en  el  gobierno  de  8l 
mismo  (self-governmmt). — Cnando  todas  laa  cía- 
Mes  del  pueblo  intervienen  en  la  gestión  de  sa  go- 
bierno» el  sistema  se  llama  democrática. — Auto- 
nomía, independencia,  libertad,  democracia,  sson 
fanes  de  una  mi^ma  cosa,^ — el  fondo  y  la  sustan- 
cia del  gobierno. 

Bolo  por  un  milagro  puede  un  pueblo  dar  con 
gobernantes  que  le  manejen  sus  cosas  como  la^E 
manejaría  él  mismo.  Lo  que  está  en  la  natu- 
raleza Haca  del  hombre,  es  que  sus  administra- 
dores  atiendan  mas  á  su  negocio  propio,  que  al 
del  pueblo  que  los  ocupa,  si  no  hay  quien  les 
estorbe, 

Pero  esta  participación  vigilante  del  pueblo, 
en  la  gestión  de  sus  negocios,  supone  una  con- 
ilición  preeisa,^ — y  es,  que  el  pueblo  entienda  sus 
negocios  y  tenga  los  medios  de  gobernar  sus  co- 
sas públicas. 

Así,  un  pueblo  inteligente  y  capaz,  es  la  con* 
dicion  de  un  gobierno  libre.  Ño  hay  señorío  de 
sí  mismo,  no  hay  libertad,  sin  la  posesión  de 
derías  condiciones  materiales  y  morales  de  auto- 
nomía. 

Una  nación  supone  desde    luego  un  territorio 


—  639  - 


'liabitable   y  capaz,  accesible  por  su   geogiafia 
las  demás  naciones   con  quienes  forma  íaniilia  y 
sociedad. 

No  basta  tener  un  territorio.  Es  preciso  po- 
seerlo. No  se  posee  si  no  es  practicable  en  toJo 
sentido,  y  si,  por  esto  y  por  la  densidad  de  su 
población,  el  pueblo  no  está  presente  en  todos 
los  ángulos  de  su  suelo. 

Así,  los  caminos,  los  rios  y  canales,  la  po- 
blación continua,  son  las  primeras  bases  materia- 
les de  la  existencia  de  una  nación  soberana  ó 
libre. 

Esta  doble  conquista,— la  viabilidad  y  la  ^o- 
6/acío/i,— forma  parte  de  su  civilización  material, 
no  toda. 

Es  necesarioj  además^  ser  rico  para  no  depen- 
der sino  de  sí  mismo,  esto  es,  para  ser  libre. 

Pero  la  riqueza  no  es  instrumento  de  gobier- 
no   libre,  sino    cuando  es   producto  de    nuestro 
trabajo.    La    que  nos    viene  sin   trabajo,  es,  de 
ordinario,    instrumento  de    inconducta,  es   decir, 
de  mal    gobierno. — Por  qué   razón?— Porque   laj 
riqueza  que  nace  del  trabajo  supone  intaligenciai 
y   voluntad    firme^    tiempo    bien  empleado,    vida 
ocupada,  liábitos    de    orden,    de   economía  y  dñá 
ahorro,  que  es  la  previsión  y  el    dominio  de  los^ 
propios  apetitos,  que  es    toda    una  virtud    com* 
puesta  de  otras  muchas.   El    trabajo   es  incapaz 
de  esos  resultados  cuando  no  es  inteligente. 

El  tivibajo  se   llama    inteligente  cuando    sabe 


15»*^ 


—  r.io  - 

proUiuir    toiius  los  objetos  uecesanos  al     hambre' 
vivilizailo  un  los  tres  ramas  en  que  la  riern  5a   l«i 
dividej — imlustria^  agricultura,  camercir 

El  trabajo  ele  este    rango  supone  en  ^u  auxi 
lio  un  gran  desarrollo   íie  las  ciencias    físicas 
morales,  de  las  artes  y  de  la  legislación. 

Tales  son  las  condiciones  del    gobierno    de  »i 
mismo,    es  declr^   del  gobierno    libre    é  indepen 
íliente,  qne  es  el  solo  medio  de  gobernarse   bien. 

Este  gobierno,  y  las  condiciones  esenc ¡tiles  de 
su  existencia,  en  que  consiste  la  civUhacion^  fue- 
ron el  objeto  tenido  virtualmente  en  mira  por  la 
revolución  de  América,  que  sacudirf  \n  autoridad 
de  España  en   1810. 

Perú  no  basta  amar  la  libertad  pcua  í^er  iioie, 
como  no  basta  amar  la  plata  para  ser  rico;  ni 
basta  proclamarse  libre  para  serlo  en  realidad, 
como  no  basta  proclamarse  rico  para  tener  for- 
tuna y  dejar  '1-^  -^r  pobre. 


La  revolución  ha  conseguido  sns  miras  y  obje* 
to?  Poseen  los  pueblos  de  la  América  antes  ea 
fióla,  todas  las  condiciones  del  gobierno  libre  en 
busca  del  cual  hicieron  su  gran  revolución  hace 
cincuenta  años? 

Ningún  hombre  honesto  que  conozca  el  respe- 
to de  sí  mismo  y  de  la  verdad,  se  atreverá  á 
sostener  que  los  paísies  de  la  América  del  Sud, 
tienen  tantos  caminos  de  fierro,  tantos  canales, 
tantos  brazos  y  población,  tantos  capitales,  tanta 


íUl 


inteligencia  y  capacidad  industrial,  tan^comef 
cío,  tanta  marina,  como  la  Inglaterra  y  los  Esta- 
dos Unidos^  que  son  los  países  que^  al  par  de 
esas  ventajas,  practican  el  gobierno  de  sí  mis- 
mo, es  decir,  el  buen  gobierno,  el  gobierno  libre 
en  lo  iiiterior  y  exterior,  de  un  modo  pleno  y 
regular. 

Desprüvist':>s  de  estas  condiciones,  los  pueblos 
de  Sud-AmáricH  han  intervenido  «í  tomado  la 
gestión  de  sus  negocios  propio <,  desde  1810,  por 
ausencia  total  de  todo  gobierno  regular,  ó  por 
la  incapacidad  de  éste,  asiniilable  á  la  ausencia, 
— cuyo  régimen  ha  constituido  un  estado  de  anar 
qma  mas  á  menos  declarado  y  permanente 

E^e  modo  calamitoso  de  intervenir,  en  que 
el  pueblo  no  es  realmente  señor  y  soberano  de 
sí  misino,  solo  ha  cesado  cuando  el  gobierno  se 
ha  po>jesionado  de  todos  los  poderes  públicos,  exclu- 
^  yendo  de  su  gestión  al  pueblo  mismo.  Entre  la 
anarquía  y  el  despotismo,  los  pueblos  de  8ud- 
Aniérica  han  vivido  y  viven  en  una  condición 
que  se  caracteriza  alternativamente  por  la  ausen 
cia  del  úráeit  y  por  la  ausencia  de  la  Hbertail, 
dos  cosas  que  no  son  sino  el  gobierno  conside- 
rado bajo  dos  aspectos. 

Esos  paises  no  alcanzarán  el  gobierno  de  sí 
mismo,  es  decir,  no  serán  libres  en  el  verdadero 
sentido  de  esta  palabra,  sino  cuando  posean  las 
condiciones  esenciales  del  sejffjhvernmvnt,  que 
hemos  enumerado  mas  arriba.  Tero  esto  no  es 
resolver  la  iliticultad. 


—  M2  — 


^aia  lleg^ar  hasta  ese  punto,    algnn    groMer 
es  indií^pensalíle.  Si  no  es  el  gobierno  rte  sí  mis 
rao,  ¿cual   será  el  rarácter    esencial    de    ese  go- 
bierno transitorio  de  preparación  y  forraaciou? 

Será  un  gobierno  qne,  en  virtud  de  la  indi 
pentlencia  irrevocable  que  le  han  creado  lo**  intere 
ses,  las  necesidades  y  los  ^ticesoa  (?)  de  ambos 
mundos,  e'uaiie  del  pueblo;  pero  que  gobierne 
con  íiolo  la  intervención,  de  parte  de  e.^te,  qiie 
sea  indispensable  para  íoriuíir  su  educación  prác- 
tica de  gobierno  propio. 

Es  el  gobierno  de  preparación  y  de  edtM  ariun,' 
tanto  en  el  hombre  como  en  el  ¡uieblo  libre. — 
La  libertíul,  en  este  caso,  es  externa:  consiste 
en  que  el  país  no  depende  de  otro  país  ni  couiq 
colonia,  ni  como  país  protegido. -Se  reduce  á 
independencia,  como  en  el  hombre  comiste  en 
no  sai-  esclavo:  la  tutela  es  un  desmentido  de  su 
libertad. 

Kn  cuanto  á  lo  interior,  la  soberanía  popular, 
solo  debe  probar  su  existencia  por  una  delega- 
cion  franca  y  extensa  en  gobiernos  que  lo  Íx<igan 
todo  pai'a  el  pueblo,  poco  con  el  pueblo. 

Tal  es  el  carácter  del  gobierno  que  conviene 
ú  la  condición  presente  de  los  pueblos  indepen- 
dientes de  la  Améj-ica  del  Sud. 

Ksencialmente  transitorios  y  preparatorio??,  son 
gobiernos  de  orden,  preparatorios  de  los  gobier- 
nos  libres.—  8u  misión  se  reduce  á  la 
('ion   *1(*  1m^  condiciones    que  lo^    nni^\ris 


—  643  — 

necesitan  para  ejercer  el  gobierno  de  sí  mismos 
en  toda  su  extensión. 

Pero  coirio  la  posesión  de  esas  condiciones  debe 
un  día  poner  fin  al  reinado  de  esoi  gobiernos, 
no  es  natural  que  ellos  se  apresuren  á  hacer 
qne  el  pueblo  los  adquiera  prontamente. 

La  garaniia  contra  este  inconveniente  natu- 
ral, es  i]ue  el  pueblo  desde  ahora  se  reserve  una 
parte  en  el  gobierno  de  sí  mismo,  es  decir,  una 
discreta  libertad.  Ahora  veremos  en  qué  forma 
será  instituido  este  gobierno. 


