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-Ska f^ ^ ^ i>^ «1
JL
A33
DEL GOBIERNO .
EN SUEX-AMÉRICA
SEGÚN LAS iMIlíAS 1)K SU liEVOLUCION
FUNDAMENTAL
ESCRITOS POSTUMOS
DE
j:b:1lberdi
.DEL GOBIERNO
EN SUD-AMÉRICA
SEGÚN LAS MIRAS
DE SU REVOLUCIÓN FUNDAMENTAL
TOMO IV
BUENOS AIRES
"Imprenta Europea" de M. A. Rosas, Calle Moreno 423
1806
^i u^.
DEDICATORIA
A SAN MARTIN, A BELGRANO, A BOLÍVAR, A SUCRE
Vosotros sois los patrones naturales de este li-
bro inspirado en vuestras ideas, animado de vues-
tros deseos y esperanzas, consagrado al servicio
de la revolución pura y alta como la servísteis
en vuestros^ dias de gloria inmortal.
Somos vuestros humildes intérpretes y ejecu-
tores, publicando este libro, que nada contiene que
no haya sido vuestro pensamiento. Calificarlo
como erróneo en medio de los extragos y miserias
que ha producido su olvido, es una nueva miseria
de nuestra conducta.
Solo para los enemigos de la America puede ser
crimen tener en materia de gobierno las ideas de
Bolívar, de Be Igra no y San Martin, tenidos por
los autores de su independencia.
Es una especie de insulto d su memoria, el erigir
VI —
sus estatuas en medio de las ruinas y de la sangre
producidas por la revolución^ salida de los rie-
les que ellos le trazaron.
El verdadero homenaje á su memoria, seria
erigir un gobierno mas respetable, mas eficaz, mas
digno, que el que ellos contribuyeron d arro-
jar de América, en interés del orden y de la li-
bertad; un gobierno de civilización y de vida,
en lugar de los gobiernos de ruina y devastación.
Conocidos son sus deseos americanos en este
punto.
A la gratitud piadosa de la América toca con-
vertirlos en voluntad testamentaria y darla respe-
tuosa ejecución.
DEL GOBIERNO
EN SUD-AMÉRICA
SEGÚN LAS MIRAS DE SU" REVOLUCIÓN
FUNDAMENTAL
PREFACIO
Callaría mi nombre solo por no embarazar con
mi persona la discusión de un grande asunto; no por
eludir una responsabilidad que asumo gustoso ante
el buen sentido, ante el honor y ante la conciencia
de los americanos.
Pero como este libro está destinado á ser leído
principalmente donde todo libro se explica por la
persona del autor, no debe extrañar el lector europeo
que el del presente se ocupe de sí mismo con tanta
frecuencia. En América la conducta del autor es (»l
comentario de la obra, es su prefacio y bibliografía.
II
Si se me pregunta por qué lo hago, contestaré
que por la misma razón que me ha determinado A
hacer todos los demás: no por negocio, sino por el
- 8 -
anhelo que ha ocupado mi vida, de estudiar la solu-
ción del í>obierno capaz de dar progreso, bienestar y
respetabilidad al país de que soy miembro. Quién
desea pertenecer á, un país miserable? La dignidad
de nuestro país íoima parte de la nueí^tl•a, y la de
América toda forma parte de la de cada nno de sus
listados.
lll
— Y quién lo mete á V. en esuV— Quien le ha
dado esa misiony — No hubiera sitio usted mas feliz
absteniéndose de ilárselaV
Hé ahí la filosofía dominante en 8ud-Améri<;a.
Ojalá fuese la do Sancho l*an;5a. Al mejíos él aspi-
raba á hacer la felicidad de una ínsula. Si alguno
sale de la abstención del colono, es tenido por loco;
y solo se le dis<:ulpa de ello cuando lo hace para i*e-
cibir un empleo y ganar con él una fortuna. Y con
esta lilosofía so pretende realizar el .sy7/ f/orcnfmmt
da los ingleses ! V la América es como celosa de
esa condición, pi!e< no permite que haya excepciones
capaces de desmentirla i-n su honor !
IV
Jjas ideas de e^te libro no son para mí un instru-
mento de partido, de venganza, ni de ambición
personal, ni son tampoco la expresión del desencanta
ó desaliento. Son nu paso mas, aconsejado por lo
^.xperiencia, de las que he tenido siempre en todas
posiciones.
Neutral y ajeno al presente, dedicándolo á la glo-
ria de los que han muerto y al heneftcio de los que
no han nacido; creo hacer un homenaje al pasado y
un servicio al porvenir.
Esto solo revela el intert^s d(*l autor, pues los
muertos y los que no han nacido no dan hono-
res al que vive, ni empleos, ni recompensas.
Lo único que reclama del presente es la toleran-
cia; la lil)ertad se sustrae á su dominio para vivir
en los recuerdos y en las esperanzas.
Nada pierdo, la Amórica con que sea uno dií sus
hijos el que escriba las verdades que se van á leer
acercado su condición actual.
Soore todo desde que no son escritas i)ara halagiir
it la Europa, ni para servir los inteieses de sus s:;-
herano^í.
Si algo contiene el libro de que pueda el autwr
sentirse satisfecho, no es la instrucción, no es lo {\\u\
solo la mediocridad pudiera llamar talento; sino í;í
perfecta sinceridad, la completa indo})endencia, t^l
desinterés, el respeto simple y honesto á la verdiui,
calidades de que la aristocracia déla Europa se, hace
un privilegio, y (¡ue cree completamente desapare-
cidas de la América actual.
Este libro no necesitará á su aparición sino de la
— 10 —
tolerancia de mis compatriotas los americanos, para
probar á la Europa el progreso del buen juicio en el
nuevo mundo.
Será prudente su publicación en medio del acceso
de americanismo que han suscitado las cuestiones de
Méjico y del Perú ? — No se dá la medicina en estado
de salud, sino en el de enfermedad, porque su ob-
jeto es curarla.
VI
Toda mi vida, todos los deseos, las esperanzas,
los esfuerzos de mi vida se han absorbido en el anhelo
activo y laborioso de ver convertidos en brillante
realidad los efectos de ese movimiento que se ha
llamado la revolución de América. He perdido en
ello mi tiempo ? Debo arrepentirme del uso que he
hecho de mi existencia? Qué es, en realidad, la re-
volución de AméricaV Es, por acaso, un cambio mal-
sano, efímero y transitorio como todo lo que es
malsano? Cuál es su origen? Quiénes son sus au-
tores? Cuáles son sus causas, sus miras, su objeto?
Cuáles son sus resistencias y obstáculos? Cuáles
sus fuerzas y las condiciones de su victoria defini-
tiva? Antes de dejar la pluma para siempre quiero
ensayar la solución de esta cuestión compleja en es-
te libro que será como el resumen de mi vida públi-
ca, y, si no me engaño, el programa político de mas
de un pubMcista americano. (1)
(1) Conviene tener presente que estas líneas se es«Til»iMn
en los monentos en que Napoleón 111 imponía la monarquía
- 11 —
vn
Qué circunstancias han hecho que la revolución
me impresione y apasione mas que á otros ? Mu-
chas que se ligan de un modo casual á los inci-
dentes personales de mi vida. No pretendo tener
un sentido aparte para amar la libertad más que
otros de mis compatriotas. Yo he nacido con la
revolución, me he criado con ella; sus intereses se
ligan á los recuerdos de mi niñez y del país de líii
nacimiento; sus dogmas y principios, á los estudios
de mi juventud; sus perspectivas, á las quimeras
doradas de mi vida.
Entre mis impresiones de la infancia, por ejem-
plo, me acuerdo de los repiques de campanas que
á media noche despertaron á Tucuman con oca-
sión de las noticias de los triunfos de Maipú y
Chacabuco. Mi extrema infancia mi impidió emi-
grar del hogar, y pude oir el estampido del ca-
ñón del 24 de Setiembre, en el campo de honor,
á orillas de Tucuman. Me he sentado en las fal-
das de Belgrano, que se entretenía con mis niñeces.
Aun llegan á mi oído los ecos de la müsica del
baile con que el Congreso de 1816 celebró su de-
claración de la independencia, el í) de Julio. Entre
mis primeras impresiones de Buenos Aires, recuer-
do los repiques y salvas en honor de Bolívar, por
á M(^jico,— y se había í?eneralizado la idea de que las otras
repúblicas de Sud-Ainórica corrían el rnismo rioí^íio. Aunen
el caso de opiniones que, como se verá, abandona al dar lin
á sus estudios, si el autor transi/ria con la nionaniuia, no
transigía con la imposición extranjera. (El IC.)
— li-
la victoria de Ayacuclio. Eji el seno de mi fami-
lia de los Araoz, la revolución eia como religión
tle la casa. Mi padre, aunque español, era repu-
Micano, á título de vascuence instruido, lielgrano
lo favorecía con su amistad y sus visitas frecuentes.
He tenido la fortuna de conocer de un modo per-
sonal á muchos de los grandes veteranos de la re-
volución: á López, el cantor de sus glorias; á Riva-
davia, á Las Henis, á San Martin, á Pinto íde Chile),
á Diaz Velez, á La valle, á Paz, á La Madrid, á
Alvear, á Olazabal, á Flores (del Ecuador), á Ro-
dríguez; así como á los héroes afamados y equívocos
dii la demociacia triunfante, tales como Fa^íundo
Qniroga, el geneial Rosas, etc., etc.
VIII
Ni honores, ni fortuna, nada le debo á la revolu-
ción, para que el amor (]ue le tengo se parezca á
gratitud inrei'esada. En la edad y con la salud que
me dejan poca aptitud para la vida pública, nada
espero de ella.
Citaré lo que he hecho por la revolución en lai)olí-
tica y en la diplomacia ?
Las cruces brillan en mi pecho por su ausencia,
sin que las d e^deñe por eso.
Mis sufrimientos por su causa en la emigración,
la pobreza, el olvido, la calumnia nada me indis
lione con ella; y si tuviese que i-ecomenzar mi vida,
la haiía del mismo modo.
— L^ -
Creo que no e^ctán fuera de lugar en un preíacio
estos recuerdos, para la explicación exacta de mis
destinos y de mis opiniones sobre el gran drama que
absorbe la vida de América.
IX
Con la edad, mis opiniones y mis juicios sobre la
revolución han cambiado en este sentido: se lian
debilitado y modificado con respecto á los h'm-
hres: se han completado y fortificado con respecto á
los principios, á los intereses, á las fuerzas natu¡*a-
les que han producido la jevolucion.
Es la marcha natural de las ideas en todo hombre,
en toda í-ociedad. A las primeras impresioncís de la
juventud, en que los hechos se muestran personifi-
cados en hombres y traducidos en imágenes gran-
des, suceden los juicios filos, claros, de la experien-
cia de la vida y de la madurez de la razí)n.
La revolución, en mi primera juventud, era
la obra exclusiva de nuestros grandes hombres;
era la obra de Moreno, de (kistdli, de lieUira-
no, etc. La edad me ha hecho ver simples ins-
trumentos auxiliares de las fuerzas que han pro-
ducido nuestra transformación, y que la prosiguen
y desarrollan, sin sus primeros autores, y á favor
de la iní>ub3istencia de ous gobiernos sin poder y
sin plan.
— 14 —
Dedicando este libro á San Martin, Belgrano, Bo-
livar, O^Higgins, etc., y poniendo su doctrina bajo
los auspicios de sus nombres gloriosos, pruebo que
reconozco lo que América les debe y el respeto
que yo mismo les profeso.
Pero yo incurriría en una iniquidad muy general
si no respetase mas que á ellos, á nuestros verdaderos
libertadores.
Esos guerreros no han sido sino instrumentos y
brazos de nuestros libertadores, que no son otros que
los grandes intereses generales de la civilización
(ó los 2)nncipios, como se dice en la escuela), que
se sentían heridos por un estado de cosas que arre-
bataba al género humano el goce de una cuarta par-
te del globo terráqueo, en obsequio de una sola
nación perezosa y atrasada.
Estos libertadores sin cuerpo, sin nombre, sin
forma, pero mas poderosos que los Eeyes, pues triun-
faron de ellos, son acreedores á nuestro respeto
eterno, como es eterno el apoyo y sosten que nos
prestan.
Los guerreros vivieron y pasaron. Los intere-
ses de la civilización, quedan protegiéndose pei'-
pétuamente, como los ángeles terrestres que guardan
nuestros destinos nacionales.
Señalarlos, respetarlos, guiarnos por ellos, ha-
cerlos el alma de nuestras leyes, la regla de nues-
tra política, los consejeros de nuestros gobier-
^ 15
nos, es p:ini Ainérica el arte de ser grande y
de ir derecho á sus grandes destinos.
EsQs principios son los que en Inglaterra se lia
llamada (leclaracion de ¡os dcrecims; lo qne en Fran*
eia se llama principios de 1789; lo que en el Plata,
m apéliii!^ prinapios dría revoiucmi de MvtifO.
XI
La revohicion de Anu^rica exije una reforma eii
interés de su honor y de su salvación. Ha
ido alterada por lüs demagogos, que han hecho
de ella un mercado sacrilego y un medio d«? ex
plotacion.
La han convertido en un mónstinio; y para em-
bellecer este aborto han afeado el pensamiento de
sus gloriosos autores.
Es preciso volver á la patria primitiva; resta-
blecer el sentido genuino de la revolución; releer
sus grandes textor é inspirarse en ellos.
Solo en la doctrina primitiva de sus apóstoles
de espada y de pluma, encontrará la América 1;*
solución que debe sacarla de su crisis present*
Es preciso retrotraer la revolución á los tiem
:)s, á las ideas y al patriotismo desinteresado y
rande de los Sun Miftiin^ Beíynino, lÜvadavia
BoHvar, Suarez^ (rfíir/ffinSyC-arrern^ etc, — Losfa
¡riscos de la Repüblicaj son los que han enc^^ntraflo
fel secreto de comer y beber siu trabajar, disfra-
2?ándose ante los pueblos, para hacerse simpáticos,
— IG —
con los trajes y vestidos robados, no heredados,
á esos grandes hombres; y la obra que estos ayu-
daron á fundar para la patria, los fariseos .se la
han apropiado para sí, sustituyendo al evangelio
del orden y de la libertad, el de su egoísmo in-
solente y parricida.
xn
No doy un voto, hago un estudio en lo que voy
ii decir sobre el gobierno en América. _Ni doy
un estudio acabado, sino apenns comenzado; pu-
diera ser que de él saliera mas republicano que
monanjnlsta. Tal es la independencia de espíri-
tu y el desinterés con que le emprendo.
El derecho de estudiar y de examinar el go-
bierno que conviene al país, es el mas inherente
á todo sistema de libertad; así como el votar se-
gún las convicciones debidas al estudio, es el dere-
cho mas precioso del hombre libre.
Pensar o cre.r á priora que pueda ser un insulto,
para la América atrasada, la adopción del gobierno
que no es un insulto para la culta Europa, es preten-
sión ridicula y desnuda de sentido común.
XIII
Discutiendo la monarquía o la república no en-
tro en sus principios metafísicos ó filosóficos; no
las comparo; no establezco preferencias de escue-
la 6 de sistema.
17 —
hm considero como métodos prácticos da vida po
títiea, como reglas usuales de conducta, y deduzco
de las neceííidades y conveniencias del suelo y
ale la época, la razón de preferencia de la una sobre
la otra, dejando á cada sistema el derecho á los
l*e»peto8 que merecen de sus secuaces bajo el as-
IK'tio de los principios.
De lo que puedo responder es de mi intención y
de mi amor zil suelo y al pueblo americano, en
que no inrtn.ye la forma de gobierno, sino para que-
brantarlo cuanto mas desgraciado es por la que
tiene-
Por ningún honor, por ningún rango renun-
ciiiria á ser americano, sin perjuicio de mis sim-
patías por Europa, Lejos de buscaí- su humilla-
cion, no quiero sino su realce y grandeza, viéndola
gobernar por el sistema con que se gobierna la
nación mas civilizad;!, mt^^ po*lprosa, mas digna
del género humano
Lejos de ser prueba de de^afecruon á la Amé-
rica el desearle un gobierno mejor que el qur* ha
tenido por cincuenta años, yo sostengo que es pr<'-
ciso detestarla para desear que ella no tengan otro.
No me importa la forma del que ha de bater
su felicidad, con Uil que no sea la que bn i"- 1">
gu desgracia hasta aquí.
Si en lugar de la monarquía se conociese otra,
yo suscribiría á ella con doble placer ciue «i uiia
forma que despierte alarmas.
Lo que yo creo es que la América del Sud no
merece la suerte que le cabe.
— 18 —
Que la revolución anunciada con tanta pompa
al mundo, á principios de este siglo, no tuvo ni
pudo tener por objeto crear el estado de cosas que
prevalece en Boüria, en el Plata ^ en Venezuela^
en Nueva Granada^ en Centro America^ en el Pem.
Con toda la fuerza de mi amor á la América
yo deseo el fin de ese estado de cosas; yo desea
el fin del sistema de gobierno que lo produce con
una generalidad que no deja duda de que la causa
es él y no otra.
XIV
8e necesita detestar á la América del Sud para
desear que se prolongue la suerte que le cabe hoy
(lia. Yo que no puedo detestarla, la deseo nue-
vos y mejores destinos.
La deseo un cambio tan completo como es com-
pleta su desgracia presente.
Pero desearla masbienlainamovibilidad y la per-
petuidad de su desgracia, si el cambio ha de ser con
otras condiciones que las siguientes: pacífico y par-
lamentario; sucesivo y gradual; legal y constitucio-
nal; sin guerra, ni revoluciones; sin conquista, ni
protectorados; sin anexiones, ni recolonizacion; sin
perjuicio, en fin, el mas pequeño de la independencia,
de la libertad, de la soberanía del pueblo, de la dig-
nidad y honor de la América y de los americanos.
Si para reformar la condición de América es de
necesidad sacrificar estos principios, prefiero la guer-
ra civil, la anarquía y el despotismo, en que vivi-
- lí» -
mos de continuo. De una crisis acompañada de esos
principios, puede surgir la vida. Con el sacrificio
de ellos, la mejor condición degenera en decadencia
y ruina. Yo combino un plan de reforma que no
exija el sacrificio de ninguno de esos principios.
Puede ser que rae equivoque en la eficacia de mi
plan; pero lo mas que puede tener de malo es el ser
ineficaz.
Tentar nuevas vías, cuando las conocidas son
malas, es el deber mas sencillo de prudencia.
Cambiar un método de vida conocidamente inefi-
caz, por otro cuya ineficacia es discutible, tampoco
es una conducta desacordada. Este puede ser en el
peor caso ti carácter de la política que yo expongo
en este libro.
XA'
Como el gran cambio previsto en él (y que no
es sino un paso de la revolución de América) 5>e
opera en fuerza de una lej'' superior á la volun-
tad de los pueblos y de los gobiernos, todo lo que
hoy tiene lugar en la vida práctica de los unos
y los otros, sirve y conduce á su realización.
Unos gobiernos (son los menos) lo preparan por
lo que hacen; otros (los mas) por lo qwe destru-
yen ó dejan de hacer.
En qué cambio no es requerido un trabajo de
demolición? Es posible edificar obra alguna en
este mundo sin empezar por demoler lo que le sirve
— 20 —
de obstáculo? Xo sería preciso demoler la Re-
pública para fundar la monarquía?
Así, nada de lo que forma el tejido de la vida
presente en la política de Sud-América, merece
la pena de inquietar 3' aflijir nuestras esperan-
zas, fundadas en el gran cambio complementario
de la revolución de América.
Para calmar á esos gobiernos sobre las miras de
nuestro cambio de salud y de paz, imitaremos las
palabras del divino revolucionario: Nuestro reino
110 es de este tiempo: damos al presente lo que es
del presente y al porvenir lo que es del porvenir.
Trabajando por el presente que es padre del por-
venir, vosotros mismos, que sois nuestros hermanos,
colaboráis sin sospecharlo en la obra común de
la regeneración americana.
XVI
En esta campaña estoja solo, no tengo aliados;
trabajo con los muertos. Mis companeros de armas,
ó mas bien, mis generales, son Bolivar, lielgra-
no, San Martin, Sucre, porque no hago sino
asimilarme sus ideas, cumplir su pensamiento,
obedecer sus órdenes, porque la posteridad agrade-
cida debe tomar como órdenes y mandatos las
últimas voluntades de sus grandes hombres
Uno de los efectos que ha producido la república
es que ha dejado el suelo de América sembrado de
ruinas de hombres públicos y monstros de egoismo.
Los que han vivido largos años en la emigración.
^'21 -
se han acostnmbrado á no gatítar ni concurrir con
sacrificio alguno á la vida piiblira; y como los judíos
se han hahitnado ú ^^ ^'"^raja de la abstención forza-
da del cxlranjeiu
Tara estos 3' i)ara otros, la mejor forma de gobier-
no es la que no les pide el desembolso de un real.
El menor sacrificio los echa al sistema opues-
to del qne se los exije. Si la monarquía les pi-
de nn real, se yuelven republicanos frenéticos. Mo-
narquiistas platónicos, son mas inofensivos que los
carneros merinos para la república reinante.
La ingratitud, que es inherente á la república,
ha creado en Amt^rica un egoísmo, que no es menos
inherente á ella: tan grande como la ingratitud ó
mas aun.
Pero egoísmo tartufo, <]Ue idde para sí, en nom-
bre de la patria: es un comercio que se aver-
güenza de serlo y que hace su lucro con el nom-
bre de una virtud que míente.
xvn
Este iirjio no es un pioy^ciu, ni nn pian de niu-
narquía. No es ni un consejo en favor de esa forma.
Mucho menos es partid de plan ó trabajo alguno di-
rigido á reemplazar la repüblica por la monarquía.
Cambios semejantes no se llevan á cabo en pocos
ufios, y el autor que ha gastado todos ]os de su vida
en ensayar la organissacion republicana, no empeza-
ría á la edad (|ue tiene A ensayar la forma mo
narquista. con la esperanza de completarla tras
un interés personal. íll discute, explica, exami-
na cuál es la forma de gobierno mas capaz de dar á
América del Sud el orden, la libertad y el progreso,
que su revolución tuvo en mira y que ha l)Uscado
en vano, durante cincuenta años, por la forma re-
publicana.
El autor busca lo que buscó la revolución; quiere
lo que ella quizo; cree en los principios que ella pro-
clamó, y solo puede disentir, no coi la revolu-
ción, sino con la actualidad, en cuanto á los
medios de realizar esos principios.
Discutir la forma de gobierno á la faz de un go-
bierno que nada deja por desear, es cuando mas
una impertinencia.
Pero dejar de discutirla en presencia de gobier-
nos que no acaban de constituirse definitivamente
en cincuenta años, es gana de no constituirse
jamás.
Los dogmas religiosos, como bases del orden so
cial que son, pueden estar al abrigo de la dis-
cusión. Pero llamar dogma á la república para
hacerla indiscutible, es un sacrilegio tan gratui-
to, como lo seria el dar ese mismo nombre á la mo
narquía.
l'oda discusión es santa cuando puede contribuir
á desarmar resistencias sangrientas, á purificar las
reformas exijidas por la salud del país, y sol)re todo
á resolver por la paz y la discusión civilizada los
])r()blemi!s (jue la sangre y las armas n«> han
podido rL'solver en medio siglo.
El autor, gracias á Dios, no está en el caso de
— 23 —
l?olivar y San Martin, de temer que digan que
üspira á coronarse, si tiene que decir algo en favor
de la monarquía.
La monarquía asimilada por nosotros al des-
potismo^ no es celosa de que se aplique y aún aplau-
da la república. La repühUca, que nosotros con-
fundimos con la libertad, probaria su liberalismo
condenando toda discusión favorable á la nionar-
^luía?
Discutir, no es conspirar; es, al contrario, preve-
nir las conspiraciones. Toda traba impuesta á la
libertad de discusión, es barbarie, aunque proce-
da de la libertad misma, en cuyo caso es ade-
más suicidio; pero sobre todo, es imprudencia,
provocación.
La discusión dirijida al país mismo, en lugar de
dirijirse al extranjero, tiene por objeto hacer que el
país haga expontánea y pacíficamente por sí, la re-
forma que fuera peor dejar al extranjero, constitui-
do en instrumento de la civilización de ambos mun-
dos, en nombre de nuestra abyección.
Discutir una ley no es desconocerla ni desobe-
decerla.
Prestándole obediencia ciega se puede discutir su
utilidad y las mejoras de que es susceptible. Esta
es nuestra actitud ante la república.
Si toda constitución puede reformarse, es porque
toda constitución puede discutirse, pues no se refor-
ma con acierto sino lo que se discute con libertad.
— 24 —
XVIII
No niego que muchas de las ideas de este libra
estén en oposición con las que he tenido antes
de ahora sobre los mismos objetos.
Puede ser que en las actuales esté yo equivoca-
do y no en las pasadas. Pero dudo que uno se alejé
déla verdad á medida que mas estudia, que mas vi-
ve, que mas observa, que mas experimenta y que
menos interés personal tiene en las reformas. De
lo que respondo al lector, es que todo el interés del
cambio reside en el interés exclusivo de la verdad.
De dónde y desde cuándo me vienen mis opi-
niones actuales sobre el gobierno á la europea?
Las debo acaso al hecho de haber vivido algunos
años en Europa? No es razón para odiarla cen
tralizacion el verla florecer de cerca. Pero mi de-
cisión en su favor tiene otro origen mas legítimo,
y es el haber ensayado sin fruto, durante casi toda
nuestra vida, la organización de un gobierno repu-
blicano federal en el Plata.
He sacado mis convicciones de la misma fuente
en que tomaron las suyas Bolívar, San Martin,
Monteagudo, Kivadavia, Belgrano: de los esfuerzos
impotentes por llevar á ejecución la república fe-
derativa: de la experiencia.
Se dirá que esos grandes americanos solo estu-
vieron por el gobierno á la europea cuando, no con-
solidada la república, todavía podía restablecerse la
otra forma ? Este argumento se resolverla en es-
te otro: la república federal era inadmisible cuan-
^25-
do se ignoraba si podría plantearse 3^ estaba iíio-
eciite de todo mal cansado al país; pero Iioy que van
corridos cincuenta afios de vanos esfuerzos para
plantearla, y que le debemos estragos de todo génn-
ro, hoy st»ría iiracional abandonarla.
Se me dirá que boy conocemos menos la U'O-
narquía que la república? Yo tumbien be dado
esta razón abora diez ailOi<, cuanclo creía que nues-
tro ensayo iba á ser mas feliz que los de nuestros
padres. Pero mas tarde me ha venido esta relie-
xión: si el olvido de todo régimen de centraliza-
cion es razón para desecharlo, también podríamos
desechar torta consolidación nacional y vivir sin go-
bierno, porqufc en cincuenta afios no lo baldamos
teniílo y hoy entendemos menos el gobierno que la
Jinarqüía.
Son dos cuestiones que no se deben ronfundir:
primera— la conveniencia de la monarquía en toda
América v, gr.: — segunda,— su derecho esclnsivo
á dállela á sí misma, y á no recibirla del extran-
jero.— Dársela á j^í misma, es confirmar la inde-
pendencia. Es quitar al extrangero el derecho de
intervenir. Es adelantarse á los sucesos, y hacer
por la voluntad lo que ellos harian por la gueri'a.
Lo expontáneo de su establecimiento es tal vez
lo que mas favorece á la monarquía del Brasil; pero
esa expontaneidíid no excluyó la cooperación de
Portugal, poder europeo, en la creación de ese tro-
no americano. Y esa cooperación no empaña su
americanismo.
— 2t; —
XIX
Pretender que en la república no es lícito emitir
opiniones favorable^,' al gobierno á la europea, e«
probar que éste es mas conciliable con la libertad de
opinar, pues todo liombre tiene la de coníesarse
republicano ante las monarquías absolutas de
Europa.
Pero, admitir una opinión favorable á la monar-
quía, no es votar por ella, ni declararse monarquis-
ta. Es simplemente discutir una cuestión de la
mas grande vitalidad y declarar admitible lo que pa-
rece admisible.
Yo me siento y me confieso republicano por ins-
tinto, por educación, por simpatía. Hay alguien
que no sea republicano en este mundo, si se hace
abstracción de la realidad? Quién no ama la
igualdad? quién quiere ser esclavo? quién desea
ser inferior á su semejante?
La república es el bello ideal del gobierno; pero
el liombre, por desgracia, vive en el mundo de lo
real. No se elije el gobierno como objeto de arte,
sino como conveniencia, como hecho i)osible. Ha-
bría ideal mas elevado que el de un país sin
gobierno alguno? Pensad en la realidad de esa
hipótesis y os hará temblar su solo pensamiento.
Xo es por (justo que se adopta la monarquía; es
por necesidad: por resignación; por una necesidad de
nuestra pobre naturaleza humana; para escapar de
la tiranía de todo el mundo; para no andar de mano
en mano, sin cambiar de tirano: los pueblos jamás
— 27 —
dejan lo mas bello y abrazan lo menos dañoso.
Todo el mundo hace como (raribaldi: cuando, aman-
do la repúhUca, sirve la monarqjuía, es la expresión
de la voluntad de su país.
Soy republicano, en fin, porque la república
es el gobierno de mi país. Lo seré mientras ten
ga la sanción de los argentinos; por respeto á mi
país.
No seré conspirador contra la república, mien-
tras ella sea la expresión de la voluntad de mi país.
Pero como la república no es dogma, yo puedo
discutirla, como be dicho, sin faltarle al respeto y
sin dejar de obedecerla.
Si la hallo menos útil que la monarquía y la
respetaré siempre por ser el gobierno de mi país,
pero confesaré mi opinión acerca de la monarquía.
Haré con ella lo que con una mala ley civil.
XX
El C. du G , belga, y otros que no son ame-
ricanos, son opuestos á la monarquía en América.
Yo, que soy americano, creo tener derecho
á pensar de otro modo, sobre los asuntos que
interesan á mi país, que los extranjeros, sin tenioi*
deque mis disentimientos prueben falta de i)atrio
tismo.
Si otros son pagados para atacar la nionaríinía
en América, yo puedo asegurar (|ne no lo soy
para defenderla en Europa.
Ni espero en pago futuros rangos. Si no estoy
- 28 —
por la república en el gobierno de mi país, para
el gobierno de mi persona yo no tengo ni tentlré
otra forma. Yo tengo la república en mis venas
con la sangre vasca. Tengo esta competencia para
aplaudir la monarquía.
He firmado tratados importantes en España,
que yo mismo he cangeado.
Tenía credenciales de Ministro, que pude pre-
sentar después del tratado. Ni las presenté, ni vi
á la Reina, y me retiré sin pretender condecoracio-
nes, que me eran tal vez debidas por los usos, pero
que habrían sido inútiles, pues todo lo que me dis-
tingue del comunes un suplicio para mí.
En los seis años que he sido ministro en las cortes
de París y Londres, jamás mis sirvientes han lleva-
do librea, ni mi coche armas, ni mi casa letrero
alguno que la distinguiera délas otras.
Si mi país me ha pagado de algún modo mis
servicios, podría decirse que era con un laurel favo-
rito de los republicanos — el del Cristo — es decir,
con una corona de espinas, que nada tiene de la
vanidad aristocrática. Mi despego por las decora-
ciones ha sido causa que ésta quedara oculta; si
hoy revelo que la tengo es para mostrar que el
(leseo de ver á mi país bien gobernado, no signi-
fica amor á los honores.
XXI
Se dirá que es porque no entiendo la república
íjue me quejo de la que tenemos?
^29 —
He visto las dos primeras repúblicas del mundo.
tos Estados Unidos y la Stáui, y por lo mismo ro
n(»3^co prácticamente lo tüstante que el pueblo de
ul-Américíi está de la capacidad exieriílíi por esa
Será que no conozco á fondo la república en Sud-
América? El modo de organizaría ha sido el e>
ludio favorito de toda mi vida. No conozco libn
de Sud America mi^í^pMmsos (?) que los mios; so
l>re la república. Por algo ha reimpreso ella mii4
critos y decretado el depósito de sus autógrafos en
I archivos públicos
Si la he representado durante ocho ailos en las
jriraera^ cortes, nunca he conocido mejor su poco
liaren el mundo (lae representándola en Europa.
Se dirá que no tengo motivos de estar agrade-
||do á la república.
En todo caso, menos debo á los reyes que á los i>re-
"^identcg, A ningún gobierno, á ningún sistema
íbo nada. No los he explotado como industria
fada les he pedido.
No conozco escritor argentino á quien la Fran-
cia deba mas simpatías que á mí, en el Rio dr
la Plata, su país favorito de emigración. Dígalo
Rosas mismo. Yo presente á Lavalle á los france-
ses, en 1839; yo formé la coalición, rfíTri¿awf/o(?)
is preocupaciones popuhires que la resistítin. Di
finio Eclieverría y Florencio Várela, Yo he re
dactado Uis leyes, que, según Jules Duval, son
modelo de hospitalidad para el inmigrado euro
en América. Yo he vencido en la diploma-
— :^) —
cia las últimas resistencias del localismo en Buenos
Aires á la libre navegación de los afluentes del
Plata, obligándole á prescindir de su protesta con-
tra los tratados que la consagran. He cultivado
siete años las relaciones de mi país con Francia.
Pues bien: yo no tengo la cruz.
España me debe otro tanto 6 mas: yo he firmado
allá tres tratados, y ningún escritor americano ha
trabajado mas que yo en la rehabilitación de su nom-
líj'o en la América española. Pues bien, yo no
tengo la cruz.
He ahí mi título á ser creido cuando hablo en
líuropa de la monarquía, que me ha tratado tan mal
como la república en América.
Están en este caso los repiihUcanos que me atacan ?
Casi todos ellos tienen condecoraciones debidas á los
rej^cs, y fortunas debidas á las repúblicas. Pero
tal vez poi" esta doble razón, cortejan á la república
en alto y á los reyes en secreto.
Me parece ya verlos delante de mí á la aparición
de este libro. Lo leen y su primer pensamiento es
el efecto que va á producir en las preocupaciones del
pueblo; los veo saltar de gusto esclamando: Está
perdido: nunca será elegido para ningún empleo.
Jamás se preocupan ellos de lo que es verdad 6
error. A qué fin se preocuparían de eso?
No han de decir la verdad auníjue la crean tal,
si piensan (jue puede dañarles en las simpatías del
pueblo que debe darles empleos.
Decir lo que agrada, aunque lo crean error; sa-
ber íiué es lo que agrada á la ignorancia del pueblo;
r^ u —
estmliar á fondo esa ignorancia y servirla á las mil
maravillas; abstenerse escruimlosamente de decir, de
e6crihir,deliarí'r nada <]Up desagrade al pueblo, — he
lüil el tipo de los críticos i|ue van tí juzgar este libro.
Y son esos los que hablan contra los cortesanos !
B^s lo8 4ue ílicen: se ha perdido ! se ha llevado
im chasco ' su libro va A atraerle el odio de Amé-
rica'
Pues bien: o^ engañáis: no me he llevado chasco.
Caento desde ahora con el odio, no del pueblo^
8ÍI1U de los explottidores del pueblo-
No he sac^ido mis cuentas como vosotros Otros
son mis cálculos, no los empleos.
Ym sé rumo ganáis vosotros el favor. Podría te-
nerlo á ese título. No lo quiero. Es un robo. En-
venenáis al pueblo para agradarle y deberle empleos.
Kse m vuestro patriotismo.
XXll
''onuierola república pui' simpatía y hábito; la
íspeto como ley «le mi país; la obedeceré, no le
iré jamás traición, Pero reconoceré ante ella,
ífóilmente» i|ue na es el gobierno capaz de servir las
'Trr-ís conque se hizo la revolución de América.
miras son la libertad, la independencia, la po-
rania del pueblo, la civilización. Puest^is en
lianza con la trpúUica.yola^ prefiero.
Todo el problema está en saber si debemos gober-
namos nomo nos gusta, ó como nos conviene. En
umteria de conducta, la honestidad manda suhordi-
^^ 32 —
nar los gustos á las conveniencias de orden y de bie-
nestar general.
Amando lo mejor, nos resignamos á lo menos
malo, cuando lo mejor se nos escapa y lo menos malo
es acequible.
Seré de mi país antes que de mi gobierno; seré
americano, antes que republicano ó monarquista.
Mientras la república sea el gobierno de mi paí >,
la respetaré y le seré fiel; mi respeto por ella no será
otra cosa que mi respeto á la voluntad del pueblo
argentino, á la ley existente; pues nunca seré cons-
pirador contra el orden sancionado, por lasóla ra-
zón de ser conM'ario á mi opinión Este principio es
de la esencia de todo gobierno y superior á todas las
formas. Es el de la soberanía nacional.
Ni mi opinión es monarquista. Mi anhelo es
discutir comparativamente con esta forma, la del ré-
gimen que no puede darnos lo que nos promete hace
cincuenta años. Tal vez de la discusión resulte
ser mayor mi amor á la re]>ública. No es un fallo,
según esto, no es mi voto lo que emito, sino un es-
tudio libre y franco de lo que todos han temido estu-
diar 6 discutir por motivos que á mi ver no favore-
cen ni á la república ni á los rrpuhlicanos.
Escribiendo y publicando mis opiniones, uso de
un derecho, no conspiro. No sirvo en ello liga,
logia, ni plan alguno determinado. No hablo á nin-
guna pasión, no ataco interés ni persona alguna;
no violo juramento alguno, ni falto á promesa, ni
quebranto deber, ni infrinjo ley alguna. Hablo á la
- :« —
razón fria, á la conciencia, á la honradez de los ame-
ricanos.
Como soy opuesto al aislamiento incivilizado y
bárbaro, lo soy á los protectorados, anexiones, re-
conquistas y todo arreglo capaz de cou^prometer la
independencia americana.
Prevenir, alejar la necesidad de esta humillación,
es el objeto principal de la política que discuto, de
las ideas que profeso.
Y para no dejar duda sobre el carácter y ten-
dencia de este libro, me permito poner á su cabeza
la profesión de mi fé política, de que todo él es un
mero desarrollo.
ha, fornia del gobierno ha ocupado á nuestra re
volucion mas que el gobierno en 57', es decir, que su
objeto principal.
En otra parte de este libro doy la explicación
de este fenómeno. República y monarquía, federa-
ción y unidad^ han sido las formas predilectas de los
campos rivales: el gobierno en sí, poco los ha ocupa-
do y dividido. El hecho es que no existe. Cómo
ha sido resuelto este problema de la forma en el
liio de la Plata? La revolución ha encontrado
allí que, siendo impracticables todas las formas de
gobierno, el medio de no reñir por formas era vivir
úví gobierno nacional alguno. (1)
En nombre de esa teoría, medio siglo ha vivido
el país sin gobierno. Los únicos gobiernos que se
han admitido son los que solo tienen de tales el noiii-
(1) Cartn del general Irosas ol general Quiroga, on H33.
3
— 34 -
bre y la apariencia. Haya gobierno, se ha dicliOy
á una condición sine qua non, y es que no gobierne:
haya poder, con tal que nada pueda. Este es en
el Plata el estado de sus cosas públicas. El re-
sultado natural de la ausencia de todo gobierna
nacional, debiaser la anarquía; y la anarquía perma-
nente ha sido, en efecto, el fruto de la revolución,
que olvidó su objeto primordial, la institución de
un gobierno nacional an/entino, en lugar del (jo-
hierno general realista español.
Protestando contra esa teoría de desolación y
barbarie, creyendo que la revolución de Mayo na
ha proclamado utopias ni ficciones imposibles cuan-
do ha revocado el régimen colonial; desconocido la
autoridad de la corona de España y todo poder ex-
trangero de aquende ó allende el mar; proclamado
la independencia y la soberanía nacional del pue-
blo argentino: creyendo, protestando y conservan-
do estos principios como el dogma fundamental de
la revolución de América; tomando esta revolución
como un triunfo irrevocable y perpetuo de la civili-
zación de este siglo; creyendo que es un insulto á
la ley de las Naciones el atentar contra los resul-
tados de la revolución; respetando sus colores, sus
glorias, sus grandes hombres, sus trofeos, sus mo-
numentos, sus cartas sacramentales, las lej^es que
las consagran y todo lo que es americano, — voy
á estudiar en este libro como debe ser organizado
el gobierno, ó bien cuál es la forma de gobierna
mas capaz de salvar y asegurar estas conquistas de
ja revolución de América, contra los estragos de sus
;?5
i y linicus rfirm]gn>, eii ]a América, á saber- —
_£l dt^sordeti, la (¡turra civil, la barbaria, que son
vaDgnardia natural del enemigo extrangero.
El americano qiic% después de cincuenta ailos «le
anarquía y guerra civil, no cree llegado el tiempo y
la necesidad de sentar este problema y estudiarlo^
no es digno de ser libre. La tortura de las ideas,
el encierro del pensamiento en un calabozo de into-
lerancia, el círculo estéril, pobre y mezquino en que
lian girado las ideas políticas, explican la monoto-
aía y miseria en que se ha mantenido nuestra po-
lítica activa por espacio de medio siglo. Si no es
pasible hablar impunemente en América de los bie
nes que su revolución puede recibir de la monarquía,
se puede aseguiar que la inquisición no ha muerto,
sino que ha cambiado de color. En vez de española,
hoy es americana.
Ccrcandn de trabas y dificultades la discusión
de este punto capital de nuestra política, hemos da-
llado y creado obstáculos al desarrollo y complemen-
to de la revolución misma, porque la hemos reducidr»
los medios de crear el gobierno mas capaz de asegu
rar y extender sus conquistas de civilización,
A un despotismo hemos sustituido otro. Bajo el
régimen colonial fué prohibido hablar de indepen-
dencia y bajo el régimen de esta independencia crea-
da por la civilización, para ella, sería prohibido ha-
blar de monarquía^ es decir, del gobierno favorito
de esa civilización europea que anhelamos tríi<er á
América?
Si puede ser una falta el tener las ideas de
- \\(j —
Belgrano, de Rivadavia, de San Martin, de Bo-
lívar y Sucre, sobro la forma de gobierno que
conviene á la América del Sud, yo tengo á ho-
nor asumir la responsabilidad de esa falta. Si hay
quien represente la revolución de América y sus teii-
<lencias mejor que síis autores mismos, yo lo niego.
Desarrollo las ideas que tuvieron esos grandes hom-
bres sobre la forma de gobierno conveniente para
América; no en los días anteriores á la revolución,
sino después de conseguidos todos sus triunfos milita-
res.— IMcjrano y lücadaviu, en 1815, después de
Salta y lúcuma n\ San MartirK en 1821, después
de Chacabuco y Maipú: Bolivary Sucre, en 1828,
después de Ayacucho.
Qué ha sucedido después de ese tiempo para que
sea crimen hoy dia tener las ideas de los libertado-
res de América de aquel tiempo? Tenemos victo-
rias orgánicas, como las de Ma¡pú y Ayacucho?
Hemos creado un gobierno tan irrevocable como
lo ha sido la destrucción que ellos hicieron del go-
bierno español?
Mi objeto, por lo demás, es ver y hacer ver de cer-
ca ese fantasma de la monarquía con que se preten-
de asustar á la América, echarla en la guerra é in-
disponerla contra la Europa, cuyo contacto es su
salud. Mi objeto es contribuir (?) por la reflexión
y la discusión serena y libre, no para que se adopte la
monarquía; sino para que su nombre solo no sirva de
amenaza y señal de vanas alarmas, que otras causas
tiene América para no estar quieta.
No hay que confundir la nionarquía en sí, como
— 37 -
foiina (le gobierno, con el modo de introducirla ^ por
la ¿tUervenciou,
Si hubiese de venir al Plata, no quisiera que vi-
niese por el camino que le ha ido á Mf^j'ico, sino co-
mo le vino á Holanda, á Grecia^ á Bélgica, á Ita-
lia: por la voluntad libre.
Por lo demás, no hay razón para que la América
del Sud pueda verse amenazada con la monarquía.
Es cierto que la que ha conocido ha sido tan mala
que bien puede excusársele de que la crea incítpaz
de ser buena jamás. Pero como Ja república ensa-
yada desde 1810 no ha sido mejor, tampoco hay ra-
zón para que ame mas la mala república que la bue-
na monarquía y bien se le puede escusar el que espere
de otra manera de gobierno la libertad y el bien-
estar que no le han dado ni la monarquía despótica
y estrangera, ni la república tiránica y anarquista
de la era independiente.
Lo cierto es que el problema de 1810 sobre cuál
es la forma de gobierno que conviene á la Amé-
rica independiente, no ha sido resuelto todavía.
XXIV
Por malo que sea un gobierno republicano de los
que hoy existen, no merece la j)ena de caer si ha
de ser reemplazado por otro gobierno republicano.
Es regla infalible que el último ha de .ser peor:
la historia de cincuenta arlos no lo ha desmentido
una sola vez: ella es el proceso de todas las revo-
luciones que han sucedido á la de 1810.
— 38 —
Ninguna reforma, ningún cambio, ningún tras-
torno es justificable ó excusable, si no tiende á sacar
al país de esa calamidad multiforme que se llama la
república como en escarnio de esta bella y parado-
jal forma de gobierno.
Entre los revolucionarios y los gobernantas en
poder no hay mas difei'encia que una gradación de
culpabilidad, en que las circunstancias agravantes
están siempre contra los revolucionarios por reinci-
dentes.
No hay mas que un medio de componer la repú-
blica: es dejarla para tiempos y para hombres mas
dignos de ella.
CAPITULO PRIMERO o
LA EEVOLUOION DE SUD-AMÉRIOA
§1
La simbólica del derecho americano
La democracia de Sud América y su derecho
especial, tendrá su parte simbólica, su modo de
presentarse á la imaginación de los pueblos ame-
(1) romo lo habrá echado ya de ver quien haya leido los
nnteriores escritos, el doctor Alberdi no alcanzó á djr una
forma definitiva á los libros que proyectaba y tenía en prepa-
ración.
Dejó notas, estudios, materiales aírrupndos y mas ó menos
ordenados, que debieron servirie l\ In formación de sus libros,
mediante una segunda redacción que, naturalmente, les ha
hria hecho sufrir un cambio en la forma y aun en el fondo;
tarea que nos hemos guardado bien de acometer.
Nadie pensó en hacer el libro que preocupaba á Pascal en
RUS últimos días, sirviéndose de las notas que él dejó. Los
solitarios de Port Royal se limitaron i\ darlas á luz, en un or-
den cualquiera, con el titulo de «Pensamientos de Pascal so-
J)re la religión», y que, alteradas en posteriores ediciones, se
han convertido simplemente en los «Pensamientos de Pásenlo.
Aunaue los estudios que dejó el doctor Alljerdi eslñii mas
cei-ca ael libro proyectado que lo estaban los cPensamientos-
del que se quedó en el cerebro de Pascal; no por eso hemos
intentado la redacción de un libro valiéndonos de esos estudios,
íjue publicamos tales cuales los dejó su autor.
Nuestra tarea se ha reducido hasta el presente á dar á las
notas un encadenamiento tan lógico como nos ha sido f»osihle
y parecido conciliable con el respeto que nos hemos impues-
to por la obra original.
— 40 —
ricanos, como la tuvo el derecho romano, como
la tuvo la legislación europea de la edad media,
como la tiene el derecho moderno francés, el de-
recho alemán, el derecho español. Los símbolos
son una ne(!esidad de la naturaleza impresionable
del hombre de todas las edades y regiones.
A ese idioma pintoresco y poético de los sím-
bolos pertenecen las armas ó escudos, las bande-
ras, los cantos, las palabras simbólicas, los monu-
mentos, los (latos célebres, las conmemoraciones,
sus héroes legendarios. La patria, como la re-
ligión, tiene necesidad de una especie de culto, y
ese culto, aunque profano, necesita de símbolos,
de alegorías, de emblemas misteriosos y velados
en su sentido sublime y elevado.
Lo historia de la revolución amei'icana tendrá
su leyenda como tiene su filosotia. La política
hará servir á sus miras todos los medios que le
KnruMiüoá liíSíjuo conslituyon ol proscntc Yoirnnen,si el lee;
;or ha «lo juzgarlas ••orí MiMorto, tendrá f|iiií trasiaílarsc ó In épo-
«•a en c|uc' el aulnr las t-snihi»), como n<"onseja Montesquieu.
De este modo se esplicará tamhion mejor la notn ttnnl
on(|iio declara que los experimentos realizados en las dos Amé-
ricas, i\o>iU} IS»;2 á 18(i7, habían modificado profunJaniente sus
ideas, en cuanto, si creía siempre que la civilización de Sud
VnuM'ica no ha de ser sino lo civilización de la Iüuror)a,acliino-
tada en el nuevo munilo; dudaba que esa aclimatación envuelva
la del Cíobierno mnnán|uico, como elemento de civilización
eurof)ea.
El /mhcc con arn^^rlo al cual deb¡('> el «loclor .Vlberdi redac-
tar el libro, y que el lector encontrará al fin del presente vo-
lumen, no hace sit)o coníirmar esa declaración. Los títulos
de e.-^e //<''/(•/• liii'en bien claramonle ((ue, lejos «le ver el autor
en la monarquía la solución del problema del írobierno ameri-
cano, tsi la Hepñblica débil es el;mal de Sud América, el rc»-
nn'ífui tMi su í'onceplo, //O es fa ¡noiinn/'fia, .<ino hi Hepúblic't
,/fíCircn á la cual solo se lle^íará <^pn¡' in cvutraU nación ücl po -
ilcr tuu'inital^ no en una sola mano, sino en un solo j^obierno
ilividiilo en tres poderes-).— (N. del E.)
- 41 -
sugiere la historia, tanto las preocupaciones que
arrastran como los intereses que gobiernan.
El pueblo puede creer que tal dia, en tal lu-
gar, á tal hora, por la mano de tal hombre, re^
cibió la existencia en América su libertad polí-
tica, y ver en ese dia, en ese lugar, en esa hora
los objetos de su culto patriótico. El gobierno
podrá apoyarse en esas creencias para hacer mas
fácil el trabajo de gobernar á su pueblo; pero guár-
dese bien de ignorar los verdaderos orígenes y
causas de la existencia libre de su país, si no
quiere exponerlo á grandes y desastrosos emba-
razos, cuando menos.
El hombre de estado argentino, por ejemplo,
debe convenir con el pueblo, en que Belgrano y
San Martin son los autores y creadores de la Re-
pública Argentina; pero sin olvidar dentro de sí
mismo que ese no es mas que el origen poético y
de convención de ese nuevo Estado, que debe en
realidad su establecimiento á las causas genera-
les que han sustraído la América entera á la do-
minación temporal y artificial de la Euroini.
La revolución argentina tendrá su historia
poética, fantástica, legendaria, que le escribirán
sus cortesanos al paladar de la vanidad nacional
de los argentinos; pero su política irá de mal en
peor, si no tiene un dia su historia ñlosíjíica, es
decir, la historia simple y veraz de las causas
reales que la han producido, porque solo estas
causas podrán descubrirle la ruta y direcc.'ion en
íjue deba marchar para lograr los fines de engran-
— 42 — M
deciraiento y prosperidad que la revolución tuvo
por mira y que el gobierno de la revolución de
be tener por regla cardinal de su conducta.
Esta, es la parte difícil y prosaica de su histo
ria, porque no promete á sus autores, sino dis-
gustos, peligros é impopularidad. Los grandes
nombres, las grandes reputaciones personales de
la revolución, son rivales y concurrentes de los
grandes principios, de los grandes intereses, como
causas productoras de la revolución y de la inde-
pendencia. Los herederos de esos nombres, que
deben á ellos las posiciones influyentes que ocu-
pan en la sociedad, se sublevan contra toda idea
que ponga en duda que sin las batallas de Cha-
cahuco y Maijnl, los pueblos de Sud América
serían hasta hoy meras colonias de la Reina de
España. Las ciudades que se pretenden cwwaí?
de la Revolución^ no pueden tolerar la idea sa-
crilega de que el grande acontecimiento que se
llama la revolución de Sud América, ha tenido por
precedente inmediato el gran cambio que se lla-
ma la revolución francesa y que en realidad fué
la revolución de todo un mundo.
No: la revolución de Mayo no fué Moreno:
como la guerra de la independencia no fué S^n
Martin: como la unidad de la Nación no fué Riva-
davia: como la ti)ania de Buenos Aires no fué Ro-
— 4:^ —
sas; como la organización general no fué Ur quiza.
Creer que sin esa media docena de hombres el
país habría quedado hasta hoy colonia de España, y
sin lugar la revolución, la independencia, la orga-
nización de un gobierno nacional, la tiranía desor-
ganizadora de Buenos Aires y la reacción orgánica
de 1852, es propio de cabezas limitadas, que no ven
ni se dan cuenta de la fuerza de las cosas; para quie-
nes las jjcrsonas son razones, principios y le-
yes, porque se rigen los acontecimientos.
Se dicen demócratas y rejniblicanos, y no con-
ceden nada al poder de los pueblos, y admiten
conformes que los destinos de su país dependan de
media docena de soberanos de frac negro, á quienes
adjudican toda la gloria y toda la acción de esas
transformaciones naturales en el sentido de lo
mejor y mas progresista.
Los Bei/es son mas espirituales que los demócra-
tas: ellos se dicen reyes por la gracia de Dios,
— y los demócratas no quieren creer que los pueblos
son soberanos por esa misma gracia divina que los
destina y conduce á lo mejor.
Es un insulto ni buen sentido el pretender que á
no ser por San Martin y Bolívar, hasta hoy una
quinta parte del globo terrácjueo continuaría siendo
el anexo ó feudo oscuro, á pesar de la distancia de
— u —
tres mil leguas, de una de las naciones mas atrasa-
das de la Europa.
Es una simpleza de primer orden el explicar la
independencia americana por los esfuerzos de dos ó
tres generales, y no por la sencilla razón de que un
mundo entero abierto á las aspiraciones de la civi-
lización general no podia permanecer cerrado y
guardado exclusivamente para el servicio exclu-
sivo de una nación distante tres mil leguas, que
carecía de marina, de ejércitos, de crédito, de indus-
tria, de hombres de estado, etc.
Xo somos ingratos dando á la civilización su par*
te de gloria en nuestra libertad, sin perjuicio de la
gloria de sus instrumentos.
Queremos establecer que la independencia ame-
ricana reconoce causas mas altas y mas gi'andes que
la voluntad de unos pocos hombres ilustres; y que
esas causas que la produjeron son las mismas que
hoy la conservan y le sirven de garantía paralo
futuro.
Con esta manera de apreciar los hechos de nues-
tra historia, (inoremos dar confianza á la América
en sus destinos, desvanecer vanas alarmas y hacerle
ver que está su garantía donde ella cree que están
sus escollos — en la Flnropa.
Xo es el menor de los males que debemos á la Re-
])ül)lica el habernos hecho imposible la historia
veraz.
— 45 —
Acostumbrado á la fábula, nuestro pueblo no
quiere cambiarla por la historia.
Toma la verdad como insulto. Xo quiere (jue sus
guerreros sean hombres, sino héroes y semi-dioses.
Xo quiere que sus batallas y sus victorias
sean hechos ordinarios de la guerra, sino prodigio^;,
hechos sin igual ó que solo tienen igual en la
historia de César, de Aníbal de Napoleón.
San Martin es el (/enio de la r/nerro, el prímrr
soldado del nuevo mundo. Sin embargo, solo (lió
cuatro batallas en América, de las cuales per-
dió una — la de Cancha Ranada. En la de Chaca-
buco venció á un enemigo de 2000 ^ do nuil) hom-
bres y en la de San Lorenzo á uno de oUO (qui-
nientos).
Hizo las campañas de Chile, del Peni, para
libertar las cuatro provincias argentinas ocupadas
l)or los españoles. A los siete años embainó su espa-
da, dejando las dichas cuatro provincias siempre en
poder de los españoles. Los colombianos acabaron
de libertar el virreynato de Buenos Aires.
San Martin, lejos, pues, de llenar la misión
i|ue recibió de la República Argentina (la de li-
bertar de los españoles la parte del suelo argentino
que antes ocupaban) fué causa de que la Jiepiíblica
])erdiera las provincias que tenia encargo de li-
bertar; causa disculpable, inintencional, si se
quiere. Pero el hecho es que si él hubiese llenado
su misión, es decir, echado á los españoles del Alto
Perú, Bolivar no habria tenido motivo ni pretexto
para erijir de esas rroviucias Argentinas la Xacion
- 46 -
aparte que hoy lleva el nombre de su libertador Co-
lombiano.
Es superior á Bolívar, dicen. Pero Bolívar no
sirvió veinte años á los opresores de la América,
ni embainó su espada sino cuando el Chimborazo,
elevándose sobre las nubes y abriendo sus ojos de
titán, no vio un esclavo » .
Que la Polonia se alce contra el primer im-
perio de la Europa y dé una ó dos batallas por día:
eso es grande.
Pero que todo un continente se levante con-
tra un poder distante tres mil leguas, maniata-
do y vencido, sin ejércitos, sin tesoro, etc., — es
la gloria de la guerra de Sud América!
Donde no hay historia veraz no puede haber po-
lítica veraz.
Equivocar los hechos de lo pasado es equivocaí*
los puntos de dirección.
Ño se sabe á dónde se vá cuando no se sabe de
dónde se viene.
AtribuyCiido á nuestros guerreros la indepen-
dencia que nos han dado los acontecimientos de
la Europa y del mundo, desconocemos los ver-
daderos sostenes y garantías de nuestra inde-
pendencia.
Pero los que se han educado adorando á los
santos en lugar de adorar á Dios, qué extraño
es que olviden el poder del derecho por el poder de
los hombres?
Los que creen que no estalla una peste sin que la
haya decretado San Ro lue; que no cae un rayo
— 47 —
sin el permiso de Santa Bárbara, sucesora de Júpi-
ter tenante, ¿qué extraño es que crean de buena fe
que sin San Martin y Bolivar, la América seria
hasta estas horas colonia de España?
Canonizados por su paganismo ó idolatría po-
lítica, esos hombres serán siempre á sus ojos la
personificación de la causa á que debe América su
independencia.
Y los que tal creen ¿podrían ser incapaces de
acostumbrarse á ver la autoridad personificarse
en una dinastía?
El mismo paganismo, la misma idolatría en la
religión de nuestro patriotismo. Hemos olvidado
á Dios, el progresista, el libertador por excelen-
cia, para adorar en su lugar como autores prin-
cipales á los que han sido un instrumento en los
intereses de la independencia.
Si San Martin no necesitó sino dar dos bata-
llas para libertar el nuevo mundo, es porque ya
estaba libertado por el poder providencial de las
cosas.
Por qué no completó su campaña? Porque otro
libertador se presentó á completarla.
Si hubiese faltado Bolivar ¿ no estaba ahí San
Martin para remplazado?
Ni Bolivar mismo la completó, sino Sucre^ que
hubiera podido reemplazar á los dos: él ganó en
— 48 —
Ayacuclw la batalla mas completa que haya dado
la revolución de América.
Si hubiese íaltado Sucre, ahí estaba Córdoba^
que fué el brazo derecho del poder americano en
esa revolución.
Los cortesanos del pueblo, los que compran su
pan con adulaciones 3' lisonjas, han compuesto una
liistoria de la revolución de América al paladar
de nuestra vanidad pueril 5^ crédula. Nos han
dado las formas 5'^ la actitud de Samson demo-
liendo las columnas del templo de la dominación
castellana.
Yo que soy uno de ese pueblo engañado y ex-
plotado, tengo el derecho de acusar á esos por-
dioseros de empleos, pobres vergonzantes de su-
fragios y de sueldos, que compran con lindas pa-
labras para ahorrarse la pena de trabajar.
Yo, uno del p:ieblo, aunque sea autor de este libro.
Para ser miembro de la soberanía popular no es
r3quisito esencial el no saber leer ni escribir y
el llevar calzones rotos.
§ n
• 11 fuut q*u*uiie rovoIuUon libérale
• enfante un gouvernemenl libre, re-
<i pulier el durnble; sans quoi elle
« n*est qu'un douloureux et stérile
<s Qvortement» — ^Guizot.)
La revolución de Sud América fué un niovi-
— 49 -
Miento de progreso y de civilización, 3^ ningún
- iibuso, ningún error sobrevenido en su marcha ul-
terior será capaz de quitarle ese origen y ese
cai-ácter.
Como movimiento de progi-eso es irrevocable; ó
la historia universal es una mentira.
Como un paso de civilización, no pudo serlo si-
no de la única civilización conocida, á saber: de la
civilización de la Europa,
Ella tuvo por precedente inmediato, el movi-
miento europeo conocido bajo el nombre de revo-
luáon francesa^ de la cual forma como un desar-
rollo trasatlántico.
En Sud América, como en Europa, la revolu-
ción tuvo por objetos y miras, como condiciones
esenciales de civilización:
La libertad del hombre á !a faz del gobienio:
libertad i^olltica, civil, reliffiosn, comercial.
La del país á la faz del extrangero: indepen-
dencia nacional.
El derecho de la nación á gobernarse por sí
misma: soberanía nacional ó del pueblo, demo-
cracia.
La justicia para todos por igual: if/uah/ad an-
te la leí/.
La integridad y la conservación del territorio
nacional ó patrio.
El libre trato con todas las naciones.
El bienestar, el progreso, la civilización, la ri-
queza, el aumento de población.
- 50 -
El derecho al progreso ó %\ principio de reforma
pacífica garantizado por la constitución.
Garantías públicas y privadas para todo esto.
Tales fueron los fines de la revolución, como
condiciones esenciales de civilización; — tácito? ó ex-
presos concebidos á priore ó á posteriore, es un
iieclio que la revolución de Sud América tuvo y
tiene esos fines, y no tiene otros. Por eso ha
triunfado, por eso vive, por eso ,es irrevocable.
Los medios de obtenerla y asegurarla fueron
dos: un nuevo gobierno^ y un nuevo régimen.
Lo primero comprendía dos partes;
P Destruir el gobierno español en América,
porque tenía, y era natural que tuviese, fines y mi-
ras opuestas á esas, como metropolitano.
2^ Fundar un gobierno propio y nacional para
realizar y conservar las miras del cambio, en el in-
terés del país americano, no ya de España.
Pero no bastaba tener un gobierno nuevo; era
preciso emplearlo de un nuevo modo, gobernar
en otro sentido, para enconti'ar por él la civi-
tizado rt. Convenía un régimen dr libre comercio
con la Europa, en lugar del de aislamiento colo-
nial
í? ni
Por la revolución vino á dejar de ser el pa-
trimonio exclusivo de una nación atrasada de la Eu-
jopa lo mas considerable del nuevo mundo, pai'¿v
- Til
íjueíliir per|iétuamente abierto al acceso libre ile
todos loíi pueblos civilizados dp la tierra.
KealizHcion íatal de lina ueresidad de la tiviliza
(ion, ese cambio es iiTevocable como ella, y descansí
para lo futuro bajo su gai^antía.
Atentar contra la independencia americana ch
Imir de frente á la civilización de esta época
ea uno de sus primeros intereses.
Ya la América no podrá ser empleada como un
eso de balanza, para daj* ascendiente á un poder
-atlántico en el equilibriü de la Europa.
Cerrar lo que se ha abierto para el mundo y
está invadido por el mundo, sería como supri
la^ plazas y calles principales de París o
índres.
Revolucionar un Estado de Amt^rica en pro-
vecho <le otro de Europa y daüo de todos los demás,
seria estrellar: í^ rontra los cafjojies de Europa y
América
Kso no excluye la preponderancia que nna'na-
don de Europa [pueda adquirir en otra de América^
como la tienen entre sf los poderes europeos. La
influencia no es la (lomnacion: la intervenciim no
la eonf/uisla.
Méjico no podría ser una Argelia francesa»
por mas que lo deaese el Emperador Napoleón,
La Europa civilizada ha visto con placer des-
aparecer la autonomía de los Estados italianos,
para entrar en la dependencia de una Jtalüi^
porque ese cambio se operaba en servicio y en inte*
res de m libertad Los Estados suprimidos, léjo*
— 52 —
de perder su nacionalidad italiana, son mas ita-
lianos que antes.
Otro tanto sucedería si los Estados de Alemania
desaparecieran para componer una Alemania gran-
ule y émula digna de las naciones mas grandes: la
civilización ganaría en que las ideas é instituciones
nobles de ese país, se armasen de ese poder, y
conquistaran en el mundo la autoridad y ascen-
diente que les quita la división actual.
No toda independencia es signo de civilización.
Cuando la independencia se opera en daño de
la unidad de la nación y en sentido de su dis-
persión en localidades impotentes, es retroceso,
feudalismo y barbarie.
Basta recordar que en el seno de toda barbarie
reina cierta independencia á su modo, para conocer
(lue no toda independencia es prueba de civilización.
Jlay una independencia de la barbarie y otra de
la civilización: ésta consiste en ser independien-
te del extrajero, la otra consiste en ser inde-
pendiente de su propia nación; la una en no depen-
der de poder extraño, la otra en vivir sin su-
gecion á autoridad alguna de este mundo, en la
independencia del salvaje^ opuesta á la del hombre
civilizado, de que todo el mundo tiene nociones
viejas y perfectas.
Salir de esa independencia, entrar en la sociedad
civil de las naciones, aceptar sus leyes, sus deberes,
la autoridad de los grandes intereses, de las gran-
des conveniencias del género humano, es civili-
zarse, porque es el solo medio de asegurar la
— 5:^ —
hheiUul y su wdepemlemia legítima^, apoyándolas
en la libertad y en la independencia de los demás.
íí IV
Orig^eii europeo de nuestra rovolucion y sus tendencias
curopcistas
Nuestra revolución de América es europea de
origen, índole y carácter, en el sentido que fui*
producida por los acontecimientos y los interese >
de la Kuropa, y por nuestra parte para enti*ar
en libre trato con la Europa.
De quién estábamos aislados bajo el antiguo
régimen colonial? — No era de la América, ni de
la madre patria.
Estábamos aislados de la Europa en general,
con ([uien no podíamos tratar y contratar sino per
el órgano forzoso de la España que nos impedía
hacerlo directamente. Ya\ eso consistía el crntH/uo
Ser libres, proclamarnos independien t(*s, fué
para nosotros entrar en roce franco con todas las
naciones de la Europa.
Cada acto de reconocimiento de nuestra indepen-
dencia, cada tratado público en calidad de na-
cione^^ independiente, era pai'a níxotiYw una vic-
toria que reportábamos, de conririTo con la luiropa
liberal, contra la antigua y pasada donnnacicn
española.
— :)4 —
' A pesar de esto, el sentido europeo de la re-
volución de América se perdió de vista para la
política que no supo sentar la cuestión de la eraan-
ripacion en su verdadero carácter.
Desconocido este origen de la revolución, nues-
tra política ha pei'dido su sendero.
Por unos fué niiraílo ese movimiento como una
explosión del odio americano contra la Europa. Esa
opinión hizo consistir el patriotismo americano en
una prevención sistemada ¿5 todo lo que es eu-
ropeo. Era tomar por patriotismo un odio bastardo
que nos había inoculado Kspafia para hacer de los
mismos americanos los guardianes de su propio
aislamiento colonial. .I^]ra el viejo patriotismo his-
pano colonial, confundido con el |)aíriotismo liberal,
americano y modeino.
Por otros fué calitícada la revolución como una
reacción del americ-mismo indígena y salvaje contra
la conquista de los (»spailoles y europeos en ge-
neral. Esa opinión comprendió á los hispano-ame-
ricanos en la cau^a de los Incas, de los AraucrDios
y de los Pampas y (iuaramcs. La revolución así
tomada era una reacción salrajc/ {.-s decir, indi-
ffma, lejos de ser un movimiento de civilización.
No era un ccmpli miento hecho á la revíducion que
se quería exaltar.
Es constante, sin embargo, que los indígenas
apoyaban mas bien A las autoridades españolas; y
que la revolución (ira obi"a exclusiva del pueblo
de las colonias españolas establecidas on América.
El hombre de la revolución era el hispano america-
55
d^ — esjmlúf ]yov e\ oñf/m y americano por el ífuel
*fc/ nacf miento.
En medio de esos rtos vínculos le pareció ijue la
jruptura del último era la renovación d^l prime-
ro, que la guerra i.oii el liermanu de sangre, era
la paz con el hermano de suelo. — La verdad es que
quedaba independiente de los dos, sin dejar de per-
tenecer á la civilización y á la fumilaen Europa.
Lejos de ser el conquistado, era el conquis-
tador.
Era el conquistador respecto del indígena; pero
respecto del espi^nol, era el coníiuistador desarmado,
avasallado y degradado á la condición de rohtno.
m sentimiento de esa inferioridad fué el primer es-
tímulo de m independencia. La España no pueile
negar el error de esa injusticia, Kn vano dice hoy
que dividió con los colonos de America su bue-
na y mala suerte, Ll> que no dividió nunca fué el
poder, pues lo conservó todo, hasta el último
4ia de su dominación colonial, en que tleclaró, ya
fuera de tiempo, al pueblo de sus colonias de Amé-
rica, parte integrante del ile la monarquía.
La falta de inteligencia para gobernarse á sí
misma, de que es víctima la América del Sud, es un
hígado que debe á la Espaila, que, al revés de In-
glaterra, le mandó desde Europa no solo sn^ man-
datos, sino hasta sus últimos funcionarios.
Sea de ello lo que fuese, por su nacionalidad,
el pueblo que hacía la revolución en América, era
el pueblo europeo de origen y de raza, no el pueblo
4e nacionalidad indígena ó salvaje.
— 5tí —
Habría un peligro grande en confundir nuestra
causa con la de los indígenas para condenar la
conquista y abolir sus efectos; pues si los mis-
mos indígenas no ejercían el derecho que les re-
conocemos de reivindicar lo que tenemos suyo, de
la mano de los usurpadores eiu*opeos; podían lo»^
que hoy habitan Pataqonla, el Chaco y la Arauca-
ria^ el Malofjroso^ el Orinoco^ territorios de po-
sesión nominal para la América latina, asumir
sus derechos sübe)*anos, constituir sus gobiernos in-
dopentliente? y entrar en relaciones políticas y
comerciales con la Europa, á doble título que lo ha-^
cemos nosotros mismos; aceptar su protectorado,.-
venderles sus territorios.
Qué derecho sino el de la raza europea conquis-
tadora sería el que invocásemos para llamarnos
dueños de Fafaf/onia^ del Cliaco^ de 'a Arancania^
por la sola razón que lo fué España á quien hemos
sucedido en sus derechos de conquista? — P]l de po-
sesión ü ocupación propia no lo tenemos; ni tampoco-
hemos hecho su conquista, después de la emanci-
pación de España. Es en nombre de la Europa,
(jue somos hoy mismo dueños de la América salvaje
los amí^ricanos independientes de origen español.
El Privcipc do Ja Voz (D. Manuel Godoy) sien-
do ministro de Carlos IV, propuso á éste soberano
una idea respecto á América, que se parecia á la
del Conde de Aranda, pero de la que difiere esen-
— 57 —
<;ialmente, según su autor, en los términos que va-
mos á ver.
Godoy veía que los sacudimientos de la Europa
á principios de este siglo, y la ambición creciente
de Napoleón, hacian de mas en mas insegura la
sujeción de la América á España.
Él confiaba en la lealtad sin precedente de los
sudamericanos á su Metrópoli, pero dccia que los
americanos no eran ya niños; y aunque cien años
de preparación apenas bastarían todavia para ha-
cerlos capaces de un orden de cosas independiente,
no les faltaba la conciencia de las mejoras de
que era susceptible el sistema que las regía.
Que adelantándose á las necesidades convenía
que el gobierno español, para prevenir los esfuer-
zos separatistas de los émulos de Españí», tratase
de mejorar la suerte del pueblo americano, reor-
ganizar la distribución de las tierras, (jue esta-
ban en pocas manos, jn beneficio de la multitud:
desparramar la instrucción, dignificar, elevar á
los americanos y convertirlos en hermanos, mas
bien que en esclavos ó pupilos de los españoles.
Godoy, al menos, se atribuye estas mira>.
En visia de ellas, nos dice él, propuso A Car-
los 1\^ la idea de establecer en América, en lu-
gar de los Vireyes temporales, á los Infantes de Es-
paña con el título de Friucqjcs Jír/fcnfcs^ paia
que gobernasen esos países con la ayuda de (.oii-
sejos (le Estado compuesto de españoles y ame
ricaiios, constituyendo especie de senados perma-
nentes, que iniciaran la reforma de la h^gislacion
— r)8 -
colonial en el sentido de las miras progresistas
arriba indicadas, y sobre todo de una autonomía
administrativa y judiciaria que solo tuviese ex-
cepciones en puntos trascendentales en los inte-
reses generales del Reyno.
Godoy pretende que en esa mira se proponía no
solo la salvación de América, como nación es-
pañola, sino de la familia misma de los Borbo-
nes, enviando al nuevo mundo parte de sus miem-
bros, para bacer imposible el peligro ya previsto de
lo que sucedió cuando toda ella fué hecba cautiva
l)í)r Napoleón.
( lodoy dice (¡ue propuso la idea al liey, y fué
acojida; pero éste consulté al ministro Caballero,
émulo de (Jodoy, que la rccbazo, naturalmente. El
lley consultó aun á muchos prelados; y ocho
obispos estaban por la idea.
Temiendo el Rey que sus facultades no bas-
taran á un cambio semejante, quiso oir á otros
de sus consejeros.
Las memorias y pareceres en todo sentido di-
luviaron; el tiempo corrió; la oportunidad pasó;
la Inglaterra atacó á las posesiones de América, y
el Rey, asustado, desistió de toda idea de enviar
sus hijos al nuevo mundo.
Esto sucedía entre los años 3 y 7. Godoy
cree que esa medida hubiera podido salvará Espa-
ña de la conquista, quitando á Napoleón las faci-
lidades que le dio la captura de toda la familia reai
e>pañola.
Niega (iodoy que su idea fuese la del (5onde
— :>i) —
de Ai'anda, propuesta veinte años antes á Car-
los ni. Aranda proponía la independencia com-
pleta de América, y su distribución entre los
Príncipes erigidos en Reyes, con ciertas condicio
nes remunerativas, compatibles con la independen-
cia entera. Godoy no quería que España perdie-
se una pulgada de territorio en x\mérica, y que
toda ella bajo los Príncipes rcf/entes, continuase
siendo propiedad absoluta de la España.
Godoy insinúa la idea de que el conde de Ai*anda,
portador de una idea concebida e/? VersaiUes (como
si no fuese por él mismo) cayó en desgracia pa-
ra siempre por esa <*.ausa principal. Si fuese es-
to cierto, tendríamos que la idea de Aranda es
francesa, como la de Monróe es inglesa, y que
la Inglaterra y la Francia, regian por su in-
fluencia indirecta los destinos del nuevo mundo,
de un siglo á esta parte!
Godoy dice, que tuvo además otros planes y
otras ideas por ese orden respecto á América,
paro que los documentos probatorios, corrieron la
suerte de sus papeles, que le fueron arrebatados .
— Será uno de estos el concertado con Belgrano
y Rivadavia en 1814? Mal comentario para es-
tos dan las intenciones inapeablemente españolas
que Godoy protesta haber tenido en todos los
proyectos y planes aconsejados á Carlos IV
sobre América.
i\0
s VI
Son, ante todo, los intereses generales los
soldados que han emancipado el nuevo mundo.
Los intereses económicos de la Europa han des-
truido el sistema colonial que reinaba en Amé-
rica, porque ese sistema les era hostil y desastroso.
Es necesario señalar esos intereses? Desde el
descubrimiento de América, su suelo virgen y rico
fué el campo de batalla ó el teatro de la libre con-
currencia de las naciones comerciales y maríti-
mas do la Europa. La presencia en ella de la
PJspana. del Portugal, de la Francia, de la Ingla-
tiírra, de la Holanda, desde entonces hasta hoy
mismo, no lo prueba?
Podría el continente, de donde ha salido en tres
siglos tanto oro y plata como para cambiar las pro-
porciones económicas de los valores en todo el uni-
verso, quedar perpetuamente hecho el claustro
oscuro de una nación de tercer orden.
lia decadencia económica de España, la pérdida
desumarinn, de su industria, de su comercio ¿no
le habían (|uitado ya de antemano la posesión del
nuevo mundo antes que los acontecimientos de la
revolución francesa?
Perdido el (amff/n por la Fraifcia ^ y ]a Nuetxt
Inyhiterní por la (irán Bretaña, por manejos en
(jue España tomó parte, ^,podía la América del Sud
seguir siendo colonia española mucho tiempo? Po-
dría la Amórica misma lui'-er por su propia emanci-
^paeíoTt raas de Toque haríii la Inglaterra por sir
|iropiii venganza y por la giamleza de su propio
comercio y marina?
No son contemporáneas de los primeros pai?o>
de la revolución de Sud-América las doctrínaü
de Mallhas y Sat/ en que se revelan lo« estragos
•qne hacia en Europa el desequilibrio de la po
blacion con las subsistencias y la la,lta del suelo
um.TÍ*:ano para servir de agente nivelador de ci^e
desorden?
Gobiernos y pueblos eran aKaltaílos por lo^
rn'^ ' > de la Europa, qne tomaban posesión de
1 ,' >s mercados si no los abrían ellos nuimos;
y encontraban colocaciones espléndidas eu los go
biernos que les tomaban prestado ú interés, para
irirse el camino de que la Inglaterra debia sa-
mas provecho que ellas mismas.
Los interese i que asi arrancaron el nuevo
mundo al ííistema colonial permitirían que cayese
de nuevo eu él, ahora que son mil veces mas
poilerosos? No son esos intereses generales los
mejores gnardianes y sostenedores de la Tndepen
iilencia que ellos crearon á la América del Sud en
rovecho propio?
Recolonixar la América llena de poblaciones y
^pítales de todas las naciones de Europa, sería
:har de allí á esos capitales y & esas poblaciones.
Consentirían ellos en salirse mas que la América
en verlos partir y quedarse sola?
Es achic^ir la causa de América, desconocer el
poder de los grande-í principios, de los soberanos de-
- 62 —
rechos en que reposa, el atribuir toda la obra de la
Independencia al coraje de algunos soldados.
Nada mas ingenuo ni expresivo que la confesión
del célebre revolucionario de Buenos Aires, — Saa-
vedra — cuando decia: — Espennos que las bretms
maduren; entonces las comeremos sin trabajo; —y
sucedió como él dijo. La independencia de Amé-
rica es la breva que maduraron los acontecimien-
tos de la Europa, y que los americanos recogieron
del suelo en que cayó por su propia madurez.
§ VII
La Ruropa es el guardián de la independencia
americana
No solamente es h Europa la que ha forma-
do la independencia de la América del Sud, sino
la que ¡a ha conservado hasta hoy.
Esto no es quitar nada al valor americano; es
dar á la verdad histórica todo lo que le corres-
ponde.
Solo en la verdad históiica podrá América en-
contrar su verdadera política. Los cortesanos y
adulones de su vanidad, que le compran con
mentiras lisongeras sus votos y sus sufragios, son
los que la alejan del verdadero camino de su
salvación.
Este camino es su aproximación á la Europa,
manantial pasado, presente y futuro de su civiliza-
ción, de su poder y bienestar.
— 6a —
La Kuropa, ó por mejor decir, la Fruncía, dejan-
do á la España y á la América del Sud sin ¿ey,
en 1810, dejó á la España y á la América del
.Sud duefias de si mismas.
Para España, era esa posición el principio de
sa i'iila represcítiatira.
Para Sutl-América lo era de su sobf^ranm poptf^
htryút su independencia.
Como ella drpendia del Beif y no de España^
^ la caída del Rey, el cautiverio del Rey> la dejabn,
j)or el hecho, i/idependicntc.
Este doble resultado estaba previsto y regido
por las leyes mismas de la monarquía que facnl-
íaban al pueblo para nombrar Jitntas guberfmtf
ras prúvimiales en lus casos de mutiverio ó ai
sencia del Rey.
España, conforme a c<a Ley, (3'^ Tít. 15, Part.
2**) creó la Junta fíe SevUlUy en yista del canti-
verlo de Fernando VII por Napoleón
La Junta de Si^vUla invitó á la xVmérica á
hacer otro tanto, como parte integrante que era
de la Nación Española, — Esta declaración es-
pañola, nueva en el dereclio americano, era un
pasii mas hacia la indejíendencia espontánea y
^mal de íSnd America,
América nombra sus Juntas fjnbcrnativas
"qñe, como las de España, debían gobernar en nom-
l^re del Rey prisionero.
Este pa»o enteramente legal, oficial y pacífico,
de erijir Juntas gubernativas, se ha llamado en
America una revolución de ¡udt pendencia ,—miei\'
— <;i —
tras que eii España, la erección de Juntas no
significó una revolución, como tampoco en Anid-
lica al principio, sino la creación legal de una
liegmcia,
^ Era una actitud, no una revolución. (1)
Revolución contra quién? . Contra el Rey? —
Estaba prisionero y cautivo. —Contra las Juntas
españolas que lo representaban? — Ellas mismas ha-
bian invitado á Sud-Aniérica á crear Juntas de su
especie. — Contra la Lcif^ — La ley misma autorizaba
esas J/í/2fo.s'. — Contra los Vircj/cs y los represen-
tantes del Rey ? — Ellos mismos renunciaban su
poder y convidaban al pueblo á crear Jantas guber-
Uvas. — Contra los Cahiltlos? — Los Cabildos mis-
mos nombraban las Juntas de acuerdo con el pue
blo, conforme á la ley.
Si babia en ello un cambio, si esc cambio era una
revolución, esa revolución era obra de la Europa
no de América, que era ájente pasivo de esa no-
vedad. Es verdad que ese cambio empezado euro-
peo se volvió americano
Hé aquí cómo ese cambio legal, pacífico y espa-
ñol al piincipio, se volvió naturalmente una revo-
lución americana de independencia y esta inde-
pendencia se volvió un heclio definitivo y peima-
nente.
El Rey de P]spaña habia estado representado,
i\) Vénse las palabras de Moreno, p. CVI dol ^^rr/acio de
las memorias de su hermano cí Dorfur.
Véase el dis'íurso de Hosas en (lue. oomo ("Jobernador de
Buenos Aires, explicó el sentido de la revolu<:ion «le Mavo
de ISIO.
-^ il.) ^-
jiora 80 gobierno eu América, sieínpre \íoy españo
frjp, nunca por criollos ó anuricams.
La creiíciün de las Jnnias ffubenirdivas hizo na-
cer de e^a circun-itancia en América una divergen-
Bi ': no tenia razón de ser en España, entre
> y criollos^ entre europeos y americanos
Los españoles quisieron componer las Juntas al
mo título qne liabian desempeñado antes lo-
le^os de gobierno.
Loí criollos ó americanos, que liabian estado ex
cluidoa del todo del gobierno de sus propios; paí-
sjes, creyeron que la interdicción del Rey. les
daba á ellos el derecho de representarlo, no á los
tspftfiohíf miopeos.
Esta divergencia, esta lucha personal tué el prin-
cipio ocasional de la guerra de la independencia.
Los americanos 6 criollos, empezaron i>or ex-
i.'laü' de su gobierno propio á los españoles, y
atibaron por excluir al Reif de España mismo.
Posesionados del poder por la interdicción del
líey, empezaron por ejercerlo en nombre del Rey
egencia^ y acalmron por ejercerlo en nombre del
pueblo americano (repiiblica).
La Europa no española, que preparó ese re
multado sin pencarlo, acabó por ayudarlo con sus
['O' i ., con su dinero y con sns reconocimientos
(icos, en su interés inmediato y directo de
comerciar con el nuevo mundo.
VIII
Búlivia, ahogada en medio del desierto arne-
ricaiio, siü puertos de mar que la pongan en co-
municación con la Europa civilizada, es el ejempla
práctico del modo cómo nn error de historia es-
travia toda la palitica. Bolivia carece de puertos,
porque al 'constituirse no m dirt cuenta exacta tlel
verdadero origen de su revolnrioii. y <le los fines
de su indepjndenciit.
Todavía en IBfil. un historiador boliviano, se
expresa en estos términos:
^Es un error (lo hi^mos dicho en otra parte, dice
D. Manuel José Cortés), atribuir la guerra de
la independimcia á la crítica situación en que se
hallaba la lletropoli, á consecuencia de la inva-
cion francesa. El conflicto de España habría sido
indiferente para la América, si otJ*as causas no
hubieran preparado los acontecimientos que tuvie-
ron lugar en aquella época. ^
^ La raíz de la revolución americana ha de bus-
carse en laí^ ideas á la sazón difundidas en Amé-
rica. Los hechos de que tiene cuenta la historia
son siempre !a manifestación del pensamiento >,..,
rLos pueblos como los individuos no ejecutan sino
lo que piensan. >
Esto mismo piensa Mitre ú dice que piensa; lo
cierto es que esto halaga la vanidad de Améri
—En verdad esto ei explicar la revolución
las colonias de América, por las causan de H
— fi7 —
volQcion de las grainles metrópolis de EuroiKi
• En el seno de la servidumbre se formaban Iíj
eas de libertatl, dice Cort¿s. Los hombre?? iln>
idog conocían el cofíirata social de liousseau }
la (iecIaracioH de los derechos del homhre, bec'lia
por la convención francesa».
Ya esto es reconocer i|ue la independencia ve
tlia de las ideas de la Europa, ya que no de lu
tíecJws^ no de las ideas americanas.
La revolución que se pudo llamar ameñcanc
de origen y raiz, fué la de Tupac-Amaru en 178<J
pero la América europea de raza, la de que ha
bla Cortés, no tomó parte alguna en esa revohv
cíon, ni pensó en la independencia hasta que no
ocurrieron los acontecimient^Ds de U metrópoli .
insecuencia de la invasión francesa.
Si nuestros historiadores americanos, en lugar de
apoyarse en las lecturas que hacen de historias d*
la Europa, se apoyasen en los documentos rclati
vos á los hechos de la historia americana, no
podrían desconocer ni negar el origen europeo rli
la reyolucion de América.
Las actas de instalación de los gobiernos indr
pendientes declaran todas, sin excepción de una sola,
Ia realidad de los hechos y causas que ciegan al
Sr, Cortés y á Mitre, En todas ellas se dá por
causa de la instalación de los nuevos goliprnos
americanos, el cautiverio de su soberano Fernan-
i^ VII en Francia, en mano de Napoleón; y no
hay documento ni paj)ei de esa época que no di-
gp 1.^ tni'^tnn ivmii convencerse de que Europa es
— Ba-
la que hace hoy mismo toda la prosperidad de
Siid-América, no hay mas que notar el modo de ser
geográfico de cada República y companirlo con sus
adelantos. El Atlántico, mas adelantado que el
Pacífico: V. g. el Brasil, Las Repúblicas con puer-
tos marítimos y fluvialeí^i, mas adelantadas que
las que no los tieíieti, como v. g. Boliiúa, Ntieva
Granada, Aun los que tienen costas mal sanas»
están por ello relativamente aisladas de Europa y
atrasadas: v. g. Méjico^ Colombia.
§ IX
La emancipación de América, era en sí un
cambio por el cual lo que ganaba América lo per-
día Europa.
Quien hacia la pérdida debia saber mejor que
el que hacia la ganancia cuál era la causa: P por-
que en general, una pérdida impresiona mas que
una ganancia; 2^ pjrqne el que perdía en este caso
era el mayor, mas esperimentado y mejor conocedor
de las cosaí comunes á ambos.
Preguntad á la Injlatena ¿quién le hÍ5ío per-
der sus colonias de América? — No negará el valor
de los americanos^ pero no vacilará en designar á la
España y á la Francia, que se ligaron y auxiliaron
con sus grandes recursos á la revolución de Nor-
te-América, la causa principal de esa emancipa
cion.
Preguntad á Espai/a quién le hizo perder sn,^'
posesiones de Stal- América: y aunque conozca el
— 69 —
iw de los americanos, como no basta el valor para
emanciparse, no vacilará en señalar á Fraíciay
á IngUiterra como los autores de la revolución de
Snd' América. (1) La Francia les dio las ideas
leí siglo XVIU y 1789, y las creó el ejemplo de
Estados Fnidos, En seguida las dejó sin Rey,
haciendo prisionero á Fernando VU. Al mismo
tiempo las dejó sin Metrópoli, ocupando á España.
Por su parte Inglaterra^ con su neutralidad
vengativa hcícia España, en su lucha con las colo-
nias, habilitaba á éstas para recibir empréstitos y
>corros en armas, buques y dinero, que les facili-
iba ella misma y las estimulaba por sus con-
sejos.
Últimamente, IJ^paña nn'sma, como se lo dijo el
Conde de ^\j-anda á Carlos III, era la primera en
emancipar sus colonias, desde luego por el ejem-
plo que ella les creó en los EsUuhs llnidon m-
(1) Yo exlrnñ* no ver fnericíonndA el foinbfite de Trnfnlgar
9ntre Ia"5 <*nu^;js; imnedialas t\ U\ ÍTHteppnrJcncia de Aiuórií'a,
íRpecta 1 Perder su niíni rinde «.uerm fué píirn estn
lfK*tAti Y'.'. -olonias ñmerirnrirt.s, pop Ih ley nniurnl se-
\^ i rj t íueie un pnís iii un tener lo donunfioion de otras
I al olro Indo ao los ninre*, ?ií» In pasesinii de una
Fuer/M naval, sobre ludo funndo Ifi colnnio es mos
10 h\ Meinipcdi» y su infle(>endcnHA es fodieiada y
ri ^ por y pnra (a snlud del inunrlo entero,
, Aíít >e viíí queeri seífuuln del de.^ns^tre de Trnfjiltrnr ísufrído
ar KspHHu el "/I de (>'lul*re de Isor»; U\ niíílíilerra no luvo
' en dlrijir suh expcd:rirint'8 de lt<06 y IKíT ni Hio de
I
- irmnrínn espnñoki, quien las baUó, sino la pobloeion
. FUitíi, en cuyos eoinbntes «j»rendn> 6 eonorer el olennce
I »u propio podí^r. que dos íi nos de«.i»upá (líSM»)* empezó por
— ; idíid de In Espnñn tnismn. ron niuelio gu8-
bien entendido, que en lo futuro reempla-
,L ( - .. .-. tfxplolocton eomercial deesos pnibesainert
► sobre Im base ríe §u independeneia reconocida y resp*
KOei A,)
- 70 —
dependientes de Norte-AmtHica y en seguida en-
sellando con toila la Europa á los americanos, á
no ohed^ícer al soberauD usurpador de la Espa-
ña, ni á España misma convertida en presa del ex-
tranjero. Era la rrívolücion erijida en do.it riña
par la Europa misma, tanto nionárqnica como
republicana,
Francia, por un lado, emancipaba á la América
de España, y España la emancipaba de Francia;
así la América se encontraba en el camino de la,
independencia gracia^- á las rivalidades de la mís^
nía Europa.
Esas rivalidades, que fueron causa tle su eman-
cipación, son y serán, como achaques inherentes
á la composición de la Europa política, la mai
fuerte garantía de su estabilidai.
A esas causas se afiaílen otras de drden natu-
ral que contribuyeron á la caída del sistema ca-
lón ial y que impediián su restablecimiento me-
jor que todos las ligas y los ejércitos de América.
Si aun los distritos y municipios de un país no
se administran bien sino de cerca, era el colmo del
absurdo que Méjico y el Perú se administrasen dciide
Madrid,
Era preciso atravesar el Océano para buscar
en Madrid la justicia que amparaba el honor, los,
bienes, la vida de los americanos.
Esos recursos empleaban años y dineros.
Esperando su decisión los recurrentes quedaban
expuestos á la venganza de jueces y gobernadores.
En Madrid no entendian las cosas de América,
— 71 -
XiOs Tireyes y gobernadores, españoles siempr*
tenían amigos y convecinf»s que les asegurabau
la razón en todos los reclamos establecidns íuj\-
Ira ellos.
Lo estéril de tales recursos, hacia no emplear-
los, y los opresores se alentaban por esa impu-
nidad.
Le pasaba entoneeá á España en América, lo qu<
á Euix)i>a con sus diplomáticos eu el nuevo niui»
lio: le han hecho su diplomacia al paladar d.^
los diplomáticos, y se hace odiosa á la América
siii saberlo,
Kl exclusivismo colonial era un nltrage á la ley
itiiral del comercio libre, y una vez ocupado
l>or éste el mercado americana, no podría recoloni-
ssar$e sino rompiendo los tratados que lo garanten
ú conservándolos en beneticio de tudas las naciunes,
que dejarla sin objeto el trabajo de conquis
UíT y revolucionar un pafs con sus solos recur-
5S propio > pero en beneficia de todo el mundo.
Esta ley económica ha hecho caer de suyo para
í^iempre el sistema colonial.
§x
Europa dí¿ u América hasta sus revolueíonuríos
La América debió á la Europa hasta el per-
sonal de los revolucionarios y autores de su in
dependencia. Sus mas grandes hombres recibie-
ron la pdnrarirm, que les hizo capaces de encabezar
la revolucioii, en las monarquías de la Eni-üpa.
Tales fueron San Maitin^ Bolívar^ Catrera ^ Jiet-
grano^ Alvea¡\ Pueynedon^ Blanco Encajada^ Lo-
chrane^ Arenales^ Broum, O'Brien, O'Lmiberff,
M'dkr, Monfeaffttdo, Anehorma, Laprida.
No deben ser esencialmente incompatibles can
la independencia de América las doctrinas rei-
nantes en Europa, cuando esta Europa inspira
y educó á los que libertaron á Sud-Araérica de
la dependencia de España.
San Martin, que es uno de los que mas ha
hecho por la independencia de Snd- America, es el
que mas probó su adhesión á la monarquía, prime-
ro tentando su organización en Lima en 1821, de
acuerdo con Laserna, y en 1822 de acuerdo con
Bolívar en Guayaquil; y después viniendo á Eu-
ropa á pasar 30 ailos de su vida bajo su som-
bra, lójos de la lepüblica, que desautorizó por su
ausencia perpetua, después de haberla fundado In-
directamente, solo por fundar la independencia.^
Así conciliii su amor á la iiideperdencia con su
respeto á la monarquía. No fué inconsecuente.
Rivadaria, como San Martin, después de fundar
la independencia, de tentar en vano la monarquía
constitucional, y de no poder constituir la república
en el Plata, vino á morir en Europa bajo la monar-
quía que quizo trasplantar á su país en 1814.
BoHvar no hizo lo mismo porque careció de
medios para vivir en Europa. Pero es sabido que
tal fué su deseo; y conocida es también su opinión
en favor de la monarquía como linico medio de sal-
?ar la revolución y la indepeiirtencia i|Ue le te
nian por principal autor; y aun lo que hizo en
este sentido en 1H2\).
Besffépo y todos sus confidentes, FIoits, Fraft-
cisco di2 Mili fin, lo atestiguan.
Es constante y notorio, que mandó suspender la
negociación pendiente en Europa para nionarquizar
á Colombia — Eso probaba que la negociación
existía, Ko la liabria emprendido un Consejo de
Ministros sin su anuencia á no ser por traición,
j ni él ni nadie acusó ni persiguió al Consejo
por ese negocio, que Bolívar desautori^iü por temor
lie perder su popularidad amenazada por Taez y k^s
representantes de Venezuela, que después de acón
sejarle que se coronase é\ mismo, le acusaban de
traicionar la república.
Bolívar negó de tiente y de firme que hubie-
se querido coronarse él mismo; pero no negó su
convicción de que solo la monarquía pudría sal-
var la independencia.
Ese convencimiento común á casi todos los hom-
bres importantes de Amt?rica, de antes y de ahora, se
mantenía secreto y disimulado, de temor de in-
currir en el cargo de traición ala causa americana,
como sí esa causa tuviese mayor enemigo que la
lílíca que la ensangrienta y atrasa, ni mejor
i., .iü de salvarse y engrandecerse que la monar-
quía independiente, libre y constitucional.
Como si fuese América la creadora de esa re-
pública imposible y bastarda que abrazó fatal-
mente solo por falta de apoyo y sostén de las mo-
„ 74 —
iiarqiiías liberales de la Europa, qae buscó y no
obtuvo.
Esos americanos llevaron de Europa no solo la
aptitud militar para cambiar la faz de América,
sino el plan mismo de la empresa.
§ XI
A fines del siglo XVIII, el general Miran-
da natural de Caracas, con el objeto de emancipar
á su país de la corona de España, fundií en Lon-
dres una societlad secreta.
Base primera, ó modelo de imitación, ella dio
lugar á la que se formó en seguida con miras
extensivas á toda la América del Sud, bajo e|
nombre de Sociedad Luutaro ó Caballeros racione
leSf á princiiiics de este siglo.
Esas sociedades tuvieron su centro en Inglater-
ra y en Espaüa.
, Su ///■//// Oriente estaba en Londres, y de ese,
centro irratliaban sus ramas y conexiones en ioi
da América.
En Cádiz estaba el grande Oriente de la sección
relativa á la Península, y alU se afiliaban los
americanos que entraban ó salían de aquel puer*
to. En Cádiz solo contaba cuarenta iniciados;
allí se afiliaron San Martin y Bolívar, De modo
que en el Viejo mundo prestaron arabos juramenH
to de servir á las libertades del nuevo.
También se afiliaron en esa Logia, en España,
los que mas tarde fueron el general Alveai' y
— 75 —
el geneml Zapiola, qne no llegaron á Buenos Ai
res, sino en 1812.
El primer trabajo tle San Martin y Alvear,
á su llegada, fué fundar en Buenos Aires la
Logia Latituro, que dirigió secretamente y gobenni
los trabajos de la revolución y de la guei'ra de la
independencia, hasta ííu completo triunfo.
Ella creó los gobiernos, lüzo las constituciones.
y desliizo ambas cosas según su grado; dio todos
los empleos, decretó todas las campañas, y su-
cuuibiü, con la libertad y con el urden, á su>
propias pasiones y debilidades anárquicas. Mucho>
IM levados de España estaban afiliados en
Este hecho responde á los que dicen: — <iLos
Anicíkanos en Europa pierden sus sentimientos
fie arntiicüfios^ se hacen eyoistas, se vuelven extra-
f7ús al país de su origen • .
Los americanos así desamerkanizados en Eu-
ropa íííjn nada menos que San Martin, Belgrano,
Alvear, Zapiola, Bueyrredon, Kivadavia, Bolívar,
Miranda, Monteagudo.
Todos ellos vivieron en Europa y se hicieron
aptos para sus trabajos por la independencia de
América.
Quien dice Europa, en este caso, dice monar-
quía.
Es notable que la revolución de América y la
guerra de su independencia deben todos los gran-
des hombres que la iniciaron y la llevaron á cabo,
7C
i la monaniuía europea bajo la cual recibieron
su educación y se hicieron hombres, (1)
§xn
El desconocer el origen europeo de la revolución
de América puede ser un mal, y no es un deshonor
el reconocerlo.
Lo primero es una especie de ingratitud que pue-
de tener por castigo la privación de lo^3 eleraentoís
que la revolución podria recibir toduvia, para el
cooipleto de sus miras, de ese mismo origen euro*
peo á que debió su primera impulsión, si se acer-
case de él, en vez de evadirlo.
No puede deshon]-ar á la América del Sud lo
que no ha deshonrado á la América del Norte, á
Inglaterra, á Francia, etc.
Las cuatro mas grandes revoluciones que se ha
yan realizado en las edades modernas, en servicio
de la libertad, han debido al extranjero una gi*an
parte de su buen éxito: la Holandesa^ la de Im/la-
tetra, la de Estados- Unidos^ la de Francia.
La revüluciüu inglesa de 1688, buscó todo su
apoyo en un ejercito holandés, y dio á su general
libertador, Guillermo de Orange, la corona que
arrancó por el auxilio de su espada á Jaime U.
— A esa revolución debe Inglaterra la libertad, la
ti) Ved lo explicacMOn dr osle fenómeno observado en las
Historias de Inglaterra y l'rancia, en Mackaufi/, por Guizot^
póg. 89. '
I
paz y la gloria de que disfnUH hasta hoy y que la
hace ser hi escuela liberal de ambos mundos.
La revolución francesa de 178ÍI, tomó si no el
auxilio de la espada, al menos el del ejemplo y
el de las ideas del extranjero para dar principio;
pei*o debió su coronamiento á la coalición de la
Europa, bajo el poder mas libre del mundo, qm
se retiró de Paris sino dejando por ley d«
monai^quía regenerada, nna copia de las car-
las, que rigen á la libre Inglaterra, y cuya re-
novación es el programa permanente da la líber
tad francesa.
Antes de eso, la revolución de Estados-Uni
dos de 1773, que debió el germen de las libei*
les á la misma Inglaterra, no consiguió eman
iparse de ella sino con la alianza y los auxilioíj
de dos monarquías europeas, la España y la Francia
que apoyaron el nacimiento de la nueva República
con sus soldados, su dinero, sus armas y sus
buques.— No por eso la revolución de los Enfados
rnidos deja de ser mas brillante (}ue la de Sud-
América que no formó alianza alguna con mo-
uai'cas de Europa (no porque le hubiesen faltado
deseos, es verdad).
Pero antes íjue la revolución inglesa de 1688
ftiese apoyada por una intervención holandesa, la
revolución misma de la Holanda contra la domina-
ción española liabia tenido por apoyo ujm inter-
vención inglesa.
78
§ XUI.
La revolución do America; lejos de ser un ex-
travio, un error^ un precedente que convenga aban-
donarse, es el punto necesario de partida de todo
gobierno, sea cual fuese su fonna que aspire ú servir
la civilización de America, porque el objeto que la
revolución tuvo en vista es cabalmente el de todo
gobierno culto y patriota.
Ese objeto, lo hemos dicho ya, es la civiliza*
cion. Producto de la civilizaciun y operada paia
su servicio, la revolución de América no puede
calificarse de otro modo que como un movimien-
to de civilización ella misma.
Basta eso solo para ver que su causa impulsiva,!
no podia haberse desenvuelto en el seno de la vida
simple, limitada, oscura que hacían las colonias de
España en América, hasta el día que estalló la
revolución.
Ella no se había incubado en América sino
en otra pin* te.
Es preciso admitir que esa causa estaba ftiera,
era externa, y no podia estar sino donde estaba
el poder central Je la América misma, la metrópoli
del gobierno á que ella obetlecia, contra cuyo poder
debia obrar inmediatamente esa causa.
La revolución de América, es decir, la sustitu-
cion del antiguo régimen por el nuevo, era una re-
volución que se operaba en Europa, de la cual
em un accesorio la de América propiamente.
Donde caía el poder que gobernaba en Ame
Hca, allí tenia lugar sti revolución; y la fuerza,
que la hacia caer, era la r;ins;i ininr-iünta \h. i»s:i
revolacion aiuericana,
Pero el gobierno de América no era oUo <jm
el gobieinode Espafla y la acción que derrocaba ai
gobierno de E^paila, no era otra que la acción de la
revotuci 11 francesa, servida por d poder de Kn
poleon 1,
El día que Napoleón 1 hizo cautivo á Fernand-)
YJJ, cre^í en Sud-Ame^rica catorce Naciones inde
pendientes.
Tomar al Rey, era destituir á los Vireyes, stv
jigentí^s que goberriaban las catorco colonias <l
remando en Sad- América. —La América lo e^i
gndió asi, y lo^ desconoci<5 como autoridades legí
jas declarándolos caducos. — Se consideró acé-
fala y vacante y en viita de eso se dio gobiernos
projiios.
Hesíaunido Fernando al trono, iio <ini?.o acei'
tor la autonomia de América, que haliia sido i«
saltado natui-al de un cautiveiio y dio princiijio
guerra de la independencia, en que trínnfi
m la distancia, el valor de los americanos, y 1
cooperación de la Europa liberal^ contra la pr
breza, la ruina y la mala política de Kspaila.
Una revolución nacida de ese origen no podía
marchar sín el apoyo <lc la causii extorna que
la había hecho nacer.
Debía, al contrario, cultivarla propiciamente y
darle una gran parte de calaboracion en la ela-
boración de la vida moderna.
La revolución de America que debiri marcliar
apoyada en la Europa, hizo al contrario, con-
sistir su política en evitar su cooperación.
Ella ere} d qn? en eso consistía el americanismo^
sin reparar que la civilización americana en todas
las formas y manifestaciones, sistema colonial, y
gobierno independiente, era toda obra y parte de
la civilización europea.
Esa política extravió la revolución y la man-
tuvo estacionaria ha^ta hoy, sin alcanzar las
miras de civilización que tuvo por objeto.
Aproximarse de la Europa era aproximarse de
la fuente de su vida y de su civilización; alejarse
de ella, era retroceder, empcibrecerse, morir.
Gobernarse como la Europa era el medio de
aproximarse de ella; separarse del gobierno pa-
rásito de la Europa, era crear una barrera en-
tre ambos continentes.
Lejo^ de temer al gobierno parásito de la Eu^
ropa, la América europea o latina de origen
civilización, abrazó el gobierno antipático á la^
Europa.
Medio siglo de sufrimientos ha revelado el
eiTor.
Ha llegado la hora de salir de él.
No hay mas medio de volver á la fuente de la
civilización americana, que tomar el gobierno que
la acerca de ella, en cambio del que sirve para
alejarla.
Ese cambio sé impone con toda la fuerza íe la
ley «leí progreso, y hay que abrazarlo ti sucumbir.
Es tan iuevitable coiuo fué la revolución misnia
de la cual no es masque un paso hacía adelante.
Bl mundo no deja de marchar porque el gobier-
no no se ponga al frente del moviaiiento.
8i es verdad que el legislador no hace la leij
aino que la escribe ó expreaa, también es cierto
tratándose de su ejecución, que el gobierno n*»
hac4í el gobierno^ sino que lo encamina <> dirije.
Quien gobierna son los intereses, las ideas, los de-
seos generales.
§ XIV
VA roce con Europa, la intimidad con ella muy
lejos de perjudicar á la-s miras de la revolución
de América, es el medio de satisfacerlas y cuní
piulas.
Que la revolución de ¡Sud-América haya sido
un producto de la acción de la Europa, 6 del es-
fuerzo propio de la América, ella es un triunfo
de civilización irrevocablo y constituye un inte-
rés vital del mundo entero.
Cualquiera tentativa dirijida á sofocar esa gran
'revolución, á recolonizar América y restablecerla
á su antigua clausura, seria considerada como un
atentido contra el derecho de gentes, un insulto
á la civilización de este siglo, una declaración de
ierra á la misma Europa civilizada, que por su
íropio interés se daria prisa á aceptar.
?i2 —
ííingnn extravio, nin^in abuso, ninguna falta,
de las qne lian señalado la marcha de la revolu-
ción en los Estados independientes, seria capaz de
excusar la perpetración de esa violencia liecha á
la ley del progreso del mundo.
Pero no por esto ningún airfericanoí]ne se res-
pete á sí raismo pretendería que la revolución de
Sud-América liaya dado todo lo que debíJ dar,
todo lo (\\m anunció, lodo lo que hizo esperar
el día de su inauguración.
Diria alguno que, lo que hoy tenemos, es todo lo
que la revolución tuvo en mira? Que lo que son
boy Bolivia, el Ecuador, el Peni, Kueva Granada,
Venezuela, etc, fue toda la esperanza de los
autores de la revolución de América? Valia la
adquisición de este estado de cosas el sacrificio
de su sangre, de los millones, de los años inver-
tidos en conseguirlo? No es digna América de
mejor suerte? Sus buenos hijos se consideran
satisfechos con lo que hoy tienen?
Su progreso ha sido el prugreso inevitable de
un ente enfermo. La América ha crecido con
sus achaques. Son Esfados valetudinarios, sujetos
á pérdidas periódicas de sangre.
Mientras que en Francia la revolución se ha
salvado, poniendo en su propia cabeza la corona
de los reyes, es decir, asirailundo la forma de su
gobierno al de la Europa liberal; la revolución
se ha quedado estacionaria en América por no
haber entrado en la misma vía.
La revolución ha dejado de alcanzar su lin.
porque no ha cabido encontrar el medio, es d
cir^ nn gobierno.
Sin iMiidirse dt3 definir con toda claridad el
panto á donde se iba, la revohinion solo supo dp
cierto ona coísia, y es que para llegar A ese pni
til, era re'inidto esencial é inevitable, la creación
tie nn i^r/ibieniO propio y nuev-v í"-iMjiendiente de
todo gobierno extranjero.
Ella comprendió que el primer paso hacia la
j:i....-., 1 gj.,^ |.^ creación de un gobierno patrio ^-
¡. La revolncion llegó hasta hacer de c^
U%s dos cosas una misma, y, en el Plata el 2
íie 3[ayo, y en Chile el 18 de Setiembre H
1810, entendió crear la libertad por el hecho di
instituir el nuevo gobierno compuesto de una
Junia Gnbemnfiva. Los que no hicieron la rev<
lucion, los que han venido ma« tarde, perdiendo
eso de vista, han touiadü como obstáculo á la li-
bertaíl la institución f]ne los revolucinnaríoB de
>f?iyo y de Setiembre habían tomado como la li-
bertad misma, á saber: la ii^Htorinn d^ nn ^o^
biemo.
S XV
La libert-id no era el fin, era el nmlio de la r<
volucion,
La libertad no es un tin, es un i?istrumento,
un medio para llegar al fin, que e« la eivitimcion,
es decir, el bienestar, el perfeccionamiento, la rae-
— 84 —
jora del hombre, física y moral, la riqueza, el i>a-
der, la seguridad, la dignidarl.
La libertad, no es el pan, iio es la casa, no
no es la ropa. Identificarla con osas cosas, e? ha-
cer una figura de retórica. No se come libertad,
no se guarda de la lluvia y de la intemperie con
solo ser Ubre, no se viste libertad; pero no se tie-
ne nada de eso si no se tiene libertad. La libertíMl
conduce á todo eso y por eso la confunde el hom-
bre con eso.
Cuando el obrero tiene sus brazos libres, no por
ese solo hecho está caliente su cuerpo, satisfecho
su estómago, vestida su desnudez. Es feliz en te-
ner Ubres sus brazos, porque con ellos puede ti'a-
bajar para tener con qué vestir, comer, habitar.
Aplicad esa doctrina A la América, y su ver-
dad conservará toda su fuerza.
La América no es civilizada y feliz, por el
simple hecho de ser ¡nde[*endíente antes de sel
descubierta por la Europa, vivió siglos indepen-'
diente al)solutíimente de ella, tuas independiente
que hoy mismo, Pero su independencia no le im-
pidió vivir salvaje y mas salvaje que hoy.
Salió de la barbarie por la pérdida de su in-
dependencia primitiva, y ba entrado de lleno en
la civilización que la conquistó, reasumiendo su
independencia, no ya de América salvaje, sino de
América civilizada, no ya de América asteen,
araucana^ guamm, pampa ^ sino de ^wmm sajona ^
y//Yi/¿7m, es decir, europea de raza y civiUzacion.
La independencia es hoy un hecho consumado,
la gestión de esta independencia, o su gobierna
regular, está por constituirse.
Completar este tiabajo es el tin que resta á
la revoluoion de América, para lograr la civili-
stacion, que no se desenvuelve sin la garantía de
iin goliierno regular, parte elemental de ella
misina.
Pero la creación de un gobierno es toda una
civilización, obra lenta y gradual, tan larga como
la vida de un pueblu y paralela de ííiu desarrollo.
Felizmente en todo momento y por el hecho de
existir, todo pueblo es capaz de algún gobierno,
piiejs de otro modo no existiría. Kl gobierno no
es mas que su regla de existencia.
Pero hacer un gobierno, es ya un acto de
gobierno, es gobernarse; lo que supone inteligen-
(cía y hábito de gobierno.
Asi, para un pueblo que se ha gobernado por
sí miíímo antes de su i evolución, debe ser mas
fácil crear su nuevo gobierno propio. Tal es la
que distingue la revolución de Estados* Umidos,
que en cierto modo fué, como la revolución ingle-
sa, una restauración de su libertad tradicional.
Pero como la América ei^pailola, en vez de
gobernai*se por sí, e?ítuvn gobernada por Espafla
desde su origen, con absoluta exclusión de Amé-
rica en la gestión de su vida, crear un gobierno
para ella es toda una novedad. En po-^esion de su
independencia, producida por causas generales mas
que por el desarrollo de su capacidad de manejarla,
se vé en la necesidad de buscar la cooperación de
St»
ftterzas extremas, como las que hau producida su
independencia, para constituir y convocar el go-
bierno que debe realizar las miras de su revolución.
Dóndi bascará esas tuerzas? — Donde existen
las que trajeron su independencia, en Europa,
Perú puede esa Europa que le dio el gobierno de
su dominación, darle el de su autonomía r^ — Ya se
lo ha dado cooperando á su creación, en servicio de
intereses propios de esa misma Europa.
Si la independencia de América es un interés de
la civilización europea, puede dejar de serlo la exis-
tencia de un gobierno recular americano, que haga
provechosa y útil esa independencia?
Luego la revolución de Auiérica n^jcesita atraer
á esa misma Eui'opa que antes necesitó alejar de
América.
Pero la política para alejar no puede ser la po-
lítica para atraer. íja una es la guerra, la otra es
la unión y la paz.
El gobierna que sirvió para echar á la Euro
pa de América, no es el que conviene á América
para aclimatar en ella la civilización deja Eu-
ropa.
Para echar al Rey de E^spaAa fué preciso dar
su cetro á cada ciudadano, hacer de cada ame-
ricano un Rey, de cada pueblo una Nación, de
cada localidad un Estíido. De ahí la Repiíhlíca
federativa, como arma de guerra contra el anti-
guo gobierno central espaüoL
Pero cuando este poder ha pasado á manos de
los americanos^ ¿para qué puede servir la repú
— 87 —
bliea federativa sino para disolverlo también á él,
en provecho indirecto del antiguo poder caldo,
ó de todo enemigo externo de América?
Luego la centralización, la unidad que daba
vida y estabilidad al antiguo poder» debe pasar
al gobierno independiente y patrio, si aspira Á
vivir siglos, como el gobierno pasado.
No porque la centralización haya sido la for
ina de la monarquía destronada, debe desecharla
la república moderna. Ella ei al edificio de todo
gobierno, lo que las leyes fíííicas de la mecánica
y del equilibrio, para todo edificio cristiano ó
judio. La República hará diagonales ó inclinadas
Uüs columnas de su gobierno, >olo porque España
las Lacia perpendiculares?
Luego la República centralizada y fuerte, de-
he reemplazar á la República federalisU y débil
en interés de la revolución.
CAPÍTULO SEGUNDO
DE LA FOBMA DE GOBIERNO
§1
Conseguido el primer medio,— la destrucción del
poder español en América, — el segundo está toda-
vía por conseguirse después de 50 años.
La dificultad de su constitución depende de la
forma, naturalmente, es decii\ de guien será el que
gobierne.
Sobre los ¡principios y fines todos están acorde^
La Ami^rica está sin gobierno estable y eficaz,
porque no ha dado con la forma que debe darle es-
tabilidad y eticacia.
La elección de forma ú cmtsfifHcioftj no es arbi-
traria. Está sujeta y depende de las tradiciones
históricas, de los usos y costumbres, y de las nece-
sidades y conveniencias actuales.
§n
La política y el gobierno, considerados como
ciencia abstracta y especulativa, ciencia de meras
ti^
^¡^^
¡(leas filosóficas, es estudio de escuela que no me-
rece inquietar á los pueblos ni dividir á los hom
bres.
La política aplicada, los hechos, los pueblos, los
intereses, las reglas prácticas que son objeto de
ella, esto es realmente la política que njereee este
nombre y vale la pena de ocupar al mundo.
Preguntar cuál es mejor, en general, es decir
en abstracta), si la forma republicana ó la ma-
ifárqnica^ es una puerilidad de escuela.
Se debe responder al instante: ¿De cuál repú-
bliaa y de cual monarquía se trata? Por que no
se debe discutir jamás semejantes cuestiones sino
con aplicación á la república A ó 1?, y á la
monarquía C 6 D,
Entre la repúblim de Estados Unidos y lamo
narquia rspffiíola^ v. g., sería estúpido el ser mo-
narqnista; entre la república de BoHvia y la
vionarquki ittr/frsa sería estúpido ser republicano.
No personalizo, no aludo á los pueblos, sino á la
forma de su gobierno, y liablo en la hipótesis de
que el gobierno de an país fuese susceptible de
aplicarse literalmente en otro, lo que no sucede ni
puede suceder.
En Sud-América no condeno la república abs
tracta, la república como debiera ser, sino la repú-
blica que existe, la república tal cual es hoy dia
Como lleva medio siglo de existencia, y en toda ella
ba sido siempre la misma, esto es, mala y desgra-
ciada, no estoy por una república que ptneha mal (?)