Pero  ¿cuál  es  la  ley  de  formación  y  de  adqui- 
sicion  de  esos  elementos,  ya  indicados,  para  la 
posesión  de  un  gobierna  Ubre,  y  de  donde  los 
obtendrá  la  América? 

Si  todos  los  Est^^los  que  forman  la  América 
del  Sud  carecen  de  esos  elementos  en  el  mismo 
grado,  es  evidente  que  no  deben  esperar  recibir 
los  los  unos  de  los  otros.  El  Perú  no  dará  po- 
blación al  Plata]  Chife  no  dará  fábricas  á  BoH- 
via,  ni  BoUvin  dará  al  Puraf/im//  los  capitales  que 
éste  necesita;  Venezuela  no  hará  los  fe rro- carriles 
de  Nueva  Grana  tía,  ni  esta  repiildica  hará  la 
marina   del  Ecuador, 

Si  todos  esos  Estados  deben  recibir  de  Europa 
los  elementos  de  que  carecen  y  necesitan  para 
completar  su  independencia  y  consolidar  la  libertad 
que  í nerón  objeto  de  su  revolución,  el  sistema  de 
gobierno  que  les  conviene  será  el  que  mejor  les 


—  IS44  — 


sirva  para  ^car  de  Europa  y  acUmaUr  •»«   Ami 
rica  esos  elementos  de  su  ciTitizaciaii. 

Para  atraer  á  la  Eorotja  neoeataa  inspirarle 
cotitian^a  y  guaran  tí  ríe  la  ventaja  de  la  f^^uridad 
á  que  tiene  derecho  todo  extranjero.  Sut  pobla- 
clones,  uin  capitales,  sus  indastriai^  na  ¡se  ítbiíü^* 
darán  al  suelo  americano  si  no  encuentran  alK  la 
posibilidad  de  desáarroUarse  y  pro^rar  en  ^^^ 
mo  en  Enropa. 

No  lo  podrán,  cieitamente,  mientras  no  haya 
4Ír4len  y  paz;  ó  su  presencia  en  la  América  anar- 
íjuizatla,  no  será  sino  fuente  de  perjuicios  y  que* 
relias  para  los  gobiernos  de  ambos  mnadod  y 
pitra  los  particulares  mismos, 

Pero  la  paz  y  el  orden  no  pueden  existir  don- 
de falta  un  gobierno  capaz  de  protejerlos:  es 
decir,  un  gobierno  de  órden^  predecesor  y  prepa- 
latorio  siempre  del  yolmno  lihn\ — Vn  ffobii\ 
de  orden  no  es  otra  cosa  que  nuf/obierno  fue¡ 
y  este  es  el  gobierno  que  reclaman  las  nec^^sidades 
presentes  de  los  Estados  de  la  América  que  han 
sido  colonia?*  de  EspaAa  hasta  principios  de  esít 
>¡gIo. 


Pero  la  fuerza  del  gubiernij  Jepruijc  a»?  d( 
rondicione-í  de  formas  conocidas,  á  saber: — en  bi 
interior,  de  su  ceidralizacim  y  sn  inainovibilidad; 
vn  lü  exterior,  de  sus  conexiones  y  ligazones  con 
io^  poderes  <:íipaces  de  dar  fuerza. 

liH  centralización    es,  en  el  orden  político,  Ifl 


—  645  — 


tjue  la  condensación  en  el    físico:   ella  dá  al  va- 
por el  poder  que  mueve  al  mundo. 

Para  el  poder  de  un  dia,  no  hay  dia  de  m;i- 
fiana,  no  hay  porvenir;  no  hay  sino  presente. 
Todo  lo  que  no  puede  crearse  en  un  dia,  está 
Tuera  del  poder  de  sus  creaciones. 

Tampoco  tiene  idea  del  espacio  un  poder  mo- 
mentáneo, porque  la  distancia  implica  tiempo;  lo 
que  no  está  en  el  lugar  que  pisa,  es  como  no 
existente. — Es  decir,  que  no  hay  vida  de  iradi- 
eion^  ni  vida  exterior^  para  el  poder  que  no  es  es- 
table. 

Estas  condiciones  de  fuerza,  faltan  á  los  go- 
biernos de  los  nuevos  Estados,  desde  que  se  eman- 
ciparon del  gobierno  espailol ,  y  por  causa  de  esa 
emancipación.  Las  perdieron  en  precio  de  la  in- 
dependencia. 

Las  hablan  poseído  en  calidad  de  países  acci'- 
sorios  de  la  España,  cuyo  gobierno,  que  lo  era 
también  de  América,  era    central  y  monarquistn 

Haciéndose  independiente  de  Fspafia,  la  Améri 
ca  perdití  la  centralización  política  de  su  gobierno 
local j  que  era  accesorio    de    la  centializacion  de 
an  gobierno  europeo;  y  llevando  la  independencia 
hasta  el  aislamiento  |jolltico  respecto  de  la  Euro* 
pa,  poi*  una  reacción  natural  contra  la  vieja  de- 
(lendencia   ilimitada  y  absoluta,  en    lugar   de  un 
solo  gobierno,  tuvo  quince  gobiernos  independien 
tes  de  España  y  entre  sí  mismos.     Y  cada  uno 
de  estos  gobiernos,  renovándose  á  menudo  por  su 
[loderna  constitución,  y  perdiendo  por  'ihí  n\  es 


-  MS  — 


tahilíilad  traílicional,  junto  ton  k  base  eomon 
«lU  antigua  centratis^rion,  (tenlti  cambien 
Ofio  siiü  condicionen  interiores  de  ñierza,  y  ^ 
dividió  á  mtnndü  en  tantos»  gobiernM  ^ 
como  provincias,  rayendo  aárf  la  América  en  una 
especie  de  fe  tu/al  imio,  consagrado  en  nombre  dd 
eisicmu  fmkraí,  por  hi  revolución  degenerada 
Imstiirda,  entendido  y  aplicado  al  revé»  del 
ralÍBino  íle  lo8  Estadios- Unidm  deT'  M 

El  sistema  que  en  la  América  del j.    *. 

el  gobierno,  dejc>  á  la  América  del  Sad  sin  gobif 
no»  eficaces. 


Qué  alianzas  suplieron,  entre  tanto,  i  la  auai^n 
cia  d(íl  poder,  «lUC  la  autoridad  americana  peitli<| 
con  el  apoyo  de  la  autoridad  de  la  Metrípoli? 
La  de  tinas  réjnUdicas  con  otras,  lo  cual,  siendo 
la  alianza  de  la  debilidad  con  la  debilidad,  no  po- 
dra ser  manantial  de  fuerza  ni  de  elementos  de 
[loder  (íficaz: — unión  y  alianza  imposibles,  porque 
faltaban  lo^  intereses  comunes  que  son  la  razón  de 
ser  y  el  alma  de  todas  la^  conexiones  (?)  sólidas 
en  política.  Lo?*  gobiernos  escnben  las  alianzas^ 
las  cosas  las  hacen 

lios  nuevos    Estados  olvidan  que  cada   uno  de 
ellos,  en  lo  pasado  y  boy  mismo,  vivieron  y  viven 
en  comunidad  indisoluble  de  intereses  con  la  Eu-_ 
ropa,  y  no  con  la  Amt^rica;  que  los  aliados  y  af 
yos  naturales  de  su  poder,  son  los  países  int^re-' 
irados,  al  mismo  título  y  en  el  mismo  grado  que 


ellos,  en  su  paz  y  segiuidaii  interior;  no  !as  que 
mas  bien  sacan  provecho  de  sus  disturlvios.  Cómo 
puede  perder  la  Inglaterra  menos  (jue  Montevi- 
dea,  cuando  se  trastorna  el  orden  en  la  República 
Argentina? 

Luego  es  la  Europa,  cuyo  desarrollo  y  progreso 
comercial  é  industrial  en  América  constituye  el 
progreso  y  el  desarrollo  de  la  América  misma  in- 
dependiente, el  manantial  natural  de  las  conerio^ 
nes  (?)  por  las  cuales  obtendrán  los  gobiernos  Sud- 
Americanos,  las  condiciones  supletorias  de  fuerza 
y  de  estabilidad,  (]ue  no  tendrán  por  sí  solos, 
mientras  falten  asu^  pueblos  las  condiciones  esen- 
ciales de  toda  completa  autonomía. 

Solo  en  la  alianza  y  unión  con  Europa  hallarán 
los  goluernos  de  América  los  elementos  de  la  fuer- 
za y  poder,  que  los  haga  capaces  de  sostener  el 
onlen,  que  interesa  á  la  Europa  lo  mismo  que  á 
la  América,  en  los  Estados  del  nuevo  mundo. 

No  volverán  á  encontrar  las  dos  condiciones  de 
poder  serio  y  eficaz  que  tuvo  el  gobierno  colonial, 
—la  ceHtralizacími  y  la  inamovibiUdad, — sinoerr 
la  misma  fuente  externa  y  trasatlántica,  es  decir, 
en  el  sistema  de  gobierno  á  la  europea  y  en  sus 
relaciones  libres  con  la  Europa  libre.  Por  gobier- 
no á  la  europea,  no  entiendo  el  gobierno  monár- 
quico, sino  el  gobierno  crntyaluiuh  é  mamuiihle, 
sea  cual  fuere  su  nombre  á  su  forma  externa. 

Estas  relaciones  entre  Europa  y  América  ni» 
serán  ya  de  la  misma  naturaleza  que  antes.  Los 
nuevos  vínculos  tendrán  por  base  inevitable  y  esen- 


cialj  la  indepeii«lt;ncia  de  la  Amei  u:a  y  la 
nía  de  sus  pueblos.  Bien  qne  enfernnzo^  y  en* 
clenqnesy  los  gobiernos  de  América,  como  instit li- 
ción moderna,  son  indestructibles,  porque  gu  exis 
tencia  es  obra  inevoeable  de  la  civilización  de 
los  dos  mundos  Pero  como  no  les  basta  vivir,  si 
no  llenan  su  destino,  fuera  de  lo  cual  son  gobier 
nos  de  transición  aunque  sean  nacionales,  su  deber 
es  buscar  los  medios  de  llenarlo  y  de  merecer  su 
existencia. 

Felizmente  el  derecho  internacional  o  de  gentis 
conserva  el  secreto  de  unir  y  enlazar  los  destinos 
de  las  naciones,  d^^jando  entera  la  independencia 
de  cada  una,  como  la  anidad  de  un  estado  bien 
organizado  no  excluye  la  libertad  de  cada  ciuda 
daño. 

Incorporar  de  lleno  á  la  América  independien 
\%y  latina  ó  europea  de  origen  y  destinos,  en  el 
dominio  del  derecho  de  gentes  europeo,  que  ella 
ha  admitido  proclamándose  libre  y  soberana;  e^ 
el  ánico  medio  de  salvar  su  civilización  y  de  ase- 
gurar los  resultados  de  la  revolución  de  s:i  inde- 
pendencia, que  han  quedado  estériles  hasta  hoy, 
en  cierto  modo,  y  que  están  amenazados  de  inaca- 
bable  instabilidad. 


Pero,  paia  que  Eiuopa  admita  en  la  familia  de 
sus  gobiernos  civilizados  á  los  gobiernos  de  Sud- 
América  y  consienta  en  extender  hasta  ellos  los 
lieneficios  de  la  solidaridad^  que  mantiene  y  prcK 


i'A'J  — 


tege  la  existencia  de  los  gobiernos  secundarios  tle 
Europa,  es  natural  que  no  lo  haga  sin  condiciones, 
ilirigidas  á  preservar  esa  mancomunidad  de  todo 
incouveniente  para  ella.  No  es  natural  que  la  Eu- 
ropa monárquica  se  decida  á  apoyar  cod  su  acción 
moral  decidida  la  existencia  de  gobiernos  que  afec- 
tan una  forma,  que  para  ella  es  una  amenaza  y  un 
peligro.  Lo  natural  es  que  ella  crea  que  el  orden 
y  la  paz  no  pueden  ser  protegidos  y  conservados 
en  América,  sino  por  la  misma  clase  de  gobierno 
á  que  deben  su  mantenimiento  en  Europa. 

Pero  ¿es  conciliable  con  la  alianza  ó  liga  con 
Europa,  la  existencia  de  gobiernos  americanos  na- 
cidos de  una  revolución  contra  una  nación  euro- 
pea? La  independencia  y  los  principios  de  la  re- 
volución de  Sud-América  ¿son  compatililes  con  la 
íbrma  de  gobierno  dominante  en  los  Estados  de 
la  Europa? 

He  ahí  las  dos  grandes  cuestiones  cuyo  estu- 
dio fonr.a  el  objeto  de  este  libro. 

Este  asunto  y  el  sentido  en  que  lo  trato  no 
68  nuevo  para  mí  ni  para  los  lectores  de  mis 
escritos  anteriores.— Pero  si  en  ias  Bases  amen- 
canas  de  gobierno  demostré  que  la  América,  euro- 
pea de  origen,  raza  y  civilización,  no  conseguirá 
los  elementos  de  su  vida  independiente  y  de  su 
gi*andeza  tutura,  sino  por  la  via  trasíada  por  los 
Estados  bnidos,—es  decir,  llenando  el  suelo 
americano  de  elementos  europeos;  trasplantando 
i  la  Eui'opa  en  la  América  libre,  antes  que  re- 
pelerla:—abora  me  propongo  investigai"  si  es  po- 


sible  aclimatar  en  América  independiente  la  ci- 
vilización cíh  ia  Europa  liberal^  de  afro  niodo  que 
aclimatando  en  Amiírica  el  sistema  de  gobierno 
que  forma  como  un  etemento  constituido  de  esa  civi- 
lización y  la  garantía  protectora  de  su  desairo* 
lio,  en  cuali|nier  parte. 

Si  la  rellexion  nos  demuestra  que  es  impasible 
establecer  en  América  la  civilización  de  la  Eu- 
ropa de  otro  modo  que  por  el  sistema  de  gobierno 
que  la  bace  florecer  en  Europa,  ¿será  nuestro  de- 
ber negar  t¡ue  ese  es  el  gobierno  que  conviene 
al  logro  del  grande  objeto  de  la  revolución  de  la 
independencia,  que  fué  la  civilización  del  nuevo 
muiKÍo? 

Y  aíinque  la  rqmbUm  federalista,  considerada 
nos  parezca  la  reina  de  las  forma?r 
la  corona  de  las  coronas  mismas; — 
la  mas  capaz  de  aclimatar  en  Amé* 
rica  la  civilización  de  la  líuropa,  que  la  revo- 
lución tLU^o  en  mira;  si  no  es  la  que  puede  darnos  un 
poder*  fuerte  y  nna  paz  sólida,  á  cuya  sombra 
se  agranden  rápidamente  la  población,  la  riqueza, 
el  bienestar  del  país,  ^;tendremos  que  persistir  en 
que  la  república,  tal  cual  hoy  existe,  sirve  á  las 
miras  civilizadoras  y  progresistas  de  la  revolu- 
ción de  América? 

No  rechacemos  del  todo  la  República  si  tanto 
nos  gusta;  pero  sepamos  el  precio  que  nos  cuesta, 
los  obstáculos  que  nos  suscita  y  las  reformas 
que  la  harían  mas  ütil  pura  laí*  miras  de  la  re- 
volución. 


en  abstracto, 
de  gobierno, 
si  ella  no  es 


—  651  -- 


La  República,  en  abstracto,  es  el  ideal  del 
gobierno;  es  el  gobierno  de  los  Dioses.  Pero  pre- 
tender gobernar  como  los  Dioses^  es  un  poco  in- 
modesto, para  hombres  que  mas  viven  como  dia- 
blos. 

No  olvidemos  que  en  la  realidad  de  la  vida 
americana,  la  Repiíblica  es  BuHvia,  es  Venezue- 
la^ es  Nicaragua^  es  el  Períi^  es  decir,  el  mar- 
tirio de  los  pueblos,  el  tormento  de  los  patrio- 
tas, según  las  palabras  de  Simón  Bolivar,  que 
tenia  derecho  á  juzgar  de  ese  modo  su  obra, 
pues  á  él  debe,  en  gian  parte,  su  existencia  la 
república.  Esa  es  la  clase  de  república  de  que 
hablamos,— no  de  la  república  de  Platón,  ni  de 
las  repúblicas  de  lo  i  Estados  Unidos  de  Amé- 
rica y  Chile,  cuando  señalamos  los  inconvenien- 
tes y  obstáculos  que  esa  forma  opone  á  lo>  pro- 
gresos de  la  civilización  de  Sud-América. 


1867 


Los  experimentos  realizados  en  las  dos  Anit^ri- 
cas,  desde  1862  á  1867;  las  cuestiones  de  Esfa- 
dús  Unidos,  Méjico,  fMJe,  Perú,  Brasil,  etc.,  han 
modificado  profundamente  mis  ideas  en  la  materia 
de  que  se  trat^  en  los  siete  libritos  manuscritos 
que  preceden.  El  que  ju2gase  por  ellos  de  mis  ideas 
actuales,  se  engañaría  totalmente.  Creo  ^ierapre 
que  la  civilización  de  8ud- América  no  ha  de 
ser  sino  la  civiUzacíon  de  la  Europa  aclimatada 
en  esa  parte  del  Nuevo  Mundo,  pero  dudo  que 
esa  aclimatación  envuelva  la  del  gobierno  monár- 
quico, como  elemento  de  la  civizacion  europea. — 
Felizmente,  la  monarqma  no  es  el  gobierno  d  la 
europea^  mas  aclimatable  en  Sud-América  que  el 
gobierno  á  la  Norte-Americana,  copiado  como 
Méjico  y  Buenos  Aires.  ^^* 

U)  Reproducid íií>  textualmente,  las  núta¿  o  a/tuntcs  que  pre- 
í?^den,  no  son,  naturalmente,  el  libro  que  el  autor  proyectaba 
y  babría  dado  á  luaL 

En  lo  nota  Onol,  que  lleva  ni  frente  la  íechí>  *>*»  rfS?.  non  Ib 
que  viene  á  quedar  rerrada  esta  serie  de  sn  -.  snbre 

el  ííobierno  en  SuU-Ajnóncn, — al  dclrirrir  In  n  n  pro* 

duotda  en  »us  ideas,  repceto   de  lu  proctí.»aUi...,.-      .+   la  mo 
narquiá  en  el  nuevo   coiitinonl*,  está  vti   .señniando  la  parte 
lie  ellos  quo  estaba  destinada  i\  desftpareí*rr  en  In  redrít*oion 
definitiva. 

El  sentido  y  aleam^e  de  esa  moditieacron  confesada,  estfi 
mas  de  manifiesto  en  el  índice,  formulado  posteriormente»  A 
<*ontinuoLM(Mi  délo  nota  final,  y  con  arreginal  runf  fffhf'n  srr 


—  654  — 

reda€t.atWmTWo!^^n  el  so  ir  .  r  rpo 

mendafiones  del  gobierna  fur-  ,^o- 

mo  él  (Hee»  que  conviene,  en  ^  .        .     ,      .    ,,  :  ..  .  ; .íí,jíi,— 

Es  !o  mejor  eonstnneia  de  las  idcns  on  que  se  nUnnaba;  rtizon 
que  nos  híi  indu*'ido  á  pubticíjrlo  íntei^ro. 

Y  eiitm  nota>,  se  dini»  en  quoesláii  c»ontenidas  las  ideas  que 
el  autor  iiabrin  nbnndonñdo,  A  estnr  rt  su  de<^larüí»ion,  no  hu» 
biern  sido  mejor  el  suprirnirlnísT— El  lector  dinereto  verf\  que 
nó;  c'Oino  lo  nemos  ¡ui^uáo  nosolros  que,  en  ur>n  seteceíoa 
masó  menos  arbitrtihn  y  ef  de^iroxo  eonsiíruiente  del  trabajo 
original,  nos  habríamos  $níi<lo  de  nuestro  pape)  pnra  tomur  el 
de  colaboradores. 

Por  lo  demás,  y  por  mueho  que  e>03  jui«M        *       '  *on 

loí^onínioncÑ  domlniuites  entre  los  republí  -oí:  -^.^ 

no^  Ijn  pnreeido.  que  no  doljinrt  quedar  ignoi  ,  ^ ....ár- 
mente IratúndOi-e  de  terans  sobro  (os  euñles  no  se  ha  djeho 
aun,  ni  se  dirá  pronto,   la  lilÜnuí  palabra. 