América, justamente poique amo á la Aniéríea
la rreo digua de mejor gobierna.
m
La constitución ú organizacii>n del gobierno po-
[Utico de un país es el resultarlo en gran parte de
¡KU orden iíocial, de su orga)ii;5acion civil y reH-
Tocqueville obseiTa ijue la decadencia política
en América, nace y tiene su raiz en la sociedad
íncialraonte demoí-ratica fiel jíUeblo de las coló-
ingle^ias. Ella lia surgido, en el gobierno poli-
Ico, de la jguaUlad normal de las clases.
Pues bien, nuet^íra sociedad Sud* Americana,
por la obra de la legislación civil monarquista
y de la religión cafó! ira, que es su culto de es-
t'ido, es una sociedad eminentemente monarquista.
El derecho vivil organiza el gobierno ile la
familia en una de las tres formas conocidas. 8i
0.8 en la monárqumt^ difícilmente el gobierno
colectivo de un estado de tamilias monárquicas
podrá ser una República ,
El derecho civil, reglando la naturalización^
forma, ú deshace la patria, agranda ó dispersa
el Estado politico.
Reglando la trasmisión de la propiedad, hace
del país una monarqnki ó una repúhhca.
— 92 —
§ IV
La eleccioD de forma de gobierno no es ma-
teria de abstracciones. Se hace por motivos prác-
ticos de conveniencia.
La primera es de gobemarnos como se go-
biernan aquellos con quienes vivimos en trato
íntimo por una necesidad mntua inevitable.
Kn este trato viven América y Europa, y
basta esto solo para que América deba gober-
narse como se gobierna Europa, que es su ma-
yoría en todo sentido.
Asi, si América debe abrazar la monarquía,
no es porque la monarquía sea mejor en sí que
la república, sino porque es el gobierno que
prevalecf^ en la Europa civilizada, con quien ne-
cesitamos vivir unidos para tener civilización.
Si mañana Europa abraza la república, aun-
que cu sí fuere un mal gobiernu, nu sería polí-
tico que la América latina ó europea de raza^ y
solidaria hoy mismo en sus intereses y destinos
con la Europa, se goliernase por un sistema anti-
pátíeo paia ésta:^^ — tendría que ser republicana
como el mundo civilizado.
§ V
Nos úÁ la forma de gobierno el mundo en meillo del
eiial vivimos. Motivos que determinun la elección de
forma.
Con quién fraternizáis? de quién os aproxi-
mais abra^aiulü la república? — De las Eslmhii-
Pero ¿qué interés real os vale la simpatía ile
loa Estados Unid i)S y
Alianza militar, protección militar, no espe-
réis de ellos en ningún conflicto.— No nos tlierotí
la n»as peiiuena en la guerra de la independen-
cia. líOi consejos ile Washington lo estorbarán
ú se trata de socorrernos. Si se trata de exten-
der á todo el continente la bandera estrellada,
j^mo-^ el mundo de una sola familia.
Población, emigrados, capitales, manufactúra-
lo nos darán tampoco, porque para ellos los no-
_ Biiitan, — y ello.^ mismos las reciben á torren.es
lie esa Europa á quien no quieren ver en coa-
cto con nosotros, sin duda porque nos aman
que á sí mismos.
Nos quieren republicanos. Para qué? Para
conservarnos débiles, pobres, decadentes, al ser-
vicio de su ambición territorial.
La república es el camino que nos lleva á sus
manjs, y, si eí federativa^ tanto mas presto. La
República en Méjico les ha valido ya tres Pro-
/incias. Cjmo no han de protestar contra la mo-
narquia, que les arrebata el resto ?
VI
Si es verdad que la íbrma del gobierno de un
[país la dá el medio en que ese país vive, el pro-
sa de 8U forma de gobierno para SudAmé-
— H4
ica í*e reí!Úe1re en el de saber cuál es el medio
en que viven sus Estadas?
Como los cuerpos celestes, Sud América flota
en el piélago de la política, envuelta en una
atiní5sfera que en cierto modo le es extrana.
Por su raza, por su historia y por su condi-
ción actual el alimento de su vida le viene de
fuera, y el uiedio en que ella reposa es coma
extra Ao á su esfera.
Por uiejor de'^ir^ dos son los medios en que
vive Snd América: el uno gmifráfico^ que es el
continente de sw nombre; el otro económico // so-
cial^ que es el continente de su origen, en que
se alimenta hoy mismo su vida independiente:
la Europa, en una palabra, no los Estados-
Unidos,
El medio geográfico, el elemento americano
es puramente platónico, ideal, fantástico. En rea-
lidad el medio en que vive Sud-América su
vida positiva, es la Europa. Esto no es para-
doja.
No soy yo quien lo dice. Es la estadística,"
sus hechos, sus datos, que cobio hechos materia-
les entran por los ojos. Interrogad sus cifras y
veréis que el comercio de Sud- América con
América del Norte está en la proporción de uncf
á diez respecto del comercio de Sud-América
con \oé países de la Europa. Es la Europa y no
la América del Norte la que le hace sus vesti-
dos, sus muebles, sus buques militares y comer-
ciales, sus puertos, sus ferro-carríleá, sus telégra-
OTá coloiiiíi3, stts bancoí?, <n comercio, m
m (le ultramar.
•i en Erados [JnirhH sino en Knropa la
lengua que hablan los catorce Estados de la
Américii antes española. Son las prensáis ile la
Europa, las qut] de ordinario revelan al mundo
las tei^oros de su historia y de su natnraltiZd físi-
ca; las Hue se los revelan á ella mi^ma, y por
donde I' lloarad conocimiento de la propia Amé-
rica del Norte. Sin los libros tle Gotha, de Clir
valiera TocijfteviUe, Laboíítay{\ Guizot y otros au-
tores y traductores fnnceses, la Am*hica del
Stid apenas eonoeeria las instituciones políticas d •
la America del Nia'te.
Mientras la Europa sigue sirvit'ndole como de
metrópoli intelectual, como lo »H»vela toda su pren*
sa, bi Eüroi)a contiene hasta hoy mismo su capital
espiritual y religión; puei todos los gobiernos in-
dependientes de Snd-Amdrica que hacen del ca-
foUiMsniu su religión dr estadi*, contiinian ilepen-
diendo en ese punto importante del Papa, qaees
al mismo tiempo el Rey de Roma; como los esta-
dos indí^pendientí^-; «le África y Asía que pndesnn
el islamismo, dependen en lo religioso del Snltrní
deTarquía, como sucesor de Mahonm,
Desagradables ú no^ estos son hechos reales, y
i (Ib estos hechos resulta comprobado á cada paso
5 en todo sentido, que el meilio en que vive la Ame-
I rica del Snd su vida real y positiva cslaEiropa.
íiu los EstadovlTüidos, que solo co^isfitayen por
decirlo :vM, su medio platónico^ el mundo teórico,
- í»6 —
el elemento ideal, en c|iie su imaginación le liaee
creer que vive, solo porque habitan un mismo con-
tinente; como si los tárbíiro.s ó los japoneses no tu-
riesen unaaftni'hd de ese género con los america-
nos tiel Sud á título de cohabitantes del mismo pla-
neta.
Qué ünda cabe de que si nos encontrásemos eii
la Luna ó en Saturno con un tártaro ó nn lapon,
nos veríamos compatriotas respecto de los habitan-
tes de esos planetas extranjeros? Cada continente
tiene sus antípodas respectivos.
Si la Kuropa, (y no la América del Norte) es el
medio en (jue vive Sud-América, será la monar-
quia la forma que ese medio imponga á su gobier-
no?— N(5. — Será una forma mixta, resultante de
la influencia de los dos medios en que vive, — ^repu-
blicana, en parte por lo americana,— y centralistn
por su afinidad europea.
Mejscla de ideal y de real, en ese doble sentido,
ijue no es nueva en Sud- América. Este es el tipo
del gobierno de Chile, republicano en la forma, eu-
ropeista en el fondo por lo unitario, hacia el
cual marcha la República de Estados-Unidos, na
no por imitación, sino por la fuerza de las
cosas.
íí Vil
Porqué la forma de gobierno preocupa ma«> que el fond^
No se disminuye mucho la díficaltad de la cues-
tión, con decir que es de forma y no de fondo.
— 1*7 —
5n tooS^íarfeTy tiempo, la cuestión «le la forma
lia dividido mas á los hoiübres que la de fondo, rra*
t un José de gobiernos, por la razón de ijue la cues-
tion de forma toca á las personas y á los intereses
jiersúnales, mas que la de fondo,
Tre^ son las formas priíicipales de gobierno, se-
j^in que el gobierno es ejercido por uno, por varios
ú por todos.
La iHonarquia simjde^ es el gobierno de uno solo.
La aridocracia simple^ es el gobierno de varios.
La república simjile y democrática, es el gobier
no de todos.
Ninguna de esas tres formas se concilia con la
übertaJ, porque son simples, es decir, absohdas.
La libertad solo existe cuando, reunidas estos
tres gobiernos, cada uno le sirve ii] otro d*^ Umitp.
y de (ipoi/o.
Nadie es libre si no tiene apo} u,
?ero no se apoya uno, sino en lo que resiste.
ío hay libertad sin resistencia ó control.
La monarqum constUuciomd mixia^ ó compues-
H de tres, es la mejor forma en teoría, porque solo
^Ha pnede asegurar la /íAc/'/ííí/, que no es otra cosa
qí\e el poder de uno Imitado por ti poder de otro.
Se puede definir esa forma: cd fjol/mnode uno,
de varios // de todo^; del /e//, de la aristocracia
y del pueblo, por una distribución discreta de
lis funciones del poder hecha entre esas tres enti-
.4^ ' ror la Ley fundamental, que se denomina la
'(Ci07i. Es el verdadero gobierno de todos»
- 98 -
Cu ese gobierno, el retj reina, la angtocradn (¡ñ*
bienuij la (hmociacla impera.
¥or aristocracia, entiendo la capacidatJ,
Bajo el despitisrao, toiio el mundo es déspota.
Donde todos son déspotas nadie es libre. Cada uno
es señor y esclavo á la vez, pero no libre. No liay
libertad, donde no hay líinite> para el poder del
Kstado y del ciudadano.
Esa teoría es practicable, pues es un becho, y un
hecho victorioso y explcndido de la civilización
moderna.
Ese gobierno es el th^ Inglaterra, al cual deot ese
país y debe el mundo entero la libertad moderna, \'a
como teoría, ya como práctica
Ese gobierno es aplicable á todos los países y
á todos los pueblos, como la justicia, tomo la recta
razón, como el sentido común se aplican en todas
partes.
Si no siempre en la misma medida y del rnis-^
mo modo, al menos en la medida que permite
la cultura y civilización del país. Es el gobier-
no norte-araericano modificado.
En la misma Inglaterra no ha nacido de un golpe
tal cual es hoy dia. Ha empezado por ser imper-
fecto, ha marchado con el país mejorándose gra-
dualmente y recíprocamente, hasta ser al cabo
de muchos siglos h> que boy es.
Que puede atravesar el océano y aclimatarse en
América, el pueblo de los Estados-Unidos ha pre-
sentado un ejemplo de ello. Ese pueblo no ha de-
bido su libertad á la república. Ya era libre, antes
- Í9 -
de ?>er republicano. Nació y se educo libre bajo la
i'orona de Inglaterra, y su líljcrtad es hermana h~
fítiioa y coiisaTiguinea de la libertad de Inglaterra
Lsl, en Estados! 'nidos la libertad es mas antigua
• |ae la repüblica ( 1 )
Ella volverií á encontrar la paz que le ha arreba-
»dü la repüljlica ronfrdiMTHl:! ^n r] s^ena ílt» la firma
^ntitilista primitiv i
Por qué dudar que el detccha pu/iUm, de qu.* la
liiglateiraes creadora, coma lo fue la antigua Ko*
Illa ÚQlrienchti cml, ^^ traslade al nuevo mundo y
se eitienda eu el antiguo, cuando vemos á la Am^-
h:ñ entera y á la Europa toila, gobernadas por el f/r-
\^cho civil de los romanos del tiempo de Justiniano,
ijae ba sobrevivido á los etijperadores y al imperio
di! su origen V
Haí! podido aclimatarse en Sud-América las le*
yes del despotismo español hasta ser hoy mismo el
derecho civil y administrativo de los Sud-america-
Ti Sena república independieute,-— y se diria
Sq _ - ?i incapaces de aclimatarse entre ellos las le*
3'e8 políticas de la libertad inglesa ?
La libfrlail, el úrdvit, el (/obierno^que los con-
düa y hace existir juntos, no es mas inglés que
iVaucés u americano: es del hombre, es humanitario,
^st del mundo entero. Torna el nombre ilel país de
^ü cuna, como las religíoneísi jud^íica y romana; pen»
iLfiJiííu Ainurique (ti»*-e muy bien Pt*nutUioD> »
' í>liUol un cffet de rindívjdufilismc ütv^h
. iniíieíisei>->oli<»tludes, quTceluí de íses in>
- 100 —
pronto se transtbima en derechos naturales del
hombre,
§ vm
Adimiitaeion de los ^oUteraos y de las institud«»nes
La aclimatación del gabierno de la Europa en
América no puede ser mas dificil que lo ha í^ido en
Europa la de ciertas razas de animales y familíag
de plantas de América.
Se ha hecho una ciencia de la achmatacion de
laspluidas y animales de uu país eu otro, ¿por qué
no se haría otra de la aclimatmion de las leyeSy
de las instituciones, de los principios, de las
coitumbres de un país eu otro?
Montesquieu prnlria s.^r el padre de esta, como
Bii/Jon es de la otra.
Los climas no han sido una barrera para esta
emigración y natuializacion, de un país á otro,
de lo que parecia mas arraigado al suelo ¿y lo
serian para la emigj'acion de las instituciones y
de las leyesj que no son sino una faz del hom-
bre mismo y una porción de sus costumbres?
ííi la una ni la otra son una i lo vedad.
Las dos especies de aclimatación son hechos
tan antiguos como el hombre y la naturaleza.
t¿ué planta, qué animal útil de América no
procede de la Eui'opaV El carnero^ elcabaUa^él
bmy^ el trigo, la haba^ la caña de amcar, ¿no
son compaileroa de viaje y hermanos de origen,
en América, con las leyes nioiiarquistas ¿le Par-
tida, (|Ue organizan hasta hoy la familia en SniU
América y Xo son, las unas y las otras, europeas
de extracción ? Por qué, si ha ido el despotismo, no
irían la libertad y el drden de la Europa ? Por-
qué, donde ha podido aclimatarle la inquisición,
no podría aclimatarse el juri?
No es mas exótica la repúhhca que la mo-
nart/ma, en Sud- América, que nbedeció á la mo-
uarquia de los Incas y de Ic»:^ Aztecas, antes de
obedecer A la de Carlos V?
Í5 IX
Noestra forma debe .ser i» de aiiueUo» ciin quienea
Tivfmos unidas
Sobre el principio del gobierno, ans fines y
ob'/ptas no hay dos opiniones en América Todo
el muudo está de acnerdo en que no hay otrot
que la independencia, la soberanin del pueblo 6 de-
mocracia^ ¡a Uberfad^ la i/¡uahf ad etc.
La cuestión toda e^tá en Ib. forma.
Esta cuestión secundaria tiene á la América sin
gobierno -íério y eficaz hace cincuenta años, y
sumida en una anarquía que paraliza sus progre-
K08 y el logro de tíHlus Ins gi\iTideií tinos dí^ su
revolución.
Cómo se explica que ^una cuestión de forma
la preocupe mas que la vínica de fondo: que el
medio la preocupe mas que el ^/in?
— 102
De lUí modo muy sencillo. La cuestión de f<
ma en el gobierno, ¡^e resuelve en la cuestión per-
sonal de fjKfpff ejiTcení el gohierno, pur r/tném's
será gobernado td juiís.
Este quien, es lo que todo;^ aspiran á ser.
En lagar de Imscar un medio de serlo todos ú la
ve:í, por una distribución racional del gobierno,
cada uno quiere ser solo y üniro en su ejer-
cicio.
En el camino de este imposible está colocada ];>
América del Sud,
En el otro está la Inglaterra, ensenando á ser
libres á todos los pueblos d*? la tierra. Ser libre es
tener parte en el gobitírno;y el modo de que todos
sean libres sin excepción, es que no haya bombre ni
clase excluida del gobierno.
La mejoi" forma eu ideal, es la que realiza este
sistema.
Pero en gobierno se marcha hacia el íc/m/ por el
camino de lo jiosi/tle; se vá hacia la mf'Jor forma ,
por la forma de fjur el país es mas capaz.
La elección de la forma de gobierno, no es arbi-
tí'aria. Un pueblo no elije su constitución repu
blicanad nioníírquica como un hombre no elije su
complexión sanguínea» ú nerviosa. Si un puebla
tiene complexión monárquica, en vano será que
proclame la república. La república será un nom^
bre, la monarquía un hecho.
La elección de la forma está sujeta á muchas
condiciones, que hacen de lo que se llama elección
_ im —
OTia verdailera aceptación^ un acto de diso'rui
fnirniú^ mas ijiie de arbitrio lilmv
La elección depende de las tradkiontb ¡ustúrr
is del país, de sus aptitudes // medios, y de su>>
c^skladcs ff coiwcniencias presen fes.
La forma de ffabkmo^ como la fisonomía, como
el temperamento ó constitución, nos viene de mivs-
tros padres, de la sociedad de mtckmes en medio
dcia tfial ha nacido yxiveh nuestra, de la conten
tura orgánica ijne nuestra sociedad debe á su orí
gen y á sus antecesores, y sobre todo, á las ronre
nuturias de bienestar // progreso.
Los pueblos de Sud Amc^Tica^ vastagos de una
monarquía eui opea que ha vivido doce siglos, sin
eerrtpüblica un solo dia; r^^gidosen la Amcricii mis-
ma por espacio 4le tres siglos, según el sistema
íonárquico; gobernados basta boy mismo |M»r lo-
tódigos vigentes de esa monarquía en lo civil y
y social, cuando no los lian i'elbrmado según los co-
jos de la monarquía francesa de Napoleón; son y
ío pueden dejar de ser, por m contextura bistó-
j-ica y tradicional, sino pueblos de la misma pasta
los que en Europa se gobiernan poi* la forma
■monárquica.
Gobei^iados hasta boy por los liábitos, in^rin
los y gustos que les vienen de su pairado mo-
iiico de tantos siglos; ocupando vastos y regio
¿aiorios, y viviendo, por todas sus necesidades
ríales y morales, en roce mas estrecho con
tas monarquías de Europa que con las repúblicas
yje la misma América,— ^; pueden encontrar (5 tener
■ im ^
forma qne mas les convenga que aquella que se|
acuerda con su historia secular, con sus hábito?^
y carácter, y con la consag:raíla por los paíse.^
cuyo roce es mas estrecho para ellos, mas útil
y necesario?
Ahsunlo es considerar á América como pueblo
sin pasado. Un puehlo sin pasado seria un /iíic/i//>
Uoindú. Y en América, el vulgo cree que Umt^en
sapos. Si su pasado na t^íú. en América, es porque
está en Europa. Sus leyes, su idioma, su culto,
no son primitivos; no datan de tres siglos, sino de
los quince siglos que forman el pasado de la E$
paña.
En cuanto á las convenieucias, la forma (juc
ellas imponen al gobieino de los Estados de Amé-
rica del Sud, es la de k»s pueblos con cjíiienes vivert
y necesitan vivir en mayor intimidad.
Esos pueblos son los de En ropa, no los de
^mtVíc'fr -Hemos dicho que cada pueblo de Sud-
América vive en mas intimidad con los de Euro[)a
que con los del propio rontinente, y la razón de ello
es muy sensilla. Siendo idéntica la situación y las-
necesidades de todos los Estados de Sud- América,
en cuanto á fine todus carecen de industria fa-
bril, de capitales, de marina, de población; no-
pudiendo darse unos á otros estos elementos porque
no los poseen; teniendo todos que recibirlos dCj
Europa, en cambio de las materias que solo Europa
y no América puede recibirlas, se sigue forzosa-
raenie que su relación es mas íntima v necesaria con
los países de Europa que con los de América.
fn Estado de Snd Aniénca puede aislai^
uno 6 de todos los demás; no se quedara
por eso sin comercio, sin úimigracion, sin arte-
factos, sin capitales. Pero no se puede aislar del
ludo de la Europa sin quedar reducido á vivir pri-
fado de Todo eso, porque nada de eso sabe pro-
Pasarán siglos antes que cese esa situación de
is, que, por otra parte, nada tiene de malo,
xrque unentras América tenga productos Itru^os
para comprar otros falaicados, poco le importa que
las fábricas estén en América ó en Europa, como
importa poco á la Inglaterra que estén en Man-
kheííter y no en liendres, en Sidney ó en el Ca-
nadá.
yaien dice vivir en intimidad con Europa, en
este caso, dice estarlo con la monarquía.
Si cada Estado de Sud-Améiica vive en ma-
yor y mas indispensable trato con la monarquía
ijue con la i'epública, sus conveniencias y sus debe-
res de sociabilidad les aconsejan dar á su gobierno
la fonna que prevalece en las naciones con quie-
nes viven en relación mas íntima, aunque no sean
lüs mas vecinos.— No son nuestrus mas íntimos los
que mas vecinos viven de nosotros, sino aquellos
con quienes nos ligan intereses conumes y víncu^
los nacidos de esa mancomunidad de intereses.
En el caso de asimilar las formas de gobioi-
no, no seria justo que América esperase ú que Eu-
ropa lome la suya, en lugar de lo contrario.
Pnehln?; que no rultivan las rienria>;. ni las artí ^
que no saben fabricar los objetos mas esencmles
los usos de la vida; que están en todo erapezando
á plantear su civilización ¿pueden jiretender va-
cioQalmente rine han descubierto un gobierno de
formas mas rivilizadas, que el ípie tiene e^^a Europa
á quien le deben toda su existencia, toda su civi-
lización actual y que debe darles toda la que les
falta? Tal pretensioii ¿no recueríla e! empirismo
de esos ignorantes que todos los dia^ nos anuncian
que han descubiei'to la amdtattmi del drcnlo, el
movimiento perpetuo 6 el timón aerosiáticúy
La disparidad de formas de gobierno hace mas
darlo á la América que á la Europa. La América
del Sud puede ser reemplazada en los mercados
de las materias primeras; pero no hay das Europasi
para la i»i'Oíluccion fabril de I05 objetos necesarios^
á la viíla civilizada.
La lucha actual, es ile forma de gobierno, no de
independencia: e< una faz complementaria de la
revolución.
La campana de la Francia en Méjico, puede mr^-
recer todos los reproches; pero es justo que re-
conozcan que no es guerra de ronf¡ni$ta por la En- 1
ropa, no es una lucha de mtlcpendenda por par-
le de América, como se pretenile por un safismai
natural, buscando fuerzas para la resistencia de lan
Repulílicas en la admilacion de la lucha actual
la grande y gloriosa hidui de la independencia
americana.
Lia Incha actual, es de forma de gobierno, es
cuestión de sistema político interno, aunque en ello
mezcle el extranjero, en fuerza de esíi man-
üomnnidad y trabazón de intereses propios y extra
^105 qne bizo siempre del extranjero un colabo-
idor mm ó menos importante de todo:!? cuantos
IOS existen; del gobierno inglés, como del
túQ ft^ancés, como del gobierno espafiol^ como
[del gobierno italiano, etc.
La lucha actual es una taz de la revolución de
jAmérira, (jue alguna v**z delda ponerse A la or-
len del dia. Es el trabajo compleraentario de la re-
l^iilncjon, ijue tiene por objeto crear el gobierno
ijue debe representar y servir sus princiiiiús, cotí la
H*ficaria y pjder que no b:ui tenido los gobiernos
boifjuejado? ó ensayados hasta aquí. En una i»ala
[lira, 8/ trata de constituir deKnitiva y seriamente
' 1^710 de la revolnrion, li'jos de contrariarla,
I fué la mira principal de la revolución:
crear un gobierno americano de origen, de color y
Jeslino.
Tener e'^e gobierno, es ser independiente. La
independencia no es otra cosa que el derecho de
irse un gobierno propio y de gobernarse por él
])or otro,
gran fin fie la revolución no está logríido to-
lYÍ» en Sud-Aniérica. La revolución entá in-
[completa.
La independencia, como .simple beclio material.
- 108 -
reducida al simple hecho de no estar América go-
bernada por el exU'anjero, es la tintad de la obra
de líi revolución inacabada e incompleta. Es la
América sin gobierno, ni ageno ni propio; ni ex-
tranjero ni nacional. Es la América gobernada
por la anarquía, soberana tan fanesta y abomi-
nable como la peor dominación extranjera. La
anaríjnía es la enemiga de la revolución poiMjae
la pierde y entrega al enemigo.
Ese trabajo se ensayó al principio de la revolu-
ción, pero á medias y lijeramen te. Apenas fué bos-
quejado. No era el momento de comprenderlo.
Hay dos grandes horas en la ejecución de
toda revolución: la de destruir la autoridad pasada
y la de coustrnir la autoridad nueva. Las dos
dos horas no pueden correr á la ve^s. Un trabaja
debe suceder al oti'o. El de destruir una autoridad
cuabiuiera ímplicf» la negación absoluta, aunque
eventnalmente, de toda autoridad. Si nt), no habria
revolución; habría guerra regular, entre dos go-
biernos constituido >. Entre el gobierno que cae
y el gobierno que se levanta hay un estado inter-
medio, caracterizado por la ausencia mas ó me-
nos compleía de gobierno: es el estíído revolucio-
nario.
Ese estado se prnlun^a mas u menos según la ap-
titud del pueblo revolucionado pai'a darse un go-
bierno nuevo, es decir, para gobernarse á sí mismo.
Así, el pueblo ingles en 1688, no tardo en dar-
se un gobierno nuevo en lugar «leí viejo.
Pero la Francia, menos capaz de gobernarse á d
iiíi.sinaj í5 mencB lialjituadaá ello, ha puesto entre
la destrocciou de su gobierno antiguo y la creación
del nuevo, el largo periodo de casi acefalía que
einpíeea en 1789, hasta los actuales días mas 6
menos, pues es inciei'to que sea definitivo el gobier-
nu que hoy tiene íel de Napoleón),
En peor caso se halla la América del 8ud
que»de.sde IHIU, en que se quedó sin el gol>n:nio
iti -" por la obra de las cosas á la ])ar que por
;j¿i objá, — ni por su obra, ni por la obra de
las cosas ha podido crear el gobierno nuevo que
la revolución tuvo en mira; y lo que ha tenido
eu vez de gobiernos, son simulacros de tal, que
apenas tienen poder para conservarse á sí mis-
mas, y eso á condición de no gobernar al país.
La fuerza de las cosas reclama la instalación del
gobierno nuevo, como exigió la destrucción del an-
tiguo.
La mitad de esa fuerza está en Europa,
La Europa concurrió á hi creación de la inde-
I»endencia, en el sentido de destruir el gobieino es-
pafiol en América; ella contribuirá á hacer efectiva
ft*>i\ independencia cooperando d la creación de un
Igobierno nuevo, americano de origen y destino.
lío liará eso la Europa por cálculo de ambición,
'con miras tle dominación, sino por instinto de su
pi^lltica, que irá donde la lleven los intereses euro-
peos establecidos lilucmente en América, y el deber
de darles una protección eficaz y constante, la mas
barata y legítima de las cuales es la del gobierno
mismo de América bajo el cual vivan,
- lio -
Cansados los gobiernos de Europa de vano8 es-
fuerzos para darles esa seguridad por espedicione^,
reclairtos y actos directos y propios de protección,
se convencerán que el mejor y mas eficaz medio
de dar á los europeos una protección eficaz en Amé-
rica, es ayudar á América á darse un gobierno
americano bastante eficaz para dar seguridad á to-
dos, á propios y á extraños.
Así es como la fuerza de las cosas, forzará
la mano de la Europa á dividir con América el tra-
baja de dotar á ésta de gobiernos que son una ne-
cesidad absoluta de los dos continentes^ el interés
ct>mun de aoibos mundos.
La mano de América misma buscará esa coa-
peracion, como la buseii en tiempo de Helgrauo, de
liolivar; si no en la misma forma, en otra de las mil
formas que admite el derecho de gentes y la natura
leza misma del gobierno republicano.
La política que sirve para nacer y crecer, no
es la misma i|ue conviene para conservar su exis-
tencia: es Montescjnieii í|uíen lo demuestra cron eí
espectáculo de Roma, creciendo al favor de ciertas
máximas y sucumbiendo por no haberlas sabido
cambiar por las que exigía la conservación de lo
adquirido.
^ XI
El mal ^síÁ ni la^ íiistituiMoncs, no en las hombre*»
Kn nuestras lepúblicas de Sud- América, las
instituciones son las mabxs. no las (¡entes: — á las ins-
n
- ptíiteneceíi ios vicios ijue atnuumio.s á
lo- , Mmíidaii y á los que obeilecen.
Con otras iustit liciones no habría caudillos, ni
Tiranos, ni demagogos, ni esclavos. Todais estas
entidades. :5on frutos de la república tal cual hoy
se llalla organizada en Sud- America.
Si un hombre se propusiese no tener llaves en sus
aertiis, ó no poner puertas á su c¿isa y tenerla ac-
sible á todo el mundo; y ese hombre fuese robado
á menudo^ como lo seria indudablemente, — tendría
razón de calificar de inmoral y culpable la población
en medio de la cual vivía?— No diría todo el
mundo que él era exclusivamente la causa de
los vejámenes de que era objeto, pues daba fa-
cilidad para la perpetración impune?
El poder sin limitacioii ni contrapeso, es como
una casa sin puertas
Donde quíeía que cobíqueis ese poder, creáis el
despotismo y todas sus consecuencias.
Si lo dais á uTi solo hombre, creáis un Sultán
ó un Pacha
Si lo daÍ4 u uiKi Silla clase, á la nobleza, creáis
el (Jotisejf) de los flkz^ de Venecia
Si lo dais al pueblo, creáis el i^eor de los despo-
tismos, el despotismo aninimo. irresponsable, ciego,
impetuoso y violento como el torrente; que las
mas veces obra por el brazo de un Dickidot\ ó
de un mmiiflo, eco fiel de todas sus furias, que
él mism«i enciende por su parte.
Ni el Pacha, ni el Consejo de los dtez, ni los
Didtuhres <) caudillos, serian los entes mancha-
dos con críraenes y violencias rjue ñ mennüo
afean la historia, si la ley ik) pusiese en sQs ma-
nos el poder iUmitado que les dá la tentar ion y
el medio de perpetrarlos.
Queréis que ningun¿i de esas tn^s emuiades
exista? En vuestra mano está Dad luia ley, que
no les ]>ermita formarse.
Cümo? "Armando del poder á los tres á la
vez, y liat?iendo que el poder del uno sea el límite
del poder de los demás.
Ese sistema es la monarquía constitucional
No es un ideal, eomo el gobierno del Plata,
pues existe vivo, poderoso y floreciente, en In-
glaterra, como el modelo teórico y practico de todos
los gobiernos libres y picífico;;.
Ese sistema puede atravesar el Océano, pues
vive en América, en el Canadá, y vivid siglos en
los Estados dominados {?) hoy bajo la rqmMica,
Para que un poder, ó un hombre en poder, é
una clase, ó un pueblo en poder, sean justos y le* '
gales, es preciso que no esté en su mano el hacer el
nml. Es preciso que cada mano tenga á su lado
otra que la contenga. Este gobierno de recíproca
control ó contrapeso, es el gobierno de la mmiarqma
consiUucionaJ ^ debido al instinto de libert^id de los
ingleses, como el derecho civil es debido al ins
tinto jurídico do los romanos.
De todas las formas de monarquía, el Imperio es ,
iU
imen lo ci-eyera!) la que menos di&ta de la Kepfi
rtica jiorla sangre y el parentesco.
Donde quiera que exista un Imperio, !!e puede
iseg^urar que la república existe latente y subtes
iuea. El imperio es de ordinario la República
lecha hombre, es decir. Emperador. Su mismo
carácter dinástico no prueba sino la perpetuidad del
aecho de la Uepública, El Imperio mismo lo dice
cada vez que le hablau de César.
El Imperio es el hijo de femilia, mayor de edad,
qne asume el gobierno y dirección de su propia
jBadi'e, enferma de inconducta ó meramente de
nervios.
El Imperio revelará una mala índole si no sabe
ratar á la República interdicta, como el hijo á la
jadre enferma.
Cuando el Imperio ha vivido mucho tiempo, esto
es, cuando la enferaiedad de la República se ha
hecho crónica lí constitucional, la única solución,
que puede recibir esa tutela imperial, es, no ya
la vuelta á la República, sino la amalgamación de
la República con el imperiu, en la monarquía cons-
titucional, á !a inglesa ó i la holamlesa, que es,
en cierta modo, la República coronada u la mo-
narquía de la igualdad. La monarquía constitu-
cional es un compromiso de paz entre la Repúldira
y el Imperio, Como todos los conjpromisos, es la
obra déla necesidad invencible, no del libre aibitrio.
Como las enfermedades, las formas de gobierno son
la? ac( idt^ntes é irregularidades de la snlnd m\ que
la Toluntad del paciente no tiene parte alffnna.
Aunque á menudo nuestras enfermedades son ivues^
tra obra, jamás, ó rarísimarnente son la obra di
nuestra voluntad deliberada y reflexiva. La ns
turaleza hane la voluntad y hace la enfermedad.
Ella hace la líepiiblica y ella hace el Imperio. La
única forma que es la oÍ)ra convenida del arte y
de la naturaleza, es el gobierno Á la inglesa, la
monarquía libre y democrática.
g xni
El debf'r de los que han de coronar la obi*a de
Moreno, Belgrano* San Martin, Bolívar, etc., con-
sistirá en aprovechar de la primera granule ocasión
que les ofrezca la marcha de los acontecimientoií^
europeos, para fundar con su auxilio y cooperación^
el gobierno independiente de América, asi como loi
liéroes de 1810 se i*rcvalieron de los acontecimien-
tos europeos de ese tiempo, para deirocar la vieja au-
toridad de América, conmovida por esos mismos
hechos de Va Europa, y para proclamar y fundar la
independencia de América, con la cooperación moral
del mundo externo.
En la mancomunidad y solidaridad que hace ser
una simple prolongación trasatlántica de la Enropa
oriental á los pueblos de su raza y de su civilizacioit
que habitan la jlwf erica, no cabe, en efecto, que el
gobierno pueda constituirse y vivir en América, con
otras condiciones^ que lasque le constituyen y man-
tienen en Europa.
li» América latina y sajona, no es, como se nombra
ella niisma, sino la Europa establecida en América,
Quiere Je<jir ot!*a cosa, en efecto, América ¡afina
que J Ni f rica sajona? La Ainérica Sajona, no sig
lüfioa ignalraent^ Jrn^nca europea? Ño represen
tan la.s ♦los. á igual titulo, la civilización <le la Euro
paf* Pretende A*ttf'f^'<í trurr ikfiví rivilijíacioii que
la Europea?
Luego en América, todu lo tjue no es lafmo jmjon^
es decir, europeo^ es bárliaro, es decir indigena, aste-
OÑf, (fuaranij pampa^ pehtwhht.
Si la rasja, ú )a civilización es una misma en Euro-
pa y Auiéri**a¿|>or qué no lo seria el prhmpioy la
fhrma del gobierno que esa civilización común afec-
ta en el suelo de su cuna?
Si la forma de gobierno nos viene de la que preva-
lece en los países con quienes vivimos en intimidad,
la de América del Sud fleberia ser la monanjtüa^
pues esos pueblos viven mas intimamente ligados con
" ;»a, que entre si mismos. Pero ya que no es el
^.j ;, rnu de su simpatía, no debe ser tampoco el de su
odio y hostilida'i
§XIV
Presefieía de Europa en Aiiiéríea
Si ge va á juzgar de la América del Sud, por la
condición y la conducta de sus gobiernos actuales, se
c.i aramente en las eíjui vocaciones mas graves.
I AJ i«"" '^c e^os gobiernos que se levantan y caen, que
— lu; —
no viven sino para pelear en defensa de su vida, hay
un progreso en la marcha y desarrollo de los pueblos,
que no es su obra ciertamente, pero que esoí gobier-
nos se lo atribuyen no obstante.
Ellos influyen en el crecimiento de los pueblos de
su mando, como los maestros de escuela en el progreso
de la estatura y tamaño de sus discípulos. La pura
naturaleza agranda á los unos yá los oti*os. Si el
progreso déla América del 8iid no tuviese esa ga*
rantia, los gobiernos actuales serian capaces de dar
cueata de 41.
La América tiene eso de feliz que, como resultada
de la revolución, vive en un medio que por si solo
opera su mejora y transformación en el sentido de sus
progresos. Ese medio es la civilización de la Europa,
que la rodea y forma una atmósfera de vida, como el
aire que forma la atmósfera de la tierra. La América
obedece á una fuerza de gravitación hacia sus gran-
des y nuevos destinos, que la preserva hasta de sn^
gobiernos retrógados.
Así lo que dice obra y progreso de la Améri4
ca independiente, lo que parece deberse á sus go-
biernos, en materia de progresos, no es mas que
obra y progreso de esta misma Europa de que se
pretende emancipada del todo.
Loque pasa por industria, comercio y progreso
americano en Sud-America, no es mas que industria,
comercio y progreso de la Europa trasladados ó ins-
talados en el nuevo continente, como lo están en A/ri-
ca, en Asia, en la Ocmnm. Es la acción industrial
de la Europa, dilatándose fuera de este viejo mundo
^ 11
en fuerza de sa propia vitalidad y tomando posesión
délas le)anas regiones del globo,
Habria un medio sencillo de atestarlo en Sud-J^mé*
rica, y seria escribir la historia y la estadística de
ese romerdo y de esa industria, cuyas cifras relati-
vamente progresivas invocan en alto sus gobiernos
parajiistiticar su conducta. Estoy seguro de que po-
qiiisuuos serian los nombres de Americanos^ que ti-
giiren A la cabeza de ese movimiento.
Toda la parte que de ordinario tienen los nuevos
gobiernos de América en los progresos que se rea-
lízan bajo su vista, consiste en su abstención, en
virtud de la cual lian dejado de ser estorbos direc-
tos á lo-í adelantos que allí practica la industria
de la Europa por sus capitales, por sus hombres^
p4)r sus poblaciones, por sas propios mo\nmient08.
8i el progreso actual de iVmérica es obra de la
Etiropa actual, se sigue que es obra de la monar-
fjHia, á cuya sombra florece en Europa la civiliza-
ción que se derrama en América.
La única cosa,— la libertad, que los gobiernos
ile América podiian dar á la industria para verla
' en aí|uel rontinente sin nececidad de pro-
í-. - laerzo, no pneílnn tampoco darla de un mo-
do satisfactorio.
No hay libertad, sinu licencia y anarqtda, don-
de la intforiilad falta; y ese es el estado de Sud-
América de>de que la autoridad europea dejú de
existir allí, en 1810. No quiero decir que la liber-
tad ex¡>tíó antes de esa techa; sino que primero
fnltó por la natnrnlez¡i df^l irobierna que entonces
— lis -
existía , y después faltó por la ausencia absoluta de
gobierno, á lo cual equivale la existencia fie go*
liiernos tlebile-?, instables y efímeros.
Cuál es la forma de gobierno que conviene al
pueblo de las provincias argentinas"'^
Es la cuestión que seiitú la revolución de Mayo
de 1810 y que después de 50 años está todavía
por resolverse allí, pues no hay forma adoptado.
por la sencilla causí^ de que no haff f/ohierno, Fal
ta la forma porque falta el fomlo.
La revolución no tuvo por primordial objeto
esa cuestión. Su objeto principal fué otro.
Ella no destruyó una forma sino un f/oburno
ó un principit) de (/obieruo: — la soberatia entran'
gem de la corona de España^ á la cual reempla*
zó la súberania del pueblo nrtjenfino, proclamado
indfpendiente, — E)^te im el grande y tínico objeto
de la revolución: el objeto esencial y sustancial
de ella. El gobierno de la America por sí misma,
y no por España: he ahí toda la revolución
Obtenido el gobierno, la cuestión de su forma
era secundaria. Aquella forma es la mejor, que
permite al gobierno llenar mejor su objeto ó fin.
La forma, no es el gobierno mismo: no porque
una forma sea inadecuada debe concluirse que el
gobierno en sí es imposible ó inadecuado
Jíadíe se atrevería á proponer esta cuestión:—
- 119 -
j^lo por tm absurdo podría sostenei'se que esim
ien para el país ijne no existíi en él gobierno al-
ino; (i qae no debe intentar teiierlo porque es in-
ipaz lie tenerlo.
Un pafe que se declara á sí mismo incapaz de
Bner nn gobierno propio, en decii*, incapaz de go-
bernare poi sí mismo, no puede ser país indepen-
silente y soberano. Tal declaración seria justamen-
lo contrario de la declaración áQVdiftdepmfhp
^fia, la enal signiíica declararse capaz de gobemursi
á sí mismo.
Tiene que recibir el gobierno de fuera; que ser
' lo por el gobierno de otra Nación; en una
, tiene (pie í?er dei^endencin 6 colonia de esa
otra Jíaeion
Esto sigfíitica la declaración de los que aseguran
qne el pueblo argentino es incapaz A^ tener un go
bierno general: y que no puede tenerlo, porque la fí>/
ma unihnia le vá tan mal como la fctkrnL
No haya gobierno de ninguna especie; vivamnssm
gobiernu, puesto que todas liisfoimas ensayadas son
inaplicables: be alií como Kosas puso la cuestión en
HU carta á Quiroga.^Heahí hi teoría de Buenos Ai-
res sobre la política interna argentina, no solo de Ko-
sas. Su consecuencia práctica es la guerra civil de
50 años, que lleva el pais porque vive sin gobierno.
Tm revoliíCiOn de Motjo de 18 10, no tue mas re-
ptií.H/-ii)aque monarquista, estando al tenor de sus
— 120 ^
documentos. — Decir que las documentos ra!ent€ii,
no es honrar A uis autores; es insultar la revoluciun.
El actatirmadaenesedia: lo declara textualmente
se depuso al Virreí/ en nombre del iíc//.
El gobierno provisorio de la primera Jimia, crea-
do en esa acta, fué una especie de Eegencia, en favor
del T{e¿f cautivo.
La Junta crmsermdom de la soherania del ¿íe#7ar
don Fcniamlo VII, como se llamó la segunda Junta
de Diputados de todas las provincias, dio un regla-
mento para el gobierno ju^ovisorio, de carácter mo-
nrirquiro, pues en el se salvábanlos derechos dinásti-
eos del Rej^ de España en las provincias argentinas.
Buenos Aires desconoció ese Erf/Iamento, y el f/o-
bierno de tres^ especie de Begencm igualmente, dio
un Esfafido Provinctal, siempre á nombre de don
Fernando VU
Ese gobierno y ese reglamento monárquico en el
fondo, dnraron hasta 1814.
En ese ailo el gobierno independiente enviu á Ri-
vadavia y á Belgrano á negociar con España la coro-
nación de un príncipe español en Buenos Aires, como
jete de una monarquía constitucional independiente,
como base de la paz.
El partido opuesto á esa idea fué mas lejos: ofreció
á hi corona de la Graií Brcfava el golñerno de las
provincias argentinas. (Alvear en 1814).
Rechazadas ambas miras por Europa, el Congreso
de Tucuman declaró la independencia de las provin-
cias en 1 si 6, pero no condenó la monarquía ni pro*
clamó la repúldica.
— 121 ^
Basta leer siu actas. ,^^_
No podía condenarla, pues el i'ongreso era nio
narquista; es decir, lo eran sus miembros.
Belgrano propuso esa reorganización bajo la di
nasf ia de los Incas, y la idea deju de ser aceptada
por re>peto A la monarqítia, sino á la rfí««3/¿«
llvaje de los Incas,
Todavía en el Reglamento consfifucional que ese
!^oíii^eso dio en 1817. no se hablií derepúblicn.
Tampoco fué consagrada la repiíblica en la cons-
titución definitiva que otro congreso dio en 1811*
I>a printera constitución que habló de republi
Oí. íaé la unitaria de 1826, es decir, 16 año»
después de la revolución de Mayo, y esa no llegó
sancionarse.
La Ley fnndammínl provisoria de 182. ">, qne
la prei^edió, confirmó el gobierno le 1^1'*, que
en cierto modo fué monárquico.
Cuando Rosas, en 1835, recibió de Buenos Ai-
res la suma de los poderes públicos // Icts facuHa-
d^is onní modas ^ que hablan tenido los vi reyes (lo
cual era la monarquía sin el nombre) la ley de
1*^ de Marzo solo puso dos límites á ese poder:
— el de no cambiar la religión ni la forma fedcíai
— ^Hada dijo de la repúhlka^ ni podia decir, puea
la centralización monárquica de todo el poder ptibli-
1 una mano, era la suspensión ó abolición virtual
,1 rejmhlica.
Si falta la república en los textos es porque no
*eíif uvo en el jíensamiento de la revolncion ameri-
cana. Quien ha rreado la repiíhlca en la Araérica
antes españohi, es la Europa.
Después cío la caitUt de Rosas ha sido consagra-
do la república en los textos constitucionales.
Qué ha dado ella*:*
Lo ijuo dio antes de serlu : guerra civil, cala-
midades y atraso.
Ese es el estado presente: no es mejor que el
de Mé/ko: tal vez es peor, parque es el desor-
den garantido y constituido,
A qué debe Buenos Aires su bienestar com-
parativo?— No á la repál/Uca, sino al goce exclu-
sivo de toda la renta pública^ que pagan los ar-
gentinos en su puerto: es decir, al desorden mayor
de que presenta ejemplo la historia.
Si lo debe á la república porque ese des<5rdeii
es obra de ésta, tanto peor para la repúblicíi y
para Buenos Aires.
s xvn
Como plantear el f^otiierno á la europea
Ouál seria el medio práctico de introducir el
gobierno á la europea en el Plata?
Por la acción y cooperación de la Europa com-
binada con la acción del pais mismo.
La acción de una nación sola y aislada, el
protectorado pueril, anmiue mas eficaz, inspira
temores de conquista; la adhesión de doi tí tres
itleres es una garantía de la independencia arae-
Iricana: la participación del país mismo la com-
I pleta.
La revolución de la independencia no ha sn-
priraido la civilización del nuevo mundo, producto
de la acción de la Europa en America- ha va-
, riado su forma. Lo que Imy en América sigue
,fiiendú una fez de lo iiue hay en Europa. Existe
tina íntima solidaridad de intereses y destinos entre
los pueblos de anil)os continentes,
No son dos mundos, como dice la expresión
fígnrada; no dos planetas con entes de dos razas,
sino dos partes de mi solo mun<h> geográfico y
jiolítico.
Los mares aproximan los puebliis en vez de
alejarlos.
Sin la mal' no estaría en comunicación Chile
Loii Europa. La idea de un viaje teriesire de
itTBs mil leguas, no tiene nombre. La comunidad
de lo^ intereses del comercio prueba la solaridad
de los intereses y destÍTios de ambos continentes.
I La doctrina atrii>uida á Monroe, es un contra-
I mentido, es hija del egoísmo. De^ípues que los
Estados-Unidos debieron toda á Europa, quieren
[aislar la América de Europa, por todo otro pun-
ta que no sea los Eíitados-Unido:^, convertidoi
ten aduana única déla civilización de origen tras-
[atlántico, — Monroe quería hacer de su país el
[JPmiO'Iiello de la Hbertad americana.
Las ideas de Waslüngton en política exterior,
eran simples preocupaciones propias de su 6pdíi
las tuvo también Bolívar en Sutl-América.
La falta de alianzas europeas, es decir, de aliaij^
zas eficaces y sólidas, hace hoy desplomarse
medio del aislamiento y de la soledad, á la gran"
RqmhUca, qne evitaba el contacto de las firmar-
íj trias. Como si los pueblos dejasen de formar
nna sola familia, porque varié la forma de su go-
bienio respí^ctivo; como si la Francia mona rg nica
fuera extrangera hasta no tener contacto ron la
Francia republicana !
Como se sostiene el equilibrio europeo, se man-
tendrá el del mundo que no será mas qne su des-
arrollo al través del Occeano.
Los golnernos de P^uropa qne prescinden de
América abandonan los intereses de la Europa
misma. Cuando una crisis de K^tados-Unidos pro-
duce el hambre en Maschester y en Lyon, pue-
den los gobiernos europeos abstenerse de influir
ó de tomar parte en los medios de remediar á
Lyon y á Manchester, suprimiendo la causa del
mal, aunqne esté al otro lado del Occeano?
Como en lo comercial, en lo político, los dos
continentes se apoyan y sostienen: su interés es
solidario,
La Europa podria encontrar su paz y su bien-
estar, enviandLi á América, no solo sus pobla-
ciones, sino sus príncipes; y la América podria_
ganar en ello, no solo el aumento de sus pueblo^
sino el medio de gobernarlos.
X¡ la distancia ni el mar impiden que loi Es*
tadüs Americanos hagan parte de la familia de
la Europa, como en otro tiempo no fueron obs-
tácalos para que pertenecieran á la Europa mis
ma j' fueran gobernados desde Europa. A doble
ilistancia, hoy Australia integra la Inglaterra.
§ xvm
Uiixoii de las diíieultades de h\ fnndaciiitt d«^ la
monarqahí en Sud^Amérifa
Eb nuestras repúblicas de la América del Sud
se entiende la libertad de opinar de este mod*»
II í podéis ser un ateo, negar la divinidad de
resucristo, reiros del Papa y de Lutero, ser ma
Jiometano; poner en duda el derecho de propieda»!,
santidad del matrimonio: todo eso podéis hacer
■«ift riesgo de ser perseguido, ni preso, ni dester-
rado.
Pero no podéis dudar de la república, ni aplau
dir la monarquía.
Será porque el fanatismo sincero de libertad
_liaya reemplazado al de la religión?— Nada de
sabido es que el que ama la libertad con
"verdad y honradez, la quiere y respeta en todos
y para todas las opiniones. De otro modo no e^
la libertad lo que se ama, sino otra cosa.
Es que la monarquía es una amenaza, no para
la libertad sino para el interés personal que hace
de su libertad un tráfico.
— VZi] —
Es el interés propio, es el deseo de gobernar,
el que se considera íirnenazado y se alanna á la
sombra de la nionarquia.
La monarquía suena para él á destitución, á
la abolicirm de la íjidiistria política, del monopo'
iiu ó aristocracia militar.
La cuestión de la forma de goUerno no es mas
que la de qmén manda, quién goza de los suel-
dos y del lioiior de los empleos.
Cambiar una forma por oti*a es trasladar esas
ventajas de un orden de personas á otro; y hé
ahí todo el motivo por qué preocupa tanto la cues-
tión dü forma. No es por el interés público^ es
interés de mando; mando actual ó mando veni-
dero.
El despotismo de esas intereses egoistas, pose-
sionado d^d canipo y disfrazado con los colores
de la libertad, hace de la América republicana
un país mas esclavo que la Turquía ó que la Ru-
sia: la tierra clasica del dcpotismo : lo que fué
desde su origen
Los presidentes lian sucedido á los víreyes eii-i
el papel de oprimir y explotar á los pueblos, ex»|
colonias de España.
Los únicos que han sido hechos á un lado son
los Bolívar, los San Martín, los Sucrt*, los Bel-
grano, excluidos como tiaidore^ <» sospechosos A
esa patria que len debe la independencia.
Después de haber acabado así sus dias, hoy
tienen estatuas en las plazas públicas.
— J27 —
Esas estatuas son el fruto de la conciencia arre-
pentida del martirio oprobioso infligido á los hom-
bres (|ue no tuvieron mas crimen qu- amar de
veras la libertad, pues la fundaron ellos.
CAPÍTULO TERCERO
LA EEPUBLICA
S I
(ja r^pübUea no es el gobierno ni es la rovoludoit
Identificar la revolución de América con la re-
pública; hacer depender la suerte de un cambio
realizado en el interés de la civilización y del en-
grjudecimiento permanente de la América, de la
buena ó mala fortuna de una forma de gobierno,
es el error mas grande en que puede incurrir la
prjlíticn de los pueblos americanos^ pues él liga
\m de>tinos de una cosa inmortal con otra cosa
perecedera. Por mil razones de conveniencia ó de
ínecesidad, la forma republicana pudiera tener que
rceder su lugar á otra forma con^titui'iuTi.il de go-
tierno,
Pero lo que no puede concebirse es que, la re-
volución y sus grandes principios de independen-
cia y soberanía popular, tengan que ceder jamás
su lugar á otro régimen que se parezca ma^
menos al antiguo régimen colonial.
Hacer idénticos y equivalentes el antiguo ré-
gimen colouial con el régiiuen monárquico, seria
cometer un absurdo tan grande como el preten-
der que la Inglaterra, la Prusia, la Francia y
todos los Estados de Europa, son colonias como
éramos nosotros antes de la repiiblica, por el
hecho de estar regidos por el gobierno monárqui-
co; 6 que la monarqníu que buscamos en 1810,
es como las monarquías que hoy hacen florecer
la libertad en Inglaterra, Bélgica, Holonda, Ita-
lia, etc.
§n
Cerno el nombre de rcpiibliea embaraza el prog^reso
en América
La mayor traba que, hayan puesto á la liber-
tad de sus progresos los pueblos de la América
del Sud, es que se han dado el nombre de re-
públicasí como sinémino de patria, como nombre
propio del país mismo, sobre todo en el lenguaje
usado en el interior.— Asi, en C/ñle^ en el Ferú,
en el Plata, en Ftw^we/a,— para decir toda CMlc
loqnifre^ — (odo el Fcrú está de acuerdo^— el pue-
Ido argentino es klúlatra de su independencia: —
se dice en Chile: toda la República lo quieiri —
en el Peni: toda la Hepública está de acuerdo: —
r- 131 -
én el Plata: la RepühUca es idólatra de su inde-
pendeficia,
í >né resalta de este hábito de tomar la liepú-
por el país? — Que cuando se dice que la
niblica m á desaparecer, es lo mismo que de-
que vá ó desaparecer el país.
Esta confusión crea una barrera de intoleran
ciíi que hace imposible la reforma
De modo que no solo se confunde la república
C4)n la revolución, sino con el país mismo.
La ítepiddtca Arffe^itimí, es sobre todo la mas
siyeta á e^te inconveniente, porque no tiene nom
bre propio, independiente de esas dos voces ge-
nérícas de que ha hecho su nombre propio.
Es como si los franceses llamaran á su país el
Imperio, en lugar de Francia, como si los espa-
fióles llamaran al suyo /a Monarquía y no Es-
jHifia,
Hacer del nombre de una forma de gobierno,
que por su naturaleza es cosa transitoria y con-
tingente, el nombre del país, que no debe cam-
biar nunca, es encadenar la suerte entera de una
nación á un accidente pasagero.
La repíiHica, ha sido coufundida con la rero-
hicion, con la libertad, con la independencia, — con
el país mismo. — Por qué esta importancia dada
f una forma? — Por egoismo : república^ signilica
•e/ gobierno para mi.
— 132 —
í; III
Origen clandestino de la repiiblícu. Fué recurro decir»
cunstiincias* Hoy es el extravío de 1» revolución
Es traición á la repilblica, la múimrqniá?
La palabra república tiene doi sentidos. Si ^ai-
tica el país, y significa nna forma de gobierno,
íínestrasi antiguas leyes monárquicas la usaban en
el primer sentido, luego la monarquía no podría
ser traición á la repúbUca^ en el sentido de f^a-
tria^ ó país, ó nadan.
Tampoco lo seria en el segundo sentido, porque
la repíibUca no ha sido consagrada por ninguna
de \o^ actos capitales de la revolución argentina.
No ha sido el fin de la revolución.
lío está en el acta de Mayo de 1810, ni en la
de Julio de 1816
No podría estarlo. El cabildo abierto del 23 de
Mayo de 181 0 y el Congreso de Tucuman del 9
de Julio de 1816, fueron monar<]Uistas, lejos de
ser republicanos, y los textos mismos de sus dos
grandes actas, que son las dos columnas de la revo-
lución, no son un desmentido de ese aserto.
La palabra repúhUm m está en ellas No es-
tá callada por táctica. La declaración del 9 de
Julio era el arrojo de toda táctica.
El Congreso que no temiJ arrancar del pue-
blo arjentino la corona de España, no pudo te-
mer proclamar la repübUca como forma de gobier-
— l!^ '
m. No la pro(*lamú por que no la quería, — Al
contrario, «le lo^; labios honrados de Belgraiiooyó
los consejos en tavor de la monarquía, San Mar-
tin se los dio igualmente,
E.^e Congresío célebre, el mas grande que haya
reunido la nación, pues fué el que la creó, fué mo-
narquista,—Ko la proclamó ¡jOV dejar el pueblo
an estimulo mas para disputar á España la sobe-
ranía.
No está en los textos, porque no estuvo en las
ideas ni en los deseos. La Europa, los Reyes son
lo:^ autores de la república en Sud América, por
su abstención, en 1810 y de hoy mismo. Aban-
donando aqnel continente al desorden, han esteri-
lizado ]a mas bella conquista de la civilización mo-
derna; han dañado a la misma Europa, cuyo intert%
, es idéntico al de América.
La i^pahJim ftié un expediente de guerra coa
que m estimul j y levantó al pueblo contra la tuo-
mirqnia ej'tram/era. No tendría objeto una m^/«flrr-
ijtna nacional atyrrdimí.
Si la irpúblicn no ha sido proclíiraada solemne-
mente, ^.de dónde ba salido en el Plata?— No tiene
oríjen lejftimo- 8e ha deslizado y tomado d^* he-
cho el gobierno de la nación. Es un camino des-
esperado en que se ecbó, porque no le quedaba
otro.
Si ha sido jurada, al jurar las constituciones
que la declaran como principio, la presencia de
piete constituciones juradas, prueba una de dos
as — ti s¡f-t^> (íHrjurios del país,- -ó que no es
perjurio el cambiar nn camino que la experieucii
acredita de extraviado.
S IV
Origen inTotuntario de la república
La adopción de la forma republicana en 6ud-
Ainéríca no fué resultada de la deliberación y de
la elección concienzuda del pueblo. Vino como
en Francia en 1848, porque faltii el rey.
Entre qué formas pudo elegir? Dónde está el
candidato monarquista que se hubiese presentado
y hubiese sido excluido? Dónde e^tá el trorio
americnno que haya sido reemplazado por la re-
pública, como sucedió en Francia, en 184S? — No
fué un cambio de forma de gobierno, ni de di-
nastía, sino de principio de (/ohicrno. De espa-
ñol que ante^ era, el gobierno pasó á ser amen-
rano: hé ahi toda la revolución, en cuanto á go-
bierno.
Lo que el pueblo eligió y abrazó fué su auto-
nomía, su independencia para lo que es dar^e un ,
gobierno. Depender de España, á no depetw
de ningmi poder extrangero^ —fueron los dos tér-
minos en que rodó su elección.
Separarse de España ó de su Rey, era qií
sin rey en el hecho, pero no era proclamar^
república, ni aun implícitamente. La separaritl
no tenia por objeto abolir la forma nionárquicA,
/
F— Í35
tillo (jueilar iudepeiidiente, 8e desconocia al rey
en brisca de la independencia, pero no se abra
Mhii la independencia en busca de la república
Qaeilar sin rey, no era qnedar republicanos
república no consiste en la simple falta ó au
5cia del rey. Un pueblo monárquico «le con
ctum y de complexión, no deja de ser momu
qufa porque le falte el rey. Es una monarquía
íéfala. vacante ó sin gobierno; pero no es una
^pública.
Tal es hasta hoy la condición de los pueblos
ites españoles de la América del 8ud. Son
ionarquias Tacantes, estado de cosas monánjtiico,
fUe iuipropiamente se llama npúbika.
Los Estados de Sud- América se lanzaron en la
republicana porque no les dejaba otro })ar-
el que tomó la Europa de negarse á todas
las solicitudes de los nuevos Estados para fundar
tronos independientes, ocupados por príncipes de
las familias reinantes en Europa.
Se puede asegurar que la Aníérica ha sido y
es ha^ta hoy republicana, por la obra exclusiva
la Europa.
Ni la España, ni la Inglaterra, ni nación al-
^na de Euiopa, quiso dar oidos y apoyo á la
ision <ine enviaron las provincias argentinas en
tsra de un príncipe de la casa de Borbon.
En 1821 el general San Martin, dueílo déla
initud del Perrt, después de libertar á Chile, pro
puso al virey Laserna, como término de paz, la
rrenrion dt^ iinn mftnarrjuía iiídpjtendiente, ocupa-
— rM\ ^
da por un príncipe español; y el virey y raí
consejo ^ recliazaron la idea.
En el mismo año la España desaprobó y revo-
có el Phm de Iguala, de Iturbide, y el Tratada
de Cótdora, que llame» á íxupar el trono indepen-
diente de Mf'jico i4 un príncipe de la familia rei-
nante en España. — Esa repulsa de España, y la
muy probable de las naciones legitimistas. que na
querian contrariarla, fué la causa que trajo al
trono víicante de Méjico á Iturbide, «jue no tardó
en sucumbú- á las preocupaciones populares con-
tra el gobierno de oscura extracción, aislado y
desamparado por los demás.
En 1829, el gobierno de Colombia, no tnva
mejor resultado en los pasos que dii) cerca de las
monarquías de Francia y de Inglaterra en busca
de un príncipe ]mra ocupar un trono indepen-
diente y constitucional, en lo que es hoy Vene-
zueía^ Ecuador y Nuera Granada,
En todos esos países y en todas esas tentati-
vas, no era el partido realista español ó reaccio-
nario, el que quería ver reemplazada la república
por la monarquía; sino que eran los autores mis-
mos déla revolncion de la independencia, los guer-
reros mismos que la habían ya establecido de he-
cho, lo qne revelaba un convencimiento nacido
de la experiencia y de la libre voluntad. Eran
Helgrano, San Martin, Rivadavia, Alvear, Posa-
das, Pueyrredon en el Plata: Iturbide y todos ios
patriotas, en Méjico, Bolívar. Sucre y los prime-
j"os hombres de Estado de Colombia.
WiíViJV buscó el protectorado de la Francia
ele la Inglaterra para Colomhm, después de ven-
cer en Ai/íicucho, en 1829. Qué extraño es qne
Alvear lo hubiese hecho en 1815?
Alvear quizo entregar á Inglatej-ra la sobera-
de las provincias argentinas, que él mismo
^contribuyu á arranrar á España ])or la e>padíi.
Eso era en 1614.
Síuda Ci tiz intentu entregar el Feni á la Es-
ifta, ilespues de las victorias de San Martin en
Chile y en el Caílao. Torre Tagle y Riva-Agüe-
ro, intentaron cuando menos esto mismo.
lUuHflf\ esíipubi el advenimiento de Fernando
Vil al trono de Méjico, despue?si de destituir á
los vireyes Apodaai y O'JJonq/ti, en 182 L
Todo eso no era f>bra de realistas euri-i^eos, ni
de contrarevolucion, ni de traición á la América,
sino partidos desesperados de los mismos liberta-
dores, de los mismos autores de su independencia,
para salvar esta conquista de dos extremos — de
la anarquía repuldicana y de la reconquista eu-
ropea.
Todavía en 1«44, D, Nicolás Ancborena, acon-
sejaba á Ko-as, como único remedio á los male^
tle la República Aigentina, el buscar y ponerse
bajo el protectorado de Inglaterra.
Todo ello tenia por objeto, en vi^ta de la im-
pasibilidad de establecer gobiernos republicano^, y
délos peligros en que los gobiernos imposibles po-
nían á la independencia, asegurar, como decia
Bolívar el éxito de la revolacion de Ann^rica y
sus grandes principios, por la paz con la Europa
dinástica fundada en el iriterés común de exigir
gobiernos americanos por el pnucijno y europeos
por la forma.
Pues todo eso era menos fuerte que sentar ea
tronos americanos á príncipes levantadus por la
voluntad del pueblo, que aceptasen los colores y
los principios de la revolución de América, ha
ciéndose americanos de patria y vocación.
Es asombroso, en vista de eso, que hombres de
la respetabilidad de M. Guizot, echen á la lige-
reza de lo -i americanos, y no á la imprevisión de
U Europa, la responsabilidad de que la repúbli
ca tenga á Sud-America sin gobierno serio de
cincuenta años á esta parte. Es la Europa la
que la tiene sin gobierno, pues püd»j dárselo sin
dañar á su independencia. Tenia el derecho.
Origen europeo de la Repúbliea
El sistema republicano^ de que se hace un car-
go á la America, fjs obra indirecta de la Europa
monárquica. Cuando la America del Sud, sobre
todo, proclamó su revolución al principio de este
siglo, lio abrazó la república, *Su autonomia, su
independencia bajo monarquías constitucionales,
fué lo mas á que se extendiii el lirasimi^^nro .!♦-
los revolucionarios.
- 139 -
Al menos, si ami otro gobierno, no dejó de eo-
"Socer que solo el gobierno monárquico le ronre-
iiiíi y era practicable.
Méjico, el Plata y Colombia buscaron la mo-
narquía, después de ruidosas victorias luililares en
favor de su independencia. Repetidas veces y
de todos los puntos de América vinieron misio-
nes autorizadas á Europa, en solicitud de prínci-
pes de las casas aquí reinantes para c'^tablecer
tronos en América, y como hemos dicho ya, la
Europa acogió mal esas propuestas.
Mivadavia, Belyrano ¡f Zarvatea m 1814, fue-
ron comisionados por el gol)¡erno de hecho del
Kio de la Plata, para solicitar como su soberano
al infante D. Francisco de Paula, hijo del rey
Carlos IV, entonces residiendo con su familia en
Koma. En vista tic la resistencia de sus padres,
\m comisionados llegaron hasta concebir el plan
de robarse de Roma la persona del príncipe I).
Carlos y llevárselo al Plata para su Rey, lia
batalla A^ WaierJoo desbarato esos planes volvien •
do á España todas sus esperanzas de una restau-
ración de su poder en América.— Inglaterra y
íVancia no quisieron ayudar á las miras monar
quistas de la América independiente; y esa acti
tud de la Europa, obligó á la América á procla-
mar la rejrühlica^ como el solo régimen posible
>r falta de príncipes de casas reinantes para la
reacion de tronos por el estilo del del Brasil
Así lo ha dicho^ estando en la plenitud de su
oder. en 1R4T. liosas ol que menos nert^^italííi
adular las preocupaciones ilel pueblo que estaba
á sus pies.
La Europa aionárqiiica no se contentó con hacer
nacer allí la república.^por su abstención, sino que
la reconoció solemnemente en seguida.
Después de .ser dueña y poseedora de la Amé-
rica^ la Europa se pasó al extremo opuesto de
una escrupulosa no intervención, que ni para coa
sus propios Estados observó en este continente.
Ella inspiró la doctrina atribuida á Mimroe,
que quería que para nada se mezclase en los ne-
gocios de America, esta misma Europa que no
hacia mucho que habia gobernado y poseido á la
America como su obra y su propiedad, y que,
aun después de su independencia, seguía siendo
duefia de ingentes capitales, del comercio, del trá*
fico marítimo y de innumerables poblaciones de
emigrados establecidos en los países de América-
Preguntad á la mas patriotera de las repúbli-
cas de Sud- América, si, amenazada su indepen»j
dencia por los ¡¡ankees^ no admitiría la intervenJ^
cion de la Europa en su favor.
Que ha resultado de esta actitud de la política
europea?— Que la América que por tres siglos
fué gobernada por la Europa, no ha podido ni
podrá constituir gobiernos suyos, sin la coopera-
ción de sus auxiliares seculares. — Existe en Eu-
ropa algún gobierno secundario en cuya consti^
I ucion y conservación no entre por algo el apo-
yo mas ó menos directo de otros gobiernos ó de
todos juntos formando ana entidad colectiva por
— 141 —
ley que se llama el equilibrio tíe la Europa^
ío, ciertamente. — ^Y para que esto se realice, no
es preciso que los Estarlos secundario^ sean colo-
nias de los grandes poderes. La injltimcia, no
e^ la dominación: la inferrencion. uo es la con-
yaista ni el desconocimiento de la saheranut, vomo
la independencia no es la amputación ni la muer-
ft** para el mundo de las naciones.
Esa misma doctrina de Monríie ha sido de^
naturalizada, Klla luvo por mira defender la
independencia americana contra toda restaura-
ción del sistema colonial europeo, pero no de es-
torbar el establecimiento de monarquias eii Amé-
rica concilladas con su independencia, Monroe,
presidente de los Estados-Unidos, consignó el pen-
Sarniento en su mensaje al Congreso en Dicíem-
bie de 1823, cuando la Santa Alianza acababa
de intervenir en Italia y en España para sofocar
el régimen constitucioíml» y amenazaba restable-
cer su sistema en América. Monroe, elevándose
al papel que eonvenia á la República mas anti-
gua y mas grande del nuevo mundo, declaro que
»u gobierno no podria mirar sino romo ana ma-
ni/eatadou de senümientús hostiles ñ los Estados-
Uftu^oSf toda rnterrencion que tuviese por objeto
oprimir ó contener fconfrolerj en citaíquier ma-
nera que fílese^ los destinos de los Estados del
nuevo mundo que hubiesen proclamado i/ hecho pie-
valecer su imJependcncia // que hubiesen sido reco*
nocidos par los Estados- Utndos^y^
isa declaración se dirigía al sistema político
de la Santa Alianza, no al sistema de la Europa
liberal. Tenia por objeto prevenir el restableci-
miento del sistema colonial, no la monarquía cons-
titucional, como mas tarde se ha pretendido.
La prueba es que Monríie no protesto contra
la coronación de Iturliide en Méjico, en 1821;
ni mas tarde contra la de D. Pedro en el Bra*
sil; ni contra el proyecto de Bolívar de presi-
dencia vitalicia para Bolivia
Al contrario, Bolívar mismo que abrigaba este
modo de pensar casi monarquistaj opinó como Mon-
róe en el Congreso de Panamá, en 1826. Lo^
tratados de Panamá, no excluían la monarquía,
sino la dominación europea en América.
En esto mismo sus miras no eran ilimitadas.
Ellos Hcejitahan las posesiones monárquicas que
conservaban en América los ingleses, los rusos,
los franceses, los holandeses, etc., etc.
Mas tarde el sistema de Monriie lia sido con-
vertido en nna especie de sistema colonial á la
española; pues los Estados-Unidos querian reem-
plazar á España en el papel de conducto obliga-
do para la comunicación de Europa con los pue-
blos de Sud- América, — Querian ser el Portú-Belh
de la América independiente.
Los Estados-Unidos deseaban para sí á esa Eu-
ropa que no querian para la América del Sud*
Ellos no son superiores á ésta, sino porque son
mas europeistas, porque abundan de elementos eu*
ropeos en mayor escala,
Én la intervención ele la Santa Alianza en
^üíV América, contra la cual protestó Monroe, no
se trataba de dos mundos, ^ino dr- ^Ak principios.
de despotismo y ¡ibevtad.
Prueba de ello es que también la Inglaterra
protestó contra esa misma intervención y por la
isma causa.
En materia de intervención, no está lo malo
intervenir, sino en el objeto con que se in*
^rviene. — 8ie4 para oprimir, es malo; si es para
libertar, es bueno,
Pero si lo acordáis para lo uno tenéis que acor-
díirlo para lo otro; luego es mejor negar el prin-
cipio.— Sofisma.
Esto seria como decir:
Es malo que el gobierna despótico intervenga
en el hogar del ciudadano para castigar al ino-
cente, luego el gobierno Ubre no debe tener de-
C5ho de intt^r venir en el hogar para prender y
ístigar al asesino, á fin de que lo uno no auto-
ice lo otro.
En la sociedad universal es como en la de un
Estaílo: la intervención del todo en el recinto df
cada miembro, en el interés del todo, es una ga
rantia y un bien para todos y para cada uno.
La doctrina de Monroe interpretada como la
tcUision de toda ingerencia de Europa en los
jocíos americanos, es tanto raas absurda cnanto
(lUe la República de Estados-Unidos, en cuyo
nombre habló Monrüe, es la rinica del nuevo
mundn (jm* liaya tenido por al¡.idr> ún rey de
Europa fLiiis XVI) y debido á su alianza y á
sus auxilios, que Franklin fué á pedir, el logro
de 3U independencia.
§ VI
' Origen europeo de la Repúbliea en América
8i la Europa es cómplice de la anarquía de
América, porque pudiendo evitarla no lo hace» ¿na
es injusto é indigno de su civilización, que haga
pesar sobre los gobiernos de América, la respon-
sabilidad de los daños, que la anarquía intiere á
gus nacionales y comercio?
La complicidad de la Europa en las miserias de
la América española está probada por la historia.
Si es verdad que España no legó A sus descen-
dientes do Sad'América, el hábito y la inteligen-
cia de su libertad, también lo es que al menos
les legó el hábito del orden y de la paz; coma
lo es igualmente, que, cuando mas tarde, eman-
cipados de España esos pueblos, buscaron el apo-
yo y la cooperación de la Europa que les había
suscitado su independencia para reconstruir sobre
esta base su nueva autoridad, fundando tronos
independientes, ocupados por príncipes europeos;
la Europa, conu» hemos visto, se lo rehusó y se ne-
gó á ayudarles á conservar el orden y la paz.
No procedió lo mismo con respecto al Brasil,
y lo que ha- sucedido en ese país es prueba del
icn iine la htiropa hiibiem ¡k>i1¡(Iü hacer ¿í lo?
lemas. El Rey ile l'ortugal se traslaiM al Bra-
sil y gracias á la actitud que allí toma, consi-
guió dejar un trono que salv^ la libertad, la i
lidíela y el orden de esa parte del nuevo
i , con gran ventaja del Portugal mismo
qiie lo ocupó con uno de sus príncipes, se evitó
ma guerra, dividió con el nuevo Imperio la
stponsabilidad de la deuda portuguesa, y tiene
[ilia?ítH hoy un campo de inrtuencia y simpatía
El Portugal tuvo la sensatez de poner en obra
el consejo que el Conde de Aranda diera en
vano Á Carlos III en un tiempo en que Amé^
lica no era todavía responsable de su conducta.
Todavía en 1821, después di^ diex años de
victorias americanas con la España, el iWíf y
Mijuo brindaban á Fernando VII ó á su^ prín-
cipes los tronos vacantes de esos imperios, hajo
la condición de su independencia, y Fernando
prefirió perder, en los campos de batalla, la Anh^
rica y toda su influencia en ella.
La Inglaterra en 1H14, en 1821 y en lb2tl,
(1) solicitada sucesivamente por el Plata, Méjico
y Colombia para influir en el sentida de consti-
tuir monarquias independientes, nada hizo ó na-
da obt uvu.
El AitMna, la liasia, se están hasta ahora
mismo sin prestar el menor apoyo al orden de
esa parte de Amérícaj tan esencial á los intere-
(1) Restrepo, totii. 4, p.i5U
10
— !4G —
í*eH del conjercio í^eneral, pues ni á las Repübli-
cas han reconocido. Ojalá esta actitud probase su
disposición á emplear su influjo de otro modo
Que San Mnrtiu, en 1821, obró de buena fe.
proponiendo al virey Lasertta la erección de una
monarquía independiente en el Peni, como base
de la i)az, no bay la menor duda.^San Martín
sostuvo esas ideas en 181B, en Buenos Aii'es,
al abrirse la Asamblea nacional constituyente;
las sostuvo en 1816, cuando estaba reunido el
Congreso de Tacuman; por fin las sostuvo en
1823j en su conferencia con Bolívar en Guaya-
quil.
La Memoria \\) en que San Martin propuso
á Laserna el plan de Monarquía, hace tanto ho-
nor á su buen sentida político, como sus victo-
rias de Chacabuco, Maiprt y Callao á >u valor
militar. En ella trazo las l*ases del gobierno
americano, sucesor ilel derrocado en Maipú.
JíoHvar oponiéndose entonces á esas i<leas, ^e
mostró muy inferior á San Martin como polí-
tico.—Vino á adoptiirlas para Colombia, seis
años después, y no tuvo ni el conije civil de sns
opiniones.
Bohvnr fluctuó hasta el fin de su vida míiL
la república y la monarqnia.
Profesó alternativamente los dos principios, no
por una duplicidad de qne ^u noble carácter
era incapaz, sino por táctica pr.r instinto y í^^n-
(O Héfrtrepo, tom. 3, p 609.
viceion era raunarquista Lo confesó muchas ve-
ües, y su proyecto de presidencia ritalicia paiji
Bolivia, lo acrtrdita mejor que nada; pero temia
poner en obra sm ideas por no exponer su glo-
ria, como él deda, á la calumnia áe la demago-
íCiía; como si pudiera haber gloria seria y duia-
hle, en fundar gobiernos enfermisos, enclenques y
efímeros, cuya sola existencia es una ralamidad
pública.
Decir qu*í San Majtin y Bolívar eran raonar'
quilas en el interés de coronarse ellos mismos^
es calumniar la gloria americana. Ese argumen-
to era propio en boca del enemigo realista. I>e
parte de los Presidentes es ingratitud cobai^de
Lo que no es calumnioso, sino hecho probado, ^a
que, loa que quieren la república quieren la pre-
siden*ia
s vn
l*a Heptíblica hacct imposible el f^nbierno ea A marica
del Sud
El sistema republicano entrega al pobre gobier-
no de m hechura al desprecio del pueblo de su
mando, y con doble razón del extranjero, —Por
'qné respetaría el extranjero á un gobierno que
la misma nación no respeía?
Un gobierno, asi constituido, entV*rmizo y en-
clenque, no puede tener política interior, ni política
exr^erior. En el interior no halhmi si/io desordenes
y revolnciones; tíii lo exterior desdenes y qneneUas.
Impotente y débil en uno y otro terreno, solo ser-
virá para humillación y atraso de la América.
Vive para defenderse, para cuidarse, como el tteico:
vive para los sucesores.
Esa impotencia radical de la institución» hace
que los agentes y servidores de tal gobierno sean
m^ víctimas cuando no son sus explotadores. AI
cabo, los hombres de mérito huj^endeser sus agenti-s
como de arruinarse, y el país se ijueda sin otros
servidores que los (jue se sirven del gobierno para
satisfacer su vanidad y hacer su fortuna.
La república es un gobierno en que la ley misma
hace una revolución personal todos los cinco añu??»
Aunque legales y constitucionales, tales cambios de
Jefe supremo no dejan de ser verdaderas revolu-
ciones, en que el gobierno nuevo es siempre el
perseguidor, no solo del gobierno anterior, sino de
su obra, de sus servidores, de su política.
En vano pediréis la paz á los hombres de Estado,
en vano os la ofrecerán ellos en un país donde la
ley es la que hace la guerra. Pasando el poder
supremo de una mano á otra cada cuatro afio^,
la república misma es la que hace las revolucionen,
que no son en sí, mas que cambios de gobierno.
Es la repúhUca, la revolucionaria, im los iqñihH-
canos. En tal estado, trabajar por el ord^^n. es
una especie de revolución.
No pretendo que no haya bribones en América.
Dónde no los hayV Pero si no los hubiese, ^us
instituciones los harian nacer. Los hombres valen
— 1411
allá mas que sus leyes. Pueblos ilotados de Un
f*í<il y clara int.'ligeneia, tan sobrios, dík'iles y
bravos, no necesitarían sino de mejores leyes para
«er las naciones nja-^ bellas riel nnev'o muíulo.
Entretanto» ese cambio periódico interrumpe y
corra todos \os deberes morales y materiales del
[mH contraídos por el gobierno pasado, tratado |)or
el nuevo mas u menos como poder extranjero. Se
Vt' que ese defecto no es <le los bombres, es de la
institución. Aplicad la república en el pueblo in-
g]e% y el efecto será el mismo.
Con tal dií^iposicion, el crt^dito público, esto es, la
aptitud de la Nación á obtener dinero prestado, en
•|Ue consiste el tesoro de los pueblos jóvenes, no
paecle nacer; porque eí piestamista del gobierno
lia^^lo, por razón de su empréstito mismo, es cómplice
<le los enemigos del gobierno presente, A los ojos
(le éste, y el objeto natural de su odio y venganza.
La emigración del extranjero no puede venir al p<iís,
porque las promesas y concesiones liechas pur el go^
liierno anterior son desconocidas sistemáticamente
]h}Y el nuevo.
Los gobiernos extranjeros desdeñan celebrar tra-
tados con gobiernos i¡ue á menudo ban dejado de
existir el dia que deben ratificarse, ó cambiarse la»
ratificaciones de tales pactos, casi siempre descono-
cidos por el gobernante ipie no los ha celebrado
Los repre~sentantes de gobiernos semejante
¿podjian sei' admitidos A la intimidad de los go-
biernos de Enropa, fuertes por su perpetuidad, mas
bien riue parotr.i circunstancia*?' — No se lesronfiaria
— 150 —
im secretü trascendental miando ya habrían *l*^j«íto
ik existir.
Los sud-americanu< tienen horror a hijHrjfthéi-
*1ad en el gobierno. Tienen razón si X^pvrpdm-
fiad ha de hacer vivir indefinidamente los malos
Sobieinos qnp conocen y ijue han conocido. La
Tínica cualidad bnena que puede tener un mal go-
bierno, es hi de estar condenado á vivir pocti De
modo ijue su vida es un nial, como lo t^ sn muerte
misma.
Lo peor de un mal gobierno, es que ilesacredita
A todo iTobierno, bueno y malo. Pero lasque hallan
que el remedio de no tener mal gobierno, es no tener
gobierno alguno, hacen como los tiranos que supri-
men del todo la libertad, porque la libertad ha s^ido
mal empleada una ve^í De todo abusa el hombre,
del poder coíuo de la libertad; pero suprimiré] uno
para cortar el abuso, es como privar de todo ¡dimen-
to para siempre al que ha tenido la desgracia de in-
digestarse por exceso alguna vez. -Todo el arte del
gobierno político consiste en hallar y emidear los me-
ilios de que el poder y la libertad s*^ usen en bien del
país sin abusar del uno ni del otro. La monarquía
Cünstitucional d la inglesa es el único gobierno que
haya encontrado yrírí7/>¿í (?) esos medios. Se puede
decir que esa monarquía e^ la perpetuidad del buen
gobierno, es decir, del orden y de la libertad la
pvrpeUádttd del bienestar, cosíx que en si no es ma
la, pero que es impracticable sin la distancia i?) A
la perpetuidad de una lamilla en el gobierno
Los enemigos de los gobernantes perpetuȒ>, >e
151 -
líiiistarian nienos de la perpetuidad del soberano,
^ionaron en qne ellos mismos son á nieniido
..,.e3 perpetuoí^. mariscales perimtuo.s, jueces
üovibleg é perpetuos.
VIH
lia repiíbliiui rlaiTa y afea el rarairler del paíü
El general Rosas confinado en Soüpthanipton no
aprende c<1mo lia hiendo serví»)»» por tantos años y
itanto aplauso déla América, eís pei^eguido co-
mo un malvado por el gobierno del paíá.
ja cosa es clara ,
Dti los inter^esesy las personas \\\\t él contra-
rió <i ataco, lasque lo persiguen, no su país.
Como esas pí^rsonas están á la cabeza del país,
rtonian su nombre para vengarse, como en otro
f tiempo lo tomaban para quejarse y defenderse. —
El país eií atacado, decian ellos — cuando eran ellos
los atacados. Hoy dicen: el país se venga y casti-
ga, —cuando son ellos los que castigan y se vengan.
El país responde de todo, porque el gobierno es
rti cierto modo su encarnación, sea cual fuere su
ifonna. — En la monarquia esH encarnación os per*
j»etua en una tamilia. -En la república es tran-
Híroría, por un corto período, en un individuo.
" - es el mal de la república, sistema según
t. .»ii la nación se encarna sucesivamente en
ludo el mundo, boy en Jnan, mañana en Ppdro^
— in2 --
pasado mañaiui t^n JJityo, y asi imlt*ílin<huiiriiít\
Y como todos estos se mandan unos á otros
|iur la espada, la Nación de hoy es siempre ene-
miga de la Nación de ayer, y al cabo de tantas
sucesiones el país acaba por tener odio y rencor
en sus venas en lugar de sangre. El carácter
se exaspera, las familias se dividen, el espíritu
publico desaparece, y la sociedad no e> ma^ que
un hacinamiento de enemigos que solo se entien-
den para destruir al enemigo común del momento^
es decir al gobierno.
íí IX
De la Repiibliea en HiHUiméFÍea y su manera d# seF
La unión con el mundo civilizado, que es la
Europa, debia suministrar á la América inde-
pendiente la civilización que la i'evolucion tuvo
en mira,
Pero esta unión debia tropezar con un hecha
qnc después de haberla servido, creando á medias
con ella la independencia de America, venia á ser
como un obstáculo para su desarrollo.
liste liecho consiste en la nmneia de ser de ht
n¡mbliai en Sud-Amérlca; no en la repúhUca
sí misnia.
La república en Estados Unidos, en Suiza, en
Chile y otros países, prueba qne ei tan capaz de
producir )a libertad, romo la monarqiiia mas li-
beral
república nació, en Sud América, simple-
lente de la íalta del antigua gobierno realista;
íse cojifunde en cierto modo con la ausencia de
gobierno, mas ó menos completo, Pero la au-
sencia de gobierno, es !a anarqnia.
Esta ananiiiia, que no es hija del vicio de ileso-
bedecer, sino de la ausencia de un gobierno caido
como por sí mismo; es un accidente feliz en es-
te sentido, que habiendo sido el gobierno Español
el gobierno caido, y «iendo el gobierno maí*
absoluto de que haya ejemplo, sn ausencia ha
puesto á Sud'América en el camino de adquirir
auoqne á duro precio la iíiteligencia y el hábito
dfd gobierno de sí misma, es decir, del gobierno
libre, con ma* prontitud que la Espaila misma,
De eso se ocupa justamente.
Pero como e>ta adqui^cion puede §er ayudada
o contrariada por muchas circunstancias, importa
á la revolución de Sud-Am^'rica y á la civiliza-
ción que fué su mira el conocer y señalar esas
circunstancias á los que se ocupan de su política y
gobierno.
La circunstancia mas capaz de servir á la ad-
quisición de un gobierno, para repiiblicas creadas
puf la civilización de la Enropa, es que ese go-
bierno sea constituido á la europea, es decir, en
armonía con la civilización de su origen.
CumoV Cambiando la república en monarquía?
— No. Dando á la república lo que hace fuer-
te y fecunda á la monarquía, sin darle lo *|ue
la hace antipática para el americaao.
154 —
Ei5 eso po8ÍbleV — Eso e^ m\ hecho, y de e^ii*
hecho son im »/)emi>]o Iii repiíhlica di' los Estados-
Unidos de America y hi república de Chile.
Qué ei el gobierno á la europea? Tío es la
monarqtáa precisítmentc, sino la centrafimcton y
la inamovilÁHfJad, sea que estas condiciones se iinaT»
con la monarijuia íl la repiihliea.
La centralización, u generalización ó naciona
lizacion del poder: es decir, el gobierno central,
general 6 nacional, es el rasgo distintivo del go-
bierno nacido de la civilización, moderna en Eii-
pa y creado al mismo tiempo de esa civiliza-
ción.
Así, centralizar la repiiblica, generalizar sn
gobienni, nacionalizarlo en todo el territorio, »*s
enropeisar al golderno americano y darle la a|t-
ritud qnc tiene el gobierno nacional de listados
T'nidos para estrechar la unión con Europa y
sacar de esa nnion los elementos de civilización
ii vapor.
Es cierto que la centralización no depende del]
del mero deseo de qne exista ; pero tampoco de-
pende del deseo de nadie el que deje de existir.
§x
Inconyenieiites de la ReiMÍbUra sin Ijbertml
La repdblica sin libertad hace impasible el cul-
tivo de la política y de la historia como ciencias.
^155 •
Ksas dos ciencias son < iittivadas ünicaüimte
^TOo arte de elevarse al poder y Á la riqnt»za.
liliroí?, qne en ellas se hacen, son libros de
reclamo, trabajos de candidatura, nianitiestos diri
pcloíí á las preocupaciones dominantes, para p<i-
[dirles votos y simpatías, es decirj empleos y poder.
iTal e^ el libro d^í Mitre, JJistoria de BvJifnmo^
I tal es la Historiu Anjenimay de Donjínguez; ta-
je» son loíi prefacios de Calvo en su colnTion de
traftiflos anti-americanos ó españoles y portiigueseíj;
tal es la América de La^tarria,
I>a verdad eí^ conocida de totlos, pero nadie se
&ve á escribirla, si es contraria lí una preo-
icion dominante.
ÍEn ciudades y ptiises pequeño > donde todoj^los
^crítore^ son conocidos de nombre, de perruna y
de estilo, la emisión de la verdad expone á los
mayores inconvenientes.
Así» el escritor no tanto se preocupa de in-
vestigar la verdad y decirla, como de conocer la
opinión (joe mas prevalece, y de escribirla, aun-
qjm en su conciencia sea contraria :i la verdad.
Amenndo el escritor tiene dos opinimies: una pú
blica, otra secreta. Y cuando se le prueba que
8íU opinión ostensible no es su opinión secreta» el
se excusa con esta reflexión: — quiere usted que
yo me haga insultar, perseguir, excomulgar''^
Para los republicanos sin libertad e> el dicho
de Fontenelle de que no debe abrir su mano el
que tiene eni'eiradas en ella todas las verdades;
2Í T11H1UW l|M^' int hiKíitu* i»l nirirtirio de los ap»»s-
^ i5t; —
tules, gloria que no todo padre ó liijo de familia
está oblÍÉrarlo a bUí=;car,
§ XI
Ltt repiiblica HÍslii y oseureire á la Ainpriea en sus
I7iia de las causas que hace tan oscuros y des-
cQuocitlos, en Europa, los asuntos interiores de
América, es <|ne ellos no interesan de un modo
(íersonal y directo al mundo político europeo.
Que interi?!í ni qué simpatía pueden excitar en
Kuropa los atentados 6 abusos de que pueden ser
víctimas, tal personaje, tal familia, tal localidad,
tal institución, que del todo son desconocidos, por-
que no se ligan directamente á personas, á fa-
milias, á intereses correlativos en Europa? — Los
únicos que están bajo el favor de esa sanción, son
las personas y los intereses de los europeos por
la razón dicba; y esa cii^cunstancia de que l05 del
p;iís mismo pudieran aprovechar al favor de re-
laciones mas íntimas con la Europa, favorece á
los extra ngeros establecidos en América, mucho
mas que la protección ilel gobierno de su respecti-
vo país.
Y como no bay otra publicidad internacional
6 general que la de Europa, resulta del silencio
de la prensa, de la indiferencia consiguiente de
su ¡uiciu, de la ignorancia en rjne Europa vivo
lai» cosas que existen y se jiasan en lo iiite-
ior Jel mnnilo [lolítifo ainericano. —
Que la sanción imponente del desprecio y del
[¿dio del mundo civilizado, es como no existente
para los atentados de qne es teatro á menudo la
villa interior de los Estados de América, y para
los ateatadores mismos, que á menudo se reíiiirian
en el seno de la civilización que han nltraiadu, —
Que los negocios *y los intereses de América,
qae podrían disfrutar de la ventaja de ser discu-
tidos é ilustrados por la prensa y las inteligen
is superiores *de la Europa, se privan de esta
joperacinn preciosa y quedan estacionarios y des-
Wiocídos en manos ignorantes d mal preparadas.
Silenciados por la prensa, desconocidos por la
opinión publica de la Europa, indiferentes del todo
los pueblo> europeas á los hecbos, buenos o malos,
ijue ocurren en América, los gobiernos europeos
I libres de obrar en favor de América bajóla
;•Jc^iun de ese sentimiento publico que determina
ccm frecuencia su acción exterior en el sentido de
reprimir ó castigar los ultrajes hechos á la vifulkta
píMica del mundo civilizado.
Solo á fuerza de dintTO se obtienen apoyos ve-
nales, sin autoridad ni conciencia, que lo mismo
tratan en un sentido que otro las cuestiones que
iiM \vs importan, que á nadie importan en su país
y que todo el mundo ignora por lo mismo,
* Qué diferente fuera si las cosas de América
afeetrisen de un modo personal á los solierano> y
á 1.1 > familias reinantes en Europa!
— 158 —
í^ xn
La refuibUrfi ]iriva á la.^ Estadu^ Aitiericanos de Ib
sanción mas elBi'az ilel derecho de gentes
La ¿¡aneion mas poderosa que contenga la L^
de las naciones ú el derecho de getifes, en pro-
terrion (le los pueblos débiles, no consiste cierta-
mente en la unión parcial de sus armas y de sus
esfuerzos iiara contener las violencias de los fuerte».
Consiste en la rhuficfa piddka de 1üí< nactones^
nn la opinión yeneral del mundo civilizado; en el
desprecio y el odio que ella fulmina contra los
pueblos que ultrajan sus banderas: en el vilipen-
dio y la afrenta en que incurre el fuerte que
tiene la cobardiii Je pisotear el derecho que pro-
teje al débil
La conciencia del mundo civilizado y su fallo,
son un freno mas poderoso contra los fuerteá
que los cañones unidos de loi pueblos débiles.
Para que esa conciencia se sienta herida^
ra que ííu voz se héiga escuchar, para que la opl
nion condene y castigue el ultraje hecho A la lej
y á la vindicta del muudo civilizado, es cond
cion indispensable que el atentado sea notoric
que el mundo lo conozca, y sepa quien es H
victima y quién el veidugo.
Difícil es que esta notoriedad deje de tener
lugar si el pueblo ultrajado vive en familia y roce
estrecho con los pueblos civilizados de la tierra.
Jnañtomas estrecho sea este roce, ma^ hiiiida
lerá la simpatía «pie ilespieríe el nUnije en favar
le la víctima; uias hun/U» ^'1 ultraje herho á la
ley protectora del débil
Para tener (tábida en ese hogar proiecior ile
lISs^ naciones, para ser admitido en la familia de
flus pueblos cultos^ es el primer requisito asimi-
larse al modo de ^i^v y á la manera de condu-
cirse que prevalecen en la ¡sociedad de las Narionei
caltas; tomar su>5 formaos, sus instituciunes, y
asemejarse ó aproximarse de ellas en toduy por
todo* sin perjuicio de su carácter propio y de su
libertad.
Nada es mas capaz do efectuar esa asimilación
|e la semejanza en la forma de t/ohierno.
Ella es, para los pueblos, como la similitud de
Iraje y de maneras para los individuas. El que
m aparta del uso reinante, por incómodo que sea;
el que inventa un traje para sí solo, que choca
con el uso dominante, por cómodo que sea, des-
conoce en cierto modo la iiutoridad del gusto
común, se excluye de la simpatía de la generalidad,
provoca su indiferencia o su desdén, sienta plaza
de extravagante y desde ese momento deja de exis-
tir para él la protección de la simpatía común,
pues contra un excéntrico, todo es legítimo y per-
mitido. Todo excentricismoes provocación al men-
tido común.
Tal es el papel que haré un pueblo que se
[gobierna por la forma republicana, en medio de
lnii mundo de naciones gobernadas por la manar
fjaia. Que el iiumdo en niedio del cual viven
los pueblos lie América, sea el mmirto nionár
riuico y no el repiiblicínio, es tan evidente eoniu
tjue viven mas unidor con las Naciones de Eu-
ropa i|ue con las de América, no obstante el
mar, que sirve mas bien que separa los A^
luundoís.
Si comprendemos cómo la Europa nos es an-
tipática por su monarquismo (¿cómo no vemos que
nosotros debemos serlo para ella por nuestro r^-
publicanismo?
Lo que interesa saber es, ¿quién pierde inwy
por esta doble antipatía?
E\ mismo efecto que el exeentricismo, produc^
la oscuridad del aislamiento, para lo que es pi
var á una nación de la protección del juicio del
inundo civilizado. Y esa oscuridad y ese aisla-
miento nacen naturalmente de la desemejanza an*
tipática de forma de gobierno.
S XIII
Lii repiiblii'íi buce üifieil la pulítiea ÍHtorior y la exte«
rior.— Dipli>iiiaetu de lus Repiíblii^as
No es de derecho abstracto y tilosriflco; es de polí-
tica y de conveniencia, la cuestión de bi munarqiiia
eti América, pues se trata solo de asimilarse á la ci-
vilización de la Europa en materia de gobierno,
para atraerla en Amt^rica con todos sus elementos de
riqueza y de bienestar.
— 161 —
Discutir las formas de gobierno en aUstiacto y
-del punto de vista del tlerecho puro, es puerilidad
aS discusión propia de las escuelas.
Desde *iue la América adoptase la» formas lU
gobierno que prevalecen en la Europa civilizada \
entrase en concesiones polUicas con ella, su posicÍMii
sejia otra en la condición de la Europa.
Sü8 representantes en Europa tendrian la con-
pderacion y acogida que boy no tienen, y que un
?ndrán janiást mientras no cambie ese ordeu de
cos'di. Kepresentaiulíj príncipes aniericiinos, conexos
ó relacionados por la sangre, con los soberanos de
Europa, su acogida en Europa seria bi misma que
Hoy tienen los diplonuiticus europeos, (lí
üii embajador británico, tJ ruso, o austriaco en
París, no recibiria con desden ó reserva al que r^
presiéntase á un pariente de la Reina Victoria, ó d^jl
l íi AmcTicn pnlitlfn e¿ mirada en Europtí con desconnarizit
ervn, A pesur de ser fri^Unmi, ru*ii, de rn/n Europeíi.
ípft'^^enlHnle*» diploinütH'ú?i en Eui'opft 9,nn menos nien
dos. que los de los países sem i -barba ros de Así a y do
Ifricü Los emliojndores í\g Siant, los dej Japurt, pmses y
^omhr€s cuyo civili/ncion dej« un iíinto ijue deí^par, t'speníil
nenie la de éslos últimos» teminn ser L'omidos en FrnrK'in.
fio iuierian subir ú los oixrhes de In corle, »*uyo ruido v
movimiento les mareabím: íenuin asro a los ^íuimles; <"onjiBn
^escuóo crudo y tjñ sonabnn <»on popel en In meso de fü-
|uOts Sin embnrgo, fueron reeibidos por el Emperador Ni»
poleon í'omo si fuernn reyes. La ra/.on de eslo es .setieillfi v
irira: — esque ropresentabím reyes. La diferenein niiee de Ui
&ní-'iu del gobierno cfue represenítín: los unos representan
irnos (iflfitcro:*, ffvhitv^. ffrsprnciaífos, indifrnos de re^-
3; los otros representan cunndo menos gobiernos durn-
blf*s y efií'Bt'es. La simple estíibiljdnd es un tClulo de respecto.
Al Piiraifuny le haee perdonable su despotismo Siamés*
u-iino se sieuie en los tratos internnoionales, es dc-
1 fondo d? tos negocios, la cunl no puede ser utU ni
í i I In Arnérii'.ii,
! I
— ]^2 —
Emperador de Rusia, ó de Austria, gobernando en
América.
Quiero hablar del modo de recibir al Ministra,
es decirla! negonndor: hablo del neyociador, del in-
terés del país que él representa y tiene encargo de
gestionar.
No solólos hombres; las cosas de América, no ins-
piran confianza ui respecto en Europa. Sus tratados,
sus amistades, sus palabras ó promesas, todo es vista
con recelo ó desconfianza.
Sus gobiernos y sus cosas son apenas tolerados
como una necesidad íataU Con un pasado cohjniaf
y un presente irjtnhJicano, los Estados de Sud-Amé-
rica son turnados por la Europa monárquica como
gente aparte^ es decir, excluidos de la intimidad del
mundo civilizado-
Sus legaciones son inútiles, no hacen Jiada de pro-
vecho. No porque no haya mucha que hacer. Todo
el gobierno interior de los Estados de América e^
nada en importancia, comparado con su política ex-
terior y HU diplomacia, sí estas í=ie contrajesen á su>
verdaderos objetos.
No teniendo materia política de qué ocuparlos,
los ocupan de compras y ventar, de comisiones y
consignacioneSj de agentes táscales, decomisarlos de
policia. Es la diplomacia de consignación y de co-
misión, mas deseada por lucrativa, pues enrique-
ce á los ministros.
Los de América, como ministros diplomáticos, son
agentes de parada; hacen el papel aparente de minis-
tros; se pasean, se divierten, bailan, son admitidos ;
excluiíloft y desairauü.N á i
Instante de t^do acto, de toda reunión que tiene soni-
ira de interés <J de confianza. No poique son dtfbiles
y pequefios bs Estados que representan. Mas débi-
les que ellos son otros Estados de Eui'opa, 3' sus
«igentes son admitidos donde los de América no tienen
laliida. — ¿For qué?— Porqne los unos representan
" " principes de familias históricas, mientras que
i s represent¿in Presidentes oscuros^ que deben
á líicasualitlad su rango efímero; que ayer no eran
nada y que mañana no serán nada.
Xingun hombre de mérito capaz de entender
y servir los intereses reales de un país de Ame-
rica, y que se estime á sí propio, consentiría en
residir como Ministro en una Corte de Europa.
Los que se contentan con ese rango, es por
que no tienen otra medio de acercarse al gran
mundo y penetrar en él, aunque no sea sino
IWira nr de cerca á los que apenas se dignan
tresponderles Naturalmente son mediocridades
inútiles ó jóvenes» que toman de la diplomacia
el oropel de las altas posiciones, para lucirlo en
^la calle ó ante el vulgo.
Otros degradan y manchan esos puestos, to-
bándolos por via de negocios. Venden sus pri-
nlegjos diplomáticos por importaciones aduaneras;
venden consulados; decoraciones; los secretos de
los negocios en las Bolsas y Mercados de efectos
públicos de sn país; ó piden prestado y faltan a
sus deberes, parapetados en sus inmunidades y
privilegios de exterritoriali<lad: 6 se dan con esa
ventaja de inviola1)ilida(L A negocias de comerfilo,
ó á negocios de librería, como el qne anunció en
público que recibia suscripciones á su obra á
13 francos volumen, en la casa del autor ca-
nio llamaba á la que tenia en la puerta este le-
tvero ^ — -Le/jacion fh ... >
Aunque esas degradaciones tengan par. escusa
la falta de puntualidad de los Estados de Am^-
rica en el pago de los sueldos de sus agentes,
uo por eso dejan de degradar á sus autores y
de quitarles la encasa consideración y respetabi-
lidad, que sus aTtfrnrialrs (en que nadie cree)
apenas alcanzan á darles.
Faltos de medios para costear sus Legaciones
tienen que darlas á estiangeros, ó american»^,s
emigrados y domiciliados en Europa, que las des-
empeñan en provecho personal propio, nunca
contra el país de su residencia, (¡ue han prefe-
lido al de su propio origen. Kn todo contiicto
entre su patiía de origen y su patria de ado|>-
cion, tales diplomáticos siguen como todo * mi-
grado el tema conocido, ahi bem* ub¡ ¡mh¡a:
delante de un ultraje al país que representan,^
hacen todo menos exponerse á recibir el pasa-
porte que los aleje de la casa, de sus goces
de la ciudad estrangera que han preferido como
residencia definitiva á la de su país mismo. Su
retiro, es un destierro, en tal caso, y natural-
mente, harán todo para evitarlo.
Así, después de tanta susceptibilidad por la in-"
dependencia nacional, entregan la representación
- 1('5 ^
y ejercicio de su soberanía política exterior áv
Üno^y á naturalizados en las naciones extrangeras
le so residencia, lo cual no solo les quita toda inde-
l»endencia, sino que sus antipatías y sinapatias per-
sonales, que deben á su larga residencia, afectan á
^n país.
Para esta elección sedan dos razones, que son dos
cansas de inhibición en la diplomacia de los países
f^^nindes, á saber: — V que tienen casa propia y es-
lán instalados con lo suyo de un modo digno de un
uiiiiisiro:^á" que están llenos de relaciones impor-
tantes en el país.
Estas dos ventajas ó condiciones son peculiares
del domicilio íj vecindad. Pero son las de un di-
plumático? — La Inglaterra renueva á un ministro
de una corte ií otra desde que se arraiga en el país
adqaii iendo propiedades; y la posesión misma de
¡tiiundantes relaciones suele ser bastante razón para
removerlo, pues si lo primero restringe su indepf^n-
úiK lo segULido compromete su imparcialidad y su
Independencia.
Si un caudal de relaciones en el país á que
"es destinado el Ministro, fuese un título de compe-
tencia, los Ministros ni serian enviados de fuera
á e^6 país, sino elegidos allí mismo de entre los na-
cionales allí establecidos. La Inglaterra, v. g , i*<^»^
lenviaria ministro-v á Sud- America, elegiría entre
los millares de nacionales que allí misino tiene esta-
blecidos La Francia baria otro tanto.
Por lo demás, como los diplomáticos rt hombres de
^ffsioi/ ú oíiríM iHv "miaran de Américaá Europa^
iM
es natural que se hagan valer como competentes
l)OV tener conoriniientos personales, es decir, relacio-
nes, los que no tienen conocimientos (Viph^mátlrofi «í
pr»lftic03.
He aquí las consecuenrias para Auiérica »l»^ crear
legaciones en Enrnpa para ,L,^oce 'le Ioíí aíneñcanos
dumiciliailos en el antiguo mundo.
En 1864, en momentos en que España, era objeto
del odio de los americano ^ pur la relrmlicacion^
á mano armada, de un territorio del Perú ;las islas
de Chiudia), y en que por lo mismo, los ministi'os
americanos en Madrid hubieran debido abandonar
esa corte lia ►ta que España no diera satisfacción á
la América insultada en unos de sus miembros y
amenazada en uno de sus principios de existencia:
tres ministros de 8nd América [A^ Btmios Aires,
(ruatemahí y Nicaragffa), que habían recibido cre-
denciales para España, en tiempo de perfecta paz,
no tuvieron escriípnlus en presentarse casi juntos,
el ¿4 de Junio de 1H84, á la Reina, para acreditarse
en el carácter que la^ Re|)úblicas les habian in
vestido, como prueba de amistad y respeto á S. M.
Católica.
Por qué no se dieran cuenta esos ministros del
sentimiento que debió haberles retraído de esa ba-
jeza con que ponían en ridiculo á sus gobiernos, y
cuando menos á la América?— Porque son vecino^:
de Europa, domiciliados en ella, emigrados para siem-
pre de América, y mas interesados en agradar á los
países en que viven, que á aquellos de que pro-
í'oden.
aropa. al menos, no manda suis legaciones á
«15 emigrados en América, para que no la expongan
^1 ridiculo, plegfáiidose al extrangero en la hora d»'
liaudonailo
Para no incuriir en el escollo que hemos seña-
lado, otras Repúblicas de América suprimen del
lodo SU8 legaciones en los países de Europa, como
si les bastase el conducto de los ministros que la
^Jínropa a<:red¡ta en aquellos países, (¿ué niaí^
luieren éstos que ser ellos el conducto por donde
los gobiernos americanos hacen llegar sus quejas,
• > y defensas á los oidos délos goÍHernos
u -.Li.upaV No son ellos los j*e^i)onsable3 de esi*
doble pai>e], sino los gobiernos americano?^ que quit
rea colocarse en el rol de un cliente que, pav
ahorrarse un abogado, entrega >u propia defeii
sa al abogado de la parte contraria— Si éste dií
toda la razón á su vejdadero cliente, si el país se la
4á igualmente, porque no oye mas que A una de las
partes, la culpa no es del juez ó cliente ([ue se dá
la justicia á sí mismo, sino del tonto que renuncia
á sus medios naturales de defensa, confiado en su
mena causa, ó lo que es peor, en el abogado de la
contraria.
Semejante política prueba una ignorancia compb
,del objeto y tin que tiene la ín-titucion de Iíís
li'iJíiciuncs V de las misiones diplomii Tiras.
]fi8
g XIV
IjM R^ptíblieii «laña al Catolirísmo f»ii Siid Atnf^rícN,
sUi servir al pr<»testniitisiiit>
Yo no romprendo cómo los americanos itel íSutl
son tan enemigos »le la iiionarc|u¡a y tan amigas tle
la religión católica, que es la religión déla mo-
narqnia por excelencia. No pretendo ijue amen
la monarquía y qne dejen de amar al catolicisino:
me ííjo solamente en la incompatibilidad de esos dos
sentimientos para sacar otra deducción al fin.
Montesquieu observa que la religión protestante
conviene maí? á las repúblicas y la católica á las
monarquías. Cuando Montesquieu escribía eso no
existia todavía la república de Norte América que
ha venido mas tarde á confirmar su aseveración.
Pero si él existiese hoy día ¿no tendrían derecha
de decir, qne las Repúblicas de Sud América la
continuaban doblemente con su^ dísencíones, que
la del Norte con su libertad pacífica?
La República helvética y la de las Provincias
Unidas de la Holanda, pueblos protestantes, con*
firman igualmente la ubservacion de Montesquieu,
Pero líis repúblicas de Sud Americano solo son
católicas, sino que las mas de ellas excluyen el pro-
testantismo como culto permitido, y no obstante su
independencia, todos sus gobiernos dependen espi-
ritnalmente del Sumo Pontífice de Roiua, que es
al mismt» tiempo el Rey de la monarquía romana.
— IC» -
Xo es mi ánimo insinuar el dilema que la libertad
)ne á Sud América en este punto delicada: *'»
gpablicana y protestante, ó monanjüista y católica
la regla de Montesqn^eu; sino sefialar una
ile las muchas ditinultades, que la historia opone
al pueblo de Sud América para la constitución de
jíU prohierno republicano.
§ XV
Siliiacton retrograda de Im Repúblíciis Atneríranas
Todo está bien en América, dicen los corte-
s4ino8 y explotadores de la República: hay tanto
progreso y seguridad y bienestar como en Eu-
ropa. El comercio hace progresos, las reii ras cre-
cen, la jioblacion se aumenta: - luego la Repii-
lilíca no es un obstáculo; no lo en la anarquia,
á cuya sombra se hacen esas mejoras, y no se
necesita por lo tanto de la ayuda de la Europa
para mejorar de situación, ni de la paz tampoco.
1^ América tiene el gobierno que le conviene.
He ahí el lenguage de los que piden á los
gobiernos republicanos empleos y sférefickmrs,
lleude Europa bien entendido, es decir, desile
[tes mil leguas de la República, qne adoran, y
jo la monarqtm que detestan.
La república no impide crecer á la América,
68 verdad, como Ja enfermedad no impide crecer
al muchacho.
Atribuiréis su progreso á su enfermedaiFr^ Por
— 170 —
que esta no sea obstáctilu, es cawsa? — Tampoco
se lo impide la ariarquia j ^;Lleducí reinos de ahí
que la auaniuia es un bien, como dice M. Prou-
dhon? — Pero entre el progreso enfermizo y el
progreso sano, hay la diferencia que separa el
progreso en Europa y ol progreso en Stid-Araé-
jica.
Hace treinta y cinco años que no habia iin
solo ferro-carril en Inglaterra: hoy su suelo esl;i
cubierto por una rcrl espesa de ferrocarriles. —
Ya Sud América era independiente del todo á
esa fecha, y recien empieza á tener uno tjue
otro ferro-carril. Sin embargo, desde lo alto de
su progreso mira con líístiina A la vieja y decrií
pita Alfnon,
Kn cada ciudad de Europa hay dos ciudades,
la vifja y la niu*va. Todos los adelantos reuni-
dos de la América del Snd independiente no equi-
valen á la nueva Lojidres ó é la nueva Paris.
Mientras estas ciudades se t!'asforma?i y se i^onen
desconocidas de diez en diez años, las capitales
de Sud América, en igual intervalo, solo cuentan i
algunas casas de mas, por otros tantos barrios
calles, plazas, que <»tVerfMi de inns la< cindade>
de la Europa,
No hablo solo de estos dos tnunstruus, — FariéJ
y Londres: hablo de todas las ciudades de laj
Europa. Al lado de h rnicná ^ ^eja, hay siempre]
la ciudad nueva, que se desenvuelve con una
vitalidad de que no tenemos idea en América,
Porque vemo>i miestras playas invadidas por
« 171 «
inraiEracioii europea, los creemos desertores
'de la Europa liambrienta y iirriünaila. Toma
,iii0S como signo de enfermedad, lo que es efecto »le
\hk salud exhuberante. El Asia y el Africíij
tan pobres, no nos envían emigrados tan nnme-
loms como la rica Europa. No podrian enviar-
nublos porqne no tienen ni medios de emigrar.
Los emigrados de Europa son mendigos que viu
jan en sus propios buques,
E:5 la Europa qui^ se agranda en América; es la
riqueza europea que se instala y toma posesión
del nuevo mundo, eso que tomamos alU como en-
^andei*imiento y riquezas nuestras y decrepitud
europea.
El Americano que duda de ello, es el que no
ha atravesado el Océano y visto hi En ropa pur
OTs ojos; d el que ha vuelto hablando -ie la corrup-
ción y decadencia de la Europa porque la ha vis-
to solo del peor lado. Para atreditar sus noti-
cias, debería mostrar su itinerario y el diario
de su vida, y la lista de las relaciones que ha
cultivado en Europa. K\ que n^e contenía con
vulgares y fáciles placeres ¿por qué se queja de
no haberlos conocido mas elevados j digne sV
Pero no hay necesidad de atravesar el Océano
para encontrar esta prueba. En x^^mérica mis
Eia existe. Allí no hay punto rico, regenerado,
rejuvenecido hoy dia, sino el que jíor su sitúa*
cíon geográfica, en cada república, está mas po-
blado de su gente, mas impregnado de sus usos
y mas provisto de elementos europeos. — Parr/e
— 172 —
fmn cirniad de Km opa,— es el mayor ciimpliniien*
to que se puede hacer á una ciudad araerií a*
na, íy el niejor modo de hiperbolizar sus adelan-
tos.
líienti'as Europa envia á América sus pobla-
ciones exhuberantes, la república americana en-^
via falanges enteras ¿e sus hijos al sepulcro, en
las gloriosas batallas de la libertad, que, cuanto^
mas triunfa, mas se extingue, — Cada presidencia
cuesta á la América, capitales y hombres sin
cuento.
Mitre.
Ejemplos frescos; la de Lincnhi y la de
tí XVI
^
Malc^í* <iuft haee la reptíliltea y eseuf^ns que no le asi.st»ii
Se atribuye á la falta de población; se explica,
de ordinario por el vasto territorio desierto, t^r
falta de vias de comunicación, la presencia de los"
montoneros^ los caudillos y el r a tidal aje de los países
de Sud América.
No es imposible que estas circunstancias influyan
poderosamente en la producción de ese resultado; pe-
ro la causa principal no es otra que el sistema de
gobierno, es decir, que la ausencia de una antoriflad
eíicaz.
La prueba concluyente de esta verdad es que
antes del establecimiento de la reimblica, ahora
i'incuenta años, cuando la población era menor, e
detíiertüu\as grande y las vias de comiinicarion
mas escasas, los monttmeros y los caudillos no exis-
tían. La aiitorirlad era reconocida y respetada á pe
sar de lasditstancias, de la falta de medios de coma
L*ion, ele
Otra prueba de (lUe es la forma actual de golrierno,
la causa de esos males, ú la ijiie no puede evitarlos,
es que de las quince repúblicas de SudAmériCiV ni >
hay mas (jue una sola feliz — Chile, lis totalmente
una excepción.
V los üniíios tres países de América, que son
excepciones de esa mala fortnna general, son los tres
qae se gobiernan por el sistema centralista tí euro-
peista: — ^el fírasij^ los Estados Unidos y el (M-
mida.
Por qué nu iiay caudillos en esos tres países de
Aunhica?
Porque los caudillos no 8on otros ^ue los Pres*
"dfnt^'S y gobernadores arbitrarios
Qué disculpa dan de esto las repüblicas?— í^ne
suü gobiernos son nuevos. Si los gobiernos son
nuevos, no lo es la socie^lad, la poblacionj la ci-
Mlizacion de los pueblos americanos, la cual na<la
H*nos cuenta que tres y medio siglos.
En cuanto á sus gobiernos ya son srgent4)nes.
Hay en Europa veinte gobiernos mas nuevos que
lasrepiiblicasde América, y se conducen, sin embar-
go, con el juicio de pueblos maduros. Liis monarquías
de arrecia, de Béljica, de fíolanda, de Italia, son de
lyer comparativamente á las Repúblicas de Sud-
jérica, la menor de las cuales cuenta medio siglo;
Ji —
m* el estado <le revolncion crónicH nu c
iioriualde existir.
ha> Juventud ó novedad^ que siiTe de escusa ha-
bitual á los desórdenes de Amrrica^ es otra
ilusión.