Hay  en  ese  mentido,  lanío  que  (fecir  todavía,  como  que  hacer 
en  este  nmndo  nuevo,— por  rnos  que  no  falte  en  él  quien  ci*ea 
que  el  arreglo  a<'iunl  de  las  tvi&ns  de  Aiiv  •  '•'  ^^^i  ^-uonto  á  su 
geografía  y  a  la  forma  poUlien  de  sus  l  es  deílnilivo 

y  sin  enmienda,  por  los  siglo •;  de  los  s>^  t\) 


índice  de  las  ca[iitulo«i  y  párrafos  en  el  ¿rden  de  lo§ 
euules  será  redactada  la  materíri  de  esta  obra. 

DEDICATORIA 

A    L\  MEMORIA  DE    BeLGRANO,  SaN  MaRTIN, 

Bolívar,  O'Hicgins  y  todos  los  héroes  de  la  revoliu  Hi^ 

DE    la    independencia. 


PREFACIO 

CVPÍTULO     I 

La  revolución  de  8ud- América 

%  1— La  revoluí'ion  deAméricües  un  luovimieatodeeivÜiJta- 
eion  eristiana  y  europea. 

§  2— Narída  en  América  de  causas  generales,  t-Ti  :  -'  ;Hon 
es  un  beneíl'"io  universal,  un  interés  del  género  I 

é  H— Como  eonquii>la  de  la  civilización  moderna  i  íjíOO 

americana  es  irrevoeoble.  Tenlnr  contra  sus  re»uitndo©  e» 
ultrajar  el  derecho  y  ía  civilizacioD, 


—  655  — 


__"jft4 — Ong^enes  en  parle  europens  ríe  In  revolución  íte  In  Íhhj- 
"^Mttncifl  iiineri<*nnn. 

I  5— índole  >  tenfJeiicifts  i^eneralcs  y  eui*opeÍ¿Uis  de  In  revo- 
lución de  Suij-AiiitMí«n.  Ser  Indept^ndientú  fué  para  eJIa  Ira- 
Inr  í^oii  torta  Rut  opa 

§  fi-^Kl  gobierno  ooloníñl  eí»pono!  suí*tímbió  porque  contra- 
naba  es[\  ley  áty  h\n*e  tnteivurío  entre  erubos  mundos. 

§  7— Esfl  lóy  es  la  base  v  fondicion  de  todo  í^obierno  estable 
en  Sud  Anióricfl. 

§  8— Las  miras  «•ivibznfífm  tif*  In  revolución  esbín  paraliza* 
dafí  en  la  AmiTU-n  nnte> 

§  y— Inc'onvonieíae>i  y  ] 
pío*  y  suerte  de  ML'jk»b  \    jv 
cinos*  mas  poderosos. 

§  10— Es  í'alu miliar  la  revolución  el  pretender  ijuc  su^í  Bran- 
des miras  c^íím  «cumplidas  y  «pie  la  anluaUdnd  sfn  lodo  lo 
quei»us^fó. 


e?e  estado  de  eosa^.  Ejem 
r.a,  arnena7.ado6  por  sus  ve- 


CAPITÜLO  II 


Condiciones  naturales  del  gobierno  que  e.in viene  al  logro  de 

las  rnirasde  lO  revolución. 

I  1.— La  revoíuí^ioii  busí^ó  ín  tMvdi7-ncJon,  que  era  su  objeto, 
por  bicreaoion  de  un  gobiernri  iiídependiente 

§  2,~Condi**iones  iH-oesarias  y  pnii<íit»ios  eseo'-'íales  del  ffo- 
bierno   n\  Un  deservir  íi  la»  miras  de  la  revolu^iíon, 

I  3.  — Todo  gobierno  que  las  respete  y  sirva  eá^obit*ruonme- 
Picaño  y  leeítimo  bijo  de  la  revojui'ion 

f  4.  I,M  rcvoiurion  bUí^íVi  la  bhertad  por  el  esta bte-^í miento 
fie  un  Gubierno.  Ser  libro  es  iíobcrnarse  por  si  mismo.  Sin 
gobierno  la  libertad  es  imposible 

§  5.  Lójos  de  busear  la  anarquía,  ta  revolueion  luvo  por 
objeto  escapar  de  ella  fíor  lu  institución  de  uní^obíorno, 

§  O,  Lo  revoíuf»ion  no  ba  creado  todavía  de  un  modo  defi- 
nitivo el  gobierno  necej^ario  h  las  miras  de  la  revolución, 

§7,  Sin  la  existeiK'ia  de  gobiernos  fuertes,  las  miras  de  la 
revolución  quedaran  estacionarias. — El  peUgro  de  Sud-Anié- 
i'ica  no  es  la  pérdida  de  su  iadependencio,  sino  la  pérdida  de 
HU  tiempo, 

§  8.  La  libertad  en  Sud-Amérlco  necesita  gobiernos  fuertesj 
en  Europa,  lo  con  Ira  río, 

i  tí.  iZn  el  golti€»rno  busccl  fa  revolución  uneumtjtode  prin- 
cipio, no  de  forma;  un  gobierno  nuevo,  no  una  forma  nueva 

I  IlL  liusr'ó  por  el  í^obierno  un  imevo  ri>sr¡mcn  de  unión 
con  Europa,  para  nlcnn/ar  ma»  pronto  la  c  vili/a^jon  tenida 
e.i  niinu 

§11.  Ley  según  la  cual  se  deisarroUa  la  civíli/acion  en  Sud 
Am*>r»ea.* 

i  12.  [m  forrr.acíon  de  un  irobierno  libre  rorn o  elemento  de 
civílixncton  no  esUi  exenta  cl'j  esa  ley. 


—  6^  — 


CAPITULO  ni 


De  iñ  unton  de  los  E^^lArlo^  de  Sud*Aménca  con  ta  Eor&pa. 

como    fíV'*^"'''^"''"^     '"     '"Vlll/M,.,,-...       mir*     Ir.    *.r..T.jM.*,r.t.      t,,^-r.    ««      rt,í|^ 

ropn  que  v'U^uiiió  er^i  8U  eoionm* 
fi  i.  Presetícia  de  la  Europa  en  tfi  .%niéririi  del  Su 
4.  I      '    -  ^      M'Jio  en  que  viven  los  EsUi'in*  inae- 

'O. 

t  los  c:tnUnented  Jejos  de  repararlos: 
Aftiisritiu  fio  »on  dos  mundoSk,  sino  míÍAcle9  de  ocio 


pend 

Eui-o^  y 
ftOlO. 

§6.  Soíi  í'iijmv  ^  .,  i*anünentes  qoe  hnn 

f oriundo  uíui   fn 

4*,  Puode  EuK-,  .  v.-i.,  ...  ,:  ..i.iOnea;  parn  AiiiéHcaí 
lio  hay  do8  Euro  mis 

i  H.  Nuestros  innies  son  nuestra  oUrn,  no  de  lit  Kuropa.  Lo& 
peligros  de  lo^  CsUidos  de  América  están  eiiJ  Amorioa;  ea^ 
irnrfiuiUis,  en  Guropu, 

§  O,  l/)5  ndversíirios  de  \n  unión  r-on  P  —  -  - 

i  lü,  Ln  aversión  /i  la  Kuropa  y  ni  e\  no  e«  ame- 

ricniíismo.  sirvo  reáahin  de  la  nirsidunit  ;  üinl    ea  decir, 

noJ-riinericnriisino. 

til.  r.o^  restados  Unidos.  eJ  Cfiuad^  y  el  Brasil^  son  lo 
prut  ba  liislr^rÍL'a  aincñAda  déla  doctrina  ife  este  napllulo. 


CAPITULO  IV 

Cürilinua4*iorj  del  mismo  a?5unto»  La  doinnmiíion  pusMdn  no 
t»4*  OfiOtic  i'\  la  unión  de  Am(íri<*a  con  Europo  bajo  la  hase  de 
ln  |il»«»rtatL  EsLa  unión  o»  hov  la  bn^c  del  poder  y  de  la  Su* 
depcrndenííla  de  lo?*  Estados  Sud-Amerionnos, 

*f  1.  La  initepcfidoncin  de  Amóricn  e?  ur»  ínloro^  europeo, 
g  2*  Cooperación  y  apoyo  d^»  la  Europa  en  su  ndquUunon. 
i  9.  La  Europa  es  la  salvaguardia  de  la  independencia  Ame- 
ricana 

^  A.  Solo  Ta  unimí  con  Europa  |m:  "  virios  flne^  de  ci- 
ViítaMcioii  í|ue  la  rcvoJ»í'*l»>n  tuvo 

ifi.  La  indcpenienini  no  es  el    íj    ,  i .iu*.  liada   índepeu 

dencin  rii-nc  porhmite  y  «fioyo  atnsdeíná?. 

i  (V  Eni^riindecer  la  Atni^rica  es  innuriilarta  de  elementos  611- 
ropf^ns  Ejemplo  de  etlo:  los  Balados  ünldOi.  el  Canadá,  el 
nrníiiK  Cbilcv 

^  7,  Ln  Atni>ri'*a  cvili/.adn  no  e.s  mas  que  la  rnm  de  la  Eti* 
ropa  t»§tfil>lc«*ÍÉla  en  el  nuevo  mundo. 

I  ^  Lo*  Estados  Unidos  no  son  superiores  á  bis  il*i  Ainé- 
ri^'-a  del  Sud,  §Íno  por  que  eoíj  man  europotstas.  Ln  doctrina 
de  Monróo  esc!  ni  niopolio  anglo-ajon  sos  Huido  al  cspafioL 


--  GñT  — 


mundos. 


y  olijeto^   'le  un  Odngreso  de   amboa 


iJAPÍTDLO  V, 

l>e  fámíi  \n  unión  (te  los  E».lado««  de  Sud-Aniérii*a  eulre 
Hí  «ís  incnpnz  de  sunhr  jV  fn  uníoii  eoii  EuiHDpa  como  medio 
do  lo^rnr  los  finas  ne  «^ivílízn^'ion  que  la  revolución  tuvo  por 
olijelo. 