La América puede estar llamada á representar
el porvenir del mundo; por ahora representa i^lpasa*
do. Hablamos de la América del Sud, bien en-
tendido.
Todo en América es mas viejo que en Europa.
Se la puede definir la Europa de uf/rr.
Los geólogos han probado que el continente ame-
ricano se formó primero que el de Europa {D'Or-
/jfffni).
La drilmicion tur opea que hoy posee América
(porque la indUpma no lo es ó no existe), no está mas
adelantada, ni puede estar en ningún punto mas ade-
lantada que en Europa, ~\ííI\ América toda per-
fección, todo adelanto, todo desculuumiento útil, toda
mejora industrial, estcí representado por lo que es
europeo y procedente allá de EurojJiL^íln las
exposiciones que se han hecho en Europa en estos
últimos años, se ha visto que todos los adelantos de
América, es decir, todas sus novedades en industjía
(es decir, en civilizacionj consistían en imitaciones
imperfectas de algunas manufacturas rudimeníaleí*
de Europa,
En ciencias, en literatura, en legislación, en so-
ciabilidad, la Europa no conoce todavía innovación*)
cambio ó progreso, originario de Sud- América, que
ié á ése continente el derecho de creerse mas j6tm
e^ ilecir, mas uroderno qoe )a Europa.
Las Lf'fffs fie Pa li i/in, Ihí-^ LfVjes tic hulinSy las
ordenanzas de Bilbao, de Minería y Militares de
Sspaña, <|Ue son el derecho actual de Sud América
hi ludo lo QUe no es político, lejos de ser nove<lades
para Europa, son estatutos viejo-i de la niisnia
Europa
*Sus códigos niodenius, no ^üh uias nuevos que los
de Europa, sino porque son de data mas íVrsi'a; la
copia es siempre posterior al original y mas nueva
ineélporlo demás en nada sobrepasan á los de
¡uropa
La mejor prueba de que son copias, es que care
een de comentarios; y sino, dtínde están loi comenta-
dores sud-americanos rivales de Marcade, Troplong,
Merlin? Cuáles su Pothier, su Cuyacio, eu que se
han inspiíado?
En Sud America setieuM porloma^: nuevo, por lo
mas fresco, por lu mas joven y adelantado^ todo lo que
va de Europa. Esta es la verdad.
En Europa, por el contrario, todo cuanto vi(
ne de América es ya conocido y 'abandonado acjuí
por viejo V atrasado, pues mas bien teí/tcsa que
En que se fundan, según esto, las califica-
ciones de la vieja Europa y virr/en Atrmic^t'
Se alude en ello, al ^obirmo? á la república?
La Reimhlica no es una idea americana. Con
is derecho fluropa pudiera llamarla suya, pues
ivíó siglos en Grecia y Roma, en la anti^iedad;
^ isn —
respeto á lo que desprecian en secreta, es decu\
2) it' Tartufos. Este tipo e^ muy curioso: consta de
dos hombres en uno: el privado, que e^ hone,^to,
el público, que es un bnOon oficial.
No hay espectáculo mas triste que el de Ion
hombres de márito y de saber, descendiendo al
P-ipel de cortesanos vulgares de los errores de
la multitud, que desprecian en secreto. Se pare-
cen á esos viejos con peluca, obligados á pintar-
se para agradar á las mugeres jóvenes.
En efecto, si la* asimilación á la barbarte t^s
sincera, se expone el ministro á llevar al gobier-
no y al país al abismo, cediendo á las preocupa-
i'iones de su ignorancia. Si no es sincera, no es
eticaz. Entre la htpocrech y la degradación, tie-
ne que elejir uno de dos medios el que quiere
i(*ner influjo en el gobierno de su país.
Tal es la condición del país donde el soberano
tiene por delegatarios de su autoridad soberana,
á sus mismos cortresaiios, con el nombre de pre-
^íd'4'ntes, diputados, minisiros, etc.
La dignidad de los bombres públicos en seme-
jante estado de cosas, es la de los náufragos, t^i
la de Ion pasageros cuando la embarcación hace
agua, y marchando hacia la playa, cree á cada
instante sumergirse.
Los hombres se adhieren á los empleos, como
á un pedazo de palo, para escapar de las nlas^
es decir, para escapar de la miseria y de la iii-
eertidumbre acerca de su porvenir, en que rada
uno vive Ls el embuste de todos contra todos,
— IHl —
él exeplicismo y la incredulidad en cada luinibre,
el egoísmo en todos, disfrazado de un rnctfrnchoií)
republicano para merdigar su pan.
^ XIX
Í4k repiiblíc*» desncreilitu al ¡lats
Todo Presidente patriota y honrado que quita-
ra tener por sucesores á los buenos y á los ca-
l>Hces. tendrá una traba en la república. Los
buenos huyen del poder y del servicio publico
El gobierno republicano es la ingratitud, es la
insensibilidad, es la inconsecuencia, porque ea
sioiplenjente una persona moral, una entidad ais-
irada, sin cuerpo ni sentidos.
Para que esa immna motái^ esa alma errante
de la autoridad, se haga sensible á los servicios,
los recuerde, los agi'ailezca, los premie y los es-
tiujule íl renovarse, es preciso que adquiera sen-
tidos, que se encarne en una persona inmotta!, es
decir, en una familia, en una dinastía.
Una prueba deque la injusticia y la ingratitud
que se atribuyen al jmebio rei»ublicano, pertene-
cen á la forma de su gobierno y no al pueblo,
es <iue un mismo pueblo es reconocido o ingrato,
leal ó inconsecuente, según que está gob<M*íiMí]a
por la monarquía ó por la república.
Sin embargo, aunque la ingratitud se explique
jiur la forma de gobierno y no por el carácter
— 182
del país, su efecto es pernicioso para el concepto
j opinión del país, que acaba por ser tenido» por
ser juzgado como pueblo sin sentimiento ni cul
tura.
Y no es porque la persona de un Presidefde
sea menos capaz de gratitud que la de un Monarca.
Los servicios que de.^conoce han sido tal vez
hechos en su contra.
Un Presidente tiene que ser ingrato, imrque el
honor de los servicios que desconoce, lia aprove-
chado á su predecesor, que siempre es su rival
ó enemigo, ya sea que lo suceda por la oposición
• legal ó 3' a por la revolución.
El servidor de su rival, ha debido ser ííU ofen-
sor, y mucho hará si no persigue su venganza
El amigo de su enemigo no puede serle simpáti-
co.— Gomólas Presidencias se renuevan cada cua-
tro años, término medio, el Presidente no ha aca-
bado de vengarse de los que le estor liaron su-
bir, cuando tiene ijue descender para sufrir á su
vez las venganzas de sus enemigos viejos y nue-
vos.
Esa es la suerte* qut- tienen los presidentes en
Sud- América, muy especialmente cuando son Bolí-
var, Sucre ó Rivadavia,
Esto afea el carácter del país, que aparece como
unantropí3fago ónn parricida, que se alimenta con
su.s propios hijos y padres. La verdad es que el
país es agcno á todo eso, y que la forma de gobierno
es lasóla cansa y explicación de ello.
La monarquía, siend*» nna encarnación perpetua
-s.
— isn
la autoridad nacional en una familia desueler
Bían, tiene la ventiya de prevenir esos motivos de
inconsecuencia y de injusticia inherentes á la reno-
vación rontíniía del personal del Poder Supremo.
Pero hay quienes dicen f|iie este sistema no es
compatible con la dignidad de un pueblo libre; que
el gobierno es un juego de azar, pues el país recibe
isos gobernantes de la suerte del nacimiento.
Este es, sin eaibaigo, el gobierno de la Gran
Bretafla, y este simide hecho es el mas elocuente
catecismo. A nadie le ocurriría que es mm digno de
on pueblo libre tener presidentes como Belztí, co
moMonagas, y no un sobf rano inofensivo y gracioso
.como la Bci/na Victoria o Leopoldo de Bélgica.
En cuanto al azar, se sabe que la república hace
4 tiro de ilado sus elecciones de todo género^ sin le-
yes, sin sentencias. Todo es resultado del soiitOj y de
las cédulas cerradas que contienen ios votos anóni-
mos, etc., últimaDiente, del azar de las batallas de la
guerra civil
Casi todos los presidentes son concebidos en las en-
trañáis del cafion. de donde salen como proyectiles de
guerra, mas bien que comomagistradüs de paz. Es
ipresidente, de ordinario, el que ha dejado en el campo
ie batalla mayor número de cadáveres de sus rom-
patriotíis disidentes. Esta es la realidad de la repú-
Idica, aunque la teoría haga nacer los presidentes del
voto libre y pacíticode la mayoría popular. I ja casua-
lidad ijue decide de la suerte de una batalla; una llu-
via, la muerte de un general, la inasistencia de otro
á ütt puesto, ala hora dada, deciden de(|ue la nación
— 184 —
tenga este ó aqEel presidente, es decir, que el ven-
(;edor sea este ó aquel eandidato
§xx
La falta ilo gobierno es e^^iuela de j^obiernc»
El lual de Snd-Ainerica es la falta de gobierno.
Pero ciianílo s*' piensa en la razón porque falta
el gobierno, e! nial tiene el aspectn de nn bien.
Expliq neniónos.
El gobierno fait-a en Snd-América. no por que
el pueblo sea inobediente e incapaz de gobierno, sina
I)or que es obediente haeta el servilismo.
Debe esa disposición á su origen español: espafiol
en basta hoy mismo en eíía calufad ó fUi'eeU), según
el punto de vista.
El historiador inglés Bnkley observa que España
tiebe todas >ns flesgracias al sistema de gobierna
iine la ha regidí» por siglos^, es decir, al tjolwme
protector, o paternal^ o tutelar; al gobierno que lo hace
todo, sin dejar intervención al pueblo en el gobierno
de sus cosas, que gobierna por ñ^ para él, pero
sin el.
Un pueblo de esa contlicion, es feliz y grande,
si le toca un graTi soberano, es despreciado y mi-
serable, si tiene por soberano un mal hombre.
Pero <*omo los soberanos no son buenos cuando
el pueblo no los fuerza á ser tales, casi siempre
son piísimos cuando el pueblo es servil
— xs:
§ XXI
Un Soil Amerira la HepubHra liai'O las revolución psf
110 ol puoblu
Dejándolos libres de m\^ tfobierno profedm\ la re-
volución de la independencia ha hecho un gran bien
á los pueblos de Sud- América.
Ese bien no consiste en que carezcan de fz^obierno;
tal carencia es en sí misma un mal; sino en que no
teniendo gobierno, están en la necesidad de gober-
liarse á sf mismos— Asf, el gobierno libre surge allí
de la necesidad de las cosas. Al fin llegarán á
esa condición; pero no es esa su condición actual.
Habituados á ser gobernados, !*> son hnsta hoy
por jefes republií*anos, como lo eran por reyes nb-
^5olatos: sin examen, sin intervención propia.
Si los nuevos jefes son desobedecidos, jamás lo
son por el pueblo, siru) por jefes y autoridades ase-
sorías que mueven al pueblo de su dependencia in-
mediata en el seutitlo de de-^conocer á otra autori-
dad.- Siempre es una autoiiánd la que inicia y He
va á cabo la revolución.
Así, las revoluciones en Sud-América son .s7^//í-
pte oiimih's, Lejos de suponer el desconocimiento
fie la autoñdad, nacen del exceso de obediencia
á la autoridad
Esto no es sofisma ni paradoja. Los hechos de
la historia lo confirman al pié de la letra. V^éa
inoslos en la República Argentina.
■^'i8i; ^
La revolitcion de Mat/o de 1810, fuéhficliapor
las autoridades municipales y militares.
La del ailo once lo mismo.
Las de 1820 lo mismo.
La de 1^ de Dkienilne de ib2«, íué del ejér-
cito.
La de Octubre de 1S33, por el comandante ge-
neral de Camparía.
La de Febrero de IH52, por las autoridades de
Entre Rio5 y Corrientes.
La de once de Seticmhre de 1H52, por el ejército
y las autoridades provinciales de Buenos Aires,
SarmicMlo fy sus copistas) hacen una mnaitura
del Rio de la Plata, eu lugar de nna historia,
cuando ])intan á ]o^ ijauchos como incapaces de
gobiernu y de obediencia. Bajo lionas había ma
seguridad en la'i carapartas y Pampas, que en h
ciudad de París, (si el ataque no venia de la au-
toridad).
Así, pues, las revoluciones de tínd-América, le-
jos de ser una negación del hábito de obediencia,
del principio de autoridad, son la prueba mas con-
cluyente de su existencia aetmil, porque todas la^
revoluciones son oficiales, todas emanan del go-
bierno, y si se hacen populares, la popularidad
misma es oficial, es decri^tada, ordenada por el
gobierno pretendiente contra el gobierno en de-
cadencia.
Son verdaderas revolacion^s de palacio, apoya-
das por revoluciones de cmrtel: motines y asona-
diis, masque revoluciones.
187 ^
I4OS soliliiílos se sablevan por mandato del go-
bíernu, y el pueblo se alza por orden del gobierno
f de los soldados.
Son insarrecciones oficiales, desobediencias de
oficio.
AM íuú la de 25 de Mayo de 1810, contra
Esparta, y así han sido todas las anteriores y poste-
riores á esa,
Ko hay nna sola que haya emanado del pue-
blo. El pueblo en todas ellas es pasivo y obe-
díente. La insurrección del pueblo es un acto
de obediencia; su desacato mismo prueba su su-
revoluciones se fraguan y organizan en las
legiones miomas del poder, y salen á luz hechas,
formadas y armailas; decretando y ordenando, como
gobiemos constituidos.
Una rama del poder existente, es sienipra el
plantel del poder nuevo 6 revolucionario
El i|ue quiere revolucionar jamás se dirige al
pueblo, ó al menos jamás empieza por dirigirse
al pueblo Se dirige desde luego á la fuerza ar-
mada, cuyo apoyo toma por punto de partida.
Quitad al gobierno la calidad que tiene por su
forma republicana de ir de mano en mano, y las
revoluciones, al estilo actual, dejarán de tener ob-
jeto.
El que quiera el ijoder buscará ^\ ministerio
las bancas del Parlamento
— IRS
xxn
C'urioso liberal iMiio
IVido ese liheralisiiui <jiie luigea Váliheriadi
(lepreciíiciüit tí (lísruinucion tlel gobierno, es
cliarlatanismo y vergonzosa ignorancia de las co
rionesque hacen existiría libertad.
Los ijue tal libei'alisiuo profesan son ¡iheti
platóniroii.HUeim eonoren á su ídolo^ y que cuani
lo ven de cercii le tienen miedo y le esquivan.
*J^i^s dice usted,- — en este país hay una n
donde ro(íór{í?s.tyas se habla bien de losladronc
ile los asesinos, y eso eri pübbV*^, ímpuneinente y|
aplausos:* — y ellos exclaTním- yw^ honor!-
emlíargo, esa es la libertad judiciaria, esa e^ lalil
tad de la defensa, el derecho mas precioso de j
país libre. Ksa casa es el palacio de justicia.
Les dice usted: — * hay otra casa donde anien|
son alabados y aplaudidos los que defienden á
enemigos del gobierno y del país, y donde i^e ha
bien de los países extrangeros que han atacado ;
nación, y Iok que hacen eso*^ aplausos quedan ii
ne^, son respetados y nadie se atreve :í tocar!
— y los libf^nHea exi^lamíin: - qué horrar! — Sin
bargo, este horror es lo que constituye la lit
parlamentaria, el derecho de oposición que distin|
A un país libre. Ksacasa es el parlamentu
Les dice usted'— en ese país se imprime y
ilistribuye á todo el mundo diariamente por nifl€
buipiares Uj 4**^ ^f- j.tí»-ue ^ uhcehir y bai»i__
>r roiitni la política ílel gobierno de la Na-
Hfleunt rasas magistrados, y hasta contra im ins-
ícme-i del \}nh: y eso se hace inipuneii^ente
>on aplaudidos los que k> hacen ,—^ los
exclaman: — que horrorf -->\\n embargo,
la libertad de la prensa, ínie es la rr*¡tm
b otnis garantías en los países libres.
Les dice usted:— hay países duude los ¡mi ¡os
Itadores dé nuestro divino redentor, l<is herrjes
' s por la Santa Iglesia CatóUcji. y has-
y lus infivies, pueden constniir srus
y tributar en publico sus cultos sacrf-
sín que ni la policía, ni la ley, ni nadie
estorbe; y los liberales exclaman :— quf!
_ r/— Sin embargo ese horror es la Uherüid
' €tíl(o8f y los países en que ella florece son la
Inglatena, la Union de Norte Amí^rica, la
^nd;i !ri r^iaiHÍn etr.
§ XXIII
y liliertad es mrgtt.'-Biu gobierno no hay libertad
íí la libertad no puede existir donde falta uu jío
eficaz y fuerte, la república, que es inconipatibl**
,el poder eíicaz !<• »^^ igualmente nm la liberlatl
iva.
republicanos que en Hud- América anuncian
— IViO -
qiie Tana i-ealizar la tíbertod, son conio esos espíri
tos cmdalos que nos aoncian todos los (lias haber
descubierto la cmúdrmtmyt dé arcah^ el $fior$mienta
perpetua, ecc.,ele. Se les debe tomar del mismo modo
El tímon, el piiirto de apoyo de la libertad, es el
gobierno La libertad no ^lo es el mas alto y últi-
mo progiv5o *le na país, sino que toda ella se com
pone de labor abnegación, esfuenro, sacritício, ac-
tividad
Se ha dicho que s^in rirtad no hay libei^tad; ;
digo que la libeitad es en sí misma ana rirtad,
que si no es así, no es nada; es wnii vana palabra*
Kl hombre libre, tiene la probidad de pagar al)J
Estado sa deuda de ciudadano con sns servicicj
personales^ por la palabra, el fU5Íl^^ el dinero, por
asistencia á todos lo^ trabajos y esfuerzos de int
res comon
En este sentido la hbertad es una pena; eb uní
carga, es un fardo, $í bien noble y llev adero co-
mo lo es el i>Qder mismo. Es el trabajo asiduo
y honesto del que cuida y adrainistra su propio
peculio. Solo el mendigo, el que nada tiene, "^^''
exento de esa pena gloriosa y feliz.
Los pueblos corrompidos y enviciados en
ociosidad aman la libertad, no como labor, no
liliertad práctica, que es labor continua, sino
mo idea, como ideal de artista, como belleza, que"
dá placer; desde el sillón, en nn café, al son de
la müsica, con la copíi en la mano y la ebriedad
de felicidad en el alma.
Si alguna vez son capaces de sacudir su serví-
ra ^
ival.
Qaiereii la I iberia d^ como poder pura y exchh
lujw; no para todos sino para sí solos, TTsadla
tiira ellos, atacad sii opinión; y si tienen poder^
si lo tienen todo, os pondrán fuera de la ley
la libertad de que usáis.
Si á tales pueblos se impuiiese por la fuerza
obligación de ser libres, como sabe serlo un inglés,
Carian pedazos á sus Hberfadores y defenderían
sus Mandas cadenas^ su rfo/cc/ín «i^w/f.
i: . á la vida de esclavos por su voluntad
se creerían hombres de libertad por este
hecho.
' - If-s de ese género son los que, en 8ud-
iian amargado los diasde sus libertadores
Sberales que han perseguido y hecho morir de
Gílor, comoá (ira nos, Á los JiaUvur^ á los Siwn%
.lus Sati Jiirr/i/í, á los Monfem/adOj á los Porfa^
r, los Rivadavia, los Várela, á lo5 creadores de
¡bertad ó independencia de América.
"lo la libeitad sin el gobierno y fuera
no, la revolución de Sud-zVméricíi ha
tiosta aquí el sacrificio de la libertad en
jYv de la libertíid misma: el destrosso y la pro-
pión del mismo ídolo.
^y esoij singulares liberales, que venen toda au-
id el polo opuesto de libertad; que creen
modo de extinguir la urania es extinguir
Jo gabíerno, para que no tenga sobre qué exis
r, como quien arraza toio§ lo5 edificios y vive en
- 192 —
cielo razo, para que ninguno sirva de cárcel
bíístilla, esos mismos liberales, que no hallan"
bueno sino el gobienio que no puede moverse de
extenuado é impotente; eios bravas liberales, to
do tu piden al gobieriio; todo lo quieren, todo lo
esperan del gobierno, y sin el gobierno no fia-
cen naíla por sí ni para sí en su adelantamient4>
y bienestar. Así son sus progresos: tan lindos
como su lógica. — Matando las autoridades a la
europea, atacando y minando el orden en nombre
de la libertad, se alejan cada dia rte la civiliza-
ción de la Europa; y campeando libremente so
bre ruinas y en medio d»' un dt.^sierto cada diü
mas lóbrego, la libertad tie (|ue se acercan es la
del indígena, la del hombre primitivo; el ameii
ntnismo tjue encuentran, es el que precedió á la
conquista del nuevo mundo por las razas y lan
instituciones déla Europa, y^Iiínicíi t|ue pudiera
invocar y legitimar una segunda
i; XXIV
La rE^públíra, »s antítesis de la revolueion
La repübliaf, como/oymaát* gobierno es i^referida
porque se pretende la única que garantiza el ejercicio
entero de la liheriad, del orden, de In eirdizaeioH^ del
bienestar publico,
Pero, cuando en lugar de esto, vemos que da
opresión, despotismo, desírden, pobreza, indignida<l
- w^ —
[t dtrasü, —sostenerla á todo trance, idenf iftcarla ron
cü¿as, es perder la cabeza y marchar, como el
látiro, á ciegas, tras de un ídolo detestable desde
<jae solo produce ruina.
Poner la república^ aiTÍba de la libertad, del
iew, de la viqmza, del proijreso^ de la chúliza-
i^crittcar á la república, la hhniíul, la ci-
íuacion y úproffnso.'^M perder de vista todo
fin de los gobiernos cultos, y embrutecerse y
jradarííe en obsequio de una quimera, de nu
lintasma, de una cosa sin significado ni sentido
Y lo qne es peor^ en nombre de un
alo de interés personal. La república sig-
ica -//(í, túf aquel en el poder: el poder para
nosotras los republicanos.
£1 Brasil no ha entendido como nosulros Uis
-, y una experiencia \ict0ri03a le hadado la
•"ifiia, que á nosotros se nos escapara. Kl Bra-
sil ha debido a la monarquia lo que nosotros no
hemos podido obtener de la república.
- Tenemos la costumbre de atribuir toílos nuestros
males al gobierno español pasado, mas bien que
á I06 gobiernos patrios modernos, Pero el gobier*
no portnguez, en América, no era mas liberal ni
mejor que el español, como no lo es en Europa
misma. El sistema colonial era el mismo en el
Plata que en el Brasil, Si en el Brasil no ha
sido obstáculo para el establecimiento de un go
13
- VM —
líierno iiKmárqincu cüiistitucionaK con totia^üs
bertade? conocidas en los países libres, claro es
íjiie en el Plata no es el pasado régimen el obs-
táculo pai'a la constiuicion de un gobierno estable
y libre, sino el principio inipractií^able sobre qU€
queremoí^ establecerlo.
Nosotros !eoinos nuestro obstáculo, no la Espafm.
Desde 50 año^ que liace que no nos pertenecemos
á nosotros mismos, j que nos gobernamos á nos-
otros mismos, fípor qué no nos educamos para el
gobierno propio, en lugar de educarnos como cuan-
do éramos gobernados por la Metrópoli?— Tene-
mos carrera militar^ carrera cclcsmsfkn, carrera
de abogado^ carrera de médtco^ etc. — Por qué la
wffí^ííf//7/íí(m (poder judicial); por qué la admimS'
traeion (poder ejecutivo); por qué la materia del
pnfdicisla (poder legislativo), no son carrera igual-
mente?— Al examinar qué enseñan nuei?tras Tni-
versidades, no se diría que ha cambiado el régimen
político de América.
Está3 no eran carreras en América, porque Amé-
rica no se gobernaba á sf misma, y estaba excluida
de su gobierno. Lo eran en España, para gober-
nar A la misma América. Excluirlas h »^ *^- resto
colonial.
ifXXV
1a r«!|iifbtic4i tiH 68 \n líbertüd* romo iu Hiouarqiiia no
e?» el rlf^spotísiiif)
En qué Scí faiifla el amor tan encarnizado á
'Picana, sino es en la aspiración al
Eív en d amor á la libertada — Pero en qué re-
a de *Sn*l-Ameriea exií^te la liberüid? Cnál
.i»:tiU^ es libn*? Qiuí^ii es; libre en todas ellas si mi
el gohítrrnoy
Ks el amor á la itrtialdad? — Pero la úfuahlad no
ea I ni que la librtfad en todas las re-
pe .. 1 América, En ninguna república
\m ignal ante la ley el amigo del gobierno con el
íopasi toral gobierno, el hombre rico con homlri'
del i»oeblo La igualdad no puede existir donde
l<a la libertad de acucar y dislatar en alto lo-
itaqn^s beebos ala justicia y ú ley. ,
A?5Í* la repiíiílira, lejos de ser siníinino de li-
ertail y de i^^ualdad, e:^ un obstáculo y la cansa
qae 6n América solo sean nombres vanos.
La ocnpiu ion linica de sus gobiernos se reduce
caer. Los niaí* de los Presidentes de esas Re-
plicas, dicen, como Mecenas:
¿»,.*.*.-Qii'on me rende irnpolent,
je vi ve, c*e5l osé-e^.U .,•....,
Vivires todo su fin y su victoria. La condición
ffi »»Kí^tir romo sfobiprno eM nn srobernar: — pri-
mero, porqae el gobierno no tiene p!>der; segundoj
porque es el solo medio de ser obedecido, esto es/
m* mandar co^a algnna
Así, lejoi de ser ant i -americano el de^eo de ver
pre?5alecer el gobienio á la europea en Sad- América,
ítp necesita detestar á la América para desearla
por cincuenta años mas el gobierno que ha tenido
en los últimos cincuenta.
Ni se comprendería cómo ese gobierno tenga par-
tidarios, si todos hubiesen perdido por su causa
cuanto han perdido los pueblos. Pero lo que pam
la patria ha sido causa de i uina, machas ve^s ha
Hjdo para los patriota causa de prosperidad.
Qué de fortunas privadas no se han hecho con la
Tortuna pública, á favor de la falta de gobierno^
Qué de títulos, qué de galones, qué de rangos y
puestos brillantes no se han ganado al son de las
doctrinas igualitarias, administrando la ruina y
dirigiendo el derramamiento de sangre de las már-
tires repúblicas '
La república ha ^lAu y es el pan de los 1'
denles, el oficio de vivir de los militares, la indti : .
de los abogados sin clientes y de los periodistas sin
lúencia; el refugio de los náufragos de todo gér
ro, (la república actual de Sud -América, bien
tendido), y la máquina de amalgamación de
las escorias.— Cámo no ha de tener partidarias exp-
iados!
§XX\i
r«púbUra ese] ideal: la monarciuiu es í*l hei*ho det
La momirquia, es la lealiilad del gobierna, es
el gobiemo positivo y pní etico, el gobi<^rno linmaiid,
f*Ti el seutido de que es enfermizo eonio el liuinbre
I.*a república eslapoesia del gobierno; el gobierno
ideal, que puede ^nvir en la mente» en los deseos
del hombre, pero que el hombre no puede realizar
>ino de nn modo mas ímperfeeto qne la monar-
quía
Cuando disentimos de la reiniblira, no disentiuiüs
iit Ja repiVblira en sí. de la república abíítraeta, del
ideal déla repiíblica; sino de la rí?publica deforme
j inanstruosa, que vemos en práctica; de la repiibU-
Tí tiranía; con miseria, con desórdenes, ron
dos, disentimos, en una palabra, del gobierna
i|tie vemos en Bolivia, en el Perú, en Venezuela,
en Nueva Granada, en el Plata, etc, que , solo por
i^^^arcasino puede apellidarse rrpuhlicano.
La monarquía tiene defectos Pero el hombre
110 los tiene?
La monarquia dice como la Magdalena á suíí
detractores: la república f/ur esté sin prcado^ (¡u* m^
tire Itt prinifra piedrín
Es una especie de candidez el decir: yo qnirm la
.repúfflka^ porque es, la mas bella de las formas.
Es como si un niño á quien se preguntase: Qué
- 198
profesión quieres seguir? respondiese: — « Ytí^ guie
Sfí R?i/^ ponjnecii la mas belfa de las posiciones.
Abolir todos los ^^obiernos que no se parecen
literalmente al ideal republicano, es como condenar
á muerte íí todo hombre que no se parece al Apolo
del Belvpfler, y á toda mujer que no se parezca
á la Venus de Mediri$>
Todos sabemos que la belleza de esa estatua es
el ideal de la belleza femenil; pero no dejamos de
adorar á nuestras madres, á nuestras mujeres, X
nuestras hermanas por que sus facciones y fisonomías
sean disparatadas y monstruosas, si las comparamos
con el ideal de la muger.
55 XXAai
Nuesirai rejiiiblk*as, son tii(iiiar<]uíii^ vacaiitesi, reglen-
cías ileniot* rútilas
Una monarquía sin rey, no por ';^it .:^ una re-
pública; como una república sin gobierno, no por
eso es una monarquía.
Ver una república en todo país que se queda sin
gobierno, es un mal cnmi*limiento á la república.
El monarca no es la monarquía: es el represen-
tante, el depositario de la autoridad monárquica.
La monarquía, como autoridad y forma de auto-
ridad, existe en la Nncion misma, á doble título
que en su monarca. Asi, el monarca pasa pero la
monarquía queda. Cuando muere el 7?ci/, queda
vivo el Rf'biif
^_ 1911 _
La Grecia por ejeiuplo, en estos momentos, no
es una reiítílvlica porque esté sin rey y sin <.:
nnsiia.
No lo fué España durante el cautiverio de su
Rey Fernando VII
Ni U» fuimos nosotros mismos, por ese cautive-
T-í.. que tanibien nos deju mi Rey, según lo de-
II las Aftas do creación de nuestros primeros
mos,
i. i gobierno lU* un tvinu >iu Key, e> una Re-
gettcia. Tal fué d carácter de las Junta,s^ que,
conforme á la Lf// rfe Partkhi, gobernaron ú E
en 180S, por la ausencia del Key,
. lio fué otro el carácter original <1p nne>.tí'ns
gobiernos patrios, en Amfrka.
No lo han perdido hasta hoy en cierto uiodi»,
-' ^ ^' ^ an tomado nombres nuevos Xnes-
iíeas ó comunidades Americanas, son
Reinos gobernados por Presidentes, En lugar de
.'^ // th Viieiff's — f/ohenéadoies, como untes
Nü lo declaran así sus íítulus, bien -eí^nro,
pera !o declaran sus poderes, su política, sus me-
»l!f»« de gobierno, i|ue tienen un sentido niomir-
>, que no revelan los títulos.
>€ alegará, en el Plata Ja falta de una nobleza
roTiiu prueba de *|Ue ese país formalm niui cfdonia
Míranart democráticar'
Sino tiene una nobleza, tiene xmiiiuistociücm
ooinpuesta de ricos, de hombres de f'didos (mil da-
— ^im —
res, doctores j cí eriges), es decir, de mpaadm
— ^y capacidad legal vitalicia y exclusiva, significa
privilegio, poder personaL Esos nobles se Ihiman
notüMes,
La ausencia, de una nobleza en el Viieína
de Buenos Aires solo probaria que fué una mat
monarquía, es decir, sin contrapeso. Con su actual
aristocracia de hecho, son ref/encias templadas par
revoluciones, es decir, de peor temperamento que
si fuesen monarquías simples ó despóticas.
No hay nobleza titulada; pero hay cannlla, pfé-
6e, gentuza, populacho, en nuestro lenguaje y en el
hecho; luego, la igualdad de clases no existe
§ xxvnT
La monarqnia hitentt^ hujo Iii rciiúblieaen Suif América
Se íiiiiere saber cómo nacen ó se forman las
dinastías? Los presidentes de América lo demues-
tran todos los dias, por su propio ejemplo.
Cuando se trata de las elecciones de un sucesor
en el poder, á menudo son postergadas en nom-
bre de alguna situación extraordinaria, por la ra
zon de que las elecciones son siempre en sí mismas
una crisis grave, que, si se agrega á lo que exis-
te, ht'ce inminente la ruina del país.
Con cuya manera de interpretar la constítuciou
y el tíírmino que ella seílala á la duración del poder
del Presidente, le bast^i á este suscitar una sitúa-
I
!?01
rdoii extraordinaria cuando se acerca su tériniín*
liara tener nn pretexto mas respetable que la con^
. .. : . misma (la vula del paísi de prolongar iri
..lente su presidencia. KjeTiiplo> Hosa-
t fribe, Joai^ez. Soarez, etr
Paes biei). Jos fundadores de dinastías no razona
ixm de otro modo, ruando hicieron del gobierno ui
patrímonio de su persona y familia, para no ex
la vida del país, agregando á sus vaivenes
'^'h^la crisis siempre ^ravp de una elección
Supremo.
1^ república se distingue en yiie esas crisis .son
eü decir, que es ordinaria la situación
,. itiúna, y ♦! poder ricfprwHdl ^^ el po-
der permanente
Así, en las Repúblicas italianas de la < dad ine
áía^ observa Monstesquieu, todos los poderes pu
biicog residían liabitualniente en las nTano> exclnsi
t«$ del Jefe Supremo, que para mantener en pi*
la autoridad de su gobierno necesitaba de ma-
foT poder que el Sultán de Turquía.
Aíí, en Sud-América, crear situaciones extraor*
ias ¡dentro d fuera del país) es el arte de
rir.iiíve poderes extraonlinarios, es decir, de sus-
pender la constitución, y prorogar la durariou
constitucional del poder
No hay, según eso. mas i|ue un medio de pre-
venir las situaciones extraordinarias, y es luicer
que ellas no sean razón de suspender la Consti'
^ioiK Eso se ha visto en Estados Unidos, du-
Me su gran guerra civil de 1S62, cuyos bor-
— 202 —
rore^ no han bastado para que la GonstJtucÍ3n
suspenda.
§ XXIX
La moti:u*qiiia latento ñu Sttd«Am4''rÍrii
Si hay un houibre que pueda coiisiderar.sí? cm
la obra excüniva y neta de la monarijuia, es
nmericauo del sud. Se le puede mirar amm
expresión del sistema mouárquico: en sus iustintc
en sus hábitos, hasta eu sn exterior, está están
pado el sello de la antigua sociedad monárquica"
La etiqueta, lo ceremoniosü, la falta de expon-
taneidad, que distingue á la sociedad y al ameri-
cano fM sud, nu son caracteres de un republicano,
sino de un monarquista, de un aristócrata europ'^ *"
(fe/ íintif/HO réffimeu.
ün conde, un marques de Europa, se sorprenden
al ver mas etiqueta en una república de Snd- Amé-
rica que eu cualquiera corte de Europa.
El que ha visto lo que en Sud-Am*?rica se llama
un Jóren bien educado de fnmiHu distiwfHida, no
halla nada que se le parezca en líuropa, ún i es el
uoble de educación clerical; es el condesito de la
comedia de Gibo¡fvr\ «obre todo en la América me-
diterránea donde subsiste intacto el antiguo régimen
sin nías alteración que el nombre.
Ko es paradoja el decir que en América, bajo
la rfjridjUat nominal, existe el monarquismo tan
arraigarlo en \k\^ usos, como la democracia existe
- 'UVA —
USOS de la Ecropii bajo la nioiiarquia rari-
y visible.
'^^ en el salón de nivá familia dccenle, en Sml*
iij mas etiqueta y ceremonias que en la rea-
del primer duque en Europa.— La mas sim-
' ' ■= oraisioiiéí^; la menor de las líbertade.^
11 en la ^^ociedad arístocnUica en Kurupa,
ria jmsar por un grosero y traeiia eneinistadeá
qne las erapleast: en una sociedad de esas repií-
La salida en soeiedad, es tan cei'emoniosa
1a mitrada; los honores son debidos no solo á
dueños de casa, sino A todos los presenten indi-
laiente. A cada persona que entra, todo el
ido Me paia.
\J n mano, al menos de palabra, es de rig^or.
-^1 /i'.v^*iV^ de Vil, es el saludo de un caballero
• seAora.— f/¿í/e</, es el hablativo ronqueen
^ua de esas repúblicas se designa por tercera
er^ona á su interlucutor, como se habla á un mi-
afetro, <"> an sirviente habla ;í su amo.
Todo nombre es precedido det tratamient»^» de don
'Sft admite como galante la partícula í^/í'.
haíles, hasta ahora poco, han sido el nnnnet,
j^r.süradanza, bailesi serios en que hi rnagestad
leá la gracia. Han cedido su lugar pai'a bai-
mas rivo. pero no mas alegre, ni mas republi-
lOO.
.La aristocracia, e^tá en la lengua misntas, que
sblaii ےSOs republicanos, que es la lengua nionar-
[quista de la monarquista España.
Los criados llaman mfirrd 4 sus amos. Los
— «M -
hijos piden la bejidición á sus padres, y besan]
mano en signo de obeditíncia, todo como en la :
lia feudal de la Europa.
Todo esto exiííte en la vida civil, L-á anón
qiiia existe en la organización áe\n,Jamilia,
En la ridft politufi esíií mas alterado, pero qué
lodo lo esencial ¿i la niunarqiüa.
Un reté no es tratado con mas respeto y etiqt
que un Pin^ideufe. Su palacio y su persona no
mas accesilíles. Las guardias se furuian á la ]
sencia del Presidente y baten la caja.-- Los minist
del Presidente, gastan mas prosopopeya que
i\e im Key. Los países de Europa son testigos]
t|ue un ministro diphmiHico de uíuí n'pnbüca'
Sud-Aménc(if dispensa y exije el mismo tono i
el de una monarquía de Europa.
Uíinde e>tá el republicanisuiu de csiis república
Üeiiiocracitt
Los caudillos son el fi uto de la democracia; peí
n«k son su esencia. No solo es posible snprimirl
sin suprimir la democracia, sino que aun es precil?'
suprimirlos para salvar la democracia.
Cómo? — Europeisando la democracia, es decir,
dándole una centralización fuerte y tada la inamo-
vibilidad compatible con la república.
Emopcisar la drinonaeia, no es un contrasentido.
— 2{\h
¡ilea quf^ se comprende y un hecho qiie se
Iza
jmucracia no c> una íoniia de gobiernu; es
del goliieruo uiüíterno, [mes iih c^s otra
que la soberanía del puebhj.
ileni€K*racia es tan variada conin las turmas
[el pueblo puetle delegar en el ejercicio de sn so-
inia. Cuandti esta delegación se hace en mi
laño Presidente, la deniocracia es una re-
lliea; • lo la delegación se hace en nna ta-
ó íU--- la, 1h democracia es una niíinarquia-
beclio se lia realízadr» en l^iancia dos vft-
en que el imperio lia sucedido lí la repü-
pur la obn^ «le la ilemocraciaj golionMda pi>r
nucesidad de paz.
I Se ha realizado en Inglaterra dui» veces, cuan-
la RepüVjlica de Cromwell íné reemplazada por
muuaniuia, y en 1688, en la segunda revolu-
i, cuando el pueblo ingles derrocó á Ja cobo II
reasuiuiu su soberanía, no para delegarla cu on
^l-esidente, como pudo hacerlo, sino para delega)-
en la dinastía de (tuillenno 111, de creación po
y democrática. — Ese es el origen y la esen-
,del gobierno lil^re, que hace boy nrisrao la glo-
de la Inglaterra y la escuela de lihertad para
Repúblicas mismas de ambos mundos.
Flolanda, en Uélytca^ en firrcia, en Italia, la
rqiiia no es otra cosa que la deiiiocracia per*
ida en un soberano de origen popular; es
la ihmoaacio monarquüada.
La democracia no eíi la repulí icn. Laboulnj
demócrata, lo confií'ma, por estas palabras en q|
hace su profesioít de Je, á sus electores á la
mnra de Diputados monarquista, en Marzo de 18(
en Francia: —
K Ma devise est : Democratie et liberté,
* J'entends par democratie un état social
(gráce á Teutiere liberté dn travail, da créd
de VassociatioUj de la presse, gráce a lensei^
n);-üt largement et gratuitement distribué)
ijitijlleures chances possibles sont offertes á
houime houuete, econome et laborienx.
La liberté que je reclame, c*est celle
rend chaqué citoyen inaltre et responsable de
actions et de sa vie ; cest le regne de la loi üub^
tué au régne de Vadrninistration. >
§ XXXI
La moniirqiii.a en Europa ('(»nei1inblr con la (lemocm^
cia en América.— Líí rcpiíUlica ua es In deinoeraeia*
Cita puede ser nrislücnitícut
«Ved en trono á la noble iguajdod.»
La manera europeista de gobierno, lejos de ser |
una confra-revoltícion ho>til A la democracia^ \m
abandono de la causa de la revolución de la ín-
dejiendencia; es el ennoblecimiento de la democra-_
cia y de la revolución, por la asunción de la for
condigna.
De j)lel>pva v canalla la democracia pasa á ser
^le. En vez de rebajai^sc á un innoble uivd par;t
icoiitrar la ifinahlad, la busca en las alturas.
Prefiere la noble igualdad A la ff/naldud utnoble.
La democracia, lejos de ser la rqmbUca, tiene en
esta la peor de «os formas.
w Estoy lejos de creer» dice Tocqueville, que la
forma actual de la deniücracia en Norte-Anit^rica
(la república) sea la ünica (jue ella pueda tomar
y la mejor
Los dos mundoíí, según é!, u*archan hacia la demo-
cracia, no desde ayer, sino desde siglos. Esc íend-
meno, no es sola de América, sino también de Europa»
"^•** '^'^ natuialmentees mas aiitiguo. Tal vez á él se
<juc la America del Norte esté pablada.
Pero la igualdad de condiciones, segnn el mismo
Tocqueville, que distingue esencialmente á la de-
mocracia, no siemiire tiene por consecuencia iuevita*
^X^iVa república. También puede llevar á la wow^/r-
. con cuya furma es tal vez mas compatible que
la república.
I^ monarquía democrática fundada en el prin-
ío de la !^obcrania nacional, es la mas capaz de
egnrar á la democracia el éxito de su imperio du-
rable, íranguilo, y siempre progresivo, como se ve
siaceder en Inglaterra, en Francia, en Alemania, en
'la.
,.iay equivocados están los americanos si creen
Iqae solo en América progresa é impera lo democra-
cia. La Europa no presenta un hecho mas sensible
íen su moderna historia, que el progreso incesante
I de sus sociedades hacia la igualdad de condiciones*
-^ 208 —
Pero esta igualdad no excluye la gerarquía
tiiral de las capacidades. Ella consiste en que todas
las clases tienen igual acceso a la capacidad, que e&
el pergamino de la nobleza democrática. Cada uno
puede llegar á ser grande, si quiere ó puede adqüi*
rir la capacidad ó grande^ía riíitural de que es exp]
,sion la dé la sociedad.
La democracia puede ser republicana ó mo:
quista EJsta última es la uiouarquia constitución
nal, (lUe consiste en el gobierno del pueblo y del
Uey á la vez; es el goinerno del soberano pueblo^
representado por el jRc// sokrano.
La democracia coronada en la cabeza «le su iv-
presentante regio ó imperial, es la Hhertad alia-
da con el orden; es la democracia sin tempesta
des, sin revoluciones, sin anarquía^ sin tiranía, sin
escándalos; digna, seria, sabia.
Esto no es una utopia. Tiene una prueba es-
pléndida en la bistoria de la Francia de nuestros
dias Esa es la forma que ba tomado la revolución de
la Francia para escapar de los excesos ruinosos de
bi república.
El gobierno íictual de la Francia, es la revolución
de 1789, coronado: sus colores, sus principios, sus
glorias, sus conquistas administrativas y legales,
sus reformas y cambios en el sentido de la igual-
dail, de la libertad y de la mejora de los pueblo:^,
^on los mismos.
Aunque la dinastía de Napoleón, emanada de ent-
orígen, los haya salvado dos vece>;, tomándolos de
manos de la liepüblica y colocándolos en la« 0*^ t
monartitiía, todas las iliiiastfa.s que li^n gobernada ¿í
I después de su revolución, han tenido
ir el poder con la democracia, y que ser y
fesarse la revolución del S9, no abolida, sino
i!ífr>rmada
^"La historia inglesa (íresenta un ejemplo de es
ta verdad, todavia mas aplicable á América, en la
c^ecie de mtnuin/Hht republicana de Cromwell,
í/Fi ' 'el título d* Pi'of4xtot\ por la fjracin dv
Ih . ¡n R'i¡nMici íIp lujlakrra^ iiivestia el po
ilerperp^tuo y hereditario de un monarca.
Xi en Europa ni en América seria justo cali-
Hcar de cotUra^remlnami ó reacción contra la re-
voiiicioa moderna, el establecimiento de monarquía-»
I democráticas constitucionales. — Habrá quien pre
[te^ * " " el i]íubieni(í actual de la Francia, sea una
[re- ion del antiguo régimen destruido en 1 789?
Fodria calificarse la monarquía independiente y
>T ional del Brasil, como uiui contra-revolución
.r;..i*te para la America?
La revolución de América no tuvo por objeto la
úblieaúmí la independencia, e^á^cir, la auto-
tía del nuevo mundo. Con tal que este hecho
subsista inviolable y respetado, la revolución está
calvada» sea cual fuere su gobierno
Ahí h* entendieron los autores mismos de la revo*
tocíon de la independencia de Sud América, cuando
después de :i-segui"ada y conquistada en todos loj^
terrenos, aí^piraron áilar al nuevo gobierno demo*
i/ráUco ó popular, la lonna monarquista.
Lo que querían Belgrano, Sfin Martín, Rivada-
vía, Bolívar, í^ucre, etc., es cabalmente lo mismo
que hizo Napoleón en Francia, domle la revolución
de 1789 ha conseguida por esa forma, la amistad,
la paz, el respeto y el rango de los Royes. — Es :
eoneordia de bs dos principios — la ¡ibprtadj el oi\
den en la Ley. Por eso es llamado ú yobierno ¡mrln
mentarlo^ couio también se titula representativo,
porque e^ el pueblo que golderna por poderes ema-
nados de su voluntad soberana, no ohstaute su ca-
rácter de perpetuidad y centralización.
Es el gobierno de la paz y de la libertad por ex-
celencia, y su dechado mas glorioso es el gobierno
de Inghxterra, que, lejus de ser artificial, es el mas
probado, firme y viejo de cuantos existen en los
dos mundos.
Es la forma de gobierno en que las revoluciones
democráticas acaban por encontrar la paz. La
Holanda, la Polonia, la Fiuncia lo lian probado poi*
ísu historia, y lo probaran á su tiempo los Estados
Unidos, que no hallarán la paz de que han sido
abandonados sino en el seno de un estado unido
% XXXII
Los partidarios de 1» repiiblii^a y el por quí
Por qutí la república es para Mitre, Juárez y
Ola, mas esencial que la ¡ibertad, la independmüia,
la soberanía del pueblo y todo lo proclamado por
la revoluciona
— 211 ^
Porque de todos esos principiosj la república es eí
Tínico que puede poner en sus manos el poder aohe
rano, ella es el único principio que puede hacerloi>
soberanos por 4 años.
Quitad la república y dejad en pié todo lo d»
mas: con solo ello la revolución no podría dar <
ier soberano á patriotas del desprendimiento de
[itre, Juárez y Cia,
Belgrano, Rivadavia, Posadas, eran indiferentes
hacia la república, porque no aspiraban á tener en
sus manos el poder soberano,
A patriotas como Mitre, Juárez y Cía., dejadles
independencia, la soberanía del pueblo, la li-
'Tiertad, la igualdad, la seguridad, la paz en el país;
no les habéis dejado nada si exceptuáis la /Yy?'éií/¿frt,
porque solo ésta puede colocar el poder soberano
en sus manos desinteresadas y patriotas.
Por el contrario, arruinad la libertad, la sobera-
ia del pueblo, la independencia, la integridad, la
paz del país, todo eso nada importa, con tal que
quede en pié la república, que al tin puede hacer-
los soberanos, aunque sea de ruina y de escombros*
En cuanto á los reptéHcanos europeos, opositores,
á la monarquía en Sud-Anií^rica,— lo que ellos
quieren es que exista en América un hecho, que se
apellide república, aunque esa apellidada república
no sea en realidad otra cosa que un infierno de vivos,
Como no se alimenta el fuego de ese infierno con
^u carne y huesos, muy cómodo es desear la prolon-
cion á expensas del prójimo, mientras se disfruta
le seguridad bajo la odiada monarquía.
— 212 —
Pero esos republicanos europeos^ saben biea que
la América del Sud es incapaz de realizar la repúbli-
ca; que lo que allí se practica con este nombre, pa-
rece mas bien hecht» en odio y deí^crédito de esa foima
de gobierno.
Sin embargo, ellos quieren que la xVniérica sea re-
publicana, aunque la república sea para ella un
suplicio
Se diria que por via de estudio, de experimentación,
liacen con la América, lo que el médico con el ca-
dáver de otro hombre estudia en él la anatomía. Lo
que el químico con los gatos, para estudiar la acción
de las sustancias en el organismo.
Son lo que el estudiante delante de la mesa de di-
secación de los cadáveres.
Si el cadáver pudiese despertar 6 volver á la \ida,
el estudiante se opondría en nombre déla ciencia,
pues sin muertos no e^ posible conocer la ana-
tomía.
La América es el cadáver en la mesa de estudio
de estos filántropos republicanos, qu¿ aman la repú-
lílica desde lo alto de la monarquía.
Proponedles e^tUíliar la anatomía en sus nervios
de ellos, disecados al efi^río erharán al diablo la
ciencia.
§ XXXIII
Preoeupaeiono^i
De unos treinta ailos á e^ta parte el |íoder en la
República Argentina, es el precio de una revolu-
— 213 —
don. La voluntad popular misma falta á un can
(lidato á condición de que antes &e haya procurado
el voto de las armas ó victoria militar.
En 1828, Lavalle derroco al gobernador Borre-
go, y tné nombrado gobernador de Buenos Aires.
Besas derrocó á Lavalle y fué hecho gobernador.
Hubo un intermedio de tres años de orden regu-
lar, pero no pudo haber dos.
Kosas derrocó al gobernador Balcarce, y fué
üombrado gobernador, como era regular.
Para no andar desnudando la espada todos los
Ires años, Rosas no la envainó en veinte; gobernó
mediante un estado de sitio permíinentej y la vo-
J untad del pueblo de Buenos Aires no le desam-
r<5 un solo dia.
ürquiza derrocó á Rosas, y fué nombrado Pre-
sidente,
Alsina y Obligado, desconocieron el poder na-
cional de ürquiza por la revolución local de once
fie Septiembre, y los dos sucesivamente fueron
nombrados gobernadores de Buenos Aires.
Mitre medio venció á ürquiza, y entre los dos
lerrocaron al Presidente Derqui que estaba en
Sntre Rios; Mitre fué elegido presidente y Ür-
quiza qufdó de gobernador de Entre Rios, como
era natural.
Así, todo el qttr uiüierra á un gobierno es m he-
edero, por el derecho tradicional de la anarquía,
poder es siempre el premio con que se paga lo
■que en países regulares seria castigado con la horca.
Donde los gobernantes, por el orden regular de
la vida política, son bandidos afortunados, qnd ex-
traño es que el gobierno de semejantes magistra-
dos trascienda siempre á olor de vandalaje?
Y esos son los que de lo alta de su estoicismo
republicano desprecian á los Fieyes por la torpeza
de gu origen, como gobernantes de las naciones!
Rovoltosos menos cínicos, tendrían al menos el
rubor de conspirar para otros, pera ellos conspi-
ran impávidamente para sí mismos. Y las manos
ensangrentadas son el signo consagi'ado del derecho ^
al poder.
§ XXXIV
íia R(^[)iihnea federalista ó niiti*europe¡stH ha dado ya
cuanto podía diir ilc* liui*]io y pit>ndu de tiempo en
Sud-América.
Abandonada por los Reyes de la Europa, la re-
volución de Sud- América, tuvo que echarse en bra-
zos de la república para salvar la independencia del
nuevo mundo, Xo le quedaba otro recurso, y si
él es malo, la responsalnlidad no es suya exclusiva-
mente.
Sean cuales fueren sus faltas, ella tiene el gran
mérito de haber hecho triunfar un grande hecho
de civilización, la indeptiidencia americana, prepa-
rada indiiectamente por las agitaciones liberales
de la Europa,
Si la República auti-eurapeista ha de abdicar
— 215 —
temporalmente el gobierno de América, por amor
á la América misma, podría dejar y dejará recuerdos
dolorosos; pero será siempre acreedora po] sus ser-
vicios al respeto, y por sus intenciones á la disculpa
de sus excesos, de parte de los pueblos de Sud-Amé-
rica y de la civilización en general.
Su pasíye, aunque transitorio, no habrá sido inü-
tii en la vida de América y d la monarquía la su
cediese, no deberá ti'atarla como á enemiga sino
como á madre, pues le deberá sus dos bases de
existencia, á saber: la independencia y la soberanía
leí pueblo.
Ella no habrá pasado sin dejar, además, un buen
jado de esa experiencia y cordura que dejan tras
sí los grandes padecimientos.
Ella ha servido para hacer estimar los beneficios
que no ha podido darnos, y por cuya causa abdica.
Á saber: el orde7i y la paz.
Ella ha servido también para dar al pueblo de
^üd- América la conciencia pi'áctica de su soberanía,
de un cierto grado de costumbre y de inteligen-
en la gestión parcial de sus negocios públicos,
"qae es elemento esencial de todo gobierno libre.
Todo eso y todo lo bueno que América debe á
Ja BepúMica, podrá sobreviviría y conciliarse en
Dnor de su memoria con el gobierno de orden al
tilo europeo,
De este modo la líepiiblica, después de haber sa-
criticado á sus padres y á sus hijos, como lo ha
hecho, acabaría por justificar el pensamiento de sus
sacrifícios, sacrificándose ella misma en los altares
<le la prosperidad americana, á la paz, al progreso,
á la dignidad del nuevo nnindo.
Si la América tiene deberes hacia la república,,
la república también los tiene hacia la América.
Ya que esta forma pretende confundirse con el pi-
triotismo americano y representarlo, prueba ella
misma su interés por la América, cesando expon-
táneamente de ser obstáculo á sus progresos y
cediendo el cuidado de servirlos á otra forma mas
capaz de darle la paz y la cooiieracion de la Europa
política en el sentido de la pacificación y del pro-
greso, que la república se ha probado im apaz de
(iarle, á pesar de sus santas intenciones.
Por mucho que valga la república, como forma
de gobierno, vale mas la i atria. En caso de sa-
crificar una de las dos, solo á un dónente se le ocur*
ríria sepultar un pueblo paia ¿iue la bandera
republicana quedase flotando íobre un sepulcro. Na
se han hecfco las naciones para los gohiernos, sino
los gobiernos para las naciones. Pretender lo con-
trario, es opinar como los Reyes absolutos de los
tiempos bárbaros, que decian: la mcionsoy t/o.
§ XXXV
La repiiblieii federal útil ante^ i!e nhora lia heehí
su tiempo.
Para una guerra de independencia, la república
es el mas poderoso instrumento, porque establecer
— 217 —
la independencia no es otra cosa que destruir la
autoridad extrangera que gobierna en el país.
Pero después de obtenida la independencia, es
decir, destruido el gobierno extrangero, la república
no sirve sino para destruir el gobierno nacional y
mantener al país independiente de toda autoridad,
es decir, en la anarquía, sin gobierno alguno.
En tal caso, no habría mas medio para crear el
gobierno de la nación, que?;alirde lo que se llama
repdbUca y no es sino la antítesis 6 polo opuesto
de lo que constituye la autoridad.
En otros términos, siendo la repiSblica el gobierno
puesto en manos de todo el mundo, ella es la nega-
ción ó destrucción del gobierno. Por lo tanto, para
destruir un gobierno extrangero, ó lo que es igual,
para emancipar el país, la república es el instru-
mento natural; si el gobierno existente es nacional,
la repübiica solamente sirve para destruirlo v echar
el país en la anarquia.
Pero como no basta la voluntad para destruir la
república creada por la fuerza de las cosas, es preci-
so consoUirse de este hecho por una gran consecuen-
cia que va á nacer de ¿1, y es: — crear la necesidad
y el hábito del gobierno por sí mismo: el gobierno á
la inglesa, que es tipo opuesto A%\ gohiet no prokcior
á la española.
Ese es todo el bien de la república en la Amtírica
antes española, por anárquica que sea.
Pero, tendrá la república por sí sola la virtud de
hacer, en materia de gobierno, de un sajón un bis.
^ 218 —
"pino americano, que lleva en todo su ser la forina
del gobierno protector?— Nó.
Luego la unión de la Europa es el báculo de los
nuevos gobiernos Sud- Americanos; y para obtener
esa unión necesi*íni organizarse á la europea.
§ XXXVI
Rol argánico de lu pulitícu del exterior.— La actual
es estéril
Pretender que para la América, la diplomacia y
y la política exterior son sin importancia y ca
recen de objeto , es hablar con toda verdad, si
eso he aplica á la política y á las legaciones co-
mo hasta aquí han sido entendidas y desempeña-
das; mientras la América del Sud crea eso y obre
en consecuencia, jamás tendrá gobierno interior
ni exterior: — pero es hablar el lenguaje de la ig-
norancia mas crasa si se aplica eso á la políti
ca y á las legaciones tales como debieran ser en-
tendidas y conducidas, según las necesidades de
América.
La política exterior y la diplomacia son todo
el gobierno para países desiertos, que tienen que
traer de fuera no solo su población, su riqueza,
su civilización y hasta el vino que beben, hasta
la ropa que visten, hasta las armas con que se
defienden; sino que tienen que recibir hasta el
apoyo, la influencia, las garantías, que deben
— 219 —
constituir y mantener su gobierno estable para la
nación y á cuyo favor linicamente podrán esos
yaíses obtener y disfrutar de la paz, del orden,
y de la libertad, que no han conocido haísta aquí,
librador á los únicos recursos de su rida interior.
Bascar, encontrar, negocnar, adquirir ese apoyo, sin
salir de los límites del derecho de gentes y sin al-
terar los grandes principios de h revolución de la
Independencia, es todo el objeto de la política
Bexterior y de la diplomacia de los gobiernos de
íSud' América, que m> es sino el arte práctico de
ponerla en obra.
En este sentid*» ella está por nacer todavía
para las repiíblicas de Sud-América.
Lo que hoy existe, se reduce ;l litigios y pro-
cesos agrios y destemplados sobre resarcimientos
é indemnizaciones de los dallos qne incesante y
.diariamente encuentran los subditos de las nació-
de Europa en pueblos destituidus de autoridad
"y entregados a los excesos de la anarquía.
Un diplomático de Sud- América no viene á Eu-
ropa sino para oir quejas del mas humillante ca-
rácter. No se le habla sino del robo, del asesi-
nato, del despojo sufrido por este ó aquel extran-
jero en el país del Ministro, y cuya indemniza-
ción se niega por el gobierno, considerado por lo
tanto como cómplice.
Ré aquí las banalidades de cortesía de los
ísoberanos y ministros que hablan con un diplo-
mática de Sud- América:— Cesó la guerra?— Có-
— 220 —
mo va la revolución tal? — Ya tienen Vds. nuevo
gobierno?
Puede haber respet-o y consideración para los
que representan el escándalo^ los atentados, el des-
orden pennanenteV— Naturalmente tienen que for-
mai% y forman en el derecho de gentes, una especie
(le gente aparte, respecto al modo de ser vista y
tratada por la diplomacia de Europa,
No se hace con ellos tratado ni negocio alguno
importante en Europa, — Ni ¿cómo? — ^ni ¿por qué?
— Cuál puede asegurar, al firmar un tiatado, que
su gobierno existe? — ^Hay uno que dure el tiempo
de una negociación?
Lo primero que recibe un ministro americano que
llega á una corte de Europa, es el siguiente des-
aire : — Pide audiencia de recepción del soberano;
y cuando la obtiene, es Aedi\frecftfntefnentey tiene
que ir á Palacio á pié ó en su propio coche. El
(liplomitico Europeo es conducido en los coches de
la corte. Hózales fue . 4 Tullerias en los coches de
la corte; pero, al salir, se halló á pié y tuvo que
pedir á su casa un coche
Mientras dure este estado de cosas, el buen sen-
tido aconsejaría á los gobiei'nos de Amfírica de hacer
otro tanto, es decir, de negar á los diplomáticos de
Europa, todas las distinciones, que los gobiernos
de Europa niegan á los ministi'os de América. —
Ninguna réplica racinnal admitiría el gobierno de
América que hablase (íe este modo:— Admitiendo
el rango ínfimo que diiis en Europa á nuestros agen-
tes, es nuestro deber de modestia prescindir de los
— 221 —
vuestros en nuestras fiestas íntimas, no por agravio,
sino por hotneiiuje á vuestra superioridad. >:
Esta actitud llena de justicia en sí, no dejaría
de hacer sn efecto; pero mas perdería en ello la
América que la Europa, p>rque seria el efecto de
una provocaáon.
No hay que olvidar un hecho. Si las materias
primeras que la Europa busca en América exis-
ten en lnü 5 partes del mundo; fu civihmcian cris-
tiana, que la América necesita recibir de fuera,
solo existe en Euiupa para lo qU3 es proveer á
América de sus beneficios
§ XXXVII
Ortg^en de las viiestioites dltilomiilHuí^ iimericatto*
europeas: la falta de í^obíerno
La falta de autoridades y gobiernos estables, es
todo el origen de las cuestiones que hasta aquí
lian sido objeto frecuente de la diplomacia ame-
ricano europea.
Esas cuestiones se reducen á las siguientes :
hulcmnizacionas di* perjtdcios.
liOs ¡rwírifíioiW son recibidos porque la autoridad
nacional, ó nu puede evitarlos, ó ella misma se vé
en la necesidad de causarlos.
Laí 'mdemmzachiif's mw denegadas por el agota-
miento del tesoro, disipado por la ausencia del go-
hierno.
Í,;í riufhuhíttfa PtinfUf/crU (Ic los hlJoÑ fh' oriran-
*»:•♦
fjeros, — Si Améiica tuviese gobiernos tan capaces
como los de Europa de asegurar la paz, el orden
y la libertad, los extrangeros no buscarían en su
nacionalidad extrangera la misma garantía y pro-
tección contra el servicio y participación forzosan
en guerras insensatas de especulación y de ambición
personal, ni los gobiernos de América se empeña-
rían en imponer la nacionalidad americana, de-
gradándola y ofreciéndola de ese modo.
Las míervenciones armadas de la Europa, tie-
nen por causa material la necesidad que la Europa
tiene de dar á sus nacionales en América la pro-
tección que los gobiernos patrios no pueden darles
porque apenas existen ellos mismos, como enfermos
crónicos, para defender y atender su propia exis
tencia. — La falta de un gobierno nacional erige
en gobernante á todo el mundo, de abí la anarquia
y la guerra civil interminable y crónica, en que
sucumbe el interés del extrangero establecido en
el país revuelto; y en protección y defensa del
cual tienen que ingerirse los gobiernos de fuera
para hacer cesar la guerra, que además de arrui-
nar á sus nacionales, ciega las fuentes de su
comercio y de su industria — Negar que esta úl-
tima sea una razón de intervención es una tonte-
ría, pues la necesidad y la conveniencia general han
sido y serán la mas poderosa razón en política
internacional.
A este fin la política exterior de esos países ten-
dría que salir de las vías aconsejadas por W*ts^
hington y Muff ^Je.
— 223 —
4Í XXXAaiI
La repiiblíca en Sud Am(^r¡ea
La reptíblica es conveniente ó no? — No está en
el caso de discutirse en Sud América: buena ó mala,
es Uü hecho.
Este hecho es tanto mas fuerte» cuanto que es hijo
de si mismo, resultado natural de otros hechos, obra
espontánea de las cosas, No tiene por actor á ningún
hombre» ni hombre alguno puede aniquilarlo.
La repüblica no es la obra de las revoluciones; no
debe su existencia á Bolívar, ni á San Martin» ni á
Belgrano. Es por eso que no han podido suprimirla
ellos mismos.
Todo lo contrario; ella existe á pesar de esos gran-
des hombres, que con la ruejar intención hicieron
cuanto estuvo de su parte por evitarla.— Lo que no
pudieron ello^ con todo su influjo y prestigio, al dia
siguiente de caida la monarquía y cuando la repúbli-
ca no era el hecho ni de un dia — ¿lo podrían, á los
cincuenta aAos de hábito y costumbre de esa forma,
hambres que son nada al lado de aquellos grandes
hombres ?
República snií/cnéris, cumo hija de su origen — el
régimen colonial español, --ella no es ni será como la
república de los Estados Línidos, en cierto modo ten
vieja en la libertad como su origen. Pero excepcio-
nal é impeiiectaj es y será un hecho irrevocable.
Ese hecho, que no es susceptible de revocarse, es
susceptible de mejora y perfección.
— 2U
\
Esta niejora, como su nacímitíato, será obra de
las cosas, el resultado ríe causas naturales que obren
,y conspiren en su favor.
Pero al lado iV^ esiis cauíias de mejora existen
otras causas igualmente naturales que conspiran con-
tra el desarrolla de la república.
La [jolítica de esos países necesita darse cuenta
de esas resistencias, conocerlas y dirigirlas de mo-
do qne dañen lo menos posible á los fines de la re*
volucion. Negar, ocultar esas resistencias, es dañar
á la república misma.
La república tiene esto de curioso en Sud-América,
íjue no es capaz de gobernar, y sin embargo, es mas
inerte que todo poder que intente suprimirla,
Es impotente, y sin embargo, es indestructible.
Luego exije reforma, uo aniquilación.
Si no es pasible suprimir la repiiblica, es posible
hacerla fuerte, unida, compacta, como la monar-
quía, y capaz, no solo de sobrevivirá todo vaivén, si-
no de gobernar, que es lo esencial.
Es preciso reemplazar la república débil por la
república fuerte, grande, consistente y sólida, como la
monarquía.
Es preciso Jiacer de la república, una monarquía
sin rey y sin dinastía. Esto no es paralogismo. Ese
tipo existe. Es el de Chile, \\x húld y Miz ercepcion
de la araérica antes española.
La república en Sud* América bí susceptible de do^
tipos: la república d ía eur^jpm y latepuUica á la
nmieamericana.
La primera es la repúblicn fuerte por el centralis-
225 —
>; la segunda es la repiiblica impotente^ por la re
lajaciati de su centralismo trdtlicional é histórico.
De este ultimo tipo son ejemplos las Repuhüms de
Méjico, Colombia, Venezuela, el Plata.
Del otro son decha<loH ejemplares las Repúbliten
lie Estados Unidos d(t Norte A menea y de Chile.
Es curioso que los Estados Unidos son el polo
opuesto de sus copistas desatinados. Oou el nombre
de federales^ son unitarios ó cetdralísias; y sus imi-
ndores adornan con ese nombre la disílucion di su
itigüo centralismo.
Asi, el sistema que en el norte produce fuerza y po-
dcfj en Sud- América produce disolución é impotencia.
Los Estados-Unidos son la lepiíblica mas euro-
peisfd de América por su centralismo poderoso y
grande.
§ XXXIX
Las ma.sii>, mmi ropuliUeiiniis?
Si 3^0 séllalo el prcciu y las condiciones onerosas
que cuesta la repállica á los Estados de Sud Amé-
rica, no es porque crea y espere, que van á cam-
biar de forma y condición desde que lo vean y solo
porque lo vean.
Tal vez hoy mismo no hay hombre de juicio que
Qii lo sepa.
Como son los pueblos, 3^ no sus conductores los
que pagan ese preiTio, lo seguirán pagando aunque
Iii desaprueben.
Los pueblos que lian sido colonias de una monar-
16
qníaabsaluta en un pasada no muy remato, cuando
ana revolución general de cosas le^ hace soberanos,
sn soberanía por largo tiempo es nieramente titular.
Sus^obiernos son meras regencias: regencias elec-
Jti<as, populares, democráticas, pero regencias que
gobiernan durante U minoridad délos soberanos düj
derecho.
Dad consejos al menor; el tutor contrariado en
sns intereses cuidará de hacer que los desdeñe.
Si la república federativa, entendida al revés dé
los Estados Unidos, multiplica las cargas de gobiernn
en los Estados de Sud- América, los candidatos ó a^-'
pirantes á esos gobiernos locales, serán federales en
despecho de todas las doctrinas mas sanas de centra-
üzaciun nacional. La historia del federalismo de Méji-
co y de la república del Plata no nos ensena otra cosa.
No hay tal fanatismo de forma federal Por nin-
guna forma abstracta de gobierno pueden sex faná-
ticas ^ las masas barbaras d^ la democracia. > como
las llaman sns mismos haders. La federación
el instrumento y la escalera pai*a alcanzar elgo
biemo de una provincia y ejercerlo de un modtj
soberano y sin control.
CAPÍTULO CUARTO
LA monarquía
í; I
imdoln }' teiideneia§ itio un rúnicas de la reyalueion de
América.
ITna política nueva para un mundo nuevo, ha
dicho TocqueviUe, refiriéndose á América,
Pero la república^ en América, lejos de ser la
confirmación de esa verdad, seria el desmentido, eu
cierto mod \ si se reflexiona en que nada es mas
! viejo en sí que la república. Ella representa el
pasado de muchos puet)los de la Europa, y justa-
mente un pasado triste como el presente de la Amé-
rica republicana.
Si la América está destinada á representar el
porvenir del mundo, el desiderátum de la Europa
progresista, ese porvenir, esa novedad, esa grande
[ originalidad en política, es la monarquía democrática,
^es el gobierno de los soberanos emanados de la vo-
I luntad soberana de la Nación y sostenidos por
leUa.
— 228 .-
Tal es el gobieniü que por m novedad coiivieae
al nuevo mundo, llamado á realizar, en política,
lo que existe en \o^ deseos y en las esperanzas
mas caras del mundo antiguo.
Este es el gobierno que está en la natui*aless;i
de las cosas del mundo americano, y qne surge y
se impone en nombre de las uece>»¡<lades de su viáil
nueva y progresista.
Nadie ha mostrado en maytir grado el instinU»
de esa necesidad, que los ereadores mismos de la in-
dependencia de América, y los autores de la re-
volucion de su sistema de gobierno.
Asi, en Norte América, los autores de la revolu-
ción i/ertenecian á la aristocracia de ese país, y nu
á los republicanos del Norte: Tocqueville observa
bien este hecho, de notoriedad histórica. A ese
partido pertenecian II ashingtou^ Jejfer.^on^ Adams^
FrankUn etc. Los mas de estos querían la monat-
ijuia .
En la América latina, loscabililosque tomaron hi
iniciativa de la revolución, fueron compuestos, par»
pronunciarse sobre el problema de un nuevo gobier-
no, de lo mas noble tf escof/ido del vecindario (como
dicen las palabras de las Actas).
Sin embargo, en la América latina solo don Pe-
fíro, el libertador del Brasil, c^nsigaij realizarla,
fundando el imperio democrático que forma has-
ta boy, la noble excepción de la AmiSríca indepen-
díente anarquizada.
Los que antes quf el habían tenido la misma
idea, Belgrano, San Martín, Rivadavia y otros en
— 229 —
el Plata, fueron vencidos en sus esfuerzo», por la
ceguedad de la Europa, es fuerza decirlo, mas bien
que por la idolatria republicana de los americanos.
Parece que los Reyes absolutos, como por instinto,
hubiesen temido fomentar en América el desan olio
de otra raza de reyes, los Beyes de la libertad,
roronado5 por la voluntad del pueblo, imagen suya,
y obra permanente v irrevocable de su voluntad
soberana: reyes republicanos^ si nos e^ permitida
níita expresií^n, como CromireU,
La soberanía originaria :lel pueblo, como fuente
líe todas las potestades legitimas, be ahí el gran
principio, la grande y fecunda originalidad que
traía al mundo político la revolución de América;
no ya como teoría, no como doctrina filosótíca, sínó
romo heclio práctico, como experiencia victoriosa
y definitiva, facilitada por íodíis las condiciones de
vida americana.
Lejos de excluir la forma monárquica, ese prin-
í'ipio digno y grande, el único digno de llevar co
)na, debe salvarse por la monarquía de su he*
luia y de su índole.
8ü forma está ya dada por la revolución dr
Lniérica: es la del Imperio democrático y reprc
?ntativo del Brasil, que ha visto nacer y desa-
parecer á la República Colombiana de Bolivar.
No debemos olvidar que el gobierno actual del
íraal es el producto de la revolución de Amé-
ica, tan legítimo como la República de Was-
hington. 8i la esclavitud de la raza negra es
lunar, como lo es de la Repüblica de los Est^i
— 230 ^
dos-Unidos, esta misma coincidencia pnieba que
no es de su esencia, sino un vicio curable por la
medicina de la Ley, á que está sujeta toda forma.
El imperio democrático, como forma monárqui-
cas se liga á las tradiciones indianas de Occiden
te,- — Por qné no conceder algo á las tradiciones
del suelo Americano^ — Méjico lo ensayo, sin éxi-
to, antes que el Brasil, — El Perú y -el Phfa,
antes que Méjico, ~E\ Plátano fué imperio, ba-
jo el dominio de los indígenas, como lo habían
sido Jíéjico y el Perú, Pero su población actual
es calificada por sus vecinos como los franceses
de América^ en cuyo carácter imperioso llevan
innato el imperio como forma de gobierno.
Las ideas monarqnistas de los libertadores de
Americano qnedanín estériles. Ya sus estatuas
están pidiendo su apoteosis. La justicia de las
nuevas generaciones pondrá algún dia sus inten-
ciones y sus ideas de gobierno, á la altura de sus
victorias militares.
La Providencia les prepara, tal vez, por esta
nueva faz de la revolución inimjrtal de la inde-
pendencia americana, el apoyo del Imperio fran-
cés que favoreció la inauguración de la primera
faz, á principios de este siglo. Desarrollo trasatlán-
tico de la revolución francesa, en cierto modo, 1»
de América ha tenido que obedecer á influencias
comunes. El hecho es que la historia no puede
explicar la explosión de la independencia en am-
bas Américas, sino por el influjo de la Europa,
ejeixido por el brazo de la Francia, Es extra-
ílo qae la repxíblíca de Washington, que debió su
nacimiento á una alianza nnlitar con los firance*
ses, bajo la monarquía de Luis X^T^, proteste hoy
contra su presencia en Méjico, en nombre de una
política que pretende hacer de anihos continentes
(los planetas tan distintos como Júpiter y Saturno,
en cuanto á forma de gobierno y á intervención,
de que quieren reservarse el monopolio, por una
intervención en la intervención, que es un con
trasentido completo.
Todo esto explica cómo y por qué la Francia ha
hecho de la cuvsfion de América un término tan
esencial de la política europea en lo futuro, co-
ino lo son hoy la cuestión de (h tente, la cuestión de
Jtñlia, la aiestion de Polofáa, etc etc.
sil
La reToliicton se liko «n nombre del principio de
auloridad.
Una prueba de ijUe el pueblo en Sud-América
no tenia la conciencia i^e sus dei*echos y de su po-
der, es que, para revülucionarlo contra el Rey de
Espaíia, los rcvoUicmnarios c\x\ú'd\m\ de prevalerse
í<ienipre de alguna autoridad emanada de ese mis
mo soberano.
Ellos* conocían la necesidad de que la revolu-
(Ion fuese hecha de las alturas del poder existen-
te, en su nombre, p.^r su orden, digámoslo así,
y oficialmente.
— 232 —
Así se vid que las Jnntas ó gobiernos provi-
sorios de 1810, con que empezó la revolución
contra España, invoeaban, como motivo de su ins-
talación, la Ley de Partida que los autoriza cuan^
do el Rey está cautivo; el hecho de sn cautiverio;
la mira de salvar su autoridad y de hacerla cum-
plir; y se instalaban prestando al Rey juramento
de obediencia y lealtad, y gobernando en su nombre,
Iturbide en Méjico, en 1821, para iniciar la
revolución de la independencia, empezó por enga-
ñar al Virey Apodaca, con protestas mentidas
de adhesión al Rey, y obtuvo así el ver>e reinte-
grado al mando de su antiguo regimiento de Co-
Huya, coh el que empezó la revolución.
Aun así la empezó por una transacción, por
un pacto, el plan de Iguala, que era la amalga-
ma de la independencia de Méjico con la monar-
quía bajo un príncipe español: la idea del conde
de Ai'anda.
Así, la revolución de América se hizo en nom-
bre del principio de autoridad y en nombre del
deber de obediencia del pueblo á la autoridad del
Rey.
Al revés de la revolución inglesa, que se hizo
en nombre del principio 6 del derecho de resis-
tencia del pueblo á la autoridad del Eeif abso-
/ufo.
En Snd-Aniérica, sublevarse era obeflecer; en
Inglaterra era, al contrario^ desobedecei'.
— ¥x^ ^
%
m
Pasado inotiarquiínta de la Américii
La forma de gobierna de cada país, deriva
de su pasado, es un legado de su liistoria, se
refiere á m complexión hereditaria
Pero, se dice que la Amí^rica es una tierra
sin pasado.
Esto no es exacto,
Apellidarla latina, es concederle an pasado.
El pasado de nn pueblo comienza, no desde el
día en que se instala en un lugai «iistiiitu, sino
desde que el pueblo empezó á existir como na-
ción o raza con una individualidad propia y dis-
tinta, no impojía en qu^' lugar.
El fíueblo que se traslada de un suelo á otro,
no pierde m pasado^ como no pierde su naciona-
lidad el hombre í[ne emigra de un suelo á otro;
como no pierde su parentesco, ni deja de ser de
su familia, el hijo que se emancipa de sus pa-
dres. Los antecedentes de sus padres no dejan
de ser los suyos. Si fuese de otro modo cada
generación sería una esiíecie de nación ó raza
distinta.
El pueblo hispanoamericano tiene por pasado,
el pasado del pueblo español, de que ha sido
parte accesoria é integrante desde la instalación
de España en América, ísiglo XV) hasta 1810.
Y como España es una monarquía que cuenta
— 234 —
siglos de existencia continua y jamás interrumpi-
da, el pasado monarquista del pueblo, que hoy
constitU3^e la América antes española, cuenta
muchos siglos mas allá <le la época de su esta-
blecimiento en América
Tan cierto es que se debe tener en cuenta á'
la América del Sud, sus antecedentes españoles
monarquistas, anteriores á la colonización del nuevo
mundo, que no de otro modo se explica diariamente^
la aptitud de los Estados Unidos de Xort« Amé-
rica á practicar el gobierno representativo [self
fiovernnient) que por la razón de ser -un pueblo
que llevó de Europa organizada la libertiul, que
desde siglos practicaban los anglo-sajones, sus
padres y predecesores
Huy, á los ochenta años de su revolución ¿qué ha
zozobrado? Lo que es suyo, su consfihmon federal.
Qué le queda? La libertad, el vigor, la constitu
cion inglesa, asimilados á su sangre, usos y ca-
rácter. Lo que se lia atribuido á la república,
no ha sido tal vez sino la obra sobreviviente de
la monarquía, que dio á luz e':;e pueblo.
Negar que la América tenga un pasado, es
presentar á sus pueblos como advenedizos en la
familia de las naciones
Su revolución no ba sido un nacimiento pro-
praraente hablando, sino una reforma. Todo pue-
blo, couvü todo liombre, gana en tener un origen
digno, conocido y civilizado. La posición mas tris-
te en que puede hallarse un pueblo ó un hombre
es el estado de guerra con su origen. Afear su
— 235 —
cuna y sus padres, es suicidarse moralmeate: es
acto de locura. Estoes lo que hace Sud América
renegando su origen espailol y europeo, y presen-
tándose como pueblo de ayer y sin pasado.— To-
davía lo hace peor cuando, queriendo darse un
pasado, se dá por abuelos á los indios bárbaros
de la América primitiva, lo cual es tan falso como
ignominioso.
S IV
La monarquía no es el despotismo colonial
Ese pasado es conciliable y compatible cou el
orden de la revolución por la niúnarqiáa covst'itti-
cional é indepmdientCy que no es polo opuesto de
la monarquia despótica y í'xtramjera del antiguo
régimen colonial.
Entrar en la monarquia constitucional é inde-
pendiente, no seria derogar el artículo de todas
nuestras constituciones de la revolución, que han
dicho: — La nación no será el patrimonio de una
fatmlia.
Bajo la monarquia despótica del régimen co-
lonial, la América y sus pueblos, eran patrimo-
nio de la corona de España.- — La monarquia
constitucional é independientCj lejos de ser la vuel-
ta ó el regreso á ese régimen afrentoso, 'es su
abolición solemne, pues la monarquia derivada de
la soberania del pueblo, se funda justamente en
236 —
ol principio de que la Nación solo se pertenece A
sí mismaj y no es el patrimonio de la familia que
la gobierna por su elección libre, como no lo es
un Presidente y que solo difiere de un líey cons-
ritucional en que el poder de éste es perpetuo y
pasa á sus sucesores; no como propiedad suya, ni
como herencia privada de sus sucesores, sino por
la voluntad de la nación, que es siempre la dueña
del poder y la autora de la ley, que lo hace pa
sai de ascendiente á descendiente, para evitar lo.^
disturbios de las elecciones diarias de Jefe Supremo.
§ V
Rl nticívo mundo úvhi" á la nHifiaiiiiiia europea »us r#>
vulucíonarioH y lilu^rlíMÍores
Los mas grandes hombres de America, las ge
neraciones mas cc'lebies, las que han practicadu
todo lo que Arnt^rita cuenta de grande y glorioso
en su historia modernn, fueron obra de la monar-
quía europea: tales fuei un Washington, Franklin,
Jeffer^on, Adam¿, Hamüton, Madisson, etc. en el
Norte; Belgrano, San Martin, Moreno, Alveai,
Bolívar, O'Higgins en la América del Sud, ylas
generaciones (jue han hecho la revolución de la
independencia en ambas Américas,
Todo lo que ellas contaron de mezquino y peque-
ño es creado y feímado bajo la Kepxíblica, en
hombres de Estado, en militares, en poblaciones.
— 23T —
Kadie negará que la generación qae hizo la re
volocion y di i la independencia á Sud América,
faé mas fuerte» mas patriota, mas capaz que las qu<*
han heredado sus conquistas, sin heredar sus cali
<iades de patriotismo y valor.
Pues bien, los primeros campeones de esa gene
ración de políticoa y guerreros insignes, se for
marón y fueron fruto de la mmaniuia, tanto los
que se educaron en América como los educados en
Europa.
Los^honibres que ha producido la república, valen
menos que los que la produjeron á ella y debieron
su educación á la monarquía.
Se puede asegurar, según esto, que la monarquía
ha contribuido^ (sí no ha sido toda la causa) á
ia revolución y ri la indepi?nd ^ncia de América,
Otro tanto sucedió en Inglaterra y ou Francia»
cuando sus grandes revoluciones
Cromwell y los hombres que se criaron bajo el
reinado que precedió á la revolución de 1640, fue-
ron los héroes y grandes hombres de la república. —
Los que, al contrario, se formaron bajo el período
de la revolución, fueron hábiles, listos, activos,
pero sin carácter, sin grandeza, sin patriotismo,
como lo nota Macaulay.
En Francia, todo* los grandes cai'actéres que
figuraron á la cabeza de la revolución, salieron
formados de la monarquía precedente. — Los hijos
de la revolución valieron menos en patriotismo y
carácter que sus predecesores.
Kn los Estados Unidos, los Washington, Kran-
- 23« —
kliii, Aliaras, Jefferson, etc., se formaron bajo la
monarquía, que ellos mismos reemplazaron por la
república, que no les dio sucesores dignos de ellos.
VI
Sobre las ÍD^truceíones secretas dada^ al msirqués
Santo Amaro* al pasar á Europa como Ministro de
Pedro K emperador del Brasil en ISM.
La idea no es del Brasil, ciertamente, bien que
en la época en que la abrazaba, 1830, tenia
todavía su corte hombres Je Estado que revela-
ban que una corte Europea había tenido allí su
asientOj como lo prueba el tono y forma del do
crmiento conteniendo \di% Instrucciones dadas al mar
qués de Santo Amaro, negociador de la coope
ración europea para la monarquizacion de la Ame
rica del Snd, en Abril de 1830.
Esa es la idea del conde de Aranda sometida
á Carlos ni, y mas tarde á Carlos IV por Godoy;
aclimatada en Buenos Aires, mas temprano que en
el Brasil.
Los patriotas argentinos la abrazaron desde
1808 y 1809.
En 1814, Belgrano y Rivadavia trajeron por
misión á Europa, la negociación del concurso de
España é Inglaterra para el establecimiento de
una monarquía constitucional en el Plata
El congi^eso de Ttwuman, tuvo en 1816, la mis-
— 239 —
raa idea. La tuvieron los hombres de Buenos
Aires en 1819. La tuvo San Martin en 1821 y
1822 en Lima.
El Brasil, que la conocia porque en su capital
la habían trabajado los argentinos mas de una vez.
el Brasil no la tomó para su propia constitución
sino en 1822.
La constitución actual del Brasil es idea que
pertenece ala revolución argentina.
En 1830, el Brasil intentaba extender !a idea
en toda América, con dos objetos de interés suyo
propio: primero, suprimir el antagonismo actual de
los dos principios monarqíásta y re/nd/licanOj ha-
ciendo prevalecer el primero en lu¿^ar de la repú-
blica: segundo, hacer servir es« cambio á su mira
tradicional de extender su territorio a expensas de
las repúblicas condenadas á desaparecer.
Como en 1830 estíiba fresco el tratado que la
Inglaterra inspira en 1828, para crear él Estacfo
Onentnl del Plata, como término de paz entre el
Brasil y la Rqmblica Ar(fpntina\ el Briisil inten-
tó rescatar lo que acabó de perder por las armas
"sn Ttumim/ó, y por la diplomacia en dicho trata
lo, al favor de la cooperación de las monarquías
ibsolutistas de Europa, buscada con el incentivo fie
monarquizacion de toda Sud América.
El Brasil comprometía esa idea seria, haciéndola
írvir á sus miras egoístas de engrandecimieríto
^nitorial. De esa modo hacia odiosa la monar-
luia á los pueblos de origen español, no por ser
zrquia, sino por ser empleada como instru-
2ÜÍ -^
mentó hristil á su iiitej;rida(i leniiünal vie elios.
La revolución francesa de IHHO la dejó frus
trada.
La dinastía dr^ Urleans t]ne, en 1H4U, protegió
al Brasil Kin atentar á la existencia de las Repii*
Micas del Plata, vuelve á ser hoy el pttnto de mira
del Brasil para lo futuro
Pero, sea que se ligue á las uiruianiuias de Eu-
r-^pa, ó á las Repúblicas de América, su mira fija
y constante na es otra, que extender su territo-
rio hasta el Plata para poseer Ion doi grandes ríos,
|)or daiide puede entrar el mundo y hacerle per-
tler los territorios internos de su Imperio que se
apoyan en las márgenes de esos ríos y sus afluente?*,
Esa mira es quiméricaj enfermiza y mal sana:
eílade Lisboa, cuando desde Portugal quería le-
gislar el Matúf/roso. Rio Janeiro dista mas de Ma-
togroso, que íjisbua de Rio Janeiro.
Kl obstáculo de esa nnra del Brasil, no son
las repúblicas vecinas, sino la vitalidad comercial
de la Europa, de que la existencia de las Repú-
blicas de Sud América es un resultado indirecto,
en el doble hecho de su origen histurico y de su
existencia presente y futura. Si el Brasil persiste
en su error de desacreditar la monarquía por su
avaricia territorial, conseguirá mas bien que la
república, provocada y exasperada, invada su Im-
perio, lejos de que í?u forma monárquica prevalez-
ca en los dominios; de la república^ de origen es-
pañol.
— 241 -
íí vn
l^o^ i^raades hambre^í do Ainérivtt fuDroii monarqut^tfts
Eíí una especie de inculto á la meinaria de
San Martin y de Hulivar el levantar sui esU-
taas en medio del luto^ de la sanare y de las
i'UJnas, que son resultado indirecto de la revo
ia< ion ijue ellos hicieron triunfar, y que sus
'l*^scendientes no han sabido acabar como ello^ la
ítomprendieron.
El mejor y aias digno luouu mentó que pu-
diera elevarse á su memoria ilustre seria el cons-
tituir la monarquía libr^ y americana, que ellos
apetecieron, en lugar del gobierno ignominioso y
estúpido, que tuvieron la gloria de destruir por
la eítpada.
Que fué ese su último deseo, no hay la menor
duda. A la gratitud piadosa de la América in-
cumbe respetarlo y convertirlo en voluntad tes-
tamentaria.
Sacar la monarquía democrática de las tumbas
le Holivar y de San Martin, seria como resu-
citar á esoí grandes hombres ó dar al trono
americano sus cimientos religiosos y santos.
Hasta los Incas en sus tumbas, seguu la ex-
]>re8Íon del poeta, se sintirian conmovidos, viendo
renovarse íh la patria americana el esplendor antiguo
iie sus tronos.
Si el suelo nos impone respeto y amor á nuei-
16
— iij —
ttW compati-i"**^ '«'"^ dnerraen en las tumbas
rtiatro y (líit^" siglos, no .lel>emo8
olvidar qn
Motezuina, ftiero
pi Obra (le la Europa, qoe ella
„ un
FairíT?^
rica no fné
hija <íe
Arnt^rica
corno puede serJc de
y si
rlian á la »»o
su uducacio», *n
zo aptos para salv
destinos en el
dencia.
ypirfin. Heíg^rano y Bolívar ten-
^^^-auia. era ponme le debían elIrM
^er. y
la capíicjdad que los |,f
i« -''^^M y cambiar sas
sentUl^ , ^e su libeitad é
iíídepen
§ VIH
[11 >.
San Miirim \ ^
Las Weas monarquistaí* do ban otíhuii a ^ Bel^rano p%
IHU, no eran ¡m[K>tHilares en Aii^^j,¡^^
¿ ) un
exi
Se ha visto (por Mitre v, g.
opiniones en las de Belgí ano, San Martirlj
davia, en favor de una monarquia argentina
pendiente constítucionaL— Be ha dicho q|
ese punto hablan dejado de ser la expj esion I ^
presentación del país, cuyo pueldo era i^^P^^li V,
y liberal por instinto, cuyos eiércitos ^ardiaii jt
amorá la democracia». iLa njmhíim érala ¿^ -
nion de los ejércitos- , en 1814. dice Mitre. — > EL^^
de SUIZOS ó norte -americanos nuestros ejércitos.*^ W
se componían, como hoy, de gauchos? — Hoy uj^^_
^ 243 —
Imo, en 1863, nuestros ejércitos no tienen mas
; partido que su general.
Todo esto es ridiculaiiiente falso. No es historia^
novela urdida para adular las preocupaciones
actuales del vulgo de frac, (porque, ahora mismo,
el pBeblo común no es mas demócrata que en 1814).
Si hay un sentido en que pueda decirse que
is hombres no representaban realmente al pue-
blo de Sud América, es en el de que ellos eran
mas liberales que el pueblo mismo,
Qué era el pueblo de 8ud-Amér¡ca entonces?—
Una colonia atrasada de la Espafia, que en la ciau*
sura hermética en que habia vivido, no podía estar
loas al corriente en materia de liberalismo, en 1814,
qne lo estaba el pneblo español, situado en la Eu-
ropa, teatro de la revolución francesa, y después
de seis años que gobernaban en España los repre-
guntantes militares de esa revolución de 1879.
Qué sucedió en España en 1814? — Cuando vol-
vió Fernando VII de su cautiverio, los represen-
tantes lie la regencia y de las Cortes, que le ha-
bían salvado el reino, le pidieron que al recibirse
de él, se dignara jurar la constitución liberal mo-
dema.
Fernando no quiso oir nada de constitución,
ni de libertad ; echó al diablo las cortes y sus
ideas liberales. Se armó del poder mas absoluto,
y el pueblo español, lejos de seguir el partido de
Im que abogaban por sus liberüides, dio la espalda
á las Cortes, á la Constitución y á la libertad,
y abrazó al Rey absoluto, frenético y entusiasta.
244 —
El ejército espailol sigaid el niisma raovimieato^
Mina, héroe de la ini^p^ndp.irM y d3 la lihpfi^¿
española, fué víctima del absolutisma de Fernan-
do VIÍ, en medio de la indiferencia del pueblo.
Oon qué motivo podía el pueblo colonial de Sud-
América estar mas adelantado que el de España
en materia dt? libertad en e^e tiempo? -España
a(íababa la guerra de su independencia; nosotras
empezábamos la nuestra; y los gefes de la inde-
pendencia españolíi, eran t*^ /*^í*hs de la indepen-
dencia americana
Estos gefes eran San Martm, Alvear y ííelgrano.
- -Podia el pueblo de Sud América estar mas ade*
Untado que ellos en materia de libertad?
Loa ejércitos formados por ellos ¿podian tener
otras ideas que las de sns gefes, en cuanto á la
canga americana que» estos iniciaban y que los otros
seguían automáticamente'^ —/í^sjí/*e/io dice que todos
los gefes del ejército aliado de San Martin, en
Lima, adherian a sus bases raonarquíitaa de paz
propuestas á Laserna
No digo en 1814: veinte años después, en 183^
el pueblo de Mmfo, probó sus instintos de liberta!
democrática, depositando en manos del general
Kosas la suma de todo^ los pl>deres públicos, en
los mismos términos que la habían ejercido los
YÍreyes absolutos, y conservó y sostuvo ese
estado de cosas veinte año 3 mas, hasta que la
monarquía constitucional del Brasil sacó á la
democracia de Buenoí Aires de manos del poder
absolntn rtf> sin oiif^ Tlnf^rin?> Aires defendies^^ ^nst
— 245 —
lenas, como en 1807, contra la moiiarqnia li-
ra! de Inglaterra y en favor de la monarquía ab-
&lütista de España.
Para Mitre, era artiíicial, en 1814, el gobierno
i|tie liabia existido por tres siglos, sin que á esa
misma fecha hubiere sido abolido, pues él mismo
confiesa que la lefmhlka no estaba proclamada;
i^era natural y normal este gobierao no nombrado
píxjclamario todavía, y que existia desde cuatro
los bíijo la forma de anarquía mas ó menos
prouimíiada
^ IX
mutiarqtiia en paradoja^ la ri^piibliea es un «iuenti
iMidicnlizad la tentativa de restablecer la monar-
eE Ami'rica, burlaos de ella, calificadla de
locura, no por eso será mas fácil fundar una re-
pública del estilo suizo ó norteamericana de los pue-
Idos que á principios de este siglo eran colonias de
liana absolutista,
jstidie puede negar que la monarquía es iin heclio
que ha existido en América.
Pero lo que no es menos evidente, es que la
^república no ha logrado orgnnizai'se de un modo
definitivo en ningún punto de América del Sud en
medio siglo que hace que está proclamada.
No puede calificarse de paradoja! y ridicula una
que ha existido en la mtute de los hombres mas
— 24fi —
serios qne ha teaido Sud Aménca, puess baii ftLi:<
dado lo único estable que ella tiene, la indepen-
dencia: tales son Sao Martin, Bolívar, Sncre, Bel-
gnno, etc.
No eran niAos, soldados ignorantes, u hombres
de$armtkubs, (?) Todos ellos se babian educado en
Europa, T sabian de civilización j de gobierno mas
que lo que saben hoy mismo los republicanos exal
fados que los cñtícan. Mitre á la cabeza de ellos.
§X
Lts em^mig9s de la naenAr^nia; falsms repábUe«s
La fiNiniriiuia es un fintaisiiia con que los demago-
go^ rt nos se han hecho la guerra, empleán-
dolo para asustar al pneblo.
cH ' " * ia la pmdenna política 3-
y asc' - 1 uo actual, para apagar la
irritación que ha cansado en la masa de estos ha-
bitantes el arribo de diputados del Rey .
Escribía esto el ílir^-^ctur Alvear en 1^1 !í A^
Lord Strangford,
Y ¿qué hacía, por su parte, Alvear?— Pit;ten-
dia p-^ ^ ' provini - ntinas desuroando ba-
jo el 1 radode 1 - m, y á ese fin e:!>*:ribiú
al gefe del Gabinete inglés.
En 1 S2fí, el general Paez y sus amíg
ban al general Bolívar que ciñese la coi™
de Colombia; y esos mismos Venezolanos, poco mas
— 247 -
irde, acusaban á Bolivar por no haber hecho casti-
gar á sus ministros granadino^;, que iiiiciaion ne^
^gociaciones en Europa para el establecimiento de una
monarquía en Colombia.
Quiénes son los que detestan á los reyesy^Los
i|ue ocupan sus sillas, esos reyes por tres años, que,
2iin corona ni cetro, disponen de vidas y haciendan
can mas absolutismo que un monarca, llamándose,
simplemente, prcsulmtes, gobernadores! Su america-
nismo no es sino antagonismo de oficio, simple com-
petencia en esa industria que jior allá se llama
gobernar.
En nombre de qué principio^ es decir, de qué inte-
li^s general defií/nden la repüblicaV — En el de la fiber-
t4id. Y como la libertad no existe en ninguna Repúbli*
ca de America; como en cada una tiene por verdugo
y matador al Presidente, se deduce que los üiiicos
que defienden la república y rechazan la ojonarquia
son los opresores de la America.
Entretanto, si estuviera en la mano de los Presi-
dentes y Gobernadores hacerse reyes, ¡cuántos reyes
no tendría ya la América! Estaría llena de ellos; no
tendría hoy un solo presidente. — Cuál de ellos ha-
hria preferido volver á la vida oscura antesque aca-
.bar su vida en el trono?
Interpelad al mas repahUcano de ellos, á Mitre
fV, g: Os opondriais de veras á ser ptodamada
Bartolo 1^' Emperadoh de los /Vrgentinos?— Su
hfira tliria ti;i, tal vez; pero el extremo de su labio y
— 248 ^
ojo dirían lo contrarío para quien sabe entenderlos.
Otros opositores á que haya una aristocracia tu-
telar son los que la forman ya de hecho, en ple-
na república, á título de herederos de los héroes
de las grandes guerras y de las grandes cuest¡(H
nes. Cuántos de estos hay que deben su especie
de nobleza fdistimicn, hmiorahíUdad, notfrUlidadJ
á la circunstancia de descender de organizadores
y hombres de Estado, cuyas obras quedaron en
proyecto! — Y como nada se ha fundado ¿cuál no
está en ese caso?— Y romo no ha habido mas que
una grande guerra (la de la independencia) ¿qué
militar hay que merezca ennoblecer ó dotar de
un privilegio á su descendencia?
El que reclama rango y respetos por servicios
que hizo su padre á la nación ; el que luce la
gloria que ha heredado, las distinciones tributa-
das á servicios que no ha hecho,— es un aristó-
crata, un noble, un conde, menos el título. To-
do rango hereditario es aristocracia. — En este
caso están los hijos de los generales y de los pu-
blicistas nombrados en las Keptíblicas de 8ud- Amé-
rica: los Várela no hablan sino de su padre; Bal-
caree, siempre de sus padres; los Guido, los Alvear^
los etc, sin haber hecho nada por sí, se creen de
raza superior por el simple mérito que adquirieron
sus padres.
Quién se opone á que haya legisladores ¿
da? — Los militares, es decir, unos empleados tíJ
— 241» —
talicios, que tienen sueldos y honores á vida, y
todavía pensiones para sus familias después de su
müei"te. Esos son los que se escandalizan de que
se hable de establecer legisladores y gobernan-
tes y otros empleados vitalicios. No son tontos!
Hacen lo que toda nobleza: rechazar la nobleza ri-
val, cerrar sus rangos, querer ser solos, es decir,
ilaseprevíleyiada^ aristocracia, en una palabra.
Pera el militar vitalicio es institución pertene-
ienteá la monarquía: militar, en las condiciones
*k- la Europa, es sinónimo de tiobie. En la América
i*epublícana, hoy, es un anacronismo. Losmilitaies,
los doctores, los clérigos, únicos rangos que el sis-
tema colonial permitía á los americanos, son boy en
dia una especie de aristocracia en sus repúblicas.
— Por qué no serian elevados á condes^ á marquesm,
á duqncsf Cuál es el origen de todas las noblezas?
Si se quiere la república en verdad, na debe
haber militares de profesión, es decir, vit^ilicios.
coroneles, ni generales con sueldo del Estado pa-
ra toda su vida. El principio de igualdad en
qiie reposa la república, excluye esa especie de
louopolio ultrajante á la gCTieralidad del pueblo;
rerdadera nobleza, la mas genuina nobleza de la
¡¡tlTopa
república, si ha de ser una verdad, exije
"ñiíS reforma militar radicalísima en un sentido
íle igualdad absoluta, es decir, de la supresión de
la profesión militar. Y, si los militares la aman
de veras, ellos deben tener la probidad de poner*
«e á la cabeza, deben olvidar sus privilegios de
grado y cié sueldo en nombre de la igualdml
rqmblicuna.
Si lio; si quieren sueldos y honores vitalicios,
8Í quieren ser una aristocracia enmascarada, acép
tenia mas bien sin disfraz, y acéptenla de un
modo completo y regular, como existe en la mo-
uarquia Europea, donde los generales y corone-
les son vitalicios como en la América de estos
dias, que se dice repnldicana.
Quienes, sino ellos mismos, serían los duques
de Maipó, condes de Mayo^ los marqueses de Cha-
cahuco^ etc. eic.
Quiénes son los otros opositx>resV Los clérigos.
Otra clase vitalicia y privilegiada, que debe des-
aparecer en nombre de la república estricta, *>
conciliarse con las demás clases permanentes exi-
gidas poi' el urden que prevalece y sostiene la
civilización europea.
Quiénes otros resisten la monarquía? Los doc
tores en leyes y en medicina, los patentados A
vida por las Universidades para ejercer el mo-
núpúlfo ópririlefjiorifjjtlteio t\e defender^ de admi
nistrar justicia, de curar;— instituciones nacidas en
la Europa monárquica, que siguen viviendo en
plena república.
Entre los opositores á la monarquia están, además,
los que afectan esa oposición, sin abrigarla en sa
alma, como los Tartufos de la república: raza dp hi-
pócritas que se llevan estUíliando todas las flaquezas
— 251 —
y miserias del pueblo para hablarle en su sentid^
vivir de su favor.
La regeneración de América por una autoridad
faerte, libre y democrática, no tiene adversarios mas
indignos^ que esos arlequines vestidos de dos colores,
de dos libreas á la vez, una republicaua, otra monar-
quista; que mienten republicaiiiíímo á la América,
para que les dé legaciones y sueldos; y que mienten
monarquismo á la Europa, para que les permita jugar
la comedia diplomática, en sus cortes, de las que
viven y se alimentan.
Hablando 6 mintiendo siempre al oído y en voz
baja, no se conoce su opinión verdadera; su carácter
es no tener ninguna, y todo su fin es vivir alegres y
contentos, sin amar ni detestar á nadie; en la Eu-
ropa uionárquica, bien entendido, único modo en
que confiesan tácitamente que prefieren la tuonar-
qnia á la repiíblica, que afectan querer.
Prefiriendo la monarquia, que ven brillar, go-
zando á su sombra de la paz que no han conocido en
América; huyendo de los extragos de la república,
que detestan y que desmienten á cada paso por su
amor frenético á los honores y á las distinciones,
explotan, sin emlíargo, la cegueilad republicana con
sus adulaciones serviles; y le venden los pocos se-
cretos que saben arrancar á la confianza escasa que
llegan á obtener en Europa, al precio de las revela-
ciones y descubiertas de complots conini la indepeU'
deiicia de un túmido y sns libertades!
i
§ XI
Prenenpariones contra la movarqifla
Queréis echar á los europeistas de AttiérícaV
— Queréis que no los haya? — Echad á todoi* los
extrangeros que van de Europa, con tal que no
§ean suizos
Echad fuera á los Im/leses, i los Fram ^^ i ¡os
Italianos, á lt*8 EsjHJfwles, porque todos tl¡o>í son
monarquistas, todos tienen \m-íy protector á un Rey,
de quien son s^übditos.
Recibid solamente la inmigración de los I^orte-
americanos y de los Smlamencatios, y veréis á
lo que queda reducida nuestra población, por lo que
hace a! luímero y por lo que hace á la cultura
Munarqnisia! decís por insulto á un hombre; y
en seguida os honráis de ir á casa de un inglés ó
de un francas rico, que no son otra cosa que mo-
narquistas!
Cuan til mas inmigiacion de Europa, mas eun>
peismo, mas monarquismo habrá en América.
Quiere traernos reyes, dirán. — Es verdad; pero el
equivalente de eso es: quiere llevarnos los caudillos.
Los caudillos, no íon otros que los Presidentes
y los Gobernod'^es sfl^nafws y arbitrarios, de que
la república es el semillero y el almacigo.
Dar reyes á la América, seria darle gobier-
nos serios ilUjnosde ella, como los tiene la Euro-
— 25a —
jKi calta y liberal ^ — íío queréis ser europeistas
en civilización? — Por qwé no serlo en el gobierno?
(¿tté 63 el rey?— Es ei Jefe Supremo, de es-
tila y de tipo europeo, es decir, civilizado, culto
Tomáis á la Europa culta el tipo de su saldada,
stt arma, su traje, su nombre, su arte; y no que-
réis tomar su Jefe Supremo, que es el Re^? —
Par qué? — Porque no podéis serlo vos mismo.
§ XTI
Uisciilpn do Aiiiénea
hek monarquía despótica y extrangera, ha desa-
creditado ala monirqtúa canslUu^ional y ñmeñcaLüB.
itara vez se desacredítala cosa sin que el nombre
4Ue la designa caiga en el mismo descrédito. Ese e^
td peor legado de un mal gobierno, — el odio á todo
gobierno, bueno y malo, la incredulidad de que pueda
haber gobierno bueno.
La América del Sud tiene esa disculpa. Ha conoci
du la monarquía bajo la condición humillante de co-
lonia, sin ningún gtínero de libertad; y no paede se-
parar de sus recu-^rdos la idea de momrquia, de
la idea de colonia y dependencia serviL
El ejemplo del Brasil seria ya un desmentido ani-
mada que recibe la preocupación americana. Pero la
antipatía tradicional, entre las familias española y
portuguasa, es un obstáculo que embaraza su propa*
g:anda, A estose añade la falta del gobierno del Bra-
sil, qne nada hace ya para propagar el ejemplo de
— 254 -
SU sistema de gobierno en los pueblos americanos de
la familia española. En vez de hacerles simpático
m ejemplo monárquico, por la observancia ilustrada
del derecho y del deber de buena vecindad, irrita
A las repúblicas, tomándoles su territorio. Le^ desa-
credita sus gobiernos, no para que lo cambien por
la monarquía, sino para que se disuelvan; para
que dejen de existir como naciones independientes y
se anexen al Brasil y se hagan parte de él De ese
modo, la monarquía indepeniüente del Brasil contri-
buye como la antigua monaniaia española á desacre-
ditar la buena monarquía constitucional
Los brasileros son los j/ankees imfros de la Re-
pública Argentina; un amago á su integridad, como
los Estados Unidos A Méjico.
§ xm
Servirlo quf3 la religión reeíbíria de la monarquía (^ti
Sud- América, y la motiarquia de la religión
<iEl sistema monórquino cotistitucio-
iial, es el que el Señor dio al pue-
blo de Lsrnel, el que Jeí?uerieto
ooní^tituyó en la Iglesia» el mas
favorable á Jo eonsürvai'ion y pro-
greso de In reliífion catóti«»li y el
menos sujeto ó los niales que
afectan á los demas.v (1)
Si el poder temporal y monárquico, que el Pa
pa inviste hoy dia, es esencial á la conservación
(1) Palnbras del Dr. Castro Barros en favor de la monnr-
auia, ditihas ©a sesión el 3i de Junio de 1816, en el Consrreso
e Tuoumao.
- 255 —
de SQ poder esipi ritual, la América debe A la ma-
lí arquia romana la existencia de uno de sus mas
preciosos elemeütos de salad y civilización, ^ — la
religión cristiana.
No se debe olvidar que el Papa es un Rey,
que no se pueile condenar á los Reyes, es decir,
la monarqiáa, de un modo absoluto, sin envolver
al Papa, rey de Roma, en esa condenacioiK Si
la monarquía es uti críoien, el Santo Padre, es
cómplit'tí de él.
Si la munarqnía, al contrario, es esencial al
sosten de la cabeza de la Iglesia, no lo es me-
nos á la seguridad de sus extremos dominios en
el nuevo mundo.
La anarquía resultante de la falta de gobierno
ó de la presencia de gobiernos insuficientes, ha
perjudicado á la religión en América, dallada
á las creencias y privado á las costumbres y al
orden social de esa garantía esencialísima.
Donde el culto no ha vivido jamás sin el pa-
trocinio del listado, la falta de esa protección, ó
el ejercicio imperfecto ó interrumpido de ella, ha
debido naturalmente influir de un modo ruinoso
en el cult^ nacional. Las iglesias caídas no se
han repuesto, los obispos muertos no se han
reemplazado, los seminarios se han quedado sin
dotaciones, por el desorden del tesoro público
disipado en las disenciones civiles, ó esterilizado
por falta de gobierno estable y eficaz que lo reúna y
administre
A la iglesia mas que á na<lie importaría el
— 258 ~
personales, liabiaii ces:ulo ((»n !a doiiinaov n délos
soberanos españoles en ese c(jntinente, s^in duda con
la mira diplomática de concediólos de nuevo para
nuevas recompensas de parte de los poderes ame-
ricanos.
La Italia trata este plc^ito en nombre d»» i<is Na-
ciones católicas o para conveniencia de toda^.
§ XJV
Sin. gobierno ostable, ni capiíale^. iii einití:niiioiu ni
progioso
Queremos la civilización de la P^uropa en Améri-
ca; nos empeñábamos en llevarla. Queremos que
vayan sus habitantes, sus capitales, sus riquez:i>.
Queremos todo esto, menos su forma de gobierno,
es deci]\ menos la garantía á que la Kuropa debe
la posesión 3^ progreso de todo esto.
La repüblic:a monarquista nos üevaiá todo eso á
la América, no porque la forma jnoífarf/uiar i^eaen
sí misma una posesión, sino porque la íiproxima-
cion á ella, nos dará la cooperaciun de los gouier-
nos europeos, sus simpatías, un intert'ís dirt-cio de
su parte en afianzar nuestros gobiernos.— Tara
afianzar esta forma en América, los gubienios eu-
ropeos nos echaián al otio continente los raj^italeSy
los emigrados, todo esto que lioy nose^t^»ibaii jue
A- aya, por la antipatía á nuestro sistema.
No es tanto la imlepemieucid , como la jcfíibüca
— ^¿»l»
pura, la causa del reiífriamiento y de la distancia
entre Kuropa y Aineriea. — KI Brasil es an t-jemplo'
de ello Isleños grande y rv o que Méjico, tiene mas
simpatia^ en Enropa por la forma de gobierno.
En los Estados l'nidos, es otra cosa. Kl orden y la
l;l»eii¿id, l»ns( ados jíor los emigrados, i|neallílm-
cian posible la república, no lo "^on en Snd-Anim-
ca, áino por la moíianjuia, fs decir, por e] golderno
faene.
Tomar á la civilización de !a Enropa, todo, me-
nos la forma de sn gobierno, es como reproba! la y
pret4*nder cjenr una co>;a mejor, 8i agregamos que
la forma monánjuica, nos ha dado el ser, y que
la repilbíif a adofjtada en su hostilidad, üolo nos ha
dado pobreza y atraso, la pretensión es tan injusta
como perniciosa.
Ene! llata la monarquía teudiia garantías de
estabilidad mayores qne en Méjico Si la monarquía
deMeji(-o tiene un péligrcí en la rencidad de la
repriblica de Editados ruidos, la del Plata tendría
una garantía en la monarquía vecina del Brasil.
Y aunque la Identidad de forma no haría desapa-
recer el antagonismo de familia que existió 1ki jo !a
monaniuia misma, ese antagonisíuo tendría enton*
ceíiUH solo motivo, en ve?5 de dos ó mas que hov
tiene.
En efecto, el mas podei'oso, es el que tiene por
razón la nmbicinn territorial. La nniformidüd de
gistemade gobierno no lo haní desaparecer.
El Brasil surumhH ciuIjO imperio si no >e apro-
pia los países; de! Plata ríLerefios de \m aflueutei
- 2m -
de ese rio, n¿tciclo-s en su territorio; y esos países
sucumben como Repilblicas, si no se apropian las
provincias m^Tidionales del Brasil.
Lo primero es tan factible, <'omo Ío segundo
es quimérico.
Dada la monarquía en el Plata, seria entonces
mas fácil que el Sntl del Brasil se hiciera argentino,
que el que losi países orientales de! Plata se hi-
ciesen brasilefios.
§ XV
Modus operandi,— Méjico
Cada dia tengo nuevos motivos de ratiticarme
en que Méjico no es el país llamado á iniciar la
reforma monárquica en la América Española, por
ser el mas ¿itrasatlo y por estar un paso del ma-
yor obstáculo que tenga la monarquia en Amiírica,
— que es la repüblica sajona.
Dios quiera que el mal éxito no cree preocu^
paciones que i'etarden 50 años mas esa útil re-
forma.
Un país corrompido por la repüblica está cor-
rompido \\m{ñ> para ¡a múnarqttia: '^cvá monarquis-
ta como ha sido republicano; sus facciones queman
hacer del Bcif como hacían del Fresidentej un ins-
trumento de ganancia, de ambición, de triunfo per-
sonal; y si no les diese este resultado se volve-
rían contra él y lo derrocarían.
— 2i\{ -
Méjico no totiiítrá l;i mananiuía como iiii pa^o
de progresa, como una mejora de civilizaeiun, si-
no como un expediente igual á otro para revolu*
Clonar y medrar por la revolución. Una facción
caida en lo inteiior ha Imscado elementos en lo
exterior.
Prueba de esto es que los Mejicanos promoto-
res de la monarquía, no son europeistas de cora-
zon, no conocen en que consisten los principios
de la civilización euro]>ea, que pretenden llevar
á M(íjicu. Se les vé, al contrario, sostener prin-
cipios atrasados y hostiles á la civilización actual
de Europa y aun de la misma Francia,
8e contentarán con llevar de Europa la fuer-
za militar que les sirva de instrumento podero*
sOj pero que es efímero y pasajero
No pien^in en el porvenir y en la perpetuidad
de lu ini^tituciun que quieren fundar; piueha de
ello es que no atienden á los medios de ubtenerlo.
Así, se les vé prescindir de la América del
Snd, y aislarse en un egoisuio casi mnniripal, de-
jando quedar como resistencia lo que pudiera ser
un elenuMito auxiliar de su obra, en que los re»
publícanos ven nna cuestión de América, y los me-
jicanos se obstinan en bací^rla <le solo Méjico,
En la misma Méjico nada hacen por cambiar
las creencia-;, ilustrarlas y decidirlas por la mo-
narquía, 8e contentan con las bayonetas de la
Francia.
Si la monarquía ha de quedar perpetua allí.
— 2Í52
necesita *\e im ajioyo tn^noi pasajero que el po-
der de X<q)oIeon\
El Austria, no es poder marítimo, no vale na-
da para América.
La Inglaterra y la Esparta .serán siempre desa-
fectas ú hostiles á la monarquía creada por Na-
poleón
Si Na|>oleon, comu la revolanou de que es en-
camación, es Inienu para tlesíiuirel pasado, la In-
glaterra sola es capaz de garantir la estabilidad de
lo venidero.
Decir que la monarquía de Méjico es un baluarte
para contener la irrupción de la república sajona,
es recomendar esa monarquía al odio de la repd-
blica vecina.
Ho3^ está impotente, porque está en guerra civiK
Pero esa guerra tendrá nn Hn,
Ese fin sera: ó la reunión de la antigua union^ ó
su separación en dos twiones poderosas.
La del Sud, en este ultimo caso, como mas ve-
cini\, creerla que á ella se dirigían lus recelos hostiles
que ha creado el trono baluarte, ^ — Una república
de 12 millones, que hubiese podido arrebatar la in-
dependencia íí otra de difz p sris millones, rica, in-
teligente, moralizada hasta por su guerra heroica,
haria desaparecer en un instante al naciente trono,
desde que le faltase el apoyo extrangero de Napo-
león, ó tal vez antes si los republicanos de Méjico
contasen con el apoyo armado de la república del
Missisipi. No seria la de Washington la que apoya-
se :íT ti <iHo Mejicano.
ija Ameñrinfrí Sffff^ó la Española, no raandaria
€;jércit08 4 *lestruir el trono de Méjico, pero manda'
ria aphtisoss á la vecina república, tan ruidosos y
magnéticos, qne return harían á este lado del Océano,
y la Europa libera! /í agitadora agregaría los suyos
i los lie todas Uks repúblicas de anibas Aniéricas.
Sabe Dioíí si la reacción republicana dejase en
•4)¡é <^*1 írmo del Hra-iil.
Al fli *tsit, mejor i|ne á Francia, tocaría la inicia-
tiva de lív reforma americana Pero su políticajt)ar-
tifffiíesii y mezquina fomenta los destrozos de la
xepiibhca tras la mira íle reemplazarlas por sn tro-
no portnguesi de origen 3^ mulato de presente. Con
la idea de Monme, también aspiran ellos al ííw/jmo
conthmüaj , Sacarán lo que los Estados Unidos^
ipie v»M';5ii liesnit'mlinuse el Ihas/f en dtr Jlf asiles.
§ XVI
U^jieo*— Modfis o|iprjiiii1i#-- Pru|jaíí;anda.
iLa monarquía, si viniera un día en América» ha
le venir coino un pnso y un signo de (jrogreso;
como resultado maduro de la (convicción qnc !a re-
publh't actnal, farsa indigna de este bello nombre,
e^ el atraso en el gobierno, es la barbarie en la
polftim, iiMrqnt* e^ la violación perpetua de la liber-
tad y dei orden.
La monarqum vendrá tomo vino la repnbüm A
- 2íU —
saber: — trícifap rirtHalmente: grmhuií jf sHcesira-
mente.
Negar que la libert-ad y el *5rden no existen en
América, ó que solo existen para verse atropellados
y Inimillados á cada instante, es loque no liará
un hombre t|iie lionre su palabra y quiera decir la
verdad.
Se dirá que e^ líorqiie la república no está cons-
tituida?— Tanto vale eso para mi ttv^is: yo bablo
cabalmente de e>a república i n constituida ó incons-
tituible, como lo acredita una experiencia de medio
siglo; hablo de la repübUca piísima que tenemos,
no de la repiiblira perfecta que no podemos realizar,
'Hablo de la república de Sud-América, y no de
la república de los Estados Unidos.
8i la monarquía fuera un progreso en Sud-Amé-
rica, claro es (pu* ella deberia acabar por Méjico^
en lugar de erapez:ar por ese |>aís, el mas atrazado
de cuantos deben su origen á l^spaiui en aquel con-
tinente. Será el último en ese cambie» de progreso,
como fué el último en el cambio no menos progre-
sista de la emancipación respecto de líspaña— So-
lo en 1822 dejü Mí^jico de ser colonia de Esparta,
cuando hacia 12 años que el Plata y Venezuela eran
independientes. Así, un insuceso en Méjico, no se-
ría decisivo, aunque sí dilatorio.
Aun bajo el gobierno español, Méjico fué la
colonia menos espafioht ó europea de ese continen-
te, ya por su población, iiulígena en sus tres cuar-
tas partes, ya por las dificultades que ofrece, pa*
ra comunicar con Europa, su suelo rodeado de
265 -
costas pestíferas cuando no tempestuosas. Especie
íle Estigia terrestre, se diría que el dedo de la
muerte ha rayado sus fronteras sepulcrales.
Empezando por ese país la regeneración de Siid
América, la Europa ha empezado por el fin, es de-
cir, ha errado su camino, alejándose del verdadero
objeto, Dios sabe si por siglos.
No 8011 el vómito y las (empvstftdes los peores
enemigos que allí encuentran los ejércitos de En*
ropa y que encontrará el nuevo trono.— Son las
preocupaciones, el atraso del pueblo, embilagado
de aversión contra la monarquía^ que la revolu
cion de la independencia ha identificado en las su-
persticiones del pueblo, con la tiranía, con la es-
clavitud y con todo lo qu.^ hay de vilipendioso y
de humillante en la tierra.
La república, á sus ojos, es una t^jrina que pue-
de hacerlos desfjmcktdns, pero no infames, como
lo temen de la monarqnia.
Esas preocupaciones no alzaráíi ejércitos capa-
ces de pelear en ca-njios <le batalla con los ejércitos
de la Europa. Pero trabajarán en lo moral, como
el clima en lo físico, enfermando y esterilizandü
todas las victorias de los ejércitos, todas las ins-
tituciones que la mano de la civilización europea
elifiípití^ cu el odio del país americano.
No hay mas que un medio de disijiíjr ese odio,
y es la discusión, la propaganda doctrinaria por
]a palabra y [>or la prensa. Esa fué el arma mas
podero^^a de Hernán Oortez. Con el poder exclu-
sivo de sus ejércitos liliíuiticnses, habría perecido
sin remeJio á pesar «le todas las ventajan de sus
armas y tístniíegia.
Ningún cambio, ninguna conquisUi, ninguim
gran revolución se ha operado en el mundo de
otro modo.
El cambio material que no e^ la realización del
cambio anterior de una idea, es un arcidfute, un
tropezón: la caída ih un hombre que conserva todas
sus íuerza^'í y que se levanta en seguida, para can-
continuar en la dirección que llevaba.
La república en Sud-Amí^rica es un ídolo en
quien nadie cree; pero al que todos sahidan por una
biprocresia de ilecoro americano, de conveniencia
patriótica. Los republicanos de Sud- América son
como los paganos del tiempo de JesHcristaj como I
cafóliens de! tiempo de Voffoirr.
Aunque no tengan patriotismo, no quieren apare-
cer que no lo tienen; como el ateo no quiere apa-
recer ^\n religrion.
lis preciso humanizar el ídolo, baciendo ver que
lejos de ser h% república una personificación de la
liberiad, le tiene nsuriiado su pedestal, la tiene
excluida de su trono qnr* la monarquía, lejos de ser
la destrucción y ruina de la revolución de la inde
pendencia, puede ser el línico modo de salvarla de
la miserable condición en que se arrastra; pues 1 1
monarquía, como forma, no es mas que la forma
y el vigor en el poder, y la robustez del poder es
la salvaguardia de la independencia nacional; oca
sion de esta genealogia (í filiación, como sucedió
en Inglaterra en 1688, Que si hay reyes que
— 267 —
representan la esclavitud del pueblo, los hay tanilífen
que reprentan el pueblo entronizado y coronado,
el pneblo encarnado en un Key ciudadano y popular,
que le permita incorporarse en la familia de los Reyes
y tiguren en ella por represtentacioa. De otro modo
la misma revolución republicana, que existe hoy en
Amérim, tendría ana mancha en su oiígen, pues lo
debe á la Inñuencia indirecta de la Europa, tanto en
el norte como eu el sur; tanto la República de Esta-
dos Unidos como la de la América española.
*Kste cambio moral, esta revolución en las ideas
que debe preceder y facilitar la acción cilivizadora
" í la Europa en América, no ha tenido órganos
agentes entre los mejicanos. Estos han apela-
lo á las anuas de la Europa, sin prepararles el
camino por trabajos de discusión, <jne solo á ellos
toca, porque la voz del extraugero no tiene auto-
ridad en materia de creencias y sentifnienías nacio-
Tiales. Pero la falta de hombres, en 3fcjiío, ade-
ruíidüs para esa tarea ¿qué priielíaf- Lo (¡ue hemos
5 sepáis no está pi eparado
qoí^ supone.
antes de
recibir
me I
, iro.
2ri8
salvación al extrangero. Es mas íligno recibirla de
sus propios esfuerzos.
No pretendo, por esto, que todo cambio ohteiiido
sin gloría, debe serlo ignalniente sin utilidad y sin
justicia.
De otro modo la revolución de higlaterra, ile
1688, y la revolución de Snd-America de 1810.
serian cambios deplorables, pues no es la gloría el
nisgo que las distingue, sino los beneficios que de
ellas bao reportado los pueblos.
La re\'olncion inglesa de 1íj88 — cine ui^í^ i*€?vo*
« lucion feliz, dice Mñmulay, y una revolución útil,
* pero no fué, como se dice á menudo, una revfdución
* gloriosa . , . . Nuestro orgullo no puede lison-
* jearse de que Iiubiese sido preciso traer á Ingla-
^ térra un ejí^rcito extranjero para derrocar A un
' liranoquc había violado la^ leyes fundamentales
' «leí país ,
- . , ^ Y esta es la parte menos vergonzosa de
* esa historia . La chocante duplicidad de las clases
* noliles y elevadas, las ardientes protestas de tideli-
« dad general que recibió Jacobo 11 basta el dia de
« h deserción general, indican nna bajeza de espíritu
i y una degradación ilel sentido moral muy deshon-
- roso para ese siglo . (1)
Este reproche no impide que la revolución de In-
glaterra delPs8,sca á lo5 ojos del mismo Macau*
lay el cambio á que deben ese país y la Enropa
entera su regeneración y su libertad.
(Ij Lord Mtir(udu¡f, juícío «Obre la liistorto con^titucjonal
di* Inirialeprii, pnr Hftffftm,
Lo que se ha dicho de la revolución inglesíi, es
aplicable en parte á la revolución de la América del
Sud contra España.
Fué también una revolución victoriosa y útil,
pero no fué mas gloriosa que la de Inglaterra,
Si no entró en el Plata nn ejército extranjero
para derrocar al Rey absoluto, de que ese país era
patrimonio colonial, un ejército francés entri en
EspiWfi donde estaba el Rey de los argentinos; y
mientras se apoderaba de él y lo ttinia prisionero, el
Plata, lejos de defenderlo, proclamó su independen-
cia respecto del Rey, prisionero de los francesí^s, en
ijténninos equívocos. Eso mismo hizo toda líi Améri-
del Sud
Hizo bien de aprovechar de ese momento para rescii
tar lo que era suyo, Pero nadie dirá que es glorioso
y heroico voltear á un Rey caído, sacudir la autu
ridad de un Rey atado de pies y manos por el * x-
trangero.
Prueba de que el mismo pueblo americano lo
sentía así, cuando presentaba como movimiento de
fidelidad el que lo era de reroindon.
Haciéndose independientes bajo pretextos de fi-
delidad al Rey abandonado, el pueblo de Sud-
Araérica, como el pueblo inglés, incnrrió en esa
ílu|ílicidad de circunstancias, de que la historia
hace un reproche á los ingleses de 1688; y que,
hin quitar á la revolución su utilidad, su gran-
deza y su justicia, le quita la gloria del que se
salva sin apoyo directo ni indirecto del extran*
?ero.
Lo ?Wi/ y lo jHSfo, sin embargo, tienen tal im-
portancia en los destinos de los pueblos y en sus
rcviílucioiieá, que la gloria viene siempre á cou-
fun<lirse ron e¡lo4 en sus grandes victorias.
IVjdos lo^ pueblos, ^n iguales circuiisírancias, hi-
cieron sieíñi>re lo qu^ ínglaterra y h América
del Suil, Loíí KstadoH'Uüidos we apoyarun en las
bayonetas ft'ance^as paa sacudir la dominación
in^le?4a. Lus hulaade e^, eri las armas inglesas, pa-
ra emancipar>e de España, K\ l'lata, mas tai de,
en los francpseíi y en los brasileros, para í^scaiiai*
de m piTíjíia tiraniir, Ln Vranrin, en ios aliado^,
para restablecer !^u gohjemo cuB^titucional La
Jispafíii, en la Inglaferra, la Italia en la Francia, etc.
Macnulay dice como ^'hareaubriand, que el peor
efecto del despotismo interior es liacer indiferente
en punto A jiaíjiotismo, basta hacer simpático y
deseable el apoyo del extrangero. Así es la hu-
maiuMad, y no bay nación cuya historia desmien-
ta esa regla
Así, sin envidiar á Méjico su suerte actnaU na
hay derecho para decir qn^^ sea fínica y sin ejem-
plo, y ¡lue no pueda ser útil y íeliz, ponine no
sea gloi'iosa en el mismí» irríídu.
Las RepTÍblicüS de Anu^rieíi himi ]n {rn^jor i^st* riela
d(^l moti;in|iiislH
Ganbnlili y Aífisshn, los dos hombres que repre-
sentan ¡a ivvoluciot» lihcral (*n Italia, son la prueba
pnlctiíta de esta verdad.
271
Garlhfthli \m i Amt^rica repnfdkano y lia vuelto
monarffnistn —Vvi\rúrM}u\ij en Aru(*ri<'a la reinílili
ca, conocieivlo mis iliiicaltafles, tocíiurto sus níise
ríai? ííe ha hecho toleratae, y la tolerancia Ío ha he
clio moiiaríjuistii, es ilecir, liomhre resignado con las
nei-e^idaíle^ tle la monarquía,
Massjni es re|>nulicarii) porque no ha pracricado
la repiíbiica i^Jnien^ lo qnt? no conoce: wjí ideal.
Kí% un tcjrico, no es nn hombre de estedu. Por
qué, si lanto atiui la r^piUdica, no fue á Aaiericay—
Es 011 republicano quti ha pasado toda so vida haja
la monarquia ing-lesii, y etilo hace menos excusable
nu república uii^mo \nw% ha conocido mejor que (ia-
ribakli las veniajas ^le la monarquía.
Esto prucbí' umiojsay es que la mala república.
€S mejor escuela del uonaiqnisfa liberal que la miü
tlia moiíaniuia constnn«'ional-
Oavihitliti es Miejor poHHco que Mnssini^ en el
sentido que es mas práctico, nui?^ positivo, mas expe-
rimentado en el jíistcnia de gobierno (juc (uc d
primei" fleseo de su vida política.
Si Massim es guien ha cambiado la Italia desd^
so refugio evi Tn^rlaterra; ú la Inglaterra esla<iue
ha ayudado á Íi^í/^üí/W* á completar su unidad, la
monarquía y no la repiibíicaesla que ha cambiado
los destinos de Italia en el sentida liberal; y Massini
mismo, con su coírst^mcia en el trnbajo de 30 anos,
ei un producto y resultado de la liberlad ingles, es
decir, de la monanjuia c*>nstituí lonaK Si á esto se
agrega que Ma|j;enta y Solferino no >ou triunfos de
]i\ TÍHinHíltr;! sin I» ilí'l Tnq/erio^ ,;(ín<' di^bc Italia á la
^ 272
"repüblicay — La proscripción vergonzosa de Massi-
ni poi' la liepiiblica helvética!
í^ XIX
La iiuíiiuríiiiia im es piiniieea universal.— Por que es
ella átjl para Américii
No iiretenclemos hacer de la monarquía una pa-
twcea nniverííal jíara tonos los innleí< que experi*
menta la America del Sud.
La monarquía no jinpidiú á las naciones de la
Europa, en tiempos en que por su edad y situación
se asemejaban á las actuales de América, el que sus
reyes fueran derrocados, ahorcados, y asesinados,
con mas frecuencia que los actuales Presidentes
aniei'ieanos, por re voliciones eternas (|ue no dalmn
descanso á los pueblos. Tal ha sido, mas ó menos,
el estado de la Europa durante la edad media y has-
ta fines del siglo XV.
Pero los Reyes de entonces tenían una exrusa
que no asiste á los actuales Presidentes,
Es el mayor sofisma el explicar los desórdenes y
trastornos de las actuales repübíícas de América,
con los que ofrece la historia de las naciones europeas
de tres y cuatro sij^los atrás. No hay la menor pa-
ridad de circunstancias entre arabas, por mas que
las edades se asemejen.
lia diferencia entre ellas, es la del niño de una sa-_
ciedad culta y el de una sociedad semibárbara
- 27n —
nirto de un país culto, deja de ser cuerdo y capas? solo
poír ser niño; el país salvaje deja de serlo poi' ser ni-
iio y por causa de la barbarie (jue lo rodea. En este
liltimo caso estaban las naciones de la Europa en la
edad media; en el primer caso están los pueblos
actuales de Sud- América.
Las naciones eiu'opeas en el siglo XIL semi-
bárbaras como eran, eran lo mas adelantado de
áii siglo. No existia civilización mas avanzada
que la su}%a. La riqueza, ias artes, las ciencias,
los medios de trasporte que les faltaban á ellas,
faltaban á iodo el mundo. Todos los elementos
4e su progreíio, todos los recursos de su mejora
y civilización, debían nalir de su propio y exclu-
nvo esfuerzo. Al que no tenia manufacturas, no
habia (juien se las diese; al que carecía de ma-
rina, no habia quien le hiciese su tráfico con
sus buques; al que carecía de población culta,
no habia quien le diese inmigración civilizada.
que carecía de vias de comunicación, de ban-
de muebles, no liabia quien le prestase ca-
ingenieros, brazos para construirlos. Su
civilizncion tierna y naciente, no tenia otra ya
formada que le sirviese de auxilio y apoyo. Toda
su esperanza estaba en el tiempo, que debía des-
arrollar la suya propia, lenta y gradualmente.
No están en este caso las naciones de la América
del Sud.
Desde luego no se puede decir que su civiliza-
i^ion tenga tres siglos, porque ellos no son los
Al
eos.
is
indígenas de Aoierica convertidos á la civilización '
cristiana por la conquista.
Siendo ella de las razas europeas que llevarorr
la civilización cristiana al nuevo mundo, su civi-
lización es tan antigua como la de la ííuropa, de
que fueron y son parte.
Si el aislamiento colonial y el régimen espailollos
dejó atrás del progreso general de la Europa, la in-
dependí^ncia americana lia puerto á sn alcance todos-
los recursos de la civilización europea de este^
siglo.
Lejos de vivir en elsiglo Xll de la Knropa, \i'
ven en el siglo XIX de esta misma Europa.
Estiín como el niño, ó como el liomlire que necesita
educación, pero que vive en el seno de un pueblo
culto y rico.— Si no la recibe es porque no quiere.
Si no avanza es porque quiere estar atrazado. Si s©
atrasa es porque se aisla; si se aisla es porque no
quiere prosperar. Los inconvenientes de su atraso,
son la obra imperdonable de su propia voluntad.
No porque un pueblo de Sud-America carezca
de nuirina propia, deja de tener á la mano miles
de buques, que le bacen su tríUico tan bien como si
fuernn suyos. Xo porque carezca de tabricas deja de
tener tantati y las mismas manufaeturas de que dis-
frutan Taris y Londres. No por carecer de capi-
tales deja de tener á su alcáncelos millones de la
Europa para construir sus ferro-carriles, muelles,
canales, puertos, telégrafos, etc. No por no cultivar
á fondo las ciencias, deja de tener á discreción losj
sabios de I -^n ropa, para r\stíit]i;n' su suelo, sus re-
cursos, sus medios de mejorannento; y hasta para
lefetiílerse rontra la Kuropa, tienen á su disposición
las arniiis los ^iddfulos y el dineiri de esa inisnm Ka-
ropa
Pueblos que íse hayan en esta posición ¿pueden
compararse á las naeione? europeas del siglo XI,
Xn y XIII, y pedir para los desurilenesy violen-
cias de su condición volantariaraente atrasada, las
lisenlpas(|ue mereeian los que estaban solos y sin
mxiliu en la carrera de lacivilizaeion?
Si las naciones de la Kuropa han tenido que eni
|)lear siglos para crear los eleiiieutos y el mecanismo
Hiél gobierno á que deben la pa^ y el goce de sucivi*
lízacion; las naciones de Sud-América no tienen ne-
cesidad de crearlos^ sino de aceptarlos y emplearlos
en su servicio, para tener la paz y la civilización
(le que disfruta la Kuropa.
Si Sud- América prefiere vivir en el desorden,
dueña es de hacer su gusto; ]>ero no diga que su
edad nu le permite vivir de otro niodu i|Ue co-
un* las naciones europeas del siglo Xlí.
Si quiere, al contrario, la paz de que disfruta la
Europa, en su mano está el tenerla, con solo darse
^él gobierno á que la Kuropa ilebe su paz.
Quiere América ver instalada y floreciente en
\\x suelo la ci^dlizacion del siglo XIX de la Kuropa?
Trasládela compuesta de los mismos elementos de
que se compone en Europa» Nada mas natural
i[ne esto como punto segiu^o de partida
Si mañana encuentra que esta civilización Eu-
ropea es susceptible de mejoras que no ha podido
— 27IT —
recibir en Europa, cambíela por otra mejor, pero
no por el desorden de cosas que hoy reina en So-
livia, Venezuela, Nueva Granada, Perú, el Plafci,
etc., porque esos países no se pueden pretender mas
civilizados que la Inglaterra, la Francia, la Prusia,
etc. de este siglo, por razón de no tener ciencias,
industrias, artes, ri<iuezas, progresos como ln>í de
Europa.
La monarquía es útil para la América actaal,(
porque ella le facilita la aclimataciun rápida
grande de la civilización europea en aquel suelo|
La razón simple de esto es que la monarquía
es un elemento y una condición de esa civilizar"
cion de la Europa que se ha desenvuelto y progre-
sado con ella, por ella y para ella.
La historia de la civilización europea, es la
historia de la formación y desarrollo de su gobier-
no, es decir, de la monarquía constitucional y de-
mocrática.
XX
hvk motiarquía no es todo el remeilio de una inii
repüblica
Ni la monarquía es todo el remedio de una malí
república, ni la república es todo el remedio de una
mala monarquía.
La monarquía y la república, no son éi^abienu
s\\\o la íonmi del gobierno.
— 277 —
En caaiqíüei" fonna en que un pueblo se gobier-
ne, si él se gobierna á sí mismo, directa ó indi-
rectamente, es gobierno libre y pueblo libií- rs íb>rir
el gobierno es bueno.
Ser libre es ser dueño y señor de su propio det-ti-
no y conducta; en el hombre como en las naciones.
Sin esta intervención del pueblo en la gestión de
su vida é intereses, bien puede ser república é mo-
narquía, él no es libre Será una república des-
pótica, militar o tinínica igual .i níj.q monarMnírv
del mismo carácter
La dictadura es la traduciiou repuldicana de la
monar()UÍa absoluta. Es la Presidencia absoluta,
sustituida á la monarquía absoluta; el absolutismo
republicano en lugar del absolutismo realista; la
sumisión republicana en lugar de la sumisión monár*
quica,— Hay menos distancia de un absolutismo
que del otro á la libertad y dignidad del hombrea
La tiranía, como la libertail^ es compatible con
todas las formas Lo es hasta con las tbrmas ex-
teriores de la libertad misma.
Las repúblicas de Sud-América son, por lo co-
mún, tiranías revestidas con el manto de la libertad.
Las repúblicas despóticas u tiranizadas, se creen
libres y dignas porque son capaces de heroísmo.
Pero el heroiíímo no es la libertad. Hay esclavos
i¡ue son capaces «le heroismo, y libies que no lo
san. — Los colonos españoles en America, han sido
y se han inustríido mas herí'ncos. refK't!da!=^ v ees.
— ;27.S —
que los libres de Inglaterra: v. g;, en Buenos Aires,
á principio de este sigla; en ISTueva Granada^ á fines
del pasado.
Los bravos colonos pueden pasará ser bravos re-
publicanos, pero republicanos ex-colonos^ es decir,
republicanos sin libertííd: libres de un yugo extrau-
gero, pero no libres de un yugo indígena y <lo-
méstico.
De un mal republicano no se ¡.ara otia cu^a ^ue
un mal monarquista, y nce-rena.
Si todo el que no sabe gobernarse á sí mismo,
ni como rt^publicano ni como monarquista, necesita
delegar su goljienio en otros para que estos le go-
biernen; la monarquía es preferible, en razón de que
ésta delegación es mas practicable y eficaz. Es
mas tVícil bailar un buen delegado, que no rail: es
mas conciliable con h\ pnz un deleirado, due no
mil.
§ XXI
Cómo la nioiiarqijíu linee efcetív» en Inglaterra ln j^u*
bernniíi del anieblo —Tírtigos f»ersoiiales
Así como en la monarquia gobiernan los masl
háiíiles y los mas capaces, en las repúblicas ocupai
el poder los menos dignos, á menudo.
Poi' qué causa? — Los mejores se abstienen y sal
aislan, unas veces por causa de indolencia coloniali
heredada, ó por egoiamo, ó por ignuraucia del nuevo
^obierno^ es decir, sin razón.
— 279
Otras veces, y son las mas, se abátieuen, con
i-azoM, de temor de l;i suerte que ha cabido á los
mejores. Todos ellos han sido vfntim;»^ '^'1 in^^vUn
4e sus servicios a la patria.
En las repúblicas, el gran mérito expone ul uüio y
á la persecución, como el crimen- Hacer el bien
-es con)ü pegar fuego á una bomba: el que no huye
sucumbe, si no tiene poder afortuna. Etique el
mérito es un título que llama al rango que lodof*
deísííau: es decir, que es un obstáculo. Se busca
la mediocridad, como garantía de sosiego; afectada
real, ella cede en mengua del país.
Qué bacen en vista de eso los peores ?^ — No
se abstienen, sino que apalean á la República, (es
(lecii'á Saturno I para no ser devorados por ella.
De ahí los t^uiroga, llosas, Monagas. Urqnisca^
(^astilla, Mosqueras, etc.
Si lo que es inicuo y malo pudiera tener discul-
pa alguna vez, se diria que esos hombres terribles,
son los üíiicos que toman la república como hombres
de rsprif, j la tratan como merece.
EUo-í son lo> vengadores providenciales de Li-
iiiers, Moreno, Castelli, Belgrano, líivadavia, Sucre,
Bolívar, O'Higgins, Yarela, Dorrego. Arboleda, etc.
Asi, Saturno (la jcpública) deja de comer á sus
propios hijos, cuando uno de ellos se la come á ella
misma. Este es el Díchufor, precuisor del Empe
rador, como este es precursor del Retf cottsUtHcional
ij del monatra; es decir, el poder fuerte, legalizado
y civilizador: el gobierno de orden, preparatorio del
o'iiljíí'Vn
liUr.
LJg: .M-
Entonces los hombres de mérito vuelven á lomar
parte en el gobierno del país, sin miedo de qne
sus servicios les valga el cadalso.
Cómo así? — Exactamente como vemos que suce-
de en toda la Europa monárquica, donde los grandes
servidores del país viven honrados y mueren respe-
tados y tranquilos.
Si la república no tien: hombres diíjnos, grandes
reputaciones, es porque ella los devora ñúcñ y
moralmente. Cuando les deja la vula (porque na
puede quitársela) les quita el honor; los mata mo-
ralmente.
De modo qne la monarquía en Inglaterra lejos
de ser, para el pueblo culto, la pérdida del poder,
es, al contrario, el gobierno para el pueblo y par
el pueblo. — Cómo así? — Como lo vemos practicado
en Inglaterra, cuyo gobierno, siendo monárquico,
es no obtante el único que merece y lleva el nombi-e
de seJf f/ovenimc-nf (gobierno del país por sí mismo);
porque de todos los pneblos del mundo es el que
tiene mas parte en su propio gobierno.
El monarca no hace allí otra cosa que reniar, lo»
inglesas son los qwgoHcrnan — Cómo? —Como elec-
tores, como legisladores, como jueces, como mi-
nistros, como diplomático-ij como guerreros, comoj
escritores, como simples ciudadanos, miembros dej
la soberanía popular, de queílenvayen qnedescansaJ
la soberanía del monarca democráctico, en Francia^
lo mismo que en Inglaterra.
Pero hoy mismo, bajo bi república, tienen los ar-
(^(ndnos otrd condición? Estando excluidos del j>o-
— 2ísr
¿kr supremo (gobernador de Buenos Aires) solo
participan del poder, como secretarios, legílarlores,
jueces etc: ó como delegados efectivos del irolin-
fiador de Humos Ai) es, bajo el rango ridículo ile
Presidente de la República ^ sometida a Buenos Aires.
§XX1I
Por i^ut* la Kiiropa es inotiarquísla y no republicana
El imperio es lapaz^ dijo Napoleón III, al salir
de la república turbulenta de 1848, y los hechos le
han dado razón.
Todos los hechos de la historia moderna habían
^dado ya la razón á esa verdad, proband i que la
monarquía es la paz. — El imperio no es mh^ ^|ue una
especie de monarquía.
La monarquia es la paz, porque ella es (jobierno
efíeaz, la autoridad bastante fuerte para hacer efecti'
^va la paz.
La Inglaterra lia ido mas lejos que toda la Eu ro-
en experiencia política. Ella ha probado, con
'los hechos de su historia, que la monarquía no solo
es la paz, sino la libertad.
Si la razón no bastase á explicarlo, su vida de
ocho siglos lo explicaría por los hechos, que es la
explicación mas elocuente.
Desde entonces, no soloe.5ya la rutina, el ins-
tinto, sino la convicción libre, la razón ilustrada de
'los pueblos, el asiento de la monarquía en Eurut^.
Loi^ americanos creen ú menmlo, que la mmar-
</Htn se SQbiiene en Europí par la fnerza; que es la
obra del despotismo, 3^ qíit*, f>¡ los pueblos pudiesen
disponer de suí< destinos, al instante se erijirian en
rppúhlicas.
La ignorancia mas completa de los hechos, sirve
de tiindaniento á esa creencia. La historia la des-
miente del modo mas solemne, y el simple buen senti-
do la desmiente mejor que la historia.
Por grande > que sean los ejércitos de los reyes
mas numerosos son los pueblos; y como en Jugar d€
estar lig^nlos ]uira su defensa, los reyes están divi-'
didoi |>or rivalidades mortales, no faltaría á los pue-
blos el medio de aprovecharse de esas divisiones pa-
ra emanr-iparse y iiacerse republicanos.
Alguno.? lo han hecho así mas de una vez. pero
han vuiího á l'i momur/uia tan pronto como hahiau
proclamado la repübUca,
De todos los pueblos sugetos á uíi rey, el menos
sugeto, es decir, el mas libre, debería ser el mas pro-
penso á constituirse republicano.
Ese pueblo es la Inglaterra.
Dos veces se ha deshecho de su^ reyes en el si-
glo XVII, y se ha encontrado dueña absoluta de sus
de^itinos,
Qu(? ha hecho en esos casos'-'
Su primara revolución escribió en el pedestal de|
rey caido: — « E/ nllimo de hfs m/es j/ el úlínno fírf
los limnos, * —-En seguida proclam í la república, que
primero se convirtió en anarqnia y en seguida eiij
el despotismo de Cromwell Cansada de despotismo
28:í
y de anarquía, revíiidicd su tif/ertad en el resta-
blecimiento espontáneo de la monarqnia c&nstUu'
cionaL
En 1688 volvió á quedar ún rey, no por amur á
la república, sino por amor á la libertad. Dneña
de sí iiiísma — por *jué no bnscií la libertad eii la re-
pública? Quién le impidió declararse ft'^¿¿¿/ím? To-
davía estaba fresco el precedente de su lepública
de 1640. Tenia á un paso el brillante ejemplo
de la república /aw^íim. (?J A nn ejercito y A un
heme pertenecientes á esa república, debia Ingla-
terra su libertad de 1688, Por gratitud al me-
nos, se liabia creído que las libe rttides adoptasen la
fornuí de gobierno de los libertadores,
¿Qué hizo Inglaterra? — Ni habló siquiíni de
república Buscó sin vacilar la libertad perdida,
en la monarquía y conciliándola con la soberanía
del pueblo y los derechos del hombre, atirmó para
giempre la libertad y orden.
Se engañó en elloV
• El mas alto elogio demuestra que la revolu-
ción de 16H8 (dice Macaulayí es: que ella ha sido
la última >. — No se aplica ese elogio á las revolucio-
nes que han engendrado la república. No le su-
cedió lo mismo á la rrpúfjlka holandesa, que le
dio la libertad; la anarquía retardó sus progresos,
hasta que encontró en la iiionarquía espontánea y
libre el orden, asociado con la libaiad.
Al tiempo que la monarquki infflem recibia su li-
bertad de la república de Jíolanda, la república íle
j^America recibia sus fnndadores de la monarqma
---':^
— 284 —
inglesa, Roimña entre ios repúblicas, la monar-
quia inglesa ha vista ilesaparecer á la que precedió,
y presencia hoy ío^ destrozos tle la que la suce-
dió.— La Francia ha vuelto dos veces» por sí uüsuuij
de la república á !a monarquía.
i^ xxin
La fticiimrqtiía deiimerátka creada por la revolucioí
francesa
Retiriéndose á la forma de gobierna que ha
querido el pueblo francés con^stituyendo el Impe-
rio actual M. Konher, ministro de Estado, en
la sesión del Senado de 15 de Diciembre de 1863,
ha dicho: ¿ ce qail a vouhi cpsl une monarchie
démocratv/ue et représenlMive^ ayant pour base le
sufrrage universel, pour coutrepoids deux grands
corps, le 8énat et le Corps législatif, ce dernier
issa lui meme du suffrage universel *...,,
Por qué la revolución de América no encon-
traría su fin y salvaguardia en una monarquía
democrática y representativa de ese mismo género?
Pero no la ha producido ya en el Brasil?
La paz de que goza esc Imperio representativo
no es un aviso de que es mas normal que la re-
jmfjfica oligárquica ó de caudilhif/c^ que rige en
Sud'Adu'érica, como regla general, a pesar de la
excepción de Chile'r'
Por qiií' no seria esa ia furíiia normal del go-
— 'ifi;i —
J
bienio que conviene á SudAmérica, en lugar de
H
la república?
^1
De diez y seis república* que existen en Améri-
^H
ca . no hay nua sola que esté tranquila (si se saca
^1
á Chile). De diez países monárquicos, que se cuen-
^1
tan allí mismo, no hay una solo que esté en guerra.
^^H
En presencia de dos Iiechos reproducidos con
^H
tan invariable generalidad ^^por qué no seria per-
^H
mitido ver dos reglas en ellos:— una, que la re-
^^H
jnihlku es la guerra civil; otra, que la monarquía
^H
es la pa¿?
^M
UEPÜBLICAS PAÍSES MONÁRtíUICOS
H
H Estados-Unidos (1) Canadá
H
H Guatemala Rusia Americaiia
^H
H i^Iéjico Habana y Puerto Rico
^1
H CostU'Kica Jamaica
^H
H Salvador Todas las Antillas
^H
H Honduras Guayana IVancesa
^H
^1 Nicaragua id inglesa
^H
H Nueva (íranniln id haíandesa
^H
H Veuexuel;i íirasil
^^1
H Ecuador ^lalvinas
^^M
■ Perú
^^H
H Bolivia
^^H
H Chile i
^^1
H La Plata
^^H
^^^ Paraguay
^H
^^B Uruguay.
^H
^^^B lli Empeñndos en la wuerra de ff,*:?esion
1
— 28K —
ií XXIV
Solo (1(9 Kuro|ia {loilría Amoríca rocililr la monarquía
Seria absurdo que la América tíldese por ge-
fes supremos ó soberanos á hombres nacidos en
Europa?
Do cuándo aquíV -Por tres siglos ha sido go-
bernada por vireyes que iban de España.
í^jSos vireye^ y todos sus agentes idos de Europa
gobernaban en nombre de reyes, qne habitaban Ma-
drid, Lisboa y Londres, sin haber puesto jamás sua
pies en América, Hoy mismo, bajo la independencia,
sus Com/rc^Y>5 5ry¿rv77//í>,s' tienen ensu seno a muchos
extrauíjeros nacionalizados.
La nacional uacion es un medio de adqui! ir re-
ye5, como se adquieren ciudadanos y pueblos sobe-
ranos. No es extrangero el rey que empieza por
nacionalizai'sc americano y por dejar á la^ puerí-as
del país su nacionalidad t*e origen.
Cuando un pueblo que siempre ha sitio gober-
nado por i^oberanos venidos de í'uera, qneda libre
de tomar ü elejir un soberano, es mas í^cil que lo
tome siempre de fuera qu<' no de entre sus propios hi-
jos. Ejemplo, la Grecia.
La monarquía, en Sudx\mt5rica, no vendrá de^
otro modo. Iturbide, mejicano, coronado, sucumbid
no al fanatisíno repiiblic^^no, que no existia, sino al
odio personal que su nnla conducta habia excitado.
Mejicano, sirvió hasta el año 20 á Espafia contra
itts paistinos, seiiaUíndose por su cnieUliid, ípue^ una
rez fusiló 300 prisioneros), y por sus escandalosos
latrocinios. Después ile'traicionar á los espailoles, en
1821 le dieron el mando del Ejército. Tonij^udo la
carona, violó él mismo su Plan fie if/ímla. Des-
terrado á Londres con una pensión^ violó el des-
tiene pira resolndonar y restaurar el trono, que
inauguró con pompa insultante y ridicula. Loto*
marón y lo fusilaron entonces.
BúHvar sucumbió á la mera sospecha calumniosa
|íde querer coronarse. La idea de i/í^///rrt»o ile coro-
nar un Ifwa pasó por una extravagancia.
El restablecimiento de la monarquía en Sud-
Arnt^^rica es imposible sin el concurso de un poder Ku-
ropeo, siendo la iniciativa americana.
Vn poder, á este respecto, sería mas eficaz que toilos
los poflrrfís ÚQ Kuropa, Holoim porkr puede sacar
ventíijas, in lerectas que compensen sus sacrificios.
Ese poder no seria la Esparta. Ella representa el
pasado eíi América; y como eso pasado es triste, su
rol es concluido en ese continente, salitlo para siem-
pre desnsmauosy de su influjo perezoso y retro*
grado.
Ciiíil sería ese poder? La historia lo ha designí»
do ya, por los hechos á que debe America su eman-
cipación. 8e puede decir que la Francia hacman-
cipailo al nuevo rauíido: — 1*\ por la alianza de Luis
XVI con los Estados-Unidos á este fín, en 1778:
— 2*^. por la tlestitucion de los Borbones en España,
en 180S, — El hecho es que á Francia deben su in-
dependencia, la Amrrmí (fr! AV>rA' v la fM Snd.
Es la Francia; la Fracia imperial, es decir, el go-
bierno producido por la revolución que ha regene-
rado la Francia y la América.
Napoleón I libró á Sud-América de su antiguo
gobierno: á Napoleón 111 toca ayudaile á darse el
gobierno independiente.
Sí esta segunda faz de la revolución de Siid
América ha de costar tantos años como la prom€
^a en llevarse á cabo, ¿será de temer que á la mit
dt^ ella le falte su base y apoyoV
No; el imperio no es un accidente El impe-
rio no es Napoleón.
El imperio no es el Emperador, El imperio es
cada francés; es la Francia: es el gobierno nor-
mal y esencial de los franceses.
Por su lengua, por su literatura, raza, religión,
industria, comercio, la vida de Sud-América será
una faz y un elemento de vida en todos sus ramos.
La Francia imperial hará de su influencia en
Sud-América, un hábito, una tradicon de su polí-
tica exterior tras-atlántica, como el Austria la ha*
ce de Italia, la Inglaterra de Turquía, la Pl\x^
de Alemania, etc.
Esa influencia no tendría peligro alguno pal
Sud-América, templada y limitada por la influen-
cia inglesa, no menos interesada que la Francia
en que Sud-América salga de la anarquía que es
íeriliza el campo mas rico del mundo para la in-
dustria de la Europa.
Con tal que Sud-América quede siempre inde-
pendiente y abierta al libre comercio del mundo,
ta Inglaterra no puede menos que ver servido su
|íropio interfe por los esfuerzos de la Francia par;i
erigir gobiernos perpetuos en la Ajuerica del Sud.
La Inglaterra no puede tener interés en que
tísta la república, porque ella es la anarquia, se-
^gun la experiencia de 50 años.
La España, la Rusia, el Austria, íjeliallan en el
mlitao caso que la Inglaterra á este respecto.
La Francia, hacitíndose el campeón del orfleu eíi
Sud America, sin atacar su libertad é independencia,
«erviria los intereses de la Europa, aunque sirvieie
también los suyos y llenara un bello rol de la civili-
zación de esta época de mancomunidad universal
Lo que Inglaterra no pudo obtener con ejércitos y
sacrificios propios, la franquicia de Sud-América
lo obtuvo por la mano de la Francia, el tlia que
Napoleón I la dejó sin Rey. sin Vireves y sin
coloniaje.
El servicio que Inglaterra debe ;í Napoleón I
dejará de serle estéril el dia que jNapolcon I II
ayude ú rr^construir la autoridad sobre la base mo-
derna de la vida americana, que es la independencia.
§ XXV
fií Knriifm «!í«'» !Í Amprit'ii *»us libertíMlores, iior quíviio
le «hirta sus priiicipoT;
Si la Europa ha dado á América su pueblo so<
Ijerono, sus revolucmmrios y libertadores, su ra-
li*
— 21)0 —
voliicion y su independencia; si, aun después de
independientes, signe dándole su civilización, sus
capitales, sus poblaciones, y basta sus hf/isladores
y ciií(h(l(mos (es decir, hasta los elementos de su
soherafw pitebío), hasta los elementos de sn indepen-
dencia,— por qué no le daria sns Fñncipes, bajo las
mismas condiciones de liheitad y de imkppndmcia?
En efecto, la idea de que nn primipe ejiramiero
jiueda ser nuestro soberano, nos inquieta y suble-
va; y no reparamos que bajo la república se reali-
7.á un hecho mucho mas grave que ese.
La inmigración extrangera, sobre todo la Inmi'
f/rocion iHiropea, es el gran medio de ensanchar y
agrandar á nuestro soberano puvblo, pues desde que
el extrangero se hace andadavo^ ya es miembro de
¡a soherantfí y puede elpf/ir y ser cleyido, es decil\
ya puede ser miembro del Soberano Congreso legisla-
tivo, poder mas eminente y de mayor rango que el
de ejecutor, ó EJecntivo de sus leyes.
Son mas adelantados y prósperos los pueblos de
America en que mas se realiza este liecho.
Toílo sa progreso está representado por el desar-
rollo mas y mas considerahlc de la población eu-
ropea en América.
Luego la rcpñbliea no nos libra de que nuestras
leyes y nuestro gobierno sean elaborados en parte
por manos de hombres nacidos en Europa.
Excluir de nuestro gobierno autónomo, indepen-
diente y libre, solo á los príncipes, es como decir: —
* Consentimos que los hombres de Europa, hacién-
dose americanos por adopción, colaboren en núes-
— 291 —
tras leyes y nuestro gohierno; pero á condición de
qne sean zapateros, obreros, comerciantes, y no
de esos europeos pertenecientes A esa gente distin-
guida a quien oliedece la misma Europa culta y
liberal
Es lo üiisinu 4Ue decir á Kuropa: — envíaflnos
vuestra gente pobre é inferiur y la aceptaremos
como parte de nuestro pueblo soberano; pero no no»
enviéis lo mejor, lo mas rico, lo mas culto, porque
eso ídende nuestra dignidad. -
El gran ndmero de extranjeros no no^ permite
temer que abusen de su fuerza en las leyes que
nos den; pero si tememos qne inrarra en ese abu-
so la persona aislada de un príncipe naciomf/izado;
— porque es absurda la expresión de príncipe ex^
trnng^ro. No se habla de príncipes pxironyeros.
Entregarse á ellos, aceptarlos, seria abdicar, su-
cumbir. No sería extraiyfero^ seria aryenüno, ameii-
cano^ el príncipe que empezara por naturalizarse
tal, y dejara á las puertas del país su extrange-
riano de origen.
Pero la idea de que un príncipe europeo se haga
americano y tome parte en el gobierno, nos pare-
ce degradante para Amciica . Los que tal pien-
san creen, sin duda, que el pueblo sobemmy es
menos que un simple Rey.
Las naciones déla Europa son menos escrupu-
losas entre sí. El Rey de Bélgica (Leopoldo) no
belga. — ^ Preguntad á los belgas sí se creen ul-
trajados?— El Rey de Grecia, no es griego de na-
cimiento.
2*}'2
tíatos estados son poca cosa? — No se dirá lo
mismo del Estado que poseyó á todos los de Amé-
rica. España tuvo por .soberano á Carlos K,
alemán, que lu fué de la misma América. To
da vía SU8 repúblicas iiulepeiidieiit^s obedecen á
sus lenes civiles.
Bajo la república, en América, los mismos ejem
píos.
El ma:> grande Presidente que haya tenido Bo-,
livia — Sucre — no fué boHriano de origen.— El
mas grande Presidente que haya tenido Nueva Gra-
nada—Bolivar,^ — no fué granadino de nacimiento.
— El mas grande Presidente que haya tenido el
Perú— San Martin, — no fué peruano. — El Plata
no ha tenido presidente de fuera. Pero ha tenido
uno de la talla de Sucre, de Bolívar, de San Martin?
§ XXVI
La rivilizarjoii ouro|iea no irá á América^ síuo t;au su
.sistema do gabiemo
Para que Europa consienta en cooperar al sost^-j
nimientode los gobiernos independientes de la Amé*l
rica del Sud, no es necesario que en esos países con-
sientan en entrar de nu*tvo bajo su dominación. Na
deben ellos olvidar que son independientes por y
parala utilidad de la Europa. — Otros intereses mas
preciosos que el de la posesión embarazosa y estéril
de su territorio, tiene la Europa en América, que laj
^io:i -
hace tlej^eosa, al igual de ellos misinos, de ver paci-
ticado este vasto y rico teatro de su industria, por el
establecimiento de gobiernos eficaces y estables.
Pero Europa tiene derecho á dudar de esta efica-
cia y estabilidad en los gobiernos de América, que
no se organicen con las inisnKis condiciones á que
los deben los gobiernos de Europa,
La primera de ellas es )a forma monárquica del
gobierno.^ Tiene el derecho de creer preferible ehtix
forma, pues A ella le debe su rívilizaóon, que es la
mas adelantada que se conoce de las cinco partes del
mundo.
Bien ó mal, la monarquía, como gobierno, es
uno de los elementos de civilización de la Kuropa.
Si hay otra civilización que esta; si todo el progre-
so de Amí^rica consiste en civilizarse á la par de la
Europa,- -por que no admitir como condición de una
(civilización tínica pai-a ambos mundos, la íbrma de
gobierno adoptada por la civilización de la Europa''*
Si gohlt^rno nionarf/uico y ffohierno riviliíado
son siuún irnos en la realidad de los hechos, no hay
que meterse á averiguar otra cosa que el hecho íle
esta equivalencia convencional,y aceptarla como co-
^a mas fácil que el emprender crear una civilización
nueva y mejor que la conocida en Europa, sin con-
tar con otros elementos para ello que un mundo de-
sierto, habitado en su mitad por salvajes indígenas,
sin artes, sin marina, sin capitales, sin indnstria,^.
sin gobiernos estables.
— 29i —
s XX\1I
Domo ¡ni Europa u América
Cómo ¡nt á Aint*rica la coapcracion de la Europa
íniHspensable á la creat^ion y sosten de sih gobier*
Bos detinitivos? hlamada ó por sí misma?— De
loíi'dos modos, scgiin las nrcniístancias.— Unas ve-
res llamada por nu partido de América; otras lie
vada por su pi'opio deber de dar protección á sns
intereses allí establecidos.
Como es rom un y recíproco el interés de t|Ue
existan gobierno:^ sulidos y estables en América, por
ser comiin la riqueza, los capitales, las poblacio*
nes que allí existen, el deredio de asistir ú su pro-
tección por la constitnciíni de un ¡gobierno eficaz,
como su nuyor garantía, es de ambos.
Asi, lo mas regular es que la acción de la Europa
vaya en virtud do acuerdos o tratados estipulados
entre entidades americanas y eui'opeas, según los
principios del derecho de gentes, que regla la protec-
ción recíproca en que ilescansa el equilibrio de los ,
gobiernos de Kuropa.
Tratados de este género son y deben ser el alto
objeto de estudio y «le preocupación de los hombrea
de Estado americanos, que aspiren á cambiar la
*'ondicion de América en el sentido de su gobierno
Esos son los grandes y aérios objetos de la políticíi
exterior americana, en t|ue reside el secreto de su
regeneración y de su independencia misma.
— 2D5 —
Nada puede poner su indepeiulencia en mayor
peligro que m falta de gobierno y la anarquía per-
durable en t|ne ^e arrastra, por su obstinación en
sepai'arse ü alejar'^i» (b^ Europa; pues ese estadu de
cosas puede dar derecho á la Europa» en nombre de
la civitizacioTí, para suspender lí embargar una in-
dependencia que no sabe reglarse y que solo sabe
existir para ejercer la devaj^tíicion y el desorden i)or
sistema.
Las repúblicas de Sud America creen que todo
lo poseen porque tienen un helio clinuí y un suelo
fértil y rico, Pero los países son susceptibles de
cultivo no según su fertilidad, sino según la liber-
tad que olrecen, y en Sud- Aujcrica según son pací
ticos y difrutan de orden.
Si toca á los gobiernos patriotas de América ini^
ciar la negociación de esos tratados y alianzas sal-
Tadores, como creia San Martin, no es probable,
por otra parte, que esos gobiernos republicanos
quieran tratar para ceder su puesto á gobiernos
moaárquicos-
En esto hay mucho de cierto; y casi es este i n
teres el móvil todo de loi republicanos que están
en el poder para repeler la acción cooperativa de
la Europa
Asi, se vé que lo^ qne están en el gobierno, son
'los adversarios natos ile la inliuencia europea; y
los que estiín abajo son ios partidarios de esta in-
fluencia.
Según esto, los gobiernos próximos á termiiuir
su período son los únicos á quienes ese cálculo de
interés privado puede no impedir buscar en la cons*
titucion de un poder fuerte y perpetuo, la mejor
garantiti para su seguridad perscmal futura, y el
mejor título de gloria para su nombre.
Si fueron los gobiernos de América loí*^ que ini-
ciaron la revolución de la independencia, á cll<i»
tocará también iniciar el cambio de sistema que
ha de salvar para siempre la independencia por
la adquisición de la base en que tod.i independen-
cia reposa, á saber: ^ un \mWr fuerte perpetuo.
Rechazar el peder perpetuo porque él se opone ;
la satisfacción de ocupar su ])uesto alternativamente,
hoy este militar, raañann aquel doctor, después aquel
hacendado; es confesar con un cinismo sin ejemplo
que el amor directo al poder es la regla de sus creen-
cias en política, no la traníjuilidad ni el bien de la
Nación, que la forma republicana no ha podido
dar en 50 años de ensayos que lleva.
De parte de los argentinos de las provincias, por
ejemplo, rechazar la monarquía por el interés de ocu-
par, como jefe republicano, el Poder Supremo, sería
ridículo, pues hoy, bajo la repnidica, no lo ocupan.
Los de Buenos Aires tienen el monopolio de ese-j
rango.
La alta, la noble, la sabia política americana na
tiene porvenir sino en esa dirección saivadora de
la revolución de la independencia. Esa es lapo-^
lítica que querían San Martin y Bolivar.
^ 2í)7 -^
S XXVIII
Políüea anieriea]io-etiro[iea — Doetrtitu de ArniiiliK
i^orrcütiva <Ii' la tic Manroe
La idea que el conde de Araiida proponía, en
una memoria secreta, á Carlos líT, después de fir*
nmrse en 1783, el tratado con Inglaterra que eman-
i.ipaba sus colonias de la América del Noiie, se fun-
daba y tenia por mii'as:—
Primero. — En que tirmando la independencia
de las colonias inglesas, se daba á las de Espa-
ña un ejemplo que no tardarían en seguiív,
Segundo.— (^ue la historia enseña que tal es la
suerte de toda colonia; -que las de España en Amé
rica eran insostenibles por esa razón, — y porque nu
babia medio de atenderlas A tanta distancia. Los
vejámenes de los gobernadores; — ^la distancia y
dificultad de tiempo, sol)re todo, de los habitantes
para reclamar de sus agravios;— las venganzas á
que, esperando, se exponían; — las dificultades de
hacerse oir y entender en Espaíla, las ventajas de
los Vireyes en Madrid para ser mejor escuchados;
— ^el amor A la independencia;— e! ejemplo délos
Estados Unidos;— las dotrinasdela revolución fran-
cesa;—los consejos de los extranjeros, etc.,— todo
debia traer la independencia de las colonias espa-
AuL'is en breve.
El me<t.^ de adelantarse á ese hecho y convertir-
— 2^8 -^
lo en benettcio de España, era deshacerse de Améri-
ca, con escepcion de Cuba y Puerto Rico,
Las mmliclotips: — tro^ príncipes de la casa de
Borbon en los tres tronus de Mp/íco, Perú 1/ Costa
finne^ pagando cada uno una contribución remune-
ratoria á España y reconociendo á Carlos III como
Jefe Supremo, bajo el título de Emperador, — Casar
á los reyes con las princesas Jíspa fiólas, y á los prín-
cipes españoles con las princesas de América»
Celebrar tratados de comercio, con exclusión de
Inglaterra
Dar participación á la Francia en el plan y traer-
la á la unión política y comercial
Ventajas: -Contener de este modo el progreso in-
vasor de los Estados Unidos, que, aunque figuraran
al nacer con la ayuda de Inglaterra y Francia, serian
gigantes por las ventajas del suelo y de sus institu
Clones libres; ahorrar una guerra y una revolución
invítables; convertir en utilidad lo que debía ser
pérdida; sacar mas ventajas rínancieras y rumercia
les de la independencia de América, que de su de-
pendencia colonial, estéril y nula.
Seis millones de pesos era todo lo que España
sacaba anualmente de sus colonias de América.
El conde de Aran Ja ofreciu dar los detalles de
ejecución,
Carlos ni temió, sin duda, chocar el amor pro-
pio nacional, ^y no aceptil
A Carlos IV le propuso la neutralidad en la re-
volución francesa y en sus disputas con Inglaterra,
— Lejos de oirle, lo destituyó del Consejo, lo des-
terró y procesó, como autor de manejos peligrosos
y sospechoso!?,
El Duque de Memlia, joven de veintiséis años,
lindo, favorito de la reina, ministro de Negocios Ex-
tranjeros, pudo todo eso contra el ilustre viejo.
Loü sucesos vengaron pronto su memoria, Jja
AmiTÍca dejó de ser Española, y la revolución
francesa invadió y Immilld á ese Carlos ]\\ l^a
posteridad pone hoy conmíis al genio de Aranda.
Esa Memoria contiene todos los principios de la
política (mmicanaeuropea^ y viceversa.
Hoy como antes esinevitahle.
Ella es para ahorrar la guerra, tjue ha de dar
el mismo resultado si los gobiernos de AmfU ica no
toman la iniciativa de la reforma monárqmm.
La reaparición de la monarquia en América es
una ley de su progreso inevitable, por lo tanto. 8i
el mundo debe ser uno, ¿por qué dos sistemas ri-
vales de gobierno? Si la mayoría dá la ley ^;por (iiie
América no recibiría las /brwíí/íí europeas de Go-
bierno?
Yaque nos ocnpamos de la ductrina del conde
de Aranda, .ligamos algo de la de Monríie. Las
dos se corrigen y atemperan entre si\ para servir al
nuevo mundo.
En I 783, el conde de Aranda, ministro de Cár-
[los III de España en París, tirm(5 el tratado con
Inglaterra, en que ese soberano y Luis XVT re-
conorieron la independencia de los Estados Uni*
— 30(1 —
do$ de Norte América^ respecto de sn loetrápati*
£1 conde de Aranda presintió que hÁim fir-
mado también la independenm inevital^^ ^ *-• ^-^
venidero, de las posesionen empanólas en
aconsejo á su soberano que se anticipase á )os
hechos, til la forma qne acabaiBos de rer en el
párrafo anterior.
£1 conde de Aranda sefiald esa política cttino
el Único medio de poner las folonias españolas al
abrigo del doble peligjo de perderse para Esp;^^-^
y en seguida para sí misrnaíí, por la absoí ^
que haría de sn soelo la Bepública de Patomac,
que nacía pigmea, pero que todo annnciaba qne
gería el gigantt; del nuevo mundo.
T£é%im hechos que todos hemos TÍsto realizarse
á la mitad del sigio XIX, fueron previstos por
el gí^^nio del eí>tadista españcl rentes de ^^ revolu-
ción francesa de 1789.
Aranda teinia qne la República Sajona $e apo*
flerase <lf* todo el continente de Colon, como Mon-
roe temia que la monarquía despótica de Euiopa
lo absorbie.se por su parte. Ki la una ni la otra
aprensión llegaron á realizarse. Pero cada uno
de esos dos temores cubria un interés legítimo,
que eg preciso no confundir con la preocupación
que lo acompaña,— Monrüe quería salvar en Amd
rica la independencia; Aranda quería salvar all
la uioiiarquia, e^; decir, la autoridad y el orden, ^
Pero ni Monroe veia en la monarquía la muer
(le la independencia; ni Aranda veia en la inde-
penílencía la mneiie de la monarquía. Monroe nc
—•301 —
excluía la morianiuia A condición de la indepen-
dencia; ni Aranda excluía la independencia A
condición de la monarquía, -- Las dos políticas,
a^í limitadas, se completan, lejos de repelerse.—
Avanda qneria la independencia de America, para
salvar la monarquía; Monroe excluía la monar-
ijnia absoluta de la Santa Alianza en Anu^rica,
salvar la independencia, bajo un gobierno
tibre, no importa de qué forma. í^a monarquía
j^CoTistitucional fundada en la indepenthnria y en
sobenmia del pueblo americano, pone en paz
dos doctrinas de los grandes publiristas de
ambos mandos sobre el gobierno que cojí viene al
nuevo continente. La nueva faz de los ¿Mtonteci-
mientos de América, viene á confirmar la nece-
sidaíl de im término conciliatorio en el j»rincipio
monarquista y el principio liberal de América.
Pero ¿qné suerte tiene, ante los go(>iernos de
las repúblicas independientes, la doctrina que pn-
íiiera denominarse de Aranda, acerca de la mo-
narquía fundada en la libertad de América?— La
misma que tuvo ante el rey de España Carlos III,
jue ni siquiera se ocupj de ella. — Los nuevos
^gobiernos comprometen la independencia de Amé-
rica por las mismas repulsiones bícia la monar-
quía, con que los reyes de Kspaña comprometian
y perdieron la monarquía en América por sus
repulsiones bacía la independencia *l) Los presi-
dentes de América obran, aunque en sentido con-
4l)^íniUü fiarece recorclíir que esLo so otsí^Mbia en ios rao-
beatos en íjue Prüncin iinponiti la inonnrquin r'» Méjico,
— 302 —
trario, con la misma ceguedad é imprevisión que
los reyes absolutistas de España, en cuanto al
medio de proteger la independencia de América
]K)r la centralización, y la centralización por 1h
indei)en'iencia americana.
Desde el tiempo de Carlos III, mil veces haa
recibido los reyes de Europa el consejo de Arauda
«lado por otros y todos le han dado la acogida
4ne tuvo en España. La Europa entera es res-
pí»íisable de la misma imprevisión que Carlos III.
CAPÍTULO QUINTO
OPINIONES DE LOS PRINCIPALES HOMBRES
DE U SBVOLCOIOH SOBRE LA HONABQUIA
§ I
Palabras y opiiiloues de» Relgrano en fayor de la
iuütian|uÍH
« En mi concepto, la forina de gobierno mas
conveniente para estas provincias seria la de mm
monarqiifa temperada. -
fPronunciadas en el Congreso tic Tumman en
la sesión del f¡ de Julio de ISKi). (1)
Lai signientes opiniones de líelgrano sobre la
conveniencia de una monarquía constitucional para
las provincias del llio de la Piata, mn tomadas
<1) En los II líos I8ÜS y \%\)\^ sw Belgr nno hnUifi soH'itrido h\
venida ¿i Buenos Aires 'tie Jii priuóCíia Carlotn parn loriiar Ui
roronadeesos países i Historia de Delgrano, por Mitre, tomo
_ >»i ^
del Infirme qae paij ti inreaor túmd^íS, el 8^
de Febrero de 1816:
c Obtener de Carlos I \^ oaa declaración espon-
tánea, hecha en virtud de >iU soberanía, por la
qae separe á la América de la E^ptüa, coasti
tuyéndola en dos <í iiia> monarquías constítucia-
nales, absolutauíeute independientes, poniendo en
ellas á sus hijos: hacer que el mismo Carlos V
comunique esa resolncion á los soberanos de Eu-
ropa, )" lej pida que la apoyen contra toda ten-
tativa de 8U hijo Fernando VII; es conseguir de
un golp3 la inJepsndencia de América, neutrali-
zar la hostilidad de los gobiernos absolutos contra
ella y poner por el hecho un término á la guerra^
Bklgrano — RivADAViA— Sahhatka
Se dirigía esa solicitud á Carlos IV, en 18I3|
en virtud de la protesta que habia hecho ese so-
berano, de retener los derechos á la corona de Es
paila y de las Indias, por haberlos abdicado violen -
t amenté. Se sabe que esa abdicación habia sido
:áiempre desconocida por todos los soberanos coali|
gados contra Napoleón, como hostilidad ó por oposi-
ción á (ístej que d su vez derivaba sus pretendi-
dos derechos á la corona de España de la abdi-
cación de Fernando VII en su favor.
La negociación argentina cerca de Carlos V
tenia lugar en Junio de 1815, en los momentc
— 305 —
en que la batalla de Uaferho, dejaba sin objer
ni sentido la validez que la Euro|ía roaligada atri-
biiia á los derecbos de Carlos IV. Asi es que
é^te soberano desechó la oterta del trono aigen-
tino» oíi^cido á su bijo D. Francisco tle Paula, á
despecho de la Reina Maria Luisa y del príncipe
de la Paz. que apoyaban la ne^fociaciün; y los ne
gociad*irei americanos, ni por el pensamiento se
atrevieron a proponerlo á Fernando Vil.
Las palabras arriba citadas niucí^tran cuál era
el fin de la negociación que Ilivadavia, lielg;rano
y BaiTatea desempeñaban» p^r misión que les dio el
Directur Posadas^ en lsl4.
Los siguientes eran los motivos y rabones que
ellos tenían para buscaren la erección de monar-
quíah juonstitucionales independientes en Amt^rica,
la sulncion del problcuia de su revolución contra
España.
Primero — La falta de simpatía de la Inglaterra,
y de la Europa, á la revolución republicanii
8egundo—Hl egoísmo de los Eshulos Ihúdos y
íiu deseo de que Lspatla conservase sus colonias, en
odio á Inglaterra.
Tercero — Salvar el principio de la soberanía del
pueblo Americano, dándose reyes de su elección, co-
mu Empalia se babia dado el suyo.
Cuarto ^Salvtir el principio de legitimidad para
remover las repugnancias y escrüpulus de la Ingla-
terra y de la Europa monárquica, hacia la revo-
lución.
Quinto — Conquistarse las simpatias de las nñ,--
— HfíT ^
tímoafios de revolución, desdt^ 1810 hasta 18 1 :-
eran ya nna cn/amitíad Intnlcmble paia Belgranu
— C¿»rí/^ííf/^í/y<?5 de guerra civil no son nada para
los que se pretenden sus admiradores.
1 4a razón de esta diferencia es eomprensible Bel
grano «lueria la Uionaiquía, por»|ne su coia^íon patrio-
ta y desinteresado no qneria el poder para sí. Otros
tjuieren la república porque su corazón sinpatriotis
DIO «luiere el poder para sí mismo, y son felices con
esto, aunque se arruine el paí>.
Estoí? pretenden que la monarquía ha dejado de
í?er oportuna
Habrán dejado de serlo las condiciones con que la
qnísieron lüs argentinos en lsl5^ en nombre de
las necesitlades de nuestra situación de ese momento;
pero no asi de la monarquía, en sí misma, y cou
Mras condicionéis que reíipondan á las presentes ne-
'eesidades de la situación americana.— En Europa
iiii>ma la monarqiiia absoluta, de otra edad, ha dejado
di' ser oportuna en este siglo; pero la representativa
eK mas oportuna que nunca.
La prueba de esto es que la Constitución^ que
formulo Belgrano en 1815, para el Meino Unido
la Pinta, contiene todos los elementos del go-
bierno que reclaman las necesidades de nuestra
presente civilización americana»
En otra parte hacemos el resumen de ese pro.
yecto, que contiene el desidefatum, el prospecto y
progrí\ma de la América política.
Pero no hay duda de que los motivos qne ser
vían dp regla á la diplomacia argentina de 1815,
— 3(>8 —
lo son nasta hoy misiiiu íle toda m diplonmcia
americana y lo serán hasta que Anit^rica liaya
encontrado y consol idaílo el gobierno de que ca-
rece hace cincuenta aOos, y de que necesita para
llevar á cabo las Cün<iu¡íiitas de civilización, que
la revolución tuvo en mira.
Tal es el grande objeto de la diplomacia ame*
ricana, y no tiene otro, á saber: — hacer servir la_
inñuencia simpática de los poderes mas fuerteal
mas civilizados, mas ricos de la tierra al e^a-
blecimieiitü y sosten de gobiernos americanos, tan
salidos y estables, tan eficaces y dignos de res-
I»eto como los que existen en Europa al servicio
de su civilización, modelo y manantial de la nue-^*
tra, Pero ^;tiene otro objeto hi verdadera y sa-
bia diplomacia, donde quiera que sea^ que fortifi
car el gobierno nacional, por conexiones y reía-
Clones crfnttíf/erasf
La diplomacia, y no la espada, es la llama tía
á resolver el problema de nn gobierno de civil i*
5íacion para Sud-Aun^rica.
La espada pudo servir á la independencia, por-_
que ella pudo echar de América la dominacic
antipática y retrograda de la España; pero no ten-^
díia el poder de obligai- al mundo civilizado ¡^
entrar por la fuerza en el suelo americaro, qi
necesita de sus beneficios tanto como de su inde~
pendencia.
Esto es lo que olvidan á cada paso los defens
res de América, sinceros y afectados, á saber:
t^ne la independencia, aunque el primero de
^ 3W
bienes, no los encierra todos» no es todo el fin de
8U revolución. No es siquiera un fni^ sino un
medU) de comeguir el fin, que es la civilización, es
decir, la ririueza, el bienertar, las ciencias, las artes,
la industria, la legislación, la moral, la libertad in-
terior, el orden.
Si todo esto debe venir de fuera ¿qué puede hacer
la espada para atraerla? ^¿w puede hacer paia
crearlo si uo ha de venir de fuera?
Los que dicen que una revolución está perdida
cuando se echa en brazos tle hi diplomacia, toman
por revolución los groseros cambios de personas en
el gobierno material. Para tales cambios, el sable
es todo y el iniico instrumento, I*ero la revolución
en el sentido »le regeneración y reforma radical de
vida política y social, es una legislación en lugar de
otra, instituciones nuevas sustituidas á las viejas, la
libertiid eu lugar de la obediencia servil, la paz dig-
na y feliz, en lugar de la inmovilidad de los cadáve-
res y de los encadenados, la discusión rej^petada en
lugar del silencio ó del lenguaje impuesto de los au-
tómatas, la riqueza y la abundancia sustituidas á la
miseria— Puede la espada hacer brotar á golpe^i los
códigos, las instituciones, las costumbres, las luce^,
la riqueza, la civilización?
Para una revolución de este género,— y esta
es la revolución de América— la espada ea un
obstáculo, mas bien que un instrumento, vencida la
primera dificultad
No hay para los gobiernos de Eurupa en Anié-
riríi otra d¡pIoín;nia nue la bn-nda en el pensamiento
fjue el conde de Araiida sometió á Carlos III; ni
para los gobiernos de América en Enropa, otra,
qae la base general propuesta por Belgrano y Ri-
vadavia á Carlos IV, en 1815.
El resultado de esa doble acción de influencias
debe ser la creación y el so-itenimiento de la antori-
dad necesaria á la paz de un mundo y al interés
de la civilización de ambos, no imparta en qué]
forma.
El prot/ccfo de vonsiitucion jHira la mortarfjiúa
fUl PfaUíy que escribió Belgrano y que aceptó lli-
vada\ia, y que ellos sometieron por conducto del
conde de Cabarníií al examen de Carlos IV, para que
su Ilijo lo jurase antes de ocupar el trono, tenia por
bases principales la independencia y la libertad de
la Nación Argentina, que recibia en el proyecto
la denominación de Reino UnitU de la Pialo
líl monarca era inviolable. Una noldeza sin
privilegios, accesible para todas las capacidades,
debía ser la barrera protectriz del trono. Habría
un parlamento argeritinn dividido en dos Cámaras,
una de nobles, oti'a de diputados, con los podere-:
y facultades de que disfrutan en los países libres.
La constitución creaba el poder ministerial» en
virtud del cual el soberano debia reinar sin gober-
nar El poder judicial debia ser independiente y
responsalile; y, como principios de dereclu» público»
la constitución monarquista de Belgrano consagraba
la igualdad en las cargas públicas; el.iccesode todos
á toiliis los enipIeoSj y de todas las capacitlades á
la noMeza; la libertad de coneíoneia y de culto, la
liburtad de iniprenta; la iriviolabilidíid de las pro^
piedades y la seguridad de las personas.
Ya se daría de parabienes la luii^ pintada dp las
actuales repúblicas de América de tener jior consti-
tución la que ledactó Belgrano en 1815. Pero, el
hiiítoriador republicano de este grande ])ombre,cali
ficadc combinacityn tea inhábil contu puenl, de rrror
jHimJero, la aplicación mas discreta que baya reci-
bido hasta hoy el pensaraiento de que toda la Euro
pa hace boy mismo un título de gloria y admira
ciou al genio político del conde de Aramia.
Sin duda deriva su competencia jiara calificar así
la organización proyectada por Belgrano, en 1m15,
de la que ha dado él, en 1862, copiando al gobierno
did Japón, con dos capitales, dos ejecutivos, cuatro
cámaras o dos Parlamentos, dos ejércitos, dos tesoros
dos deudas, dos créditos — comedia inniorah c -m-
puesta solo para dar^e im puesto cómodo y hari^rjíe
pagai' un sueldo regio.
Sil
juioucs^ imlabnis y lipchus de Siin Martiii ími favor
áé Xa íiionarqitja coiistiturional <'(i Ainéneii
Kl pían que San Martin presentaba en Lima, en
1821, al Virey Laserna, como el gran medio de
pacificar á la América con la Espafm. no lo es has-
— 312 —
ta hoy de paciíicar á' la América consiga misma?
-Este gran medio, segim él, debía tener por base
la independí neia de América.
Pero, (anadia en la memoria sobre su plan dej
pacificación que presentó al s^irey, en nna entrevista
solemne tenida al efecto en Pnnchanca) — .. estando
demostrado por la experiencia de una revohicion de
oncéanos, que el gobierno mas adecuado á las clases,
á las costumbres, á lo-i vicios» íí las preocupacio-
nes, al carácter de las poblaciones y á la educación
del Perú, seria una uiotianiuia constitucional que
asegurase su independencia, su libertnd, -u seguri-
dad y sn opulencia, era, en su concepto, la obra
mas digna de los que ejercian la confianza pública,
ecliar los cimientos de esta obra de un modo sólido y
que asegurase h ¡az c'on España.
San Martin pensalm como Belgrano idice Mitre)
qne faltaban elementos sociales y materiales? para
constituir una república; y qne con un monarca
era mas fácil consolidar el oi'den, fnndar la indepen-
dencia y asegurar la liljcrtaíl conqnistHndo por el
hecho alianzas poderosas en el mundo y neutrali-
zando á la vez el antagonismo del Brasil- (Mitre,
vida de lielgrano, tom. 2, pág, 40 1 , i
La guerra de Kspafm era la {;nerra que enton-
ces tenia el lugai* ile la que América ha alimentado
después consigo misma por espacio de cuarenta
ufios, y dura hasta hoy
La monarquía, que era entonces el término re-^
gnlardí^ la /y^/^rm de la independencm, es hoy el
término regular de la guerra dril
— 313 «
Kl programa contenido en las citadas jíalabraá
lie San Martin, vale para la independencia de
América boy mismo, tanto conjo sus victorias de
Méjico y Chacabuco,
Es el mismo plan propuesto por Belgrano y
Ilivadavia, á Carlos IV, en 1815. Los dos gra-
vitan sobre !a grande idea pacificadoia del conde
4le Aranda, si-tmetida á Carlos III en 1773.
Belgrano hallaba que eineo atlos de una revo
Jnrion consaí^rrada á varios eiisayos de organiza-
ción republicana, era bastante para reconocer la
necesidad de la nionarqniu
San Maríin bailaba que om'f* nüos, es decir,
el doble, era nms que í^uficiente para acreditar
la ineficacia de la república.
Pero el general Mitre, juzgando á los ti
:i iiides bombres, piensa que rinntenta itfios de
u'uquia republicana, bau hecho pasai^ de tiempo
la monarquía; lo que vale decir que la anarquia,
habiendo prescripto los derechos del gobierno, es
la reina legítima de Ainerica.
Es verdad que Sau Martin y Belgrano, aunque
habian dado independencia á tres repúblicas, no
aspiraban á ocultar romo presidentes la silla del
jioder, que su patriotismo brindaba á los príncipes
de la Europa, que gn^tasen hacerse americanos
Si la rejmf/Hca era un elemento necesario al
éxito de la guerra de la independencia, menos
oportuno era abandonarla cuando esa guerra es-
taba pendiente, que hoy que ha dejado de existir,
dejaado poj' resultado la independencia victoriosa
y aceptada hoy por la Euiopa y por la España
misma. Mitre y Restrepo, sin embargo, creiari
menos inaílecuada la monarquía para aquel tiempo.
No tiene otro origen que ese la especie de
impopnlaritiad que encontró entonces la idea de
restablecer la monarqnia.— Los grandes órganos
del interés público, mas bien que de la opinión
publica americana, pues no la habia en aquella
época, los que le daban al pueblo americano la
independencia sin consultar mucho su opinión en
este punto; los que iniciaron é hicieron ia gran
revolución desde las alturas del poder mismo, eran
y debian ser loa verdaderos representant^^s, lo 4 ecos
legítimos de la opinión de América sobre la forma
de goMerno,
Si lus planes monárquicos de Belgrano y San
Martin, no hubiesen fallado por la ceguedad de
España, no habrian dejado de realizarse por los
pueblos de América, y tenemos una prueba sobe-
rana de esto en el ejemplo del BrnsfL A la sen-
satez del Portugal debe el Brasil la menarquia
que hace hoy su felicidad.
Si, porque cayíí el trono de Iturhifie, preten-
demos que la monarquía es impracticable en Amé-
rica, debemos inferir que la república lo es mil
veces mas, del hecho de ser raro el gobierno repu-
blicano que no haya sncuniln'lo antes de cumplir
m período constitucional
Pero la república en sí misma ha quedado eii
pié , dicen sus partidaiios.
Pero la anarquia ha quedado todavia mas fir
me qtte Ja república, y no hemos de inferir de
ahí, que Id anarquía es un régimen que conviene
á la America del Sud, mas que la monarguia.
El siguiente es el resumen de las proposicio-
nes y de la forma en que S;m Martin las pre-
"sentd al virey Lasenia, según lles-trepo, historia
dw y actor en los hechos de ese tiemj)o.
«Si se reconoce la independencia y se dechii^a
de un motlo público y solemne, el general San
Martin hace las siguientes proposiciones: —Prime-
ro. El general virey Laserna será reconocido pre-
sidente de una regencia, compuesta de tres imli-
viduos:- 'Segundo, El mismo general 6 el que él
elija mandará los ejércitos de Lima y patj'idtico
como una sola fuerza: — Tercero, Quetlará sin
efecto la entrega del castillo del Callao: —Cuarto
El general San Martin marcliará á la Península
f^ara negociar con el soberano de España: — Quiu*
t • Las cuatro provincias pertenecientes al virei-
nato de Buenos Aires quedarán agregadas á la
monarquía del Perú: — Hexto. El grande objeto de
estas jíroposiciones es el establecimiento de una
monarquía constitucional en el Perú; el mona na
será eligido por las Cortes genérale^: de España,
y ia constitucirm á que quede ligailo será la que
formen los pueblos del Peni: — Séptimo, Se coo
peraria á la unión del Peni con Chile para que
integrase la monarquía y se harían iguales es-
fuerzos respecto de las provincias del Kio de la
Plata .—Se vé que San Martin no consitlera ina-
íipcnadas, para la iivouarqnía, A las provincias
argentinas de que era üriginario, y en cuyo ñora-
bre babia llevado la guerra á Chile y al í'erú,
en bnscu de la independencia argentina especial-
mente, cuyo suelo estaba ucupado por el ejército
español, en cuatro de sus provincias septentrionales.
Las razones y ven tajas de ese plan de San
Jlartio, están reasumidas en sus palabras que
liemos transcripto mas arriba.
Las que presentó al vii'ey Laserna se reducid
principal mente á lo siguiente: — paralizar y hacer
cesar los estragos que el comercio recibía de la
guerra y de su prolongación; uniformar la acción
del poder y de la administración , y las ideas de
los pueblos, [írepa raudo asi la constitución adecua-
da á nuestras costumbres, á las preocupaciones
y atraso del país; pacificar la actitud de los pue-
blos y disminuir sus sacrificios; disminuir el ejcír*
cito con miras de economia; íbmentar el desarru-
llo del comercio por una paz sólida y estalde;
prevenir la emigración de los espafioles acauda
lados á países extraiigeros fío que hoy significa
fomentar la inmigración de hombres y capitales
extra ngeros); unir (Uiayaquil al f*eru tomo puerto ^
necesario para los progresos de la monarquiaj
prevenir la división y el odio entre americanos y'
extrangeros y hacer de todos una familia; servitj
al lU'ogreso de la marina y de la industria, en
— 317 -
Esparta y Europa; qne los negros enrolados m\
li>s ejércit/0!?, volviesen á las haeieaclas huya un
régimen que eonciliase su libertad con las labofv^
de la agricultura*.
Cuál de todas esas rabiones no vi vf hasta lioy,
reclamando en su servicio el establecimiento ilel
sistema de gobierno que proponía en 1 821?— Solf*
para los hombres á quienes nada debe Amériea
son insignificantes los estragos de la anarquía con
tal que viva la república, tjue le^ permit- ?íer pre-
sidentes
San Martin, como líolivar, fue calumniado por
los que le atribuyeron el pensamiento de coro
narse,
Lejoá de eso, propuso á Laserna, que dejaría el
mandato de su ej<^rcito victorioso é iriaá Madrid
como miembro de la comisión que debia - ^ infor-
mar al gobierno eíspañol de la resolución y acomo-
do y de sus graiides ventajas, y solicitar que un
príncipe de la dinastía reinante en Kspaña pase
á esta parte de America lal Perú), á ponerse á la
cabeza de la monarquía constitucional. ^
Aunque el comisionado Abren (dice l{estre|>oj
aprobara las proposiciones de San Martin, de nin-
gún modo merecieron la aprobación del Virey y
de sus consejos, (1 )
Todos los gefes americanos, según Restrepo, ad-
herían al plan de San Martin — Por los espaOo
lea dejó de tener efecto, como sucedió en ese mismo
(1) HUlorJo de [a revolui^íort de Colombirt, tníu. III, tvi«j^.
— a« —
biire
especie
decrepitud
deticia de espírítii en su béroe, la^ proposiciones
hechas á taísenuk y á Bolirar, fendefites á mo-
oarquízar el Perd. — Desde que se seotd en el
ióUo de !og Vireytrí, dice él, San Martin perdid el
feíttido y el acierto
No en San Manín el qoe proliaba esa dife-
reneia endre derribar j reorganizar, era la rero-
ladon que, mientras se trataba de destruir el fiejo
iFKler eipaíioL todo era éxito y acierto: pero coan
do m trataba de organizar el nuevo, se entraba
en on atolladero «jae dora lia^ta hoj mismo, sin
Qf^r mentada bajo el solio de lo^ vireyes, porqne
falla lo qne San Manín echaba de menos y quería
•raer— la tnonarquía en que se educó America, «po-
jrada, no ya en el depotismo, sino en la indepen-
dencia y hi libertad. San Martin, gobernaba al
ni9 -
la posición falsa que tiene hasta hoy, desde la
aparición de la república.
Lejos de probar sn decadencia moral era la
de un buen juicio superar á todos los hombres que
le rodeaban, su opinión en favor de la monarquía,
iiae era antigua en él La tenia desde LSI 2,
traiJa de Kuropa. A su llegada á Buenos Aires,
manifest j esa misma opinión. Prcguntiíndoie, en
tonces, Kivadavia,— á qué venia á America, si
no estaba por la república^ — ^. Vengo á trabajar
por la independencia de mi país, dijo San Martin,
y de esto se trata hoy: en cuanto á la forma de
gobierno, es asunto secundaiio de que se tratará
después del líxito^^ — San Martin tuvo mus parte
que se cree en la comisión dada á Eelgrano y
Rivadavia en 1814.
También fiestrepo, en su historia «le Colombia
^tom, 4, pág. 213) atribuye a una exaltaciou mor-
bosa de sensibilidad y á ana enfennedml grave qne
habia drhilUach (en Bolívar) su parte moral, las
ideas que en su uomljre, su secretario general D.
José 1). Espina, sometió A su Consejo de Minis-
tros píira abrií' una nego(!¡ac¡on dirigida á colocar
los nnevaís Estados de Sud Amih^ica bajo hi protec-
ción, ivjlnenc'ta, mediación^ custodia ó salvaguarda
(m iniporta el nombre) de uno 6 mas Estados pode-
rosoli de Europa.
Bolívar, que habia practicado el gobierno por diez
años y experimentado y conocido sus dificultades
mejor que su historiador, sentia desde entouces lo
iííK- tit.ln America reconoce hoy, á saber: laimposibi
lidad de dar fuerza álw nuevoí» gobicrnojí ameriea-
nos por garantías internacionales campatibles con la
independencia del nuevo mundo.
San Martin se confesaba — ; un americana re-
publicano iK>r principios y por inclinación, pero
que sacrifica esto raisino por el bien de m patria. •
-Carta áGodoy Cruz de 24 de Mayo de 1816.
Restrepo, en eso, parece seguir completamente
la moda confortable y cómoda de enconti ar anor*
mal toílo pensamiento de monaiquía.
Ese mismo hÍ8toría<lor, sin embargo, dice de
Bolívar lo siguiente:
§ m
Ideas y pa^os il(* Bolívar eit favor ile lamcmaniuia yj
c'ciiitra la llei»iibiica
iElfibcrtador (dice llestrepoi deseaba para Co-
lombia nn gobierno en que loí* pueblos gozaran de
todas aquellas garantías compatibles con su estada
ííocial; pero sus grandes talentos y su experiencia le
liabian ensenado como una verdad incontestable que
los habitantes de bis Colonias ei^pailolíis de la Améri-
ca del Sud no se podían gobernar por constitucio*
nei calcarlas sobre las de los Eitfada.^thúdos de iVar-
l(i'Ain('íiiu,y sobre las que jamás pudieron subsistir
en la Francia republicana. Estos eran los modelos
que el Libertador veia seguir ií nuestros legislado-
res, y él profesaba la mas grande ¿i versión á tale»
modelos, » {Tomo 4, jiág, IOS .
< En cuanto á la adopción del sistema monár
quico, eligiendo un príncipe europeo, hacia ya
algún tiempo fdice Rdstrepo) que sos amigos babian
oído decir al Libertador:— que Colombia y toda
la América espailola no tenían otro remedio, para
libertarse de la ananjnía que devoraba á su$ pue-
blos, que establecer monarquías constitucionale?, y
qne si los habitantes de Colombia se decidieran por
este sistema de gobierno y llamaran á reinar á
un príncipe extrangero, ¿1 seria el primero que se
sometería á su autoridad y lo apoyarla ron su in-
flujo >^Esto mismo, añade Héstrepo, repitió en
una época posterior, [Historia de Cohmhin^ tú-
fHO 4, pá(j. 307).
Cómo, entonces, atribuye esas ideas á mía ¡fmve
iftífeifiiedad que habia dehiVitado SH moral? — Es la
lie Bolívar, ü es la del historiador, la moral debili-
tada que se revela en esa reflexión?
Bolivar df'.ñmñls» federación, — la anurqfdft rr-
f/tdarimda ,
A veces dmlal).t u afectaba dudar de la practica-
Uilidad de la monarquía en Colombia; entonces decía:
■i— cElmejor gobierno para Colombia seria un presi-
dente vitalicio y un Sríuadu hereditario, como el que,
en 1819, propuso en (Juayanai. -Estas fueron sui
bases constantes de organización paralas repúblicas
modernas de la América antes española, según Res-
trepo.
Lo mas cierto es que no tenia opinión ftja, ó
21
a9o
temía confesar sns opiniones monarquistas por no
exponer su popularirlad Así, ae le oyó repetir: —
«Mi opinión sobre forma de gobierno y organiza-
ción política de la República, es que se haga lo
que los representant-es del pueblo €rean ser mas
conveniente.
Y c^mo los representantes del pueblo se refie
rm^ á su vez, A las creencias d£l pueblo para adop-
tar las suyas, y el pueblo de Sud-América no
tiene creencias ni opiniones sobre formas de go-
bierno> resulta que no hay quién diga en América
cuál es el gobierno que le conviene, — Esto pone
en manos del extrangero la iniciativa de la forma
exigida por el orden, lo cual es ya una desgracia.
Bolivar quizo que su Consejo de Ministi'os pi-
diese la protección de la Europa en favor délas
nuevos gobiernos republicanos.
Su consejo pensó, con razón, que la Europa mo-
nárquica no la fiaría á gobiernos antipáticos por
su forma republicana, y que la condición de ese
apoyo debia ser la adopción de la forma monár-
quica.—Por eso acordó que la monarquía era la
forma conveiíiente al gobierno deColombia.^Su
primera gestión fué preguntar á los gobiernos
de Inglaterra y Francia^ por sus ministros Madrid
y Palacios, residentes en esas Cortes: — «si en el
caso de acordar el Congreso Colombiano el esta-
blecimiento de una monarquía constitucional, darían
su asenso á ella, y si protegerían á Colombia en
el evento probable de que por tal motivo la ataca-
- 323 —
mn las repüblicas Americanas. -. (Réstrepo, forn. -#,
¡mg, 2^MJ.
El .^efior Madrid, niinistro Colombiano en Loii-
dres tuvo dos confereneias con Lord Aberdeen,
Ktífe ú%\Foreiny Office, cuya respuesta fué evasiva,
dejando á Colombia la elección de su desrino, con
tal que no se tratase de coronar un príncipe íVan-
ees, ni tampoco ingles.
Bolívar misino hizo cesar esta negociación por
temor de que dallase á suf/loria, que el ereia mm
iJéop ¡rt la d tJ*^ ( o ¡outhia.
Kn IH30, deciít Bolívar:— -Todas mis razones
de abstención se fundan en una: — no espero mlud
imlu patria ,
Xo se puede vacilar en atribuir á Bolívar las
jdeas contenidas en los oficios de su Secretario f/enc-
i/, dirigidas por orden del Libertador Presidente
pe Colombia, á su Ministro de Negocios extrange-
3n, para abrir la negociación de un protectoratlo
europeo. — Corren en la historia de Colombia, de
Jíestrepo, tomo 4, páginas 209, 211 y 249,
Bolívar desaprobó la nionarqnia por la forma en
xe la propuso el Consejo. Lord Abardeen encun-
trá vaga é impracticable esa forma, por la cual Bo-
lívar debia ocupar toda su vida el poder, que al
cabo de ella pasaría á la del Rey electo de an-
temano— El Consejo formuló mal una idea sensata
en el fondo, y es, que la monarquía debe ser prece
ilida en su establecimiento por una dictadura ó p^r
lina regencia. (1)
No se debe hacer mucho pié en lu que pedia
Holivar de Europa. El mismo no sabia deíinirlo;
así, le daba cuatro ó cinco nombres —protección^
infiuencia^ patrocinio^ inttrvencirm, mediación,
concluía por decir uiome importa el nombre.»
La cosa que él deseaba, porque considera»»^
esencial á la vida de los nuevos gobiernos, eni*
lo que no tenian ellos ilentro del cütuIo de swf
elementos internos: — las garantías de estabilidad,
de orden, de paz, (¡ue hasta hoy faltan, porqué
la república es incapaz de darlas, en vista d^
cincuenta años de experiencia.
Bolívar quería lo mismo que quiere hoy tod
el mundo; lo que quizo Airear en 1815, ruar
vio, jíin saber deñnir el remedio, lo equivocaba^
con una cosa que se le parecía en lo exterior
^ IV
Opiniones de Alvear sobre lu rejitiHlk*^
El general Alvear, como San Martin y Bolívar,
trabajando por lu imhpendencta americana, no tema
te en la república.
íJ> Díaz y UazoU, en su bistorif» de Colombia t*ríUc*an á Bo-
livr<r por<[ue no hnbin r»ei*seguÍjJo erhniruHtiHfnte á sus con-
ísojero» por la dichn utístioru A eseiniamo Btizott ba visto eii
1-1 PseriinetKio in gnceto de \n Reina^ eíi ^« ^' ' ' *-* ; io
jiia íeionifi que le hizo la repúbtioíi a
: I como Cónsul o aicenleén EspaiíJi, * r».
— n2:» —
En 1815, siendo Jefe Suprema de la Kepúbli
ca Ai'gentina, envió al señor Garcia en misión
cerca de Lord Htraford, ministro británico, en Rio
Janeii'o, y aun le escribió él mismo solicitándolo
para que obtuviese de Inglaterra nna protección
.sobre las Piovincias Argentinas, que ha sido cali-
ficada de modos may opuestos, por lo incierto y
vago de las palabras de Alvear y de su negó
dador.
La negociación no surtió efecto, y la carta no
fué entregada á Lord Straford,— En 1842, se en-
con tro cerrada entre los papeles de Rivadavia,
El pensamiento de Alvear y de Garcia ha sida
mal aprpciado por Florencio Várela, Mitre y otvrts
á mi ver sin justicia.
Las calumnias de parte de los cmulos y con
temporáneos de Alvear, se explican; en la poste-
ridad de esos grandes homlires, son ingratitud y
torpeza.
No vino el mismo Várela, veinte y ocho afios
mas tarde, á pedir la intervención protectora de
Inglaterra y Francia en favor de Montevideo?
No se reunió á los franceses, en 1840, contra
el gobierno argentino?
El mismo Mitre, que con Várela afean lacón-
duct-a de Alvear y Gaicia, si ha servido á su paí!=,
como él pj-etende, lo ha servido desde fuera y ron
el extrangero siempre, hasta que, en 1 852, cntní m
su país natal como militar de Montevideo, en la
columna Oriental aliada al Brasil, y bajo la bandera
cxtrangei'a íle Montevideo, que debi(i su existencia
4e tal á ese mismo Alvear, insultado en su tumbn
gloriosa por el héroe «le todas las escarapelas.
Qué qui^ria Alvear en 1815? — Lo mismo qa*?
«luizo Bolivaí', el libertador de cinco república^J
para Colombia, en 1829, quince aflos ma. tarde, y
cuando la independencia de América era ya un
m\ hecho coronado por la victoria.
Su deseo no eni entregar la América á la Eu-
ropa. Tal imputación hecha á los autores de la I
independencia es de una deshonestidad repugnante.
Ellos querían colocar en los brazos protectore.<
de la Euiopa liberal, la existencia de los nuevos
gobiernos, que se mostraban incapaces «le gober
narae á sí mismos, y de darse h paz y el orden
que convenia á sus progresos. Pero, decididos al
mismo tiempo á no volver jamás al despotismo odiado
de los españoles, pedian á la Europa liberal una
clase de apoyo que no sabían definir ni calificar,
pero que de íiingun modo debia excluir la indepen-
dencia conquistada .
Era un refugio de orden y de libertad lo que
buscaban en los brazos de esa Inglaterra, patria del
orden y de la lihertadj no nuevas cadenas, ni la
humillación de volver ¿í ser colonos de ningún
poder.
Ya no era España el enemigo temido; era el
desorden y la ruina, en que perecían los vencedores
de jVmérica, por sus propias manos, pero en servi-
cio del enemigo vencido. Era natural que lospa*
dres de esa patria, que usaba de su independencia
jíara despedazarse, pidieran socoiro al mundo libre.
327 —
No tenia atro significado la correspondencia en
que Bolivar encargaba á su ministro abrir la nego-
ciación de un protectorado, infidencia, pafrochm,
mettiadon 6 interrenctotf, de Europa sobre Anií^-
rica.
Nada mas fácil que encontrar ese sentido en la
carta de Alvear si se lee con el respeto filial de
un buen americano.
Cinco años de repetidas experiencias, decía, han
hecho ver de un modo indudable á todos lo>i hombres
de juicio y opinión, *|ue este país no está en edad
ni en estado de gobernarse á sí mismo; y que ne-
cesita una mano exterior que lo dirija y contenga
en la esfera del orden, antes que se precipite en los
horrores de la anarquía, Pero también ha hecho
conocer el tiempo la imposibilidad de que vuelva á
la antigua domiimcion, porque el odio á los espa-
ñoles, que ha excitado su opresión desde el tiempo
de la conqnista^ ha subido de punto con motivo y
durante la revolución > <■. La sola idea de compo
sicion con los españoles los exalta hasta el fanatismo
(á los argentinos] y todos jurarán en púbhco y en
secreto morir antes que sujetarse á la metrópoli
Están dispuestos á sufrir la destrucción del país,
antes .que volver á la
antigua servidumbre j^ ,
La Inglaterra, que ha protegido la libertad de
los reinos en la costa de África, impidiendo con
la fuerza el comercio de esclavatura \ ......,, ^ no
puede abandonar á su suerte á los habitantes del
Plata, en el acto mismo en que se arrojan á sus
brazos generosos.
.j* _Ui"L^
- 32H —
Alvear coiiftincUa la opresión ik los colonas es-
pallóles, con la eI^^•l^lv¡tlld de los negros de África,
pero no es menos claro el ^eIllido de la protección
que pefUn á Inglaterra. Ella tenia por objeto
salir de la esclavitnd, salvar la libertad conquis-
tada, no enagenarla ni venderla,
For qué admirar^^e de eso?— La uecei^idad de eii«
tx)nces existe hoy mismo. Si la independencia es
un hecho irrevocable, también es un iiecho que la
anarquía se mantieíie á su lado dividiendn ron ella
el imperio de Amériai.
Lo que querían los grande» aniei icanos, los pa-
dres de la patria, al principio de la revolución,
lo desean hoy mismo todoá los american»>s de co-
razón honesto y de juicio sano: no protectorados,
ni anexiones, ni recolonizacionea; sino iníluencias
apoyos, garantías honorables de podei^es amigos,
conciliables con la independeucia y con el derecho
de gentes.
Lo que sucede es que hoy se comprende mejor
y se sabe definir la clase de apoyo que la Europa
puede dar á hi estabilidad de los nuevos gobienio^|
de América, sin salir de las vias y medios per-
mitidos por el derecho de gentes, sin perjuicio
de la independencia y de la soberauia de loa|
Estados americanos, y antes, al contrario, en ser-
vicio de Jas miras de civilización y ile interés
gtneral, con que se hizo su revolución ínndamen-
trxl contra España.
Ese apoyo reside en el equilibrio, que protege^
la vida de los estados pequeños contra las aspi-.
329 —
raciones de loí^ grandes y poderosos á absorberlcíí
en su provecho propio, y contra los desórdenes
capaces de dailar á los intereiies comunes. En
virtud de esa ley del derecho de gentes, los es-
tados pequeños están protegidos y detendidos en
su existencia por los respetos recíprocos que se
tienen los grandes poderes en el seno de la gran
familia de las naciones civilisíadas, cuyo domicilio
principal está en Europa iiero á la cual se puede
pertenecer desde el cabo de la tierra.
Introducii" á los gobiernos de la América antees
empáñala en el seno de esa familia, bajo las leyes
y condiciones que protegen la vida de cada uno
de sus núerabros, es el mcilio legítimo y eficaz
de dar á los gijbiernos americanos la fuerza, res-
petabilidad y calma de que disfrutan los de Eu-
ropa.
Pero, !a condición de esa incorporación, es la
adopción de! sistema de gobierno, que es común
á todos los miembros de la familia europea. Ese
sistema, es la monurqnia.
% y
Ideas de RÍYaduvia sobre monarqiitíi y reiJiiblieii
El carácter de Rívadavia ha sido el no tener
ideas fijas sobre forma de gobierno, Es el hom-
bre que mejor representa las fluctuaciones de su
país en ese punto.
riHio —
Era el hombre délos contrastes y antíteí^is. —
Unitario, enterró la anidad y fandó la tederacimi.
— Negociador de una raonarqaía borbónica para
el Plata, en 1814, dejó el Plata, en 1840, por
no automar con sa presencia la intervención fran-
cesa.— Enemigo del Congreso de Panamá y de
la doctrina de J/onrop, obró como Monróe, en
1824, decretando empréstitos á la revolución e&-|
pallóla contra la Santa Alianza.
El año de 1812, en una reanion de patriotas,
ea que San Martín, recien llegado al país, ex
presó sus ideas en favor de la monm'quía, como
la forma conveniente al nuevo gobierno patrio,
Rivadavia bnbo de arrojarle una botella á la cara,
por el sacrilegio.™ ^Con qué objeto viene usted,
entonces, á la república? le preguntó á San Mar-
tín,— Con el de trabajar por la independencia ^
de mi país natal, le contestó, que en cuanto
la forma de su gobierno, él se dará la que quiera
en uso de esa misma independencia. ^
Dos años después, convertido á esas ideas, Ri-
vadavia aceptó la misión de venir á Europa trí\
busca de la monarquía para el Plata.
Colega de Bclgranu y Sarratea, entró de frente
en la idea del conde de Aranda, renovada por
el conde de Cabarrús, antiguo ayudante de campo
(le José Bonaparte, en España.
Todas las ideas monarquistas de Belgrano, lo
fueron también de Rivadavia en esa negociación
de 1815.
Fiel A esas ideas, Belgrano las prn}mso f^n 1 81IÍ
— 331 ^
al CuQgreso de Tucuman, y iniirio sin abaiulo-
nailas en 1H20, entre los horrores de la repú-
lílica,
Rivadavia, no habiendo podido organizar la
monarquía, se puso á organizar la re|jübl¡ca.
Pero en vez de dar á la república la centra-
lización de que la monarciuía deriva todo su poder
de pacilicacion y de orden; en vez de seiTir, en
nombre de la república, á esa centralización que
solicitaba de la monarquía para defender la in-
dependencia y el orden, la libertad y la paz de
las provincias, ^ — se puso á organizar de hecho la
federación ó el aislamiento de las provincias, cons-
tituyendo el gobierno provincial de Buenos Aires
(de que tuvo la modestia de hacerse secretario ó
ministro de provincia, después de haber sido ple-
nipotenciario de la Nación) con todos los poderes y
recursos de las demás provincias, y dejando á estas
excluidas e independientes de ese gobierno local
ofrecido solemnemente por modelo de imitación.
Con ese trabajo de descentralización el monar-
quista de 1815, levantó un obstáculOj que dura
hasta hoy, á toda clase de centralismo político en
el Plata, tanto republicano, como monárqidco. Es
decir, que mató á la unidad que era su ídolo.
No pudieudo ser unitario, fué unicida,
Pero como obró en ello de buena fe, el huíci-
dio involuniario no le impidiú quedar fiel íl la
unidad, en su corazón á lo menos.
En 1824, intento reconstituir un gobierno na-
cional con lo3 recursos y poderes nacionales que
- n:i2 —
él niÍ3iiio había adjudicado á una sola provincia;
y esta provincia, creyéndose vejada y despojada
en ella, resistió la organización del gobierno na^
cional por el órgano de Denegó y su partido,
y arrojo del poder y del pafs para siempre á Ri
vadavia, que murió en Cádiz,
Ese colaborador de la república en América
mimó como San Martin, en una monarquía de la
Kuropa^ víctima de su misma obra. Kolivar nc
los siguió por falta de dinero.
4^ VI
Palabras Úq Posadas sabré la monarquía.
tQué imparta qu*^ el que nos haya de mandar
He llame rey, emperador, mesa ó banco? Lo qnr
nos conviene es que vivamos en orden y que
disfrutemos tranquilidad; y esto no lo consegui-
remos mientras seamos gobernados por persoim_
con quien nos familiaricemos.
Siendo supremo Director o Jefe supremo de ia'
República Argentina, Fosadas fué el que mandó
íl líelgrano y Bolívar á Europa, en 1814, eii
busca de la monarquía, —Su ministro secretaría
era el seilor Herrera.
— ,U,v —
Toda el Congrega d(^ Tiicutiuiíi de 1816, que dcrliiró
la indepeiideiieia argentina, ern inonar(|UÍstn
He aquí, entre otras una prueba picante de
ente liecho.
Llegado á Tueunian, como general expedicio-
nario del Perú, Belgrano escribió á líivadavia,
v\ 8 de Octubre de lHl6, lo siguiente: ^ — Al
(lia siguiente de mi arribo á esta, el Congreso
rae llamó á una sesión secreta y me hi*^o varias
preguntas. Yo habU*, me exalté, lloré é hice llo-
rar á todos al considerar la situación infeliz del
país. Les hablé de la monarquía constitucional con
la representación de la casa de los Inca?^: todos
adoptaron la idea ,
El arlo anterior, los dos corresponsales no pu-
dieron obtener en Europa la monarriuía constitu-
cional con la representación soberana de un prín-
cipe de la casa de llorbon.
Ya en ese tiempo, 1816, la República Argentina
era infeliz en el grado de hacer llorar íí todo el
Congreso, no por la guerra que le hacían los
españoles, sino por la que se hacian entre sí mismos
los dos partidos federal y unitario^ en que se
dividió desde entonces la revolución.
Esa misma causa interior de infelicidad y ruina
dora hasta hoy mismo en la República Argén -
tina.
Mitre, para quien la indqimdencia era sola una
- 334 —
faz de Ixi retolueifjn, mira el fondo de la revolución
misma en esa lacha de jederales y unitariús. Se
equivoca. La revolución de América no se hizo
en busca de ceíftralizacion ó dmcentralizacwn^ de
federación u de unidad, que uo son sino foiinaá
de la repübhca, es decir, formas de una forma de
í^obierno. — Contraer la revolución que uo tuvo
por mira ni la forma misma republicana, á la
mas ó menos centralización de la república, era
extraviar mi^^ablemente á la revolución de su
grande objeto civilizador, que era la creación de
an ffobierno ¡mirto y propio, en vez de extrangero.
Según Bfér/rafio^ á quien Mitre llama ^kipersoni*
/ieacion 7nas completa de la revolución ? el gran re-
medio de la enfermedad que entonces adolecía la
revolución, era la monarquia constitucionaL
§ VUl
Palabras del Dr. Moreno en favor de la monarquía
í Lejos de nosotros los que en el nombre del Eey
encontraban un lantasma terrible, ante quien los
pueblos no formaban sin j un gi^upo de tímidos es-
clavos, Nos gloriamos de tener un Rey, cuyo
cautiverio lloramos, por no estar á nuestro alcance
remediarlo: pero nos gloriamos mucho mas de for-
mar una Nación; sin la cual el Rey dejaría de
serlo; y no creemos ofender A la persona de éste^
- :»5 ^
TñSBa^rSTaoios de sostener los ilerechos legítimos
«le aquella.
Sobre las miras del Conyreso que acaba de
f invocar y constituir al estado » Octubre y Noviem-
hre de 181(K)
...,. Si se prefiere el ejemplo (]ue la misma
España nos ha dado^ no queriendo regentes, sino
una asociación de hombres patriotas, con hi deno-
minación de Junta Central, ella será el Supremo
Jefe de estas provincias, y ejercerá sobre ellas, du-
rante la ausencia del Rey, los derechos de su per-
sona, con las extensiones ó limitaciones, que los
pueblo? le prefigen en su institución.»
Esto era decir que, en lugar de Regente ^ habría
Regencia,
Sí el Congreso reconoce la Regencia de Ca
diz, si nombra un Regente de la familia real, si
erije (como lo hizo Espafia) una Junta de barones
buenos y patriotas, cualquiera de estas formas que
se adopte, concentrará en el elector todo el poder
Supremo, que conviene al que ejerce las veces del
Key ausente; pero no derivándose sus poderes sino
del pueblo mismo, no puede extenderlos á mayo-
res términos que la^ que el pueblo le ha asignado. >
lEn una palabra, el que subrogue, por elección
íel Congreso, la persona del Rey, que está impe-
dido de regirnos, no tiene reglas por donde condu
eirse, y es presiso prefijárselas. >
^Sentemos, pues, como base de las posteriores
roposiciones, que el Congreso ha sido convocado
ra erijir una autoridad Suprema, que supla la
falta del señor Don Feínando VU, y para torniar
una constitución, que saque á los pueblos de la ía-
íelicidatl en que gimen. ^ — f Dr Moreno, 1810)
Kra decir que el Contíre^ü estaba ilamadu á
crear una regencm constitucional, en que debía
convertirse la monurqum^ en adelante cofistiltidú
nal^ de Femando Vn, cuando saliese del cautive "
rio y reasumiese su autoridad sobre América.
Esos fueron los últimos eicritos del Dr. Morena.
En ninguno de ellos se declaró por la repüUica.
Según todos ellos» él estaba por la inonarqula
mocrática tj constitucional
Mitre, sin embargo, lo dá como el represer.-
ttmte y a 'fistol del sistema republicano: apóstol
tácito, implícito^ sub-enteiidido, tn tal caso, pues
no conocemos sus escritos ni sus palabras en favor
de la república.
Mitre hubiera hecho mejor en transcribirlas y
citarlas, qne en aplaudirlas.
Yo sospecho que Mitre hace la historia como
el gobierno, en calidad de revohicionario, por golpes
de flnma^ poniendo en estado de sitio la verdatl
histórica y dándole reglas ú órdenes, en vez de
pedírselas.
§ ix
Se sabe que Moreno, Pa^os^ Peña. Vtei/tes¡ y
Casfelli, hablan estado antes de Mayo de 1810,
— 337 —
trabajado por la idea de coronar eñ el Plata
la Infanta, doña Carlota, herniaim de Fernan-
do Til, cuyo plan quedó sin efecto por la asbten-
cion de esta señora, y por la llegada de Cistieroa
á Buenos j^ires,
Belgrano reconoce, en su auto-hiografia, que en
1808 3' 1SU9 trabajó en el sentido de ese plan,
como el medio mas eficaz de obtener la independen-
cia argentina. — (Véase Historia de Belgrano, por
Mitre, tooL P, pág. 488.)
X
La iílea del vmuU de Araiitlii «anelonuilu por la
América
La idea del conde de Ai'amia lia recibida la san-
ción déla América, representada por los órganos
n 's dignos y mas puros de su revolución política:
^íj clgrano y Rivadavia, San Maitin y Bolívar.
No fué otra que esa idea la riel plan propuesto
en 1815, á Carlos IV, por Belgrano, Rivadavia y
8aM Martin como negociadores argentinos,
Poco mas ó menos fué la misma idea que, en
821, propuso 8an Martin, como Jefe Supremo del
'Peni y representante militar de Chile y del Plata,
al Virey Laserna.
Por esa noble sanción americana, la idea de con-
ciliar la independencia con la monarquía constitu-
cional americana, mediante la cooperación de los
pudere» OK^árqnicos de Europa, ha reñido á ser la
^Tan base de la diplomacia de los Estados del nue-
vo mondo, DO menos que de su política interior.
Ella re^K>nde á los dos grandes objetos de U i^e-
Toluoion, á saber— destrnir el gobierno y el regí--
mea colonial; fundar el gobierno v ti régimen pa^
trío independiente.
Estas dos tareas ocupaban la atención y los es-"
fuerzos de loí grandes hombres de la reTolocion.j
Balgrano, San Martin y Bolivar fueron no soto
los soldados, sino los hombres de estado mas eleva-
dos que haya tenido á su servicio la revolución di
América.
A la gloria de acabar por la espada con el go-l
biemo colonial, unieron la de concebir y formular
las bases del gobierno interno y externo de lo^ nue*
vos Estados.
El egoísmo de su posteridad ha aceptado la obra
de la espada, y desechado, desconocido y calum-
niado su pensamiento político, por el daño que po-
día hacer á su ambición de ocupar el poder que
ella ha recibido en herencia de sus héroes calum-
niados.
La línica política recta y juiciosa para los Es
tados de Sod- América, es la de los fundadores d€
su revolución.
Es preciso volver á ella como el único medie
de salir de la via perdida y extraviada en que se en^
cuentia echada la América.
Es preciso volver á la política de Belgrano, dej
San Martin, de Bolivar y 8ucre.
— 331» —
Han sido mas grandes como políticos que como
militares. Son los únicos que han visto el camino
del porvenir para el mundo americano.
Ellos han visto su civilización venidera, donde
estaba el manantial de su civilización pasada: —en
la Europa culta, á que ellos mismos debieron la
educa<iion y sus inspiraciones de libertad.
La oportunidad de esa idea no ha pasado. Si ella
fué oportuna en 1810, hoy es indispensable y la
única política posible.
CAPITULO SEXTO
PEACTICABILIDAD
S 1
Cómo la fnüiiar({uta en Knropa es In í»iviUaEaeioii
fMi el ^oliií*riin pulítíeo
La Aiijcriea del Hiui presenta hoy dia un es-
tado de cosas enteramente semejante al de la Europa
en la edad media. Basta comparar los dos mundos
en sus dos épocas para percibir esa seniejaiira,
^ pero hay una razón luira que no sea de otro nindo.
Qué es la edad media i n Eiuopa? Cuál es el ca-
rácter dominante de la feudahdaflf — ^La dispersión,
la diseminación del pr^der jnUdicn en multitud de
pequeños centi'Oá, ó mas bien, la ausencia iMpoder
publico^ por(|ue no es publica el poder que no es
gmeral; la ausencia de autoridades generales y
lllerte^;, suplida como una iiecesiclad de tírden y se-
guridad, por ligas ó víncul'Gs formados al efecto en*
tre los poderes esencialmente locales y municipales
de esa edad. Esos \inculo3 eran mas ó menos est.i-e-
ehfís, en e^íte líltiinnfíiRú constituían la mera ít^dn-
342
tifiad: €11 el otro la^ cof{federaciones municipales i
provinciales de ItüVray Flandes, Alemania, Suiza:
confederaciones que eran una especie de feudalidad
en cnanto solo diferían de ésta en nn grado mas de
estrechez.
Cuándo cesó ese estado de cosas'P — Al fin del
8Íglo XV. — Qué puso fin á ese estado de cosas? —
La formación de las grandes monarquías de la Euro-
pa en el siglo X^T^,
La espontáneo y general de esa transfonnacion,
prueba que tenia su razón de ser natural y necesaiia.
La monarquía era la autoridad, el poder con-^
densado y generalizado (reyes) sin daño del poder '
local (aristocracia!. Nadie ha puesto en duda c|ne
ese cambio fuese un progreso.
Desde luego, el hisso |iosil)le el urden y la sef/u**^
ndnd. sin lo cual no hay progi'eso posible.
El orden hizo posible en seguida la libertad, que
Eu es mas que el poder de cada uno protegido porj
la ley y por la autoridarl queda y hace cumplir
la ley. — El órdm y la libertad son las dos condií-in-
nes de la civilización.
De la mas tuerte de esas monarquías tle la Europa,
formadas en el siglo XM^, salió el descubrimiento,
la c.onquista}^ la colonización de la América del Snd.
La monarquía española se trasladaba hecha y
formada, con todos sus elementos en el suelo de
^Vjuérica; ó mas bien, ella se extendía y prolonga-
ba al través del Océano, en el nuevo mundo
— :u:í
Por su preseacia, la edad media no cesaba en
Aniérica, portiue no liabíu existido allí, á nu svv
ijne se tome romo tal la existencia de la!^ razas indi
genas en piieldos nómades. En todo caso, la uionar-
qnía en América no era la tran^furmacion ile la
sociedad americana indígena, sino la misma monar-
quía española extentlida al suelo americano.
La monarquía española ha existido en Amtl*
rica tres siglos, habita que las conmociones de la
Europa la han hecho ce^ar en pérdida de Espafta,
como consecuencia del choque de las monarquías
euroi>eas contra sí mismas.
Qué ha dejado en América la ausencia de la m«
narquía? Lo que su presencia habia liecho desapa
reccr en la Europa del siglo XVI: — la dispersión
ó diseminación del poder en centros municipales u
locales; la liga mas ó menos imperfecta de estos
centros; la propensión á las confederaciones munici-
pales al estilo de la Italia y Alemania en la edatl me^
dia; en una palabi*a. la falta de autoridades fuertes
y generales^ y la falta consiguiente de drden y de
seguridad, que caracterijíaba á la Europa de la edad
, media.
No es un estado de corrupción: es un estado
de atraso rehitivo.
La independencia americana, que es un progre-
so como principio de uiui existencia risueña y me-
jor para America, es un retroceso en cuanto es la
pérdida del amparo que América tenia en la antori
lad mon;írqniíadt' <|Ue era parte- -Es l;i pérílitla
natoral y raomenuinea del nifio pobre qnc se emand-
pa de la casa rica de sus padres,
(¿ue la crisis actual de América no es de disoltt*
cion y de muerte, es un hecho fácil de com probar-
La América de este momento, como la Europ < '
la edad media, presenta bs ejemplos mas asombr* -
de coraje, de patriotismo, de talento, de abnegación
en medio de la borrasca porque pasan sus piieblo!?;
pero todo ello queda perdido y esterilizado, como en
la edad media, por falta de una organización fuerte
y estable del tipo que puso tín á la e*lad media de
la Europa en el siglo XV.
La feileracion ó feudalidad, sea republicana, aris-
tocrática ó monarquista, eí incapaz de organización
rigorosa y estable.
Sí el orden ba de servir en América como sirvió
en Europa, para el establecimiento de la monarquía,
eíito es, de la autoridad fuerte, estable y general; la
monarquía para ser americana ha de ser la íransfor
maciou de la feudalitlad americana, opei'ada por sf
misma.
Esa transformación ha de ser mas breve y pre-
coz que en Europa, por dos causas naturales:^ — V
que poblaciones que han sido nnitarias y que prc
ceden de la unidad, tienden naturalmente á resta*
blecer la unión qne es una tradición en ellas; 2"
qne viviendo en vida solidaria y en familia, coiij
las glandes monarquías de la Europa» su tran:^^
formación tendrá en estas un apoyo que no teni
los pueblos europeos de la edad media.
Lejos de apoyo, tuvieron un embarazo en el re-
-- im —
nacimiento de la^ ideéis y de los ejemplos repnbli
canos de la aQtigua Grecia y de Roma.
En América, como en Europa, esa transforma-
clon será fatal é inevitable, impuesta por una nece-
sidad del orden.
Si América no toma la iniciativa, la tomará el
mando enropeo de que es parte el mundo civiliza-
do de América,
lEl mundo no se detiene para que lo dirijan;
si sus gefes se duermen u le faltan, toma otros que
le díín lo que necesita, no importa á qué precio. » (1)
ií 11
La monarquía es practicable?
Bolívar llego á decir que era obra ¿obrehu-
Diana el convertir la república de Colombia en
monarquía constitucional.
Y sin embargo él lo deseaba, y aun lo creyó
posible cuando lo intentó siendo presidente en 1829,
bien que abandonó la ¡dea asi que vio que ser-
\ia de pretexto á los enemigos de su gloria; para
llamarle ambicioso y a¿)ó$tatu.— De qué no harán
un crimen los enemigos personales?
Por qué seria una empresa sobreh amana?
Un rey no seria mas respetado que un presidente,
se dice.— Si, lo seria. Quién y ¡for qué le baria
resistencia''^ Las provincias, los proviurirmrH'^ Pi-
(t) Guizot, pí*eíuoiü, püg. XÍJI.
■--'!"-lfc-
diendo que?— Otra dinastía rjue la propuesta?—
Xü conocen ninguna.— La república y no la mo*
narquía^ — No saben lo que es esto. Dl* las ciu-
dades salen todos los desórdene.s. aun los mm dis-
tantes. La monarquía aceptada en las ciudades, laj
seria en todo el país.
Seria volver atrapen una gran ruta?— No hay J
tal retroceso.
Confundir ]a monarquía constitucional con la^
que tuvo Sud-América bajo el sistema colonial es ,
una prueba de atraso político. Ks contundir úk
actual gobierno de la Ilnhana y de Filijnnas^ con |
los gobiernos de Inglaterra, de Be'lgica. de Kran-j
cia, de Holanda, etc
De ese cambio mhrehamano presenta la huma-
nidad infinitos ejemplos en la historia. Lo hemos
visto repetirse en Francia varias veces, en Imjla-
tena bajo Cromwell; en Grecia, en Béhjica^ en
las Prorincms Unidas de la Holanda, que fué cuna
de la libertad <le la Europa (1).
Lejos de perder su libertad, las Frorincias Uni-
das de la Holanda consolidaron y afianzaron su
vieja libertad, de que gozan hoy mas que antes^
convirtiendo su república en monarquía por un acto
de su propia voluntad, que Guízot mua como el
tiigno mas evidente de la grandeza de un pueblo.