§  1.  Gnire  los  Estado.^  de  AinéHrtí  antes  e»^pañolii  hay  unl- 
fr»rmidfifí,  peivi  no  rtini-ílíid  n»  uirh>ri. 

4  2.  Nos  iiupii  Ins  nefOisídtvde-s  v  los  ¡nterestis,  no  \a  geo 
^vñíiñ,  Lns  ♦'onexiones  no  se  de*íreUiii  ni  excluyen  arbitra- 
ría rneiile. 

$  3.   Mus  dístn  r»da  renúbtfcn  uno  de  olratque  de  Europa, 

§  i*  Afdíiííonísnio  do  lu  rtipübtictt  d<?  Eslrtdos  Unidos,  con 
jris  repúlilii^ñs  do  fíri^ren  e^ptinoL 

*  5.  At((jigo:knio  du  la  AiUtlM'k'ii  riate^  portuguesa,  con  la 
Aiuórien  hí  e;^  espíinolíi. 

'^  *»;  Líi  unión  de  toda  Amóncíi  cj^  inipraolicable  En  qné 
gontido  <?s  príitílíoüldfi  \t\  unión  pniviiil  y  mleotívft, 

§  7.  No  pu»?don  darse  un^isá  olra*  fiOld«i'ion,  capitales,  mn- 
fifiii,  indiiBirtMs,  í*tí*. 

%  S.  Rusrar  la  fuety.n  imi  Im  unión  de  uurisoon  otras,  esbud- 
cnrín  en  tn  deliilidud  oii'^infí* 

sH.  flndn  Esintio  de  Snd  Aníóri**a  puede  dUpensars^  de  los 
oíros,  pero  no  íle  lii  linropn, 

§  tu.  Prpleiididos  peli^'ros  para  Anióríea  de  los  hijoá  ame- 
fif^nnrisdi*  HUropí*ow. 

I  ti.  Los  E-siíiflos  de  Sud-An»('*inc*a  no  pueden  unirse  cnlre 
W,  í»ino  por  ui«*iliode  Iti  Kuropn* 

f  1  ,  I^ns  Cott^íreáos  AmiM'Kvinos  nMhn  reunidos  de  licoho 
en  la  ooriíis  d«i  Parí**  y  I^»udref^ 

§  !K.  VíiMtís  osfiKMVos  d»*í  Coniírt*so  de  Pin^mA,  eimplo  lie- 
nio^lríioífiíi  <*rmlrii  el  Cotíuriiso  de  In  Snnln  Alíaii/n. 

§  14  tJnirsp  *v»rílr.'i  l'^.urMpM,  ]mvú  alejrtrUi  de  Ainóriría,  en 
urní  i^otdr>i-rf*vr»lu*'ion  on  sentido  i*oioniíiL 

$15.  Aislíit*-'»*  íle  ]a  Kuropacivilaadu  ej^  i-ecolou izarse  en  i'lf' 
nti  inJopiMi«íen<*iíi. 

^  líí.  ui  idea  di»  un.i  unión  nnv?rif*iina  tuvo  !••*  rn/.ovnle  sum» 
II t  priní'ipio  de  lu  ruvoluHon.  Orifren  f:urnpeo  lie  tíi  doelnmi  do 
MiinroL*. 

íl  17.   Tornar  á  l<»s  Estado^lTuidos,  en  lu|¿Hr  de  Im  Ktiropí*, 
íMifiio  írienle  d»?  «'ívíIizimñoii,  esre^'ibir  lo  r¡vdi/,«don  ouronon 
do  ^<4und.-<  HtnnO.  Es  el  inon'»polio  norto  nmerieano  susiitui 
do  al  español. 

i:aPÍTülo  vt 

El  niOfjnr<iuísnio  europeo  nn  n.s  obst/h'ulo  t»nra  Iti  unión  de 
Irt  ArnértonropuMí-víf»;»  «*on  Kvmipri,  l.n  revolución  i«cf»uí)íiea- 
na  iie  Sud  Ain^r¡**a  o*  un  i    Í\r  dt*  Uia  rovoluñones  dr?   tu  Eu- 


§  1.  El  progre»^  Hctuat  ÚQ  laá  repúblicas  de  Sud-Amérlpoi  es 
obra,  en  pn rtí»,  <}r»  fn-í  fTinnnniiiirt«  de  ín  Furnpa. 

fiotititn'  >  en  Amérí^TA  »o- 
bre  los 

§  3.  L  ílfTrtt.Helitf^icíi,  Holanda.  Ilntifi, 

sofi  i'Ori  ^          fiiMPdí^  l«i  revolmnoii  de   Su/!- 

^  4.  Si  In  riííimirquia  tíuro{>en  nf»  e»  objeto  de  ft mor  en  Ama- 
rica,  tnn  ''  t*e  serlo  ileodia. 

§  5    r  •  íV  la  eupopcn  no  eí?  !n  m  orín  muta;  cíí  el  <?4»ii- 

IfiíliaRjc,  ...     il  íi  lii  re[)übltr*n  nii-inn 

§  6.  Europeiziir  ó  í'i.Miiralíznr  los  ¡  rn«*/i.  «s 

darles  lu  cbpaoidfMl  de  ni*li(tmtfir  I»  >pii  en 

Araér¡f»a 

§  7.  Ijii^  íicáualesrelínüfineív  oflxsiiileu  entre  Kuropn  y  Aiueh' 
en   •  "'' ^^  ^  ■  '"'•^  *•'•"■•'   '"  ^^rc  i'n pitillo. 

;  revoluriany  de  foF  gobiernos 

f  y  Eüi*i4>tiizíir,  rí^uLr*4MAHr  io<  \:fybn*rwj>^  de  Sud  \rn6neji 
en  suorj^anizafior»,  «*s  neen-rtríofe  tieítí  fon^tílutNOn  de  los  £8- 
Uid08  UnidoK. 


CAPÍTULO  Vil 


Sí  U\  in4>narquíri  vive  en  Europa  rotle^do  de  iirririque*  de* 
llquíns  moflórquírati. 


le  Sutl  A(néri;ii 


^^  pueblos  de  Suá- 


f  I.  La  mnr^nniuia  c^  •  ,  «ortiern*' 

ÍS  *í  Ueslo?;  Intente-*  le  <5lln  bnjo  ) 

^3.  V'ivt?  pi)  el  órde»  é!Oí*Ííi1  v   «'iv;, 
Atuéfi<'0. 

^  A.  Loque  de  ella  qued*!  en  Ioh  usos  y  tenderirnas  Sud  Ame> 
riratms, 

%  5.  Arranques  inonurquirtoís  de  al^'uno^  textos  y  tradieione» 
de  1h  revolución  de  s    '    ^       -^    ¡ 

4  6.  Eííluvo  en  \t\^  autores  de  la  revolu<?íOfi* 

Opiniof»pfi  de  Snn  Mji  n.  Bolivar,  ele,  etc. 

%  7.  Ln  Europa  es  cau&it  de  que  la  rnannrquiíi  no  exista  en 
Sud-AmtVí^r. 

§  8    M  rites  de  a%'erRÍon  6  \h    nionaniuio   eoire» 

l0»=  Suri 

%  \K  f  ...;..,..  5^,  ..Sí  esos  arronques  históricos  y  tradiciona- 
les podna  sacar  ta  polilicíi  da  Aníérifo,  para  estrechar  sit 
unión  fOn  Europa  en  servicio  de  la  civilización. 


^  r.Mi  ^ 


c^pÍTüi.o  vm 


De  in  forma  ó  ninnera  de  gobierno  mas  t^apo2  áe  unir  n  Sud 
Ainóricfi  con  Euroftn  en  el  intoré»  de   tomarle  \ñ  civilizat'ion 
i|ue  In  revoliMMon  luvo  en  mir«. 

§  L  Kl  gobierno  ñ  In  europea  ó  eentrHÜi^ta  como  medio  de 
e>Umular  en  Huropíi  el  ííobierno  6  \h  Americunn.  — Ln  pa/ un 
Im-*  formes,  fiflni  'servir  al  fin;   In  tibertnd* 

^  2.  iJi  mejor  fonna  e^  I*'  que  mejor  permite  «I  gobienio 
ir  ¿  eu  Mn  de  civiliAOcion 

§  3,  Mo(ivo$$  según  lo»  e.uníej^  se  odoptun  Iob  lorm&s  de  go 
bierno. 

§  4,  No  se  elije,  >4e  rtr»t»pla  In  foríUH  de  >£obierno. 

f  5    Nos  Ifi  ilá  pl  muítílo  011  me<1i(j  del  <*uol  vivimos. 

§  tí.  No  fui^  la  forniH  de  ifohieroo  el  objeto  prin<^ipal  de  la 
revolüíMon. 

S  7.  Toda  forma  es  de  In  revolución  si  i_«ondufe  á  la  Rivilijtri- 
füon  y  i  I  líi  hIjerUid. 

§  8.' Hazone:^  do  interOs  personal  por  nue  la  formo  ha  preo- 
cupado en  Aruépii'í»  ma<  í\ug  el  ínndo  del  gobierno. 

9  í*.  En  tanto  .jue  Sud'A(ni!;ru*;i  no  dé  h  la  í'onloxturo  quo 
«'onvierm  n  las  miriüs  de  <Mvihz«i'ion.  In  revolución  estaríi  sm 
ruíoplir'sse, 

§  10.  Uh  rei»iiblicfl  y  la  monnrt|ulfi  no  son  el  gobienio,  sino 
Jos  maneras  de  ejercerlo 

§  1f  l>u  iorin»  realmente  ameneano  serí^  la  mejor  íiue  per 
nita  aclnnatíir  en  Sud  América  la  civili/atíion  de  la  Europa 

§  12-  Seí%'^  nins  revolucionaria  la  forma  que  mejor  perniitn 
al  gobierno  atraer  f>obl-"»cion  y  riqueza. 

§  L'í.  U»  ífue  d/i  mas  fuerza  y  enlacia  á  la  ftobemnia  na- 
cionaL 

§  ÍL  Será  inas   revolucionaria    Iíi    íorcna  que    mejor  birvit 

Kara  salir  déla  oh^f^uridad  a  la    Vniéricn  del  Hud,  a  su8  hom- 
res»  sus  cosa í>,  ¡suh  cuestiones,  sus  ne^o'-^os. 
%  15.  La  quedéis  los  t^ohíernos  de  Sud-Am  erica  masinflu*  i 
en  Eurr,prt. 