• Ij Ver púRinn XX Vil del Pf^íucto tie Gusj^oU ^ti la fiis-i
¿OrtQ *^*^ ' '^ iof'ftttn'intt tío iftji, Prtu*itn .n/s tinithi.-. fifl t'i ffn»!
S lU
Pnii-HmliiUdad
La monnrqtiKí seriíi inacfiffihlc liuy día en el
PlataV — Ly que ha estado en práctica por tres ú-
5las, no puede ser ¡mpracticaiile por una interrup
don de 50 año??.
Qué es lo que no se ha practicado hasta liny
completamente en ese país?— La república.
La nionarquia y la repHl/lica no son el i/obin-
no en si; son formas de gobierno; no son la sof te-
rama, son el modo de ejercerla.
Con t;íl de que un pueblo tenga la cosa, poco
importa que la use de un modo 6 de otro; que la
tenga en uim thnna ú otra.
La monari^uía seria una contra-revolución; seria
traición á la revolncion de Mayo, 6 A la r-evolu-
cion de Arntírica?
i^Uié tin se propuso la revolución de América?
— Erigir la soberanía del pueblo americano, es
decir, emanciparlo del sobei*ano extrangero, de
quien depeiulia
Ser independiente, es gobernarse á sí mismo en
la forma en que cada uno «luíera gobernarse: re-
nunciar la libertad de cambiar de forma, es ab-
dicar la indepintU'nciu. La independencia es una
faz de la soberanía.
La elección de la forma de gobierno, es el pri-
La monarquía, lejos df oponei^e á la soberanía
nacional, la prueba y confirma, cuando es el re-
sultado de la voluntad del país.
La Francia es un ejemplo de esto. — Lo filé
Holanda, antes de ser republicana.
La monarquía constituciuiial en Francia, no
opuesta á la revolución de 178*1, de que la nuea
tra de 181Q es una faz; es la personificación
la revolución en una dinastía, que la represenUi.
La monarquía en el Plata no sería opuesta á^
la revolución de Mayo contra España.
La prueba de esto es que los mismos que
hicieron (Passo, Belgrano, Rivadavia) trabajaraij
en 1815 y 1816. para establecer la monarqc
en nombre y como meilio de salvar la revolución
y darle respetabilidad en el mundo.
San Marfiu trabajo por la monarquía en 1821J
5 años después de declarada la independencia^
Bolivar, en 1829, después de Ayacacho,
La relurma centralista en el Plata, dejarla ei
pié la rerohicion de Mayo de 1810, la indepen-
dencia argentitm proclamada en 1816, /« soberanía
del pueblo en que consiste la democracia^ la itit^
f/ridad de la nación, ¡as ¿/aravtias ivdividimh
(igualdad ante la ley, libeitad de pensar, de cí
tos, de comercio) y las yarantias ¡mblicas {áiviúoxC
del poder representativo del pueblo en un parla-
mento} pues la monarquía seria constitucional no
cibsoluta como antes de Mayo. Seria americana,
no espafíola; nacional y patriota, no extrangera.
^ 349 -^
Seria la nwnarquía democrátieay popular, nacida
lie la voluntad del pueblo y fundada en ella.
Dejaría, por tin, en pié la democracia, que no es
la república. Dejai'ia en pié todas las glorias argcn-
(i ñas y todos sus grandes hombres, Moreno, San
[artin, Belgrano, RiTadavia, etc,
Dejaría en pié los colores argentinos blanco y
mi; la canción oid mortales í^; h pirámide de
[ayo; las estatuas, etc.
Lejos de suprimir, ella daria un realce é impor-
■incia á esos objetos y personas ijue hoy no tienen.
ja revolución ft*ancesa está triuntante perla monar-
'ilttía.
No sería una traición á la república como forma
de gobierno, si la hubiese elegido ya. Sería un cam-
bio sin traición, porque sería el uso de un derecho
qne la nación tiene de elegii* la forma de su go-
bierno. Una nación no se puede traicionar á sí
misma. ^Ese derecho de elegir la tbrma de su go-
bierno y de cambiarla á su gusto, es el que se pro-
clamó en ifayn 'b* l ^l n y en Julio de 1 ^^Hl: no la
forma misma,
Monarquizar la América os entronizar la revola-
cion, es coronar la independencia americana.
Monarquizar la revolución americana, es darle
tarta de ciudadanía en la república de los Reyes.
Pero, el país está por elegir esa forma hasta hoy
usmo. No tiene una constitución detinitiva.
Aunque la hubiera elegido, aunque hubiera
adoptado la república como principio esencial de su
vida independiente, tendría el derecho de cambiarla,
^ 330
si el resultado hubiese sido contrario al tin de la
revolución, ^ — que fué el bimestar, la civilizoeion^ y
el prof/reso (M pats, no \af/tuYra viviU \^ pobreza^ la
barbarie, el despotismo con tal que haya repú-
blica.
Ese derecho soberano de cambiar hi foima de
gobierno, está salvado en tudoj los textos de las
constituciones ensayadas, cada vez que dicen; ya
fa constUffcion iñude ser r^iformaHa,.
Solo el fondo no se puede reformar. — Es decir,^
que ningún congreso podi-fa decidir que el país deje
(le ser soberano y pase A ser colonia de otro país.
Pues bien, esto que no puede cambiarse, esto
es lo que Buenos Aires abandona y cambia to*
dos los dias, cuando dice que la nación tío es ca-
paz de ninguna forma de golñerno, ni federal ni
unitario; que es incapaz de gobierno.
El Brasil, es un ejemplo de esa actitud. Proclamdl
su independí ncia y constituyó su gobierno patrio en]
forma monárquica.
Decir que la unidad es impracticable en el Plata
porque ya la hemos olvidado en 50 aAos que no la
l>racticamos, y que por lo tnnto deliemos renunciar á
ella; es conio decir que tampoco debemos pensar en
tener gobierno naciomtl republicano, pues habiendo
vivido sin ú\ 4Ü años, lo hemos olvidado, A punta \
de entender mejor la anarquía que el gobierno re-
gular, es decir, que el gobierno naciomtl ^ y que por la
tanto debemos renunciar á la esperanza de tener un
gobiernu nacional argentino, sea cual fuese el prin-
cipio, porqup hemo^í dejado de entenderlo.
Y esa falta de gobierno, por razón de olvido, $♦
lia menos aplicable á la institndnn «le un gobierno na-
cional repüblicanij, (jtie A la de nito uionárqiiico;
pues no se olvida lo que nunca se ha conocido, en
cnyo 0060 se 1 ralla el (fohiemo nacional independ tente.
La revolución que derrocó la monarquía de tres
HÍglüií, no acertí) á fundar por nn solo día un gobierno
icional completo en bis provincias argentinas; y
iesde 181u, en que se hicieron independientes, han
^^arecido de el - La repíMka, ha sido \m j)) of/yama ^
desiderátum: no un gobierno, no una institu-
iMon,
i; IV
cusmas de ímpracticabltidad ^ iiiuiíortuajdad
ú& hi refoniin i'u Hud*Anif^rírii
El conde de Brossard, en sus vonsklnaciones his-
tóricas sobre e¡ Plata, se ha dejado llevar de la
|iret>eupa(!Íon corriente en ese ]>aís sobre que la mo-
vajyjHia no tenia base ni elementos en el Plata, y
que la dcmoc/acm, inherente al carácter espailoK
venia ya preparada por la historia como base na-
tural de la repúblicu proclamada por la revolución
C^ae era diferente en Méjico y el Peni, donde la
monarquía contaba con eleniontos que la hacían
entera m ente practicable ,
Yo mismo he participado alguna vez de esas
ireocnpaciones qiip lo sojí s;in duda alguna para
— :m —
quien quiera que tome en cuenta las observaciones
íjue siguen.
Si el espíritu democrático que «listingue á hi po-
blación argentina le viene de lo que tiene de espa-
ftol, no se concibe, cómo esa disposición podria ser
un obstáculo para la monarquía en el Plata, cuan-
do él iio ha impedido á la España misma ser el
pueblo mas monarquista de la Europa.
Kn lufflate/'m y en Francia^ lo mismo que en^
España, se observa también esa alianza del espí-
ritu democrático con el monarquist:i. La explicación
de esto es que la democracia no es la república.
La democracia existe donde quiera que el pueblo
es origen de todos los poderes^ aunque sea monái'-
(luica Id forma de esos poderes.
£1 Fíala no difiere del Perú y de Méjico sinti
en que su Vireinato era mas moderno; pero, antea
de su instalación» no era la república el gobierno por
el cual Espailu gobernaba esa colonia, sino el mis-
mo poder absoluto, que sus delegados ejercían por
igual en todas sus colonias de América.
Buenos Aires ha probado que no solo e^ educa-
do parala monarquía, sino para la monarqnmsim-
pli' y despótica^ que es la peor, restaurando en
1833, en ufanos de Rosas, las facultades omnímodas
de los Vireyes, y conservando ese poder veinte años,
hasta que cayó, contra la voluntad de Buenos Ai-
res, por una fuerza venida de afuera. Eran la cen-i
tralizacion y la inamovibilidad, mayores que las tu-
vieran los Virreyes mismos.
Ko hav ]ii:is que abrir las Letjes df ImVms v^i
las Onlenaaztís de Intendentes, \mn\ ver ([m todos
los Vi rematas de Ksimña, en América, estaban or-
ganizados del uiisino modo. Todos obedecían A un
gefe, armado de /(latUades omnhnodrts que, con el
título de Viteif, trasmitía y hacia cumplir los míin
datos del soherauo ahsoluto, gobernaba on su nom-
bre y ^egun sus ordcnanms, sin mas (Consejo que A
\asi Reoips Audiencias ó Tnhumdes de Justicia
abrados por el Rey.
Los Vireffes se renovaban cada cinco años, como
hoy los Presidentes, sin que el pueblo interviniese
en esos cambios emanado-i del Soberana de Es-
paña >
Simples colonias de España, los pueblos de Sud
Auiérfca no formaban parte del pueldo español, ni
ran gobernados, por lo tanto, como el pueblo e^pa-
sin embargo de que la familia y la sociedad
americanas estaban regidas por las mismas leyes
civiles que regían en la Península. Nunca parti-
I iparon en la gestión de m gobierno, |)or represen-
tación ó de otn» modo. Ni» fue sino al caer la au*
toridaíl de Espcyla en America, al |>rincipio de este
fsiglo, que las colonias fueron declaradas parte in-
tegrante tle la monarquía, como para prevenir ?íu
separación absoluta,
Bajo semejante gobierno, la aristocracia no tenia
4ine hacer en América. No existia allí sino por es-
cepcion. Ni era un poder^ ni formaba cuerpo. Los
mm de los títulos allí conocidos procedian de Es-
paña y eran nobles que por mejorar su fortuna acep-
fíiíunn í-iniilpnv ti-nnnM nlpv pn lo militar, en lo ju*
..i^-:m^- '-^m
dicial y en la hacienda. Solo por excentricismo
dia preferir quedar en América el que podía fi-^
gurar con ventajas en el seno de la sociedad aris-
tocrática de Madrid.
Estar en ifadrid, era estar en Paris y en Loni
dres, en Ñapóles y Roma. Vivir en América, en
aqnella época, era como vivir fuera de este mun-
do, como yíyíy en Ulipinas hoy dia, d en Cúchin'
china.
La América estaba cerrada herméticamente para
los extrangeros. No se veían allí entonces fran-
ceses, italianos, ingleses, como hoy día. En sug
puertos no flameaba bandera alguna extrangera. To-
dos los placeres de la vida moderna, eran desconoci-
dos en la sociedad americana de ese tiempo. — Ni los
vii*eyes, ni los nobles empleados consideraban su re-
sidencia temporal en esos apartados países, sino co-
mo tiempo pasado en campaña; como el tiempo que
pasan hoy los nobles ingleses en la India^ y los de
Francia en la Argelia, sin que por eso se pueda de-l
cir que la monarqtna no tiene raices en estos paí-
ses, Era la monarquía ejercida en ellos de ui
modo excepcional, pero su gobierno no era otra coa
que la monarquía.
A pesar déla revolución de 1810, tal era el es-
tado del Rio de la Plata hasta 1815, en que San
Martin, Belgrano, líivadavia, Pueyrreaon, etc., juz-
garon oportuna la reorganización de la monarquía
argentina sobre la base de la independencia.
Si se considero oportuna la monarquía constitu-
cional en ese tiempo, hoy lo seria doblemente, pues
— 355 —
mas distdncia habia de la niouarqiiía, tal como ha-
bría existido en el Plata, á la monaniula constitu-
cional, que la que hoy existe de la sociedad repulili-
i'ana á la monarquía moderna y liberal.
Hoy Buenos Aires^ Santiago de Chile^ Lima
abundan de tal modo ^e extrangeros, que esas
i'iudatles, sobre todo la primera, tienen mas aire
europeo que Madrid. Buenos Aires ya no es umt
ciudüfl americana, dicen alli los que quieren cum-
plimentarla, y su americanismo no halla nial el
cumplimiento. Pues bien, si hoy es mas europea
que antes, por su composición y carácter ¿por qué
seria hoy menos adecuado para ella el gobierno á
la eui'opea?— Por qué ha de ser un progreso eu-
i'opeisarse en todo, excepto en la forma y el tono
del gobierno? — Queremos ejército á la europeíi,
foro á la europea, etc., etc., menos gobierno ¿i
la europea!
Mal se comprende fjue un príncipe dejase la
Europa de 1815, para esta^blecerse en Buenos
Airc'S donde, en ese tiempo, eran desconocidos el
teatro francés^ la opera italiana, los clubs, los ele
gantes hoteles, los brillantes cafés, y los mil es
íablecimientos que hacen de esa ciudad una niau
sien mas brillante que la de muchas cortes de
Europa.
Si en 1815, cuando Buenos Aires no tenia
las que una población democrática, se consideró
oportuna la monarquía — ¿por qué no lo seria hoy
tjue posee una inmensa población extrangera pro-
dente de países monárquicos, y versados en este
— *¡c —
gobteniii. Son rf^pHhlican^js los einciienfa mil ex-
traíígeros que hoy existen en Baenos Aíre§?
Mi\ de Brossard cita en apciTO de sn opinión,
un hecho mal apreciado. En 1809, Espada envió
cuatro lítalos en Manco, de nobleza, i>ara las fa-
milias que mas se hubie-íen distingnido en la re-
sistencia contra los ingleses, j ninguno fué aceji-
tado,— El hecho e^ cierto, pero uo tiene el men-
tido que se le atribuye.
Hé aquí la razón sencilla de e$SL repulsa.—
í^uién mandaba e^íos títulos? — 17n gobierno efímero,
que representaba á un rey en cautiverio. — En qué
momento? — Cnando Buenos Aires tenia ya ///
organizada la revolución contra ese rey, que i
ñcó al ado siguiente, y cuando sus hacendados
urgían al virey pi>r que diese á Buenos Aires la
libertad de coniercio con Inglaterra, — Por cjué
eran esos títulos:^ — ^Por haber repelif'o y vencido
á los ingleses. í*obre cuyo api)yo, á pesar de esu,
contábanlos arg:eutiti05 para hacerse independí n^
Te^ de España. — Era corao decir que tampoco k -
seaban dejar de ser colonos de Espai5a, puesto que
n^' quis-ieron enviar sus diputados alas Cortea en
calidad de pueblo integrante de la Metriípoli. —
Era el rechazo natural de las concesiones tardías
y liechas fuera de tiempQ,
En que consistían los títulos?— ^En vano^
bres, comparados con los cuantiosos premios
á los j^es españ'Aes por esa misíma jornada.
El que la república haya invertido cincnenf
ai*n^ V itíijíIhIh^ Av Hnrt^ré r>rna con^titnir iíi>-
— :ir»7 —
biernos republicanos que tütlavia uo existen deti
lütivamente, no es una razón para rreerla hoy
iiias practicable ({\\^ antes de esos flesengaños.
Y si se invocan en su íavor los adelantos nio-
«lernos de América, se debe admitir que está por
averiguarse si esos adelantos, que consisten en el
dasarroUo del comercio europeo en América, y
emanan de éK son mas bien la obra de sus repüblicíis,
que de las monarquías europeas; y si no se han
obrado mas bien á pesar <le la i'epública que por
su acción y labor.
En efecto, cuando se piensa que la vida de la
América republicana es una saturnal permanente,
y se vé, no obstante, que progresa, se diria que
su progresa es la mayor prueba de la exhuberan-
cia y progreso de la Europa.
El sol se mueve al rededor de la tierra,
decían los antiguos, cuaJido la tierra giraba alre-
dedor del sol; y cuando Galileo demostró la coi
trario, se le condenó como blasfemo.
La América se mueve hacia adelante, dicen
^us moradores actuales; y cuando se les dice — no
es la América, es la Europa la que prospera en
Annírica. — condenan al blaslenm romo traidor
— 35? —
ÍM Dioniirqitia e§ praetícaUe. Objeciones rofttrm
su praetlcmbilidad
El lin trágica de Itnrbide es uno de los
Um favoritos de los que niegan la practicabili^
de la monarquía en América.
El fin de Itnrbide, es mal conocido por loe qut?
lo dtau.
No fué TÍctima de la monarquía, sino de sus erro-
r^, que le hubiesen costado el mismo fin aun den
do republicano
Antes de emancipará Méjico, babia peleado die^
año» por EdpaOa contra Méjico; babia lomado mi-
Itares de pesos y degollado centenares de mejica
no^. Siendo Emperador, obró como un Presidente
de la decadencia, encarcelando dipotados y coiitis
cando dos y medio millones de pesos que iban para
Veracruz,
Su trono no fué su cadalso, como se ha dicho.
No murió Empenidor Xo fué echado del trono á
balazos.
b! abdicó el luip^nu, impopularizado por ajue-j
üos actos; y jKir un tratado de panido á partido, sel
comprometió á dejar el país para trasladarse á Eu-
ropa, con una renta de veinte y cinco mil duros.
Después de estar en Italia, volrió á Méjico clan
destinamente, contra una ley posterior que le des-
leri-aba bajo pena de muerte; fué tomado, al des^
^mbarcar^ sin tropa y sin armasj y fné fusilado j
— :fó9 —
p:>r mandato del Congreso, constituido en tribunal
político; no por haber sido Emperador, pues todo el
país lo aclamó y lo juró Emperador, sino por haber
violado la ley que le alejaba eu el interés de la paz.
El creer demasiado en la aclamación del país
que le había elevado al trono^ le costó su caída. — -
Si en vez de fortificar su trono por el fausto y el
lujo, lo hubiere hecho por un buen ejército, ó por
alianzas externas, de esas que dan á las monarquías
europeas la fuerza que les quitaría el aislamiento
en que se vio el monarca mejicano, no liabria te*
nido que abdicar, tal vez. La imprevisión de la Eu-
ropa es responsable de ese resultado
8u coronación no era, ni podía ser un crimen.
La monarquía estaba consagrada por el Plan fie
^«riM que constituyó la independencia de Méjico,
El trono fué ofrecido á muchos príncipes de extrac-
ción europea, y por ninguno fué admitido. De to*
mar un candidato en el país ¿quién podía serlo con
mejor título que el aut4>r de la independencia me-
jicana?
En el mismo siglo había un antecedente íresco.
Si el coronarse en medio de las Repúblicas pare-
cía impracticable ¿no lo hubiera parecido mas el
que un soldado de origen común se coronase, en
Eui*opa, en medio de los Reyes consagrados por
los siglos? — ^Napoleon no valia mas que Iturbide
en cuanto á cuna.
Si se alucinó con la idea de parecerse á Napo-
eon, Bolívar mismo tuvo la culpa, que le llamó
1 Napoleón de Amérim.
Bolívar, Sucre, San Martin, Belgrano, Rivada-
Yid, O'Higgins, Carreras, Dorrego, Lavalle, mártir
res de la revolución de Américci, ¿pagaron con su
iníbrtunio el crimen de coronarse? — Todos esos ex-
Presidentes han acabado, mas ó menos, como tú
ex-Eniperador de Méjico. Y si veinte ejeuiplos valen
mas que uno solo, la conclusión es que la repüblie^i
es mas impracticable que la monarquía en Amé-
rica.
VI
OporttinídHd ile ]ii moiiurquíii
Kn lhl5 y lfS2l, cuando la república no debía
la muerte de ninguno de su;^ grandes hombreas,
Belcfrano, Riíadavia, San Martin, Monteagado
pudieron encontrar oportuno supiimirla; — pero,
después que ella ha hecho morir en el destierro (*
en la miseria á San Mmiin, á Beh/rano^ á Mira-
davia^ á Monteayndo^ á O'Bujf/ins^ á Carreta^ ítj
Bohvar, & Sucre, á Córdoba, etc. etc.— hoy debe ser
conservada en los altares para siempre, según Mi
tre,— sin duda porque ha destruido á los grandes y j
entronizado á los enanos.
Si la república no ha muerto á la patria, e»|
porque la patria es inmortal.
Ni qué le importa á un republicano cine la pa
tria muera, con tal que >1va la república que dá
preiíidenrias*''
La Repüblicíi, según ellos, se ha hecho paní
los Presidentes y no los Presidentes para la re-
]ȟhlica.
Si la república era una palanca necesaria para
apoyar en los pueblos la revolución que debía echar
de América á los reyes de España, supriinii' ia
república estando pendiente la revolución y la guer-
ra de la independencia, era como privar á ésta
de una de sus fuerzas mas activas.
Sin embargo, los republicanos de hoy conceden
á Belgrano y San Martin que fueron mas oportunos
en sus trabajos monanjuistas de ese tiempo, que lo
seria hoy cualquier tentativa para dejar la repú-
blica, que ha dado ya todo lo que debia dar de bue-
no, á saber^la independencia,— y que su abandono,
lejos de debilitar, no haría sino dar nuevas fuerzas
al pueblo americano. — Tal es el mudM de razonar de
los que defienden la república desde la silla en que
deben sentarse los revés
Por brillante que sea la lista de los americanos
ilustres, que se oponen á la monarquía, en ella nu
figuran los nombres de Relgrano, Bolivaí', San
Martin, Sucre, ]Monteagudo, Olliggins, Carrera,
Alvear, Rivadavia, etc.
Ya esto solo forma una especie de i'eoomendH*
cion de la monai-quía.
« 362 ^
Mitre atribuye la iDision dada á Belgraiio y
Rivadavia, en 1814, á la lasualidad de mil con-
trariedades reunidas en ese momento contra la ,
revolución .
Está en un error.
En 1812, recien llegado de Europa, cuando todo
prometía buen éxito á la revolución, San Martin
opino por la monarquía como el único gobierno con-
veniente para la revolución.
Durante los cien dias, en que llegaban á Eu-
ropa Belgrano y Rivadavia, cuando la estrella de
Fernando \^I volvia á oscurecerse, ellos creyeron
con mas fuerza que nunca en )a conveniencia de
la monarquía.
En 1821, después que San Martin liabia triun-
fado en Chacabuco y Maipü y era dueño de la
mitad septentrional del Perú, todavía creía y pro-
ponía la monarquía independiente A los españoles,
como base de paz.
Monteagudo, en 1823, hallaba que la monar-
quía ei'a el único gobierno posibk para la Amé-
rica independiente.
Bolivar, en 1829, tenia pensamientos del mismo
orden.
La idea que San Martin propcnia en 1821, era
una variante de la que el Conde de Aranda habia
propuesto á Carlos III en 1773,
l"na idea que se lia repetido en tantas y tan
diversas épocas y en circunstancias tan divei'sas,
debe tener necesariamente mucho de fundamental,
de estable y de verdadero.
Añádase que Méjico la tuvo en 1821, y qne
vuelve á tenerla en 18fi3.
s vn
Soflsmti de na oportuniflad de la manarquia
Al principio de la revolución^ se dice, todavia
era tiempo de fundar una monarquía; mas tarde ha
venido á ser imposible, (1)
ílf «Que en 1815 la (jionarquío deseada por Belgrano era
oportuna, hoy o:^ culpoblct
Hario finco años que e) país ocnbabn de ser colonia ih
No linbiíi ni hombres, ni intereses exlrangreros. Lo lev los
bahía tenido excluiílos por tres siglos.
Podifin los ministros extrongeros residir dIIí, en !8I5, cerca
del nuevo rey? Con qué objeto?
Diesi anos después, J825, sir Woodbine Farish» ministro in-
glés, no encontraba casa que habitar que estuviese empa-
pelada.
No balíaba casa con chimenea. Puso una estufa en la suya
?r los vecinos taparon ei tubo, de temor de incendios, ün piéi-
o fué preciso para que el ministro pudiese calentarse. Ei mis-
mo lo refiere en su obra.
Mas larde que eso, un coronel inicies, en Chile, ofreció un
poco de té á una dama de la primera sociedad y rc<Mbió una
invitación para tomarlo él mismo. Servida una mesa con
leñadores y cucharas» vio aparecer el té cocinado á guisa de
espinacasfen una fuente. El mismo me lo ha referido.
río hacia siete años que en Buenos Aires los cadáveres do
ios ingleses caidos en las calles, en el as?iUo deí 5 d»i Octu-
bre» eran desnudados por la curiosidad del puel'Jo de verles
i la cola del distilo que como hereges debian tener. se;j:un sus
creencias, sorprendiéndose de nd haliarla. El moUvo religio-
so explictj mejoi' esas extra va^íancias <pje el amor de una
Independencia que entonces redin en interi'ís de Españfi, Era
defender la dependencia, ñola ¡ndcpcndei)ciii.
En esa época, podia ser mas oportuna que hoy la monar-
quta rrpresontalira t/ ¿/¿íre?— Confundirla con el coloniflitíe por
ser monarquía, es mostrar que se entiende de lihertad^-omo
de hebreo: es comparar el actual gobierno británico con elde
Ja Hal>ana.
Está demostrado todo lo contrario por la his-
toria de la formación de todas las monarquías, y
el büL^ii sentido mas eomuii contirma á la historiu.
Cuando una revolución acaba de estallar, cuan-
do el fuego oculto y comprimido ha hecho su ex-
plosión, cuando la íiebre del raovimiento, de cambios,
cuando las ilusiones de nuevos y maravillosos
destinos inundan el alma de un pueblo salido de
la opresión, fundar un trono es elevar la válvula
de una máquina de vapor.
üu trono es siempre el remedio de una revolución
inacabable y estéril; un cerrojo echado á la anar-
íjuía.
Su establecimiento no solo es fácil, sino ine-
vitable, cuando viene tras el cansancio de los tras-
tornos, tras los desengaños y la experiencia de
los reveses-
Así nació el irapej lo en la antigua Roma y en
la moderna Francia; así nació el podei' mouár-
f|aico ti^as el largo laberinto de feudalidad di* 1^
edad media en Europa.
Así ha de venir en América
El trono de Iturbide sucumbió, porque, nnave^"
pronunciada la revolución, no dejó pasar y agotarse
la fiebre de cambios.
Cayó por prematuro, mas que por otra causa.
A la paz estable, deseada poi todo i, viene el
remedio natural» el gobierno estable; á las elec-
ciones de gobernantes, con que empiezan las
voluciones, suceden los gobernantes permanentes
continuoN que no exigen ser electos.
íí VIH
Fodü de iiitroflueirla, ch^ plaiiteurtA
La monarquía, si volviera, volvería prabable
Diente como vino la repühhm: por confrahaiul ^, siti
solemnidad, tácitamente.
Primero debe existir la cosa sin el uombic: es
decir, el poder fuerte y durable, que todos
quieren, en oposición al poder débil y ei'ínieríi. —
Después que existiese tuerte y admitido, pudría
decirse á los pueblos: — eso es la monarquía^ ya
veis que no tan feo el leoii como lo pintan
La monarqina no tiene mayor obstáculo en
América que su nombre, — La Espaila la desacre-
ditó liaciéndola sinónimo de despotismo y opresión.
La república, al contrario, no tiene nada en su
favor, sino su nombre. Su realidad, es Ingrimas y
í^angre , 1
No habría medio de tomar á la inonarquiü la cosa
y á la reptíblica el nombre?— Em el pensamiento
de Bolívar:— reyes con d nomhre de preside ntes\
H) «ün;i sola «'osu me HáOiiihí*u (tiii'e Mr. S. de SM<*y>^ —
I 'amo ha peni i do creer Cicero o r|Uó una repiiL>Hi»M, coiuo ta
que iio^ pintíi en sus discursos, en sus onrf«s, \\ eada púgiija
y casi i\ coda Ijrioa de su-s nhras, tuviese el nienor porvenir
íjelímlo de si? Ni urm sentencio que no fuese arrancado por
la íiier//i d comprada íi precio ríe plaln; ni uno (pHs une) elec-
ción por» ^rainlescarjjos ríe lo rcpúl>ln'H que no diese luj^ar ú
luchas soni^^rientos ó ó lr»s osntlos tío lo venolidod; Inrepúhli^
ca íj menudo sin inagistrndos; todiis los ieyes iiiipotenles; unn
co«>«pírocioti perfifUua de los írraníle?* poro ain(íorfirse del po-
iler, los prn\ ^ — v - por to avoricia de í*u5 í^ínher-
imdores; lo- ndo sino por sus peñeróles; el
Síínndo m\\ Potnpnvo nti di<^tni1rir une no
— 3tu; —
iHonúrquias con el nombre der*'pttbíica^ para acabar
por tener presidentes con el nombre de reyes; es decii",
la monarquía democrática, libre y moderna, en vez
de la monarquía despótica y pasada.
Los que no se atreven á rechazar ni á aceptar del
todo á !a mouarquía, quieren un jmler fmrte^ que la
preceda y la prepare; pero, puede haber en esto la
segunda mira de quedarse en lo preparatorio y
eludir k) detinitivo, por lo cual no se debe perder de
viísta este peligro
S
IX
Modus operatirli. A quién la iniítiutivu
La monarquía, como cambio constitucional y le^
<?al de la fui^ma tic gobierno, podría ser negociada y
preparada por los medios legítimos y reales de toda
grande y capital reforma pacífica.
No por la violenciaj no por la revolución, no por
la coalición con el enemigo extrangero; sino por la
obra de la ley, por el derecho que los Estados se
hau reservado en sus consfituciones, de reformarlos
toiiiíiJie el Utulo de tal y que i-e «'Oíílentase con foiuenlar el
iJesórden para f]ue se tuvieni siempre necesidad de él; la
mísjna l\oma, sitio del Imperio, siempre en vísperas de pere-
<*er por el incendio y la carnicería iiias^aere) y convertidrí
en campo de batalla permanente!» , . «Es eso lo que llámala
la república y la libertadf. Bajo ei Imperio, al menos,
liorna no tuvo mas que un amo o tirano v las provincias rea*
piraron, Bajo la república los Tiberios» los Nerón, las Mesa-
him¿ /}uf.tf(aban (courraienl les rúes) y cada provincia tenia
Hu Sejano.
vJournaldes Debabs, du l<»JuilIet ÍSU.)
— 367 —
en todas sus partes, á su arbitrio soberano; por íie-
gociaciones amigables con poderes amigos.
A quién la iniciativa de su reforma monárquica
sino á los gobiernos aiisinos?
Esto es lo que hizo el gobierno de Posadas en
el Plata, en 1814; el de Bolivar, en Colombia, en
1829, y el de Méjico en 1823.
Ellos iniciaron la revolución ó reforma legal de
America en 1810; á ellos les toca completar su
segumla faz, es decir, crear el gobierno americano
definitivo, que la revolución tuvo en mira, sobre la
base de la independencia americana. Ese fué el
grande objeto de la revolución. En tanto que nu
gobierno firme y digno de ella no exista, la revo-
lución está incompleta, burlada, esterilizada.
Ese deber se resuelve, para ellos, en el de robus-
tecerse, por la adopción de la única forma que pue-
de darles la fuei'za y estabilidad que no les dá la
forma republicana.
A eso puede oponerse el intere's personal de los
tenedores actuales del poder.
Pero ¿no habria alguno que al ver aproximarse
su téroüno de Presidente, ó sin eso, comprendiese
que bajo la monarquía gobernarían por mas tiempo
y mas dignamente, en otros rangos?
Los que gobiernan como Ministros^ como Lccfis-
ladores^ como Magistrados, como Dqüomáticos^ se-
guirían gobernando, sin los inconvenientes de hoy
y con ventajas y recompensas, que hoy no tienen.
•^m~. :-.
La monarquía existo liay atlí sin el nombre
Todo el mtindo está de acuerdo en América, que
conviene Mí e\ jmler /itertc— AWá, é\ poder fneiie,
tiene por forma la (Hcfadura simjite y pura (al esti-
lo de la de Rosas,) ú el despotismo conMUucionah al
estilo del Paragnay, bajo López,
íjas dos formas son una calamidad para el país,
como la experiencia lo ha probado
Luego la forma culta, la forma en que el podet'
tuerte puede ser útil para la América, es la mi^-
ma en que es útil para Europa, á saber:— la ma-
ftarqum. La monarquía es la forma culta j civili-^
zada del />orfer fuerte, esencial al sosten del orden
en países educados en ese sistema, y apropiados
mas tarde al ruisrao sistema por los excesos y desór-
denes del sistema contraria (revohicionK Es la/íc¿?r-
ea, bajo las formas de la civilización.
Í5 XI
Partido moiturqui&tiu En que sentido existe?
Xo hay un /jar//W/v nintHirquisia en América «^*
dice y con razón.
Pero eso es lo de menos. Hay un í^rden de ideaa¿
un orden de intereses, un orden de hechos, un or-
den de cosas, un orden de necesidades en el sentí-
- 369 -
do de la moíianjuía, y esto bastada para qae d
partido se formara y existiese el dia que fuese ne-
cesario.
Tampoco habia un partido rejnihUcano en 1810,
pero la república estaba ya constituida en el ór
den de cosas que debía resaltar de la independen-
cia y del aislamiento absoluto de América respec-
to de Europa monárquica La lepública era la
ausencia del Hey.
No Vabia tampoco un partido de la indepemleu'
ia iintAirkana, constituido, confesado y jíroclama*
do, cuandoj X principios de este siglo, la indepen-
dencia de Sud- América estaba ya constituida y
formada por los acoutecimieiitos de la Europa, y
en especial de Espamt.
Si no hay un partido niunarquisia, en Sud-Amé-
rica, todo el mundo cí monarquista en el sentido
de que nadie cree que los gobiernos actuales son
capaces de dar á la América la paz y el progreso
permanentes. A la cabeza de estos escépticos está
lioüvar, el creador déla república; — nadie respe-
ta las instituciones, y todos adhieren á las ptrsonas:
mi Jtombrc y no una ortjantzacion, es el remedio
da sus males» que siempre se presenta ásus ojos.
-Todos creen en el poder ftmie y lo desean.
Los mismos que representan y profesan la /
pública, reclaman el gobierno en nombre de alguu
título que, á sus ojos, los hace sui>er¡ores á los
otros.
En una palabra, de la monarquia solo les di-
suemí el nombre, porque la recuerdan como sinóni-
mo de dominación colonial, coma sinónima de efe-
pendencia ,
La luejor praeba de que la república no es el
americanismo^ es que los gobiernos indígenas
de los Incas, de los Aztecas, de los Araucanos eran
münunjiásias y anstocráHcos. — La república es
mas bien una importación europea.
Marchando hacia la independencia y la liber-
tad practican la república, i su pesar, por los me-
dios de la monarquía que se mantienen asimilados
á sus costumbres de tres siglos.
El dia que compreiulan que estos mismos medios
pueden emplearse en servicios de la imkpendeticia^
la organización de la monarquía independiente y
americana que les conviene, estará formada, no im-
porta bajo qué nombre-
Si no les gusta el nombre de reino y de re}i^ ad-
mitirán el de inTfuuioY emperador con que, en liorna
y en Francia, ham^^^ e^l poder monárquico
de entre los estragos de laSíl^^*^*'*'
AI antiguo imperio de ¡os huíflík^^ actual imperial
del Brasil, podrían agregarse loglfe*^^^' *^^ ^^ ^^j
rico.Mhrú.dd Plata. ^ItCohvuU^ ,
ipíre. para noj
que ha de
acional de
la contex-
e es aseí
Ann antes de la adojjciojí de
un Hfj^
comi)romeier la cosa misma, al vocabll
expresai'la. podría darse al gobierno
esos países una forma que los acerque mí
tura de los gobiernos de Europa para h,
gurar una paz estable y fecunda _^
Luego que los pueblos hayan sentido pW^^^'^*^'*'
mente los beneficios del ícobierno fuerte y peW^'^^"**^
que se hayan habituado á él y lo qitíeran.poco les
importará del noaibre que lleven.
Aáí, yo no creo ((iie la monarquía pueda áer
plantificada inmediataniente; pero sí creo que la re-
claman las necesidades de America y que ellas la
harán renacer en un porvenir mas á menos largo.
XU
La Amérka es mofuirquiea en §ij mitad hoy di«i
Cómo se concilia el americanismo de esos re-
pubÜcanoH que no quieren en América la monar-
quía independiente y constitucional, con la monnr-
ifuía em-opm colonial en la América nisa^ en el
( anadá, en las Antillas lorias, eu las Guaffanas^
tn la¿ Malvinasí^ Si no son estos los países mas
desgraciados de la América; si las niíis brillantes
repúblicas de Sud-América, no exceden en riqueza
y esplendor al Brasil^ á la Erthana j a] Canaria^— ^
con qué motivo se pretenderla que la monarquía
constitucional seria causa de retroceso i>ara los
Estados independientes?
Es muy significativo y digno fie coniiderar&e
el hecho de que la única parte de América donde
la civilización se desarrolla sin interrupción y
progresivamente, la única en que la guerra civil
y ia anarquía no embarazan ni destruyen sus
progresos y establecimientos, la única pu que no
rniTo >íaiiíri"p ni >o rpnnr vnn esas escenns qne rnns-
ternan y escandalizan la Europa tan i menndo.
€s la que está regida par el sistema de gobiernoj
monárquico
Lo que falta á la prosperidad de esas colouis
felices, no es la república, sino la independencia,"
para ser florecientes naciones.
No es la España de Felipe III la única nacioí
ik Europa que desoye los consejos del conde de"
Aranda,
Lo que necesitan las repiiblicas desgiaciada
de Sud América, es, no volver á ser colonias, sin»»
constituirse en monarquías independientes, como
son los mas bellos y mas libres pueblos de la
Eui'opa civilizada; tomai* las formas de gobierno
que tienen los que fueron sus metrópolis, esto es,
igualarse á ellos en verdadero rango, tono ydig*
nidad.
xin
Arrauíjues moiuírqiiicos ai*tuHte§
Hasta aquí, el puder no es tn^tiiuciün cu Ame-
rica; es un hombre, una persona. La repúhlka^
como ley fundamental, es el rejyubHcano que la
gobieraa. Antes era el Rey, hoy es el Presidente.
La constitución es un aparato de poder, detras del
cual está la persona, que la sostiene de pié. Cae
la persona que la sostiene en sus brazos; cae coa
ella la constitución. Tales constituciones no lo son
-^ :^m:í —
del país; lo son de la presidencia personal que los
gobierna. Cada Presidente dá la soya» como el
Pretor romano.
Por veinte años, en la Bepúbliea Argentina el
lírden político lia sido el general Rosas,
Después de él, la organización de la nación lia
sido la autoridad personal del general Urquiza. La
reürganizacion actual de la república, no en utra
cosa que el general Mitre; y las leyes mismas que
la instituyen no lo disimulan, para dar á la orga-
nización la misma vida de cinco aüos que tiene
la Presidencia
Si en América el caudillaje consiste en tlpu-
der personal, bien merece el descrédito de que dis-
truta como degeneración bastarda del monarquismo
de la Europa, donde esa personificación es legítima
y lealmente aceptada, es permanente y esttí cons-
títuida en formas sabias que la preservan de UMh>
exceso y tiranía (monarquía constitucional.
En las democracias de Sud- América, el poder está
encarnado en personas vulgares, que las mas veces
lo deben á bajas intrigas y á la falta de todo pudor
y patriotismo; en las monarquías de Europa, de
onlinario esa encarnación tiene Uigar en hombres y
en familias educadas á proposito en una altura de
í^ntimientoi y de dignidad excepcionales.
§ XIV
Arrnifqiies iiionárquieos
El mayor mouarrjuista en Euiopa, no apetecí
tanto como un rcpnblicano de Sud-América, la me-^
ñor cruz, la mas insignificante condecoración,
contacto de un conde ó de un marqués, la partículí
<lc antepuesta á su nombre, las escarapelas y los
galones en sus criados, las armas en su coche, k
emblemas de distinción en sus tarjetas de visita, ei
sus sellos de cartas etc.; la familia, el origen, el ran
go. la mnyve aziú, U^ alta cuna.
Qué es entonces el republicanismo en ellos? — EsJ
id odio hipjcrita á estas cosas nada mas que por
que no las poseen 6 no tienen el derecho de poseerlas.
Pero ese odio mismo ¿no es un arranque de aristo-
cracia, oculto baio el barniz hipócrita de república
hismo? La monarquía no está viva y palpitantf
en esas disposiciones y sentimientos?— La monar-
quía no está en las kyes escr4as\ pero está en lo-
hábitos^ en los instintos, que es mas todavía; está
en el orden civil // aministmtiao^ en la familin,
en la sociedad. Sus leyes actuales, son obra de
los Reyes, llevan su nombre.
La nobleza y sus títulos han sido abolidos; pero
ha quedado la aristocracia sin los títulos. - Xo
hay nohleza\ pero hay plebe, hay canalla, hay
pojiulaclio, cuyos nombres no han sido abolidos, yj
se usan hasta hoy.
— 375 —
Los instintos monárquicos <le la revolucmn dt^
Majfo^ están luista en sus canciones patrióticas:
t Oid mortales el grito sagrado:
^ Lilmiady IJbedad^ Lihertad:
t Oid el ruido de rotas cadenas,
K, Ved en trono á la nohh igualdad,
€ Desde un polo hasta el otro resuena,
^ De la fama el sonoro clarín,
mortales oid:
Ya su trono dif/nisimo alzaron.
Las Provincias Unidas del Sud,
Y los libres del mundo responden;
Al gran pueblo argentino, salud
La monarquía no tendría necesidad de cambiar
de canción en el Plata La que tiene realza el
trono tanto como la libertad.
Ella no seria sino la libertad y ¡a noble igualdad
[«levadas al trono: no al trono extrangero de otro
tiempo, sino al trono digrúsimo que las provincias
alzaron, en 1810, por sí y para sí: el trono de la
patria, el trono libre é independiente (1).
Esos versos fueron hechos en 1814, cuando el
Plata no había proclamado la República. En ese
mismo año buscaba la monarquía. Son de un di-
jputadoá la Asamblea constituyente.
genlínn?» reprf^^enUin Ir» dotninm'ion feudñl de Buenns Aires
sobre las Provitiulfis: la Uin^a^ el fjorro. \i\> ffiamn*.
M^ ^ :^
— 376 —
Belgranoy Rivadavia creían que la monarquía
en América, era entronizar la revolncion, era co-
ronar la independencia.
Esta entronización de la revolución de libertad»
ha tenido lagar en Francia, donde la monarqul
de Napoleón ha sido detinida — ¡a democracia per-
sonificada en eJ trono por el Emperador Xapoleon-^ .
Lo qne falta en América es personiticar la de'_
mocracia americana, la revolución de Mayo, ei
lina dinastía liberal^ como estaba personificado"
el régimen colonial en la dinastía extrangera de
los Borbones. — Ese será el coronammito de la
obra de la revolución «Je Mayo Es lo que lí
taita á la revolución americana para que sus ge
biernos entren á formar i)arte de la familia de le
gobiernos europeos. Hoy son tolerados en su seno,
pero son extraños á la familia. La América
la que pierde en eílo.
Sus cosas tendrían otro interés en Eiuopa, d€
de que sus gobiernos formasen una sola y misma"
familia.
La emigración, los capitales, la civilización d^
la Europa, que no ha podido llevar la repühlí
A la América del Sud, los llevaría la monarquía
es decir, el orden, la paz, la confianza. — Un ejei
pío de ello es el Brasil. — Ala simple foima de
gobierno, debe el Brasil la prenda mas fuerte de"
la contianza que ¡ns]nra á la Europa, y á la cual
debe sus capitales, sus inmigracioneSj etc.
377
§XY
liH iiioTiarquia existe hoy en el urden civil
La America del Sud no necesita mas que poseer
un gobierno estable y regular para entrar de un
golpe en el rango de lo.s pueblos civilizados.
La civilización existe allá en el orden civil, en
la familia; y esa familia es obra de la monarquía
en América, — cosa singular! — como consta de las
leyes civiles que la rigen hasta hoy.
Juzgar de América por el espectáculo de sus
guerras civiles, es tal vez caer en un error; pero
es asi como se juzga de América en Europa,
Hay allí dos mundos á la vez: — el mnvdo poUñ-
CQ y el mnmio c%riL~E\ desorden está en el pri-
mero; la paz en el segundo. De otro modo, no ha-
bria vida posible
La América está como estábala Francia de 1848,
bajo la república: todo era civilizado y regular,
escepto el gobierno.
La revolución de América ha sido política me-
ramente; de ningún modo social Ha destruido el
gobierno colonial y extrangero, pero ha dejado en
pié la familia y la sociedad civil, que existe in-
tacta ó mejorada.
La monarquía, restablecida, encontraría su vie-
fja base intacta: la familia española.
En cada hombre Sud-Americano, hay la expre-
sión de los dos raundoSj — politico y civiL en que
allí se ¿ifide tm ñfa. El l>c«ibiie ponüw^ k tui
üÉhricN^ im mssj% mtá por cxiilár; el iMioibre
¥0, Ua 6 flud, eflbi Ibnado, tiaie im earár-
esd honlirede !a fudfia esropet.
parados; y 9 lot aulof poiftkoi abiniéui. It.^ i.
üMpidRS deSnolk, los tinewM ibcüios, ^n n a^
LaTÍdacmláde fuii&, m deordinma t
fogio de lotlKRBlires rectof. Ellos hacen de h
temoD palíticá tina especie «le título de lioiiorabi-
lidad.
Esta abstenckci, qne es un mal, pc^rqae dej^
sar poca á poto el gobierno á manos de los peo
^lo dejaría de existir desde qne e! ^bierno fuese
reg:tiiar^ dign? - '^M parala Xaciun.
Esta ab«tr lene sq excu^ en la suerte que
la reptibiiea dtó «empre á m^ gi-andes senridored.
La repiíbUca, no la revolución, es la que devor
á sus bijoscomo Saturno. La república de Suif
América no ba dejado vivo á uno solo de sus hC^
roes.
La monarquía tire latente eu las entrnuan déla
ílpmorraHa ampricana
]i<f\ ifi]-iito. en [A^üd ifimbiita << párente, la mo=^
imnjnfa ♦ .xiste en América en los elemeutos qaeuiais
M} —
la constituyen; en el poder personal, sobretodo. No
podía dejar de existir en países, que deben su .ser y
su educación toda á las monarquías de Europa que
los formaron de su misma carne.
Qué es la monarquía? en qué consista — Ks el
poder encarnado en un hombre (soberano); es la au-
toridad personalizada en una familia ídinas^tía) -
Pues bien, el poder no existe hoy de otro modt»
en la? repúblicas de América, Solamente hay una
diferencia accidental respecto de lo que sucede en
Eui'opa En vez de ser permanente como aquí, ];»
peráoniflcacion del [íoder ííoIo dura cuatro y sei
üños, en América. Pero, nunca vive allí sino
j)ftsonifíca(h ó pürsonalizado. — XH este modo, el
poder conserva, en América, todas las desventajas
de la monarquía, ún i^etener una sola de sus cual i
dades.
Los Presidentes, son Reyes por cinco ailos; re-
ves en todo el sentido de la palabi'a, con la sola ex-
cepción del nombre. No solo porque sus atribuciones
?Jiean las de un rey, como en efecto lo son; sin»
>rque su potler está encarnado en su persona
)r la voluntad y asentimie nto del país, que así lo
Quiere y así lo hace.
El pueblo dice todos lo.s dias en América, sin em-
barazarse de su propia soberanía: —«n homlm', un
lwmbre!,^ei todo lo que falta, (íes todo lo que te-
nemos. Nunca se le ocurre decir: — otro^ hombres,
-^otro />wc¿/o/, — es lo que necesitamos, lo que nos
falta
Por lo demás, el poder personal, aunque efímero.
— Mí> —
nace en América del mismo modo qne en Euro)
Como en Europa, el poder del Jefe del Estado des"
cansa en la voluntad del país, pero la voluntad y el
poder, por ella sostenido, nace sienipre de un hecho
de armas, de nn golpe de autoridad, de un triunfo
cualquiera material.^ — El vencedor nunca deja de te-
ner á su favor la voluntad del país, aunque haya
triunfado de ella misma. Es la soberanía de los hechos
consumados.
Así, Lavalle deiToca á Dorrego en Buenos Aires
y es proclamado gobernador por la voluntad libre
ilel pueblo flitre ápres coupj. — ^Rosas derrota á
Lavalle en el Puente fie Margues, y es elegido
Rosas) gobernador de Buenos Aires. Mas tarde
derroca á Balcarce, y es elegido gobemador por
mnte años. —Urqu iza derroca á Rosas, y es ele-
gido Presidente por el voto del p.iís, tan unánime en
su favor después del triunfo, como fué en su contra 6
en su indiferencia antes de la victoria de Caseras, —
Mitre derrota á Urquiza y un año después de la vic-
toria de Faion y de otras diez victorias, es elegido
Presidente por esa misma volufitad lU>re tj unif or-
ine de todo el país, que antes le rechazaba, con
igual expontaneidad.- Así, las monarquías presi-j
denciales de cinco años, tienen allí un origen d hechc
como le tienen en Europa las hereditarias.
Si volviera la monarquía, vendría como la
Presidencias de un /leclm primero; del voto /íftre^
en seguida. Empezar por el voto es no tenerla ,
mas. — Qné ideas, ni qué nocíone? sobre formas
^oHierño tiene el pueblo, para detidir por el vStTT
esa cuestionV
El mismo derecho hereditai'io al poder y á )os
empleos, inherente á la monarquía, ¿deja por ven
tura de existir en las j'einíblicas de Sud América?
El actual Presidente del l*aiaguay, recibió el po*
ler por testamento de su padre, que lo debió :l su
'vez á una ó mas revoluciones. — La tohtntiuJ Ithre
(/ uniforme del Paraguay, consultada mas tarde,
ha dejado el poder en las raaaos en que lo dejó el
finado Pr*'sidente, por última vduntnd y en que se
hallaba cuando el voto lu confirmó.
En las Repúblicas que se rien del Faratfuatj, los
títulos al poder y á los empleos no son menos he-
reditarios.
Los hijos de los repuhlicanos que, como guerre^
fcos ó estadistas, han destruido en América el régi-
men del poder hereditario, hacen de su rtliacion un
título á los empleos, exactamente como los hijos de
loí nobles, que derrocaron sus padres, --Ser hijo
de San Martin d de Balcarce, v. g., es tener dere-
cho natural á represent^ir la República Argentina
en Francia, por solo el m^^rito de ese origen.
íí XVI 1
[¿a repitlilicA* uu es una verdad.— La itionarqitta esta
en lus (^osas y trariieioiies
Lo peor es que América rechaza de la monar-
quía lo que significa menos, que es el nombre.
"'.R'^ _
En ciiíinto á la cosa, que tanto teme ó detesta,
es tal vez lo ünico que respeta y acaricia bajo la^
república misma, síq apercibirse de ello.
El poder exiraordimtrio ó dictatorial, de qae
echan mano las repúblicas cada vez que se ven
anarquizadas, es decir, todos los días, no es otra
cosa que el poder monárquico, menos el nombre.
Pero no es la monartiuía á la inglesa, á la belga
ciertamente. Es la monarquía á la nripníal ales-
Tilo turco, ó persa, ó japonés.
La voluntad de todos refundida en la voluiitaii
de uno solo, que manda sin limitación ni contra-i
poso; de uno que es igual íi los demás en condición,^
y mas que un Rey en poder.
Así, la república en AmcTÍca no es un becljo;
es nn mito, una alucinación de nombres y de pa-
labras. — La mejor realidad en América, nadii vale|
bajo un nombre temido. — La peor y mas aíro2
tiranía será recibida y conservada, con una sola^
condición, — que se apellide íihertad.
Mitre llama^irfm^* artiríciahs^ gobierno aii¡tirial^\
Á las ideas y al gobierno monárquico en Sud- Amií-
rica, — L3. rejn'Micii íiominnl, es laque merece esa ^
clasiñcacion qur no se puede dar sin ridículo al
golderno que ha existido tres siglos en America.
(JliHe y al P/af(fy han debido los períodos de
urden y de paz de que han gozado bajo la repú-
blica nominal, á la monarquía innominada, es decir,
al poder armado de racuUudes exfraordivarias. — ¡
CLile creó ese régimen en 1833 por una cousti-j
lucion, y lo usú por intermitencias el Plata, eaj
— 383 —
1835, poruña Ley de Baenos Aires, que se pro
rogó de seis en seismese^ por espacio de 17 años
y de que B-osas us • sin iiitermiteaciaa. Su go
biemo duró tanto como una monarquía regular,
entre sus rail defectos no tuvo el de ser deso-
hedeeido como gobierno nominal, sino respetado
jrao poder real y positivo.
Toda la América española, aplaudiendo la ener-
gía del poder de B//sas, y considerando á su go
bierno, ba manifestado sin pensaiio, un voto im
pUcito por el poder monárquico; y ha vi^to pro-
bado por la existencia y por la actitud de ese
mismo gobierno, que no es incompatible la monar-
quía con la independencia americana, que Rosas
ivocaba y daba A respetar, precisamente por If^
lergla monárquica de su poder.
§ XVUI
urden niiMiarquistie de cusas
Tal es el sentido en que puede decirse que toda
la América espaflola está por la monarquía, con-
vencida por la experiencia de 5U anos, de que la
repiíblica no gobierna eticazmenttí,~quitíre un go-
bierno capaz de gobernar en realidad, un gobierno
mas estable y fuerte, que el que conoce; un go-
bierno al que no sabe clasificar ni definir, sino por
el nombre de gobierno fuerte ó poder fuerte.
Si le dais gobierno fuerte, le dais lo que desea
Y como eso es la monarquía^ la América no ne-
cesita ni quiere otra cosa que esta clase de go
bierno; ella está por la monarquía sin saberlo. Lo
tomará sin duda contal que se lo deis sinelnom-
bre. Aceptará la monarquía con tal que con-
serve el nombre de república. Bolívar aconsejaba
Reyes con el nombre de Presidentes: esto quería
decir: Monarqums con el nombre de República.
gobiernos fuertes con el nombre de fjohiernos libres}
— Qué importa ú nombre cow tal que la ro^a exis-_
ta?— En ningún siglo, en ningún país, la monarquli
ha obtenido el voto del pueblo, existiendo la repií-'
blica, sino en esa fornia implícita, tácita o indi
recta.
Si preguntáis al pueblo de America si quiere
la monarqum, os dirá tjue uó.— Si le preguntáis
el por qué, al pueblo que razona, os dirá que por
impracticable; porque no la comprende, porque la
comprende menos que á la repüblica, á la cual 1:
practicado bien o mal, en tanto que ha olvidado
la monarquía, ha dejado de entenderla y se
deshabituado á ella.
Este razonamiento contiene cieita ddsis de ver-
dad, y nosotros mismos lo hemos escrito alguna
veí!, como verdad, de buena fe. Después hemos
reflexionado que, con ese mismo argumento, apli-
cado á la institución misma del gobierno, abstrac-
ción hecha de su forma, tendríamos por conclusión,
que ninguna clase de gobierno conviene á la Amé-
rica del Sud^ porque habiendo vivido sin gobierno
y en plena anarqnía por espacio de 50 años^ ha
dejado de entenderlo, y menos comprende hoy el
gobierno y el orden, que la anarquía y el desorden,
convertidos en régimen consuetudinal y permanen-
te. OtTo tanto pudiera decirse con respecto al ré
gimen municipal, y á todas las buenas institucio-
nes, olvidadas unas, y desconocidas u por conocer
las otras. Con semejante razonamiento, la barbmie
despediría de su suelo á la civilización, fundándose
en que no la comprendía, ó la comprende menos
que se comprende á sí misma.
§ XIX
Modti? operandi.— Arranques monárquicos
La monarquía, según esto, lejos de ser contraria
á la revolución de América, seria el medio de salvar
sus gi'andes principios, á saber: — la sobei'anm del
¡mebfo representado por la mayoría nacional, su
integridad y unidad, en que descansa su indefwn*
dencia.
La monarquía no volverá, si vuelve un dia,
sino como ha venido la república, — tácita y vir-
tualmente.
Ya lo está hoy mismo, y se puede decir que
los dos sistemas, las dos formas se disputan hasta
hoy el gobierno del país.
La rcfmblica está escrita en las Irtfe.s poUticas;
la monüi fj tú a exhte escrita en la legislación civil, y
íHve en los arranques y costumbres del país.
Los argtíiitiiius son monarquistas sin saberlo. Ka
el único gobierno que eonocen y respetan, bajo el
nombre de república.
La última clasey la primera clase, la clase rfí>
Hnguida, la (jente baja, la canalla^ la plebe^ la^
primeras familias, sangre azul, sangre noble ^ — soí
expresiones de todo el ni nodo, y á cada paso
usan en las repúblicas de Sud América, sin aper-i
cíbirse qne por ellas se revela la existencia de la'
monarquía en el tjrden social.
Si la monargaia está en la sociedad ¿cómo pue*
de existir la república en el orden polUico? — Fm
los Estados Unidos, como Tocqueville lo hace ver.
está en el gobierno porque está en la sociedad.
Excepto el nombre, todos los atributos de la mo-
naiqufa les son habituales y característicos:— la
energía y la fuerza en el poder; mayor respeta al
Jefe queá la ley; la tendencia á adherirse y á san-
cionar al gobierno de hecho; la simpatía á la vic-
toria-, la posternacion á los héroes y á los nom-
bres heroicos; el respeto instintivo á los hijos de \o^
hombres célebres; el respeto supersticioso á la far-
tana, á la riqueza, á los títulos nobiliarios, alas con-
decoraciones, á las libreas, al gran tono aristocráti-
co, á la vida de la Europa. Ver la Europa es como
subir al cielo.
Los que creen (|Ue Méjico ü el Fera, tienen maís
elementos o airanques monárquicos que el Plata,
se equivocan.
Esos arranques existen en todas las repúblicas de
8ud América, porque en todas ellas ha existido pur
^ 387 ^
siglos la uionarquÍH, todas han tenido Viretfes luiw c.
de tener Preside^^tes. — Toda§ han recibido del Jtey.
sos leyes civiles y administxativas, que hasta hoy
lüís ^servan.
len negar su pasado ni ^a presente monái-
QUicos.
Alirid los C'Migos civiles de esas BtpúMtcm,
que pretenden no creer en la mwmqula; y veréis que
susleye^mas serias y mas antiguas, las únicíis que
ha r*eí5petado la revolución de la independencia; las
mas vigentes y observadas que hoy tienen, son
:íus leyes dtih^s y aiminales, sus leyes rui^ales y
comerciales; las que arreglan la familia, la unión, la
pro!íi»eridad, todo el orden civil: — las leyes de lanm
nal q lila.
Todaíí esas leyes e^tán ilatadas en Europa j
e^tán promulgadas por el liet/,
EIlíi^ golíieriiaii hoy la parte mas seria y digna
de la vida de esos países, que es la vi^ía civil\ el
mundo doméstico, el orden comercial é industrial.
La república (/rita, pero no gobierna; la mo-
narquía no habla, pero lo gobierna todo en si-
lencio.
Los Códif/os modernos de Chile, de Bolívia» del
'erú, de Buenos Aires, en io civil y comercial
¿qué son? — Una refundición metódica del antiguo
derecho realista español, vaciada en los moldes de
lo!^código.s monarquistas de Napoleón y Fernan-
do VIL
La America habla de j^hs códigos.
Caáles son esos códif/os americanosf — La h¡f de
388
Jas siete Fmiidas, las ordefmnzns de JViVnvh rir.\ es
decb, los códigos de España.
Era eso únicamente en tiempo en que América
era una porción de España? — No; lo es hasta hoy
mismo, 50 años después de sn independencia, en
muchas KepühUcas,
y en otras?— Otras creen tener ciídigos suyos
porque llevan su nombre:^ — el akligo civil peruanf/^
d código civil boliviana, el código civil de Chile.
Qué son estos nuevos códigos americanos? -La
que son en parte sus pohhiciones: emigrados de la
Europa, códigos europeos naturalizados en Améri-
ca; los códigos franceses domiciliados en el nuevo
mundo.
Y si noj cuáles son sus fuentes nacionales? CuA- j
les sus nomentadores nacionales?— El código del
<Uiile tiene por comentadores á Troplongy Mer-j
cade.
No se ofenda ni aflija de ello la América delj
Sud.
Durante siglos la Eurupii modeniase gobernó por '
las leyes extraugeras de la difunta Roma, y los
Kstados Unidos de América no se gobiernan, des-
pués de su independencia, sino por el derecho britá-
nico. Su celebrada constitución no es mas que el
derecho civil inglés; tiene por principal comenta-
dor á Blackstone.
No dirán que han copiado en esa parte á Estados^
Unidos, como le han copiado sus le/jes políticds, que
viven en los textoSj mientras que la monarquía tra-
dicional vive en los hechos.
— m9 —
Todo el murulo, en América, conviene en que !a
rtípüblicíi es una promesa, un programa, no una
verdad de liecho. Si la república no es un hecho, ni
tampoco lo es la monarquía, claro es que la Amé-
rica, por el momento, está sin gobierno de genere^
alguno, según ese modo de deñuir su situación.
Decir que la monarquía es impracticable, equi-
vale á decii* que es impracticable el gobierno en
Sud- América, sobre todo el gobierno que se prac-
tico por tres siglos.
Antes de elegir uno de ambos, — ^cuál puede ser
mas practicable, que el que se ha practicado por si-
glos jillí mismo?— cuál puede serlo menos que el que
se ha practicado pésimamente?
Los partidarios de la República, en América, son
de dos clases: unos lo son porque allí ocupan la
gilla de los Reyes; otros lo son en odio al gobierno
de los Reyes en Europa; aquellos e^tán en América^
éstos en Europa,
Los republicanos que, desde Europa, lo son de
las cuestiones de América, se dan una posición
muy cómoda; todo quieren meiun ir A vivir á las
repúblicas que alaban; todo les repugna, menos dejar
de vivir bajo las monarquías que aborrecen y á
cuya sombra aplauden la república.
A esos republicanos les diria yo: — x Tened negó-
tíos con esos gobiernos, ya que los amáis por su
lirincipio. Pero cuando os falten, no digáis: son los
homhres, no el sistema, — Tanto vale, pues institu-
ciones que dejan de ser buenas por el modo de
ser de los hombres, no son adecuadas para ellos.
— a90 —
ílice qu»^ el Rey de Baviera no quiere que
sus subditos (emigren para xlmérira, de temor ijue
se hagan reimblicanos: él ignora que el mejor an*
tídoto contra la tentación á ser republicanoj es ha*
bitar un año las repúblicas de 8iid-América.
Bien pueden por lo deuias emigrar del viejo al
nuevo mundo, los capitales, las poblaciones, todos
los elementos de su civilización; mientras no vayan
con ellos las condiciones del gobierno A la cual de-
be Europa el tlesarrollo de esos elementos de la ci-
vilización; los capitales y las poblaciones europeas
establecidas en América, no bai'án mas que veje-
tar estacionarios, prosperando si acaso para reparar
las pérdidas naciflas de la falta del gobierno esta
ble y eficaz, que los hace engrandecei'se en En^
ropa.
La América acepta la civilización Europea, me-
nos una cosa — ^su gobierno, — e^ decir, la condición
que la hace existir, su rajíon de ser. Quiere la
paz europea, la cultura europea, la riqueza euro-
pea, pero sin el gobierno á cuya sombra nacen y
crecen estas cosas.
Ella quiere que estas cusasi vayan á vivii* en
América bajo el amparo del gobierno que no las
deja nacer ni crecer. Es decir, que vaayn á vivir
por sí, e^ípontáneaniente, coiiiu las pbintaíi silvestres
del nuevík mundo.
— 391 —
§ XX
KIomentiíH inoiiúrqinoos « rmirnof* (lara ftinrlnrlii
*_uu í-iue recursos dotar un u\rno, en un país
cumo el Plata? — se dice, por ejemplo.
Todo tesoro es pequejlo si se le sulidivide en nii
rhoa. Lo qne era antes el tesoro del vireynato de
la Plata, forma lioy el tesoro de cuatro Kepilblicas,
íi saber: — la Arf/enüna, Moni er ideo, fíolivia^ el
i^arfír^^^m//. — Bastaría refundir estoja gobiernos en
uuo solo, como est^aban bajo el gobierno qne se
íipellida de retroceso, para tener un tesoro regio,
en vez de cuatro tesoros mezquinos. Centralizar
de e^e modo, refundir en uno solo el tesoro de esos
jmíses dispersos hoy día, sería no solamente dismi-
fíiuir 5US gastos públicos. al}olir aduanas y trabas lo-
Dale^ embarazosas á la producci m y al progreso, sino
también fortificar el poder, robustecer la autori-
dad y afianzar por lo tanto la tranquilidad de esos
países, que deja de ser continua ^oUi porque no
fhay autoridad que la guarde,
Jja capacidail < le los paí,!>e8 del Piara a sostener un
pibieniü monárquico, no está p ir probarse; es ya
un heclio demostrado que ha existido por siglos,
mando esos países eran menos ricos que lo que son
hoy. —Su vireinatúj anterior ;¡ 1 Hln. no solo saca-
Iba de sí mismo los recursos necesarios para »a
sostenimiento, sino que los tenía también para
|jar part^ • hu JletrupuH,
— 392 —
Donde había caudal para dos coronas no podrí*]
faltar para una sola.
Sobre todo, si los recursos son como diez, hoy
que no hay gobienio, mafiana serían como cincuen-
ta, desde rjne liobiese urden y libertad aseguradas
por un gobierna inerte y estable— Gobierno y
orden significan riqueza y prosperidad, en Sud-
América como en todas partes.
Opulentos por la naturaleza, esos países están
^ erapobrecidos por el mal gobierno. El oro y los cau-
dales yacen sepultados en la tierra, que el munda
no se atreve á esplotar por falta de seguridad.
Un gobierno débil y complaciente como un en-
fermo, no se atreve á poner contribuciones directas
por temor de no ser obedecido 6 de hacerse odioso.
Tiene que sacar sus recursos como un ladrón
de los bolsillos del pueblo, sin ser sentido; por laa
aduanas, que son de paso la muerte del tráfico ex-l
temo en que reposa toda la esperanza de esos paises '
desiertos; ó tomando el dinero del pueblo, en prés-_,
tamos, sin hipotecai'le entrada ó bien alguno, sin
prometerle reembolso ^ ni pagarle interés, como hace
el gobierno de Buenos Aires emitiendo su papel dey
deuda piibliea que constituye el j¡jíí/;<?/'m{>nef/a.
El crédito público, ejercido en esa forma, puede
ser un medio cómodo de finanzas é de recursos fisca-
les; pero, como medio económico, es fuente de pobre-j
za para el país.
8i una monarquía independiente es mas cara
' que un vireinato colonial, también los recursos que
hoy tiene cada ono de los fragmentos del an-
tiguo mnhtatú, son mayores tjiie lo eran los de
todos ellos juntos antes de IHIO.
Sobre todo, eji una República, cada presidencia
cuesta mas que la dotación de an trono; de donde
viene ijue cada cambio de gobierno deja exhausto
al Estado.
Así lo que uno de esos Estadas podría gastar una
sola vez para dotar un trono y una dinastía, lo tie-
ne que gastar cada cinco años sin conseguir jamás
fundar un gobierno eficaz y estable.
La República Argentina, por ejemplo, temería
no tener recursos para sostener un gobierno nionár-
quicOj y los tiene para sostener quiní:e gobiernos so-
beranos (14 de Provincias y uno Nacional) con 2u
legislaturas, 15 ejecutivos, 15 ministerios, innume-
. rabies tribunales?
§ XXI
Refarmas preparatorias.— La educación
JOS viajes de la juventud americana en la Euro-
pa monárquica^ por vía de educación, ser \ irán á
la demagogia y no á la monarquía, si se dirigen
á París y Londres, en vez de ir 4 ciudades secunda-
rias,
Behjrano, San Martin y tíolimr no habrían sido
lo que fueron, si se hubiesen formado en las escue-
las de Paris.
En Paris el joven viajero á educando, vive con
— :\í4 —
^^umo, no vé, 110 oye á la noblt?5ía y á la gente ñe
pro, ni de lejos. — Vive en el cuartel latinOy con po-
co dinero, que apenas le basta para los placeres fá-
ciles. Estos placeres son el café, el boulevard. liis
bailes y conciertos papulares. Sus relaciones agra-
dables son Con tenderas, obreras, hijas de porttms^
(soit disant loreías y grisetas) es decir, con niíla»
del pueblo
El ¡wo/esor^ que es su mas alto contacto, es sal
mayor peligro. Eí profesor es radicatista y pra^fre-
stsfa net% iáfoloifo, hunibre de principios; edacíidc
para enseñar, no ha vivido sino en la escuela y^
con escolares. Es un niño grande con todas las ilu
sioüe> del niño, y sin mas aspiración que ser el
ídolo de susdiscípultís y audiíorio. lo (jue no logra,
sino con teorías hahigiieüíis y radicalistas. Vive á
mil leguas délos hechos y de la realidad de la viua.
Es opositor nato é instintivo de toda transacción
con las inperfecciones inevitables y fatales de la
vida. Es decir, que esta de punta con todo loque
es política y gobierno^ pues toda política es paz
y transacción con los heaJios y la realidad
Ama la descenfraUmcimí^ tomada como equiva-
lente de libertad: la libertad y la descent ral izacian
como equivalente de dismimicion del poder, ate-
nuación de la autoridad. Liberalismo bueno y
útil, donde el exceso de autoridad es \2í parálisis^
del cuerpo social, como en Europa. Pero funest
donde la taita de autoridad es la perlesía, la ii
quietud coníí¡ia:i y nervio^í-i la nnfprmpdaddp Ir
Esfados de Aineri<'a.
El jdven formado en esa escuela, en eí$as idem?,
ron esos moclelos, vuelve ;1 América nn demagoga
hecho y derecho; un bachiller en revoluciones, an
revoltoso por principios.
El profesor esL...
Los discípnlos mn Bilbao, Mattíi y 0/
El demar/mfo en Snd- América, es el áoldado del
fie.^potisnto.
^ XXIl
Meilífliis [irepHnitivas del restnlilediiiieitUí
de la aristoeraciu. Los fueros
Lajiobleza <"» aristocracia <jue se rentable. -ier a
en Sud-Amériea, no sería como la pasada. No serla
de raza, ni desangre, ni tendría privilegios dero-
itorios del principio de if/uahlad ante la leff.
Se compondría tí constaría, de simples títnlo!< tle
honor.
Cuando mas, tendría el privilegio del fuero, que
no ha cesado de existir en las repiihlicat^
Por qué gozarían de fuero el clériyo^ el nuHtar^
el escrihr y autor, el leffisíadory el Presidente, el
^^ims(tro, el Gaheniador: y no lo tendría el que
[♦or grandes méritos gozara 'íf^l título de anhíp á
ffútaljle?
El cJfriffo tiene el prívilegiu de ser juagado por
la furia.
_ líl militar, p\iv el eonsejo de guerra.
— :*!*♦; —
iiií t^ait(jí\ por el jurtf.
VA h'éjtslffdoí \ el fjohrrnmifr.
laeces
íes
Coii áolü restablecer, reorganizai' y mantener
ciertas faeros, quedaría reorganizada la nobleza
en los Estados de la América del Sud.
Sus bases modernas serían la propiedad cofiside-
rabh, — sermcios eminentes ff Hotorios hechos á l:i
Nación, — la posesión de grandes talentos acom
panados de celebridad y del respeto público probA^
torio de su noble empleo.
Podría haber nobles hereditarios y nob/p^^ o tW/i
§xxni
Lit amloeraeia ainericuna, de la libertad
No seria preciso que lu aristocracia americana
tomase los nombres y las formas de la aristocra-
cia de origen feudal de la Europa,
No seria necesario que sus grandes y notables
se llamasen marfjiie^es, ópjmies^ o f/tiqi4es, si estos
nombres les despiertan ideas de tiempos de despa^
tismo; podrían quedarse í^implemente con los nam
bre^áe t/ram/es fie América^ senadores, etc.
La creación de los empleos en la magistratura de
la diplomacia, de la instrucción, etc., en profesio-
nes ó estados permanentes como lo son hoy los em-
pleos de urden íuiütar, podría suplir grandemente
la falta de una aristocracia de sangre. EUos cons-
— 397 —
I
I
tituyen en sí mismos una especie du aristocracia
tle capacidades en el seno de la república presente.
Ko habría sino que darles permanencia para aquie-
tar á los que se agitan y agitan la sociedad para
conseguir esos rangos. Y los países de América
ganarían en ello, porque el servicio público hecho
en estos ramos, por hombres educados á propósito
para desempeñarlos, no seria como es ho}^ de una
inferioridad tan grande^ respecto de los agentes
y funcionarios europeos, que da á la América la
mas triste ttg'ura, cuando se trata de negociacio-
nes que no se reducen á un punto de derecho civil
ó al arregb:» de una cuenta, de una indenmizacion
ó de un negocillo de poca monta.
Una intimidad mayor con Europa y extensiva
á negocios de orden político, exigiría forzosamen-
te en el servicio de la diplomacia americana una
reorganización sobre bases que la igualasen en fuer-
zas á la de Europa.
La aristocacria ffe la capoddad sustituida á bi de
mms dá lugar á un resultado de la mas grande
importancia, y es que ella hace posible que haya
condes y marqueses mulatos, indios y negros, así
como hay retfvs negros, reifcs indios y irmdpcs
mnlatos, en los países de castas.
De otro modo, seria preciso decir fiue las nacio-
|iies y pueblos de color, están desheredados de los
Bnetíciosdel orden y de la civilización, no solamen-
te de la libertad, que solo son practicables por la
monarquía.
^ 398 -
Ki^d^sldiiiistocríicmdefnotrática^lH HoMe r
(íad, que ha de servir á la monarquía d^i pora-..
*jue es la democrática y popular: la misma bajo la
« aal será posible el orden en los pueblos que iiabi-
íí^n la zona tórrida y los climas tropicales.
^ XXIV
Cuál seria la nobleza iiusible en América como
instrumenta de un gobierno Obre
Es un error capital el creer que la juñstocracia
<s Qua iníitituciou de simple v^aixidad y orgullo, un
productu de ¡a conquista y de la tuerza
Tanto valiera decir lo mismo del gobierno 'ín sí,
porque hay gobiernos nacidos de la violencia y
fundados en ella. La aristocracia es una rueda
esencial á esa máquina que se llama el Estado, co*
mo los grados militares lo son para esa máquina
llamada el Ejército. Si snprimis los ^tv¿em/esy los
coroneles como rangos opuestos á la igualdad, disol-
véis el ejército, porque hacéis imposible la disci-
plina y la gerarquía que lo hacen existir; sin ejéi'^
cito, que os delieuda, quedáis á la merced del qi
quiera conquistaros.
La aristocracia es una pieza inevitable de
disciplina civil; es útil y necesaria para el pueblo,
porque es un contrapeso, un freno contra el poder
ilimitado del gobierno. — De esa limitación depende
toda la exigencia de su libertad. ^ — Se dice á me-
nudo— las rimdas dehfñbierna. .^ — Admitiendo ea-
ta figura para expresar por una comparación núes
ira idea, diremos que~el asiento elevado que dais
al cochero delante y encima casi de vos mismo, no
es para la vanidad de él, sino para vuestra conve-
niencia, pues ^olo de allí puede llevar las riendas
dirigir los caballos que conducen vuestro coche,
>i, porque el cochero goza de mejor vista que vos.
lo derribáis de su asiento culminante, los caballos
1 entregan á sualbedrio, y vos y vuestro foche soi^'
la víctima de su impetuosidad.
La aristocracia deja de ser una derogación ul-
trajante de la igualdad, tanto por la razón qu'i
acabamos de dar, como por la de que sus tilas están
abiertas por igual á todos los grandes méritos, á
todas las capacidades probadas, i todas las eminen-
cias naturales creadas por el mérifíi. r>e>de que to-
dos pueden hacerse mislffcralüyi, dúnde está el in-
sulto á la democracia?
La nueva aristocracia americana seria, no hiodio-
Tscí aristocracia de los privilegios^ de la raza 6 de la
sangre; sino la noble aristocracia de las capacida-
des y de los méritos, la cual no es mas que la jus-
ticia, pues consiste en dar d cada uno loque es su-
yo; la nohk igualdad de la justicia entronizada por
nuestra revolución, no la igualdad innoble, que tie-
ne horror al mérito. Esta es la verdadera nobleza,
pues es noble el militar que salva á su país, con
riesgo de su vida, en un conflicto supremo. Y si es
noble en realidad por ese acto noble, no bastará que
ese titulóse lo discierna el poeta, ó la geiUilezadel
historiador, sino la sociedad entera, que le debe
— 40:2 —
rítinia que tinita á h acción inilitai* de la Emopa
la eficacia que tiene en su propio continente: 2^
que en la república Sud-Americana no está amena-
zada la propia existencia de las inonarquias euro-
peas^ como lo estaba por la revolución írancesa.
Una prueba de esta verdad es el hecho de haber
vivido 50 artos la repúbÜca nominal, que^ en el he-
cho, ha sido anarqnia^guena riril y esccindafc.
En Francia no vivió 20 años la revolución.
La emulación 3^ rivalidad natural que divide á
las naciones Europeas, en medio de la unión que-
deben á otros intereses, ha sido, es y será lagi^an
base de la independencia de América; peio por des-
gracia también lo será de su aislamiento y soledad,
— Y como las naciones de Eui'opa forman entre
sí una población sin gobierno común, siempre será
difícil traerlas á que obren como un solo poddv
respecto á Sud-América. Habrá entre ellas irre-
sistible divergencia; y esta circunstancia será el
caballo de batalla de la independencia de Sud-Amé-
rica.
Será preciso que los intereses comerciales é in-
dustriales de ];i Europa en América se agranden
de modo que interesen á la vida misma de la Europa,
para que ésta se sienta obligada á poner tin á la
anarquía de Sud-América en protección de su pro-
pio interés.— 'Esto tendrá que suceder un dia, por-
que el comercio internacional es uno é idéntico en
el mundo, y no puede ser atacado en América sin
que se resienta en Europa, Cada dia esta solida
ridad será mayor.
- 103 -
La América del Norte nos presenta hoy dos
ejemplos de esta verdad en la cuestión de Méjico
y en la de Estados Unidos. La Europa no puede
dejar de ver como suyas propias las; calamidades
de que son teatro esos dos países, y su política
siente la necesidad de ponerse en acción para de-
fender el interés inmediato de ia Europa atacado
en el interés del nuevo mundo, solidario del suyo
enteramente.
A los americanos del Sud, por su parte, les toca
promover y solicitar esta cooperación protectora
de la Eurapa para restablecer la americana sobre
la base del nuevo régimen, independiente y libre. —
, Así obraron los franceses de 1814; los españoles
ie 1S23 y 1834; los ingleses de 1G6H, buscando en
[Holanda los medios de establecer su gobierno; los
'argiMitinos de 1839 y 1852, cerca de la Francia y
del Brasil.
Yo pjTguntaria á \o^ americanos que tanto
detestan la intervención de la Europa: — Si los
Yankees ó el Brasil os amenazaran con la con-
quista (caso mas verosímil y probado que el de
Europa) preferiríais ser conquistados á conservar
vuestra independencia por una intervención eu-
ropea?
Lo5 mas brillantes, los mas libres gobiernos que
'cuenta la Europa se han fundado y consolidado
con la cooperación del extrangero. La revolución
de Sud América debe á ese origen casi toda su
"existencia. El gobierno actual de Espaila, el ún¡-
gobierno libre y nacional, que ese país hny,t
-TI ,jaj^.
t-mido desde que existe ¿no debe su existencia á la
doble intervención de Inglaterra y Portugal?
En Espailu Uíiman afrancesados á los que emplea-
ron la influencia extnmgera del vecino país en la
solución de sus cuestiones interiores? Por qué na
\\íimdkX amjksada , aporiiupipsada á la misma Rei-
na, que buscó la seguridad de su trono en el
tratado de la cnádniple alianza firmado en In-
glaterra?— Caliticaciones atrasadas é ignorantes.
Si la España Via de salir de su aislamiento ídunen-
co y ser como una de tantas naciones de Knropa,
tiene que afrancesarse, nmtjlesarsc, f/ermamzar^c^
es decir, asimilarse al extrangero. dejar iU ser un ti-
po sui fféneris. Lo que digo de España, digo de
Francia, de América, y de los pueblos del mundo.
El último progreso de la civilización ^erA aquel en
que cada nación se contunda con las demás por lo que
hace á sus ideas, sentimientos y espíritu. El mundo
marcha rápidamente á ese destino al favor del Ierro -
carril de los canales, de los buques á vapor, del
telégrafo internacional, de los tratados de comercio,
de la prensa, de las exliibiciones universales.
mm^m
UAI'ITIJLU SÉPTIMO
GOBIEENO. EUBOPEISTA
íí I
E\ ^übiernu firejianitorid (leí ^elf ^oYertiirienl
Lft falta (le su viejo gobierno, en qiiu la re-
velación ha dejado á las Repüblieay independientes
de Sud' América, las pone en la necesidad de go-
beniarse á s( Tnisraa^, es decir, de ser librea.
Pero como el gobierno de t^ mismas no >íe
adquiere de un ilia para otro, por A solo hecho
de e>tar librado á sí mismo, sino mediando una
larga educación, será muy posible que ge pasen
siglos antes tjue las Hepúblicas »le Sud-América
adquieran el hábito y la inteligencia del selfpn-
vernmpnt, en el í2:radn qUe lu posee la República
sajona de la América del Norte.
El gobierno de sí mismo, en el pueblo como
en el hombre, supone la educación de todas sus
tacultade^. El pueblo es un compuesto de hombres
y el lioínbre no es simple. Hay en él una con-
400 -
ciencia, una razón, una voliintatL Para ^er capaz
de gobernarse á 8Í mibino, es pi'ecisu que su
conciencia sepa creer por sí, que su razón í^epa
observar y Juzgar por sí misma y que su volim
tad sepa deliberar y elegir sin ayuda. Esta triple
educación en el liombre del Norte, es hija de
tres grandes revo'ucione» históricas, que no han
I»enetrado todavía en el hombre meridional de los
dos mundos.
Está en la fuerza visible y comprensible de
las cosas; que ellas penetren mas pronto en el
Sud de la Améiíca que en el Sud de la Europa,
ilonde todos los cambios luchan con resistencias
mas arraigadas y poderosas; pero en un Ínter*
valo de siglos, los pueblos Americanos de orijbcen
espailol, que han sido gobernados desde su origen
áin la menor intervención de su parte, no tienen
una preparación política que los dispense de la
necesidad de apoyar el edificio de sus gobiernos
nacientes, en sus relaciones con los gobiernos libres
de la Europa, sobre la base de la independencia
americana^ que felizmente no es menos necesaria
á los estados de Europa que á los mismos estados
Americanos.
Los gobieinos de América no podran jamás
interesar á los de Europa, en la prestación de esa
cooperación sino á condición de aproximarse de
ellos; y la primera condición de esta uniou es la
adopción de una manera de gobierno tan semi>-
jante de! suyo cuanto es compatible con la de-
iíiocracia republicana del nuevo mundo.
— 107 ^
Entretanto si el gobierno monárquico no ha
de ser el gobierno de Snd -América, no hay iitili-
ílad por eso y, al contrarío, luiy daño evidente en
deprimirlo sistemáticamente, porque esa hostilidad
provoca la antipatía de los gobiernos de Kuropa
y afloja la unión con e^e continente, que es ma-
nantial de nuestra civilización.
Hay ademas una injusticia en esa hostilidad
hecha en ma^a á toda monarquía, pues si hay
unas que son atroces, otras liay que son bene-
méritas para la libertad de América.
('on todo, no es tal vez el país que está en peor
^camino para adquirir el gobierno de sí mismo
fsetf ffovernmentj el que, liabiendo sido goberna-
do por otro país, sacude la autoi'ida»! de este y
asume la suya propia. Tal es la situación de la
América del Sud, por cuya sola razón su nmr'
qiiia, es decir, su falta de r/ofjierno ce:üraJ, pro
mete mas para los destinos de la libertad, que lo
que obtendrá Espaila con un gobierno que tuvo
siempi*e por regla fundamental gobernar salo y
sin la intervención del país.
Pero como no basta quedar sin gobierno, para
saber gobernarse á sí mismo, la América antes
española no se halla, á este respecto, en la misma
"sit nación que la América antes infflesa.
De ahí la diñcnltad para la democracia de los
países de la América antes e8|»aúola, de reorga
nizar »u centralismo, (es decir, su gobierno) por
— 4n.s -^
su!N esUierzus ¡ rupius y aisLtdos, y sin el auxilio
las tuerzas que han auxiliado su aparición. Para
constituir un gobierno, es preciso saberííe gobernar,
lo que supone inteligencia y bábito de gobernar.
Matí como la Aiiu^rica ante>í espaiiolM, en veas
de gobernarse á sí misma, fué gobeiiiada de un
modo absoluto lí omnímodo por otra nación, ella ten-
drá necesidad de buscar en la cooperación de alia
dos poderosos el panto de apoyo que n( cesita par*
recomponer su centralización moderna y propia, lo
que vale decir para recomponer su gobierno patríOi
bajo la base de la libertad.
Sus Estados lo sienten ya y de abí el anhelo de
Iniscaí" esa cooperación suplementaria de sn insiiií<
r*iencia interior, en alianzas americanas.
Estas son alianzas «lela debiliílad con la debili-
dad, de la inexperiencia con la inexperienciaj át
!a insílticienciy, con la insuficiencia. Ellas no pue-
den dai' d esos Estados lo que necesitan para con^-
tituir y atianzai' su poder respectivo. Necesitan m
solamente deseos y simpatías, sino elementos po-
sitivos. No solamente elementos positivos y mate
riales, sino nu>:ilios de inleligencia, rie liábitos. di
prácticas, de experiencia en materia de gobierro;
y esa cooperación! ro pueden encontrar sino en li
gobieiiios d<* ia Enru[>ri.
*, a América se bacc usta objciiun y es de del
nerse ante tdla,— l*tMlnin las monarquías de E»
ropa dar sii cooperación para constituir en Amén»
Eepüblicas fuertes, es decir, gobiernos de una forma,
que es para ellas una amenaza y una provocación?
E? incontestable que con mas placer la darían
á gobiernos constituidos á su semejanza en la/o/-
ma y en el Prnáo, Lo hemos visto probado en los
I gobiernos del (añada y del Brasil,
I*ero romo la reptiblica e^ un hecho irrevocable
y soberano nacido por sí mismo y que solo por sí
mismo puede desaparecer, los gobiernos de Euro-
pa, hallando que un gohiei'no republicano es me-
jor que la anarquía para lus interesas desús na-
l clónales en América prestarían el apoyo de sucoo-
iperacíon orgánica, que se prestan entre sí mismos
en Buropa, á las Repúblicas de la América antes
[españolas, á una condición muy natural de )íart,e
ae estos^ á saber, la de aceptar sino la forma, al
menos el fondo, esderar, la centralización, la con-
sistencia, la unidad fie que los gobiernos á la eu-
ropea derivan la fuerza que los hace capaces de ser
útiles á la civilización
Las Repúblicas americanas gobernadas á la eu-
ropea, no podrían ser menos que apoyadas en su
organización moderna, por las monarquías democrá-
ticas u americanistas de Europa.
Es lo que boy sucede en izarte lu^sta aquí^ y esa
es la consideración de conveniencia mutua en que
descanzan las actuales relacionen y tratados de amis-
Í^A y comercio entre las monarquías de Europa
y las Repúblicas de América.
Qué habría, entonces que hacer de nuevo áeste
respecto? — Aceptar ese hecho no menos espontá-
neo é inevitable que el ile la república, y sacar de
él todas las consecuencias que de él surgen natural-
mente en el sistema de la ]}olít¡ca interior y exterior
de los nuevos Estados de la América ant^s espaj
ñola, sin curarse del ejemplo de la América anti
inglesa en sus relaciones con los gobiernos de El
ropa, de que tienen menos necesidad que sus h€
manos del 8ud.
E\ gúhwrno aineríraiio á la europea
Cuando América tomó á la Europea la uva y
trigo, le tomo con ellos el método de cultivarlos; er
la condición indispensable de esa conquista.
Podría tomarle el árbol de su civilización sin el
método, es decir, sin el f/obierno, por el cual ha
cultivadoyc ^nservado ese árbol?— Ya se lo ha to-j
mado en parte, en su^ leycvciviles y administrativas j
Pero sin las leyes políticas de que derivan y pendei
las otras, la aclimatación es incompleta, y, natnral-"
mente, ineficaz, como lo ha probado la experiencia,
de las dos Araéricas,
Que la civilizacinii de la Europa seael procluct
de su gobierno, ó su gobierno el de su civiliza^
cion, — es la cuestión de cuál es anterioi^, ú el huevo
é la gallina.— Ambas cosas son causa y efecto.
Por (fohierno ó la europea entiendo, no precisa-'
mente la rnonarffaUi, sino la c^nfraVizac^on. la fi^e-
— 411 —
I
[neralizacion del poder en rjue reside m fuerza y
Idnraciím y que la completa», — Estas dos condicio-
nes forman el forulo de\ goinerfw á la europea: la
múuarijHía es la forma externa y superfidai Con
tal que la Francia, v. g., conserve su centralización
moderna, ella conservará su civilización poHtica ó su
gobierno moderno, aunque séllame imperio, repítldi-
ca á monarquía.
La civilización actual de la Europa enjpezó su
marcha triunfal de progreso, dejando la feudali'
dad, es decir, el poder, disperso y descentraliza-
do; y tomando la ceutrali^acian, rjue completa hoy
sus resultados civilizados y civilizadores, unificando
la Alemania, la Italia, etc.
Los Estados- Unidos de América no son un ar-
gmnento en contra, sino el mas grande argumento en
favor de esta verdad: —que fa civilización de la En-
ropa na puede aclimatarse en América sin eUfobierno
á la euiopea.
El Gobierno de los Estarlos- Unidos, es ei mas
earopeista de los gobiernos de América, y por eso
es el mas fecundo. Todos lo reconocen en el hecho
de confesar que los colonos que los fundaron vinie-
ron ya civilizailos y educados en la Ul»ertad y en el
gobierno Ubre, desde líuropa.
Emancipándole de Europa, no han hecho ums que
tomarle en mayor grailo su gobiernu, centralizando*
se en hi anión, cuyo nombre los deíine-
El c^fUro, que estaba en Londres, en manoa de
otro gobierno, ha pasado á M ashimffon en poder del
puebío americano.
La centralización ha cambiado de fonna, pero
lejos de desaparecer» ^e ha e^ti-echado y ñgmtulhñi
de mas en roas.
Los pueblos, que eran varías cotmmtÉy st- hai
\Tielto un síflopufhlo.
Esta mudanza ha tenido tres grados y §e ha he<^
en tres tiempos: — la (onfeder ación de 177«> — I
Constitución de 1TH7 — la rmmlucion de 1S(»5.
Tjastres forman la historia del jirogreso de sacen
tralizacion .
No es la abolición de la esclavatura, el^ran resul
tado de la última revolución: es la victoria del pnn
cipio de (fHfohdad, que reside en la voluntad d
de la mayoría nacional. — La última guerra ha re
suelto y establecido que la mayoría nacional hao
la ley para la minoría disidente. Sin ese priiicipi
no hay nación, ni Eíítado civilizailu,
Desconocer la existencia de un centrali*:njo gigan
tesco en el jiueblo 4}Ue ha sometido á la obedíeiíci;
de la ley á nueve Estados poderosos, que la desobe
decían, es no entender ni jota del mecanismo de! ^
bierno.
Kn nombre de la í.onsritu<;inri centraiisia, ilet-
conocida por lo.s disidentes, ella ha sido retorniadn
de hecho, en el sentido de la ci^ntralizacion mas 09
trecha y mas nacional
Si su texto es el mismo, su sentido y jurisprudeii
cia son otros pa]*a lo venidero: son la unidad
la europea, que sirve para equilibrar, no para
chazar, á la Europa misma,
Kl ejeraplnde los Estados Unidos no es el único
Hay otros cuatro ejeiiíplos en América que de-
mestran la misina verdad, y son Chtie, el Btasil,
íl Canadá y el Paruf/uat/, Sus gobiernos deben el
iscendiente que los ha hecho fecundo^ y especta-
>tes sobrt; los demás de Ainériai, á que están or-
ganizados mas á la europea, á que son mus cea-
Iralistas
Mientras los pueblos de Méjico y del l^lata, se
llesunen y lü^peí san, los del Canadá^ salen de su
liülaiüiento anterior para unirse y forniar iin solo
is y un solo gobierno.
Los pueblos dispersos del Plata necosiiíin men-
Ugar el brazo de un poder unitario, para hacer
^a guerra aun EstadUo, que debe á la imidad la
tjapaeidad de resistir sus ataques aliados. — Yo no
ilabo todo el gobierno del Paraguay, sino su cen-
tmlizacion eunqjeista, que lo hace capaz de defen-
tw 5U independencia y su ser nacional.
Dad á un gobierno de América el nombre que
Hiueraié, la forma exterior que oá agrade,— r^y/íí Wt-
t, dictadura, imperio, federación, no imi>orta, — con
tal que le dejéis una contextura europeista, es decir,
renfrnlizacion y toda la inanu*ribilidbd concilia-
ile con su forma fundamental , es decir, con tal
¡ue se pai*ezca^ en esto, á los gobiernos de Estados
\ Unidos, Oiile, el HrasU, el Canadá, el Faraf/uaíf,
|i5tc.; — habéis organizado así, el gobierno capaz de
Ivar la democracia y la civilización de Sud-xVmé-
I rica
— 414 —
Por fortuna este cambio gradual hacia la cen-
tralizacion, eis independiente de la voluntad de \m
hombres. Kl depende y resulta de la naturaleza de
las cosas. Es fatal é irresistible como el desarrolla
de la ciNnlizíicion, del cual forma parte y es coní
cion indispensable y natural.
Si es verdad que no basta decretar la centi
zacíon para iiue ella exi-ita, también es cierto que ito'
basstií »irie los egoísmos locales se enipeñen en estor-
barla 1/ resistirla p?ira que deje de formar^^e poco á
poco por su propia fuerza.
Si es cierto que no basta que un pnblicista fie-
muestre sus ventajas, para que los gobiernos la de*
creten; también es cierto que los mas depravados
gobiernos necesitan buscar su estabilidad en con»
cesiones mas ó menos sinceras hechas á las ideas
sanas y á la opinión de los publicistas patriotas?.
Bueno ó malo, la república es un hecho venida
por sí mismn, trairto por la fuerza de las cosas.
Una colonia que se emancipa de una monarqul
puede ser una república, par e! mero hecho de qi
dar sin Rey.
Pero una república de origen europeo, aunqi
esté en América, puede recibir dos tipos: uno etff
pmia ú cmtralista, otro unti-europeista ó anticen-
tralista.
Así, en Araénca hay dos tipos de república: la
república européisia ó unitaria (v, g. los Estadn^*
Unidos) y la República antieuropeista éantemútr
Ha ( v. g, Méjico, Colombia, el Platal.)
Si escuchamos á la historia v á la razón, nu
die pretenderá que, la república día Mejicana, está
llamaila á prevalecer sobre la nqnlhlica europíista
de los Estados Tnidos, en el interés de la civiliza-
ción del niiindü ¿imericano.
s m
í
I
Solo el gobierno fuerte podría dar 2a paz a la Amé*
rica del Stid
No hay orden, ni paz donde no hay (¡obierno
fuerte. Todos lo> americanos convienen en esto,
y no pueden dejar de dftivenír.
Se habla, se entiende, de pueblos que no tienen
el hábito ni la inteligencia del gobierno de sí
mismos, sino de ser gobernados aunque por su
propio gobierno.
Pero la fuerza del gobierno, en ese caso, de*
pende de la central i zacion y de la iiiamovibilidad*
También convienen en ello los republicanos de Sud-
América.
Pues bien, un gobierno con estas dos condi-
eioneSj no es mas ni menos que el gobierno á la
europea.
Si; pero este nombre alarma, y por él queda-
mos sin las condiciones del gobierno fuerte, — ^Ven-
gan las condiciones sin el nombre., — dicen los
republicanos desencantados de la república, Pero
no es posible. Llamar á las cosas lo que no son,
es cometer una mentira. La mentira puerle con*
venir al poder por un instante; pero Jiose puede
erijirla en principio de guljieruo: ella *?s k debi-
lidad.
La8 condiciones del poder fnerte mn una necesi-
dad de la triste condíeiau httuuina de todos los
pueblos.
La centralizncion pase, pero la in/thnntLJifJad m
monstruosa, dicen á esto,
Ksta objeción descansa en nu tjm pro y«í#. Una
simple explicación bastará para desvanecerla. La
inatnovibUulad política es monstruosa, dicen bien
los republicanos, y el sistema de cambiar cada
cinco afios á los gobernatitHs, descansa en una
nece?iidad real de nuestra condición humana. Cada
cuestión, cada crisis, cada dificultad nueva, exi^je
un hombre nuevo y esi»ecial para resolverla. De
allí la necesidad de cambiar las legaciones, los
iiiinistcrios, los parlamentos y los empleados amo^
vibles, Pero esa movilidad política no solo no
opuesta á la forma europea, sino que es
Lumpatible con ella que con la república pi
El Ministerio, que es el Poder Ejecutivo en la
monarquía, cambia con la voluntad del Parla-
líiento y del país, y con las necesidades de la
piilítica.
Kl Presidente, que es el Ejecutivo de la repú-
blica, dura cinco años por la ley, á pesar de la
voluntad del Congreso y del país.
Pero la inamorihifidad política no es la perpe-
i f tifiad sociaL
A' o hay que confundir el orden político con el
— 417 —
orden social, que es supremo y comprensivo del otro.
El Rey. en una monarquía, es cabeza del orden
político, solo porque lo es de la sociedad.
Tanto conio debe ser móvil el orden político,
debe ser inmóvil el social.
El Rey es la cabeza titular del Podei* Ejecu
jtivo, pero no ejercí^ el Poder Ejecutivo, (¿uien
ejerce es el Ministerio, Así, el gobierno in-
^glés es llamado con razón ffolnerno ministerial, al
mismo título que t^obterno monárquico.
Qué importa que sea perpetuo el Ejecutivo
nominal, si no lo es el Ejecutivo práctico y ac-
tivo?
La mejor Ibrnia de gobierno es la combinación
amalgama feliz de la inamovibilidad y de la mn
lidad en el poder, que responden a dos necesidades
•loHticas de nuestra natuj aleza luimana, por la pre-
sencia de un Key que reina y de un Ministerio
que gobierna,
Si el Rey constitucional es inviolable, es por-
que para él mismo todos sun inviolables. A nadie
puede violar, es decir, bacer violencia, por la
rencilla razón de que no es él quien gobierna.
Sería inicuo hacerle responsable de un gobierno
que no es suyo
Gobiernan los Ministros, y por eso, natural-
emente, solo ellos responden.
\jn Presidente no solo es mas inmóvil que un
Ministerio, es decir, que el Ejecutivo de una mo*
narquía, sino que tiene mas jioder sobre la Legisla-
lura que el lírrv v r{Ur lo^^ Ministros de su Key.
- 418 -
La razón de esto as clara. KI Presidente debe
sü elección al pueblo, y, el innisterio de an Rey,
la debe á la Legislatura qae lo ha designado á
la elección BeaL — El Rey hace fiue elije sns Mi-
nistros; quien los elije en realidad y los remaeve^j
es el Parlamento-
Basta fijarse en ese doble origen para ver quel
el Ejecutivo de una monarquía debe ser elegido
con mas acierto é inteligencia que el dé una líe
pública; pues el Presidente no puede ser conocida
de todo el pueblo que lo elige, mientras que el
Ministerio, lo es siempre por la Legislatura de
cuyo seno sale, íl)
Por lo demás, la imimotibiUdad lí permanencia
tan temida en la monarqnía, existe en la República \
misma con doble desventaja, para inmovilizar ell
gobierno entero con el poder de la fatalidad.
En la República, en efecto, el Presidente y ell
Congreso son inanioviUles por los aftus íhtales que
designa la Constitución á su existencia, y tienen qlie
permanecer, aunque por su causa se hunda el país,
como sucede á Estados Unidos bajo el Presidente i
Lincoln.
El Congreso no paede ser disuelto, aunque sea
an obstáculo para la marclia del Poder Ejecutivo,
como lo es á menudo en las Repúblicas de Sud- Amé-
rica, por la razón de que debe su elección al Presi-
dente anterior y rival natural del actual. — Qué
otra cosa importa la inamovibilidad de un empleado.
(I/— Ver eJ Econoinisin de 6 do Diciembre ll<62 Lomlre^.
-^ 411Í —
que, corao el Rey, no gobierna? — Nada, sino la
perpetuidad del orden y de la paz; la perpetuidad
de la solución dada al problema mas capaz de
trastornar la sociedad: — la elección de su gefe y
cabeza.
% IV
utilidad que de los arratiqups m anarquía tas podría
Bacar lii |iolítíea amerieuna iiiira la com[>ü8¡cion
del gobierno á la europen.
Pueden loa restos del antiguo régimen monár-
quico ser utilizados para la composición de un nuevo
régimen republicano?— Sin duda alguna y con gran
provecho, como lo demuestra el ejemplo de Chile,
cuya ky de régimen iníenor^ no es mas que una
refundición de la antigua (Jrdermff^n rfp Itifpmlf^ites.
—Desde luego el pueblo actual de Sud- América,
el suelo que habitaj sos iustitucioneis civiles, so
cíales y religiosas — /,son otra cosa que la obra de
la antigua monarquíaV — Sin embargo, hoy forma
todo eso el fondo material de la república indepen-
diente,— Las iglesias, los monumentos, los puentes
caminos, que dejó construidos la monan¡uía es-
'pafíoia en Sud- América, dejan por ese origen de
servir al lustre y A la civilización de las repúblicas
fundadas en su lugar?
Lejos de ser un obstáculo para la constitución del
gobierno á la europea, de que necesitan las rejuí-
— 4S0 —
blicas de Sud-América para acercarse al mimdií
civilizado, esos ananques podrían ser utilizados del
modo que Miguel Augel usaba los restos de los
templos del pagamismo para la construcción de \m
iglesias que su genio dejó á la Roma cristiana y
católica de nuestros dias.
La centralización gubernamental es el priíuero dej
esos arranques, que convendría hacer servir á l&J
reconstrucción de los nuevos Estados. Si los Ameri-
canos del Norte la hubiesen tenido para todo el paí»^
de que consta su actual República unida, se habrían
guardado de disiílverla por el prurito de imitar mal
á la mas prestigiosa federación,-— I^éjos de malograr
la uniformidad de raza, idioma, legislación civil y
gobierno político, que heredaron á la monarquía in-
glesa, la lucieron sel- vi r á la grandt-za ile \? R^pií
blica, aprovechándose inmediatamente de esa un i
IVíimidaíl para constituir sobie ella^ la unión que
los hace emular al poder liritánico, y que maiclia á
infundirse gradualmente en un solo Estado, á ejem
)ilo de! liemo Unido, de que proceden los que se lla-
man por autonomasia Estados Umdos.
Después de loa Estados TTnidos, Chile y el Hrasil
nos ofrecen el ejemplo mas instructivo de lo (jiie pue-
de ganar la constitución moderiia de los Estados de
la América del Sud con conservar una gran part(
de la antigua construcción <í complexión europea'
de sus gobiernos. Chile debe á la conservación de
su centralización tradicional é histórica, la fuerza y
vijror que permite ú su gobierno mantener una pají
feciintla qne lleva ya cuarenta ailos. El Brasil, lejos
- 421 —
de hacer de sus antiguas capitanias, iiulepeudieiites
entre sí, otras tantas Repúblicas, ha hecho, como
los Estados ruidos, de todas ellas un solo Estado
imperial, y gracias á esa unidad el es mas fuerte con
sas seis millones de habitantes que los veinte y cua-
fro millones de amerieanoa de origen español dividi-
dos en diez y seis Itepúblicas, gubdivididas muchíís
de ellas en Provincias soberanas.
El (añada acaba de buscar, en la centralización
de sus diversos pueblos bajo un solo gobierno Ame-
ricano, la fuerza que le liará capaz de resistir los
planes anexionista^^ de la gran Repiiblica de su
vecindad.
La gloria nacional, sentimiento esencial y distin-
tivo de las monarquias, subyuga el gusto de los
Americanos del Sud, Qué mal pue<le hacer á la Re-
pública el conservarle ese atributo del gobierno á la
europea?
Vmna el ^iiUií^nio á la eiiruiiea es íiievitiiHit* en el
porvenir de Siid-Ainériiui.
Los que combinan aliafizas de resistencias y de
defenscí contra la Eurojia en Auuñ'ica ;,se harén esta
liiegniúa?'-'Fod(mos trsisHr'f — (febemos ndstir'^
-sabemos lo fjue resistimosí^
La solución <le estos problemas estií en la solu-
ción de estos otros.
Adonde rrf ta Américú? Hááa do$ide cé la
Europn en América?
Contra la faerza que gobiema i las cosas por
9f mtoiíaii, nada |>nede el gobierna de los hombres.
Si e% derto qae solo Dios hace la ley y qae
el hombre do hace »ino escribirla, — el gobierno^
qae no es mas que la ejecución de la ley, su san*
cíon y colaboración, es ígualinenle obra de Dios.
Para los i-' ' ■ s^ como para ios hombres — el
gobierno ]ij í y Dios dispone. £1 hombi'e no
hace el gobierno, como no hace la ley: él lotnter^
preta, lo signe, lo anxilia.
Quién hubiera podido impedir la independen-
cia de América por medidas de gobierno? La sábüi
Inglaterra como la imperiosa Esiaña, la ralerosa
Frafwift como el canío Portuiial—¿no perdieron to-
das sus colonias, en América en menos de cin-
cuenta años?
Y qué era esta pt^rdida? — Tna revolución á*t
política económica que se operaba por sí misma
en favor y en servicio de las necesidades de la civili-
zación y del progreso; en la que los poderes do
Kuropa, eran instrumentos y ejecutores, no autores
voluntarios de e>;e cambio, que do podían evitar*
ni producir
Kse cauíhiu de salad vino de bluropn, ^a\ Amé-
rica, l'or i\m no vendría el que debe ser su coro-
lario <l coronamiento ¡ndi^3nsable en servicio de
las necesidades de esa misma Europa? Quién po-
dría evitarlo?* Habría utilidad en evitarlo, si
íua<e daliley No ¿ería en sí la satisfacción de una
— 423 —
jiece^^idad de civilización general ó de ambo* raüii
dos?
Ea qué consistiría ese rnovimiento ^^lIlo en l;i
creación y formación de la autoridad Americana.
sobre bases tan eficaces y serias como las que su
rentan la autoridad europea? Podría ser desvaa
taja y pérdida para América el tener gobiernos
independientes y propios, tan estables y sólidos
tcomo los que tiene Kuropa?
Sería nn medio de resistir A Europa, si mese
rival y enemiga nata de América, e! tener gobiernos
Americanos mas débiles é inconsistentes que los
gobiernos europeos?
Si la Kuropa tuviese interés en reconquistar á
Aniérica, no podría encontrar medio mas eficaz de
asegurar la ejecución de esa mira, que el fomentar
la conservación del sistema de gobierno que boy
debilita y despedaza á la América
Queréis la prueba de la verdad de esta observa
cion? Ella está á la vista de América. El Bra-
sil y los Estados Unidos, se oponen á que el sistema
republicano deje de existir en Sud-América, por-
que esos dos Estados ambicionan á tomárselo todo
para ellos solos; y nada puede servirles mejor ese
^de.seo, que el sistema de gobierno á la mejicana, que
lió á Estados Unidos, Tejas, CaUfhrma, Nuevo
'Mtiico^ etc.; y al Brasil, las Misiones Orientales,
y la provincia Argentina d*' ]n Tinndí^ (h'iental, nms
ó menos completnmente
— «4 —
§ VI
Ifn solo groliiemo sifrviim wi salo pai«— ttobirmii^
fttert^^ sí^tllra p»t« fnerle
Qué quiere decir ^otierma nmiano? — Vn
unitícado paia su gobierno. — ^Es el país el que
hace una soloy y como consecuencia de ello, el go-"
biemo se hace uno ^o, como el pafs. Tantos
gobíernot$, tantos países
La anidad del país, produce sn fuerza y sa gran-
deza con reíípecto á las partes de que ooiisbi^
con respecto al extrangero.
Ninguno que ame á su país puede desear verl^
dividido en mochos estados, en lugar de compone
un solo estado grande, fuerte, rei5petable De esfc
fie trata cuando se habla de la unidad del país. La
anillad del gobierno, no es mas que el signo exierio^
de la unidad de la yacion; de su constitución er
un solo lisiado f'uerk^ en ffua n-pi/hUra orando.
compacta, sólida, respetable
Asi, el (johierno centra} izado es el gobierno ñieríe,
y el gobierno fuerte significa la Repnblka fuetir,
la Nación poderosa, cosa que no puede ser desa
gradable á ningún corazón que ama deveras
patria y su grandeza y poder.
Cuando se habla de una sola patria, (por ejempK
para los argentinos) y un solo gobierno, no se
alude á la constitución unitaria de Rivadavia pre-
cisamente, sino á la unidad histórica de esa Kepú-
^ 425 —
blica, á su Megtidad nacional que se juro en la
acta liieniorable del 25 de Mayo de 18 lu.
Todo sisteum que amenace esa integridad, arae
naza un princiiiio de la rerolacion de Matfo de I;i
Kepiiblica Argcnfiiia.
Kn todos las «dras repiiblican, \a revotueiun
contra Espafia consagró el mismo principio de con-
servar y mantener sn integridad nacional, cí la uni-
dad de la Nación, pt\ el intert^s de su libertad y de
sus nuevos destinos patrióticos.
La centralización es el gobierno liistórico de las
Repúblicas de Sud- América. Cada una era ttn vi-
reinato, no una provincia; \m todoj compuesto de pro
mncias^ no una provinaa aislada.
El Paraguaif, Montevideo^ BoliviaJasltepahHcaa
de Cetdro América, son las únicas excepciones de es
ta regla del pasado americano, lisos Estados-
ex'provincias, se han formado para constituir su
propia debilidad y la debilidad de las repúblicas de
que se desprendieron. Y si han balanceado el
poder de sus ex-metropolis de América, lo han de-
bido á su miidmi locaL
El imperio del Brasil, es decir, la coutra-revolu-
idon, es el único que ha ganado con esas creacio-
nes de relajación y disohicion
^ vn
Ha)' loealbino y loeaüsinoi» federación y federación
Hay localismo y localismo; el localismo sajofi,
que signiticíi la iniciativa individual, y el local imno
pr^
i2i; —
latino, que itu «ignilica sino la ^ama i) f u
déla iniciativa renfral Este ultimo *.i....<*i. .* U
ilesaparícioü ó ausencia de toda clase de iniciatira
y el país y 8ns destinos marchando como á la castia-
lidad. Tálele! rtsiado y L-ondieion de los |mís
de Sud-An]<^n(*a l!nmado> frflriaciaties lí Estada
Unidos,
Así, no hay *|Ue ver la descentralización >ajot
en todos lo5i logaren y casos en qne ha desapareciif
la centralización latina y solo pnrque ha ilesapare^
ciilo esta centralización.
No híiy qae pencar qne b inHuUíva individual \
establece y resulta del simple hecho del desquicia
de la iniciativa púbííea ó colectiva del Estado. Nfi
hay qne ver una federación por el estilo de la de
¿astados Unidos en toda Hepiíblica de Sud América
<*n que ha desaparecido la autoridad nnitaria ó can-
tral Lo que resultaren este último caso, es la
desaimririun y ausencia de toda autoridad» tanto
individual como central: no es la de?ícentralizacioiu
es la anarguia: no es la autoridad distribuida
dividida entre las localidades del país, sino la auto-
ridad que íuisenta de la nación sin encontrarse en
las localidades, acostumbradas á recibirla de una
eosfera Suprema *! Nacional, por siglos, desde su na-
cimiento; y jamas á darla.
Esto es lo que no toman en cuenta los liberales
europeos que aplauden las fedeíaciones de Méjico
Nueva (jrranada, Venezuela, liio de la Plata, consi*
derámlolas como imitación liberal completamente
practicable de la federación de los Estados Unidos.
— m -
I
I
í; VIH
En i*ai$es iiue liuii sidu Uíiitarios, la repüf/Hca
federal es hiieuM piíra cunspirar; la república uni-
taria, para inantener el «írdeiL
Cuanílo el gobierno central ha sido Uránico 6 ex-
tninjero, la Kepüblira federal es un arma de libertad
y de independencia; pero cuando el gobierno extran-
jero ha sido reemplazado por un gobierno patrio, es
decir, por un gobierno libre, la república federal es
un arma de suicidio y de propia destruecion. Ella
pertenece al parque de los enemigos extranjeros.
En Sud -América la república federal sii'virt para
desarraigar y derrocar al poder español; pero solo la
repüblica unitaria será capaz de aclimatar la civi-
lización europea en Ara<írica,
Es federal, en cierto modo, aunque se titule unita-
ria, toda répul>lica establecida en un vasto territo-
rio, despoblado, sin caminos, sin grandes ciudades.
El único modo de centralizarlo es llenarlo de estas
cosas, es decir, desarrollar su civilización material
Así es como, en Europa, el progreso de la civiliza-
ción material, ha traido la centralización en el go
bíerno nacional. Pero como la América puede
recibir los elemt^ntas de ese progreso ya preparados
desde Europa, todo el arte de su gobierno consiste
en abrirle las puertas del país á su entrada y remo
verle toílas las trabas: es decir, en estrecharse con
Kuropa.
— 42K ^
Para sacudir el eenírali^mo hritánico, las Esta-
dos Iniílas se valieran de la ifpúhlica túnfedprndaí
para conservar la independencia conquistada, susü^
luyen á la re/mblica confederada^ la república
federal ó unida^ en el sentido de nnitaria.— A la
liga o nüanza de listados, fué sustituida la (^ansA-
tucion naciomd. La ultima revolución, es un |iaM
mas hacia !a centralización en defensa del go*
bierno AUéericano y libre. — (^uién ha editado por
los confederados ó separatistas e^ta vez? -Natural-
mente la InglateiTa, vencida en ITlífi, y la Francia
imperial, que no dese^ ver crecer el poder repu-
blicano.
(¿uien está en el Plata por la Hepüblica federal?
— Buenos Aires, cuyo gobierno local es la cons-
piracion organizada y permanente contra todo go-
bierno nacÍDnal ó centralista, en el interés de hacer
SU8 veces, en lugar de Kspaña.— Quién otro I»
quiere? Naturalmente el Brasil.
ií IX
Lii re|iiítilí(Ni federal ha Jieislio «¡m tietnpu
Kl escutlo de armas de los Argentinos, re|
senta una idea de circunstancias, como la república
de que ea expresión marcial.
Kepresenta la unión militar.
Su idea no pertenece, sin embargo, ni á Bel-
Í21> ^
I
grano, ni á San A[artiíi. Los rai litaren son los qae
menos se expresan por sus armas.
De dónde son tomadas? -Du la tradidoii ro-
mana, pasada por la aduana de la revolnrion fran-
cesa de 171)3. — ^Los nmianos nu conocían la liber-
tad, la república fné en líoiua lo que an Sud-Anié
rica y en todas partes: y el íí3 solo eonoei»^ el
despotismo de la gnillotina
Ksas armas son la antítesis de las idt»as de
fíelgrano, personiticacion Htd de la revolucitjn.
FJ gorro frigio es nn desafio á los Heyes; es
cumu la banderola colorada para los ojos del toro.
klloy mismo no5 define de nn golpe ante la Europa
monárquica y nos recomienda á su antipafia, por
lodo lo que recuerda el terror.
f hdLlanZii. qué represeiítaV— La libertad, según
la mitología pagana, — Los romanos no conoeieron
Ift libertaíl. Kl cristianismo la ha fundado en la
|>aciencia y la virtud, lia libertad inglesa se sien-
]m ta en un saco de lana, para demostrar que tiene
H por apoyo la rique^a, hija del trabajo pacífico . La
■ libertad que descansíi en la punta de una hvnza, se
lastima eu su propia siHa.
Las manos cerradas mutuamente, representan la
iinioH federal, lo contrario de tiuidad — es decii% la
separación y divisiun que arruina á la República
Argentina. Ijas dos manos de nn niisiiiu hombre
no se estrechan u»ia á otra para probarse amor á sí
mismo, Dos manos signitican mas de una persona,
es decir, mas de un país, mas de nn pueblo.
Que ha resultado? — Que las manos unidas para
— 4:ío —
sostener la libertad, se han puesto á luchar ó pulsear
— y la libertad, hecha pedazos se lia apretado el
gmroy> eomo dicen allá.
El sol, representa el Ídolo de los indígenas. Cq*
bierto en su mitad por el horizonte, no se sab^
como decía Flanklin, si es el sol que nace 6 el
que se pone; es decir, el sol del porvenir ó el
del pasado.
Las otras repúblicas de América han sido
felices en la composición de su escudo de armas: la
ilqueza, el suelo, la industria, los productos que
forman la grandeza nacional, para sí y para el mun-
do, son representados en ellas.
Si los argentinos se reformaran según las ideas
europeistas de Belgranoy San Martin, podrían con-
servar, el rio, camino de riqueza y civilimcion^ y
la ohvQj símbolo de \apaz necesaria al progreso.
Loíf colores de su bandera que, según Mitre, ti
ventó Belyrano, y que Imbría podido mas bien deci
descubrv), son españoles, Hon los de la banda
una lista blanca y dos celfste^ que los líeyes de E^
paña llevan en el pecho como símbolo de su soberii
nía, en cuyo sentido probablemente la tomó Belgra '
no, para tlistinguir la soberanía del pueblo argentino^
Son también los colores de la orden de Carlos IIL
Belgrano que se había educado en Kspafla,
amaba ala España, tuvo tai vez esa rf^mscencii
que Mitre toma por mvenrion
Yo no amo esos colores (aunque los respet
como patiíos), no porque son espafioles de origen
(yo mismo lo soy), sino porque representan des
gracia, en el Plata y en España.- — Yo me doy
una explicación supersticiosa de este fenómeno, á
falta de una explicación racional: — el aiid e^ima
especie de hito, como color del cielo, que es la pa-
tria de los muertos. Los vivos estañen la tierra,
que no es azul; y la vida, coexiste en ellos con la
sangre, que es rofa^ y la representa por lo mismo.
Yo afiadiria á nuestro Inctuoso estandarte, el rojo
del sol, que ameniza y fecunda, como estil en la
bandera de guerra. Tal vez por esto ha sido mas
feliz en la guerra que en la í>az.
§x
CetiiraUzneíou y de»S(*entr»lízacion, iinirlad y federa*
1*10 n.
Sabido es que la cenfralizacion ó la desceñí ral Im-
ciun del gobierno, no depende de la voluntad de un
congreso constituyente, sino de la fuerza de las cosas.
No se puede decir que esta fuerza de las cosas
haga imposible en América, la centralización, su-
puesto que ha existido por siglos, cuando Amé-
rica abundaba en población, caminos, comercio, etc,
menoí que hoy.
Bajo el sistema colonial, la América no conoció
sino gobiernos nmiarios. Así se pobló, creció,
se civilizí^ hasta poder declararse y ser indepen-
íliente nc Europa. Así llevó á cabo la guerra de
sa indc|»endenc¡a.
Esos gobiernos eiaii las monargnin^ de Tt^
trrra. Espafta // Pofin(/aL qoe tenían sus cent
vn Europa.
Para destruir esos podere*- en Am^^iica^ en
busca de la independencia respecto de ellos, se
trat«> de descentralizarlos
De ahí las juntas ú gobiernos locales de Amé
lica, t]ue la revolución instaltí para socaba r el
podei' rentral di los monarcas europeos. La r«
voluci<»n misma, sin desconocer de frente la sot
rania de los Reyes lejanos, fué una especie de
descentralización en su origen: ella visó á ]a au-
fonomia administrativa de América. Ella proclamú
la independencia, después de inútiles tentativas
para asegurar la mera descentralización, que fué
el primer grito de la reroíttciON.
La descentralización, que fué un arma útil
debilitar y destruir el poder de los Reyes ei3
peos en América, lia continuado, por una aberra"
cion, debilítanrlo y estorbítndo el establecimiento
de los gobiernos americanos, que mas bien con-
venía fortificar.
América ha olvidado que, si la <lescentra1izacian
fué un arma de circunstancian para de.^truir el
antiguo gobierno español, después de logrado eso,
no podia servir á la America independiente sino
para debilitar su propio poder modejiio.
Ese vicio, udcido de toda revolución, ha pre-
tendido justificarse con las necesidades del suelo
vasto y desierto, Pero la historia de dos siglos
de centralismo colotiial, desmiente esto, por mas
433 -
que el suelo de América y m edad presente, no
sean tan favorables á la centralización corao los de
Europa.
Esa aberración, vicio, ó üianiíi de federación^
autorizada con el ejemplo de la prosperidad de los
pueblos anglo sajones de Norte-Aiuérica, (que íse ha
atribuido á la federación, porque se ha realizado á
pesar de esta), es la «iesgraciada causa que mantiene
hoy en anarquía todo aquel continente.
Esa anaríiuía tendida un término del modo que ter-
minan todas las anarquías — en la creación 6 consti-
tución de poderes Inertes; y esa fuerza la hallarán
donde antes existió en América y donde hoy exis-
te en Europa--en la centralización, en la unidad
del poder,
hñ unidad^ es nna necesidad de «írdeu, una ten-
dencia de civilización en América. Al revés en
Europa, la descentralización ó federación es unji
necesidad de libertad, porque en Europa los poderes
pecan por demasía de centralización, mientras qne
en América son débiles é impotentes por falta de
centralización.
Así, la federación, la descentralización política y
administrativa, en Europa es un medio de oposición
4ie todos los partidos liberales y caídos.
En todas partes la federación es un medio de
oposición al f^obierno que se quiere debilitar, des-
-conocer ó voltear.
Pero ese medio de oposición^ ejercido contra un
poder débilf solo conduce á la anarquía, como su-
cede en América con los gobiernoi patrios nacien-
2i
tes; emp!ea<lo contra un poder exorbitañteT W
decir, ilemasiado central, solamente es útil ú la li
berta*!.
En Europa es tan lejítima y liberal la tendencia
á la federación^ coma en América es funesta y de
sastresa.
Importa que los legisladores y hombres püblicc
de América, tengan presente esta diferencia incoi
testable, al tiempo de leer los libros de Tocquevilk,
Amiand Carrel, Lavergne, Guizot, Prondhon y
todos los escritores que defienden la descentraliza-
ción. Todos ellos, repárese, son escritos estando^
fuera del poder y con tendencias mas o menos nacidas
de oposición al poder existent43.
La aiilicücion plagiariri de sus doctrinas en Amé-
rica, conduce precisamente al i'umbo opuesta de
que buscaban sus autores; conduce primero á
anarquía, y de ahí al <Íespot¿snw puro, que viene
ser, lo que es peor, un remedio santo y necesarií
S XI
Acciou diáQlypnto y combinada por si misma de los
Estudíis Unidos y el llnisil cti la imi^rica ante
Española*
La República, como forma, es bella y simpática;
pero tiene su precio para los pueblos bispano-ameri-
canos, precio que no será deniusiado para los que
tanto la aman; y como él no es pagado por los
^ 435 --
quií nia^ la defteiideti, sino por V\% |iíieí>b8, la
America del 8ud pueíie rontur que tendrá la n^
púljlica á tudo precio.
Corno república» es natural para que í>ea per
fecta^ que sea copia del gnm modelo, es decir,
que sea lepúbüm federa!^ constituida al estilo de
la de Estados Unidos. — Si no hay varios Esta-
dos que unir; si, en lugar de t^arios, no hay ma-
que uno, (que yn está unido), se le déjstme en
varias proinncias^ y estas provincias son conver-
tidas en Estados. Esta desunión se llama fede-
ración, y se tiene asi una constitución que es el
polo opuesto de la constitución de Norte America»
donde fedei ación signitica y es realmente unión:
federalismo se llama nnifarismo y lo es real
mente, — Washington, Aradisson, Hamilton, eran
unitarios en ese sentido, respecto á sus oposito-
res, los separatistas de entonces, que son los mismos
en principio que los confederados ó separatistas di'
70 años mas tarde.
Kn materia de constitución no se inventa en est^
siglo, dicen Sarmiento, Mitre y Rawson, dando ¡r
entender que la suya tiene que ser copia de la d(^
Estados Unidos. Se vé que ese lenguaje es pur;i
modestia. Si, se inventa, y la constitución argén
tina de 186t>, es toda una invención, que difiera
tanto de la constitución Unitaria de Washington \
de LiincoIUj conm de la Confedcrarjon stparatisía
combatida por Washington, y resucitada y refor-
mada por Jefferson Davis.
Esas dos constituciones de Norte América, diíi^-
— 436 -
rían en m grado de nnion; la coa en mas estrcelm^
reser ' ine la otra. Pero las dos eran la unión
de 1 que habían sido indepeadieotes entre sí.
^^--La de Saimiento y Mitre, como la de Artigas y
Ro^as, es la demnion de i ' is, qne formaran
MU solo Estado, en tantos i ... . . como provincias, ^
para tener el güi^to de reunirías como si fueran Es-
tados antes independientes. Es an pescado que I
se seca, solo para tener el gusto de bafiarae eqj
seguida. (1)
Los Estados Unidos, no necesitan ejércitos m|
campañas para tomar posesión indirecta y ronveí*
tir en sus satelices á las repúblicas latinas de Sud
América. Les bastan dos armas de comjuista, que j
poseen naturalmente en su sistema de gobierno^ á ¡
saber:
(1> «Aun en ^^ta tAriemoí?' quo volver al «•-^— -- -■•
dan to« Eslodo^ Unídní,. La nación^ \n j" le-
AtTiericfino, nstá toda, puede deHrs^, en Iji 't<i
en (¡no ha nacido ó se esíableció d^íspues, W a - la
mpiUiL e» üOlo una grande y í^u^ustu tilden^ qu^ su
propln vido munii'ípfil Mn nh^orbor \fi susUncia n*» i.js gii*
triios.*
(SarftiivnfOf cajía-prosprcto, de mi periódico mAmtfas Atnéri'
caén^ escrito en Eí^tudo» Unñlos vn JSfTí.)
Asi nitcrn ol sentido de ías ¡nslituelones de Norte'Amérft!8^
Emro serngrrndohle ni loeñlisuio de Huenos Aires, ifue le mito*
ÍDíifi,— A e^o filude \u pnlabrM— ur». fftu^ /ni navttJu ó sf* csta^
hleció dd^pur- —II o¿; portcfJii dr adnprion y í*onrenienfiii.
Oecir tfll I MI el piiiát aue rn'nbn de solvnr, por
una \tnprTi\ u *. Ja inU'g^pidnd de su sueií» palrio. 1a
uriidfH íle am Nííimuíí, soraeliendo t\ 1> Estados poderosos t la
obcdienniíi de In ley nMínonal y común, os el <«olmo de Iji
in8olen»?ifi y del absurdo. i
De rnoílo que, se^run Snrruiento, Lm^.inln Ua muerto por la 1
aldea de su nncinvcttto *> vn qfte si* r^tnblrció despuc», y nal
por la gran patria, lo gran nación, salvada Qn esn ^lerrn f
ílel ♦*cntralismo con el nldennÍJimol
- 437 ^
í** La federación,
2^^ La doctrina de Monroe.
Estas dos armas ijue, para los Estados Unidos,
tíon dos fuerzas, para las repúblicas del Sud, son
las dos causas rnas poderosas de djsalurion y
ruina.
La federación, las disuelve en Provincias sobe-
ranas, con humos de Estados independientes: ejeui-
plos lastirausos y ridículos de ellos, los Estados Uni-
dos de Mi/tct^ los Estados L nidos de Cohmfmt^
lü8 Estados- Unidos de Venezuela, \os Estados- Uni-
dos del Plata (proyecto biasilero) etc. Es decir,
ijue la tedei'acion aplicada al revés de los Estadus
Unidos, los deja sin gobierno y despedazadus^^ —
y la doctrina Monroe^ echando de esas repúblicas
la influencia auxiliar de la Europa, las convierte en
colonias indirectas délos Estados- Unidos,
Mí5jico, v- g.y proclama el odio á los extrange-
^"08, en tanto que los Estados- Unidos, los reciben
Me la Europa por millares y deben á ello la gran-
d.^za que les hace scí' señores de ese mismo imbécil
Méjico.
§ XII
La ímitiicion a los distados Unidos
No conozco nada de mas imbécil y estúpido^
i|ae el proceder de esas repúblicas de Sud- América,
que habiendo tenido una capiul durante toda una
existencia unitaria de siglos, se ponen á interrogar
^ 4S8
i la htütoría de los Esladm Unidm, cuál e-i Is
riodafl en qae Iiavaa de colocar su capital federal^
qué ^ toes ha de tener, cuánta población
qné -: geográfica.
Es como 9i la monai-qula efpafiola^ qUfríeiidl
adoptar U «oniítitacioTí de la Gran fírefafia, pai
mejar imitar e^te gran modelo de libertad, hicí€
de la? Prorincias vaicoii^*das una Escocia, dp las
de Cataluña y de Valencia^ una ífJanda, y del refslo
una lítylalerra pro|iianiente dicha: ó lo que es tgualj
que clividÍL*se sn reinn unitario, ími tres reinos, pai
formar con su reaglomei'acíon, el ijeíwo Unido dr
la Gramh Ibeiui, y í^e desprendiese de ^fadníl,
Holo pur liarse itn Lí»ndres en la boca del (runJ.*}.
^uivb\ su lúmf'SíH.
t^8 como si \m monarquistas franceses, imitadores
i] el gobierno constitucional de Inglaterra. ^1 " i-
sí»n <|ne, siendo la mouanj ufa inglesa el mol :-
bado é inmejorable de la monarquía libre, no ha-
bria mas medio de introducirlo en Francia íjue divi-
dir esta nación en tres reinos, á fin de poder llamar
á su reunión el RmnQ Unido de la Francia, sin
cuyo nombre y sin cuya divi'síon no podria serli
Francia una verdadera monarquía libre y c^nstitu"
cionaL
Este método de pueril y frivola imitación, sal
perticial y nominal, e^ el de los imitadores Sud-Ame-"
ricanos del gran modelo del norte de su continente,
que (líos creen imitar mal si no comien^anpor abolir
su unidail tradicional y revocar su capitíd hi'ítiirica
eou el solo linde titularse Pastados Unidos drA,
B, C, y ponei*so á buscar una Washington, t|ae
tenían y-á desde tres siglos, y no necesitan buscar,
por lo tanto.
S XUI
Unían ; desunión
El mejor modo de imitar el sistema político de los
Estados (j rudos de América, Píira las repúblicas de
origen español, es evitar la copia de su dstema
federal. Esto parecerá un contrasentido, pero es
la ex|iresion de la verdad mas exacta y mas fácil
de demostrar.
Todas las repúblicas de la América del Sud son
unitarias de origen. — Chile ^ eü Peni, ü/^/ící/, etc
emancipándose de España, fueron cada uno un J*l$ta-
<1o consolidado, enteramente independiente de todo
víncnlo que ligase su soberanía en lo exterior.
Las provindüiy en que cada uno de esos Estados
se divirlia, eran meras demarcaciones administra-
tivas, para el ejercicio de la acción central en
todíis las partes de su territorio; exactamente como
las provincias en que se divide la España, en que
se dividía la Francia unitaria, hasta que la divi-
sión departamental reemplazó á la de provincias,
en que se divide hoy mismo Chile y el Brasil^
dos países unitarios,
Evas repúbliras, divididas en provincias, íiie-
ron VirrifwfoSf ó grandes Capifanios Genet^ales^
divididos unos y otras en provincias, bajo el régi-
men colonial Español.
w m^ m
^ 440
Para imitar á los Estados Unidos, qué hao he-
cho las Repúblicas que se han constituido federal-
mente? — Han tenido que convertir tas Provincias
en Estados, es decir, que dividir la unidad tradicio*
nal de su soberanía en tantas secciones soberanas co-
mo Provincias; y. deshecha de ese modo la Nación^
recomponerla á imitación de Estados Unidos,
á imitación de su propio nacionalismo histérico
tradicional.
Qué ha resultado de este moda de organizadoi _
fundado en la descomposición? — La división def
gobierno central en tantos gobiernos como Provin-
cias, es decir, la reducción del gobierno central ó
nacional á un simple nombre; o mas bien, la desapa-
rición del gobierno nacionaL
Todo lo contrario ha resultado de la um
tormada en Norte América, de países que, antes de
Ja revolución, eran ya especie de Estados indepen
diente!^ unos de otros; aumiue todos dependiesen dej
gobierno central de Inglaterra.
La umon^ los ha sacado del aislamiento, haciendo
de los que fueron varios^ un solo ctierpu jjoJitico.
Federarse fué para ellos nnirse, consolidar
hacerse uno solo; federarse, para sus copistas
juicio, ha sido dividirse, desunirse, disolverse.
Cada federación ha obedecido á su principio oí
ginal y ha gravitado á su mira fundamental.
La federación de los Estados Unidos ha mar-
chado hacia la centralización] la de Méjico, la dei
Jiata etc, han marchado bácia la disolución.
La federaáon unitaria del Norte, no ha hecho
- 441 -
mm que aamentar so territorio; las del Sud, no han
hecho mas que perderlo.
Esta verdad simple ha escapado á sus copistas
de buena fe. Pero, á menudo, los de mala fe la
han visto y la han disimulado pnr cálculos de una
ambición patricida.
He aquí el razonamiento con que los federalis*
tas del Plata han disuelto ese país, en servicia de
la unidad del Brasil.
Había una constitución sancioíiada en 1853, que
habia sido, en el fondo, la restauración del naciona-
lismo tradicional argentino, bajo apariencias de fe-
deralismo, que eran una concesión política á resis-
tencias localistas, en-adas por el cjeraplo de Buenos
Aires.
Los órganos de Buenos Aires hallaría iniper*
fecta e^'d constitución, por demaí^iado centralistai
le hicieron ¿5 enmiendas, que convirtieron Vdcons
tituciofi en nn pacto y la Nación en una Uga.
Este servicio hecho al localismo disolvente de-
Buenos Airci» se cubriü con la autoridad del cjeni-
pto de los Estados Unidos, entendido de este
modo:
^ La base de criterio ile la comisión, al formular
sus reformas, ha sido la ciencia y la experiencia de
la constitución que se conoce como mas pertecta,- -
la de los Estados Unidos, — por serla mas aplica-
cable* — «Siendo hasta el presente el gobierno de
los Estados Unidos el ultimo resultado de la lógica
humana — habría tanta presunción como ignorancia
en pretender innovar en materia de derecho cons-
^ 443 .-
titucional ^ f Informe de la conmion^ redactado i^ttr
Mitre y Sitrmieitfo.J
Pues bien, esos moámto^ federalistas á la violeía^
hadan á la constitución modslo, m\a innovacioi
mas gi*ande que la que hicieron á la misma cona
titiicion Argentinn, juies empleaban como máqmni
para disolver una Nacían, la ley que había ser^
vido para crear la primera Nación del nue^
mundo.
Buenos Aires (dijo la comisión en su informe)]
al tiempo de incorporarse á la Confederación, pueilf
y debe proponer, romo la formnla general de una
reforma, ^A restablecimiento del texlo de la Consti-
tución Xurte Aniericamij la única que tiene auto-
ridad en el mundo y que vo puede ser alterada en
su esencia, sin f/ne se violen los prífwipios de la
asociación y s^ falseen fas reglas constitutiras de la
republtca federal. —La alteración ríelos copistas^
lo ha probado bien.
XIY
IjU repiiblica que necesitamos
No todo es ignorancia y en^oren el flujo de imitar
en Sud-Amt^rica el feíleralismo de los Estados
Unidos, Lo ma>í viene de ambición y falta de pa*
triotismo.
Todos los autores de la Kevolucion» todos los
creadores de la Independencia de Sud-Arnt^rici
— 143 —
fueron centralistas por convicción y patriotismo.
Educados en Europa, conoeiaii inejor las coiidi-
Clones naturales del poder: de ese mismo poder
que, uo obstante su exterior monárquico^ no lus
privó de ser lo 5 masf^nmdes patriotas que haya teni-
do Sud- América. Hablo de Belgrafio, Rivadavia,
Pueyrredon, O^Higgins, San Martin, Alvear, Sucre,
Bolivar, etc.
Bastaba que ellos Inibiesen sido partidarios del
;;obiei7io centralista, para ver en esta forma una
garantía del patriotismo americano.
Por que siguen la contraria los pequeilos patrio-
tas del día? — Porque son mas egoístas que patrioras;
porque no tienen el patriotismo desinteresado y
honesto de aquellos graniles hombres» La fedeuécmi,
m el sentido de exaltar la soberanía locaj^ es una
amia de guerra civil, que sirve para derrocar al
gobierno central, en el intere's de gobernar su
Provincia, sin el control ó limitación de la auttiri-
dad suprema de toda la Nación. Es la decadencia y
la degradación del sentido político-
La federación^ es el camhUaje: así, en el Plata.
todos los caudillos han %\^\} federales: Aldan, LopejSy
Ramírez, Artifjns^ Bastos, Ibarra^ QairO(/a^ Rosas,
He ahí los grandes federales de la República Ar-
gentina. Olvidaba uno, el Or. Francia. A esa le-
gión pertenecen hoy Mitre, Sarmiento, etc. etc.,
como defensores de la causa de Buenos Aires, en
contraposición a la cansa de la ^^acion, tal como la
qtierian Belgrano, Rivadavia, Alvear, Pneyrredoii,
etc., es decir, centralista.
- 444 —
La federación, como destunocinüenio ile la
ridad de la Nación, par la Provincia de Buenos
Aires, qne no admite autoridad superior á la t^uya,
no ha sido, ni es en el Vlata, sino un cálculu de
ambición local, sin pizca de patriotismo, entendien-
do por patria, lo que se entendió en l8lU,--l^
totalidad del ¡mcblo orgentino.
No hablo aquí como hombre de paitido: la pruc
ba es qne quiero á los federales ^ pero nó la federa ^
don, quiero la unidad, no estoy con los nnitarfos.
Las palabras han servido para dividir á los hona*
bres, como los colores, arbitrariamente y sin aten-
der al principio que representan Así, Mitre y Sar
miento, luchando contra Buenos ¿Vires, eran unila-
rio8\ hoy, al servicio de su cama hml, son federa-
les, naturalmente copistas de los Estados Unidos,
por el método daguerreotípico, es decir, copistas al
revés. Asi, del sistema que emplean los americanos
del norte para crear un ijobUrno nacional^ que tío
tenían, se han servido los del Vlnid para abolir el
quccxisíia. Loque en el original e?i unión, en la co-
pia ha salido desumoiK Aquellos hicieron, de muchas
Provincias, twa Nación; — estos han hecho, de una
Nación, muchas Provincias soberanas
JjOí> nuevos como los viejos federales serán con
tiempo vencidos por la ley natural, que obligará
la República á buscar su salud y conservación
la centralización.
La centralización vendrá por sí misma, por
poder de la necesidad que de ella tiene la República"
para no ser absorbida por sus vecinos, mas íuert
- 445 —
que ella, por esa centralización, que sus malos híjoa
combaten y estorban.
No la crearán las localidades, es decir, los egoís-
mos pequeños. Creada por los intereses generales
que se desarrollen á pesar y contra los gobiernos
sin patriotismo nacional, ella se impondrá al tin i
todas la^ mezquinas resistencias; y. como vino la in-
dependencia por la conspiración general de tmlos loí
intereses civilizados, asi vendrá la unidad de la
Nación, como condición vital del sosten de esa inde-
pendencia.
Pena de la vida á la república que tenga la
deigracia de sofocar todo espíritu nacional ó <'cntral
en su gobierno común
Lo qne necesitamos es la república mejorada, ea
lugar de la república actual; la república fuerte,
como remedio tle la república sin paz y sin libert^nd;
la república centralizada y (compacta, en lugar de la
república que se deshace á pedazoá,
La república al estilo europeo, como la de Es-
tados Unidos, la de Chile, en lugar de las re-
públicas á la Mejicana, á la Boliviana, á la
Granadina etc.
Cuando culpo á la república de sus faltas
contra la revolución, no aludo á la noble forma
de gobierno que conviene á los Dioses, según J.
J. Rousseau.- -La república perfecta es el bello
ideal del gobierno. Aludo á la república nominal,
tal como existe hoy dia en Bolivia, en Venezuela,
eu el Perú, en Méjico.
-- II*;
Hahi'á hombre de bien que presente esas re-
públicas como bello ideal del gobierno libre? Eu-
ropeizar, centralizar la república, es salrarla en
América; es equilibrar las formas ile la monar-
quía; es nivelar el poder de los dos mundos. Ln
civilización general y el equilibrio que la sasteiita
exige de América, europeizar sus nolnernos^ y de,
Europa americanizar los suyos; — doble tendeucl»
que ya se observa, y que debe producir al fin,
pcu' la colaboración de los dos continentes, el go-
bierno definitivo del porvenir : democrático por
la hase^ centralista y fuerte por la hóbeda, libre
y pacífico por los medios.
Esta marcbase hace visible en América, cuando
vemos crear el centralismo eu los Estados Uni-
dos, el Canadá, el Brasil, Chile; defender y con-
servar el suyo, al paso que las monarquías de
líuropa se desmoralizan como en Inglaterra y
Francia, y atenúan el rigor de su centralismo, sin
olvidar que es ley de su civilización política, como
b) prueban la Ifalta y la Alemania regenei'adas.
En política como eu religión, la forma cede al
fondo, á la esencia, lí la sustancia del gobierno^ que
es la libertad conatitnidu en autoridad,
Gohierno y libertad, no son dos cosas, sino abs»
tracciones, aspectos de una misma y sola cosa visi*
ble por los lados esenciales: la libertad que es el
poder del ciudadano y la autoridad que es la libertad
del yobif^ruo.
— «7 —
§ XV
Del modo de imitar II los Estados luidos
Queréis imitará los Estatlos Unidos en el modo
de ser de su gobierno libre? Aprended á respetar^ á
estimar, á amar al que uo tiene vuestras opiniones
en política, En eso consiste toda la libertad: en el
respeto de cada libertad á cada libertad. Desde t[U¿
las libertades dejan de reí^petarse entre sí, se puede
decir que ya no existen.
Hablamos de libertad de cultos! -y por quén^
de la libertad íle- patriotisniosV —Compréndeme
muy bien que un yíro^\s^í///'e y un católico, puede'
ser íntimos amigos; algo mas, pueden ser maritl»
y mujer, es decir, una sola persona: pueden aniars
á pesar de entender á Dios de un nioilo diferente,
— ^ynohande poder amarse porque diñeren en <d
modo de entender la patria, que es una miseria en
comparación de Dios! — ^La divergencia de culto^
es decir, de servir ¿í Dios, puede no ser obstácuiu
á la amistad mas cordial, y lo ba de ser la del mu-
do de amar y servirá su país! —rueden existir feli-
ces los midiinioníos mtxlos de católicos y protes-
tantos, y no han de poder existir las amistades mh-
tas de uuitanos y localistas, azules y rojos!
Llamarse federal de la Escuela de los Estadios
Unidos, porque se les ha tomado ese nombre, y
ahorcar y apuñalear al que no vote como nosotros
en las elecciones, y al que es nuestro opositor cuan-
do somos el gobieino; al que vote blanco cuando
votamos wíjjrro;— lejos de imitarlos, es hacer de fíH
noble gobierno la parodia maií ultrajante y cruel.
El que tal bace se equivoca de modelo; por imitar
á los Kslados Unidos de Aménca, lo que imitan en
realidad ?^on los Estadm Unidos de Méjico. — Los
dos países tienen el mismo nombre: los dos se llaman
rejtúblims federales, Pero en el uno, disentir, con-
tradeñr, resistir, se llama li//ertad; en el otro, eso
mismo Sé llama rebelión y crimen de lesa patria.
Queréis imitar A los Americanos del ^orte?— En
vez de tomarles su fedemlismo^ tomadles sus co?;-
tiimbresy sus usos de libertad, anteriora su fede-
ralismo. Se atribuye á su constitución la libertad
política de que disfrutan, m\ advertir que son libii'j
desde su origen^ dos siglos antes de darse la con^-
titucion actual Su constitución, como su revolu-
ción, de que es un resultado, son la confirmación de
su libertad, tan antigua como el pueblo de qup se
componen los Estados-Unidos,
No comprenden algunos cómo esa libertad baya
podido coexistir con su antigua condición de í*o-
lonos ingleses. Si no quieren creer á la lüstoriu»
no tienen sino que ver la realidad de ese mismo
hecho repetida hoy diá en el pueblo del Canadá
mas libre, á pesar de m condición de colonia de la
libre Inglaterra, que lo son las mas de las repú-
blicas de Sud-América,
Cada nación coloniza á su imagen, y dá á sus
colonos, como á sus hijos^ su alma y su fisonoraia. —
La Espafla hará esclavos dontlc qui**r;i (jue funde
colonias; la Inglaterra hará pneliloj* libres Je m»
mismos colonos,
Cotnme on aitiie á établii ailleurs ce qu'on trou-
vr ctabli diez suidlice Montesquieu, alnrtieiiilu á
Inglaterra), elle donnerait aux peuplesdp ses rolo-
nies la tornie de son goavernement propre; et ce
gouvernément, portant avec \m la prosperité, oii
verrait se fornier de grands penples dans les forfts
minies qu elle enverrait habiter. {h
Esto fué diclio medio siglo antes de la forma-
ción de la nrtoal ronstitucion de los Kstados Uni-
dos, que no es, jior lo visto, sino la hija natural de
la constitución inglesa.
traeréis imitar á loís Estados Unidos? Ense-
nad á vuestra juventud A amar el trabajo; A des-
lieñar la vana y frivola elegancia; ¿casarse jjve-
lies; á pasar su tiempo en su casa, no en el café ni
e\ clah: á ocuparse de comerrio y de industria, no
de guerra; á las cosa*; honestas 3' simples, no ¡í las
gvmules cosan.
(¿uereis imitar á losEsÉadosUnidos? Imitad la
secularización de su derecho, en vez de mezclarlo
con derecho canónico
Queréis seguirla doctrina de MonroeV— No ad-
mitáis al Rey de Uonia como colaborador de las le
yes constitucionales y civiles. — No entreguéis á
1^) 'Def'Espnl ú^s l.r»u, lib. XIX,^tiHi). XXVU.)
^ 45Í) —
los empleados del Rey de Roma, la función mas
ardua del derecho civil,— la de toma de razón y
registro -el instado civil de los americanos. Los
Estados Unidos no entregan á los curas la suerte de
su estado de padres ó hijos, casados ó solteros,
muertos 6 nvos.
Queréis imitarlos con verdad en lo que es ba
del orden social y político, — la organización de la
familia?^ — ^Dejad al padre la plenitud de sn poder J
testamentario. — El í?e//\j/oí;íY«mí7¿/ empieza en la
familia.
Si la población es vuestra necesidad suprema,. j
facilitad, fomentad, i>or vuestra legislación, losma-
trinionios, como hicieron los romanos y hacen los
Estados Unidas para aumentarla, por los mismos
medios empleados por las dos Repüblicas mas grandes
de que liabía la historia. — No por caminos directos
incompatibles con la libertad moderna, sino por
el camino indirecto de las costumbres, de que la
vida nupcial forma parte. La vida de casado torma
parte de la vida de libertad. La familia es el alma-
cigo de la patria. La nación se hace en el hogar do-
méstico, república en miniatura donde el hombre
aprende, con el idioma, el gobierno libre y la libertad.
No hay derecho para castigar al que no se caaa^ '
pero le hay para dar muyor confianza al casado para
el ejercicio de las dignidades y empleos públicos;
para el goce de ciertos derechos y preeminencias
civiles; en cuanto á la capacidad de tratar y go-
bernarse, de suceder, de adquirir, de votar, de asis-
tir a In*^ ^^'^ríJ:os públicos.
- 401 -
Pero no es el matrimonio el medio favorito de
acrecentar la población, que concede á las repú-
Micas de Sod-Arntírica la posesión de su inmenso y
rico suelo, y la ventaja que no tuvieron los roma-
nos, de poblarse con inmigraciones procedentes de
grandes naciones civilizadas que rebosan de habitan-
tes; e-i la inmigración, la absorción, la asimilación
dalas masas de pueblo que atrae de lejos el incenti-
vo de la riqueza de su suelo y la facilidad y abun-
dancia déla vida.
Este es el medio favorito empleado por los Esta-
dos Unidos. Ellos agrandan su pueblo soberano con
extranjeros venidos de la Europa, sin temor de com-
Iiroracter la dignidad de su país por la colaboración
dada á los arenthrftos en la {gestión tie su grande
vida pública.
Sus imitadores déla América del Sud, no quieren
seguir su ejemplo en este punto. Ellos creen que
bista destruir su centralismo bistfjrico y llamarse
Estados Ihiidos, pai'a acrecentar su población.
El modo de imitar á los Estados Unidos, no con-
siste en tomarles d nombre, ni la fisonomía, ni los
gestos de su gobierno. En lugar de imitación, eso es
(la coníffifaron-^ la falsiticacion del gobierno de los
Estados Unidos.
Imitar con verdad á los Estados Unidos es tomar-
les su gobierno europeista en lo serio, en lo culto,
wen lo estable; ese gobierno que resongando, con
líonroe, contra la Europa, que puede apetecer á
— 4r.2 ^
Méjico, DO hace otra cosa que tomará esa Enropai
sns poblaciones, sus capitales^ sus adelantos^, sos
ideas, ^uñ instituciones, ^u civilización, etc., para
ad<iuirir con ello la grandeva (lue los íjace ser su-
periores á los Aniencanoíj que repelen á la Kurapa.
Imitar a los listados Unidos es adojvtar cuma
ellos el centralismo político, qne ellos imitan «leí
Iteino [ nido de que proceden.
Es respetar la solieranfa nacional del mayor iitS-
mero contra la minoria disidente
Es atraer á los europeos por millares á su sueln.
Es respetarlos luego que están en casa, oomo á
síus propios ciudadanos.
Es evitar guerras á t-odo trance,
K% ocuparse trauquiiumente d .^ su propio progresa
en lugar de constituirse en cmzado^ de cirihzacum
y en desfavrdoreíi de f^ntuerius.
Ks dar la mitad de su tiempo, gratis^ á su paía,
y la otra mitad al trabajo i|Ue da j^ara llevar viila
de liombre libre y rm de «cortesano.
huitíirá los Estados Unidos, es respetar el disen-
timiento, la contradicción, la oposición, en una pa-
labra, la prens;i libre
Imitará los Estados Unidos, es no suspender la
constitnciou pt*r ningún motivo, ni retormarla todoíi
los clias.
lis no proclamar f*slado th sitio á cada inorante,
para prender* euibargar, desterrar!
Es no construir y reconstruir la nación todos los
dncu años, al paladar de cada Presidente.
I'jS pagar á los arr.*pdoivs del Estado lo que IfA
— 153 —
debe el Kstudo. y no menos, como hacen los tram-
posos con esas consolidaciones aprendidas á los go-
biernos bárbaros del Asia, no á los Estados Unidos.
p]s evitar í^astos locos en espiones, en mazorcas
mas ó menos elegantes, en inquisidores mas ó menos
disfrazados de hombres libres.
Lo demás es imitailes como imitan los cómicos en
el teatro á los grandes hombres: exteriormente, para
la ilusión de los espectadores. Por dos horas, visten,
hablan, sienten, obran como Washington; y dos ho-
ras después ese mismo Washington de óptica, pasa
su nochií en la taberna, y al dia siguiente en baca-
nales infernales.
CAFlTULíJ OCTAVO
INTERVENCIONES
SI
Pacificar un inundo que lleva cincuenta afio« de
guerra civil intermitente; intervenir para (iurle go-
bierno, cuíindo es la falta de gobierno el origen
de la guerra, intervenli* en países que, lejos de em
plear su independencia en su jiropia conservación,
la emplean en su propia destrucción; intervenir
para establecer una forma acreditada en otrus pai
ses felices, en lugar de la que cincuenta afios de
energía están señalando como impropia,- -nu se
puede decir que sea un abuso del derecho de in-
tervención.
Si el derecho de intervención existe para ciertas
cosas, ¿cual fué mas legítimo que el de la guerra
civil de cincuenta ¿iños en que vive Sud- América?
Kent, que no está por la intervención en ge-
neral (como nadie lo está, parque tan absurdo
principio sería la negación del de independencia) ad-
mite que han í^irto benéficas, útiles y justas, las
siguientes intervenciones :
Piiniera -Del Príncipe ile Orange, en Ingla-
terra contra tu tiranía de Jaime II. justiticada por
Vattel y mejor que por él, por la eivilizacioii, que
debe A esa intervención la libertad moderna.
Segünda.^Lade Inglaterra, en favor de Im Pro-
vincias Unidas ile Holanda, en su guerra can Es-
paña .
Tercera -La de Francia, en favor de la revo-
lución de los Estados Fnidas, en sn ijuerra con In-
glaterra.
Cuarta.— La de Francia, Inglaterra y Rusia,
en favor de la Grecia contra la Puerta Otomana,
en su guerra acabada, por e^ía intervención cris-
tiana, en 1827.
(¿uinta.^ — La de Austria, Inglaterra, Kusia y
Prusia, en la guerra civil de 1H40, entre la Tuiquia
y el Egipto, que tuvo por resultado incorporar á
Torqnía en la familia de las Naciones europeas
Sexta.— La de los grandes poderes en favor de
Bélgica, en 1830, para su separación de Holanda*
Séptima,— La de la cnmhiiple alianza, en 1H34,^
en favor de Portugal y Kspafia, despedazadas cada
una por la guei-ra civil que acabó al favor de eaaj
intervención.
Era la simple filantropía el móvil principal Ui
esas intervenciones?— No: era el interés de los in-
terventores, comprendido en la mismadesgra» in v^A
portada en los paises intervenidos.
En la macomnnidad en que las naciones se culu^
can ¿ medida que se civilizan y estrechan para ^\v
mutuo bienestar, no puede una nación ser víctima
— 457 —
de mx largo paílecimiento sin que las demás sufmn
también enél.
Cuando es remediable por la mano del hombre, kn
que intervienen para hacerlo no provocan, se de*
Jiendeti; no imadm, resisten.
En todos esos caso^^ la interveiieion ha sido una
especie de (lefení^a propia.
Todas esa^ unciones han pensado eomo Was-
hington,— que no se dehe intervenir en los ne-
gocios internos de otro, v.rcfpf fot sfcuriff/ of frhnf
¿^ due to themselres.
Si se repara en cuáles son loi países en cuyo u
vor han tenidu higar, se verá qur ♦\^as ;dete inter-
venciones han salvado la h'hertad íiiod^rna ó el go-
bierno constitucional
Esa interv^encion ha tenido Ingar cuntni la violen-
cia interna y vxtema^ esto es, del t/obierna nftnontd
rt del extranjero.
Así, según el objeto y miras mas ó menos honeN
tas de la inteiTencion, ella es un atentada 6 es un
t'derecho.
La intervención lie la Europa coaligada, en Fran-
cia, produjo la Carta tle IH 14, ley mas liberal que
la del imperio caidt». Si Carlos X, gobernado por
ella, sucumbió» nu íné porque pracHcaba ü obs» r-
vaha la carta, sino porque la violaba.
(lobertiado Lni> Felipe por esa ley de origen
extranjero, continuó el período de régimen consti-
tiicionaU de que la Francia liberal se enorgullece
La Italia está libre del extranjero y unida, :il
favor de otra intervención.
9^
Luego 8i es un hecho que el extranjero es np
i veces, también es cierto que otras vece i es
Iíbertndm\
U
liit<*rvei»t*1<>ii y no Intervención
La cuestión de ivJeyrfncion y no ttficrrencioi ^
ejütá reducida en el fomlo y no es otra que la de
antoridady lihetiad.
La no intervención es el respeto de una nación
á la libertad exterior de otra nación.
La independencia o libertad exterior de una na^
cion es el derecho de gobernarse según su propia
luntad y no según la voluntad de los deraas.
La intervención, es la autoritlíid, el poder, la fa-
cultad que tiene una nación de contener y limitar la
libertad de otra nación, cuando esta sale de sus limi-
téis ¿invade la libertad y el derecho de otra nacían.
Este mismo desborde tí invasión en el derecha de
ütra, es una intervención primera, — La interven
cion visible que ella provoca, no es mas que una
reacción justiciera ó de/ensirn. {?¡
No parece intervención aquel desborde é inva-
sión í?! provocativa, porque de ordinario se ejerce
dentro del propio teiTitorio, sobre derechos o intere-
ses extranjeros que se encuentran en <^1 bajo sn pro-
tección, no á su disposición
Así. de ordinario, la intervención visible u terri-
torial, es un acto por el cual una nación se defiende
— 459 —
contra la intervención tjue otra nación ha ejercido
en derechos ó intereses de su pertenencia, que esta-
ban en el snelo de esta, y de lo cual ésta ha abn
sado.
Así, mientras haya sociedades humanas, habní
iftterreneion y no inferrmcUm, como habrá Quhrtdüd
y UbeitiuL
Ambas facultades son correlativas y esencialea á
la sociedad.
La intervención, por lo demás, es legítima ó
[culpable, según que es justo ó injusto el motivo que
% dete?*mina y la mira con que se efectúa.
íí III
El por (xnf'fip tu ci3titralÍ2aidoii en Siid-America.
latervenriim
El medio de proponer la ceEitralizacioii como el
ierno conveniente, no sería jamás el de compa-
lo en abstracto con la república federal.
En el terreno de la abstracción y de la tmiia,
[la república federalista no tiene rival: díganla
Platón y Rousseau, Tales paralelos pertenecian á la
escuela y álos ejercicios de la escolástica política.
En la realidad de la vida americana, hi repúbli*
c$iesfíoi¿ria, el Pantf/uaff, e\ Perú. Méjicfh etc,f^tc.
No hablamos de la lepiíblica ideal, sino de la
malísima repüblica real que conocemos en Sud- Amé-
Tica; el gobieino de Bolina, del Ponh del Plata,
I etc., etc.
Lo8 gobiernos, como formas^ se aceptan, no se éli
gen. Cuando se aceptan por la voluntad librí*
se ilice ser librea.
Se aceptan como el menor de los males, —
conrenknrut, Li utilidad práctica, es toila la reírli
de criterio para su adopción. — i Ány iforemni^i
wa& heUrr than no gorernnu*nt , dijeron los inglese
al aceptar el de (luillermode Orange, en 1688,
El gobierno mas piacticable es el mas conre
niente,— La practicabilidad, la posibilidad, es I
medida de la conveniencia en este punto.
Se dirá iine por esta regla, la autoridad centra-
lizada, curao menos practicable en Sud- América
es la forma menos conveiii»ínte? — Este es un sofli
ma.
Este punto es dt? hecho, y este hecho es del da
minio de la historia, qut; no permite dudar de si
exactitud.
La centralización monrirquico, se ha practicad
por tres siglos en Sud-América; y á pesar de su im
perfección, nos ha dado touo lo que tenemos,
suelo, las ciudades, el pueblo, la sociedad» leyes
lengua, culto, civili^íacioiK
La república lia vivido cincuenta años con la
pada en la mano« en medio de su independencia
derramando su sangre propia, no la del extrangeni
prosperando á su pesar por la obra de Dios y de
mundo exterior; y al cabo de medio siglo, su vida
ttidavia un problema.
(*uál es la razón de esto':^ -No la busquem
en la naturaleza tilosólica del gobierno republicano
^ ia —
la enconU*aremos al instante en causas muñ pvÁc-
(ticas y mas pruximas.
La Améiicadel Sud ha sido gobí^rnada, en ve^íde
[gobernarse á sí misma, por espacio de tres siglos.
De repente ha visto en sus manos el gobierno de
|>ií misma, y m\ reparar que este eambio le venia
[en parte del extrangero mismo, ha entendido que
la independfncia es sinúnimo de aishmiento ;ibso-
'luto; que la inrtependencia excluye, no solo ladomi-
iiacion extranírera, íJino también la infinf'nfift^ la /**
\ifa, la manco mimififtfi^ procedentes de la Europa,
líente, no obstante, de su indeptmdencia misma.
Qué ha resol tador' (^ue pueblos que íutron sicuj-
pre gobernados por la líuropa, nu lian podido fim-
diir gobiernos propios sin la cooperarían de esa mis-
ma Europa,
?íingun gobierno íle e^ie mundo es capa/ de una
independencia tan absoluta, qtte no necesite del au-
xilio de los otros pueblos para existir; i:omonohay
familia, por rica que sea, viviendo en el seno de
una socie<la4 civilizada» que pudiese defender por
sí !^oIa su existencia en medio del ilesierto tí de la
soledad. Las otras familias sun necesarias para la
deUírisa y prcítcccioTí de la vida Kstoes lo que se lla-
na la mckdad, el Estado: liga de esfuer^sos y do
ayuda, en el Ínteres de todos y de cada uno. Ksto
es loque se llama soriednd, soviahilidtid, citiliza-
don.
Así, la intervención internacional será mas fre-
cuentea medida ipie la civilisíacion del mundo ha-
ga nms piní^rt^sos
- 4tí2 —
Quien dice lif/a^úicQ depemlencia. La libertad^
que vive y se fortifica y defiende por las liffas, nec^
sita, en ese sentido, de cierta dependencia
Si el gobierno mas libre no puede existir .siii ae
pender, en cierto modo, del apoyo de los otros go-
biernos libres» menos lo puede el gobierno que ja-
más ha existido por sí mismo.
Los Estados Je Sud-América, conociendo la ne-
cesidad que la libertad tiene de ligarse para defen-
derse, han evitado toda liga con Europa, fuente ile
su ser y de su independencia, y han buscado la li-
ga con Estados Unidos y el Brasil, á quienes nada
debió so independencia y por quienes está siempre
amenazada, junto con su territorio, que la Euro-
pa no se puede llevar á través del Océano,
?< IV
lutervencíoa de Europa en imírifa y de Amerita en
Earo^ia
El pueblo de los Estados Unidos, fundada por
la Europa en América, gobernado por siglos des-
de Europa, viviendo en vida solidaria con ella en
lo> dos reí^ímenes, emancipado con ayuda de la
Europa, influenciadu en la vida independiente por
el liberalismo de la Europa que le sugirió la doc-
trina atribuida á Monriie contra la santa Alianza,
obedece hoy tiia á las insinuaciones análogas 4e
la Uusia en su ingerencia en lo^ negocios de Oriert*
te, derogando así por sí mismo su pretendida doc>
mt^mm
-^ 463 -
riña de Monríie sobre el aislamiento político de do«
'mundos, que forman uno solo en materia de comer-
úOy de industria, de sociabilidad, etc.
A medida que las naciones se estrechan en sus
Irelacioiies recíprocas de comercio y de interés ma-
tinal; á medida tjue la multiplicación de sus medios
le contíictOj (ferro-carriles, telégrafos, prensa, tra-
ídos, congresos, exposiciones, etc.), los aproxima
le ese ideal internacional de sociedad ó confede-
|racion universal, que se ha llamado los Kstadon
Tnidos de ¡a Europa, y no sé porque no, los Estados
luidos de ombos m/mrfc^5,— la doctrina de la no
itervencion irá perdiendo su sentido pníctico,
jorque es inconcebible que un confederado no puefla
Intervenir en las crisis de su confederado que com-
prometen intereses suyos establecidos fuei^a.
El derecho de intervención, que no es inconi*
patible con el de independencia, marcha paralelo
6n su de>arrono con el principio de la solidaridad
le las Naciones en sus destinos é intereses públicíH.
^a intervención es mía consecuencia natural de esa
solidaridad que se acrecienta con la civilización del
género humano.
La América tendrá que intervenir en los nego-
cios de Eui'opa, en defensa de sus intereses propios,
por causas como la que ha puesto en riesgo la
integridad de los Estados Unidos, cuando Inglaterra
y Francia han asumido esa neutralidad en que
Washington ha querido vei una hostilidad, propen-
sa á repetirse. Los Estados Unidos tendrán que
rnnv.'T]r..T%;e quc la seguridad de su integridad está
— 4»i4 —
en el Mar Negro ó en tíonstant inopia, como ]n segu-
ri'l«'\d del imncipio monárqiiiro, en Europa, ])uede
e^tar coiuproinotida ru Méjico, en W^asliiiigton <i el
Canadá.
La América se eonvencerá al lio de (jiie jio hay
Mías coirectivo de la intervencioii de Kuropa en
Amejíca, qii6 eldel.i intervención de América en
Europa.
(:nrn»rlivo roiitru líis iiiterveiiiiitítre!»
JjU ítalici, en lo antigno el país del derecho
romano y dtd goljiei'no; en lo moderno, el país de
Matiniavelo 3^ de Óavour; la Italia, pueblo artista
en materia di^ jtolítiea, no« ha dado recientemente ,
nn ejemplo de cúnm se debe á veces cambiar aO
cnnstitiiciun interior para servieiu de las necesidades
de la política exterior, trafila damlo su capital de
Turin á Florencia, como medio de conseguir el
tratado de 15 de Setiembre de ISíU, por el cual
la Francia se ha obligado á retirar de Italia su
ejercito^ que ocujía Boma, y á seguir el principio
lie im intervent'iou en las cuestiones italianas, que
interesen á Francia.
líl gran medio de impedir que los extrangeros
intervengan en nuestros negocios interiores, en
realizar por nosotros mismos los cambios exijidon
por el interés bien entendido en servicio del cual \
- 465 -
tienen rterecho de intervenir, ijuí la ley común
que rije á la fíimilia «le las Naciones.
Kse es el moda de prevenir las ¡ntervenciones,
de quitarles su razan de ser.
Es así cómo las familias juiciosas evitan iiue la
autoridad de la Nación interven;a:a en la gestión de
su^ negocios domésticos.
El principio de intervenriun por urilidad gene
ral, ^^ ^^ 1¿* sociedad de las Naciones, tanto como
de e^a sociedad de individuos, que íjc llama la
Kacion.
Sin el derecho de ejercer esa intervención de
saUíd 3' defensa común, la sociedad no tendría
objeto. Las Naciones y los individuos se asocian
para ejercer colectivamente una protección efica^í
en tavor del derecho de ca<la uno. Teru cómo
ejercer esa protección ^ino interrimendo entre el
infractor del derecho y la víctintaV
La intervención internación il. como la doméstica,
e* buena ó mala, según que tiene por objeto pro
teger un derecho á vioUtrlo, defender una Wmtnd é
conculcarla
i? vr
Deberes de U pulitiea d« Europa en AmiMea. Inicia*
ttva eiiropi^a* Iiitervoneion
Iju Europa, por su parte, necesita volver sobrts
la América, mezclarse en tos problemas de su or*
ganizacion política y tener en ella la parte que le
46t) —
concede el «lerccho de gentes en virtud de l(W
intereses y de los niicionales qne allí tiene: no
para atacar su independencia ni comprimir sa
libertad, sino para robustecer esa inieperidencia
misma, que e^ un tesoro parala civilización ma-
terial de la Europa; para robuytecerla por la cons-_
titucion de gobiernos capaces de dar segur idadc
eficaces y completan á todos los intereses y á todas''
las personas allí estMlileriíhis dp qne. una inmens;a
paiie es europea.
Como se mezcla y [K»r las razones con qne né
mezcla en la organización del gobierno de la Ita-
lia, de la Grecia, de los Principados Unidos Danu-
líianos; como se mezcló en la constitución del
gobierno actual íle Espaila, de Holanda, de Bel*
gica; es decir, como se mezcla en el arreglo de toda
gran negocio que compromete y afecta grande
intereses suyos. Lo hace en servicio y protec-
ción de estos intereses propios, no al mismo títnl»>
que los ciudadanos y que el pueblo del país mismo^
sino á título de extranjero y en virtud del derecho
que la ley de las naciones dií á todo poder extran-
gero de proteger y servir su interc^s propio donde
quiera que él se halle legítimamente introducido y^
establecido.
Es& es el derecho de irtterrencion, conocido y\
viejo como el mundo, que se ejerce con razón sobre
un país, cuando carece de gobierno y se muestra
incapaz de constituirlo, aunque teniéndolos elemen-
tos necesarios,
Al ejercicio de ese derecho deben su existencia
-^ 4fi7 —
casi toilos ios gobiernos de la Enropa actual, y no
hay lazon para qoe no lo deban los gobiernos de qne
América carece y neresita.
El mar que separa los dos mundos, no crea d 8
justicias y dos derechos, ni hace dos raza^i de la íwm
blanca.
Un mundo cuyo territorio se ha tituhido, por si-
glos, parte inte;;rante de las monarquías de la
Karopa, á pesar del nuirqueloi^ sepant, no puede
pretenderse por raxon de este mar, tan independien-
te como un planeta ile otro, tan luego cuando los
progresos navales del siglo XIX, han suprimido
los nutres, por decirlo así. f >os mil leguas de dis-
tancin entre Amcírica y Europ;i harían imposible la
solitlaridad política entre ambos continentes, cuando
Australia, Kilipinas, y casi toda la Oceanía, ;í
cuatro mil leguas, forman parte integrante de 1;»^
monarquías de la Europa?
Hu independencia descansa en su derecho de
pueblo soberano, no en la geografía, no en la dis
rancia, no en el Océano, Viviendo á un paso
¡de la Enropa, su independencia no sería menos efec-
tiva, que lo es hoy en intimidad con ella ílesde la
distancia.
La América que hace siglos ha sitio gobernada y
administtaffa desde Madrid y rAshofi, desde Parí, -í
y Londres— ¿se pretenderá hoy llamada por el
I Océano á no tener mas comunidad política que
(lia tienen entre sí los babitiinres de la Luna y de
Mere tirio?
Evidentemente falta una polftiita en Knrf»pH, vun
respecto ú América, eiicaTiiitiaík :i regii lanzar y
fecundizar la indepeiuieíicia de aquel continente
Despue? de ser dueña y poseedora de la América,
la Europa ha ido al extremo opuesto de nna abs-
tención escrupnlosíi, que ni para con sus estados pro-
pio?? observa.
Ella ha autorizado la absnrda doctrina atribuida
ti Monriie, en países donde sus mismas leyes actnalÉJ3
deben su sanción á los soi)eranos de Europa; y que,
boy mismo, siendo independientes, no tienen mas
marina de ultramar, mas fábricas, mas comercio,
mas capitales, mas emigratlos que los de la EuroiKi.
De ello ba resultado i\nv la Amc*rica, que por
tres siglos fué gobernada por Europa, no ha podido
gobernarse por sus solos esfuerzos y ron sus pro
pios elementos, una vez caida en la indepefulmria
llevada basta el aislamiento político.
Es ya tiempo de convencerse de que la inlUien-
<;ia de la Europa, que dejo á la America sin su
antiguo gobierno colonialj es la que debe darle su
gobierno independiente; no por un apostolado quijo
tesco y jietnlante de civ ilinación; no por gloria ni vaj
nidad militar, sino por el interés de los dos mnndoi
que en el fondo no es sino un solo y mismo interéi
VII
Dd his íiitervonrloiio.s como liases de la liUartiul j
urden aiiiericHiios
lia libertad j unida con el orden ^ no vendrá eí
América sino como vino en Europa, en el país
~ 46^ —
donde la libertad florece con un vigor y lozanía
de que no presenta ejemplo la historia de ninj^Uíi
país y de ningún tiempo.
El sistema, el plan, la idea, de establecer ia
libertad de América con la doble ayuda de la$
nionatynias y de la intervención de la Europa
liberal, no es mas que el plan y sistema á que Ku
ropa debió la libertad «le Inglaterra, en que se
alumbra toda ella como en el sol de vida y da
fecundidad.
La revolución inglesa de U>88, modelo eterno
é inimitable de todas las revoluciones de libertad,
estando al testimonio de sus resultados seculares;
mas fecunda y feli;^ que la revolución francéí^i ile
1789, pues sin sangre y de un solo golpe resol-
vió el jiroblema de la libertad y del orden, \m\\%
siempre; esa revolución debió los elementos de
ejecución y el triunfo de sus miras á la interven-
ción de un ejército y de nn príncipe extranjerus,
y á la monarquía fundada en la soberanía fiel
pueblü británico.
Inspirada en el amor de la libertad y de un
patriotismo que no tiene rival, la revolución in-
glesa aceptó esas dos bases» guiada por un ins-
tinto pníctico en cosas de gobierno y de estado, da
que ningún pueblo estuvo dotailo jamás al if^ual
de Inglaterra, sin exceptuar la misma antigua
Homa.
No era la degradación ni el envilecimienío, lo
que llevó á los ingleses á echarse en los IiííZmh
de un poder extranjero para librarse de una lir i.
ii£i i&iMg^iiay oñgi^ma^ smo im alt< vele*ajM
ptliioHivM hmumtaría^ por el cual son compa-
IriiitM, IwniiMMi T aliados en Críslo, tu la li-
bertad T eo la cíTifiEaciciii^ taám tos hombre^
boeoof 7 bonndoi de la tíem, que respetan y
ébsemn la aatídad de esas cosas.
R) patríotiSBa inglés, eolendidii de ese modo,
botó al extranjera á so principe de Gale< y á Im
padnes que le baliian dado el ser y el amor tú
d^poliiiiia; j poso la oaroiia de Inglaterra srihn>
la cabeza del extranjero libertador» ^
Orange^ liajo ia« candidones expresa^ s
que forman la omtíHuáan inglesa^ 7 ^ '<^
otras — la soberanía del pneblo, la libertafl ó el
dereebo á*s íngeriríse eii sn gobiernü, la indepen-
denria, la ígnalda^f i^»'»- ^^ í»^ '^ rí«í^rtrt»! ilf» ta
prenia, etc., etc.
Kn cambio d«: estas co^a^ que le habían saiio
arrebatadas por un Rey compatriota, el patrin-
tismo ¡ngk-?í no tnvo escr úpalo en cambiar m tira
no brítáníro por tm libertador holandés, qne coii-
sifitíó tíii britaiiizanw?, lejos de extranjerizar ó
colonizar el paíü libertado,
Lci qne ha hecho ia gloria y la felicidad de la
Inglaterra no paede hacer el de^^honor de Amé
rica y la «Icngraeia d»* América
La líbertid y la independencia, no son men-
brillantes, jforque se deban al apoyo extranjero,
que Hcria nlipmdim (?) la tiranía y opresión, aun-
que nean compatriotaii Ion que lo inflijan al país.
Si la América no tiene un déspota, tiene mi-
llares de déspotas; iníínitos despo fiarnos, en yez
dtí uno solo.
La rtípública es el despotismo de todos contra
todos; es !a tiranía diseminada en las uianos de
todo el mundo, en términos que nadie es libre,
porquo todos son déspotas; cada uno obra conv»
quiere.
Toda tiranía inteiior, legitima una intervenciau
libertadora, no iínporta que el tirauíj sea uno ó
sean muchos, ("ou Uil »|ue la intervención seapu-
ye en el país oprimido, respete su independencia
y «e opere en sosten de su liberUd.
§ viu
Interfeneíon ó cooiieraeioii do ta Europa en la coits-
tiiudotí y sosten do los gotitornoH do Suíl-Amé«
rieu.
íja íNtervtncíon prolectoía de la Europa en apo
yo *le los nuevos f^ubiernos de Sud-América, la
lian [ledido, Alvear como Director de la Hepu*
blita Argentiíia en IH15. y Bolívar como Presi-
dente de Oolumbia en 1821).
Bolívar se fundaba • m /as pocas esperamas de
consoiidar (os nuevas yobiernos americanos // las
probahilidadm de que se despedacen rec^procameníp^
si un Estado pídeiúso (de Europa) no interinene en
ms diterencius ó toma la América bajo su ptota
ciou* — *La protección es nms propia df* ana po^
tvncia europea *
— 472 —
Esto decía el 4 de abril de 1829, m Secreta*
río General, el Mini?ifrn de relaciones exteriores,
en nombre del Ptesidente Libertador.
En ^ de julio, insistiendo en la minma idea,
decía — la América necesita de un regulador, y
con tiil que su me<liac¡on, ¡nútetckm i ititinenciu,
emanen de ana nación jiüderosa del aiitigno con-
tinente, y, con tal que ejerza un poder bastante
para que en caso de ser desatendida é insuficiente
su polltic-a, emplee la liierxa y haga oir la voz
del deber, lo demás es cuestión ile nombre.
Así, la ifUcrrefuion de la Europa, tan temida
l)or los patriotas de hoy, era solicitada por laa|
creadores de la iniiepeníiencia de Amcric^i..
La querían de parte de Europa y no de Araé-j
rica.
Los dos jefes ¡lustres, tomando la iniciat¡va,|
enseñaban ese deber de prudencia A los gobiernoi
de América.
Lo mismo hicieron el director Posadas y el Pro- '
iedor San Marfin,
Esa política probaba su convencimiento en fa*
vor de la misma idea, que aquí desenvolvemos,
saber:— que sin la coaperaeion activa y eficaz d<
la Europa política, es imposible dotar á la AnU
rica del Sud de la autoridad (jue debe realizar 1í
miras de civilización con que hizo la revolucioB
de su independencia.
Y que la iniciativa de las negocian iones tenden^
tes á obtenerla, pertenece a los gobiernos patrie
"^•^ii"
— 47:1 --
tas de América y forma parte de sus deberes de
patriotismo, como lo ha dicho San Martin.
Por qué. para e^^to, se han dirigido siempre l¡is
repiiblicMs ameriamas ;í [nglaterra, que embistió al
Plata y á Nueva Granada con miras de conquista,
y no á la Francia, que, cautivando al Rey de Es*
paila y de las Indias, les dio hecha en cierto moflo
su revolucionV Parte por una hipocrecia de táíti-
ca, por una especie de pudor afectado de familia,
pero se armaban y asumían el poder soberano en
nombre de la necesidad ile resistir la conquista
de Napoleón; y en segun<lo higar, porque no fal
taba un temor real de que \a|)oleoü aspirase á
suceder á los Borbones ile España en el señurio
de las Araericas.
Es así que, gritando contra Napolean, se re
cibian con cierto delBÍte en América las noticias
de sus victorias contra España, La noticia de la
entrada de los aliados en Paris, en 1814, enlu
tó á los patriotas de Chile; y ia derrota de Wu
terloo, lo fué para los patriotas argentinos, como
para los de Prancia. Lo i dos heclios tuvieron
la mas grande inHuencia en la suerte de la revo
lucion de esas dos Hepúblicas. Olliggins cajn-
tuhí con los españoles; y los argentinos para w^
rapitn lar, se echaron en brazos de la repüf/liai,
474 -
§1X
Deberos de lii Europa en AtnéríPii, Ue %a
iiitervenriüii en América
El engnmdecimiento futuro de la América del
Sud está representado por el mas grande desarroll
posible déla población, de la riqueza y de la indus-
tria euroieas en aquel continente. (Kl lector ame-
ricano lee esta frase y nada alia que observar, por*
íjue es la verdad; pero su verdadero sentido le ej
candaliza).
Si la autoridad de los gobiernos americanos
ha de disminuir y debilitar en razón inversa de le
progi'eMís de las poblaciones de su mando, es decirJ
á medida tjne los pueblas se agrandan (lo cual no
contradict^jrio, si se atiende á que es la Europa ti
que se agranda y extiende en nuestros países, m
nosotros, que nada liacemos para ello) es natunil*
que se multipliquen progresivamente los vejámenes
que son resultados de la falta de gobierno y los reJ
clamos y las querellara ron las naciones de Europa pof
esos reclamos y las faltas de satisfacción.
Los gobiernas de Europa servírian mal al desen-j
volvimiento de su comercio y de sus intereses ei
aquellos países distantes, si dejasen de cubrirlos con
sn protección directa, vista la impotencia de los go-
biernos republicanos para prevenir y castigar los
vejámenes.
Se limitarian á la i^ráctica ordinaria, en dereckol
— 475 -*
de gentes, de entablar reclamos aislados, de satisfac-
ción, á medida que los vejámenes ocurran? Em se-
ria vivir en perp(5tiTas (luerellas, qae envenenan las
i'elaciones, y al fin no tendrían los gobiernos respon-
sables bastantes cándales para reparar los daños
causarlos por su incapacidad de evitarlos y repri-
mirlos.
La intervención de los gobiernos reclamantes,
ejercida en la forma usual, con el fin de modificar
radicalmente ese estado de desjrden, convertido en
editado permanente y normal, seria tan necesaria co-
lino bien motivada
Una intervención de la Europa que tuviera por
JTesüItado fortificar los gobiernos de América y poner
l^ná la vida de revoluciones, que lleva ya cincuenta
jallos continuos, no podría dejar de ser un beneficio
I para la misma America, con tal que tuviera por ba-
f^ey condición fundamental el respeto de la indepen-
dencia y de la soberanía de sus pueblos.
No solamente puede la intervención concillarse
son el respeta de estos principios, sino que eso es
jostamente lo que la distingue de la conquista y la
[constituye una práctica lejítima y saludable de de-
'recbo de gentes.
El respeto á la independencia, es la regla; la in-
XiervnmoH^ es la escepcion de esa regla, no la dero-
Igacion La regla es perpetua, la excepción estran-
] sitoria.
No liay una sola nación de Fíuropa á quien la in-
Uervencion délas otias,en un momento dado no baya
lavado de alguna crisis terrible, jirobada incuralile
— 4T6 -
|)or otro me'lio, dejaiuio entera su tndepeitUL*noin, dñ
qiio hasta hoy es poseedora.
Por í]ué un remedio que ha dado la j^lud á la /«-
f/laterra, á la Francia, & la E&paña, á la Bélgica, á la
Holanda, Á la Italia^ no seria aplicable á la crms
eterna y terrible de que son víctimas los Estarlos de
la América del Sud, de cincuenta años á esta parte?
Si esos Estados han aceptado y v'iven bajo el de-
recho público de la Europa ^j>or qué extrañaría su
«plicacion, en caso necesario y en un ¡d^' r*'^ -viden-
temente útil para todo el mundo?
La cuestión difícil eíS— ¿*i quién t«>caria iniciarla?
La intervención dejaría de ser inquietante para
la America mlsma^ si fuese ^solicitada por el paíi que
la necesita. Pero es difícil que esto suceda, porqiu?]
el parriilo que sufre, teme i»edi ría por no aparecer
traidor; u su voz estíí ahogada y sin eco, y el que
impera, lejos de llamarla, la repele en defensa dn í^ií í
ascendiente propio, que reviste con los colores de la |
independencia nacional.
Ijo general de la sociedad víctima, «o piensa, I
ni espera, ni cree en la eticacia de ese recarsoj
habituada como e^^tá por la repetición del desór*}
den y de los abusas, con el espeetácula desases*)
tragos y atentados, que lleva medio siglo. El po-
der de esa terrible habitud es tai, que las gentes]
mas honestas de América se presentan en Europa
con un aplomo y satisfacción tan completos, que I
ni sospechan la triste recomendación que paede]
dar de ellas el triste estado de su país.
Ese sentiuxiento tiene una «lisculpa en labui'ua^
— IT
iriten-rion y sinceridad que de ordinario acompasan
Á IfKs L*stragQS de las repúblicas. Todo el mundo
i*n las disencioiies de esos países, tiene la canvic
ition de su sinceridad y patriotisiao. Los mm ter*
rible» y 8angnentoí< caudillos, uieterian su mano
en el fuego, en prudia de la pnrexa de su patrio
tismo y tranquilitlad de su conciencia política Fa
rundo <^uirogfi, en el Plata, no se creía menos pa
triota y siJícero, que Rohespierrey Maiat se con-
sideraban á sf mismos. Esta s>la analo^^ia basta
para demostrar que ese defecto no es peculiar de
\m americanos, sino de la república de rodas par-
^tes. De (Kías repúblicas puede decirse lo que el
eta dij*> del camino del infierno, que estaba em*
pvihmiu de hmnüH infencionrs
Va esto solo basla [lara poner á l*)s países de
mérica al alirigo de la conquista, fustigo de que
lo son dignos lo8 países en que el crimen y el
'dolo hai: tomado el lugar de las buenas intencio-
nes La A mérií:a, pir su« desórdenes, puede llegar
á bacersc merecedora de una intervención que ?e
ilirija á contenerlos, pero no de la conquista que,
por otra parte, tiene su mas fuerte obstáculo en
los mismos progresos de la civilización y del dere*
rbo de gentes. La abolición del monopolio colo-
nial, de la clausura de los grandes rios navega-
bles, del trático de negros, conquistados moder-
iuimenle por el derecbo público de la líniopa, lia-
na imposible , para toda Xacion , la restaura-
ción en su provecho exclusivo, del sistema i|ue en
t»í!iÉ íi^ritriñ lti7(> pesar la Espatla no solamente
- 478
contra lod paíse§ americanos, qne babUn sn idich
niíi. HÍno contra toiloü los países interesad*»* **n
íomuniear libremente con ello«.
Esta consideración puede ser capaes de trainiui-
lizar á los americanos el dia que Europa, impul-
sada por la necesidad de proteger suj* propios in-
t^^Teses eu aquel continente, crea de m deber iiK
tervenir en América para cooperar con suís gfülner*
no?? naturales á la constitución de autoridades
capaces de dar al orden y ^ ^^ P^^j esenciales al
de^m*ollo de la civili:^acion, la protección efiPAa
que no han podido darle los gobierno* exi^4¿ate^
hasta aquí, por sus ^olos esfuerzos.
£$ imposible que la Europa deje de llegar á
ese término, vista la duración y el tamaño del
desorden en xVmérica, y la magnitud creciente
de su comercio y de su industria en aqaellos paí
ses. Lo que se considera como el comercio y
industria de esos países, no es, en cierto modo, dnl
cl comercio y la industria de la Europa que se
desenvuelven en aquel continente. Su progreso,
es el progreso de la Europa, no de loí> países leja-
nos que son teatro de ese desarrollo, por mas
que los benelicie á ellos mismos. No se explica
de otro modo su acrecentamiento en medio d^
desorden y á pesar de una política propia pa
contrariarlo y arruinarlo.
La posición de Euiopa en Süd-Am¿rica tieíie
eso de curioso y de escepcional, que, siendo esos
países y estaudt» llamados á ser de mas en mas, el
teatro favorito de las especulaciones de su 'comer-
cío y fle sa indrtstria, y habiendo caído ellos por
su revolución, en im estado de cosas que se dis
tingue por la falta de gobierno eficaz y de tran
qnilidad permanente —los intereses europeos en
aquel continente tienen que vi\ir y desenvolverse
como á la casualidad, sin mas protección que la
bnena fé y el instinto generoso de las poblaciones
americanas, si la Europa no se encarga de unn
parte de su protección.
La Europa no ha dado á su comercio nn gran
mercado en e^os países, en tanto que no contri-
buya á darles allí la paz y el urden, sin los cua*
les el comercio es poco menos que imposible.
No es de nosotros, ni de este lugar, señalar
medidas para nn programa de acción á los go*
biernos de la Enropa. No diremos qué debe ha-
cer, cámo, ni en qué forma debe obnir la Europs
en América. Diremos solamente que, quedando
impasible, falta á sns deberos en favor de la ci-
vilizacioii y se hace cómplice de los desórdenes
que devastan la parte meridional del nuevo mon-
do. Su dereclio y su deber á intervenir con la
mira de contenerlos, se derivan del que tiene á
Jomar parte en la pacificación permanente de paí*
cuyo comercio es su comercio, cuya población
^s su población en gran parte, y cuya riqueza es
en gran parte su riqueza. Países nacientes lla-
mados A componerse y agrandarse con elementos
ágenos, mas que propíos, n() tienen derecho á ex-
cluir toda intervención con la misma plenituil que
otros que solo se forman de lo suyo. Ni el Asia,
^g^
4Si)
ni rl .liiirii, Mi íunguii [»ais ur la lirUíi sv íhí
A este respecto en el caso de la Anii^ncxi, que
e&tá llamada á pohlar^e y ser mansión de milla
nes de europeo^.
Si los pueblos de Siid América lian dejado de
ser cofonias de la Knropa^ su independencia nú
impide que la mitad de los elen»entos de que
constan, son y pertenecen á la Kuropa; y que su
prosperidad consiste, no en que este hecho deje
de existir, sino en que se agrande y desenvuelva
mas y mas; no liasta perder su autf>nomía, s no
hasta atírmaila del todo y para siempi'e, por úse
nihnio meilio que parecería comprometerla
Los Kstados Unidos son la nación mas inde-
pendiente y fuerte de Ame^rica, respecto de Eu-
ro])a, porque <:ont¡einni mas poblaciim europea
í? X
Dfis modos eti que la iiionariiutfi r^emplaica li If
M*|iiililíea
De dos modoi puede venir la monarquía á ca)^
mar los diíJturbios eternos de una repiíblica, ei
8ud América: — como vino en Jíulamla; 6 comof
ha venido en Méjico:~es decir, por lá voluntad
propia ó por la voluntad del extranjeru,
T)e\ primer modo, todo el mundo ha hecho
Holanda una virtud, un título de honor.
De lo segundo, han hecho á M**jico un moti*
I
- 481 -.
vo de compasión, aun los partidarios de la nio-
nanjuía.
Pero como esa conversión es una necesidad del
orden que interesa á la nación tanto como al
extranjero, que tiene intereses en la nación, ella
iene que suceder fatalmente; de modo que si no
lo hace el país mismo por su voluntad o por su
fuerza propia, tiene que ser obligado á realizarla
por el extranjero á quien daña el desJrden repu
blicano, tanto como al nacional mismo.
En la mano de América estaría evitar la suer
te que ha cabido á Méjico.
Cómo? Desenvainando la espada con que San
Martin, Belj^rano y Bolivar echaron de América
á la España? — No: abrazando la monarquía con
que San Martin, Belgrano y Bolivar, querían sal
var la indepeadencia de América.
Aceptad sus ideas como aceptáis ks conquistas
de su capaila. Obrad como ellos petisaban, y
vuestros hechos serán dignos de ellos; solo así
seréis los digno^i sucesores de su gloria.
La cooperación é intervención del extranjero,
atmida ]ior el país mismo, deja de ser estranjera;
se hace obra del país y pio'di^ toiln roloi- de hu-
millación.
Esa fué la intervención de los holandeses en la
Inglaterra de 1688,
Ko deseaiia para mi país la suerte de Mcjiat^
en el sentido de verle obligado por !a fuerza A
eíitrar en la via del deber, mmo no le desei>poi
la misma causea, la suerte que cupo á Francia eti
1814, á España en 1834.
Es una desgracia para una nación, como la m
para una perdona, el que sea preciso eniplear la
fuerza extraña para reducirla á conducirse como
debiera hacerlo por su propia voluntad,
Pero no liay que deducir de ahí, que es luaá
honrOí?a y feliz la suerte del pueblo que paeilc
vivir en el atentado y en la violencia, sin que
nadie le embarace, que no la del pueblo que es
obligado á salir de esa vida de crimen para en-
trar en la de civilización, por la mano de otra
nación.
Qué le importa al mundo, que una nación ha-
ga arder todas sus leyes y sus deberes dentro de
su t^írritorio? — dicen los que pretenden hacer de
cada nación un planeta aparte.
Aun en el caso que solo fuesen nuestros lus
intereses sacrificados, el mundo tendría derecho
de estorbarlo. Cúmo no lo tendrá cuando loá
intereses que holláis son extranjeros, y que In
intervención del mundo externo es el ejercido de
FU defensa propial
A qué viene? — por qué no se va del país en
que su interés sufre? - no sabe que vivimos sin
gobierno? — He ahí el sistema de delensa del de*
recho de atacar impunemente al extranjero, con
tal que sea en nuestra casa y en plena paz.
Que argumente así una nación salvaje, se con-
cibe, Pero que use de esas razones una nación
— 4H.3 -^
«jue ha solicitada ser reconocida corao una de las
naciones dignas de figurar en la familia de las
naciones civilizadas; que ha invitado á la^ demás
á entrar en relaciones de comercio y de polfticíi
y que ha abierto las puertas de su suelo al muí
do, bajo las promesas de hospitalidad, respeto y
seguridad, que las leyes ofrecen en común á to-
los los habitante*!, es soberanamente estúpido y
>8Urdo.
Y si el gobierno mismo de la nación no es bas*
rante fuerte para evitarlo ¿que liará? — Bi el no
puede procurar mejor suerte al extranjero que al
mismo hijo del país, ¿qué culpa ni qué responsa-
bilidad tiene él?~Es otro de los argumentos en
favor del pülage imvitahh.
Esta es justamente la cuestión del dia enAm¿*
rica. Si el gobierno que tenéis actualmente no
ea bastante fuerte para cumplir las promesas de
seguridad, bajo las cuales habéis recibido al ex-
tranjero en vuestro suelo, constituid otro en una
forma que lo luiga capaz de llenar esas promesa^;
ü sopoUad que el gobierno extranjero, enti'e en
vuestro suelo para dar á sus nacionales la pro-
tección de que os confesáis incapaces (interven-
ción inglesa); ó que para no renovar estas inter
venciones, entre en vuestro suelo con el objeto
de constituir el gobierno de seguridad permanen-
te que no queréis ó no podéis constituir voz mis-
mo (intervención francesa).
Qué medio hay de evitar estas intervenciones?
— La liga de la América? — los ejércitos? — Qui
— 4S4 —
tarles la razón de ser. üar al extranjero y al
nacional la seguridcul y la paz; dar al gobierno
nacional la forma que lo haga capaz de «lar pur
sí mismo esas garantías, sin necesidad de qne ven-
ga el extranjero á darlas. Dar al gobierno esa
forma por vuestra propia voluntad, para que el
extranjero no os obligue á tomarla, en defensa
de su propio derecho.
Si la imlcpcndencia americana es un interés
europeo, la 7^/^ y el orden de América, que hacen
valer y servir útilmente á esa independencia, son
otros tantos intereses europeos que los gobiernos
de Europa tienen el d.^ber de proteger, por los
medios que el derecho de gentes les defiere.
CAPITULO NOVENO
ACCIÓN DE LA EUKOPA EN AMÉRICA
§1
Acción de Europa en Ainérícu, antes y ahora:
unidad y solidaridad de su dvilizaeiou
La vida de América, desde su descubrimienio»
esto e% desde tres siglos, no se compone sino de
una larga y continua intervención de Enropa en
ese continente. Descubrirlo y disponer de él, ocu-
parlo, poblarlo y poseerlo como propiedad, todo
faé uno*
Al cabo de tres siglos de ese estado de cosas>
un cambio fundamental se obró en el modo de ser
de América. Su independencia respecto de Eu-
ropa, y la república como sistema de su gobierno,
fueron introducidos por la fuerza de las cosa>, y
proclamados y adoptados en seguida.
Cesíí por eso la acción de Europa en Aménca?
u á08ten^o que ni aon esos dos Uechos
obra de la América.
Mtielios voliíiíienes ha llenado con la^ pruebas
de tHte hecho, nn americano (Calvo), qae los h»
Ijablieadi» con intención de negarlo.
La Kuropa biísu indirectamente la independencm
de América; y ann la repúbhcu ndsma, como sis-
tema de gobierno, debid á la acción de la Europa^
kims que de la Amanea, su nacimiento,
Kl rol de América fué, hasta cierto grado, pasi-
vo. Su vida fué una faz de la vida de la Empopa;
y seria preciso negar el poder de la civilización
81 hubiese dejado de suceder así.
Sin \m rivalidades y eraulacioness de los pode-
res europeos, püseedore'; de América, no hubiese
tenido lugar la indepeudencia de ese continente.
La Francia y la Jíspaña, en guerra con Inglater-
ra^ contribuyeron á la pérdida que ésta hizo de sus»
colonias en Norte América; y la Inglaterra no
tardó en vengarse, contribuyendo á que Espafla
perdiere las suyas en la América del Sud. La
Francia, conquistando á España, presentó la opor-
tunidad. Sin la revolución francesa, la revolu-
ción de Sud-América se hubiese retardado siglos.
Que fué la revolución europea y no la de Esta-
dos ITnidos lo que facilitó la independencia de
Sud América, se prueba por el hecho de que los
países vecinos á Estatlos LTnidos fué lo ultimo que
perdiii Espaila. La ffalfina y Puertn-RicOj son
*Tnn suvns
-U7 -
§n
La república on 8u(l*4iii¿rica es obra de la Europa
mas bien que do Atiu*r¡í*a
La Europa, lo hemo^ dicho ya, ha dado á la
América del Siid no solo li independencia, sino
también la repú/dicct.
La república, en Siul-América, es obra de la
Europa,
A cada uno lo que le pertenece. Esa falta no es
americana.
Darle la república, era como quitarle el gobier-
na de sí misma; es decir, dañar á su indepmdeH'
cia. Esa es hasta hoy su situación, aun jue n^) ha-
ya la intención.
Faa esta la mira con que se la daba?— No: pe-
ro ese era el resultado de su error La Europa
daba á la América su independencia por interés
piopio, y la república, por un error o imprevidon
que debia hacer poco menos que estéril é infruc-
tuosa para ella la independencia americana.
En efecto, la América ha vivido sin gobierno
desde que es repüblica.
La falta del gobierno es toda la causa de la
anarquía de medio siglo; y no necesita otra, por-
que ella basta para producirla en cualquier parte.
Ella no viene de la raza. Un pueblo que por
tres siglos ha vivido una vida de mansedumbre
ejemplar y de absoluta quietud, no puede pasar
— 488
á ser de \m día para otro, una raza ingoberna-
l)le y anárquica por esencia.
Claro es que su inquietud es anificial y vive
del vicio de su gobierno.
Lo que, en Sud* América, se toma por gobiemd
no es mas que una imitación artificial de él. No
es» al menas, gobierno serio; es simulacro, ensa-
yo, experimento, tentativa de gobierno*
Qué extraño es qne la Europa desprecie y atr<
pelle á menudo á los dichos gobienios de Sud-
América, si la América misma es la primera A
despreciarlos y hollarlos? Mejor los trata Europa
todavía, pues la América los derroca á cada rato.
Pretender que Europa respete lo que América
misma trata como estropajo, es insensatez.
Se diría que la Europa ha dejado vivir á
América, sin gobierno, por espacio de medio nij
glOj para pn»bar si la independencia de ese coi
tinente era viable y un hecho irrevocable.
Y en efecto, no se puede ya dudar de que 1^
es, cuando ha vivido medio siglo por sí mismo,
cierto modo.
La larga existencia incontestada y respetadl
por el mundo, es un desmentido á los que preten-
den que América tlel Sud no estaba preparada t>a-
ra recibir su independencia en IHKL
Si América no la creii ni prepara, tubo al mej
nos el buen juicio de tomarla Justamente cuando
los acontecimientos de la Eui-opa la ponían en sfi
mano.
Tuvo después bastante coraje para defenderli
48n -
y conservarla, probando así que la merece y cnn
prende.
Y si no ha podido gobernarse á sí misma, en
uso de su independencia, no es porque sea inca-
paz de gobierno, sino porque no se ha dado con el
gobierno que conviene A su condición pasada y
presente. Bu mal gobierno no prueba que todo
gobierno independiente es imposible en ese suelo,
sino que no tiene el gobierno que le conviene.
El gobierno que conviene á un pueblo^ en cuan-
to á su forma, es aquel en que se ha educado,
que está asimilado á suí< costumbres y usos y
que forma parte de su naturaleza y carácter. Con
tal que repose en la base natural de todo gobier-
no, que es la voluntad nacional, y se encamine
al /« de todo gobierno que es el bien de la Na-
ción; poco importa, para ser un país libre, que
la forma de su gobierno independiente sea la mis-
ma que tuvo siendo parte accesoria y dependiente
de otro país E\ Brasil, la Holanda, la Bélgica,
la Grecia, son ejemplos prácticos de esta verdad.
Hé aquí cómo la independencia trajo, por re
snltado inmediato, la falta de gobierno y el esta-
do de cosas que dura hasta hoy.
La Europa monárquica, aunque amiga eu se-
reto de la independencia de América, no la íicep-
aba, por miramientos á España. — Abandonada
por la Europa monárquica, no le quedaba mas par
tido á la América que echai-se en la república —
Pero la república era una segunda razón de re
.serva v de abstención de la Europa,
— 190 —
^* " ' ?-*^ la América independiente,
fo uarquia con el sistentn colonial áe^
que ^lta« y la injluenáa ietjUimu de la Europa,
en América, con la dominación srí '-1 tiem
po pasado, se aislaba y alejalia de ¿a tanto
como Europa se alejaba de América. Hnjendoj
la una de la otra, $e daOaban en sus interesi^ mn^^
TttaJes.
Este es boy, pues, el estado de las cosas.
UI
Exigen ctas y nere^idade^ contrarias de los do$
do^ Por qué las ¡deas libérale!^ de Cofi»pa son pe*
Hgrosas ec Améríea.
La inñnencia de la Europa actual en Sud- Amé-
rica» no es toda en beneficio de aquel continente;
y por mas extraño que parezca, la influencia de
las ideas liberales y radicales, es todayia menos]
benéfica, que la influencia de las ideas conser^
Tadoras.
La explicación de esite hecho es muy sencilla.
El tiene un precedente conocido en la histor
de la Europa, y la explicación es la misma pa-
ra ambos.
3klr. Gnizot, ha notado con razón, que el re-I
nacimiento de las letras griegas y latinas, en el(
momento en que la F^uropa síilia de la edad me-
día, vino á complicar y retardar el desarrolla de
los elementos de orden y monarquistas, que pu*
»
síeron fin al sisteiua feudal. Las ideas repnbllca-
iias de la Grecia y de la Roma antiguas, restan-
radas con sns libros célebres, desíicredítaban á
las formas monarquistas, duras y ásperas que fmww-
ciaban (?) la autoridad naciente en medio del des-
quicio de que salla la Europa, y á favor de cuya
forma desaparecía gradualmente la feudalidad.
El renacimiento era un bien; ¿\ traia un po-
deíoso contingente al desarroUo del espíritu mo-
derno.
Pero ese bien venia acompailada del inco3ive-
niente de desviar ó perturbar los progresos del
urden en nn sentido que lo retardaba y perjudí-
caba.
Kste mismo efecto producen hoy las ideas li-
berales y radicales de la Europa, en los trabajos
que la América antes Espafiola hace para salir de la
especie de dispersión feudal, en que la ha preci-
pitado la c^ida del imperio español que le dio el ser,
recomponiendo la autoridad necesaria al sosteni-
miento de la paz y al reinado de la ley, sobre los
principios de su revolución fundamental y de su nue-
vo régimen.
El repubUcanismo, eu Europa, es una de las
manifestaciones naturales del espü*itu de reacción
contra el poder monarquista llevado al exceso, es
decir, hasta exclair del todo á los pueblos de la
gestión de sus propios negocios.
En Sud-Améiica, al contrario, es la forma, ilr-
jenerada por el exceso, que ha tomado la revolu-
ción contra la vieja autoridati desp<1tica, que dejó
- 41)2
istir hace 50 ailos. Hoy no tiene uias efe
que el de estorbar que el gobierno independiente
reciba una forma que le dé la misma eficacia y
poder que tenia el gobierno pasado. Esta tenden
cía rancia del liberalisoio americano, se fortitica
con el ejemplo del liberalismo ínexperimentadfMle
la Emopa progresista.
La república, para la jtíven Eurui»a, t-.^. uiici nit
hermosa, una brillante teoría, para la Aineric
del Sud, es una realidad sangrienta, una abeiTacion
calamitoHa
La federación, para el liberal de Europa, es ana
especie de esa descentralización en que vé la liber-
tad del país, es decir, el gobierno del país por 9f
mismo.
Ksa federación, para el americano del Sud, e^
la feudal i dad, la negación de toda autoridad ge-
neral y eficaz; es la anarquía, el desorden, la
guerra civil, el atraso, la barbarie y el peligro
de reconquista para el estrangero.
La unifiad, monárquica ó republicana, significa
en Sud-América, ul contrario que en Europa, el
misrao elemento que en el siglo XVI puso fin á
lo feudalidad europea: significa la autoridad desea-
da, para el sosten del orden, que no existe.
§IV
Aeeton civilizadora de la Europsi en Atnorieiu Fu|iet
de la España
La América no tiene que sacar de Es))aña sino
lo que se saca de los abtielos y de las rubias: —
— 4Í)Í? -
testamentos, legados, donaciones causa fnortis: es
decir, reconocimientas de imlependencia y transfe-
rencias (h viejos derechos^ perdidos ya de hecho
para siempre.
Lejos de ser España el conducto por donde la
ci\ilizacion de este siglo de la Europa, S2 iutru-
duzca en América, será la América el conducto
por donde penetre en España el movimiento de
regeneración europeo: lo que se detiene en lo.-*
Firineos entrará por el mar Atlániico, Es forzoso
reconocer que España no está mas adrlantufla
que sus hi.jas de América, en política y en civiliza-
ción, por dos razones: — 1"^ que la América recibe
hoy y contiene mas población, capitales, ideas, in-
flujo de la Europa culta, rica y libre: 2^ que, en
gobierno, la moHarquía representativa de España
es tan impotente como la república representativa de
América: la una vale la otra, en impotencia.
La Keina flebfa reinar, los Ministros deberían
gobernar; pero ni la Keiníi reina, ni lo>í Minitros
goliiernan: la Reina por incapaz, los Ministros,
porque se suceden con mas rapidez que las Presi-
dencias de América, destruyendo el actual lo que
hizo el precedente.
Por esta razón la EspaAa, aunque ambicionán-
dolo y esperándolo, no conseguirá ni conquistas ni
influencias en América: su papel es conchudo en
el nuevo mundo. Y lo mejor que los Estados del
nuevo mundo podrían hacer para defender su raza,
su lengua, su tipo latino, sería evitar relaciones
estrechas con España.
— 494 —
Mucho conseguirá si conserva sus Antillas.
Trabajará solamente para las Naciones de Euro-
pa, que valen nuií^ tjue ella, como en Méjico. En
la cuestión del Perú, es tarabien instrumento cono*
cido de otros.
Esto agravará las antipatías pasadas entre ame-^
riamos y españolm, lejos de estinguirlas; porque la
acción, mal ejercida, hace perder á España las sim-
píitias de ¡a parte dt*. los americanos que le era adic*
ta. Contestados por la ingratitud, acabarán por
creer que el rigor es el medio de ganar la amistad
de España, 3^ se pondrán á atacarla para ganar su
estimación.
En seguida pasarán á convencerse de que no ei
razón natural ni verdadera, para amar á España,
el hecho de liaber recibido de ella la existencia el
pueblo Sud-xVmericano. Cuando la existencia es
una desgracia, no es un beneficio; cuando la na-
tur)ileza ü complexión heredada es viciosa; cuaudí
el hijo hereda de sus padres la enfermedad, lí
mudez, la sordera, la ignorancia, ¿tienen razor
de ser idólatras de sus padres?
Y si mas tarde la híspiula, mejorada y regene- '
rada, lejos de trasmitir á sus descendientes lo^,
beneficios de estas mejoras, se afana (sea por venJ
garse de los que se han heclio independientes,
sea por amor propio á sus obras pasadas), en con-^
servar, aplaudir las preocupaciones y los restos
de las instituciones coloniales que plantó en Ame-
rica para dominarla, >;u contacto será peligi^oso^
-^m
« 4ti5 —
81 no se encierra exclusivamente en el círculo de
miras de que hablamos al principio.
La nación que no supo tener una paUtiea co-
lonial ilustrada y recta, no podrá tener una poli-
tica exterior civilizadora y eficaz. El gobierno
colonial es rama del gobierno interno, que se
aproxima tanto al derecho de gentes, como toda
colonia está próxima ó en camino de ser Nación
soberana.
Quien ha sabido perder la América, t omo sti
propiedad, ¿sabrá recuperarla y conservaila inde-
pendiente y libre como su amiga?
Soberaniíi moral de la Etiropn «n laAincrtca
independiente
Todo el mundo en América desea y ambiciona
para sí, en su esfera respectiva, la sanción de la
Europa, la solicita y se envanece de ello cuando
la obtiene. Literatos, poetas, artistas» jurisconsaUos
militares^ etc., levantan y ensenan en alto con orgu-
llo el aplauso venido de Europa, de que rara vez
lleo:an á s^r objeto, como un pergamino ó un diploma
inapelable de legitimidad en toda clase de mérito.
Kl mas alto título de lienijifo, es un aplauso de
Guiíot: el de F. Vartla^ un dicho de Thiers en
la Tribuna; el de Veleí SarsfjPÍdy una c-art<i de
Zachari(e\ el de Sarmiento, algunos elogios de
Vopaits, Nuestros códigos, nuestras instituciones,
— «r, —
es decir nuestras leyes, no han alcanzado stx úl
tima sanción, sino cuando han obtenido la apro-
bación moral de Europa.
Los republicanos de Sud América tienen horror
á la influencia de los gobie.tnos europeos^, y r0i
ciben como leyes todos los soñsmas que el char
latani>uio de sus escritores les envía desde Europa.
Temen á Napoleón y se dejan legislar por Proad-
IwH. ¿Si^xe resulta de esto? Qm los mismos re-
publicanos celosos de la influencia europea, compran
en Europa sus títulos decorapetencia para Américvi.
De ahí un comercio y tráfico de celebridad, orga-
nizado como el negocio de tabacos y algodonas.,
Con unos nuiles de francos, la América se abarro
de celebridades, fabricadas ahajo precio y vendidas
al contado.
Así, la América misma deja, en manos de
Europa, la facnitad de crear las celebridades
los títulos al poder y á la consideración, en sui
propios países y sin mengua de su soberanía.
Lo único que América excluye del beneficio
de esa sanción, es á sus gobiernos. Sobre este
punto, sus celt»s de exclusivismo van hasta el ex-
tremo de considerar como el mejor gobierno d
América el que mas despreciado es pur Eurojwi^.
el de Méjico^ \\ g.
Y por que? — ^ Porque Europa es presumida d
ser paiTÍal é interesada en este punto. Teme Aim
rica, recordando su servidumbre de tres siglos*,
que Europa se apodev^ í^^ nuevo de su dominación
pasada y que los americanas encuentreu cerrado
como antes el camino de llegar al poder.
Este temor no hace honor, ni al coraje pro-
bado de loa pueblos de América para defender í^ii
independencia, ni á la madurez de su inteligencia
política sobre las bases y condiciones indesctrutibles
en que descans¿i su independencia.
El dia que sus gobiernos se incorporen en la
familia de los gobiernos europeos, como sus es*
critores y publicistas y hombres de estado se in-
corporan en los cuerpos sabios y en las órdenes
honoríficas de la Europa, su autoiidad será muclio
mayor, sin que disminuya en lo mas mínimo su
independencia y su dignidad.
íí VI
Influjo de la Francia y de su royolucion en Aniérira
del 8iid
La Francia no salo ha emancipado á la Amé-
rica, sino tiue la ha gobernado por la autoridad
de su ejemplí» y de sus ideas.
Napoleón 1 es el verdadero codificador de la
América, emancipada indirectamente por él — Ks
el Justiniano del nuevo mundo. Es algo mas, —
el Luis XIV, como autor indirecto de sus có-
digos de navegación y de comercio.
Merlin, TúuUiei^ Troplofiff, son los PapinianOy
los lUpiano, los Cmio de la América latina.
No se defiende una vida, una propiedad, una
— 4V.N —
repntacioii en los; Tribunales de América, en
la autor ¡fiad de esas nombres no sirva de <
protector.
VHez Sai\s/ield^ abogado de Buenos Aireas, debe
la itiitíiít de sn fortuna á Merlina que es el autor
de sus memoriales.
Ocamjío, en Cltile, debe su crédito y ím fortunii
á Tmplonff y Pardessm.
No hay código civiK ni ródigo ur . ^niirnt io,
Sud América, que no ^ean los códigos de ?ía-
poleon cambiados de traje.
No hace Napoleón III un gei^to, no toma una
actitud, no dice una sola palabra célebre que uo
sean repetidas uíus ó menon literalmente \\oy todoi
los Presidentes, de América como si ftieran sos
Prefectos,
Lo que la Emperatriz Eugenia es para la$ da-
mas de América, en cuanto á la moda, así es
el Emperador para los militares y estadistas Ame
ricaiios.— Aceptados tí no, estos dos soberaDOS
gobiernan sin espada ni cetro el mundo latina*
amerifano.
§ VII
Ko Iiny política seria para Amórica fuera de la i|ue %h
el lia la independencia can la acción de la Eurofiji!
Conciliar la independencia con la acción civi*
lizadora de la Europa, ejercida según el derecha
de gentes; conciliar los principibs de libertad y
- 4W ~
de soberanía popular, con la monarquia constitu-
cional patriota y araericana, — es la línica polí-
tica capaz de sacaí- á la América de la via en
que hoy se arrastra ensangrentada y mísera; y
de volver á colocarla en el camino que le ha dado
todo lo que hoy tiene de civilizado, — población»
raza, lengua, religión, instituciones, ciudades,
]ilantas, animales, productos naturales, etc.,— junto
con la paz de tres siglos que perdii hace 50 años,
y sin perjuicio de la lil)ertad, de la independencia
y de la gloria, tenidas en mira por su inmortal
rivolucion.
Eso es practicable y posible, pues es un hecho
practicado en Kuiopa, donde cada gobierno existe
á esa doble condición. No se necesita sino exten-
der á la Amt?rica la política que hace vivir á los
gobiernos de Europa, para atírmar la existencia de
los gobiernos del nuevo mundo.
La mancomunidad internacional con la Europa,
dejaría intacta la independencia de los Estados de
América para todo lo que concierne á su gobierno
interior, una vez admitidas, por tratados de sobe-
ranía á soberanía, las condiciones del gobierno da
los nuevos estados en cuanto á la forma, principios
y sistemas, de acuerdo con los que rigen en Europa -
Se ha representado, por los nombres de Was-
hington y Monrüe, la doctrina política opuesta á
esa solidaridad de ambos mundos, — La de Monriíe
m derogación de la de Washington, pues es in-
tervención contra la intervención, es decir, dos
veces intervención.
— :m —
No es que la Karopa tenga el dereeko de ¡01'
poner ni deba imponer, ni le convenga imponer á k
América tal ó cual forma de gobierno; sino que
teniendo el derecho de excluirla de la mancoiimni
dad y solidaridad política, que garantiza la exis-
tencia de los gobiernos europeos, siempre que
América resista á admitir y aceptar las condicione^i
de esa mancomunidad (la primera de las cuales e>
la forma monárquica de gobierno); — como la Amé- 1
rica tiene ella misma el derecho de sustraerse á|
esa liga virtual, conservando una forma de gobier-
no anti- política y peligrosa para la Europa dinas- ]
tica — los tratados internacionales estipulados en
uso de esa libertad recíproca é introducidos poe4) á|
poco y gradualmente, pudieran ser el método l^í-
timo y autorizado, de conildnar el gran principio]
de la Independencia de América con h partidpa-j
cion de la Europa en el sosten indirecto ile losl
gobiernos, de la paz y de la prosperidad del nueya]
mundo. Es exactamente lo que sucede entre le
gobiernos de la Europa y camina á suceder
pecto á los de Asia y Aft-ica, la Turquía y el|
Egipto, cuya independencia garantizada por tra-
tmtos Europeos, no excluye la acción indirecta de
la Europa en la conducta y principios de su gol*ierno|
interior.
i? VIII
I
La unión entre Améric'ft y Europa, es mas inclís(ien-
sAble a Amérka f^ue á Europa
Los Aniericanos del 8ud que creeo que la Eu-
ropa no podría vivir si la América le cerrase sus
puertos; los (^iie creen iiue mas necesita FAiropa
de América que América de Europa, están en *A
caso de los pianf adores de algodun de los Estado^
separatistas de Norte América Ellos tenían esa
misma preocupación, y á fe que con mas fundít
mentó (¡iie la América latina, si se atiende al pa
peí que hacia el algodón de Estados Unidos en
los mercados de la Ruropa, Cuatro millones d^-
dalas li fardos suministrados anualmente, al tru
tajo, que costaba cerca de 400 millones de fran-
€08 en salarios, y hacia vivirle millones de obre
ros (sus familias comprendidas^ hicieron creer á
los Norte-Americanos del Sud. que si todo eso
cesaba por la falta repentina del algodón en Ku-
ropa, ésta se vería forzada á intervenir en contra
de los Estados del Norte, con el objeto de resta-
blecer su libre comercio con los Estados indispen-
sables del Sud.
No ha sucedido así, conio todos saben, fia Eu-
ropa no ha necesitado intervenir para salvarse
Los Estados del Sud, i» sus plantadores de algo-
dón, se han arruinado; pero la Europa los ha reem-
plazado mal que bien por la India, el África, el
fírasilf etc., etc.
— 502 —
Los Estados separatistas olvidaron que si ello*
eran útiles á la Europa porque le daban un pro-
<iucto-rey,— y no le daban otra cosa,^la Euro-
pa les era útil á ellos porque les daba en cambio
una de las mil ¿iroducciones de su industria va-
riadísima, pudienilo vivir de mil otras que no le»
daba o que daba á otros países.
Así, la cuestiou de cuál es mas iiidispensahle
si la Amurica á la Europa o la Europa á la Amé-
rica, ha sido ya resuelta en contra de la Améri-
ca, con ocasión de la guerra de Estados Untd^
con los Estados del Hud,
Cuando se ha visto destronado al ret^-caton,-
^;sei*ian invencibles el rey-cuero, el rey carne tasa-
jo, el reíf-cobre^ etc.V
El país americano del algodón, ha faltado re
pentiiiamente al comercio y á la industria de la
líuropa; ha producido daño, pero no ruina; y des-
pués, nada.
S IX
La América del Sufl dep(Midi3 índtt^trinlmente de 1«
Kuropa, en provet^ho, no eti perjuicio de la li-
bertad*
Cuando yo digo que Surt- América depende
dustrialraeute de la Europa, no lo señalo como]
una calamidad que su política económica debe tratar
de remediar poi* leyes protectoras de las indan-
trias iiaeieutes.
— n<»3 —
Al contrario, esa falta qne debe al eiTor del
íjislema colonial español, se torna hoy en prove-
cho de su civilización porque la liga mas estre-
chamente con la Europa industrial, es decir, con
Inglaterra, Francia, Alemania, etc., que es lo m;\
civilizado del mundo.
Teniendo á la Kuropa mas civilizada por su
fabricante universal y favorito; teniendo en ella
el taller que )a provee de nuiebles, vestidos, ob-
jetos de artes liberales, máquinas de locomoción
y de apicultura, qué le importa carecer de esas
industrias, s>i tiene productos de riqueza natural,
para comprará la ííuropa los productos de su in-
dustria?
La América se halla en este punto resi>ecto de
la Europa fabricante, en el caso íle la nobleza, y
de la gente rica de la Europa, respecto de las cla-
ses y pueblo de obreros y fabricantes,— Son me-
nos civilizados, menos libres, menos felices los
ricos y los nobles parque no son capaces de fa-
bricar ellos mismos las telas con que se visten,
los muebles de que se sirven, las casas que ha-
¡^itan?
La América del Sud, rica y opulenta por la
naturaleza, se halla en el caso de un rico hert
ero, que no necesita ir á la escuela de artes y
bficíos, para tener cuanto pueda necesitar en lujo,
confort y elegancia.
Tal vez sucede también que lo mas de la Eu-
ropa, que fabrica esas maravillas de la industria,
las disfruta menos que el americano, que tío sabe
— .104 -
fabricarlas, pero que tiene con qué comprarlas.
Mientras en Buenos Aires, en Santiago y Val-
paraíso, en Montevideo, en Lima haya almacenes y
tiendas iguales en todo á las de Londres, París y
Berlín, en que se encuentran todos los mismos obje-
tos y casi al misnio precio, la América no tiene ijue
molest-arse en darse leyes protectoras que encarez-
can y empobrezcan sus tiendas y almacenes; sino al
contrario, en derribar mas y mas sus barreras adua-
neras hasta suprimirlas si es posible, para aprc-piar-
se mas y mas, déla industria Europea, — no la co-
pia inhábil, sino el original mismo, con todos loíi
prodigios que ella produce.
Con esos prodigios, recibe de paso las ideas, los
usos, los hombres, los capitales de la Europa culta
en su suelo libre y rico, en servicio, no en iierjuiciu,
de su independencia.
No aconsejo la ociosidad, bien entendido, poique
sin el trabajo no se tienen los productos natnrale*^
y materias primeras, con que se compran á la Kurfi-^
pa lo5 productos de su industria.
No hay producto natural ni material primej-a,
que al entrar en el mercado de las naciones, nu ha^'a
pasado por un trabajo del hombre que lo hace ser
una creación mixta, la hija común de la naturaleza ^
del hombre.
En la ciudad etej'na que forma los pueblos de qt
consta el mundo civilizado, cada Nación es un edS
ticio; y esos edificios, como los de cada ciudad, se
apoyan los unos en los oíros, se protegen y defienden
rontra los elementos destiiictores. Pero ese apoyo
1^
— 505 —
miitao no impide que cada editicio gravite sobre sus
propios cimientos principalniente, ni esta gravita-
ción impide que se auxilie de los otros. De modo
que cada edificio se sostiene y apoya en sí mismo y
en los demás.
Tal es la ley que hace tenerse en pié, á esos edi-
ficios que se llaman las Naciones. Ksta ley es el
equilibric.
La América no podrá construir ni mantener el
edificio de sus gobiernos, si no los recuesta en el
edificio de los gobiernos de Europa; y ese apoyo
no impedirá que gran te )»rincipalment^ sobre sus
propios cimientos, es decir, en su propia imhptn'
denna.
^ X
Deberes de Europa háein America
Las susceptibilidades^ las heridas de la guerra, han
tenido vacilante por 50 años la prudencia de la Eu-
ropa sobre la actitud que tomaria respecto á Améri-
ca; pero los excesos y cahnnidades locales de aqnel
continente, sus guerras inacabables, no ya con Eu-
ropa y por su independencia, sino por falta de au-
toridades propias y por la dificultad de fundarlas
con sus pi'opios esfuerzos y medios, no permiten que
la Eui'opa prolongue su abstención sin hacerse
responsable de males, que ella puede evitar y deja
de evitar, teniendo un deb^r y derecho directo de
evitarlos.
No solo incumbe á la civDizacion de la Europa
la obligación de proteger la existencia de sociedadei
que son el producto y la obra de su acción pasada
y un elemento de sü fuei'za venidera, aun siendo ii
dependientes; sino que asiste también á los gobier-"
nos de EiU'opa el debej* directo de proteger los in-
tereses y las personas de sus nacionales establecidos
en esos paíse?, por una necesidad de la civilizacioi
misma, en tanta extensión y numero como los in-
tereses y poblaciones indíjíetías.df* aquellos mismos
Estados.
La colaboración oíicial de la Europa en la cons-
titución y mantenimiento de los gobiernos de Amé-
rica, será periiH'tamente legítima y conforme h1
derecho internacional, siempre que parta de un
hecho que deba su origen á la civilización de est
siglo y forme uno de sus elementos, á saber:-
indc'petidmcia de América y la soberanía de s%
pueblos ó el derecho de elegir sm soberanos.
La América del Sud está en la situación de
Grecia, que, como ha dicho el general Kalergi, sa
ministro en París en 1862. discutiéndose la can^
didatura del principe Ipalanti, la Grecia necesita
desde su emancipación /para su soberano, un prín-^
cipe de alguna de las casas reinantes en Europa
que le lleve influencia y poder, para sostenerse no"
solo contra las fuerzas disolventes de adentro, sii
también de los otros poderes extrangeros.
CAPITULO DÉCIMO
LA REFOEMA
4í 1
La reformn cü la reyolucíon IpgitimHihi
Una de las grandes conquistas de la revolu-
ción de América, es el principio consignado en
todas sus constituciones por el cual se declaran
ellas snsceptihles de reforma en todas y cada una
de sus parteís.
Es la legitimación de la revolución, que, con-
vertida en derecho público, toma el nombre de
reforma, se somete á la ley, que ella misma ha
proclamado, y puede marchar de trente y con la
cara descubierta por el noble y ancho camino ile
la ley; sin espada, sin sangre y en completa pass
con todos los intereses y los derechos mas opues-
tos y contradictorios.
El deiecho de reforma y de regeneración ó
— :i08 —
pragresü, es el resultado inmediato del pimcipio de
soberanía popular. Dejaría un pueblo de serso-
beranoj si no tuviese en su mano el poder de go-
bernarse en la forma ina?í simpática y mas cjn-
forme A suvohintad; dejaría de ser perfectible y
susceptible de mejora y progreso, el país que naj
tuviese e! derecho de al*an donar pacíficamente
sin violencia la manera de vivir que antes le con-^
venia y boy no.
Si no es posible impedir las revoluciones por-
que ellas son el progi'eso, es un progreso en el
arte mismo de revolucionar, el sustituir las re*
volueiones pacíficas á las revoluciones violentas,
el ciar á la ley la tarea de cambiar lo que la es-
pada niodiíica con sangre. Este principio de
progreso indefinido, lia recibido en las constitu-
riones modernas el nombre y la forma de derecho
de revisión ó reforma, complemento y corolariu
de soberanía.
No sabe lo que ha consagrado y adoiitido el
pneblo que, habiendo escrito en su constitución
ese principio, califica de defección el acto de dis-
cutir la ley jn^esente y proponer reformas para^
su mejora y progreso.
Propiigaiida reformista
La pyojHtt/tmda histórica y doctrinaria, es el'
grande, noble y pacífico medio de preparar á la
— 509 ^
América á recibir al gobieroOj que le ha de dar
paz y progresos sólidos. La libertad de discusión
y de opinión en este punto, no puede dañar ;í
ningún interés de orden, sobre todo la discusión
hecha en libros, en cátedras, en asociaciones.
Nada mejor que la libertad de discusión pondría
en ridículo y echaría en el desprecio al que opi-
nase que la América debe yolver á ser colonia 6
dependencia de otros países.
Tratando de fandai'se un gobierno de lil^ertad,
parece natural que ninguna historia debe ser mas
átil que la de los países mas libres de esta época,
que han sabido conciliar con la libertad, el orden
y el progreso.
Dos son esos: Las prmúncias unidas de (a Ho-
landa y el Reino unido de la Gran Bretaña.
La liistoria inglesa es la ma> desconocida en
América. Si los americanos la conocieran tanto
como á la francesa, la suerte de su política seria
mas feliz.
La historia de Inglaterra, es la historia del or-
den, de la libertad, de la riqueza y del progresa.
La historia de los Estados Unidos, es un capítulo
de la historia inglesa.
Tratándose de coronar una revolución, parece
(natural el deber de familiaiñzarse con la historhi
de todas las revoluciones de libertad, que han
llegado á buen éxito.
Tales son la historia de las revoluciones da
Holanda^ de In/jlaterra^ de Estados Unidos, de
trancia.
— 510 ^
La primera es la mas edificante* Ella encíerní
el progi'ama de la política que ha de dar á la
América del Sud la canstitucioa de los poderes
independientes, que busca desde 1810.
Las historias de Grecia y de Roma^ de los
tiempos de la Repiiblica, que se aprenden en los
cursos de lengua latina especialmente, son las his-
torias de la ananiuía, y un veneno por lo tanto
p:iia países lacerados por la espada de la gueiT»j
civil.
Las cuatro grandes revolución e^ de libei tad, se
dan la mano y íse ligan^ nu solo por la ídenlída<l
de miras liberales, sino por heelms que encadenan
sus trabajos.
La independencia délas Pravindas Inidasáe
la Holanda respecto de España, es uno de los pri*
raeros movimientos ocuirídos en la historia mo-
derna en servicio de la libertad.
Se operó con la cooperación de Inglaterra, ba-
jo el reinado ríe lí^abel Esa cooperación le valió
á Inglaterra el odio de España, que mas tarde mo-
vió á ésta á dar sn ayuda á la independencia de ,
los Esiwhs I nhJos respecto de Inglaterra; lo cual
decidid il Inglaterra á apoyar la de las colonias
de Sud-América.
La Francia, que estuvo con los reyes absolutos
en las revoluciones de Francia y de Inglaterra,
ayudó á las revoluciones de América, entrando
mas tarde en los cambios que siglos antes había
repetido por su revolución de 1789.
- 51J
III
reforma de la liístorí» de Siid*xlmór¡ea, debo
preceder á la tle su pi»líti(*a
A la reforma de la política y del gobierno lU
las repúbiicas de Sud-América, debe preceder
acompañar naturalmente la de sus doctrinas de go-
bierno y sobre todo la de su historia antigua y
moderna; es decir, la de su pueblo latino y euro-
peo desde su establecimiento en América, y la de
su revolución de independencia.
Equivocar su pasado^ es compartir su suerte
y extraviar su porvenir.
Identificarse con los americanos primitivos, es
decir, con las razas conquistadas, es perder toda
noción de su origen histórico, del papel de su ra-
za propia, y colocarse en la falsa posición de con-
quistados, siendo en realidad la raza conquista-
dora, la raza latina «i europea, como es en rt^a-
lidaíL
Su revolución no ha sido una reacción del pue-
blo primitivo ó indígena contra el pueblo conqu-'s-
tador, europe-j de origen. Lo qne no ha desapa-
recido de la raza conquistada, es incapaz de toda
reacción civilizada porque es salvaje 6 bárbaro.
La revolución, la exaltación de la raza latina
nacida en América, contra la misma raza nacida
en Europa, simbolizando la primei-a un hecho
nuevo— la independencia de América y un nuevo
régimen de libertad — reaccionando contra el he-
cho de k dominación de Espaíla en Amanea,
simbolizada por los europeos vencidos por las ar-
mas y por las cosas.
Identificar el antiguo régimen colonial con toda
la raza latina ó europea, es falsificar toda la ver-
dad d* la historia; es como ai la revolución fmn-
cesa emprendiese la destrucción del pueblo ante-
rior á 1789, como medio de sepultar y proscribir
el antiguo régimen de la Francia,
El pueblo es el mismo: lo qiir ha cambiado es
su condición política y social
Tal es el carácter de la rev^oUicion de America. '
Lo que ha cambiado es la condición del pueblo
conquistador, no la del pueblo primitiva ó india-
no, vencido por la conquista. Ha cambiado
América latina y civilizada, no la America prirai^
tiva y salvaje, anterior á la conquista.
^IV
Sin la roforma no es pasible teaer en Américii
lu eivillzaeion de la Europa
La expresión mas fiel, la manifestación mas e\
dente de la civilización de un país, es la forma y h
manera en que está organizado y se conduce su
gobierno.
Tal como es su gobierno, tal i-omo se gobierna,
así es la opinión que se tiene de su civilización.
Civ^ilizacion y gobierno regular, según esto, no
- 513 —
son dos cosas distintas, sino que la una es la califica-
ción de la otra.
El progreso de la civilización en la Europa no
significa otra cosí* fjiie los progresos de su organi-
zación política, la regularizacion de su manera de
guliernarfíe.
y la liistoria de la civilización en Kuropa, no
es mas que la historia de los progresos y mejora-
mientos ílcl goliienio político, civil y social de la
Kuropa.
Qué íurn*a ha alecUido el gobierno en que la
civilización de la Euroi)a ha tenido su apoyo y
expresión mas cabala — La nionarquia. — Ella es,
pues, uno de los atributo^i de la civilización mo-
derna de la Europa, y, los terribles ensayos de la
repúblicíi en Inglaterra y Francia, nos prueban
que la civilización actnal de la Europa es incon-
cebible sin el auxilio de la monarquía.
. Sí el objeto de nuestra política cjs aclimatai' en
América la civilización de la Europa, ¿cumo po-
dríamos obtener este resultado sin aclimatar en
América el gobierno que es como un atributo esen-
cial de esa civilización, á saber: la monarquia?
El aceptar de la civilización de la Eui'opa todo.
^escepto su forma de gobierno, es decir, escepto la
sa que le hace existir, sería como pedir tales y
ile^ íírbo'es, con la condición de excluir sus rai-
<r^rin como pedir naranjos con raices de peros.
as
— 514 -
No bastará el dima ni lafertilidiifi del suela
para llevar en América la rÍTÍlizacÍoii de la Euro[i
Las Repúblicas de la Aniérica del Sud creen
que para atraer en su suelo á las poblaciones y lo»
capitales de la Europa, les basta poseer un va^to
y rico territorio, un clima espléndido y sano, un
suelo fértil, minas ricas y abundantes iiroduccio-
nes níiturales de todo genero.