I  J6.  La  quedó  a  bi  repúbli^'n  !a  fuer/a  propia  que  en  vano 
buscan  en  ta  unión  de  unas  i»on  otras, 

§  17.  La  i|ue  nírva  de   antidoto  contra    el    vicio  disolvente' 
llamado  uor  abuso,  sistema  federal* 
I  18.  El  gobierno  americano  á  In  europea,  sm   ser  monar 

auista.     Asnnilu'aon  reciproca  de  las  formas*  de  ambos¿  mun 
os  en  un  tipo  liberal  de  universal  aplicación. 
§  19,  Será  mas  patriota  la  forma  de  gobierno  qu»»  mejor  pre- 
serve á  la^  repúblicas  de    orijBren   e^paiiol,  de  ser  absorbidis 
por  los  vecinos  de  otra  raza  y  nacionalidad. 

§  20.  Seria  en  el  Píala  la  única  forma  capai  de  resolver  sud 
cuestiones  de  medio  siglo  y  oscapnr  o  I  BrasiL 


-  6W 


rApíruLO  IX 


lie  to  ólMáodoaq««  pre^^nU  «.« <<oii«lieion  aotual  de  lti&  He- 
fiÉbUcM  €0  Sod-AtndHe»  j"  m  de  los  rtne»  de  rivUi- 

«MÉOll  qoe  mt  rewékmeMm  m^  unión  t^on  la  Euro|);i<*l- 

liilinéa  j  Ufare. 

I  L  Origen  es|MMiiáii«<>  y  forUiiio  de  In  repatilkii  en  siM- 

f  1.  Obra  (le  las  eo^!%  f^k>  ellii^  pueden  atH^Urln 
9  i.  Ui  refMlblie»    --  f^^v/^.í.f.e,  porqan  es  perfecUL.^  *   ^^> 
[^MT.  suso^ptilile 

t  1.  Es  ffíTTTt^  t5f  rt  irnhtf>rrrr»  mismo.     COina 


fieri 


r-  i<«q  autores  de  In 

.prt  rt»<?j«r  de  AiniTi* 
;    [K^  tl6&|iúú>*A»  ti«*  ftuetie  servirle  pAx'A  Alnhor  Ala 

^1-*«i   pciuf'.l  élé'a  ü  ta  Ami^^riea 
del  >ud  í 

$  $.  rr  ivr>^a  In  pollUi^n  exterior  *t« 

lo:»  nyev 

:».  %!•  l^ajo  goKternO»  itciputiin* 

iei5.  *n  avíiua:  tic  ¡n  Ut?;jübüca  pnríiliui  lo^  ílnes  de 

*     '■  íibsurda  de  In  rrpU* 

í  los  gahíerrias  v  ||i¿: 

f  II.  Aíe|«   )  cx^elüVhí  liiüi  iMKlt-r  ít  I*»»  mas  cup«t*ed. 
5  12,  D«mi  y  perju<títía  til    íT»>*lJto  de  lo^   [luehlos  de  Sitil* 
Ainéríe^  (lor  victos  «pie  no  t«nri  ife  elki4  ^ino  de  su  gobierno 

§  13,  lin  eí  Piala  exeiuye  «  taá  provifjiñas  da  iñ  isaaiSon  di- 
tH><'üi  de  $u  porler  supremo  ó  riii>*ti>nal»  y  U»**'é  de  ellaA  uctA 
c*>l«>iiin  d^    HuPTioíí   \tr^?s. 

4  [4.  >>  il   Brasil  y  /*  In  rv  iri»i*ca 

iii.-*  puert  li-riNM.  í^^n*  daño  lii  Sn*-». 

^15    Eli    »j  rír'lual  d«  la  fv^Mjii>4>  <   ^titre^n 

al    pueblo  ñú]  Unidos  lus   lia va^  de  los  ilo«l 

orránoa  y  los  «^i  im^vo  itmtida 

í  Uí.  Sí  la  K«púbín'ri  dubíl  «'-•  f\  mal  de  Sud-Ainerícn,  el 
remedio  tío  fi:<    ;i    mnrmrpjitv  -ino  la   repúblít»n    fvMM'in. 

i  17    (jimo:  '  '  ¡  t.  Mí  reforma  pt>  ísoutifío  ix-ji- 

trf«n-tUi  es  MM  Ip. 

i  \H.  Renal ,,  .,_,..  íício  de  ínis  v*-*ím.i>í  ij¡iitnr»A« 

á  la  rcptiblir^a  que  no  ae  fortitleu  en  U  unidn 


CAPÍTULO  X 
De  \n  reínrmn  y  de  ^u^  rnira^  dirijan le«$. 

§  1,  La  foForma,  i*ortio  la  Ilevolutsinii*  deb«  htispar  en  lii 
Europa  In  í»¡vilLtacioii  «Ip  Sufl-Améiii'o 

?í  2,  No  teniendo  que  ludior  ron  n^sisler>ci«s  oxlpaiijera^, 
Ifi  pn/  y  Ir  ley  deben  ser  sus  instruiniMilos. 

§  :\,  La  refórnwi  prepHnilorio  de  la  opinión  por  la  propfi- 
gandfi  doíítriniirui, 

^4  Kn  in  reformrt  de  li\sr*i>nstitu«*ioneÁ.  pi-opieiidiei)dn /i  Irt 
eoncentraHoM  del  poder  ntioionü!,  no  en  unn  solíi  mano,  sino 
en  un  solo  ííobierno  dividido  en  tres  poriero», 

2^5.  Del  verdadero  medio  de  iintUir  la  cOrmtitu<don  de  (os 
Botados  Untdof; 

^  tí.  En  jo  fíxterior,  usur  d<^  la  diploina^Ma  romo  eleí nenio 
auxiliar,  paní  i*ontralizar  el  poder  inleríor.  sin  eonqui^ta  ni 
proleeiorndn, 

§7.  Hñper  f'on  ia  líumpü,  dei^inieresa.ie,  lo  que  Buenos  Ai- 
re^ ha  he<dio  <'on  lo  rnonor*pdM  del  Brn^il  y  M^ijieo  con  log 
Estados  Unido.t,    ptuY*    evítnr   su    desniiímbreeion  terrílorin], 

S  H.  Legaciones  freí^uente?*  íoas  lttt*n  que  permanentes,  Her- 
vida^ por  eiiidndanos  nidie^do-^  en  Ain*'riea.  no  por  emi^a 
dOíí  ainerieaiio>  dorni-úMadcH  lie  lie**ho  e»t  Europa 

§  íí.  Deíxíres  de  Uííín'iliv^u  de  tOí^  jfohiernos  ítmerieanog  en 
ei  sentido  de  ta  reforma, 

§  10.  Delícre»  de  (u*  itobiernoí^  europeos  en  la  iiiit*iaUvR  de 
las  reforman  de  Sud-Amérien. 

$11.  lieííulari/aeion  «le  los  Congreso»  de  «mboü  ¡iiundojí, 
|ue  existen  de  lieeho  en  Píiri:*  v  I,ondres. 

§  12.  Neeeí^idad  de  wíienr  la  póliü'M  exterior  «ie  b»  Ainéríea 
fcníeaespenolttde  ln»vins  aeonsejodas  por  Washinífíou  y  Mou- 
póe  á  la  Am<TÍen  Sa)on» 

f  13.  Defren^^nieion  de  la  doelrina  de  Monr5e  y  sus  niaton 
efectos  en  Sud-Ainérim. 

§  14  Preocupaciones  retróirradas  de  iíi  e^eueln  inlemaeiotial 
nmenefinri.  henf,  W/tfnton,  Stonf,  BvltfK  Influencia  de  la 
revolueion  reeienle  de  bis  K^lririos  UnídOei  en  el  derecho  pu- 
blíeo  anierieíino.  interno  y  e.slerno,- Triunfo  del  eentralisino 
y  abandorto  de  la  doctrina  de  Monroe  por  1h  »banza  rusa. 

115  Preoi^upneiunes  retr«Víírada«  *'on  los  eíeetos  en  Su«U 
Amérií'H  de;  lí^^erídi>t!lO  eurcqieo.— Lo-^  liberales  de  Europa 
no  comprenden  á  los  federa  lisias  fie  Sud  Ann*ricü, 

%  Ifj.  Del  uso  demoí-rñli^^o  del  plebisí»ito  y  del  finíraglo  urú- 
ver^al  directo  para  la  reforma  rentralisUi/ 

g  17,  Déla  SíUbdi\ision  |»rovineial  y  denartjunentftlejorao  me* 
dio  de  reforma  centralisla,  ñ  ejemplo  Je  Franela. 

CAPÍTULO  XI 


lecapilulaeion  y  eondusion. 


Ilsri3ICK 


üedicatoria 5 

Prefacio. 7 

CAI'ÍTULO  PRIMERO 

La  reTolttoion   <t«  Svd-Amérlea 

6  1  La  simbólicn  de!  derecho  araeríonno 3á 

>  II 48 

«  in ^ ...  50 

»^  IV.  Origen  europeo  de  nuestra    revolución  y  sus  ten- 
dencias europeislas 53 

»  V 56 

»  VI 60 

»  VII.  La  Europa  es    el    guardián  de  la  independencia 

Americana 62 

1  VIII 66 

»  IX Ü8 

§  X.  Europa  dio  á  América  hasta  sus  revolucionarios..  71 

*  XI 74 

»  XII 76 

>  XIII 78 

•  XIV Si 

»  XV 83 

CAPÍTULO   SEGUNDO 
De   la  fornift  de  i^obierao 

$  I sgi 

f  U 8J 


•C#v|  rvüiCB 


%  lA . « 

»  iv ^ 

*l»*Jí:^.<.r.     te^  &>miit .-                           se 

#  K -. -  « 

*i  f/>rul/v  -        .   SS 

i^.Ofy».., 1  t> 

ft^ir*  7.T;rn<i»«»  ar^^irVí 101 

.  X 1)* 

»  Xí-  Ri    ff»<i    ^^t^f  ^6  !«»  irfc.*lsto^rmí»s  do  er*  lo*   booi 

íiT» Il<^ 

»  Xtl 112 

*  XIII    ..  lU 

*  XIV,  Pre4*n^!íí>  fie    Kurof#íi  en  Ainéríea IId 

»  XV I!» 