Sin duda alguna que estas condiciones no son
de poco valor, pero es un error creer que bastan
por sí solas para llevar á la Europa en aquel conti
nente.
Los paises, ha dicho Monte^qnieu, son suscepti-
bles de cultivo, no según que son fértiles, sino
según que son libres, Y como la libertad no es
la tínica garantía esencial al progreso de la civiÜ-
jsacion, se puede añadir que los países, sobre todo
en Améríca, son capaces de cultivo, no según que
son fértiles y ricos en productos naturales, sino
según que son pacíftcos y que disfrutan de orden y
seguridad.
Con todas las ventajas de su clima incomparabl
y de su suelo sembrado de oro y plata, la Ain^
rica del Sud, irá quedándose desierta y atrasatí
mientras no disfrute de orden y de seguridad;
no tendrá estos beneficios, mientras no posea gq
biernos serios y eficaces, pues la paz y la seguí
— 515 -
liad nosefonnaa ni conservan por su propia vir-
tud, en ninguna izarte.
Si la extensión y la riqueza del suelo fuesen
estímulos suficientes para atraer la población, los
paisas de la Amí^rica antes española, serían hoy los
mas poblados de la tierra á estas horas, supuesto
que en la tierra no existen otros que les superen
en belleza, en fertilidad y en la piodigiosa abun -
Jdancia de ritjuezas imturales.
La América no necesita sino la paz, para ver
Iflorecer la riqueza, su población, su comercio, etc»
Esto es verdad. Pero como no hay paz si no hay
gobierno que la mantenga, esa verdad se resuelve
t*n esta otra : — la América no necesita sino ti--
íier gobierno, para ver florecer su poblacionj suri-
qneza, su comercio, etc.^ etc.
La enorme población é infinita prosperidad ile
jue ilisfrutan los pobres y civilizados territorios
leí Norte de la Europa, como HoJanda^ Imjlatarn^
Alemania^ Rusia, etc., etc, es, por el contrario, la
mejor prueba de la verdad arriba dicha, de que los
países son susceptibles de cultivo, no según la fer-
tilidad de su suelo, sino según la seguridad, el
orden, la p;iz de que disfrutan. Holanda entre 50
y 60 grados de latitud provee de uvas a Ingla-
terra en mayor escala que Espaüa.
La paz y la libertad son los asti'us, que darán
á la America del Sud, las riquezas, la poblacitm
y la fecundidad, que no deberán jamás al favor
exclusivo de su sol claro y fecundante.
Sin la paz y la seguridad, sus riquezas natura-
les iloi miran eternamente en las entrañas de la tier-
ra. Las perlas y el oi o^ son tímidos como el inuior.
No gustan de ver la luz sino cuando se contemplan
seguros de todo ataque.
El gobtemo no ^s el iiaís. Lti reforma no es ta
HbrlJcacioii de la soberanin
En América se confunden á cada paso estas
dos cosas eaencialmente distintas:— caM^ítómr rl
país, y constituir tí //obierno dct país.
Es contundir el país con el f/oUerno, nada mej
nos; es decir, una cosa esencial, permanente, des-
tinada á vivir eternamente, con una cosa muda-
ble y acomodable A los tiempos y circunstancias.
El país puede tener veinte gohiei-nos en medi^
siglo, sin dejar por eso de ser el mismo país:
Francia, por ejemplo, desde 1789.
Constitmr el país, en América, significa, hace
independiente á la America; dar á su pueblo
soberania, es decir, la democracia — principio quí
encierra á todos los tle libertad, á saber: — ¿nrft-
pemlencia, Itfmiad, ¡/fuaídady saber ania prptdari
En esa ]jarte, la ronsfitucion de América es
debe ser inmutable. Cambiarla, es matarla coma
nación.
Pero eso no es la constitución dd gotiierno. L|
ccnstititcion del qohieryiñ e?; la forma, no In p^p,
— 517 -
lia del gobierno. Así, los Ingleses^ llaman á sos
ronstifticionen^ — fonna de gobierno. Véase la de
Mansachussets.
En este sentido, la constitución es la conducta,
el rt^ginien de vida, el acomodo de hi casai cosa
que todos los dias se puede y aun á veces se debe
cambiar en el ínteres de la comodidad, de la salnd
y del agrado.
De la confusión de esas dos cosas diferentes,
resulta en America una cosa, á saber:— que tocar
en lo mas mínimo á la constitución del yohietno,
es decir, á la forma, es decir, á su traje y vesii*
do, se considera un atentado igual al de tocar la
materia, el cuerpo, la sustancia del pais mismo.
Tomando la re¡mhlif;a, es decir, la forma de
yof)íerno^ como etjnivalente de patria ivdependunt4\
como la forma o constitución del pais mismo, de
fnn cambio de nada se hace \\n cambio de vida: y
porque se abandone una forma, se cree que se
mata al país.
^ Es como si una persona temiese cambiar el co-
lor ó la forma íle su traje, el rt^gimen de sus ali-
raen tos, el acomodo de sus muebles» la distribu-
ción de su casa creyendo que con ello cambiaba
de existencia ó dejaba de existir, 6 se convertía
en esdavo siendo libre.
No se puede cometer un erroi mas funesto X
los intereses de su {)aís. Es condenarlo A la in-
movilidad, ni mas ni menos que como á un país
asiático, á un país chino ó Japonés.
§ Vil
D«l gobímio ^mt r^nrieme ¿ la rrraliirtoii
Dónde eneoiitnirá Amrríca el gobierno qct^
revolución busca? — Donde to halló Europa, ^
de únicamente existe, — en el poder, en la fuerz
en la nutwidad, porque e^o es el ffohimm, y ^|
esto es un mero nombre.
Dónde encontró Europa el poder y la fuerza
de %\m gobiernos? — En hn condicionen e>^ -
de todo gobierno, á saber: — en la c^nimíi.
es decir, la condensación de las fuerzas de t
la nación, y la riuracmi, que e§ su resultada
Eso en cuanto á lo interior: en lo exterior, ba-
iló el poder en las alianzas y uniones c<^>n los jk)-^
dere» capaces de cooperación eficaz, es decir,
la centralización parcial del poder unido de va-
rias naciones, porque eso es una alianza, — Ene^
fuente exteraa de i>oder, halló no solamente U
fuerza sino la duración de sm gobiernos,
Pero no ba«ta desear y decretar la cent
ciou, ¡«ira crearla. Esto es verdi»d, pero i
es á veces un sofisma del egoísmo local liara eln^
dir la centralización, que lo contraria.
Donde la centralización ha existido per ¡^iglos^
cuando habia menos población, menos rutas, nij
puede ser impracticable si el país la desea y U
decreta.
Tero si la falta de población y rutas es un ubs-
^::
— 519 —
táculo para ta existencia del poder, el modo de cons-
tituir ei gobierno, viene á consistir en aumentar
la población y multiplicar las rutas.
Pero no basta desear y decretar para que la po-
blación se agrande y que las rutas se hagan. El
aumento de i»oldacion y capitales tiene por condi-
ción la existencia de un gobierno durable bastan-
te fuerte para dar seguridad y pax, á los habitan-
tes yá su^ bienes.
Luego la revoluciuti tuvo razón en empezar por
la creación de un gobierna patrio, para hacer de
él, el brazo é instj'umento que debia darle los me-
dios de robustecerse y íbrtiticarse á si mismo, el
primero de los cuales es la cmtraUzacíon y el otro
la duración.
Si el país carece en su interior de estos ele-
[mentos constitutivos de todo poder fuerte, debe pe-
|dirlo»ála política exterior, á las alianzas natnra-
Ueá, á la cooperación de los países capaces de darla.
Cuáles son esos para América? Dónde están los
^aliados naturales de la América del Sud?
Las alianzas no son la obra de los hombres, son
[la obra de las cosas. Las crean y forman lo > in te-
freses, y los gobiernos las escriben y proclaman.
Cuál es el medio en que vive la América del
Sud por lo que respecta á los intereses que la ha-
cen vivir?
No es el Asia, ni el África, ni la América mis-
ma, sino la Europa que consume sus pi^oductos na-
turales y produce los artefactos que ta Anií^ríca
consume.
Luego América tiene en la Europa un intere-
sado igual á ella misma, en la existencia de go-
biernos americanos, capaces de dar seguridad d
todos los intereses unidos.
y si á mas de ese interés, la Europa tiene y
puede y necesita dar á la América las poblaciones
y capitales q»ie esta necesita para crear su poder,
la América tiene esa nueva razón jiara buscar en
la unión con Europa los fines de su revolucionJ
Y si la Europa debe el desarrollo de sn civili-
zación material al gobierno centralizado y fuerte,^
la jVmérica tiene que reconocer que, para aclima-^
tar esa civilización europea en su suelo» necesita
traerla con el método de cultivo ó gobierno que
la hace existir en Europa.
Aludo á la monarquia? No: á la cmtrahzmk
y á su dnraeiofiy que son tan esenciales á la vida*
de una república como de una monarquia Líi
centralización, es el poder, la fuerza, la autorid.
efectiva.
§ VIH
Exijeiicias encontradas de la nbi>rt.iLd en Hiiibii»
muridas
Hay que considerar las miras dirijentes ile la re
forma que exije la República imperfecta que ex¡st<
lioy en Sud-América^ en el sontiílo de su aproxirna^
— 5tl —
cien del tipo europeo, sin los escollos que hañan
esti*ril y peligrosa la imitación. — Esos escollos
residen en los puntos de opúsiciún y contraste
del liberalií^nio europeo con el liberalismo ame-
ricano.
La Europa, vejada por el gobierno excesivo^
tiende á la descentralizacioiL
La América, dañada por la centralización ex-
trema en qué se ha sumido la independencia,
tiende hacia la centraUzacion.
La una á debilitar sus gobiernos; la otra á
fortificarlos.
Europeizar los gobiernos de America, ameri-
canizar los gobiernos de Euiopa^ es la doble ten-
dencia de la política de ambos mundos, t^ue se
jmpone á los gobiernos mismos por la íaerza de
cosas.
Los dos mundos colaboran juntos en la obra
iel gobierno definitivo, que es el gnhierno de d
^tnismo fself-f/orernment,J
Es libre todo país que se gobierna A sí mismo,
no importa en qué forma.
En política, como en religión, las íormiuí toman
poco á poco su rol subalterno, para ceder su rango
prominente al fondo, á la esencia, á la existencia
leí gobierno, que reside toda en la libertad.
La libertad no es polo opuesto del gobierno,
su parte negativa. No son dos cosas diferentes
sino una misma y sola cosa vista por sus doa
lados esencialmente correlativos y necesarios, i
, saber: — la Ithpftad, que iir» »^s sino el rindpr del
— Ti?^ _
^, j *« aiUúiíaaU^ ijüe no es sino la iiber
La reforma de la república de Sud América
en el sentido europeista ó centralista, no senl el
resultado de un cáknilo. Será la obra de las cosíí
el resultado necesario de la < ivjlizacion política
los dos mundos
Ningún gobierno, niii|:;Lin iiüiiiiat* strá tapaaí
de producirla ni de eíit*jrbarla. Viviián los go-
biernos á condición de servirla. Como necesidad
que interesa á la civilización, la unidad en que
re?iide la fuerza del gobierno republicana ó mo*
nárquicOj se impomlrá como se impiso la inde
pendencia y la revolución misma que la produjo
Toda república que se descentralice, morirá en
beneficio de la nnitlatl. íjue hace la fuerza de suí
vecinos.
La centralización \\o es una preocupación^
sistema que se puede aceptar ó desechar discrecw
nalmente sin inconvenientes. Ella es el poder,
la autoridad, en América, como en Europa
La centralización peca en Europa por su ex
ceso, no por su principio, como la descentralizario|
peca en América por su exceso igualmente,
por su principio. Asi, en este punto, las necc
dades de la civilización política son las misma
en ambos mumlos. Ella exije en Enropa la des-
centralización y en América el centralismo. Así,
la opoííicinn liberal que quiere la desen^ t*
cion en Francia, apoya la política c^nti le
1p8 Estados Vnidos en (lue vé la causa de la
libertad.
Desechar la unidad de la república, porque
ha servido á.la monarqnia despjtica, es como la
pretensión del cristiano que quisiese edificar sus
iglesias diagonalmente imniue los judios edificaron
^ns sinagogas perpeudicularmente, como exigen
las Ie3"es de la mecánica.
§ IX
H idus operandi
La America del Sud empieza A comprender que
jdn la Europa no tendrá gobierno.
Cómo usar á ese fin de la cooperación de la
Curopíi— es todo el problema del gobierno ame-
ricano.
Ese probhraa felizmente está resuelto, — Como
usan deesa cooperación, para existir indeijendientes,
los gobiernos de la misma Europa;— por ligas, por
tratados políticos, por la unión política de esfuerzos
que dejan intacta la indepei»deucia, sometiéndose
solo á la obligación de los esfuerzos y sacrificios
exigidos por la defensa y protección común.
Esta doctrina no es mía. Es de Bolívar. ( I )
La experiencia persuadió al lihertndoi\ que la
5bertad americana, no podría salvarse sin la ayuda
de la Knrop;i, obtenida en esa forma. Vo exijo
menos que Bolívar, El qn^ñ^ d protect/rado. Yú
digo que basta la maíicomunidad sin proíectonulo.
Este es el sisteina, i}olític'u ile la Kuropa, — La
que es lioj' sistema de la Europa puede vídver^ü
sistenia de los dos iiiuiidos, es decir, áv todor^loH p«<
blos de origen europeo» de todos los pueldos cri^
lian os.
Dos iimndos que por tres siglos han sido iii
solo en materia de gobierno, no pueden ser inc4i
paces de esa unión libre por causa del Océano qil^
los separa.
Si el Océano no pudo impedir la dominaeit^nT
absoluta, menos podrá impedir la sim[»le irithn-n.
cia, la simple alianza.
El polo opuesto de esta política de refugiti
de salvación, es la política de \\ ashim/ion y
Mfmróe que, en su infatuación inexperta, queriaí
la exclusión absoluta, en América, de esta mism|
Europa que balda descubierto, poblado, oro:anizadn*
civilizado y gobernado como parte integrante de
sí misma á la i^ mérica; y á la cual había acudid|
la Union en busca de bomlires y dinero, qne obtuí
por Franklin, de Luis XYl.
No hay novedad alguna en estas doctrinas. 8011
los rudimentos del derecho ' de gentes conocidc
Bello las ha enseñado á la América. Solo se traí^^
de hacer su aplicación á Va política exteiior anie-^
ricana, que Bello no ha hecho ni «lebido hacer
su libra, pero sí en el minisfetio de myocws cMruf
yeros de Chile.
Ddnde está la razón de derecho de gentes quj
divide el rauíiíio en dos mundos? — No la trae Bello
ni Wheaton, ni Kent, — La doctrina de Monroe es
bárbara: es el sistema colonial restablecido en pro-
vecho de los Estados Unidos,
Derecho internacional y no derecho interna-
cional, inter-rontíiiental.
^ X
Seforniar la reiníblícm es el solt» medio i1(> acabar con
iñs cuestiones ile tinidad y federación
iSi la federadon es tan impracticable como la
anidad y como la mezcla de ¡os dos, ¿se signe que
gobmno en sí sea impracticable?
Eso seria declarar á la nación incapaz de go-
bernarse á sí propia, es decir, de ser indepen-
diente. Otra es la conclusión que ha de sacarse
de ese liccho,
No siendo, V^fedeíacion y Va unidad, mixv* que
simples iViimasde la república, la cuales repíddi-
mfedenitiro ó república unitaria: en cuyo caso
no son sino formas accesorias de nna forma prnicp
pal - decir que la unidad y la federación son im-
practicables, no es decir otra cosa sino que es im-
practicable la repñhUca.
Según esto, si tiuereis salir de la unidad y de
la federación, ensayadas hasta hoy sin éxito algu*
no, salid déla forma reptddicana de gobierno, y
organizad el giíhierno en otra forma mas en reía*
cion con td modo en qnc el país se jíol>onió desde
53fi —
SO origen. í** Uan'Ir» ^MfVi^ la forma de nna '"
ma, sobre un accir^iüno de lo íuív^orio, la Anita . -
del Sud lia perdido cincuenta años de la revoltirion
sin poder crear el gobierno patrio, que ella tuvo
por objeto.
Por qné? Porque cambiando la forma seconda*
ria, ha dejado en pié la forma principal, que,, sien-
do ella la impracticable, ha inutilizado todas U
tentativas de organización y ha dejado á la Am^
rica sin gobierno.
Es preciso salir de ese falso terreno, y traer la
cuestión al terreno en que Belgrano, San Maiiin
y Bolívar la sentaron.
g XI
La centralización es eoitipatible con el nuevo régi-
men de la reyolueioi). En qué eonsistiria la
forma*
Piensa el rulgo de América que la refonni
constitucional, en el sentido de una unión imi^ es-j
trecha con Europa monárquica, es decir, en el seM
tido monárquico, seria lo mismo que restaiu*ar
las Let/es de Indias ^ las Ordenanzas de Intendentes
y la Novisima Recopilación: en una palabra, nna^
vuelta al régimen colonial, y un abandono enter
de las constituciones que ha sancionado la revo-'
lucion déla independencia.
En ese en-or grosero descansa la mayor jiaii
— 527 —
de la resisteiicifi á la reforma americana en el
sentido monarquista,
No habría necesidad de salir del régimen actual
y de las constituciones ue la revolución para en
trar en la monarquía constitucional.
Apenas hastaria reformarlas^ en un corto nu-
mero de artículos, que no son de ningún modo lo^
artículos fundamentales del nuevo régimen. La
raiíon de esto es que nuestras constituciones repu-
blicanas, son copias reformadas de las constitucio-
nes monárquicas déla Europa liberal.
Veamos los principios y disposiciones de nues-
tras constituciones sancionadas por la revolución,
que la reforma monárquica dejaria subsistentes en
los textos y lo que vale mas que los textos, en la
realidad de los hechos, que hoy no tienen. To-
maré por ejemplo la República Argentina.
" La Nación argentina es para siempre libre é
independiente de todo poder extranjero. »
>:La soberanía reside en el pueblo, y se ejerce
por las autoridades emanadas de su elección,*
«Todos los poderes emanan déla Nación. s»
«La Nación argentina no será el patrimonio
de una íainilia ^^ (como Inglaterra no es patñmo
nio de la Reina Victoria, la Bélgica del Rey Leo-
poldo, etc.)
'Todos los habitantes de la Nación gozan de
los siguientes derechos:— ^(los del art. 14),
f La esclavitud es abolida y no puede restable-
cerse. *
V Todos son iguales ante la Ley,>
- 52» -
igualdad es la base del impuesto y üe íü
cargas públicas,
f Solo el pueblo, por la Cámara de Diputados,
inicia las contribuciones y la^ cai'gas públicas,*
¿La propiedad es inviolable.^
Todas las garantías judiciales del art. 18.
Todo el artículo 20.
El 2:?
El 23.
Del 25 al 30.^
fLas leyes se bacen por ambas cámaras, con"
la participación del Poder Ejecutivo, que hoy tie-
ne el Presidente por el art. 83, inciso 4, )v
El Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo, con*
servan las mismas atribuciones que hoy tienen,
con poquísimas escepciones.
A qué se reduce todo el cambio? ^ — cuáles sol
estas pocas escepciones? — A la manera de e/e'
f/ir tj fie ser del Poder Ejecutivo, no á sus afti-
Imcioncs y poderes, en que reside todo el sepreto
de la libertad. Esa %^ariac¡on tiene por objeto
buscar la paz y el orden, y asociarlos con
libert-ad.
El elefe Supremo del Estado no será elegid
periódicamente, sino una vez i)or todas. Sn pe
der ps hereditario según la ley dada por la Ña
cion, y en el orden que la Nación determine. S^
perpetuidad solo >ignilica la perpetuidad del orden.
La persona del soberano es inviolable; pero sus
ministros responden, y sin la lirraa de éstos, sus
actos no tienen autoridad. El Jefe reina, los mi-
- 529 ^
nistros gobiernan. El lley es el jefe nominal
íM Poder E/ecatioo. El Ministerio, es el Ueal
Poder Ejecutivo En lo íleinás, el poder electo
ral del país queda el mismo »jue hasta hoy.
El pueblo elige al Rey desde que éste no es
tíil soberano, sin previa aprobación del pafs. Tant-
bien el ministerio es su obra, desde que sale de la
elección de la legisfatura, que es su obra inme-
iliata.
Una parte de los Legisladores es elegida por
el pueblo, como hoy; la otra es elegida por el Jefe
Supremo, que debe su elección al pueblo. Asi, el
pueblo es siempre el origen de toiloí los poderes.
Los poderes continúan siendo tres como hoy día,
en cuya división tiene la libertad una de sus pri-
meras garantías.
Las contribuciones son voladas, como boy, por
c»s diputados electos por el ptieblo.
El Jefe supremo del Estado, elige los minis-
"iros, como hoy el Presidente, pero los seflala á su
elección la opinión del Congreso.
Si un disentimiento ocurre entre el Ministejio
y el Congrcíío, dos remedios tiene el Soberano pa-
ra restablecer el acuerdo entre los poderes: — ó
cambiar el ministerio según la opinión del Con-
greso, ó si, después de cambiado, el Congreso per-
siste en disentir, disolver el Congreso y provocar
nuevas elecciones — recurso excelente que tien»^ la
monarquía y que no tiene la república para diri-
mir, sin eiperar á que la ley lo haga á su tér-
— 530 —
mino dado, los conflictos que no admiten ei^pers^^
entre el poder legislativo y el poder ejecutivo.
El (íongreso puede cre^r honores y recompensas^
como hoy dia; y esas recompensas honoríticas, pue*
den consistir en los títulos de una ordeti civil á
militar, como la de Leopoldo en Bélgica, 6 coin
la orden del soK que creó San Martin en el Perl
para ser discernidas por el soberano: elemento po-
deroso de gobieríio en lo interior y exterior, de
que están privadas las repühlicas. Esas cintas
y cruces ahorran millones al Estado y dan al go-
bierno ejércitos de sostenedores y amigos.
El orden ó Poder Judicial seguiría el niií^mo
que hoy dia, ya sea en cuanto í¡ sn plprrinn va
en cuanto A sus atribuciones.
El régimen municipal, ó la administraciou íucal^
no tendría necesidad de der.aparecer.
Aun el gobierno de las Provincias, que trae su
origen del sistema monárqnico, no tendría que ser
modificado, sino en muy pequefia parte.
He ahí toda la monarquía, que causa tanto mk
irreflexivo é ignorante, como el de los niños á !o$
resucitados, como si en es^te siglo fuese mas fác
que resncite el despotismo muert»» que un hombr
muerto. No es, en efecto una resurrección del despo^
tismo colonial, — ^tan diferente déla monarquía cot
titucional, como la rej/úhHca con f(wttllade,<
(/riji del tiempu de liosas^ es opuesta á la .^ a
constitucional fj moderada, que el país no ha podido
constituir en medio siglo.
Los principios que dejamos copiados, constituye
— á:ñ —
toda la revolución de América, coino constituyen to
da la revolución francesada 1789. Pues todo eso
Bo solo es conciliable con la monarquía, sino que
recibiría de esta su triunfo definitivo y su plena
ejecución. Por eso es que Belgrano los comprendí >
en su proyecto de constitución monárquica.
Si el derecho público y administrativo hubiere
formado parte de los estudios que nuestras Univer-
sidades dan á los abogados, las preocupaciones j
errores sobre formas de gobierno no habrían sido
un obstáculo tan grande para completar los traba
jos de la revolución de América en materia de or
ganizacion política.
Las formas de gobierno no han sido discutida .
como puntos de ciencia política, como doctrinas do
gobierno, sino maldecidas unas y exaltadas otra^
por el fanatismo ciego de los partidos, d por el
egüismo y la ambición de las facciones.
De qué modo y por qué razón la paz sería una
consecuencia de ese gobierno? — Evitando las elec-
ciones periudicas de Jete Supremo, que son la cau-
sa rt el pretexto de las revoluciones; y sacando 4
los gobiernos de América del aislamiento respecta
de la familia de los goldernos civiliííados, que los
debilita material y moralraente.
Inaccecible i)ara los americanos el puesto de
Jefe Supremo, ¿no quedarían de ese modo excluidog
del gobierno de su propio país que ha sido el gran
olijeto de la revolución de América — el selí //<?•
Absolutamente no; quedarían, al contrario, ú la
- 535 -^
cabeza del gobierno como están hay, y mas qoe lo
están Iny, en la reali<lad ile los hechos,
fja iDonarquía democnUica popular, nacida v
apoyada en el priripio de la soberanía del paeblo:
esta y no la inonarquía feudal, ó antocrática, ©« <
la qu^ se trata, para la América independiente.
§ XII
Reforma civit« coiDercíiil, industriaK Sóbrela nniíira**
tízatituii, surftsiotí hereditaria, libertad <^uTtiorcÍAÍ,
aduanai, libt^rtud religiosa, asilo político, eti^
(conforme con la doctr[na de las bases)
Serán reformas preparatorias del establecimien-
to grradnal de la unidad monárquica, las n formas
del derecho dvd^ en las l^ye^ que reglan las A7/r<B-
sí'ineshereditarius, — \a autoridad paterna, — la com-
posición de la familia, — la naturalización de los ex*
ti'augeros, — la garantía, en favor de los mismos, de
la nacionalidail de sus hijos nacidos en América.
No ceder; resstir en todos estos puntosa! pru-
rito mal entendido de destruir en nombre de la
volucion, i>eor comprendida en sus tendencias» lo qtie^
el derecho civil, qne ha hecho la educación tic Amé-^
rica, contienií de favorable á la gerarqnta normí
de toda socicdaíl est:ilde y seria.
Si las sustituciones y mayorazgos entran en
plenitud del poier y libertad de disponer por lU ti-
ma voluntad, dejados al testador, por qué abolir-
ías con tanta sadaV
^
No ha demostrado lo economia política qtie hasta
la riqueza piiblica se resiente del exceso en la
«iibíl i visión del suelo por la igualdad hereditaria'^
El ffereclw civil ^ que dá y ijuita la cindadania
agranda o achica al Estado, atrae ó aleja al ex
tranjero, según sus disposiciones relativas á la
nacvmolidad v uaUtroHzacion.
Poblar no es civilizar, sino cuando la población
es civilizada.
Multiplicar los bárbaros y los salvajes, es an
mentar la barbarie aunque se auniente tal pobla-
ción.
Tara civilizar la América por la población, es
requisito esencial poblarla de la población de la
Europa, que es la sola inmigración civilizada.
A la legislación civil pertenece el resorte mas
poderoso, — la nacionalidml de ¡0$ hijos deeurapeus
nacidos en América.
La primera idea, la mas irreflexiva y tierna,
enseña que hacer americanas á los hijos de euro*
peos, es el meilio de aumentar los ciudadanos ame*
ricanos.
Esa es la ley de Partida, de la Edad media*
La reflexión j la experiencia han demostrado
Jas tarde, que el dejar al hijo del extrangero na-
«ido en América su nacionalidad extrangera, es
mas eficaz para aumentar la población europea.
El juez inapolable, en esta cuestión, es el mismo
ctrangero, tanto el padre como el h!/\^ — Su opi*
níon debe ser la ley, porque se trata de agradar-
lo paia atraerlo, y de atraerlo porque nos es mas
necesario á nosotros que i toso tros á éL Hay mas
de una América para sus productos. No hay ma^
que una Europa para la civilización
La América llamada Jatimi o europea, sin di
da por una especie de metonimia, necesita ser 1i
tinizada del todo por que no lo está sino apenfi
No lo es sino á medias.
El Paraguay no es un pnehla hfino. Oompue>sto
en ^us cuatro quintas partes de indígenas, es mas
guaraní que latino, es mas americano que eoro-
peo, en cuanto á la raza.
Bülivia^ Guatemala, M^/ico, el Poií, están
el mismo caso. No son repúblicas latinas, como
ellas se llaman, sino americanas en el sentido de
indígenas ó indinmis.
El principio moderno, que hace al hijo compa-
triota de su padre^ donde quiera (jue nazca, es el
mas capaz de latinizar la América. YA principiíi
contrario, que le confisca al extrangero sus hijos,
es el mas capaz de barbarizarla, y despoblarla de
los europeos; los cuales no pueden gustar de ui
suelo, que les arrebata su prole y los anarquía
con sus hijos, haciendo á los hijos extrangeros reSij
pecto de sus padres.
La olíjecion que el principio moderno deja
país sin ciudadanos, es falsa.
El Paraguay la emplea para defender el prin-
cipio contrario, que lo tiene sin población latina
Pero los dos órganos de que se sirve son dos
^ rm «
»
lun'utus vivos que lo ilesmieuteu á él, y que
desmienten á ellos mi-ímos.
Sin ser ciudadanas, ni vecinos del Paraguay;
siendo el uno argentinu y el otro argentino y bel-
ga á la vez, representan al Paraguay en Europa
como diplomáticos y sirven sus errores, con un
calor de que no seria capaz un paraguayo nativo,
según lo prueba el ejemplo del secretario del de
Paris, que siendo paraguayo de iiaeinuento, no lo
parece tanto como su jefe, que es extraugero.
El secreto de este fenómeno de amor al país
axtraño?~Es el salario, el dinero.
Luego: aumenta!* el dinei^o, la riqueza, es el
arte de tener servidores leales; no importa el sue-
lo en <|ue nacen y á que pertenecen. En todas par-
tes come el hombre, y en donde quiera es fiel al
pan ue que necesita.
Pero el secreto de la viqnvsa pública^ es la li-
bertad de comercio, que el Paraguay no tiene. El
secreto de la riqueza del gobierno, es allí la clau-
sura, el monopolio, el despotismo.
íí Xlll
Kefortttus preparutorias, í^eyes sobre natura-
lizaeion
<La República Argentina, se quedará sin ciu-
dadanos, la América se quedará sin americanos,
y se volverá propiedad del extrangero, si se aimi-
— f^m —
te él princinio *]ue declara extrangero al hijo del
extrangero nacido en el país >.
Con ese argumento, la Amérira independiente
llamada á jíoblarse de extrangeroí», defiende la
estabilidad de la Ln/ffe Partida^ ijue llevó á Amé*J
rica lu Kspana tendal, cuando los extrangeros esta*^
ban excluidos del todo de aquel continenre
Una ley que hacia parte del r^idmen colonial
dirigido á echar á lo's extrangeros, no puede hacer
parte del nuevo régimen creado para ¡íohlar la
America con extrangeros.
Espafia no pudo establecer en Anicj ica esv ky
por el temor de que los extrangeros se hiciesen
dueflos del paí<, pues la exclusión absoluta de 1**8
extrangeros hacia inadmisible la Idpitesis de que
tuviesen hijos en Am<?rica en número amenazador.
Si Espaíla, dando esa ley que quita los hijo»
á sus padres extrangeros, hubiese tenido por mi-
ra hacer españoles á todos los que nacen en Amé-
rica^ la experiencia le ha dado un chasco en que
podrían aleccionarse los gohienios que han sucedí*
do al de Kspana, en aqnel continente.
Contra la Ij'h de Pmtida, que hacia ejpaftoleü^
á los nacidos en Américaj los españoles nacido»
allí se han declarado amenainos,
iSi la ley escrita es impotente para extrangeri'
2ar al que nace en el suelo, ¿que os impoita, que
ella llame extrangero ó cindadano, al que ba d4
amar sobre todos el suelo que lo ha visto nacer?
Qué importa que esa ley diga que no es uno hi-^
jo de 8U padre? — Eso solo significará que no n
HKai
— 537 —
hijo h(/flimoó legal; pero noque no es hijo nata-
ral, tan amante <le su padre como el legítimo.
Los h{¡os nníumlcs (M suela, son como los !fi
jos nafiírnjvs deJ hombre; amantes del suelo pater-
no como sus hijos legítimos 6 ciudadanos^ <le quie-
nes son coni patriotas o herma noíí naturales en ter-
ritorio patrio.
El ciudadano es el hijo artificial, obra de la
ley, que puede dar A un extra ngero ese carácter,
ftin darle el amor al suelo, que no es el de su
cuna.
Si \i\ América debe poblarse, deje á los extran
jeros y á sus hijos, la libertad de ser 6 no ser
del país.
Si se admite la hipótesis de que el país pu<
de volverse propiedad de los extranjeros nacitloa
en él, ¿por qué no le asusta la liípóte-is mil ve-
ces mas posible, y es que se vuelva propiedad de
los extrangeros que inmigran en el país?
Por grande que sea el numero de lo^ que na-
cen de extrangeros, no ha de ser mas grande que
el número de los extrangeros que emigren.
Y si la constitución prolübe dar leyes que limi-
ten la inmigración (en cuyo caso está virtualmcn-
te la ley de Partida)^ bien pudiera suceder que una
guerra de la Europa, hoy que los Estados Unidos
están también en guerra, nos echase al Plata de
un golpe ó en diez aüos, seis ü ocho millones de
emigrados y que los extrangeros fuesen seis ve
ees mas numerosos que los nacionales en la 11^
publica Argentina,
— 5:í8 —
El peligro qne se quiere evitar por la /.rt/ rfe
Pnifida no está prepíniído por la Constitaeiou?
Los extranjeros á quienes se teme en nombre
del viejo régimen colonial, no están llamados en
nombre de la civilización á ser la grande base de
la prosperidad de la América del Sud, como han
hecho la grandeza de la América del Norte?
§ XIV
Aitiericii tii^iie recurso.^ para sosten de la moiiarqníft
América ha costeado sn gobierno desde su des-
cubrimiento. Y no sülo costeó el suyo sino el de
su Metrópoli. Si Espafia perdió su riqueza, por
causa de América, no fué porque la consumiese
en mejorarla, sino porque le sacó tanta, que olvi-
dó el arte de producirla.
Costeó un gobierno colonial y despótico, que es
el mas caro, y no podría costear una monarquía
de libertad?
Sostenía las coronas de los vircycs, de los re*
yes y los privilegios y monopolios de compaüias,
que eran reinas sin corona, y no tendría recm%
sos para ^us monarcas libres, hoy que á las mi-
nas de oro y plata intactas, une las riquezas delj
comercio Ubre!
Costeaba tres vi rei natos dispendiosos y cuatrol
capitanías generales, y no podría hoy sostener"
tres monartjuías, con recursos votados por el
pueblf>^
Ea9 —
Costea hoy mismo cincuenta gohiemo'* irregu-
lares, entre nacionales y locales, y no podría cos-
tear cuatro regulares!
lia América antes española es en conjunto cua-
tro veces mas rica y poblada qne el Brasil, y no
podría hacer lo que hace el Brasil!
La América independiente y libre, inuudada
de capitales y de poblaciones extranjeras laborio-
sas, que no t:x istia n bajo el régimen colonial, y
que pagan, como los naturales, sus impuestos al
tesoro nacional, ¿cómo podría hoy carecer de los
recursos, que tenia para su gobierno monárquico,
cuamio solo constaba de población Irxal, y carecia
de comercio, de industria, de aduanas, y de los re-
corsos modernos ó inagotables del crédito piíhüco?
Los recui*sos que bajo la república son hoy como
diez, serán como cincuenta desde que haya orden
y libertad asegurados por fuertes gobiernos.
Gobierno estíible, quiere decir en América, ri-
queza, prosperiílad, civilización.
Opulentos por la naturaleza, esos países están
empobrecidos por el mal gobierno,
Kl oro y los caudales yacen en las entrañas de
la tierra, que no se trabaja por falta de segu-
ridad.
Un poder débil y servil como un enfermo, nu se
atreve á poner contribuciones directas, de temor
de no ser obedecido •> de ser derrocado. Tiene que sa-
car sus remrsos, <Timo un >7r9w, de los bolsillos dí^t
— 54ü
pneblo, sin ser sentido:— por las atina iias, «jue m»iiJ
de paso la muerte del tráfico exterior, en i¡ne\
reposa toda la esperanza de prosperidad para e^s
países.
§ XV
Lii monarquía mejoraría las finanzas de América
La falta de gobiernos bien estiiblecidos ejerce
an efecto desastroso en las tínanzas de los Esta-
dos Sud-Americaiu>s.
Bajo el antiguo gobierno colonial eran, en cier-
to modo, mas pertectos los impuestos. Casi todo(S
eran f/irectos, y por lo tanto mejor prajmiia'
nados.
Dos eran las causas ile esto
Primera: — que la autoridad era fuerte, bien olie*
decida y no temia que los impuestos desagradasen j
y sublevasen al pueblo.
Segunda: —que no había comercio ni tráfico ex*
terior, en virtud del régimen de clausula colonial,^
ni podía por lo tanto existir la contribución in-
directa de aduana, que ha nacido con la revolu-
ción y con la libertad de comercio, y reemplazado,
como fuente del tesoro, á todas las antiguas con-
tríbuciones directas.
iJos han sido también, según esto, las^ causas
de que el impuesto iiídirecto ó sobre los consu-
mos, tenga hoy el Ingar de las contribuciones di-
rectas y que seu tan difícil restablecerlas:
- 5541 -
Primera: — Kl naciiiiieiito del tráfico y del c<
inercio exterior, declarados libres y francos por
la revolución de la independencia.
Segunda:-- La inconsiístencia de los? nu<^vos
gobiernos republicanos, que, temiendo indisponer
& los pueblos y no ser obedecidos, se alistienen de
poner contribuciones directas, y pretieren las in*
directas, que el pueblo paga sin saberlo ni sen-
tirlo, en el precio de las com^ que consume.
Esto hace peor su condición, disuiinuye su ha-
ber, esteriliza su trabajo y retarda sus progresos
y mejoras.
El restabiccimionto de la monar»inla podría
disminuir ó reducir las contribuciones de «Vduana
y crear imimestos directos mas proporcionados.
Otro bien que ella traeria á las finanzas de
L América, seria el pago de b que adeudan las re-
;»dblicas, y que no pagarán mientras (ouserven
forma de gobierno, qne pone en el bolsillo
privado de sus gobernantes casi todo el producto
[de las contribuciones, y casi todo el producto de
los empréstitos.
§ XVI
Fuentes de renta en la moitarquta
Las condecoraciones serian un suplemento pre*
jcioso para las nacientes finanzas de los E8ta<Io8
ie Sud América, ya sea que se consideren por el
^ladü de las contribuciones de que pueden ser ma-
— 542 —
teria, ó ya eouio un valor moral aiilicable áTT
remuneración ó estíniíilo de los servicios recibi-
dos ó deseados por el país, de parte da los extran*
jeros.
Los escritores, los diplomáticos, los militares,^
los grandes capitalistas, no aspiran, en Europa, á
otra cosa que á recibir esas distinciones, de que
América se ha hecho un del»er de privarse, como
ai el dinero pudiese suplir el honor ó como si las
finanzas americanas puiliesen hacer donaciones ho-
noríficas que llenen el mismo objeto.
§ XVU
El pcifler fiierto haría fmsíble la supresian de Ias
aduana.»
La federación^ en América, debilitando el po-i
der, enjendra la anarquía, abya íapaz, que es elj
nnmá del nuevo mundo.
La ausencia de la paz aleja la atinencia de losj
pobladores y capitales europeos.
Y cuando no es por la ausencia de la pajs, ]|
federación los aleja por otro niedio, que es tambieaj
hijo legítimo déla federanon y hermano déla anm-^
gula: — por las contribuciones irnlirectas impues-
tas al tráfico ó comercio exterior de que dependa
la regeneración y el progreso americano.
La primera de ellas se llama mntnhtteion de
Aduana.
^ 343 ^
Los gobiernos débiles, la prefieren porque su
pago es imperceptible para los contribuyentes, y
les evita la iiiipopularidad á que los espone toda
contribución directa.
La contribución directa, sobre las propiedades
territoriales y sobre los productos de la agricul-
tura, única luente de riqueza allí, seria la impo-
sición ma^ natural y menos expuesta A las vicisi-
tudes que las guerras y cuestiones extranjeras
producen en las rentas del comercio cxtejior; los
gobiernos temen di^íminiiir su prestigio y debilitar
su poder por la pérdida de sus sostenedores, si
establecen esa contribución directa, que el país
ha recil)¡do con aversión y rechazado siempre que
ha tratado de establecerse.
La resiste porque las tierras no producen?--
Esa seria la manera de hacerlas pioducir, pues
esa necesidad las baria pasar de manos de sus
fposeedores indolentes y perezosos, á las de quie-
iiies sabrían hacerlas producir para el fisco y para
[la riqueza general.
El hecho es que la debilidad de losgohiernos
nuevos mal centralizados, hace que no puedan sacar
sus recursos de otra fuente que de bis aduanaSj
es decir, del impuesto que bastaría suprimir del
todo, para centuplicar su tráfico, que haría posi-
ble otros mil medios de obtener su equivalente en
contribuciones sobre industrias y producciones que
surgirían de esa supresión.
Por otra parte, es fuera de duda que la centra*
lizaciou seria útil á las finanzas.
^lra poblar el suelo argentino, v, g,, con emi-
grados tíuri)peos, las tierras son el principal ins-
trumento.
Es preciso venderlas y prohibir toda cnicesian.
Los noncesionarios gratuitos las esterilizan. Se
deben vender las tierras publicas, si ellas faltan*
por estai' ya concedidiis, se deben expropiar por
causa de utilidad pública, según las necesidades
de la ítolouizacion, las ya cedidas, para venderlas
en detalle á los< inmigrados.
Para evitar el agio de tierras, se deben poner
contribuciones directas sobre toiia propiedad ter-
ritorial, cultivada ó no, productiva ó estéril. —
Son el medio de no dejar ocioso y estéril terri-
torio alguno, pues todos tendrán que trabajar para
pagar al Estíido lo que deben en impuestos.
Pero ¿pueíle hacerse nada de esto sin un ga-
bierno fuerte? Un gobierno que para vivii* tie-
ne que hacersr cómplice de todos lo* abusos ¿po-
ilrá expropiar, imponer, poblar?— Dilapidando las
tierras para adquirir sostenedores ¿no es el pri-
mero á esterilizarlas y mantener desierto el país?
§xvm
Como ili^beri «er reformadas las constitiirioites Sud-
imeripaniis pura niruorii la Europa
Todo el mundo está de acuerdo tni que la^» consti-
tuciones, en Sud- América deben ser hechas para
atraer á la Kuropa en ese continente, es decir, para
— 54;-» -
levar aiii mw capitales, sus poblaciones, sas imuH^
trias, su civilización.
Todo el Diuurto está de acuerdo en que las cons-
tituciones actuales, inspiradas en los sentimientos
que prevalecieron, durante la guerra de la indepen-
dencia y en la necesidad de alejar fnera la donií-
nación que allí ejercían las Naciones de la Enrupa,
no solo no responden á lasnecesidailes actuales de la
América independiente, sino que las rüitírrirlm v
perjudican.
Sus disposiciones relativas á la mi/untltzac^u/f^ á
la nacionalidad de los hijos extrangeros, á la li-
bertad de cultos y de matrimonios disidentes, y á
la asimilación del extrangero á la condición civil
de lo > naturales del país, son conn» hechos apro-
piísito para .ilejar de América á las pc^hlariones d ?
Europa.
Algunas constituciones, como la ilel Plata, di
1S53, por ejemplo, han reiuavido y cambiado es
tas disposiciones en un sentido hospitalario y li
beral, creyendo que, con solo ese cambio textual
ú liberal, se hacian aptas para poblar las provincia^
de inmigrados europeos.
La experiencia ha probado muy pronto que los
principios por sí solos, tí ma^ bien por el mero heclin
ie escribirse, no eran bastante eficaces para producir
resultado.
La constitución necesita además crear el hech
le un gobierno capaz de garantir su ejecución y
.eficacia y de ponei*se ella raisma íla ronstitnrirnn
abrigo de cambios diarios.
— 54iJ —
El problema de la población y de la civilizacionr
de Sud- América viene entonces á reducirse á este:^ —
Como debe ser constituido *'l t/obierno ó cnál debe ser
la constitución de esos países pura que ella tenga por
resuUado práctico atraer á la Europa en Amé-
rica?
Nada mas obvio que la solución de este pro
blema.— Para atraer ala Europa deben ser cons-
tituidos á la manera que lo está el gobierno en
la Europa misma — No por la mera simpatía que
engendra la identidad de formas, sino por dos
razones positivas y poderosas, independientes de
esa, á saber: — porque siendo fuerte por su formí
el gobierno de estilo y constitución europea, es e|
gobierno que solo puede dar á la América 1^
%paz, que es el alma de sus progresos; y porque
solo la identidad ó similitud de formas puede
comprometer á la Europa en el empeño de ro*
bustecer y fortalecer á los gobiernos de América por
su cooperación regular y decidida.
Así, las constituciones de América no servirán
para poblarla mientras no se reformen en el sentido
monarquista ú europeo, partiendo de la indepen-
dencia y de la revolución como bases fundamentales
de la existencia Americana en lo futuro.
La constitución que no tenga el poder de ase-
gurar la pax, no servirá para llevar á América
las poblaciones Europeas y con ellas la civiliza
cion de la Europa.
La libertad por sí sola no será bastante ali
ciente (si ella pudiese existir, sin el urden) y
— 347 —
todo lo que hemos ofrecido hasta ahora. — Ln
nimigrados de la Europa no quieren aceptarla
por estéril, sin el orden y la paz.
La paz es el gran medio de poblar la América
con las poblaciones civilizadas de la Europa
Pero ¿como hacer para tener urden y ]»az?
Trayendo, como se ha díchOj en America, e^a
población de la Europa habituada al orden y
educada en la paz?
Esto es no salir del círculo ricioso.
La$ poblaciones de la Europa no tienen el
orden en sus venas, ni el don de establecerlo
donde quiera que ellas se establecen. En la Eu-
ropa misma ellas viven en orden no por su propia
virtud, sino por la acción de los gobiernos qu*
las obligan á vivir en orden. Suprimid allí el
gobierno, ó sustituid el gobierno republicano á
la Americana y veréis en desorden á esas mismas
poblaciones hoy tranquilas.
El (irdeu no podrá establecerse y existir en
América sino según las condiciones que lo hacen
existir en Europa: — por la acción de gobiernos
eficaces y estables.
Así, la creación de gobiernos eficaces de que
depende la paz — aliento vital de todo adelanto
en América, — es el gran punto de partida, para
salir de 1íi situación de mina en que América
vegeta,
No es el todo trasplantar en América los po-
bladores europeos. Es preciso dar á esas pobla-
ciones la paz por el gobierno que las mantiene
en el paU de su origen y único qae podrá dar
sela en el suelo Americano de su destina.
Al principio de la revolución se creyó que
bastaría la independencia y la libertad para po-
blar la América. Cincuenta ailos de experiencia
han probado tjue si son esenciales á ese fin n»i
son bastantes.— Hoy nadie duda de que el agente
soberano para poblar la América del Sud, es U
paz bien asegurada, Y coma es imposible la p;ía
sin el gobierno, el problema de un gobierno eticas
ba venido á reunir todos los problemas Amen*
canos.
§ XIX
Recompusieiori de la earta geag^niflca ile 8ml*Aittértca
en el sentido del poder y del urden, por un Can*
greso de ambos mundos*
La reorganización monárquica de Sud-Araérica
traería, naturalmente, la necesidad de recomponer
la carta geográfica de esa parte del continente ame-
ricano, según las conveniencias de este nuevo ré-
gimen.
Respeitando algunas mudanzas í^troduc¡^ia!4 por
la revolución en este punto, babría que volver en lo
general á los límites (jue trazó Esparta á sus Virrel-j
natos, aleccionada por una experiencia de siglos,
que no han sido tan atentos sus sucesores, los gobier-^
nos independiente^.
En ningún país sería esto tan necesario como
— fi4*J —
tn la República Argentina. Iííi reorgatiizacion
de ese país con todos los territorios de que estaba
formado el Vireinato de Bnenos Aires, salvaría entre
otras víctimas del desmoronamiento republicano, á
Bolivia^ cuyas provincias meridionales fonnabnn par-
te integrante de aquel Yireinato, antes de la for-
macion del estado imposible (^le deliiú su crearion
y su nombre á Bolívar,
Si este nombre ilustre estuviese condenado á su-
frir un castigo p:*rduralde de la ingratitud re-
publicana» no podría recibirlo mayor que sirviendo
para designar un país cuya existencia es sin(>nimo
de desorden, de oscurantismo y de atraso.— Para
honor de Jlolivar, se debe suprimir la creación
monstruosa que desacredita su nombre y su me-
UiOria,
La creación de Bolivia, tal como está compnei^ta
geográttcamente, con sus costas adjudicadas al
Perú, y sin mas puerto que el de Cobija, inutili-
zado por los Andes que lo dividen del territorio íÍ
que pertenece; es una ubra de precipitación y de
mera vanidad, í|ue no descansa en ninguna razotí,
en ningún interés, en ninguna necesidad seria y
real
Hubo de correjirse por un traUído que hizo Su-
cre con el Perú, pero Santa Cruz lo impidid; de
modo que es ñ y no Holivar el autor de la forma
física que hoy tiene üolivia.
Si el pr ipio buen sentido de sus habitantes de-
jase de prestarse a una recomposición pacífica de
los límites geográficos, que dividen al Perú did
— 550 —
Vireinafo de Bumos Aires, con evidente ventaja
para los bolivianos, — ^un acuerdo entre estos dos
Estados podi^ía organizar los medios de hacer pre-
valecer esa solución de orden reclamada por los
intereses de los tres paises.
El Perú estaría talmente uitere.sado en este
cambio, que la promesa de su ejecución sería uno
de los estímulos mas poderosos para traerlo á la
reforma ó reorganización monarquista, y á un
arreglo de cuentas atrasadas con la República Ar-
gentina por los gastos de la guerra de su indepen-
dencia. I
Suprimir el Estado de Bolivia, no sería abolir il
los bolivianos, sino elevarlo^' de un rango, oscuro
relativamente, á otro mas notable; sería restable-
cerlos á su anterior nacionalidad respectiva, de
nrf/entinos y peruanos^' — que son mas espectables
que permite serlo al de boliviano la desacertada
constitución geográfica de ese país. En este
cambio, los bolivianos conservarían todos esos de-
rechos y no los tendrían menos, en nada, que los^
de los ciudadanos á que se incorporaban de nue-
vo,— Este cambio serviría aun ú las aspiraciones de]
los que apetecen los rangos supremos, pues por él,
los que boy solo pueden ser presidentes de Bolivia,
podrían serlo del Perú ó de la República Argentina
(suponiendo que se conservase esa forma), ó em-
bajadores ó representantes de mas rango, si se
adoptase otra.
Esta misma consideración es aplicable á las
ciudades de los otros paises argentinos erijidos lioy
— 551 —
«n estados iiulependieíites, tale^ como el Parcu/uafi
y Montevideo^ en el caso de reincorporarse á la
familia argentina para constituir una monaniufa
rival del imperio brasilero. — De ese modo un
paraguayo ó un montevideano se tendría á la altu
ra de un brasilero, en la consideración del mundo
político, no solo por lo que hace él á la igualdad
abstractíi, sino también á la igualdad del poder
material y la influencia en los consejos del mundo
americano.
Pero no hay que olvidarlo, la restauración de
la mouarquia en los países del Plata, no les de-
volverla la pai5 y el poder efectivo, sino á condi-
.4¡Íou del restablecimiento de su antigua agióme-
icion territorial en los límites del pasado Vireinato.
El Paraf/ua//j por ejemplo, erigido en mouarquia
imperial, sería una segunda edición del Imperio
4e Haití, especie de burla del poder monárquico
en América, que no le abrigaria contra la in-
fluencia absorbente del Brasil o contra la in-
ilnencia republicana, que por largo í años conser^
varia su poder, aun después de hecho el cambio
de gobierno.
Poco han caml)¡ado las condiciones de América,
para la reorganización centralista de sus circuns-
cripciones territoriales, de cuando el Conde de
Aranda proponía (en 17HB) á Carlos III Ja for-
mación de tres monarquías independiente^, con
los pueblos de sus provincias americanas. — Hoy
serían cuatro 6 cinco en vez de tres; pero las
necesidades del equilibrio Americano y de lacón-
servacion del nuevo orden monárquico, exigirían
que el número de Estíidos no fnese mayor por
ahora.
ií XX
I/HS reformas y sus resistencias
A la necesidad en que está Sud América ^^e^
buscar en la unión con Euiopa» los elementas de
su civilizacionj y como uno de ellos, el sostén de
sus gobiernos, se oponen dos influencias prestigio-
sas, - que son las de dos lu'eocupaciones llenas
de prestigio por el origen de su procedencia.
Ellaa vienen de sus dos grandes modelos, — ia
Europa liberal y los Estados Unidos,
Contra la necesidad de centralización, el ejein-
pío mal enteíulido y mal aplicado del federalistna
de los Estados Vmcios, y contra la necesidad
alianza con Europa, la autoridad de la doctrii
de Monríie.
Estas dos influencias de la América del Norte
tienen por resultado pníctico, mantener á la Amé-
rica del Sud sin gobierno, y desmembrarla, en
benetício del único \iaís de Sud América que las
rechaza, que es el Imperio del Brasil; y en la Am^
rica del Norte, en servicio del país mismo, qi
enseña ese ejemplo, cuidando de seguir el co^
trario.
La kdvrucum de los Esíwius I nuios, que
íorníi por una irlaiafion de la nnid.id por sus
€opÍ8t^ inconscientes, es todo lo contrario, im
sistema de unidad y concentración poderoso de
países, que existieron dispersos en recíproca in-
dependencia. La federación, que á ellos los sacó
del aislamiento para formar una sola gran nación,
ha sacado de su antigua centralización á los que,
pretendiendo imitarlos, han coaipuesto muchos es-
tados federales de lo que antes era una Nación,
De ese modo, el sistema que, en Norte Améri-
ca, ha servido para criar un gobierno; en la Amé-
rica antes española, ha servido para disolver el
gobierno central que existia de tradición.
La doctrina de Man roe, que ha tenido por ob-
jeto impedir á la Europa que estorbe á los Esta-
dos Unidos absorber á Méjico, es proclamada es
tupidamente por sus imitadores de la América
del Sud, con el objeto, sin duda, de ímpedií* á la
Europa que estibe al Brasil absorberse los pe-
dazos de la América antes española de su ve-
cindad.
Lo8 Estados Unidos, q^ie poseen una centiva-
lizacion capaz de someter, por una guerra sia
ejemplo en grandeza, á nueve Estado?? poderosos,
á la ley común, no necesitaban buscar su estabi-
lidad en tratados de alianza con Europa. Eso fué
bueno para el tiempo en que tuvieron que crear
su unidad con la alianza de la Francia y de la
España. Monroe no había nacido, pero figuraban
Washington y Franklm al frente de esa dijílo-
macia europeista.
Relirnino, San Mnrtiii v Bolívar, que han he-
MSH
— 554 —
cho mas queMonnie por la América antes e^^pa-
üola, no tuvieron repugnancia en ver la alianzaj
con la Europa UiOnánjUica, como la habiau visk
y practicado Washimjton^ Jejferson^ Fntnkün,
etc.
^ XXI
Escollos europeos
Otra contrariedad del mismo género viene para'
la América, antes espailola, de esa misma Euro|ia
que es el manantial de sus progresos en materia
de gobierno.
A la Europa j como á la América del Norte, ^
le t^nia el ejemplo de su liberalismo para enten-
derlo y aplicarlo al revés de lo que es en sí. A
la Europa, como á la América inglesaj le toma
copia de su política liberal; pero su copia es la
reproducción del modelo á la inversa, — -con resul-
tados inversos, naturalmente.
Así, V, g., el federulis^no^ en el sentido de des*
centralización, que es el liberalismo de la Europa,
como reacción contra el centralismo exborbitante
y paralizador, —en Sud América representa y
constituye ú federa} ismo, que representa el pasado
de la misma Europa, anterior á sus progresos
modernos.
La doctrina de Morirle, que el liíieralismo eu-
j^opeo acepta, en sus simpatías por la misma razón
^
que tuvo Ingiatena para inspirarla á ese Presi-
dente de Estados Unidos en 1823, como medio
de cruzar (?) los planes de reconquista de lii
Santa Alianza: esa doctrina es recibida con aplau-
so por conducto de la aduana europea, en la Ame-
rica antes española, donde su resultado práctico,
es la exclusión de todo influjo europeo, por liberal
que sea, capaz de impedir que el Brasil y los Es
tados Unidos, aumenten sus territorios unitarios
con los fragmentos de !a América latina, descom-
puesta por el federalismo y por el monroismo, en-
tendidos y aplicados al revés que en los paises
de su origen.
Contra e^as dos grandes corrientes de opinión
prestigiosa, mal entendidas y mal aplicadas^ tienen
que luchar la-; pobres repúblicas de la América
del Sud, en la obra de la reforma de sus gobier-
nos, para lograr los fines liberales de la revolu-
ción democrática.
§ xxn
Dlr(9i5c¡on^ tendcneiaís^ rumbos
En las creaciones de la política, en la obra del
gobierno y de la libertad, hay dos cosas que con-
siderar: — la idea clara y exacta de la cosa, y la
práctica y costumbre de practicar la cosa. La
América del Sud, salida apenas hace medio siglo
del poder omnímodo y secular de los españoles,
trabaja y se agita por la adquisición <le esas »los
— o5C -
cosas, ^ — la idea y la práctica del gobiemo lilire.
Aunque es mas fócil, comprender teurícamcnte
ese gobieruo dificil, que practicarlo, la América
del Sud está recien empezando ese doble aiireii*
dizaje, que <ilisnrliérá su vida futura por ninrlio
tiempo.
Para bacer mas fácil y seguro ese caniino, con
viene señalarle direcciones, dar i'umbos á >in polí-
tica, y es lo que hareinos ei. este lugar.
Pero mj porque las repúblicas los ignoren,
jarán de seguirlos.
La felicidad que acompaña á Sud América en
sus destinos políticos, es que sus gobiernos obedecen
en «n marcha á una corriente que los lleva, á su
pesar, en la dirección de los lines de civilización
que la revolución tuvo en mira. Navegan como
esas embarcaciones que bajan las corrientes de los
grandes rios por su simple acción. El patrón pue-
de agitai se (Surantc el dia ron la idea presantTiU'
sa de que él es quien dirige la nave; pero cuando
viene la noche y se entrega al sueño, no por eso
su barco deja de hacer las mismas millas por hura.
Los gobiernos mas feciindos en Sud América
son los que mas duermen; es decir, los que en vez
de tomarse el trabajo de hacer, dejan hacer; en
vez de gobernar, deian que las cosas se gobiernen
por sí.
La América del Sud difiere en esto del vi€
mundo, en que, mientras el uno tuvo que desent
i'ar de civilizaciones muertas los elementos con glj
formó la suya, la América del Sud no es mas qd
una gramle parásita de la Europa viva y contem-
poránea, de cuya eivílixacion aUmenta su vida.
Hasta sus faltas y necesidades la ligan á e^a espt*-
cie de fortuna. Sin industria manuüicturera, sin
grandes adelantos ea las cieuc'ias físicas y de apli-
cación, sin capitales, sin poblaciones, ?in marina
propia, se ve forjada á sufrir la ley que hace de
la Europa una parte elemental de la vida civiliza-
da del nuevo ranndo Esa condición es un vín-
culo que la liga al mundo civilizado y la obliga á
vivir de su vida misma, y á civilizarse por vía de
nutrición y sustento
Los efectos de esa mancomunidad son tales, que
llegan liasta producir la infatuación de los ameri-
canos. Sus hombre-s mas adelantados pretenden
que las repüldicas están al nivel de la Europa
civilizada en cuanto á las ideas pohtkas^ que to-
man de sus mismos libros, y no parecen sospechar
siquiera que los muebles, las telas, los «ibjetos in-
dustriales con que satisfacen las necesidades de su
vida civizada, confortable y elegante, son cosas
creadas por la mano del hombre del viejo mundo,
y no por la simrde f^rtilidíid del suelo, como las flo-
restas, el oro, la plata, las perlas, los diamantes.
Ellos creeen que América no necesit^i saber pro-
ducir aquellas cosas para ser igual en civiliza-
ción al mundo (|ue se los dá hechos.
Concedido que no necesita fabricarlas, desde que
puede tenerlas en cambio de lo que puede produ-
pero admitan entonces, que la
con Europa que produce esos
cir en otra forina;
política lie naion
resultados, es su política de vida y saivucion pof
aliora.
Errores é ilusiones de ese gúnero, apodei*adas
del gobieino en Sud América, pueden dejar de pro-
ducir gobiernos de resistencia y de estorbo al úni-
co camino de progreso, que tiene Sud América?
Por fortuna de ésta, su progreso es mas fuerte^
que la resistencia de sus gobiernos.
Los gobiernos ci-eados por la revolución para"
servirla en sus miras de civilización europea, son
sus obstáculos en vez de eso. Pero ellos pa^aii la
infidelidad á la ley de su origen, sucund>iendo como
el gobierno español que los precedió. De ahí su
fragilidad y su inconsistencia.
La necesidad de existir les hará conocer poco
á poco que es la centralización lo que dará á
democracia la fuerza de las nionarquias.
Esa es la lección que dan á la vez á la Am€
rica del Sud, el ejemplo de la Europa mas culta y
libre, y el de la America mas civilizada.— Pero
es preciso estudiar esos ejemplos para no copiar-^
los al revés y no exponerse á recoger lo contrartí
(le lo que ellos producen rlomle existen.
Esos dos ejeniplo:íi se reducen á uno: — el de
la Europa libre. — Los Estados Unidos, son el
ideal de esa Europa, trasladado al nuevo mundo.
[jOs Estados Uniílos, son la repetición perfeccic
nada del Msino Unido. Lo que les falta par
completarse, es asemejai^se mas á su modelo, — te
— ñ59 —
^
mar el nombre de Estado Lnuto, en vez del
nombre disolvente que hoy llevan. ~E1 dia que el
nombre se una al lincho que ya existe, los destino -
de la América española tendrán un escollo menos.
Entretanto, atenerse al ejemplo predilecto de los
-Estados Unidos, no es eludir el de la Europa: es
recibir la civilización europea, de segunda mana,
en vez de recibirla directamente. — Es dar á los Es-
tiidos Unidos, es decir, al extrangero, el papel que la
revolución quitó á España, de monopolizar la impcu'-
tacion de la civilización europea en el nuevo mundo.
Este ejemplo, que no puede suplir al de Euro-
pa, tiene peligros que el otro no tieae para la Amé-
rica del Sud.
Hemos señalado las que conciernen al gobierno
su organización.
Veamos los que tocan al desarrollo de su civili-
zación material y económica, es decir, á su riqueza,
á su comerciOj á su población, á su tráfico marí-
timo, á su industria. No saldremos de los hechos
mas prominentes y notarios.
(Demostrar como en nada de esto pueden los
Est^adoí Unidos suplir á la Europa, en la satisfacción
de las necesidades de Sud América). (*)
(O Eátn apuntaeion. dejada eutre pflróntosU pora ser de*
sttrrollodrt oporlunainente, t*oiüi>letn el pon-^amienLo del aulor
en el punto de í[ue trata, por Ir» cual no:> hemos abstenido
de eliminarla.
Veinte años después de esertlas eia¡* líneoí?, todavín espre*
san unn verdad, eaniproboda por la esl^di5$lic!a» sobre tolri
respectó de la Arí?cntina.— Véase la notiein aue sobre el Co-
mercio Norte- Aíne»"í(?üno. trae la »Nadi'm*^ <ie Buenos Aireí?,
liM ^
XXIIÍ
Buscar la fuerza del golneriio en lu unidad, na cu ln
monarquía
Cómo dotar á la Auiériea del 8ud, en general,
de la aptitud de los Estados Unidos, Chile, el Cana-
dá, el Brasil, para atraer y aclimatar en su sue-
lo la civilización de la Europa? — Aproximando,
como ellas liaí:en, la estructura th su gohierno á
la Europea.
Por el abandono de la república y la adopción
de la monarquía? — Xó, Por la adopción del or-
ganismo, que distingue al gobierno civilizada, cuyo
principal elemento, — el centralismo que lo hace fuer-
te y eficaz, — es no solo eorapaiible sino esencial á
los gobiernos de toda forma. El gobierno civiliza-
do y capaz de civilización, lo es por rascón de si
fondo y esencia, no de bU forma.
La república fuerte, compacta, grande, poderosa,
es tan compatibl*^ con la civilización como la mu
narquía mas eficaz, porque el secreto de su eficacia
y poder, no está en la furma, ni en el nombre, sino
en la esencia de la cosa, en el fondo, es decir, e¡
la cantidad, en la suma de poder, acumulado, en'
su capacidad real de hacer de la libertad v <lr l;i Ipv
d05 verdades de hecho.
La unidad del poder, no es una mauía. Ks una
condición de grandeza, del poder de prosperidad. La
busca la república en Estados Unidos y la busca
la monarquía en Alemania y en Italia,
- 5fil —
$
ün dadailano es mas respetado en el mondo,
cuando tiene por apoyo, millares de hambres en
lugar de centenares. — Una idea, nnu doctrina, tie-
ne mas espectaldlidad, mas autoridad, mas prolja-
hiUdad de volverse opinión pública de la especie
humana, cuando pertenece á mn\ gran nación.
Xas leyes de Francia no son mas perfectas que las
de Bélgica, pero son mas espectables, mas autori-
zadas, mas prestigiosas, y por eso el mundo copia
el código civil de Napoleón y no el código belga
Cuando se Itabla de la unidad del poder se habla
4e la unidad de la Nación.
La unidad nace de m\ instinto social del hombre.
Aglomerando sus facultades de todo orden, el hom-
bre multiplica su poder moral y físico, sus goces, su
importancia, su seguridad. No es un instinto de
los goliiernos solamente, lo es de todo el mundo,
lo es del que oliedece tal vez mas que del que man-
da, pues en Italia, en Alemania, en Sud Ameri-
ca, son los pueblos* desembarazados de sus tiranias
locales por la revolución, los que proclaman la
anidad.
La unidad en la política, es lo que la asocia
clonen la industria;— una palanca que multiplica
las fuerzas del hombre sobre la naturaleza.
La unidad significa/ un gobierno en vez de
machos gobiernos, un presupuesto en lugar de mu-
chos presupuestos; una ley^ un juez, una frontera,
una morada, en vez de leyes en conflicto, de jue
C68j de fronteras á cada paso, de extranjero» á la
— 502 —
derecha y á la izquierda, en vez de compatriotas
por todas partes
Pero no hay que equivocarse sobre el sentido
que doy íÍ las palabras centraUmciou y nnidnth
Por cení ral iza ciov, no entiendo todos Jos potletes
en una sola mano, sino todos fas poderes // fant/-
tadcs de Ja Nación en un sola f/ohiayio dividid^
en tres poderes, naturalmente, romo todo gabienií
libre.
Confundir esos dos tipos de centralización, es
confundir el despotismo con la libertad
Todo grobiemo, por el liecho de serlo, es centrar
en cierto modo. El modo, el grado basta donde lo
eSj fija y determina su carácter de gobierno despó-
tico ó gobierno libre. La centralización en sí mis-
ma, es el (/otnertio, esto es^ W poder acumuJado,
liosas y Kivadavia fueron unitarios, Pero la
unidad de Rosas, consistía en acumular en su sola
mano toda Ja fuerza deJ poder piddiro de la pro-
vincia, (Ley de 7 de Maizo de 1835),
La unidad de Rivadavia consistia en acumular
todf ej poder de la Repíddica Argentina eti un soJo
yoburno nacionaj dividido en tres poderes, (consti-
tución de 1826).
El gobierno turco pertenece al primer tipo d^
unidad, e! gobierno biitánico al segundo.
^5G3 -
§ XXIV
Aiitidot<» contrH hi fetlenuMoii — Cangre^io il(^ aitiUos
intuidos en París
La centralización, en la forma que dejamosf di-
cha, seria el antídoto llamado á contener los pro-
gresos del veneno federahro, que invade á la
América, el cual no es otra cosa que el medio de
multiplicar los gobiernos para multiplicar las pre-
aidencias, las embajadas, los empleos y los sueldos
Es la política, el gobierno, convertidos en induís-
iria y medio de vivir mas cómodo y brillante, que
el que produce el trabajo. Los que en nombre de
la igualdad, t^e dicen enemigos de las distinciones
aristocráticas, buscan con avidez la espectabilidad
mayor de los empleos y no pueden vivir sin ella.
La democracia ha dado la soberanía del pueblo;
y la tederackm, multiplicando á cada puel>lo \mY
diez y veinte, de un soberano ha sacado <liez-
Ese destrozo del peder soberano, que parece
nacido de los enemigos de América y de un cálcu-
lo extrangero de reconquistaj lo es, en efecto, cuan-
do se advierte que viene de la América del Nor-
te, y que le abre á ésta las puertas de la Améri-
ca antes española.
El becho es que esa tendencia, cada dia mat^
pronunciada en Sud- América, está creando allí un
estado de cosas muy parecido al que ofrecía la
Europa de otra (*dad bajo el nombre de íéaímfn
feudal.
Como en la Europa en ese tiemi>o, e«ta especie
de feudalidad americana tendrá que ceder sn pues
to al centralismo munárqttico, venido en represen
tacion y servicio del orden.
En punto á federación, como á legislación so
bre el derecho al trabajo, sobre salarios^ ínteres
del capital, distribución de los beneficios de )a
riqueza, etc., las necesidades de Europa no «olo
no son las mismas que las de América, ííino que se
oponen y contradicen; de tal modo que lo que en
un continente favorece á la libertad, en el otro
la ataca y destiuye.
La tederacion, en el sentido de descentralización,
tiene en Europa un signííicado liberal, porque tien-
de á debilitar el centralismo exagerado de algu-
nas monarquías. En América donde la central iza-
I ion, lejos de ser excesiva, ha desaparecido con la
( aida del poder espaíiol, la fednaciotí tiene un
significado de di^oliirion y de desorden, porque e^
la resistencia á constituir gobiernos nacionales jia*
tinos, con la energía, que tuvo el antiguo go
bierno español para hacer efectivas las miras de
la revolución de América.
La extensión inconmensurable del suelo, lo es
caso de la población, la falta de vias de comuni-
cación, son otros tantos auxilinres naturales del
localismo, que en ningún caso permiten tpmw \n<
efectos de la centralización excesiva.
Multiplicamio el número de gobiernos en Amé-
rica, se multiplican los consumos y gastos públicos
estérilmente, y, naturalmente, las cargas y las con-
Iribiicionei para subvenir á ellos, se consume en
eiiipleíulos y empleos la escasa fortuna pííblica. que
apenas basta para satisfacer las necesidades uaas
vitales del país, y que no alcanzan para su pro
gieso.
Vi inte repüblieas, en lugar de cuatro Estados
monárqaicos, significan veinte ejércitos, veinte fa*
langes de empleados civiles, veinte cuerpos diid*
máticos multiplicados por veinte embajadas, cua-
renta cámaras legislativas, veinte cortes supremas,
veinte presupuestos, veinte aduanas, veinte tari-
fas, veinte deudas públicas, veinte legislaciones
opuestas y contradictorias que son utros tantos, em-
barazos para la prosperidad de esos países.
No es necesario aíladirque el federalismo sub
dividiemlo la autoridad, la debilita y hace desapa*
recer, junto con la paz, que no puede existir don-
de la autoridad falta ó djnde es tan impotente que
vale tanto como su ausencia absoluta.
Quién duda de que su reducción á tres ó cua-
Ltrn grandes estados monárquicos, no de,aría mt
llones de pesos en los bolsillos del pueblo, y n^
devolverían infinitos caudales al servicio tle las ne
cesidadí^.s y adelantos materiales de esos países? —
La monarquía en América, lejos de ser un gobier
no de fausto y dispendio, superior A la capacidad
de recursos, seria el medio de economizar los que
ft disipan en sostener veinte gobiernos en lugar
de cuatro, tanto mas dispendiosos cuanto que el
pueblo no ofrece control ni resistencia á su res
5fi6 —
pecto, en las repúblicas anarquizadas, cuando na
tiranizadas.
8i las repúblicas no buscan en el centralis-
mo monániuico el medio natural de contener y
equilibrar el poder invasor del Brasil; 6 se iles
niembraní este mismo imperio, i su ejemplo y en
dallo común, bajo la acción de lascabas que r-n
América trabajan contra los principios de orden
y de autoridad; ó si no se disuelve, y prevalece
sobre las Repúblicas despedazarlas, llevará á ío^
das partes los vicios de su régimen esclavajista»
y los países antes españoles, que liabían vist-o ya
desiparecer esa ¡daga de su suelo, la tendrían
de regreso en peor condición.
La Europa, interesada en evit-ar ó contener el
acaecimiento posible de esa calamidad para su
misma industria en América, así como en pro-
mover instituciones (¡ue garanticen la paz, que
es el aire pulmonar del comercio americano, la
Europa debería invitar á los gobiernos de Sud
América, interesados en la causa del orden y
de la civilización, para reunirse en líuropa en
un Congreso de ambos mundos^ ron el fin de
estipular los medios de hacer solidaria su tran^j
quilidad cuniun, a^í como lo es su fortuna co<
mercial é industrial, y extender á las raza» eur(
peas de nías allá del AÜñntico, las garantías i{i
hacen floiecer en Europa la civilización que le
es común á unos y otros.
Si en virtutl de esta solidaridad de inlerr
pretende tener derecho ¿intervenir por l w m
— 567
€!i muchos casog, ¿por qué no lo tendría jiara
emplear medios menos extreirunlus y comprome-
tentes que las armas? — Ese Congreso es tan nor-
mal y responde de tal modo á las necesidades
que ligan a ambos mundos, que en cierto modo
existe ya formado en París, en manto á su per-
sonal, por las nuevas necesidades naturales y re-
efproeas de los dos mundos, y no necesitaría;
el cuerpo diplomático extranjero acreditada en
las Tullerias, sino recibii* instrucciones y facul-
tades de los gobiernos interesados, para que la
Asamblea de ambos mundos se hallase reunida y
procediese á ucnpar-je de la suerte del mas j íven.
Si la America independiente ha aceptado y
ret^onocído el derecho publico de la Europa, ¿por
que no entiaría en el uso de sus prácticas, y en
las condiciones quc »n impone A todos los miem^
bros de la familia cristiana y europea?
Intínilad de cuestiones que han surgido de la
revolución de Am^^rica y que, manteniéndose sin
.solución y sin medios de recibirla, ensangrientan
agitan aquel continente, podrian obtener solu-
'eion oficial con la cooperación y bajo los auspi-
cios de la Europa, en una forma consagrada por
el derecho de gentes y completamente compatible
con los derechos soberanos de \i\s Naciones mas
independientes.
— :i68 —
§ XXV
De la unión timi^Hranii
I*a necesidad que las Repúblicas de Sud Amé'
rica experimentan, con ruzon, desde el principio
fie su independencia, de buscar en la unión, liga
i) confedei'acion de todas ellas, por congresos con-
tinentales ó por tratados genenales, la fuerza que
les quita la disposición en que viven y de que
necesitan para repelerlos ataques exíerioreis ame-
nazantes á sn independencia, no es imaginaria si-
no muy real y verdadera; pero la manera «nica
que esa unión tiene de recibir su ejecución prác-
tica, no es la de hacer de todas Jas repiíblica»
un solo cuerpo mas 6 menos descentralizado, obe-
deciendo á un solo gobierno americano como en
otro tiempo al de Mmli'id, sino la recompo^^iciou
en grandes estados unitarios, correspondiendo mas
ó menos á la división en vireinatos en que es,i
América estuvo clasificada y distribuida bajo !a
dorainarion espaflola.
La Espaila misma, A pesar de la anidad de üu
soberanía en America, no pudo fundar un solo gen,
bienio, ni hacer un solo vireinato de to<las sn¡
posesiones en América, al estilo del Brasil, coló
nia unitaria del Poitugal en América; por razo
nes y causas físicas de resistencia que basta hoy
residen en la vasta extensión del continente des-
poblado.
II
Esta reunión <1 reiíglomeíaciou parcial en di-
ferentes grupos capaces de hacer contrapeso al
Brasil, á los Estados de Norte America y á los
de Europa, seria el único medio practicable y sé*
rio de hacer servir el principio de centralización
ó de nnion á las necesidades del equilil rio y de
la seguridad de los Estados de Sud América.
El poder del Brasil, á la par de todas las re-
públicas dispersas que lo circundan, es una prue-
ba experimental de esto. Teniendo ellas veinte
millones de población y dos veces mas territorio
que el Brasil, son menos poderosas que él. por
la diseminación en que viven, y están expuestas á
servir gradualmente así, en detrimento propio, al
eugranílecimientü territ-orial del Brasil
Ninguna liga, ninguna alianza serin capaz de
dar á sus esfuerzos unidos el poder de garantirse
contra ese escallo, tan real como el piogreso ab-
sorbente de lüs Estados sajones del Norte.
Pero bastaria que se constituyese en varias cen-
tralizaciones, pofleres tan bien relacionados en Eu-
ropa como to está el Brasil, para que el poder
lie este Imperin dejase de ser una amenaza á hi
integridad territorial de las narit>nrs MnieriranriS
de origen espafloL
La creación de pequeñas ciudades, en tanto mi
mero como repúblicas, no bastaria á sacar ií la
América de la condición en que se halla. Eso no
haiia mas que comprometer la reforma y esteri-
lizar sus beneficios favorables á la paz. Con otra
torma la América seguijia debilitada por la di vi
- 570 —
sioü, como Itaiiu antes de ahora y como
nia actualmente (1863).
A los gobiernos ile Kurupa, brazo derecho de
esa reíomia, les toca {irevenir tal resultaílo, y €l_
medio mas sencillo de obtenerlo, seria absteuei
de reconocer los gobiernos americanos qne no reí?
nan las condiciones de territorio, poblarion y po^
der que los haga capaces de asumir esa forma]
de guardarla con dignidad, imra ejercerla eficaz^
mente.
Si se empieza por reconocer como gobierno u;i-
cional legítimo al primer gobernador de F^rovlncin
que se proclame tal, se empieza por crear obstá-
culos y resistencia á la misma institución que si»
desea fundar; pues mañana el Jefe nacionalista de
una localidad, resistiría incorporar su anroridad
en la de un vasto Estado, como hoy se opone á su
bordinar su autoridad soberana de provinciíí á la
del Presidente de una república federalista.
í? XXVJ
Di receto iies« rumbos de U (lolítiea Sud AnK'ricana
La garantía del progreso en Sud América, re*
Vule en que sus destinos no dependen de sus go
biernos actuales; y la suerte inmerecida de es'^s
gobiernos, está en que ellos mismos dependen de
losilestinos americanos, ijne los arrastran junto coe
los pueblos, como la corriente favorable del mar
— 571
impele al buque, á su equipaje y al ra|»ilan, en I»
direceíoE de su viaje.
El tenient-e Manry ha descubierto esas corrien
tm tijas en lus mares, que han reducido á la mi
tad el trabajo y la ciencia de los navegantes. En
contrar la coniente y ponerse en manos de ella es
su principal deber.
Así como bay desde entonces una geografía dr
los mares, hay también una geografía de la civili
nación y de sus corrientes naturales; en cuyas car-
tas deliejí los gobiernos buscar la dirección tl»^ su
política
Pnes, una vez liallada la corriente conveniente,
no bay mas que dejar al Estado conducirse por ella
lisa y llanamente, pura que llegue á puerto, salvo
y í^auo, con sus capitanes y equipajes.
Si el teniente Maury de los Estados Urridos ba
icontrado en lo.s mares esas corrientes, Was^
liington las encontró en los mares de la civilizac¡«ín
"sesenta años ante-i, trazanda esa caita geográtii i
que enseña el camino de engrandecer lí los pn«
blos de América con lo» inmigrados, con las rique-
zaSjCon las ideas y los adelantos de la Europa civi*
lizada.
No es la construcción, es la dirección de la na
re de su gobierno, lo que importa íiprenderá imi
ir á lo?) Estados [^fddos. La dirección ha salva-
l5do su construcción, evitándole las tempestades y
golpes que destruyen los buques mas sólidos.
Su gobierno Ua llegado ;l los pnertos de civili
zaeion, iK)rqne ba puesto la proa hacia la Kn-
— a7i —
ropa, punto de su proceileucíia y de s^ii origen liw-
ttírico.
^ XXVll
No abaiidonamas la repiibiica ; la reformamos
Aceptando el gobierno á la europea en nomhrt"
de la iiRí^esidad de paz y de progresa» no abandona
nios la república federal, ni renegamos de ella, ¡á
aplazamovs, la postergamos, la dejamos para mejo-
re •> tiempos.
La dejamos por UebilidíuJ, por inconstancia, por
temor?— No: la suspendemos por necesidad, (or
<^onvenciniieuto, para ser mas felices con ella cnamlo
tengamos h< medios de realiííarla, v"" ^>"^' ^^'^^
faltan.
La ílejamo!*, como se deja e! suelo de la patria
y se emigra á países extrangeros, en busca de la
fortuna, tiue el nuestro no puede darnos, üeja ile
amar la patria, reniega de ella, el que se au«entrt de
su suelo por semejante causa?
Uespue.s de haber trabajado cincuenta años er
organizar la república federal sin conseguirlo, ¿qné
c sa mas natural que buscar la libertad y el bienes-
tar por otro camino, esto es, por otra forma? —
Jias íormas de ifobierno .son vkis, caminos, no soii_
fines para los pueblos.
Estai^íamos obligados, en nombre del honor
de la constancia, á soportar otro medio siglo di
calamidades, en busca de la república federalista?
— 57:t —
l^eñ^a el sacrificio si estuviéí^eDnos seguros
de encontrarla, Pero pueblos que, sin tener esa
seguridad, así disipan los siglos de su existencia,
sin fruto ni esperanza, son un anacronismo; no son
del siglo XIX sino de las edades de fanatianio y de
escoláslica atra^^ada, en que se tomaban los nonilavs
por las cosas, la forma por la sustancia. Los Ar-
gentinos que hemos querido imitar A las Frorincuffs
Unidas de la Holanda, tomándoles su antiguo régi-
men republicano y su nombre, ¿por qué no las imi-
taríamos en la prueba de sabiduría que hiiri dmlo
á la civilización, asumiendo libre y voluntijriamen-
te la forma centralista para escapar de las agi-
taciones; enervantes y destructoras de la república,
que los relegaba á ia espalda de naciones que valen
menos que ellos?
Si Méjico hubiese imitado á la Holanda, hoy
reuniría á las ventajas de ser fuerte ante los Es-
tados L' nidos, el honor de serlo sin deberlo ni ex-
trangero, aun conservando la rcptiblica, «-omu hacen
los Estados Unidos
ij xxvm
La repiíblitMi podría quedar dottde se hubiese mostrudo
cApa9;.c«ifu(i eii Cliilc y los Estados de Nueva In^hi
térra.
La república podría quedar en América coexi-i
tiendo con la monarquía, en los paíse? en que se
hubiese mostrado escepcioi;al por su cordura, mo-
M4
deraciuii y i:aiKicu(ail de llenar lus íine^ qi
instituto recibió de la revolución fumlamenta!.
De esto tenemos ejemplos en el seno de 1» mis-
ma Europa moiiárqniea.
Con qué pretexto ni por qué motivo de justicia
ó de interés público hubiera podido suprimirse la
repüblicii helvética, que es un modelo de niotler»*
rion 3- (le paz interioj-y
íiíi república podría quedar en América no solo
en algunos do los Estados del Noite de la ITfiion
americana, sino en algunas de las miomas repúbli-
ca > de 8ud America.
Chile, por ejemplo, que ha Ádo escepcion en me-
dio de las repiíl)licas organizadas, ¿no tendría de-
recho de conservar su república juiciosa en metlio
tle tas monarquías del nuevo mundo?
Al menos no tendría igual necesidad de la re-
forma monarquista, porque ya tiene las dos condi'
í nones esenciales de la monarquía, y á eso debe
su paz de treinta afios, la centralización y la du*
ración casi monárquica de los Presidentes, que pue-
den gobernar die.^ años, Chile debe á la forma de
su suelo, la centralización, que las otras repúblicas
tienen que pedir á la forma de gobierno monár-
(juico, para protección del orden. Chile podría ser
la Suiza de la América del Bud, al favor de sus
condiciones geográficas. Rodeado de los Andes C4i
si inaccesibles, de las rocas tempestuosas del Ca*
ho fíe Hornos^ de la (kemna y del desierto de^
Atacawa, tiene las misma ^ condiciones de aisla-
miento que la Suiza para ser siempre una escep-
— 575 —
"ion en la América delSud^ co dio quiera que ese
continente se gobierne.
El eijoiliio de forma en el resto del continente*
cuando mas le permitiría asumir (?) con fran-
queza sus propensiones conocidas á la república
aristocrática, que han sido en parte la causa de su
buena suerte escepcional, en medio de los excesos
generales de la república en Snd- América,
La coexisteiicia de las dos formas en América
serviría también para probar, porexperim* utos pa
ralelos 3^ comparailos, la actitud respectiva de ca-
da una en el sentido de dar á las necesidades de
la revolución de América, la satisfacción que n^
han recibido todavía.
No hay necesidad de ser sistemáticü en ninguna
reforma, en que de buena fe se busca un fin útil:
3^ la de América, en el sentido monarquista, dejan
do en pié las repúblicas que hubiesen respondidn
á las miras de la revolución fundamental, probaria
que no estaba dominada ile fanntisnjü de formas ni
de enemistad hacia la forma republicana.
Observándose niut ñámente los progresos respec
tivos se sentirian estimnlatios lí conducirse con jui-
cio poruña emulación noble que aprovecharia á
las dos formas, y echaría en ambos las raíces de
la tolerancia política, que es tan esencial al pro
greso de la civilización, como lo es la tolei^ancia
religiosa para los progresos de la moralidad.
El ejemplo del Brasil, lejo^ de |>rovocai', ha ser-
vido mas de una vez para avergonzar de sus lo-
cunis á los republicanos sus vecinos; y si algUTia
^ 7\lU —
vez ese Imperio ba Jaftado á la tianíjuilil i i i
repúblicas, no ha sido, conio ha preteinliuu nace
entender, por antagonismo de forma, sino por aspi*
raciones territoriales hereditarias y anteriores de
siglos á la existencia de la república.
El Brasil es y será para los Estados de origen
espaflol, en América, lo qne fué la corona de Por-
tugal p:ira con la corona de E^paila, cuando Ic
ilividiíi, n> el principio político, sino la aspiración
extender los Hmiteí? de su imperio respectiva en el
suelo americano.
Seria tan absurdo pretender establecer un misma
tipo de monaríiuía en toda la América^ eorao la
es hoy la pretensión de establecer en toda ella un
tipo de repúbhca» la fhieracirm^ al estilo de la de
los Estados i-nidos, v. g.
La España misnja, dando una misma Ordmanza
ó Ley interior á todos sus Vireinatos, no pudo im-
pedir, qne las condiciones variadas del suelo nio
dificasen la acción de esa Ley y creasen diferen-
cias marcadas entre los varios Yireinatos. Des-
pués de salidos de la dominación común, la uni-
formidad colonial lia cedido mas dócilmente á las.
variedades nacidas del suelo y clima de las indus
trias y contactos de cada uno de esos países.
Cualquiera que sea la forma de gobierno qué
prevalezca en América, ella rennirá naturalmen*
te una variedad infinita de las condiciones pecu-
liares qne cada pueblo daba al suelo que le ha
cabido por morada, y la América civilizada, que
se extiende en los dos hemisferios, boreal y austral,
— 577 —
abrazíinclo en su seno á la zona tórrida, presen
tara naturalmente doble variedad (¡ue \n Europa
cristiana eu el tipo de sus gobiernos.
En cuanto á Chile, si su constitución actual
exije reformas, no es en un sentido que dañe á su
paz de treinta años, sino en el de atraer á su sne
lo los emigrados de la Europa por la tolerancia
religiosa y civil, medio material y sencillo de des-
envolver la civilización europea en ese país, qi:e
su revolución tuvo on mira. Recibir abundante-
mente intuigraciones europeas, es acercarse de la
Europa y en este sentido yo creo que toda la Am^*-
rica está de acuerdo con la doctrina capital de
este libro.
^ XXVLIJ
La república y la reforma
Sea cual fuere la suerte »|ae esté reservada d
la república actual de Sud- América, ella tendrá
siempre el gran honor de haber creado la indepen-
dencia. Eso basta para ivsegurarle el respeto agra-
decido de todos los amigos de la lil)erta<^ ameri-
cana
En el principio se confundió con la revolución
misma, Pero desde que la revolución logró la inde-
pendencia, cada cosa tonni su lugar.
Ella misma, por el órgano de sus gramles hom-
bres, reconoció que república no es la revolu-
ción.
— 578 —
Ellos habían yisto por sus ojos que la revolución
existe sin *ílla cu Inglaterra y Francia.
La república no es el gobierno en sí. Avenios
que cien países civilizados pueden existir sin repú-
blica; no se conoce uno solo que pneda existir sin
gobierno.
La república no es la libertad, como lo ha pro-
bado ella misma en la historia de los dos mundos^
coexistiendo con Cromwell, con los Borgias, con el
Consejo de los Diez, con líobcspierre, con el Dr.
Francia, con Rosas, etc. — Puede un pueblo civi-
lizado vivir sin república, pero no puede vivir sin
libertad.
La república no es la democracia ni la sobera-
nia del pueblo, pues estos hechos son la causa, la
sustancia, el alma del gobierno libre, y la i^epúbli-
ca se confundió por siglos, en Italia, con la aristo-
cracia ^ el gobierno.
Qué es entonces la república en Snd-América?
Un hecho soberano, venido por sí y que solo pue-^
de desaparecer por sí
Pero si él es irrevocable, también es perfectible."
No puede ser destruido, pero puede ser modifica^j
do, mejorado, perfeccionado, en el interés de es^
misma estabilidad y en servicio del fin que li
ennoblece, que es la libertad y la civilización d^
la América del Sud.
Lo declara así la ley misoia de su constitucioT
cuando se confiesa susceptible de reforma.
Nacida para echar á la Europa despótica, ni
puede servir para atraer en América á la Europa
libre, sin modificar su modo de ser en el sentido
de esta necesidad de su civilización, que es todo
el objeta de la revolución americana.
Este cambio es tan fatal como su existencia
misma, y si no hay poder que pueda destruir la
república en Sud-América, tumpoco lo haj^ que
pueda impedii' la transformación exigida para su
existencia misma.
No habrá medio de impedir que la re|HÍblica
débil, loca, relajada, impotente, incapaz de socie-
go y de libertad, se convierta en república fuer-
te, compacta, sólida, grande como un imperio. No
habrá medio de impedir que la república, tal co-
mo hoy existe en Méjico, el Plata, Venezuela,
Nueva Granada, etc., sea reemplazada por la re-
piiblica tal como existe en Estados Unidos y Chi-
le, es decir, centralizada, fuerte.
OAPlTÜLO UNDÍXUMO
POLÍTICA AMERICANA
§ I
Todo en AmerirA es ounipeo hnstii lo8 iiniíiiiile^ y Us
plantas.
Todo, en la América del Sud civilizada, hast
lo que allí se llama frutos del país, riqueza nata
ral, es producto y riqueza de origen europeo
No solamente el hombre que forma la unidad
del pueblo americano, es europeo de raza y de
extmccion, sino que son europeos, 6 procedentes
allí de Europa, los animales y las plantas mas
litiles.
Son europeos, [ó yahacfwSy 6 gringoa, 6 yodos de
origen): el baeij^ el caballo, el carnero^ el Inérro,
la gallina, el pavo, la rabra, el cerdo.
Son europeos 6 llevados de Europa á América,
el friffo, el arroZy la banana ú pláíavo, la cofia
de azúcar, el cafi, el té, la noa, el hif/o, la ctraela
^ 582 —
el lino, el centeno, la morera ^ el álamo, el matow,
las nías de las flores, y fnUas que pueblan lo»
jardines.
Sí por lui acceso fanático de ameiimnismo^ qai-
:5Íesen echar de Am<írica todo lo que es europeo^ nu
solo nos quedaríamos desnudos^ como los indios,
sino sin caballos, sin aves, sin cereales, — muro-
pófagos, — mudos, tí hablando guaram\ — y, como
nos quedarían todavia nuestros nombres y color
europeos, tíos vei'íamos en el deber de suicidarnos
Á fuer de araerñ:ano3?
Se ha dicho, no sin algún motivo, que la Euro^
había llevado hasta la phita y el cobre á la Amé-
rica, en cuanto ella le llevó el arte de explotarlos
y trabajarlos, pues los indígenas solo posfian y
usaban del oro en grano, recogido en los placere«i
y lavaderos. Kl oro y plata subterráneos» eran
como no existentes.
Todas esas cosas son latinas ó europeas en Ai
rica. Los indígenas no las conncian. Vivían
la caza, de la pesca 3^ de algunos granos y raic<
silvestres sin valor casi hoy dia.
Los mejicanos eran antropófagos. Comían ia
carne de sus prisioneros, y para eso suscitaban in-
cesantes guerras, en que los sacerdotes eran cóm-
plices por el interés de una parte en las víctimas.
Engordaban en corrales á los prisioneros y los
mataban para proveer con su carne el mercado.
— 583 —
*5 n
Europa en América
Hay un heclio curioso.
Cual es el ísueño rtoratlo de todo americano? -
Venir á Europa, conocer la Europa, habitar la
Eui^opa— Pues bien, decid á ese mismo ameri-
cano en América: — la Europa viene á nuestro
suelo,^ — y exclamará:- — qué horror!
Y bien, ya es tarde para asustaros; ya la te
neis allá. La Europa sois vosotros mismos. Ya
veis que no es tan fea como la creéis. Sais la
Europa estaljlecida en América. Sois los deseen
dientes de Hernán Cortés y no los de Montezunut
Si la Europa no hubiera ido á América, vosotros
habriais nacido en España en lugar de nacer en
América: he ahí todo vuestro americanismo. Sois
rspañoks nacidos en América.
Este t'% el secreto de vuestra simpatía poi'
venir á Europa, Es que sois europeos de raza y
de civilización: la cabra tira al monte. Sois, como
se dice, la América latina.
Dos existencias debéis á la Europa, no una sola:
— 1" como colonias, como raza:— 2** como nacio-
nes independientes.— Vuestra independencia es
obra de h\ Europa: de sus ideas, de sus cambios
históricos, de las necesidades de su comercio; de
su influencia política. Y, no lo dudéis, vuestra
organización futura lo será igualmente,
Y quiénes son los más enemigos de que la Euro-
— 584 —
pa vaya á América? — Los Americanos que han
al»aiidonado á América para venir á vivir en Euro-
pa definitivamente. Tanto aman á la América que
la han pnesto á dos mil leguas, y la Lan privado
de su capital, de su fiímilia, de m perdona, de ^u*^
luces.
Luego no es el amor ñ la ¡mi rio el secreto de m"
resistencia, sino hipocresía de falso patriotismo, de
falso temor á Europa; egoísmo y n ero amor á los
empleos y honores y provechos personales, que sa
can de la república y temen perder por la monart/wa.
?? TU
JLa Atnérica vivt^ t^n tuas intimidad eon Europa que
consisto mi^ma
La razón mas poderosa que determina la forma
de gobierno de un país, es la necesidad de confor*
marse con la forma dominante en lo^ países con
quienes vive en mayor estrechez. Es . o^.r-^rge
bajo la sanción de la opinión general.
Esta es la razan porque (Tipcia, la Italia,
ffolandn, son monarquías mas bien que repúblicas.^
Naciones de la Europa, tienen que gobernarse como^
la Europa se gobierna, por la estrechez en que coi
ella viven.
Esa misma razón es la que invocan los pueble
de Sud-América, para consej'var la reptiblica. Ca
la uno la conserva porque la conservan liso troa
— 585 —
Pero esM razón es mal aplicada, ó no tiene apli-
cación.
Las naciones de Europa dependen unas de otras.
están ligadas entre sí, no tanto por razón de
vecindad ó proximidad, como por los mil vínculos
de interés comercial, industrial, religioso, político,
social, etc.
Las naciones de América del Sud, aunque ha-
blando una lengua y teniendo las mismas leyes y
costumbres, la misma religión y origen, no depen-
den ni están ligadas entre sí por intereses y nece-
sidades mutuas.
Hay entre ellas uniformidad^ pero no mutni, ni
unidad Bajo el antiguo régimen, eran piezas de
una misma casa, componían un Reino. Bajo la
independencia las uniu también el interés común
de emancipación del amo común. Con el colunia
Je y la guerra de la independencia, ha cesado U
I azon de ser de esa unión colonial y doméstica j
comenzó el nuevo régimen de política exterior, que
consiste en la unión de cada estado ex-colonia con
la Europa y el mundo en general.— Así, no toda
unión ni unidad es signo de progreso. La de lo-
pu^.^blos Sud* Americanos entre sí es tradición coló
nial.
Su antigua unidad tuvo su centro y razón de ser
en Europa, Cada uno de esos pueblos vivía en
intimidad con su Metrópoli, que est-aba en Europa;
y estriba mas ligado con ella, por suí necesidades
recíprocas, que lo estaban y podian estar unos con
otros; pues todos ellos carecían de lo que sota
Europa podía darles por conducto de la EspafUi.
Su independencia comuii no ha caaibiado ese
modo de ser de los pueblos Sud- Americanas, sino
en el sentido que las relaciones de dependencia ma-
tna, que antes eran con España, son hoy con toda^
las Naciones de la Europa.
Bajo la independencia, mas que en el tiempo co-
lonial, esos pueblos siguen aislados y separados
entre sí, no por la obra de la ley, sino á pesar
de la ley, porque su trato recíproco no tiene causa
ni razón de ser.
Si se transitan nuUnaraente, es muchas veces
de paso para Europa. Así es como loa chilenas
y peruanos conocen á Colombia y ésta no conoce
á los otros; los Argentinos conocen al Brasil,
pero na Mí^jico.
Cada república de América tiene mayor inti-
midad con la Europa, que con las otras repii*
blicas del mismo suelo.
Por qué causa?— Porque solo la Europa con-
>urae sus materias primeras; porque solo Europa
tiene y puede darle los emigrados, los capitales,
las manufacturas, las máquinas, las industrias,
los buques, que cada una necesita pai'a si, y que
no pnede dar á las demás. Esa razón hace de
las reimblicas de Sud América los aliados natu-
rales de la Europa;— mientras que la razón con»
traria de identidad de necesidades y productos
hace rivales y concurrentes á los pueblos ame-
ricanos.
— 587 —
Qué importa que la distancia territorial las
aproxime (Buenos Aires dista menos de Méji-
co, que de Emolía) si no los aproxima la nece-
sidad y el interés de su comercio, de su pobla-
ción, de su riqueza, de su cultura, en igual gra-
do de otros países de Ultramar?
Si rada república vive en mas intimidad con
la Europa que con la América en que está, cía
ro es que cada una vive en mayor roce con la
monarquía que con la república. ^^'
Luego, si este roce es la razón que determina,
en general la forma de gobierno, los imeblos de
Sud América están llamados á preferir la mo-
narquía^ por ser el gobierno dominante en las
naciones con quienes hacen su comercio, donde
tienen sus fábricas, sus mercados, su marina,
sus capitales y el manantial de sus poblaciones
y pro^re^os.
ili Lo nit^jor prueba de que los |»Hise?i de Ain<^rii*o viven eu
Iñ vida de Ja Eut'r>|>n mas que de In Américn inisma* reside
en su prenso pcriodirn,
En u» periódu'O de Sud Amonen, liis seU oí-Uwíis pnrtes
i*oii&tjiii dé trnrisc!rip«»ioneB y asuntos toiníidOí^ A Iti Kuropa,—
Lo del propio pni^ mismo, casi es secundario^
De los países veciuot?, cuarKlo no ocurre una c'ueslíon excep-
cional, rorn ved traen una palahni y estn es rara vez de interés.
Cn piípel que tuviese que ahíitenerse do hnblur y do tomar
altfo a la Europti» no tendría lectores, porque no teudrie
asunto.
\:n papel publico de Montevideo contendrá «ei^ ó diex U-
nert* soljre Bol i vio, otras tantas sobre el Peni, no todos los
áu\>, sino una vez que otra. Pero de los bailes, de las cosas.
,U* loH osci*itores, de los artista», de los gobiernos y asuntos
'\i' f jii f.a» puede llenar la mitad de sus columnas din por dia>
>ii! i!i!< rrupcion y ^in lenior de foslidinr ni f»areeer inopor-
lunri.
Lo mi&mo rtíiro de un periódieo del BrnsKt del Pinta, de
Cbtle, dei Peni, ele.
De modo que, bajo la independencia, existe
para ellas la misma razón que tuvieron bajo el
íintiguo régimen, de gobernarsi* por la forma do-
nünante en Europa, que es la monarquía
La vecindad, lejos de ser razón de alianza, es"
de ordinario causa de rivalidad. Si á la vecindad
ufiadls identidad de necesidades, esta simple identi^
dad es causa de concurrencia, de asimilación y doble
cansíi dp desunión .
Por qué pretendería el Rio de la Flafn uni-
formar su gobierno ton Bolívia mas bien que con
Inf/lafernt? Hay mas bolivianos que wffícsf^s en la
Repifhítm Arftfníina'^ Hay mas capitales de Bolivia
i]Ue de Inglaterra en la República ArgentinaV —
Podría Boli\ia comprarnos los cueros, las lanas, lají
carnes que nos compra Inghiterray Podría enviar-
nos las mismas manufacturas? Tendría Imques para
llevar á Europa nuestros productos y traernos los
suyos? Cambiamos tantas cartas con Bolivia como
con Inglaterra? Leemos los libros y periódicos de
Bolivia tanto como los de Inglaterra?
Ciertamente que nó, Y entonces ¿por qué da-
ríamos una prueba de simpatía á Bolivia gober-
nándonos como ella y daríamos á la Inglaterj
otra de reserva rechazando su forma de gobierno
Lo que digo de Bolivia, digo del Perú, M
Ecuador, de Venezuela, de Nueva Granada, i\
Méjico, y de toda la América del 8ud: la ci3
toda junta no dá ni puede dar al pueblo argel
tino, la utilidad que le dá el trato de una solij
nación de la Kiiropa.
- 58".>
MV
Dcbere.s de la pulí lien úe America para rciit Euru|iu.
IníHatÍTa monarquistji (fe los ^:ul)ieriLOs. Nuda
de pr<Ke(*loradoH,
La América debería buscar lo^ elementa^ d^
poder, de estabíliilad y consolidación para su go-
bierno futuro independiente, en esa misiua Eu-
ropa, donde ubtuvo bis elementos del gobierno,
que le dio el ser y bi paz por espaeio <lr> tres
siglos,
Pero ¿coniu podrán li aliarse garantíais para nn
gobierno libre^ ilonde existieron los elementos <lel
gobierno que despotizó á la America del Suil?
He ahí el argumento de los republicanos. Es nn
sofisma, y toda su política para con Europa de^
causa en ese suíisnui.
La América debe buscar la Uíiiun, !a afianza,
la liga con los gobiernos de Europa, no para .si
crificarles su independencia, no paj'a constituirse
colonias de ellos^ ni objeto de su protección; sino
para asegurar su independencia misma, por la cons-
titución de gobiernos fortificados y consolidados por
j medio de esas alianzas y ligas, que pertenecen al
abierno internacional y se reglan por él
Como se unen, como se ligím dos grandes po-
deres independientes, *|uedando libres ;í pesar d^-
su liga de libertad.
Ver en toda liga, en toda obligación, en to-
:m —
da íilianzíi, un sacnüciu de la libertad y utl au
ñor, es como si un hombre Je bien temiera tír
mar ana letra de cambio, un contrato de socie
dad, de temor de quedar esclavo y deshonrado
[jor esa obligacioiK
La independencia de la civilización no esco-
mo la del salvíijismo: e< limitada, y ese límite cons-
títnye su distintivo de civilizada, pues <]ue ese
limite no es otro rjue la independencia de los
demás.
Y si, romoe8 natunil, los gobiernos de Euro-
pa no quieren ligarse en ese grado, es decir, pa-
ra dar vida y poder á los de América, sino á
condición de que estos tomen las formas que ellos
han recibido de la civilización de la Europa, la
república desde entonces se convierte en un obs
táculo indirecto á la independencia y ala existen-
cía de gobiernos estables y á las miras progre-
sistas de la revolución de América. Si la Ku-
ropa nos es antipática por su monaryuisnOy muy
natural es que nosotros lo seamos para ella por
nuestro repuOlicanismo.
Desde que la república es nn obstáculo á Iü
independencia, debe ser abandonada en el interés
de la ¡ndependf*ncia misma.
Conservarla á pesar de ser obstáculo, seria sa-
crificar la independencia, la paz y el progre^,
es decir, las miras de la revolución de América J
á la forma republicana de gobierno, <jue no figu-j
ró entre esas mira^
- 'm —
Seria sacrificar el gobierno inisuio á su forma;
lo principal, á lo accesorio.
La América dejar ¡a á la república, no por ríe-
her abstracto, no porque haya derecho rte impo-
nerle otra forma; sino por conveniencia, por poli-
tica^ pues la política, entre las naciones como en-
tre los individuos, no es mas que el sacnficio
vohmtario de ciertos gustos, de ciertos derechos,
hecho con el noble fin de propiciarse la volun-
tad, el contacto, el apoyo de los que nos hncen fal-
ta por otros motivos de interés.
La dejarla para tomar el gobierno de las na^
ciones con quienes vive en comunidad íntima de
intereses. Esas naciones son las de Europa, no
las de America. — La América no se trata entre
sí. Cada uno de sus Estados lo saca todo de su
trato con Jíuropa. Es decir que las rejMbliras
viven mas ligadas con la monan/uia, que con la
república.
La política es el arte de sacrificar ciertos de*
rechos para asegurar otros mas importantes. En
lodas partes el derecho á tener un gobierno pro-
pio, es mas importante que el de venirlo de esta
á de aquella forma.
Así, la ltah% la Grecia^ la Húlamla, han aban-
donado la república á trueque ile tener un go-
bierno ifidependiente y propio, robustecido por la
unión íntima con lo ^ gobiernos mas fuertes y mas
numerosos, que son los monarquistas.
Las quince repúblicas de la América latim, que
ayer eran, juntas, un accesorio de la España, con
— 592
tod» su vasto territurio no pueden desconocer que
forman miñona en todo sentido, respecto de la
Europa monárquica. La política de toda especie,
exije que la minoría reciba las formos externas
consagradas por la mayoría. Toda la teoría ó
raznn de la moda y del tuno, está fundada en es-
te principio de la soberania del mayor número,
trátese de vestidos u de tormas de gobiei'iio.
No 03 malo que América tenga sus publicistas
que discutan y sostengan sus rierechos; pero tam-
bién es bueno que tenga otros que estudien y
conozcan sus tonvenUmcias y los debejx\s de su
política, — Estos son los hombres de estado Has
ta hoy ha tenido mas publicistas que hombres de
estado; y la prueba de ellu es que un tiene g<y
bierno definitivo, ni política fija y estable.
Los que alguna vez han sentido la necesidad
de buscar garantías de vida para los gobiernos
americanos, en las relaciones con Europa, han
desconocido las formas con que esas garantías pu*
dieran obtenerse sin mengua de la inde)íendencía.
En íugar de ellas han hablado de jirotrrtoni'
doSy de anexiovcs, de recolonuaeion, es decir, de
medios mas ó menos ilícitos é indecorosos.
Por esta razón las buenas intenciones de AP
vear en 1R15 y de Bolívar en I S29, no los han
salvado de reproches.
Buscar esas garantías sin salir del dereclio degei
tes, que regla las relaciones de los pueblos mas h
dependientes y dignos, es lo que todatria no se ha he-
cho, lo (jue puede hacerse y e-i tiempo ya de hace
— 593 —
§ V
El ódíü n Europu no e«i ainerj<*aiiísmo« «^tno^ al ron-
Irarío^ español líima
El odio á la Enropa, no *^s americanismo, es
resabio del sistema colonial español
Las leyes de Indias españolas crearon el odio al
€xtranjero y lo cnltivaron como medio de opresión
y dominación.
Esas leyes no prohibían al colono español comu-
nicar con el indio salvage; pero le prohibían, bajo
pena de muerte, comunicar con el inglés, con el
holandés, con el francés, es decir, con el hombn*
de la Europa civilizada.
El patriotismo actual de los demagogos de Amt
rica, no es mas que el coloniaje disfrazado con ios
trajes de la libertad. Es el europeismo rancio y
caduco del siglo XVI, de ia conquista, contra el
europeismo moderno y liberal del siglo XIX.
Es curioso ver á la España cristiana de nues-
tros días imitando á la España Carta f/inense del
tiempo de Nnnmncin^ anterior á Jesu Cristo. — Se
ohida que las ideas de patriotismo son polo opues-
to eiitre ambas épocas?^ K/t/íííV al extranfiero pe-
ligroso del suelo sagrado fk ¡a patria — Lenguaje
antiguo y pagano.
La idea de un stielo sacrosanto es de los Chinos-
de los Japoneses, de ¡os Araucanos: es bárbara
Fil suelo británico ha sido pisado por los extrañ-
an
geros de tallas las razas, lo que no le impín^e^er
alíelo lie la libertad.
La Francia debe á ellos so gobierno moderno.
Espafta debe á .su geogi^afía el ser nn claustro.
Améiica fué tres siglos un anexo de ese claiisti^^
En 1 808 echaron de él á los Insrle^es invasore
de Buenos Aires,
En 1 812 á los franceses de la Península,
Los Americanos, procIama*lo^ liltres, \7ielven ^íiij
pensarlo á su odio colonial al extrangero
La tierra no es sagrada
El hombre, es el sagrado, como el hijo y m inu%'
gen de Dios, para quien la tierra fué creada.
Es, pues, grandísimo error, el tomar el odio al
extranjero^ el temor á la Knropa, Múmoamericanis'
mo. Ese odio es, como acabamos de decir, resto
del sistema colonial y obra exclusiva de las Leiff'S
(k Indias. Estas leyes no se llaman así porqne
fuesen indígenas, sino poique eran para las In-
dias.— Eran leyes hechas en Espafta, Por ellas
inoculó España en sus colonos de América ti
odio á todo extrongero^ m decir, á todo enropcc
t[ue no fuese español, con el objeto de excluirle
del comercio de ese continente. Les enseñó á mi
rar su trato como un peligro de perdición pail
América.
Una de esas Leifes de Indias imponía pena (I<
muerte al ejiranjero que penetraba en el interio^
de Snd América.
Esas leyes alejaban de América al int/lés,
alemán, al i iisoy al amtriaca como herejes, con
595 —
cor^detlado^, como fjcohmffjnfitfs^ dignus de ^ei
quemadüd.
El óáio, creado por esas leyes, ha sobreviv^ido a
las leyesí inismasv á los Reyes de España cjue Jan
dieron
Ese odio creado por la opresión y para la opresión
de America, ¿podría representar jamás e\ patriotismo
americano?
Todo lo contrario: e\ jjatriotismo americana mo*
derno y verdadero^ está representado por el amor
al extrangero, por su trato con el extrangero, á
causa de que el extrangero tiene tanto interés como
el americano mismo en que América goce de la
independencia que la pone al servicio del mundf>
entero sin exclusión; el extrangero ha cooperado,
por ese interés, á la independencia de América y
sevú, p'ir ese mismo interés, en todo tiempo su primer
gnardiaii y centinela.
(Juan do España enseñaba á sus colonos de Sud-
América ú mirar en el trato con los extrangeros un
peligro de |»erdicion para América, no se engaña-
ba. Pero importa saber lo que Espafia eritendía
por perdición df América,
Perder la América para España, era dejar de
poseerla como su colonia; era dejar de gobernarla,
— Es decir, la perdición de América era la liber-
tad^ la indepfmdcvcia dr América, Los extran-
geros no deseaban otra cosa que esa libertad de
América, para ir á ese país, como iban los españo-
les mismos, á trabajar, á comerciar, á vi vil* si ks
daba gana. Ser libres, para los Sud- Americanos,
^P*""^™! ' L •■ *t^^^K^^^■^-
■^
— 5tK —
dfrectMKsite con toüjs las N
UenAmátest intinta. todM iMgobienu» cú-
■ercMm y mrftíiMs de Eoropa, «thehriNifi for
la que Espafia namába peré^emm éUt Américm, este
es. por la mdependeocia j libcitaide
£I eamereici extniagera^ nJtJwtaba i bf i
biemm extrangeri» mismmi de aM el
peoiftetite de \m m^\cm% j hofawdewi ^
Améríim Espadóla
A la prímera aefial, esa lendeada % fUáu 00
acáan. y ajrod^ á completar la tndepeiideiida de
Sud Afliérica^ qne es ma» bien odra de las oadoeea
extrasgens que soya propia.
Dígalo :!iino la mbina £q»fia, qoe et el mejor
testigo de esta ver ^ -« ella faélaqae ¿afriá
la pérdida^ no la La EsfiaAa culpó siem-
pre de U independ m^ colonias á la Ingla-
terra y ¿ la comii venda de las oirás nacioiie:^ co>
niercialesi; y tenia razón romo la tenia Inglaterra
en impatar á Francia y España, la pérdida de la^
suyas.
Cuando la Fraucía hizo caer la corona de
paña en 1808, y dejó ún m soberano á la Amé
del Sud, la América en pulsión de so independencia
qne no babia buscado, vaciló, nosnpo qnéba^^er
de ella. Se apoderó y usó de ella en nombre
líey de Espafm destronado y prisionero, como hi
la misma España.
A eso se redajo la revolnijou de lsl(>.
— '*'M —
íKsü lie
Tnye ni hi ^ran conveniencia de sil
iudependenciíi, — ni la gloria de la revolución v de
los triunfos militares.)
Bast j que esa situaciun se prolongase un poco,
para <|ue América concibiese el pensamiento de
apropiarse la independencia que le habían dado los
acontecimientos de Europa; y para que la misma
Europa no peninsular la indujese y afirmase en ese
pen-íaniiento, ayudándola con sus consejos» con sus
aplausos, con sus doctrinas (de Raynal, etc.) con
sus empréstitos, sus armas, sus buques y su dinero,
con sus intrigas diplomáticas, con sus reconoci-
mientos solemnes^ por fin.
Qué república ayudó ü la independencia de Suii
Anu^rica? La de Norte América? — Nada, con na-
dad) Yijxú Congreso de l'amimá protestó su neu-
tralidad.—La Suiza? Con nada
Qué gobiernos la apoj'aron?— Las monnnjaiits
de Inglaterra y Holanda, La monarquia de Luis
X\^, en 1778, diií la independencia rf la América
del Norte; y la de Napoleón I, á la del Sud, en 1 Rio
k En seguida, la monarquia inglesa.
H Ver, después de esto, en el intinjo del extrangero
H una amenaza, un peligro para la independencia de
H América, es temer que la Europa vuelva á en-
^H til En ISI7, el gobierno líe Wa^; I lí tiritón eeaieiido i\ Jo?; «legeos
^K^del Marqués de CasnirujOf miní^tru ile España, estorb^bn U
^^^^U>nsU*Ui*<*íon de buques de ^'uerrn {nwn servir ó Id indepcn-
^^^■éii'^in argentina; jnientrasque eti Iti^^l/Uerra no en''oiaraUiri
^^^TÍno Hidjferencia y frialdad Jos agen les españoles «lue Iral.a-
jabíin por cruzar los auxilias libros pre-ilntlos h la revolución
de America.
_ J>9íír —
cerrar de nuevo á la Aui-mij, á col'-niz ij, i
«excluirla de su libre trato, á penlerla p^r- ; -u in
dustria y para áu comercio. Ed una palabra, i:^^
tener miedo de qne nos inate, el que mas ^
tiene en que vivamos. Ks temer que nos 4^.4.
independencia aquel para quien ella es ora wm
plata.
Que el PfirüfJtíHif^ qUt- iiftnrvi, qU»* lynijMu^ i|Uí'
pueblos inexperimeritados, de tierra adenti^o, busquen
garantias para su independencia, en (id ios y seu
tiraientos que la Espaila le^ inñindi i, pr< -it^
para mantenerlas en su dependencia, u „ iu.-
«e concibe y explic^i por su atntso geográfico.