•  XVI \Vú 

»  XVI I    Oftno  ¡AnnUiiir  (^i  uoltterno  :i  la  Europea La¿ 

»  XVIII,  Hnzonóe  Ins  dífl«;ufliide^  de  la  fundaeion  déla 

inofi/»rr|ijíii  cfi  Sijd-Amén<-íi 125 

CAPÍTULO  TEHCERO 

La  República 

ft  I.  1^  pftpúlilií'íi  no  f?rf   ol  ífobierno,    ni    es  la    revolu- 

rioíi i29 

f  II.  Wííio  ffl  noiíihre'/lí;  república  emhapíjza  el  progre- 

HO  en   AiuvTic.íi 130 

o  III,  Origen  íilfiníJentino  do  In  república.  Fué  recurso  nc 
eipcunMtaní*i/iH.  Hoy  es  el  extravio  de  la  revolu- 
ción    13  J 

0  IV,  Ovi^vM   iiivojuntirio  ii(!  Ii  república iá* 

»  V.  Origen  euro|»(0(l(í  la  ref»iiblii*n ISS 

»  VI.  Origen  europeo  <le  la  república  en  América 144 

»  VI!,   Iji    república  haí-ií   imposible   el  gobierno  en   ía 

America  del    Sud U7 


flDict: 


G6» 


"  VMI.  l^  repúbli.'íi  ílr.fin  y  ulea  el  ifnr»(?ipr  del  jiaiií-..      151 

IX.  De  l«  r^públu'M  en  Sud-Amóru^B  v  su  inancm  do 

ser ,' .,...,      15¿ 

X.  Incotiv^enienles  de  In  repúblioa  sin  Nberlncl 151 

XI.  La  repühlÍ<«o    ai»\ñ  y  osc*ureee  ti  iri    Aiitéríisn   en 

sus  negocio» ,...,..*. •      150 

XU,  Lrt  repiibümi  privn  h  los  cslfidai<   nnierií^nno»  de 

lii  saneioii  irui.<  eftt.'u/,  del  derei^ho  de  treriteü....  Í5ft 
XII L    Lfi  i^eputdioü  UüíH' difícil  la  polilicM  inlertor  y  líi 

exterior.  Diploiriíu^íu  de  las  repüt)líoa?j 160 

'  XIV.  Ln  repúblifii  dnrlíi  ni  c»lolii5Ísnio  en  ^ud-Améri- 

an,  riu    t^ervir  ni    proleatautisioo 108 

t  XV,  Sítuai-ioij  retrngnida  <le  loii    repübíieas  ofiierica* 

nas , , 169 

»  XVI,  Males  f|ueliíi*íe  l«  repühlici  y  escusas  que  no  le 

n^ínlen - ITl 

»  XV 11.    Lfi  repübliea    nieja    íi    los  uins  dignos .,.      I7t* 

►  -KVIII.  La  repúbiien  en  su  forma  «inuaU  excluye  del 

poder  á   los  buenos,  ó  los  degrada..... IT7 

•  XÍN\  La  repiiblírn  desacredito  al  país lí*l 

I  XX    La  falla  de  gobierno  es  escuela  de  gobierno 18A 

I  XXI.  En  Sud-.vmérií'a   lu  repüblica   hace  las  revolu- 

.     ciones,  no  el  pueblo ,,.,,,,,.,.       i^ 

»  XXlL  Curioso    libenilisuio *..,, iéñ 

•  .XXMI.  La  liberUid  es  cnrgn.  Sin  gobierno  no  hay  li- 

bertad  ', 189 

i  XXtV.  Ln  república  t;n  anlüedis  de  la  revolución 192 

»  XXV.  La  reptibiH'íi  riO  e*  ln  libertad,  como  bi  monar- 

ijuja  no  es  el  depolisino, , ,. , ,,, .....       \d^ 

t  XXVL  La  reptíbUcrt  es  el  ideal;  \n  monarquta  es  el  be- 

cbo   del  gobierno. 197 

•  XXV II    Nuestras  repúbüeas  i^ou  tnonartiuias  ▼nenntes 

regeneins  demofraücos 1í'>* 

9  XXVIIJ    La  monarquía    latente    bajo  ln   república  en 

Sud  América 2íJU 

•  XX IX.  La  nionariiuia   latente  en   SudAméríen 3Iki¿ 

<*  XXX,    Democracia 2*>3 

•  XX.XI.  Ln  tnonaniuia  en  [Europa  conciba  ble  con  la  de» 
mocrueia  en  América,  La  república  no  e«  la  de- 
mocracia. Ella  puede  »er  nriatocrátioa...... — .      'J^ 


btu 


ISÜ'Lt 


;  XXX 11.  Lorí  parUaariOá  <te  líi  reiiOblk'a  y  el  port|u6..      2tO 
t  XXXlir.  Preocupaciones,,., , llf 

•  XXXIV.    I, a    reítühlk*a  federaílstn    6  onli-europeistit 

hn  dudo  ya  cuíinlo  podjíi  ile  liuc^no  y  í»n  pn^máo 

de  tiempo  eti  .Sud-A(riérí*'ii .,-,,,      :!t| 

•  XXXV.  J.a  repültlicri  ferieml,    lUd  rVijlen  de  nhom^toi 

hecho  «u  lieniprt ..,. •••.,,.• 

V  XXX  VI.  Rol  orK/inino  ríe  In  poítifcn  ejcterior  La  ne- 

luiil   ps  e»h>ri1 íW 

»'  XXX  Vil.  Orijzeti   do  In*  cuestione:^  dtp) onii^tíciid  time- 

ncuíjn-europeii>;  hi  fíilliMÍe  t'ohíí>rno.. 221 

t  XXXVllI.  Lti  repúb;ii'«   eo  Sad-Aruóncn ,..      t¿^ 

»  X.KXIX.  Las  iimsiiss  ¡^on  repul>licfiiin>f  t25 


cap/tulo  cuahto 

I««  monarciiila 

1.  índole  y  leiideucias  uio túrquicas  du  lo  revoluHon 
de   América ,.....» 

If.  Lu  revo(ur'íoii  &a  hiü^o  en  noiiihiH?  del  (principia  de 

autortdüd •      231 

llí.  Pairado  nmoarquífílii  de  )n  Amérlea .•.*••••      2SJ 

IV.  La  inotianiuía  no  os  ul  rÍeRpoLÍi*nio  colonlnl 

V*  El  nuevo  mundo  debe  ¡i  in  inonarf|uia  europea  sus 
revolucionarios  y  liheiladores....... 

VI.  Sobre  las  instru«*cÍoneíí  secrelas  dodoB  ni  mar- 
quéx  Sanio  Amaro,  al  pasnr  á  Eui*opa  corno  Mi- 
nLslm  de  Pedro  I,  emperador  del  Brasil  en  H30.      23*i 

Vil.  Los  ifrandeíi  homlires  de  Américji  fueron  mo- 
narquistas.  ,,. 211 

VIH,  Lfl»   ídoas  ínonnrquistJis  de  San  Marlia   y    BH- 

grano  en  \Mi,  no  er/vn   hnpopuJares  en    Amtf?rica,      21 

IX,  La  ntonarr|uín  eñ  paradoja;  la  repühh.Ta  es  un 
sueño S4 

X,  Los  enemigos  de  lo  monarquía;  falsos  repübtiea^  ¡SiQ 

XL  PreofU pociones  contra  ín  monan^iiía, 232 

XIL  Dii^cuipo  de  Amóriea 2S3 

XI IL  Servicio  que  la  relíífton  recibirin  de  la  monarquía 

V  la  monorqnia   de  la    reh^ion 2H 


^^^^^^^^^^^^^^^^^  índice 

^H         f  XIV.  Sin  gobierno  estable,  ni  oapitales^  nt  emigración » 

^m                 ni  progreso..., 

^H        tt  XV.  Modus  operendi.  Méjico «.•...,.• 

^H        t  XVI  Méjico.  Modas  operendi.   Propaganda.. 

^H  >  Xvn.  No  daseí^  p.ir«  mi  pfiia  fn  suerte  de  MéjieOt  pero 
^m  no  desconozco  que  puedn  ser  ütíl  paro  Mí^jiVc..,. 
^m  •  XVIir.  Las  repúblicas  de  América  eon  la  mejor  escüe- 
^^1                  |i^  Hpi  Tn^n^rf|ut^f  n, , 

^H  »  XIX*  La  monarqum  no  ea  panacea  universal  Porqué 
^H                 eít  ella  üUI  para  Amériea 

^H        •  XX,  La  monarquíH  no  es  todo  el  remedio  de  una  loa- 

^H                  la  rf*p!)hti(^ñ 

^H        ift  XXL  Como  la  monai'quin  hace  efecliva  en  Inglaterra 

^1                  la  soberanía  det  pueblo.- Códigos  penales. > 

^m        •  XX 11.  Porqué  la  Europa  es  monarquistn  y  no  repu- 

^^M                  blicfína   ,  ,    ,    ,         

^M        A  XXIII.  La  monanfUin  demoi*rAUca  erenda  pnr  la  re- 

^m                 volucion  francesa 

^M  »  XXIV.  Solo  de  Europa  podrió  Amériea  recibir  la  roo- 
^B                  narquia , ,  , , 

^H        »  XXV»  Si  Europa  dio  t\  Amérícn  sus  libertadores,  por 

^H                 c|ué  no  te  darla  sus  pnn^npesf 

^H  •  XXVf.  La  civilizofion  europea  no  irA  a  AmóH«*a,  sino 
^^M                  t'on  su  sisieiUB  de  iM:obierno 

^B        »  XXVML  Cómo  ira  Europa  h  América 

^B  *  XXVIII.  Política  americana  -  europea.  Doctrina  de 
^H                   Anuidas,  correctiva  de  la  de  Monroe. .....,....._ 

H                                              CAPÍTULO   UÜLNTO 

^B                                                                mon&rqnia 

^H            ].  Palabras  y  opiniones  de  Beltfrano  en  favor  de   la 

^H                    monarquín , , 

^M  •  11.  Opiniones,  palabra^^  y  bechojí^  de  San  Martín  en 
^m  favor  de  la  monarquía  constitucional  en  América 
^m  •  III.  Ideas  y  pasos  de  ilolivur  en  favor  de  la  monar* 
^H                    nuia  V  contra  la  renública...                     ,....,».    .. 