Pero que Buenos Airrs, Chüe^ el Pei% VeHezMelu,
que deben hoy mismo todos sus progreso* relativos*
H los capitales, á las poblaciones, al comercio del ex-
trangero, abriguen esos temores, es una triste
pnieba práctica ile lo escaso de sus progresoc? en
política y gobierno; ó de la ninguna libeiiad para
expresar con franqueza sus ideas con respecto á los
grandes remedios que tiene el mal de Américíi, que
es la anarquía constitucional, si es que disimulan gus
verdaderas opiniones, y esto es lo mas probable.—
Dónde está entonces la libertad de opinión que lí
hace tan querida la república^'
La uttioii ion Europti
Uuirsñ con la Kuropa es unirse con la civili-
zación
•*ri _
ito qiií^reis la unión con sus reyes, nnios
á sas tribunos y demagogos, pero unios con la
Euiopa> en vez de excluirla y eludirla, porque la
civilización no e§tá en otra parte.
Creéis que csa unión sea incompatible con la
libertad de América? —Es suponer que la Europa
no conoce la libertad ó que no la desea.
En qué descansa esa suposición? En su nm-
narquismo?
Pero la monarquía, en Europa, no es sinónimo
de tiranía, como la república, en America^ no es
sinónimo de libertad.
La tiranía y la libertad se concilian con todas
las formas de gobierno, y basta eso solo para que
la cuestión de forma, en materia de gobierno, sea
secundaria y subalterna
Ninguna forma merece idolatría, porque ningu-
na ha dado hasta hoy un gobierno perfecta me ule
libre.
Es indudablCj sin embargo, que las grandes re-
voluciones de libertad han tenido su principio en
Euroiia, como resultado natural de su civilización
mas avanzada y mas difundida; y que la liber-
tad que ha sido el fruto de esas revoluciones de
civilización se ha conciliado con la monarquía,
que, bien ú mal, es el gobierno que nos presenta
la civilización de la Europa, como rasgo raract-e-
rístico lie ella
Si la monarquía europea nu c^ lui nnsrtiriuua.
los progresos i\^ la libertad y de la democracia.
-mmi
- 600 —
¿por qué «ería catm de desonion v antafironisrao
con k libertad de América?
La Inglaterra posee todas las libermde^, si na
|K>r razón de la monarquía, como !o cree ella
mÍKma, cuando menos á pesar de la monarquía.
Témese que Europa mire de mal ojo la revo*
lucion que ha emancipado á la América de su
poder? La América del Sud no era colonia de
toda la Europa, sino de España.
Toda la Europa, menos España, estaba excluida
y privada de los beneficios de su acceso y comer-
cio; por cuya razón, para toda ella ha sido una
verdadera conquista de civilización y libertad la^
revolución que ha sacado á Sud- América del mo-
nopolio de una sola nación atrasada y exclusiva.
Se puede decir que, por la revolución de Amé-
rica, ha logrado recien la Europa los beneficios
del descubrimiento del nuevo mundo, mantenida
como no descubierto mientras fué objeto de los-
monopolios españoles.
§ vn
La Europa es la mejor garantía á^ la independem*!»^
Americana
Lejos de ser Europa un escollo, un peligro^
para la indt^pendencia de América, es toda la ga-
rantía de su seguridad. La Annírica ha hecha]
mucho por su independencia, pero en su mayor i
pane la debe á Europa,
— OUl —
No fué la Europa propiamente dicha la que do-
minó y poseyó á la América. Fué esta dominaíla
l>or una ó dos naciones, la Empatia y la InylaUr^
fú. — Preguntad ¿ estas dos naciones, á quién de-
ben la pérdida de sus posesiones en Amérieay La
Inglaterra os dirá que á Francia y Espafia; Esi^a-
rta os dirá que á Inglaterra; y es en gran parte
la verdad.
En Europa y no en América tendría su mas
poderosa resistencia el poder que intentase con-
quistar una nación ue América.
8i no es el de la Europa misma, en qué con-
siste el poder que la América posee por sí para
delender su independencia contra una coalición
hipotética de Europa en el sentido de la conqui>*
tar?— En sus escuadras? — a^o las tiene. - Sus ejér*
citos?— ^Son pequeños, — Su dinero? — Casi t^das
están en bancarrota.
El dia que los cinco grandes poderes que, en
1815, se dividieron laEuiopa, quisieran dividirse
la América, no tendrían obstáculo, ó no seria en
América donde lo tuviesen, sino en la gran masa
de las naciones del viejo mundo.
Si la Europa es el primer sosten de la autono-
mía de América, como una necesidad de la civi-
lización, ¿porqué no admitir su cooperación activa
en la conservación de los gobiernos de la América
Independiente?
Temer que la Europa, ó su acción en América,
pueda ser una amenaza á su independencia, es
como temer que la libertad sea presa del liber-
60» —
fes la llave de su organización y la garantía de
su inilependencia misma
Hasta aquí no ha t 'nido ésta mas garantía que
[el interés de la Europa; pero ella no basta.
La base de la independencia de toda nación e^s
f un gobierno nacional y propio, bastante poderoso
^para defenderla y conservarla.
Esta base taita hasta hoy á la independencia
[de los Estados de Sud-Américaj por mas que crea
I no tener otra.
No tiene gobiernos fuertes y poderosos, porque
no ha sabido encontrar el secreto en que reside la
^ fuerza de todo gobierno naciente.
Lo ha buscado dentro del país, en vez de bus-
carlo fuera: para toda existencia, que comienza,
individual ó colectiva, el principio que prole je su
progreso y desarrollo, t^stá fuera de su individua-
lidad.
Como del exterioi" le vino su dependencia pasu-
da, no ha podido comprender cómo del exít^rior lia
de veniílesu independencia futura.
En toda inHuencia, en toda litnitarion, en todo
control á su independencia moderna, venida de fue-
ra, ha visto la reaparición de la antigua domina-
clon, un ataque á su independencia.
Sin embargo, toda independencia, como toda
libertad, tiene por límites la independencia y la li*
bertad, de los demás. Las naciones se apoyan unas
á las otras en el sosten de su independencia y liber-
tad, como se apoyan los individuos que forman un
estado libre. Ninguna independencia se basta i
njisnia, ni se sostiene por sí misma. Su aisia
tttlénto absoluto, la haría caer en sentido mpup^M
á todo el que la empujase.
Esta ley de mutua dependencia y m
cion, dentro del derecho qae proteje la hii^L^y^^í*
dencia de cada nación, es la ley que hace existir i.
todos los gobiernos en Kuropa, no solo á los dé-
biles, í^ino ann álos nia-s grandes— eso es lo que se
llama el equilibrio.
Esa ley es el derecho publico de ¡as nacéones á el
derecho mternacional. A él le deben todos los go-
biernos su tuerza, y ningnuo puede vivir faera de
su imperio.
Esa ley hace de todas las naciones de la Eui'o*
pa una especie de asociación de tamilia, ó cuerpo
poüticü, con intereses solidarios y eomnnes, que
protejen la seguridad de cada una. Por esa man
comunidad protectora, no puede un Estado recibir
un ataque contra su existencia, sin que el afecte á
todos los demás. '
fh Beilo «li'rtne el Ovrer/uj <tc f/cntes, «lii *••
yes í'> reglas ilc comí u «Ha que In-* ua<*ione- ''
entre '^í pfirñ \n ie^uritiad y btenestar vurnui, ^,,
bien roiiiuu es el principio de que emanan: es fietnr, in reg
de las refalas, la l,?y de la^ leyes. Según él, «el hten con
esi'í^ndifion pree. sti del Oten ¡ndiriihial *
Ésn \úen fiel derecho iaiplíca la de deber: la uidependeoc
muluo nn pilen el inuíuo control.
Ese derecho «considern o I género humano, espnnndo sohrc
la yii^ t/(^ tn tterra, corno una gran soctedatl, de que cíidn
cual ríe ellas (las naciones) es miembro^ y en que las unas
respecto de las otras tienen (os mismos deberes qae (os indi-
riduos de la espeeie humana entre si*>
El derecho de gente^^, según Kello, ha^e del genero humanu
(no lie una parte del ifénero humana) unn gran todeda<i^
Tin dos ó tres 4JÜC leda des.
_ 605 -
i<sto es no solo de Europa, sinu del mundo.
La dilatcicion de los dominios de eia ley, con-
tituye el progreso del dprerho de gentes.
Los nacientes gobiernos de Sod-América no ten
dráii la estabilidad y fuerza que tienen los gobiernos
de Europa, sino cuando se coloquen bajo el amparo
de esa misma ley, cuando sean miembros de la
misma familia, de la misma asociación de los Estados
europeos. Bajo de ella \ivieron como coloniíis
europeas; bajo de ella vivirán como naciónos inde-
pendientes, de raza europea.
Los Estados de Sud-América no deseonucieron
Del ífénero humano espnn-ido sobre la /a- de la tierra,
no en un c*iriiit»ento ñe la tierrn.
LJsaflos entre sí rnirio lo> mivmbro^ de la espeat* htftnana.
yno **omo tos miernbrn- ^fr- \tnór!í7a ó de A>in .> Af Httro-
pa, et<\
tiLas nur-iorieí^ inoderiííite i\e Euíopa y Ametdu foniuni una
familiQ ríe E?lados iiue reconoce un «iePecho cornuíí infinita-
inenle n\¡í^ filíernl gue todr» lo que ^(i ha llanjinlo eon este
nomhi'e en \n nnlisíuedod y en lo rf^-stjiiite del ^-^lolio,*»— y io
dobefi ni prislmni.^mo, n la eivili/ncion, af r^fñrith conicrciat^
ft(tf* ftft iíeffUffo d stw ano de lofy ¡n'tncí/Milcs íTfjtiladores dt*
la politíca—y *ol áislema de acciones y reiieciono-, que en el
¿cno dü está ffvan famitia, conio en el de <'Qdri E-tado» for*
reja sin ces/ir i'ontra In- prenonderoncioft delodn cspeiMe.»
Seífun Helio, Uh naciones ríe Europa y de Araerica, forman
una i^olfi familia de Esladon, no dos, que reeonoceti un derc
rho contitn, y no dos dere«lio«,
Y enlon-*es ¿por qué ha querido Bello hacerde los Eslados
AmeniTino?* una familia aparte cr»n un deretíhri aparíeT
Bello misma no califica las tinas de EModo^, «jícnoií á ta
eran íninilia Yiumíinn, corno .-iemiílcms de dtspNta.< ff tfitcndías^
que empeoran los males en vez de remediarlosí— E> que uno
ps la opinión del pubticista vtentifíco y otra la del suli Focre-
larío fie E-lodo en C hilo
"En 1.1 república d« las naciones hay una onstoerncia de
Ljarmndes potencias, que es en la i\uQde hecho reside ex:!lus¡*
t^jimeiilc Iri autoridad legislnliva: ei juicio de los Estados dé-
' hiles, f.o se i*onsultM ni se respeta t
— GOé —
esta verdad, cuando, desde 1810, buscaran su
fuerza y poder en la unión de unos con otros.
Sin relaciones políticas con Europa, en ese tiempo,
era natural que pensasen en uiui liga americana.
íío tenían mas aliados que ellos mismos, Pero
ligarse entre sí, era ligar nulidades t^ impotencias,
para su progreso.
Desde que entraron en relaciones políticas con
Ktiropa, las ligas americanas pasaron de tiempo.— -
Ligarle con Europa debe ser su objeto. Eso es ligar-
Si* con el mundo civilizado.
Pero la Europa no les dará cabida en la familia
dii sus gobiernos, sino á condición de que tomen
ellos (los de América) las formas, que hacen á los
de Europa t*an capuces de asegurar la paz, el im-
perio déla ley, el orden y la libertad.— No deben
Hé aquí Ifis i^onsefiurneias pn'inlliVns de e^tt\ dof*lrinH fun-
tiiiineritíil ilol ih'vvrho df fj* ntva^
Si Ins nfi''iones i-on uiiémhros de una soi»ied«ft, elías dopen-
lien htisUi cirrln lu^rrtdo rlo( inleri's c*Mtmn deesa sociedad.
Vm indopendoriíMrt indjvMuaide ivida Estado no excluye eso
dopendeiirin de salud cninuii. j—
Oue 1.1 j?nci<»dnd. ó su m^yoria, liene derechí> de intervenlt"
er» JOS «rtos de sus niiombros que la íifeeton. no hny la me
ñor dudn.
Üi^euiir o\ fh^rveUu (h^ tn((*rrcnir es niñrria; es coiuo dud^rj
deque el líslndo nupdfi intervenir en el hog^r de un .•iuda
dnno pnra tfrfjttnf/arfe su acción 6 impedir un crimen.
No es el deretdio de intervoiiir lo disí'vitJbln* í^iiio el oUielcí
de líi tMtervent'ioii.
Si es píuvi estorhnr la ejecución de un h(*cho ftafuaio en í^íl
á Im í^oi'iedrtd, es justa.
Si es para etílorbnr el ejereieio de un derecha impenust^^
e& injuria.
?pro el fjahoiítarst* mttU eJ ase^inursc ¿\ si propio» es di»
ñap A líi rtoeiedadí— Siti duda n I auna-
Todn soí^ir^darj tlprie el dere<'ho de inlernarse en lo priviitl
para impedir un .suicidio, porqutíel ntoUirse i% si nii&»no esdn]
liar ú los olrns.
— 607 —
Anuírica esperar que la Europa les dé el
^¡oy la fuerzca de su intimiclad para afianzar
y asegurar fuerza que no solo son una amenaza y
luna declaración de guerra para los gobiernos euro-
peos, sino que se han probado estériles j^a.
Inútil es decir que. ia forma reinante de los
gobiernos eui*opeos es la monarquía,
\ Aunque en sí la monarquía fuera una for^ma in-
feriur A la repüblic:í, bastaría esa razón de con-
veniencia y de seguridad, para querepiiblicíK pobres
{y nacientes, se acomodaran al sistema de gobiernos
de las naciones ricas y poderosas.
Es la forma de gobierno, consagrada por la
[civilización de la Europa, repatada la mas alta ci-
Ivilizacion. — Buscar, desear esa civilización, sin el
[gobierno que la liace existir, es un contra sentido.
Pero á la vez que la monarquía les diera el apoyo
i cordial de la Europa política, les darla todos los
I medios de encontrar en la misma América la fuerza
y la estabilidad de que necesitan para afianzar la
independencia, la libertad y el progreso del nuevo
lundo.
S IX
liO.^ peligros <Ie ^tiic'riea cstaiti en Amérit-n
Después de 3rniiroe, el americanismo no ha te-
Inido representante mas ruidoso que Rosas.— Toda
fsu administración ha sido una cadena de cuestiones
[con Europa. Se le discerniíí la gloria de haber
- \\m ^
resistido y repelido ú la Europa (que jamáa intentó
destruirlo, coaio lo prueba el tratado con Francia,
de 1840, y el de Lepredonr de 1850); y el fanatis-
mo ú la cortesanía áe su partido lo bautizó el de
fensor del continente americano.
Pues bien, Rosas cayó, al fin, desde lo alto de su
gloria y de su poder americanos.— Quién lo der-
rocó? —Un poder americano —el lirasiL — Quién lo
acogió y lo hospeda hasta hoy?— La Europa,
Una vez que abandonó el país ¿por qué no se refu-
^gió en la América del Norte, cuyo ministra le
ofreció la hospitalidad de su país? — Porque acabó
por temerlo todo de América, y poner toda su con-
lianza en Europa, donde halló el asilo y la acó-
jida que no tuvo en América.
§ X
Si los polt^ros de Aiiiéríc4i están en América, ^iis
l^arahtias están en Europa
Buscar la libertad en el gobierno, escomo busc
la civilización sin la Europa y sin el gobierno á la
europea,
A! contrario, los pueblos de América la buscan
en su unión propia para resistir á líuropa. Pero
veamos loque esto significa.
Buscar la fuerza que les falta en la unión Ar
ricana, es buscarla fuera do cíida listado; es bi
caria en lo exteiior. lo cual p.^ admitir que no existe
dentro.
— r.n9 ^
i'ero buscar la luerza ea ia luuon coa la debilidad,
es un contrasentido. En América cada pueblo ne-
cesita lo mismo que necesitan los demás y lo que
ninguno tiene: t^dos son débiles porque todos ca
recen de lo necesario.
Lo natural sería unirse á la fuerza en busca de
la fuerza, es deck, á la Europa,
En lugar de eso, es contra ella precisamente qu^
€tí bust^a la fuerza de que se carece.
Ya es una desgracia tener que apoyarse en los
d«>bi!es para resistir áloi fuertes,
Pero ¿pi>r qué resistirlos? Qaé se teme de ellos'r^
Este e^ el error de los americanos.
Es temer que nos coman los que mas necesi
dad tienen de que vivamos, porque viven de
nuestra vida.
Es Europa, en efecto, la que codicia nuestros
territorios? Todo lo contrario. Qué de veces es
L^lla la que nos salva de perderlos! Inglaterra, en
L 826, estorbó que Montevideo fuese absorbido por
|al Brasil; y la Francia, en 1840, que lo fuese
Eíor Buenos Aires
Quién disputa hoy territorios al Plata? El
Parat/HOff, Jiolivía, Chile, — Quién los disputa á
Chile? lioliria, Buenos Aires, ^ A Bolivia ¿quién
se los disputa? El ¥erú. — Al Perú? El Ecuador
— A Ecuador y el Ferí(? El Brasil,
La República Argentina ha perdido, en cin-
cuenta años, dos tercios de su teiTitorio, Quién
le ha quitado JMivia^ el Para^juait. las Misiones,
$9
nio -
Montevideo, Ma(jaliaitv>: .Na es la Earopa. — J
el desorden, la falta de gobierno.
Es !a América misma la que amenaza al ter-
ritorio americano, no la Europa.
La Europa no ha tomado una pulgada dü
territorio á la América del Sud independien ttv
La República Argentina perdió á Monterideo
por mano del Btasit y las Mnlrinas por inanes
fie los Estado'^ Unidos^ que las entregaron á Tn
glaterrn.
En cuanto á las vidas, la Earopa, fuera de
guerra con España, no lia tenido una 8ola guer
sangrienta en cincuenta ailos, con Estado algí
de América; al paso que unos con otros,
Estados Araericauo!^, han tenido cincuenta gti€
ras desoladoras y derramado rios de sangi*e.
A los mismos autores de la doctrina de Mou-
roe, les pasa boy, que ellos están inüriéníloso ¡i.
sí mismos los malea que temían de la Kurof
Después de precaverse tanto contra Europa,
♦dios mismos los autores de su caida.
La sola Repüblica Argentina se ba devoradS^
en el ospacio de sesenta afios, á mas de cincuenta
mil de sus propios hijos.
Ningun tirano de la época realista ^ coloni
ha perdido su cabeza á manos de la repúblii
armada; pero ésta ba cortado la cabeza de sus,
mejores hijos 6 los ha hecho morir de dolor <
de vergüenza en el ostracismo voluntario ó fd
Eoso. Se di] (a que su historia es de un inac
bable parricidio. Raro es el 4iombre ilustre de i|)í
se honren los anales de sus triunfos y victorias,
que no figure en esa lista negra de vergonzosos
parricidios. Monno, Dclgrano, Linms, San Mar-
fin^ Rodngupz^ Sucre fíoJimr, Dorret/o^ Eirada-
via, Monteagudo, Florencio VarpJa, Porfaies, Blan-
co^ Salaberriy (Jórdovn^ han sncumbido al pailíH,
á la Tniseria, á la proscripción, no de la Europa,
Es peligi^oso, se dice, unirse y ligai^se con
naciones fuertes, porque pueden abusar de nues-
tra debilidad, — ^Pero la debilidad na tiene sus
abasos y mayores que la guerra? Basta ser dé*
bil, para tener derecho de hollar la justicia?
§n
Rol de la politiza exterior en la re^iretioraciaii
Hud*AmerieAna
I La política exterior no tiene objeto en las re-
públicas de Sud- América, dicen algunos.
■ Qué dicen los hechos de su historia?
H Tüdoa los grandes cambios, todas las revolucin
^ nes que han modificado los destinos de Américíi,
^ tienen origen extranjero.
B Desde luego la conquistaren virtud de la cual
^ las razas indfgt'nas fueron sujilantadas por las de
¡H Kuropa, que hoy dominan el nuevo mundo.
H Luego la revolución de América fué obra casi
exclusiva de la Europa; y si esta no la empezó en
on toda su extensión, ella al menos completó su
^independencia*
-- uU — ■
Francia se alio á la revolución de
rica y la hizo triunfar.
Francia dejó á España y sus colonias, sin mo*
narcas, y estas debieron su independencia de
hecho á este accidente,
Inglaterra la completii, reconociéndola.
En las cuestiones de la vida independiente,
todos los cambios han venida de fuera, sea en
pro^ sea en conira.
Méjico ha perdido en cuestiones exteriores do»
tercios de su suelo.
BúUim y Montevideo, deben su existencia á
cuestiones internacionales en que no fué suya la
parte prineipaL
La Confederación rmi-Búlivianáy desapareció
por causas y fuerzas exteriores.
El Plata se libró de su tiranía de veinte aOo$,
por influencias exteriores,
Monterideo obtuvo su independencia, en 1828,
y término su sitio troyano de nueve aüos, en
1852, por las mismas influencias de fuera.
El Paraguajf^ como el Brasil, completó su in-
dependencia, sin revolución ni guerra y por solo
el influjo de la diplomacia, es decir, de arreglos
exteriores.
El Ferú se emancipó de España al íavui q*-
Colombia^ (Míe y el Plata, Nne va-Granada al
favor de Venezuela. Chile á favor del Plata. B|
Vireinalo de Btumos Aires ^ debió á Colombia^ \b
desaparición del poder español de su territorio
septentrional Ese mismo influjo colombiano le
— 613 —
k
qmtó una cuarüi parte de sa territorio, [Botiviaf,
Hoy Méjico recibe su regeneracioir de un po-
der europeo.
Toda la vida de América ha sido, es y ^erá
emanación exterior; y si su gobierno y sa polí-
tica no van de acuerdo con las necesidades y loü
intereses de su modo de existencia, no sirven
para nada y carecen de objeto eficaz y serio.
La repugnancia á la vida exterior, \iene del
modo estúpido de entender la independencia; es
la fféne^ el embarazo incivilizado y retrtJgrado de
verse contenido por las exigencias civilizadas de
pueblos mas cultos que nosotros; es el despotismo
tradicional y voluntarioso, que, prevalido de la
independencia, no quiere que sus caprichos ten-
gan freno en los tratados. Es el miedo de res
ponder de los abusos y desordenes, que no pne
den evitar con su autoridad nonúmi. Los tr:i
tados son leyes incómodas; y ellos no pueden
deshacerse como los que emanan de su pura . vo-
luntad.
íí XII
Debemos atraer li hi Europa en vez fie repelerla
I
^^K Bi la participación ó cooperación de la Europa
^^^n formas conciliables con el derecho de gente^s,
es indispensable para poner en ejecución el cambio
que debe dar á la América el gobierno, que no
tiene y que busca desde 1810, la política exte-
— (TU -
rior es la rama mas importante de la política de
esos países americanos.
Pero la política exterior de qne nece;5ita pan
e^e fin, el derecho de gentes que ie conviene^ ¿e^
la que existe formulada en los ti-atados (]ae hoy
ligan á las Repúblicas^ entre sí y para con la
Europa? — Nó, ciertamente,— Todos esos tratador,
como las dispoí^iciones de su derecho constitucio-
nal interno, han sido inspirados por temores, pre
ocupaciones é ideas erróneas respecto de Europa,
todos bajo el temor de miras hostiles de parte th*
Europa; todos para precavei-se de ella, para alejar
á la Europa^ en vez de atraerla.
Son lujos de un sentimiento que ya Idso íin
tiempo: de necesidades que liaa deja<Ío de exis
tir.
Esas necesidades, las de la revolución de la
independencia — fueron las de extinguir del todo
los vínculos de dependencia que sujetaban á la
Améticri al dominio de la Espafía.
Logrado ese objeto, como está, los deberes del
derecho de gentes, como del derecho interno ame
ricano, son otr:>s; son los de atraerá la Europa,
lejos de repelerla, por ser ella el manantial día
civilización, de poblaci m, de capitales, en lo ve
nidero» como fué en lo pa^ado^ imra la América
del Sud.
Emancipada de Eiuopa, aceptada y reconocida
por Europa la independencia de América, las
conveniencias políticas y comerciales de los Esta
dos del nuevo muiidi> con los de hIuro|»a, deben
— 615 —
reglarse por los mismos principios, interesen y
•conTeniencias que presiden á la celebración de los
tratados de las Naciones europeas entre sí mis-
mag.
Los tratados civilizadores y europeistas deben
fundarse en los principios del dprecho público mo-
lirmo americano y servirle de f/arantía. El tra-
tado entre el Plat-íi é Inglaterra, contiene el có-
digo internaciorinl americano, en su base y sus-
tancia. ^*>
Sin tlesconocer ia independencia de cada una,
partiendo de esa independencia como base, son,
gin embargo, en la familia de las naciones ci
vilizadas, una especie de grande estado, nn cuer
po, cuyos miembros (las ICaciones) tienen ciertos
deberes hacia la pública conveniencia, hacia el
orden general, hacia la tranquilidad del mundo,
que no pueden olvidaí- ni infringir sin dar dere-
cho al todo atraerlos al urden.
I4OS tratados generales, y los principios de esos
íratados, son la expresión de esos deberes de
mutua dependencia, que las naciones del mundo
civilizado tienen entre sí, no obstante su inde-
pendencia respectiva, como la aatoridad del Esta-
do sobre el homhrp nn ^^ nn dt>>íntuititio de su
liliertad individual
Si las naciones de América quleseu ser aduii
(l) Hfiy íinuí en el texto orijinal, la siguieiUe niolnmo -: <^Exn
rninopn'fsta luz Ir* coU^cciondt* Caica: irtil^doá aiUi america-
nos pii.n i-íiíOuir y alejnr la Europa do Amértca, on ve* d©
atrtierlfl».— El E.
— 616 —
tidas eo la sociedad de las naciones de Europa y
tratadas del mismo modo que éstas se tratan entre
sí, deben también admitir las leyes y reglas in-
ternacionales á que obedecen las naciones euro-^
peas, en cuanto á los principios y formas de si
gobierno respectivo.
Pretender ser igual en cuanto á los derecha .«,'
y ser escepcion es cuanto á los deberes^ es una
inconsecuencia.
No es obstáculo para que América forme parte
de la familia política, la distancia ni el mar^ que
no impidieron antes que fuera parte integiante de
ella y que no impiden hoya Australia ser gober-
nada desde Londres. Kl mares vehículo, no uii^
aislante.
íí XIII
Ltt pciUtÍ€U exterior de los Estados-Unidor o». fO
egoísmo
El aislamiento político de que los Estados-Uni-
dos han pretendido hacer un sistema para ellos,
desde su emancipación [obtenida, no obstante, coa
la ayuda de la Europa), no es resultado de sij
organización escepcional, ni de su edad, ni (i<j
modo como las diversas partes de que consta esa
Nación se hallan distribuidas, según lo han pre-
tendido desde VV^ashington, que se negó á dar á
Francia los auxilios recíprocos que le debia por
el tratado de alianza delTTcS, basta Lincoln, qt
— 617 —
tampoco ha querido asociarse á Francia en favor
de Polonia.
Es una disposición heredada á los ingleses, en-
tre quienes la no intervención es un resultado del
individualismo y del respeto al derecha de los de-
más, que distingue el carácter de esa nación.
Mashington tuvo razón en decir que esa actitud
era de un interés transitorio, y que un día los Es-
tados Unidos, afianzadas sus instituciones, asunii
rían su derecho de mezclarse á los consejos del
mundo en el interés general.
Después de sesenta años de progresos inauditos,
no ha llegarlo todavía en 1863 el dia previsto
por Washington de dejar el aislamiento.
En nombre de él, invocado por Lincoln como
tradición insuperable, su gobierno ha rehusado
asociarse á la Europa liberal para influir en fa-
vor de Poionia.
Hacer del egoismo un principio y defenderlo
en nombre de su constitución escepcional, es ri-
dículo para una gran nación.
ün país que no está constituido para llenar
sus deberes exteriores de civilización y de huma
nidad, hacia los demás estados de que se compone
la familia de las naciones cristianas?, no es un es-
tado constituido. Su actitud se parece á la de
un buque que se cree exento del deber de socorrer
á otro buque en peligro de naufragar, alegando
que su construcción especial es inadecuada para
ese género de ingerencias ó intervenciones.
Si un país así constituido se pretende un mo-
— ais —
délo constitucional, feliz será la humanidad en
que tal modelo se propague lo menos posible.
Es el egoísmo tradicional de sus antepasados^
los ingleses, pero despojado de los arranques es-
cepcionales de generosa y noble simpatía por la
humanidad, que lo atemperan en la política de
Inglaterra,
La doctrina y la política de Monróe pai*eció
un signo de querer entrar en esta via de generonri
participación en la gestión de los destinos del
mundo. Ksa doctrina es, en ciert-o modo, ciaban-
douo del aislamiento tradicional, pues hacienda su-
yos los ataques que la Santa Aliíinza pi- ' i»j
á las Repúblicas de Sud-Amt'rica/la deW..-.
ton intervenia en las luchas do otros Estados ex-
trangeros. La actitud de Monroe era la inrer
vención contra la intervenciun, es decir, dos ve
ees interventora.
Pero ¿en que interés ínter venía^—Kn el sujn
propio, en el de explot?ir y anexar al suyo los
países que aparentaba protejer contra el despotis-^
tno extrangero.
Dígalo sino la historia de Méjico; diga Méjico
¿es la Europa moiiarquista la que de entonces á
hoy le ha arrebatado una parte de su territorio?
Tal es el sentido que poco á poco ha recibidc
del instinto de los americanos del Norte la doc-
tj'ina de Monróe, que al ñn Im sido prcsentadij
como la exclusión de Europa en los negocios
Américu, contal que no sea |»or conducto y con
el permiso délos Esta<los Unidos, sustituidos á 1»
- 615 -
Espada en el monopolio d'^1 roce de ambos mun-
dos. Ellos han querido ser nuestro moderno Por
to Bclio.
§ XIV
La dor trina de Moitroe es Va fntfrToncion contra
la intervención ; prueban liistórícas
La Fn
de los Borbfj
jones, pn repre^enturnut
déla Santa Alianza, invadía la Espaüa en 1822,
para restaurar allí el gobierno abholuto.
^ En una nota del gabinete de las Tullerias
4[ae precedió á la invasión, se ofrecía expresa-
mente el auxilio de la Francia con sns ejércitoí?
para la reconquista de América. ^Estai palabras
son del iJictámen de la Comisión de fas Córffs sohn^
el reconocimtenfo dp la independeficiu de América^
presentada en Cádiz, el 31 de julio de 1823.
En ese documento se alude al dicho de un rli*
patada, que en la sesión del 1 1 de lebrero, habló
de las antiguas pretensiones de la Francia, que
se habían renovado hacia poco tiempo, para co
roñar á un Prínci]>e de su casa en Buenos Aires.
La Europa liberal, representada por la Ingla
térra, y la América independiente, por los actos
de Monroe, en Estados Unidos^ y de Rivadavia
en Buenos Aii'es— protestaron, como era natural,
contra la actitud de la Francia y de la Santa
Alianza.
Pero en el congreso de Laybach, ya la Ingla-
— 630 —
ierra había presentado su príoiera prate§ta contra
el sistenm de intervención de la Santa Allana
il9 de enero 1821), y en el de Verona, C '^"^■^
por nota de setiembre 1822, protestó c^
intervención en Eapatla. Faé en el ma siguiente
<]ae habló Monroe, á ejemplo y á mi^tigaüioD de
Canning,
Señalado directamente Bnenos Aii*es á la re-
conquista, era natural que se alaiiiia£)e el prímif
ro. Pero tal vez la Inglaterra sugirió el
de que vamos á hablar, por medio del mini^t
enviado al Plata, por Oanning, en e«e tiempo
Antes que el Dictamen de las Corlea anioí|
citado, fuese conocido en Buenos Aires, ya el gíi
bierno de esa provincia sancionó una ley, al 22
de jnlio de 1823, en que dijo:— «Como laguer
que el Rey Luis X\^UT m prepara á hacer eoc
ira la nación española, se opone directa y priiici-
pálmente al principio reconocido en el artículo
primero de la Ley de 10 de mayo, el gobierno i
tá autorizado* . . . para negociar el voto por vein-
te millones de pesos (cien millones de francos),
(para conservar la indepentlmcia (h España ba^o fi
régimen represenfiUivoj^snnm igual á la que han
soministrado las cámaras de Francia para la guer-
ra de España.
Por esa medida, Buenos Aires contestaba á la
Intervención de la Francia en España, y al plan
confesado de intervenir en América, con la inter-
vención americana en Europa.
Esta misma fue la mente* de la declara^^ínr^ f^M
iVli
en e^e mismo año de 1823 y por igaal causa, hizo
el Presidente Monríie, rte que toda tentativa eu-
ropea dirigida á restablecer su antiguo gobierno
colonial en Sud-América, seria considerada como
agraviante á los Estados-Unidos,
Se sabe que Monríie obró en ese paso por una
sugestión de Jorge Canning, y la pruelía de que la
actitud que Inglaterra aconsejaba á Estados-Uni-
dos, era la de una intervención o anuncio de tal,
es que Monroe resistía tomarla, invocando la po-
lítica tradicional de Washington, de no intervenir
en las cosas de Europa.
Al fin, cediendo á las opiniones de Jeiferson,
Honriie tomó la actitud de Rivadavia, que no es
mas que la interrmcion amerkanti, empleada como
correctivo de la intervención europea^ en el gran
pleito común y general de los dos principios — el
absolutismo y la libertad,
Pué en ese mismo año de 18á3, que el Presi-
dente Monrtie reconocicj la independencia de los
Estados de la América, antedi española, sin duda á
la señal dada por Canning en Inglaterra,
Un ministro plenipotenciario de Estados-Unidos,
que fué á Buenos Aires en 1S23, llevó \?l doctri-
na de Monroe, al que Buenos Aires respondió con
oti'o ministro encargado de añadir: — que se reco-
nozcan los límites territoriales reconocidos al tiem*
po de la emancipación.
— C22 —
í; XV
La doctrina do Monrüe, in^k^sji y «Miropoa, ito e%
Anti-münarqutsta
La doctrina atribuida ú J/ownTp y profesada, en
efecto, por Monroe en 1823, se debió, como bemos
di -ho, á Jorge Canning, que, temeroso de los
plMiies y mirag atribuidas á Francia y á la Santa
Alianza, de reí?tablecer los pueblos de Sud-Ainérii'íi
á la dominación colonial de Kspaila, bizo por ob-
tener de loí Estados- Unidos, una declaración apo-
niéndose á todo plan europeo de subvertir las re-
públicas de Amt^rica.
No sin esfuerzos de babilidad y de elocuencia,
Canning pudo inducir al Presidente Monríie^ á
aceptar y apropiarse el pensamiento inglés, que pa-
sa por ser doctrina de Monrüe y base de la polí-
tica americana respecto á Europa.
La repugnancia que el gobierno americana te
nia en aceptar esa idea, que ¿1 consideraba en oi)o-
sicion con su política de no intervenir en cosáis
europtjas, prueba que la doctrina llamada de Mour^ie
(S la Ínter rencion contra la hiterveticiu'
L^na idea sugerida por el ministro lii- uu nm.
iiarca, no podia ser una bostilidad sistemada contia
el principio monárquico. — Así es que ni hiqlatertn
ni Estad^/s Unidos, protestaron contra la monar-
quizacion de Méjico, porlturbide, en 1821, ni con*
tra la del Brasil, por Don Pedro I, en 1823.
Otra prueba de qne el vwnroismo no era el /v*
publicanismo, sino la iurtependencía de América,
es que Mnrique Brciugliam y Sir James Maclciu-
tosh aplaudieron altamente la declaración de ese
principio hecha por Monroe, Ksos aplausos y
esas sugestiones inglesas, eran simples resistencias
del liberalismo inglés, suscitadas en Aniérica, á
las miras despóticas y absolutistas con que la Siin-
ra Alianza, habia derrocado los gobiernos libera
les de Ñapóles, de Portugal y de Espaila, y trataba
de deiTocar á los gobiernas independientes creailos
por la revolución de América.
Mas tarde, el egoismo celoso de los Estados-Uni-
dos, ba querido convertir esa oposición á la acción
despótica de la Europa contra toda influencia
liberal de la misma, contra la influencia ingles*»,
lu mismo que contra la tiancesa y española.
í XVI
Ln unión americana, estéril en si, é imposible sin la
Europa
Solo del apoyo indirecto de la Europa, podrían
recibir los Estados de Sud Améiica la uni(¿n ó liga
amairana, que en vano intentarían organizar en
su contra, por sus propios medios.
La historia toda habla en apoyo de esta opi-
nión.
La América del Sud estaba unida, á punto de
— 624 —
formar un :4olo pueblo cuaiiílo fué dei>erideiic¡a de
Kspaña.
Madrid era el centro de esa unión ó unidoif*
continental- Allí estaba su cabeza c^mun, y de
allí partían las leyes y urdenes del gobierno ge-
neral de estos patees. La unidad de Sud Amé-
rica era un accesorio de la unidad española.
La uiiidad de su independencia, nació de ese mis-
mo orígren europeo, no de los esfuerzos araerica^
nos.
Caducada España, prisionero el rey común
los Americanos, todos ellos, por ese hecUo ocurri-
do á tres mil leguas, quedaron en el camino de su
independencia, completada por sus esfuerzo.^ res-
pectivos.
No tuvo otro origen la unidad de miras, mas
que de acción de los americanos por su indepen-
dencia.
Qué alianza militar, qué ejércitos continentales*
presento la América en su gURrra contra Espafla?
Alianzas parciales de dos t5 tres países. Pci-
dian Méjico y Bogotá formar un ejpn i^o romnn
con Montevideo y Buenos Aires?
Casi á un mismo tiempo esitallaban en Vcnezue*
la, Méjico, Buenos Aires y Chile los pronnnciamien-
tos 3' erecciones de Juntas gubernativas, al principio
de este siglo.
En viitud de lui acuerdo nuxtuo:^— No. A;
citación de un ejemplo y de un impulso comuf
que recibían de la misma España, centro común
de su dominación, donde otríi? juntas de ese estila
— 625
I
se acababan de formar en ausencia del Rey cau-
tivo y por esa misma causa.
Eso explica la uniformidad y analofjia que hn
actos de todos esos movimientos ocurridos á tan
largas distancias, afectaban en sus términos y forma.
La uniformidad de miras y planes en el senti-
do de su independencia, tampoco vino de acuerdos
preTiüs entre los diversos pueblos de América,
sino de la uniformidad ó identidad de situación y
de sendero en que los colocaba la pérdida d cadu-
cidad de su común soberano Fernando Vil, en
España.
Así, la unidail de la revolución de América
era obra de la Europa, mas que de sus progresos
propios.
Desde esa misma época, hablaron de conf/resos
Lúntinentales y de umones americanas para com-
pletar la independencia y asegurarla en seguida,
olvidando que la inrlependencia les venia de fuera,
¿10 del esfuerzo propio y común; les venia de la
lecrepitud del común soberano de ultramar, no
de la tuerza nacida de su propia unión, ni de la
unión nacida de su propio progreso. Su imidad
cesaba cabalmente por la caida del líey,
Pero, en fin, buscar la fuerza en la unión, era
ya buscarla fuera; era admitir que faltaba dentro.
^tíuscarla en la unión en América, era buscarkí
en la debilidad. ^ho natural era buscarla áomh
está, en Europa; pero se temía á la Europa. Era
temer que nos mate el que vive de nuestra vida. —
Es Europa la que nos disputa límites?
— 626 —
Qué apoyo podían darse entre sí entidades dé-
biles, separadas por distancias enormes, en que,
por otra parte, residía toda su fuerza de emanci-
pación?
Tal es el caso en que hoy mismo se bailan
respecto á sus medios de restablecer su pasada uni-
formidad y de formar una unim confimmtaL
Sin la Europa no tienen medio de formarla.
Si la unión les vino de Europa bajo el antigüe
régimen, y durante la revolución, solo en Europa
podiían encontrar su unión bajo el gobierno libre
é independiente.
París y Londres aeran los centros de su unión
futura, como fué Madrid el centro de su unión
pasada.
Ya lo son boy mismo por la acción espontánea
de las cosas.
íí XVII
Congreso amorirano
El cotigreso americano que tantas veces han que-
rido formar las repúblicas hispano-americanas, exis-
te de hecho, ya formado, en la corte de París,
donde todas las repülílirns típtinn sus; rf*r>n^^Híif:iM-
tes diplomáticos.
No habria mas que darles instrucciones par;
entenderse entre sí, y estarían en posesión de la^
- 627 —
Lsamblea qne no han podido celebrar en Amé-
rica.
(O
I
I
I
I
Por qué no han podido formarlo en Panamá, en
Suiza 6 Buenos Aires? — Porque no hay grandes
intereses que acerquen á esos países entre sí. No
tanto es hi distancia, como la faUa de común inte-
rés, lo que los aleja y aisla entre si.
Por eñtst misma causa, no hay intereses^ no hay
cuestiones, no hay causa que se pueda llamar aiw^-
rkuna^ es decir, común y soliOaria para todo el
continente. Hay uniformidad, no unidad; hay ana-
logías, similitudes, no manconninidad entre los Es-
tados Los intereses no se decretan.
Los grandes intereses de cada uno de esos paí
ses son la inmigración, los capitales, el cambi*>
de sus materias primeras por los artefactos necesa-
rios á su vida, en una palabra, la adquisición de
todos los elementos de su vida moderna y civi-
lizada.
Pueden darse esas repúblicas unas á las otras,
las poblaciones, los capitales, las industrias, la ci-
vilización de que todas ellas carecen en igual gra-
do y que necesitan recibir de fuera para efectuar
rápidos progresos?
Ciertamente que no.
Cuando no hay grandes intereses que cambiar,
qué objeto pueden tener los tratados y la diplo-
macia?
Las necesidades de esa situación común, los
(I) \ct03 y pactos eslóriles leí Congreso de Panamí^''
trepo, f, 3, \>. í>l5
Hes-
- 628 ^
acerca mas bien de la Europa, y esta esl^razon
qae hace á la Europa el órgano y conducta na^
toral de mutua inteligencia de los pueblos de Sud*
América.
Buenos Aims^ Montvri(ho, Rio de JaneAio^ co-
munican con Méjico y Centro América, por inter-
medio de la Europa y vice- versa* El Paragnay
no habrá visto jamás la cara de un mejicauo, ni
Méjico la de un paraguayo,
Es en París y Lindres donde la América del_
Hud se conoce entre sí y á sí misma.
§ XVIU
Ni el Brasil ni los Estados Unidos pueden represeí
lar una üg:a Americana
Tal congregación no podría tener lugar eu el
Brasil ni en Estados Unidos, si los discípulos de
Monrúe, juzgasen mas útil dar ese papel á las
grandes Naciones de América, porque los intere-
ses primordiales de esas repúblicas no convergen
á esos dos países americanos.
Ki el Brasil ni \o% Estados^ Umdo6 ^úÁmn Az
á la América del Siid las poblaciones, los capit
les, los artefactos, los elementos de cultura y de
civilización que ellas mismas reciben de la Europa.
El Brasil y los Estudos Unidos, queriendo ex-
cluir á la Europa del contacto inmediato de Ioh
paises hispano-americanos, se afanan ellos mismo^j
— 629 —
en absorver cuanto la Europa las envía; de morto
que su objeto es poder ser la aduana ó el Porto
Bello de esos países.
Si las Repúblicas de Sud Aiut^rica están hoy
reunidas por sus intereses modernos en Paris j
Londres, no en Madrid, es debido á su indepen-
dencia, lo cual bfista para demostrar que la inde-
pendencia de Sud' América es un interés euro
peo.
Lo será doble rnas el dia que los Estados de Sud
Amenca coloquen su independencia bajo las mis-
mas formas de gobierno, que garantizan la inde-
pendencia de lo> Estados Europeos.
Si la independencia de la América del Sud es
un interés europeo, la América no debe buscar su
unión propia, sino por el camino que esa misma
independencia le ha seAalado,— es decir, por con-
jducto é intermedio de la Europa culta y libre,
Bpresentada por Paris y Londres, donde yatie
'ne establecido su rendm-vous por la fuerza es-
pontánea de las cosas.
Es cómico ver á las repúblicas de Sud Ame-
rica hablar de la unión de sus gobiernos para re-
sistir á la Europa, cuando no se conocen ni se
tratíiu entre sí, sino por intermedio de la Europa
y en la Europa misma!— Ella los comunica en la
misma América!
En qué consiste la unidad, la mauccfmunidad,
la identidad de intereses que las repúblicas de Snd-
América invocan como razón de su alianza mili-
tar para oponer un i^esistencia común á la Espa-
- 63f> —
ña? hln que todas ella.s hablao una lengua, cons*
tan de ana raza, nenen del uiismo origen, tienen
la miíiina Uistoria, obedecen ala misma legislación,
profesan la misma religión, tienen los mismos
osos y costumbres.
No hay dada qne esta comunidad de cosas exis-
te. Pero ¿olvidan ellas que existe en la misma
íorma y en el mismo grado eatre ellas y la Es-
paña? No hablan todas ellas la lengua de la Es-
paña, profesan su religión, obedecen á su^ leyea
civiles, comerciales, de minería, etc.?
Si esa comunidad es razón para formar alia li-
zas con las Repúblicas de América, ¿por qué no
lo será para formarla con Kspaña?
Así, lejos de buscaí' uniones imposibles para
alejar la Europa, deben buscar la Europa y atraer-
la para encontrar la unión que apetecen.
La unión de América está en Europa.
La unión continental, en que zVmérica viviu
bajo el sistema colonial, cesó desde el momento
y por resultado de su separación de España.
No volverá á tenerla bajo el réjimen de liber-
tad y de independencia, sino desde el momento y
por resuliado de la renovación de su liga con Eu
ropa, no ya bajo el principio de dependencia co-
lonial, sino de independencia plena y soberana,
conforme al derecho publico, que regla las rela-
ciones de los países libres y proteje sus dei*echos_
respectivos.
— 031 —
§ XIX
Peligros de ias ligas amerieaitas
En Sad- América no se necesitan congresos in*
temacionales para crear la nniformidad que ya
existe, por el común origen español, en muchos
intereses que en Europa son divergentes y varia-
dísimos.
Conservar la uniformidad, si fuese posible, se
ria lo mas que pudiera apetecerse y para ello ni
se necesitan tratados ni congresos.
Los pactos y acuerdos generales eíitre los go-
biernos de Sud América tienen un peligro ame
nazante para sus libertades.
Nadie es libre en Sud América, para decir la
verdad á su país, si no fuera de su país.
Cada república es la tribunS. de las demás, y
el lugar natural de todo el que se dá á la vida
pública^ es, por lo común, el país que no es el
sayo. Con escepcion de uno ó dos gobiernos, los
mas de ellos no oyen mas verdades que las que
les vienen del exterior.
Esto ba sido útil para todas las repúblicas.
Bello, emigrado de Venezuela, su país, ha hecho
el Cúdigo civil de Chile; Acevedo, oriental, ha he-
cho el Código de comercio de Buenos Aires. — Pe-
la y Las Heras, que contribuyeron á crear la
República Argentina, han pasado su vida en Chile.
Bol ¡val', San Martin, Rivadavia, Sucre, 0*Hi-
ggins, Pa€z, han acabado sus dias fuera de sos
países nativos.
Si el poder de oprimir y perseguir sale de las
fronteras de cada república y se extiende á toda
A.méricii, la Europa, los Estados Unidos y el Bra-
f5il serán los que reciban á los emigrados volunta-
rios que dejan á su país, no para tener paz, no
por odios pequeños, sino para poder rendirle des-
de fuera los servicios que no pueden hacerle re^
sidiendo en su suelo.
Los conciertos dirigidos á estipular y acordar
castigos morales, como el que quería el gobierna
del Perú en 1864, contra los que entablen rela-
ciones externas, hostiles á los gobicnios estable-
cidosj serían aciagos á la libertad de npinion y^
discusión, al progreso de las ideas, á la reforma,/
al mejoramiento de América. Entre tales ligas
y la Santa Alianza délos gobiernos despóticos de
Europa, no hay diferencia sino en la forma. El
fondo de intolerancia y de opresión es el mismo.
íí XX
llesiiuesta ¿ algunas cuestiones sabré una de Ioj*
puntos de (|ue trata este libro
Es útil para América la autoridad ftiertef —
Solo ella podrá darle poblaciones, capitales, alian-
zas y todos los medios de salir de su actual con-
dición, lia civilización de Europa con elgobierno^
á la europea, naturalmente.
^ 633 —
Es pracfimble?— Lo que se ha practicado por
siglos no puede ser impracticable. Hechuras de la
monarquía, los pueblos de Sud América se han
gobernado tres siglos por ella, y hoy la practican
bajo el nombre de rqniblko.
No ha sido ya olvidada?— Cambiaila de nombre
vive hasta hoy mismo en laseutrailas déla repú-
bltca esaüa, en el tírden civil, en la familia, en
los usos é instintos, en los códigos.
Es compatible con la im/ependatciaf — Es el solo
medio de afianzarla. Ejemplo, el Jinrsil y los Es-
indos- Unidos,
Es conciliable con la rctwlucion de Ámérím? — E^
el único medio de salvar la revolución del des
crédito y de la decadencia, como la Framw ha
salvado la revolución de 1789.
Es compatible con el amtíicanismof— Sin la
autoridad fuerte fundada eti la alianza con Ku
ropa, los Estados de la América ante3 española,
serán absorvidos por los grandes poderes de Amé
rica — el Jinisíí y los Estados sajones de Norte-
América. El gobierno de tipo antí-europeo las
hará presa do la República sajona. Sus [leligros
están en América y sus garantías en Europio,
Si los pueblos del Plata no toman la forma á
que el Brasil debe todo su poder, serán absor-
bidos por él. — Si la toman, ellos absorberán al
Brasil. Hablo del centralismo.
Es compatible con la integridad del íerntoñof
— Ella devolverla á los argentinos. Bol tria, el
mguaif^Vii Jianda Oriental, Pataffonia
Es compatible con los recursos financieras de
SudAmérica? — Es el línico medio de ei?itar la
dilapidación.
Seria el mas barato de sus gobiernos. — Cada
Presidencia cuesta hoy dia la dotación de nn
trono. Es decir que, cada cinco años, se gastan
la dotación de un gobierno monárquico, para no
tenerlo de ninguna especie. En el Plata, hay re
cursos para costear quince gobiernos provinciales,
y no los habi'ía para costear uno solo nacional?
Es conciliable con los usos // costumbres de los
sud-amei tóanos'^ — Los republicanos Me Sud-Amá-
rica, son mas aristócratas en sus gustos y bá*
bitos que los espafiüles mismos.
Lo es con los colores, con las fflorias, con los
recuerdos, con la susceptibilidad del patriafismo
americano? — No solo es compatible, sino que la
autoridad fuerte sería el medio de dar respeta-
bilidad á las banderas^ á los héroes, á las glo
rías, á los recuerdos de la revolución y de la
patria americana; como, en Francia, ha salvado lo&_
colores y los dogmas de 17SP.
Con la soberanía del pueblo?— Solo por ella se-
ria una verdad de hecho la soberanía del mayor,
número, qne boy obedece A una Provincia.
Sería legal, sería constitucional su adopción,
según el derecho patrio?
Es practicable sin revolución y sin guerra.
Lo es con las leyes y Juramentos de la reiwlU'
cion de Amth'ica? — ^La autoridad fuerte será tan
legal en su restablecimiento como tui» la indepen-
— 635 —
dencia misma. Esta se fandó en las Leyes de
Partida Aquella está consignada en todos los
gi'amles documentos de la revolución, fia revolu-
ción de IHIO fué centralista.
Con los tratos tf deseos de sus yrandm hom-
ín-e^?— Fué el juramento de Belgrano, de Sucre,
San Martin, Bolívar, Castelli, Alvear, Pueyrre-
don. Posadas, et<.'
Con la Ubertaíl délos americanos? — Los ingle-
ses son los línicod hombres libres de la tierra. Su
gobierno es una monarquía, es decir, un gobierno
central y fuerte.
Con la participación rite los americanos en el
gobierno^ — Solo ellos serian los que gobernasen:
un rey no haría mas que reinar, es decir, hacer
yoberuar por la aristocraciay esto es, Xixcapicldad,
y por los elegidos del pueblo.
Con la dif/nidad y el honor persomtlY — Seria el
extremo fie la pretensión el creernos mas capaces
de dignidad (jue los ingleses, que los francests,
que los esfmñolesj que los alemanes é italianos, es
decir, que todo el mundo. Seria pretender que
solo hay dignidad en Suiza, en los Estados Unidos
y en Sud América.
Con el mérito y el rango de las familias ame/ *-
mwíí? dignificadas por su riqueza, por las glorias
y servicios de sus padres? — ^EUas serian el plantel
de una nobleza republicana, esto es, de la noble
igualdad.
Con el principio republicano que se pretende
de América por excelencia?— La república no fué
- 536 —
el objeto de la revolución: no salió de la voluntad
del pueblo de Sud- América. Se diria que fué nn
castigo, que la Europa infligió á la América del
Sud, si no se lo hubiese hecho á sí misma, esteri-
lizando ese mercado para su comercio, por la
anarquía quíí es, en cierto modo, su obra. Negán-
dole sus reyes, para fundar tronos libres, la dejó
hundirse en la república, que no tuvo otro signi-
ficado que la falta ó ausencia de príncipes libe-
lales para los tronos vacantes del nuevo mundo.
Kse estado de cosas representa el naufragio de
todos los intereses, nacionales y extrangeros.
1*^
EECÁPITULACION Y CONCLUSIÓN
Del g^ubíerno de lii revolución y sus oundicíoties i'sen*
cJttles en la Amériea del Sad. KsUido ríe su for-
maeioiK
La monarquía no es todo el remedio de una
mala república, como la república no es todo el
remedio de una mala momuqula. La razón de
de todo esto es que la república y la monarquía
no son el gobierno, sino su forma. La íorma
no vale el fondo. Toda forma es buena cuando
permite á un pueblo gobernai'se bien.
Para que un pueblo, monarquia o república, se
gobierne bien, es requisito esencial que una par
te de su gobierno esté en sui propias manos.
Hay, sin embargo, que tener en cuenta una
distinción capital. De varios modos puede esa
intervención tener lugar, y según el caso en que
ella ocurre, puede constituir la mayor calamidad
de un pueblo, ó su mayor felicidad política.
Cuando el pueblo interviene en la gestión de
8U gobierno, apoderándose de él porque no hay
gobierno alguno; d el que existe es tan nulo co-
*ríK ^
mo si no exisue$e, — ese estado da coiais eoonv
tujre Id anarquía.
Coatido, teniendo un gobierno regalar, ínter-
Tiene para atildarlo, sostenerlo, guiarlo^ ilustrarlo»
- -este modo de intervención eonstitnye lo que se
llama gobierno Ubre,
Ser libre es tener parte en el gobierno de 8l
mismo (self-governmmt). — Cnando todas laa cía-
Mes del pueblo intervienen en la gestión de sa go-
bierno» el sistema se llama democrática. — Auto-
nomía, independencia, libertad, democracia, sson
fanes de una mi^ma cosa,^ — el fondo y la sustan-
cia del gobierno.
Bolo por un milagro puede un pueblo dar con
gobernantes que le manejen sus cosas como la^E
manejaría él mismo. Lo que está en la natu-
raleza Haca del hombre, es que sus administra-
dores atiendan mas á su negocio propio, que al
del pueblo que los ocupa, si no hay quien les
estorbe,
Pero esta participación vigilante del pueblo,
en la gestión de sus negocios, supone una con-
ilición preeisa,^ — y es, que el pueblo entienda sus
negocios y tenga los medios de gobernar sus co-
sas públicas.
Así, un pueblo inteligente y capaz, es la con*
dicion de un gobierno libre. Ño hay señorío de
sí mismo, no hay libertad, sin la posesión de
derías condiciones materiales y morales de auto-
nomía.
Una nación supone desde luego un territorio
— 639 -
'liabitable y capaz, accesible por su geogiafia
las demás naciones con quienes forma íaniilia y
sociedad.
No basta tener un territorio. Es preciso po-
seerlo. No se posee si no es practicable en toJo
sentido, y si, por esto y por la densidad de su
población, el pueblo no está presente en todos
los ángulos de su suelo.
Así, los caminos, los rios y canales, la po-
blación continua, son las primeras bases materia-
les de la existencia de una nación soberana ó
libre.
Esta doble conquista,— la viabilidad y la ^o-
6/acío/i,— forma parte de su civilización material,
no toda.
Es necesarioj además^ ser rico para no depen-
der sino de sí mismo, esto es, para ser libre.
Pero la riqueza no es instrumento de gobier-
no libre, sino cuando es producto de nuestro
trabajo. La que nos viene sin trabajo, es, de
ordinario, instrumento de inconducta, es decir,
de mal gobierno. — Por qué razón?— Porque laj
riqueza que nace del trabajo supone intaligenciai
y voluntad firme^ tiempo bien empleado, vida
ocupada, liábitos de orden, de economía y dñá
ahorro, que es la previsión y el dominio de los^
propios apetitos, que es toda una virtud com*
puesta de otras muchas. El trabajo es incapaz
de esos resultados cuando no es inteligente.
El tivibajo se llama inteligente cuando sabe
15»*^
— r.io -
proUiuir toiius los objetos uecesanos al hambre'
vivilizailo un los tres ramas en que la riern 5a l«i
dividej — imlustria^ agricultura, camercir
El trabajo ele este rango supone en ^u auxi
lio un gran desarrollo íie las ciencias físicas
morales, de las artes y de la legislación.
Tales son las condiciones del gobierno de »i
mismo, es declr^ del gobierno libre é indepen
íliente, qne es el solo medio de gobernarse bien.
Este gobierno, y las condiciones esenc ¡tiles de
su existencia, en que consiste la civUhacion^ fue-
ron el objeto tenido virtualmente en mira por la
revolución de América, que sacudirf \n autoridad
de España en 1810.
Perú no basta amar la libertad pcua í^er iioie,
como no basta amar la plata para ser rico; ni
basta proclamarse libre para serlo en realidad,
como no basta proclamarse rico para tener for-
tuna y dejar '1-^ -^r pobre.
La revolución ha conseguido sns miras y obje*
to? Poseen los pueblos de la América antes ea
fióla, todas las condiciones del gobierno libre en
busca del cual hicieron su gran revolución hace
cincuenta años?
Ningún hombre honesto que conozca el respe-
to de sí mismo y de la verdad, se atreverá á
sostener que los paísies de la América del Sud,
tienen tantos caminos de fierro, tantos canales,
tantos brazos y población, tantos capitales, tanta
íUl
inteligencia y capacidad industrial, tan^comef
cío, tanta marina, como la Inglaterra y los Esta-
dos Unidos^ que son los países que^ al par de
esas ventajas, practican el gobierno de sí mis-
mo, es decir, el buen gobierno, el gobierno libre
en lo iiiterior y exterior, de un modo pleno y
regular.
Desprüvist':>s de estas condiciones, los pueblos
de Sud-AmáricH han intervenido «í tomado la
gestión de sus negocios propio <, desde 1810, por
ausencia total de todo gobierno regular, ó por
la incapacidad de éste, asiniilable á la ausencia,
— cuyo régimen ha constituido un estado de anar
qma mas á menos declarado y permanente
E^e modo calamitoso de intervenir, en que
el pueblo no es realmente señor y soberano de
sí misino, solo ha cesado cuando el gobierno se
ha po>jesionado de todos los poderes públicos, exclu-
^ yendo de su gestión al pueblo mismo. Entre la
anarquía y el despotismo, los pueblos de 8ud-
Aniérica han vivido y viven en una condición
que se caracteriza alternativamente por la ausen
cia del úráeit y por la ausencia de la Hbertail,
dos cosas que no son sino el gobierno conside-
rado bajo dos aspectos.
Esos paises no alcanzarán el gobierno de sí
mismo, es decir, no serán libres en el verdadero
sentido de esta palabra, sino cuando posean las
condiciones esenciales del sejffjhvernmvnt, que
hemos enumerado mas arriba. Tero esto no es
resolver la iliticultad.
— M2 —
^aia lleg^ar hasta ese punto, algnn groMer
es indií^pensalíle. Si no es el gobierno rte sí mis
rao, ¿cual será el rarácter esencial de ese go-
bierno transitorio de preparación y forraaciou?
Será un gobierno qne, en virtud de la indi
pentlencia irrevocable que le han creado lo** intere
ses, las necesidades y los ^ticesoa (?) de ambos
mundos, e'uaiie del pueblo; pero que gobierne
con íiolo la intervención, de parte de e.^te, qiie
sea indispensable para íoriuíir su educación prác-
tica de gobierno propio.
Es el gobierno de preparación y de edtM ariun,'
tanto en el hombre como en el ¡uieblo libre. —
La libertíul, en este caso, es externa: consiste
en que el país no depende de otro país ni couiq
colonia, ni como país protegido. -Se reduce á
independencia, como en el hombre comiste en
no sai- esclavo: la tutela es un desmentido de su
libertad.
Kn cuanto á lo interior, la soberanía popular,
solo debe probar su existencia por una delega-
cion franca y extensa en gobiernos que lo Íx<igan
todo pai'a el pueblo, poco con el pueblo.
Tal es el carácter del gobierno que conviene
ú la condición presente de los pueblos indepen-
dientes de la Améj-ica del Sud.
Ksencialmente transitorios y preparatorio??, son
gobiernos de orden, preparatorios de los gobier-
nos libres.— 8u misión se reduce á la
('ion *1(* 1m^ condiciones que lo^ nni^\ris
— 643 —
necesitan para ejercer el gobierno de sí mismos
en toda su extensión.
Pero coirio la posesión de esas condiciones debe
un día poner fin al reinado de esoi gobiernos,
no es natural que ellos se apresuren á hacer
qne el pueblo los adquiera prontamente.
La garaniia contra este inconveniente natu-
ral, es i]ue el pueblo desde ahora se reserve una
parte en el gobierno de sí mismo, es decir, una
discreta libertad. Ahora veremos en qué forma
será instituido este gobierno.
Pero ¿cuál es la ley de formación y de adqui-
sicion de esos elementos, ya indicados, para la
posesión de un gobierna Ubre, y de donde los
obtendrá la América?
Si todos los Est^^los que forman la América
del Sud carecen de esos elementos en el mismo
grado, es evidente que no deben esperar recibir
los los unos de los otros. El Perú no dará po-
blación al Plata] Chife no dará fábricas á BoH-
via, ni BoUvin dará al Puraf/im// los capitales que
éste necesita; Venezuela no hará los fe rro- carriles
de Nueva Grana tía, ni esta repiildica hará la
marina del Ecuador,
Si todos esos Estados deben recibir de Europa
los elementos de que carecen y necesitan para
completar su independencia y consolidar la libertad
que í nerón objeto de su revolución, el sistema de
gobierno que les conviene será el que mejor les
— IS44 —
sirva para ^car de Europa y acUmaUr •»« Ami
rica esos elementos de su ciTitizaciaii.
Para atraer á la Eorotja neoeataa inspirarle
cotitian^a y guaran tí ríe la ventaja de la f^^uridad
á que tiene derecho todo extranjero. Sut pobla-
clones, uin capitales, sus indastriai^ na ¡se ítbiíü^*
darán al suelo americano si no encuentran alK la
posibilidad de desáarroUarse y pro^rar en ^^^
mo en Enropa.
No lo podrán, cieitamente, mientras no haya
4Ír4len y paz; ó su presencia en la América anar-
íjuizatla, no será sino fuente de perjuicios y que*
relias para los gobiernos de ambos mnadod y
pitra los particulares mismos,
Pero la paz y el orden no pueden existir don-
de falta un gobierno capaz de protejerlos: es
decir, un gobierno de órden^ predecesor y prepa-
latorio siempre del yolmno lihn\ — Vn ffobii\
de orden no es otra cosa que nuf/obierno fue¡
y este es el gobierno que reclaman las nec^^sidades
presentes de los Estados de la América que han
sido colonia?* de EspaAa hasta principios de esít
>¡gIo.
Pero la fuerza del gubiernij Jepruijc a»? d(
rondicione-í de formas conocidas, á saber: — en bi
interior, de su ceidralizacim y sn inainovibilidad;
vn lü exterior, de sus conexiones y ligazones con
io^ poderes <:íipaces de dar fuerza.
liH centralización es, en el orden político, Ifl
— 645 —
tjue la condensación en el físico: ella dá al va-
por el poder que mueve al mundo.
Para el poder de un dia, no hay dia de m;i-
fiana, no hay porvenir; no hay sino presente.
Todo lo que no puede crearse en un dia, está
Tuera del poder de sus creaciones.
Tampoco tiene idea del espacio un poder mo-
mentáneo, porque la distancia implica tiempo; lo
que no está en el lugar que pisa, es como no
existente. — Es decir, que no hay vida de iradi-
eion^ ni vida exterior^ para el poder que no es es-
table.
Estas condiciones de fuerza, faltan á los go-
biernos de los nuevos Estados, desde que se eman-
ciparon del gobierno espailol , y por causa de esa
emancipación. Las perdieron en precio de la in-
dependencia.
Las hablan poseído en calidad de países acci'-
sorios de la España, cuyo gobierno, que lo era
también de América, era central y monarquistn
Haciéndose independiente de Fspafia, la Améri
ca perdití la centralización política de su gobierno
local j que era accesorio de la centializacion de
an gobierno europeo; y llevando la independencia
hasta el aislamiento |jolltico respecto de la Euro*
pa, poi* una reacción natural contra la vieja de-
(lendencia ilimitada y absoluta, en lugar de un
solo gobierno, tuvo quince gobiernos independien
tes de España y entre sí mismos. Y cada uno
de estos gobiernos, renovándose á menudo por su
[loderna constitución, y perdiendo por 'ihí n\ es
- MS —
tahilíilad traílicional, junto ton k base eomon
«lU antigua centratis^rion, (tenlti cambien
Ofio siiü condicionen interiores de ñierza, y ^
dividió á mtnndü en tantos» gobiernM ^
como provincias, rayendo aárf la América en una
especie de fe tu/al imio, consagrado en nombre dd
eisicmu fmkraí, por hi revolución degenerada
Imstiirda, entendido y aplicado al revé» del
ralÍBino íle lo8 Estadios- Unidm deT' M
El sistema que en la América del j. *.
el gobierno, dejc> á la América del Sad sin gobif
no» eficaces.
Qué alianzas suplieron, entre tanto, i la auai^n
cia d(íl poder, «lUC la autoridad americana peitli<|
con el apoyo de la autoridad de la Metrípoli?
La de tinas réjnUdicas con otras, lo cual, siendo
la alianza de la debilidad con la debilidad, no po-
dra ser manantial de fuerza ni de elementos de
[loder (íficaz: — unión y alianza imposibles, porque
faltaban lo^ intereses comunes que son la razón de
ser y el alma de todas la^ conexiones (?) sólidas
en política. Lo?* gobiernos escnben las alianzas^
las cosas las hacen
lios nuevos Estados olvidan que cada uno de
ellos, en lo pasado y boy mismo, vivieron y viven
en comunidad indisoluble de intereses con la Eu-_
ropa, y no con la Amt^rica; que los aliados y af
yos naturales de su poder, son los países int^re-'
irados, al mismo título y en el mismo grado que
ellos, en su paz y segiuidaii interior; no !as que
mas bien sacan provecho de sus disturlvios. Cómo
puede perder la Inglaterra menos (jue Montevi-
dea, cuando se trastorna el orden en la República
Argentina?
Luego es la Europa, cuyo desarrollo y progreso
comercial é industrial en América constituye el
progreso y el desarrollo de la América misma in-
dependiente, el manantial natural de las conerio^
nes (?) por las cuales obtendrán los gobiernos Sud-
Americanos, las condiciones supletorias de fuerza
y de estabilidad, (]ue no tendrán por sí solos,
mientras falten asu^ pueblos las condiciones esen-
ciales de toda completa autonomía.
Solo en la alianza y unión con Europa hallarán
los goluernos de América los elementos de la fuer-
za y poder, que los haga capaces de sostener el
onlen, que interesa á la Europa lo mismo que á
la América, en los Estados del nuevo mundo.
No volverán á encontrar las dos condiciones de
poder serio y eficaz que tuvo el gobierno colonial,
—la ceHtralizacími y la inamovibiUdad, — sinoerr
la misma fuente externa y trasatlántica, es decir,
en el sistema de gobierno á la europea y en sus
relaciones libres con la Europa libre. Por gobier-
no á la europea, no entiendo el gobierno monár-
quico, sino el gobierno crntyaluiuh é mamuiihle,
sea cual fuere su nombre á su forma externa.
Estas relaciones entre Europa y América ni»
serán ya de la misma naturaleza que antes. Los
nuevos vínculos tendrán por base inevitable y esen-
cialj la indepeii«lt;ncia de la Amei u:a y la
nía de sus pueblos. Bien qne enfernnzo^ y en*
clenqnesy los gobiernos de América, como instit li-
ción moderna, son indestructibles, porque gu exis
tencia es obra inevoeable de la civilización de
los dos mundos Pero como no les basta vivir, si
no llenan su destino, fuera de lo cual son gobier
nos de transición aunque sean nacionales, su deber
es buscar los medios de llenarlo y de merecer su
existencia.
Felizmente el derecho internacional o de gentis
conserva el secreto de unir y enlazar los destinos
de las naciones, d^^jando entera la independencia
de cada una, como la anidad de un estado bien
organizado no excluye la libertad de cada ciuda
daño.
Incorporar de lleno á la América independien
\%y latina ó europea de origen y destinos, en el
dominio del derecho de gentes europeo, que ella
ha admitido proclamándose libre y soberana; e^
el ánico medio de salvar su civilización y de ase-
gurar los resultados de la revolución de s:i inde-
pendencia, que han quedado estériles hasta hoy,
en cierto modo, y que están amenazados de inaca-
bable instabilidad.
Pero, paia que Eiuopa admita en la familia de
sus gobiernos civilizados á los gobiernos de Sud-
América y consienta en extender hasta ellos los
lieneficios de la solidaridad^ que mantiene y prcK
i'A'J —
tege la existencia de los gobiernos secundarios tle
Europa, es natural que no lo haga sin condiciones,
ilirigidas á preservar esa mancomunidad de todo
incouveniente para ella. No es natural que la Eu-
ropa monárquica se decida á apoyar cod su acción
moral decidida la existencia de gobiernos que afec-
tan una forma, que para ella es una amenaza y un
peligro. Lo natural es que ella crea que el orden
y la paz no pueden ser protegidos y conservados
en América, sino por la misma clase de gobierno
á que deben su mantenimiento en Europa.
Pero ¿es conciliable con la alianza ó liga con
Europa, la existencia de gobiernos americanos na-
cidos de una revolución contra una nación euro-
pea? La independencia y los principios de la re-
volución de Sud-América ¿son compatililes con la
íbrma de gobierno dominante en los Estados de
la Europa?
He ahí las dos grandes cuestiones cuyo estu-
dio fonr.a el objeto de este libro.
Este asunto y el sentido en que lo trato no
68 nuevo para mí ni para los lectores de mis
escritos anteriores.— Pero si en ias Bases amen-
canas de gobierno demostré que la América, euro-
pea de origen, raza y civilización, no conseguirá
los elementos de su vida independiente y de su
gi*andeza tutura, sino por la via trasíada por los
Estados bnidos,—es decir, llenando el suelo
americano de elementos europeos; trasplantando
i la Eui'opa en la América libre, antes que re-
pelerla:—abora me propongo investigai" si es po-
sible aclimatar en América independiente la ci-
vilización cíh ia Europa liberal^ de afro niodo que
aclimatando en Amiírica el sistema de gobierno
que forma como un etemento constituido de esa civi-
lización y la garantía protectora de su desairo*
lio, en cuali|nier parte.
Si la rellexion nos demuestra que es impasible
establecer en América la civilización de la Eu-
ropa de otro modo que por el sistema de gobierno
que la bace florecer en Europa, ¿será nuestro de-
ber negar t¡ue ese es el gobierno que conviene
al logro del grande objeto de la revolución de la
independencia, que fué la civilización del nuevo
muiKÍo?
Y aíinque la rqmbUm federalista, considerada
nos parezca la reina de las forma?r
la corona de las coronas mismas; —
la mas capaz de aclimatar en Amé*
rica la civilización de la líuropa, que la revo-
lución tLU^o en mira; si no es la que puede darnos un
poder* fuerte y nna paz sólida, á cuya sombra
se agranden rápidamente la población, la riqueza,
el bienestar del país, ^;tendremos que persistir en
que la república, tal cual hoy existe, sirve á las
miras civilizadoras y progresistas de la revolu-
ción de América?
No rechacemos del todo la República si tanto
nos gusta; pero sepamos el precio que nos cuesta,
los obstáculos que nos suscita y las reformas
que la harían mas ütil pura laí* miras de la re-
volución.
en abstracto,
de gobierno,
si ella no es
— 651 --
La República, en abstracto, es el ideal del
gobierno; es el gobierno de los Dioses. Pero pre-
tender gobernar como los Dioses^ es un poco in-
modesto, para hombres que mas viven como dia-
blos.
No olvidemos que en la realidad de la vida
americana, la Repiíblica es BuHvia, es Venezue-
la^ es Nicaragua^ es el Períi^ es decir, el mar-
tirio de los pueblos, el tormento de los patrio-
tas, según las palabras de Simón Bolivar, que
tenia derecho á juzgar de ese modo su obra,
pues á él debe, en gian parte, su existencia la
república. Esa es la clase de república de que
hablamos,— no de la república de Platón, ni de
las repúblicas de lo i Estados Unidos de Amé-
rica y Chile, cuando señalamos los inconvenien-
tes y obstáculos que esa forma opone á lo> pro-
gresos de la civilización de Sud-América.
1867
Los experimentos realizados en las dos Anit^ri-
cas, desde 1862 á 1867; las cuestiones de Esfa-
dús Unidos, Méjico, fMJe, Perú, Brasil, etc., han
modificado profundamente mis ideas en la materia
de que se trat^ en los siete libritos manuscritos
que preceden. El que ju2gase por ellos de mis ideas
actuales, se engañaría totalmente. Creo ^ierapre
que la civilización de 8ud- América no ha de
ser sino la civiUzacíon de la Europa aclimatada
en esa parte del Nuevo Mundo, pero dudo que
esa aclimatación envuelva la del gobierno monár-
quico, como elemento de la civizacion europea. —
Felizmente, la monarqma no es el gobierno d la
europea^ mas aclimatable en Sud-América que el
gobierno á la Norte-Americana, copiado como
Méjico y Buenos Aires. ^^*
U) Reproducid íií> textualmente, las núta¿ o a/tuntcs que pre-
í?^den, no son, naturalmente, el libro que el autor proyectaba
y babría dado á luaL
En lo nota Onol, que lleva ni frente la íechí> *>*» rfS?. non Ib
que viene á quedar rerrada esta serie de sn -. snbre
el ííobierno en SuU-Ajnóncn, — al dclrirrir In n n pro*
duotda en »us ideas, repceto de lu proctí.»aUi...,.- .+ la mo
narquiá en el nuevo coiitinonl*, está vti .señniando la parte
lie ellos quo estaba destinada i\ desftpareí*rr en In redrít*oion
definitiva.
El sentido y aleam^e de esa moditieacron confesada, estfi
mas de manifiesto en el índice, formulado posteriormente» A
<*ontinuoLM(Mi délo nota final, y con arreginal runf fffhf'n srr
— 654 —
reda€t.atWmTWo!^^n el so ir . r rpo
mendafiones del gobierna fur- ,^o-
mo él (Hee» que conviene, en ^ . . , . ,, : .. . ; .íí,jíi,—
Es !o mejor eonstnneia de las idcns on que se nUnnaba; rtizon
que nos híi indu*'ido á pubticíjrlo íntei^ro.
Y eiitm nota>, se dini» en quoesláii c»ontenidas las ideas que
el autor iiabrin nbnndonñdo, A estnr rt su de<^larüí»ion, no hu»
biern sido mejor el suprirnirlnísT— El lector dinereto verf\ que
nó; c'Oino lo nemos ¡ui^uáo nosolros que, en ur>n seteceíoa
masó menos arbitrtihn y ef de^iroxo eonsiíruiente del trabajo
original, nos habríamos $níi<lo de nuestro pape) pnra tomur el
de colaboradores.
Por lo demás, y por mueho que e>03 jui«M * ' *on
loí^onínioncÑ domlniuites entre los republí -oí: -^.^
no^ Ijn pnreeido. que no doljinrt quedar ignoi , ^ ....ár-
mente IratúndOi-e de terans sobro (os euñles no se ha djeho
aun, ni se dirá pronto, la lilÜnuí palabra.
Hay en ese mentido, lanío que (fecir todavía, como que hacer
en este nmndo nuevo,— por rnos que no falte en él quien ci*ea
que el arreglo a<'iunl de las tvi&ns de Aiiv • '•' ^^^i ^-uonto á su
geografía y a la forma poUlien de sus l es deílnilivo
y sin enmienda, por los siglo •; de los s>^ t\)
índice de las ca[iitulo«i y párrafos en el ¿rden de lo§
euules será redactada la materíri de esta obra.
DEDICATORIA
A L\ MEMORIA DE BeLGRANO, SaN MaRTIN,
Bolívar, O'Hicgins y todos los héroes de la revoliu Hi^
DE la independencia.
PREFACIO
CVPÍTULO I
La revolución de 8ud- América
% 1— La revoluí'ion deAméricües un luovimieatodeeivÜiJta-
eion eristiana y europea.
§ 2— Narída en América de causas generales, t-Ti : -' ;Hon
es un beneíl'"io universal, un interés del género I
é H— Como eonquii>la de la civilización moderna i íjíOO
americana es irrevoeoble. Tenlnr contra sus re»uitndo© e»
ultrajar el derecho y ía civilizacioD,
— 655 —
__"jft4 — Ong^enes en parle europens ríe In revolución íte In Íhhj-
"^Mttncifl iiineri<*nnn.
I 5— índole > tenfJeiicifts i^eneralcs y eui*opeÍ¿Uis de In revo-
lución de Suij-AiiitMí«n. Ser Indept^ndientú fué para eJIa Ira-
Inr í^oii torta Rut opa
§ fi-^Kl gobierno ooloníñl eí»pono! suí*tímbió porque contra-
naba es[\ ley áty h\n*e tnteivurío entre erubos mundos.
§ 7— Esfl lóy es la base v fondicion de todo í^obierno estable
en Sud Anióricfl.
§ 8— Las miras «•ivibznfífm tif* In revolución esbín paraliza*
dafí en la AmiTU-n nnte>
§ y— Inc'onvonieíae>i y ]
pío* y suerte de ML'jk»b \ jv
cinos* mas poderosos.
§ 10— Es í'alu miliar la revolución el pretender ijuc su^í Bran-
des miras c^íím «cumplidas y «pie la anluaUdnd sfn lodo lo
quei»us^fó.
e?e estado de eosa^. Ejem
r.a, arnena7.ado6 por sus ve-
CAPITÜLO II
Condiciones naturales del gobierno que e.in viene al logro de
las rnirasde lO revolución.
I 1.— La revoíuí^ioii busí^ó ín tMvdi7-ncJon, que era su objeto,
por bicreaoion de un gobiernri iiídependiente
§ 2,~Condi**iones iH-oesarias y pnii<íit»ios eseo'-'íales del ffo-
bierno n\ Un deservir íi la» miras de la revolu^iíon,
I 3. — Todo gobierno que las respete y sirva eá^obit*ruonme-
Picaño y leeítimo bijo de la revojui'ion
f 4. I,M rcvoiurion bUí^íVi la bhertad por el esta bte-^í miento
fie un Gubierno. Ser libro es iíobcrnarse por si mismo. Sin
gobierno la libertad es imposible
§ 5. Lójos de busear la anarquía, ta revolueion luvo por
objeto escapar de ella fíor lu institución de uní^obíorno,
§ O, Lo revoíuf»ion no ba creado todavía de un modo defi-
nitivo el gobierno necej^ario h las miras de la revolución,
§7, Sin la existeiK'ia de gobiernos fuertes, las miras de la
revolución quedaran estacionarias. — El peUgro de Sud-Anié-
i'ica no es la pérdida de su iadependencio, sino la pérdida de
HU tiempo,
§ 8. La libertad en Sud-Amérlco necesita gobiernos fuertesj
en Europa, lo con Ira río,
i tí. iZn el golti€»rno busccl fa revolución uneumtjtode prin-
cipio, no de forma; un gobierno nuevo, no una forma nueva
I IlL liusr'ó por el í^obierno un imevo ri>sr¡mcn de unión
con Europa, para nlcnn/ar ma» pronto la c vili/a^jon tenida
e.i niinu
§11. Ley según la cual se deisarroUa la civíli/acion en Sud
Am*>r»ea.*
i 12. [m forrr.acíon de un irobierno libre rorn o elemento de
civílixncton no esUi exenta cl'j esa ley.
— 6^ —
CAPITULO ni
De iñ unton de los E^^lArlo^ de Sud*Aménca con ta Eor&pa.
como fíV'*^"'''^"''"^ '" '"Vlll/M,.,,-... mir* Ir. *.r..T.jM.*,r.t. t,,^-r. «« rt,í|^
ropn que v'U^uiiió er^i 8U eoionm*
fi i. Presetícia de la Europa en tfi .%niéririi del Su
4. I ' - ^ M'Jio en que viven los EsUi'in* inae-
'O.
t los c:tnUnented Jejos de repararlos:
Aftiisritiu fio »on dos mundoSk, sino míÍAcle9 de ocio
pend
Eui-o^ y
ftOlO.
§6. Soíi í'iijmv ^ ., i*anünentes qoe hnn
f oriundo uíui fn
4*, Puode EuK-, . v.-i., ... ,: ..i.iOnea; parn AiiiéHcaí
lio hay do8 Euro mis
i H. Nuestros innies son nuestra oUrn, no de lit Kuropa. Lo&
peligros de lo^ CsUidos de América están eiiJ Amorioa; ea^
irnrfiuiUis, en Guropu,
§ O, l/)5 ndversíirios de \n unión r-on P — - -
i lü, Ln aversión /i la Kuropa y ni e\ no e« ame-
ricniíismo. sirvo reáahin de la nirsidunit ; üinl ea decir,
noJ-riinericnriisino.
til. r.o^ restados Unidos. eJ Cfiuad^ y el Brasil^ son lo
prut ba liislr^rÍL'a aincñAda déla doctrina ife este napllulo.
CAPITULO IV
Cürilinua4*iorj del mismo a?5unto» La doinnmiíion pusMdn no
t»4* OfiOtic i'\ la unión de Am(íri<*a con Europo bajo la hase de
ln |il»«»rtatL EsLa unión o» hov la bn^c del poder y de la Su*
depcrndenííla de lo?* Estados Sud-Amerionnos,
*f 1. La initepcfidoncin de Amóricn e? ur» ínloro^ europeo,
g 2* Cooperación y apoyo d^» la Europa en su ndquUunon.
i 9. La Europa es la salvaguardia de la independencia Ame-
ricana
^ A. Solo Ta unimí con Europa |m: " virios flne^ de ci-
ViítaMcioii í|ue la rcvoJ»í'*l»>n tuvo
ifi. La indcpenienini no es el íj , i .iu*. liada índepeu
dencin rii-nc porhmite y «fioyo atnsdeíná?.
i (V Eni^riindecer la Atni^rica es innuriilarta de elementos 611-
ropf^ns Ejemplo de etlo: los Balados ünldOi. el Canadá, el
nrníiiK Cbilcv
^ 7, Ln Atni>ri'*a cvili/.adn no e.s mas que la rnm de la Eti*
ropa t»§tfil>lc«*ÍÉla en el nuevo mundo.
I ^ Lo* Estados Unidos no son superiores á bis il*i Ainé-
ri^'-a del Sud, §Íno por que eoíj man europotstas. Ln doctrina
de Monróo esc! ni niopolio anglo-ajon sos Huido al cspafioL
-- GñT —
mundos.
y olijeto^ 'le un Odngreso de amboa
iJAPÍTDLO V,
l>e fámíi \n unión (te los E».lado«« de Sud-Aniérii*a eulre
Hí «ís incnpnz de sunhr jV fn uníoii eoii EuiHDpa como medio
do lo^rnr los finas ne «^ivílízn^'ion que la revolución tuvo por
olijelo.
§ 1. Gnire los Estado.^ de AinéHrtí antes e»^pañolii hay unl-
fr»rmidfifí, peivi no rtini-ílíid n» uirh>ri.
4 2. Nos iiupii Ins nefOisídtvde-s v los ¡nterestis, no \a geo
^vñíiñ, Lns ♦'onexiones no se de*íreUiii ni excluyen arbitra-
ría rneiile.
$ 3. Mus dístn r»da renúbtfcn uno de olratque de Europa,
§ i* Afdíiííonísnio do lu rtipübtictt d<? Eslrtdos Unidos, con
jris repúlilii^ñs do fíri^ren e^ptinoL
* 5. At((jigo:knio du la AiUtlM'k'ii riate^ portuguesa, con la
Aiuórien hí e;^ espíinolíi.
'^ *»; Líi unión de toda Amóncíi cj^ inipraolicable En qné
gontido <?s príitílíoüldfi \t\ unión pniviiil y mleotívft,
§ 7. No pu»?don darse un^isá olra* fiOld«i'ion, capitales, mn-
fifiii, indiiBirtMs, í*tí*.
% S. Rusrar la fuety.n imi Im unión de uurisoon otras, esbud-
cnrín en tn deliilidud oii'^infí*
sH. flndn Esintio de Snd Aníóri**a puede dUpensars^ de los
oíros, pero no íle lii linropn,
§ tu. Prpleiididos peli^'ros para Anióríea de los hijoá ame-
fif^nnrisdi* HUropí*ow.
I ti. Los E-siíiflos de Sud-An»('*inc*a no pueden unirse cnlre
W, í»ino por ui«*iliode Iti Kuropn*
f 1 , I^ns Cott^íreáos AmiM'Kvinos nMhn reunidos de licoho
en la ooriíis d«i Parí** y I^»udref^
§ !K. VíiMtís osfiKMVos d»*í Coniírt*so de Pin^mA, eimplo lie-
nio^lríioífiíi <*rmlrii el Cotíuriiso de In Snnln Alíaii/n.
§ 14 tJnirsp *v»rílr.'i l'^.urMpM, ]mvú alejrtrUi de Ainóriría, en
urní i^otdr>i-rf*vr»lu*'ion on sentido i*oioniíiL
$15. Aislíit*-'»* íle ]a Kuropacivilaadu ej^ i-ecolou izarse en i'lf'
nti inJopiMi«íen<*iíi.
^ líí. ui idea di» un.i unión nnv?rif*iina tuvo !••* rn/.ovnle sum»
II t priní'ipio de lu ruvoluHon. Orifren f:urnpeo lie tíi doelnmi do
MiinroL*.
íl 17. Tornar á l<»s Estado^lTuidos, en lu|¿Hr de Im Ktiropí*,
íMifiio írienle d»? «'ívíIizimñoii, esre^'ibir lo r¡vdi/,«don ouronon
do ^<4und.-< HtnnO. Es el inon'»polio norto nmerieano susiitui
do al español.
i:aPÍTülo vt
El niOfjnr<iuísnio europeo nn n.s obst/h'ulo t»nra Iti unión de
Irt ArnértonropuMí-víf»;» «*on Kvmipri, l.n revolución i«cf»uí)íiea-
na iie Sud Ain^r¡**a o* un i Í\r dt* Uia rovoluñones dr? tu Eu-
§ 1. El progre»^ Hctuat ÚQ laá repúblicas de Sud-Amérlpoi es
obra, en pn rtí», <}r» fn-í fTinnnniiiirt« de ín Furnpa.
fiotititn' > en Amérí^TA »o-
bre los
§ 3. L ílfTrtt.Helitf^icíi, Holanda. Ilntifi,
sofi i'Ori ^ fiiMPdí^ l«i revolmnoii de Su/!-
^ 4. Si In riííimirquia tíuro{>en nf» e» objeto de ft mor en Ama-
rica, tnn '' t*e serlo ileodia.
§ 5 r • íV la eupopcn no eí? !n m orín muta; cíí el <?4»ii-
IfiíliaRjc, ... il íi lii re[)übltr*n nii-inn
§ 6. Europeiziir ó í'i.Miiralíznr los ¡ rn«*/i. «s
darles lu cbpaoidfMl de ni*li(tmtfir I» >pii en
Araér¡f»a
§ 7. Ijii^ íicáualesrelínüfineív oflxsiiileu entre Kuropn y Aiueh'
en • "'' ^^ ^ ■ '"'•^ *•'•"■•' '" ^^rc i'n pitillo.
; revoluriany de foF gobiernos
f y Eüi*i4>tiizíir, rí^uLr*4MAHr io< \:fybn*rwj>^ de Sud \rn6neji
en suorj^anizafior», «*s neen-rtríofe tieítí fon^tílutNOn de los £8-
Uid08 UnidoK.
CAPÍTULO Vil
Sí U\ in4>narquíri vive en Europa rotle^do de iirririque* de*
llquíns moflórquírati.
le Sutl A(néri;ii
^^ pueblos de Suá-
f I. La mnr^nniuia c^ • , «ortiern*'
ÍS *í Ueslo?; Intente-* le <5lln bnjo )
^3. V'ivt? pi) el órde» é!Oí*Ííi1 v «'iv;,
Atuéfi<'0.
^ A. Loque de ella qued*! en Ioh usos y tenderirnas Sud Ame>
riratms,
% 5. Arranques inonurquirtoís de al^'uno^ textos y tradieione»
de 1h revolución de s ' ^ -^ ¡
4 6. Eííluvo en \t\^ autores de la revolu<?íOfi*
Opiniof»pfi de Snn Mji n. Bolivar, ele, etc.
% 7. Ln Europa es cau&it de que la rnannrquiíi no exista en
Sud-AmtVí^r.
§ 8 M rites de a%'erRÍon 6 \h nionaniuio eoire»
l0»= Suri
% \K f ...;..,.. 5^, ..Sí esos arronques históricos y tradiciona-
les podna sacar ta polilicíi da Aníérifo, para estrechar sit
unión fOn Europa en servicio de la civilización.
^ r.Mi ^
c^pÍTüi.o vm
De in forma ó ninnera de gobierno mas t^apo2 áe unir n Sud
Ainóricfi con Euroftn en el intoré» de tomarle \ñ civilizat'ion
i|ue In revoliMMon luvo en mir«.
§ L Kl gobierno ñ In europea ó eentrHÜi^ta como medio de
e>Umular en Huropíi el ííobierno 6 \h Americunn. — Ln pa/ un
Im-* formes, fiflni 'servir al fin; In tibertnd*
^ 2. iJi mejor fonna e^ I*' que mejor permite «I gobienio
ir ¿ eu Mn de civiliAOcion
§ 3, Mo(ivo$$ según lo» e.uníej^ se odoptun Iob lorm&s de go
bierno.
§ 4, No se elije, >4e rtr»t»pla In foríUH de >£obierno.
f 5 Nos Ifi ilá pl muítílo 011 me<1i(j del <*uol vivimos.
§ tí. No fui^ la forniH de ifohieroo el objeto prin<^ipal de la
revolüíMon.
S 7. Toda forma es de In revolución si i_«ondufe á la Rivilijtri-
füon y i I líi hIjerUid.
§ 8.' Hazone:^ do interOs personal por nue la formo ha preo-
cupado en Aruépii'í» ma< í\ug el ínndo del gobierno.
9 í*. En tanto .jue Sud'A(ni!;ru*;i no dé h la í'onloxturo quo
«'onvierm n las miriüs de <Mvihz«i'ion. In revolución estaríi sm
ruíoplir'sse,
§ 10. Uh rei»iiblicfl y la monnrt|ulfi no son el gobienio, sino
Jos maneras de ejercerlo
§ 1f l>u iorin» realmente ameneano serí^ la mejor íiue per
nita aclnnatíir en Sud América la civili/atíion de la Europa
§ 12- Seí%'^ nins revolucionaria la forma que mejor perniitn
al gobierno atraer f>obl-"»cion y riqueza.
§ L'í. U» ífue d/i mas fuerza y enlacia á la ftobemnia na-
cionaL
§ ÍL Será inas revolucionaria Iíi íorcna que mejor birvit
Kara salir déla oh^f^uridad a la Vniéricn del Hud, a su8 hom-
res» sus cosa í>, ¡suh cuestiones, sus ne^o'-^os.
% 15. La quedéis los t^ohíernos de Sud-Am erica masinflu* i
en Eurr,prt.
I J6. La quedó a bi repúbli^'n !a fuer/a propia que en vano
buscan en ta unión de unas i»on otras,
§ 17. La i|ue nírva de antidoto contra el vicio disolvente'
llamado uor abuso, sistema federal*
I 18. El gobierno americano á In europea, sm ser monar
auista. Asnnilu'aon reciproca de las formas* de ambos¿ mun
os en un tipo liberal de universal aplicación.
§ 19, Será mas patriota la forma de gobierno qu»» mejor pre-
serve á la^ repúblicas de orijBren e^paiiol, de ser absorbidis
por los vecinos de otra raza y nacionalidad.
§ 20. Seria en el Píala la única forma capai de resolver sud
cuestiones de medio siglo y oscapnr o I BrasiL
- 6W
rApíruLO IX
lie to ólMáodoaq«« pre^^nU «.« <<oii«lieion aotual de lti& He-
fiÉbUcM €0 Sod-AtndHe» j" m de los rtne» de rivUi-
«MÉOll qoe mt rewékmeMm m^ unión t^on la Euro|);i<*l-
liilinéa j Ufare.
I L Origen es|MMiiáii«<> y forUiiio de In repatilkii en siM-
f 1. Obra (le las eo^!% f^k> ellii^ pueden atH^Urln
9 i. Ui refMlblie» -- f^^v/^.í.f.e, porqan es perfecUL.^ * ^^>
[^MT. suso^ptilile
t 1. Es ffíTTTt^ t5f rt irnhtf>rrrr» mismo. COina
fieri
r- i<«q autores de In
.prt rt»<?j«r de AiniTi*
; [K^ tl6&|iúú>*A» ti«* ftuetie servirle pAx'A Alnhor Ala
^1-*«i pciuf'.l élé'a ü ta Ami^^riea
del >ud í
$ $. rr ivr>^a In pollUi^n exterior *t«
lo:» nyev
:». %!• l^ajo goKternO» itciputiin*
iei5. *n avíiua: tic ¡n Ut?;jübüca pnríiliui lo^ ílnes de
* '■ íibsurda de In rrpU*
í los gahíerrias v ||i¿:
f II. Aíe|« ) cx^elüVhí liiüi iMKlt-r ít I*»» mas cup«t*ed.
5 12, D«mi y perju<títía til íT»>*lJto de lo^ [luehlos de Sitil*
Ainéríe^ (lor victos «pie no t«nri ife elki4 ^ino de su gobierno
§ 13, lin eí Piala exeiuye « taá provifjiñas da iñ isaaiSon di-
tH><'üi de $u porler supremo ó riii>*ti>nal» y U»**'é de ellaA uctA
c*>l«>iiin d^ HuPTioíí \tr^?s.
4 [4. >> il Brasil y /* In rv iri»i*ca
iii.-* puert li-riNM. í^^n* daño lii Sn*-».
^15 Eli »j rír'lual d« la fv^Mjii>4> < ^titre^n
al pueblo ñú] Unidos lus lia va^ de los ilo«l
orránoa y los «^i im^vo itmtida
í Uí. Sí la K«púbín'ri dubíl «'-• f\ mal de Sud-Ainerícn, el
remedio tío fi:< ;i mnrmrpjitv -ino la repúblít»n fvMM'in.
i 17 (jimo: ' ' ¡ t. Mí reforma pt> ísoutifío ix-ji-
trf«n-tUi es MM Ip.
i \H. Renal ,, .,_,.. íício de ínis v*-*ím.i>í ij¡iitnr»A«
á la rcptiblir^a que no ae fortitleu en U unidn
CAPÍTULO X
De \n reínrmn y de ^u^ rnira^ dirijan le«$.
§ 1, La foForma, i*ortio la Ilevolutsinii* deb« htispar en lii
Europa In í»¡vilLtacioii «Ip Sufl-Améiii'o
?í 2, No teniendo que ludior ron n^sisler>ci«s oxlpaiijera^,
Ifi pn/ y Ir ley deben ser sus instruiniMilos.
§ :\, La refórnwi prepHnilorio de la opinión por la propfi-
gandfi doíítriniirui,
^4 Kn in reformrt de li\sr*i>nstitu«*ioneÁ. pi-opieiidiei)dn /i Irt
eoncentraHoM del poder ntioionü!, no en unn solíi mano, sino
en un solo ííobierno dividido en tres poriero»,
2^5. Del verdadero medio de iintUir la cOrmtitu<don de (os
Botados Untdof;
^ tí. En jo fíxterior, usur d<^ la diploina^Ma romo eleí nenio
auxiliar, paní i*ontralizar el poder inleríor. sin eonqui^ta ni
proleeiorndn,
§7. Hñper f'on ia líumpü, dei^inieresa.ie, lo que Buenos Ai-
re^ ha he<dio <'on lo rnonor*pdM del Brn^il y M^ijieo con log
Estados Unido.t, ptuY* evítnr su desniiímbreeion terrílorin],
S H. Legaciones freí^uente?* íoas lttt*n que permanentes, Her-
vida^ por eiiidndanos nidie^do-^ en Ain*'riea. no por emi^a
dOíí ainerieaiio> dorni-úMadcH lie lie**ho e»t Europa
§ íí. Deíxíres de Uííín'iliv^u de tOí^ jfohiernos ítmerieanog en
ei sentido de ta reforma,
§ 10. Delícre» de (u* itobiernoí^ europeos en la iiiit*iaUvR de
las reforman de Sud-Amérien.
$11. lieííulari/aeion «le los Congreso» de «mboü ¡iiundojí,
|ue existen de lieeho en Píiri:* v I,ondres.
§ 12. Neeeí^idad de wíienr la póliü'M exterior «ie b» Ainéríea
fcníeaespenolttde ln»vins aeonsejodas por Washinífíou y Mou-
póe á la Am<TÍen Sa)on»
f 13. Defren^^nieion de la doelrina de Monr5e y sus niaton
efectos en Sud-Ainérim.
§ 14 Preocupaciones retróirradas de iíi e^eueln inlemaeiotial
nmenefinri. henf, W/tfnton, Stonf, BvltfK Influencia de la
revolueion reeienle de bis K^lririos UnídOei en el derecho pu-
blíeo anierieíino. interno y e.slerno,- Triunfo del eentralisino
y abandorto de la doctrina de Monroe por 1h »banza rusa.
115 Preoi^upneiunes retr«Víírada« *'on los eíeetos en Su«U
Amérií'H de; lí^^erídi>t!lO eurcqieo.— Lo-^ liberales de Europa
no comprenden á los federa lisias fie Sud Ann*ricü,
% Ifj. Del uso demoí-rñli^^o del plebisí»ito y del finíraglo urú-
ver^al directo para la reforma rentralisUi/
g 17, Déla SíUbdi\ision |»rovineial y denartjunentftlejorao me*
dio de reforma centralisla, ñ ejemplo Je Franela.
CAPÍTULO XI
lecapilulaeion y eondusion.
Ilsri3ICK
üedicatoria 5
Prefacio. 7
CAI'ÍTULO PRIMERO
La reTolttoion <t« Svd-Amérlea
6 1 La simbólicn de! derecho araeríonno 3á
> II 48
« in ^ ... 50
»^ IV. Origen europeo de nuestra revolución y sus ten-
dencias europeislas 53
» V 56
» VI 60
» VII. La Europa es el guardián de la independencia
Americana 62
1 VIII 66
» IX Ü8
§ X. Europa dio á América hasta sus revolucionarios.. 71
* XI 74
» XII 76
> XIII 78
• XIV Si
» XV 83
CAPÍTULO SEGUNDO
De la fornift de i^obierao
$ I sgi
f U 8J
•C#v| rvüiCB
% lA . «
» iv ^
*l»*Jí:^.<.r. te^ &>miit .- se
# K -. - «
*i f/>rul/v - . SS
i^.Ofy».., 1 t>
ft^ir* 7.T;rn<i»«» ar^^irVí 101
. X 1)*
» Xí- Ri ff»<i ^^t^f ^6 !«» irfc.*lsto^rmí»s do er* lo* booi
íiT» Il<^
» Xtl 112
* XIII .. lU
* XIV, Pre4*n^!íí> fie Kurof#íi en Ainéríea IId
» XV I!»
• XVI \Vú
» XVI I Oftno ¡AnnUiiir (^i uoltterno :i la Europea La¿
» XVIII, Hnzonóe Ins dífl«;ufliide^ de la fundaeion déla
inofi/»rr|ijíii cfi Sijd-Amén<-íi 125
CAPÍTULO TEHCERO
La República
ft I. 1^ pftpúlilií'íi no f?rf ol ífobierno, ni es la revolu-
rioíi i29
f II. Wííio ffl noiíihre'/lí; república emhapíjza el progre-
HO en AiuvTic.íi 130
o III, Origen íilfiníJentino do In república. Fué recurso nc
eipcunMtaní*i/iH. Hoy es el extravio de la revolu-
ción 13 J
0 IV, Ovi^vM iiivojuntirio ii(! Ii república iá*
» V. Origen euro|»(0(l(í la ref»iiblii*n ISS
» VI. Origen europeo <le la república en América 144
» VI!, Iji república haí-ií imposible el gobierno en ía
America del Sud U7
flDict:
G6»
" VMI. l^ repúbli.'íi ílr.fin y ulea el ifnr»(?ipr del jiaiií-.. 151
IX. De l« r^públu'M en Sud-Amóru^B v su inancm do
ser ,' .,..., 15¿
X. Incotiv^enienles de In repúblioa sin Nberlncl 151
XI. La repühlÍ<«o ai»\ñ y osc*ureee ti iri Aiitéríisn en
sus negocio» ,...,..*. • 150
XU, Lrt repiibümi privn h los cslfidai< nnierií^nno» de
lii saneioii irui.< eftt.'u/, del derei^ho de treriteü.... Í5ft
XII L Lfi i^eputdioü UüíH' difícil la polilicM inlertor y líi
exterior. Diploiriíu^íu de las repüt)líoa?j 160
' XIV. Ln repúblifii dnrlíi ni c»lolii5Ísnio en ^ud-Améri-
an, riu t^ervir ni proleatautisioo 108
t XV, Sítuai-ioij retrngnida <le loii repübíieas ofiierica*
nas , , 169
» XVI, Males f|ueliíi*íe l« repühlici y escusas que no le
n^ínlen - ITl
» XV 11. Lfi repübliea nieja íi los uins dignos .,. I7t*
► -KVIII. La repúbiien en su forma «inuaU excluye del
poder á los buenos, ó los degrada..... IT7
• XÍN\ La repiiblírn desacredito al país lí*l
I XX La falla de gobierno es escuela de gobierno 18A
I XXI. En Sud-.vmérií'a lu repüblica hace las revolu-
. ciones, no el pueblo ,,.,,,,,.,. i^
» XXlL Curioso libenilisuio *..,, iéñ
• .XXMI. La liberUid es cnrgn. Sin gobierno no hay li-
bertad ', 189
i XXtV. Ln república t;n anlüedis de la revolución 192
» XXV. La reptibiH'íi riO e* ln libertad, como bi monar-
ijuja no es el depolisino, , ,. , ,,, ..... \d^
t XXVL La reptíbUcrt es el ideal; \n monarquta es el be-
cbo del gobierno. 197
• XXV II Nuestras repúbüeas i^ou tnonartiuias ▼nenntes
regeneins demofraücos 1í'>*
9 XXVIIJ La monarquía latente bajo ln república en
Sud América 2íJU
• XX IX. La nionariiuia latente en SudAméríen 3Iki¿
<* XXX, Democracia 2*>3
• XX.XI. Ln tnonaniuia en [Europa conciba ble con la de»
mocrueia en América, La república no e« la de-
mocracia. Ella puede »er nriatocrátioa...... — . 'J^
btu
ISÜ'Lt
; XXX 11. Lorí parUaariOá <te líi reiiOblk'a y el port|u6.. 2tO
t XXXlir. Preocupaciones,,., , llf
• XXXIV. I, a reítühlk*a federaílstn 6 onli-europeistit
hn dudo ya cuíinlo podjíi ile liuc^no y í»n pn^máo
de tiempo eti .Sud-A(riérí*'ii .,-,,, :!t|
• XXXV. J.a repültlicri ferieml, lUd rVijlen de nhom^toi
hecho «u lieniprt ..,. •••.,,.•
V XXX VI. Rol orK/inino ríe In poítifcn ejcterior La ne-
luiil ps e»h>ri1 íW
»' XXX Vil. Orijzeti do In* cuestione:^ dtp) onii^tíciid time-
ncuíjn-europeii>; hi fíilliMÍe t'ohíí>rno.. 221
t XXXVllI. Lti repúb;ii'« eo Sad-Aruóncn ,.. t¿^
» X.KXIX. Las iimsiiss ¡^on repul>licfiiin>f t25
cap/tulo cuahto
I«« monarciiila
1. índole y leiideucias uio túrquicas du lo revoluHon
de América ,.....»
If. Lu revo(ur'íoii &a hiü^o en noiiihiH? del (principia de
autortdüd • 231
llí. Pairado nmoarquífílii de )n Amérlea .•.*•••• 2SJ
IV. La inotianiuía no os ul rÍeRpoLÍi*nio colonlnl
V* El nuevo mundo debe ¡i in inonarf|uia europea sus
revolucionarios y liheiladores.......
VI. Sobre las instru«*cÍoneíí secrelas dodoB ni mar-
quéx Sanio Amaro, al pasnr á Eui*opa corno Mi-
nLslm de Pedro I, emperador del Brasil en H30. 23*i
Vil. Los ifrandeíi homlires de Américji fueron mo-
narquistas. ,,. 211
VIH, Lfl» ídoas ínonnrquistJis de San Marlia y BH-
grano en \Mi, no er/vn hnpopuJares en Amtf?rica, 21
IX, La ntonarr|uín eñ paradoja; la repühh.Ta es un
sueño S4
X, Los enemigos de lo monarquía; falsos repübtiea^ ¡SiQ
XL PreofU pociones contra ín monan^iiía, 232
XIL Dii^cuipo de Amóriea 2S3
XI IL Servicio que la relíífton recibirin de la monarquía
V la monorqnia de la reh^ion 2H
^^^^^^^^^^^^^^^^^ índice
^H f XIV. Sin gobierno estable, ni oapitales^ nt emigración »
^m ni progreso...,
^H tt XV. Modus operendi. Méjico «.•...,.•
^H t XVI Méjico. Modas operendi. Propaganda..
^H > Xvn. No daseí^ p.ir« mi pfiia fn suerte de MéjieOt pero
^m no desconozco que puedn ser ütíl paro Mí^jiVc..,.
^m • XVIir. Las repúblicas de América eon la mejor escüe-
^^1 |i^ Hpi Tn^n^rf|ut^f n, ,
^H » XIX* La monarqum no ea panacea universal Porqué
^H eít ella üUI para Amériea
^H • XX, La monarquíH no es todo el remedio de una loa-
^H la rf*p!)hti(^ñ
^H ift XXL Como la monai'quin hace efecliva en Inglaterra
^1 la soberanía det pueblo.- Códigos penales. >
^m • XX 11. Porqué la Europa es monarquistn y no repu-
^^M blicfína , , , ,
^M A XXIII. La monanfUin demoi*rAUca erenda pnr la re-
^m volucion francesa
^M » XXIV. Solo de Europa podrió Amériea recibir la roo-
^B narquia , , , ,
^H » XXV» Si Europa dio t\ Amérícn sus libertadores, por
^H c|ué no te darla sus pnn^npesf
^H • XXVf. La civilizofion europea no irA a AmóH«*a, sino
^^M t'on su sisieiUB de iM:obierno
^B » XXVML Cómo ira Europa h América
^B * XXVIII. Política americana - europea. Doctrina de
^H Anuidas, correctiva de la de Monroe. .....,....._
H CAPÍTULO UÜLNTO
^B mon&rqnia
^H ]. Palabras y opiniones de Beltfrano en favor de la
^H monarquín , ,
^M • 11. Opiniones, palabra^^ y bechojí^ de San Martín en
^m favor de la monarquía constitucional en América
^m • III. Ideas y pasos de ilolivur en favor de la monar*
^H nuia V contra la renública... ,....,». ..
^H • IV. Opmíoiie:^ de j^lvear soüi« la repübliea...
« V^L Palahifls <1«i Podados so hr.» I» iiioriHnjuift 33fl
# Vil. Todo el Congr<^so *lc Tuf*umtin de 1816, qu<» de-
claró la independenirio nrgeiiUnu* eni monnr-
qubUi ..*..< 33S
ú vni. Píilflbm^ ñf^\ Dr Moren<>f^n f«vnr d** h nion«r*
(|Utfi . 31C
» IX 33:í
» X. I«n iden del Conde de Araiida «mneíonúd» par kü
Aniériea ,,,.... 337
C\PÍTüLO áKXTü
Priicttoitblilclad
§ I. Cómn \n monriniuífi en t£umpaes lo dvilUacion en
el gobi^ ruó político ». ^«••.«•« 341
• n. Ln íiioníirí|uia ©íí prnrtii^iihl^T . 346
A IlL Prrti'ticíiUílidftd..., .. Ul
* IV, Sofi^iiui-* de iinpraí'tií'nhilidíHi i> mopóriunniJJd il»i
)n reforma eo Sud-Ainén<;ri ^i
» V. U» inóíinn|Uía ej* pniclicahle, obje»*ione§ ooritra mi
pni<'li<*nliilÍdod.. , ., 358
» VI, Uporhínida<l déla inonarqula».. 1^
» Vil. Sod»m*í de no oportunidad de la luoiiarquin — . 363
» VI 11. Modo de intro<)ut*UMrt, de pl a ntoarl a. ,,,,,„,,... Mh
n IX» MoiJu:^ Ojieraadl. A quien la ink*iativa ••..,*. 36fi
» X. La lnoníll^^uía exi^ly lioy allí sm el nombre.,.-,.. ;í*»H
t XL Partido nioimi*quUta. En qui^ á«nt)do existe ,*,,. Sñü
T> XIL La Vinórí(*a en lUOriart^uti^ta en su mitad boy dU .171
« Xin ArratH|ueíí nioni'ii*<:|ui<'0»^ «etualert ^'t
» S\V, Arranque?* inoímrt|uícos......,,.,.
- XV, Lrt nionani'da «xiste hoy en el oi'deii ^mvji ^7/
> XVI, i.a iüonar(|u»a Vive lalenlo en las entrañas de In
deino*TinMü a)nen<*aiin.. .,,... , S78
» XVU. La repubUi^n no rs una verdad La Mionar<i«la
f^-lá er> la>í í*oftíi-s y L-adicioneís,. 3®l
' X\ III. Ürdon moiinrnuistíi de i'Osa> Í*H3
XI X. Modus operandi , Arranques níonnr^juicot» , . 383
»* XX, EleiiifJjto.'í inoiuirquk'Oí» 4> re<rursote para fundarlo 'd^i_
^ índice ^
^^M
^^^^^^H
^M
B§ XXI. RefonnoH preporntorini*. |ji ei1u4^aPÍon ..*,..
^M
H » XXII. MotHdns j>re|mraltvfls del resrinbloHrnieiflo <ie la
^^M
^B Hi*isiOf*pa"?Uí . Loí^ f inP!'í>s. ..,•»«. ^ .,..•,.......
V • XXIfK un íinst^K^rarin ajuerií^fina de !a Hhprfnfl, .....
■ # XXIV, Cüiil serift In nohle/o posible Cfii Ai¡iéri*'in'ümo
^^M
■ inslnjiiiünto de üii gohienio tibre
R9il ^M
1 9 XXV, VcnlMJas á iní'onveiiitmtos p«rft Ajn^rii'ii de In
^^M
^^^B rivtili^JMil |>oltU«*u de liis iinrii^ttf^s í'urop€?Hñ
m ^M
^^^^k rAPÍTULD f^EfTIMO
1
^^^^^H Gotílemo 6iirtp«l«tm
^1
^^^BiTeI |fol>ienio preporatorio *\e\ &elf irovenment... -
^1
^^^rll. Lll gotiienio íHiicHr^Ano í^ in europ&it ,*..
^H
• 111. .Solo el ¡íaUieruo fuerte pndria dnr I/i pr/ A la Ajné-
^^M
rieii del Sud,. ...... ...,.♦ ....-*
415 ^M
» IV. Utilidad que de los }imin*|ueíi riiononjuistns ¡mv
^^m
dda 8íH?ar la poliiica iimtTi'Wuia fiaraja compObi*
^^1
eion del ^ot>ienio 6 in europ<}a,».., •••••
^1
I» V. t-íiino el goliicrno á la europa es inevtlalde en el
porvenir do Sud-Aiiit*»p¡oH,.. .,, ««.,..•.
^1
■ Vi. ün soto gohíonio i^ignifií'a ufi solo poia. Gobierno
íuerte signirton país fuerte
4S4 ^M
« VIL Hoy tof^alístno y looalismo, feíl ero don y federa eion
^M
» VfIL Federíiüion. ,,. ..*.
^M
> IX, La r<ípnbli*-a federal ha hecho ?u tiempo (ormas
y ('olores pnírioí*)-..*,.. -.**
^M
m X. í:enlrali2nfion y de6i'eütrnliy.ofion. unidad y fede-
^H
ra ?íon , ♦ . * » ♦ . » , , ,
^H
t XI. A(!>*ion disolvejtto y i'Otiibinnda por ¿«t misma de
km Ksífid<»8 Unidosy el Bra/il en lo Amon-ii Antes
^^1
empuñóla
^H
o XIK La iínitn<'íon de los Estados Unido-
^M
• xni . Uníont ilesutiion,. , -
• XI V. La ivpubli»'a i{iip tiei»eí*itaino?! »-.
p XV. Del modo lie imiUir A los fclstíidori' Unidor
1
^^^^B CAPÍTULO OCTAVO
^^^^^^m Intervenolones
i^
mt
mi
íes
471
487 J
4m>^^
4$^3 ■
M m
^^^^^^H »i i1. IiilerTonotott y no interveiM^ion
^^^^^^B » 111. El por ()nt>rJe In centra lizninor* en Sud-Ainárira.
^^^^^H » [V\ Intervención di! Bu ropa en Am^rien y de Ainérí-
^ • V Trti^'paÉ^Hyrt #>rii>l'i>ii )n.¿ irftAp«yij^f/«^rkf|i\^
^^^^^^ 1» VI. lioherosüe Irt pohti<*iule Kuropa eu Aniéríen. Ini-
^^^^^^1 M Vil. De la;^ inturveni'iotui.^ í*omo ha>e tie In líbeHud V
^^^^^H h Vlfí. interveu(*iori Ó i^ooperncion de )m Europa en la
^^^^^H i-Oft<^tUut*ion y sostmi do los ^obiernog de Süd-Ainé*
^^^^^H » IX. Det)erc.s dti la l^uropn en Aiuér^mt . üe su tnlerveii-
^^^^^H » X DoüihOilo^ en que la mona^lUl^ reemplnxa A la re*
^^^^H CAPfTÜLO iSüVI^Nü
^^^^^^H A colon lie ím Europa en América
^^^^^^B $ I. A«^<*ion de Europa en Aniones untes y ahora; uniíind
^^^^^^m y soltduridnd de su íMvtli/.a<Mon,... ..,..,.,
^^^^^V >» IL Lm i'epulilÍL^a en Sud-Aniéricni e>» ohrn de In Euro-
^^^^^^H » Ul. Exijen<MUs y fie«*esidndC"« <-uni ranas do tna dos
^^^^^^H niundüK. Por í}í\6 In»» íd<'!t^ H Itera )o$ de Kitropa
^^^^^^^^^H sfiT) npfií'rosas oii A iTii^rii^a . , i > ■ ■
^^^^^H « 1 V; Ar<'ion oiviii/ffdora do la Europn en Aineriea. Papel
^^^^^H •> y . ^Soberanía uiorní de la Europa (^n Am6ricn inde-
^^^^^^^^^1 npridiptitp , ..É
^^^^H • VX. InOujo de ín h^mncin y de su r^yolucion eu Ainéri*
^^^^^^^^^H í^n dpl Siid
^^^^H t VIL No hay politlón ^eriu para Américo Tuera de la