^H         •  IV.  Opmíoiie:^  de  j^lvear  soüi«  la  repübliea... 

«  V^L  Palahifls  <1«i   Podados  so hr.»  I»  iiioriHnjuift 33fl 

#  Vil.  Todo  el  Congr<^so  *lc  Tuf*umtin  de  1816,  qu<»  de- 
claró  la    independenirio    nrgeiiUnu*    eni    monnr- 

qubUi ..*..< 33S 

ú  vni.  Píilflbm^  ñf^\  Dr  Moren<>f^n  f«vnr  d**  h  nion«r* 

(|Utfi  .  31C 

»   IX 33:í 

»  X.  I«n  iden  del  Conde  de    Araiida  «mneíonúd»    par  kü 

Aniériea ,,,.... 337 

C\PÍTüLO  áKXTü 


Priicttoitblilclad 

§  I.  Cómn  \n  monriniuífi  en  t£umpaes  lo  dvilUacion  en 

el  gobi^  ruó  político  ». ^«••.«•« 341 

•  n.  Ln  íiioníirí|uia  ©íí  prnrtii^iihl^T                    .  346 
A  IlL  Prrti'ticíiUílidftd..., ..  Ul 

*  IV,  Sofi^iiui-*  de  iinpraí'tií'nhilidíHi  i>  mopóriunniJJd  il»i 

)n  reforma  eo  Sud-Ainén<;ri ^i 

»  V.   U»  inóíinn|Uía  ej*  pniclicahle,  obje»*ione§  ooritra  mi 

pni<'li<*nliilÍdod..   , .,  358 

»  VI,  Uporhínida<l  déla  inonarqula».. 1^ 

»  Vil.  Sod»m*í  de  no  oportunidad  de  la  luoiiarquin  — .  363 

»  VI 11.  Modo  de  intro<)ut*UMrt,  de  pl a ntoarl a. ,,,,,„,,...  Mh 

n  IX»  MoiJu:^  Ojieraadl.  A  quien  la  ink*iativa ••..,*.  36fi 

»  X.  La  lnoníll^^uía  exi^ly  lioy  allí  sm  el  nombre.,.-,..  ;í*»H 

t  XL  Partido  nioimi*quUta.  En  qui^  á«nt)do  existe  ,*,,.  Sñü 

T>  XIL  La    Vinórí(*a  en  lUOriart^uti^ta  en  su  mitad  boy  dU  .171 

«  Xin    ArratH|ueíí  nioni'ii*<:|ui<'0»^  «etualert  ^'t 
»  S\V,  Arranque?*  inoímrt|uícos......,,.,. 

-  XV,  Lrt  nionani'da  «xiste  hoy  en  el  oi'deii  ^mvji     ^7/ 

>  XVI,  i.a  iüonar(|u»a  Vive  lalenlo  en  las  entrañas  de In 

deino*TinMü  a)nen<*aiin..   .,,... ,  S78 

»  XVU.  La  repubUi^n  no  rs  una  verdad    La    Mionar<i«la 

f^-lá  er>  la>í  í*oftíi-s  y  L-adicioneís,.  3®l 

'    X\  III.  Ürdon  moiinrnuistíi  de  i'Osa>  Í*H3 

XI X.  Modus  operandi ,  Arranques  níonnr^juicot» , .  383 

»*  XX,  EleiiifJjto.'í  inoiuirquk'Oí»  4>  re<rursote  para  fundarlo  'd^i_ 


^         índice             ^ 

^^M 

^^^^^^H 

^M 

B§  XXI.  RefonnoH  preporntorini*.  |ji  ei1u4^aPÍon ..*,.. 

^M 

H    »  XXII.  MotHdns  j>re|mraltvfls  del  resrinbloHrnieiflo  <ie  la 

^^M 

^B              Hi*isiOf*pa"?Uí .  Loí^  f inP!'í>s.  ..,•»«.  ^  .,..•,....... 

V    •  XXIfK  un  íinst^K^rarin  ajuerií^fina  de  !a  Hhprfnfl,  ..... 

■     #  XXIV,  Cüiil  serift  In  nohle/o  posible  Cfii  Ai¡iéri*'in'ümo 

^^M 

■               inslnjiiiünto  de  üii  gohienio  tibre 

R9il              ^M 

1      9  XXV,    VcnlMJas  á  iní'onveiiitmtos  p«rft  Ajn^rii'ii  de  In 

^^M 

^^^B         rivtili^JMil  |>oltU«*u  de  liis  iinrii^ttf^s  í'urop€?Hñ   

m           ^M 

^^^^k                      rAPÍTULD     f^EfTIMO 

1 

^^^^^H                            Gotílemo  6iirtp«l«tm 

^1 

^^^BiTeI  |fol>ienio  preporatorio  *\e\  &elf  irovenment...     - 

^1 

^^^rll.   Lll  gotiienio  íHiicHr^Ano  í^  in  europ&it ,*.. 

^H 

•  111.  .Solo  el  ¡íaUieruo  fuerte  pndria  dnr  I/i  pr/  A  la  Ajné- 

^^M 

rieii  del  Sud,.     ......  ...,.♦ ....-* 

415                 ^M 

»  IV.    Utilidad  que  de  los  }imin*|ueíi  riiononjuistns  ¡mv 

^^m 

dda  8íH?ar  la  poliiica  iimtTi'Wuia  fiaraja  compObi* 

^^1 

eion  del  ^ot>ienio  6  in  europ<}a,».., ••••• 

^1 

I»  V.  t-íiino  el  goliicrno   á  la  europa  es  inevtlalde  en  el 

porvenir  do  Sud-Aiiit*»p¡oH,.. .,, ««.,..•. 

^1 

■  Vi.  ün  soto  gohíonio  i^ignifií'a  ufi  solo  poia.  Gobierno 

íuerte    signirton  país  fuerte 

4S4                   ^M 

«  VIL  Hoy  tof^alístno  y  looalismo,  feíl  ero  don  y  federa  eion 

^M 

»  VfIL    Federíiüion. ,,.  ..*. 

^M 

>  IX,  La  r<ípnbli*-a  federal  ha  hecho  ?u  tiempo  (ormas 

y  ('olores   pnírioí*)-..*,.. -.** 

^M 

m  X.  í:enlrali2nfion  y  de6i'eütrnliy.ofion.  unidad  y  fede- 

^H 

ra  ?íon  ,  ♦ .  * » ♦ . » , , , 

^H 

t  XI.  A(!>*ion    disolvejtto  y  i'Otiibinnda  por  ¿«t  misma  de 

km  Ksífid<»8  Unidosy  el  Bra/il  en  lo  Amon-ii  Antes 

^^1 

empuñóla 

^H 

o  XIK  La  iínitn<'íon  de  los  Estados  Unido- 

^M 

•  xni .  Uníont  ilesutiion,. , - 

•  XI V.  La  ivpubli»'a  i{iip  tiei»eí*itaino?! »-. 

p  XV.  Del  modo  lie  imiUir  A  los  fclstíidori' Unidor 

1 

^^^^B                                         CAPÍTULO  OCTAVO 
^^^^^^m                                                  Intervenolones 

i^ 

mt 

mi 

íes 

471 

487       J 

4m>^^ 

4$^3        ■ 

M     m 

^^^^^^H       »i  i1.  IiilerTonotott  y  no  interveiM^ion 

^^^^^^B       »  111.  El  por  ()nt>rJe  In  centra lizninor*  en  Sud-Ainárira. 

^^^^^H       »  [V\  Intervención  di!  Bu  ropa  en  Am^rien  y  de  Ainérí- 

^                     •    V      Trti^'paÉ^Hyrt   #>rii>l'i>ii  )n.¿    irftAp«yij^f/«^rkf|i\^          

^^^^^^        1»  VI.  lioherosüe  Irt  pohti<*iule  Kuropa  eu  Aniéríen.  Ini- 

^^^^^^1        M  Vil.  De  la;^  inturveni'iotui.^  í*omo  ha>e  tie  In  líbeHud  V 

^^^^^H       h  Vlfí.  interveu(*iori  Ó  i^ooperncion  de   )m  Europa  en  la 
^^^^^H                i-Oft<^tUut*ion  y  sostmi  do  los  ^obiernog  de  Süd-Ainé* 

^^^^^H      »  IX.  Det)erc.s  dti  la  l^uropn  en  Aiuér^mt .  üe  su  tnlerveii- 

^^^^^H       »  X    DoüihOilo^  en  que  la  mona^lUl^  reemplnxa  A  la  re* 

^^^^H                                               CAPfTÜLO    iSüVI^Nü 

^^^^^^H                                     A  colon  lie  ím  Europa    en  América 

^^^^^^B       $  I.  A«^<*ion  de  Europa  en  Aniones  untes  y  ahora;  uniíind 

^^^^^^m                y  soltduridnd  de  su  íMvtli/.a<Mon,... ..,..,., 

^^^^^V       >»  IL  Lm  i'epulilÍL^a  en  Sud-Aniéricni  e>»  ohrn  de  In  Euro- 

^^^^^^H       »  Ul.  Exijen<MUs  y   fie«*esidndC"«  <-uni ranas    do    tna   dos 
^^^^^^H                 niundüK.    Por  í}í\6  In»»  íd<'!t^    H Itera )o$  de    Kitropa 
^^^^^^^^^H                 sfiT)  npfií'rosas  oii  A  iTii^rii^a       . , i >  ■  ■ 

^^^^^H      «  1 V;  Ar<'ion  oiviii/ffdora  do  la  Europn  en  Aineriea.  Papel 

^^^^^H       •>  y .  ^Soberanía   uiorní  de  la  Europa  (^n   Am6ricn  inde- 
^^^^^^^^^1                    npridiptitp                 ,      ..É 

^^^^H      •  VX.  InOujo  de  ín  h^mncin  y  de  su  r^yolucion  eu  Ainéri* 

^^^^^^^^^H                    í^n  dpl    Siid                                          

^^^^H      t  VIL  No  hay  politlón  ^eriu  para   Américo   Tuera   de  la